VI. Crítica del marxismo
p. 171-199
Texte intégral
CRÍTICA DE LOS SISTEMAS
1El año de 1938 fue definitivo para Nieto. Alcanzó su grado de doctor en Derecho, se vinculó al cuerpo docente de la Facultad de Derecho de Santa Clara, estrechó relaciones con políticos y abogados de prestigio y su amigo Germán Arciniegas le abrió las páginas de El Tiempo. Su vigor no conocía la fatiga. Dictaba conferencias, participaba en las tertulias de los cafés bogotanos y publicaba ensayos, artículos y reseñas de libros en los periódicos y revistas de mayor circulación de la capital. ¡En el sólo año de 1938 publicó 33 trabajos! Con envidiable fluidez entregaba a la “voracidad de las cuartillas” el fruto de sus lecturas en los campos del derecho, la historia y la filosofía1. Nada parecía detener aquella asombrosa habilidad aprendida con los jesuitas en el Colegio de San José.
2Esta labor venía acompañada de nuevos enfoques. Ahora la vehemencia de la crítica social de los años de estudiante cedía terreno ante el énfasis de la perspectiva académica. Cada vez se alejaba más de la faceta política del marxismo, para centrar su atención en el método y en las contribuciones de Marx a las ciencias humanas. Este cambio de rumbo estaba unido a una reacción contra los sistemas, contra la idea de universos cerrados conducentes a explicaciones totales heredadas del siglo xix. “Ahora atravieso –reveló a un amigo– una etapa de rectificaciones. Quiero huir de toda sistematización, de la marxista como de la spengleriana. Quiero comprender los hechos sencillamente, sin la torturante camisa de fuerza del sistema. Sin ideas a priori, sin conceptos preconcebidos”2. Encontraba asfixiante todo intento de aplicar a la realidad social y natural principios y conclusiones universales. “Las definiciones no abarcan exhaustivamente el objeto definido”. A su juicio la noción de sistema restringía la ciencia e impedía a la filosofía organizar objetivamente sus puntos de partida. Era necesario superar las pétreas alforjas conceptuales de Hegel, Marx y Spengler. Sus esquemas ahogaban la savia de la vida; constreñían las experiencias, los datos, la modulación de los hechos individuales; lapidaban la riqueza y caudal de los objetos. Ahora veía que la historia de las concepciones sociológicas era a su vez la historia de una lucha entre método y sistema, entre formas alternativas de ver el mundo afincadas en marcos de referencia trenzados por opresivas categorías analíticas3.
El sistema esquematiza la vida y los procesos de transformación de la realidad. Es él una expresión del furioso y antivital absolutismo intelectual. Rechaza el relativismo, la comprensión histórica de las variaciones que supone la existencia de toda realidad. El sistema destruye la vida, la hace esquemática, la aniquila. Es como una férrea camisa de fuerza aplicada imperiosamente a la realidad4.
3Nieto creía ver en América, tierra firme de Germán Arciniegas la realización de este esfuerzo emancipador. El libro acababa de salir y era felicitado por los comentaristas de diarios y revistas como una contribución al conocimiento de “nuestra América”. En sus capítulos el autor narraba los sucesos del descubrimiento, la conquista y la Colonia en un estilo suelto, intuitivo, periodístico, literario. El volumen llevaba el atrayente subtítulo, Sociología, pues “no hay tema que seduzca tanto al hombre de nuestro tiempo como la sociología”5. Este préstamo del vocablo de Comte le confería al volumen un atractivo especial, pero el hecho real era que Arciniegas no se sentía cómodo con las demandas científicas de la ciencia de la sociedad. Veía en su armazón analítica –en sus conceptos y en sus marcos de referencia– una camisa de fuerza que constreñía la realidad y le quitaba fluidez literaria y temática a la obra. En las posteriores salidas del libro eliminó el subtítulo y la introducción teórica que acompañaban la edición príncipe. Consideraba estas páginas mera “pedantería magistral”. No quería, además, que una disciplina forastera frenara la narración y pusiera cortapisas al lector. “La ciencia universitaria sigue siendo entre nosotros una ciencia colonial... [Los] profesores americanos de sociología no son sino colonos de la Sorbona, que se arrodillan medrosos cada vez que la palabra europea resuena en sus oídos”6. Buscaba que lo criollo se desbordara ante el observador con la mayor libertad de criterio: que las realidades del Nuevo Mundo surgieran con “la frescura de haber sido pensadas a la sombra del árbol de América, y la frescura de haberlas dicho de espaldas a Europa”7. En sus capítulos exaltaba la exuberancia de lo americano frente a la “fatigada” Europa, y se extasiaba en la descripción del paisaje y de hechos minúsculos y aparentemente irrelevantes como atuendos, comidas, fiestas, mitos, artesanías y espantos. Anhelaba que su texto fuera considerado como un ejemplar de sociología americana. “El mundo europeo es un mundo, pero no es el mundo”. Hay otras sociedades con organizaciones distintas y no por ello inferiores. La constitución de los incas, por ejemplo, “fue más humana y menos contradictoria que la de los europeos”8.
4A pesar de estos énfasis nativistas, el marco teórico que nutría el enfoque de Arciniegas provenía de la sugestiva Introducción a la sociología de René Maunier. Allí el sociólogo de estirpe durkheimiana, profesor de la Universidad de París, asiento de la antigua Sorbona, especialista en la cultura árabe del norte de África y cultivador de un enfoque analítico que llamó “sociología de la colonización”, sostenía que no existe la sociedad sino las sociedades, esto es, agrupaciones humanas con experiencias históricas y circunstancias geográficas particulares9. Arciniegas citaba estas palabras con la sensación de hallarse en medio de un descubrimiento inesperado: “esta pequeña diferencia gramatical, el fenómeno de agregarse una s a una palabra, viene a invertir el orden de ideas con que veníamos trabajando hasta ahora los estudiantes de ciencias morales y políticas”10. Tras este hallazgo la experiencia americana entraba de lleno a la historia universal con la misma dignidad con la que habían ingresado otras tradiciones culturales en el pasado.
5El volumen de Arciniegas llenó de emoción a Nieto. No sólo exaltaba el fervor americano; en sus páginas creía encontrar la negación de los sistemas, esto es, de los discursos compactos, cerrados y absolutos. En América, tierra firme –señaló– “los hechos no sufren la inenarrable tortura del sistema, aparecen en toda su desnudez y en toda su humana pureza”. No hay allí solemnidad; todo se desenvuelve con naturalidad, sin atropellos y constreñimientos teóricos. Es el registro de lo que realmente sucedió, “no la historia oficial de nuestra languideciente Academia, sino la historia viva, humana, rica en hechos pequeños, de insospechado y valioso significado”. A lo que añadió con marcado entusiasmo: “esos hechos hacen de América, tierra firme una obra científica”11. Nieto no estaba solo en estos elogios. El periodista Hernando Téllez también había sufrido el hechizo del libro, que reputó, para sorpresa de los lectores y del propio Arciniegas, de feliz “aplicación de la dialéctica materialista a la interpretación de la historia de Colombia”12.
6Las inquietudes de Nieto presentaban una notable contemporaneidad con las discusiones sobre la crisis de los sistemas. Por aquellos años se asistía en Europa, y en Norteamérica, al destronamiento de las formas de conocimiento tuteladas por una idea central y única. Después de la muerte de Hegel y la embestida de Nietzsche, el pensamiento moderno había tomado un rumbo diferente al de las grandes elaboraciones del pasado. Por diversas sendas surgían reacciones contra la afirmación concluyente y la disertación categórica. Frente a ellas se subrayó la reflexión asistemática, ensayista y fragmentaria que en ocasiones alcanzó el aforismo, la meditación sentenciosa fortalecida por la ironía. El ejemplo de los filósofos fue seguido por los científicos sociales. El estudio de la sociedad abandonó los prodigiosos edificios de Comte, Marx, Gumplowicz y Spencer por construcciones analíticas menos ambiciosas que permitieran un diálogo más fluido entre la elaboración teórica y los hechos. Los sociólogos, los historiadores y los antropólogos repudiaron las concepciones totales del siglo xix –el positivismo, el economicismo, el evolucionismo, el difusionismo– y las reemplazaron por marcos de referencia y conceptos más cercanos al análisis de problemas concretos y previamente delimitados. Tomaron lo que había de iluminador en las escuelas del pasado y desdeñaron su “metafísica”, las representaciones que frenaban el conocimiento directo de las cosas.
