XIII. Institucionalización de las ciencias humanas
p. 439-477
Texte intégral
AFIRMACIÓN DE LAS HUMANIDADES
1Nieto llegó a Bogotá el 18 de diciembre de 1952 después de tres años de ausencia. Halló nuevas y amplias avenidas, buenos medios de transporte, “una invasión de ómnibus norteamericanos y de taxis”, un soberbio hotel, el Tequendama, una población de cerca de 900.000 habitantes y numerosos restaurantes, tiendas, salones de baile y barrios obreros donde aún imperaba la cultura rural y pueblerina de sus moradores. “No es todavía una auténtica gran ciudad”, musitó. Pasó por las librerías y una vez más compró libros a pesar de la pertinaz oposición de su esposa, que se veía agobiada por el material impreso que inundaba los cuartos y pasillos de la casa. “¿Por qué –se preguntó– en el mundo circundante de la mujer el libro estará proscrito?”1.
2Pasaron los meses y los asuntos laborales no se aclaraban. Con la ayuda de los amigos más próximos al gobierno estuvo muy cerca de volver a la Cancillería, pero El Siglo y el Diano Gráfico, dos periódicos del Presidente dirigidos por sus hijos Alvaro y Enrique Gómez Hurtado, impidieron el nombramiento. En intensa campaña difamatoria de varios días lo atacaron de comunista, marxista integral, propagandista del Kremlin y fundador del Instituto Cultural Colombo-Soviético. A continuación tocó las puertas de la universidad, pero tampoco escapó allí a la limpieza y control ideológicos del régimen. Su amigo Cayetano Betancur, el decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional, conservador moderado de “enternecedora ortodoxia católica”, pero de espíritu libre y amplio, fue retirado por el ministro de educación, el señor Rafael Azula Barrera. Se adujo que no era tomista, la tradición de pensamiento exaltada por el presidente Gómez y su obediente funcionario. En su lugar nombraron al payanés Rafael Maya, un hombre ajeno a la filosofía que “sólo piensa en la literatura y en la poesía”2.
3Desde Buenos Aires Nieto había ayudado a Betancur a reestructurar el Instituto de Filosofía fundado durante la rectoría de Gerardo Molina. El Instituto abrió sus puertas en 1946, pero cinco años después la euforia inicial había desaparecido. En 1951 sólo se presentó un estudiante y al año siguiente cuatro, hecho que llevó a sus directivas a redefinir los objetivos y a cambiar el pensum. Ya no sería un programa de filosofía, sino de filosofía y letras con materias de historia, literatura, idiomas y pedagogía. Esta última, una teoría y una práctica griegas formalizadas por aquellos días por la popular Paideia del filólogo alemán Werner Jaeger, habría de alcanzar una atención especial entre estudiantes y profesores con inclinaciones filosóficas3.
4Nieto era consciente de que había que rescatar el Instituto. Si se quería salvar la institucionalización de la filosofía, el “amor a la sabiduría”, había que emprender acciones en varios frentes. A su juicio, un saber se normaliza cuando se tiene una revista que le sirva de expresión, cuando existe un organismo universitario que transmita el contenido de la disciplina a jóvenes que mañana lo replicarán y lo llevarán a públicos más amplios, y cuando surja una asociación que vigile los intereses corporativos de sus miembros y anime sus publicaciones y sus encuentros académicos. Sólo con esto se podía hablar de la existencia de una comunidad nacional de filósofos, de un grupo de personas que comparten lo que es o debería ser el oficio. En caso contrario sería el trabajo de individuos aislados de escasa visibilidad social reclinados en la soledad del autodidactismo.
5Betancur le pidió ideas a Nieto para reestructurar el Instituto y éste no vaciló en ofrecer un marco general. En relación con la revista, apuntó:
Estupenda la decisión de publicar una revista que sirva de órgano del Instituto. Desde luego, me será muy grato colaborar en ella en la forma que tú lo indiques. Estimo acertada tu decisión de realizar desde las páginas de la revista una tarea de información en torno a la filosofía contemporánea, publicando ensayos que ya hayan aparecido en otras revistas pero que sean difíciles de conseguir. También podríamos publicar versiones castellanas de algunos trabajos recientes, bien hayan aparecido en alemán o en francés.[La filosofía en inglés no parecía tener ninguna relevancia para Nieto]. Me ofrezco para hacer la traducción al castellano de los ensayos que sean meritorios y que puedan ser publicados en la revista vertiéndose del francés. Igualmente puedo, si lo consideras oportuno, enviarte –cuando me lo pidas– el texto de alguna colaboración mía original. Hay que crear desde la revista y desde el Instituto en Colombia el ambiente adecuado para la tarea filosófica. Posteriormente, surgirá la meditación original o personal.
6Respecto a los cambios en el Instituto, su estrategia formativa era clara y persuasiva y de fácil ejecución.
Creo que el mayor peligro que tiene [ahora] el Instituto es el de quedarse, de pronto, sin estudiantes. No sería improbable que en un determinado año el curso primero quedase desierto por no haberse matriculado ningún estudiante o solamente dos o tres. Para obviar ese inconveniente, ¿no se podría pensar en introducir en el Instituto unas cuatro especialidades? ¿Letras, pedagogía, filosofía e historia? Posteriormente, se podría crear la especialización de psicología que ya piensan establecer en la Argentina. El Instituto formaría profesores en esas cuatro especialidades, absorbiendo la función que al respecto puedan estar desempeñando actualmente algunos otros establecimientos de educación oficiales [Aquí Nieto pensaba en la Escuela Normal Superior que el gobierno acababa de clausurar]. El Estado podría establecer, como requisito para ser profesor en cualquiera de esas cuatro especialidades, bien en escuelas privadas o del Estado, el tener diploma de doctor en letras, filosofía, etc... En esa forma, a los estudiantes que concurran al Instituto se les daría la seguridad de que cuando obtengan su cartón de doctor podrán encontrar sin dificultades cátedras qué ocupar en muchos colegios o facultades universitarias.
Dentro de ese sistema se elevaría mucho el nivel intelectual de los profesores de historia, literatura, etc. que enseñen en los varios establecimientos de educación. Esas bases permitirían que el Instituto se transformase rápidamente en una Facultad de Filosofía y Letras, posiblemente desde el año entrante. Mucho me temo que si el Instituto continúa circunscrito a los límites actuales pueda desaparecer por sustracción de materia, es decir, por carencia de estudiantes. Las buenas y triviales gentes colombianas lo miran como una entidad que se dedica a enseñar solamente filosofía, la abstrusa e inútil filosofía. Hay que tocar a los estudiantes por el lado del profesionalismo para atraerlos al Instituto. A esto tendería el sistema de crear diversas especialidades. Habría un año general, el primero, es decir, que sería cursado por todos los estudiantes. Del segundo en delante se iniciarían las especialidades.
[Esto] supondría una modificación un poco radical del pensum actual del Instituto. Por ejemplo, para los que escogieran la especialización de pedagogía sería menester crear muchas cátedras nuevas. Otro tanto ocurriría en la esfera de la especialización de letras (literatura) y en la de la filosofía, aun cuando para esta última bastaría, tal vez, intensificar el estudio de las asignaturas que ya están incluidas en el presente pensum. Hasta ahora el Instituto ha sido propiamente uno, de filosofía. Se ha pensado mucho en la filosofía con grave riesgo de la existencia del Instituto.
En Colombia no hay institutos del profesorado, como sí los hay en la Argentina. Las escuelas normales han querido cumplir esa tarea, pero no en forma valiosa y noble. Se resienten de la tradición de crear simples maestros de escuelas que, una vez terminados sus estudios, se van enseñar las primeras letras en escuelas primarias o en los primeros años de colegios de enseñanza secundaria. La futura Facultad de Filosofía y Letras podría cumplir esa misión: formar auténticos profesores elevando rápidamente el nivel actual de nuestra cultura nacional. La creación de la especialización de pedagogía permitiría enseñar la auténtica pedagogía y no ese conjunto de frasesitas y majaderías pequeño-burguesas de los Agustín Nieto Caballero que tanto y tan graves males le han hecho a la casi inexistente cultura nacional. Hay que ennoblecer la pedagogía. Sabemos desde Dilthey que toda concepción filosófica culmina en una determinada teoría pedagógica4.
7La misiva de Nieto llegó un poco tarde, pero en general coincidía con la estrategia de Betancur. La Universidad aceptó la conversión del Instituto en Facultad con nuevas cátedras y un pensum más amplio, además de un plan de becas para los estudiantes de filosofía para compensar “la desnudez que les deparará el porvenir”. No se establecieron especialidades en historia y pedagogía, pero sí en Letras como parte de los estudios filosóficos. Betancur le reveló a Nieto que una vez aprobada la Facultad su mayor interés sería la revista y la dotación de la biblioteca con las mejores historias de la filosofía y con las ediciones más autorizadas de los grandes pensadores. “Ojalá encuentre un Ministro que nos apoye en esta tarea”5. A los pocos meses salió el primer número de la revista, que rápidamente se convertiría en la insignia intelectual de los filósofos colombianos: Ideas y Valores6.
8Algo semejante sugirió Nieto en relación con la sociología, otra disciplina de su corazón. En enero de 1952 recibió una carta de las directivas del recién fundado Instituto Colombiano de Sociología, anunciándole su designación como Miembro Correspondiente, por “sus méritos intelectuales y su aporte a la investigación de los problemas de la sociología colombiana”7. Nieto aceptó la nominación y respondió, como siempre, lleno de ideas.
Como ustedes amablemente desean que haga algunas sugerencias en torno a las actividades inmediatas que pudiera desarrollar el Instituto, me permito someter a la ilustrada consideración de ustedes la conveniencia de que se organice y celebre en el mes de diciembre en Bogotá la Primera Reunión Nacional de Sociología. En ella se discutirían las ponencias y trabajos [sugeridos en] el programa... Podrían asistir todos los miembros del Instituto y los profesores de sociología colombianos que no sean miembros, así como también los investigadores colombianos en la esfera de la sociología... Como he asistido a dos congresos internacionales de índole cultural, el de Filosofía en Mendoza y el Latinoamericano de Sociología en septiembre del año pasado en Buenos Aires, tengo alguna experiencia que podría ser útil al Instituto. Por otra parte, se podría estudiar la posibilidad de publicar, como órgano del Instituto, la Revista Colombiana de Sociología. Para ese menester podrían contribuir pecuniariamente los miembros del Instituto8.
9El Instituto de Sociología nació a finales de 1951, “al calor del movimiento impreso por la fundación de la Asociación Latinoamericana de Sociología, creada por el Congreso Mundial de Sociología de Zúrich, de 1950”9. Allí se recomendó que cada país del continente americano tuviese su propia organización para promover el desarrollo de las ciencias sociales y estimular la investigación en cada uno de los países del área. Sus miembros fundadores, presididos por Rafael Bernal Jiménez, provenían del derecho, la medicina, la geografía y la historia. Con los años se vincularon algunos antropólogos salidos de la Escuela Normal Superior, pero en general lo integraban aficionados a la ciencia de Comte atraídos por la importancia de las ciencia sociales en el mundo moderno. Muy interesados en las bondades de la investigación científica, no la hacían ni la sabían hacer. Carecían del entrenamiento en métodos y técnicas de investigación empírica y su formación teórica apenas superaba la lectura de manuales de historia del pensamiento social. Sus miembros combinaban el ejercicio profesional en bufetes privados con la carrera política, la docencia, la diplomacia y el desempeño de puestos públicos. Sus trabajos eran discursivos y sus publicaciones, con escasas alusiones a los hechos, tomados generalmente de la historia para ilustrar un postulado, no superaban el ensayo especulativo. Era una sociología de escritorio, de meditación, repaso y glosa de las obras que reposaban en las bibliotecas personales de los autores. Los más enterados, profesores universitarios con formación jurídica, eran muy inclinados a la redacción del “tratado”, a cubrir en un volumen las “escuelas” sociológicas. El conocimiento de lenguas extranjeras de sus miembros era muy precario y sus relaciones con la vanguardia de la sociología bastante pobre. Por el Instituto rondaban además sacerdotes y pensadores católicos interesados en la question sociale, que en momento alguno se sentían constreñidos en difundir sus recomendaciones confesionales. Una de ellas debió asombrar a más de un observador:
El Primer Seminario Colombiano de Sociología recomienda a los profesores de ciencias sociales del país que, en la valoración ética de los hechos sociales relacionados con la moral o la religión, lo hagan de acuerdo con los preceptos de la moral cristiana y la doctrina pontificia de la Iglesia Católica10.
