Los lugares del rito
p. 47-92
Texte intégral
1El camino que traza la normalización para la emergencia del ser tiene su particularidad en la especificidad de lo que somos. Por un lado, la familia deviene agente de la producción social, constituyendo así la pertenencia. Por otro, el deseo de ser deviene consumo cuando ocupa ciertas posiciones que la circulación del dinero le determina: ser padre, ser madre, ser hijo. Orientaciones distintas del deseo que delimitan las formas en las que los sujetos pueden ser.
2¿Cuáles son entonces los procedimientos de constitución, mantenimiento y transformación de los sujetos, que el camino del deseo en su conjunción con la producción, traza en nuestra singularidad familiar?
LA MAYORÍA DE EDAD EN LOS TATARABUELOS Y BISABUELOS MÁS RICOS
3Los tatarabuelos y bisabuelos más ricos vinculan la condición de ser con la pertenencia a la clase, a través de una serie de obligaciones que delimitan funciones para los hombres, las mujeres y los niños.
4Ser hijo o ser hija se asocia con la ingobernabilidad de las pasiones. El cuidado del niño se dirige al dominio de la pasión por la razón, requisito de la felicidad, la cual se constituye en la finalidad de la clase. Para asegurarle el camino a la felicidad, los niños son sometidos a técnicas rigurosas que se orientan al control de cada una de las acciones, moldeándolas de acuerdo con una serie de reglas minuciosas sobre las buenas maneras92. En la consecución de este propósito la clase hace partícipe a la escuela, determinándole parámetros que garanticen el cumplimiento de las reglas por ella estipuladas. La pertenencia de la escuela a la clase, condición de la buena educación de los hijos, queda entonces establecida al atribuírsele como propósito la educación en la racionalidad:
[...] los niños éramos educados en colegios de mejor calidad, donde a las mujeres, a las que nos mandaban internas al colegio de María, pues preferían los colegios de monjas para gente acomodada, nos enseñaban buenos modales, sabíamos bordar, tupir, todas esas cosas, recibíamos clases de piano y de pintura, por la noche nos dedicábamos a pintar, a coser o a hacer visita [...]93
5En conjunción con la escuela la clase hace uso de la religión a través de la moral. La felicidad se moraliza justificando con ello los mecanismos para alcanzarla. La moral obedece a un conjunto de prácticas que se orientan a la imposición de un camino para la expresión de la pasión, direccionado a la adquisición de la razón:
[...] Eramos tan sanos que en el colegio distorsionaban los hechos de la historia: Bolívar hizo un juramento cuando murió su esposa, tenía veinte años él, nunca en la vida volvió a tener una mujer para nada, Manuelita Saénz nunca existió... nos educaban con muchas precauciones para que no se nos ocurrieran malos pensamientos, casi ni nos dejaban hablar, mucho menos gritar o llorar. Los hermanos no podíamos pelearnos entre nosotros y si lo hacíamos era siempre a escondidas de nuestros padres. Mi madre era muy rígida en todos esos asuntos [...]94
6Es a la madre a quien se le atribuye la función de moralizar a la familia, al imponer una serie de prácticas que deben ser seguidas por los niños y las niñas, de las cuales quedan excentos los hombres al alcanzar la mayoría de edad. Las mujeres de la clase siempre permanecen bajo su regencia.
7La racionalización incluye también un conjunto de formas que deben ser seguidas y que constituyen la cotidianidad, compuesto de rituales que diferencian los ritmos de la temporalidad familiar. Desde el nacimiento hasta la muerte, los rituales delimitan las distintas etapas por las que el sujeto puede circular en sus variadas transformaciones, estableciendo un pasaje al atribuir una edad y diferenciando gradualmente al sujeto que accede a ella:
[...] Los bautizos se hacían a los 8 días de nacido el niño, porque él no era un cualquiera. No por fanatismo. La fiesta era con padrinos, ponqué, regalos, los padrinos eran familiares para no poner pereque a extraños... En vacaciones nos llevaban a las fincas, a mi me gustaban los caballos, traerlos a las pesebreras, montarlos. Allí iba mucha gente, amistades. Los domingos íbamos en familia a la misa... La Navidad era preciosa, apostábamos aguinaldos y para ganarlos nos disfrazábamos [...]95
8Algo similar ocurre con la distribución de los ritmos del día. Ellos no solamente diferencian las funciones cotidianas. Al establecer formas específicas para cada acción, el vestir, el comer, el aseo, el rezo, la vida cotidiana se transforma en una estética de la acción que particulariza a los sujetos que forman parte de ella:
[...] nos levantaban muy temprano, por ahí a las 8 de la mañana, todos al tiempo a hacer cola para el baño. Los rituales de la mesa eran sagrados, a los más pequeños se les tenía fuera de la mesa hasta determinada edad, en la que accedían al puesto fijo. Había una cantidad de detalles para vestir la mesa, nunca se veía una mesa mal puesta, mantel almidonado con servilletas de tela, las copas de agua, los cubiertos muy elaborados... Al anochecer los niños más grandes rezábamos el rosario con mamá. Papá a veces nos acompañaba [...]96
9Las actividades resultan moldeadas de antemano, creándose condiciones especiales para cumplirlas. Los sujetos para acceder a ellas deben tener una cierta edad y portar además un saber que gradualmente los hace capaces del control racional de la emoción. La proliferación de formas ritualizadas y de reglas llena paulatinamente todos los espacios de la vida, sin dejar margen alguno para la expresión de la emoción espontánea. El resultado es el sereno control de las emociones, que da cuenta de la felicidad y, con ella, del paso a la mayoría de edad.
10Este paso está destinado solamente a los hombres. Las mujeres continúan siendo minoría de edad al suponerse que el control de las emociones en ellas no se logra completamente. Por esta razón existen diferencias en las acciones orientadas al control de la emoción en los hombres y en las mujeres de la clase. Ellas se hacen visibles en la educación impartida por los colegios, donde a las mujeres se les atribuye un saber orientado a la perfección de las tareas domésticas que debe incluir el manejo de todas las formas que se requieren para la ritualización. Ello las dota de una estrategia que, mediante acciones privadas, garantiza la instalación del hombre en el terreno de lo público y, al mismo tiempo, las restringe al dominio privado. Esta estrategia asegura las condiciones que hacen posible el paso a la mayoría de edad de los hombres, al delegar en la mujer la educación de los hijos, siguiendo los requerimientos de la clase.
11Las diferencias también se hacen visibles en el circuito del dinero. Las mujeres en su condición de minoría de edad no son aptas para la posesión e intercambio legal de los bienes, asegurando su dependencia económica con relación al hombre. Ellas sólo son aptas para la administración privada del dinero, cuyo control es responsabilidad del hombre. Su función en la economía doméstica es propender por el cuidado de los bienes, participando así de su mantenimiento:
[...] las mujeres teníamos pocos espacios y algunas nos conformábamos con ellos, nos educaban para ser esposas única y exclusivamente... a pesar de que la casa era muy abierta, muy dada a la gente, el machismo era una cosa muy marcada, no tanto porque mi papá lo usara, sino porque a las mujeres nos relegaban de las conversaciones intelectuales, resultaba que nosotros veníamos siendo personas como menos, a pesar de que nos inculcaron muchísimo la preparación, la lectura y la honestidad, era a los hombres a los que les enseñaban el manejo del dinero, pues las mujeres teníamos que vivir de los hombres [...]97
12Acceder a la mayoría de edad implica, para los hombres, una serie de condiciones que se relacionan con la adquisición de saberes especializados. Éstos se orientan hacía el dominio de lo público para el ejercicio de una de las profesiones liberales o para el manejo diestro de los bienes. Su acceso requiere el paso por instituciones calificadas, propias de la clase, que deben garantizar el acercamiento al saber racional como herramienta para la acción. No solamente se educa para el control de la pasión a través de los rituales. A los hombres se les otorga la razón mediante el conocimiento:
[...] mi padre y mis tíos eran personas cultas. Fueron a estudiar a Europa, a Norte América, estudiaron abogacía, medicina, ingeniería, carreras que consideraban propias de su rango [...]98
13El ejercicio de la política implica una nueva condición, referida al saber, que garantice tanto el mantenimiento de la clase como el establecimiento de los mecanismos para el gobierno de otros. Saber que, impartido desde la escuela, dota al hombre de herramientas que le posibilitan el dominio de sí en circunstancias propias de lo público al acceder al manejo de las artimañas de la razón. La combinación de la habilidad racional en el manejo de lo público y del saber especializado, abre el camino a la participación política:
[...] prefería ir al San Bartolomé que al Rosario, por ir al Congreso, ya que yo deliraba oyendo a los parlamentarios, los conservadores organizamos huelgas en el colegio de los jesuítas [...]99
14De esta manera, la mayoría de edad resulta asociada con la gobemabilidad de sí y de los otros. Su acceso supone un entrenamiento particular detentado por la clase. Como si en nuestra especificidad existiera una forma de nobleza con características similares a las reales. Por lo menos es éste el modelo seguido por los ricos a principios del siglo que persigue asegurar la posesión de los bienes, determinando una distancia con otras capas a través de un saber y de un actuar que los singulariza y los convierte en un segmento diferenciado del socius: la clase.
