Capítulo 8. La geografía institucional de la calidad de vida en la zona metropolitana1
p. 337-426
Texte intégral
1La metropolización es, antes que nada, una etapa del proceso de urbanización de la población; por tanto, es allí en donde se han de buscar sus determinantes y sus principales rasgos diferenciadores en términos de la ocupación del espacio geográfico y de su desenvolvimiento temporal. La interacción de la población es el criterio que capta de mejor manera las jurisdicciones concernidas y los avances del fenómeno. Interesa conocer en especial el volumen total del crecimiento poblacional y no meramente las tasas, pues tal medida es indicadora del crecimiento de la demanda por suelo habitable y por bienes públicos de escala local y metropolitana. Es en este marco espacial que se estudian las discrepancias en los niveles de vida de los residentes en las cabeceras municipales, zonas urbanas de diferentes jurisdicciones que se consideran equiparables para efectos de las mediciones. Las localidades de Bogotá y los municipios de la zona metropolitana gozan de estatutos administrativos diferentes, pero ello no es óbice para que se empleen a fin de la comparación; por el contrario, esa subdivisión tiene un potencial analítico resultante, de un lado, de ser las unidades de observación para el muestreo de operativos estadísticos como el de la encuesta multipropósito de 2014 (dane y sdp, 2014) y, además, por encontrarse en la base del esquema general de segregación socioespacial metropolitano.
2La inclinación analítica por una geografía institucional para el análisis de las diferencias en la calidad de vida de los residentes en la zona metropolitana de Bogotá se sustenta en la idea de que, en efecto, el espacio geográfico y sus dominios –el territorio, el paisaje, el lugar y el ambiente (Haesbaert, 2014)– son su soporte estructural, mientras que el gasto total de los hogares es la proxy del ingreso con el que se procura resolver el acceso a los bienes mercantiles con los que se satisface otro conjunto de necesidades. Esta amalgama de determinantes es afectada de manera decisiva por las instituciones, entendidas como los hábitos y las costumbres que se traducen en reglas y pautas de conducta que inciden en la manera como interactúan las personas en los ámbitos públicos y privados.
8.1 El contexto demoespacial metropolitano
3El estudio de la convergencia o divergencia en los niveles de vida intrametropolitanos es inseparable del contexto espacial geográfico en el que se inscriben. En este estudio se propone un análisis a dos escalas complementarias, pero dotadas de su especificidad: la de la geografía metropolitana en su conjunto, como característica dominante de la urbanización de la población y de la aglomeración de las actividades humanas, y la de la dinámica metropolitana propiamente dicha, captada en los movimientos estructurales y coyunturales de la población. La primera es analizada desde la “constelación de conceptos” sugerida por Haesbaert (2014), que conviene en la diferenciación de las nociones de territorio, lugar, ambiente y paisaje, mientras que la segunda recoge la evolución de las nociones de metropolización de Alfonso (2014a, 2015b), según las cuales el desequilibrio en la ocupación del territorio colombiano es el rasgo característico del contexto espacial geográfico en el que se inscriben las búsquedas de la convergencia intrametropolitana de que se ocupa esta investigación. Esta es una situación perseverante en la que miles de personas encuentran a diario poderosos incentivos para cambiar su lugar de residencia hacia las zonas metropolitanas, en particular a la de Bogotá –que, al igual que el resto de las zonas metropolitanas, enfrenta la ampliación de las demandas por bienes públicos, así como el resto de los mercados, principalmente el laboral y el inmobiliario–, que responden parcialmente a las necesidades metropolitanas de puestos de trabajo y activos residenciales.
8.1.1 Los rasgos de una nueva transición demográfica y la primacía poblacional
4Mientras que en los países centrales la familia recompuesta es una de las formas más dinámicas entre las diferentes categorías de la estructura de hogares, en las metrópolis del tercer mundo lo es el hogar incompleto, en especial el hogar unifamiliar. La primera es definida en Francia como “una pareja de adultos, casados o no, con al menos un hijo de una unión precedente de alguno de los cónyuges. Los hijos que viven con sus padres y [medios] hermanos o [medias] hermanas también [forman] parte de la familia recompuesta” (inséé). Según Chardon y Vivas (2009, pp. 7-8), a comienzos de 2006 aproximadamente 1.200.000 menores de 17 años eran parte de una familia recompuesta, de los que 740.000 vivían al menos con hijos de la pareja. En 2011, según el inséé, el 9.3% de las familias con niños correspondía a familias recompuestas, y entre ellas, las que tenían hijos de uniones anteriores que convivían con los de la actual pareja tenían el mayor número de hijos, 2.8 por familia, en comparación con 1.9 del promedio de todas las familias francesas con hijos. En Colombia, el ascenso de la participación del hogar unipersonal en la estructura general de los hogares es tan pronunciado como el retroceso del hogar tradicional, el biparental con hijos: en 2002, el hogar unipersonal participaba con el 8% en la estructura colombiana de hogares y se incrementó al 14% en 2013, al paso que el hogar tradicional cedió ocho puntos en este mismo lapso de tiempo, hasta situarse en 36% en 2013 (dnp, 2014). Estas tendencias disímiles tienen variadas implicaciones demográficas, económicas y urbanísticas. Las razones de dependencia y las tasas de fecundidad se contraen en Colombia más velozmente que en Francia, pero el envejecimiento se acelera al caer las tasas de fecundidad. El riesgo económico ha emergido como uno de los principales determinantes o desincentivos a la formación de parejas biparentales con hijos. El hogar unipersonal transmite a la sociedad los costos de su ineficiencia económico-espacial al demandar los servicios habitacionales que implican los mismos esfuerzos en materia de producción de suelo habitable y dotación de bienes públicos urbanos que los que se realizan para los hogares de mayor tamaño.
5Por su parte, las migraciones internas en Colombia han pasado de un estado de volatilidad en los albores de la urbanización a uno de relativa estabilidad con el avance de la metropolización, lo que ha redundado en la configuración de cuencas migratorias organizadas de manera espontánea alrededor de las zonas metropolitanas cuyos inmigrantes son, en su mayoría, provenientes de las jurisdicciones municipales y departamentales circunvecinas. No obstante, hay un rasgo diferenciador entre estos movimientos a los que atañen los cambios de residencia definitivos. Mientras que el saldo migratorio neto del núcleo metropolitano con los municipios de su área de influencia inmediata es positivo para los segundos, a medida que la distancia aumenta y tal influencia se debilita, el saldo se torna negativo. En la misma dirección, algunas jurisdicciones metropolitanas diferentes al núcleo adquieren una dinámica migratoria autónoma cuando se erigen como subcentro metropolitano, hecho que ocurre cuando la base económica local es diversificada. Al centrar el interés en los cambios de residencia de la población nativa del núcleo hacia el entorno metropolitano, es posible detectar al menos tres tipos de movimientos que afectan la convergencia intrametropolitana de niveles de vida:
Movimientos de hogares pobres originados en el mal funcionamiento de los mercados de suelo y en la ausencia de políticas activas de suelo, que se dirigen hacia algunos municipios circunvecinos en donde la fragmentación del suelo habitable en pequeñas parcelas favorece su localización.
Movimientos de hogares no pobres, generalmente de ingresos medios altos, que optan por una estrategia autosegregativa motivada, imbricada en el estrés originado en las externalidades negativas de la aglomeración, en la búsqueda de externalidades positivas de vecindario y en el afán de acceder a parcelas de mayor tamaño en ambientes cuasibucólicos.
Movimientos de hogares no pobres forzados por la localización o relocalización de sus lugares de trabajo por fuera del núcleo metropolitano, pero en proximidad a este, y que generalmente involucran fuerza de trabajo obrera, operarios de plantas y mandos medios de las firmas fabriles.
6La estructura residencial metropolitana es una extensión del esquema general de segregación residencial del núcleo metropolitano, que se apoya generalmente en el empleo de instrumentos de la regulación urbanística para impedir en los casos b y c la producción de suelo para hogares pobres por medio de decisiones como los impedimentos a la fragmentación del suelo en parcelas asequibles a tales hogares.
7La distinción de estos tres tipos de movimientos es decisiva para comprender los efectos de la metropolización sobre la convergencia o divergencia de los niveles de vida intrametropolitanos. Si el ingreso de los hogares residentes en la jurisdicción receptora es inferior al de los migrantes del núcleo metropolitano, la convergencia se acelera en términos estadísticos por este tipo de movimientos; el caso contrario ocurre cuando se ralentiza por causa de que los inmigrantes son más pobres que los residentes autóctonos. La verificación de que los indicadores sociales agregados de una jurisdicción pueden mejorar o empeorar por este tipo de movimientos de población sin que haya operado ninguna intervención activa o pasiva del Estado o del mercado es razón suficiente para estudiar su impacto en la convergencia o divergencia de los niveles de vida intrametropolitanos.
8A escala nacional, el desequilibrio es uno de los rasgos que caracterizan al sistema de ciudades colombiano (cfr. Alfonso, 2014a). La existencia de poderosos incentivos para que el tamaño de la participación de la población residente en Bogotá no decrezca en el conjunto de las cabeceras municipales del país, pero crezca en relación con las siguientes diez aglomeraciones urbanas de la jerarquía del sistema colombiano de ciudades, se puede captar en el comportamiento de los índices de primacía poblacional urbana que se presentan en la tabla 1.
9La proporción que la población urbana de Bogotá representa en la población residente en cabeceras municipales del país ha permanecido virtualmente invariable en los últimos treinta años, según se deduce del índice de primacía total urbana, que es precisamente ese cociente. Esto quiere decir que, de los 16.3 millones de nuevos residentes que han llegado a las cabeceras municipales en los últimos treinta años, Bogotá ha acogido a 3.6 millones. ¿A dónde han ido a residir los 12.7 millones restantes? Cuatro millones se han localizado en las diez primeras ciudades de la jerarquía urbana colombiana, grupo en el que han ocurrido relevos coyunturales y estructurales. En el primer caso, recuérdese que hacia 1995 Cali ocupó el segundo lugar, desplazando a Medellín, que, por su parte, retomó ese lugar a partir de 2005; en el segundo caso, la vigorosa emergencia de Soledad y Soacha desde 2005 ha puesto de relieve un rasgo crucial del proceso de metropolización colombiano: que los municipios con mayor interacción poblacional con el núcleo metropolitano –Barranquilla y Bogotá, respectivamente– cumplen un rol de amortiguación social al acoger especialmente a población pobre del núcleo y de la región circundante. Algo semejante ocurre con Bello en la zona metropolitana del valle de Aburrá, que en 2015 ocupaba el lugar trece en la jerarquía urbana, relevando a muchas capitales departamentales cuyo crecimiento urbano comenzó a declinar desde diez años atrás.
10Reconocida la persistencia de la primacía poblacional bogotana, se examina a continuación la primacía urbana a la luz del fenómeno estructural emergente, el cual es la metropolización de la población, enmarcado en una taxonomía dinámica de la población urbana de Colombia. Las jurisdicciones concernidas en el fenómeno metropolitano se encuentran en el tope de la jerarquía del sistema urbano colombiano porque de conjunto forman o tienden a formar una unidad socioespacial de mayor tamaño que si se les considera individualmente. La taxonomía de regímenes espaciales que se presenta en la tabla 2 ha sido adecuada de estudios previos (cfr. Alfonso 2014a, 2015b) a fin de revelar el carácter metropolitano de la Región Administrativa y de Planificación Especial y analizar sus dinámicas distintivas y/o complementarias con el resto del sistema urbano.
Tabla 1. Primacía poblacional urbana de Bogotá en relación con las diez siguientes aglomeraciones urbanas en orden de tamaño, Colombia (1985-2015)

a/La metodología de cálculo de los índices de primacía enfrenta varias confusiones reveladas en todo el mundo. Sobra indicar que todos los trabajos aluden a la ley de Zipf como referente teórico de sus estimaciones y análisis. Como es una misma fuente, la interpretación teórica y los desarrollos metodológicos deberían ser los mismos. En el estudio de Gabaix & Ioannides (2004, p. 2.345), la variable explicativa −la abscisa− es el logaritmo de la población, mientras que en los de Batty (2008, p. 24) y Devolder y Esteve (2004, p. 14) es el rango. ¿Son factibles los mismos análisis trasmutando las variables? Cuervo (2004, pp. 77-78) analiza los orígenes del planteamiento desde Auerbach en 1913, pasando por Jefferson en 1939, hasta llegar a Zipf en 1941, y concluye la misma relación causal que Gabaix & Ioannides. En el estudio de Zhuoyong (2008, p. 17), así como en el de Cuervo, el cálculo de los valores críticos de los índices primaciales se aleja de la distribución de referencia entre rango y tamaño, que es una distribución del tipo Pareto, enunciada erradamente en la totalidad de los trabajos consultados, que aducen que tal distribución se alcanza cuando la segunda ciudad tiene la mitad del tamaño poblacional de la primera, la tercera es una tercera parte y así sucesivamente.
Notas: (*) Se refiere a que son construidos con base en las proyecciones del dane. Fuente: Cálculos con base en proyecciones poblaciones del dane y la sdp (s. f.).
11La interacción estructural de la población de diferentes jurisdicciones es el criterio fundamental que, junto con la interacción coyuntural, permite delimitar una zona metropolitana y advertir su ensanchamiento futuro, con lo que se superan algunas de las imprecisiones de las definiciones con criterios ad hoc. La interacción estructural se capta mediante el análisis de las migraciones “de toda la vida” de las personas que nacieron en cierto lugar, pero que en el momento del operativo estadístico residen en otro, movimientos que se pueden dar en doble sentido, por ello es posible estimar tanto la intensidad de esos movimientos en relación con la población residente en alguna jurisdicción como los saldos migratorios a favor o en contra de algunas de ellas. En general, el avance de los procesos de metropolización se puede captar por el signo de ese saldo migratorio con el núcleo principal, de manera que cuando es positivo para cierta jurisdicción, es porque ella ha acogido más población que la nativa que ha abandonado el municipio para residir en tal núcleo. Es posible que eso ocurra con jurisdicciones lejanas tanto del país como del exterior, caso en el cual la interacción se desenvuelve en espacios posmetropolitanos. Este último es un fenómeno atribuible a la metropolización, pero esta implica cierta proximidad que atañe a la configuración de una unidad socioeconómica y espacial de mayor jerarquía que la del núcleo principal, por esa razón, las estadísticas sobre movimientos pendulares cotidianos de población permiten controlar el primer resultado. La geografía física ha contribuido a la configuración de aglomeraciones urbanas con diferentes densidades de ocupación, de manera que zonas muy compactas, como la del valle de Aburrá, facilitan la movilidad cotidiana intrametropolitana por razones de proximidad, en contraste con una zona metropolitana dispersa, como la conformada por Bogotá y los municipios de la Sabana, donde la movilidad cotidiana es influenciada por la lejanía.
12En un segundo nivel de la jerarquía se encuentran las capitales departamentales cuya interacción estructural y coyuntural con el entorno inmediato no es del mismo calibre que las nueve previamente identificadas. Salvo los casos de Riohacha, Tunja y Mocoa, el resto de las capitales ejercen una primacía poblacional considerable sobre las jurisdicciones de sus respectivos departamentos, aunque en Santander, Vichada y Arauca, los valores de S11 captan procesos de desconcentración de alguna relevancia comandados por Barrancabermeja, Cumaribo y Tame, respectivamente. En la parte inferior de la jerarquía del sistema, el resto del país es escenario de al menos tres procesos de ocupación y desocupación del territorio colombiano: i) el grupo de municipios con crecimiento estable lo conforman aquellos que durante los períodos intercensales de los últimos treinta años han tenido tasas de crecimiento poblacional positivas; ii) los de crecimiento moderado son bipolares por cuanto han experimentado tasas de crecimiento poblacional negativas y positivas; y iii) los de decrecimiento persistente enfrentan procesos permanentes de desocupación al decir de las tasas de crecimiento poblacional negativas.
Tabla 2. Regímenes espaciales con base en las dinámicas de urbanización de la población en la Colombia de hoy