7Pero si este era el signo de los tiempos, el ejemplo elegido por Nieto para ilustrar la crisis de los sistemas no era el mejor. El libro de Arciniegas estaba más cerca de la literatura y de la crónica impresionista que del mundo de las ciencias históricas y sociológicas. El texto parecía a primera vista novedoso y refrescante, pero un examen más riguroso de su contenido mostraba que el enfoque, el tratamiento de los datos y la organización de la información dejaban mucho qué desear. América, tierra firme no era fruto de una investigación de archivo; era sólo una recreación personal y ligera de los primeros siglos del asentamiento de los españoles en América. Apenas aludía a las fuentes primarias y a la literatura secundaria que respaldaban la narración. El autor discurría sin control por centurias y acontecimientos poco conocidos con un colorido, fantasía y dramatismo más cercanos al oficio del novelista que al trabajo del historiador. Era una historia galante tejida con narraciones ligeras y divertidas para ganar la atención de lectores sin mayores exigencias en asuntos de teoría y método. Con la exaltación de estos rasgos difícilmente se podía censurar el estilo de la “languideciente Academia”. Y Nieto lo sabía. Era consciente de que sus elogios iban más allá de la valoración de los logros estrictamente intelectuales del autor de América, tierra firme. “A usted –le reiteró– la crítica se le va de entre las manos cuando toca obras mías. ¡Cuidado!”13. En su recensión se mezclaban la gratitud, el deseo de llegar a un público más amplio y la posibilidad de aproximarse a El Tiempo, el diario de mayor circulación del país. Nunca el éxito en la política, las letras y el desempeño ocupacional parecía tan unido a la presencia de un periódico. Por aquellos días Arciniegas estaba al frente de El Tiempo y podía ayudar a los amigos. Su influyente director y propietario, Eduardo Santos, recorría ahora el país en calidad de candidato y seguro presidente de la República para el período 1938-1942. La campaña contaba con el apoyo del Partido Liberal, con los votos de los comunistas y con la ausencia de los conservadores en la contienda electoral14. En carta a su hermano Rafael, Nieto describió la situación desde la perspectiva de los críticos:
[En las tertulias] de esta capital se han interpretado muy contradictoriamente mis últimos artículos sobre temas científicos y educacionistas. Para algunos el ensayo crítico de la obra de Germán fue una demostración de fuerzas, algo así como una mise en scène con el fin de comprobar que el marxismo no es ya mi panacea intelectual, y en esa forma, crear condiciones favorables para mi colaboración bajo el próximo gobierno... Para unos es un artículo de un detestable oportunismo político, para otros es un artículo de gran sinceridad y, para otros en fin, los comentarios que en él se hacen en torno a la obra de Arciniegas, son simplemente “para la exportación periodística”, pues el autor íntimamente ha elaborado muy otros comentarios al libro de marras15.
8A estas consideraciones su hermano Rafael contestó desde Barranquilla: “Yo creo que tu debes prepararte a colaborar en el gobierno de Santos”16. Era verdad que Nieto necesitaba un puesto para sobrevivir en Bogotá y asumir con algún decoro sus labores docentes, pues “en los meses que van corridos de este año sólo he ganado unos miserables sesenta pesos como catedrático de Santa Clara; nada más”17. No obstante haber alcanzado el grado de doctor en derecho con todos los honores, todavía no llegaba la oportunidad de un trabajo estable afín a sus intereses y capacidades intelectuales. Llevaba una vida de estudiante y, como en el pasado, frecuentaba los cafés como lugar de reunión y estudio. Allí departía con sus colegas y amigos de Santa Clara, algunos de los cuales ya empezaban a ejercer con éxito la carrera de abogado.
9Entre tanto, los observadores de su evolución intelectual no permanecían callados. Para sus antiguos compañeros de luchas políticas, las críticas al marxismo anunciaban “traición”. El Diario Nacional, un periódico “al servicio del liberalismo de izquierda”, dirigido por Darío Samper, uno de los regentes de Acción Liberal, la revista que había difundido los trabajos del Grupo Marxista, informó a sus lectores sobre los cambios del joven Nieto en términos poco amistosos:
Hace pocos días leímos en la página editorial de El Tiempo, cierto artículo sobre el dogmatismo de la Universidad que debemos a la pluma del señor Luis E. Nieto Arteta. .. Este caballero fue marxista y practicó tales doctrinas con una fe y entusiasmo verdaderamente enternecedores. De marxista pasó a escritor. De escritor a diplomático, bajo este régimen benévolo que ha resuelto encontrar en la carrera de las relaciones exteriores a algunos genios.
El señor Luis E. Nieto Arteta fue a España y regresó de la patria convulsionada convertido a liberal. ¿A liberal de izquierda? Ni por pienso. A puro liberal de derecha bajo el nombre de socialista. Sus antiguos amigos se dijeron: “Este es un genio criollo. Marxista, diplomático y escritor. Y lo llevaron a la Universidad como profesor. Y nada menos que a la cátedra de iniciación filosófica del estudio del derecho”.
El señor Nieto Arteta quiere hacer carrera. Halla que El Tiempo es en Colombia el factotum y resuelve hacerse escritor, sociólogo y no se sabe cuántas cosas más desde las columnas del gran diario de la derecha. Allí es acogido, manufacturado “intelectual” y comienza a dogmatizar. Pero como el muy ladino joven ex-marxista se da cuenta que desde El Tiempo no se puede ser hombre de izquierda sin perder los favores, resuelve traicionar tranquilamente su ideología marxista y se declara cavernícola18.
10Pero si todo esto llevaba algo de verdad, la inquietud acerca de la crisis de los sistemas era oportuna y digna de divulgación. Nieto era muy dado a propagar ideas, no obstante que tuviera una asimilación precaria de su contenido y alcance. Sembraba para que otros recogieran. Sabía que las grandes concepciones estaban en apuros. En Estados Unidos William James y John Dewey las habían condenado en Pragmatismo (1907), una ofensiva contra el racionalismo, y en La reconstrucción de la filosofía (1920), un manifiesto que anunciaba nuevas formas de pensar y de hacer. Ahora “las teorías han pasado a ser hipótesis”, observó con energía Dewey. Para el pragmatista norteamericano, las posturas unicomprensivas, por trabajadas y sólidas que fueran, debían mirarse como simples supuestos a probarse en el terreno de la experiencia19. Lo mismo ocurría con Nicolai Hartmann, el paladín europeo de la lucha contra el constructivismo: la erección de impetuosas arquitecturas formales que no dan cuenta de los problemas concretos. En diversas obras se dio a la tarea de destronar los diseños totalizantes que respondían a todas las cuestiones parciales. “El tiempo de los sistemas e ismos ha pasado”, recalcó en uno de sus trabajos de síntesis. “Es cierto que aún viven algunos de ellos, pero se trata de una vida débil, de imitación. No es ahí donde se halla la auténtica filosofía de la época. El pensar sistemático se haya en vías de una revolución; se aparta de lo constructivo y se retrae a un camino más sencillo y modesto, pero también más seguro, de investigación pura”. A esta revolución llamaba la “desembriagues” de la filosofía, es decir, la expulsión de la mente de las pomposas creaciones especulativas del pasado. Para Hartmann, el estudio de las esencias, en el cual se han detenido muchos filósofos contemporáneos y del pasado, es apenas el comienzo de la indagación. Quien se conforma con la “descripción de esencias” se olvida de lo individual y concreto; “finge resolver problemas que han sido comprendidos a medias, y cae con ello inconscientemente en el atavismo de los sistemas. Termina precisamente allí donde tiene que comenzar el auténtico trabajo”20. Hartmann reaccionó, igualmente, contra la opinión neokantiana de que la mente construye la realidad a través de las formas creadas por el pensamiento. Contra sus representantes más conspicuos, mantuvo que las cosas son anteriores al proceso reflexivo y existen fuera y de manera independiente del observador.
11El mensaje de Hartmann, muy atendido en América Latina, le llegó a Nieto por la vía indirecta de la literatura secundaria: por el ilustrativo ensayo del argentino Francisco Romero, “Un filósofo de la problematicidad” (1934), y por el capítulo que le dedicara Georges Gurvitch en Las tendencias actuales de la filosofía alemana, libro de gran éxito entre los intelectuales latinoamericanos, que examinaba los movimientos filosóficos de la hora: Husserl, Scheler, Lask, Hartmann y Heidegger21. Hartmann era un filósofo con una formación inusual. Nacido en 1882 en el seno de una familia alemana radicada en el puerto de Riga sobre el Báltico, creció en medio de la influencia de las culturas germana y rusa. Hizo sus primeros estudios en San Petersburgo, después pasó a la Facultad de Medicina de la famosa universidad de Dorpat en Estonia, para regresar de nuevo a San Petersburgo a emprender su doctorado en filosofía y lenguas clásicas. La revolución rusa de 1905 lo obligó a trasladarse a Alemania, doctorándose en Marburgo en 1907 al amparo de los neokantianos Hermann Cohen y Paul Natorp. Dada su experiencia con la cultura eslava, participó en la Primera Guerra Mundial como soldado alemán en el frente oriental.
12Hartmann enseñó en Marburgo entre 1922 y 1925 y después se fue a Colonia donde permaneció cinco años. Al abandonar Marburgo, Martin Heidegger ocupó su plaza. En 1931 recibió una invitación para trasladarse a la Universidad de Berlín, donde presenció, sin mayores tensiones, la llegada de Hitler al poder, el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la caída del régimen nacionalsocialista. Cuando el ejército rojo se acercaba a la capital alemana en abril de 1945, huyó a Gotinga con la celeridad del prófugo. Como buen conocedor de los moscovitas, conocía la ira que asistía al victorioso invasor ruso ayer vejado por las tropas alemanas en su propio país. Murió en Gotinga de un infarto cardíaco el 9 de octubre de 1950, el mismo año en que Nieto leía en francés en la distante Buenos Aires sus Principios de una metafísica del conocimiento22. Su obra perdió audiencia a medida que se afirmaba el existencialismo francés, la filosofía analítica inglesa, el pensamiento de Heidegger y la filosofía de la ciencia de la segunda mitad del siglo xx. Escribió mucho y sobre muchas cosas: ética, ontología, estética, lógica, historia de la filosofía y teoría del conocimiento. “Es uno de los pocos filósofos del siglo xx –recordó Ferrater Mora en su Diccionario-que puede jactarse de haber tocado todas las disciplinas filosóficas”23. Al olvido de Hartmann se sumó la decepción por su silencio político durante los años más crudos del nazismo. Entre sus numerosos alumnos se contaban el poeta y novelista ruso Boris Pasternak, el filósofo tudesco Hans-Georg Gadamer y el jusfilósofo mexicano Eduardo García Máynez24.
