Procesos de memoria colectiva como dinámica psicosocial y sociopolítica en tres escenarios de organizaciones de mujeres: la Asociación de Mujeres del Oriente Antioqueño –AMOR–; los Promotores de vida y salud mental del Sur de Córdoba –PROVISAME–, y el grupo de mujeres “Madres de La Candelaria”, de la ciudad de Medellín
Processes of collective memory as psychosocial dynamics and political partner in three stages of women’s organizations: the Women’s Association of Eastern Antioquia –AMOR–; the promoters of life and mental health of Southern Cordoba –PROVISAME–, and the group of women Mothers of La Candelaria in Medellin city
p. 239-269
Résumés
El presente artículo plantea cómo las acciones de memoria colectiva, desde la perspectiva de las víctimas y sus modos de organización, les ha permitido la recuperación emocional, la redignificación y la reconstrucción del tejido social de sus comunidades. La base para tal proceso se centra en el desarrollo de la memoria como instancia psicosocial y transdisciplinar, que pivota todo el trabajo de interacción narrativa con las organizaciones participantes. Por último se ofrece un esquema de acción participación para continuar el trabajo de memoria social en clave de acompañamiento a los sujetos y colectivos, a fin de construir procesos de resistencia y reparación en contextos de violencia social y política.
This article discusses how the actions of collective memory from the perspective of the victims and their modes of organization, have allowed the emotional recovery, give back dignity and reconstruction of the social fabric of their communities. The basis for this process is focused on the development of memory as psychosocial and disciplinary body, which pivots around the work of narrative interaction with participating organizations. Finally, an action participation plan is offered to continue the work in social memory in key accompaniment and support groups, to construct resistance and repair processes in the context of social and political violence.
Entrées d’index
Keywords : Victims´ Organizations, Collective Memory, Social Fabric, Psychosocial Approach
Palabras claves : Organizaciones de víctimas, Memoria colectiva, Tejido social, Enfoque psicosocial
Texte intégral
INTRODUCCIÓN
1El presente artículo es producto de la investigación desarrollada en el marco de la tesis doctoral El papel de la memoria colectiva en la reconstrucción del tejido social, la cual da cuenta de un hecho de la realidad vivida por un grupo de víctimas1, residentes en las regiones del Oriente Antioqueño, el sur de Córdoba y un grupo urbano de la ciudad de Medellín, donde se realizó un trabajo de acompañamiento, formación y apoyo frente a las vicisitudes que deja el conflicto armado, pero también la recuperación psicosocial leídas desde la dimensión de la memoria colectiva; el cual, a su vez, se convirtió en una ampliación investigativa sobre la memoria histórica que se dinamiza en grupos organizados de la zona urbana de la ciudad de Medellín, y que actualmente se estudia en el marco del proyecto “Sentido de las acciones colectivas y públicas de memoria histórica, de las organizaciones de víctimas en sus procesos de reconstrucción del tejido social y resistencias estéticas a las lógicas de violencia”, desarrollado en la Universidad de San Buenaventura de Medellín
2A medida que avanzaba, la investigación fue dando cuerpo a una pregunta importante en torno al papel de las acciones, grupales o públicas, de memoria colectiva de las organizaciones de víctimas en los procesos de empoderamiento colectivo y resistencia ante las dinámicas del conflicto armado y la impunidad; además de las implicaciones de estas acciones en la transformación de sus subjetividades, analizada desde la perspectiva de la recuperación emocional, la redignificación de las víctimas y la reconstrucción del tejido social.
3El trabajo se apoyó en una serie de investigadores que, tanto en España como en Latinoamérica, por lo menos desde el campo de lo psicosocial (cfr. Pipper, 2005, 2009; Cabrera, 2004; Martín Beristain, 2005) y también desde la historia (cfr. Jensen, 2004), habían desarrollado una mirada analítica, crítica e investigativa sobre los procesos de acompañamiento, intervención y acción social, dando cuenta de desarrollos, y experiencias personales y colectivas sobre procesos de memoria.
4En primera instancia el artículo desarrolla los aspectos problemáticos en los cuales se enmarca el fenómeno de la violencia política en Colombia desde una mirada global y genérica, puesto que no es posible en este espacio hacer una mirada densa y profunda en perspectiva histórica y sociopolítica. Sin embargo, se hace un acercamiento a una necesaria lectura de contexto para ubicar las poblaciones víctimas en unos ejes de historicidad donde han experienciado sus vidas girando en torno a las dinámicas violentas. Seguidamente, se plantea el marco metodológico donde se justifica el método empleado, y se incluyen las estrategias y las técnicas utilizadas con los participantes. Luego se traza la revisión teórica de la categoría memoria colectiva desde el marco del sociocognitivismo y el socioconstruccionismo, hasta el desarrollo de una propuesta conceptual alrededor de la memoria como instancia psicosocial y transdisciplinar. Por último se abordan los resultados que recogen algunas de las transformaciones subjetivas y colectivas experimentadas por las víctimas en el marco de los procesos estudiados.
PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
5Desde la segunda mitad del siglo XX Colombia ha estado atravesada por dinámicas socioculturales, políticas y económicas, que han generado procesos de polarización y son base de las diferentes expresiones de violencia como el conflicto armado. Dentro de estas dinámicas pueden observarse: el bipartidismo cerrado entre liberales y conservadores; la influencia permanente de la institución eclesial en la vida política del país y en favor del partido conservador; la politización de las fuerzas armadas, que han sido el instrumento utilizado por las élites (especialmente de las ligadas a la posesión de la tierra) para mantener el poder de forma hegemónica, y las prácticas políticas clientelares que tienen por objetivo desestructurar las instituciones democráticas del Estado para ponerlas al servicio de intereses privados, impidiendo así el ascenso socioeconómico y político a otros sectores de la sociedad (Ortiz, 2001).
6En el año 2002, durante el gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez se inició un proceso de negociación con los grupos paramilitares que implicó su aparente desmovilización entre noviembre de 2003 y marzo de 2006. Aunque la negociación favoreció principalmente a los victimarios, las víctimas han aprovechado los pocos espacios que se abrieron encontrando en ellos la oportunidad de organizarse y presionar para hacerse visibles y reivindicar sus derechos, puesto que no habían sido reconocidas en el país, salvo algunas experiencias, como la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos –Asfaddes–, aglutinadas alrededor de la Fundación País Libre, las Comunidades de Paz y en resistencia, los Hijos e Hijas de la Memoria (hijos e hijas de las víctimas de la Unión Patriótica), y las víctimas del Palacio de Justicia.