Fuente: Alfonso (2014a, 2015b).
13El índice de primacía total de la zona metropolitana de Bogotá (iptm) difiere del iptu de Bogotá por cuanto es superior y creciente, lo que indica que no es solamente la metrópoli la que ejerce tal influencia sobre el sistema urbano colombiano, sino que la interacción poblacional con el entorno inmediato ha creado una zona con la potencia para contrarrestar la ralentización de la primacía, fenómeno que es latente en casi toda América Latina (cfr. Cuervo, 2004). Los índices de primacía metropolitana S2M, S5M y S9M son superiores al valor crítico, lo que indica una concavidad de la distribución que expresa signos de primacía poblacional que, sin embargo, son más moderadosque los de Bogotá. Este contraste alienta la reflexión sobre el rol moderador de la primacía que tienen los municipios metropolizados de las zonas diferentes a la de Bogotá y la Sabana, originado en su mayor dinamismo poblacional.
Tabla 3. Primacía poblacional urbana de la zona metropolitana de Bogotá en relación con las ocho siguientes zonas en orden de tamaño, Colombia (1985-2015)

Notas: (*) Se refiere a que son construidos con base en las proyecciones del dane. Fuente: Cálculos con base en proyecciones poblaciones del dane y la sdp (s. f.).
14El desequilibrio en la ocupación del territorio colombiano aparece ahora con más claridad. La primacía poblacional urbana total de la zona metropolitana de Bogotá se incrementa al considerar la población residente en el conjunto de cabeceras; por tanto, la zona, que de por sí es grande, tiende a ser más grande.
15¿Qué vínculos hay entre la convergencia en los niveles de vida intrametropolitanos y la primacía poblacional así discutida? La incidencia de las migraciones es crucial para dilucidar tales vínculos, pues si el diferencial entre ingreso personal potencial en la zona metropolitana y el de los lugares de origen es lo suficientemente elevado como para justificar el cambio definitivo de residencia, las migraciones hacia las zonas metropolitanas contribuyen decididamente a enfrentar la desigualdad a escala nacional, aunque de manera coetánea experimenten una desaceleración de los valores promedios del ingreso personal y los gastos familiares. Es improbable una situación de equilibrio, pues si esto último ocurre es porque en esos lugares de origen el nivel se deteriora más rápidamente que su posible ralentización en las zonas metropolitanas. Este es el incentivo para que las grandes aglomeraciones, que ya son grandes, tiendan a serlo aún más, y con ello la primacía poblacional metropolitana tenderá a incrementarse, como de hecho ha ocurrido en los últimos treinta años.
8.1.2 Jurisdicciones y conurbaciones
16Los investigadores sociales se enfrentan comúnmente a la disyuntiva de ganar riqueza en las explicaciones sobre los fenómenos sociales y las conductas humanas o la de aceptar cierto nivel de agregación para extrapolar regularidades a mayor escala. La escogencia de una u otra alternativa determina tanto el método de investigación como los esfuerzos humanos requeridos y el horizonte temporal en que los resultados serán conocidos. Por ejemplo, las cualidades de los agentes sociales que se captan por medio del lenguaje y la semiótica en las investigaciones etnográficas son tan deseables como difícilmente agregables cuando se pretende contar con una visión holística de algún fenómeno social.
17Una de las formas de resolución de tal disyuntiva está en la constatación de un elevado grado de homogeneidad de los agentes organizados en cierta categoría, generalmente el sexo, el grupo etáreo o la posición ocupacional. En los estudios socioespaciales, la heterogeneidad es la regla, y por ello el empleo de jurisdicciones como unidad de observación puede acarrear sesgos interpretativos que la estadística y sus técnicas han colaborado a solucionar. No obstante, hay fenómenos que son identificables in situ debido a que a los individuos les son comunes dos o más lugares, lo que Haesbaert (2014, p. 87 y ss.) concibe como la multiterritorialidad.
18En los medios metropolitanos de América Latina, esa multiterritorialidad tiene un alcance más limitado que en otras latitudes. La heterogeneidad socioespacial de los diferentes lugares es cada vez mayor en parte por la intervención deliberada de agentes interesados en producir segregación socioespacial, pero también como resultado de la búsqueda de economías de proximidad. En el intertanto, las limitaciones estructurales que enfrenta la planeación del territorio originadas en las desigualdades distributivas han tomado cuerpo en formas espontáneas de organización de las actividades humanas en el territorio metropolitano, entre las que son cada vez más frecuentes las conurbaciones, esto es, conjuntos urbanos que tienden a compartir rasgos comunes y proximidades físicas y que aun siendo parte de diferentes jurisdicciones tienden a operar como una unidad socioeconómica espacial, aunque no política.
19Las conurbaciones son un indicador del desorden del crecimiento urbano de escala metropolitana y la primera de las razones que justifican los acuerdos suprajurisdiccionales de gobiernos para facilitarle al ciudadano el acceso a los servicios urbanos, al suelo habitable y a la movilidad cotidiana. Sin embargo, las conurbaciones ocurren porque comparten ciertos rasgos socioespaciales como resultado de la catalaxia inmanente a la espontaneidad de interacciones entre agentes poco homogéneos cuyas estrategias de localización se entrecruzan en ciertos lugares que finalmente conforman un conjunto urbano. Se distinguen tres modalidades de conurbación:
Conjuntos urbanos de carácter residencial popular originados en el mal funcionamiento de los mercados del suelo y en la ausencia de políticas activas de suelo habitable, en los que la lógica de la necesidad (Abramo, 2011b, pp. 255-256) se impone a la lógica del mercado y a la del Estado, re-creando un medio propicio para acoger a la población desposeída por los violentos en otras zonas del país, como también a los familiares y amigos que enfrentan agudos y en ocasiones prolongados períodos de penuria económica.
Conglomerados de cuño productivo resultantes de la búsqueda de economías de proximidad por capitalistas fabriles que operan en ramas de producción semejantes y que obtienen ventajas en los costos totales del suministro del insumo principal que transforman en la oferta vernácula de mano de obra habituada al laboreo duro que garantiza elevadas productividades, así como también en la laxitud de la regulación ambiental en al menos dos jurisdicciones contiguas.
Conjuntos urbanos que admiten cierta discontinuidad espacial entre sus núcleos, cuyas dinámicas cotidianas revelan una notoria interacción entre agentes por razones de complementariedad o eslabonamiento territorial, de manera que en la práctica operan como una sola unidad económico-espacial.
20La relevancia de estas pautas de ocupación del territorio para los análisis de las diferencias en los niveles de vida intrametropolitanos radica en que, a pesar de la heterogeneidad espacial mencionada, estos lugares tienden a homogeneizarse internamente a la luz de ciertas variables, como el salario obrero, el canon de alquiler popular y, tal vez, en los márgenes de ganancia de los capitalistas.
8.1.3 El sistema entrópico de movilidad cotidiana
21Las metrópolis latinoamericanas son escenarios de diversas dinámicas, muchas de ellas contradictorias. La prevalencia de ciertos rasgos fordistas inmanentes a la hiperracionalización del proceso de trabajo atraviesa por una etapa marcada desde hace quince años por la flexibilización del contrato de trabajo, de manera que los incrementos de la productividad laboral en el interior de las firmas se acompañan, como nunca antes, de un incremento de la demanda de velocidad en los movimientos laborales cotidianos. En un contexto de bajos salarios, como el que persiste en las metrópolis de América Latina, la imbricación de estas dinámicas hace que las decisiones de localización residencial obreras sean más riesgosas que antes de las reformas liberalizadoras. En situaciones tan generalizadas como las de localización residencial fija y lugar de trabajo variable, la incertidumbre sobre la porción del gasto familiar destinado al transporte de los perceptores de ingreso suele ser más aguda que el mismo monto del ingreso familiar. Entre los sectores populares, el carácter perenne de tal incertidumbre es uno de los determinantes de la dinámica creciente del hogar unipersonal. Las implicaciones para la convergencia son las siguientes:
La captura de una significativa porción del gasto de las unidades familiares con perceptores de ingreso flexibilizados –esto es, sin contrato de trabajo estable– en transporte cotidiano, en relación con los trabajadores no flexibilizados. El ajuste espacial a estas dinámicas ha dado lugar a la dinamización de los mercados habitacionales populares en alquiler.
La reducción significativa del tiempo para el ocio entre los trabajadores flexibilizados, solamente neutralizada en los lapsos de paro friccional, que tienden a ser más frecuentes entre los obreros dedicados a actividades estacionales.
22Estos fenómenos afectan con mayor intensidad a los trabajadores metropolitanos flexibilizados que residen en una jurisdicción municipal, pero que trabajan en otra, lo que ha motivado a que algunos empleadores de la zona metropolitana organicen facilidades de movilización para sus empleados a fin mitigar el impacto sobre la productividad.
23Cuando el gasto monetario en servicios de transporte cotidiano se incrementa y el tiempo disponible para el ocio se reduce, se afectan negativamente los niveles de vida de los perceptores de ingreso y los de sus dependientes, razón por la que la convergencia de niveles de vida se puede ralentizar de manera notoria.
8.1.4 Competencia intrametropolitana por localizaciones industriales
24Las zonas metropolitanas están sometidas a un conjunto de vacíos institucionales que promueven la competencia en desmedro de la cooperación, la coordinación y la solidaridad intermunicipales. El resultado es una pérdida sustantiva y persistente de competitividad en relación con otras zonas metropolitanas de América Latina y del mundo en las que la interacción entre las jurisdicciones que componen una aglomeración de escala metropolitana se rige precisamente por esos principios menospreciados por las dirigencias locales interesadas en los réditos político-económicos coyunturales de sus disputas. Tales dirigencias tienen conciencia de lo que significa para su municipio la promoción de la competencia municipal mediante el uso de instrumentos como las exoneraciones tributarias, las desregulaciones ambientales y la libertad urbanística, y por ello no dudan en promover un discurso de la riqueza local que encubre el deterioro perenne de la calidad de vida inmanente al desorden urbanístico, a la difusión de las externalidades negativas y a la ineficacia en el cumplimiento de metas públicas. Más allá de la endogeneización municipal de los efectos de los instrumentos empleados para la competencia, esas decisiones encarnan poderosas externalidades negativas para los municipios circunvecinos y para el conjunto de la zona metropolitana. El comportamiento no cooperativo de las autoridades locales de la zona metropolitana obedece a la ausencia de reglas que persigan orientar el uso de la autonomía local hacia propósitos colectivos. La lectura sesgada de ese principio ha dado lugar a la municipalización de la vida pública, que repercute en el malentendido de que la primacía del interés municipal sobre los intereses intermunicipales repercutirá inequívocamente en el bienestar municipal.
25La competencia espacial por localizaciones a escala intrametropolitana puede adoptar la forma de la competencia fiscal por recaudos futuros y la competencia empresarial por mercados.
26La competencia espacial exige que el lugar receptor de las nuevas firmas y el de las que decidan relocalizarse ofrezca un conjunto de ventajas que el centro precedente no da o ha dejado de brindar. El deterioro social de las áreas circundantes a las antiguas centralidades provocado por el abandono de una porción de sus antiguos residentes precede al deterioro urbanístico y ambos a la salida de industrias y comercios hacia otros lugares, pero no es la única razón para el declive de esas centralidades y la emergencia de otras. La competencia espacial también puede surgir por la acción decidida de agentes privados o públicos con capacidad para desarrollar sus actividades en otros lugares, optando por que la competencia se resuelva a su favor mediante la creación de ventajas en materia de variedad de la oferta, de especializaciones o de aglomeraciones. Los centros comerciales son los más dúctiles para acoger ofertas variadas de bienes, servicios y sus complementos, mientras que las centralidades axiales surgen de la búsqueda de economías de especialización de oferentes de bienes y servicios similares, pero nunca iguales.
27La competencia fiscal resulta de un cálculo del valor presente de las desgravaciones tributarias locales en comparación con el de los recaudos futuros cuando concluyan los períodos de exenciones. En los paraísos fiscales, las desgravaciones no fenecen. En los medios metropolitanos, la durabilidad de las exenciones obedece a la existencia de normas fiscales que las limitan y a la presunción pública de que las “regiones libres de impuestos” entran más rápidamente en decadencia que aquellas que logran consolidar el capital público. Con los diferenciales en las tasas impositivas, los gobiernos locales inciden en los flujos de caja de los privados, así como con el diseño de los calendarios tributarios y con las reglas para establecer la base de los tributos. Es por eso que las promesas de desgravación tienen un horizonte temporal relativamente preciso, aunque generalmente holgado e incluso con posibilidades de reedición. La ausencia de coordinación de las autoridades locales en materia de tributación afecta de manera negativa el recaudo presente y futuro, que por su parte constriñe la ampliación de la oferta de bienes públicos locales y de escala metropolitana.
28La competencia empresarial se imbrica en las dos anteriores, pero se diferencia en que los tomadores de decisión privados buscan ventajas competitivas surgidas de los mayores flujos de caja derivados de la competencia fiscal y de las ventajas de las aglomeraciones de actividades in situ, pero, adicionalmente, procuran el acceso a los mercados de trabajo que garanticen un incremento sostenido en la productividad laboral y que sean compatibles con la proximidad a las demandas solventes por sus bienes y servicios.
29Ni las firmas ni las ciudades son manipulables por las voluntades individuales, como lo harían con un lego, debido a que hay rigideces e inercias que hacen que las morfologías gocen de largos períodos de vida útil. Las firmas que se relocalizan en los medios metropolitanos lo hacen luego de un largo período durante el que han conseguido amortizar los costos de instalación, mientras que los tomadores de decisiones de las firmas que se deciden por una nueva localización de sus procesos productivos realizan un cálculo del tiempo requerido para amortizarlos. Esto explica por qué, aun en medio del declive social y urbanístico de ciertos lugares, algunas firmas persisten en esas localizaciones, que es la misma razón por la que las firmas que se localizan tanto como las que se relocalizan en medios metropolitanos próximos al núcleo prevén ensanchamientos y modernizaciones en el futuro que las llevan a acumular una porción de suelo sin desarrollar.
30La convergencia regional es influenciada positivamente por la competencia intrametropolitana por localizaciones industriales cuando ella conlleva un incremento de los fondos salariales de las industrias inmanentes a los incrementos de la productividad laboral, pero lo es de manera negativa cuando la participación de los salarios en el valor agregado industrial se reduce. La competencia espacial contribuye a acelerar la convergencia cuando encarna una redistribución virtuosa del valor agregado industrial, pero implica perversidad cuando promueve un ajuste a más bajo nivel que el prevaleciente antes de entablarse tal competencia.
8.1.5 La inversión municipal
31Además de la población y los mercados, el espacio-poder al que se denomina territorio es disputado por el Estado. La población organizada en el territorio, además de áreas de mercado, configura colegios electorales, que son apetecidos por quienes participan activamente en los procesos políticoelectorales. Alrededor de un modelo territorial de Estado se distribuye el poder y se procura una organización para acercarlo al ciudadano. Mientras que el grado de autonomía de los gobiernos locales es inmanente a tal distribución del poder, el acceso a bienes públicos lo es al acercamiento del Estado al ciudadano. Entre tanto, las coberturas de los servicios públicos-que son responsabilidad del Estado-son la medida fáctica del acceso efectivo; la inversión pública local lo es del esfuerzo que se realiza para alcanzarlas, incrementarlas o mejorar la calidad de su prestación. En ausencia de tales inversiones o cuando la calidad de los servicios públicos y sociales de responsabilidad del Estado es deficiente, el ciudadano debe recurrir al mercado para proveérselos, y cabe la posibilidad de que en algunos casos recurra a mecanismos y estrategias de autoprovisión. Es por esta razón que esas inversiones calculadas en términos per cápita, además de dar una idea de los esfuerzos diferenciados que realizan los gobiernos locales en las diferentes jurisdicciones municipales en aras de la ampliación en el acceso a bienes públicos, indican la magnitud del sobresalario que los ciudadanos deberían devengar en caso de la ausencia de este tipo de intervenciones estatales.
32En lo corrido del presente siglo, la inversión per cápita anual en Colombia ascendió a $ 228.418, que a precios de 2013 equivaldría a usd 91. Las inversiones per cápita en la zona metropolitana de Bogotá, en el resto de la rape y, por tanto, en el conjunto de la rape son superiores al promedio nacional, a las de las otras zonas metropolitanas, a las de las demás capitales departamentales no metropolizadas y a las que se realizan enel resto del país. Aunque lavarianza de las diferentes agrupaciones puede ser grande, como en efecto lo es, este promedio es el de cada unidad así considerada y no un promedio de promedios, por ende, esas diferencias en los promedios son indicadoras de la fragmentación socioterritorial que produce la intervención del Estado.
33Para este análisis, la inversión pública local per cápita tiene la potencia de acelerar o ralentizar la velocidad a la que se realice la convergencia en los niveles de vida de la población. En el conjunto nacional, y debido a las notables diferencias que se presentan en la figura 1, es improbable que tal convergencia ocurra en el futuro próximo. En la región metropolitana rape Región Central, las posibilidades de que esto ocurra son mayores que en el resto del país, por tanto, la primacía metropolitana de Bogotá tenderá a incrementarse en los años venideros.
Figura 1. Promedio anual de la inversión pública local per cápita por zonas seleccionadas, Colombia, 2000-2013 (pesos constantes de 2013).