13El interés de Nieto por la crisis de los sistemas fue recogido por su colega Rafael Carrillo en una serie de artículos publicados en el diario El Siglo bajo el título, “Un nuevo problema filosófico”, tema que amplió todavía más en su ensayo de 1944, “La rebelión contra los sistemas”25. De la mano de Hartmann, Carrillo se interrogó acerca de las maneras de abordar la historia de la filosofía. Si la filosofía es ante todo indagación, planteo y solución de problemas, su pasado debe estudiarse ahora de manera radicalmente distinta. Los estudiosos deberán sustituir el recuento de las ideas, nombres y escuelas que han desfilado a lo largo del proceso de la especulación desde los griegos hasta nuestros días, por un examen de las grandes preguntas y soluciones ofrecidas por las inteligencias de mayor rango. Ello exige un estudio detenido “de los distintos planteos y respuestas que se han dado a las cuestiones por los pensadores de todos los tiempos”26. Todo esto resultará en el florecimiento de una vigorosa filosofía de la filosofía, esto es, en un severo escrutinio de la filosofía por lo mejor de la filosofía a fin de evaluar la fuerza y eficacia de su saber. Esta postura conducirá inexorablemente a una revuelta contra las construcciones sistemáticas y a un regreso discreto a las hipótesis, a las preguntas problemáticas, a los enigmas, antinomias y dificultades lógicas; a las aporías en una palabra27.
CRÍTICA DEL MARXISMO
14En las críticas de Nieto a los sistemas y a las ortodoxias que los acompañaban, había un elemento político que lo alejaba del marxismo: los procesos de Moscú. Desde mediados de los años treinta, Stalin se había dado a la tarea de aniquilar la generación bolchevique y de eliminar todo rastro de oposición en Rusia. En agosto de 1936 fueron fusilados Zinoviev y quince dirigentes más; en junio del año siguiente cayeron Radek y otros diecisiete líderes de la Revolución de Octubre, y en marzo de 1938, “el proceso de los veintiuno”, el más sonado de todos, acabó con la vida de Nikolai Bujarin. Este “juicio”, que tuvo lugar entre el 2 y el 13 de marzo, fue seguido con interés, perplejidad y asombro por los lectores de los diarios bogotanos. Día a día la prensa de la capital transmitía los cables internacionales sin mayores explicaciones. En sus páginas los antiguos bolcheviques eran calificados de mercenarios del fascismo, de terroristas, espías y asesinos, además de trotskistas, traidores y rabiosos enemigos de los ideales socialistas. El ii de marzo, cuando ya se acercaba el final, El Espectador informó que el fiscal “del proceso más sensacional que se haya ventilado en los estrados judiciales de la Rusia Soviética, pidió la sentencia de muerte para diecinueve de los veintiún acusados de traición, espionaje y otros crímenes en contra del régimen de Stalin”. Al pedir la pena de muerte para Bujarin y sus amigos, el ente acusador declaró “que se sentía plenamente convencido de que el jurado tendría el sentido común de enviar a los acusados ante una escuadra de fusileros”. Y dirigiéndose a la audiencia en el tono de la arenga letal, concluyó: “este montón de carne mal oliente no tiene derecho alguno a permanecer entre nosotros. Al eliminar a los reos se prestaría una ayuda a la paz del mundo y a las democracias”28. Cuatro días después, el 15 de marzo de 1938, el gobierno soviético comunicó que las ejecuciones se habían realizado según lo anunciado por el ente acusador. La noticia, sin embargo, apenas llegó a los lectores europeos y americanos. Aquel mismo día los periódicos de todo el mundo centraron su atención en un acontecimiento de grandes consecuencias para la suerte de Europa: la entrada triunfal de Hitler a Viena y el anuncio de la anexión de Austria al Tercer Reich29.
15Esto era demasiado para Nieto. Las obras de Bujarin lo habían familiarizado con los fundamentos de la sociología marxista y con el “abc del comunismo”. Además, en la mente de los amigos de la experiencia soviética estaban aún frescas las palabras del testamento de Lenin: “Bujarin, el teórico más valioso del partido”. Todos recordaban su papel en la Revolución de Octubre, sus contribuciones a la doctrina marxista y su incansable actividad en la construcción del socialismo en el antiguo reino de los zares. “Para mí –escribió Nieto– después de los repetidos procesos de Moscú, no hay ya, qué le vamos hacer, ninguna diferencia entre el fascismo y el comunismo. La purga que hicieron Hitler, Goering y Goebels el 30 de junio de 1934 en las filas del partido nacional-socialista, no tienen ninguna diferencia con los procesos de Moscú”30. El peso de estas tensiones encontradas y de sus consecuencias intelectuales, fueron descritas con amplitud a un corresponsal de Barranquilla:
Los últimos sucesos internacionales, la invasión de Austria por las tropas nazistas, la derrota inminente de las mil veces heroica democracia española, la derrota del Frente Popular francés que se anuncia para esta tarde según los cables de la prensa matinal, los últimos e incomprensibles procesos de Moscú, me han producido mucho escepticismo político. Empieza a flaquear mi fe democrática. Empiezo a dudar de las concepciones políticas y sociológicas que anteriormente había defendido. Fruto tal vez de ese escepticismo es la crítica al materialismo histórico que te esbozo...
Hasta ahora he dedicado todas las clases [de Santa Clara] a hacer un estudio histórico del desarrollo de nuestra ciencia jurídica nacional. El método que he utilizado en ese estudio, con el fin de descubrir cierta continuidad en la aparente oposición de las distintas concepciones jurídicas que se han sucedido a través de la historia, ha sido el de [mostrar] en cada una de las épocas dominantes en ese desarrollo, una serie de antinomias o contradicciones internas, las cuales han sido armonizadas siempre por la siguiente época. Así por ejemplo, en la ideología jurídica liberal, la que se impone a partir del año de 1850, he descubierto dos contradicciones, las cuales fueron armonizadas por la ideología de la Regeneración, [período que] a su turno encierra nuevas y más, aparentemente, irresolubles o inarmonizables contradicciones. Como habrás comprendido, ese método de investigación, supone el abandono del primitivo método dialéctico-materialista del materialismo histórico.
Dentro del método que he utilizado en el estudio histórico de que te he hablado en párrafos anteriores, lo que podría considerarse como la tesis dentro del rígido método dialéctico del materialismo histórico, es un momento múltiple y diverso, multilateral, el cual encierra ya muy tremendas contradicciones. Por otra parte, he rechazado la teoría de que las contradicciones de la tesis y de la antítesis sean destruidas dentro de la síntesis, [es decir, que] sean eliminadas en una entidad superior. Bajo este aspecto, por consiguiente, también he abandonado el materialismo histórico. En realidad de verdad, la eliminación de las contradicciones de la tesis y de la antítesis en una realidad superior y armónica, sería el estancamiento, la inmovilidad. [Esto] haría incomprensible, completamente incomprensible, el ulterior [e] incesante movimiento de la vida, de toda vida, la natural y la social o sociológica31.
16Esta hermética y pesada jerga, aludía a nuevas lecturas que habían ganado la atención del abatido Nieto. A sus manos habían caído las obras de derecho social del filósofo y sociólogo Georges Gurvitch (1894-1965), muy discutidas por aquellos años en los medios jurídicos: Le temps présent et l’idee du droit social (1931), L’Idée du droit social (1932) y L’expénence juridique et la philosophiepluraliste du droite (1935). Gurvitch se había familiarizado desde muy temprano con la literatura socialista. “A la edad de catorce años –señaló en un esbozo autobiográfico– comencé mis lecturas filosóficas y sociológicas a través de los escritos marxistas en boga en aquel momento en Rusia, mi patria de origen: Kautsky primero, después Plejanov y a continuación Lenin.… A los dieciséis años traté de leer a Marx mismo, en particular los tres volúmenes de El capital”32. Pero estos autores dejaron muy pronto insatisfecho al joven Gurvitch. La creencia en un determinismo riguroso, expresado en unas leyes implacables de la historia afincadas en el materialismo económico, no encajaban en su mente. Como buen heredero de la herencia libertaria de la intelligentsia rusa, era muy sensible a los conflictos individuo-sociedad expresados en el dilema del pensamiento moderno: voluntarismo frente a constreñimiento inflexible de la conducta o, como le gustaba decir, “déterminisme social et libre arbitre”. Esto lo llevó a rechazar la férrea causalidad del marxismo y a enfrentar la tradición hegeliana que tendía a cancelar los intereses individuales ante las necesidades del Estado. La herencia proudhoniana, de gran influencia en el pensamiento ruso, jugó aquí un papel considerable. El pensador francés lo condujo a establecer un equilibrio entre las necesidades del individuo y las exigencias de la sociedad: entre la afirmación de la libertad humana y los constreñimientos reclamados por la estructura social33.