LA MAYORÍA DE EDAD EN LOS TATARABUELOS Y BISABUELOS MÁS POBRES
15Las otras capas del socius, en las generaciones de los tatarabuelos y bisabuelos, tienen mecanismos propios para el acceso a la mayoría de edad, manteniendo la distancia con la clase, pero diferenciándose unas de otras. Los estratos bajos, insertos exclusivamente en el trabajo, no diferencian su cotidianidad de la organización que la actividad productiva les impone. Todos trabajan, sin que aparezcan diferencias explícitas en la función de proveer, al ser propia de cada uno de sus miembros:
[...] todos trabajábamos, se trabajaba la caña, el café, se compraba y se vendía maíz, frijol, todo se vendía en el mercado del pueblo [...]100
16En lo que respecta a la posesión del dinero, existen variaciones: ambos padres administran tanto el trabajo como el dinero de los hijos en los casos en que estos últimos lo reciban, lo que solamente ocurre con los hijos hombres a quienes de todas maneras se les condiciona el gasto:
[...] mi papá le daba a los hijos varones un porcentaje de la venta, a nosotras las hijas nos tenía que vestir la parentela porque no nos daban plata por los trabajos que hacíamos, claro que él se enojaba mucho cuando mis hermanos se gastaban el dinero en la cantina [...]101
17Aunque los dos trabajan, la mujer debe destinar el dinero exclusivamente a la provisión familiar, mientras que el hombre puede hacer un uso del dinero en circuitos diferentes a aquél de la provisión. Su uso se asocia con actividades que permiten la expresión de la pasión:
[...] mi papá a veces nos daba para la comida, pero como era tan vicioso, el poco dinero que ganaba lo gastaba en eso [...]102
18El trabajo goza de cierta especialización: el de la tierra es común a todos y su usufructo está destinado a la sobrevivencia. Para cubrir otras necesidades, las mujeres al trabajo de la tierra agregan otro que requiere de un saber particular, asociado con su frmción doméstica. Labores propias del cuidado se convierten en actividades remuneradas al sacarlas del dominio familiar:
[...] mamá era panadera y con eso se conseguía la plata para la ropa, para la casa, el trabajo de la tierra no bastaba para poder comprar y el dinero para lo que no era comida siempre provenía de lo que mamá hacía por ahí [...]103
19Ligada solamente con la condición de hombre, la mayoría de edad permite hacer cierto uso particular del dinero y del tiempo. En contraste con los más ricos, que relacionan esta condición con el control de las pasiones para alcanzar la felicidad, la mayoría de edad de los más pobres permite la expresión de la pasión, bajo dos requerimientos: liberación del trabajo y posesión del dinero. Se constituye un espacio de expresión de la pasión circunscrito al tiempo y a los lugares de descanso, en el cual los hombres transforman el dinero en goce. Transformación que sitúa al hombre en el dominio de lo público, caracterizado por ser un espacio de complicidad, específicamente masculino, en el cual la emoción queda liberada de toda regulación, siendo su manifestación espontánea:
[...] pues como trabajaban como burros, no se emborrachaban sino los domingos, iban a las cantinas y apostaban, a veces volvían sin un peso y con semejante montón de hijos pa alimentar [...]104
20La mujer y los hijos en su condición de minoría de edad son ajenos a los dos requerimientos del goce. Están sujetos exclusivamente al trabajo, lo que junto con la religión, constituye lo privado. La mujer tiene como función, además del trabajo de la tierra, el cuidado de los miembros de la familia, que al ser trasmitida sólo a las hijas, separa a los hombres de la vida doméstica. La educación de los hijos se orienta especialmente a su entrenamiento para el trabajo y, dependiendo del género, es responsabilidad del padre o de la madre:
[...] por ahí a los cinco años ya nos tocaba ir con un azadón, mi papá nos enseñaba a desyerbar, a sembrar, a recoger [...]105
21Eje de la cotidianidad de la casa, el trabajo atribuye funciones a las mujeres, a los niños, a los hombres, a los animales, que se encadenan entre sí para este único fin. No existen jerarquías sino una distribución horizontal que asegura que cada cual cumpla con su labor, en una secuencia ordenada. Los ritmos de la casa en conjunción con los del trabajo, constituyen una apariencia de unidad en la que todo y todos se mezclan:
[...] nos levantábamos a las cuatro de la mañana para cargar el agua loma arriba [...] mamá veía los animales, le llevaba el alimento a papá, [...] las mujeres cocinaban con ayuda de las niñas, los niños ayudábamos a los jornaleros, [...] comíamos a la mano, cada uno cogía su plato porque no había mesa para comer...; las casas no tenían muebles, por la noche mamá y nosotros rezábamos de rodillas el rosario y después a dormir... Dormíamos tres, cuatro, cinco y los que hubieran en una pieza donde ponían los cueros... Allí también estaban los animales y el grano que se guardaba para la venta [...]106
22Al interior de la vida cotidiana, la religión se introduce como un elemento extraño al trabajo, marcando diferencias en la apariencia de unidad familiar. Esta práctica atribuye la función de transmisión y adquisición de la moral religiosa especialmente a las mujeres y a los niños. Al estar la mujer obligada al cuidado de los hijos, se la somete al ejercicio cotidiano de la práctica religiosa, pues ésta forma parte de la educación. Ello la determina como la portadora de la moral religiosa en la familia. Lo que aparece como el límite al trabajo dentro de la cotidianidad familiar está ocupado por rituales religiosos que ligan de una manera distinta a la del trába jo, a los miembros de la familia detentores de la condición de minoría de edad.
23La religión también gobierna las distintas etapas de la vida. A diferencia de los más ricos donde cada una de las etapas debe marcar rigurosamente el camino del control de la pasión, para los más pobres, los rituales religiosos son la ocasión de su expresión. En estas circunstancias el espacio de lo público es accesible a todos, incluidos los que tiene la condición de minoría de edad, pero direccionando la acción de manera distinta según el género. Las mujeres deben crear las condiciones que hagan posible la expresión de la pasión de los hombres, a la vez que deben restringir su propia expresión, orientando también la acción de los niños. A la mujer le corresponde cumplir con los requerimientos de la fiesta y al hombre, gozarla:
[...] llevábamos a bautizar a los niños al pueblo, ese día era de fiesta y preparábamos buen almuerzo con gallina y a tomar guarapo, pa atender a los compadres... Los rosarios de la nochebuena y pascua eran muy lindos, allí matábamos pollo y se hacía un almuerzo especial, se echaba pólvora... La semana santa eso si muy culta, vigilia a pan y agua, con qué devoción entrábamos a la iglesia con las manos puestas. Después de las ceremonias comenzaba la fiesta, la tomata, los bailes [...]107
24Al introducirse como un límite exterior a la aparente unidad familiar, la escuela entra en confrontación con los fines que el trabajo determina para la educación de los hijos. Ello restringe su acción en la familia: los niños son enviados a ésta con la única finalidad de que aprendan a firmar, dando paso a las condiciones de posibilidad que requiere el Estado para determinar legalmente la calidad de sujeto de derecho político, propia de los hombres adultos. La escuela dota a los hombres de un saber que les permite participar de la acción política circunscrita al voto y al acceso legal a la posesión de bienes:
[...] éramos mandados por nuestros hermanos mayores, eso sí cada tercer día y sólo por un año, allí nos enseñaban a escribir el nombre [...]108
25En contraste, al no existir la relación entre escuela y ciudadanía para las niñas, ésta no ejecuta papel alguno, siendo únicamente posicionada, por la familia, en su carácter de confrontación con el trabajo. Así el acceso a la escuela para la niña se asocia con el tiempo que el trabajo determina como disponible:
[...] nos tocó matricularnos a escondidas en la escuela radiofónica porque se consideraba que las mujeres sólo servían para trabajar [...]109
26La condición de sujeto de derecho de los hombres los liga con otro espacio de lo público: la política. Circunscrita al voto, a través de ella se da un mecanismo por el cual la mayoría de edad de los hombres más pobres es empleada en beneficio de la clase. La votación se constituye en un acto orientado a otorgar a la clase la administración del poder, a mantener las prerrogativas de los grandes propietarios de la tierra y, a conectar al siervo o al jornalero con el patrón, mediante una relación acreedor-deudor. Instaurándose así en una condición de minoría de edad frente a la clase, los más pobres le conceden su derecho de elección y con ello una de las condiciones de sujeto de derecho:
[...] los patronos que eran los gamonales del pueblo, los dueños de las fincas, nos decían vamos a votar por fulano de tal para tesorero... El día de votar los gamonales si hacían fiestas con uno y había que hacerles caso y votar por el que él dijera, pues de pronto lo tenían a uno en cuenta para hacerle pegar su tanda o matarlo por desobedecer... ellos nos hacían favores cuando les obedecíamos110.