Fuente: Cálculos con base en estadísticas poblaciones del dane y la sdp (s. f.) y estadísticas fiscales del Banco de la República y el Departamento Nacional de Planeación (s. f.).
8.1.6 Ocupación del suelo urbano
34La densidad que interesa es la que resulta de los procesos de ocupación permanente del territorio, y no la de las congregaciones temporales, como las de una plaza pública o la de la sala de un gimnasio. Las densidades brutas – personas o viviendas por hectárea – conforman una medida que permite la comparabilidad, pero que en un ejercicio más depurado sería afectada por la sustracción del suelo no construible destinado a conformar el acervo del espacio público urbano, obteniéndose de esa manera las densidades netas, que siempre serán más elevadas que las densidades brutas. La opción por la comparabilidad es pertinente por cuanto ese acervo de suelo no edificable presenta una irregularidad que entorpece una estimación consistente, tanto a nivel intraurbano como en el interior de las metrópolis. Las metrópolis latinoamericanas y, en general, las del tercer mundo son la tierra de la informalidad urbana, intervención motivada por la lógica de la necesidad de los hogares que no tienen la capacidad para cubrir el precio del suelo equipado y a los que se dirige una política reactiva del Estado que comienza con la regularización de la propiedad luego de que se han ocupado terrenos con una elevada densidad y baja dotación de funciones públicas urbanas.
35La definición de los perímetros urbanos y la de las cotas de servicios son dos decisiones cruciales en aras de establecer los potenciales de la intervención urbanística estatal, así como sus eventuales limitaciones. Las disyuntivas son relativamente fáciles de aclarar siempre y cuando no se pierda de vista el tamaño poblacional. Las metrópolis muy extensas y con bajas densidades exigen la realización de mayores esfuerzos para garantizar una buena provisión de las funciones públicas de movilidad y habitabilidad, mientras que las que se han organizado con elevadas densidades en perímetros relativamente más pequeños exigen más esfuerzos en materia de sociabilidad2. Pero también existen metrópolis cuya elevada densidad y su extensión exigen esfuerzos simultáneos en los tres frentes de la intervención urbanística estatal, que, como ocurre especialmente en América Latina, son las mismas en las que se verifican los mayores avances en el proceso de metropolización.
36La densidad urbana nacional se ha incrementado en los últimos treinta años a una tasa del 1.6% anual, que es levemente inferior a la del crecimiento poblacional urbano, que ha sido del 2.0% anual. Sin embargo, los esfuerzos en la producción de suelo habitable y la diversidad morfológica resultante son muy heterogéneos, como se deduce de la figura 2. Las diferencias intertemporales en los promedios acumulados por zonas seleccionadas denotan el dinamismo acentuado de la ocupación urbana en la zona metropolitana de Bogotá, seguida de las demás zonas metropolitanas y de las demás capitales departamentales no metropolizadas. En conjunto, esas diferencias son resultantes del desequilibrio en los procesos de ocupación, que en el caso de la región metropolitana rape sugieren que un crecimiento más equilibrado y menos desordenado es posible a partir de la coordinación de los esfuerzos de los gobiernos locales que la componen.
37La mayor parte de las cabeceras municipales de Colombia son relativamente pequeñas y de densidad bruta muy variada, según se deduce de la figura 3. Santacruz en Nariño tiene la cabecera municipal más densa del país al acoger en siete manzanas a sus 6.611 residentes, pero no es el caso representativo, pues con un área semejante hay una veintena de municipios que como Anzá, en Antioquia, no alcanzan la cuarta parte de su densidad poblacional bruta. Las densidades más elevadas que le siguen son de cabeceras de reducido tamaño, como Sucre en Sucre, Nimaima en Cundinamarca, Alto Baudó en Chocó, Mosquera y Providencia en Nariño y López en Cauca. En cambio, las metrópolis colombianas sí son las más extensas, pero no las más densamente pobladas, comenzando por Medellín, a la que siguen Bogotá, Cali y Barranquilla, núcleos metropolitanos cuyas zonas más densamente pobladas son los vecindarios populares, que en Bogotá están ubicados en el suroccidente y noroccidente de la ciudad.
Figura 2. Densidades brutas urbanas en las zonas seleccionadas, Colombia, 1985-2015 (habitantes por km2).

Fuente: Cálculos con base en estadísticas poblacionales del dane y la sdp (s. f.) y cartográficas del igac (2010).
38El uso mixto del suelo urbano, la infraestructura para la conectividad, el planeamiento para la utilización incremental, la cohesión social, la habitabilidad para la calidad de vida, la disponibilidad de espacio público, la flexibilidad o adaptabilidad al cambio económico, el diseño, los bienes ambientales y la apropiación colectiva son las diez cualidades que en Europa se le atribuyen a la “buena densidad” (Clark y Moir, 2015, p. 11), mientras que a la mala densidad se le atribuyen sus pares dialécticos, como la monotonía, el aislamiento, la subadministración, la segregación, la inhabitabilidad, la congestión, la rigidez, la fealdad, la polución y la irregularidad de su silueta inmobiliaria. En conjunto, esas cualidades son difícilmente alcanzables en cualquier metrópoli del mundo, pero en especial en las de América
Figura 3. Densidades brutas urbanas en las cabeceras municipales, Colombia, 1985-2015 (habitantes por km2).

Fuente: Cálculos con base en estadísticas poblacionales del dane y la sdp (s. f.) y cartográficas del igac (2010).
39Latina, que a la luz de las investigaciones sobre Bogotá atraviesan secularmente por estadios de recomposición urbana, descritos por Le Roux (2015, p. 411) como resultantes de “la superposición creciente de escalas espaciales y temporales en juego”.
40A la producción inmobiliaria formal le es inmanente algún ejercicio de anticipación del futuro de los lugares donde se decide localizar el espacio construido. Ante la ausencia de instrumentos suficientes para anticipar con certeza el devenir de esas localizaciones, la incertidumbre urbana (cfr. Abramo, 2011a) y el riesgo delimitan los contextos en los que esas decisiones se tornan en especulaciones a las que sus promotores se adhieren a fin de potenciar sus ganancias. En el ciclo de la metropolización de la población, la localización y relocalización de los procesos fabriles en las áreas de influencia inmediata al núcleo metropolitano le plantean al polígono industrial original una poderosa competencia que, como se discutió, se dirime por fuerza de los incentivos locales o por las inclinaciones empresariales.
41La tercerización de la economía de los núcleos metropolitanos opera de manera coetánea con la industrialización del área de influencia inmediata, y son los indicadores del mercado laboral los más empleados para dar cuenta de este fenómeno. Sin embargo, la producción del espacio construido para actividades residenciales, industriales, comerciales y de servicios permite construir indicadores menos volátiles que los indicadores de especialización productiva, cuyo soporte estadístico son las variables del mercado de trabajo o del valor agregado.
42En los resultados que se sintetizan en la tabla 9 se pueden captar las áreas licenciadas por jurisdicción, pero, por medio de las razones de área licenciada para usos residenciales en relación con las de usos industriales, comerciales y de servicios es posible captar ese movimiento coetáneo. Su lectura es relativamente fácil: cuando esa razón es superior a la del núcleo metropolitano es porque en el área de influencia inmediata se produce una proporción más elevada de activos residenciales que para los demás usos, pero cuando la lectura es menor, eso significa que esas jurisdicciones le han entablado competencia espacial al núcleo y en particular al polígono industrial original. De los municipios metropolizados considerados en el operativo de licencias de construcción, solamente en dos de ellos –Tabio y La Calera– no se registra licenciamiento para usos industriales, mientras que en Cajicá, Chía, Zipaquirá, Fusagasugá y Soacha la razón industrial es superior a la de Bogotá, y en el resto de los casos la razón es inferior, de manera que es en estos últimos en los que la competencia espacial, fiscal y empresarial por las localizaciones industriales es más aguda. En conjunto, el área licenciada para usos industriales en la Sabana es 222.6% superior a la licenciada en Bogotá. Esta competencia anuncia la desocupación paulatina del polígono industrial de Puente Aranda y de sus barrios emblemáticos, como Central Montevideo, a lo que puede sobrevenir su deterioro social y urbanístico. Por su parte, la razón del área licenciada para actividades de servicios indica que el perfil terciario se afirma en Bogotá, pues, en el resto de la zona metropolitana, la razón es superior a la del núcleo metropolitano.
Tabla 4. Áreas licenciadas para usos residenciales, industriales y de servicios y razones de especialización en la zona metropolitana de Bogotá (2007-2014)

Fuente: Cálculos con base en estadísticas del dane (s. f.) sobre licencias de construcción para 88 municipios de Colombia.
43Las secuelas negativas del apego y de la puesta en práctica del principio de la “mano invisible descontrolada” que orienta las hipótesis de la nueva geografía económica (Fujita et al., 2000, p. 35) son duraderas, puesto que han quedado inscritas en el espacio sabanero y han producido el colapso metropolitano. El incremento sustancial del parque industrial sabanero y su ulterior ocupación representan ese descontrol que emerge ahora como un desafío adicional al planeamiento metropolitano, por cuanto las externalidades negativas de la industria en materia urbanística y ambiental son mayores en un ambiente desconcentrado que en uno concentrado, en el que se facilita su aislamiento. El colapso de la movilidad toma cuerpo en las vías principales de los municipios metropolizados que, como ocurre a diario en la avenida Pradilla de Chía, se saturan con el flujo de vehículos de carga que fluyen en los cuatro sentidos. Las deficiencias en parqueos dentro de las fábricas para camiones trasportadores de bebidas complementan la saturación vial de las vías de la provincia de Sabana Centro, mientras que en la de Sabana Occidente la irrupción de las bodegas como forma dominante del paisaje urbano y suburbano estimula el ensanchamiento de los flujos cotidianos de vehículos de carga, de por sí muy concurridos por ser esta la zona cuya base económica es la más diversificada de la región metropolitana; finalmente, los problemas de movilidad de Soacha a la altura de la autopista Sur se han visto agravados por la sustracción de dos carriles para TransMilenio. Por tanto, el incremento de las densidades de ocupación del territorio sabanero corresponde al segundo tipo de densidades de la taxonomía de Clark y Moir (2015), y sus consecuencias urbanísticas producen pérdidas de competitividad al incrementar los tiempos de viaje de carga y pasajeros y el deterioro de la calidad de vida de los últimos.
8.1.7 Ocupación rural y suburbana
44El otro proceso de ocupación de mayor impacto urbanístico y ecológico es precisamente el de la producción residencial suburbana, que compite con el núcleo metropolitano en segmentos de ingresos altos con elevadas tasas familiares de motorización, y su principal determinante es la autosegregación. Para que ocurra tal producción, se sustraen áreas cultivables, que son ocupadas con áreas duras para la vivienda, los parqueos y el acceso vehicular, mientras que otras se tornan improductivas por destinarse a la contemplación de los residentes suburbanos. Por ello, no es extraño que las densidades brutas de las áreas rurales que se presentan en la figura 4 sean más elevadas en las zonas metropolitanas que en el resto de la rape y del país, en donde además se han contraído, a diferencia de la zona metropolitana de Bogotá, que es en donde se registra el mayor incremento absoluto –25.6 habitantes por km2– y relativo –17% anual–.
Figura 4. Densidades brutas en las áreas rurales por zonas seleccionadas, Colombia 1985-2015 (habitantes por km2).

Fuente: Cálculos con base en estadísticas poblacionales del dane y la sdp (s. f.) y cartográficas del igac (2010).
45La ocupación rural con algún nivel de aglomeración muta en las zonas metropolitanas a formas suburbanas de uso residencial y se distingue de la del resto del país por su crecimiento físico y poblacional. En la zona metropolitana de Bogotá se han detectado diez nuevos caseríos en los últimos siete años, mientras que en el resto de la rape se ha puesto de presente una tendencia a la contracción de todas las formas de ocupación rural (ver tabla 5). Algunos de estos caseríos ya alcanzan escalas de aglomeración considerables, como Tiquiza y Cerca de Piedra en Chía, con once y nueve manzanas respectivamente; Puente de Piedra en Madrid, con quince manzanas; Mundo Nuevo y El Salitre en La Calera, con diez y nueve manzanas respectivamente; y Río Frío en Cajicá y Los Puentes en Mosquera, con ocho manzanas cada uno. En los Estados Unidos, este tipo de ocupaciones antecedieron a los municipios cerrados y estos, por su parte, a los municipios privados, en donde personas interesadas en segregar el espacio residencial pagan altas rentas para que otras no logren acceder a ese espacio; imponen cláusulas prohibitivas de carácter racista para los menores de edad, los de la tercera edad y las personas de color; adoptan estatutos comunitarios para regular la entrada de visitantes y, finalmente, imponen por diferentes mecanismos la autoridad de los copropietarios a la de los alcaldes locales y, en ocasiones, interfieren en la administración de justicia. En América Latina se han difundido y adoptado diferentes nombres, tales como country, en el que el prestigio del lugar es inmanente al de sus residentes, así como su estilo de vida.
Tabla 5. Cambios en la ocupación de las zonas rurales por zonas seleccionadas, Colombia (2008-2014)

Fuente: Cálculos con base en la división político-administrativa del dane (2008, 2015).
46Estas tendencias de la ocupación son irreversibles en un contexto de competencia intrametropolitana por la localización industrial y residencial de hogares solventes, en la que la “mano invisible descontrolada” asigna mal el espacio a las actividades humanas que lo demandan, y por ello el planeamiento metropolitano es una necesidad que no admite interferencias. Una expresión de esa mala asignación es que, a pesar de su escasa participación en el acervo de tierras vinculadas a la actividad agrícola en Colombia, las tierras de la Sabana de Bogotá son considerablemente más fértiles que las del resto del país al decir del rendimiento promedio por hectárea cultivada (ver tabla 6), mientras que las pérdidas de área sembrada (9%) ocupan un lugar intermedio entre las del conjunto del país.
47La regulación metropolitana sobre el suelo podría ordenar el territorio mejor que el mercado y que el ordenamiento municipal autárquico, que han orientado estos procesos de ocupación en las últimas décadas, produciendo resultados sociales más deseables que el debilitamiento de las fuentes de la seguridad alimentaria autóctona que se experimenta por su causa. Esto se verificará en el siguiente acápite, en el que se discutirá la cuestión ecológica y ambiental.
Tabla 6. Indicadores de la actividad agrícola por zonas seleccionadas, Colombia 2007-2013

