Anexo 1. Un recorrido tortuoso
p. 297-309
Texte intégral
1En 1987, el Departamento de Investigaciones de la Universidad Central crea la línea de investigación sobre identidades culturales. Intenta aproximarlas desde los imaginarios colectivos. El primer módulo de la línea propone acercarse a la “Recepción de cine en Bogotá”. Partimos del siguiente algoritmo:
- Las identidades (en plural) de los colombianos no se conforman exclusivamente a partir de variables sociodemográficas ni de su inserción en unas coordenadas espaciotemporales.
- Los deseos, las creencias, las fantasías y todos los componentes simbólicos con los que a diario elaboramos la significación en nuestras vidas son la materia prima con la que construimos imaginarios (representaciones de lo real concreto). Y esos imaginarios tienen la potencialidad de conformar identidades culturales.
- Los imaginarios colectivos se pueden leer en la recepción de objetos culturales tales como el cine, la música, la moda.
2El primero que escogimos, por razones de competencia en el equipo, fue el cine. Nos interesaba responder a la prepregunta: ¿Qué hace la gente con las películas preferidas? ¿Cómo un sujeto espectador colombiano construye identidades a partir de las imágenes que proyecta en la pantalla? ¿Cuáles identidades?
3Entre las cinco películas preferidas por los bogotanos nos llamó especialmente la atención una, Terminator II, El juicio final, entre otras razones porque resultó ser la película preferida entre los espectadores más jóvenes (12 a 17 años). Su estudio nos hizo creer en la pertinencia de circunscribir nuestra indagación a comunidades culturales más específicas, ya no a “todos los receptores de un objeto cultural”. En ese momento consideramos que, al tiempo con nuestra investigación sobre el cine, podíamos trabajar sobre la recepción de la música rock y así entender quiénes la consumen y qué hacen con los imaginarios que produce. Subsistía la hipótesis según la cual los imaginarios que circulan a través de los objetos culturales tienen la capacidad de producir y reproducir múltiples identidades. Por otro lado, sin apartarnos de las concepciones existentes en el momento, también presumíamos que “la música rock vehicula y potencia identidades juveniles”. Considerábamos que a la comprensión de los jóvenes se podía acceder de manera privilegiada por este canal, y que las culturas juveniles urbanas podían articular símbolos, mitos y arquetipos expresados en relatos, leyendas, cuentos y otras formas —la musical, particularmente.
¿Qué significa tener 15 años en Bogotá?
4En los meses que transcurren entre la conclusión del primer módulo, en 1991, y el diseño y aprobación del nuevo —“El rock en las subculturas juveniles”—, en 1993, el equipo básico se compromete con el análisis semiótico de un conjunto de carteleras pintadas por cerca de 10 000 jóvenes de Bogotá. El objetivo era responder a la pregunta “¿Qué significa tener 15 años en Bogotá?”. Y sin haberlo previsto ni buscado, éste se convierte en el primer instrumento del nuevo proyecto investigativo. La lectura del corpus será el fruto de un procedimiento particular: inmersión en los iconos y, para guiar la lectura, la elaboración paralela de unas cuantas metáforas sugeridas por el mismo material analizado. Nos dejamos tocar por los dibujos, por las innumerables sugerencias y relaciones allí contenidas; y así, poco a poco, por las autorrepresentaciones, categorizaciones y tipologías que los autores de las carteleras, sin previo acuerdo ni consulta bibliográfica, habían elaborado para decirse.
5Se nos revela así un modo diferente de acercarse a un objeto de estudio. Y a partir de las representaciones de los jóvenes, el progresivo acercamiento a un universo cambiante que exige un constante proceso de adaptación y un tipo de estudio en el cual a medida que se precisa el contorno se imponen formas nuevas de abarcarlo, de mirarlo y de conocerlo. Hay que decir claramente que se mueve y cambia de forma. La tradición investigativa de definir y comprobar se pone a prueba en este extraño ir y venir. Sin embargo, en el semestre dedicado a hacer mapas y a intuir rutas por los laberintos de las 1 200 carteleras, descubrimos lo esencial: se trataba realmente de intentar comprender las culturas juveniles urbanas de Bogotá. Para ello nos tendríamos que valer de múltiples instrumentos que nos acercaran a facetas de su actuación incluso contradictorias. De entrada, nos quedó la constancia de la existencia de lógicas, sensibilidades y formas de vida que no eran visibles en la supuesta evidencia de las conductas de actores de carne y hueso. Y le apostamos a la búsqueda de una “intensidad” que cruzara el campo y que fuera capaz de revelar, en el cruce, toda la riqueza de las energías vitales: la cultura rock.