17“Proudhon [nos] conduce a Gurvitch”, sentenció Nieto34. En este caso, sin embargo, fue Gurvitch quien le abrió las ventanas proudhonianas. La tradición marxista había expulsado del panteón socialista al autor de La filosofía de la miseria, y volver sobre su obra con mente abierta y actitud desprevenida era signo de apostasía revolucionaria. Pero ya Nieto estaba lejos de estos temores. Ante sus ojos el marxismo era una tradición como cualquier otra, que podía nutrirse de las contribuciones de otras corrientes de pensamiento que los herederos de Marx y Engels habían ignorado. Nieto tomó de Gurvitch el interés por la obra de Proudhon, especialmente en lo que respecta a la dialéctica y al pluralismo jurídico. En la polémica Marx-Proudhon enjuició al primero y aplaudió al segundo, estimando que en aquel singular encuentro se vio el triunfo de un hombre que sí pensaba dialécticamente (Proudhon), sobre otro que no pensaba dialécticamente pero que siempre creyó que lo hacía (Marx). Para Nieto la dialéctica era una forma abierta de inteligibilidad de lo real, aplicable tanto al mundo social como al reino de la naturaleza. Pero a diferencia de Hegel y de Marx, esta forma de aprehensión de los hechos no sigue la fórmula expresada en la familiar tríada tesis-antítesis-síntesis. Sólo los dos primeros pasos se encuentran validados por la experiencia, pues las antinomias nunca se resuelven y en ningún momento conocen el reposo, la ansiada síntesis de los hegelianos. La síntesis sólo existe en la mente de los metafísicos; aceptarla sería admitir el estancamiento, un supuesto inconcebible cuando se sabe que la realidad natural y social está constituida por una pluralidad de elementos irreductibles, antagónicos y en permanente transformación. Allí las oposiciones no desaparecen, sólo se equilibran, se balancean; destruirlas sería aniquilar los procesos, el desarrollo continuo y el progreso firme y persistente. Según Nieto, esto es lo que le confiere a la visión proudhoniana un clima abierto lleno de promesas intelectuales ajenas al espíritu de sistema tan caro al materialismo dialéctico y a los continuadores de Hegel. Con juvenil entusiasmo llamó a este enfoque de la dialéctica, “la más trascendental y valiosa creación intelectual de Proudhon”35.
18Todo esto, sin embargo, era más un juego de palabras y de énfasis que una contribución real a la dialéctica hegeliana. Donde el pensador alemán hablaba de síntesis el crítico francés hablaba de equilibrio. De toda antinomia llevada al límite siempre surgía algo nuevo, bien por conciliación o bien por fusión de elementos en conflicto. “La ciencia –escribió Proudhon– tiene por demostrado que todo antagonismo, ya en la naturaleza, ya en las ideas, se resuelve en un hecho más general, o en una fórmula compleja que pone de acuerdo a los opuestos absorbiéndolos, por decirlo así, a uno y otro”36. Esta postura tenía afinidades con su concepción del cambio social como progreso lento, sin mayores sacudidas, seguido de armonías sucesivas. “Soy revolucionario, pero no atropellador”, señaló en una ocasión37.
19Nieto volvió sobre la dialéctica en “Posibilidad teórica de un marxismo spengleriano”38. El título anunciaba inseguridad y vacilación, y sus ideas registraban nostalgias de los años de militancia revolucionaria. El contenido –escribió– “corresponde a una vieja posición teórica que con el correr del tiempo se ha fortificado y ha ampliado sus incidencias intelectuales y filosóficas”39. En carta al poeta Gregorio Castañeda Aragón, un asiduo colaborador de la mítica Voces del sabio Catalán, subrayó que el tema era antiguo, pero que sólo ahora encontraba el cause apropiado:
En el próximo número de Universidad de Antioquia publicaré un ensayito filosófico y caprichoso, caprichoso en el contenido, que llevará esta denominación: “posibilidad teórica de un marxismo spengleriano”. El contenido fue pensado en el mes de diciembre de 1933. Entonces yo era un lírico y romántico estudiante. Era miembro del Grupo Marxista y creía en la revolución. Además, galanteaba como un bohemio de principios de siglo con las primorosas obreritas que concurrían a las clases que se daban en el Grupo. Después de haber meditado desde esa remota época en el contenido del estudio del que le hablo, no volvía a preocuparme por él. Solamente el mes pasado y ante la posibilidad de publicar algo en la revista antioqueña, me entregué a explicar las conclusiones que a mi mismo me definí en el diciembre romántico y sentimental de 193340.
20El propósito –inconexo, atropellado y no falto de arbitrariedad–, era indicar las analogías entre el marxismo y “la brillante sociología spengleriana”. En el pasado había calificado esta aventura como un “engendro monstruoso”41, pero ahora la encontraba apropiada y digna de publicarla. Si Proudhon lo había liberado de las cortapisas de la dialéctica hegeliana, Spengler le abría los secretos del desarrollo de las formas culturales (la fisiognómica). “Baste observar que Proudhon y Spengler guardan entre sí una analogía intelectual más clara y vigorosa que la que se ha señalado entre el sociólogo alemán y el socialista científico [Marx]”42. Nieto no desarrolló este punto, pero siempre encontró en Spengler un respiro analítico ante la inflexible coraza hegeliano-marxista. El punto de partida de “Posibilidad teórica de un marxismo spengleriano” era la semejanza entre la dialéctica materialista y el estudio de las culturas á la Spengler. Siguiendo los lineamientos de Engels, señaló que la dialéctica materialista analiza las leyes del movimiento; concibe la realidad como algo en permanente estado de transformación. Para la dialéctica sólo hay procesos: los entes petrificados e inalterables le son extraños. En su interior todo se mueve, nada permanece estático. Sirve para examinar la dinámica de la naturaleza lo mismo que el transcurrir de la sociedad. Las mutaciones en una y en otra esfera son meros choques y contradicciones. Estas últimas provocan el movimiento. Sin las contradicciones el estudio de la realidad social y natural sería inconcebible, pues a toda afirmación le brota su contrario y del producto de este choque, de la superación de las oposiciones, surge un ente nuevo que a su vez suscitará sucesivas e infinitas dinámicas. La dialéctica, la evolución por medio de las contradicciones, es por lo tanto una ley del ser. El agua es tal en estado de reposo, pero al calentarla sus partículas se desplazan con asombrosa rapidez hasta alcanzar el estado de ebullición y convertirse en vapor y éste en gas, un elemento cualitativamente diferente del que originalmente le dio vida. Lo mismo acontece –según Nieto– con la vida de las culturas estudiadas por Spengler. Las culturas nacen, crecen y mueren, y en los períodos de decadencia surgen otras de manera impetuosa opacando las anteriores. Es el movimiento que no conoce el reposo, el “producirse” sin descanso. El ocaso, la muerte de una cultura, anuncia nuevas venturas. La fisiognómica, el examen de las formas culturales, es por lo tanto “un análisis del proceso de transformación de toda realidad y de las leyes dialécticas que presiden ese proceso inevitable y forzoso”43. En pocas palabras, tanto la fisiognómica spengleriana como la dialéctica materialista son interpretaciones del incesante fluir heraclitiano de la realidad. “La fisiognómica –insistió– es una cierta interpretación dialéctica de la realidad, así como la dialéctica es una determinada comprensión fisiognómica de la realidad”44. Con todo esto sólo faltaba decir que Engels estaba cerca de escribir La decadencia de Occidente y Spengler el Anti-Dühring.
21Pero aquí no terminaban las similitudes. Nieto también acercó las perspectiva marxistas y spenglerianas a los problemas de la causalidad y a las dificultades asociadas con la formación de conceptos. A través de una exposición superficial y ligera de los temas en cuestión, Marx y Spengler resultan defendiendo las mismas posturas analíticas. Ambos repudian la interpretación mecanicista de la causalidad y las estructuras conceptuales extrañas a la realidad. Ambos rechazan el viejo causalismo (si a entonces b) y optan por la conexión funcional y recíproca de los hechos. Ambos niegan los conceptos metafísicos que estrangulan la realidad y se inclinan por la elasticidad de los que más se adecuan al fluir permanente de los hechos que intentan atrapar y explicar. Con esta estrategia Nieto precipitaba las analogías y al final el autor de El capital y el de La decadencia se hermanaban en la defensa de posiciones filosóficas y sociológicas que tanto los distanciaban45.
22Estas aproximaciones de enfoques antagónicos no llevaron a Nieto a rechazar el marxismo. En realidad pretendía enriquecerlo. Sabía que el legado de Marx era una “adquisición irrevocable”. Mientras que el materialismo primitivo se limitaba al examen de la naturaleza, el materialismo histórico lo ennoblecía con un campo adicional: el estudio de la sociedad. Junto a Comte, Saint-Simon y los anuncios de Vico, Marx subrayaba el estudio objetivo de los procesos sociales que desembocaron en la sociología, la ciencia que estudia los hechos sociales y las leyes que los regulan. A esto llamó la “socialización” del materialismo46. Era necesario superar, sin embargo, un residuo implícito en el marxismo: su tendencia a asimilar los hechos sociales a realidades naturales. A juicio de Nieto, Marx acogía y ampliaba la comprensión positivista de la sociedad, llegando a identificar lo real con lo material. Esta tendencia naturalista ignoraba las complejidades del mundo social, imposible de asir con las estrategias de las ciencias naturales. El contenido de la vida social exigía un tratamiento específico mediante el uso de métodos y conceptualizaciones particulares, dado que el fluir de la vida humana es distinto del impulso de la naturaleza. Todo juicio de la sociología positivista y naturalista debía, por tanto, incluir una crítica del materialismo histórico, perspectiva que a pesar de sus dificultades metodológicas portaba “una grandiosa virtualidad creadora” que nadie podía desconocer47. Para Nieto el marxismo era un producto cultural, y como tal susceptible de análisis por parte de las ciencias del espíritu48. Aquí sus conclusiones estaban muy cerca del juicio suscrito veinte años después por el sociólogo C. Wright Mills: aquel que no se adentre a fondo en las ideas marxistas jamás será un científico social idóneo; aquel que crea que el marxismo lo ha dicho todo jamás lo será49.