7Todas estas personas, vinculadas o no, a procesos organizativos de reivindicación de derechos, padecían, y continúan padeciendo, las consecuencias de la guerra y de la represión por parte de los grupos armados en las comunidades, y sufriendo el aislamiento, la ruptura del sentido vital, la anomia, la pérdida de referentes de identidad, el retiro de los espacios de participación, diversos síntomas físicos y psicosomáticos, y trastornos de su vida cotidiana con afección de su salud mental; y unido a ello, la ruptura del tejido social, de los lazos familiares, de la amistad y la vecindad, lo cual implica la pérdida de la confianza básica, el miedo personal y colectivo, el retiro de los espacios políticos, y la desestructuración de las organizaciones (Martín Beristain, 1999; Gómez, 2005).
8Las cifras del fenómeno no se hicieron esperar: según la Consultoría de los Derechos Humanos para los Desplazados –codhes– (2014), y la uariv, entre 1985 y 2010 en Colombia la cifra de desplazados suma más de 5,5 millones de personas, y de ellos el 49% se resultó damnificado durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, quien funge ante el mundo como el “pacificador” de la República, porque, según la versión oficial, fue quien logró contener el conflicto armado colombiano. Se trata de personas que han huido de sus hogares debido a las amenazas, los hechos violentos en su contra o tratando de encontrar la seguridad en las grandes ciudades o en otras regiones del país. Según estas cifras, Colombia ha pasado a ser el país más afectado por este flagelo a nivel mundial; los estudios de codhes (2009, 2011) muestran que durante el 2007 se reportaron 340.000 casos; 380.000 en el 2008; un total de 286.389 en 2009, y en el 2010, más de 280.041 desplazados. Por su parte, Acción Social (2012) reportó en esos mismos períodos las siguientes cifras: 337.938 casos para 2007; 294.666, para 2008; 175.849 para 2009; 129.338 para 2010 y 102.956 para 20112. Lo que queda claro de la lectura de ambos registros es que en durante el período de gobierno de Álvaro Uribe Vélez estas cifras se mantuvieron en niveles muy elevados, por encima, incluso, de los datos de los años noventa, mientras el discurso oficial de ese gobierno se centraba en negar la realidad del conflicto armado y en llamar a los desplazados “migrantes internos”.
9Las cifras de esos años mostraban el creciente aumento de la población denominada víctima, y los efectos que el conflicto generaba con consecuencias devastadoras para los ámbitos económico, social y humano, afectando a una inmensa mayoría de colombianos, e impidiendo el desarrollo del país hasta el potencial que permitiría una situación de paz. Según la comisión de seguimiento al desplazamiento forzado (codhes, 2011), 77.189 comunidades rurales fueron desplazadas completamente y se expropiaron cerca de 6.638.195 hectáreas de las zonas rurales del país, las cuales fueron arrebatadas de las manos de los campesinos para pasar a ser propiedad de las élites regionales y los paramilitares:
… desde 2002 se acentúa la tendencia de desaparición del campesinado colombiano como consecuencia de la concentración de la tierra en medio del conflicto armado, la violencia, el desplazamiento y las políticas de desarrollo rural (codhes, 2010: 2).
10Estos hechos se han evidenciado en los clamores expresados en las movilizaciones campesinas del año 2013; además, en los últimos años se ha incrementado el desplazamiento en zonas de explotación minera, puesto que la expropiación de la tierra está asociada a los procesos de inversión y explotación en este campo de la economía, donde diferentes actores sociales, políticos y armados han puesto sus intereses para la explotación (codhes, 2011, 2014).
11A lo anterior se suma, desde una lectura histórica-sociológica propuesta por Daniel Pécaut (2003), que Colombia es un país donde la violencia se ha convertido en una entidad mítica y tópica, principio y término de múltiples explicaciones. Para Pécaut, tanto en los relatos cotidianos de la gente, como en los elaborados por historiadores y sociólogos, se observa la omnipresencia de ese mito que no permite encontrar una forma diferente de dilucidar los procesos de violencia actual, los cuales están enmarcados en las dinámicas propias del conflicto armado, pero también entrecruzados por múltiples formas de violencia social, familiar y delincuencial que afectan la vida cotidiana de la población, y que la convierten en un espectro que lo habita todo y que a su vez todo lo justifica: “es que somos así”, “tenemos una cultura de la violencia”, “la violencia es un mal genético de los colombianos”. Todas estas expresiones populares, y a veces académicas, inducen a la construcción de una memoria mítica de la violencia, en donde el pasado se repite en un eterno retorno y donde es imposible diferenciar lo actual de lo anterior. Este relato mítico dificulta una visión histórica y social que permita comprender el conflicto colombiano, y desde allí posibilitar propuestas que contribuyan a su transformación3.
12Así, la imagen mítica de la violencia se ha ido fortaleciendo en Colombia desde algunos sectores, y a pesar de la gran cantidad de investigación académica sobre el tema, le da el carácter, en el imaginario colectivo, de un ente impersonal, incomprensible e inabarcable, vivido por las víctimas y por los relatos colectivos como una catástrofe natural frente a la cual poco o nada puede hacerse, más allá de salir corriendo y salvar la vida, como en un terremoto o en una inundación.
13Cabe añadir que la construcción de este relato y esta representación de la realidad, que se ha convertido en discurso dominante, es adecuado y funcional a los intereses de las élites regionales y nacionales, las cuales han ostentado de vieja data el poder político y económico, manteniéndolo, de cierta manera, mediante el control de las representaciones en torno a la visión del país; es una violencia mítica donde no existen culpables ni responsables; una “catástrofe” donde la gente es víctima sin remedio. Nada más simple y perfecto para que, a pesar del continuo dolor, del continuo sufrimiento, de la barbarie, de la exclusión y victimización de grandes sectores de población, todo siga igual y nada cambie.
14Por lo tanto, la aparición a lo largo y ancho del país de organizaciones de víctimas se ha constituido en un símbolo de la esperanza, de la lucha y de la resistencia de las personas y las comunidades afectadas por el conflicto armado. A partir de la búsqueda de la reivindicación de sus derechos, de las posibilidades e imposibilidades para que les sean reconocidos y reparados, de empezar a ocupar lugares en el imaginario público, estas organizaciones se han movilizado de múltiples maneras para hacer visible su realidad, generando una conciencia ética que permita superar la impunidad que retroalimenta los ciclos de violencia, la amnesia histórica que favorece a las élites en el poder, y que contribuya a la reconstrucción de un Estado social de derecho legítimo y democrático.