6Resulta útil hacer una breve descripción del evento para contarles cómo se llegó a las primeras formulaciones esclarecedoras. Cuando uno le pide a alguien que dibuje, no se está dirigiendo al plano de su conciencia. Y en el caso de los jóvenes, organizados en grupos de más o menos diez, en un ambiente lúdico y festivo, no se trataba de un requerimiento académico. Tampoco de responderle al adulto lo que él quería escuchar. Era más bien un ejercicio de expresión libre que los invitaba a formular mensajes cifrados en códigos cerrados. En consecuencia aparecen “mamarrachos”, caricaturas, eslóganes, collages, marcas y, sobre todo, una abrumadora cantidad de símbolos. Dos revelaciones fueron muy importantes en nuestra lectura, cada día más enriquecida por películas, lecturas y conciertos: 1) El peso inmenso que tiene la valoración estética del mundo en esta autorrepresentación; 2) La aparición de unas cuantas agrupaciones o colectividades cuyo perfil se precisa en sucesivas miradas: los gomelos, los metaleros, los nerdos, los ñeros y los raperos.
7La respuesta a la pregunta “¿Qué significa tener 15 años en Bogotá?” muestra a las claras que los jóvenes bogotanos tienen un saber y una forma de expresarlo que tipifican su “ser joven” y elaboran codificaciones para quienes quieran acercarse con ánimo curioso a su comprensión. La lectura de estas representaciones es tan válida como la de sujetos reales, de carne y hueso, en la medida en que su modo de verse implica una percepción válida y confiable. Quedaría por evaluar en qué medida la lectura interpretativa de los analistas, sin consultar personalmente a los autores de las carteleras, distorsiona el sentido de lo que ellos realmente quisieron decir.
“Están buscando algo...”
8La información que resultó del análisis de las carteleras suscitó el interés gracias a una versión audiovisual con fines educativos. En el momento de diseñar el material entendimos que era otro instrumento investigativo, que tenía su propia configuración y que servía para poner a prueba los resultados de la lectura de representaciones, es decir, que sería útil a la hora de verificar con actores sociales si había habido sesgos en la interpretación. Respetando el modelo usado con las carteleras y las tipologías inscritas en ellas, en la serie de tres capítulos se mezclan historias de vida de personajestipo de las principales agrupaciones; testimonios de otros actores sociales que funcionan como interlocutores de ellos; imágenes de archivo, de películas y de diseño gráfico, y comentarios didácticos que orientan la mirada de los espectadores adultos. Es una serie documental-testimonial que permite hacer una aproximación global a la nueva posición de los actores juveniles de Bogotá. La primera presentación de estos videos se realiza en un foro de educadores e instituciones juveniles el 20 de marzo de 1995. Ya desde entonces, las posiciones que definen la orientación básica de todo el trabajo investigativo son muy claras:
- El reconocimiento público de la diversidad —entendida ésta como riqueza— de las culturas juveniles urbanas.
- La expresión concreta de esas culturas a través de unos protagonistas que las encarnan sin reducirse a ellas y que las definen con sus actuaciones, posiciones éticas, estéticas, políticas.
- La propuesta de leer esas culturas desde capitales simbólicos puestos en la escena pública y en interacción con actores sociales diferentes.
9El efecto inmediato es la circulación de información pública acerca de dichos actores sociales en el escenario del país entero. Y a partir de estas imágenes, que aparecen como pruebas irrefutables de la emergencia y del protagonismo de las culturas juveniles, se inicia un nuevo proceso: la movilización de educadores, organizaciones juveniles y todos aquellos que de alguna manera se sienten aludidos —padres de familia, instituciones y, por supuesto, los jóvenes—. En síntesis, tuvimos unos aprendizajes utilísimos para la investigación, y una presencia pública que ubica el trabajo investigativo en otra coordenada: la interlocución con el Estado a través del Viceministerio de la Juventud.