Fuente: Cálculos con base en las Evaluaciones Agropecuarias Municipales, Minagricultura (2012).
8.1.8 Paisaje
48El paisaje sinuoso es inseparable de la geografía física de Colombia. Las recurrentes fracturas geográficas sumadas a la incapacidad técnica y política de la dirigencia nacional para enfrentarlas satisfactoriamente han tomado cuerpo en una red vial del mismo talante.
49El considerable alejamiento de la línea recta que hipotéticamente debería conectar los centros urbanos ha sido la regla con la que se ha producido buena parte de la red vial nacional, fenómeno incautamente justificado con las barreras que la geografía andina en apariencia le impuso a la interconectividad del sistema colombiano de ciudades. En otros países, las técnicas ingenieriles para la construcción de los túneles con los que se vencerían esos obstáculos fueron adoptadas de manera relativamente rápida por las élites al comando del aparato de Estado en favor de un proyecto de unificación territorial nacional. La sinuosidad de la red vial acoge recovecos que, a la manera de meandros, son depositarios del despojo resultante de los continuos accidentes, cuya letalidad es acentuada por los irregulares peraltes.
50Del otro lado del piedemonte llanero se encuentra el 40% del territorio aislado del sistema urbano colombiano, incluyendo vastos territorios comprendidos por parte del macizo Colombiano y las regiones selvática y orinoquense. La precariedad de la penetración vial no ha sido obstáculo para que el flujo de precursores químicos requeridos para el procesamiento de la pasta básica de cocaína haya fluido sin entorpecer su producción. La densidad de pequeñas estaciones aeroportuarias es sintomática del aislamiento de esta porción del país por el modo carretero.
51Calculada como el incremento porcentual de la distancia recorrida en ruta sobre el ideal tipo de la distancia en línea recta y estimada con base en las distancias a Bogotá, la sinuosidad promedio del sistema vial nacional es de 59.4% (ver figura 5), demasiado elevada si se le compara con la sinuosidad de la extensa vía que conecta a Nueva York con Los Ángeles, que es de 14.0%, con la de Toronto a Montreal (7.1%), la de México a Ecatepec de Morelos (30.2%), la de Buenos Aires a Córdoba (8.0%) o con la de Lima a Arequipa (33.0%); pero es similar a la de La Paz a Santa Cruz de la Sierra, que asciende a 62.2%, y a la de Quito a Guayaquil (58.2%).
52Ese promedio nacional de la sinuosidad es inferior en la zona metropolitana de Bogotá como también en el resto de la rape Región Central, pero se aproxima tratándose del conjunto de vías que conectan a las nueve zonas metropolitanas. Por el contrario, es superior si se considera la red vial que conecta a las demás capitales no metropolizadas y al resto del país con la capital de la república. El paisaje sinuoso le impone una desventaja competitiva a la actividad económica productiva y a la circulación de bienes y personas por el modo carretero, y la desconexión con el oriente y suroriente del país priva al resto del país de desarrollar el considerable potencial de riqueza localizada hacia el oriente y suroriente del país.
Figura 5. Sinuosidad de la red vial en relación con los trayectos hacia Bogotá por zonas seleccionadas 2014 (% de desviación de la línea recta)

Fuente: Cálculos del autor.
8.2 Las brechas en el gasto total de los hogares
53Siendo Bogotá la metrópoli colombiana que ostenta la primacía poblacional, económica y política del país, su zona de influencia inmediata le disputa una porción creciente de su dinamismo a medida que el proceso de metropolización avanza de manera descontrolada. Los efectos gravitacionales de la aglomeración de las actividades humanas en la zona metropolitana han dado lugar a la conformación de una región metropolitana responsable de una significativa porción de la riqueza producida en el país. La voluntariedad de los gobernantes locales que ha hecho posible la conformación de la rape Región Central revela el interés por la cooperación como pilar de las estrategias por venir en materia de desarrollo territorial. Este hecho contrasta con la interferencia de los niveles central y regional de gobierno a los intentos de conformación de un área metropolitana que encamine la competencia interjurisdiccional depredadora del territorio sabanero hacia un estado metropolitano de cooperación que evite el colapso territorial en curso. El marco teórico discutido en la primera parte y el contexto geográfico han dado cuenta, en buena medida, de estas contradicciones.
54En este capítulo se emplean algunos de los resultados de la encuesta multipropósito de 2014 (EM2014) (dane y sdp, 2014) a fin de cuantificar las propuestas de medición de las brechas sociales y las posibilidades de convergencia en el tiempo en un marco socioespacial metropolitano. Como cualquier instrumento estadístico, la EM2014 tiene sus potencialidades y también sus limitaciones. La más rutilante entre las primeras es su marco muestral, pues, por primera vez en el país, un operativo de esta naturaleza transciende los límites jurisdiccionales de la ciudad hasta cubrir su zona de influencia inmediata, compuesta por los municipios de la Sabana, con los que conforma la zona metropolitana de Bogotá y, de manera complementaria, el resto de las cabeceras provinciales del departamento de Cundinamarca, la zona más próxima a la metrópoli de la rape Región Central. La cobertura espacial de este marco muestral se limita a las cabeceras municipales en razón del costo del operativo que se incrementaría sustancialmente en las zonas dispersas de las áreas rurales, lo que limita el conocimiento de varios fenómenos que inciden en la dinámica de las brechas y la convergencia de niveles de vida, tales como la ocupación residencial suburbana, que se extiende con particular intensidad por los municipios de las provincias de Sabana Centro y Sabana Occidente.
55La posibilidad de realizar los estimativos de convergencia o divergencia tomando como referentes espaciales las localidades del núcleo metropolitano es otra ventaja por cuanto permite superar la premisa de una ciudad homogénea en cuanto a los niveles de vida, en la que reposan los análisis de buena parte de los estudios precedentes. El esquema general de segregación de Bogotá se conserva en el tiempo, aunque su intensidad se ha amortiguado en las últimas décadas por medio de la intervención pública en la provisión de los servicios públicos y colectivos domiciliarios y del avance en las coberturas de la educación básica y media, y en parte de la asistencia pública en salud, mientras que el rezago vial y de movilidad colectiva continúa afectando negativamente a las zonas de expansión popular de la ciudad. Sin embargo, una dimensión crucial para el acceso a bienes y servicios privados que no es gobernada por la intervención pública, como es el ingreso personal/familiar, continúa en su curso hacia la ampliación de la desigualdad.
56Estas ventajas y potencialidades de la EM2014 son, a su vez, las principales limitaciones para los propósitos centrales de este trabajo, que giran en torno a la estimación de las posibilidades de la convergencia intrametropolitana y regional en el tiempo venidero. La razón es que, por ser un operativo pionero, no tiene antecedentes semejantes que permitan construir estadísticas similares para establecer los niveles y las velocidades de crecimiento de las variables por medio de las que se realizan los procedimientos canónicos de estimación de los coeficientes de convergencia condicionales o absolutos.
8.2.1 El gasto total anual (gta) y las unidades de gasto por jurisdicciones
57Si bien el ingreso disponible es la mejor medida de la capacidad de pago de los hogares, su medición por las vías directas e indirectas presenta una serie de dificultades en ocasiones infranqueables. Los sesgos en que incurren los informantes y la censura de los hogares de elevados ingresos a los operativos de captura de información como la EM2014, así como la reserva estadística que cobija a la información fiscal o parafiscal, son las principales limitaciones para la obtención de esta medida con algún grado de confiabilidad. Los procedimientos posoperativos de captura para imputar nuevos registros que allanen los vacíos de la información no reportada obedecen a procedimientos de cálculo basados en metodologías bastante complejas en las que se emplean los resultados de la contabilidad nacional, por ejemplo, para su corrección. Estos procedimientos son engorrosos y requieren de información veraz a una escala espacial, con la que no se cuenta. Por estas razones, se ha optado por el empleo del gasto total del hogar como variable próxima o reflejo del ingreso, que también tiene inconvenientes, como el supuesto implícito de que el ahorro o el endeudamiento guardan cierta proporcionalidad. No obstante, es una medida cuyas ventajas operativas son también considerables.
58El gasto total anual se emplea como proxy del ingreso anual del hogar de “primera pasada”, es decir, antes de subsidios e impuestos. Como expresión de la capacidad de pago de los hogares, en el Plan Distrital de Desarrollo 2012-2016-Bogotá Humana se propuso hacer seguimiento a los componentes de la identidad ingreso disponible (González, 2014, p. xiii), medida que, tal como se analizó en la convergencia de los ingresos per cápita regionales en Canadá, tiene gran potencia para su estudio, pero requiere de un sofisticado operativo estadístico.
59El gasto per cápita se refiere al gasto por persona en la unidad de gasto, que es la definición utilizada con mayor frecuencia, tal vez la única, por parte de las entidades oficiales (mesep, 2010). Esta medida se calcula como el cociente entre el gasto total anual (gta) y el número de personas que componen la unidad de gasto. Estas últimas son las personas del hogar, exceptuando a las que prestan el servicio doméstico. El gasto total anual (gta) es el resultado de sumar cada uno de los rubros medidos en la em2014 en cada módulo (ver anexo 1).
60Bogotá es una unidad jurisdiccional cuya delimitación actual data de hace casi sesenta años; además, su organización administrativa mutó de alcaldías menores a zonales hace treinta años y de estas últimas a localidades hace veinte años, transformaciones originadas en la necesidad de avanzar en la descentralización política, fiscal y administrativa. En la organización reciente se cuenta con una división a menor escala (las unidades de planeamiento zonal), con delimitaciones físicas, en las que se agrupan cierto número de barrios con características urbanísticas y socioeconómicas relativamente homogéneas. Para efectos del análisis de convergencia, se ha optado por el empleo de la subdivisión política de localidades por ser referentes espaciales comúnmente identificados en los estudios previos sobre la ciudad, así como en los planes de gobierno.
61La heterogeneidad socioespacial de la ciudad reconocida en el Plan Distrital de Desarrollo 2012-2016 (Alcaldía Mayor de Bogotá, D. C., 2012), difundido para la consulta ciudadana en 2012, se refleja, de un lado, en la notoria homogeneidad de los ingresos de bajo nivel de los hogares residentes en las localidades de expansión popular, especialmente en Bosa y Ciudad Bolívar, que las ubica como el frente de desarrollo segregado, mientras que en Chapinero, Usaquén y Teusaquillo, la heterogeneidad socioeconómica es la más elevada de la ciudad. El índice de segregación residencial por ingresos pasó de 14.1 en 2007 a 17.6 en 2011 (Alcaldía Mayor de Bogotá, D. C., 2012, p. 6), índice que, calculado con el gta de la EM2014, asciende a 24.2. Estas medidas no son comparables, pero su diferencia indica que el cálculo mediante el gta expresa de mejor manera la segregación que el ingreso. Con el empleo del gasto, la mayor segregación sigue experimentándose en Ciudad Bolívar, Bosa, San Cristóbal y Usme, pero la novedad es que entre las de mayor mezcla socioeconómica también se encuentran La Candelaria y Suba.
Figura 6. El gasto total anual (gta) por jurisdicciones locales y municipales (millones de pesos anuales de 2014)

Fuente: Cálculos con base en la EM2014 (dane y sdp, 2014).
62El gta promedio de Chapinero es 52.8% más elevado que el de la segunda localidad en la jerarquía urbana de la ciudad, que es Teusaquillo (ver figura 6), y es 589.6% superior al de Ciudad Bolívar, que es la localidad que acoge a los hogares que enfrentan las mayores privaciones en Bogotá. A escala metropolitana, esas brechas son igualmente pronunciadas, pues mientras en relación con la jurisdicción con hogares más pudientes, que es Chía, el gta promedio de Chapinero es 149.4% superior, en la de Soacha-en donde residen los hogares con privaciones más elevadas de la zona metropolitana-, esa brecha es del 800.4%. A escala departamental, los municipios de Pacho y La Mesa revisten características semejantes a las de Soacha y la localidad de Tunjuelito, respectivamente.
63A escala metropolitana, son notables las diferencias socioeconómicas entre las unidades de gasto de los residentes en las cabeceras municipales, según se trate del eje de expansión metropolitana. En el caso de Soacha, el gta promedio es sustancialmente inferior al de las localidades con hogares más pobres del eje sur y suroccidental, mientras que, en el norte, la cabecera municipal de Chía acoge, en especial, a hogares de ingresos medios, pues los de ingresos medios elevados residen en las zonas suburbanas que no capta la EM2014. De conjunto, la anterior descripción justifica el empleo del gta promedio de la localidad de Chapinero como referente para el cálculo de los índices de convergencia que se describen a continuación.
8.2.2 El gta y el tamaño de las unidades de gasto
64Chapinero tiene tres cualidades socioeconómicas que la distinguen de las demás localidades urbanas de la ciudad, y es que tanto la mezcla socioeconómica como el gta promedio por unidad de gasto son los más elevados y, además, el tamaño promedio de la unidad de gasto es el más bajo. Otros rasgos distintivos serán discutidos más adelante, pero estos tres, en principio, sugieren que la amplitud de las brechas socioeconómicas con el resto de las jurisdicciones locales y municipales consideradas alcanza magnitudes que difícilmente pueden ser superadas sin la intervención estatal. Esa última característica diferenciadora de Chapinero la comparte con las tres siguientes en la escala de las de mayores gta (Teusaquillo, Usaquén y La Candelaria), en las que el tamaño promedio de la unidad de gasto es el más bajo de la ciudad y de la región (ver figura 7), mientras que los menores gta se detectan en las jurisdicciones con mayor tamaño promedio, entre las que se distinguen Soacha y Sibaté, en la zona sur de expansión metropolitana.
Figura 7. El gta y el tamaño de las unidades de gasto

Fuente: Cálculos con base en la EM2014 (dane y sdp, 2014).
65La mediana de las unidades de gasto de las cuatro localidades más pudientes es 2, mientras que en el resto de las jurisdicciones es 3. Esta diferencia refuerza la idea de que el fenómeno de la transformación de los hogares iniciado hace algo más de dos décadas continúa catalizando otras dinámicas urbanas, entre las que se destaca el avance de los hogares unipersonales coetáneo con la pérdida de participación del hogar tradicional en la zona metropolitana. Los estudios de la demoeconomía de los hogares unipersonales aún están por hacerse, pero por lo pronto es posible discernir que su ineficiencia social se expresa en la elevación del costo de la intervención urbanística estatal en materia de provisión de suelo edificable para usos residenciales y de provisión de los servicios públicos y colectivos domiciliarios, así como en su contribución a la reducción de la tasa de fecundidad, mediante la que se contrae la reproducción generacional y se acelera el envejecimiento de la población.
8.2.3 El impacto de las unidades de gasto unipersonales en el gta
66El fenómeno del avance de la participación de los hogares unipersonales en la estructura de los hogares de la ciudad (14.6%) y de la región metropolitana (14.2%) tiene varias explicaciones. De un lado, es probable que corresponda a la fase autóctona de la transición demográfica que la diferencia de otras que, tal como se analizó en el caso de la región metropolitana de París, reviste la tendencia opuesta: la familia recompuesta. Tal sería su explicación demográfica, pero la económica es que tal avance está asociado con la incorporación del riesgo en la conformación de parejas estables debido a la incertidumbre en materia de la estabilidad en la percepción de ingresos futuros ocasionada por el deterioro de la calidad del empleo surgido con las medidas de flexibilización laboral, en particular con la reducción de las pautas de contratación a término indefinido prevalecientes antes de la promulgación de la Ley 50 de 1990 (Congreso de Colombia, 1990) y las que se han expedido con posterioridad.
67Aunque el hogar unipersonal prevalece en todas las localidades, su incidencia es mayor en Chapinero (41.1%), La Candelaria (37.5%), Teusaquillo (27.8%)y Santa Fe (25.8%), que describe una continuidad espacial que comprende esas localidades del centro tradicional de la ciudad en dirección nororiental que ya había sido detectada en estudios precedentes (Le Roux, 2015, p. 93). La mayor incidencia en la zona metropolitana se encuentra en Bojacá (19.4%), y entre las cabeceras provinciales de Cundinamarca se encuentra en Gachetá (25.1%). La cuestión es si estos hogares son más pudientes que las demás modalidades de hogares o no, y su relevancia radica en que esa opción incide de manera decidida en la magnitud de las brechas socioeconómicas y, por tanto, en la velocidad de la convergencia.
Figura 8. El impacto de los hogares unipersonales en el gta