15Una de estas organizaciones, la Asociación de Mujeres del Oriente Antioqueño –amor–, se planteó la necesidad de ofrecer un acompañamiento psicosocial a las mujeres socias que habían sufrido en su familia la acción directa de la violencia y que por lo tanto eran víctimas, puesto que habían perdido a un familiar (esposo, hermano, padre, madre, hijo o hija). Esta propuesta dio origen, entre 2004 y 2010, a un proyecto de apoyo psicosocial llamado Promotoras de Vida y Salud Mental –provisame– (cfr. Villa, 2007b), en el cual se formaron cien mujeres, quienes a su vez organizaron grupos de apoyo mutuo con cerca de tres mil mujeres y hombres de la región, con el propósito de trabajar en la recuperación de su dignidad, el mejoramiento de su salud mental, la reconstrucción de los espacios de relación comunitaria, de las confianzas y de la vida cotidiana, y en la construcción de espacios de participación, que dieron como fruto organizaciones de víctimas en veintiuno de los veintitrés municipios de la región, los cuales, además, se asociaron en una confederación denominada Asociación Provincial de Víctimas a Ciudadanas y Ciudadanos –aproviaci–.
16Desde 2007 el proyecto provisame se ha desarrollado también en otras regiones, como el sur de Córdoba, y algunos municipios del Magdalena Medio, además de la creación de organizaciones de víctimas en las ciudades de Medellín y Cartagena. La otra organización estudiada son las Madres de La Candelaria, la cual viene trabajando desde 1999 con el objetivo de encontrar a los hijos desaparecidos, y reivindicar su dignidad y su existencia, mediante un plantón semanal en el Parque Berrío de Medellín, en un proceso llevado a cabo con tesón e insistencia, buscando reivindicar sus derechos y recuperar la memoria de lo que le sucedió a sus seres queridos, evidenciando la realidad de su propia historia que, en últimas, es la historia de este país.
17De esta forma el trabajo se une a la corriente que despierta en Colombia para construir una memoria histórica del conflicto a partir de los procesos de organización y las acciones públicas de las víctimas, con el fin de insertarse en las conversaciones y diálogos públicos que posibiliten una versión que pueda ir más allá de la historia oficial y del mito social que no posibilita otra mirada o salidas creativas hacia la paz. Este artículo da cuenta de ese proceso y de las dinámicas que se establecieron a partir de él, donde la memoria compartida (grupal) y la memoria colectiva (pública y social) tuvieron un papel preponderante para desarrollar algunos cambios en el empoderamiento colectivo y en la resistencia comunitaria ante las dinámicas del conflicto armado y la impunidad.
OBJETIVO GENERAL
18Comprender el papel de la memoria colectiva como proceso psicosocial y sociopolítico para la recuperación de la dignidad de las víctimas, la reconstrucción del tejido social y la recuperación emocional ante las dinámicas del conflicto armado y la impunidad.
OBJETIVOS ESPECÓFICOS
- Comprender algunos sentidos que las víctimas le han dado a sus acciones públicas de memoria, en los contextos estudiados.
- Reconocer y comprender los efectos que en la vida personal y colectiva (en su recuperación emocional, en la recuperación de su dignidad y en la reconstrucción del tejido social) han tenido las acciones, grupales y públicas, de memoria colectiva realizadas por las víctimas en las tres regiones estudiadas (Oriente Antioqueño, Sur de Córdoba y Madres de La Candelaria).
METODOLOGÍA
19La presente investigación se enmarca en la psicología social desde una mirada transdisciplinar buscando un acercamiento a la complejidad del problema, y trabajando con una perspectiva holística, fenomenológica y hermenéutica, lo que implica un análisis cualitativo de los hechos, recogidos como vivencias, es decir, de las narraciones que los y las participantes realizaron de sus experiencias y que fueron recogidas mediante entrevistas en profundidad, historias de vida, grupos de discusión, cuestionarios a expertos, observación e investigación de fuentes documentales. De tal manera que se pusieron en juego métodos combinados, con una cierta mirada ecléctica que, según Hamber (2011), forma parte del pragmatismo metodológico necesario para abordar problemas psicosociales complejos que incluyen múltiples narraciones y relatos, más que datos, para tener un acercamiento comprehensivo a la realidad.
20Se entiende, por tanto, que esta forma de investigación parte del supuesto básico de que el mundo social se construye a partir de significados y símbolos, haciendo de la intersubjetividad una pieza clave para acceder a los significados sociales. Así vista, la realidad social está hecha de significados compartidos, y lo que se busca es percibir de manera holística escenarios y personas, es decir, no se reducen a variables particulares sino que se contextualizan en su historicidad y en interacción con otros (Taylor y Bogdan, 1986). Por lo tanto, más que datos, lo que se analiza y se estudia son relatos, puesto que son las narraciones y los textos la fuente primordial a partir de la cual se extraen conclusiones y se interpreta la realidad.
21Los participantes se seleccionaron por una muestra intencional no probabilístico, siguiendo la metodología “Bola de nieve”. Se recogieron cincuenta y ocho relatos y cuatro historias de vida, en veintiún grupos focales donde participaron ciento ochenta personas y se presentaron ocho cuestionarios cualitativos a expertos. En la investigación participaron en total doscientas cincuenta personas pertenecientes a tres diferentes espacios y procesos de víctimas (Oriente Antioqueño, sur de Córdoba y Madres de La Candelaria), luego de adelantar varias prácticas de apoyo psicosocial, mediante la formación de Provisame y el trabajo en los Grupos de Apoyo Mutuo –gam–, además de los diferentes escenarios preparados para compartir las memorias en grupos y en procesos públicos, sociales y políticos de memoria colectiva.
22Entre las diversas técnicas de recolección se escogió la entrevista en profundidad, la cual aparece como la más adecuada para recopilar la información. Desde la perspectiva de Taylor y Bogdan (1986) esta técnica es útil cuando se tocan aspectos de la vida de los y las participantes que exigen el relato y se buscan las significaciones que dan a estas experiencias (experiencias vitales de acciones de memoria).