UN PROGRAMA DE DESARROLLO
23Estas eran las elaboraciones teóricas del joven Nieto, cuando Eduardo Santos consiguió la presidencia de la República. Muchas de ellas sólo saldrían a la luz pública en los años cuarenta, pero su esbozo era suficientemente claro a mediados de 1938. Con Santos llegaron al poder varios amigos y algunos nombres conocidos. El decano de Santa Clara, Carlos Lozano y Lozano ocupó el ministerio de Gobierno, Luis López de Mesa el de Relaciones Exteriores y Carlos Lleras Restrepo el de Hacienda. Los tres ministros lo invitaron a trabajar en sus predios, pero la propuesta más atractiva fue la de López de Mesa, quien lo llamó a integrar el Departamento de Asuntos Económicos de la Cancillería. Con júbilo contó a su madre: “desde el 18 de noviembre ocupo la subdirección de la sección comercial del Ministerio de Relaciones Exteriores. Gano la suma de doscientos cincuenta pesos, los que unidos a la cátedra de Santa Clara me dan trescientos diez pesos al mes. Es decir, que empiezo a disfrutar de una holgada situación económica”50. Sus obligaciones laborales apuntaban a la redacción de informes de coyuntura económica, al examen de los tratados comerciales, a la supervisión de los convenios de transporte y al diseño de estrategias para promover el comercio colombiano. A ello se sumaba la intensa correspondencia con los embajadores y cónsules para obtener información acerca de la marcha de los negocios colombianos en el exterior. Estas labores se tradujeron en poco tiempo en el asiento institucional de un nuevo campo de investigación que apenas había acariciado en el pasado: la economía política. El jefe de la oficina era el cundi-boyacense Guillermo Torres García, muy conocido en los medios académicos por sus estudios monetarios y sus concisas Nociones de economía política (1929), y lo sería todavía más con la publicación de la orientadora Historia de la moneda en Colombia (1945), libro que escribía cuando Nieto ingresó a la Cancillería y redactaba los capítulos de Economía y cultura51.
24Los resultados del trabajo de Nieto en la Cancillería no se hicieron esperar. Con la pasión con que emprendía sus tareas, en menos de un año publicó dos ensayos teóricos –una discusión de la noción de valor de cambio y una crítica de la definición ricardiana de la renta a partir de la teoría del equilibrio económico–, además de un extenso informe sobre las condiciones de la expansión de la economía colombiana. “La lista de sus trabajos me alarma”, le manifestó por aquellos días Arciniegas52. La vocación intelectual del joven profesor de Santa Clara no parecía tener límites. En 1939 publicó 14 textos, que sumados a los anteriores alcanzaron 60 artículos y ensayos, cuando apenas cumplía los 26 años de edad. El derecho y la filosofía, la sociología y la historia, la crítica política y los estudios literarios, llenaban sus cuartillas con asombrosa facilidad. Todas aquellas especialidades aparecían en su mente como manifestaciones de un mismo saber: las ciencias del espíritu. Ahora le había llegado el momento a la economía política53.
25El canciller López de Mesa deseaba promover ideas, planes y programas que enriquecieran la gestión del Presidente Santos. Los conflictos internacionales –las tensiones que anunciaban la Segunda Guerra Mundial– exigían un marco de referencia para orientar las acciones del Estado. Era necesario diseñar un programa de fomento, una “invitación a la audacia” que pusiera en guardia a las fuerzas políticas y a “los conductores de la sociedad y de la República”. La idea se materializó en una publicación oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores bajo el significativo título de Nuestra revolución económica. El volumen contenía cuatro ensayos: uno sobre la evolución de la economía colombiana redactado por el propio Canciller, un plan esbozado por Nieto sobre la expansión industrial y dos informes estadísticos sobre el comercio internacional de Colombia y de los países americanos (incluyendo Estados Unidos), a cargo de Torres García. El contexto internacional en medio del cual salía el libro fue resumido por B. Sanín Cano en un artículo publicado en noviembre de 1939:
Los hechos se suceden con más rapidez de lo que hubiera podido prever la meditación del sabio, y hoy la parte más civilizada del mundo, o considerada como tal, se ha dividido en dos campos que proclaman ante el universo su voluntad de destruirse el uno al otro para tornar a la normalidad de la civilización, si la suerte favorece a los poderes de Occidente. Conflicto de tamañas dimensiones ha creado en América problemas de apremiante significado. Son de carácter económico algunos de ellos y de tan grave influencia ha de ser su solución sobre nuestra vida de conjunto que ha sido menester sacar nuevamente a prueba el sentimiento de la unanimidad americana para resolverlos... Es notorio que la guerra, si llega a desenvolverse con los caracteres y la tendencia de que hablan sus propugnadores, va a crear situaciones económicas distintas en los pueblos americanos frente a las naciones del otro continente. Gran parte de los productos industriales que nos han suministrado hasta hoy, desaparecerán de estos mercados o porque las exigencias de la guerra paralizan las industrias de donde proceden, o porque la amenaza de las naves beligerantes les cierran los caminos del mar. Aquellos países que surtían de capitales a un grupo de pueblos en estado incipiente de desarrollo necesitan de toda su riqueza en una obra de defensa y de tenaz destrucción. Es necesario llegar en este lado del Atlántico a un plan de común aceptación que regule nuestra conducta no solo para atender a las complicadas exigencias de una situación premiosa en el presente sino para prevenir en lo futuro las consecuencias que forzosamente ha de tener para nosotros la periodicidad de la guerra en las naciones mas vigorosamente organizadas en lo industrial54.
26Cuando el libro de la Cancillería y el artículo de Sanín Cano salieron a la calle, los temores de una segunda guerra mundial eran ya un hecho consumado. Hitler invadió Austria en marzo de 1938 y la anexó al territorio alemán. A continuación hizo otro tanto con Checoeslovaquia y algunos territorios húngaros. El 23 de agosto de 1939 se firmó el pacto germano-soviético y al momento Danzig, la región al norte de Polonia sobre el Báltico, era parte del Tercer Reich. El primero de septiembre el ejército germano atacó Polonia por tierra y aire, y tres días después Inglaterra y Francia declararon la guerra a Alemania. La segunda gran hostilidad del siglo xx, que habría de comprometer a cuatro continentes, estaba en marcha.
27La contribución de Nieto a Nuestra revolución económica fue la de mayor hondura analítica. Presentó un balance de la economía colombiana y de sus deducciones perfiló un plan de expansión industrial para los sectores agrícola y manufacturero55. El “plan Nieto” –como lo llamó años después un analista de los problemas agrarios56–, partía de una visión optimista de la situación colombiana. Para su autor, la economía atravesaba por una coyuntura favorable que se manifestaba en un notable impulso de la demanda interna y en un pronunciado aumento de las importaciones. Los colombianos consumían más y todos los días presionaban por mayores cantidades de productos extranjeros. Esta ampliación del mercado provenía de una mejora en los ingresos de los trabajadores urbanos y rurales, y de un correspondiente aumento de la renta agraria y de los beneficios del capital. Ante este cuadro, era claro que si la producción nacional caía y las importaciones frenaban su ritmo de crecimiento, Colombia entraría en una profunda crisis de subconsumo, “la más intensa y de más deplorables consecuencias en la historia de la economía nacional”.
28Este era el peligro de un conflicto mundial de larga duración. El 45% del comercio internacional de Colombia provenía de Europa y su abrupta eliminación o su posible restricción, provocaría enormes dificultades en la vida del país. La experiencia de la guerra de 1914-1918 era aquí de poca utilidad. Durante los años de la Primera Guerra Mundial la economía colombiana carecía de un mercado amplio y de una demanda de alguna consideración. Era, recordaba Nieto, una economía insular que apenas se iniciaba en la etapa de las relaciones internacionales estables. En aquella época la clase dirigente pudo asumir, sin mayores consecuencias, una actitud de “provinciana conformidad” ante la conflagración del Viejo Mundo. Pero ahora la situación era diferente. Requería de una presencia directa y consciente del Estado en la conducción de la economía nacional para socorrer la expansión en marcha. En pocas palabras, debía afrontar la racionalización de la economía, esto es, familiarizarse con la aplicación de los conocimientos científicos a la dirección de los asuntos humanos. “Una economía racionalizada es una economía orientada científicamente”, y esto supone un análisis objetivo de sus posibilidades de desarrollo, a fin de no caer en “el vano prurito de estructurar fantásticos planes irreales [alentados por un] nuevo romanticismo social, utópico e idealista”57.
29Este análisis sólo lo podía ofrecer un estudio objetivo de la coyuntura, es decir, de la dinámica de las dimensiones económicas en un momento determinado. “En las investigaciones económicas teóricas, coyuntura es el libre proceso de relaciones recíprocas y funcionales de los diversos hechos económicos”58. A su juicio, la economía era una ciencia positiva cuyos resultados, empíricamente orientados, permiten una descripción severa de la realidad que sirve para orientar las acciones del Estado. Siguiendo estas demandas, presentó las estadísticas de producción agrícola e industrial y el volumen del comercio internacional. Al examinar la totalidad de las importaciones separó el monto de los alimentos del valor de la maquinaria y de las materias primas, para señalar los artículos importados que podían sustituirse por la producción nacional. Esto lo llevó a observar las condiciones de la explotación agrícola y a evaluar la calidad de los productos y la extensión de la comercialización en las áreas rurales. Cosa similar hizo con el sector urbano-industrial. Una vez que tuvo los datos ante sus ojos estampó la gran conclusión: la defensa de la economía colombiana reside en sus propias fuerzas. Las dificultades europeas, el descenso de las exportaciones y la inevitable restricción de las importaciones, sólo podrían cubrirse mediante el esfuerzo nacional. Si esto es así, el Estado deberá centrar su atención –sus incentivos, créditos y ayudas– en el urgente y prioritario objetivo de transformar la agricultura y acelerar la producción industrial del país.
