II. Los intelectuales bajo la república liberal
p. 83-112
Texte intégral
1La República Liberal aparece como el fin de la Hegemonía Conservadora. No obstante, ni en política ni en materia cultural existe tal correspondencia. No hay una ruptura total del modelo cultural conservador con el ascenso de Enrique Olaya Herrera al poder, tampoco con la Revolución en Marcha de Alfonso López Pumarejo. Es evidente que hay una serie de cambios, especialmente durante la primera administración López, que alteraron la manera como los intelectuales asumían el país: se modificaron las condiciones de la producción cultural y material y la redistribución de las fuerzas políticas, pero se mantuvieron bajo la tutela bipartidista; así, el nivel de crítica al orden social era fragmentario y muchos intelectuales siguieron repitiendo los presupuestos culturales de la Regeneración.
2Indudablemente, hubo cambios que correspondieron a dinámicas de modernización que tuvieron un impacto más profundo en la transformación de los intelectuales. El país, por ejemplo, había consolidado sus procesos de urbanización e industrialización, la clase obrera crecía y avanzaba en su organización política y gremial y los adelantos técnicos en las telecomunicaciones permitían una reducción del tamaño del planeta, es decir, mayor cercanía a los sucesos internacionales.
3Asimismo, los acontecimientos internacionales fueron asumidos como propios. La Guerra Civil española, el ascenso del fascismo y la segunda guerra mundial exigieron altas cuotas de compromiso por parte de los intelectuales, especialmente porque en Europa los más destacados escritores asumían partido. Por ello, fue inevitable que se presentaran rupturas en la actitud de los intelectuales con respecto a la política; el hispanismo, por ejemplo, cambió de sentido.
4Recordemos que América Latina ya había vivido un periodo de hispanismo en las primeras décadas del siglo XX. Su origen era diverso, pues surgió o bien en las posiciones más conservadoras y retardatarias en los respectivos países —el partido conservador y la Iglesia en nuestro caso—, o en menor grado, en sectores de vanguardia que intentaron oponer la existencia de una tradición, el vinculo histórico con España, a la presencia de una nueva potencia invasora: Estados Unidos.
5En los años treinta, las circunstancias cambiaron para el hispanismo. El ascenso del fascismo en Europa sirvió de base para el retorno de Franco a España y el inicio de la Guerra Civil. La resistencia española congregó no solamente a los demócratas del mundo, sino a los intelectuales de diversos países que además de expresar su solidaridad con la causa de los republicanos llegaron incluso a tomar las armas pitra detener la barbarie de la falange. Tales hechos estimularon la formación de dos corrientes políticas culturales en América Latina: una que se identificó con la causa de la república y otra con la de la falange.
6En el terreno político, los movimientos comunistas y los sectores “democráticos” del liberalismo se inclinaron por los republicanos. La Internacional Comunista, hay que recordarlo, ordenó a los partidos miembros iniciar, ante el avance del fascismo, la política de los Frentes Populares y el respaldo a los gobiernos que de una u otra manera cabían dentro del concepto de “avanzados”. En Colombia, como en México, los comunistas apoyaron a los gobiernos que en ese momento iniciaban una serie de reformas populistas y nacionalistas.1 Lázaro Cárdenas y López Pumarejo lograron el respaldo de estas organi zaciones, aunque la alianza que se dio en Colombia fue muy frágil y la experiencia no logró sobrevivir por mucho tiempo.2
7Por último, habría que señalar que existió una fuerza que limitó y debilitó las dinámicas que conducían a un mayor protagonismo social de los intelectuales: La Violencia. En efecto, la radicalización de los enfrentamientos entre liberales y conservadores demandó la atención de las fuerzas sociales y adormeció a los intelectuales. Ello explica, en parte, la marginalidad, en relación con otros países de la región, con la cual se asumieron los conflictos internacionales. El apoyo dado por el presidente Lázaro Cárdenas a los republicanos españoles, por ejemplo, no tuvo punto de comparación con la actitud asumida por los gobiernos liberales, especialmente durante la primera administración López Pumarejo. Por supuesto que existía una enorme distancia entre los dos países, ¿pero acaso no estábamos en la Revolución en Marcha? ¿Acaso los liberales no habían expuesto sus simpatías por el proceso mexicano y los republicanos españoles?
8El fenómeno del exilio español transformó a los intelectuales y marcó profundamente la cultura de algunas naciones, especialmente en México y en algunos países del Caribe, debido a la acogida de los republicanos españoles por parte de gobiernos y a la migración forzada de importantes escritores, artistas, editores, etcétera; por ello España aparece como un punto de referencia obligada en la vida cultural. En el caso mexicano, el impacto fue muy grande y se manifestó en el arte, la literatura y la investigación científica en diferentes ramas del saber.3 En Colombia, el arribo de extranjeros fue muchísimo menor, pero igualmente dejó una importante huella en la cultura.
9Otro elemento que explica el sentido de los cambios bajo la República Liberal fue el dominio del escenario político por parte de una nueva generación que en los años veinte había enfrentado a sus partidos de origen. López Pumarejo y Gaitán en el liberalismo, y Laureano Gómez en el conservatismo. Asimismo, actuaron en esta coyuntura algunos políticos que se proclamaban socialistas o de izquierda liberal y que incluso participaron en su momento en las organizaciones socialistas, entre ellos José Mar, Gerardo Molina, Gabriel Turbay, Jorge Eliécer Gaitán, etcétera. Es decir, hubo intentos de lectura de la realidad nacional desde un tipo particular de socialismo, como en Gaitán, o desde la articulación del destino de la patria a la suerte de los falangistas españoles, como en Gómez; tendencias que expresan la nueva realidad política y, por supuesto, la situación de los intelectuales.
10Asimismo, se produjeron cambios políticos en el ámbito continental que expresaban el ascenso del populismo y del nacionalismo —en México, Lázaro Cárdenas; en Perú, Víctor Raúl Haya de la Torre; en Brasil, Getulio Vargas; en Puerto Rico, Pedro Albizu Campos, etcétera—, tales movimientos exigieron de los intelectuales proyectos políticos, creación de referentes simbólicos y un mayor compromiso político con los partidos y el Estado.
11Se produjo, igualmente, la emergencia de movimientos de masas, de movimientos populares, como el zapatismo; la conformación del APRA y de los partidos comunistas y de movimientos sindicales, tras los cuales surgieron y se consolidaron nuevas propuestas estéticas y políticas.4
12Finalmente, un proceso estrictamente local alteró la presencia de los intelectuales y la relación de estos con el Estado: el inicio de La Violencia. Como se sabe, La Violencia no comenzó en Colombia con el asesinato de Gaitán; por el contrario, ésta se venía gestando desde la década anterior en ciudades y campos. Los periódicos denunciaban permanentemente las masacres cometidas por liberales o conservadores. Es decir, la confrontación era un proceso que ya germinaba, ¿pero podían los intelectuales anticiparlo?
13Uno de los actores que se resistió al cambio fue la Iglesia, que, como lo vimos en el anterior capítulo, fue la base para la construcción de un régimen productor de verdad. Durante los años treinta, la Iglesia mantuvo un férreo rechazo al liberalismo, al que siguió considerando un pecado, y se opuso a las manifestaciones estéticas de quienes innovaban en el arte y el pensamiento y a las reformas impulsadas en 1936.
14En este periodo, los intelectuales viven la relación con el Estado mediados por su inclinación hacia el partido liberal y el apoyo al proyecto político de la Revolución en Marcha. La ruptura, entonces, es parcial con respecto a lo acontecido con la Hegemonía Conservadora. Las diferencias hay que buscarlas en torno al tipo de intelectual predominante, los métodos que se utilizaron y los recursos con los cuales el intelectual pudo contar. El intelectual que predominaba era, tal como lo señala Gonzalo Sánchez, el maestro.5
15Un hecho evidente es que la oposición de la Iglesia dio mayores posibilidades al intelectual liberal, pues se le facilitó adoptar propuestas críticas de reforma a la educación y contar con medios que tenían el apoyo del Estado, como la Revista de Indias.
16Una característica del periodo fue la irrupción del pueblo en el escenario político. No se trata de una novedad, pero sí de una circunstancia que modifica el universo de las representaciones sobre la nación y la nacionalidad.