27Propia de los hombres, la mayoría de edad les posibilita gobernar a sus mujeres e hijos en ámbitos circunscritos a la posesión de dinero, de tiempo y de ciudadanía, restringiendo su acción al goce y a la vida privada. En otros ámbitos, el hombre es menor de edad y, por ello, sujeto al gobierno de otros.
LA MAYORÍA DE EDAD EN LOS TATARABUELOS Y BISABUELOS MENOS POBRES
28Al igual que con los más ricos y los más pobres, la mayoría de edad de los tatarabuelos y los bisabuelos menos pobres es asunto del hombre. Ésta se manifiesta en el gobierno privado de la familia e instaura funciones diferenciadas en los hombres, las mujeres y los niños.
29Proveer a la familia es propio de los hombres adultos, a través de una forma del trabajo que la particulariza al cohesionarla en tomo a un oficio, que supone formas de saber específicas transmisibles entre los miembros, mediante su participación en el trabajo. Se opera una jerarquización111 que atribuye al padre la dirección del trabajo y lo instala en una posición de mando; la mujer ejerce una función de representación del padre, asegurando con ello su propia subordinación y la de los hijos, al mandato:
[...] mi padre era artesano, trabajaba la madera, aserrando, cortando, puliendo. Mi madre era también artesana y a nosotros nos ensañaron el oficio... Mi mamá no desacataba lo que mi papá decía. Ella siempre acataba y nos daba a nosotros las órdenes... era muy bravo, muy bueno mi papá, siempre se hacía lo que él decía [...]112
30Posiciones diferenciadas, determinadas por la jerarquización, crean una distribución de funciones particular a cada uno de los miembros. El padre, como poseedor del dinero y del saber, es quien determina sus formas de circulación. Todo se concentra en él y se distribuye a partir de él, ocupando así el lugar del déspota. La mujer, al serle atribuida la función de representación, se constituye en el agente que obliga al cumplimiento de los dictámenes del déspota. Los hijos, supeditados al cumplimiento de los dictámenes, constituyen la base de la jerarquía, siendo la obediencia su única función:
Mi papá llevaba a la casa lo que era de la cosecha, el maíz, la yuca, la papa, lo que se necesitara. La plata se la daba a mi mamá cada semana para ir a la plaza a comprar lo que se necesitaba, mi papá lo daba todo y mi mamá a veces ayudaba... Mi papá nos castigaba por nada, quizás por una queja que mi mamá le diera... Mi papá era el que mandaba por el asunto de que el respeto, [...] nosotros siempre obedecíamos, éramos sumisos, le obedecíamos a nuestros papás lo que nos ordenaban […]113
31Surge un estilo de familia cuyas variaciones dependen exclusivamente del tipo de trabajo realizado, diferenciándola en su conjunto de acuerdo con el oficio: artesanal, comercial, agrícola, militar.
32La univocidad de estilo, al designar al padre como el lugar de cohesión del grupo, lo hace imprescindible para la existencia de la familia. El padre es su límite, su ausencia la destruye. En contraste, la función de agente atribuida a la madre la hace prescindible, posibilitando que su lugar pueda ser siempre reemplazado: el hermano mayor, el sacerdote, un pariente cualquiera, otra mujer, pueden ocuparlo:
[...] cuando papá murió mi mamá se echó a la pena moral, no fue capaz de hacerse cargo de nosotros... al poco tiempo ella también murió de tristeza... Como a los niños no había que cuidarlos tanto, el hermano mayor..., una tía..., una mujer de ésas que mi papá se conseguía..., un sacerdote..., venía y nos ayudaba a cuidarnos, cuando mamá murió [...]114
33En lo que respecta a los hijos, su lugar también es imprescindible, ya no como límite, sino como lo que garantiza la perpetuación del estilo. Sin importar ni el número, ni el género, debe permanecer la supeditación al padre en la vida adulta. Ello se manifiesta, en algunos casos, en la no otorgación de la autorización para la alianza a por lo menos uno de ellos. En otros, la crianza de los nietos la dirige el padre de la hija:
[...] mi hermana, como era la menor, se quedó junto a mis padres acompañándolos, nunca se pudo casar porque entonces ¿quién cuidaba de ellos?... Como yo tuve mis hijos al tiempo con mi mamá, mi papá era el que nos cuidaba y nos ayudaba, él nos decía cómo teníamos que educarlos [...]115
34Orientada por el estilo, la cotidianidad hace de la casa el entre-dos de lo privado y de lo público. Sin que sea propiamente el lugar del trabajo, es por donde éste circula hacia lo público. Punto de almacenamiento, distribución y comercialización de lo que se produce, ella es el centro del circuito del dinero, conectando a aquellos que aseguran su flujo. Esta forma de irrupción de lo público en lo privado, no permite que lo último tenga una existencia diferenciada. Ser miembro de familia obliga a ocupar una posición en la jerarquía determinada por el estilo de trabajo:
[...] la comida se hacía en un fogón de 3 piedras o en un homo que era el centro de la casa. Ahí nos servían el plato, me subía a comer al techo y a mirar la lejanía. En el homo se fabricaba el pan que se vendía al tren de las once para que estuviera a tiempo en el almuerzo del hotel de la siguiente estación. En el homo se hacían los asados del San Pedro y ahí venían los vecinos del pueblo. La casa era muy grande, tenía muchos cuartos, el homo, el de la cosecha, el de la tienda, el patio, ahí cabíamos todos, los animales, los visitantes, los niños, mis padres [...]116
35La relación entre lo privado y lo público conduce a una indiferenciación en las funciones de quienes ocupan los mismos niveles en la jerarquía, en lo que se refiere a lo estrictamente cotidiano. Los hijos, hombres y mujeres, cumplen tareas específicas, dependiendo del rango, más no del género:
[...] como yo tuve la mala suerte de ser el mayor, no pude disfrutar como niño, me quedaba ayudando a mi mamá en la cpcina, en la tienda, por la noche cuando mi papá llegaba, nos poníamos todos a rezar y acostaba a mis hermanitos, yo no tenía tiempo ni para dormir [...]117
36Al regirse por la ley de la obediencia, la escuela, la religión y la política se introducen en la familia, preservando su estilo. En lo que se refiere a la moral, en este tipo de familia, a diferencia de los otros, el padre asume las funciones de transmisión, vigilancia y práctica de la moral religiosa, instaurándose como su portador. Otros miembros pueden representarlo, pero no ocupar su lugar. El padre es el encargado de realizar los ritos religiosos que se efectúan bajo su tutela, convirtiéndolos en asuntos de familia, aún cuando su manifestación sea pública. Estos ritos marcan tanto la temporalidad del día, como los ritmos de la vida. Así la dirección del padre en la moral de la familia, se convierte en una dirección en la moral pública, atribuyendo funciones familiares a los ritos, con base en el prestigio que él detenta:
[...] en casa el rosario lo rezaba mi papá a las 6 en punto de la tarde, hora en que el pueblo se encerraba, porque era un instinto de esa tierra. Así toda una vida. Toda la familia iba a la primera misa del día que se decía a las 5 de la mañana. También a la misa del domingo. Después del rosario los niños jugábamos naipes y cantábamos en los corredores en las noches de luna... Mi papá era el que ayudaba a organizado todo y le ordenaba a mi mamá que le ayudara al padre en lo de la iglesia. Nosotros éramos una familia muy querida en el pueblo [...]118
37Al operar como representante de la ley del padre, la escuela se convierte en su agente, direccionando sus acciones para el logro de la obediencia, mecanismo que la inserta en la cotidianidad familiar. Ella ocupa un lugar importante en la educación de los hijos en cuanto colabora en la instauración del estilo familiar. No obstante, la distribución jerárquica de la familia implica que el acceso a la escuela sólo sea posible para quienes no tienen que cumplir con un trabajo específico:
[...] a los hermanos menores todos los mandaba a la escuela, después de arreglarlos. Yo no podía ir porque me tocaba ayudarle a mi mamá [...]119 Mis hermanos mayores me enviaron al colegio de los hermanos jesuítas a terminar el bachillerato, allí estuve interno como 3 años, eso si una disciplina que vea [...]120
38La política igualmente forma parte de la familia. Aunque en apariencia los hombres son quienes explícitamente participan en ella, sus preceptos deben ser acatados por toda la familia, convirtiéndose así en una forma de moral guiada por el padre. Pertenecer a un partido político implica no solamente el seguimiento de unos parámetros de acción pública, sobre todo, el cumplimiento con una serie de normas privadas orientadas hacia un deber ser moral, de los hombres, las mujeres y los niños. Política y religión se confunden al confluir en el padre:
[...] mi padre era conservador y muy religioso, en ese pueblo todos hacían los que él decía, como eran tan bueno, él daba el ejemplo ayudando mucho al sacerdote [...]121
39Al ser la ley del padre la que gobierna las acciones en lo público y en lo privado, se hace imposible la diferenciación de estos ámbitos. Por ello, todas las acciones públicas adquieren necesariamente un carácter privado y viceversa. La casa, entre-dos de lo público y lo privado, reúne en ella a la política, a la escuela, a la religión, moldeándolas de tal manera que concuerden entre sí. La familia tiene entonces por espacio a la casa y por límite al padre. En estas condiciones la mayoría de edad sólo es accesible por las reglas del linaje que determinan los requerimientos para que un hombre adulto pueda ser el padre. Los demás miembros de la familia permanecen en la condición de minoría de edad y sujetos a su mandato.