10El alma del Instituto era el conservador Rafael Bernal Jiménez (18981974), antiguo reformador de la escuela primaria en el Departamento de Boyacá y profesor y rector de Facultades de Educación y de Escuelas Normales. Sus últimos 24 años de vida los dedicó a la enseñanza y promoción de la sociología, esfuerzos que resumió en su Introducción a la sociología de 1961, cuyo subtítulo, “Itinerario para una filosofía de lo social”, anunciaba la pujanza especulativa de su perspectiva teórica. A ella sumó la monumental Dinámica del cambio social, una historia de la humanidad de 1.485 páginas que cubría la experiencia del hombre –y de la mujer– desde los tiempos remotos y casi míticos del descubrimiento de la agricultura hasta la invención del ordenador electrónico. Dedicaba unas páginas a América y a su ingreso en la historia universal con ocasión del descubrimiento y conquista europeas. Sus ricos folios ofrecían una teoría gruesa y abarcadora del cambio social al estilo totalizante de los ciclos históricos de Spengler, Toynbee y Sorokin donde las culturas nacen, crecen y mueren. La formidable Opus terminaba con un marcado pesimismo: “El mundo de nuestros días va camino de convertir a la unidad hombre en una ficha mecánica y despersonalizada..., [mundo] en cuyas redes se halla preso el ser humano sin posibilidad de evasión”11. El Instituto Colombiano de Sociología de Bernal Jiménez y sus asociados murió cuando Orlado Fals Borda y sus colaboradores fundaron la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional a finales de los años cincuenta siguiendo los lineamientos de la vanguardia de la sociología del siglo xx.
11Hasta donde se tiene conocimiento, Nieto no participó en ninguno de los debates del Instituto de Sociología, pero sí asesoró a distancia a sus amigos. Fue el caso de su compañero Vargas Rubiano, profesor de sociología en el Externado, interesado en discutir en el seno de la colectividad el problema de la revolución. Nieto aprovechó la ocasión para desplegar su saber fenomenológico y ofrecer algunas incitaciones teóricas que consideraba esenciales para la comprensión de un concepto tan usado como mal definido. La argumentación merece recogerse con sus acentos particulares. Exhibe una pujanza que supera cualquier resumen que pueda hacerse de ella.
Me agrada sobre manera que vayas a decir una conferencia sobre ese hermoso y atrayente tema de la teoría sociológica de la revolución. Me inclino a pensar que sería muy conveniente hacer una descripción fenomenológica de lo que sea auténticamente una revolución y que por ende permita diferenciar la revolución de un golpe de cuartel, de un motín, de una asonada o de una vulgar y común guerra civil. Una revolución es la sustitución de una concepción del mundo y de la vida por otra distinta. Como toda teoría del mundo y de la vida, tiende a configurar en determinado sentido la vida social del hombre, la vida histórica del hombre. Toda revolución, inexorablemente, suscita una radical transformación del orden jurídico y de los otros órdenes normativos, digamos así, que regulan la vida del hombre: la religión, la moral, las costumbres...
En tal virtud, cuando se da históricamente una revolución ya se ha formado previamente un nuevo tipo de hombre histórico, el hombre que justamente realiza y hace triunfar la revolución. Antes que la concepción nueva del mundo y de la vida es la formación histórica de un distinto tipo de hombre, de un hombre que sienta distinta, diversamente la vida y el mundo, que asuma ante el mundo y ante sí mismo una posición diferente. Recuerda que, como afirma la filosofía contemporánea a partir de Dilthey, el hombre es un ente histórico. (Para esto de la previa formación de un diverso tipo de hombre es especialmente valioso lo que dice Groethuysen sobre el hombre burgués, su vida y la visión burguesa del mundo y de la vida)...
En la historia nacional de Colombia hay, en tal virtud, dos verdaderas revoluciones: la anticolonial de 1850 y la Regeneración. No te sorprendas, la Regeneración fue una auténtica revolución. Representa una sustitución de una determinada concepción del mundo y de la vida por otra. En ello reside, creo yo, el valor de esta descripción fenomenológica de la revolución, de este mostrar el contenido del concepto puro de revolución. [Con esto] rescatamos la pureza gnoseológica del pensamiento sociológico ante la política y la religión. Realizamos, en suma, una labor idéntica a la de Kelsen con su defensa constante de la pureza gnoseológica del pensamiento jurídico. Creo que en la Regeneración y en la revolución anticolonial de 1850 se realizan las características ónticas que distinguen a la revolución, sobre todo la relativa a la formación de nuevos tipos de hombre histórico; ese hombre anticolonial, cabe decir, burgués y liberal de 1850 y ese hombre absolutista, en sentido puramente cultural, que vivía en la totalidad, también en un sentido simplemente cultural, de 1880. Así podríamos realizar una historia racional diferente de la historia al uso y de los manuales didácticos; una auténtica [y] objetiva revisión de la historia nacional. En 1850 se realiza el tránsito, hermoso tránsito podría decir hablando en un sentido político, del hombre colonial al hombre burgués, librepensador, amante de la seguridad, etc.
En la esfera de la historia universal habría muy pocas revoluciones: la del cristianismo primitivo, el Renacimiento, la revolución burguesa (la de Francia, muy peculiarmente) y la revolución rusa. Se me olvidaba una: la revolución nacionalsocialista en Alemania. También fue un cambio radical, aun cuando nosotros desde una posición ideológico-política la rechacemos airadamente12.
12La carta mostraba, sin duda, garra analítica, pero también dejaba ver sus fisuras. A pesar de su vocación teórica, Nieto no siempre era un analista riguroso y el concepto de revolución era más complejo de lo que podía ofrecer una epístola mañanera. Es claro que tendía a confundir la noción de revolución, una modulación del cambio social, con las de período histórico y hecho histórico, un suceso del pasado que el historiador considera relevante (el nueve de abril de 1948, por ejemplo). Considerar la Regeneración y el Nacional-socialismo como revoluciones “auténticas” no sería de fácil aceptación por los historiadores más exigentes. Algunos inclusive señalarían que están más cerca de los procesos contrarrevolucionarios. El Renacimiento estaría más próximo a la idea de período histórico, de antesala de la modernidad. El movimiento de 1810, considerado por la historiografía nacional como la revolución par excellence, no se menciona por parte alguna en la misiva. Quizá Nieto lo consideraba un simple cambio de gobierno de los españoles a los criollos sin mayores consecuencias económicas, políticas y sociales.
13Como lo había comunicado a las directivas del Instituto de Sociología, Nieto asistió al Primer Congreso Latinoamericano de Sociología reunido en Buenos Aires en septiembre de 1951. No llevó ponencia, pero en calidad de miembro ilustrado del cuerpo diplomático, pronunció unas palabras en la sesión inaugural sobre la sociología como conciencia de las crisis históricas, la idea de Hans Freyer que le era tan querida y afín a sus planteamientos de Economía y cultura. Afirmó que la sociología latinoamericana había tenido, en dos épocas, un vigor especial: en 1850, año en el que se desplomaron la economía y la sociedad coloniales en algunas naciones americanas, y en la época contemporánea plena de tensiones y de contradicciones sin término. No en vano el Primer Congreso se reunía en un momento en que la “sociología disfruta de una rica y exuberante existencia”. Terminó su exposición con unas frases amables a la Argentina “y con el muy conocido convencionalismo diplomático de desear fervorosamente el éxito de las labores del Congreso”13.
14A pesar de las frases cordiales el Congreso le dejó un sabor amargo. “Se presentaron muchos trabajos –le comunicó a Betancur– que no son de auténtica sociología. En muchos de ellos se confundía el conocimiento sociológico con el político y el religioso”14. No quería sugerir con ello que la ciencia social se tradujera en una ciencia bizantina ajena a los problemas actuales, sino a que no se confundiera su misión con la defensa de posiciones políticas extrañas “a los hechos que científicamente describen y aprehenden”. Si así fuera, la pureza gnoseológica del estudio de la sociedad desaparecería y la calificación de ciencia que acompaña el vocablo social desaparecería. Junto a esto agregó una crítica al empirismo. “Habría que superar, por otra parte, la sociología causalista y positivista” de algunas ponencias y, en su lugar, “hacer una descripción del sentido de los hechos sociales”. Y con un acento histórico à la Dilthey, tal como la había encontrado en su admirado Bernhard Groethuysen, concluyó: “En esta forma, la sociología culminaría en la descripción de los modos de ser y de las conexiones que se den en determinado tipo de hombre histórico, [es decir] el hombre que haya realizado o creado los hechos históricos que son objeto de la sociología. Y en el caso de la sociología latinoamericana, el hombre latinoamericano, este peculiar tipo de hombre histórico que es el latinoamericano”15. De haberse expuesto en público, esta retórica filosófica hubiera sorprendido a más de un investigador empírico de los problemas sociales del momento.
15No es claro a qué trabajos se refería Nieto con su crítica a la sociología “causalista y positivista”, pero se sabe que en el Congreso afloró una controversia entre sociología científica y sociología de cátedra encarnada en las figuras de Gino Germani y de Alfredo Poviña. Este último, muy influido por la mixtura germana Freyer, Scheler, Weber y Simmel, era el arquetipo del sociólogo que ejerce el oficio desde una cátedra universitaria, que escribe un manual de la disciplina, que posee estrechos vínculos con la filosofía y que rumia escolásticamente en torno a las grandes figuras de la ciencia social en pos del esclarecimiento del objeto de la disciplina y de los problemas lógicos de la indagación social. Muchos miembros del Instituto Colombiano de Sociología veían en él un modelo digno de imitar. Nieto se sentía muy cerca de su enfoque y compartía buena parte de sus lecturas. Germani era lo opuesto. De inicial formación europea y gran conocedor de las diversas tradiciones sociológicas, las observaba como fundamento para formalizar y construir teorías que orientaran la investigación social empírica, no para ser glosadas y reverenciadas. “Ha abogado –escribió uno de sus alumnos– por la transformación de la enseñanza de la sociología en la Argentina, destacando la necesidad de eliminar el predominio filosófico y especulativo para propender a la investigación de la realidad social del país”16.
16Siguiendo estos lineamientos, Germani presentó dos ponencia al Congreso: “Una década de discusiones metodológicas en la sociología latinoamericana” y “Sobre algunas consecuencias prácticas de ciertas posiciones metodológicas en sociología, con especial referencia a la orientación de los estudios sociológicos en la América latina”17. El mensaje de ambas contribuciones era claro y contundente, casi lapidario: la sociología es una ciencia empírica teóricamente orientada. La dicotomía ciencias del espíritu-ciencias naturales no tiene asidero en una disciplina que se afirme como saber exacto y contrastable. La ciencia es una y debe observar sus reglas en cualquier campo de la indagación. Al negar el empleo de los métodos de la ciencia general al estudio del hombre, se favorece la especulación y se restringe la posibilidad de emprender observaciones controladas y sistemáticas. Los campeones de la “comprensión” y de las “vivencias” diltheyanas no son conscientes de la subjetividad, imprecisión y vaguedad de estas estrategias de conocimiento. Promueven el intuicionismo, las visiones sin control y las trampas de la mente que captan, sintiendo y presintiendo, los fenómenos de la vida social. A lo cual concluyó: “Acaso Galileo descubrió por intuición la ley de la caída de los cuerpos: pero no fue esa intuición la que le dio status científico, sino la verificación. Análogo proceso de verificación hay que seguir en el campo de las ciencias sociales”18.
17Nieto fue contrario a esta postura. No sabemos si asistió a la sesión donde Germani leyó sus ponencias y, de hacerlo, debió parecerle una pertinaz defensa de lo que más odiaba: el “naturalismo” en las ciencias humanas. Por aquellos días Germani estaba empeñado en afirmar una sociología científica, una ciencia social que respetara la objetividad y describiera y explicara los procesos sociales mediante el uso de métodos y técnicas de investigación rigurosas. Para él la vanguardia de la sociología estaba ahora en Norteamérica y no en la especulativa Alemania, país este último donde la sociología no se despegaba todavía de la filosofía y donde la investigación empírica bajo el título de “sociografía” era usada la mayor de las veces para ilustrar teorías generales no para contrastar hipótesis.
18Nieto sospechaba que algo estaba sucediendo en el campo filosófico y que este énfasis de la sociología expresaba una renovación más amplia de las “ciencias del espíritu”. Ya el último Ímaz había dedicado esfuerzos en verter al castellano varias obras de filosofía de la ciencia que anunciaban un giro en el pensamiento de posguerra. Un libro como La filosofía científica de Hans Reichenbach, que compró en Barranquilla en mayo de 1954, registraba estos cambios con energía. Desde sus páginas iniciales el alemán asentado en Estados Unidos arremetía contra la especulación sin control. Ahora hay –apuntó– una filosofía vieja y una filosofía nueva. Una filosofía especulativa amiga de ideas generales y de verdades absolutas y una filosofía científica rigurosa que sigue de cerca los resultados de la ciencia y da cuenta de ellos. La primera se escribe en una prosa de neblina que sacrifica la verdad y la precisión de los problemas y la segunda propende por un enunciado claro, preciso y susceptible de verificación. La filosofía nueva sabe muy bien que el peligro de un lenguaje vago estriba en que da origen a ideas falsas19. Nieto también había hojeado la Lógica de Dewey asentada en una tradición empirista muy afín a la ciencia, el pragmatismo, donde después de un examen de los procedimientos en las ciencias naturales, ofrecía un orientador capítulo sobre la lógica de la investigación social a la luz de la investigación científica. Lo mismo ocurría con el popular Preface to Logic del amigo de Dewey, el jurista, educador y filósofo norteamericano de origen ruso Morris R. Cohen, disponible en castellano desde 1952 y que Nieto compró al año siguiente. En una de sus secciones se planteaba con claridad que no obstante que los fenómenos sociales eran mucho más complejos que los físicos, su estudio no escapaba a la perspectiva científica20. Con estos recursos filosóficos era claro que Nieto podía acercarse con facilidad a la vanguardia de la sociología, pero también era verdad que ya no había mucho tiempo para asimilar este nuevo rumbo de la filosofía occidental y abandonar lo que tanto había invertido en su adhesión a la filosofía del espíritu. Su muerte estaba cerca.