17En este capítulo estudiaremos las alteraciones en la representación de lo popular, los cambios en la manera en que se establece el vínculo entre lo local y lo universal y, por último, las especificidades de los intelectuales bajo la República Liberal.
EL IMAGINARIO DE LA NACIÓN
18En varios países del continente los gobiernos recurrieron a la movilización de los intelectuales, buscando la reconstitución simbólica de la nación. En México, por ejemplo, fueron llamados para hacer parte de la institucionalización de la revolución. La relación, por supuesto, fue compleja, pues algunos se plegaron a las necesidades del Estado y otros prefirieron mantener una independencia relativa.6
19En Brasil, el ascenso de Getulio Vargas significó la puesta en marcha de un proceso de reconstitución simbólica de la nación, que se materializó en la definición de nuevas temáticas, la fundación de instituciones y una injerencia del Estado, con el argumento de que se trataba de una de sus tareas fundamentales, en la orientación de la cultura nacional.7
20En Colombia, la tendencia fue un poco distinta debido a la creciente ola de enfrentamientos violentos entre los militantes del partido liberal y el conservador, y a que el primero, especialmente sus facciones lopistas y gaitanistas, habían recurrido a la estrategia de la movilización popular para adelantar su reforma política o para acceder al poder. Lo particular de este periodo no fue la labor de reconfiguración simbólica de la nación, que era lo que se esperaba de una “república liberal”, sino la movilización del pueblo para el combate en torno a un tímido proyecto de reforma. La contradicción es, pues, palpable: movilizar al pueblo dentro de la perspectiva del miedo a su fuerza y a su autonomía. El pueblo será un sujeto central, a partir de finales de los años veinte, en la imaginación de la nación.8
21Existe en este periodo un proceso de constitución de la clase media, de crecimiento de los sectores urbanos letrados, que tiene una enorme incidencia en la reconfiguración de los intelectuales. En efecto, las nuevas carreras profesionales, el acceso de la mujer a los niveles superiores de la educación, la mayor presencia de los hoy denominados medios masivos de comunicación, la consolidación de los grandes rotativos y algunas revistas en breves años y la reducción de la tasa de analfabetismo, marcaron un cambio drástico en el “consumo” y la producción de la cultura.
22La década de los treinta se caracterizó por una invocación a la movilización popular y por una reapropiación por parte del partido liberal del universo político y social. El gaitanismo, la fundación del partido comunista y el estímulo a la organización sindical por parte del lopismo, son sólo algunos de los hechos que manifiestan el auge de la movilización popular. Lo especial es que ésta se dio con un nuevo lenguaje y con nuevos referentes simbólicos: no se trató del simple llamado al pueblo. En el lopismo se expresó en la organización del movimiento sindical y como un medio para garantizar la defensa de la Revolución en Marcha.
23La historiografía liberal concede una enorme importancia a la movilización popular durante la Revolución en Marcha. Argumenta que éste fue uno de los aspectos más revolucionarios del gobierno de López Pumarejo. Se dice, por ejemplo, que por primera vez el pueblo irrumpió multitudinariamente en el escenario político colombiano.9 Adicionalmente, se sostiene que el proyecto de López Pumarejo fue antioligárquico, pues el presidente insistió en varias ocasiones en tal propósito.10 Los instrumentos diseñados para incorporar al pueblo en la política fueron las manifestaciones populares, la reforma de la ley electoral y la organización del movimiento sindical.
24Sobre las manifestaciones de masas Alvaro Tirado Mejía señalará: “E1 régimen liberal (1930-1946) conoció las más grandes movilizaciones de masas de la historia de Colombia”.11 Nos parece que Tirado Mejía se equivoca, en primer lugar, al no diferenciar las facciones liberales. Una cosa fue la movilización asumida por el gaitanismo y otra las acciones del lopismo o del santismo. En segundo lugar, es necesario recordar que existió una diferencia muy grande en la actitud de los presidentes liberales López y Santos con respecto al movimiento sindical; pues mientras el primero se apoyó en él, Santos lo enfrentó duramente.
25En tercer lugar, Tirado Mejía introduce un mito político liberal: los conservadores no movilizaron a la población. Esto, por supuesto, carece de sentido, pues este partido no fue ajeno a la organización de la población. De hecho, ellos fueron quienes primero intentaron organizar a los trabajadores a la luz del Rerum Novarum, y, posteriormente, crearon su propia central sindical, la Unión de Trabajadores de Colombia (UTC). Este mismo mito deriva, por asociación, a la idea de que los gobiernos anteriores estuvieron en contra del pueblo, lo cual es tan cierto como que los liberales también gobernaron en su contra. En el fondo, lo que se establece es una falsa polaridad: conservadores reaccionarios versus liberales revolucionarios.
26Finalmente, hay que considerar que la movilización popular no es suficiente en sí misma para explicar el carácter revolucionario de un acontecimiento. Por la misma época, varios movimientos populistas —Pedro Albizu Campos en Puerto Rico y Gaitán en Colombia— lograron obtener el respaldo de importantes masas urbanas pobres empleando consignas nacionalistas y estableciendo formas organizativas novedosas, que algunos historiadores catalogan como fascistas por sus simpatías con la disciplina, los desfiles y los uniformes. De igual manera, los estudiosos del populismo han señalado que este tipo de movimientos no necesariamente significan una reivindicación de los intereses populares.
27En los años treinta, en los discursos de aceptación de su candidatura, Alfonso López Pumarejo expresó las líneas esenciales de la idea de los dirigentes reformistas en torno a la democracia colombiana. Anotaba en 1933 que el principal problema de la democracia se originaba en una falla fundamental en las relaciones entre las clases dirigentes y las masas populares: la constitución de oligarquías y gobiernos de castas.12 De manera enfática, López Pumarejo, fundando un nuevo discurso de legitimación y retomando los sucesos recientes de exclusión conservadora, cuestionó la actitud de las clases dirigentes que se creían superiores a lo que en realidad demostraban, y elaboró una imagen idílica del pueblo: “pueblo dócil y firme, leal y altivo, al que se le ha prohibido hasta ahora el ejercicio de una varonil y nobilísima inclinación de su ánimo: la política”.13
28En el otro lado del liberalismo, Jorge Eliécer Gaitán14 señaló en 1933, en el manifiesto del unitarismo:
Quizá en un país como el nuestro, cuya mayoría de habitantes da un índice bajo cero en el termómetro de la conciencia y de la cultura, no sólo no hay sino que tal vez no pueda haber gobierno del pueblo. Puede haber un gobierno “para” el pueblo, que es distinto.
29El discurso liberal institucionalizó la idea de un pueblo al que una oligarquía, la cual supuestamente el partido no expresaba, marginaba de las grandes decisiones.15 El liberalismo aparece externo al sistema político, en la oposición, y su examen se hace desde su negación. La efectividad de este discurso es evidente, pues otros sectores han empleado sus argumentos (la izquierda armada, los intelectuales) y es reiterativa su utilización por parte del ejecutivo, especialmente en las administraciones liberales.
30El decirle al pueblo que hace parte de los excluidos es seguido por un llamado a la movilización. López Pumarejo argumentó que el pueblo no podía seguir siendo marginado, ni tampoco un simple observador de lo que hacía el gobierno. Hay que crear, decía, un gobierno de opinión que vaya más allá de la simple consulta.16
31El liberalismo de comienzos de siglo, especialmente el de Gaitán y López Pumarejo, tiene el mérito de construir un sólido discurso del excluido político, que con el paso del tiempo ha identificado a la casi totalidad de los sectores del bipartidismo o, incluso, a agrupaciones de la oposición. Todos coinciden en afirmar que nuestro sistema político es excluyente. Lo paradójico es que desde allí se justifican las candidaturas a elecciones presidenciales o la insurrección política.17
32Además de reconocer la exclusión y hacer un llamado a la movilización de los sectores populares, el discurso liberal reformador propuso la necesidad de someter la acción política a la existencia de una ideología o un propósito, es decir, a un programa. López Pumarejo sostuvo: “En Colombia donde todos solían hablar de política sin preocuparse en realidad por las ideas políticas, comienza a dibujarse tona conciencia vigilante de los problemas que afectan su proceso histórico y su destino de nación”.18 La idea de fundar la acción política en un programa es considerada la evidencia de la modernización de los partidos y ha sido retomada en diversos momentos.19
33El hecho más destacado del discurso político, debido a la necesidad de reestructurar el régimen electoral, fue el paso dado por Alfonso López Pumarejo al sustituir el concepto de pueblo por el de ciudadanía.20 Esta postura no implicó el inicio de cambios sustanciales en el orden político. Ni la reiterada denuncia lopista de la inexistencia de libertades y derechos para el pueblo ni las reformas que impulsó, fueron seguidas por cambios significativos en las prácticas de los partidos.