LAS RESISTENCIAS
40Pero la circulación del deseo no siempre sigue los senderos que el poder le impone. Algunas veces opone una barrera que reencausa al poder, obligándolo a orientarse por otras rutas. Denominamos resistencias a aquellas circunstancias que hacen que el deseo haga vacilar a la producción social y la direccione por caminos distintos, así sean éstos los comunes al capitalismo o, incluso, al despotismo.
41Desde los bisabuelos, algunos de los hijos, hombres y mujeres, más pobres, no se someten a las reglas de provisión impuestas por el padre. Ello los obliga a proveerse a sí mismos, dejando de ser parte de la familia, como única alternativa para ser dueños de su trabajo y de su dinero. Adquieren de este modo la condición para acceder a la mayoría de edad, ahora asociada a su instauración como trabajadores libres, es decir como obreros:
[...] cuando no aguanté más, me rebelé y me independicé de la casa, me coloqué de empacadora de alimentos en una fábrica [...]122
42Paralelamente a los requerimientos que la familia establece para la mayoría de edad, aparecen otros ligados al socius capitalista que se resisten a la distribución horizontal del trabajo propia de este tipo de familia. Surgen mecanismos diferentes, ajenos a los familiares, que intervienen en el mayorazgo. Uno de ellos establece una diferenciación no familiar del trabajador, a través de la posesión de una identidad civil, que hace posible su inscripción en el circuito capitalista del trabajo123:
[...] para salir a buscar trabajo, me tocó hacer las vueltas de la taijeta de identidad con los centavitos que había podido ahorrar [...]124
43Otro se refiere a la adquisición de un saber propio al oficio, que no es ni trasmitido ni sancionado por la familia, sino por la organización laboral, que diferencia al trabajador, al inscribir su saber en una jerarquía distinta:
[...] tocaba aprender el oficio, pero cuando ya uno lo hacía bien, ya se convertía en don fulano, a pesar de los pocos años [...]125
44La transformación del modelo horizontal de familia, donde la función de proveer conjunta los ámbitos de lo privado y de lo público, hace del trabajo una acción eminentemente pública, diferenciada y regida por el Estado de derecho. Esto que aparece como resistencia en esta generación, va a ser la orientación normal en las generaciones posteriores.
45Resistir no es exclusivo al hombre, aunque sea éste el único portador de la mayoría de edad. Las resistencias que la mujer agencia trazan un camino por el que puede acceder a la condición de la que ha sido excluida. Camino que la obliga a romper con la alianza, distanciándose del hombre y, en ciertos casos, también de la familia, situándose con ello al margen de lo normal.
46Algunas de las bisabuelas más pobres, para liberarse de las restricciones que las determinan como menores de edad, deshacen los vínculos conyugales. Para ello, trasladan el saber doméstico al ámbito de lo público, ingresando al circuito del dinero y convirtiéndose en propietarias de su trabajo y en responsables de sus hijos:
[...] después de la quiebra de mi padre, mi mamá se fue de junto a él y puso un negocio, una posada, en el pueblo. Allí a todos los hijos nos tocaba trabajar duro, obedecerle en todo lo que nos mandaba [...]126
47Para cumplir con sus nuevas funciones, estas madres jerarquizan la horizontalidad del trabajo, ocupando así el lugar del padre despótico. La familia se organiza a través de una línea de mando vertical, regida por la autoridad materna que distribuye las funciones por mayorazgo, dependiendo del estilo del trabajo. Al igual que con el tipo de familia despótica, esta organización hace imprescindible y permanente la condición de minoría de edad de los hijos, como requisito de la perpetuación del reinado de la madre:
[...] estuvimos siempre al lado de mi madre, ayudándola. Aunque tuve hijos, ella nunca me dejó casar y era la que los criaba, hasta en eso tenía que obedecerla. Ya vieja yo por fin me pude casar y me separé de ella. Mi hermano nunca se casó [...]127
48El modelo femenino de familia que surge reúne en un mismo lugar las funciones de posesión del dinero, provisión y cuidado, instalando a la madre en el lugar del rey, como mayor de edad. Madre-reina, hace que todo diverja y converja a partir de ella, convirtiendo a sus hijos en súbditos.
49En el otro extremo del socius las mujeres de la clase también generan resistencias a su condición. A las bisabuelas, a través del saber, se les concede el ingreso al espacio de lo público, donde pueden desempeñar ciertas funciones propias de los hombres, siempre y cuando ello no implique la pérdida de su condición de menor de edad. El socius diferencia entonces los espacios del saber, orientando a la mujer a acceder a aquellos relacionados con la función del cuidado, en los ámbitos de la educación y de la estética.
50A pesar de estar orientados a lo privado, los saberes son sancionados institucionalmente, conduciendo, de todas formas, a la profesionalización. Se abre así una brecha por donde la mujer privada puede ser sancionada como profesional, posibilitándole su ingreso al espacio de lo público. Esta resistencia no logra, sin embargo, desplazar a la mujer del ámbito privado. Su profesionalización la califica para un mejor desempeño de las funciones cotidianas, que siguen privilegiándose:
[...] Las mujeres podíamos estudiar para ser maestras, yo salí con el grado de normalista superior... eran maestras de inglés en colegios para señoritas [...]128
51La resistencia eficaz se produce cuando algunas mujeres atribuyen el goce, a la condición de mayoría de edad, como particularidad de las acciones realizadas en el ámbito de lo público. Ello hace que la mujer sitúe el trabajo, al cual tiene acceso por el saber institucionalizado, como un pretexto para ingresar a lo público, lugar que le asigna al goce. Acceder a su propio goce instituye una forma específicamente femenina de la mayoría de edad. En ella la mujer se basta a sí misma al instalarse como sujeto cuya condición de ser escapa a los mecanismos de normalización del socius. Esto le acarrea un costo elevado: su marginalización del ámbito privado, sin que se le permita ocupar un lugar específico en lo público:
[...] mi papá contaba que a mi mamá la casa le aburría mortalmente. Como sus hermanos eran artistas, ella también quería dedicarse a eso. Mi papá no estaba de acuerdo, pero ella insistió y estudió con el maestro Quevedo. Se volvió una pianista muy famosa, pero le tocó muy duro pues mi papá la obligó a irse de la casa. Yo pude volver a verla cuando ya tuve mis hijos. En la casa era prohibido hablar de ella [...]129
52La asociación entre mayoría de edad y goce, que parece contradecir el control de la pasión, no es particular a las mujeres que se marginalizan. El goce es lo propio de los hombres adultos en el espacio de lo público. Su expresión tiene por límite la razón, puesto que es por ella que se hace posible. Goce perverso que exige el absoluto control de la pasión: la mayoría de edad garantiza a los hombres el acceso a una forma de gobierno del goce, del que están excluidos las mujeres y los niños. Razón por la que la resistencia eficaz de las mujeres se orienta a la posibilidad de poseer el dominio de su goce y no a la posesión del trabajo y del dinero, como ocurre con las resistencias de los más pobres.
LA PRODUCCIÓN EN EL MÁXIMO BENEFICIO
53A partir de la generación de los abuelos, las condiciones para el acceso a la mayoría de edad sufren transformaciones en las distintas capas del socius. Éstas hacen que el camino impuesto por el poder al deseo determine nuevas orientaciones a los sujetos para la pertenencia al socius capitalista, al constituir expresamente a la familia como su agente, es decir a Edipo.
54El cuerpo intenso de la clase en su extensión al socius, modifica todo aquello que es alcanzado por su dominio. Los signos que le son propios, al ser difundidos a las otras capas, pierden su exclusividad, haciendo variar las condiciones para la mayoría de edad, puesto que se hace necesario establecer distintos parámetros de diferenciación que se orientan por un nuevo tipo de relación producción-consumo.
55La felicidad pierde su carácter de finalidad asociada al dominio de la pasión por la razón, para instalarse como mecanismo que orienta una nueva forma de gasto ligada al goce. Se establece así una relación racional entre el proveer, la administración de la provisión, los requerimientos del gasto y el goce, de tal suerte que todo tienda hacia su máximo beneficio. Los más ricos no orientan ahora sus acciones al mantenimiento de una esteticidad, producto del seguimiento de formas ritualizadas que deben repetirse indefinidamente, asociadas también a la posesión y a la tierra, sino a la creación de mecanismos que hagan de la felicidad la condición de la acción, desplazándola así del lugar de la finalidad, al de causa, pero determinando como su regla el mayor consumo. En estas circunstancias, la provisión obliga a la producción a alcanzar el máximo beneficio, puesto que el dinero debe estar siempre en aumento, como condición de la satisfacción que tiene por parámetro al consumo.