PROYECTOS CULTURALES
19Las angustias laborales de Nieto tocaron fondo en febrero de 1953. La docencia en el sector privado fue por algún tiempo su refugio. La Universidad de los Andes, ahora en manos de su antiguo profesor Zuleta Angel como rector, le ofreció tres cátedras, “Humanidades” (lectura y comentario de las grandes obras de Grecia y Roma), “Historia de las doctrinas económicas” y “Teoría económica”. A ellas sumó una cuarta de “Filosofía” (lógica, ontología y ética) en la Facultad de Administración Comercial e Industrial del Gimnasio Moderno, una institución de enseñanza secundaria de clase alta que se aventuraba por aquellos años en los estudios superiores. “Estas cuatro cátedras me permiten reunir una entrada mensual de cuatrocientos pesos”, le comentó al escritor Osorio Lizarazo21. Una existencia mesurada y discreta de clase media en Bogotá, con esposa y dos hijos, costaba novecientos pesos mensuales22.
20Nieto no podía quedarse quieto. Ante el control confesional y político de los profesores y de los contenidos de la enseñanza, le sugirió a los amigos la creación de un Instituto Colombiano de Humanidades siguiendo el ejemplo del Colegio Libre de Estudios Superiores fundado por Aníbal Ponce en 1930, institución que sirvió de refugio a muchos profesores una vez que la Universidad de Buenos Aires quedó en manos de los peronistas. El modelo fue seguido por el Colegio de Estudios Superiores del padre Julio Meinvielle (1905-1973) de Buenos Aires, donde a diario se dictaban conferencias y cursos abiertos sobre cuestiones religiosas y sociales23. Nieto pensaba que el Instituto Colombiano podría ser, además, el escenario para la realización de un viejo proyecto ideado para la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional, que se había frustrado con la salida de su amigo Cayetano Betancur: la creación de una biblioteca, con obras “muy serias y profundas”, sobre historia de la cultura colombiana. “La historia de nuestra cultura está por hacer, le escribió a Betancur. No se pueden considerar obras valiosas libros como la Historia de la literatura de Antonio Gómez Restrepo”. La biblioteca incluiría trabajos sobre el romanticismo, el benthamismo en la Nueva Granada, la obra de Miguel Antonio Caro, “tan egregio intelectual”, y la sociología nacional del siglo xix, la de los sepultureros del régimen colonial Camacho RoldÁn, Galindo, los Samper y Sergio Arboleda24. Betancur le respondió alborozado que encontraba formidable la idea y que la mantendría en reserva, pues si se divulga –apuntó– “no faltará algún vivo que se adelante a ponerla en mala realización”25.
21Junto a estas iniciativas se comprometió, con Abel Naranjo Villegas y el mismo Betancur, en la organización de un homenaje a Ortega y Gasset con ocasión de su septuagésimo aniversario. Nieto no consideraba al pensador español un auténtico filósofo, pero sí un autor de trabajos notables y un gran promotor de las humanidades y de los estudios filosóficos en lengua castellana. Su obra, ya de por sí extensa, se había dispersado en sugerencias sin término. “No quiso o no pudo sistematizar, ordenar, sus diversas concepciones, especialmente la fundamental, la que infundía una coherencia y una unidad indestructibles a todos sus múltiples ensayos: la de la razón vital”26. De todas formas una ofrenda a su magisterio y a sus logros editoriales sería una buena oportunidad para establecer relaciones con colegas de otros países y de agitar el letargo filosófico de la capital, ya que sin filosofía la cultura colombiana carecería de solidez27.
22Irónicamente, ninguno de estos proyectos contó, al final, con la presencia de su progenitor y su más encarecido promotor. El nombre y participación de Nieto se obliteraron cuando las propuestas cobraron realidad. En un momento desistió de la fundación del Instituto Colombiano de Humanidades, y en su lugar animó al fundador de la Universidad de los Andes, el acaudalado ingeniero y matemático con inclinaciones humanistas Mario Laserna, en la creación de un Departamento de Humanidades en los Andes. La idea se materializó siete años después y allí su colega Danilo Cruz Vélez habría de desarrollar buena parte de su trabajo filosófico. El homenaje a Ortega y Gasset no llegó a feliz término: no encontró apoyo en las universidades de la capital. El acto se realizaría un año más tarde y no como festejo de un aniversario sino como obituario, y sin la participación de Nieto que por aquella época vivía en Barranquilla. Ortega murió el 18 de octubre de 1955 y una semana después Naranjo Villegas pronunció una conferencia acerca de su concepción del Estado, exposición que le fue seguida por otra de Alfredo Trendall sobre la razón vital –el decidir en medio de los otros, en mis circunstancias–, y por una tercera de Cayetano Betancur sobre el mismo tema, pláticas que se reunieron en un volumen difundido por el franquista y confesional Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, dirigido por el presbítero Rafael Gómez Hoyos y el tomista Rafael Azula Barrera28. La sugerencia sobre los estudios de historia de la cultura colombiana sería recogida más tarde por su amigo y antiguo crítico Jaime Jaramillo Uribe en su libro más socorrido, El pensamiento colombiano en el siglo xix, y en una serie de ensayos sueltos que terminaron por afirmar la historia intelectual como un campo fructífero de la investigación social. Por aquellos días Jaramillo Uribe, cuatro años más joven que Nieto, ocupaba las cátedras de historia moderna e historia de la pedagogía en la recién fundada Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional.
23En medio de estas labores de promoción cultural llegó el golpe de Estado del 13 de junio de 1953. El general Gustavo Rojas Pinilla se tomó el poder con el beneplácito y la complacencia del 90% de la opinión pública. Gómez se había transformado en un dictador y sectores influyentes del mismo partido conservador le retiraron su apoyo. En su primera alocución a los colombianos el General anunció triunfante: “No más sangre, no más depredaciones a nombre de ningún partido político, no más rencillas entre hijos de la misma Colombia inmortal”29. Al día siguiente, un domingo, la población de las principales ciudades del país salió a las calles y se tomó parques, teatros y plazas para exteriorizar su satisfacción. Era la euforia nacional. “Ahora hay un nuevo clima político, un ambiente diferente y el partido liberal rodea incondicionalmente al nuevo gobierno”, escribió Nieto. A una amiga de Buenos Aires le participó que “el gobierno de Laureano Gómez fue uno de los más nefastos que ha sufrido esta pobre nación”30.
24Con la llegada de Rojas Pinilla se abrieron de nuevo las puertas de la Cancillería. A final de año le ofrecieron la Subdirección de la oficina de inmigración y la Subdirección del Departamento de Organismos Internacionales. No aceptó ninguna de las dos: ambas eran inferiores a los puestos que había desempañado en el pasado. “La Cancillería vive una situación difícil. Han eliminado a todos los viejos funcionarios y los jovencitos que los han reemplazado no saben nada. Por eso, justamente, me querían llevar a la subjefactura de Organismos internacionales, para que estudiara todos los problemas que se discutirán en la [próxima] Conferencia de Caracas, es decir, para que les hiciera el trabajo. Ya estoy muy viejo para continuar entregado a ese menester”31.
25La situación era, sin embargo, angustiante. Los ingresos docentes no alcanzaban para sostener el hogar y durante el año de 1953 sobrevivió gracias a las cesantías pagadas por la Caja Nacional de Previsión. En un arranque de voluntad le escribió al español García Bacca, profesor de la Universidad Central de Caracas: “cuando se le presente alguna oportunidad le ruego no olvidar la posibilidad de que yo me traslade a Caracas para trabajar en la Universidad Central o con el Ministerio de Educación de Venezuela. El ambiente colombiano no se modifica. Es hostil políticamente”32. Esto último era sin duda una exageración, pero también una astucia para encoger el corazón del transterrado. García Bacca (1901-1992) acababa de pasar unos días en Bogotá en labores de investigación. Nacido en Pamplona, provenía de las huestes religiosas. Se hizo sacerdote claretiano en 1925 y a continuación se fue a Lovaina, París, Zúrich y Múnich a completar su formación teológica, científica y filosófica. Antifranquista, abandonó España durante la guerra civil y se asentó inicialmente en Ecuador para después pasar a México. En Quito conoció el amor y renunció a los votos de castidad, pobreza, obediencia y oración de los seguidores del catalán Antonio María Claret. Colgó los habitos, se casó e hizo familia. De México se trasladó a Venezuela donde pasó sus mejores días y desarrolló una fructífera carrera filosófica. Su obra palpó muchos temas –lógica, estética, antropología filosófica, teoría del conocimiento, historia de la filosofía y filosofía de la ciencia– y su talento para los idiomas vivos y del pasado lo conectaron con Grecia y Roma. Tradujo a los presocráticos, a Platón, Aristóteles, Jenofonte, Tucídides, Euclides y Plotino y, entre los modernos, a Kant, Hegel, Marx, Heidegger y algunos filósofos escolásticos. Cuando su amigo José Gaos trasladaba Sein und Zeit al castellano tuvo siempre a mano sus versiones “genialmente brillantes, como es sólito sean las suyas”33.
UN FILÓSOFO EN EL TRIBUNAL
26García Bacca no halló nada para su amigo y 1954 llegó con las mismas angustias. Nieto asumió las clases de la Universidad de los Andes y tomó otras en la Facultad de Economía de la Universidad Nacional, pero las estrecheces persistían y se multiplicaban. En marzo surgió una esperanza y tras ella la solución. Unos amigos presentaron su nombre a la Corte Suprema de Justicia para ocupar el puesto de Magistrado del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla. Después de pensarlo mucho, la vida es decisión interminable, aceptó la postulación y en abril de 1954 se encontraba administrando justicia en su ciudad natal. “Acepté el cargo por dos motivos: en Bogotá apenas reunía lo necesario para sobrevivir medianamente y mi salud se resentía debido a que tenía que hablar muchas horas al día en las diversas cátedras. He querido, además, vivir esta experiencia para saber cómo es en realidad el derecho en los estrados judiciales. En el Tribunal no faltará la ocasión de hacer una sentencia o un fallo de acentuado matiz filosófico”. El período de los magistrados era de cuatro años y, para experimentar la adaptación en la “beocia Barranquilla tan desustanciada de contenido intelectual”, dejó la familia en Bogotá y se fue a vivir con su madre en la casa paterna. En caso de que la experiencia fuera negativa, regresaría de nuevo a la “lucha de clases” en las agotadoras universidades bogotanas34.
27Comenzó sus labores con entusiasmo. El cargo, como lo había sugerido, era una oportunidad para confrontar las concepciones jusfilosóficas aprendidas en el pasado. A los pocos meses le participó a Patiño Rosselli que ya en diversos fallos había estampado afirmaciones de carácter jusfilosófico. “En un auto interlocutorio aludí a la lógica jurídica trascendental, al orden jurídico como totalidad y a la interpretación de la norma como conducta humana. En otro adopté la teoría de la producción gradual y escalonada del orden jurídico del Estado. Todo ello con el fin de acentuar o describir las condiciones organológicas de la función jurisdiccional y de la función administrativa”35. Al tener noticias de las actividades de su amigo, Vargas Rubiano le escribió desde Bogotá: “Ya que te encuentras en plenas funciones, nada sería para mi más grato, y a la par más útil, que hicieras sacar una copia adicional de cada una de tus ponencias y me las hicieras llegar. Aquellas que tu autorizaras podrían ser publicadas en el Diario Jurídico’’”, el periódico que registraba la actividad legislativa del país36. A Cayetano Betancur le amplió sus incursiones judiciales:
Ya me tienes instalado en el Tribunal, dictando autos interlocutorios y redactando proyectos de sentencias. Como hay promiscuidad [asuntos civiles y penales], el trabajo es muy intenso. Los negocios penales son muchos y como corresponde a índole existencial de los barranquilleros, de cien de ellos noventa son relativos a delitos sexuales (rapto, corrupción de menores, etc.). Es la tiránica presencia de la sensibilidad y del sexo en la vida cotidiana de los barranquilleros. En algunos autos he empleado un lenguaje jusfilosófico. Incluso, he aludido a la lógica jurídica trascendental, a la ontología del orden jurídico, he afirmado que el intérprete no interpreta la norma sino la conducta humana a través de la norma (es la tesis de nuestro amigo Cossio, que yo considero muy exacta), que hay un proceso gradual de producción del orden jurídico del Estado, etc.37
28A su cuñado Francisco Tafur le describió otra “vivencia” jurídica:
Me ha correspondido en el reparto un juicio de filiación natural, apelación de la sentencia de primera instancia, de extraordinaria cuantía. Cada una de las hijuelas de los hijos legítimos y del natural reconocido tiene en autos el valor de 1.700.000 pesos. La hijuela o las hijuelas valen más. Justamente, para la audiencia pública vino nuestro amigo el gran Juan Francisco Mújica de Bogotá, pero los abogados de la parte demandada suscitaron en la audiencia misma el incidente de incompetencia de jurisdicción de la Sala de Decisión por vicio de ilegalidad en la constitución de la misma. Lamenté mucho que hubiera sido menester suspender la audiencia y, por ende, que Mújica tuviera que regresarse a Bogotá38.