34Por su parte, Laureano Gómez identificó el destino de la nación con el del partido conservador. Gómez sostuvo hacia 1939 que los intereses de su partido no pugnaban con los del país. El conservatismo es “la mejor manera de servirle a la totalidad de la nadón”.21 Correspondía al Estado procurar a los dudadanos la satisfacdón de sus necesidades para que desarrollen su personalidad, propendan a la defensa contra el mal y la violencia y garanticen una pronta e ilustrada justicia.22
35En la argumentadón de Laureano se destaca la estrecha vinculadón entre una noción restrictiva de ciudadanía, tal como fue diseñada durante la Regeneradón, y la supervivencia de la nadón debido a la acdón de un partido, el conservador. El sentido del nexo es claro: legitimar las restricdones del sistema político.
36En esta formulación no se reconoce la existencia del disidente, liberal o comunista, así el mismo Laureano hubiese dicho en 1935, en el marco de la retaliación liberal:
[...] necesitamos libertad para exponer nuestras ideas. Exigimos que ningún colombiano, sea comunista o socialista, libe ral o conservador, pueda ser molestado en su persona o familia, ni detenido, ni su domicilio registrado sino con arreglo a la ley.23
37La discusión programática sobre las libertades políticas fue puesta en segundo lugar de importancia debido a la gravedad de los sucesos: plantear polémicas intelectuales era incitar a la violencia. Los intelectuales leyeron los cambios políticos desde una articulación de las tendencias continentales (el indigenismo, la novela social) con su propia perspectiva (la subjetividad, el conflicto interpartidario y la manera de leer la tradición), y es por ello que vemos que en la novela y el ensayo, en general en la literatura, emergió una tendencia a resaltar a los olvidados y a destacar las miserias del orden político y social colombiano. Es por ello que tanto coinciden los trabajos de Germán Arciniegas, El estudiante de la mesa redonda (1932) y Los comuneros (1938), con el de César Uribe Piedrahita, Toá (1933).24
PROVINCIANOS Y UNIVERSALES
38El crecimiento de los sectores medios, el fortalecimiento de los procesos de urbanización y la ampliación de la cobertura educativa permitieron que en diferentes ciudades del país los intelectuales pudieran buscar sus propios medios de expresión. Desde comienzos del siglo XX las ciudades puerto habían permitido la circulación de noticias sobre la Revolución Rusa o sobre las diferentes conmociones sociales del continente, y por ello muchas de las nuevas ideas entraban al país precisamente por lo que en el interior se consideraba la provincia. Durante los años treinta el país vivió un periodo de explosión de publicaciones culturales en las diferentes ciudades, hecho que se explica por la consolidación de la urbanización y la industrialización, la migración interna, el crecimiento de la cobertura educativa y el dinamismo de los medios de comunicación.
39Uno de los rasgos característicos de este fortalecimiento de los intelectuales en la provincia fue que asumieron su existencia como un cuestionamiento al poder y la hegemonía cultural de Bogotá. La idea de la capital del país como xana Atenas suramericana fue rechazada con una producción que competía con la generada en el centro del país. La revista Costa, que se proclamó como una publicación del litoral Atlántico para las tres principales ciudades de la región, alertaba a sus lectores con el siguiente anuncio: “Intelectual costeño: Bogotá no cree en ti. El intelectual del interior te niega. Haz obra. Ayúdanos a crear urna cultura porteña”.25
40Otra variante del argumento de las revistas de provincia fue el rescate de una supuesta tradición cultural perdida, a partir de lo cual reivindicaron su existencia. La revista Humanidad, editada en Popayán a partir de 1937 con apoyo de la gobernación y de la Universidad del Cauca, partió del siguiente supuesto:
Aspiramos a reconquistar para Popayán el título de “ciudad culta” y universitaria. Es necesario que más allá del límite municipal se sepa que aquí todavía alienta el espíritu de la raza. Que nuestra historia pretérita no ha periclitado en el presente y continúa su curso hacia el porvenir.26
41Desde este punto de partida, la labor de la revista no podía ser otra que la de afirmarse en la tradición de los grandes hombres de la región o de la historia nacional —en el primer número se publicaron, entre otros, artículos de Tomás Cipriano de Mosquera, Rafael Núñez y Carlos A. Mosquera— y local, y, por supuesto, con una visión muy conservadora de lo que era la función de la publicación: “Sacudamos el polvo glorioso de los archivos; encordemos los arcaicos y sonoros laúdes y vamos en peregrinación apostólica por los campos del pensamiento, caballero en flaco rocín que conocemos”.27 El mérito de esta revista fue que propuso una estructura temática que se mantuvo con pocas variaciones y que hoy día es muy frecuente: secciones de historia, literatura y ciencias, temas concernientes a la Universidad del Cauca y actualidades.
42La Revista Santandereana, editada en Pamplona a partir de 1934, partió del mismo supuesto que Humanidad. En efecto, en su primer editorial se lee:
Correspondiendo a un imperativo categórico de nuestra cara tierra, hemos laborado como el minero, para presentar al mundo literario un vocero de la cultura santandereana que, nos coloque, como ayer, en puesto de honor en el Capitolio del espíritu[...]
Los intelectuales que nos acompañan, y los que más tarde colaborarán con nosotros por amor al terruño y al arte, serán las columnas del edificio que hoy comenzamos y que mañana presentaremos como una oblación a la Patria.28
43A pesar de que esta revista expone una visión muy limitada de la cultura, pues sus primeros números se dedican a exaltar las figuras locales, las fiestas religiosas, los paisajes, los poetas del terruño, etcétera, llama la atención la publicación de un artículo de Manuel Ugarte titulado “El imperialismo”, lo cual evidentemente fue una excepción a nivel nacional, que nos permite constatar la circulación de ciertas ideas y conceptos.29
44El vínculo de los intelectuales de la provincia con la institucionalidad fue en ocasiones más fuerte que el que se evidenciaba en el interior, entre otras razones porque el analfabetismo era mayor en las regiones y eso hacía que los hombres de letras fuesen burócratas o estuvieran ligados con la burocracia por lazos de parentesco o militancia política. Podemos constatar que en los primeros números de las revistas que circularon en algunas regiones se hacía una referencia explícita a las autoridades locales —sus méritos— o a determinadas instituciones —sus bondades—.30
45De igual manera, existieron revistas que surgieron de las entrañas de las instituciones del Estado. La Revista Cultural, por ejemplo, fue un órgano de difusión de la dirección de educación pública del departamento del Tolima. La revista se dirigía fundamentalmente a los maestros. Se publicaban artículos de interés general, especialmente vinculados a discusiones de carácter pedagógico y artículos literarios e históricos, y de interés local, como la legislación referente a la educación. La revista también tuvo una sección dirigida a los niños que, suponemos, sirvió de apoyo a los maestros de educación básica. La mayor parte de los artículos provenían de la pluma de figuras consagradas, como Marco Fidel Suárez, Luis López de Mesa, José Eustasio Riveray Rafael Maya, así como de pensadores del departamento.
46Ciertos artículos de interés general abordaban temas que para la época eran novedosos pero que por su enfoque resultaban muy tradicionales y moralistas y expresaban la permanencia del modelo conservador. En 1935 se publicó un artículo sobre la vida sexual y los problemas de educación, en el que se aconsejaba:
- Cultivar el hábito del pudor desde tierna edad en el alma del niño.
- Precaver la vida imaginativa del niño de la infección de lo sucio y lo obsceno.
- Desarrollar y robustecer el apetito de la actividad.