La Feria del Libro
10El primer escenario en el que el video Están buscando algo se vuelve definitivamente público es el salón juvenil de la Feria del Libro (primera semana de mayo, 1995). En este espacio, durante una semana completa, desfiló una multitud de estudiantes que se sentaron en grupo y de manera informal a mirar, a comentar, a descansar. De la decoración del espacio hacían parte las carteleras de nuestro estudio y los símbolos que en éstas aparecían reiteradamente. Un animador presentaba a los estudiantes el material, interactuaba con los espectadores, los hacía conversar mientras les entregaba una breve encuesta relacionada con el video. Esta encuesta fue diligenciada con “frescura” por cerca de 700 estudiantes. El tema principal de la encuesta eran los símbolos juveniles.
11Más importantes fueron los comentarios y el autorreconocimiento. Anotemos, de paso, que sólo el salón de Artes Gráficas, lleno de jóvenes caricaturistas y de revistas juveniles (ACME, TNT, Agente Naranja, Zape Pelele), tuvo tanto éxito y acogida en esta población. La voz se corrió, y de los demás pabellones llegaban escapados aquellos que tenían algo que ver con los gomelos, metaleros, nerdos, ñeros o raperos. Seguir el ritual, antes de entrar, era importante: mirar bien símbolo por símbolo, interpretarlos, crear anécdotas, contar secretos, ingresar a la carpa, acercarse curiosamente a las carteleras, tirarse al suelo encima de los almohadones, hacer corrillo con los amigos (as). Y cuando el ambiente era rico —a pesar de la presencia de adultos o maestros—, abandonarse a las imágenes y a los sonidos, a las críticas y a las sorpresas, a la presencia de seres conocidos, diferentes, extraños habitantes de un mundo nunca visto en las pantallas.
12Convertir un documento —el video— en información pública fue fundamental para este proyecto: la colectivización del saber inicialmente adquirido se ha ido enriqueciendo con los permanentes intercambios y la confrontación con los actores representados primero en las carteleras, luego en el video y más tarde en las escrituras de los investigadores.
Festival “Rock al Parque”
13Siempre consideramos obligado el encuentro cara a cara con los miembros de las culturas juveniles y, más concretamente, pensando en la orientación inicial del estudio, el encuentro con los jóvenes rockeros en sus escenarios de consumo. Del 26 al 29 de mayo de 1995 se realiza, en cuatro grandes escenarios de Bogotá, el I Festival “Rock al Parque”, el primero en su género, organizado por el Instituto Distrital de Recreación y Cultura. Se presentan para ser seleccionadas cerca de 140 bandas de todos los géneros y estilos; clasifican 35. En jornadas maratónicas se escuchan una tras otra, en un extraño coctel que permite la alternancia de los inaceptablemente opuestos, de las fusiones raras, de los experimentos, de los consagrados y de los inexpertos. El evento se destaca por la excelente organización, por la buena calidad musical, la gran afluencia de público y la difusión que obtiene a través de los medios (le consagran el número 102 de la revista Cambio 16, la cadena 3 de la televisión estatal difunde diariamente resúmenes de lo ocurrido en cada escenario; la Radio Joven de Inravisión transmite en vivo y en directo largos apartes). Y, en nuestro parecer, el evento sobresalió también por la actitud respetuosa del público en medio de un “pogo”, delirante por momentos, en el que afloraban todas las energías contenidas.
14Aprovechando el Festival, y entre canción y canción, un grupo de encuestadores practicó cerca de 500 interrogatorios, en muchos casos casi clandestinos, acerca de las preferencias musicales del público y los escenarios de consumo. La simple experiencia de recoger la información en los conciertos nos ponía de frente a jóvenes que, fuera de la casa y el colegio, ataviados con sus galas tribales y haciendo parte de los “combos”, compartían los secretos de la secta y el código simbólico de la música rock.
La base de datos
15Las preinscripciones de las bandas para el festival “Rock al Parque” se diligencian en una ficha en la que se describen detalladamente las características históricas, técnicas y musicales de cada grupo. Sin haberlo planeado, estas fichas se convirtieron en una especie de censo de bandas de rock bogotanas que contenían muy rica información para otra aproximación al fenómeno.