29Junto a estas labores profesionales ofreció un cursillo de filosofía del derecho para jueces y funcionarios de la rama judicial. Comenzó con cinco oyentes y a poco tenía doce. Dividió las exposiciones en tres partes. Una introducción general a las filosofías que analizaban el derecho, un examen de la ontología en el campo jurídico y una discusión de la lógica del conocimiento jurídico como gnoseología de una ontología regional. Se reunían en su despacho dos veces por semana entre las cinco y las seis y media de la tarde, cuando se cerraba el Tribunal y el calor de la Arenosa amainaba y la brisa caribeña disipaba el bochorno del día.
30En Barranquilla estrechó amistad con Julio Enrique Blanco de la Rosa (1890-1986), un sobreviviente de la revista Voces que conocía de tiempo atrás. Blanco era 23 años mayor que Nieto, rico, viajado, conocedor de idiomas extranjeros y muy dado a acumular inéditos para su propio goce. “Es un hombre de extraordinaria cultura, muy versado en la filosofía tudesca anterior a Husserl”. Había pasado veinte años en Alemania y estaba “casado con una dama de Hamburgo, una señora encantadora y de muy fina sensibilidad artística, Erika L. Timmermann, que hacía unos helados tan apetitosos como una página de Husserl o de Scheler”. Blanco tenía un Tratado de metafísica y una Historia de la filosofía occidental que jamás conocieron la imprenta, y había traducido algunas obras de Kant para su consumo particular. Vivía en completo aislamiento intelectual en una residencia amurallada, una “fortaleza” de tres pisos en el encumbrado barrio de Alto Prado. Desde sus terrazas se contemplaba el río Magdalena y el azulino mar Caribe. Nieto lo visitaba con frecuencia y a veces el ermitaño pasaba por su despacho del Tribunal a conversar sobre temas derivados de sus solitarias y reposadas lecturas filosóficas39. Nieto lo describió en una ocasión:
Cuando se dialoga con Julio Enrique Blanco causa sorpresa el comprobar que desconoce muchas de las obras de la filosofía contemporánea. De Nicolás Hartmann no tiene ninguna noticia. Ha estudiado o leído muy poco a Scheler y a Merleau-Ponty, a Marcel y a Sartre los desconoce. “Odia” a Ortega y a algunos escritores de temas filosóficos de América Latina. Uno tiene la impresión de que se ha encerrado dentro de sus propias concepciones sin compararlas, digamos así, con las de la filosofía actual. Es el hombre que reposa con sosiego y tranquilidad en una visión del mundo a la cual ha llegado desde puntos de partida que ya son repudiados unánimemente40.
31Blanco sobrevivió a Nieto treinta años y debió sentir una gran soledad cuando supo que su joven amigo y amable contendiente decidió entrar en la nada. Era de la generación del centenario, la generación que se manifestó en 1910, y tuvo la fortuna de acercarse a la esquiva centuria. Murió en añeja reclusión en 1986 a los 96 años de edad, cuando ya todos sus compañeros de juventud habían desaparecido. Como se sabe, su camarada de toda la vida fue López de Mesa, pero su cariño por el sociólogo y filósofo antioqueño no se tradujo en apego y ternura absolutas. En una de sus tertulias le confió a Nieto que “López de Mesa engaña a las buenas gentes con su estilo peculiar, dejando la impresión de que tiene una profundidad intelectual de la cual, en realidad, carece”41.
32Con el objeto de sacudir el sopor cultural de Barranquilla, Nieto y Blanco decidieron publicar unas cartas sobre la analítica de la existencia de Heidegger, que fueron acogidas por El Heraldo, el diario de mayor circulación de la ciudad. Blanco, un antiheideggeriano, dio el primer paso en un tono poco conciliador. No escamoteó sarcasmos acerca del autor de Ser y tiempo. Ya en sus diálogos personales le había manifestado a Nieto que Heidegger tenía poco o nada que decir, hecho que se reflejaba en su escritura colmada de frases elípticas, crípticas, profusas, confusas y difusas. En Ser y tiempo había sin duda capítulos valiosos, pero todo lo echaba a perder en una jerigonza peor que la hegeliana. En una carta de 1953 le había revelado que después de leer su ensayo sobre Holderlin, lo había arrojado con furia: “¡Este falso filósofo ha echado a perder al poeta verdadero!42
33Este clima belicoso apareció de nuevo en la primera entrega de Blanco a El Heraldo. El bueno de Nieto, más conciliador y más partidario de Heidegger, aludió con mesura a los temas tratados por Blanco: el lenguaje, el ser, la muerte y el tiempo. En los primeros párrafos le recordó a su corresponsal que en un pasaje de Ser y tiempo (parágrafo 65), el autor dialoga con el lector y le comunica que las violencias de lenguaje son imperiosas en los análisis de la temporalidad, ya que cuando un pensador se adentra por sendas inéditas debe buscar el idioma que más se adecua a la exposición de su tema. “Cuando el filósofo –señaló Nieto legitimando la postura lingüística de Heidegger– ha descubierto o creado su mundo, aprehendiendo ricos y distintos sentidos, debe proceder a acuñar su personal vocabulario”43. A esta reflexión adicionó una segunda meditación desprendida de la sociología del lenguaje. El castellano ha llegado tarde a la filosofía moderna y carece de vocablos para expresar con fluidez el pensamiento nuevo. Es poco dúctil y su gramática lo ciega a las nuevas formas de expresión. Pero con la reciente influencia alemana su vocabulario ha comenzado a cambiar y a abrirse al nuevo lenguaje filosófico. Vocablos como “vivencia”, “eidético”, “impleción”, “impletivo”, “temporaciar”, “temporación”, “holológico”, “eidos” han entrado al habla de ervantes. A esta renovación han contribuido, sin duda, los profesores y los intérpretes, pero sobre todo, los traductores, esos infatigables amigos del trajinar intercultural. Con su labor difusora han naturalizado expresiones y construcciones ayer consideradas impropias en la lengua de Castilla y hoy necesarias para hacerse a las formas argumentativas del pensamiento renovado.
34Al referirse a la muerte, el ingreso a la nada, tema capital de Ser y tiempo, Nieto tendió a darle la razón a su amigo por el desaforado lenguaje de Heidegger en la presentación del acto de salir del mundo. “¿Recuerda usted –le preguntó– lo que nuestro autor llama el ’estado de resuelto corriendo al encuentro de la muerte?’. Jamás he podido comprender el significado de esas palabras”. A lo cual agregó: “Tan sólo el suicida va corriendo, resuelto, al encuentro de la muerte buscada”44. Como ilustración apuntó que en ocasiones no existe propiamente angustia ante la muerte, sino angustia de no hallarla, de no poder morir cuando se lo desea. Era el caso de los místicos del Siglo de Oro, de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa de Jesús, dos extáticos que no soportaban las estrecheces espirituales de su tiempo. Para él y ella el tránsito final era la anhelada liberación, el acto de “recuperar las esencias perdidas en la existencia terrenal y transitoria”. Y había por lo demás situaciones donde el suicidio era un honor y el hecho de no consumarlo una vergüenza. El hara-kiri, corte del vientre, quizá sea su mejor ejemplo.
35Blanco no aceptó la tesis de la rigidez del idioma castellano ante la supuesta flexibilidad del alemán. A su juicio, todos los idiomas cultos son ricos en matices y en posibilidades expresivas. Su fuerza depende del uso y de la riqueza de ideas que se quieran difundir con los instrumentos que ellos ofrecen. El castellano fue un ejemplo de soltura, amplitud y destreza en el Siglo de Oro. Y volviendo sobre Heidegger y sus admiradores, señaló que el famoso Dasein que traductores y exégetas tanto adornan con el rebuscado y pleonástico “ser ahí” –pues siempre se está en un lugar– es sólo existencia, un vocablo llano, directo y bien afincado en la lengua que hablan y escriben los iberos y americanos. Si ello es así, no hay necesidad de salir a mendigar construcciones pomposas y engañosas que complican aún más las cosas ya de por sí oscuras y artificiosas45.
36El intercambio de cartas fue bien recibido y Nieto se encargó de difundirlo entre sus amigos de Bogotá y de la lejana Buenos Aires. ¿Se podía hacer filosofía en la Costa Atlántica? Ya Vargas Rubiano le había escrito con humor que dado que desde los griegos la filosofía se había “desarrollado creadoramente a orillas del mar, considero propicia para la cultura nacional tu permanencia, así sea transitoria, en el litoral, máxime si tienes un interlocutor de la talla de Julio Enrique Blanco”46. A pesar de su optimismo Nieto sabía que la ciudad era un erial para las cosas del espíritu, especialmente en lo relacionado con la filosofía. Con tino, Blanco le había confesado que su encierro era meditado, y que después de varios meses de residencia en la Arenosa “comprendería que el nivel de los llamados ’intelectuales barranquilleros’ dejaba mucho que desear”. En todos ellos primaba una conducta liviana, tosca y grosera para las cosas del espíritu. “Desde luego que a Blanco no le falta razón”, le escribió a Betancur.
Hay en Barranquilla un indubitable provincianismo intelectual. Es una ciudad que no quiere transformarse en una auténtica capital. Por eso, todas las expresiones de la vida que se viven [allí] dejan una impresión de pequeñez y de estrechez. Los redactores de los diarios, por ejemplo, serían simples cronistas de policía de cualquier diario bogotano... Las librerías de la ciudad no reciben novedades. Ninguna obra francesa llega a las librerías. Cuando en diciembre vaya a Bogotá tendré que ponerme, bibliográficamente hablando, al día. [Compraré] todas las últimas novedades a pesar de las protestas de Nena47.
37Si en general la descripción era exacta, Nieto no parecía tener noticia de los esfuerzos de un grupo de jóvenes que por aquellos años luchaban por cambiar las formas de decir las cosas en las páginas de los periódicos barranquilleros. El joven García Márquez había llegado a la ciudad a finales de 1949 y la había abandonado en enero de 1954, antes de la llegada de Nieto. Durante esos años había llenado hasta la saciedad las páginas de El Heraldo, y ahora sus amigos Alfonso Fuenmayor, Germán Vargas y Álvaro Cepedia Samudio continuaban la tarea con un acento particular siguiendo las vanguardias literarias del momento. Pero también es verdad que no es fácil ser contemporáneo. Lo considerado importante años después no siempre lo es para los contemporáneos. Las aspiraciones de estos jóvenes, que sabían que el doctor Nieto Arteta ocupaba un puesto en el Tribunal, y que quizá habían leído su controversia con Blanco, no habían dado todavía sus mejores frutos. Es cierto que los cuentos de Cepeda Samudio, Todos estábamos a la espera salieron a la calle en 1954 y al año siguiente La hojarasca de García Márquez, pero esto era apenas el inicio de trabajos que sólo alcanzarían prestigio una vez que aparecieron las obras más significativas. Los esfuerzos iniciales se vuelven famosos después de que las producciones más notables adquieren los merecidos aplausos. La casa grande de Cepedia Samudio se publicó en 1962 y Cien años de soledad tendría que esperar hasta 1967.
38Aunque el entorno barranquillero era pesado, todavía no terminaban para Nieto las novedades y las excitaciones intelectuales. En mayo de 1954 sus amigos y colegas del Tribunal lo agasajaron con un acto que alcanzó cierto despliegue en la prensa local y nacional. En su discurso de gratitud recordó a los asistentes que había estado ausente de su ciudad natal por veinticuatro años. Durante esas dos décadas y media, una generación, se había hecho abogado y había viajado por España, Estados Unidos, México, Río de Janeiro y Buenos Aires. Había enseñado en varias universidades y había publicado libros, ensayos y artículos sobre historia, sociología, economía, filosofía y derecho. En su larga estadía en la Cancillería y en las embajadas colombianas de los países del Cono Sur se había familiarizado, además, con los asuntos internacionales. Y, para concluir, en la actualidad impartía justicia en el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla al calor de renovados acentos interpretativos del derecho. Estas confesiones autobiográficas lo llevaron a afirmar que las cosas eran ahora distintas de las que había encontrado al inicio de su carrera. “Atrás han quedado –señaló con energía– el positivismo y el materialismo, la filosofía aristotélica y la vana y vacía retórica”. En la actualidad nuevas corrientes de pensamiento han ganado la mente de los creadores. Estas transformaciones se deben al trabajo de sus compañeros de edad, aquellos nacidos durante los primeros veinte años del siglo xx, hecho que lo llevó a afirmar con satisfacción: “Nuestra generación introdujo en Colombia la filosofía y la cultura contemporáneas”. ¡Quien revelaba estos logros le faltaban pocos días para cumplir cuarenta y un años de edad!48
39Pero el discurso de agradecimiento ofrecía más cosas. Nieto aprovechó la ocasión para sugerir que lo que estaba sucediendo en otras partes del país también podía acontecer en Barranquilla. Contra lo que muchos creían la ciudad no era extraña a la cultura superior y, más estrictamente, a la filosofía. ¿Acaso podemos hacer filosofía en Barranquilla?, se preguntó. ¿No hay una obvia incompatibilidad entre la vida barranquillera y el filosofar? Para responder a estos interrogantes esbozó una “fenomenología” del barranquillero.