- Emplear contra los apetitos el sentimiento del honor.31
47Algunas revistas consideraron a la mujer como tema de reflexión e incluyeron artículos elaborados por mujeres. Lo particular en este caso fue que se hizo una ruptura, en algunos casos significativa, con la manera como ellas habían aparecido en las revistas culturales que comentamos en el capítulo anterior, en las que eran descritas por hombres y presentadas como virginales y puras. En este periodo se vio a la mujer de una manera más integral. En una entrevista a una dama costeña, ésta dijo lo siguiente sobre las tareas de la mujer: “El hogar porque es la felicidad y el trabajo porque es el cumplimiento de la ley divina”.32
48Sin embargo, lo más significativo fue la existencia de revistas feministas, que aunque no eran nuevas en la historia del periodismo ni del feminismo en Colombia, sí fueron importantes debido a la coyuntura nacional e internacional. En enero de 1935 apareció la revista Hogar y Patria que se definía a sí misma como una “revista del pensamiento y vinculación femenina en los países iberoamericanos”. La publicación fue dirigida por Georgina Fletcher, quien en ese momento era la representante colombiana en la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas y la organizadora del IV Congreso Internacional Femenino, que se reunió en Bogotá en 1930 como homenaje a la memoria de Simón Bolívar.
49La revista estaba organizada por secciones más o menos estables en las cuales, como en otro casos, se encontraba la página histórica, la infantil, la literaria, la social y la información pertinente al movimiento internacional femenino.33 Un hecho a resaltar de la revista y de la Liga fue la fuerte presencia mexicana. En efecto, en las páginas de la publicación y en las acciones de la Liga se puede encontrar la participación de Elena Arizmendi —socióloga, escritora y periodista, fundadora y presidenta general de la Liga—, y de José Vasconcelos — socio de honor de la misma—, razón por la cual es de suponer que el proyecto del intelectual mexicano pudo circular con mayor facilidad en varios países del continente y, por supuesto, en Colombia. Adicionalmente, hay que señalar que la revista tenía colaboradores en Bogotá, Medellín, Barranquilla, Armenia, Manizales, Popayán, Tunja e Ibagué, y contaba con el apoyo de Eduardo Posada y Julio Rodríguez Piñeres.
50Debido a la ampliación de las posibilidades profesionales, algunos intelectuales intentaron construir un espacio de análisis sociológico de su respectiva región, muchos de los cuales estaban a medio camino entre una reflexión académica y una oferta turística.34 Se publicaron artículos sobre temas políticos y culturales con tal grado de confusión, que su lectura genera pánico al pensar en las ideas que pudieron formarse los “consumidores” de tal publicación. Aureliano Gómez Olaciregui, distinguiendo comunismo de socialismo, sostuvo:
Mientras que el comunismo consiste en una falta de comunicación de las funciones económicas, el socialismo propende a incorporar más o menos estrechamente a la comunidad, y esta tendencia es la que con más claridad y exactitud lo define. Para el comunismo deberían aquellas funciones situarse lejos de los órganos esenciales de la cosa pública y para el socialismo deberían convertirse en el centro de gravedad. Para el primero, el papel del Estado es específico y esencialmente moral y sólo puede desempeñarlo bien si se le sustrae a las influencias económicas: para el segundo el Estado debe servir de lazo de unión entre las diversas relaciones comerciales de las que vendrían a ser como el sensorium commune.35
51No todos los intelectuales de provincia llegaron a tales extremos. Por el contrario, existieron otros que elaboraron reflexiones de mayor rigor, aunque siempre desde la visión elitista que oponía las clases ilustradas al pueblo ignorante, e intentaron proponer hipótesis relativamente novedosas para la época. Alfonso Zawadzky, director de la revista Bibliotecas y Libros, sostuvo sobre los problemas de la lectura en 1937:
Podrá alguno llegar a decir o calificar de paradojal la afirmación que hacemos: ¡la escuela es enemiga del libro...!
Paradoja o lo que se quiera, es una dolorosa verdad. Los peligros de ciertos métodos que fueron llevados a la exageración, han creado otros peligros, que hacen terrible agresión a la cultura espiritual de las ciudades. De la escuela no nacen lectores, sino espíritus atrofiados por el indiferentismo hacia las páginas milagrosas de los libros, tesoreros y depositarios de la sabiduría del hombre y de la felicidad de los pueblos.
¡El analfabetismo no está en los campesinos sino en las ciudades!36
52Una revista que estuvo muy pendiente de los debates de su época fue Atalaya. Publicada en Manizales desde 1935, esta revista tuvo tres características importantes. En primer lugar, tenía como base la presencia de un grupo de intelectuales que se agruparon en una organización que tenía el mismo nombre de la revista. Ésta es una situación que difícilmente se repite en la actividad cultural de los intelectuales. En segundo lugar, la dirección de la revista fue rotativa y cada miembro del grupo dirigió un número, lo cual es un caso especial que hasta donde conocemos no se ha repetido. Lo usual ha sido que las publicaciones estén amarradas a la suerte de sus directores, a sus variaciones de ánimo o a su muerte, como ocurrió con Pan y Mito. Finalmente, se destacan varios nombres de intelectuales por sus posiciones de izquierda: Luis Vidales y José Jaramillo Giraldo, entre otros.
53Por lo dicho, esta publicación, como pocas, abrió sus páginas a temas y análisis polémicos. Sobre la Revolución Mexicana diría Manuel Lombana:
La Revolución Mejicana ha sido en este siglo el único movimiento americano surgido de autóctonas causas económicas, y por ello no presenta una estructura fácilmente sujetable por la inteligencia crítica de quienes pretenden hacerla la interpretación de los fenómenos sociales del continente a través de engañosos mirajes europeos.37
54Igualmente, en otro artículo se alabó la labor de Luis Alberto Acuña y se exaltó su búsqueda de expresiones estéticas en un “nacionalismo recio”.
55En las revistas de provincia se dio una reflexión sobre la función de los intelectuales, que paradójicamente no encontramos en otras publicaciones del interior. Haciendo eco de la propuesta del académico español Gregorio Marañón, Bibliotecas y Libros abogó por una participación de los intelectuales en política, entendiendo “política” en el sentido de ciudadanía y de defensa de un concepto vivo de democracia, y arremetió contra el indiferentismo político de los artistas e intelectuales que se refugiaban en su actividad.38
56De igual manera, se asumió, con ciertas limitaciones, el debate sobre el arte comprometido o la poesía revolucionaria. La revista Llama de Cali publicó un artículo en el cual se analizaron el sentido y las posibilidades de la poesía de clases. Inicialmente se alabó la propuesta de una poesía revolucionaria dedicada al pueblo. No obstante, se enfatizó que ésta no podía perder su propia sensibilidad lírica ni su estructuración artística nada más por el hecho de combatir el fascismo. Para Alvaro Valencia, autor del artículo, las poesías negra e indígena eran la clave de la poesía revolucionaria en países como Colombia. Haciendo eco de los debates indigenistas de la década anterior sostuvo:
Allí —en la poesía indigenista— tendríamos la mejor expresión de la raza, lo mejor de nuestra inquietud y de la sangre. Una poesía indígena cultivada con motivos indígenas, con paisajes indígenas, con expresión indígena, con vida indígena: hé ahí el arte autóctono de nuestra civilización indoamericana, hé ahí la síntesis de nuestro pasado y la clave de nuestro porvenir.39
57Paradójicamente, Valencia fue codirector de una revista con un marcado acento tradicional, hablamos de Humanidad de Popayán, lo cual nos habla de la deformación de los términos de la polémica internacional.
58Con una posición más radical, Atalaya fustigó a los intelectuales del momento por su alejamiento de las masas y de los problemas del país.40 Igualmente, se enfrentó a los intelectuales consagrados:
Sanín Cano, la figura central de la intelectualidad colombiana, en estos instantes de agitación y de tanteo, ha resultado ser un estorbo hasta para la propia consolidación del programa de Gobierno [...]
Luis López de Meza sociólogo y pensador de fama, maestro de varias generaciones de emotivos, vive injertando teorías a nuestra miseria, desviando esa natural penetración sicológica del pueblo, obstruyendo el camino por donde las clases explotadas avanzan sin necesidad de lazarillos [...]