56El circuito del dinero diferencia dos operaciones distintas, producir y consumir, que van a determinar funciones diferentes en los miembros de la familia. A los menores de edad se les atribuye la función exclusiva de consumo, dejándolos por fuera del producir. A los mayores de edad se les atribuye la función de producción y de satisfacción del consumo de los menores, determinándolos como capaces de satisfacer su propio consumo:
[...] mi esposo daba la plata para todo lo que se necesitara y lo que pudiera necesitarse. Era una vida bien acomodada. Yo nunca tuve que preocuparme por asuntos de dinero. Nosotros no veíamos con buenos ojos que los hijos tuvieran que trabajar o preocuparse por algo, todo lo que necesitaban se les daba y uno siempre se preocupaba por darles lo mejor que se podía [...]130
57Aparece una nueva distribución que hace funcional a la casa en aras de la comodidad de todos aquellos que la habitan, simplificando los rituales que marcan la temporalidad del día. Con ello se posibilita el ingreso de una noción de tiempo libre que instala, al interior de la casa, a la diversión, a la vez que la hace extensiva a lugares especializados:
[...] detestábamos vivir en casas pequeñas, buscábamos que las casas fueran amplias, modernas, confortables, que tuvieran espacio suficiente, un cuarto para cada uno, jardín y patio para que los niños jugaran [...]131
58La vida cotidiana se organiza entonces a partir de la distribución del tiempo de trabajo y del tiempo libre. El tiempo de trabajo, asociado a una no disponibilidad para la diversión, es común a todos. Al convertirse el trabajo en el medio de acceso al consumo, adquiere un matiz de obligación que hace deseable el tiempo libre132. Desde esta perspectiva, todos los miembros de la casa trabajan, puesto que por un lado, una parte del tiempo de los niños, equiparable al tiempo de trabajo de los mayores, está destinada al entrenamiento para la producción en el consumo y, por otro, las funciones de cuidado de la mujer son reconocidas como una forma de trabajo. No obstante, al estar estas formas de trabajo por fuera del proceso de aumento de dinero, se diferencia trabajo de producción, jerarquizando con ello tanto las formas del trabajo como la asignación de la distribución del gasto:
[...] yo no trabajaba por fuera de la casa, suficiente trabajo era hacerme cargo de la casa y de los niños. Claro que siempre tuve quien me ayudara. Permanecía en la casa la mayor parte del tiempo pendiente de mis hijos, de sus clases y ocupaciones. Todos los días, cuando llegaban del colegio, hacían las tareas y luego los llevaba al club a que recibieran sus clases. Yo era la que me encargaba de todo porque mi esposo trabajaba mucho, siempre llegaba tarde de la oficina [...]133
59El tiempo libre adquiere un viso de libertad que se asocia con la felicidad. Distribuye de manera distinta los ritmos de la vida. Los fines de semana, las temporadas vacacionales, las tardes, las noches, operan como límites en el tiempo del trabajo, pasando a ocupar un lugar preponderante en la vida cotidiana, al ser la finalidad del trabajo. Esta diferenciación de los tiempos está orientada por la producción, al atribuírsele al tiempo libre una noción de utilidad. Debe ser usado para el perfeccionamiento en el entrenamiento de la producción, a la vez que el descanso se liga al trabajo, garantizando, a través del primero, las condiciones que hacen posible el tiempo libre:
[...] los fines de semana lo pasábamos en el club, mi esposo jugaba al golf y los niños hacían deportes, en las vacaciones íbamos a las fincas o a los hoteles en Cartagena [...]134 [...] nos gustaba que nuestros hijos siempre estuvieran ocupados en cosas útiles, por eso los mandábamos a las clases, a las excursiones, al club a hacer deporte [...]135
60La producción orientada al máximo rendimiento, es la que delimita el acceso a la mayoría de edad en la familia de los más ricos. Se es mayor de edad cuando se es capaz de diferenciar la producción, del consumo. El gasto o consumo se orienta también por la producción, en tanto se equipara con una inversión que debe ser rentable. El gasto equiparado al goce, transforma a éste último en inversión, diferenciándose sus ámbitos de distribución de acuerdo con los requerimientos para el logro de la felicidad de los hombres, las mujeres y los niños.
61Orientado por los parámetros asignados por la noción de felicidad, el cuidado del niño involucra distintas concepciones. Se liga con la eliminación del sufrimiento tanto externo como interno. Lo externo corresponde a formas de precariedad que conducen a la insatisfacción. Lo interno a la enfermedad física y a la tristeza del alma, causadas por la precariedad externa:
[...] uno siempre estaba pendiente de que a los niños no les faltara nada, se les compraba lo mejor, en los cumpleaños se buscaba darles lo que ellos querían, nos gustaba que tuvieran hobbies, que estuvieran siempre contentos con lo que hacían [...]136
62Para asegurar al niño la satisfacción de sus deseos, condición del goce, se instalan mecanismos guiados por la individuación que se hace de cada sujeto, al reconocerle una identidad diferenciable que lo instituye como mismidad, conduciendo a distinguir a cada quien de acuerdo con sus propios deseos. La felicidad incluye también la necesidad y el capricho137. A pesar de que sus límites no están claramente diferenciados, al depender de los mecanismos de individuación, el capricho es el margen en el que puede jugar la otorgación de la satisfacción. La función de castigo ingresa en este espacio del margen, posibilitando a través del capricho, el direccionar la individualidad hacia ciertos fines determinados de antemano. La felicidad se asocia también a la noción de futuro, en tanto desarrollo gradual del sujeto que alcanza un máximo de capacidad como adulto. El cuidado hace uso de unos estándares que deben ser alcanzados progresivamente y que marcan las etapas por las que un sujeto puede circular, hasta su máximo de capacidad, que corresponde a la vida productiva:
[...] procurábamos no castigar a los niños, no éramos muy estrictos ni severos, cuando había algo realmente grave se hacía necesario un castigo, una privación. Preferíamos privarlos de cosas que les gustaran más que regañarlos [...]138 [...] siempre escogía lo mejor para su futuro, con una idea clara de que los colegios debían ser lugares donde pudieran desarrollarse más armónicamente de acuerdo con su temperamento y carácter [...]139
63Estas particularidades del cuidado involucran la razón, pero de manera distinta a como la emplean los tatarabuelos y bisabuelos. El acceso a ella no se instaura como mecanismo para garantizar el control de la pasión, puesto que la pasión hace su entrada en la familia a través del goce que es la manifestación de la felicidad en la producción. Por ello no se restringe el goce en la crianza, lo que se busca a través de la razón es la eficacia de la producción para que alcance el máximo de satisfacción. La razón está también involucrada en el entrenamiento para la producción, pero aparece como un límite a la voluntad, equiparada al capricho. Así, el consumo se convierte en necesidad razonable y el capricho en voluntad irracional.
64El capricho se constituye simultáneamente en la expresión de la voluntad de un sujeto individualizado y en la expresión de lo irracional. Por ello la crianza se orienta al con trol de la voluntad pero, paradójicamente, la posibilita, puesto que marca el camino singular del consumo. Se crea un conflicto entre una voluntad ligada a la normatividad y una voluntariedad vinculada a la sinrazón. Es el capricho el que posibilita el direccionamiento del sujeto, en su juego perverso de individualización y voluntariedad, dando origen al espacio de la libertad.
65De esta estrategia se hace partícipe a la escuela, al inscribir su acción dentro de los límites de la normatividad y el capricho140. Ambos delimitados por una relación entre el afán de coacción de la sin-razón y el afán de coacción de la razón. La convergencia de la norma y del afecto destituye la mediación de la razón, haciendo actuar directamente la una sobre la otra, de manera que la voluntad normativa se convierta en voluntariedad y la norma se impone por la fuerza. Esta estrategia instala al niño en la libertad aparente, que está en el margen del capricho, posibilitándole en ese lugar su relación con lo normativo. La norma es producto de la voluntariedad que se le atribuye al niño en su singularidad y del conflicto que ella supone al no estar demarcados sus límites interiores, de tal suerte que éstos siempre puedan extenderse. Así, la norma se genera por la relación de fuerzas, a través de la imposición de la sinrazón más fuerte.
66Lo que la escuela posibilita en la relación entre pares, también es propio en la relación entre adultos y niños. La ambivalencia de la norma y el capricho rige las acciones en la escuela, creando con ello ambivalencias en las jerarquías. Lo mismo ocurre en la familia, puesto que los límites de acción entre padres e hijos también se juegan entre voluntariedad y razón, independizando la norma de quien la porta, lo que hace posible que la autoridad sea ejercida por la imposición caprichosa y no por una jerarquía establecida de antemano:
[...] buscábamos darle a nuestros hijos lo que ellos querían, por eso eran muy caprichosos, ya llegaba el momento en que ellos imponían su voluntad y nosotros no sabíamos cómo educarlos, si era bueno o malo complacerlos. Uno estaba como desorientado todo el tiempo. Afortunadamente existían los consejeros del cole gio y también ayuda experta. Yo sinceramente creo que esa generación fue la más maleducada de todas [...]141
67No es éste el único camino que posibilita el conflicto entre voluntariedad y normatividad. La normatividad ingresa también por la razón bajo la estrategia de la consensualidad, en donde el capricho es direccionado para la constitución de un sistema normativo, a través del establecimiento de un contrato de cuyo cumplimiento depende la pertenencia a la grupalidad. La voluntariedad da origen a un propósito compartido por un grupo que hace que la singularización voluntariosa se trasforme en razón común. La norma pasa a ser construida y concertada por el grupo y conduce a alcanzar una meta delimitada en conjunto que, paradójicamente, requiere para su logro, el apropiarse de los cánones de normalidad, delimitados por la relación particular entre producción y consumo, es decir por el máximo rendimiento142.