La existencia del barranquillero es una presencia de las cosas, presencia tiránica y despótica. Las cosas, inmensas en la luminosidad, están siempre ahí, claras y distintas, individuales y próximas. El barranquillero, por eso, es el hombre que no solamente ve sino que sabe mirar. Todos vemos, pero pocos hombres miran. Los barranquilleros saben mirar. Platón, en La república, nos habla de los hombres que miran. Reserva para ellos un lugar en su república ideal. Los barranquilleros están siempre vertidos hacia lo concreto, adheridos a las cosas. Esta espontánea alegría, este vivaracho existir de los barranquilleros, encuentra su raíz existencial en ese estar vueltos a lo concreto e individual. Hay una relación de simpatía entre el barranquillero y las cosas que lo rodean. La simpatía universal por las cosas suscita la permanente alegría. Es el significado recóndito de los carnavales barranquilleros. [En síntesis], no hay oposición entre ese contenido de la existencia que vive el barranquillero y la filosofía49.
40En la descripción de la “esencia” del barranquillero había sin duda más retórica desbocada que descripción fría y meditada de una particularidad regional. Lo que se dice allí podría afirmarse del colombiano de otras zonas del país. Pero Nieto quería unir este perfil con el aliento de la filosofía husserliana: el regreso a las cosas para descubrir las esencias ocultas de cada esfera de la realidad. De manera poco persuasiva quiso disculparse ante sus oyentes: “esta no es ni una construcción apriorística ni un conjunto hermético de intemporales abstracciones. Toda la filosofía actual es un acercarse a la realidad sin el menor propósito de torturarla para introducir en ella inexistentes significaciones, sin el deseo de ubicarla dentro de categorías previamente creadas. Describimos la realidad, describimos las cosas que se hacen presentes al mirar el entorno”. Contra lo que él pensaba, este mirar era su atisbo personal, no una conclusión segura. Era quizá una idea sugestiva, pero no un saber verdadero, una “adquisición irrevocable”, para usar su expresión favorita. Y a continuación adicionó una conclusión no menos temeraria: “Si hiciéramos una descripción fenomenológica de los diversos tipos de hombres que se realizan en la compleja y variada Colombia, necesario sería aceptar que tan sólo en los habitantes de este litoral se encuentran los supuestos más adecuados para el menester filosófico. Oportuno sería recordar que el más grande pensador colombiano del siglo pasado [Rafael Núñez] nació y murió en la vecina Cartagena”. ¿Sería –según esto– más difícil hacer filosofía en Bogotá, Medellín y Cali que en Cartagena, Barranquilla y Santa Marta? Es claro que Nieto quería ganarse el favor y los aplausos de sus oyentes del litoral Caribe ofreciéndoles cualidades intrínsecas para el saber de Platón y Aristóteles. Y recurriendo a la historia conjetural, los agració con un amable paralelo con la situación de dos ciudades de la Jonia griega:
Tenemos una ciudad rica e industriosa, una ciudad que nos hace recordar a Éfeso y a Mileto, una vida cotidiana sin estridencias y sin violencias y, es la realidad más valiosa, un determinado tipo de hombre histórico. Al parecer, en el cuadrante de la ciudad ha sonado o sonará la hora de la cultura y de la filosofía, de la búsqueda de las esencias y del meditar desinteresado50.
41Todo esto era, en el lenguaje de Reichenbach, lirismo, especulación sin freno, visión impresionista, profusión de palabras para sugerir complejidad, acomodación de hechos para legitimar respuestas apuradas; vaguedades y analogías antojadizas que ocultaban los problemas que exigían una definición precisa para su eventual convalidación. Nieto era muy dado a construir esencias con intuiciones ligeras y a descuidar el material empírico que las confirmara. Si el discurso de agradecimiento de mayo de 1954 fuera su mejor ejemplo del filosofar moderno, la cálida afirmación de que su generación había dejado atrás “la vana y vacía retórica” sería apenas una aspiración que no alcanzaba todavía su feliz realización.
EL FINAL
42Nieto terminó el año de 1954 anegado en papeles y apuros jurídicos. “Hace unos dos meses y medio que no hago otra cosa que leer expedientes y escribir autos y sentencias. Estoy, existencialmente hablando, saciado de realidades judiciales”51. En diciembre visitó la familia en Bogotá y hacia el 11 de enero de 1955 estaba de nuevo al frente de sus tareas en la caliginosa Barranquilla. Ahora los agobios con el medio cobraron fuerza. Las novedades, los homenajes, los seminarios de filosofía del derecho y las controversias con Blanco quedaron atrás. Sólo la rutina del Tribunal y el ir y venir de la oficina al hogar prestado, la casa de su madre, doña Herminia Arteta con 72 años bien cumplidos. Estoy “sencillamente desesperado y aburrido”, le escribió a Betancur52. Al filósofo argentino Alfredo Egusquiza le refirió que el “ambiente de Barranquilla era indiferente y hostil a la cultura desinteresada y abstracta. Sus habitantes viven entregados a la sensibilidad. A pesar de sus 350.000 habitantes, Barranquilla sigue dedicada exclusivamente a actividades económicas. La universidad local sufre una lánguida y pobre existencia. Tan sólo hay tres buenas librerías, amén de un conjunto de puestos de venta de revistas y novelitas ligeras y livianas”53. Comparó la Barranquilla del momento con la de su adolescencia: ”Cuando yo hacía el bachillerato en el Colegio San José de la Compañía de Jesús había entre la juventud una gran agitación intelectual. Ahora, en cambio, hay mucha atonía. Predominan tiránicamente los deportes. Cada día esta ciudad se aleja más y más de la existencia intelectual. Unos cuantos heroicos barranquilleros –Julio Enrique Blanco, Néstor Madrid-Malo, etc.– luchan contra el medio y logran continuar vinculados al mundo del espíritu”54. No sabemos que nombres se escondían tras el breve etcetera, quizá unos pocos abogados y profesores universitarios con los cuales dialogaba, esporádicamente, en las librerías.
43A otro amigo le confesó que había llegado a “la convicción de que en Colombia sólo se puede vivir en Bogotá. Lo demás es la provincia con todos sus horrores y sus pesadumbres”. Los colegas del Tribunal miraban con indiferencia la filosofía y la ciencia jurídica. Lo mismo sucedía con los jueces, abogados y tinterillos de la ciudad. Sólo consultaban los códigos y la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia, esto es, lecturas instrumentales exigidas por el ejercicio del oficio. En todos ellos imperaba el estado de naturaleza –beber y fornicar, pasear, comer y dormir–, vegetar en una palabra55.
44En octubre le reiteró a Alfredo Trendall: “Estoy desesperado en esta ciudad. Siento una profunda nostalgia por Bogotá. Para colmo de males apenas van transcurridos algo menos de dos años del período de cuatro que tengo que estar en el Tribunal”. Le hizo saber, además, que ya casi no se veía con Julio Enrique Blanco. Le molestaban su atraso filosófico y su lejanía de Heidegger y de los pensadores contemporáneos. A su juicio, Blanco pertenecía a la generación que todavía rendía culto al positivismo. Lo mismo sucedía con su coetáneo López de Mesa. “Cuando intentan hacer filosofía contemporánea quedan presos de las sutiles pero vigorosas mallas del viejo e inhistórico naturalismo positivista”. Para ellos el hombre era naturaleza y nada o poco de espíritu. Su antropología filosófica era una persistente naturalización del hombre56.
45Todo esto sonaba irónico cuando en la mente de los asistentes al homenaje de mayo de 1954 todavía estaban frescas las palabras del futuro promisorio de la filosofía en la costa atlántica ¿Ahora el “mirar” platónico tan afín a la meditación desinteresada y al carácter del barranquillero había desaparecido? ¿Las cosas que dijo no eran ciertas, sólo fantasía para ganar el favor de los oyentes? Aún el paralelo con la Jonia de la antigua Grecia se derrumbó hasta convertirse en ruina. En un arranque de furia destronó las similitudes con Éfeso y Mileto para trocarlas en férreas oposiciones: “estos barranquilleros –le escribió con enojo a Betancur– jamás serán como los jonios de la época de Heródoto. Ni siquiera son fenicios pues no trasmiten la cultura recibida. Ni reciben cultura ni mucho menos la crean”57.
46A finales de diciembre de 1955, en las vacaciones judiciales, volvió a Bogotá para estar unos días con la familia, pero a principios de enero estaba una vez más en Barranquilla. Fue la última Navidad que pasó con su esposa y sus hijos. No quiso llevar la familia a la Costa. La encontraba inhóspita para la educación de sus vástagos y de clima nocivo y agreste para infantes que habían crecido en tierra fría. En 1956 extremó su soledad y su vida cotidiana se hizo más estricta. Llevaba una vida recoleta e íntima. Cuando no estaba en la oficina se encontraba en la casa leyendo un libro o explorando un agotador expediente. Dormía poco, se levantaba temprano, estudiaba entre las cinco y media y las siete de la mañana y enseguida se iba al baño por más de una hora. A veces pasaba por la Librería Nacional o por la Librería Mundo de propiedad de Jorge Rondón Hederich, un antiguo comunista que consideraba su establecimiento la heredera espiritual de la antigua librería de Ramón Vinyes58. En ambas compraba títulos rezagados. Las novedades no abundaban en Barranquilla. En la Nacional se hizo a una copia, difícil de conseguir, de la extensa Historia de la literatura inglesa de Taine que ganó su atención por varios días y le recordó sus lecturas de Brandes, y en la Mundo –muy frecuentada por García Márquez y sus compinches– compró una obra agotada que siempre quiso tener: La amistad entre dos genios, la robusta correspondencia Goethe-Schiller59.
47Durante los primeros meses de 1956 extremó dos conductas que llamaron la atención de su madre y de sus hermanos: el cuidado del cuerpo y la seguridad personal. No eran nuevas, pero ahora se multiplicaron hasta hacerse una liturgia que superaba lo normal y pasadero: manía persecutoria y sentimiento de “mugre”. “Me dices –le escribió la abuela a su nieta– que tenga mucho cuidado con tu papá porque es muy pachorro. Tienes mucha razón. Lucho no es el mismo de antes. Te digo que antes de acostarse pierde una hora revisando las puertas y ventanas. En el baño se demora también una hora. Antes no era así. Era rápido y acucioso. Ahora es lento, si bien muy trabajador. Siempre está leyendo un expediente o un libro”60. Por su parte Nieto le escribió a su hija: “Yo no soy pachorro. Contrariamente, soy de un dinamismo desconcertante. Lo cierto es que hago algunas tareas con lentitud, por ejemplo, bañarme, por la sencilla razón de que las realizo con plenitud óntica, cabe decir, a cabalidad, muy bien ejecutadas”61.
48La misma preocupación manifestó su hermano, el agrónomo Tomás Emilio. Impaciente, le escribió desde el puerto de Magangué sobre el río Magdalena: “Lucho, espero que cuando vuelva a Barranquilla no te gastes dos horas y media bañándote sino, cuando mucho, una hora; y que para cada lavado de manos emplees solamente media hora y no tres cuartos como lo has estado haciendo”. Quiero, además, que no dudes “de los ajustes que mi mamá hace a las puertas sin las necesarias siete revisiones que acostumbras hacer”62. Luis Eduardo le contestó con gracia y lejos de toda sensación de reproche: “Tomasito: me preguntas si antes de acostarme reviso todavía las puertas y ventanas. No tan sólo lo hago sino que he aumentado las veces en que me entrego a esa labor. Ahora no son quince sino algo más, como unas veinticinco”. Y a continuación legitimaba su acción con una alusión erudita: “No has de olvidar que el filósofo y teólogo danés Søren Kierkegaard decía que la esencia de la existencia humana es la repetición”63. Nieto era un anormal muy normal, un enfermo aliviado; un patógeno apaciguado, racional y consciente. No se molestaba cuando se aludía a sus “rarezas”; las tomaba como una chanza para conferirles un clima inocente.
49No cabe duda de que Nieto estaba enfermo y que un psiquiatra, un “loquero” como se los llamaba en la Costa, hubiera sido una buena guía, si no para él, por lo menos para los que lo rodeaban. El mismo Nieto parece haber tenido conocimiento de su nuevo estado. Por aquellos días volvió con ahínco sobre sus lecturas de medicina psicosomática iniciadas en Buenos Aires con el doctor Arnaldo Rascovsky, quien además le había donado una copia de su abultada Patología psicosomática, un libro colectivo de la Asociación Psicoanalítica Argentina que estudiaba los trastornos orgánicos provenientes de tensiones psicológicas. En sus páginas aprendió que el organismo era algo más que la suma de sus partes; era una totalidad que incluía aspectos biológicos y dimensiones psicológicas y culturales. La tensión arterial, las gripas y el asma bronquial, tan familiares en la humanidad de Nieto, eran con frecuencia manifestaciones psicopatológicas64.