Fuente: Cálculos con base en la EM2014 (dane y sdp, 2014).
68El impacto de los hogares unipersonales en el gta (ver figura 8) se establece comparándolo con el gta resultante al excluir esas unidades. En todas las localidades de Bogotá, al igual que en las demás jurisdicciones consideradas, el gta promedio de los hogares diferentes a los unipersonales se reduce, de lo que se deduce que el gta promedio de los hogares unipersonales es superior, en todos los casos, al del resto de los hogares.
8.2.4 El impacto de las unidades de gasto emigrantes de Bogotá hacia la región en el gta
69Uno de los rasgos distintivos de la etapa de metropolización de la población que acaece en el marco general de su urbanización es el hecho de que las jurisdicciones localizadas en el área de influencia inmediata captan más nativos del núcleo metropolitano que los que migran hacia él. Los saldos migratorios netos de los municipios metropolizados son positivos o tienden a serlo en esa etapa, lo que indica el avance de la influencia primacial metropolitana del núcleo. Esto quiere decir que la urbanización de los municipios metropolizados se acelera por causa de tal primacía e incrementa las densidades de ocupación, lo que exige la realización de mayores esfuerzos en materia de regulación urbanística y de movilización de recursos públicos para producir bienes públicos de escala local y metropolitana.
70Al igual que en otras metrópolis latinoamericanas, en las de Colombia, esas migraciones tienden a replicar a mayor escala espacial el esquema general de segregación socioespacial del núcleo, lo cual produce fuertes fragmentaciones territoriales por causa de esta inercia y de las políticas explícitas en los municipios metropolizados en materia de producción de suelo habitable para diferentes segmentos de la población metropolitana, de manera que, en donde son posibles las subdivisiones a pequeña escala, se tiende a acoger a los hogares más pobres, y en los que se prohíben tal tipo de subdivisiones, se acoge a los más pudientes. Entre uno y otro extremo se distribuyen las capas medias de población, motivadas principalmente por el cambio de la sede del establecimiento de trabajo o por la localización de uno nuevo que contratará al jefe del hogar o a otro perceptor de ingresos. La cuestión en relación con la convergencia es si este fenómeno contribuye a acelerarla o a ralentizarla, algo que no es fácilmente discernible por causa, precisamente, de la reproducción a escala metropolitana del esquema general de segregación socioespacial del núcleo. Con respecto a las cabeceras municipales, la EM2014 permite establecer que las de Mosquera, Chía, Cota, Soacha, Tocancipá, Cajicá, Madrid y El Rosal son receptoras netas de inmigrantes, porque su participación es superior al 50% de los residentes allí (ver figura 9). Entre ellas se distinguen las de Chía y Funza porque más de la mitad de los inmigrantes son nativos de Bogotá, proporción muy cercana a las de Soacha, Cota y Mosquera.
Figura 9. Estructura migratoria de las cabeceras municipales de la zona metropolitana y de las provincias de Cundinamarca (2014)

Fuente: Cálculos con base en la EM2014 (dane y sdp, 2014).
71Con excepción de La Calera, Fusagasugá, Subachoque, Facatativá, Zipaquirá, Sibaté y Gachancipá, los restantes municipios de la zona metropolitana experimentan un saldo migratorio positivo con Bogotá, de allí la trascendencia de estimar el impacto socioeconómico de las migraciones bogotanas hacia ellos. Es probable que este impacto sea diferente en razón de que la EM2014 no capta el fenómeno suburbano que en las provincias de Sabana Centro y Sabana Occidente acoge a hogares aún más pudientes que los que residen en la cabecera municipal, razón por la que además no es posible establecer con beneficio de comparabilidad los índices de metropolización.
8.2.5 El impacto del costo pleno de transporte en el gta
72El colapso por el que atraviesa el sistema de movilidad cotidiana rebasa los límites jurisdiccionales de Bogotá y se difunde con diferentes intensidades por toda la zona metropolitana. La competencia industrial intermetropolitana ha contribuido a incrementar los tiempos de viaje de carga y pasajeros, así como también el incremento de las tasas de motorización particulares incentivadas en diferentes coyunturas cambiarias e impulsadas por la flexibilización laboral, que promueve la hiperracionalización metropolitana de los desplazamientos cotidianos, por lo que se privilegia el uso de la motocicleta entre los trabajadores flexibilizados.
73La noción del costo pleno de transporte soporta este ejercicio. La metodología de cálculo se puede consultar en el anexo 2. A los desembolsos en pasajes que hacen los usuarios del transporte público y a las erogaciones en gasolina de los del vehículo privado se le imputa un valor equivalente al costo de oportunidad de permanecer improductivo durante el tiempo de viaje. Esta medida se aleja de la noción de la isodopana simple de Pallander (cfr. Aydalot, 1985), en la que el costo guarda relación directa con la distancia recorrida, para introducir dos fenómenos de singular trascendencia: a) la asociación entre tiempo de desplazamiento y remuneración, estrechamente ligada a la medida de costo de oportunidad; y b) la influencia de la estructura económico-residencial metropolitana.
74Antes de discutir los resultados obtenidos del CT, es conveniente precisar que los hogares con mayor capacidad de gasto son los que menos tiempo emplean en su desplazamiento cotidiano. Tomando entonces a la localidad de Chapinero como referente, la figura 10 muestra los tiempos excedentes promedio para cada jurisdicción en una dirección; es decir, que, en el caso de Usme, el promedio es superior en 42.1 minutos al de Chapinero y, por tanto, el tiempo adicional que se emplea en ambos sentidos es de 1:24:02.
Figura 10. Tiempos de viaje excedentes en minutos por jurisdicción tomando como referencia a Chapinero

Fuente: Cálculos con base en la EM2014 (dane y sdp, 2014).
75Así como ocurre en otras diez cabeceras provinciales, en los municipios metropolizados de Tocancipá, El Rosal, Fusagasugá, Sopó y Gachancipá, ese tiempo es inferior al de Chapinero, lo que induce a pensar que la estructura de movilidad cotidiana en esas jurisdicciones favorece el incremento de la productividad aparente del trabajo, mientras que en el resto la perjudica. La disyuntiva pública entre las dos alternativas consideradas no tiene una solución única cuando se emplea el costo pleno de transporte, pues tal como se aprecia en los dos tramos de la figura 11, hay jurisdicciones cuyos hogares en promedio ganarían eficiencia en su gasto si optaran por una modalidad o por la otra.
Figura 11. Costo pleno de transporte y costo relativo según uso del transporte privado o público en los desplazamientos cotidianos

Fuente: Cálculos con base en la EM2014 (dane y sdp, 2014).
76Estos resultados indican que en las 25 localidades ubicadas por encima de la diagonal principal de la figura 11a, en aquellas indicadas con las barras de color blanco en la figura 11b, el uso del transporte público reporta menos erogaciones familiares que la opción del transporte privado. Entre estas jurisdicciones están Chapinero, Teusaquillo y La Candelaria, tres de las cuatro localidades con el gta más elevado de la ciudad, así como Chía y Tenjo, que son dos de los municipios metropolizados con mayor gta. Un segundo grupo lo conforman las 22 jurisdicciones en las que el costo pleno del transporte del uso privado es más económico que el del público; y, finalmente, en Soacha, Usme, Tunjuelito y Rafael Uribe Uribe ese costo relativo es mucho más elevado. La contradicción es evidente: en las localidades con gta más elevados, el empleo del transporte privado reporta ineficiencia asignativa, mientras que entre los de más baja escala reporta ganancias en eficiencia.
8.2.6 Síntesis preliminar: la amplitud de las brechas de gta
77Al optar por el análisis de la convergencia empleando el gta, se procuró reducir los sesgos de las estimaciones que emplean el ingreso, pero se ha incurrido en otros sesgos que probablemente son de menor monto. Al decidir igualmente por un análisis que incluya la subdivisión en localidades de Bogotá, se introduce de forma explícita una medida de la segregación socioespacial que se explaya más allá de sus límites jurisdiccionales. Según se discutió en el marco teórico, son tres los grandes fenómenos que inciden de manera decisiva en la velocidad de la convergencia de niveles de vida en la región metropolitana de Bogotá, aunque no son tratados, por lo general, de manera comprehensiva en los estudios precedentes: i) la dinámica de los hogares unipersonales como fenómeno inmanente tanto a la transición demográfica como a las reformas al mercado de trabajo; b) el colapso metropolitano captado por medio de medidas de impacto del costo pleno de transporte para las opciones pública y privada al alcance de los hogares; y iii) el impacto de la migración de los hogares bogotanos hacia la zona de influencia inmediata en el marco del proceso de metropolización de la población.
78La amplitud de las brechas en el gta es levemente superior a las originales (28.0) cuando se imputan el costo pleno del transporte privado (29.3) y el costo pleno del transporte público (29.1), pero se contraen cuando se considera ese gta sin el de los hogares unipersonales (21.8) (ver figura 12). Puesto que las medianas son de bajo nivel porque están más próximas a los límites inferiores, se tiene que las jurisdicciones pobres tienden a homogeneizarse dentro de un rango más estrecho que las habitadas por hogares más pudientes, para los que la amplitud de la porción del rango correspondiente es más amplia.
Figura 12. Amplitud de los rangos de gta en los cinco escenarios analizados

Fuente: Cálculos con base en la EM2014 (dane y sdp, 2014).
79Al estrechar la amplitud del rango, es de esperar que en ese caso la velocidad de la convergencia se reduzca, lo que conduce a una conclusión pesimista acerca del rol socioeconómico de los hogares en la sociedad actual. En el caso del costo pleno de transporte, un fenómeno igualmente preocupante y que ralentizaría las velocidades de convergencia es que los ingresos inferiores son los más afectados, pues el costo pleno de transporte en cualquier opción opera a la manera de un impuesto que la metrópoli les impone a los pobres. Por último, adviértase que, al considerar un ámbito espacial más reducido, como el de la Sabana y las cabeceras provinciales cundinamarquesas, la amplitud de las brechas de gta son considerablemente inferiores, lo que explica la relativa homogeneidad socioespacial comparativa existente entre estas cabeceras municipales.
80Es pertinente matizar estos resultados con otro tipo de análisis que permitan identificar las particularidades intrametropolitanas. Los resultados de la figura 13 presentan una primera constatación: que el gta de los hogares bogotanos en términos reales ha permanecido virtualmente inalterado entre 2007 y 2014, alrededor de $7.8 millones. Los incrementos de la capacidad nominal de gasto de los hogares, que fueron del 27.0% durante los siete años, fueron consumidos en su totalidad por la inflación. La economía bogotana ha operado de tal forma que no ha permitido un avance sustancial en la diversificación de las posibilidades de consumo de los hogares que potencian la elevación de su calidad de vida.
81Ese comportamiento es resultado de procesos de agregación estadística que opacan la riqueza de los resultados desagregados. A una segunda escala se puede apreciar que el comportamiento por localidades presenta considerables diferencias. Si bien el gta de los hogares residentes en Chapinero se ha contraído muy levemente, comportamiento que marca la pauta del agregado de los hogares bogotanos, ello no ha acarreado un relevo en la jerarquía de los niveles de vida de las localidades bogotanas, como tampoco una reducción sensible de las brechas con las demás localidades bogotanas. Al segundo nivel de la jerarquía se ha presentado un distanciamiento considerable debido al retroceso considerable del gta del 26.3% de los hogares de Usaquén, en comparación con el virtual estancamiento del que realizan los de Teusaquillo, hecho socioespacial que es uno de los más notorios, junto con el incremento del gta del 27.7% de los hogares residentes en La Candelaria. En términos reales, en otras cinco localidades (Fontibón, Puente Aranda, Los Mártires, Antonio Nariño y Kennedy) se percibe un deterioro del gta promedio, aunque de menor cuantía que en Usaquén, mientras que en las restantes once localidades hay un incremento del gta, pero no tan sensible como el de Teusaquillo.
Figura 13. Comportamiento del gta en Bogotá y sus localidades entre 2007 y 2014 (millones de pesos de 2007)

Fuente: Cálculos con base en la encuesta de calidad de vida en Bogotá 2007 (dane y sdp, 2007) y la encuesta multipropósito de 2014 (dane y sdp, 2014).
8.3 El espacio geográfico de la calidad de vida
82La convergencia es una noción inmanente a las brechas de calidad de vida que diferencian a los residentes en diferentes lugares y, por tanto, es un propósito en el que se enmarca la totalidad de las políticas socioterritoriales que buscan acotarlas. En la tradición más convencional3, esa convergencia se asocia con la velocidad en la percepción de los ingresos de las personas, pues de allí se deriva la posibilidad de ampliar su acceso a una canasta de bienes y servicios que operan como satisfactores de necesidades en el tiempo presente. Por esta razón, la convergencia es una noción que en este contexto se relaciona también con la superación de la pobreza, de la desigualdad y de la segregación, los fenómenos sociales de mayor envergadura de las metrópolis del tercer mundo.
83Pero la calidad de vida tiene determinantes geográficos que aun con una velocidad creciente de la capacidad de gasto de los menos pudientes ellos no pueden alterar drásticamente. Por esta razón, se opta en este trabajo por una aproximación alternativa a la noción tradicional de la convergencia regional, teniendo la precaución de no incurrir en la repetición de las mediciones de pobreza estructural o por ingresos, como tampoco en las medidas de desigualdad, como el coeficiente de Gini. En cambio, los esquemas generales de segregación socioespacial están más asociados con las brechas de calidad de vida urbana, pues tienen en común algunos de sus determinantes geográficos.
84El esquema general de segregación socioespacial de la ciudad núcleo es un acumulado histórico que en la etapa actual de la urbanización se reproduce a escala metropolitana, con matices geográficos e institucionales que lo refuerzan. La influencia creciente del núcleo sobre su entorno inmediato es coetánea a las políticas de los gobernantes locales de esas jurisdicciones para disputar las localizaciones con las que aspiran a valorizar su municipio. Los resultados socioeconómicos y espaciales de la competencia intrametropolitana son contraproducentes para aquellas zonas que, como en el caso de Bogotá, han optado por la competencia por localizaciones residenciales y empresariales como mecanismo de organización del territorio, estrategia que las sitúa dentro del grupo de perdedoras en el ámbito competitivo global, distanciadas del grupo de las zonas metropolitanas ganadoras, en las que, aun sin existir gobiernos metropolitanos con reconocimiento político, han logrado acuerdos duraderos de coordinación interjurisdiccional bajo el entendimiento de que la competencia intrametropolitana las empobrece.
85El ejercicio de geofundamentación de los procesos económicos y sociales está por realizarse. Mientras que la geopolítica denota avances en los planos teórico y conceptual y las políticas sociales procuran con más frecuencia efectos ampliados sobre el territorio con el uso de los mecanismos de focalización, los modestos avances en la geografía económica no alimentan ninguna discusión relevante sobre el devenir de los fenómenos de trascendencia nacional o global. Según se ha visto, la cuestión griega actual de hondo calado geopolítico continuará siendo tratada desde el punto de vista financiero, inclusive por el precursor más emblemático de la nge. En Colombia, cierta innovación se encuentra en la territorialización de las políticas sectoriales por medio de un diagnóstico del país en el que se identifican tres tipos de entorno –de desarrollo robusto, mediano e incipiente–, sin que esto signifique una ruptura radical con los diseños sectoriales auspiciados históricamente por el nivel central de gobierno, habiéndose llegado a esa categorización luego de establecer cuatro escalas de brechas territoriales –alta, media alta, media baja y baja– mediante el cálculo de un indicador de convergencia intrarregional.
8.3.1 El índice geográfico de calidad de vida restringido y ampliado
86Siguiendo las pautas teóricas que orientaron el análisis del contexto del segundo capítulo, en el presente se exponen los resultados del cálculo de las medidas con las que se propone mensurar las brechas de calidad de vida entre los residentes en las diferentes jurisdicciones (localidades de Bogotá o municipios de la zona metropolitana). Este propósito se alcanza con el índice geográfico de calidad de vida restringido (igcvr), en el que se agregan los cuatro dominios inmanentes al lugar geográfico, y con el índice geográfico de calidad de vida ampliado (igcva), que adiciona en el anterior la capacidad de gasto de los hogares sintomática de las limitaciones o suficiencias para satisfacer en los mercados otro tipo de necesidad que no les satisface el vecindario. Este análisis, en el que se revelan las estructuras socioespaciales que impiden la convergencia intrametropolitana de calidad de vida y la configuración de conglomerados de jurisdicciones a cuyo interior serían factibles las convergencias de bajo nivel, se complementa con un somero análisis del impacto que producirían tres fenómenos demoeconómicos sobre las mencionadas estructuras: i) la creciente importancia de los hogares unipersonales en la estructura de los hogares de la zona metropolitana; b) las migraciones de bogotanos hacia los municipios vecinos, que propician saldos migratorios favorables para las jurisdicciones del entorno metropolitano de la ciudad; y, iii) el costo pleno del transporte en el que se ajustan los pagos en moneda por el transporte público o privado con el costo de oportunidad asociado con los tiempos requeridos para los desplazamientos cotidianos.
87La geofundamentación de las brechas entre residentes en la zona metropolitana de Bogotá busca introducir el papel del espacio en el proceso económico y social, elemento de análisis irrenunciable en la construcción del orden socioespacial segregado que caracteriza a las metrópolis contemporáneas, siendo más evidente en las del tercer mundo que en las del mundo desarrollado. Siguiendo la idea de la “constelación geográfica de conceptos” (Haesbaert, 2014, p. 34) con la que se contextualizó el rol del espacio geográfico de la zona metropolitana en la jerarquía urbana del país en la segunda parte, en este acápite se concreta esa propuesta teórica en una medición de las brechas socioespaciales y económicas de las jurisdicciones que componen virtualmente la zona metropolitana de Bogotá (localidades urbanas de Bogotá y cabeceras municipales de los municipios de la zona metropolitana).
88Una premisa de este trabajo es la de aprovechar al máximo los resultados de la EM2014, lo que implica utilizar la menor cantidad posible de estadísticas de otras fuentes, cometido que encarna cierta ruptura con el esfuerzo precedente (Alfonso y Alonso, 2014) y cualifica los resultados. En la tabla 12 se distinguen las variables seleccionadas por cada agrupación o dominio que compone el espacio geográfico.
Tabla 12. Dominios y variables del igcvr