23Las entrevistas profundizan en el relato de vida que, de acuerdo con Bertaux (1993), permite acercarse a la dimensión contextual y estructural de un problema de investigación, en este caso las acciones grupales y/o públicas de memoria de grupos de víctimas, con lo cual se realizó una aproximación a la acción entendida como praxis, buscando identificar las relaciones socioestructurales (que exigió gran cantidad de relatos breves: cincuenta y ocho entrevistas en total) y sociosimbólicas (que exigió pocos relatos profundos: cuatro historias de vida completas). Todas estas entrevistas e historias de vida se recogieron durante el 2011.
24Otra técnica de recolección utilizada fueron los grupos de discusión (se realizaron veintiuno), pues su visión complementaria permite recoger sentidos que habían ido emergiendo en las entrevistas y que se contrastaron, y se analizaron con este dispositivo metodológico. Esta técnica de investigación social involucra también el habla, el relato y la narración, donde lo que alguien dice en determinadas condiciones de enunciación se toma como un punto crítico en el que lo social se reproduce y se transforma, concluyendo entonces que en todo acto discursivo se articula el orden social y la subjetividad (Canales y Peinado, 1999). Estos grupos se desarrollaron en tres momentos: once en 2006, seis en 2008, y cuatro en 2011.
25Luego de realizar y transcribir las entrevistas, los relatos de vida y los grupos focales, la información fue analizada según el método categorial por matrices. Se trata de un método que procede de manera analítica, pues se avanza en la interpretación de forma interactiva, intercalando procesos inductivos y deductivos hasta llegar a las interpretaciones que posibilitan la construcción de los resultados de la investigación. Una de las características principales de este método es el uso de matrices de análisis, instrumentos metodológicos que permiten dar orden y claridad a las narraciones recogidas, visibilizándolas de modo general y favoreciendo el hallazgo de relaciones entre las categorías de análisis y los discursos. Los pasos a seguir durante el proceso son: en primer lugar, un análisis de coherencia (intratextual), donde cada transcripción se examina independientemente de las otras con base en categorías previamente construidas, en un primer nivel de selección, oración por oración o párrafo por párrafo, y a cada sección de texto se le asigna una de las categorías, con lo cual, cada categoría reconfigura un nuevo texto, aún no ordenado ni codificado. Posteriormente se hace un análisis intertextual, en el cual se toman los contenidos que aparecen de manera reiterativa, agrupando los elementos compartidos por los relatos individuales, así como lo particular y variable entre cada uno de estos.
26Finalmente, la codificación teórica permite organizar la información según un procedimiento axial, que implica una “depuración y diferenciación de las categorías (conceptos) derivadas” (Flick, 2004), en una relación que va de lo general a lo particular, de los conceptos centrales a los conceptos derivados y marginales, de lo que tiene mayor poder explicativo hacia lo que es ejemplo o desarrollo teórico. Este análisis se realizó al interior de la matriz intertextual y luego se desarrolló el proceso de teorización; una vez codificado y disponible, con el material se elaboró un texto, en el cual se hizo visible la voz del investigador, se propusieron interpretaciones, hipótesis, y desarrollos conceptuales, los cuales, a su vez, se ilustran con los relatos de los y las participantes, constituyendo un texto que se teje en una unidad de sentido.
MARCO TEÓRICO
27La principal categoría desarrollada en la investigación fue la de la memoria colectiva, por que en ella se hace alusión a los diversos enfoques con que la literatura académica la ha planteado desde las líneas mentalistas, hasta presentarla, desde un enfoque psicosocial, como una acción social en un marco de desarrollo transdisciplinar. Como problema teórico la memoria colectiva puede ser abordada desde dos horizontes ontológicos, que a su vez definen marcos epistemológicos de estudio diferentes: una primera posición, trabajada desde ciertas escuelas de la psicología, considera la memoria como una facultad individual, un proceso mental que no puede ser abordado como dimensión social pues se estaría hablando más en un sentido metafórico del funcionamiento social. Es decir, la memoria colectiva y la memoria histórica son metáforas de la memoria, puesto que no existe una mente colectiva en la que podrían desarrollarse (Ruiz Vargas, 2002, 2008). La segunda, considera a la memoria como una acción social que se desarrolla en el marco del lenguaje y la interacción simbólica y comunicativa, por lo que se considera más allá de la función mental, y se constituye como narrativa que circula en lo interpersonal, lo grupal, lo social, lo cultural y lo histórico (Vásquez, 2001).
28Ahora bien, la referencias teóricas mentalistas llevaron a la producción de las perspectivas cognitivas en donde la memoria sólo es posible en los individuos. Es decir, los únicos capaces de generar un recuerdo son los seres vivos. Y en el caso de la memoria humana, los individuos. La memoria necesita, para ser producida, una mente-cerebro. Es una facultad de propiedad individual, no es posible una memoria de las sociedades o de los grupos, salvo como una metáfora de la facultad, estrictamente ligada al funcionamiento neurocognitivo (Ruiz Vargas, 2002).
29En síntesis, en general las ciencias cognitivas consideran que hay tres tipos de memoria: la procedimental, básica para el funcionamiento cotidiano de los seres vivos, incluyendo los seres humanos, que tiene que ver con los hábitos y funciones esenciales para la sobrevivencia; la semántica, referida al conocimiento que se tiene del mundo, constituida por las huellas mnémicas que la realidad imprime en el sistema neural, incluye un carácter representacional y su recuerdo funciona como recuperación de un conocimiento adquirido, y la episódica, que hace referencia a las experiencias vividas por el individuo y que pueden condensarse en una memoria autobiográfica.
30En contraste con los anteriores enfoques teóricos se observan las propuestas que señalan A la memoria como una producción social basada en un pasado que surge en situaciones relacionales diversas, y que permite reconocer las relaciones de poder que se tejen al interior de la sociedad y, además, la forma como estas se entrecruzan en las conversaciones cotidianas y en el mundo social y político; mediante tal producción es posible reconocer las diferentes perspectivas de quienes interactúan en el escenario público. Así, pues, el énfasis de Campbell (2008) está puesto en el proceso de memoria compartida, de construcción de memorias colectivas y relatos comunes, porque antes de serlo, se juegan en el escenario de lo social y lo político.
