XII. Crítica política y debates filosóficos
p. 411-438
Texte intégral
EL BOGOTAZO
1Durante la estadía de Nieto en Brasil, veinte meses, la situación política de Colombia cambió considerablemente. El hecho más significativo fue el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en Bogotá, al que le siguió un alzamiento popular que terminó con la destrucción del centro de la ciudad. El movimiento se extendió por un centenar de cabeceras municipales y la violencia rural se tomó pueblos y aldeas enteras. En los días del Bogotazo los funcionarios de la embajada en Río de Janeiro no se despegaron del teléfono y de las páginas de la prensa local e internacional. Recibían cartas, telegramas y notas de los compatriotas residentes en el Brasil pidiendo información sobre el desarrollo de los acontecimientos. “El viernes nueve de abril en que empezaron los disturbios –le escribió Nieto a su madre– todos los funcionarios de la Embajada estuvimos en las oficinas de la United Press hasta las tres de la madrugada leyendo noticias”1. Era una zozobra muy parecida a la que había tenido en Madrid durante los angustiosos días del asedio de Franco a la capital española.
2Nieto recibió numerosas misivas sobre los acontecimientos con diversas interpretaciones de los hechos. “El nueve de abril es una fecha que ha partido en dos la existencia nacional contemporánea”, le anunció desde Bogotá un joven e influyente funcionario de la Cancillería2. La ciudad –continuó el oficial– ha quedado desolada y las clases medias y altas, presas del “gran miedo”, recuerdan con nostalgia los días bajo los cuales “era posible hacer cosas que hoy parecen utópicas: concurrir al café, pasear despreocupadamente por las calles, ir a misa, poner un negocio, salir de compras, ir al teatro”. Y agregó que los bogotanos veían el pasado inmediato con la postración con que Stefan Zweig había evocado en El mundo de ayer la vida europea de los años anteriores a la Primera Guerra Mundial. “Como resultado de las criminales jornadas que acaban de pasar, que tienen el significado de una catástrofe moral, ha sobrevenido una absoluta crisis de confianza, una aguda quiebra del sentimiento de seguridad, que está transformando hondamente los viejos modos de pensar y los tradicionales hábitos de vida. Todo el mundo ve francotiradores en los tejados, en las torres, en las azoteas y teme que a la vuelta de la esquina le hagan picadillo algunos gaitanistas de caras patibularias”. A la turba que se tomó las calles “nada le importaron el liberalismo ni el conservatismo. Sólo le interesó robar sin medida, asesinar incansablemente a los burgueses, incendiar el comercio, etc... La muerte de Gaitán no produjo propiamente exaltación política, sino una pavorosa explosión del conjunto de pasiones antisociales hasta ahora contenidas. La turba intuyó, muy acertadamente, que cualquier cambio gubernamental sólo contribuiría al dominio de una nueva oligarquía, y prefirió apoderarse de algo para ella más real y concreto que el gobierno: un aparato de radio, un buen traje, abundante comida. Cien mil bogotanos se hartaron de robar. Del comercio capitalino no quedó nada”. Gaitán –concluyó– “ha sido en nuestra historia la máxima expresión del resentimiento social y económico. Sólo marginalmente representó aspiraciones puramente políticas. Encarnó, ante todo, hondísimas pasiones de clase”.
3El funcionario no olvidó registrar los intentos por organizar a los insurgentes. “Los líderes populares –conocidos de Nieto– constituyeron una Junta Revolucionaria de Gobierno compuesta por Gerardo Molina, Adán Arriaga Andrade, Jorge Zalamea, Carlos Restrepo Piedrahita y Rómulo Guzmán [director del radio-periódico Últimas Noticias], la cual fue incapaz de enrumbar políticamente el movimiento, no por ineptitud de sus miembros, sino porque la turba no le ponía bolas a nada que no fuera botín personal concreto. Hay que convenir, sin embargo, que algunos miembros de la Junta –Molina no– fueron los grandes instigadores al crimen y son los supremos responsables de la catástrofe que arroja un saldo de cerca de dos mil muertos y quinientos millones de pesos en pérdidas. Carlos H. Pareja, Rómulo Guzmán y otros llamaron ferozmente desde la radio a la masacre, al incendio y al saqueo”.
4Nieto no podía quedarse en silencio. Conocía a Gaitán y siempre sospechó de sus objetivos, de sus seguidores y de la fragilidad de su movimiento. Movía las masas para contenerlas, y en provecho propio. “El postulado de Gaitán, ’a la carga’ se ha cumplido con aterradora plenitud óntica –escribió– Fue la anarquía, el desorden, el caos. Gaitán no podía producir otra realidad histórica distinta. Si hubiera llegado a la Presidencia de la República los hechos habrían sido análogos. Los obreros de mentalidad anarquista, como él mismo, lo habrían arrollado. No habría terminado su período constitucional. Fue un político negativo. No fue creador. En él, como en Gabriel Turbay y en Laureano Gómez, predominó el odio. Los tres han sido destructores”3.
5Con igual fuerza le respondió a Patiño Rosselli:
Los hechos ocurridos permiten plantear con objetividad el problema de Colombia, el problema de Colombia como destino y misión. Ser colombiano es tener una labor que cumplir, una tarea que realizar, un destino que crear. La vida, como dice Dilthey, es una trama de azar, destino y carácter.
¿Qué condiciones produjeron esos acontecimientos?, ¿qué está ocurriendo con el alma colombiana?, ¿qué modificaciones sufre?, ¿cuáles son las perspectivas que se ofrecen? Había una tremenda carestía de la vida, agravada durante la Conferencia Internacional Americana por la incontrolada especulación que ella había suscitado [se rumoraba que los suntuosos preparativos de la reunión habían aumentado el costo de vida en la capital]... Además, Gaitán había creado un movimiento que empezaba y terminaba con él. Gaitán era el gaitanismo. Éste se había desarrollado vigorosamente debido a la carestía, al hambre. Mas los hombres y mujeres que seguían a Gaitán con un fervor insuperable, que se emocionaban con sus discursos vacíos y sin sentido, habían simbolizado en el jefe asesinado sus aspiraciones, sus esperanzas. El gaitanismo no tenía un programa y, especialmente, vivía y se desarrollaba por Gaitán... Eliminado Gaitán el gaitanismo tenía que evaporarse, pero como las masas habían puesto en él, no en el movimiento, ni mucho menos en el programa (que no existía) todas sus esperanzas, muerto Gaitán se desesperarían, se sentirían poseídas por un acceso de locura furiosa. Unas masas a las cuales no se les ha querido formar una poderosa y clara conciencia política, un pueblo de bajísimo nivel político, tenía inexorablemente que lanzarse a la destrucción, al caos, al saqueo. El hambre produce la tendencia al saqueo, al robo.
Como usted muy bien lo advierte, no le interesaba a los obreros y obreras de Bogotá un posible cambio de régimen (¿para qué si no era posible una transformación fundamental?), sino aplacar el hambre con procedimientos violentos. Gaitán, un político de indiscutible negatividad (Colombia nunca supo a ciencia cierta cuáles eran las posiciones que el dirigente asesinado adoptaba ante los problemas fundamentales de la nación), tenía que ocasionar, al ser eliminado violentamente, un movimiento también negativo. El caos, la destrucción física, son la negación.
Gaitán solía decir, equivocadamente, que el pueblo es superior a sus dirigentes. Al contrario, los dirigentes son superiores al pueblo. Éste es bárbaro, violento, primitivo, salvaje. Los dirigentes son cultos, suaves, dialogan con los adversarios, rechazan el asesinato político horrorizados. Ahora bien, el gaitanismo había suscitado un raro fenómeno, pero explicable: el pueblo había abandonado a sus antiguos dirigentes. Éstos eran los oligarcas, pero las oligarquías, como ha mostrado la historia, son necesarias...
Hubo, por otra parte, la incitación al desorden, al robo, a incendiar. No se pensaba en una auténtica revolución. Ésta no se podía improvisar. Una revolución es algo muy complejo. No se puede dar silvestremente y en forma imprevista. Tal es el grave error de algunos amigos. Error, funesto error que le costó a Colombia una intensificación del desorden y del caos en esos momentos. No había ni condiciones internas ni circunstancias externas favorables al triunfo de una revolución de contenido social. Ellos actuaron como gente ingenua, utópica, romántica (en todo colombiano hay un romántico social dormido). Si hubieran sido fieles a las teorías que dicen profesar no habrían debido lanzarse a esa ridícula aventura4.
6Nieto pensaba que cuando las masas sublevadas repudian a sus antiguos capitanes, necesariamente improvisan y sufren a otros jefes. Toda muchedumbre requiere dirección y –en los casos de espontaneidad, urgencia y premura como el nueve de abril– los más atrevidos, los más violentos, los que sienten con mayor fuerza la opresión y el deseo de novedad, llenan los puestos de los conductores ayer naturales y ahora desdeñados. Y cuando todo esto falta, la multitud se confunde con un rebaño en estampida.
7En otra misiva igualmente airada amplió sus opiniones sobre el Bogotazo. Empleando un lenguaje tiznado de biologismo social y de realismo político no lejos del cinismo, le manifestó a otro colega de la Cancillería:
Te daré las impresiones que me han producido los hechos anormales ocurridos. Son muchas. Se ha comprobado que el pueblo colombiano es un pueblo bárbaro. Según informaciones que publicó El Tiempo y de acuerdo con las observaciones que hacía el mismo periódico, he creído que aún cuando el movimiento hubiera estado dirigido por algunos jefes comunistas, fue el auténtico pueblo de Bogotá (mujerucas de pañolones inmundos, limpiabotas, obreros de ruanas prehistóricas, hombres y mujeres sin oficio conocido, etc.) el que se entregó al saqueo y a la destrucción. Se embriagaron con las bebidas que robaron de los almacenes de rancho y en esas condiciones se vieron incitados a aumentar el desorden y la anarquía. Ese pueblo bogotano es bárbaro, salvaje. Es el chibcha primitivo y anarquista. Es el lumpen-proletariado, el hampa. Ya no podremos seguir declarando que el pueblo colombiano tiene una elevada cultura política. Ello es falso. Somos más salvajes que los hindúes. Ni el asesinato de Gandhi produjo tal conmoción en la India.