30El rodeo empírico, estadístico, de la economía llevó a Nieto a discusiones teóricas de mayor alcance. Sus observaciones le mostraron que buena parte de la economía rural apenas conocía la comercialización. Sólo el tabaco en un período muy corto del siglo xix y el café en las primeras décadas del xx, habían sacudido la pasividad del mundo rural y los viejos hábitos coloniales de la población campesina. Había que modernizar el agro: acelerar el proceso de mercantilización y transformar los modos de vida de sus moradores mediante la introducción resuelta del capitalismo.
La economía agrícola nacional es una economía cerrada que jamás ha conocido una permanente comercialización. El campesino colombiano produce lo que consume sin abrigar el propósito de enviar los productos que coseche a mercados nacionales de gran consumo, o mucho menos al mercado internacional. Nuestra agricultura es colonial. Ella no ha conocido jamás la producción en gran escala para amplios mercados. En un prospecto de expansión de la agricultura, su máxima aspiración sería la definitiva transformación comercial de la aldea colombiana. Esta transformación supondría la creación de una estructura capitalista en los campos colombianos. Evidentemente, el sentido de las futuras modificaciones históricas de la economía agrícola nacional será ésa: trasladar la estructura capitalista de la economía urbana a la economía rural. Así se eliminará la naturaleza colonialista de nuestra agricultura”59.
31Esta conclusión encontró un nivel de abstracción mayor al unir la situación colombiana con la dinámica general del capitalismo. Nieto era un analista teóricamente sensible, siempre listo a hacer uso de su bagaje conceptual. Desde los años de estudiante se había familiarizado con la teoría del imperialismo y la realización de las plusvalías de Rosa Luxemburgo, enfoque que unía la suerte de los países periféricos con el destino de las naciones capitalistas avanzadas. La “genial doña Rosa”, como la llamaba familiarmente, había sugerido que la penuria productiva de las economías precapitalistas era la condición de la conservación del capitalismo mundial. La subproducción era el mecanismo que permitía que las economías de los estados imperialistas tuvieran en sus manos un mercado adicional para sus productos. En su interior las naciones avanzadas realizaban las mercancías que no lograban distribuir en sus propios territorios ya saturados. En pocas palabras, los países pobres resolvían por algún tiempo las crisis que rondaban al sistema capitalista y, ante todo, prevenían o aplazaban las peligrosas consecuencias sociales y políticas que siguen al desconcierto económico60.
32El subconsumo de países como Colombia encontraba, así, su lugar en el concierto de la economía mundial. Nieto no desarrolló en el ensayo de la Cancillería los rasgos de las economías precapitalistas o semicapitalistas –era evidente que tenía que disimular el instrumental marxista que le servía de guía–, pero de su fugaz empleo se pueden extraer los elementos centrales de su marco de referencia, tan popular en la izquierda latinoamericana de los años treinta y cuarenta. Las economías precapitalistas son economías cerradas, autosuficientes, de limitada comercialización, con un peso muy fuerte del sector agrícola y del trabajo artesanal. Su mano de obra carece de especialización y la proletarización –el régimen salarial– apenas está en ciernes. Un año después, sin embargo, en un ensayo dedicado a la producción y el consumo, identificó las economías precapitalistas con las economías combinadas, la conocida elaboración teórica de Trotski que los miembros del Grupo Marxista tenían en gran estima. Allí describió los rasgos de las sociedades precapitalistas y los aplicó a la experiencia colombiana. Con evidente esquematismo y flaquezas teóricas, pero con el deseo de sugerir nuevos enfoques analíticos, escribió:
Hay economías simples y economías combinadas. En las primeras existen formas sociales, sistemas económicos, módulos de la vida económica que corresponden a los mismos momentos de la evolución del desarrollo histórico. En las segundas hay una diversidad, hay una variabilidad de las formas sociales, de los complejos normativos de la vida económica. Las economías simples son las economías capitalistas... Las economías combinadas son las economías precapitalistas o semicapitalistas.
Ahora bien, la economía colombiana no es una economía capitalista. Es por ello una economía combinada. Nuestra nación ofrece una revista, una descripción simultánea de las distintas jornadas del desarrollo económico. Tenemos a los hombres sin clase social, es decir, a los que viven dentro de una economía que aún no ha creado condiciones objetivas para la formación de las clases sociales. Algunas economías de las tribus indígenas son economías colectivas que funcionan dentro de una indiferenciación social de los hombres. Son economías sin clases sociales. Hay en nuestras ciudades “cultas” –no se olvide el dualismo cultura-civilización [Nieto pensaba aquí en los centros urbanos tradicionales como Popayán, con cierta actividad cultural alrededor de las instituciones educativas, políticas y administrativas]–, un apretado conjunto de talleres artesanales. El artesanado representa una modalidad precapitalista de la vida económica. Hay en nuestras ciudades “civilizadas” [aquéllas con un relativo avance técnico como Medellín] fábricas y almacenes que expresan un esbozo de economía capitalista. Y además, en las explotaciones de nuestros yacimientos petrolíferos poseemos formas de insuperable desarrollo capitalista.
Separa a las economías simples y a las economías combinadas la relación muy distinta que en ellas presentan la demanda y la producción, el consumo y la oferta. Desequilibrio de las economías simples y equilibrio de las economías combinadas. En aquéllas, superproducción general, en éstas, subproducción, es decir, equilibrio en el sentido de ausencia de superproducción. En las economías combinadas hay una producción que no satisface la demanda. Por ello hay un margen para un plan grandioso de ampliación de la producción61.
33Era obvio que el Plan Nieto urgía la transición del mundo rural al mundo urbano, esto es, el paso de una economía agraria atrasada y de escasa comercialización a una economía urbana dinámica e industrial. Esta transición ya se manifestaba, por lo demás, en los sectores de mayor dinamismo: en los textiles, en los beneficios del café y en la explotación de recursos naturales como el petróleo. Pero este proceso natural, pausado y lento, debía estimularse de manera directa y consciente. Con las dificultades internacionales el comercio europeo disminuiría drásticamente y buena parte de los artículos y materias primas que ayer llenaban las estadísticas de importación tendrán que sustituirse por el esfuerzo nacional y la creatividad endógenas. La agenda de Nieto era simple: el Estado debe tomar en sus manos la iniciativa de la “expansión industrial de la economía colombiana”. Debe acelerar el ritmo de crecimiento mediante una agresiva política de sustitución de importaciones, y deberá atender el cuidado y defensa de las industrias a fin de cubrir la creciente demanda de la población nacional que ya no contará con la asistencia de las economías de otros países.
34Nieto tenía muchas expectativas con el libro de la Cancillería. Sabía que las sugerencias era novedosas, y que si bien algunas de ellas ya habían sido discutidas por otros analistas, sólo ahora se presentaban de manera clara y ordenada. “Tu capacidad de captación de los problemas económicos –le recordó por aquellos días un amigo–, corre pareja con un juicioso, realista y atinado criterio para resolverlos”62. Los ejemplares de Nuestra revolución económica comenzaron a distribuirse a finales de noviembre de 1939, una estación poco propicia para las reflexiones académicas y las discusiones de políticas de Estado. La Navidad estaba encima y los profesores, los miembros del Congreso y los periodistas sólo pensaban en la temporada de vacaciones. El mismo Nieto salió para Barranquilla a principios de diciembre y nadie, salvo sus amigos más cercanos, aludían al contenido de la obra. La Revista de las Indias felicitó su contenido y resumió algunas de sus contribuciones. “No conocemos, hasta ahora, un planteamiento más claro de lo que Colombia es y de lo que la guerra significará para ella, ni cómo puede aprovechar esta crisis para evitar las subsiguientes... La memoria, modelo de documentos en su clase, honra a sus autores y al Ministerio que la ha editado”63.
35Los autores esperaban, sin embargo, reseñas más comprensivas y de mayor brío analítico. Sólo El Liberal de Alberto Lleras Camargo, un diario de oposición al gobierno de Santos, se pronunció por aquellos días en un editorial, cuyo título, “Un libro extraño”, anunciaba el tono poco amistoso de la recepción64. Pero sus párrafos sólo aludían a la contribución del Canciller López de Mesa, bien diferente de los ensayos de Nieto y de Torres García. El editor de El Liberal la halló desatinada, ingenua, retórica y fantasiosa. El Canciller volvía allí una vez más sobre sus antiguas tesis, biológicamente cargadas, del “factor humano”. Estimaba que gran parte de la geografía nacional era poco propicia para el desarrollo de la vida del hombre. “La índole de nuestro ambiente climático –escribía– determina una minoración de las cualidades fisiológicas de la estirpe humana en más del 70% de los centros de su población, hasta hacerla degenerar en algunos sitios”65. Para remediar esta situación, López de Mesa, médico de formación, proponía la creación de un Banco de Fomento que atendiera la inmigración de europeos al país y desarrollara la industria del vestido y la producción de drogas para atender los problemas más urgentes de salud. A ello sumaba un conjunto de políticas asistenciales como la fundación de ciudades-jardines encargadas de atender la formación moral, intelectual y física –corporal y alimentaria– de los niños. La mirada del Canciller estaba lejos de un programa moderno de crecimiento que pusiera en cuestión los asuntos macroeconómicos nacionales. Pensaba que sólo una mano de obra blanca proveniente de los pueblos avanzados sacaría a los colombianos del atraso. A su juicio, la población endógena, “el factor humano del terruño”, no mostraba todavía la mayoría de edad para asumir de manera independiente las tareas del desarrollo.