50Sus lecturas psicosomáticas lo llevaron, igualmente, a vincular los estudios médicos con la filosofía, y aquí las obras de su contemporáneo el psiquiatra español J. J. López Ibor (1908-1991) constituyeron la mejor guía. En uno de sus libros encontró un orientador registro de las corrientes del pensamiento psiquiátrico y sus relaciones con la fenomenología husserliana y la analítica de la existencia de Heidegger65. López Ibor le sugirió que el ente que se enferma no es el cuerpo, sino el hombre, un individuo particular que acude al médico y manifiesta sus perturbaciones. A partir de este acento subjetivo surge el diagnóstico y los esfuerzos por curar las dolencias del enfermo mental, un portador de conflictos espirituales que lastiman su organismo. Estos conflictos tienen asiento en las características existencia-les del ser humano, hecho que conecta la labor terapéutica con la reflexión filosófica emprendida por los existencialistas. Nieto era muy sensible a los enfoques de este tipo. Sabía que el fallecer y el padecer son fenómenos de la vida, formas de “estar en el mundo”. En un pasaje de Ser y tiempo había encontrado una reflexión de gran interés para la medicina: “¿tendrán que concebirse hasta la enfermedad y la muerte en general –también bajo el punto de vista médico– primariamente como fenómenos existenciarios?”66. Y este fue el rumbo que tomó López Ibor en su práctica médica. Sin descuidar los daños orgánicos de la enfermedad y las contribuciones de la investigación biológica a la terapéutica, cultivó una psiquiatría atendiendo la interpretación antropológica existencial de la psicosis. Era consciente de que había que dejar hablar al psicótico para comprenderlo. Era el dueño de su “problema”, lo conceptualiza y, al expresarlo, lo convierte en el dato inicial para su eventual cura o alivio. El paciente es quien percibe y padece; quien tiene la “vivencia” del dolor y puede, cuando desea, comunicarla a otros.
51Pero fue realmente Viktor Frankl, otro contemporáneo, quien más lo sedujo. Cuando su libro sobre la cura de almas, traducido al español como Psicoanálisis y existencialismo, cayó a sus manos, ya no se pudo desprender de sus páginas. Sus capítulos, redactados en una prosa fluida, clara y persuasiva que llevaba al lector a su objetivo sin brusquedades, exponía la logoterapia, un método para tratar pacientes desamparados, aquéllos que han perdido el propósito de su existencia. Logo, un vocablo griego de muchas acepciones, anunciaba sentido y terapia cura de individuos carentes de miras en sus vidas. Frankl, un sobreviviente de los campos de concentración nazi, donde murieron sus padres, su hermano y su esposa, conocía de primera mano el desespero que se traduce en apatía cuando se cree que ya no hay nada valioso en este mundo. A su técnica la llamó “búsqueda de sentido”, rescate de los fundamentos de la supervivencia. De allí que fuera muy dado a preguntarle a sus pacientes más reacios: “¿por qué no te suicidas?” La respuesta era el primer paso de la terapia. El vacío existencial de sus dolientes lo llevó a la filosofía, al Dasein heideggeriano. Quien pierde la noción de estar-en-el mundo, de los vínculos y responsabilidades con los demás, se entrega fácilmente al reino de la nada.
52Nieto consideraba la logoterapia una aplicación del existencialismo a los problemas de la salud mental. En su confrontación con Blanco lo había citado como discípulo y seguidor creativo de Heidegger y a sus amigos les recomendaba el libro de Frankl como un resultado práctico y útil de la reflexión más llana, pura y abstracta de la filosofía. A finales de 1955 le escribió a Naranjo Villegas: “He estudiado muchas obras de medicina psicosomática y aún deseo escribir un ensayo en torno al existencialismo y esa medicina”67. Jamás lo escribió, pero fue el registro de un creciente interés por un tema clave en la psiquiatría de su tiempo.
53El suicidio no era un hecho extraño para Nieto. Durante su estadía brasileña conoció la ciudad veraniega de Petrópolis, donde se suicidaron Stefan Zweig y su esposa en febrero de 1942. Exiliado, lejos de su querida Europa, de su idioma y de su cultura, el escritor austríaco dejó una Declaragao: “después de los sesenta se requieren fuerzas especiales para empezar de nuevo. Y las mías están agotadas después de tantos años de andar sin patria. De esta manera considero lo mejor, concluir a tiempo y con integridad una vida, cuya mayor alegría era el trabajo espiritual, y cuyo más preciado bien en esta tierra era la libertad personal”. Recién salido de Buenos Aires, se enteró del pistoletazo de Juan Duarte, el hermano menor de Eva Perón, un badulaque que alcanzó a ser secretario personal de Perón y que después fuera tachado de corrupto, frívolo y derrochador. “Nos causó profunda impresión el suicidio del señor Juan Duarte”, le escribió a un contertulio de Buenos Aires68. Y ya en Barranquilla le llegó la noticia del suicidio de Getulio Vargas, cuatro veces presidente del Brasil: “Me conmovió profundamente el trágico final del gran Getulio. ¡Qué imprevisible es la existencia humana! Quién iba a pensar que un caudillo tan sagaz y ducho en las lides de la política decidiera eliminarse”69. Se alojó una bala en el corazón en la noche del 24 de agosto de 1954 y dejó una carta. No quiso morir inédito. En sus pliegos señalaba que abandonaba la vida para tomar el camino de la eternidad y entrar, de manera definitiva, en la historia.
54Pero había dos casos más cercanos a su corazón que lo afectaron por varios meses: la desaparición de su amigo el penalista Carlos Lozano y Lozano y la muerte del traductor de Dilthey y de Dewey, el español Eugenio Ímaz. El primero se arrojó al tren en febrero de 1952 cerca de la estación bogotana de Usaquén y el segundo “no soportó la marcha de la historia” y se quitó la vida en un hotel del puerto mexicano de Veracruz en enero de 1951. Cuando supo del trance de Lozano y Lozano manifestó: si un psiquiatra de Bogotá lo hubiera tratado con la “logoterapia de base espiritual, creo que habría desistido del suicidio”. Lo mismo pensaba del laborioso Ímaz. Si hubiera tenido la oportunidad de acercarse a los procedimientos del doctor Frankl, habría encontrado, tal vez, “el sentido de su existencia personal destruido en virtud de la depresión que lo angustiaba”70.
55Todos ellos afrontaron sus razones para la gran decisión, aunque no siempre se sepa, de hecho, por qué cortaron abruptamente sus días. Es claro que padecían angustias difíciles de evaluar por el observador externo en situaciones de paz interior. Se sabe sin embargo que “nadie dejaría la vida mientras valiera la pena conservarla”, recordó Hume en su reposado ensayo sobre el suicidio71.
56Las tensiones con el medio barranquillero se hicieron más fuertes a finales de 1955 y principios de 1956. De nuevo el fastidio y el aburrimiento sellaron su vida cotidiana. La casa de su madre, el Tribunal y la caminata entre una y otro llenaron su existencia. Se quejó de que sus amigos de Buenos Aires ya no le escribían y que algunas cartas no le llegaban. Y así fue. En noviembre de 1954 un reportero de El Espectador, Gabriel García Márquez, encontró en un rincón de la sección de rezagos de la oficina de correos de Bogotá “un paquete de revistas y boletines filosóficos para el abogado y sociólogo costeño doctor Luis Eduardo Nieto Arteta, actualmente en Barranquilla”72. A esto se unió el sentimiento de retraso filosófico y falta de contacto con las discusiones más recientes. Una extensa misiva de Danilo Cruz Vélez a Betancur de marzo de 1955, que Nieto conoció, acrecentó su sensación de ostracismo73. En ella señalaba que la filosofía en la que se habían formado siguiendo las traducciones de la Revista de Occidente de Ortega y Gasset, era cosa superada. El entusiasmo por Husserl, Scheler y Hartmann había quedado atrás y sus obras no despertaban mayor interés entre los jóvenes estudiosos. “La fenomenología ha dejado de ser una fuerza viva; pertenece al pasado y allí tiene su grandeza”. Ahora se consideraba a Husserl un epígono tardío de la filosofía moderna que pedía un regreso “a las cosas mismas”, que en realidad significaba un llamado a alejarse del neokantismo, del psicologismo y de Dilthey. “Aquí en Friburgo me han contado sus discípulos que no conocía y que no le interesaba la historia de la filosofía. Había leído algo de Descartes y de Fichte y algunas cosas de la filosofía imperante en su juventud. Las pocas conferencias que dio sobre temas históricos fueron siempre malísimas”.
57Pero si esto era cierto, había que reconocer –continuaba Cruz Vélez-que Husserl era una gran figura en la historia de la filosofía. “No creo que lo mismo se pueda decir de Hartmann. Era un gran profesor de filosofía dueño de un saber inmenso. Pero nada más. Sus cosas sobre la historia de la filosofía son muy limpias y bien fundadas, muy científicas. En el trabajo propiamente filosófico se quedó en la etapa de la fenomenología que el viejo Husserl superó. En la etapa de la reducción eidética, de la cual debían resultar las ontologías regionales según Husserl. Aquí se quedaron todos los fenomenólogos. Cuando Husserl llegó a Friburgo y llevó a cabo la reducción trascendental lo tacharon todos de idealista y lo abandonaron”. Y respecto de Scheler no se quedaba atrás:
En cuando a Scheler, la opinión general aquí es que era una cabeza genial. Pero aquí la palabra genial no tiene el mismo sentido que entre nosotros. Claro que quiere expresar una alabanza. Pero en ella suenan también en una forma apagada otras palabras: desorden, ligereza. Claro que también genialidad en el sentido que le damos nosotros. Pero, a pesar de todo, su papel actualmente en la filosofía es muy secundario. La filosofía de los valores se ha reducido a la pedagogía, donde sólo tiene una significación práctica. En una palabra, aquí en la filosofía no habla nadie de los valores. Los valores se consideran como un invento del siglo xix, como el producto de una crisis terrible de la filosofía en que a ésta no le quedaba nada en las manos y en que para salvarse tuvo que echar mano de estos objetos misteriosos. Su antropología filosófica se considera como un ensayo brillante, donde recalienta ideas ya presentes en el idealismo alemán, pero que no significan una nueva etapa en la teoría del hombre.
58¿Qué se estudiaba en Alemania o al menos en la Friburgo de Cruz Vélez? Al discípulo de Husserl, a Heidegger, que había asumido su cátedra después de un largo silencio. Cruz Vélez asistió a sus clases y con ello los filósofos colombianos alcanzaron la plena contemporaneidad. Ya no había que esperar las traducciones para hacerse al mensaje europeo de vanguardia. No sólo se estudiaba filosofía en las universidades de mayor prestigio, sino que se escuchaba filosofía en el momento en que se la hacía y de boca de los pensadores que la ponían en marcha. Ahora se era más contemporáneo que cualquier publicación impresa del momento.
59Nieto estudió la carta de Cruz Vélez con atención y debió causarle una particular inquietud. Su mensaje ponía en cuestión sus lecturas y enfoques más queridos: las ontologías regionales, la superación de la reducción eidética y la fenomenología trascendental que tanto había criticado por idealista. A ello se sumaba el hecho de poner en un segundo plano a figuras que estimaba y a las que le había dedicado tanto tiempo. “Creo que Danilo está rindiendo demasiado tributo a Heidegger”, le escribió a Betancur74. Pero el hecho real era que desde la pueblerina Barranquilla veía cómo la mayoría de sus compañeros de generación comprometidos con el pensamiento moderno se encontraban en Europa aprendiendo idiomas, multiplicando sus experiencias formativas y afinando su educación filosófica en el país de sus ensueños metafísicos: Alemania. Jaime Jaramillo Uribe se encontraba en Hamburgo, la antigua universidad de Ernst Cassirer; Rafael Carrillo en la sabia Heidelberg después de haber pasado una temporada en Basilea escuchando a Jaspers, y Cruz Vélez en Friburgo, el ayuntamiento de la fenomenología, donde disertaban nombres como Wilhelm Szilasi, Eugen Fink, Karl Ulmer y el autor de Ser y tiempo. Entretanto Nieto se hallaba confinado en un tribunal de provincia interpretando códigos, zanjando querellas y engendrando edictos, sentencias y autos interlocutorios.