Innecesario hacer consideraciones sobre la vergüenza internacional que hemos sufrido. Yo casi he decidido encerrarme por unos dos meses, sin ir a ninguna reunión diplomática. Es la primera Conferencia Internacional Americana que se ve suspendida por un motín. Hemos adquirido una muy triste celebridad. Nunca jamás en Bogotá se reunirá ninguna otra conferencia internacional de gran importancia. Hemos quedado en peor situación que Honduras, Nicaragua, etc... La interpretación del movimiento como un plan comunista es la más favorable para Colombia. Así todo recae sobre el grupo vociferante de los pocos camaradas que hay en la nación. Yo he acentuado en conversaciones con amigos brasileños, esa interpretación. Creo que habrás hecho lo mismo5.
8A su hermano Tomás Emilio le escribió en términos semejantes. “El pueblo de la capital es un pueblo alcoholizado, embrutecido por la chicha y resentido. Vive en circunstancias muy poco aceptables. Es un pueblo triste, amargado. Comido por los piojos y las pulgas. Sin baño diario. Sin alegría vital. No la conoce. Son los mismos indios tristes y melancólicos de la época de la colonia. Viven siempre pensando en hechos trágicos, se embriagan los sábados y los domingos en tabernas inmundas, en las chicherías. Sufren una absurda moral sexual. Dadas estas condiciones del ambiente bogotano no me explico cómo el desorden y la anarquía no fueron todavía mayores en la noble ciudad de Bogotá”6. Era una descripción muy cercana a la hecha por Hippolyte Taine del bandidaje que precedió a la Revolución Francesa: “Gente sin profesión, refractarios a todo orden, carne de presidio, mendigos, rosoñosos, tiñosos, patibularios, engendrados por los abusos del sistema que en toda plaga social pululan como gusanos”7.
9Era claro que su valoración del nueve de abril estaba lejos de la meditación desprendida de las ciencias sociales. Era la reacción instintiva del pequeño burgués ante la tosquedad de los grupos negativamente privilegiados que sacudían el sosiego y el bienestar alcanzados por las clases medias. Sus palabras manifestaban los sentimientos de intimidación, sobresalto y pánico frente a la brusquedad incontrolada de un levantamiento del vulgo, el “pueblo”, resuelto a tomarse el poder por algunas horas.
10Durante la semana del nueve de abril sesionaba en Bogotá la Novena Conferencia Internacional Americana, presidida por el canciller Laureano Gómez, con la presencia de Estados Unidos y la mayoría de las naciones hispano-parlantes. En medio de los debates los delegados observaban aterrados la destrucción de la ciudad que supuestamente amparaba el encuentro. En una sola tarde advirtieron cómo sus calles se asemejaban a la de los poblados europeos bombardeados durante la segunda Guerra Mundial. De allí la vergüenza de Nieto y del gobierno colombiano ante un encuentro de gran visibilidad social y política. George Marshall, el organizador de la victoria aliada, Secretario de Estado del presidente Harry S. Truman y coordinador del sonado plan de reconstrucción europea que llevaba su nombre, había inaugurado la Conferencia con promesas nada claras para los latinoamericanos. Sostuvo que Washington estaba por ahora particularmente comprometido con la recuperación de Europa, pero que estaría listo a responder de manera positiva a las propuestas de ayuda solicitadas por la región. No habría un “Plan Marshall” para el hemisferio, pero sí ayudas puntuales según las demandas de cada uno de los Estados. Con anterioridad Gaitán había criticado esta postura. En los meses que precedieron a la Conferencia había sugerido que mientras que los norteamericanos le ofrecían al Viejo Mundo un lucrativo Plan Marshall, los latinos de esta América sólo podían esperar de sus amigos del Norte manifestaciones de paz, tranquilidad y convivencia, es decir, “una oposición al movimiento en favor de las reivindicaciones populares”8.
11A pesar de las dificultades, la Novena Conferencia no interrumpió sus sesiones y suscribió compromisos importantes para el continente americano. Creó la oea (Organización de Estados Americanos), firmó el Tratado Americano de Soluciones Pacíficas (el Pacto de Bogotá) y difundió la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre. La oea y el Pacto estaban estrechamente unidos. El Pacto establecía la obligación de los Estados signatarios de resolver sus conflictos por medios pacíficos, y la oea sería el organismo regional encargado de coordinar los acuerdos y litigios entre los países. La Declaración de los Derechos y Deberes rescataba el espíritu de los derechos proclamados por la Revolución Francesa adecuándolos a las exigencias del siglo xx. Estipulaba que si bien los hombres nacen libres e iguales en dignidad y en derechos, también son portadores de obligaciones. Tienen el deber de observar la ley, de velar por la comunidad y de cubrir los impuestos para el sostenimiento de las labores públicas en manos del Estado. Los miembros de la Conferencia tenían claro que toda manifestación de derechos es una relación mutua con la sociedad en la cual se vive. Se negocian prerrogativas pero también se imprimen compromisos del individuo con la colectividad. En estos asuntos el mandato de Bogotá era un avance, en medio de las llamas, de las disposiciones que las Naciones Unidas difundirían en París ocho meses después bajo el título de Declaración Universal de los Derechos Humanos9.
12La Novena Conferencia produjo una consecuencia adicional en las relaciones internacionales de Colombia: su compromiso con la guerra fría. Marshall explicó los trágicos sucesos del nueve de abril como resultado de un complot del comunismo internacional con el apoyo de elementos locales. “Esto nos lleva a ver –indicó– que es un asunto mundial y no solamente un problema colombiano o latinoamericano”. No debía interrumpirse la Conferencia como algunos lo pedían; hacerlo sería entregarle “a los comunistas la batalla por América Latina”10. A los pocos días el presidente Ospina Pérez cortó relaciones con la Unión Soviética y los rojos de Moscú quedaron, oficialmente, responsables directos del Bogotazo. A continuación un furor anticomunista nutrió las declaraciones de los funcionarios norteamericanos y la lucha contra los “bolcheviques” en asuntos internos y externos se hizo corriente en la retórica del Estado colombiano. Años después un sosegado analista de Estados Unidos apuntó: “La acusación contra los comunistas era demasiado cómoda y las pruebas sugieren que no fueron los responsables inmediatos”11.
REGRESO A BOGOTÁ
13Antes de asistir al Congreso Nacional de Filosofía de Mendoza, Nieto tuvo un altercado con su jefe inmediato, el embajador José Joaquín Castro Martínez, una personalidad fuerte, vertical y muy dada al recurso de la autoridad. Castro Martínez llegó a la Embajada en julio de 1948 en reemplazo del cálido Francisco Umaña, hermano del poeta José Umaña Bernal del grupo de Los Nuevos, autor del evocador Diario de Estoril. Al principio calificó a Castro Martínez de “buena persona, humano y asequible” y días más tarde le comunicó a su antiguo profesor de derecho civil, el canciller Zuleta Ángel, que ahora trabajaba “más o menos bien” con el embajador recién llegado. “Es llano y sencillo; tranquilo y sosegado”12. Meses después, sin embargo, la situación era distinta. Con el tiempo el embajador exteriorizó un “peculiar modo de ser” caracterizado por la “carencia de cultura y de buenas maneras”. Creó un ambiente pesado en la oficina y el desconcierto y la incertidumbre embargaron el trabajo de los funcionarios. Nieto pidió traslado a Bogotá y en mayo de 1949 se encontraba de nuevo en la capital a la espera de una vacante en el exterior.
14Castro Martínez era un reconocido político liberal de Boyacá. Nacido en Tunja en 1899, se había graduado en el Externado de Derecho en 1921 y desde muy joven se vinculó al servicio público. Fue concejal, diputado, senador y representante a la Cámara. Durante la República Liberal ocupó la gobernación de Boyacá y los ministerios de Hacienda, Educación y Guerra. El desempeño de estos cargos lo familiarizaron con la dirección de las distintas ramas del Estado, saber y experiencia que compendió en el Tratado de derecho administrativo de 1942, de amplio uso en las facultades de derecho de la época, que todavía se lee con provecho por la novedad de la doctrina que lo informa13.
15Para Castro Martínez el derecho administrativo es una rama del derecho público que comprende el conjunto de disposiciones legales que rigen la marcha del Estado. Si el derecho Constitucional estudia la estructura política del poder central, el Administrativo regula su fisiología, la organización y funciones de las instituciones del Estado. Es el mecanismo que le da vida al aparato de gobierno y lo pone en funcionamiento. Comprende el conjunto de disposiciones legales y reglamentarias relativas a la organización y ejercicio de los servicios públicos y de los organismos y personas encargados de ejecutarlos. Su ámbito crece en complejidad a medida que se expande la intervención del Estado. Su bondad reside en el cuidado y asistencia a los ciudadanos, pero un crecimiento desmesurado, como sucede en los países socialistas y en las dictaduras de coloración fascista, oprime al individuo hasta devorar por completo al derecho civil y tras ello la autonomía de las personas. El Tratado de Castro Martínez, redactado en una prosa directa reclinada en la frase corta que no se despega del objeto de exposición, salió a la calle en el momento mismo en que las actividades del gobierno crecían y se extendían por el territorio nacional. Se multiplicaban los municipios y los departamentos, se expandían las oficinas y los empleados, y aumentaban los servicios públicos ayer en manos de organismos privados. Eran, igualmente, los días en los que se difundía la noción de responsabilidad del Estado y se fundaban institutos especializados para atender las demandas de fomento y control del desarrollo económico y social del país.