16Además de los tópicos mencionados, es ilustrativo el acercamiento a la geografía cultural del rock, a la apropiación local de los géneros, a las configuraciones típicas de las bandas, a las canciones que proponen para su eventual presentación en público, al exótico mundo de los rockeros-rockeros. La creación de una base de datos con toda esta información resultó ser un instrumento de lo más útil para leer contemporáneamente la cultura rock y hacer análisis comparativos con el rock nacional de la vieja guardia, con sus imaginarios y con sus mitologías, con las formas como hoy cantan y las propuestas éticas, estéticas y sociopolíticas que agencian. La base de datos se convierte también en una herramienta para diseñar una red nacional de bandas de rock. Y a través de la red, se tendría acceso a canales de comunicación y a formas de memoria que el país desconoce y desprecia.
La encuesta en colegios
17El instrumento más trabajado en su diseño, aplicación, análisis e interpretación fue la encuesta que se realizó entre los colegios de Bogotá. Con toda la información recopilada, antes de junio de 1995 se verificaron y se sometieron a prueba algunas hipótesis que desde el ángulo de la cultura ya se delineaban de una manera interesante y cada vez más preprecisa:
- Ubicación sociodemográfica aproximada de las culturas juveniles de Bogotá.
- Distribución de gustos y preferencias relacionados con objetos culturales de amplio consumo.
- Coincidencias y divergencias entre el ser y el parecer.
- Lecturas de la relación entre el plano de la conciencia y el plano de lo simbólico-imaginario.
- Cotejo de la información referida a mapa cultural, árbol de géneros del rock y relación con símbolos.
- Opinión primaria acerca de tópicos que ordenan ciertos universos de sentido.
18El indagar sobre un tema a través de una encuesta que se realiza en el aula de clase supone evidentes limitaciones: el contexto institucional, la referencia a la prueba académica, la probable identificación del encuestado. Todo ello nos indujo a diseñar una encuesta muy juvenil y lúdica, con un lenguaje similar al verbo-icónico de los comics. Así, creíamos, se contrarrestarían los efectos anteriormente enunciados. Las pruebas confirmaron que al entrar en contacto con el objeto se creaba una atmósfera conviviente. La encuesta se llevó a cabo en junio y julio de 1995 en diversos colegios y universidades representativos de todas las variables que nos interesaba cubrir.
19La mayor dificultad la encontramos cuando se hizo necesario, en sucesivas oportunidades, recodificar la información capturada inicialmente en 920 encuestas. El análisis descriptivo resulta a todas luces insuficiente, razón por la cual nos vemos obligados a poner la estadística al servicio de una lectura cultural que requería un manejo creativo de los datos y, en consecuencia, una cierta innovación y dosis de audacia para elaborar la información. Es decir, como no se trataba de producir perfiles estadísticos de sujetos que pudieran caber en tipologías previamente elaboradas, sino de observar campos culturales flexibles y móviles, las múltiples respuestas nos permitió observar, por ejemplo, las tendencias de agrupación y desagregación que no eran estáticas ni tenían un contorno definido. Así, la encuesta nos llevó a descubrir la relación existente entre culturas juveniles y a entender que el sentido y el sinsentido estaban presentes en ellas y se hacían evidentes en las fusiones y contradicciones. Parte de este análisis se publicó en el libro Viviendo a toda. Jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades, el cual recogía las memorias del seminario internacional “¿Qué sabemos de los jóvenes? Estado del arte de la investigación sobre Juventud”, organizado por el Departamento de Investigaciones de la Universidad Central en septiembre de 1996, y en aras de socializar la investigación.
20El trabajo de interpretación de los sondeos y encuestas se prestaría para una amplísima indagación. En nuestro parecer, el apoyo de los datos en este estudio, más que probar, niega las aproximaciones tradicionales a la prueba de hipótesis. Y al no tener una posición central sino apenas aleatoria, al no ser más que una pieza del rompecabezas, nos deja en plena libertad de usar solamente los elementos que apoyan nuestra línea de pensamiento, haciendo la prueba honesta de poner a su lado los que van en dirección contraria y merecen refinamiento o nuevas herramientas.
Las entrevistas en profundidad
21Paralelamente a la aplicación y análisis de la encuesta en colegios, llevamos a cabo una serie de entrevistas en profundidad a expertos de la cultura rock. Consideramos que era importante explorar los siguientes aspectos:
- Las revistas y publicaciones especializadas.
- La historia del rock local y nacional.
- El rock en la coyuntura sociopolítica nacional y mundial.
- Las nuevas tendencias del rock (el cristiano, por ejemplo).
- El rock en las radios especializadas.