Antonio Gómez Restrepo, escritor de fuste castizo y versificador amable, se ha refugiado en su biblioteca, donde busca emociones, olvidando que en la meseta bogotana, donde él vive, a media hora de camino, el indio va arando la tierra, sin método, sin orden y sin esperanza.41
59La reflexión de los académicos de provincia también consideró la crítica a los aportes de los intelectuales de las regiones, tal como se acostumbra en cualquier parte del mundo, pues es sabido que la comunidad intelectual institucionaliza parámetros para establecer quiénes están cumpliendo o no con los preceptos de la creación. Sobre los intelectuales de Barranquilla se pudo decir en 1937:
Exceptuando las viejas generaciones anti-centenaristas y las matriculadas dentro de esa misma generación que ya han dado lo que tenían que dar a las letras y a las artes de esta región colombiana, podría decirse que son muy escasos los valores oriundos de esta ciudad que hayan descollado de manera positiva dentro de las nuevas generaciones.42
60No existió, como decíamos al comienzo del capítulo, una ruptura tan profunda con respecto a los criterios empleados durante la Hegemonía Conservadora para asumir la crítica. Hablando del intelectual costeño, Benigno Acosta Polo afirmó: “joven estudioso, que no obstante su intransigencia mental, se ha hecho más de una vez por los caminos muy difíciles del ensayismo.”43
61Prevalecieron, en muchos casos, los juicios elitistas sobre la cultura. Por un lado, se identificó lo culto con los intelectuales de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Sobre ellos se afirmó:
Eran hombres cultos en el sentido auténtico del vocablo, creadores de una verdadera cultura nacional por las influencia de sus ideas poderosas y fecundas, expresadas en estilo de los más variados matices que no han tenido par en las generaciones presentes.44
62En segundo lugar, la cultura se concebía como externa al pueblo.
Nuestras masas ignorantes y entorpecidas se hunden en el caos de las doctrinas antisociales y anticristianas porque la ideología positivista las embriaga; porque les falta el factor inhibitorio de las fuerzas biológicas, que es la cultura y, entonces, vienen las reacciones violentas e impetuosas que sientan en todas partes la desolación y la angustia.45
63Igualmente, se seguía reproduciendo la imagen anquilosada respecto a la grandeza de las letras nacionales a través de la publicación de los viejos poetas consagrados.El crítico ecuatoriano Alejandro Andrade, comentando el libro sobre los poetas líricos, sintetiza la visión existente sobre la literatura:
Rasgos distintivos del lirismo colombiano son la corrección en la forma, la decadencia del verso, el señorío de la rima, el afán por la armonía verbal, el cuidado prolijo de que el ritmo interior consuene con la materialización métrica.46
64Las revistas culturales de las regiones tuvieron los mismos problemas que las publicadas en Bogotá, y por ello la gran mayoría sucumbieron ante los embates de las dificultades para la financiación, la circulación y la aparición regular.47 No obstante, es evidente que en los proyectos editoriales de provincia existió un mayor número de anunciantes y la publicidad fue relativamente grande. Esto obligó a que los artículos fuesen en ocasiones menos académicos y más de interés del gran público.48
65Existieron casos en los cuales junto a las revistas funcionaba una editorial. Así ocurrió con América Española, que publicaba tanto la revista como diversos libros, especialmente los de su director Gabriel Porras Tronconis, y, adicionalmente, brindaba a los lectores la posibilidad de adquirir obras nacionales, aun si estaban agotadas.
66Las revistas de la provincia, como las del interior, contaban con intelectuales que en algunos casos gozaban de reconocimiento internacional o tenían contactos con intelectuales de otros países. Alfonso Mejía Robledo, director de Panorama, estudió literatura y filosofía en París; su novela Rosas de Francia fue premiada en un concurso de autores americanos y traducida al francés; fue director de la sección española de la revista L'Argus Artistique et Literaire de París y colaborador de Nuestra América de Buenos Aires, de Unión Iberoamericana de Madrid y de La Prensa de Nueva York.
67Igualmente, las revistas de provincia tuvieron importantes nexos con intelectuales de diversas partes del mundo y en sus páginas escribieron frecuentemente reconocidos académicos. América Española de Cartagena, aunque con un marcado acento hispanista, fue una revista que contó con una amplia colaboración de autores y una gran difusión en el extranjero. En el primer número publicaron articulistas de Caracas, Mompós, Buenos Aires, San José de Costa Rica, París, Tegucigalpa, Bogotá, Cali y Cartagena.
68Finalmente, habría que señalar que las revistas de provincia nos sugieren una serie de enriquecedores contactos con lo exterior, a través de la recepción de otras revistas similares y la invitación a los lectores a suscribirse. En la revista cartagenera América Hispánica se anunciaban en 1935 las siguientes publicaciones: Revista de las Espartas —de España—, La Nueva Democracia, Revista Hispánica Moderna y América Futura, editadas en español en Estados Unidos, y la Revista Chilena de Historia Natural
Hispanismo
69En Colombia y otros países del continente se renovó ideológicamente el hispanismo en la década del treinta. Lejos de las retrógradas visiones conservadores sobre la “madre patria”, los liberales y las corrientes socialistas y comunistas plantearon un hispanismo que respaldara a los republicanos españoles que luchaban contra el ejército de Franco.49 La identidad fue con la democracia y contra el fascismo.
70En este contexto, la propuesta del Frente Popular transformó radicalmente la perspectiva de quienes estaban de urna u otra manera comprometidos con la URSS y la Internacional. Naturalmente, una cosa fue lo que aconteció en países como México, donde el partido comunista contaba en sus filas con intelectuales de prestigio internacional, como los muralistas; y otra cosa muy distinta lo que ocurrió en Colombia, donde el partido comunista aún aparecía como un apéndice del partido liberal. Difiere también el valor geopolítico de los países. Evidentemente, Colombia tenía una presencia débil en el comercio internacional, su participación en el suministro de materias primas no era importante y su perfil en política internacional era bajo.
71Las revistas de las diferentes regiones también se alinearon, unas de forma más radical que otras, en torno a las facciones en conflicto en la Guerra Civil. En 1937, por ejemplo, la revista Llama de la ciudad de Cali, en su primer número, publicó un artículo sobre Rafael Alberti y un poema antifascista titulado Aviones sobre España, y tomó parte en la polémica sobre la poesía de clases.50 Adicionalmente, esta revista abrió sus páginas al poeta Luis Vidales, con quien las publicaciones culturales de la época habían establecido una evidente distancia.51
LOS INTELECTUALES BAJO LA REPÚBLICA LIBERAL
72Los grupos intelectuales en Colombia habían estado constituidos, desde el siglo XIX, por miembros de las denominadas profesiones liberales, fundamentalmente por los abogados y, especialmente, por aquellos que dominaban el lenguaje, es decir, los gramáticos; lo cual se evidenció en la supremacía de los estudios sobre la lengua.52 Otra característica importante es que la poesía predominó sobre otros estilos literarios, razón por la cual los miembros de los grupos literarios e intelectuales existentes se identificaban como poetas, pero compartiendo con los gramáticos la preocupación por la protección de la pureza del lenguaje y de la versificación según las normas más tradicionales.
73A partir de los años treinta, el escenario intelectual se alteró por la irrupción de los profesores universitarios y de la novela social. Es una época marcada por una ampliación de las perspectivas de los intelectuales y el crecimiento de las profesiones, y la iniciativa política es asumida por las corrientes reformistas del partido liberal, lo cual se expresa en una tendencia a la participación en política a partir de la invocación explícita a su especificidad, al carácter de intelectuales que dominan un saber.
74Una particularidad de nuestro universo literario ha sido la llegada tardía de algunas escuelas literarias. El romanticismo, por ejemplo, sólo circuló a partir de mediados del siglo XIX y su influjo se hizo sentir hasta la década del veinte del siglo pasado. Lo mismo puede decirse de otras corrientes que se conocieron en diversos países, pero que escasamente tuvieron seguidores o difusores en el nuestro.53 El mismo fenómeno ocurrió en el ámbito de las ciencias sociales debido a la limitada publicación de textos.
75De manera que el universo cultural, en cuanto a la difusión y adopción de vanguardias, fue muy restringido, y ello hace que nuestros intelectuales, con escasas excepciones, fuesen tradicionales; es decir, que trabajasen con las formas clásicas consagradas por la academia, pero en decadencia en la mayor parte de los países y con escasas posibilidades de innovación o ruptura.