16Los estudiantes que asistieron a sus cursos en la Universidad Nacional y en el Externado lo recuerdan como un profesor adusto, puntual y exigente, pero siempre listo a orientar a los alumnos más dedicados y de mayor vocación intelectual y profesional. Era un expositor sereno que combinaba los temas abstractos con la ejemplificación originada en la experiencia personal. Castro Martínez había estudiado la doctrina administrativista en los especialistas franceses más reconocidos, y el ejercicio de los puestos públicos lo había familiarizado con las dificultades en el terreno. Murió en Bogotá de una penosa enfermedad cancerígena el 23 de agosto de 1956, cuatro meses después del suicidio de Nieto, cuando apenas se acercaba a los 57 años de edad. Su memoria se ha extendido en la capital a través del Colegio José Joaquín Castro Martínez, plantel de enseñanza primaria y secundaria fundado en 1957 por su esposa Julia Escobar y sus cuatro hijas, Julia, María, Josefina e Isabel14.
17A pesar de los sinsabores, la experiencia fluminense de Nieto fue rica en asuntos académicos y familiares. En Río de Janeiro nació su hija Victoria Claudia y durante su permanencia asistió al Congreso de Mendoza y a la Conferencia de Quintandinha. Allí escribió su anhelado libro filosófico y su aplaudido opúsculo sobre el café. Compró y leyó libros, y conoció a intelectuales que ennoblecieron su saber y su estima personal. Fueron meses de reposo burocrático y de intensa labor letrada. Parodiando la experiencia de Maquiavelo en su exilio de San Casciano, “después de mis labores cotidianas, dignamente ataviado entro en mi despacho para departir con los antiguos...”15, Nieto le escribió a su condiscípulo Vargas Rubiano: “Sigo entregado al diálogo con los autores que me son predilectos. Converso con el viejo Kant, discuto con Husserl, escucho al lírico y arrebatado Spengler y, nuevamente, polemizo –con el deseo de superarlos– con el sincero y sociológico José María Samper, con el emocionado e impetuoso Salvador Camacho RoldÁn y con el tranquilo pero incisivo Miguel Samper. Escribo ensayos, notas e informes para el ministerio de Relaciones Exteriores. Compro libros... En la pasada Navidad me obsequié cuarenta y dos editados en la Argentina, la mayoría de ellos de filosofía. ¡Estoy encantado!”16. Castro Martínez interrumpió este idilio académico.
18Al llegar a Bogotá, “con nueve baúles de libros”17, la encontró monótona, pacata y provinciana, además de soñolienta, melancólica y triste “como corresponde a una ciudad ubicada en el remoto altiplano andino”. ¡Con gusto volvería a Río de Janeiro!, exclamó. Observó los destrozos del Bogotazo que desnudaban las calles del centro de la ciudad. Meses antes le había escrito a Gerardo Molina, próximo a viajar a París después de finalizar su exitoso período rectoral en la Universidad Nacional, que “cuando se sale de Colombia, así sea para otra capital suramericana, se comprende que vivimos de espaldas al mundo”18. Rápidamente se asimiló a las labores de la Cancillería y a los 45 días de su llegada recibió la noticia de la renuncia obligada del antipático Castro Martínez a la Embajada de Río. El Partido Liberal retiró su apoyo al gobierno de Ospina Pérez y le pidió a sus jefes abandonar los cargos de representación en los puestos oficiales. Nieto respiró con satisfacción: “Supongo que el hecho de haberse visto obligado a renunciar habrá producido en él un estado de ánimo de gran irritación... Es su peculiar modo de ser”19. Ahora se invertían los papeles. Castro Martínez regresaba a Bogotá afligido y Nieto, apreciado en la Cancillería, alcanzaba su ansiado puesto en Buenos Aires. El 16 de julio de 1949 recibió el nombramiento de Consejero de la Embajada de Colombia en Argentina, pero debería quedarse en el país tres meses más mientras llegaba su reemplazo, Patiño Rosselli, por aquella fecha en comisión en Francia. “Mientras tanto continuaré devengando en dólares –le comunicó a un amigo-. Soy un oligarca despreciable y afortunado. ¡Qué le vamos hacer! La vida es así. De pronto ella, la misma vida, me lanza a la proletarización creciente”20. La profecía es asunto peligroso: en el futuro le llegarían días amargos y de estrechez económica.
19Una de las experiencias más gratas durante su estadía bogotana fue el encuentro con Josef L. Kunz, el alumno y amigo cercano de Kelsen que viajaba por varios países de América Latina. “Es muy afable, tiene un fino espíritu del humor y comprende los matices que ofrece la vida en estas naciones de América, todavía en lenta formación. Es más jurista que filósofo. Conoce muy bien el pensamiento jurídico y jusfilosófico latinoamericano y, como buen vienés, es de un envidiable espíritu juvenil”21. Por aquellos días Kunz finalizaba su libro más recordado Latin-American Philosophy of Law in the Twentieth Century, vertido al español por Recaséns Siches en 1951 para la Biblioteca del Instituto Argentino de Filosofía Jurídica y Social de Carlos Cossio. Con el amable Kunz habló del viaje de Kelsen a Buenos Aires y al momento hizo arreglos con la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional para invitar al Profesor a pronunciar una o dos conferencias en la capital. Cali, a sólo dos horas de Bogotá en avión, era una parada obligatoria de los vuelos de Estados Unidos a Suramérica. Sin embargo, la idea se frustró cuando Kelsen optó por la vía marítima, más larga pero más amable para un hombre de edad. Zarpó de Nueva York el 15 de julio en el buque Argentina y el i° de agosto pasaba por Montevideo a sólo una jornada de Buenos Aires.
BUENOS AIRES
20Nieto llegó a la capital argentina a mediados de octubre de 1949. Ya Kelsen había regresado a Estados Unidos y en los medios jusfilosóficos bonaerenses se hablaba de los enojos del Maestro por el uso amañado de su teoría por parte de los devotos de la “egología” de Cossio. Su biógrafo más autorizado escribió:
21Después de los cursos dictados en Buenos Aires, en 1949, el profesor Carlos Cossio había considerado correcto publicar en un solo volumen y bajo el título Kelsen-Cossio, no sólo las conferencias de Kelsen, sino también sus opiniones dedicadas a la por él llamada “Teoría egológica” e incluso, conversaciones privadas con Kelsen, todo ello sin autorización. Kelsen hubo de tomar medidas enérgicas ante el editor para que se retirara la edición no autorizada por él, viéndose además envuelto por Cossio en una polémica que duró hasta 195322.
22El embajador en Argentina, Francisco Urrutia Holguín, padre del futuro economista Miguel Urrutia, era su amigo y compañero de estudios en la Universidad Nacional. No podía encontrar mejor ambiente para desarrollar sus labores burocráticas y ampliar sus amistades filosóficas. Se reunió con sus colegas del “inolvidable Congreso de Mendoza” y éstos lo relacionaron con otras figuras del pensamiento argentino. Habló y se reunió en varias ocasiones con Carlos Cossio, Carlos Astrada, Ismael Quiles, Ambrosio Gioja y Otto E. Langfelder, un antiguo profesor de la Universidad de Viena residente en Argentina, discípulo de Alfred Verdross. A diferencia de Bogotá, Buenos Aires era una ciudad dinámica, cosmopolita, ecuménica. Sus edificios le recordaban los de Madrid, Barcelona y París. Sus barrios albergaban hombres y mujeres de las más diversas procedencias y por sus calles y avenidas sin término circulaban todas las razas y nacionalidades conocidas, excepto la negra. Era –a su juicio– la auténtica ciudad mundial de Spengler, aquélla del rechazo a la vinculación orgánica con el campo. Sus habitantes representaban al nómada de La decadencia de Occidente, al errante apresurado que no conoce a nadie pero que puede comunicarse con todos. Aquí “los valets de chambre, los ascensoristas, los ujieres de cualquier hotel de mediana categoría hablan cuatro idiomas”. Los profesores universitarios se expresan correctamente en francés, italiano y alemán. Es un entorno europeo asentado en América. A las reuniones sociales asisten con frecuencia condes italianos, princesas austríacas y alemanas, nobles franceses y duques españoles. “Hablar de París, de España y de Londres en Buenos Aires, es como referirse a Cali, Barranquilla y Ecuador en Bogotá”. Está lejos del alma provinciana de las capitales latinoamericanas todavía muy unidas a la tierra y a los modos de vida rurales. Y a pesar de la soledad de sus moradores, típica de la gran ciudad, Buenos Aires no se ha norteamericanizado. “Es más nuestra que esas vacías urbes de Estados Unidos llenas de hombres y mujeres sin dimensión de intimidad”23.