Fuente: Los autores.
89Una cuestión central en el tratamiento de la información estadística es la medición de las brechas entre jurisdicciones, que en geografía se conoce como “las diferencias de grado” (Haesbaert, 2014, p. 35), por medio de las que se diferencia el espacio geográfico. Hay variados mecanismos para ello, pero se ha escogido el de normalización empleada en el cálculo del idh por Naciones Unidas, en la medida que recoge en mayor medida el espíritu de las diferencias analíticas y prácticas que se persiguen. Del valor observado de una variable se sustrae el valor mínimo, resultado que se pondera en todos los casos por la amplitud del rango de la variable (ver ecuación 1), y con ello se obtiene una diferencia ponderada en la que la mejor situación se aproxima a la unidad y la peor a cero, distribuyéndose en su interior el resto de las medidas:

90Los mínimos y los máximos se pueden obtener de un ideal tipo de carácter teórico que exprese tanto las aspiraciones colectivas captadas por el investigador, o bien por un ejercicio de parametrización que, en cualquier caso, siempre suscitará discusiones, como en el siguiente ejemplo: una aspiración social a la que cada vez se aproximan los mandatos constitucionales es que cada hogar disfrute de una vivienda digna, y para ello se espera que la privacidad del hogar sea uno de los criterios con que se “mida” tal dignidad. Por tanto, el ideal tipo social es que el indicador de residencia compartida sea la unidad, pero puede haber un margen tolerable que no conlleve hacinamiento crítico. ¿Cómo podría establecerse tal margen? Cualquier respuesta caerá en ciertas ambigüedades y subjetivismos ampliamente discutibles, situación que se repite en la mayoría de las variables. La excepción está en algunas variables, tales como la cobertura máxima de servicios públicos y colectivos domiciliarios, que debe ser del 100%, y la mínima, de cero.
91En vista de ello, se ha optado por emplear los valores mínimos y máximos endógenos de cada variable que son los efectivamente observados en cada una. Esta segunda opción tiene ventajas, pero también desventajas. Como desventaja está que esa medida estandarizada es un indicador pertinente de diferencia de grado de facto, pero que no considera la posibilidad de un umbral social superior como el que podría establecerse desde la reflexión teórica, como la universalización de los servicios públicos y colectivos domiciliarios, de seguridad social en salud y pensiones y de educación, entre otros.
92Así como en el cálculo del idh cada una de las tres variables que lo componen recibe igual ponderación, en este ejercicio se realiza otro tanto por cuanto son variables constitutivas del espacio geográfico y por ello no existe una tasa de sustituibilidad justificable desde puntos de vista diferentes, sociales o políticos. Así como la salud no es sustituible total ni parcialmente por el ingreso monetario, los miembros de un hogar desean residir en un vecindario con bajas densidades, mas no por ello estarían dispuestos a renunciar a una conexión domiciliaria de alcantarillado sanitario o a la recolección domiciliaria de los desechos sólidos que producen. Luego de normalizar cada variable, el promedio da lugar al índice estandarizado de cada uno de los cuatro dominios (componentes), y el promedio de las cuatro componentes arroja un resultado al que se le denomina como el índice geográfico de calidad de vida restringido (igcvr), de donde:

93En la ecuación, IL, IT, IA y IP son, respectivamente, las componentes asociadas con cada uno de los dominios teóricos: “lugar”, “territorio”, “ambiente” y “paisaje”, que se explicaran más adelante. Finalmente, el igcvr se promedia con el gta estandarizado para obtener el índice geográfico de calidad de vida ampliado (igcva).

94Hay varias razones para realizar este procedimiento. La primera es que hay un grupo de necesidades que no satisface el espacio geográfico como sí el consumo de los hogares, tales como el gasto en alimentos con el que se suplen los requerimientos alimenticios de los miembros del hogar. Si una persona no tiene ingresos, se limita a la satisfacción de las necesidades que le suple su espacio geográfico y posiblemente a las solidaridades que allí mismo encuentre. En el mismo sentido, si una persona dispone de ingresos elevados, con ellos no logra satisfacer totalmente sus necesidades, pues buena parte de su lugar geográfico es el resultado de la acción colectiva, esto es, que el espacio geográfico le satisface necesidades que individualmente no podría satisfacer. La segunda razón es de orden analítico y radica en que los diferentes escenarios de gta descritos permiten realizar un análisis del impacto sobre la calidad de vida de fenómenos demoeconómicos, como el auge de la soltería o las migraciones del núcleo hacia el entorno metropolitano, o económico-espaciales, como el costo de la movilidad cotidiana. Para los propósitos específicos a esta escala de análisis, es pertinente una sucinta reflexión sobre los cuatro dominios y sus variables componentes.
8.3.2 Los dominios del índice geográfico de calidad de vida restringido
95A pesar de que la vida cotidiana de las personas tiene variados alcances –tales como el espacio residencial, el laboral, el educativo o el recreacional– o, en palabras de Haesbaert (2014, p. 53 y ss.), el hecho de que los seres humanos sean multiterritoriales, generalmente se prenden a un lugar geográfico no meramente para pasar allí la mayor parte de su vida, sino porque en aquel al que logren acceder encontrarán esos bienes colectivos que les satisfacen total o parcialmente las necesidades colectivas que no pueden satisfacer con el dinero. Ese lugar geográfico está compuesto por cuatro dominios con los que se definió el contexto del segundo acápite. A la escala metropolitana, se propone a continuación una medición estandarizada de las variables que los definen.
8.3.2.1 Lugar
96Si el rasgo más conspicuo de las metrópolis tercermundistas, como las latinoamericanas, es la segregación socioespacial, en su representación general es posible intervenir para acotar las magnitudes materiales que diferencian los lugares donde residen los interesados en segregar y en aquellos donde lo hacen los segregados. Esta es la principal tarea de las políticas urbanas. No obstante, durante la existencia de las metrópolis, la mano del hombre también ha intervenido activamente para producir acumulados históricos materiales difícilmente modificables. Esto conduce a considerar ambas dimensiones diferenciadoras de los lugares que componen el espacio geográfico, que para los propósitos del presente estudio se asumen como las localidades de Bogotá y los municipios de la zona metropolitana de Bogotá, jurisdicciones que son intervenidas de manera desigual por el Estado y los mercados mediante la descentralización.
97La densidad de ocupación es uno de esos acumulados históricos materiales; resulta de la acción de los interesados en segregar que expresan su poder económico y político creando un simbolismo urbano persistente reflejado en un orden de baja densidad. Para lograrlo, han tenido que incurrir en gastos extraordinarios para que otras personas que no están en capacidad de realizarlos declinen en sus aspiraciones de localización residencial en esos vecindarios. Esos pagos generalmente asumen la forma de rentas urbanas diferenciales del suelo o rentas de segregación residencial (Jaramillo, 2009, p. 167 y ss.) que, capitalizadas a una tasa de interés ralentizada, originan incrementos sustanciales de los precios de mercado del suelo urbano; dichos incrementos inducen la producción inmobiliaria residencial de baja densidad. Organizado de esa manera el vecindario, en la metrópoli se producen coetáneamente densidades de ocupación más elevadas, cuyo escalonamiento espacial es uno de los tres elementos diferenciadores de los segmentos del mercado residencial, junto con las áreas privadas residenciales y las complementariedades durables, como los parqueos privados (cfr. Alfonso, 2015c).
98Es por esta razón que la dimensión simbólica subsecuente del poder segregador está compuesta por las áreas privadas residenciales, pero el costo de los operativos estadísticos para establecer esas cabidas ha hecho que las autoridades estadísticas renuncien sistemáticamente a tal medición. La vivienda compartida es un sucedáneo que remite al análisis de las posibilidades de autogobierno de los miembros del hogar por medio de pactos tácitos o explícitos entre ellos y que, en diferentes momentos de su vida y por diferentes razones, puede verse afectado por la llegada de otros hogares. La resolución cotidiana de conflictos entre los miembros de los hogares que comparten la vivienda es una de las expresiones fácticas del debilitamiento del autogobierno, pues implica la renovación de pactos y la enunciación de nuevas reglas de convivencia. En el mismo sentido, el autogobierno es más exigente en los hogares más numerosos que entre los que cuentan con menos miembros, pues la concertación y los consensos son más difíciles de alcanzar. Estas razones conducen a elegir el indicador de personas por vivienda como la segunda medida constitutiva del dominio “lugar”.
99La consideración de esa segunda medida introduce la relevancia de verificar la calidad de la densidad de ocupación del territorio, más allá de lo indicativa que pueda resultar la medida convencional de densidad bruta. Algunas aproximaciones estilan ajustar la densidad bruta introduciendo una métrica del espacio público urbano por habitante, para llegar a una medida de calidad de la densidad y simultáneamente del potencial constructivo de alguna zona. Esta medida sugiere que la demanda de espacio público urbano por los residentes en un lugar se realiza in situ, lo que es muy plausible en ciertos entornos poco diversos, pero poco en los de mayor envergadura, con más diversidad de espacios para la socialización. En cambio, existe otro tipo de dotaciones de uso colectivo de carácter público o bienes club en proximidad física, en las que los residentes satisfacen sus demandas vitales –como la atención en salud– o formativas –como la educación–. Los establecimientos que componen la red pública hospitalaria y educativa, así como los de carácter privado, se consideran entonces como atributos constituyentes de una densidad de superior calidad.
100La figura 14 corresponde al dominio “lugar”, que es una representación del esquema general de segregación socioespacial de la ciudad, pues, además de la localidad de Engativá, las localidades populares del sur de la ciudad presentan los valores más bajos del índice. El valor más elevado es el de La Candelaria, que es diez veces superior al valor más bajo observado, correspondiente a la localidad Rafael Uribe Uribe.
Figura 14. Índice geográfico del lugar en la zona metropolitana de Bogotá 2014

Fuente: Elaborado con base en la EM2014 (dane y sdp, 2014) y estadísticas de la Secretaría Distrital de Planeación (s. f.) y de la Unidad Administrativa Especial de Catastro Distrital (s. f.).
101Entre las cabeceras de los municipios de la zona metropolitana, los valores más bajos son los de Facatativá y Gachancipá, mientras que los de la provincia de Sabana Centro –sin Tocancipá– presentan un continuo semejante al de la localidad de Suba, fenómeno que contrasta con los de Sabana Occidente de calidad intermedia, a excepción de Subachoque, que es semejante al de La Calera, que, por su parte, es próximo a los más elevados en el norte de Bogotá, que son los de Chapinero y Usaquén.
8.3.2.2 Territorio
102Espacio-poder es un binomio que, como se explicó previamente, expresa la disputa territorial por el mercado, por el Estado y por la población. Las áreas de mercado son una representación de la cobertura territorial mercantil, en cuyo interior se resuelven la demanda de fuerza de trabajo y la interacción entre oferentes y demandantes de bienes y servicios; por tanto, la imbricación en el espacio de esos dos mercados se traduce en una complejidad diferenciada que se conoce como las centralidades urbanas. Sin embargo, la disputa territorial por la población y su capacidad productiva se resuelve en sus lugares de residencia, pues es allí en donde gravita la oferta laboral y se perfilan las ocupaciones. Las convenciones urbanas (Abramo, 2011a, p. 109 y ss.) son el resultado de la búsqueda de externalidades residenciales que en ocasiones han dado lugar a vecindarios reconocidos por la residencia de artistas, literatos, académicos o banqueros, pero una externalidad más generalizada es la derivada del potencial de circulación de la información sobre la demanda de fuerza de trabajo, así como de las prácticas de la solidaridad y hasta el padrinazgo laboral que se edifica en las redes informales de vecinos. El perfil ocupacional de los residentes entra a jugar un rol decisivo en la estructura económico-espacial junto con el tamaño de la convención, fenómenos que se captan en el índice del perfil laboral (ipl), en el que se promedian las diferencias de la estructura de los ocupados en el lugar con la del total de la zona metropolitana y se ponderan con la participación total en esta última.

103En la ecuación, Oi,j denota la participación de los ocupados por rama de actividad económica en la jurisdicción i, O,j representa la participación de los ocupados por rama de actividad económica en la zona metropolitana, el subíndice i corresponde a la jurisdicción y j1, j2 y j3 indican los ocupados en las actividades primarias, manufactureras y terciarias, respectivamente. El límite inferior del ipl es cero y se presenta cuando en la jurisdicción no residen ocupados en alguna de las actividades, y es igual a la unidad cuando la estructura de los ocupados en la jurisdicción coincide con la de la zona metropolitana.
104Por su parte, la presencia del Estado que ya ha sido captada mediante las dotaciones locales de la red pública de salud y educación dispone de una actividad complementaria comprendida por los esquemas de subsidios a la vivienda, la salud y la educación, que se justifican por la magnitud de las brechas en el acceso a los mercados residenciales formales y a los servicios mercantes de salud y educación. El índice de influencia del Estado (iie) es la manera de captar la magnitud de esa complementariedad, y su cálculo plantea varias dificultades.
105La primera se refiere a los posibles traslapes entre los universos de la población potencialmente beneficiaria de esquemas de subsidio, que conducirían a una sobreestimación de ese conjunto de beneficiarios; la segunda consiste en que, en el caso de la educación, la población en edad escolar que se educa puede recibir más de un subsidio, ya sea en matrícula o transporte, por ejemplo, que pueden provenir del Distrito o de la nación; por último, se encuentran las dificultades para la identificación de la población objetivo de cada programa. En el primer caso, se consideraron los tres universos por separado y luego se promediaron, como en el caso del ipl; en el segundo, se optó por seleccionar a aquellos beneficiarios que contaron con al menos un subsidio del Estado para educarse; y en el tercer caso, se consideró la población residente en cada jurisdicción. El rango del indicador es cero cuando ningún residente en la jurisdicción es objeto de algún subsidio y el máximo es la unidad cuando la totalidad de la población residente es beneficiaria de los tres esquemas de subsidio: beneficiarios del subsidio a la vivienda en los tramos prioritario y social, afiliados al régimen subsidiado de salud y beneficiarios de algún tipo de subsidio para la educación. Los resultados que se representan en la figura 15 son virtualmente la antítesis del anterior referente al lugar. El perfil laboral más complejo sumado a la presencia estatal por medio de programas de subsidio arroja un índice de elevado valor en las localidades del sur de la ciudad y en Suba. La principal diferencia radica en que las localidades en donde residen los hogares más pudientes tienen valores bajos semejantes a los contiguos de Sabana Centro, Chía, Sopó y Tabio.
106Analizadas las variables desde dentro, se encuentra que la mayor presencia del Estado por la vía de los subsidios se encuentra en Soacha, en donde el 15.6% de su población recibe alguno de los tres subsidios, cifra lejana del 100% que proclaman los detractores de un acuerdo metropolitano Bogotá-Soacha, so pretexto de que a los allí residentes se les subsidia todo en la vida. Además, esa cobertura obedece principalmente a la afiliación al régimen subsidiado en salud que administra el Estado, pero que es sostenido por la cotización financiera que realizan los vinculados al régimen contributivo. De cualquier manera, esa intervención no compensa las penurias económicas que se derivan de un régimen de bajos salarios y que son agravadas por la intervención fragmentada que se expresa en las bajas coberturas de los servicios públicos y colectivos que se analizan a continuación. Por su parte, las localidades de Suba (13.4%) y Kennedy (11.5%) son las que tienen la mayor participación entre los ocupados, teniendo la primera el índice de perfil laboral más elevado.
Figura 15. Índice geográfico del territorio en la zona metropolitana de Bogotá (2014)