36La contribución de Nieto, más compleja y moderna, exigía un lector diferente con algún interés por los problemas de teoría económica. Los días pasaron, comenzó el año de 1940 y las reacciones no surgían por parte alguna. Entre tanto, Nieto continuó con sus labores en la Cancillería, con sus clases en la Universidad Nacional y con un programa que avanzaba a un ritmo seguro y persistente: la redacción de los capítulos de Economía y cultura en la historia de Colombia66
Notes de bas de page
1 Carta a su hermano Rafael, Bogotá, 18 de agosto de 1937.
2 Carta a Samuel de Sola Roncallo, Bogotá, 16 de abril de 1938.
3 L. E. Nieto Arteta, “Germán Arciniegas, o la negación del sistema”, El Tiempo, segunda sección, Bogotá, abril 10 de 1938, y su ensayo de mayor sabor analítico, “Georges Gurvitch y el pluralismo jurídico”, Derecho, n.° 55, Medellín, marzo de 1945.
4 L. E. Nieto Arteta, Ensayos históricos y sociológicos (Bogotá, 1978), p. 46.
5 Germán Arciniegas, América, tierra firme: sociología (Santiago de Chile, 1937), p. 31.
6 Ibid., p. 39.
7 Ibid., p. 11.
8 Ibid., p. 28.
9 René Maunier, Introducción a la sociología (Santiago de Chile, 1933), p. 12. La Revista de las Indias, dirigida por Arciniegas entre 1939 y 1944, publicó en octubre y noviembre de 1939 dos trabajos de Maunier sobre las costumbres y el derecho árabes. Maunier alcanzó su doctorado en ciencias jurídicas, económicas y políticas en 1909 y trabajó en la Facultad de derecho de la Universidad de Lille. Después se fue a El Cairo y a Argel, ciudad esta última donde emprendió investigaciones sobre la cultura kabyle. En 1924 obtuvo un nombramiento de profesor en la Facultad de Derecho de París (cátedra de legislación colonial), y en 1930 fundó los Etudes de Sociologie et d’Ethnologie Juridiques. Sus intereses etnográficos lo relacionaron con Lucien Lévy-Bruhl, Paul Rivet y el sobrino de Durkheim, Marcel Mauss. De Mauss tomó la teoría del don, el intercambio de regalos, que le sirvió para ilustrar los aspectos contractuales en las comunidades del Maghreb. Durante la Segunda Guerra Mundial colaboró con los alemanes, elección que lo aisló de sus colegas al finalizar las hostilidades. Murió en 1951, a los 64 años de edad, retirado de las labores científicas.Ver Terry N. Clark, Prophets and Patrons (Cambridge, Massachusetts, 1973), pp. 224-225, y Alain Mahé, “Un disciple méconnu de Marcel Mauss: René Maunier”, en Revue Européenne des Sciences Sociales, n.° 105, 1996, pp. 237-238.
10 Germán Arciniegas, América, tierra firme: sociología (Santiago de Chile, 1937), p. 16.
11 L. E. Nieto Arteta, “Germán Arciniegas, o la negación del sistema”. Nieto volvió sobre estas ideas en un segundo ensayo sobre Germán Arciniegas publicado en El Tiempo el 4 de agosto de 1940.
12 Hernando Téllez, Textos no recogidos en libro (Bogotá, 1979), vol. i, p. 14. Un escrutinio de Arciniegas como historiador lo emprendió por aquellos días el académico Cárdenas Acosta a propósito de Los comuneros (1938): “cultor más de la forma que del fondo, el señor Arciniegas revélase por su ingenio como discípulo de la escuela de André Maurois y de Emil Ludwig, la cual pretende sustituir con el género de la biografía novelada la historia científica”. Pablo E. Cárdenas Acosta, Los comuneros: reivindicaciones históricas y juicios críticos documentalmente justificados (Bogotá, 1945), pp. 165-204.
13 Carta de Germán Arciniegas, Buenos Aires, abril 2 de 1940.
14 Marco Palacios, Entre la legitimidad y la violencia: Colombia 1875-1994 (Bogotá, 1995), p. 160.
15 Cartas a su hermano Rafael del 16 y 28 de febrero de 1938.
16 Carta de su hermano Rafael, Barranquilla mayo 8 de 1938.
17 Carta a César F. de Hart, Bogotá, septiembre 18 de 1938.
18 El Diario Nacional, Bogotá, abril 30 de 1938, p. 4.
19 John Dewey, La reconstrucción de la filosofía (Buenos Aires, 1970), pp. 64 y 210.
20 Ensayo de Hartmann incluido en Hartmann, selección de textos con un estudio preliminar de Ricardo Maliandi (Buenos Aires, 1967), pp. 37 y 38.
21 El texto de Romero fue recogido posteriormente en su libro de ensayos, Filosofía contemporánea (Buenos Aires, 1941), pp. 9-26. El volumen de Gurvitch apareció en las prensas de la editorial Aguilar de Madrid en 1931, un año después de la edición francesa. En América Latina fue muy leído una vez que lo pusiera de nuevo en circulación la editorial Losada de Buenos Aires en 1939. Fue reseñado por Rafael Carrillo en la Revista de las Indias, n.° 27, Bogotá, 1941, pp. 130-132.
22 Carta al presbítero Adalberto Botero Escobar, Buenos Aires, 24 de febrero de 1950.
23 José Ferrater Mora, Diccionario de filosofía (Buenos Aires, 1975), vol. ii, p. 805.
24 Algunos textos de Hartmann se tradujeron al castellano en la década del cuarenta, pero sus obras más representativas, la Ontología y La filosofía del idealismo alemán, sólo estuvieron disponibles para el lector hispanoamericano en los años cincuenta y sesenta. Los mutismos políticos, o las aceptaciones manifiestas del nazismo, fueron corrientes entre los profesores universitarios. Fue el caso de tres filósofos muy atendidos en el mundo de habla hispana: Eduard Spranger (18821963), Heinz Heimsoeth (1886-1975) y Martin Heidegger (1889-1976). Spranger permaneció en silencio en la Universidad de Berlín, aunque en los años finales de la guerra sufrió arresto; Heimsoeth –que se hizo nazi– en la universidad de Colonia (de la cual llegó a ser decano), y Heidegger, miembro del partido nacionalsocialista, en la Universidad de Friburgo, de la cual fue rector. En 1937 Spranger, un idealista de quien “no podía esperarse mucha clarividencia política” –relató Löwith en su autobiografía–, hizo una gira por el Japón “como representante de la Alemania nacionalsocialista”. Karl Löwith, Mi vida en Alemania antes y después de 1933 (Madrid, 1992), pp. 139 y 140.
25 Recogidos ambos en Rafael Carrillo, Escritos filosóficos: filosofía contemporánea (Bogotá, 1986), pp. 117-173 y 235-264.
26 Ibid., p. 143.
27 Sobre los usos de Hartmann por parte de Carrillo, ver Gonzalo Cataño, Historia, sociología y política (Bogotá, 1999), pp. 195-198. La obra de Hartmann fue muy discutida en los círculos filosóficos colombianos y su estudio contribuyó a la recepción del pensamiento de Husserl, Lask, Scheler y Heidegger. Años después Danilo Cruz Vélez volvió sobre su teoría del conocimiento, su crítica al espíritu de sistema y su visión de la historia de la filosofía en “De la idea de una Philosophia Perennis en Nicolai Hartmann”, Ideas, n.° 1, Bogotá, junio de 1951, pp. 19-36.
28 El Espectador, Bogotá, marzo ii de 1938.
29 Stephen F. Cohen, Bujarin y la revolución bolchevique (México, 1976), pp. 550-551. Poco antes de su fusilamiento Bujarin escribió en la cárcel una novela autobiográfica que cubría la infancia y adolescencia, conocida en Rusia 60 años después como la “Novela de la prisión” (traducida al castellano por el colombiano Rubén Darío Flórez Arcila para la editorial Pre-textos de España con el título Cómo empezó todo, Valencia, 2007).
30 Carta a César de Hart, Bogotá, 26 de marzo de 1938.
31 Carta a Samuel de Sola Roncallo, Bogotá, 8 de abril de 1938.
32 Georges Gurvitch, “Mon itinéraire intellectuael ou l’exclu de la horde”, L’Homme et la Société, n.°. 1, julio-septiembre de 1961, pp. 3 y 4.
33 Richard Swedberg, “Georges Gurvitch: the Unhappy Positivist”, The Journal of the History of Sociology, vol. iv, n.° 1, primavera de 1982, p. 68 y Norberto Bobbio, El tiempo de los derechos (Madrid, 1991), pp. 27-35.
34 L. E. Nieto Arteta, “Proudhon”, Universidad Católica Bolivariana, n.° 16-17, Medellín, junio-septiembre de 1940, p. 282.
35 L. E. Nieto Arteta, “Dos dialécticas: Marx y Proudhon”, reproducido en Ensayos históricos y sociológicos (Bogotá, 1978), pp. 30-52. Las lecturas proudhonianas de Nieto fueron escasas. Su contacto se redujo a la antología de Armand Guvillier, Proudhon (México, 1939) y al devastador ensayo de Marx, Miseria de la filosofía (1847). Nieto publicó una reseña del libro de Guvillier en la revista Universidad Católica Bolivariana, n.° 16-17, Medellín, junio-septiembre de 1940, pp. 281 –82.