23Era, además, la ciudad del psicoanálisis. Buenos Aires contaba con un grupo de prestigiosos analistas organizados en la Asociación Psicoanalítica Argentina, animada por el español Ángel Garma, la austríaca Marie Langer, la argentina Arminda Aberastury, el suizo Enrique Pichon-Rivière y los argentinos Celes Cárcamo y Arnaldo Rascovsky. Nieto intimó con este último, endocrinólogo de descendencia rusa, especialista en el filicidio, padres que matan a sus hijos, y en sus paseos abordaron el perenne e insondable tema “del hombre como totalidad”. Una excelente guía en estos laberintos de la mente fue el joven galeno Hernando Pastrana Borrero (1921-1996), hermano mayor del futuro presidente de la república Misael Pastrana, radicado en Buenos Aires y por aquellos días primer secretario de la Embajada. Pastrana conocía a los miembros de la Asociación, asistía a sus sesiones y se psicoanalizaba con uno de los prestigiosos seguidores porteños de Freud. En sus devaneos por las sendas del inconsciente, Nieto se compró varios títulos, entre ellos uno que “explicaba ampliamente la técnica terapéutica del psicoanálisis” y otro, Psicoanálisis y existencialismo del neurólogo austríaco Viktor Frankl, que anunciaba la superación de la psicología de Freud y de Adler mediante la logoterapia, una recuperación del yo desarrollada por sobrevivientes de los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial24. Nieto la consideraba una síntesis del psicoanálisis y de la analítica de la existencia de Heidegger, muy apropiada para tratar personas inclinadas a la destrucción personal.
24En Buenos Aires visitó, igualmente, a Francisco Romero, su amigo por correspondencia de diez años atrás. El diálogo no fue cálido. Hablaron sin duda de la posibilidad de publicar Lógica y ontología, pero Romero ya no estaba interesado en la amistad del colombiano. Le había retirado sus afectos por su asistencia al Congreso de Mendoza. Nieto lo experimentó en carne propia y le escribió a Madrid-Malo:
Como usted recordará Romero se opuso a la reunión internacional de Mendoza porque dizque se realizaría en condiciones poco propicias debido a la “falta de libertad espiritual” en la Argentina. Anteriormente se había retirado de las cátedras que tenía en las universidades de Buenos Aires y de La Plata. [Es un] solitario en su campaña de oposición al gobierno. Sólo he hablado con él una vez, recién llegado. Ulteriormente, después de haber celebrado con él un muy desabrido diálogo telefónico, desabrido en lo que respecta a las frases que usó para saludarme y despedirse, comprendí que no puedo volver a conversar con él. En Argentina lo consideran un buen profesor de filosofía, pero nada más. Yo estoy de acuerdo. Como usted recordará, en un reportaje de El Liberal de Bogotá, dije que Romero estaba en mora de publicar una obra orgánica de filosofía. Su Programa de filosofía es justamente eso, un programa, pero debe desarrollarse, realizarse en una palabra. Además, se ha estacionado en determinados autores. No lee lo nuevo. Alguien decía que después de Ser y tiempo no ha leído sino a Scheler25.
25Con esta desavenencia, Nieto cortó el vínculo con el filósofo más influyente de América Latina y Romero perdió a su más ferviente difusor en Colombia, ahora mudado en crítico mordaz.
26Recién llegado a Buenos Aires la Cancillería lo nombró Encargado de Negocios por ausencia del titular Urrutia Holguín, enviado en misión especial a La Haya. Fue su primera batalla como diplomático en jefe y responsable de la Embajada. A poco los periódicos de mayor circulación de Buenos Aires, La Nación y La Prensa, informaron al unísono sobre hechos de violencia y de inestabilidad política en Colombia. Hablaron de incendios, de asesinatos de líderes políticos, de saqueo y desplazamiento de pueblos y veredas enteras, de encuentros armados en el recinto del Senado y de severas medidas del gobierno contra la libertad de expresión. Nieto calificó las noticias de exageradas y nada objetivas, y decidió enviar un comunicado desmintiendo los hechos. Manifestó que las fuentes de los rotativos argentinos provenían de la prensa liberal de Colombia contraria a la administración de Ospina Pérez. Contraatacó diciendo que sólo en sectores rurales muy alejados de las principales ciudades se habían presentado “algunos sucesos desagradables” y que en momento alguno el orden y la paz se habían alterado en Colombia. El propio presidente Ospina aplaudió el comunicado y los esfuerzos por defender el buen nombre del gobierno y del país en el extranjero. Pero las informaciones provenientes de Colombia se agravaron aún más cuando se supo que el gobierno había decretado el estado de sitio, el toque de queda en todas las poblaciones del país y la censura a la radio y a la prensa. A ello se sumó la retirada, por falta de garantías, del partido liberal de las elecciones presidenciales, hecho que le abrió las puertas a Laureano Gómez como seguro presidente para el período 1950-1954.
27Las declaraciones de Nieto en Buenos Aires circularon en Bogotá y causaron cierto revuelo. El periódico El Tiempo manifestó en la página editorial que si bien los representantes de Colombia en el exterior, “como el señor Nieto Arteta”, manifiestan que la nación vive la mejor de sus épocas, y que las tragedias nacionales “son invenciones de la prensa enemiga del gobierno”, no hay que preocuparse por ello dado que los países de la región tienen misiones en Bogotá que los informan día a día de los acontecimientos colombianos26. Nieto conoció la reacción del influyente diario bogotano y sin mayor rubor le comentó a Cayetano Betancur: “¡Qué le vamos hacer! Lo importante es defender en el exterior, con gran ahínco, el buen nombre de Colombia”27. Para apaciguar sus inquietudes, un colega de la Cancillería, el historiador Alberto Miramón, le comunicó: “No debes afanarte por las andanadas de El Tiempo. Por el contrario, debes dar gracias, ya que te ha destacado como un funcionario afecto al gobierno. Los sensatos te hemos aplaudido, los envidiosos tratan de encontrarle [a tu acción] un mezquino interés”28. Esta verdad era un arma de doble filo. Nieto sabía que era cómodo y útil estar cerca de los jefes de turno, pero también era consciente de que mañana las cosas podrían cambiar: habría que vérselas con las facciones y partidos que se preparaban para reemplazar a las directivas del momento. El gobierno de Ospina Pérez llegaba a su fin.
28Las personas más cercanas a Nieto juzgaron su posición como un medio de afianzar su carrera diplomática en los años en que las huestes liberales, los amigos de ayer, habían perdido el control del aparato burocrático. Algo similar rondaba su mente, pero no hay que olvidar que las declaraciones en la capital porteña hacían parte de la ética del servidor público que lo asistía de tiempo atrás. Nieto concebía la diplomacia como una función ajena a las creencias personales y a las adhesiones de partido. Pensaba que la obligación de todo funcionario era actuar en defensa del país y observar las directrices fijadas por los superiores:
Los funcionarios diplomáticos en el exterior debemos olvidar al partido al cual pertenecemos o en el cual nos han ubicado, sin preguntarnos nuestro parecer, y entregarnos a defender el buen nombre de Colombia y la conducta patriótica y republicana de sus gobernantes. Estimo que los funcionarios diplomáticos deben ser leales al Presidente y al Ministerio de Relaciones Exteriores. Es una obligación elemental y simple29.
29En el desarrollo de sus funciones diplomáticas acogió una solicitud de la editorial Peuser de Buenos Aires, célebre casa impresora fundada en el siglo xix por el emigrado alemán Jacob Peuser, para la promoción de uno de sus títulos: Tipos, obras, ideas de B. Sanín Cano. La editorial quería que el gobierno colombiano se hiciese a algunos ejemplares para su distribución en bibliotecas, colegios y universidades. Sanín Cano era un autor conocido en Buenos Aires, pero su obras se vendían con lentitud. No era, además, el primer libro de Sanín salido de las prensas argentinas ni el primer editor porteño en quejarse de la venta de sus obras. Ya en 1925 había publicado La civilización manual y otros ensayos en la editorial Babel del emigrado ruso Samuel Glusberg, quien en una ocasión le escribió al peruano José Carlos Mariátegui: “el libro de Sanín Cano no halló más de 200 compradores en la Argentina”30. Con desprendimiento Nieto escribió al Ministerio de Educación y al director de la Biblioteca Nacional, el poeta Eduardo Carranza, su estricto contemporáneo nacido en 1913, para que se hicieran a un buen número de copias del libro. Nieto, se sabe, no estimaba mucho a Sanín Cano, pero la difusión de las letras nacionales hacía parte de las responsabilidades diplomáticas. “Aunque no soy ni nunca he sido –le escribió a Carranza– un admirador ni un lector asiduo de Sanín Cano, creo que podríamos corresponder al gesto de la Peuser con la compra de un buen número de ejemplares”31. La gestión no parece haber dado ningún resultado. El Ministerio de Educación calló y el poeta de la Biblioteca Nacional tenía sus distancias con el ensayista colombiano. En 1941 había publicado un ensayo contra el estro poético de Guillermo Valencia y su exégeta más conspicuo, B. Sanín Cano, acto que había dado lugar a una sonada polémica en los círculos literarios del país con algunas repercusiones en el exterior32
DISCUSIONES FENOMENOLÓGICAS
30Nieto no descuidó las labores académicas en Buenos Aires. Aunque no fue tan prolífico como en Río, leyó, dio conferencias, participó en reuniones universitarias y en coloquios con sus colegas argentinos. Por aquellos días el existencialismo francés asociado a la figura de Jean-Paul Sartre era la filosofía que acaparaba la atención de los estudiosos. Las editoriales de Buenos Aires pusieron en circulación el Ser y la nada y algunos ensayos sueltos del filósofo francés, junto a sus novelas y a sus obras de teatro. Nieto se interesó por la nueva corriente como una expresión más de la filosofía de la vida, pero no parece haber leído con detenimiento a sus exponentes más significativos. Ojeó El ser y la nada en traducción de su amigo Miguel Ángel Virasoro, pero quizá lo encontró demasiado hermético y poco relevante para sus trabajos a pesar del subtítulo, “ensayo de ontología fenomenológica”33. Leyó además varios textos provenientes del marxismo como L’existentialisme de Lefebvre y los trabajos de Lukács reunidos en Existentialisme o marxisme?, pero ninguno de ellos ganó su corazón34. Se hizo igualmente a El existencialismo de Bobbio, a Marxisme, existentialisme, personalisme del católico Lacroix y a Histoncismo y existencialismo del transterrado Nicol, pero tampoco los usó más allá de la mera información35. Conoció La náusea de Sartre, “una novela que hace pensar, donde el mundo exterior está casi ausente. Es la vida interior la que llena sus páginas”. En misiva a Gerardo Molina, recién llegado a París, le confiaba en un lenguaje Victoriano de la más acerada conducta pequeño-burguesa, que en el club Le Tabou, un cabaret del Boulevard Saint-Germain, se podía observar “el grado de descomposición moral a que han llegado los discípulos del célebre Sartre. Han transformado la filosofía de la existencia en la justificación de la impudicia y de las costumbres perversas”36. El inmaculado Nieto hacía eco al estereotipo. Conocía el existencialismo francés por sus críticos y por las noticias sensacionalistas de la prensa y no a través de un examen directo de la obra de sus cultivadores. Su existencialismo era el de los alemanes, el de Ser y tiempo de Heidegger, pero no parece haber trasegado por los libros de Jaspers, aunque compró algunos de ellos, o por las del enigmático Kierkegaard o del perturbador Nietzsche, un autor que Nieto expulsó de sus lecturas37.