76Las relaciones de fuerza que definían el campo cultural colombiano a comienzos de siglo establecieron que la manera como se percibían a sí mismos los intelectuales y la manera como eran percibidos por el Estado, al menos hasta el gobierno de López Pumarejo, estuviesen determinadas por la tradición. La idea dominante fue aquella que asociaba al intelectual con el cultivador de las bellas formas ya consagradas, y rara vez como el sujeto al que por su posición en la sociedad se le facilitaba participar activamente en la elaboración de reformas, en la producción de símbolos ligados con la nación y en la formulación de reflexiones globales sobre la sociedad. Desde el Estado no se percibe claramente el uso de sus posibilidades, aun a pesar de que algunos de los más importantes poetas o escritores desempeñaron algunas funciones diplomáticas y diversos cargos burocráticos. Generalmente, a los intelectuales se les concibe como algo anexo a la política, lo cual es doblemente erróneo por cuanto ellos sí cumplen funciones de Estado y, por otra parte, durante la Hegemonía Conservadora lo hicieron eficientemente.
77Con la administración de López Pumarejo se dio un importante giro, toda vez que se vincularon al gobierno destacados intelectuales que desde diferentes espacios, el Congreso o la burocracia, asumieron un respaldo decidido al proyecto de la Revolución en Marcha. Como una manifestación del dominio de un saber, es decir, entendiendo su especificidad —el ser intelectuales—, se colocaron al servicio de un proyecto político. El escritor Jorge Zalamea, por ejemplo, que se desempeñaba como vicecónsul en Londres, regresó al país en 1936 para incorporarse al Ministerio de Educación Nacional como secretario general y por dieciocho meses asumió la conducción del mismo. Entre 1937 y 1938 se convirtió en el secretario general de la presidencia. Desde estas posiciones defendió la reforma educativa en la Cámara de representantes.
78Por su desempeño en estos cargos, el conservatismo, desde las páginas del periódico El Siglo, sostuvo que detrás de las intervenciones del presidente, especialmente de sus pronunciamientos públicos, estaba la pluma de Zalamea. Al margen de si el hecho es cierto o no, lo que nos interesa resaltar es la presencia de este intelectual en el gobierno y las explicaciones que sobre este hecho hicieron los sectores políticos y académicos.54
79Junto a Zalamea, otros hombres de letras, como Alberto Lleras Camargo —futuro presidente de Colombia—, Gerardo Molina y Germán Arciniegas, hicieron parte de la burocracia. Entre ellos se destaca Arciniegas por su proyección continental, por su labor en el Ministerio de Educación, en la elaboración de la reforma educativa y en la conducción de la Revista de las Indias. Hay que resaltar que en 1932 Arciniegas presentó un proyecto a la Cámara de representantes para la reforma de la universidad colombiana.55 En dicho documento el intelectual liberal señaló que los fracasos de Colombia debían leerse como los fracasos de la universidad, y esto sucedía porque esta última ignoraba su destino. Para remediar esta situación, Arciniegas proponía que la universidad se dedicara a estudiar los problemas inmediatos que afligían a la nación, y por ello aceptaba que su proyecto era antiuniversal y nacionalista. El proyecto se enfrentó a la ira de la Iglesia y de los congresistas, y, muy especialmente, a las inconsecuencias del liberalismo: por ello no progresó.
80Desde la perspectiva de dos décadas de polémica en América Latina sobre la reforma universitaria y teniendo en cuenta los contactos de Arciniegas con México y que se trataba de un gobierno con amplia mayoría liberal, el texto de la propuesta resultó un tímido intento por transformar la universidad colombiana, aunque lo mismo puede decirse de la Revolución en Marcha.
81El campo cultural estuvo gravitando alrededor de tres revistas político-literarias: Revista de las Indias, Pan y Revista Colombiana. Estas publicaciones muestran el ambiente cultural, las polémicas y, especialmente, el tipo de producción de los intelectuales a lo largo de los años treinta y cuarenta.
82Pan se publicó durante el gobierno de López Pumarejo, su primer número apareció en 1935 y el último en 1939. La revista, como casi todas las de su género, se limitó a temas tradicionales como el amor, la muerte y el desengaño, buscando siempre moralizar sobre los mismos. Por ello, con raras excepciones, la revista no abordó temas polémicos, limitó la circulación de las vanguardias al no difundir las nuevas corrientes de pensamiento y evitó asumir posiciones críticas ante la sociedad, las instituciones o los intelectuales consagrados.56
83A medida que pasaron los números, la revista dio un giro hacia la publicación de variedades con un marcado énfasis en la publicidad. En efecto, cada vez con mayor frecuencia se imprimían artículos que aparecían bajo la forma de noticias sobre las actividades de algunas empresas y que, finalmente, eran una abierta apología de las mismas.57 Igualmente, se publicaron trabajos de personas que eran miembros de reconocidas familias de empresarios, que hacían publicidad a sus empresas en la misma revista.58 Para los críticos, Pan había cedido a la publicidad y a intereses distintos a los literarios.
84La revista, asimismo, desdibujó su pretensión de servir a los diferentes escritores. Luego de los primeros números se dedicó a publicar poemas y cuentos en los que era evidente el tono moralizante y la versificación, y privilegió como temáticas el amor, la muerte de la amada, el castigo divino y el desengaño. No es de extrañar que el director de la revista, Enrique Uribe White, publicara un artículo en el que refería la tragedia de su gatita Nicolasa, que fue muerta por un perro mientras contemplaba el mundo desde el jardín de su casa.59 El reconocido escritor José Antonio Osorio Lizarazo también siguió el ejemplo al publicar un artículo en el que daba cuenta de un diálogo entre diferentes mercancías: zapatos, corbatas, etcétera.60
85Por supuesto que esta tendencia podía interpretarse como un enfrentamiento a las formas clásicas y a los temas considerados serios o dignos en poesía. No obstante, si se tiene en cuenta que ya eso se había hecho en los años veinte (recuérdense los escritos de Tejada sobre la moda), y que ya existían vanguardias en diferentes lugares del mundo que habían dado pasos más significativos, los ejemplos citados no pueden ser interpretados más que como la banalización del oficio de escribir, y por ello no tuvieron la capacidad de generar ruptura alguna.
86Finalmente, Pan abandonó sus pretensiones de servir de vehículo de expresión a las diferentes corrientes políticas, cayó lentamente en un abandono de sus compromisos iniciales y se alejó de las discusiones políticas y literarias; hecho que por otra parte concuerda con la trayectoria del director de la publicación. En efecto, en sus primeros números Uribe White tradujo escritos de comunistas y publicó en varias ocasiones trabajos críticos del poeta de esta misma corriente Luis Vidales y de Gilberto Vieira, durante varias décadas secretario general del partido comunista.61 Lo mismo sucedió con escritos que hacían referencia explícita a la coyuntura política, especialmente aquellos en los cuales se apoyaba la reforma constitucional de López Pumarejo. Sin embargo, estos trabajos lentamente cedieron su lugar a la descripción de viajes y a la publicidad de las grandes empresas.62
87Estos giros en la publicación y su posterior cierre en 1939 obedecen, a nuestro juicio, a dos circunstancias. En primer lugar, la revista estuvo ligada estrechamente con el gobierno de López Pumarejo, o mejor, a la expectativa general ante este proyecto político. Surgió en un momento de auge de la Revolución en Marcha, de acercamiento entre el partido comunista y López, y en plena discusión de la reforma constitucional. Sin embargo, a medida que López culminaba su periodo presidencial se debilitaba el carácter de la publicación, se restringía el espacio otorgado a las minorías políticas y se acentuaba el sesgo publicitario y tradicional.
88Por otra parte, el director de la publicación, Uribe White, fue un intelectual de bajo perfil. No se destacó como poeta o escritor ni como hombre público. Indudablemente fue un personaje que contribuyó a la difusión de las artes y las letras y Pan fue una experiencia significativa para muchos escritores, pero el proyecto no contó con una persona que pudiera hacer grandes innovaciones ni asumir posiciones vanguardistas. De hecho, su sello personal, el favorecer a sus allegados, el cerrar el espacio a los radicales o vanguardistas y el preferir la publicidad a la polémica literaria, fue una de las claves que explican el cierre de la publicación y la dedicación del director de Pan al cultivo de la papa en medio de una coyuntura de fuerte polémica política y una que otra de tipo literario.