31Las memorias colectivas son, entonces, narrativas sociales del pasado recreadas por los diferentes grupos al interior de una sociedad, y actualizadas por el sujeto individual constituido en ese marco sociocultural, pero no en abstracto, sino en lo concreto de las relaciones intergrupales: una clase social, un género, un lugar de participación política, ser víctima o victimario, etc., y en ese sentido empata con el análisis que hace Martin-Baró (1983) de lo psicosocial como un enfoque bisagra que enlaza el sujeto concreto con la estructura social, y deconstruye hipótesis como las de personalidad de base o mente colectiva, utilizadas anteriormente.
32Desde esta perspectiva la memoria es un objeto de estudio en cuanto narrativa social que está presente en un nivel sistémico superior al orden individual e interpersonal (grupal), para constituir relatos y símbolos, herramientas culturales que se construyen en el marco de la interacción entre diferentes grupos sociales, portadores de diversos sentidos e interpretaciones de la realidad. Estos relatos constituyen memorias que “compiten” entre sí para constituirse en representaciones válidas de la realidad, o en narrativas instituidas que pueden dar sentido e identidad a esa comunidad, a esa sociedad (Cfr. Jelin, 2002, 2003; Todorov, 1995, 2002). Ahora bien, este enfoque será el fondo epistémico y ontológico de este texto, ampliando la panorámica de la memoria como problema y como marco conceptual que delimite formas y acercamientos. Esta mirada, a su vez, recoge la propuesta de María de Jesús Cava (2006) y nos permite un acercamiento complejo a la identificación de problemas y procesos de investigación.
33El enfoque parte de la memoria individual, con sus diferentes matices, que es objeto de la psicología cognitiva y de las neurociencias. En un segundo nivel está la memoria grupal o memoria compartida, que se constituye a partir de las conversaciones cotidianas entre grupos primarios (familia, amigos) (cfr. Fivus y Reese, 1992; Miller, 1994), trabajada también en investigaciones de psicología cognitiva en torno al recuerdo colaborativo y al proceso grupal de recuerdo (Wessel y Hauer, 2006; Barnier y Sutton, 2008; Laney y Loftus, 2008, entre otros).
34En un tercer nivel, se estudia la memoria colectiva y social, es decir, las memorias compartidas en las conversaciones cotidianas de los grupos primarios que comienzan a circular por toda la sociedad. Este nivel incluye la acción pública de memoria, las performances y los actos de memoria de los grupos sociales, las expresiones artísticas y los testimonios públicos, puesto que está incluido el anclaje de los relatos sociales que se instauran en espacios colectivos más amplios, que posibilitan explicaciones sobre los hechos y acontecimientos de un grupo; son interpretaciones en torno a la vida y las experiencias de un colectivo (cfr. Halbwachs, 1925, 1950; Olick, 1998, 1999, 2007; Wertsch, 2002, 2008; Jelin, 2002, 2003, etc.). Esta memoria implica la instauración de narrativas colectivas, expresiones performativas y acciones de una memoria pública no monolítica, puesto que en la sociedad circulan múltiples relatos e interpretaciones de la realidad (Jelin, 2002) que luchan por emerger como interpretaciones de hechos y procesos Seguidamente, se avanza hacia un cuarto nivel que incluye lo histórico cultural, la transmisión de los relatos a nivel intergeneracional y los procesos educativos que construyen subjetividad histórica en un marco social. Toda esta perspectiva implica una dialéctica de las diversas concepciones, una perspectiva holística y compleja, una mirada no excluyente, sino incluyente, que deriva en un análisis de la memoria en todas sus dimensiones: individual, compartida o grupal, colectiva o social, e histórica y cultural. Siempre en una continua interacción entre los diversos niveles, tal y como lo han desarrollado Leone (2000) y Paolichi (2000), lo cual significa un cambio incluso en la forma de nombrar la memoria. Esta mirada implica un cambio de paradigma y un acercamiento diferente a la manera de comprender y conceptualizar la memoria, puesto que deja de ser un asunto de la mente, como esencia, y se transforma en un proceso dinámico que circula dentro y fuera del sujeto individual. A partir de esta mirada es posible plantear el siguiente esquema:

Esquema extraído del capítulo 3. “Concepto de memoria colectiva”, el cual hace parte de la tesis doctoral documentada para la presentación de este artículo
35Así pues, arribamos a un concepto de memoria abierto, en el cual, como acción humana, la memoria es portadora de significados, sentidos, marcos y esquemas de interpretación de la realidad de un sujeto, cuando se refiere al pasado y cuando intenta construir, a partir de tales referentes una visión del presente y del futuro, con el fin de contar con esquemas que le permitan dirigir su acción en esa realidad, en esa sociedad. Estos marcos y esquemas interpretativos se encarnan en narrativas, símbolos, herramientas culturales, representaciones, obras de arte, discursos, conmemoraciones, acciones públicas y relatos que circulan en el mundo social, y que están disponibles, tanto en el habla y la historia contada por los sujetos, como en la interacción comunicativa en sus grupos de referencia y en las producciones sociales, políticas y culturales que se convierten en discurso y acción pública que también puede ser analizada, evaluada y estudiada.
RESULTADOS
36Los resultados obtenidos se presentan en la dimensión de los efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida, en tanto formas interpersonales y grupales de la memoria, así como los efectos y procesos psicosociales de la acción pública de memoria y la memoria colectiva. Ambas dan cuenta de los objetivos trazados en la investigación apuntando a configurar los modos de transformación subjetiva de los participantes.
37El proceso psicosocial en el Oriente Antioqueño y el sur de Córdoba referido en esta investigación fue realizado con el apoyo fundamental de las provisame, a través de los grupos de apoyo mutuo (abrazos4). Este espacio ha significado un escenario seguro para hablar y transformar las experiencias de dolor (porque el dolor compartido “se hace más liviano”), y la propia historia, base fundamental para hacer memoria, y es el primer paso para pasar del dolor privado al dolor público.
Los abrazos son procesos en los que mediante la reconstrucción de la memoria testimonial, se reconoce lo sucedido en un espacio de afecto, de reconstrucción de lazos sociales y construcción de redes afectivas. Ello permite la comprensión y la igualdad, ligadas al hecho de que todos/as los/as allí presentes comparten experiencias de dolor se reconocen y tienen la posibilidad de ser acogidos/as, a la vez que acogen posibilitando el sentimiento de estar “resguardado”, amparado, abrazado (Uribe, 2010: 83).
38Por su parte, el proceso desarrollado por las Madres de La Candelaria y en el Oriente Antioqueño, tienen también el componente de la movilización social por la memoria con implicaciones organizativas, de apoyo mutuo y de fortalecimiento del tejido social y de la subjetividad que se evidencian de manera relevante en el proceso.