22Los personajes entrevistados (el Colectivo Inconsciente de la UN Radio, Gustavo Arenas —el Dr. Rock—, Jorge Latorre, Jorge León Pineda —ex baterista de la banda La Pestilencia convertido a una iglesia cristiana—, Eduardo Arias, Ricardo Corredor, los editores de las revistas Disidencia, ACME, entre otros) son, cada uno en su tema, testimonios vivos de una forma de vida que se desarrolla profundamente en todos los ámbitos de la cultura y expresiones de una riqueza palpable. Indudablemente los expertos son quienes nos muestran el acceso a niveles desconocidos de saberes no muy socializados y a claves de comprensión que circulan entre fanáticos o militantes. Lo más interesante es poner estos testimonios frente a las tendencias mayoritarias expresadas en los demás instrumentos por los jóvenes “comunes y corrientes”.
Observación etnográfica
23Al evaluar la experiencia de nuestro primer módulo en la línea de las identidades culturales, concluimos que hacía falta un punto de vista que contrastara en el juego de las interdisciplinariedades y nos abriera la puerta a nuevas posibilidades de comprensión dentro del campo de las interpretaciones de la cultura. Consideramos que el etnográfico era el más adecuado, pues la observación de los sujetos reales que encontraríamos en bares, discotecas y conciertos requería de la epistemología y la competencia de antropólogos urbanos. En ese momento desconocíamos por completo las articulaciones que resultarían del cruce con la semiótica, la hermenéutica o la estética contemporáneas. Y, por supuesto, dada nuestra ignorancia en el campo antropológico, no estábamos enterados de la existencia de corrientes críticas de la etnografía clásica.
24Las posiciones metodológicas de los antropólogos convencionales se mueven de unos límites precisos hacia una etnografía flexible y variada, de una sobrevaloración del trabajo de campo a prácticas capaces de relacionar discursos diversos entre espacios diversos, de un foco único de observación a la valoración de múltiples perspectivas no consideradas subalternas.
25El equipo básico del primer módulo —análisis de recepción de cine— se amplió para recibir el aporte disciplinario de la antropología: la observación etnográfica de los jóvenes en los escenarios de consumo del rock —tabernas, discotecas y conciertos—.
26En el avance progresivo aprendimos que el Círculo de Rice (Departamento de Antropología de la Universidad de Rice, Houston, ee uu) venía innovando desde mediados de los años ochenta respecto a la descripción y análisis de sujetos, pueblos y culturas locales: se había pasado de una actitud colonialista, de observación localizada y focalizada en espacios y situaciones precisos, a otra que abría la posibilidad de examinar la circulación de significaciones, objetos e identidades culturales en territorios y tiempos virtuales. Había incorporado, así, teorías de mayor amplitud conceptual y narrativas ligadas a contextos subjetivos.
27En esta experiencia también queda constancia de la enorme distancia que media entre dos formas de aproximarse al objeto y de la extrema dificultad para hacer una auténtica ínter o transdisciplinariedad. La divergencia afirma más aún la diversidad de miradas —ni unitarias ni coherentes— acerca de la dimensión cultural.
En el nuevo milenio (años después)
28No podemos decir que la investigación concluye del todo en 1997. El trabajo, que tiene la suerte de abrir brechas en el tratamiento de la temática, desbordó desde su inicio los marcos de la academia y de la comunidad científica, para convertirse en elemento novedoso para la intervención social con jóvenes y en una importante fuente de confrontación para el diseño de políticas públicas y de formas de comunicación con sus protagonistas, reivindicados en su calidad de actores estratégicos del desarrollo. La dinámica social de los últimos cinco años impone asimilar la constante transformación del objeto si queremos presentar públicamente la versión final del trabajo.
29Paralelamente, la situación de los jóvenes en la realidad del país, su inserción en los acelerados cambios de la revolución telemática, y los nuevos trabajos de investigación que dialogan con el nuestro, han reconfigurado el escenario en el que se pueden leer las intuiciones fundamentales del estudio. Vale la pena decir que dichas intuiciones, relacionadas con nuevas sensibilidades vistas desde la dimensión cultural, y con abordajes a la población juvenil desde otras perspectivas y que tienen en cuenta el reconocimiento de los mismos actores para potenciarlas en el espacio público, continúan vigentes y se perfilan como fundamentales en la adecuada comprensión de las culturas juveniles.