31En la correspondencia hay, sin embargo, manifestaciones sobre varios aspectos de la novísima filosofía. Madrid-Malo le escribió desde Barranquilla en medio del entusiasmo por Existentialisme o marxisme? de Lukács. “Me lo envió Gerardo Molina desde París hace unos meses. Es un libro denso, interesante por lo demás, donde se hace una crítica al existencialismo desde el punto de vista de la dialéctica marxista. Lukács considera al existencialismo como una filosofía que refleja las postrimeras angustias del capitalismo, poniendo de presente cómo aquello no es sino un simple trasunto filosófico de ese sistema económico en crisis. Es una crítica a fondo, no un simple libelo polémico como el de Henri Lefebvre en su obra El existencialismo”38.
32Nieto le respondió acucioso. “Conozco la obra de Lukács. La compré en Río y la leí conjuntamente con la de Lefebvre, que [como usted dice] es un simple panfleto”. Y a continuación se entregó a la crítica del libro del pensador húngaro y de las posturas externalistas de los marxistas, muy dados a subrayar los determinantes sociales de la filosofía en detrimento del examen de los aspectos internos del pensamiento filosófico:
La posición del autor húngaro es la muy común de los autores marxistas: al hacer la crítica de una teoría filosófica se limitan a describir las condiciones históricas en virtud de las cuales haya surgido o se haya desarrollado. Ciertamente, la llamada ’filosofía existencial’ es una expresión de la decadencia cultural que aqueja a la burguesía contemporánea, decadencia que es una expresión de una superior decadencia de dicha clase social como clase dominante. Es también lo que sostiene, con lenguaje diferente, Norberto Bobbio en su ensayito sobre el existencialismo.
Pero el análisis no se debe limitar a la descripción sociológica de los supuestos históricos del existencialismo. Sería necesario mostrar la necesidad de descubrir las peculiares contradicciones que se dan en la vida, en la vida tal como comprende el significado de esa palabra la filosofía contemporánea. Crear una filosofía de la vida como dialéctica regional de la vida. Ahora bien, en los autores marxistas contemporáneos no se encuentra esa descripción del peculiar contenido antinómico de la vida. Siguen aferrados al monismo naturalista del marxismo. Siguen haciendo del marxismo un sistema pétreo. Yo les pediría a los autores marxistas que acepten la necesidad de que haya diversas ontologías regionales. La filosofía de la vida sería una de ellas39.
33A Betancur le manifestó que pensaba escribir un ensayo sobre marxismo y existencialismo, aprovechando los desarrollos de Lógica y ontología. El tema sería: “La filosofía de la vida es una ontología regional dialéctica de la vida”. Dialéctica sería usada aquí en el sentido marxista y hegeliano: descripción de las contradicciones de la realidad o de la idea. El texto abordaría, por lo demás, una crítica contra “la posición asumida por los autores marxistas –Lukács y Lefebvre– ante el existencialismo, que se limita a declarar que el existencialismo es una expresión de la decadencia del capitalismo”40. Hasta donde sabemos, el ensayo jamás se escribió.
34Por esos días también manifestó interés por la obra de Simmel, autor que había usado en sus reflexiones sociológicas y en un pasaje metodológico de Lógica y ontología donde se definía la filosofía como un “pensar sin supuestos previos”, tema que desarrollaría con amplitud y destreza veinte años después su compañero de generación Danilo Cruz Vélez en Filosofía sin supuestos, uno de los libros más trabajados de la filosofía nacional41. La sección filosófica de la editorial Nova, bajo la dirección de Eugenio Pucciarelli y la animación de las versiones tudescas de su esposa Elsa Tabernig, acababa de sacar el libro póstumo del pensador alemán, Intuición de la vida. “Ya compré un ejemplar para ti y otro para mí –le informó a Betancur–. Me ha agradado más que los Problemas de filosofía de la historia. Por lo menos versa sobre temas que encuentran un mayor eco en mi espíritu. Hacía tiempos que quería conocer la obra de Simmel sobre la vida. La había visto citada en múltiples ensayos y libros. Entiendo que la Nova publicará su obra sobre Kant. Así tendremos el Goethe, el Rembrandt y el Kant. Tres figuras máximas en la historia de la cultura analizadas por un fino espíritu”42. Estos anuncios simmelianos eran una respuesta a los requerimientos de Betancur por algunas novedades del pensamiento alemán vertidas al castellano que se encontraban en las librerías madrileñas y que no se conocían en la remota Colombia y que apenas circulaban por Buenos Aires.
De Madrid –le participó a Nieto– me escribe un discípulo mío que marchó el primero de este mes, y me cuenta que allí figuran muchos libros traducidos recientemente de Simmel, Guardini, Sombart y Uexküll. Este joven fue a estudiar filosofía; es muy inteligente y viene escribiendo desde el año pasado en El Siglo. Tiene gran entusiasmo por los estudios filosóficos y creo que es una esperanza43.
35El joven era Rafael Gutiérrez Girardot, de 28 años de edad, que habría de tener una notable carrera académica en Europa.
36Pero quizá el hallazgo filosófico más significativo para Nieto fue la lectura de Ideas relativas a una filosofía fenomenológica y una fenomenología pura de Husserl que acababa de publicar el Fondo de Cultura Económica de México en versión de José Gaos. Discutió el libro con sus amigos de Buenos Aires, con Cossio y el profesor Ambrosio Gioja, amigo personal de Kelsen y gran conocedor de Husserl, y lo contrastó con sus lecturas fenomenológicas del pasado44. La obra era un reto para todo aquello que había hecho anteriormente bajo el rótulo de fenomenología, campo que asociaba a un método y a una teoría dirigidos al conocimiento intuitivo de las esencias (eidética). Y así la usó al explorar el núcleo del derecho en sus trabajos jusfilosóficos y al examinar el contenido último de las “regiones” examinadas en Lógica y ontología. A su juicio, el centro de la fenomenología, el estudio de los fenómenos, es un proceso conceptual que consiste en poner entre paréntesis todo saber (epoché) y, mediante una labor de reducción, llegar a la esencia de las cosas. Un ejemplo de estos pasos se lo debemos a Szilasi, alumno dedicado de Husserl, cuando se interrogó acerca del significado de la noción, tan usada y poco examinada, de “estado actual de una ciencia”. El asunto es de interés para sociólogos, economistas y demás científicos sociales que abordan periódicamente la situación de su oficio. La noción de “estado” –señaló Szilasi desligándose de todo preconcepto– tiene al menos dos significados. Designa lo que una disciplina logró en el pasado inmediato, la situación en que están las investigaciones a raíz de esos logros y los retos que surgen de ellos para el futuro inmediato. Pero también designa el sistema conceptual dominante de ese arte y las reglas metódicas que prescriben sus formas de hacer. El estado alude entonces a una historia, a un proceso y a unas realizaciones; a algo que tiene un pasado, que está en curso y que porta anhelos de porvenir. El analista, sin embargo, toma todo esto, por un instante, como un ente inmóvil, quieto, sin movimiento. Suspende el proceso real de las cosas con el fin de aislar las cuestiones presentes que le permiten definir la situación actual del saber interrogado. ¿Es ésta la esencia del fenómeno, de la manifestación del “estado actual de una ciencia”? Szilasi creía que sí, o al menos suponía que era la manera más apropiada de plantearlo45.