39Rimé (1995) y Rimé et al. (1992, 1998, 2009) explicitan que el proceso de compartir las experiencias con una fuerte marca emocional, “reparto social” (compartir emocional), es un mecanismo útil a nivel individual y colectivo para elaborar una situación límite, lo cual es más potente cuando se implica la evocación de la emoción en un lenguaje socialmente compartido, con un destinatario que comparte con el sujeto (individual o grupal) unos marcos referenciales. De acuerdo con estos investigadores, la gente suele elegir para ello, a personas de su entorno, más que a profesionales (sacerdotes, religiosos, psicólogos, médicos, etc.), de allí la fuerza y el impacto que tuvo el proyecto provisame, o el apoyo mutuo dado por las Madres de La Candelaria al interior de su organización, como mediación para pasar del silencio a la palabra, de la memoria privada e individual, a la memoria compartida, como base, no solamente para la elaboración del dolor, sino también como elemento sustancial en el proceso de reconocimiento social:
… de los procesos bandera que han existido es el grupo de apoyo mutuo; se ha ido reconstruyendo un tejido social; porque si miramos en cantidades la primera promoción de provisame que fueron unas cuantas, tal vez cincuenta o sesenta, y ahora una nueva promoción con otras 60, cada provisame tiene un grupo de catorce, quince o hasta veinte personas, entonces a nivel de región lo podemos tomar como ese granito de arena que hemos aportado, esa reconstrucción de ese tejido social, porque se han visto los resultados que las personas abrazadas han tenido en el proceso, cómo se sienten, lo que expresan, como se sienten ahora, que tienen una nueva visión, que las personas dicen que se les había olvidado sonreír, se les olvidó que tenían familia, vecinos, no les provocaba siquiera asearse, porque se escuchan experiencias muy dolorosas; cómo siente uno que esta guerra vuelve a una persona, como sienten ellas que son relegadas, que son aparte de la sociedad. Y lo bonito es que logramos arrebatarles una sonrisa, una palabra, personas que llegan a este grupo agachadas, no hablan, no expresan nada, pero a medida que se les ayuda, ellas van saliendo adelante… (Oriente, GF5, 2009).
40En último término, y retomando a Halbwachs (1950, 2004), el grupo de apoyo mutuo se convierte en un referente, un marco para el recuerdo. El relato de una persona es acicate para el recuerdo de la otra, de tal manera que el espacio comienza a ser un escenario significativo para los participantes; así, la memoria individual, guardada en el escenario de la vida privada, se hace memoria compartida, que va circulando en el relato, el cual, después de elaborado, se lleva a otros escenarios, en un proceso de construcción de memoria colectiva, que a su vez retroalimenta las memorias individuales y les otorga nuevos sentidos:
… porque conocí la historia de las otras personas con tanto dolor, de tanta cosa que les había pasado, entonces uno decía: “a mí no me pasó nada”. El compartir con los otros el dolor, por ejemplo en los talleres de memoria, donde la gente contaba su historia, uno ver las historias de cada uno; yo, por ejemplo, no pensaba ya tanto en lo que había vivido, en mi historia, sino en la de ellos. Y yo además compartí la mía, aunque eso fue duro y aún es duro hablar de eso, aún duele… (Oriente, E13)
41Y desde allí se hace un aporte a la construcción de la memoria histórica de esa sociedad local. Puesto que los procesos de memoria colectiva se van constituyendo y retroalimentando de forma dialéctica, desde la memoria individual y compartida, para construir la memoria social e histórica:
… para mí es muy bonito […] Es una forma de hacer historia aquí en el municipio de lo que pasó. La memoria sirve para hacer historia de lo que pasó […] (Oriente, E13).
[…] para que quede en sí un recuento histórico de esos hechos, de que no se quede ahí, que de pronto esos seres queridos sepan que se hizo algo… (Madres, E12).
42La perspectiva que permite afirmar que la memoria colectiva tiene una función terapéutica hunde sus raíces en una tradición muy arraigada en la psicología, que luego han retomado los enfoques psicosociales, desde una mirada más amplia: se trata del concepto básico de la cura a través de la palabra, que han utilizado varias escuelas psicológicas, desde el psicoanálisis, pasando por las terapias cognitivas narrativas, el socioconstruccionismo y, más adelante, los enfoques psicosociales. Esta mirada ha evolucionado hacia formas de terapia, y luego de acción colectiva y pública de corte más performativo, donde la palabra es combinada con acciones simbólicas, artísticas y públicas que también tienen repercusiones positivas en la vida de las personas y de los colectivos.
43También, como resultado, se encontraron trasformaciones de orden emocional y cognitivo comportamental que pueden contrastarse con los relatos de los participantes en los cuales existen tres elementos claves que permiten mostrar el proceso por el cual el grupo de apoyo mutuo fue un escenario de reconstrucción de la subjetividad y recuperación emocional. El primero y más ampliamente referido es la experiencia de “comprobar” que el dolor no es sólo personal, pues se comienza por experimentar una especie de socialización del dolor, en la cual la víctima deja de pensar que lo ocurrido es, o bien algo que se merecía, o un castigo divino, una experiencia singular:
… uno piensa que el dolor no es sino de uno, pero ya al ver que tantas sentíamos lo mismo, entonces ya uno pensaba: “bendito sea mi Dios, el dolor no es solamente mío, nada más, el dolor es de muchas, somos muchas madres las que estamos sufriendo por lo mismo”… (Oriente, E2).
44El segundo elemento avanza sobre este punto: si hay muchos que sufren dolores similares, o incluso, más intensos, la persona se siente movida a salir de sí misma, a descentrarse de su propia pena, puesto que logra ver el dolor y la pena de los otros. El estar en medio de esta multiplicidad de experiencias y el ejercicio de salir de sí, la lleva a “condolerse” con el otro, a tender la mano a la otra, a realizar un ejercicio de consolación mutua, tal como se refiere en el siguiente relato:
… cuando comencé a entrar a esas organizaciones de víctimas, empecé a mirar que solamente yo no tenía dolor, que había mucha gente con un dolor más duro que el mío. Porque llegué a encontrarme con casos donde había una señora que le habían matado 3, 4 hijos, aparte de eso el esposo, tenía desaparecidos; o sea que había un dolor más grande que el que yo tenía. Yo la veía llorar a ella y yo la consolaba. Nos consolábamos una a la otra… y he aprendido que, en vez de que me consuelen a mí, yo consolarlos a ellos, para mí también es mucha ganancia, porque a mí también me tenían que consolar, pero yo ya lo hago con ellos… (Oriente, E7).