Fuente: Elaborado con base en la EM2014 (dane y sdp, 2014).
8.3.2.3 Ambiente
107Los debates académicos sobre el significado de medio ambiente urbano han tropezado con el denodado interés público por la gestión en un mundo en urbanización en el que la población residente en las metrópolis aparece como una de las promotoras de las anomalías del clima y, de manera contradictoria, como la más expuesta a los efectos negativos de ese fenómeno. Fruto de tal contradicción, el urbanita se equipara a un suicida. Como presuntos promotores de las anomalías climáticas, los urbanitas son cuestionados por residir en una densidad más que elevada en relación con el resto de los mortales que viven en el planeta y por degradar la estructura ecológica con la producción de residuos inmanentes al desperdicio en el consumo de bienes de diferente naturaleza; y como víctimas de ellas son concebidos como seres fragilizados y vulnerables ante la prolongación anómala de los días de lluvia o de la sequía, el aumento o la disminución abruptos de la temperatura o de la humedad y, en fin, del comportamiento errático de cualquiera de los componentes del clima.
108Estos debates se han propagado sin que se haya resuelto por completo una serie de problemas discutidos desde los mismos albores de la urbanización, precisamente por las corrientes higienistas que en su momento veían en los miasmas el principal vector de transmisión de las enfermedades de los urbanitas, que en ocasiones llegaron a convertirse en epidemias que arrasaron con cientos de vidas. Ulteriormente ocurrió un avance científico que desmitificó el fenómeno, pues propició el conocimiento acerca de los vectores que facilitan la transmisión bacteriana y también el auge de las medidas inmunológicas que, como en el caso de la vacunación masiva, alentó revueltas urbanas promovidas por los defensores de la elección que juzgaban tales políticas como una intromisión en la vida privada de las personas. Superados esos impases, no se necesitó que los planificadores urbanos fueran higienistas para comprender la trascendencia societal de la provisión universal de los servicios públicos y colectivos domiciliarios y la racionalización de su uso. La primera corresponde a la órbita social de la acción del Estado y la segunda a la ética del consumo de los miembros del hogar.
109La polución urbana tiene diferentes manifestaciones y su impacto sobre la vida es diferente. Retornando a las preocupaciones higienistas, se emplean en la construcción del dominio “ambiente” las coberturas por jurisdicción del servicio público de alcantarillado sanitario y del servicio colectivo de recolección domiciliaria de basuras, pues la ausencia del servicio para ciertos tramos de la población conlleva la autoprovisión de los servicios, cuya práctica afecta negativamente la naturaleza.
110Los valores más bajos del índice, que se presentan en la figura 16, los experimentan las localidades del sur y las cabeceras municipales de Cota, Sopó y Gachancipá. Si bien las coberturas de los dos servicios se encuentran próximas a la universalización, los esfuerzos de las administraciones en estas jurisdicciones enfrentan el problema del desorden urbano que se ha propiciado por causa de la permisividad urbanística.
111Especial reflexión merece el caso de Soacha, donde las coberturas del alcantarillado sanitario (75.0%) y de la recolección domiciliaria de basuras (93.2%) son las menores de la zona metropolitana, lo que denota la intervención fragmentada del Estado que, si bien promueve la extensión de los subsidios a la salud, la vivienda y la educación, se aleja de la universalización de estos dos servicios de su responsabilidad y con ello genera problemas de higiene y de polución del medio ambiente urbano.
Figura 16. Índice geográfico de ambiente en la zona metropolitana de Bogotá (2014)

Fuente: Elaborado con base en la EM2014 (dane y sdp, 2014).
8.3.2.4 Paisaje
112Los seres vivos son multiterritoriales, pues experimentan diversas experiencias migratorias a lo largo de su vida. El nomadismo de los emigrantes a las metrópolis latinoamericanas ha perdido la volatilidad sintomática de la aceleración de la urbanización de mediados del siglo xx, pues a medida que ella ha avanzado se han tornado más frecuentes las provenientes de las zonas más próximas. El sedentarismo residencial es un fenómeno arraigado en las metrópolis, puesto que, de una parte, generalmente la tasa de retención de sus nativos es más elevada a medida que el tamaño de la aglomeración aumenta, y, de otra, la tasa de rotación de los activos residenciales entre hogares es muy baja (cfr. Alfonso, 2010). Los movimientos cotidianos de las personas se inician en el vecindario y la rutina gobierna la multiterritorialidad metropolitana debido a la relativa estabilidad de los destinos. La percepción del paisaje comienza precisamente en el vecindario, tanto por el ambiente construido como por la cantidad de contactos superfluos con otras personas. El urbanita somatiza esas percepciones de un entorno que puede juzgar como hostil o amable, siendo el estrés urbano el rasgo más conspicuo de su carácter. La representación de ese paisaje adusto en el imaginario puede agudizarse en razón de las dificultades que afronta en su movilización cotidiana debido al carácter sinuoso de los trayectos y a los riesgos incrementales que subyacen a la prolongación de los recorridos.
113La satisfacción de los residentes con el barrio es una de las variables que componen este dominio, y su respuesta califica la percepción del paisaje representado tanto en el ambiente construido como en la interacción impersonalizada con los vecinos. La satisfacción es mayor en los vecindarios centrales cualificados, sin que llegue a ser unánime, y desciende a medida que la segregación socioespacial se agudiza. Esto último indica tanto la necesidad de una acción colectiva para el mejoramiento del paisaje como la intención de mudanza de la porción insatisfecha de los residentes. Por su parte, la sinuosidad del paisaje de la metrópoli es captada por la variable “tiempo de desplazamiento cotidiano”.
114Tal como se infiere de la figura 17, el índice geográfico del paisaje es menor en donde los tres dominios anteriores también lo son. La percepción de la satisfacción barrial, así como las dificultades en la movilidad cotidiana por el paisaje sinuoso de la zona metropolitana son captadas negativamente en las localidades populares del sur, de Suba en el noroccidente y en Soacha.
115Otro fenómeno que se capta en esta representación es que la mayor parte de los municipios contiguos a la capital, con excepción de La Calera y Cota, se encuentran en el segundo grupo, con menores valores del índice de paisaje. Adviértase, además, que en ese grupo también participan las jurisdicciones municipales de Sabana Occidente –de la conurbación Funza, Madrid y Mosquera–, así como la capital provincial, Facatativá.
8.3.3 Cálculo del índice geográfico de calidad de vida restringido (igcvr)
116Los dominios que componen el icv y las variables que los explican son acumulados históricos restrictos al espacio urbano, por esas razones, la convergencia no está supeditada a la realización de esfuerzos individuales adicionales, sino, por el contrario, a acciones colectivas derivadas de la ejecución de políticas urbanas reactivas de envergadura. Por restringirse cada dominio a fenómenos inmanentes al espacio geográfico, esta versión tiene el nombre de índice geográfico de calidad de vida restringido. Con los valores del igcvr se han agrupado las diferentes jurisdicciones en cinco conjuntos, empleando para ello la técnica estadística de conglomerados jerárquicos (ver tabla 13 y figura 18). Los nombres de cada conglomerado muestran la ambigüedad del orden socioespacial de la zona metropolitana, característico de un esquema de segregación intervenido de manera fragmentada, lo que implica que, desde esta perspectiva-no discutida por los enfoques convencionales-, no es factible caracterizar categóricamente el fenómeno como de convergencia absoluta o condicional.
Figura 17. Índice geográfico del paisaje urbano en la zona metropolitana de Bogotá (2014)

Fuente: Elaborado con base en la EM2014 (dane y sdp, 2014).
Tabla 13. Conglomerados de las jurisdicciones de la zona metropolitana de Bogotá con base en el igcvr 2014

Fuente: Los autores.
117Los valores del igcvr y los conglomerados jerárquicos muestran algunas novedades en cuanto fenómenos no tratados o escasamente difundidos acerca de la estructura socioespacial urbana de la zona metropolitana de Bogotá, así como también reafirman algunos fenómenos arduamente discutidos. Entre estos últimos aparece el caso del municipio de Soacha, que en solitario es el conglomerado de divergencia absoluta, pues el valor de su igcvr no se aproxima al de la jurisdicción que le antecede (San Cristóbal), que virtualmente lo duplica; y, en relación con los valores del conglomerado jerárquico de convergencia acelerada, los residentes allí presentan calidades de vida superiores, entre 3.2 y 3.4 veces la de los residentes en Soacha. En contraposición, la calidad de vida en las localidades de Chapinero, La Candelaria y Teusaquillo y la de las cabeceras municipales de Fusagasugá, Subachoque y Tocancipá convergen entre ellas, pero se distancian del resto de las jurisdicciones de la zona metropolitana.
Figura 18. Conglomerados de acuerdo con el igcvr en la zona metropolitana de Bogotá (2014)

Fuente: Elaborado con base en la EM2014 (dane y sdp, 2014).
118La cuestión de Chía merece especial atención por ubicarse, junto con Sibaté, en el grupo de divergencia moderada, al igual que otras siete localidades frágiles de Bogotá. Esto obedece a la estrategia de libertad constructiva residencial con debilidades urbanísticas, pues, además de la ya mencionada congestión vehicular de su vía principal, tiene un bajísimo indicador de dotacionales que revela la intención de que la mayoría de sus residentes satisfaga sus necesidades en salud y educación en Bogotá. Esta pauta, como ya se explicó, es seguida además por las jurisdicciones que han entablado competencia con Bogotá por localizaciones industriales y que, no por casualidad, se encuentran en el conglomerado de divergencia moderada. El principio de equivalencia fiscal según el cual se persigue que haya coincidencia entre la jurisdicción político-administrativa y el área de beneficio de los servicios públicos y colectivos que esta ofrece (Piperno, Piazza y Pola, 2014, p. 259) está lejos de cumplirse y, por el contrario, la ampliación de esa área depende de las políticas sobre dotacionales en Bogotá, lo que conlleva pérdidas de eficiencia.
119Otra implicación para el municipio de Chía, y sobre la cual vale la pena una especulación, es que el esquema de segregación socioespacial local se debe haber recrudecido con este tipo de políticas, pues probablemente los indicadores geográficos de calidad de vida de los residentes en las zonas suburbanas deben ser de los más elevados de la zona metropolitana. La EM2014 no cubrió esas zonas, pero ya se analizó en el segundo capítulo el auge de la suburbanización en baja densidad que las caracteriza.
8.3.4 Cálculo del índice geográfico de calidad de vida ampliado (igcva)
120El espacio geográfico satisface un conjunto de necesidades cruciales que determinan la calidad de vida de los residentes en cualquier lugar, quedando el acceso a un conjunto de satisfactores básicos, tales como la alimentación a merced de su concurrencia a los mercados. De allí la exigencia de un igcv ampliado a la experiencia mercante de los hogares, que se alcanzará combinando los resultados del igcvr con una medida igualmente estandarizada del gta. El igcva es la mejor medida con la que se pueden establecer, en definitiva, los conglomerados jerárquicos diferenciados por las distancias del indicador entre jurisdicciones (ver tabla 14 y figura 19).
Tabla 14. Conglomerados de las jurisdicciones de la zona metropolitana de Bogotá con base en el igcva 2014

Fuente: Los autores.
Figura 19. Conglomerados de acuerdo con el igcva en la zona metropolitana de Bogotá (2014)

Fuente: Elaborado con base en la EM2014 (dane y sdp, 2014).
121La no linealidad o ambigüedad que se plasma en las nominaciones de los conglomerados refleja el acumulado histórico de las diferencias en calidad de vida, cuya impronta ha quedado grabada en el espacio geográfico metropolitano, en donde, desde esta perspectiva, difícilmente se puede catalogar como convergente un estado de cosas en el que la primera jurisdicción se encuentra estructuralmente tan lejana del resto de las jurisdicciones de la zona metropolitana. En relación con el igcvr, la capacidad de gasto de los hogares de Chapinero es tan elevada que relega a La Candelaria y a Fusagasugá, Subachoque y Tocancipá a conglomerados divergentes, situados en la parte inferior de la jerarquía en la tabla 13. Otro tanto ocurre con la localidad de Teusaquillo. ¿Cómo explicar estos resultados? El hecho de que, a diferencia del igcvr, en el que los dos primeros conglomerados aparecen relativamente poblados, en el igcva estos son conjuntos unitarios, indica que las diferencias relacionadas con la capacidad de gasto de los hogares, asociadas teóricamente con la percepción de sus ingresos, juegan un rol decisivo en la dinámica de la segregación socioespacial.
122Esa comparación de los dos conglomerados (igcvr e igcva) es neutra para Chapinero, Teusaquillo, Suba, Fontibón, Barrios Unidos y Usaquén entre las localidades de convergencia o divergencia moderada, y de Bosa y Soacha entre las jurisdicciones de divergencia acentuada y absoluta, respectivamente. Quiere decir esto que allí es posible encontrar una asociación positiva entre el espacio geográfico y la capacidad de gasto de los residentes por cuanto permanecen en el mismo conglomerado en ambas situaciones. Por su parte, Chía es la única jurisdicción cuya cabecera municipal asciende en la escala, al pasar de una situación de divergencia acentuada a una de divergencia moderada. El resto de las jurisdicciones descienden al menos un conglomerado, con lo que se ratifica la tendencia dominante de la divergencia en calidad de vida, siendo el caso más notable el de Subachoque, que, por causa de la baja capacidad de gasto de los hogares, pasa de participar en el conglomerado de convergencia acelerada –de acuerdo con el igcvr– al de divergencia acentuada en el igcva.
8.4 Impactos metropolitanos sobre la calidad de vida vista desde el igcva
123Luego de calcular el gta, se estiman cuatro medidas adicionales con las que se pretende verificar el impacto de otros tantos fenómenos demoeconómicos sobre la calidad de vida de los residentes en la zona metropolitana y que, en principio, se captan en la modificación de los rangos del gta, tal como se expresó en la figura 19. De manera complementaria, se verifica tal impacto viendo las diferencias del gta por jurisdicción en cada caso. En la tabla 15 se presenta un balance en cuanto al ascenso o descenso de los conglomerados de la tabla 14. No hay que perder de vista que esa modificación obedece a la de los valores para todas las jurisdicciones y no meramente para las que allí se mencionan, que son, para claridad, las más sensibles a los efectos demoeconómicos metropolitanos analizados. En todos los casos, el ascenso o descenso es de tan solo un conglomerado.
Tabla 15. Balance del impacto de cuatro fenómenos demoeconómicos sobre el igcva de la zona metropolitana de Bogotá