37Nieto se horrorizó con el idealismo consignado en las Ideas. “Yo no lo podría aceptar”, le reveló al jusfilósofo de Popayán, César Ayerbe Chaux. Ante sus ojos el estudio de las esencias –ese enriquecedor juego entre lo concreto y lo abstracto; la ciencia es lo general y la existencia lo particular– se trocaba ahora en algo difuso expresado en la intencionalidad o dirección de la mente hacia los objetos; en la sola manifestación del sujeto ante las cosas. Con esto la fenomenología se convertía en una descripción de la experiencia del conocimiento y no en el conocimiento de los hechos. Era, a su juicio, idealismo puro y del más desmedido. La filosofía no era ya el estudio de la realidad, sino el examen de las percepciones de la realidad. Había que “rescatar –afirmó– la fenomenología eidética ante la fenomenología trascendental”, campo nada fácil de definir que apuntaba a la ciencia del entendimiento puro que centra la atención en el sujeto pensante46. Para Nieto, la noción de intencionalidad adolecía de un error: considerar que los objetos de conocimiento son los que se encuentran en la propia conciencia, cuando de hecho sólo se conocen los objetos reales, situados por fuera y a distancia. Esta negativa dejaba ver que Nieto no se desprendía de la noción marxista de “mundo exterior”, es decir, del conjunto de objetos y fenómenos que existen al margen de la conciencia, perspectiva que había registrado en un pasaje de Lógica y ontología. Husserl era una vuelta al idealismo subjetivo, a la postura que subraya que el mundo exterior es producto de la conciencia de los individuos y que existe porque los sujetos lo perciben, no porque las cosas posean su propia legalidad por fuera del observador. Era, en pocas palabras, el reino del solipsismo, el principio de que el mundo es mi representación47. Nieto resumió su posición en una misiva a Madrid-Malo, sin escatimar la locución rumbosa de los pregoneros de Husserl:
[Hay que] superar el idealismo fenomenológico. Quedarse con la fenomenología eidética y olvidar la fenomenología trascendental o, si usted quiere, y como dice Nicolai Hartmann, quedarse con el ’método fenomenológico’ y no seguir el idealismo husserliano. Hay que hacer fenomenología pero sin incurrir en el extraño idealismo trascendental de Husserl. La tan cacareada ’vuelta a las cosas’ de Husserl no fue realizada por el propio filósofo alemán. Se quedó en las vivencias del yo puro, del yo trascendental, fue una vuelta a las cosas al través de las vivencias del yo puro y, por eso, se quedó en las espectrales vivencias del yo trascendental. Pero las cosas son tozudas, las cosas se vengaron de la fenomenología trascendental. Ante Husserl habría que proclamar una auténtica vuelta a las cosas. No caigamos en la esfera, en la peligrosa esfera del yo trascendental. Vayamos al mundo exterior de las cosas, el mundo que está ahí, que no es creado por el sujeto cognoscente. Aun en la misma filosofía de la vida está implícito el peligro de incurrir también en un idealismo existencial. Heidegger no sucumbió a él48.
38A la lectura de Husserl se unió la de Ser y tiempo que el Fondo de Cultura Económica puso en circulación en versión del persistente José Gaos en abril de 1951, 24 años después de la edición alemana. Los filósofos españoles y americanos se entregaron de lleno a sus páginas. Era una reflexión sobre el sentido del ser anunciado en un pasaje del Sofista de Platón: sabemos lo que es el ser excepto cuando nos lo preguntan. “Enseñadnos eso –apuntó un personaje del diálogo platónico– para que no creamos que comprendemos lo que decías, cuando en realidad sucede todo lo contrario”. Las quinientas páginas del libro de Heidegger ofrecieron una respuesta al más universal y evasivo de los conceptos de la metafísica occidental. “Es una obra profunda y difícil de tendencias que no podría aceptar en su totalidad. Es de un furioso idealismo existenciario”. Y haciendo suyas las palabras de los criticados Lukács y Lefebvre agregó: esto “me lleva a vincularla con la decadencia actual de la cultura burguesa”49. La lectura del libro de Heidegger y de las Ideas dio lugar a un paralelo donde resumió las posturas de Husserl y las de su aventajado y renuente alumno50.
39La vida porteña de Nieto era simple y enriquecedora. Trabajaba por la mañana y algunas tardes en la Embajada, y dedicaba las demás y parte de la noche a la lectura. Con frecuencia se veía con los amigos para discutir temas filosóficos hasta la madrugada, sine hora como le gustaba decir. Con los profesores Ángel Vasallo, Ambrosio Gioja y Alfredo Egusquiza examinó, socráticamente, la Ética de Scheler y algunos pasajes de las Ideas de Husserl, tertulias a las cuales se les unía, esporádicamente, Carlos Cossio para tratar la lógica jurídica trascendental51. Visitaba las librerías, compraba obras para sus amigos de Bogotá, iba al teatro y asistía a las tediosas reuniones del cuerpo diplomático. Pero estas actividades se vieron entorpecidas a principios de 1951 por un nombramiento honroso pero embarazoso. En enero la Cancillería lo encargó del Consulado General de Colombia en Buenos Aires, cargo meramente administrativo y rutinario –visas, pasaportes, autenticaciones, embarques, entrevistas, etc.–, que lo sustraían de su trabajo intelectual. El encargo se fue prolongando y se tomó todo el año de 1951 y buena parte del siguiente. “En un consulado la vida es ocupación del hombre con las cosas, con las triviales cosas que lo rodean en medio de su insignificancia óntica. Es la esfera de lo concreto, de lo individual; no hay esencias sino hechos presentes y cotidianos. Allí las esencias se esfuman en medio de la arrolladora presencia de los hechos”52. A este trabajo de “condenado a galeras” se sumó la mala costumbre del nuevo embajador, el abogado liberal “desteñido” Domingo Esguerra, un veterano del cuerpo diplomático de 75 años de edad, antiguo Canciller de Ospina Pérez, que se levantaba tarde y llegaba a la oficina a medio día cuando los funcionarios de la Embajada daban por terminada su jornada.
40Nieto se sentía cómodo en Argentina, pero siempre lo acompañó la preocupación del funcionario por fuera del país: quedar cesante o recibir un llamado inesperado para regresar. El diplomático en el exterior carece de sosiego espiritual, flota en el vacío, lo acompaña “la vivencia de la interinidad”. Cuando se está en la Cancillería se puede cuidar el puesto; la lejanía es el desamparo, otros deciden nuestra suerte53. A pesar de los temores, este no era por ahora el caso de Nieto. El ministro de relaciones exteriores, el ilustre Gonzalo Restrepo Jaramillo –abogado, filósofo, hombre de empresa y de letras– era su amigo y admirador intelectual. Los peligros vendrían cuando dejara el Ministerio y fuera reemplazado por un político ajeno a la vida académica. Y así sucedió. En abril de 1952, cuando el presidente Gómez se retiró de la presidencia por problemas de salud y fue reemplazado por el ministro Urdaneta Arbeláez, Restrepo Jaramillo abandonó el Ministerio para “reponer el tiempo robado a su familia y a sus asuntos privados”54. En su lugar entró Juan Uribe Holguín, un laureanista a ultranza, hermano de Jaime Uribe Holguín, director de la odiada Oficina de Información y Propaganda de la Presidencia de la República encargada de controlar y censurar la radio y la prensa escrita. Al posesionarse emprendió la anunciada “purga” en el Ministerio de Relaciones Exteriores. En pocos días notificó traslados, tachó nombres y puso otros que consideró más afines al régimen. Entre los borrados estaba el “comunista” Nieto Arteta. Nieto musitó: “Siempre me han considerado un intelectual de izquierda, incluso un hombre de extrema izquierda. Estoy muy lejos de serlo, pero las buenas gentes creen lo contrario”55. La destitución le llegó el 26 de julio, el mismo día en el que se enlutaban las calles de Buenos Aires con el fallecimiento de Evita Perón, la carismática deidad del pueblo argentino que había conocido en el Congreso de Filosofía de Mendoza. La Cancillería le agradeció los servicios prestados y le anunció los viáticos para el regreso una vez llegara su reemplazo.
41Antes de la salida para Colombia pronunció varias conferencias en la Facultad de Derecho y en la Escuela de Filosofía y Letras de Buenos Aires. Una sobre la “Fenomenología de Husserl y la analítica de la existencia de Heidegger”, a la que asistieron trescientas personas. Otra sobre “El papel de Bolívar en la Independencia de América”, donde sostuvo la tesis de la necesidad histórica. “Si el hombre individual y concreto que se llamó Simón Bolívar –le escribió a López de Mesa– no hubiera existido, otro había cumplido esa función histórica”56. A continuación ofreció una disertación sobre la “Sociología colombiana en el siglo xix” y una más acerca del “Hombre y la cultura en Latinoamérica”. Y, para rematar, una sobre la “Universalidad de España”, aquélla de la afirmación y la libertad: la de Sertorio y Viriato, la del Mío Cid y del Arcipreste de Hita, la de las Cortes de Cádiz y del Siglo de Oro57.
42¡Qué prodigio!, aun en la adversidad era ajeno al reposo. Deseaba despedirse de su Buenos Aires querido con todos los honores. A su partida el embajador Domingo Esguerra le escribió al ministro Uribe Holguín:
El día 27 de noviembre salió para Colombia el ex-consejero de esta Embajada, doctor Luis Eduardo Nieto Arteta, con su familia. Se han dirigido a Chile para tomar buque de Valparaíso a Buenaventura, y esperan estar en Cali hacia el 15 de diciembre y dos o tres días después en Bogotá. El doctor Nieto Arteta desempeñó con absoluta consagración y lealtad y con especial eficiencia el cargo de Consejero de esta Embajada, hasta la llegada a Buenos Aires de su sucesor don Luis Humberto Salamanca [1904-1994], y considero deber mío manifestarlo así al Gobierno. Dadas las indiscutibles cualidades del doctor Nieto Arteta, ojalá pueda aprovecharse su colaboración en adelante en nuestra Cancillería o en algunos de nuestros institutos docentes, en la seguridad de que esa colaboración daría excelentes resultados58.
43La carta llegó a la Cancillería y se archivó cuidadosamente en los legajos de la institución.
Notes de bas de page
1 Río de Janeiro, abril 18 de 1948.
2 Carta de Alfonso Patino [Rosselli], Bogotá, 21 de abril de 1948. Patiño Rosselli, un abogado con experiencia en asuntos económicos, ocupaba por aquellos días la dirección del Departamento Comercial de la Cancillería. Murió a los 62 años de edad en la toma del Palacio de Justicia por el M-19 en noviembre de 1985.