30Este libro, escrito y re-escrito en múltiples versiones, cada una de ellas exploratoria y en refacción, nos ha demostrado que el conocimiento acerca de las culturas juveniles —particularmente las locales— es incipiente; que no hemos sido capaces de elaborar un pensamiento crítico ni interpretaciones con criterio y fundamento. No es difícil encontrar escritos que dan cuenta de “tribus juveniles” recién descubiertas o que reciclan con ligereza discursos de las escuelas británicas y norteamericanas de los años setenta. Creemos que hace falta un esfuerzo mucho más riguroso, acudir a las fuentes históricas, definir un basamento epistemológico y cimientos conceptuales sólidos, tomar distancia de los lugares comunes y de las lecturas prejuiciadas, y al mismo tiempo proponerse una observación detallada, cercana, precisa y de tiempos largos, que permita observar el fenómeno de la mutación en unos grupos cuya constante es precisamente la mutación, acelerada tal vez por fenómenos derivados de la “sociedad red” articulada a internet.
31Obviamente existe información acerca del fenómeno: son innumerables los diagnósticos y acopios masivos de datos de las instituciones del Estado, de aquellas que trabajan con jóvenes y de las mismas organizaciones juveniles. Sin embargo, la producción de conocimiento requiere de categorías para leer e interpretar los datos, de estructuras coherentes que permitan hacer preguntas iluminadoras, y de apuestas sugerentes para ir más allá en perspectivas inexploradas que abran el campo a las comprensiones transversales. En este sentido es necesario buscar la sabiduría de los creadores de las culturas —no sólo de los fundadores— para renovar totalmente los accesos conocidos.
32Vamos a decir, concluido provisionalmente este trabajo, que aún no tenemos “conocimiento” de las culturas juveniles. Llegar allí nos parece, a medida que avanzamos, un horizonte muy lejano. Trataremos de formular algunos interrogantes de mayor alcance, trataremos de acercarnos con nuevos enfoques, trataremos de reconocer vías para aproximarlas... Pero, sólo eso. Ni siquiera podemos decir que tenemos elementos de juicio para hablar con suficiente profundidad de una de las culturas juveniles. Este reconocimiento es esencial para decir que el objeto trabajado es realmente excesivo, dinámico (incesantemente móvil) y complejo. En consecuencia, dar cuenta del mismo es un desafio que aún no hemos podido afrontar plenamente: los ensayos realizados son aún fragmentarios, atravesados por líneas disciplinarias, alimentados por críticas a los avances.
33Por ahora, ofrecemos una clave fundamental, hilo con el que está construido este trabajo: las culturas juveniles, leídas en tanto agenciamientos colectivos de autocreación tanto de sí mismos como de formas de vida y de propuestas creativas, y básicamente a través de la música. En consecuencia, la dimensión estética es fundamental en la aproximación a las mismas. No se tratará, pues, de mirarlas desde el ángulo de las identidades, es decir, desde el supuesto de estilos consolidados y estables, o de modas pasajeras y caprichosamente cambiantes. Tampoco en términos de organizaciones políticas que lideran frentes de oposición al sistema; ni de instituciones que funcionan con la lógica de la significación lingüística: nos interesa mucho más apostar por la singularidad de las subjetividades en construcción.
34Pararse en esta clave para mirar desde ahí, sin pretensiones de abarcar la totalidad, es un ejercicio exigente lleno de trampas: no contamos con precedentes porque a primera vista parecen sólo manifestaciones marginales de excéntricas minorías sin interés; porque el aparato conceptual aplicado a asuntos de frontera no produce réditos a corto plazo. Cada cultura se hace a sí misma, se hace aquí y ahora, se modifica a cada momento, se construye y se deconstruye a un ritmo que no se puede seguir desde fuera ni con prejuicios (académicos o adultos). Entonces, el desafío consiste en captar esas mutaciones vitales, en nombrarlas desde el punto de vista de sus protagonistas, en darles forma en un estilo de escritura que recoja prioritariamente los testimonios de los propios miembros de las culturas, limpiando el texto de cualquier comentario inútil, aun cuando éste sea retóricamente atractivo.
35El equipo de investigación que documentó las culturas juveniles de Guayaquil —Ecuador— narra que en esa ciudad sólo existe “un gótico”. En la tradición investigativa, un caso único no amerita la atención más que por su rareza. Pero las culturas juveniles no son fenómenos masivos. Revelan la tendencia que adopta la cresta de la ola que avanza en la vanguardia. Y eso es suficiente.
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