89En este periodo también encontramos la Revista Colombiana, publicada por Laureano Gómez, uno de los jefes más importantes del conservatismo. La publicación nació en el mes de abril de 1933, y a diferencia de Pan mantuvo una permanente y completa información sobre los sucesos nacionales e internacionales. De hecho, el primer artículo del primer número correspondió a un análisis de Gómez sobre el ascenso de Hitler a la cancillería y el futuro del movimiento fascista.63
90Los partidos colombianos, como muchos del continente, se dividieron ante la Guerra Civil española. Los liberales apoyaron a los republicanos, mientras que los conservadores se fueron con Franco. Por ello las revistas asumieron las posturas defendidas por los partidos a los que pertenecían. La Revista Colombiana se inclinó, como su director, por la Falange.64
91Una segunda característica de esta revista fue que, a diferencia de las anteriores, tenía muy claros sus propósitos estéticos, políticos y culturales. En la exposición de los motivos que justificaban el origen de la publicación, se afirmó que el principal era exaltar la nacionalidad; concretamente se afirmó:
Cultivar la tradición en lo que tiene de vivificante y fecunda es, en nuestro sentir, una de las formas más eficaces de defender la nacionalidad, porque el pasado representa una fuente inexhausta de admonición salvadora y forma indefectiblemente la base de toda iniciativa de progreso.65
92El sentido político fue defendido a través de la publicación de artículos en los que destacados dirigentes del conservatismo, como Aquilino Villegas, respondían a la pregunta: ¿por qué soy conservador?66 Asimismo, se creó una sección denominada “La quincena política”, en la que Abel Carbonell sintetizaba los principales sucesos políticos y hacía oposición a los gobiernos liberales.
93A pesar de la radicalidad de los directores y de los principales escritores, algunos articulistas, y creemos que de paso la revista, fueron bastante receptivos con respecto a las propuestas de sectores liberales. La reforma educativa, uno de los temas que más rechazó la Iglesia y el conservatismo, fue evaluada en ella, reconociendo la pertinencia de algunos de los aspectos de la propuesta presentada por Germán Arciniegas e incluso haciendo recomendaciones al gobierno para fortalecer presupuestalmente la reforma:
Nada más oportuno y acertado, nada que fuese recibido con mayor entusiasmo y reconocimiento por la nación que una medida del Gobierno tendiente a destinar los fondos de reserva de la defensa nacional a lo que debe ser su destinación lógica, es decir a la Educación Nacional.67
94Quizás una de las posiciones más contradictorias de esta revista fue su crítica a la Constitución de 1886, la obra cumbre del conservatismo y de la Iglesia católica. En efecto, tres de los grandes ideólogos del conservatismo —Silvio Villegas, Luis Rueda Concha y Augusto Ramírez Moreno— reconocieron respecto a la Carta Magna de la Regeneración:
La Constitución de 1886 fue aplicada durante mucho tiempo con un criterio patriarcal y fue instrumento de dominación de un partido político [...] Pero el presente gobierno, ejercido por un ciudadano eminente que se asimiló los métodos administrativos de los Estados Unidos, ha hecho de nuestro estatuto orgánico una eficaz herramienta de tiranía plutocrática, subordinando el capitalismo nacional y el de afuera a los intereses sociales de la nación.68
95Alrededor de la publicación de la Revista de las Indias es necesario hacer algunas consideraciones. Por cuanto fue una de las primeras revistas oficiales, pertenecía al Ministerio de Educación Nacional, que intentó aglutinar a los más importantes intelectuales del país, construir una posición del liberalismo respecto a la cultura y la educación y obtener un reconocimiento internacional.
96La revista despertó la animadversión del conservatismo y de la Iglesia. Esta última condenó en varias ocasiones la publicación por considerarla inmoral. Ante la presión, y debido a la realización de un encuentro de escritores en Bogotá, el gobierno de López Pumarejo cedió la publicación a los académicos y encomendó la dirección a Germán Arciniegas. A partir de 1938 la revista se convirtió en el órgano de expresión del grupo y se propuso servir de medio de difusión de los trabajos de los intelectuales de Iberoamérica.
97Nos encontramos, entonces, con un periodo de la historia en la cual se presentan simultáneamente cambios y continuidades. Los primeros se dieron con la consolidación del maestro como el tipo intelectual predominante, la incorporación de prestigiosos pensadores a la nómina oficial, la defensa desde la academia del proyecto de la Revolución en Marcha, la renovación de la noción de pueblo en el imaginario político y artístico, y una producción (revistas, ensayos, novelas) que reflejaba esta situación.
98La continuidad de las nociones dominantes durante la Regeneración se entiende, en primer lugar, como la permanencia del poeta, cultor de las formas tradicionales, como un arquetipo del artista. Si bien Guillermo Valencia había sido cuestionado por el surgimiento de una nueva poesía, otra generación se propuso mantener el lugar privilegiado de este tipo de intelectuales. De allí la importancia de los poetas hasta la década del cincuenta.
99En segundo lugar, los prejuicios sobre el arte se mantuvieron y desde la educación o desde diferentes publicaciones se mantuvo el rechazo a los pensadores modernos o a los procesos de modernización de algunas facultades (que significaban la superación del tomismo). No sorprenderá que aun en los años cincuenta exista una censura o que se invoque la autoridad del Index.
Notes de bas de page
1 Barry Carr, La izquierda mexicana a través del siglo XX, México, Era, 1996, y Manuel Márquez Fuentes y Octavio Rodríguez Araujo, El partido comunista mexicano en el periodo de la Internacional Comunista, 1919-1943, México, El Caballito, 1973. Para el caso colombiano, véase Medófilo Medina, Historia del partido comunista de Colombia, Bogotá, CEIS, 1980.
2 El argumento del peligro fascista perduró en los comunistas colombianos, a pesar del fracaso de la experiencia del Frente Popular, hecho explicable por el lopismo de esta organización. Gilberto Vieira, en un discurso en el Congreso en 1943, señalaba los peligros de las acciones de la quinta columna y el respaldo que había que brindarle al presidente López Pumarejo. Véase Antonio Cruz (comp.), Grandes oradores colombianos, Bogotá, Biblioteca Familiar de la Presidencia de la República-Imprenta Nacional, 1997, pp. 356 y ss.
3 A manera de ejemplo, véase Rose Corral Jorda, Poesía y exilio. Los poetas del exilio español en México, México, Fondo Eulalio Ferrer, Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios-El Colegio de México, 1995; Alberto Enríquez Perea (comp.), Exilio español y ciencia mexicana génesis del Instituto de Química y del Laboratorio de Estudios Médicos y Biológicos de la Universidad Nacional Autónoma de México 1939-1945, México, El Colegio de México-Universidad Nacional Autónoma de México, 2000.
4 El mejor ejemplo es el del muralismo mexicano.
5 Véase Gonzalo Sánchez, “Intelectuales... poder... y cultura nacional”, en Análisis Político, No. 34, Bogotá, mayo-agosto de 1998, pp. 115 y ss.
6 En México, los muralistas, por ejemplo, crearon su propia organización, la LEAR, se vincularon al partido comunista y colaboraron con el Estado.
7 Daniel Pecaut, Entre le Peuple et la Nation. Les Intettectuels et la Politique, París, Editiones de la Maison des Sciences de l'Homme, 1989, y Sérgio Miceli, Intelectuais e Classe Dirigente no Brasil (1920-1945), Sao Paulo, DIFEL, 1979.
8 Recuérdese que esta década culmina con las manifestaciones contra “la rosca” que administraba la ciudad de Bogotá.
9 Alvaro Tirado Mejía, Aspectos políticos del primer gobierno de Alfonso López Pumarejo, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1981, p. 9.
10 Alfonso López Pumarejo, Obras selectas, Bogotá, Colección Pensadores Políticos Colombianos-Cámara de Representantes, 1979, p.191.
11 Alvaro Tirado Mejía, op. cit., p. 9.
12 Alfonso López Pumarejo, Obras selectas, t. I, op. cit., p. 77.
13 Ibíd.
14 Jorge Eliécer Gaitán, Escritos políticos, Bogotá, El Àncora Editores, 1985, p. 62.
15 Alvaro Tirado Mejía es uno de los historiadores que más insiste en esta hipótesis, véase su apologética obra sobre López en op. cit., p. 9.
16 Alfonso López Pumarejo, Obras selectas, op. cit., p. 79.
17 Por ello, es posible que se presenten coincidencias en personajes tan aparentemente opuestos como Alfonso López Pumarejo, Alfonso López Michelsen, César Gaviria, la dirigencia del M-19 y destacados intelectuales.