45El dolor personal se transforma en un dolor compartido, en un dolor social, que invita a la solidaridad y al apoyo mutuo. Y es en este escenario donde se experimenta una especie de valor, una fuerza resiliente que permite el afrontamiento, porque, precisamente, esta dinámica de fortalecer lazos y apoyarse mutuamente, viendo y reconociendo el dolor de los demás, se constituye en un tercer factor que posibilita el alivio y la recuperación emocional, la reconstrucción de la confianza (Martín Beristain y Rieira, 1994):
… uno aprende a compartir ese dolor con los otros, ya uno ve que el dolor no es mío sino de todos, entonces, es un dolor compartido, es un dolor solidario […] (Oriente, E13)
[…] Para poder compartir el dolor que tú estás sintiendo, o sea, si tú tienes una víctima, tienes que tener esa confianza con el grupo para contar tu dolor y así va sanando esa herida; no vas a olvidar a tu víctima o a tu familiar, pero sí puedes irte sanando, irte curando de ese dolor… (Córdoba, E1).
46Se da, entonces, el primer paso para comprender que la violencia política es una realidad más grande, más amplia, que tiene que ver no solamente “conmigo”, sino también con toda la comunidad, con toda la sociedad. Es decir, se abre la puerta para reconocer que hay un dispositivo represivo que tiene una intencionalidad más amplia (social, política, económica), que tiene una lógica y que no es un destino fatal con el que han sido signados particularmente:
… eso se convierte en un acto casi milagroso de resurgimiento de una persona, porque en ese momento casi que sus dolores, sus tragedias, que creía que eran propias en las que pensaba que había sido débil, que en su humanidad no había podido soportar; y es en ese momento cuando se da cuenta que los otros se sienten igual de frustrados, cuando como que paran cabeza será… (Oriente, E12).
47La siguiente tabla muestra un conjunto de transformaciones emocionales y cognitivas de los participantes, y da cuenta de la experiencia de acompañamiento.
TABLA 1 ASPECTOS RELEVANTES DE LA TRANSFORMACIÓN SUBJETIVA DE LAS VÍCTIMAS EN LA EXPERIENCIA DE APOYO MUTUO Y MEMORIA COMPARTIDA
Dimensión emocional | Dimensión cognitivo/comportamental |
• Aprender a convivir con el dolor o superación del mismo | • Se dejan atrás los recuerdos invasivos y los pensamientos intrusivos |
Tabla extraída del Capítulo 9: “Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida (dimensión interpersonal y grupal de la memoria)”, que hace parte de la tesis doctoral documentada para la presentación de este artículo
48Frente a los procesos de cohesión social se pudo evidenciar que cuando la gente se juntaba para reconocer y contar su historia, se iba tejiendo en la conversación la reconstrucción de sus marcos de comprensión del mundo de la vida (Halbwachs, 1950, 2008). Al contar las historias los sobrevivientes afirmaron que pudieron juntarse, reconocerse, establecer vínculos de amistad, confianza y unión, y que generaron ese proceso de retroalimentación positiva en el cual, al estrecharse los lazos, se pudo contar con más libertad la propia historia. Y al contar la experiencia vivida y hacer memoria de ella y compartirla, se fortaleció la confianza para profundizar cada vez más en dimensiones más íntimas y emocionales de la experiencia, pero, al mismo tiempo, en dimensiones más cercanas a los hechos, las circunstancias que rodearon la situación límite, el nombrar los actores, de tal manera que el trabajo de duelo y de recuperación emocional se convirtió en trabajo de memoria, y de esta manera el proceso de memoria se convirtió a su vez en proceso de “sanación” emocional, reconstrucción de la propia subjetividad y recuperación de la dignidad de las víctimas y los sobrevivientes.
49Todo este proceso fue generando la cohesión grupal suficiente como para pensarse desde marcos de relación más sólidos y de carácter formal. El grupo de apoyo movilizó un horizonte en el cual era importante pensarse con otros, no solamente para afrontar el dolor y la soledad, la tristeza y la desolación, sino también para construir un proyecto compartido y una meta común. La siguiente tabla permite identificar de forma sintética la manera como la memoria compartida en los grupos de apoyo mutuo posibilita transformaciones en las dimensiones subjetiva, interpersonal y social de los participantes.
TABLA 2 TRANSFORMACIONES GENERADAS EN PROCESOS DE MEMORIA COMPARTIDA Y APOYO MUTUO
Dimensión subjetiva | Dimensión interpersonal y familiar | Dimensión colectiva y social |
• Transformación y “curación” de emociones negativas | • Tramitación no-violenta de conflictos familiares | • Experiencia de solidaridad a partir del apoyo mutuo |
Todo esto implica: |
Tabla extraída del Capítulo 9: “Efectos y procesos psicosociales alrededor de la memoria compartida (dimensión interpersonal y grupal de la memoria)”, que hace parte de la tesis doctoral documentada para la presentación de este artículo
50De lo anterior es posible concluir que la memoria implica una expresión que se da en múltiples manifestaciones (verbales, lúdicas, artísticas, performativas, etc.). Ahora bien, este proceso necesita otro que escuche, la construcción de una relación donde el dolor y el horror sean contenidos y acogidos. Así pues, será oportuna la expresión cuando haya un marco social que escucha, y este marco social que escucha se constituye cuando el sistema social (por autogestión, por la presencia de algún proyecto de cooperación, por una intervención estatal o de una ong, etc.) abre espacios donde las víctimas y las comunidades son asumidas como sujetos de su propia historia, sujetos de derechos, y como “iguales”, que tienen saberes con los cuales el saber de la acción externa debe dialogar y de los que debe aprender. Allí se le da un lugar al otro, y se abren las puertas para la construcción de vínculos afectivos, relaciones horizontales y escenarios participativos, donde la víctima, en el proceso mismo de la acción, va dejando su lugar de victimización para reconocerse como ciudadano, como protagonista de su propio destino y del porvenir de su comunidad. En este marco y en este contexto, hablar, expresar y compartir las memorias tiene un sentido y abre la puerta para la reconstrucción de la subjetividad, la recuperación de la dignidad y la recuperación del tejido social
51En primer lugar es necesario afirmar que la memoria colectiva, la memoria convertida en relato y acción pública, juega un papel fundamental en la transformación subjetiva de las personas que hacen parte de estos procesos (tanto en la dimensión emocional, como en la cognitiva y comportamental), especialmente en el largo plazo y cuando se enmarca dentro de procesos de movilización y organización social de amplio alcance y que permanecen en el tiempo.