Fuente: Los autores.
124La modificación del gta y, por tanto, del igcva al sustraer el que realizan los hogares unipersonales afecta negativamente a Usaquén, lo que indica que, dentro del subconjunto de los hogares unipersonales de la zona metropolitana, los que residen en esta localidad son los más adinerados, mientras que los residentes en La Calera, Tenjo y Rafael Uribe Uribe son los menos pudientes. Los efectos socioespaciales que se infieren de este fenómeno es que si esos hogares de Usaquén migran hacia La Candelaria –como al parecer está ocurriendo–, el fenómeno de gentrificación lanzará probablemente a esta última al conglomerado de convergencia moderada, junto con Teusaquillo.
125Los inmigrantes de Bogotá a las cabeceras de los municipios de la zona metropolitana en promedio tienen una capacidad de gasto más elevada que los residentes, salvo en el caso de Soacha. Si esas migraciones se retrajeran, las cabeceras municipales de Chía y de Tocancipá serían las más sensibles y, por ende, descenderían al conglomerado divergente que les antecede, esto es, entrarían a formar parte del conglomerado de divergencia acentuada.
126La consideración del costo pleno de transporte para los dos tipos de hogares –los que emplean el transporte colectivo y los que optan por el vehículo particular– producen la menor variación en la amplitud de los rangos de gta y, no obstante, causa los mayores efectos socioespaciales, según se infiere del mayor número de jurisdicciones involucradas (ver tabla 15). El primer fenómeno que se capta en este ejercicio es que la localidad de Usme ascendería un conglomerado –al de divergencia acentuada–, mientras que Usaquén descendería uno –al de divergencia acentuada–, tratándose tanto del costo pleno del transporte colectivo como del particular. Esto obedece a que, de un lado, los residentes en estas dos localidades se encuentran entre aquellos a quienes la movilidad cotidiana les demanda más tiempo, con independencia del modo de transporte, pero el costo de oportunidad es matizado por su capacidad de gasto, situación que hipotéticamente obedece a la manera como el mercado valora su trabajo. En síntesis, el costo de oportunidad de la movilidad cotidiana es menor en Usme tanto como en Rafael Uribe Uribe y Tenjo, y mayor en Usaquén, Tocancipá, Chía y Ciudad Bolívar. En el caso de esta última localidad, se verifica un costo de oportunidad equiparable al de las otras tres jurisdicciones, costo que ocasiona su descenso al conglomerado de divergencia absoluta.
8.5 Instituciones y calidad de vida metropolitana: el índice geográfico institucional de calidad de vida metropolitana
127Las reglas con las que las personas interactúan en los espacios públicos y en los privados, así como las conductas que asumen en las esferas públicas y privadas, son resultantes de los hábitos y las costumbres, cuya ubicuidad es sintomática de la consolidación de un ethos que las retroalimenta. En relación con lo público, el detrimento al erario es un indicador del deterioro de la probidad en la primera esfera, mientras que el homicidio es la forma más perniciosa en la que se manifiesta el irrespeto por el valor ético de la vida. Estas dimensiones institucionales de la calidad se imbrican en la incertidumbre sobre la integridad física de las personas y la limitación que el detrimento al erario le impone a la ampliación oportuna de la provisión de bienes públicos urbanos. La elevada intensidad del homicidio captada por medio de la tasa de homicidios por 100.000 habitantes perjudica notoriamente a las localidades de Los Mártires, Santa Fe y Ciudad Bolívar y al municipio de Soacha, mientras que el detrimento al erario es muy intenso en los municipios de Soacha, Mosquera y Fusagasugá, al igual que en la localidad de Santa Fe.
128El índice geográfico institucional de calidad de vida metropolitana (igicvm) resulta de ajustar el igcva con los indicadores normalizados de las instituciones, pues, como se sabe, ambos guardan una asociación negativa con el desarrollo. Los ajustes entre los conglomerados unitarios de convergencia acelerada –Chapinero– y convergencia moderada –Teusaquillo– no son tan severos como en el resto de la zona metropolitana. El conglomerado de divergencia moderada se ensancha, mientras que en los dos restantes se aprecia una considerable recomposición, que es más evidente en laslocalidades y municipios de divergencia absoluta, entre los que es llamativa la presencia de Mosquera debido a la galopante corrupción que este municipio experimenta y que lo ha llevado a ocupar las primeras planas de la prensa por sus recurrentes escándalos.
Tabla 15. Conglomerados de las jurisdicciones de la zona metropolitana de Bogotá con base en el igicvm 2014

Fuente: Los autores.
129Entonces se ha propuesto una nueva forma de abordaje de la calidad de vida mediante la introducción de tres dominios cruciales en los cuales las personas encuentran las potencialidades y también las limitaciones para su mejoría. El espacio geográfico aporta una porción relevante de bienestar a la población, que es complementado con el gasto en la satisfacción de otras necesidades que solo se pueden suplir con la moneda, mientras que las instituciones consideradas constituyen una severa limitación para tal mejoría.
Reflexiones finales
130La idea sobre la que gravita la versión canónica de la convergencia es que el ingreso personal resuelve los problemas de las personas, de allí la necesidad de modelarla y de estimar el tiempo en el que, según las tendencias del pasado, llevará la equiparación entre jurisdicciones de un mismo país o del planeta. Según se ha visto, este enfoque ha contribuido a revelar las brechas distributivas territoriales e inclusive ha llegado a orientar la acción pública territorial con resultados positivos en Canadá, pero no tan claros en Europa, continente en el que la fragilidad geopolítica de la periferia de la zona euro se ha comenzado a agudizar con la crisis de Grecia.
131En el medio latinoamericano –y en especial en sus metrópolis, en donde se catalizan los problemas nacionales–, la ausencia de convergencia en esos términos es evidente. La persistente fragmentación territorial parece un rasgo perenne resultante de un Estado débil, al que no le es posible tener presencia eficaz y universal en su marco-jurisdicción, dejando a su suerte intersticios espaciales que tampoco son atractivos para el capital privado, cuyas áreas de mercado apalancan los desequilibrios territoriales en curso. El interés político por el control de las metrópolis y el interés mercantil por mercados densos son dos grandezas sociales que explican la primacía poblacional, económica y política de las metrópolis latinoamericanas.
132La zona metropolitana encuadra en este plano general. Estando a la cabeza de la jerarquía urbana del país, establece vínculos con la mayor parte de los territorios colombianos que, sin embargo, son más intensos con las jurisdicciones circundantes de los departamentos de Cundinamarca, Boyacá, Tolima y Meta, con los que conforma una región metropolitana organizada formalmente bajo el nombre de rape Región Central. Dos terceras partes de la población de la rape se concentran en la zona metropolitana, mientras que una tercera parte se distribuye irregularmente entre las demás jurisdicciones. Esas primacías se han erigido sobre un espacio geográfico en cuyas siluetas se dibuja con nitidez un esquema general de segregación socioespacial intervenible, aunque difícilmente modificable. Las elevadas densidades de mala calidad de las zonas populares contrastan con las de las zonas centrales de menor envergadura y con mejores dotaciones públicas para sus residentes. Las primeras aún presentan problemas de higiene luego de un siglo de políticas higienistas, sin embargo, gozan de los perfiles laborales más complejos, pues allí reside el grueso de la fuerza de trabajo metropolitana. La insatisfacción barrial es sintomática de un paisaje áspero y sinuoso que no logra ser acotado con políticas de subsidio de limitado alcance.
133Esas especificidades del lugar geográfico inmanente al esquema general de segregación socioespacial se reproducen en el área de influencia inmediata de Bogotá de manera ambigua. El fenómeno que aparece con mayor nitidez es la extensión de la urbanización popular hacia Soacha e inclusive con prolongaciones en Sibaté. De resto, las autoridades locales de la mayor parte de las jurisdicciones municipales de la zona metropolitana se han encargado de erigir su propio esquema de segregación socioespacial, siendo emblemáticos los casos de Chía y Cota, en donde los residentes en la cabecera municipal experimentan limitaciones estructurales para el mejoramiento de su calidad de vida, que contrastan con la manera como la suburbanización satisface los deseos autosegregativos de los hogares más pudientes.
134La construcción de indicadores de convergencia intra o interregional en América Latina no puede pasar por alto ese rasgo inseparable de sus metrópolis y, por tanto, se impone la necesidad de superar el modelo canónico de la convergencia de ingresos en aras de dar cuenta de manera más exhaustiva de las limitaciones para la concurrencia de los niveles de vida. El camino escogido del espacio geográfico a partir de la “constelación de conceptos” de Haesbaert (2014) es una elección teórica prometedora por cuanto permite que en el futuro se verifiquen los avances o retrocesos en cada dominio y en cada lugar.
135La comparabilidad con operativos estadísticos anteriores se limitó a las localidades bogotanas y de ella se extrajeron varios resultados de trascendencia para el devenir de las políticas urbanas y de los mercados. El hecho de que el promedio del gasto total anual de los hogares bogotanos haya quedado estancado en términos reales en los últimos siete años es sintomático de que la población residente atraviesa por un estadio de estancamiento, pues los débiles ajustes a los ingresos de los asalariados, principalmente, han sido agotados por las inflaciones que, aunque moderadas, continúan siendo persistentes. Los avances o retrocesos son relativamente pocos, a excepción de las ganancias captadas en La Candelaria y la retracción del gasto de los hogares de Usaquén. Esto indica que el intenso proceso de gentrificación del centro tradicional de la ciudad, que en la actualidad se explaya hacia la localidad de Santa Fe, tiene su principal origen en las migraciones de hogares de Usaquén.
136Al igual que las migraciones de hogares pudientes hacia los municipios del occidente y del norte de la Sabana de Bogotá, estas migraciones intrametropolitanas modifican los indicadores sociales, los mejoran en las jurisdicciones receptoras y los empeoran en las expulsoras. Las mediciones sobre pobreza y desigualdad, así como las de los resultados de los gobiernos locales, no pueden pasar este fenómeno por alto, pues implica que el resultado de esos indicadores está mediado por las migraciones y que una mejoría o un deterioro no obedecen necesariamente a la acción del Estado o de los mercados.
137El modelo de ocupación del territorio en la zona metropolitana es confuso. Las siluetas irregulares de la ciudad amenizan la segregación socioespacial debido a la desigual dotación de bienes públicos y a la considerable diferencia en la ocupación de la vivienda, pues el hacinamiento es elevado allí en donde la densidad es de peor calidad. En los municipios de la zona metropolitana se trasluce el deterioro de las cabeceras debido a la inefable congestión en las vías arterias resultante de la movilización desordenada de carga y pasajeros que, por su parte, deriva de la competencia intrametropolitana por localizaciones industriales planteada a la capital, en desmedro de la producción residencial y de dotacionales. Por tanto, no es factible lograr la equivalencia fiscal en un contexto de esta naturaleza, en el que Bogotá asume la mayor carga en materia de dotacionales en salud y educación.
138La ausencia de una entidad que coordine como un área metropolitana, de un gobierno metropolitano con reconocimiento político o siquiera un asomo de gobernanza en la que la participación democrática de la sociedad permita elaborar los acuerdos y adoptar las reglas requeridas para reordenar el espacio geográfico con equidad y, seguramente, con mejoras sustanciales en el trillado objetivo de la competitividad conspira abiertamente en contra del desarrollo metropolitano. En la medida que otras zonas metropolitanas del país sí gozan de algún mecanismo de coordinación interjurisdiccional metropolitano, la zona metropolitana dilapida una porción significativa de su riqueza producto de esa competencia interna, pero cuando se observa en perspectiva global, es el país en su conjunto el que lo hace como resultado de la intransigencia del modelo centralista de Estado.
139La fragmentación socioespacial de la zona metropolitana de Bogotá se ha puesto nuevamente en evidencia con los resultados de este trabajo. No puede existir convergencia en la calidad de vida cuando, de un lado, los moderados incrementos nominales de la capacidad de gasto de los hogares son carcomidos por una inflación que, aunque es igualmente moderada, es imparable. En ese estado de estancamiento, el acumulado histórico de la segregación socioespacial, palpable en las considerables diferencias entre los dominios que cualifican el espacio geográfico, ha sido intervenido con débiles resultados. El resultado en este trabajo es la identificación de cinco conglomerados socioespaciales o clubes de convergencia cuyo interior las lógicas de convergencia los diferencian de los demás, pero entre ellos las posibilidades son virtualmente nulas. La polarización socioespacial de la calidad de vida es evidente por cuanto los dos primeros conglomerados son conjuntos unitarios –Chapinero, por un lado, y Teusaquillo, en segundo nivel–, mientras que en el conglomerado más segregado confluyen tres localidades del eje de expansión popular de la ciudad y los dos municipios de la provincia de Soacha.
140En este estado de cosas metropolitanas, se torna latente la necesidad de innovación en políticas, la osadía en las soluciones a problemas estructurales y la modernización de la gestión metropolitana. En el primer caso se requieren, además de acuerdos políticos de la actual administración con las próximas, acuerdos del mismo tipo con los gobernantes de los municipios de la Sabana, con los que la autonomía sirva para mejorar la calidad de vida del conjunto de la zona y no para alcanzar dudosos beneficios locales. En esta misma dirección, el nivel central de gobierno requiere dar un viraje en su accionar político-territorial, comenzando por la reactivación del respeto a la descentralización política y la promoción de una auténtica autonomía local para desarrollar programas autóctonos y no simplemente la ejecución de programas nacionales. La osadía de las soluciones guarda relación con el fortalecimiento de las localidades más fragilizadas por la segregación socioespacial, y ello no se consigue meramente interviniendo TransMilenio o ejecutando débiles programas de mejoramiento. Acciones decididas en la creación de centralidades económicas en el sur, tan poderosas como las de Chapinero, así como la creación de autoridades metropolitanas de movilidad contribuirían decididamente a la reducción de las brechas que se han presentado. Finalmente, la modernización del Estado no da espera, y ello significa romper con los vínculos con la descentralización concentrativa de poder vigente durante las últimas tres décadas en Colombia.
141Nuevas líneas de investigación se desprenden de estos hallazgos y de estas iniciativas de política. La EM2014 es un cofre de noticias que apenas se comienza a abrir. Los estudios sobre el impacto del auge de los hogares unipersonales en la calidad de vida, de la densificación y gentrificación y de la movilidad intrametropolitana lucen como los más perentorios a fin de afianzar políticas urbanas al respecto.
Notes de bas de page
1 Este capítulo es una revisión y actualización del libro Análisis de la convergencia regional desde el espacio geográfico y el gasto de los hogares: una medición para Bogotá y su zona metropolitana, realizado en coautoría con Carlos E. Alonso M. en 2015, resultado de un esfuerzo de la Secretaría Distrital de Planeación Distrital de la Alcaldía Mayor de Bogotá.
2 Para una comprensión de las nociones de las funciones públicas de habitabilidad, movilidad y sociabilidad, ver Alfonso (2009).
3 Un ejercicio realizado con fundamento en el modelo canónico formulado por Barro y Sala-i-Martin (1991, 1992) y complementado con los clubes de convergencia regional propuestos por Dall’Erba y Le Gallo (2005) se presenta en el anexo 4. Tal como lo predice el modelo, los resultados indican que hay convergencia.
Auteurs
Doctor en Planeamiento Urbano y Regional por el Instituto de Pesquisa en Planeamiento Urbano y Regional de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Economista. Profesor ordinario e investigador de la Universidad Externado de Colombia. Autor de Los desequilibrios territoriales en Colombia, Bogotá segmentada y El enigma del método y el inconformismo radical, y coautor y editor académico de Alimentación para las metrópolis colombianas, La utopía metropolitana I, Colombia en movimiento, Plusvalías urbanas, El centro tradicional de Bogotá y Ciudad y región en Colombia, entre otros. Ha traducido libros, publicado artículos y presentado ponencias sobre economía metropolitana y regional en varios países. Fue investigador del cinep, del cede y del cider, y profesor en las universidades de los Andes y Javeriana, jefe de la Oficina de Regulación de la Comisión de Regulación de Agua Potable y Saneamiento Básico y subdirector técnico de Planeación del Departamento de Cundinamarca. Ha sido consultor de agencias de Naciones Unidas en el país y de organizaciones gubernamentales nacionales y locales. Conferencista internacional, es coordinador académico del proyecto editorial Economía Institucional Urbana y del grupo de investigación Construcción de Estado, Territorio y Paz, de la Facultad de Economía de la Universidad Externado de Colombia.
Doctor en Ciencias – Estadística de la Universidad Nacional de Colombia. Estadístico. Profesor asociado de la Universidad Nacional de Colombia e investigador en la Escuela de Restauración Ecológica de la Pontificia Universidad Javeriana. Coautor de Calidad de la educación pública, evaluación de la gestión de los colegios en concesión en Bogotá, Informe de Desarrollo Humano 2003 para Colombia, El conflicto, callejón con salida y Alimentación para las metrópolis colombianas. Ha publicado artículos a nivel internacional y nacional, ha presentado ponencias en México, Jamaica, Venezuela, Ecuador y Colombia. Fue investigador del cider de la Universidad de los Andes, participó en la Misión Social del Departamento Nacional de Planeación, grupo que construyó el primer sistema de selección de beneficiarios (sisbén) de la política social y planteó los primeros índices de estándar de vida a partir de las nociones de desarrollo humano. Ha sido consultor de agencias de Naciones Unidas en el país.
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