18 Alfonso López Pumarejo, op. cit., p. 262.
19 Alfonso López Michelsen, Luis Carlos Galán y Ernesto Samper en el liberalismo, y Alvaro Gómez Hurtado en el conservatismo. Es de anotar que personajes como Galán y Gómez Hurtado, antes Gaitán, coinciden en construir opciones al margen de los partidos tradicionales por creer que al interior de ellos no se entiende la política en términos modernos. No obstante, la dinámica del bipartidismo finalmente los absorbió.
20 Alfonso López Pumarejo, op. cit. Especialmente su discurso de posesión, pp. 111 y ss.
21 Laureano Gómez, Obras completas, t. IV, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1989, vol. 3, p. 28.
22 Laureano Gómez, Interrogantes sobre el progreso de Colombia. Conferencias dictadas en el teatro municipal de Bogotá, Bogotá, Editorial Revista Colombiana, 1929, p. 493.
23 Laureano Gómez, Comentarios a un régimen, Bogotá, Editorial Centro, 1935, p. 509.
24 Germán Arciniegas, El estudiante de la mesa redonda, Madrid, Juan Puello, 1932 y Los comuneros, Bogotá, Editorial ABC, 1938; César Uribe Piedrahita, Toá, Narraciones de caucherías, Manizales, Colombia A. Zapata, 1933.
25 Costa, No. 1, Cartagena, mayo de 1937. Revista dirigida por Jorge Artel.
26 Humanidad, Popayán, noviembre 14 de 1937, p. 1.
27 Ibíd.
28 “Nuestros propósitos”, en Revista Santandereana, No. 1, Pamplona, julio 4 de 1934, p. 3.
29 Revista Santandereana, No. 4, Pamplona, agosto 15 de 1934.
30 “Cómo labora el gobierno municipal”, en Costa, No. 1, Cartagena, mayo de 1937.
31 Revista Cultural, No. 13-15, t. II, Ibagué, septiembre-noviembre de 1935, pp. 33 y ss.
32 “Con la mujer”, en Costa, No. 1, Cartagena, mayo de 1937.
33 Hogar y Patria, No. 1, año I, Bogotá, enero 17 de 1935.
34 “Análisis de nuestra vida porteña”, en Costa, No. 1, Cartagena, mayo de 1937.
35 “Sobre ideas sociales”, en Costa, No. 2, Cartagena, junio de 1937. Las negrillas son del original.
36 “La lectura”, en Bibliotecas y Libros, No. 2, año I, Cali, mayo 1 de 1937, p. 1.
37 Atalaya, Μanizales, No. 8-12, diciembre 20 de 1936.
38 “Intelectuales y políticos. La inutilización intelectual por la política”, en Bibliotecas y Libros, No. 3, año I, Cali, junio 1 de 1937, pp. 4-6.
39 “Aspectos de nuestra poesía de clases”, Llama, No. 1, Cali, septiembre 18 de 1937, pp. 10 y ss. De una manera superficial, el tema de la novela social fue abordado en la revista del conservatorio del Tolima, Arte, No. 7-8, año I, Ibagué, pp. 230 y ss.
40 “La bohemia y la cultura popular”, en Atalaya, No. 8-12, Manizales, diciembre 20 de 1936.
41 “Los escritoresy la reacción”, en Atalaya, No. 31, Manizales, noviembre 13 de 1937.
42 “Panorama espiritual de Barranquilla”, en Costa, No. 2, Cartagena, junio de 1937.
43 Ibíd.
44 “Decadencia de nuestra cultura”, Panorama, No. 56, Pereira, diciembre 31 de 1938, p. 31.
45 Ibíd.
46 “Líricos de Colombia”, en Panorama, No. 56, Pereira, diciembre 31 de 1938, p. 83.
47 Sobre el destino trágico de las revistas culturales en Cali, véase el articulo “Vida, pasión y muerte de la revista en Cali”, en Llama No. 1, Cali, septiembre 18 de 1937, pp. 27-28.
48 Véase a manera de ejemplo la publicidad y la variedad de artículos de la revista Panorama No. 12, año II, Pereira, febrero 13 de 1937.
49 En la carta de protesta contra la determinación del gobierno español de exigir visa a los colombianos, se recurre nuevamente a la idea de la madre patria y la madrastra; lo cual es, desde todo punto de vista, lamentable.
50 Llamo, No. 1, Cali, septiembre 18 de 1937.
51 Llama, No. 4, Cali, noviembre 13 de 1937, publicó unos poemas de Luis Vidales y un articulo sobre su presencia en las letras nacionales.
52 Véase un listado de los estudios sobre la lengua en Gonzalo Sánchez, op. cit.
53 En México, las vanguardias literarias no sólo estimularon el nacimiento de formas poéticas sino que animaron permanentemente los debates sobre la función social de la literatura y el compromiso político del escritor. Véase Luis Mario Schneider, El estridentismo o una literatura de la estrategia, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1997; Guillermo Sheridan, Los contemporáneos ayer, México, Fondo de Cultura Económica, 1993.
54 Eduardo Zuleta Angel, en su apologética visión del lopismo, considera que la afirmación del conservatismo es totalmente falsa. Véase El presidente López, Medellín, Editorial Albón, 1966, p. 84 y Àlvaro Tirado Mejía, op. cit., p. 5.
55 Germán Arciniegas, La universidad colombiana. Proyecto de ley y exposición de motivos presentados a la Cámara de Representantes por Germán Arciniegas, Bogotá, Imprenta Nacional, 1932.
56 Para algunos artistas y fotógrafos Pan fue un espacio de crecimiento.
57 Las empresas a las cuales se les dio mayor publicidad bajo la forma de un artículo fueron: el Banco Agrícola Hipotecario, la Compañía Colombiana de Seguros de Vida y Max Factor; véase, por ejemplo, “Belleza e inteligencia”, en Pan, No. 17, Bogotá, noviembre de 1937, p. 164.
58 La revista publicó varios artículos de Erwin Kraus, miembro de la familia propietaria de una prestigiosa joyería, en los cuales éste contaba anécdotas de viajes por distintos lugares del país. Véase “Una exclusión al territorio Vásquez”, en Pan, No. 17, Bogotá, noviembre de 1937, pp. 105-110.
59 “Elegía a Nicolasa”, en Pan, No. 17, Bogotá, noviembre de 1937, pp. 111-112.
60 El articulo de Osorio Lizarazo, publicado en el número 17, tuvo una serie de críticas; entre ellas la de un lector de la ciudad de Santa Marta que rechazo la ingenuidad de Osorio Lizarazo al escribir sobre objetos tan insignificantes como las prendas de vestir. Véase “El correo de Pan”, en Pan, No. 20, Bogotá, marzo de 1938, p. 123. Osorio Lizarazo se hizo famoso en los años cincuenta por publicar una elogiosa semblanza de Rafael Leonidas Trujillo, La isla iluminada, pagada por el propio dictador.
61 A manera de ejemplo, véase el artículo de Gilberto Vieira sobre Gonzalo Ariza, a quien considera un pintor del arte popular revolucionario, en Pan, No. 7, Bogotá, febrero-abril de 1936, pp. 115-116. En el mismo número se publicó un artículo de Luis Vidales, pp. 126-130.
62 Sobre la reforma constitucional, véase “Cómo sigue la política en el parlamento”, en Pan, No. 6, Bogotá, enero de 1936, pp. 37-38.
63 Laureano Gómez, “Hitler y la enseñanza de Fichte”, en Revista Colombiana, No. 1, Bogotá, abril de 1933, pp. 5 y ss.
64 Véase a manera de ejemplo, Roque Pupo Villa, “Gil Robles”, en Revista Colombiana, No. 3, Bogotá, mayo de 1933, pp. 85-87.
65 “Revista colombiana”, en Revista Colombiana, No. 1, Bogotá, abril de 1933, p. 1.
66 Aquilino Villegas, “¿Por qué soy conservador?”, en Revista Colombiana, No. 1, Bogotá, abril de 1933, pp. 12-13.
67 Rafael Bernal Jiménez, “La reforma universitaria”, en Revista Colombiana, No. 5, Bogotá, junio de 1933, pp. 137 y ss.
68 Silvio Villegas, “La crisis constitucional del Estado colombiano”, en Revista Colombiana, No. 9, Bogotá, agosto de 1933, pp. 257 y ss.
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Intelectuales, Estado y Nación en Colombia
Ce livre est cité par
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Intelectuales, Estado y Nación en Colombia
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