36 Armand Guvillier, Proudhon (México, 1939), p. 172.
37 Ibid., p. 71. Discusiones sobre la dialéctica en Proudhon se encuentran en dos trabajos de Armand Cuvillier: en la introducción a la citada selección de textos, Proudhon (México, 1939), pp. 54-73, y en su extenso ensayo, “Marx y Proudhon”, incluido en Las ideologías a la luz de la sociología del conocimiento (México, 1957), pp. 138-152. Gurvitch volvió sobre el tema en Dialéctica y sociología (Madrid, I97I ), cap. 7, “La dialéctica en Proudhon”. Para una primera exploración de la dialéctica en Nieto ver Eduardo Bermúdez, La dialéctica en Luis Eduardo Nieto Arteta (Barranquilla, I996).
38 Universidad de Antioquia, n.° 41, Medellín, septiembre-octubre de 1940, pp. 297-312.
39 Ibid., p. 297.
40 Carta a Gregorio Castañeda Aragón, Bogotá, 12 de octubre de 1940.
41 Carta a Samuel de Sola Roncallo, Bogotá, 16 de abril de 1938.
42 L. E. Nieto Arteta, “Posibilidad teórica de un marxismo spengleriano”, Universidad de Antioquia, n.° 41 , Medellín, septiembre-octubre de I940, p. 304.
43 Ibid., p. 299.
44 Ibid., p. 308.
45 Un análisis más detenido del asunto encontraría, sin duda, las diferencias de dos estilos de pensamiento que parten de enfoques distintos de la sociedad y la cultura y sostienen concepciones antagónicas sobre el futuro de la humanidad. Ver al respecto Georg Lukács, El asalto a la razón (México, 1959), pp. 379-385, donde se discute el intuicionismo y el abandono de todo principio de causalidad en Spengler, dos rasgos extraños al marxismo. El ensayo de Nieto muestra independencia de pensamiento, pero también ligereza en el razonamiento y falta de control teórico y conceptual.
46 L. E. Nieto Arteta, Ensayos históricos y sociológicos (Bogotá, 1978), pp. 42-43. Nieto usó el vocablo “socialización” en tres direcciones: a) como estudio de la realidad social por parte de los materialistas, b) como noción económica que alude a la colectivización de los medios de producción en las sociedades socialistas y c) como concepto sociológico, derivado de Simmel, que examina las “formas” mediante las cuales se agrupan los elementos constitutivos de la interacción social (los tipos de “sociación”). Esta última acepción tiende a identificar la idea de socialización con la de estructura social, sentido que Nieto aceptó y empleó en varias ocasiones.
47 L. E. Nieto Arteta, Ensayos históricos y sociológicos (Bogotá, 1978), pp. 41 y 43.
48 L. E. Nieto Arteta, “Posibilidad de un marxismo spengleriano”, Universidad de Antioquia, n.° 41 , Medellín, septiembre-octubre de I940, p. 309.
49 G. Wright Mills, Los marxistas (México, 1964), p. 3 (la edición original inglesa data de 1962).
50 Carta a Herminia Arteta, Bogotá, 26 de noviembre de 1938.
51 Torres García era hijo del hacendista boyacense Guillermo Torres Martínez (¿ –1941), ministro del Tesoro de Rafael Reyes y actor principal de una sonada quiebra financiera durante los años diez. Nacido en Bogotá en 1896, estudió Derecho en la Universidad Nacional. Hizo política en Boyacá y ocupó la gobernación del Departamento durante el gobierno de Olaya Herrera. “Estudioso hacendista”, lo llamó el Presidente Jorge Holguín. A los 27 años publicó un Ensayo sobre el interés del dinero, libro que llamó la atención por la erudición, claridad, sobriedad y precisión de la exposición. En su larga carrera en la Cancillería representó al país en varias conferencias internacionales. En 1956 difundió un estudio sobre Miguel Antonio Caro –un amigo muy cercano de su padre– que todavía se lee con provecho, y a principios de la década del sesenta se embarcó en la traducción castellana del manual de Economía internacional de Enke y Salera publicado por la Universidad Javeriana de Bogotá en 1963. Murió en Le Havre en 1966 cuando desempeñaba las funciones de cónsul general de Colombia en Francia.
Nieto publicó a finales de 1942 una reseña de la segunda edición de sus Nociones de economía política. En ella elogió la claridad de la exposición, pero criticó su postura tradicional ante la economía, ciencia que definía como el estudio de la producción, circulación y consumo de la riqueza. Nieto resaltó uno de los capítulos que, por su “especial excelsitud teórica”, iba más allá de lo demandado por un texto introductorio: el dedicado a demostrar que la moneda no es una mercancía. Registró, además, una noticia de interés para la historia de las ideas: “Conocido el contenido de dicho capítulo por el economista inglés John Maynard Keynes, el eminente autor manifestó al señor Torres García que no disentía de las afirmaciones y consideraciones que en él se hacen”. Ver El Mes Financiero y Económico, n.° 62, julio de 1942, p. 73, reproducido en L. E. Nieto Arteta, Crítica de la economía política (Bogotá, 2004), pp. 26-27. Este volumen reúne los trabajos económicos de Nieto.
52 Carta de Germán Arciniegas, Menlo Park (California), s. f. (de octubre de 1939 g. c.).
53 En realidad era un regreso a un interés juvenil. Se debe recordar que una de las primeras publicaciones de Nieto, en 1933, se relacionaba con la defensa del pensamiento económico de Marx contra las tesis revisionistas de Eduard Bernstein. Ver L. E. Nieto Arteta, Ensayos históricos y sociológicos, pp. 17-19. En una ocasión manifestó que su carrera intelectual había comenzado propiamente con la economía: “con ella inicié mi formación intelectual”, le escribió a Guillermo Torres García en noviembre de 1942.
54 B. Sanín Cano, “Colombia y la defensa de la economía americana”, Revista de las Indias, n.° 11, Bogotá, noviembre de 1939, pp. 104-105. Ver igualmente los trabajos de J. M. Libreros Amaya, “Luis Eduardo Nieto Arteta y el sistema nacional de economía política de List”, y de Y. M. Barragán, “El comercio exterior de Colombia: 1938-1941”, publicados en J. S. Correa Restrepo (comp.), Ensayos sobre el pensamiento económico de Luis E. Nieto Arteta (Bogotá, 2003), pp. 101-146 y 147-176.
55 L. E. Nieto Arteta, “Expansión industrial de la economía colombiana”, en Nuestra revolución económica (Bogotá, 1939), pp. 57-125, reproducido en L. E. Nieto Arteta, Crítica de la economía política (Bogotá, 2004), pp. 219-274.
56 Darío Mesa, El problema agrario en Colombia: 1920-1960 (Medellín, 1971), pp. 95-100. Hasta donde tenemos noticia, Mesa fue el primero en llamar la atención sobre este escrito de Nieto.
57 L. E. Nieto Arteta, Crítica de la economía política (Bogotá, 2004), p. 221.
58 Ibid., p. 278.
59 Ibid., p. 235.
60 Ibid., pp. 228-229. Nieto volvió sobre esta discusión, tomada de La acumulación del capital de Rosa Luxemburgo, en su ensayo de 1944, “Efectos de la guerra en el comercio exterior de Colombia”, en Crítica de la economía política (Bogotá, 2004), pp. 286-287.
61 L. E. Nieto Arteta, “Producción y consumo en la economía nacional”, en Crítica de la economía política (Bogotá, 2004), pp. 276-277.
62 Bogotá, diciembre de 1939 (carta sin nombre y sin firma).
63 Revista de las Indias, n.° 12, Bogotá, diciembre de 1939, pp. 308-10. La reseña no llevaba firma; posiblemente era de Germán Arciniegas, director de la publicación. Elogios semejantes aparecieron en el animado libro de la norteamericana Kathleen Romoli, Colombia, Gateway to South America (New York, 1941), p. 332, quien calificó Nuestra revolución económica de “remarkable publication”. Edición española: Colombia, panorama de una gran democracia (Buenos Aires, 1944), p. 307.
64 El Liberal, Bogotá, diciembre 3 de 1939.
65 Ministerio de Relaciones Exteriores, Nuestra revolución económica (Bogotá, 1939), p. 35.
66 Pero el espíritu del libro de la Cancillería no se olvidó. Años después, Alberto Lleras Camargo, su pertinaz crítico, pronunció unas sugestivas conferencias radiales con un título semejante: Nuestra revolución industrial (Bogotá, 1957). A juicio del expresidente, la industrialización –y tras ella la urbanización y la despoblación del campo– era un proceso inevitable. A esto llamaba “la gran transformación”. Lleras no citaba la acreditada obra de Karl Polanyi, La gran transformación (Buenos Aires, 1947), pero posiblemente la conocía. Como en el volumen del Ministerio de Relaciones Exteriores, quería reemplazar la “economía colonial” –rural, aislada, de exigua productividad, de bajo nivel tecnológico y ajena a la comercialización– por una economía industrial dinámica, racional, comercial, con trabajo especializado y altos niveles de productividad. Tanto el texto de Lleras como el de López de Mesa y de sus asociados empleaban el vocablo “revolución” como sinónimo de cambio social prudente y necesario. Lejos de ellos estaba la idea de subversión del orden social y del aparato del Estado. Un uso muy similar, con acentuaciones diferentes, acompañó dos libros polémicos de aquellos años: La revolución en América (1958) de Álvaro Gómez Hurtado y La revolución invisible (1959) de Jorge Gaitán Durán. Después de los sesenta, sin embargo, la voz “revolución” fue monopolizada por los grupos de izquierda. Tomada del lenguaje socialista, anunciaba asaltos al poder y cambios drásticos en la estructura social. Ante esta nueva modulación, en los medios oficiales hubo una tendencia a expulsar de sus programas la resonante r que le confería un acento de inquietud y sedición al viejo vocablo de la física clásica.
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