68Con la diferenciación entre razón y sin-razón en la voluntad, ingresa la polémica de la conciencia al interior de la familia. Sobre todo en la generación de los padres, a la sinrazón le son atribuidas causas extrañas al sujeto o, mejor, al sujeto se le atribuye un espacio de no control, que hace tambalear definitivamente el dictamen de autogobernabilidad de los bisabuelos. Aquello que con los tatarabuelos y bisabuelos más ricos, es propio de las mujeres y los niños y que por tanto imposibilita el acceso a la mayoría de edad, es decir el no control de la pasión, pasa, con los padres más ricos, a ser potestad de todos los miembros de la familia. Esto impide que el criterio de diferenciación para la mayoría de edad siga operando, puesto que su cumplimiento es imposible. Extrañamente, también facilita el ingreso de la mujer a la mayoría de edad.
69Es en un momento específico cuando la familia permite la emergencia plena del espacio de la sinrazón, determinando los supuestos límites entre razón y sin razón. En este, la tensión entre norma y capricho cede en favor del segundo, haciendo emerger la juventud como una etapa demarcada por dicha distensión. La acción de la familia se dirige al amparo del sujeto al delimitarle un espacio aparente de libertad, en el que toda acción es designada como voluntariedad, condición bajo la cual se le permite su expresión, definiendo de antemano al sujeto joven como sujeto de la sinrazón:
[...] cuando los hijos llegaban a la adolescencia empezaban a aparecer todos los problemas, se nos salían de las manos. Nosotros lo único que podíamos hacer era estar pendientes de ellos pero había que dejarlos vivir su vida, sólo les exigíamos que cumplieran con sus obligaciones en la universidad. Sabíamos que los jóvenes pasaban por eso pero si uno no los molestaba tanto siempre salen adelante, claro había problemas que sí nos angustiaban, como el de la droga, eso enloquece y salir de ahí es muy difícil [...]143
70La delimitación del espacio de la sinrazón opera también sobre la distribución de tiempo libre y de trabajo, que hace la producción para el máximo beneficio. El tiempo de trabajo sigue regido por la razón productiva, en cuanto se supone que el joven debe entrenarse para la producción en el saber institucionalizado. Es entonces el tiempo libre el lugar de la expresión de la sinrazón, que de todas maneras está direccionado por la producción. La libertad de acción en la que el capricho se expresa, es vista como una forma de experimentación necesaria para que el sujeto se instale en la razón. Su límite interior es la producción que se extiende indefinidamente. Su límite exterior es la locura. La terminación de la etapa debe dar origen a un sujeto productivo y normal.
71Puesto que el reconocimiento de la coexistencia de la razón y de la sinrazón en el sujeto, instala la duda de la razón, despojándolo de la condición de mayor de edad, al hacer tambalear la certeza del autogobierno, es necesario buscar mecanismos que permitan ponerle un cerco a la sinrazón. El cerco que es la etapa de la juventud, implica la experiencia del horror atribuido a la sinrazón dentro del amparo familiar que es una forma de control. Esta experiencia de la infelicidad debe hacer que el sujeto desee la razón como mecanismo para reencausar su acción por la felicidad, posibilitando a los padres más ricos la resolución del conflicto originado por la explosión de la conciencia.
72Los criterios que ahora determinan el acceso a la mayoría de edad se instalan en la producción para el máximo beneficio. Los hijos, hombres y mujeres, de los padres más ricos, deben ser entrenados en el saber técnico propio de la razón productiva, generándose una nueva distribución de los saberes en la que las profesiones liberales se tiñen de un carácter tecnológico, a la vez que se amplia la gama profesional de acuerdo con los requerimientos de esta forma de producción:
[...] a nosotros nos aterraba que los hijos escogieran esas nuevas carreras, que economía, comunicación, todavía pensábamos que si no seguían una profesión liberal se iban a desperdiciar y vea lo bien que les ha ido. Queríamos que todos nuestros hijos fueran profesionales, incluso mi hija que escogió una carrera que le ayudaría a educar bien a sus hijos y a ganarse la vida si lo requería. Mi hijo economista que había hecho el postgrado en Londres, trabajó en el gobierno pasado como asesor, él es muy brillante [...]144
73La producción en el máximo beneficio es entonces la finalidad que orienta en la clase las etapas de la vida, las funciones de los géneros, y constituye los parámetros de diferenciación entre mayoría y minoría de edad. Las mujeres como mayores de edad, formadas para la producción, mantienen las funciones de cuidado de la familia que les son exclusivas, direccionando su entrenamiento y su función productiva. Los hombres como mayores de edad acceden a la producción por la sanción institucional de los saberes. La política se halla también orientada por la producción, al adquirir un carácter tecnocrático, requiriendo para su ejercicio de formaciones especializadas.
74Nuevos criterios trastocan completamente las antiguas distribuciones de lo público y de lo privado, haciendo que el terreno de lo privado esté ocupado por lo propiamente familiar, al atribuírsele el lugar del consumo. Aparece entonces la persona como imagen privada del socius, en tanto un individuo libre en el consumo. La familia de los abuelos y de los padres más ricos no circula por la producción, por ella circula la producción, puesto que su función se orienta a reproducir, en el capitalista, a Edipo como imagen privada del socius145.
EL TIΕΜΡΟ GANADO
75Direccionada también por el máximo rendimiento, la mayoría de edad para la generación de los abuelos y padres más pobres, mantiene, sin embargo, algunos elementos propios de las generaciones anteriores respecto de la posesión del tiempo y del dinero, pero ahora dirigida hacia la familia como entidad, que se constituye en el propósito de la acción. La provisión se orienta por una noción de máximo beneficio del tiempo y del dinero, haciendo que la relación trabajo-ganancia no esté determinada por el valor abstracto del tiempo de trabajo, sino por el valor atribuido por un juicio familiar que discrimina la ganancia en términos de tiempo ganado y no de dinero:
[...] me gustaba la independencia, por eso me puse a trabajar con mi suegro que era obrero de la construcción, trabajaba por contratos, era mejor porque uno terminaba el trabajo cuando quería y tenía plata suficiente para no tener que trabajar hasta que apareciera otro contrato que a uno le conviniera [...]146
76El dinero pasa a ser posesión de la entidad familiar quien lo destina a suplir las necesidades que considera indispensables. La provisión no se orienta a aumentar el consumo, éste tiene límites demarcados que se alcanzan objetivamente, de tal manera que la función de proveer se circunscribe a ellos, independientemente de que sea uno o varios de los miembros de la familia quienes la cumplan. Razón por la que ésta puede ser asumida indistintamente, siempre y cuando el límite sea alcanzado:
[...] le aconsejaba a mi mujer que no trabajara, era tan poquito lo que se podía ganar que no valia la pena. Los hijos tenían que ayudar para lo de la casa y hasta cuidar de nosotros. Lo que ganaban lo entregaban compleüco para la comida, pagar el arriendo y el vestido... la plata la usábamos pa comprar un vestidito de $25 y un par de zapatos de $30, fuera de la comida que no costaba más de $100, lo más caro era la carne, sólo comíamos carne una vez a la semana, pagaba el arriendo y no se necesitaba más... yo siempre hacía cálculos con el trabajo, así sabía cuánto tiempo me iba a demorar y cuánta plata se necesitaba pa no trabajar tanto [...]147
77Determinantes de la duración, la espacialidad y el tipo de trabajo a ser realizado, los límites que la familia impone al consumo obedecen a ciertas medidas tangibles. La periodización del trabajo y su modo de realización se circunscriben a ellas. El dinero como valor de cambio tiene un correlato concreto y no abstracto, que hace que el gasto se concretice en objetos específicos. La ganancia no está ligada a la acumulación, ni a la inversión, sino a su consumo inmediato. La fórmula que parece regir esta forma de consumo familiar es la de máximo rendimiento del dinero y del tiempo de trabajo, para alcanzar el máximo tiempo ganado en un mínimo de consumo predeterminado.