60La soledad y el aislamiento se concentraron y los resfriados, tan usuales en Bogotá, también se hicieron corrientes en Barranquilla. “Estoy muy aburrido en Barranquilla –le manifestó a su hija-. Es una ciudad de ambiente muy provinciano y rural. Aun cuando tiene cierto ambiente cosmopolita, hay en ella muchos colombianos de zonas rurales que traen a la ciudad sus hábitos provincianos, inclinados a las habladurías. [He estado] prolongadamente enfermo durante el mes de septiembre [y con bastante tos], especialmente cuando la humedad es mucha y ha llovido torrencialmente sobre la ciudad calurosa y caliginosa”75. Echaba de menos la familia. Su madre era una buena compañía, especialmente para las atenciones de la casa, pero la esposa y los hijos constituían la verdadera fuente de calor humano. Su madre era de otra generación y tenía su mundo en Barranquilla donde había vivido por más de medio siglo. Ya Durkheim lo había advertido premonitoriamente en El suicidio: el hombre es más frágil moralmente cuando se encuentra aislado y abandonado a sí mismo, que cuando experimenta a cada instante la beneficiosa disciplina del medio familiar76. Volvieron, además, las manías persecutorias y puertas y ventanas fueron cerradas, palpadas y revisadas durante la noche hasta el agotamiento. En los últimos meses se rumoró que había recibido amenazas por una sentencia, suceso que de ser cierto y no meras “habladurías” caribeñas, hubiera reforzado los temores y alucinaciones anteriores. “El hecho de que seas un paranoico no significa que no te anden persiguiendo” recordó en una ocasión el premio Nobel de economía Amartya Sen77.
61A Bogotá llegaron las noticias del estado de Nieto. Los amigos emprendieron gestiones para traerlo a la capital. A finales de 1955 se habló de su nombre para llenar la vacante del magistrado de la Corte Suprema de Justicia Néstor Pineda –abogado del Externado, tratadista, Ministro de Estado y antiguo gobernador del Departamento de Bolívar-. El mismo Pineda le manifestó que todos los magistrados de la sala de casación civil habían expresado el deseo de que fuera elegido. En la Corte se conocían sus laudos y se habían discutido algunas de sus decisiones. En una reunión, inclusive, los magistrados se dividieron en relación con un recurso que había negado en Barranquilla. “Oí comentarios muy elogiosos de tu providencia super-filosófica –le escribió su cuñado el jurista Francisco Tafur–. También me hablaron de alguna magnífica sentencia sobre filiación natural”78.
62Desde Bogotá Betancur lo animaba a que fuera más agresivo en la búsqueda de un puesto en la capital. Todos ayudarían pero él tenía que poner algo de su parte. Aquí “las cosas han cambiado algo. Vemos a jóvenes liberales en modestas pero dignas posiciones del Estado. ¿Por qué no lanzas una nueva embestida, a ver si algo se consigue? Cada vez que tengo oportunidad hablo de tu caso como algo insólito y más aún, vergonzoso. Pero yo no tengo ningún poder e influencia. Sin embargo, no pierdo las esperanzas de que en algún momento se me brindará la oportunidad para proponerte en alguna buena posición. Y más ilustres amigos tuyos estarán pensando en lo mismo”79. Se hicieron consultas en varias partes, pero las oportunidades se posponían y nada efectivo surgía en el horizonte. El dedicado Betancur volvió a escribirle el 26 de marzo de 1956, quince días antes del suceso: “Tus amigos no cancelamos las esperanzas de que pronto estés viviendo en Bogotá”80.
63Era claro que Nieto no podía vivir en Barranquilla; no soportaba la ciudad ni la gente y sus niveles de realidad eran cada vez más precarios. Lo asistía la sensación de derrota. Advertía enemigos por todas partes y temía que la suciedad del entorno pudiera malograr su salud. Una esquizofrenia gobernaba su mente, lo alejaba de los demás y lo conducía a la reclusión del hogar y de la frágil oficina del Tribunal. En palabras del doctor Frankl de Viena, su existencia estaba perdiendo sentido.
64Como de costumbre, Nieto se levantó muy temprano el martes 10 de abril de 1956. Era un día como cualquier otro. Hojeó un libro, caminó por el corredor de la casa y se fue al baño para emprender su laborioso aseo personal. Se afeitó. Pasó a la habitación, tomó el lazo de la hamaca, lo anudó en una de las vigas, la tanteó y se ahorcó. Entre tanto su madre preparaba el desayuno con la diligencia con que siempre lo había hecho desde que Lucho vivía con ella. Después de llamarlo varias veces a la mesa se acercó al cuarto y encontró el cuerpo todavía caliente de su hijo que se mecía lentamente. Con el temple que la caracterizaba, doña Herminia llamó a los vecinos y les dijo: “Miren lo que ha hecho Luis Eduardo”81.
65¡Había eludido la vejez! Murió a los cuarenta y dos años y diez meses de edad. Los amigos enmudecieron. Cinco meses después Cayetano Betancur le escribía a Jaramillo Uribe, todavía en Hamburgo. “Apreciado amigo: la impresión por la muerte de Nieto Arteta aún no se borra. Nadie puede explicar qué razones o motivos lo llevaron a esa tremenda determinación. Hay quienes hablan de su salud vencida que le hubiera producido un desequilibrio mental. Pero en todo caso todo aquello fue tan absurdo que no cabe explicarlo”82.
Notes de bas de page
1 Cartas a Emilio Grand, Bogotá, 22 de enero de 1953, y a Ambrosio Gioja y su esposa Elda Rorelli, Bogotá, i°– de enero de 1953.
2 Cartas a Camilo Villegas Angel, Bogotá, 15 de marzo de 1953 y al padre Ismael Quiles del 28 de enero de 1953 y del 14 de diciembre del mismo año.
3 El tema pedagógico era de especial interés para Betancur, quien ya le había dedicado una serie de ensayos, compilados años después bajo el título de “Paideia” en Cayetano Betancur, Filósofos y filosofías (Bogotá, 1969), pp. 225-295. Al final de su vida redactó inclusive una fugaz “instrucción cívica”, La vida del derecho: manual del ciudadano (Bogotá, 1974).
4 Cartas a Cayetano Betancur, Buenos Aires, 14 de abril, y Buenos Aires, 31 de mayo de 1951.
5 Carta de Cayetano Betancur, Bogotá, 19 de mayo de 1951.
6 El primer número apareció con el solitario título Ideas, pero como el nombre ya estaba registrado en una publicación anterior, Betancur, un lector de Scheler y de la antropología filosófica, optó por el sugestivo Ideas y Valores, y así quedó para la posteridad. Cabe recordar que en los años del Instituto de Filosofía circuló una Revista Colombiana de Filosofía que alcanzó cuatro números, auspiciada por la efímera Academia Colombiana de Filosofía. En ella Nieto publicó los primeros capítulos de Lógica y ontología.
7 Carta de Rafael Bernal Jiménez y Manuel José Forero, Bogotá, i°. enero de 1952.
8 Carta a Rafael Bernal Jiménez y a Manuel José Forero, Buenos Aires, 23 de febrero de 1952. El Instituto sugirió en varias ocasiones la creación de una revista, pero jamás alcanzó los recursos materiales e intelectuales para hacerla realidad. El primer número de la Revista Colombiana de Sociología saldría treinta años después, en 1979, como órgano del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional.
9 Fondo Universitario Nacional e Instituto Colombiano de Sociología, Ponencias, documentos y recomendaciones del primer seminario colombiano sobre la enseñanza de las ciencias sociales en el nivel universitario (Bogotá, 1957), pp. 180-181. Este volumen es una de las mejores fuentes para conocer el espíritu que animaba a los miembros del Instituto. Bernal Jiménez asistió al Congreso de Zúrich y junto con el venezolano Rafael Caldera, el peruano Roberto MacLean Estenós, el brasileño José Arthur Ríos, los ecuatorianos Luis Bossano y Ángel Modesto Paredes, los chilenos Astolfo Tapias Moore y Marcos Goycoolea Cortés y los argentinos Alfredo Poviña y Tecera del Franco, fundaron la Asociación Latinoamericana de Sociología. Ver Alejandro Blanco, “La Asociación Latinoamericana de Sociología: una historia de sus primeros congresos”, Sociologias, año vii, n.° 14, Porto Alegre, julio-diciembre de 2005, p. 23.
10 Ibid., p. 195. A este Primer Seminario asistió el legendario profesor de sociología de la Catholic University of America de Washington, el sacerdote Paul Hanly Furfey (1896-1992), impulsor de una “metasociología”. En su ponencia las emprendió contra Comte y sus seguidores norteamericanos Edward B. Reuter, Luther L. Bernard y George Lundberg, defensores todos ellos de la sociología libre de valores, postura que no consideraba “ni conveniente ni práctica”. Hasta el momento –apuntó– no he visto el primer “libro de problemas sociales que permanezca indiferente ante el punto de si el crimen es deseable o no”. En su retórica, en sus deseos de mejorar el mundo, el padre Furfey confundía el proceso de conocimiento con las eventuales aplicaciones al bienestar que pudieran desprenderse de la investigación social. Para llenar este vacío proponía una ciencia social metasociológica, es decir, una sociología donde todo investigador fuera más allá de la sociología e hiciera explícitas las suposiciones (los valores) que orientaban sus trabajos. Con esta estrategia esperaba alcanzar una buena sociología. P. H. Furfey, “El concepto católico de las ciencias sociales en las universidades de los Estados Unidos”, publicado en las citadas Ponencias, documentos y recomendaciones del primer seminario colombiano sobre la enseñanza de las ciencias sociales en el nivel universitario (Bogotá, 1957), pp. 139-144.
El criticado George Lundberg era conocido en América Latina por la traducción de su texto de metodología, Técnica de la investigación social (México, 1949). Nieto, siempre atento a todo lo que provenía del Fondo de Cultura Económica, debió hojearlo con asombro por el áspero empirismo que gobernaba sus páginas (casi un manual de estadística). Algo similar debió suceder con otro título salido de las canteras del Fondo, la inteligente Sociología experimental: estudio de métodos del sociólogo de origen transilvano Ernest Greenwood (México, 1951), originalmente una tesis de doctorado en la Universidad de Columbia que llevaba una introducción de Paul F. Lazarsfeld, a quien citaba con fervorosos aplausos en varios capítulos. Nieto la compró en Buenos Aires y ya tenía en su biblioteca la Causación social (México, 1949) de Robert MacIver, profesor de Greenwood en Columbia. Mientras que MacIver exponía la teoría general del ¿por qué?, la pregunta causal por excelencia, su alumno examinaba la causalidad en su nicho ideal, el experimento, es decir, la verificación de la fuente de los procesos en situaciones controladas. Todo esto, sin embargo, era causalismo ramplón para Nieto, embebido por aquellos días en la esfera cualitativa de la comprensión “de lo vivido”. Nieto conocía, igualmente, el libro temprano de MacIver, Comunidad, una novedosa introducción a la sociología, que el sociólogo norteamericano de origen escocés definía como una “ciencia real, si bien en su infancia”. En su copia Nieto subrayó un sugestivo pasaje “positivista”: “La prueba primaria de la posibilidad de una ciencia de la sociedad, debe ser una definición utilizable del hecho social”. Robert MacIver, Comunidad (Buenos Aires, 1944), pp. 16 y 21. Años más tarde Greenwood se interesó por América Latina, aprendió español y dictó un curso de metodología en la Universidad de Chile que dio lugar a su orientadora Metodología de la investigación social (Buenos Aires, 1973).
11 Rafael Bernal Jiménez, Dinámica del cambio social (Tunja, 1970), vol. ii, pp. 683-684.
12 Carta a Gonzalo Vargas Rubiano, Buenos Aires, 18 de mayo de 1952. Como se sabe, Nieto ya había reflexionado sobre la categoría de revolución al examinar la obra de Carlos Cossio, autor de un libro sobre El concepto puro de revolución (Buenos Aires, 1936).
13 Carta a Gonzalo Vargas Rubiano, Buenos Aires 30 de septiembre de 1951. Las ideas del discurso eran un desarrollo de los planteamientos consignados en su opúsculo sobre el café en la sociedad colombiana y en su ensayo “Desarrollo histórico de la cultura colombiana” redactado en 1950 para una revista alemana de Stuttgart, del cual no hay noticias de que fuera publicado. (El texto apareció póstumamente en L. E. Nieto Arteta, Ensayos históricos y sociológicos, Bogotá, 1978, pp. 229-238). En este último sostuvo que la sociología colombiana nació junto a los profundos cambios de 1850, esto es, con la desaparición definitiva del mundo colonial y las primeras manifestaciones del capitalismo y del modo de vida burgués. Sus creadores fueron hombres como Salvador Camacho Roldán, Aníbal Galindo y los hermanos José María y Miguel Samper, pensadores que, a su juicio, expresaron la extinción de la economía española en América. Pero cuando estos cambios se atenuaron a finales del siglo xix, “la sociología colombiana se extingue lentamente”. Esta última afirmación era sorprendente cuando se la ve a la luz de la tesis de que la Regeneración fue una verdadera revolución, la “sustitución de una concepción del mundo y de la vida por otra distinta”. Si esto fuera así debió expresarse en una vigorosa sociología que mostrara la magnitud de las transformaciones promovidas por el movimiento “regenerativo” de Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro.
