Cuando niños, mi Nona hacía melcochas y nos contaba cuentos de espantos.
Cuando niña, mi Madre jugaba con cucarrones y con tenacidad se hizo una mujer fascinante.
Hoy ella cuenta esas historias a quienes ojalá las vuelvan a contar.

1Era 1987 y apenas terminábamos el bachillerato. La conversación gradualmente fue girando hacia lo que pensábamos hacer en el futuro. Su respuesta fue contundente: para qué preocuparse si como estaban las cosas uno se moría en cualquier momento. El recuerdo de esta afirmación se transformó luego en un primer proyecto de tesis de antropología, que años más tarde, con la participación de Betty Sánchez, se plasmó en una investigación cuyo objetivo general era “describir concepciones de vida y muerte en jóvenes urbanos de diferentes sectores sociales y culturales de Santafé de Bogotá”. Para ello planteamos tres vías de entrada: la violencia, la religión y el consumo cultural. Contar qué pasó con esa inquietud, cómo se transformó y cómo permitió un acercamiento a los mundos de lo juvenil es el objetivo de este libro.

2Tomar como punto de partida las cuestiones de la vida y la muerte no es de ninguna manera una casualidad; finalmente es con ellas y por ellas que vamos creando sentidos y no-sentidos de nuestra existencia, que aparece ese algo al que llamamos “yo” y le damos una historia, una biografía, unos deseos, un cuerpo. Hacer esto desde lo juvenil implica cuestionar el estigma que recae sobre algunos jóvenes como causantes de la violencia urbana y el estereotipo que reduce a otros a promesa de futuro o plus vital, como si sólo les quedara esperar para poder “ser”. Pero preguntarse por la vida y la muerte en las y los jóvenes no sólo se relaciona con lo que estas generaciones están viviendo en un contexto tan particular como el colombiano; es también una pregunta por los cambios y las permanencias en nuestras sociedades actuales, por las tensiones entre la tradición y la innovación, por las demandas que hacen las transformaciones de los sistemas económicos y políticos a nuestras experiencias singulares. Por eso la inevitable referencia a la violencia como catalizador de la dinámica social, a las estrategias con que enfrentamos la muerte, al lugar del miedo y el terror en el espacio urbano, a lo que sucede con nuestras subjetividades.

3En la búsqueda de caminos que permitan hacer estas preguntas, este libro está compuesto por siete apartes:

4• En el primer aparte describo la perspectiva metodológica con la cual se realizó la investigación que sustenta el texto, presento los grupos de jóvenes con quienes interactuamos y expongo la estrategia interpretativa usada para acercarse a sus concepciones de vida y muerte. Basados en una metodología que considera la investigación como un ejercicio reflexivo entre quienes allí se relacionan, las técnicas usadas se ofrecieron como espacios conversacionales y de construcción de relatos con diversas lógicas y gramáticas.

5Dos nociones claves para la comprensión del texto se presentan aquí: narración y juventud. Narrarse, ser narrado, actuar sobre las narraciones que hacemos de nosotros mismos, son algunos de los procesos mediante los cuales se forman nuestras nociones de lo que somos, lo que nos constituye como sujetos. En una inquietud por comprender mejor cómo surgen las subjetividades, considero la juventud como una forma de organizar las temporalidades de los cursos vitales y la producción y reproducción de lo social.

6• En el segundo aparte abordo la presencia de la religiosidad en las narrativas de los jóvenes. Las religiosidades populares, en su conflicto con las religiones oficiales, conectan con tiempos y memorias de larga duración; sin embargo, no son sólo tradición, en la medida en que su condición plástica les permite integrarse a nuevos discursos y procesos culturales. Estas religiosidades operan como grandes matrices en y con las cuales los y las jóvenes construyen sus concepciones de vida y muerte, en procesos crecientes de personalización de las creencias.

7• En el tercer aparte reviso las cuestiones de la vida y la muerte desde el tema de la producción cultural en dos aspectos: (1) los sistemas expertos a los que las y los jóvenes recurren para significar sus cursos vitales y (2) los procesos mediante los cuales tales cursos vitales hacen parte de diferentes modos de producción de las subjetividades juveniles.

8• A continuación, considero las experiencias y representaciones de la muerte como una serie de operaciones culturales mediante las cuales las y los jóvenes intentan integrar la presencia de la muerte en sus vidas y sortear el miedo que ella produce. Memorias culturales soportadas en lo religioso conviven con una conciencia de las posibilidades que ofrece el contexto actual para imaginar diversas nociones de futuro. Aparecen entonces múltiples percepciones de la muerte, tensionadas por la relación entre tradición y modernidad.

9• Un quinto aparte observa el lugar de la violencia en las concepciones de vida y muerte de las y los jóvenes desde las relaciones que ésta establece con el miedo en las ciudades contemporáneas. La instauración de la violencia en las subjetividades juveniles afecta sus percepciones del entorno social haciendo que el miedo a la muerte se desplace al espacio urbano.

10• Posteriormente, analizo las concepciones de vida y muerte como “mapas vitales” mediante los cuales se establecen las coordenadas que organizan las narraciones de las biografías y los cursos vitales de las y los jóvenes. Estos mapas actúan como figuras matriciales con las cuales se articula el yo con las temporalidades de los cursos vitales, y como guías para desplazarse por ellas.

11• Concluyo el texto con una serie de preguntas sobre los modos en que están cambiando hoy nuestras biografías y las crónicas que hacemos de lo que somos en medio de un crecimiento de las inequidades sociales, de la producción de conflictos y de la violencia. Las biografías vividas y narradas por estos jóvenes aparecen como un espacio de confluencia, lucha y confrontación de subjetividades.