78La periodización y el tipo de trabajo en la función de provisión se asocian con la exacerbación de la condición de trabajador libre, sin que ello confluya necesariamente en la exacerbación de la liberación del flujo del dinero. El proveedor es, sobre todo, dueño de su tiempo, en una constante que se le atribuye al flujo de dinero. Es él quien determina la duración del trabajo para alcanzar el máximo beneficio de su tiempo ganado. El tiempo de trabajo se deduce del tiempo ganado, convirtiendo al trabajo en un instrumento para alcanzarlo y no a la inversa, como sucede con los más ricos:
[...] buscaba un trabajo que me diera libertad, nada de emplearme, los empleados tienen que seguir normas muy estrictas, nada de pedir vacaciones cuando uno quiere, ni permisos pa ir a alguna parte, con los contratos uno hace lo que quiere [...]148
79Asociada con una idea de libertad, la noción de tiempo ganado se liga a la posesión, a la ausencia de regulación y a la impasibilidad. La posesión de la fuerza de trabajo se constituye en la propiedad del trabajador, haciendo que su uso obedezca a parámetros particulares y no generales, determinantes de las condiciones de su puesta en circulación. Es el trabajador quien impone las reglas del juego para el trabajo, concretizado en un producto. Lo vendible es entonces el producto y no la posesión de la fuerza de trabajo. La posesión del tiempo se constituye en la ganancia del trabajo. El tiempo ganado corresponde a un espacio que está por fuera de la producción y de la reproducción. El producto del trabajo no se valora por el tiempo invertido, sino por el tiempo ganado, expresado a través de un saber técnico que es también una posesión. El tiempo como posesión se convierte así en el intervalo de no trabajo que se le deduce al trabajo149.
80El máximo beneficio del tiempo ganado carece de la asignación de finalidad y de principio de la acción. El espacio que lo determina se halla excento de regulación, estando aparentemente por fuera del efecto de cualquier forma de vigilancia, lo que posibilita un modo de antiproducción en el que opera la no orientación de la acción. Es en este espacio donde el placer se manifiesta como una parte coextensiva, ligada al cuerpo sensible. Ello marca una diferencia respecto de la exacerbación de la pasión en las generaciones anteriores, donde la posesión del tiempo y del dinero, por parte de los hombres adultos, les permite tener a la pasión como finalidad. En contraste, estas generaciones, al no someter la acción a un juicio de valor, tampoco la orientan a la búsqueda de placer, que puede acompañar a la acción pero no determinarla, imprimiéndole un carácter de impasibilidad exento de afección moral:
[...] empecé de aprendiz de mecánico, poco a poco fui aprendiendo a hacer muy bien mi trabajo y me volví muy importante, me buscaban mucho. La ciudad nos permitía la indisciplina donde empecé a marraniar, a faltar, a desjuiciarme. Buscaba chuzos pequeños donde no había que timbrar tarjeta ni ningún compromiso, como de todas maneras lo necesitaban a uno, que era el que sabía cómo se hacía el trabajo, uno lo hacía cuando quería. Lo que más me gustaba era cuando no trabajaba, me estaba por ahí echado en la casa, sin hacer nada. A veces me emborrachaba pero ahí en la casa, con amigos jugando al dominó o a lo que fuera [...]150
81Sin embargo, las características propias de la función de provisión, están delimitadas por otras funciones de la fami lia, que las moldean y les imponen algún tipo de orientación. Su conjunción da como resultado ciertas regulaciones del tiempo ganado, al direccionar las acciones que aparentemente carecen de finalidad.
82Para constituirse como entidad, la familia establece unos limites que la diferencian del afuera, circunscribiendo el gasto estrictamente a necesidades atribuidas por las orientaciones particulares de su consumo. No obstante, ceremonias ligadas a ciertos rituales religiosos son objeto de gastos especiales que implican acciones de previsión, ahorro e, incluso, crédito, alterando los límites impuestos al consumo y trastocando, circunstancialmente, la relación entre tiempo de trabajo y tiempo ganado:
[...] la fiesta de la primera comunión era completa, yo venia ahorrando desde que la niña estaba chiquita, porque eso sí yo sabía que había que hacerlo. Le compré lo que era necesario y con lujo, el vestido de la niña era muy lujoso, me valió un poco de plata [...]151
83A pesar de la pérdida momentánea de sus límites, su permanencia como entidad cerrada es posible, por la orientación que la familia imprime al consumo impuesto por el afuera, circunscribiéndolo a necesidades comunes a la entidad, determinadas de antemano, e independientes de las particulares a cada uno de sus miembros.
84También circunscribe el espacio de acción de sus miembros a lo privado, atribuyéndole a lo público, o aquello que escapa a su alcance, una función de peligro que se expresa de manera uniforme, independientemente de la edad y del género. Con ello afirma su diferencia con el afuera, convirtiendo el cuidado en una función privada y el trabajo en una pública. Esto direcciona la mayoría de las prácticas a su realización en el espacio privado de la casa:
[...] manteníamos a los niños guardados, encerrados, pa que no se fueran a salir a la calle que era tan peligrosa, no los dejaba por allá salir solos, no. A veces como prevención tocaba arrinconarlos por allá en una pieza pa que no fueran a ser viciosos. Cogen amigos malos que les enseñan cosas feas. Corregíamos a los niños para que no se fueran a meter con ningún chino dañado. Los criábamos como sólitos para que no consiguieran malos vicios o malas compañías, sólo hasta que se casaran los muchachos salían del poder de nosotros. Les enseñaba desde pequeñitos a estar en su casa, a ser de la casa y no de la calle [...]152
85La familia busca situar el tiempo ganado en su espacio privado. Mientras que la condición de exacerbación de la pasión de los bisabuelos requiere el espacio del afuera, la “antiproducción” de los abuelos y padres tiene lugar en lo privado, dando al tiempo ganado una nueva orientación que lo restringe cada vez más, al hacerlo simultáneo con otras acciones de la familia de carácter productivo y reproductivo:
[...] yo no voy a fiestas, no me gusta tomar, ni fumar, ni nada. A veces me tomo mis cervezas pero en la casa para no meterme a una tienda con personas que conocía de ayer a hoy. Mucho tiempo la pasábamos reunidos con los tíos en alguna casa, oíamos radio, televisión, los noticieros y por ahí los partidos, mientras ellas nos hacían el almuercito [...]153
86Estas características propias del establecimiento de los límites objetivos del consumo y de la diferenciación de los ámbitos, determinan los parámetros que guían las acciones de cuidado. Ellas se orientan a prevenir la irrupción del afuera, dentro de los límites demarcados por la provisión en su función de reproducción en tanto mínimo consumo posible y tiempo ganado. Aparece una diferenciación por edad que hace surgir al niño como objeto de cuidado, expresado principalmente por una práctica de encierro. El espacio privado de la casa garantiza que el niño no sea alcanzado por el peligro que es atribuido al afuera, mediante una estrategia de vigilancia que tiene por objeto que la mirada sólo se pose en el límite, sin determinarle orientaciones específicas a las acciones del adentro.
87La función de vigilancia, ejercida por la madre, aunque está dirigida al niño con el encierro, alcanza a los demás miembros de la familia para quienes el afuera es accesible a través de la escuela, los amigos y el trabajo. Ella establece estrategias que regulan la articulación adentro-afuera, orientadas más sutilmente a obstaculizar tanto las intervenciones del afuera, como las acciones del adentro que tiendan a sobrepasar el límite.
88La escuela abre una puerta de entrada a lo que está en el exterior. Ello no se da sin ambivalencias: se vuelve importante que los niños estudien, pero no existe una finalidad específica atribuida a dicha forma de educación, haciendo imprecisa su función por ser, en cierta medida, ajena a la familia. En contraste con los más ricos, quienes designan como propósito último de la escuela la formación para el ingreso a la producción, determinándole una función progresiva y secuencial, los más pobres le atribuyen un carácter fragmentario que se alcanza en la inmediatez de un conocimiento concreto. Se le otorga al niño la opción de ponerle el límite a su escolarización, al asignarle un valor suficiente a cualquier conocimiento adquirido.
89A pesar de que la escuela conecta el afuera con el adentro, introduciéndose en la familia, le es impugnada la noción de peligro que caracteriza todas las formas del afuera, juzgándosela como ineficaz para la educación de los niños, bajo el supuesto de su no participación en los sistemas de atribución de la familia. Pero simultáneamente se le otorgan ciertos rasgos de autoridad a los que la familia parece someterse para garantizar las condiciones que hacen posible la adquisición del saber, en la particularidad de asignación del valor suficiente. Así, a la escuela le es atribuido un valor concreto de prestigio que se mide cuantitativamente, en tanto cada fragmento es una totalidad susceptible de sumarse o no a otra, por el establecimiento de contrastes y comparaciones que determinan el prestigio alcanzado:
[...] eran perezosos pal estudio, los mandaba al colegio de las monjas donde había una disciplina que Dios mío, les enseñaban a hacer el aseo, la limpieza, eso me gustaba. Uno quería que estudiaran pa que no fueran a quedar como uno, hasta donde ellos arriscaran, pero no quisieron. Les pagamos el estudio a los hijos hasta donde ellos quisieron. A los niños pequeñitos los pusimos a estudiar el kinder y ambos lo aprobaron, lo aprobaron. Hacían tres o cuatro años y no estudiaban más, eso me costaba un lío pero lo lograba, todos tres saben firmar su nombre bien [...]154
90Calificar de ineficaz a la escuela la diferencia de otros tipos de educación juzgados eficaces: la adquisición de un oficio y de un sistema valorativo, cuya transmisión es función particular de la familia, al sustentarse en las características propias de la provisión:
Por más que en la escuela les enseñaran, en la casa había que corregirlos, enseñarles la doctrina, hoy en día las escuelas no les enseñan la doctrina, a rezar lo que es la religión católica, no enseñan religión ninguna, ni buena, ni mala. Por eso les enseñaba por las noches a rezar. Íbamos a misa a pesar de que nunca había sido creyente de eso de ponerse a charlar con curas ya que ellos son hombres lo mismo que nosotros, saben más que uno pero son lo mismo que uno. Desde pequeñitos el papá se los llevaba a trabajar y asi ellos aprendían el oficio junto a él, cómo él lo hacía tan bien, eso no lo pueden enseñar en ninguna escuela [...]155
91El aprendizaje del oficio se direcciona a objetivar la relación de posesión de la fuerza de trabajo en el niño, mediante una estrategia conducente a la apropiación de un saber que particulariza un modo de hacer y de circular por el flujo del trabajo y del dinero. El sistema valorativo que compone la moral familiar, dota al niño de las herramientas que requiere para delimitar y justificar los limites del adentro y del afuera, orientando sus juicios.