3 Carta a Gonzalo Vargas Rubiano, Río de Janeiro 18 de julio de 1948.
4 Carta a Alfonso Patino Rosselli, Río de Janeiro 16 de mayo de 1948.
5 Carta a Aurelio Caicedo Ayerbe, Río de Janeiro 18 de abril de 1948.
6 Carta a Tomás Emilio Nieto Arteta, Río de Janeiro, 4 de julio de 1948.
7 H. Taine, Los orígenes de la Francia contemporánea: el antiguo régimen (Madrid, sf.), p. 520.
8 James D. Henderson, La modernización en Colombia (Medellín, 2006), p. 449 y Stephen J. Randall, Aliados y distantes (Bogotá, 1992), pp. 228-235.
9 El texto de la “Carta de Bogotá sobre los Derechos y Deberes del Hombre” de la ix Conferencia, se encuentra en Cayetano Betancur, La vida del derecho: manual del ciudadano ( Bogotá, 1974), pp. 112-127.
10 Stephen J. Randall, Aliadosy distantes (Bogotá, 1992), p. 232 y Vernon L. Fluharty, La danza de los millones (Bogotá, 1981), p. 124.
11 John D. Martz, Colombia: un estudio de política contemporánea (Bogotá, 1969), p. 88.
12 Cartas al general Carlos Vanegas M., Río de Janeriro 5 de septiembre de 1948 y a Eduardo Zuleta Angel, 19 de septiembre de 1948.
13 J. J. Castro Martínez, Tratado de derecho administrativo (Bogotá, 1942). Ocho años después apareció una segunda edición con prólogo de Darío Echandía en las prensas de la editorial Argra de Bogotá.
14 Entrevistas con Fernando Hinestrosa y José Arizala, alumnos de Castro Martínez en el Externado (Bogotá, junio de 2009 y mayo de 2012).
15 Carta de Maquiavelo a Francesco Vittori del 10 de diciembre de 1513, en Nicolás Maquiavelo, Epistolario: 1512-1527 (México, 1990), p. 138.
16 Carta a Gonzalo Vargas Rubiano, Río de Janeiro, 14 de febrero de 1949. Recuérdese además, que en Río conoció a Georges Gurvitch, el sociólogo franco-ruso que años atrás lo había familiarizado con el pluralismo jurídico. Ver supra, p. 265.
17 Carta de su hermano Carlos Daniel, Barranquilla, 13 de mayo de 1949.
18 Carta a Gerardo Molina, Río de Janeiro, 25 de octubre de 1948.
19 Cartas a María Carlota [de Accioly], Bogotá, 20 de mayo de 1949; a Gerardo Molina, Río de Janeiro, 25 de octubre de 1948, y a Fabio [Estrada G.], Bogotá, 12 de junio de 1949.
20 Carta a Octavio Archila Montejo, Bogotá, 31 de julio de 1949.
21 Cartas a José Joaquín Caicedo Castilla, Bogotá, 10 de julio de 1949; a Carlos Cossio, Bogotá, 10 de julio de 1949, y a Luis Recaséns Siches, Bogotá, 17 de julio de 1949.
22 Rudolf A. Métall, Hans Kelsen: vida y obra (México, 1976), p. 94 y carta a Hernando Medrano Galvis, Buenos Aires, 6 de noviembre 1949.
23 Cartas a Luis Córdoba Marino, Buenos Aires, 2 de noviembre de 1949; a Hernando Medrano Galvis, Buenos Aires, noviembre 6 de 1949; a Cayetano Betancur, Buenos Aires, 13 de noviembre de 1949, y a su hermano Tomás E., Buenos Aires, 27 de noviembre de 1949.
24 Cartas al doctor Guillermo Tafur Morales, Buenos Aires 27 de noviembre de 1949 y del 14 de abril de 1951. El título castellano del libro de Frankl Psicoanálisis y existencialismo, confunde al lector cuando se recuerda que el original alemán Ärztliche Seelsorge, alude a un asunto médico, “Cura de almas”, esto es, a algo próximo a la psicoterapia. Los vocablos “psicoanálisis y existencialismo” son, por lo tanto, una liberalidad del traductor español, ¿mexicano?, Carlos Silva. Los problemas psíquicos son sin duda existenciales, pero no “existencialismo”. Carlos Silva era muy dado a estos cambios. Cuando abordó la traducción del libro charakter und schicksal (Carácter y destino) del alumno de Dilthey, Herman Nohl, optó por el convencional Antropología pedagógica (México, 1950), quizá más amable para el lector corriente pero injusto con el autor y su tradición filosófica. Con estas decisiones inmoló el mensaje diltheyano que animaba el libro: “La vida es una misteriosa trama de azar, destino y carácter”. En otras palabras, la suerte de los individuos es una delicada mezcla de casualidad, afirmación personal y necesidad de las cosas (de aquello que no depende de nosotros). Nieto usaba con frecuencia la sentencia para tomarle distancia a su antigua afinidad con el determinismo económico. Ortega y Gasset la puso en circulación en su influyente ensayo de 1933-1934 “Guillermo Dilthey y la idea de la vida”, una de las primeras exposiciones de la obra del fundador de las ciencias del espíritu en castellano.
25 Carta a Néstor Madrid-Malo, Buenos Aires, 12 de noviembre de 1950. El reportaje de El Liberal apareció el 12 de noviembre de 1946.
26 El Tiempo, Bogotá, noviembre 6 de 1949.
27 Carta a Cayetano Betancur, Buenos Aires, 13 de noviembre de 1949.
28 Carta de Alberto [Miramón], Bogotá, diciembre 5 de 1949. Ospina Pérez tenía un particular afecto por Nieto. En septiembre de 1950, y ya por fuera de la Presidencia de la República, le manifestó: “Muy apreciado amigo: en mi obra de gobernante, que confío tendrá el fallo favorable de la historia cuando se hayan sosegado un poco las pasiones políticas, tuvieron participación definitiva mis colaboradores, de manera especial los que como usted, han puesto al servicio de la República sus mejores capacidades y su más desvelado patriotismo. Me es especialmente grato hacer ese reconocimiento”. Carta de Mariano Ospina Pérez, Bogotá, 21 de septiembre de 1950.
29 Carta a Julio Ortega Otálora, Buenos Aires, 14 de enero de 1951.
30 Carta de S. Glusberg a J. C. Mariátegui, Buenos Aires, 28 de enero de 1928, en Mariátegui total (Lima, 2000), vol. i, p. 1879.
31 Carta a Eduardo Carranza, Buenos Aires, 17 de enero de 1950. Ni siquiera el descubrimiento y lectura de Georg Brandes, el autor preferido de Sanín Cano y que tanto contribuyó a difundir en América Latina, lo acercó al ensayista colombiano. En noviembre de 1951 Nieto compró los dos gruesos volúmenes de Las grandes corrientes de la literatura en el siglo xix (Buenos Aires, 1946) y avanzó airoso en buena parte del primero e incursionó con fruición en los capítulos iniciales del segundo. “He empezado a leer una admirable obra del gran crítico danés Jorge Brandes –le manifestó a la brasileña Walda de Menezes-. Brandes fue un hombre de amplia y vigorosa cultura y de una inconmovible heterodoxia, que escandalizaba a los buenos burgueses y pequeño-burgueses [de Dinamarca]”. Carta a Walda de Menezes, Buenos Aires, 4 de mayo de 1952.
32 La controversia se inició con un artículo de Eduardo Carranza, “Castillo” (El Tiempo, junio 22 de 1941), un homenaje a Eduardo Castillo, donde manifestaba que los parnasianos, como Valencia, se habían estancado en unas formas rígidas, frías, sin “alma”. Sanín Cano replicó quince días después con “Guillermo Valencia y el espíritu” (El Tiempo, julio 6), exaltando el universalismo del bardo de Popayán y la profundidad y amplitud de sus ideas. Carranza volvió al ruedo con un afinado grito de batalla, “Bardolatría” (El Tiempo, julio 13).Valencia –señaló– es un hecho del pasado, un poeta al que le falta la hondura de la emoción; “un impasible arquitecto de la materia idiomática cantando a espaldas de su tiempo y de su pueblo”. El debate se conoció en México a través del colombiano Germán Pardo García, amigo de Alfonso Reyes, quien lo registró en una carta-ensayo de 1941 “Perennidad de la poesía”. En ella celebró la bravura juvenil de Carranza y avaló el desgaste y muerte de todo sistema de expresión por el simple paso del tiempo. Alfonso Reyes, Obras completas (México, 1962), vol. xiv, pp. 232-233.
García Márquez recordó la querella en Vivir para contarla (Bogotá, 2002), pp. 302-305, y calificó la asonada de Carranza como el primer y certero intento de poner al payanés en su verdadero lugar: “apenas un buen poeta”. Tipos, obras, ideas de Sanín Cano, una antología personal de gran significado para los estudiosos de las letras nacionales, apenas circuló en Colombia. Sólo llegaría al lector corriente medio siglo después, en 2001, cuando la Universidad Externado de Colombia lo puso de nuevo en circulación.
33 Jean-Paul Sartre, El ser y la nada: ensayo de ontología fenomenológica (Buenos Aires, 1946).
34 Henri Lefebvre, L’existentialisme (Paris, 1946); Georges Lukács, Existentialisme ou marxisme? (Paris, 1948). El filósofo y psicoanalista argentino León Rozitchner tradujo en un folleto de 76 páginas el primer ensayo de este libro con el título La crisis de la filosofía burguesa (Buenos Aires, 1958). Doce años después, siguiendo la edición francesa de 1960, la editorial La Pleyade de Buenos Aires publicó el libro completo en versión del profesor Alfredo Llanos conservando el título de Crisis de la filosofía burguesa (1970), nombre que ya había hecho carrera en los medios latinoamericanos. Con esta decisión el dilema anunciado por el interrogante de la edición francesa desapareció para los lectores de habla castellana.