14 Carta a Cayetano Betancur, Buenos Aires 30 de septiembre de 1951.
15 Carta a Gonzalo Vargas Rubiano, Buenos Aires 30 de septiembre de 1951.
16 Juan Francisco Marsal, La sociología en la Argentina (Buenos Aires, 1963), p. 178. Para mayor información sobre el papel de Germani en la renovación de la sociología argentina, ver Ana A. Germani, Gino Germani, del antifascismo a la sociología (Buenos Aires, 2004), passim y Alejandro Blanco, Razón y modernidad: Gino Germani y la sociología en la Argentina (Buenos Aires, 2009), caps. 6 y 7.
17 Publicadas en Boletín del Instituto de Sociología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, n.° 6, 1952, pp. 87-118. Reproducidas en Gino Germani: la renovación intelectual de la sociología (Buenos Aires, 2004), pp. 87-105.
18 Gino Germani: la renovación intelectual de la sociología (Buenos Aires, 2004), p. 104. El texto clásico de la querella de la comprensión en sociología se debe al sociólogo norteamericano de origen polaco Theodore Abel, “The Operation Called Verstehen”, The American Journal of Sociology, vol. liv, n.° 3, 1948, pp. 211-218, que Germani, en la frontera de la sociología de su tiempo, citó en una de las ponencias del Congreso. Para Abel la “comprensión” era la meta de todas las ciencias, pero no el método que explica científicamente la conducta humana.
19 Hans Reichenbach La filosofía científica (México, 1953), p. 21. Nieto tenía noticia del ensayo monográfico del período alemán de Reichenbach, Objetivos y métodos del conocimiento físico de 1929, traducido por Imaz para El Colegio de México en 1945 con prólogo de J. D. García Bacca.
20 Morris R. Cohen, Introducción a la lógica (México, 1952), pp. 204-205. No tubo oportunidad de aprovecharse, sin embargo, de su más completo y abarcador libro Razón y naturaleza: un ensayo sobre el significado del método científico (Buenos Aires, 1956), que llevaba un prólogo de Germani donde reiteraba la meta de una sociología científica.
21 Carta a José A. Osorio Lizarazo, Bogotá, 19 de febrero de 1953.
22 Carta a Camilo Villegas Angel, Bogotá, 15 de marzo de 1953.
23 Carta a Carlos Capello, Bogotá, 19 de abril de 1953.
24 Carta a Cayetano Betancur, Buenos Aires 30 de septiembre de 1951
25 Carta de Cayetano Betancur, Bogotá, 2 de noviembre de 1951.
26 Carta a Alfredo Trendall, Barranquilla, 16 de octubre de 1955.
27 Carta a Alfonso Mora Naranjo, Bogotá, 4 de octubre de 1953.
28 Abel Naranjo Villegas et al., José Ortega y Gasset en Colombia (Bogotá, 1956).
29 Citado por James D. Henderson en La modernización en Colombia (Medellín, 2006), p. 533.
30 Cartas a Haydeé de Rivas, Barranquilla, 28 de julio de 1953, a Héctor Freda y a Alberto Puig Arosemena, Barranquilla, 26 de junio de 1953.
31 Cartas a Julio Ortega Otalora, Bogotá, 14 de diciembre de 1953.
32 Carta a Juan David García Bacca, Bogotá, 21 de octubre de 1953.
33 Martin Heidegger, El ser y el tiempo (México, 1951), p. xv.
34 Cartas a Juan Manuel Bargalló Cirio, Barranquilla, 25 de abril de 1954 y a Alfonso Patino Roselli, Barranquilla, io de junio de 1954. Bargalló Cirio, uno de los amigos más cercanos de Nieto en Buenos Aires, fue profesor particular de Eva Perón, docente de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y autor de varios trabajos de filosofía del derecho.
35 Carta a Alfonso Patino Rosselli, Barranquilla, 10 de junio de 1954.
36 Carta de Gonzalo Vargas Rubiano, Bogotá, 30 de abril de 1954. El Diario Jurídico, dirigido inicialmente por el payanés Miguel Antonio Constaín con la ayuda de eminentes juristas –Alberto Zuleta Angel, Jorge E. Gutiérrez Anzola, Adan Arriaga Andrade y Álvaro Leal Morales–, inauguró sus planas en enero de 1953 y las cerró 20 años después, en febrero de 1973 (en el número 1.100). Como su nombre lo indica, ofrecía información de gran utilidad –leyes, decretos, reglamentos, ponencias, resoluciones, sentencias, etc.– para abogados, políticos, empresarios, funcionarios públicos y profesores y estudiantes de derecho. En la edición del 4 de septiembre de 1954 se publicó, por ejemplo, una providencia del magistrado Nieto Arteta sobre “Las atribuciones y deberes de los albaceas”. En los preámbulos se argumentaba que “la comprensión de las normas jurídicas está sujeta a las ‘leyes’ de la lógica formal y trascendental”. Más de un abogado debió sorprenderse con este vocabulario y, apurados, debieron pasar las páginas de la providencia en pos de la parte resolutiva que aclaraba los trámites que deberían seguir los albaceas.
37 Carta a Cayetano Betancur, Barranquilla, 19 de mayo de 1954.
38 Carta a Francisco Tafur Morales, Barranquilla, 19 de mayo de 1954. “El gran Mújica” (1895?), un reconocido civilista, que aparece aquí como apoderado de una de las partes, era un viejo militante del partido comunista y antiguo magistrado de la Corte Suprema de Justicia. Amigo de Nieto, había integrado su jurado de tesis en 1938.
39 Cartas a Elda de Gioja, Bogotá, 30 de agosto de 1953 y a Ismael Quiles, Barranquilla, 23 de mayo de 1954.
40 Carta a Cayetano Betancur, Barranquilla, 19 de septiembre de 1954. El autor del presente trabajo entrevistó a Blanco en su “fortaleza” en 1979, próximo a cumplir los 90 años de edad, para hablar de sus trabajos y de su amistad con Nieto y los filósofos colombianos de los años cincuenta: Danilo Cruz Vélez, Rafael Carrillo, Abel Naranjo Villegas, Cayetano Betancur y Luis López de Mesa. Tenía una predilección por este último, su compañero de generación, con el que había sostenido un largo intercambio epistolar reunido un año después de su muerte en J. E. Blanco y L. López de Mesa, Correspondencia filosófica: 1917-1966 (Barranquilla, 1987). Por la época de la entrevista trabajaba en los temas planteados en su obra de título amedrentador: Nea-Apo-Kalypsis (nova-abs-profundis), libro de revelaciones por razonamientos sobre sueños, pesadillas, ensueños y vigilias atinentes al dolor y al placer, el mal y el bien (Barranquilla, 1974). El volumen fue escrito para su recreación personal –“la rareza del título y del subtítulo dan pruebas de esa verdad”, escribió en la solapa–, pero al final decidió sacarlo a la luz pública en homenaje al amigo desaparecido que leyó los originales y que tanto estimuló su escritura: Luis López de Mesa (1884-1967). Sacó quinientos ejemplares para su venta en las librerías-papelerías de Barranquilla y para obsequio a los allegados y a los pocos forasteros que se acercaban, y eran tolerados, en la “fortaleza”. En calidad de visitante interesado en su obra, el autor recibió durante la entrevista un ejemplar de Nea-Apo-Kalypsis ataviado con una cálida inscripción: “Para mi apreciado amigo Gonzalo Catano”. Nea-Apo-Kalypsis, nueva revelación, porta un aire nietzscheano de caos y desconcierto temático tejido por la asociación libre. En sus capítulos se habla de muchas cosas y se aclaran pocas. Su prosa no parece tener descanso y el apuro de frases interminables encadenadas en pesados párrafos que se toman varias páginas, se asemeja a un huracán que arrastra consigo todo lo que encuentra a su paso. Su contenido es lo más parecido al desarrollo de una ética, esto es, a la prédica del buen vivir de los pensadores clásicos. Para legitimar su papel de mensajero de una nueva vida, le recordó a los hipotéticos lectores de las 400 densas páginas de Nea-Apo-Kalypsis un dictamen de Averroes: “Necesario es que siempre en alguna parte exista algún filósofo”. Blanco, el legendario pensador del Atlántico llenaba, por el momento, esta necesidad.
41 Carta a Cayetano Betancur, Barranquilla, 19 de septiembre de 1954.
42 Carta de Julio E. Blanco, Barranquilla, noviembre 18 de 1953.
43 L. E. Nieto Arteta, “Heidegger, el existencialismo y la cultura contemporánea”, El Heraldo, Barranquilla, 22 de mayo de 1954, p. 6 [carta a Julio E. Blanco],
44 Ibid. (Se han agregado las itálicas).
45 Blanco no estaba muy descaminado al criticar la jerigonza heideggeriana de traductores y exégetas. La nueva versión de Ser y tiempo, a cargo del chileno Jorge Eduardo Ribera, expulsó el “ser ahí” y optó por el uso indiscriminado del Dasein hasta castellanizarlo en la mente del lector. En el prólogo a su traducción, la más autorizada en la actualidad, señaló que “el texto de José Gaos es difícilmente utilizable por personas que carezcan del conocimiento de la lengua alemana. Hay en él frases de tal modo enredadas e indescifrables, que vuelven enormemente dificultosa la comprensión de un texto ya de suyo difícil de entender”. Martín Heidegger, Ser y tiempo (Santiago de Chile, 1998), p. 7.
46 Carta de Gonzalo Vargas Rubiano, Bogotá, 30 de abril de 1954.
47 Carta a Cayetano Betancur, Barranquilla, 19 de septiembre de 1954.
48 “Respuesta de Nieto Arteta al homenaje ofrecido por los intelectuales barranquilleros”, El Heraldo, Barranquilla, 2 de junio de 1954.
49 Ibid.
50 Ibid.
51 Carta a Jaime Jaramillo Uribe, Barranquilla, 19 de noviembre de 1954.
52 Carta a Cayetano Betancur, Barranquilla, 6 de marzo de 1955.
53 Carta a Alfredo Egusquiza, Barranquilla, 19 de junio de 1955.
54 Cartas a Carlos Uribe Echeverri, Barranquilla, 2 de agosto de 1953 y a Elda de Gioja, Bogotá, 30 de agosto de 1953.
55 Cartas a Camilo ¿ ?, Barranquilla, 19 de junio de 1955 y a Rafael Martínez Sarmiento, Barranquilla, 9 de octubre de 1955.
56 Carta a Alfredo Trendall, Barranquilla, 9 de octubre de 1955.
57 Carta a Cayetano Betancur, Barranquilla, 10 de diciembre de 1955.
58 Gerald Martin, Gabriel García Márquez: una vida (Bogotá, 2009), p. 165.
59 Carta a Cayetano Betancur, Barranquilla, 19 de mayo de 1954.
60 Carta de Herminia Arteta a su nieta Claudia, Barranquilla, 17 de junio de 1955.
61 Carta a su hija Claudia, Barranquilla, 29 de junio de 1955.
62 Carta de Tomás Nieto a su hermano Luis Eduardo, Magangué, 28 de junio de 1955.
63 Carta de Nieto a su hermano Tomás Emilio, Barranquilla, 31 de julio de 1955.
64 Arnaldo Rascovsky (comp.), Patología psicosomàtica (Buenos Aires, 1948).
65 Juan J. López Ibor, Los problemas de las enfermedades mentales (Barcelona, 1949), pp. 1-31.
66 Martin Heidegger, El ser y el tiempo (México, 1951), p. 284.
67 Carta a Abel Naranjo Villegas, Barranquilla, 16 de octubre de 1955.
68 Carta a Mario V. González, Bogotá, 19 de abril de 1953.
69 Carta a Octavio Archiva M., Barranquilla, 12 de septiembre de 1954.
70 Cartas a Víctor L. Urquidi, Buenos Aires, 23 de diciembre de 1951; a Julián Calvo, Buenos Aires, 13 de enero de 1952, y a Gonzalo Vargas Rubiano, Buenos Aires, 25 de marzo de 1952.
71 David Hume, Ensayos morales, políticos y literarios (Madrid, 2011), p. 501.
72 Gabriel García Márquez, Obra periodística (Barcelona, 1982), vol. ii, p. 359.
73 Carta de Danilo Cruz Vélez a Cayetano Betancur, Friburgo, 22 de marzo de 1955.
74 Carta a Cayetano Betancur, Barranquilla, 1o de diciembre de 1955.
75 Cartas a su hija Claudia, Barranquilla, 6 de marzo y 2 de octubre de 1955.
76 Emilio Durkheim, El suicidio (Madrid, 1928), p. 395.
77 Citado por Francisco Valdés Ugalde en su nota introductoria al ensayo de A. Sen, “Tagore y la India”, Fractal, año iii, n.° 10, julio-septiembre, 1998, p. 121.
78 Carta de Francisco Tafur Morales, Bogotá, junio de 1955.
79 Carta de Cayetano Betancur, Bogotá, 16 de junio de 1955.
80 Carta de Cayetano Betancur, Bogotá, marzo 24 de 1956.
81 Entrevista con Tomás Nieto Arteta, noviembre de 1975.
82 Carta de Cayetano Betancur a Jaime Jaramillo Uribe, Bogotá, 17 de septiembre de 1956.
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