52También es posible aceptar que esta forma de construcción de la memoria contribuye de manera clara y decidida al fortalecimiento de la cohesión social de un colectivo y de una sociedad particular, puesto que favorece la solidaridad, la generación de vínculos, el compartir social y emocional, y el restablecimiento de la confianza; en un marco relacional de esta naturaleza los sujetos se ven a sí mismos con mayores posibilidades de interactuar y participar, tanto en el nivel social, como en el político, con lo cual se favorece la construcción de ciudadanía. Ahora bien, para la mayoría de los participantes esta ciudadanía está en un proceso incipiente y no se logra apropiar de una subjetividad de derechos; sin embargo, se hace evidente el proceso de construcción que ha avanzado desde lugares de postración, aislamiento y anomia, hasta lugares de mayor participación, aprendizaje de derechos y reivindicación de algunos de ellos, en un contexto adverso de control social, político, económico y armado de algunos actores de poder, básicamente vinculados al proyecto paramilitar en el país. Por lo que en este contexto en particular la lucha por la verdad, la justicia y la reparación sigue siendo incipiente, aunque los procesos de memoria hayan promovido más y mejores formas de afrontamiento y resistencia.
CONCLUSIONES
53Todo lo expuesto nos lleva a plantear que la memoria colectiva no se presenta en una relación lineal y causal, y que no se puede abordar desde la concepción simplista en la que se establece la relación lineal entre memoria, testimonio o verdad y recuperación emocional, puesto que esta simplicidad lleva a una visión recortada de la realidad, quitándole fuerza y disminuyendo el impacto de la acción de la memoria y de la búsqueda de la verdad. Es necesaria, en este caso, una visión compleja en la que el apoyo psicosocial se logre principalmente a través del sostén mutuo y la rehabilitación desde abajo, la organización de víctimas y el proceso de formación, el empoderamiento para la acción social y política, en un enfoque psicosocial que reconozca la subjetividad en ese lugar bisagra entre lo individual y lo colectivo, entre lo personal y lo social, y fundamente la visión del ser humano en una perspectiva sistémica y en continua construcción a partir de la interacción social, la interacción del sujeto con sus sistemas circundantes, y, finalmente, en una perspectiva de reivindicación de los derechos a partir de una mirada que posibilite la construcción de ciudadanía plena de derechos, todo este proceso, en una continua interacción que favorezca la recuperación de la dignidad, la reparación emocional de las víctimas y la reconstrucción del tejido social.
54Los procesos de memoria colectiva llevados a cabo en el Oriente Antioqueño tuvieron una dimensión más amplia y compleja porque se desarrollaron en un vasto marco de movilización ciudadana, con un apoyo psicosocial desde abajo y con procesos organizacionales previos que ofrecieron mejores réditos a las acciones de memoria. De otro lado, en el sur de Córdoba la acción de memoria compartida en grupos de apoyo mutuo y las pocas acciones públicas de memoria dieron lugar a una acción de resistencia de un valor altamente significativo en un contexto de control absoluto del paramilitarismo, antes y después de la “desmovilización”. Finalmente, el proceso organizativo y las acciones públicas de las Madres de La Candelaria han sido fuente de sentido, resistencia, apoyo mutuo y fortalecimiento individual y colectivo, en medio de procesos de largo aliento en los que se han ido sumando apoyos significativos que han fortalecido sus posibilidades de acción.
RECOMENDACIONES
55Las recomendaciones se expresan en tres ámbitos específicos: la atención de duelo en la población colombiana víctima de violencia sociopolítica; una mirada amplia sobre los procesos de la comisión de memoria histórica, y desarrollo de proyectos de salud mental. En cuanto a la primera, la intervención en duelo debe consistir inicialmente en un trabajo de la memoria, además de un trabajo de cohesión e identidad, lo que lleva al fortalecimiento personal y colectivo, y por ende, a la emancipación como actores sociales y sujetos de derechos. Frente a los procesos de la Comisión de Memoria Histórica, se considera concebir, además de espacios investigativos, escenarios de acompañamiento y reconstrucción de tejido social, lo que implica relaciones complejas y sistémicas entre la población y el Estado, a fin de lograr reales procesos de transformación social. En última instancia, se sugiere en los proyectos de salud mental, incluyendo en ellos los procesos psicoterapéuticos, promover relaciones horizontales, espacios de apoyo entre iguales, utilizando estrategias lúdicas y performativas del dolor, que impliquen una mirada sobre las forma comunitarias y colectivas, la expresión de dolor en escenarios públicos mediatizados por las forma de organización colectiva necesarios para la recuperación de la identidad y la pertenencia social.
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Notes de bas de page
1 Puede denominarse víctimas a todas las personas que han sufrido graves daños a raíz de violaciones al derecho internacional humanitario y el derecho internacional de los derechos humanos en el marco del conflicto armado colombiano.
2 Las cifras de Acción Social (hoy Departamento para la Prosperidad Social –dps–) están basadas en el registro que realiza cuando las personas desplazadas denuncian su situación. Es claro que la cifra está distorsionada, pues una buena parte de la población no denuncia su situación. De allí que las cifras de codhes sean significativamente superiores.
3 Ignatief (1999) para el conflicto de los Balcanes; Malouf (2001) y Bar-Tal et al. (2010) para el conflicto árabe-israelí, identifican este problema de las memorias míticas como una forma de explicar los conflictos, que al final terminan justificándolos y perpetuándolos. De allí se ha producido en ciencia política el concepto de “conflicto intratable”, porque por sus rasgos pareciera imposible de resolverse de una forma diferente a la del ejercicio de la violencia directa.
4 Es importante recordar que con este nombre se conoce, en las regiones de Oriente Antioqueño y Sur de Córdoba, el proceso de los grupos de apoyo mutuo (abrazos) que han permitido un trabajo con cerca de 3.000 víctimas en procesos de recuperación emocional y en la reconstrucción del tejido social en estas dos regiones. (Cfr. Villa et al. 2007; Villa, 2007b; Uribe, 2010)
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