35 Norberto Bobbio, El Existencialismo (México, 1949), Jean Lacroix, Marxisme, existentialisme, personnalisme (Paris, 1949) y Eduardo Nicol, Historicismo y existencialismo (México, 1950). A Nicol lo encontró locuaz, farragoso y palabrero. “Es el defecto de los españoles. Parece que escribieran hablando, que es una de las varias maneras de escribir mal”. Carta a Cayetano Betancur, Buenos Aires, 6 de febrero de 1951. Por aquellos días el estudio del existencialismo estaba asociado a la idea de “decadencia”, es decir, declinación de algo que en el pasado fue memorable pero que en la actualidad manifiesta decrepitud, languidez y postración. La imagen popular lo asimilaba a la vida licenciosa de los cafés parisinos. Para muchos el existencialismo era la expresión de un mundo dislocado: una filosofía de la angustia y de la desesperación. No en vano el sugestivo y muy leído opúsculo de Bobbio llevaba en el original italiano el título de Filosofia del decadentismo (Torino, 1944), un concepto tomado de las disputas literarias fin de siècle y de las vanguardias artísticas de las primeras décadas del siglo xx. En Colombia el decadentismo fue muy corriente en las discusiones parnasianas del novecientos, cuando aparecía un nuevo lenguaje poético –el modernismo– calificado por sus críticos de neurótico, turbio y enfermizo. Ver Gonzalo Cataño, “La Revista Contemporánea”, en B. Sanín Cano (director), Revista Contemporánea: 1904-1905 (Bogotá, 2006), pp. 23-29.
36 Cartas a Gerardo Molina, Río de Janeiro, del 25 de octubre de 1948 y del 30 de enero de 1949.
37 En sus lecciones holandesas de 1935 sobre la existencia, Jaspers señaló que Kierkegaard y Nietzsche, dos parientes espirituales que jamás se conocieron, produjeron “un sacudimiento del filosofar occidental cuyo significado definitivo escapa aún a toda previsión”. Con ellos finalizó una era de seguridad y confianza y comenzó otra de perplejidad y duda. Karl Jaspers, Razón y existencia (Buenos Aires, 1959), lección primera. Jaspers fue uno de los primeros filósofos alemanes en fijar la atención en las contribuciones de estas dos figuras del pensamiento europeo y a ambos les dedicó folletos, libros y ensayos.
38 Carta de Néstor Madrid-Malo, Barranquilla, 25 de octubre de 1950.
39 Carta a Néstor Madrid-Malo, Buenos Aires, 12 de noviembre de 1950. El sociologismo de Lukács llegaría a sus límites hasta rozar lo grotesco en El asalto a la razón de 1953, libro donde lo mejor de la filosofía y la sociología alemanas del siglo xix y parte del xx, salvo la de Marx, fue considerada una mera epifanía (“manifestación”) del fascismo.
40 Carta a Cayetano Betancur, Buenos Aires, 18 de noviembre d 1950.
41 Georg Simmel, Problemas fundamentales de lafilosofía (Madrid, 1946), pp. 11-13 y Danilo Cruz Vélez, Filosofía sin supuestos (Buenos Aires, 1970). Simmel argumentaba que mientas que el objeto de la física era, por ejemplo, el estudio de los fenómenos ópticos y el de la filología el examen de las lenguas en las obras que las emplean, el de la filosofía es volver a perpetuidad sobre sí misma. “Ella misma es el primero de sus problemas”, concluyó. Los Problemas fundamentales de Simmel, uno de los libros más amables del sociólogo y filósofo alemán, ha tenido una fortuna especial en Iberoamérica. Alcanzó tres versiones castellanas en sólo quince años. Lo tradujo don Fernando Vela en 1946 para la Revista de Occidente, la versión que leyeron Nieto y la mayoría de los filósofos de la época. Al año siguiente lo trasladaron los argentinos Susana Molinari y Eduardo Schulzen para la Editora Distribuidora del Plata de Buenos Aires, y catorce años después, en 1961, el licenciado Héctor Rogel lo tradujo de nuevo para la editorial Uteha de México.
42 Efectivamente, pronto, muy pronto, aparecieron en las librerías el Rembrandt (1950) y el Goethe (1949), volumen este último que contenía el ensayo sobre “Kant y Goethe” como representantes de la modernidad. En temas de arte ya le había enviado a su amigo el amable Rubens de Burckhardt, obra concluida por el eminente suizo poco antes de su fallecimiento. Lo mismo hizo con la esperada Teoría general del derecho y del Estado de Kelsen, “la última expresión del pensamiento del Maestro”, publicado en inglés en 1945. El libro era una reformulación de la teoría pura del derecho dirigida, especialmente, a las naciones tuteladas por el derecho anglosajón (el Common Law). En su formulación anterior, en la Teoría general del Estado de 1925, la exposición estaba más inclinada al examen de los sistemas jurídicos de los países regidos por el derecho escrito. El libro, vertido al castellano por la autorizada pluma del mejicano Eduardo García Máynez, amigo cercano de Kelsen, fue un éxito en Buenos Aires. Tan sólo la Librería Valerio Abeledo “vendió en una semana quinientos ejemplares”. Carta a Cayetano Betancur, Buenos Aires, 10, de octubre de 1950.
43 Carta de Cayetano Betancur, Bogotá, 25 de octubre de 1950. Se trataba de Problemas fundamentales de la filosofía de Simmel que Nieto ya conocía; de El mesianismo en el mito de Romano Guardini; de Guerra y capitalismo de Werner Sombart, y de La teoría de la vida de Jacob von Uexküll.
44 Con las Investigaciones lógicas publicadas por la Revista de Occidente en 1929; con las Meditaciones cartesianas difundidas por el Colegio de México en 1942, y con el epítome Abreviatura de investigaciones lógicas (Buenos Aires, 1949) de Fernando Vela, un hábil traductor y condensador de obras complejas de gran extensión. Además del libro de Husserl, Vela resumió para la Revista de Occidente La evolución creadora de Bergson, El espíritu del derecho romano de Ihering y los Principios de sociología de Spencer, tomos que orientaron a camadas enteras de estudiantes, profesores y lectores solitarios de habla castellana interesados en la filosofía, el derecho y las ciencias sociales.
45 Wilhelm Szilasi, Fantasía y conocimiento (Buenos Aires, 2001), pp. 11-12.
46 Carta a César Ayerbe Chaux, Buenos Aires, 24 de febrero de 1950.
47 El solipsismo es fácil criticarlo y el marxismo y las diversas filosofías materialistas lo ha llenado de ironías, pero intrínsecamente posee su fuerza. Es una aporía, una contradicción insoluble del pensamiento filosófico. Cuando se afirma el papel del sujeto cognoscente, sus formas de ver se filtran por las vías más insospechadas. Si se parte del sujeto, ¿cómo salir de él? Diversas tradiciones de pensamiento han dado sus respuestas, pero la dificultad permanece.
48 Carta a Néstor Madrid-Malo, Buenos Aires, 12 de noviembre de 1950.
49 Carta a Guillermo Tafur Morales, Buenos Aires, 6 de enero de 1952.
50 L. E. Nieto Arteta, ““Husserl y Heidegger: la fenomenología y la analítica de la existencia”, Universidad de Antioquia, n.° 114, Medellín, octubre-diciembre de 1953, pp. 243-262.
51 Ambrosio Gioja, “el más profundo conocedor de la fenomenología en la Argentina”, se había hecho traducir para uso privado las obras de Husserl no vertidas todavía al castellano: Formale und transzendentale Logik (Halle, 1929) y Erfahrung und Urteil (Praga, 1939). Carta a Carlos Holguín y Holguín, Buenos Aires, 25 de mayo de 1951.
52 Carta a Alfonso Patino Rosselli, Buenos Aires, 8 de abril de 1951.
53 Carta a Fabio Estrada González, Buenos Aires, 14 de abril de 1951. Ya el escritor Hernando Téllez lo había alertado de que el gobierno estaba preparando “una purga de funcionarios de determinada filiación política”. Carta de agradecimiento a Hernando Téllez, Buenos Aires, 18 de mayo de 1952.
54 Víctor Álvarez Morales, Gonzalo Restrepo Jaramillo (Medellín, 1999), p. 525.
55 Carta a Alfonso Patino Rosselli, Buenos Aires, 24 de agosto de 1952.
56 Carta a Luis López de Mesa, Buenos Aires, 22 de julio de 1952.
57 Carta a Eduardo Zuleta Ángel, Buenos Aires, 26 de octubre de 1952. La conferencia sobre España alcanzaría su publicación impresa tres años después: “Universalidad de España”, América Española, n.° 61, Cartagena, septiembre de 1955, pp. 119-140.
58 Carta del Embajador Domingo Esguerra al ministro Juan Uribe Holguín, Buenos Aires, io. de diciembre de 1952. Hubo sin duda más conferencias a lo largo de su estadía argentina. “Pronuncié diez conferencias en diversas ocasiones sobre temas filosóficos o de matiz filosófico”. Además, trabajó con ahínco en el Instituto de Filosofía del Derecho y Sociología de la Facultad de Derecho de Buenos Aires, entidad donde se discutían las novedades jusfilosóficas y las relaciones del derecho con la sociedad, perspectiva que frenaba la especulación sin freno de algunos filósofos del derecho. Carta a Diego Tobón Arbeláez, Bogotá, 10 de febrero de 1953.
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