92Se hace uso de otras estrategias de vigilancia para determinar los grados de alteración de los limites adentro-afuera. Ellas establecen medidas concretas de tiempos y lugares a la permanencia por fuera del espacio privado de la casa. Puesto que la mirada se posa exclusivamente en el límite, las alteraciones que instalan la acción en el afuera, más allá de la medida, dan lugar a una exclusión del miembro de la familia que incurre en dicha transgresión. Los hombres, las mujeres y los ñiños pueden ser excluidos de la entidad familiar, no porque se juzgue como mala la acción que realizan en el afuera, sino porque se juzga como mala la permanencia en el afuera. El restablecimiento de vínculos familiares está condicionado al sometimiento a las reglas que impiden la transgresión del límite:
Como sabíamos a que horas estudiaban y a que horas tenían que regresar, ellos tenían que obedecer. Mi hija mayor empezó a llegar cuando se le daba la gana, por eso la saqué de la casa, que se fuera a vivir allá con las amigas, después de un tiempo, como dos años, sí vino llorando y pidiendo perdón. Yo la dejé volver y ahora sí está juiciosa en su casa [...]156
93Una vez situado el individuo en el afuera, frente a él opera la impasibilidad característica de todo aquello que desborda los límites de la entidad familiar. El individuo deja entonces, no sólo de pertenecer, sino que su exclusión lo hace innombrable puesto que el vínculo no se establece por el afecto, sino por la imperancia de los límites. Este proceso de exclusión opera también para la inclusión. Basta con que un individuo traspase el límite y se introduzca en la entidad, para que la familia lo considere como perteneciente a ella:
[...] ella se crió con nosotros como si fuera una hija. Una vecina la dejó abandonada, yo la recogí, la trataba como a todos los demás. Hoy ya está casada y todavía vive con sus hijos en mi casa [...]157
94La relación familia-trabajo sucede a la inversa de la de la escuela, instalándose el adentro de la familia en el espacio de lo público, al imponerle sus reglas particulares para la regulación de los modos y tipos de trabajo. Así, la familia define medidas concretas de los tiempos requeridos para la obtención del máximo beneficio en tiempo ganado. Paralelamente utiliza los sistemas valorativos en el establecimiento de los niveles mínimos de consumo, correlativos al mínimo de tiempo requerido para el trabajo, orientando el entrenamiento en el oficio hacia las relaciones de posesión que se establecen con la fuerza de trabajo. Ello introduce en el afuera la impasibilidad del juicio propia al tiempo ganado del proveedor.
95En el interior de la escuela, la técnica del encierro produce focos particulares de subjetivación de los que emergen acciones y enunciaciones que se rigen tanto por la atribución de autoridad, como por la atribución de peligro. Así el límite que le demarca el adentro y el afuera al niño, por el cual se despliega la técnica del encierro, hace aparecer en la escuela dimensiones diferentes del espacio y del tiempo que pueden ejemplificar la noción de tiempo ganado. El espacio del encierro al estar fuertemente limitado, obliga a que en su interior se generen estrategias de apropiación del mismo: la temporalidad está regulada por la separación entre modelo y copia y la espacialidad por la territorialización.
96La separación modelo-copia158 busca ordenar el tiempo caótico propio al encierro. Ésta imprime al tiempo escolar un ritmo que busca homogeneizar las enunciaciones y acciones corporales, mediante la reproducción indefinida de un prototipo. El modelo lo encarna un rostro autoritario que establece los ritmos, la copia la encarna el niño fragmentado en el circuito ojo-voz-mano, quien debe realizar las acciones y enunciaciones por ensayo y error, hasta alcanzar el prototipo que el modelo le impone. En este espacio-tiempo el niño no tiene rostro, haciéndose sólo visible al rostro autoritario la sincronía de las acciones del grupo, sincronía que ordena el tiempo en el interior del límite. Con esta estrategia el rostro autoritario sujeto al encierro logra liberarse de la función de vigilancia. Así las acciones se orientan a finalidades concretas que pueden ser adicionadas, similares a las que la familia otorga a la escuela.
97La territorialización159 busca conferir un ordenamiento particular al espacio que permita direccionar el movimiento caótico propio del encierro. Los niños se toman el espacio de la escuela a través de una serie de reglas que ellos construyen y que les posibilitan la cohesión de grupo. Aunque las reglas particulares no son difundidas, sí existe una regla general que es la territorial. Así, el espacio de la escuela está demarcado por esta regla y simultáneamente cada territorio establece sus propias reglas que operan según sus circunstancias particulares. Ello imprime a esta estrategia la movilidad y el cambio dependiendo de las determinaciones que el ritmo temporal impone. El desconocimiento de las reglas particulares conduce a la permanente confrontación entre territorios. En este lugar aparece una función de socorro que es transterritorial y propia de la niña. Independientemente de la pertenencia a un territorio y de las características de la confrontación, la emisión de una voz de auxilio produce una acción de socorro en un hacer femenino, asociado al cuidado de la cría. Función materna que opera en forma reactiva y no preventiva, permitiendo el mantenimiento constante de la lucha, pero acudiendo a las señales emitidas por las voces de socorro. Esta función de socorro es similar a lo que ejerce la madre en la familia, quien busca proteger al niño del afuera con el encierro, sin ejercer ningún tipo de control sobre la acción que se realiza en el interior del límite.
98Este espacio-tiempo pone en funcionamiento al secreto y su propagación160, forma de comunicación que prima desde el lenguaje. La propagación se establece mediante un enunciado reiterado que opera como rumor, al trasmitir un ordenamiento probable de la acción diaria. Puesto que la acción y la enunciación no tienen una finalidad expresa, el rumor opera como finalidad, permitiendo la emergencia sistemática de acciones imprevistas que se tornan necesarias, al hacer que lo que sucede sea lo que tiene que suceder.
99La sincronía, la territorialización y el secreto permiten que la función de vigilancia se sitúe únicamente en el límite que diferencia el adentro del afuera, ya sea familiar o escolar161. El tiempo al estar excento de finalidad progresiva, el espacio al demarcar la territorialidad cambiante y el lenguaje al tornarse en información probable, configuran las condiciones que rigen la noción de tiempo ganado, conectando la escuela y la familia en una alianza. Vinculación que difiere de aquella que la familia establece expresamente con la escuela, al situarla como su afuera.
100Estas formas de articulación adentro-afuera mantienen el direccionamiento de la acción hacia el interior de la familia, generando un modo particular de acción y de enunciación que se sitúa al margen del capitalismo, a pesar de estar inmersa en el socius capitalista. En estas circunstancias, la antiproducción, en términos de posesión de la fuerza de trabajo y de tiempo ganado, constituye una resistencia cuya posibilidad sólo se actualiza en la no conjunción del flujo del trabajo con el flujo del dinero. Es por ello que los criterios que determinan la mayoría de edad se derivan principalmente de la función de provisión, dentro de una unidad familiar singularizada en una entidad cerrada sobre sí misma, en la que los sujetos son tales por su pertenencia a ella, como espacio cualificado que dota de intensidad a las relaciones de posesión. Se es mayor de edad cuando se alcanza esa relación de posesión con la fuerza de trabajo y el tiempo ganado.
EL TIΕΜΡΟ DEBIDO
101Nuevas transformaciones en la función de proveer instauran a la familia en otra forma de consumo que determina las condiciones de acceso a la mayoría de edad para los abuelos y padres menos pobres. Expresado en apariencia por un balance entre ingreso y gasto, el consumo se deduce de una operación simple, delimitada por la relación entre la asignación de un valor a la fuerza de trabajo por un período de tiempo determinado y la fragmentación del período de tiempo, siendo su resultado, un monto específico de gasto para cada fragmento. No obstante, el consumo es regulado por una concepción de felicidad que impone una serie de necesidades, cuya satisfacción implica comprometer anticipadamente el valor de la fuerza de trabajo, fijando un monto obligatorio de gasto, para cada fragmento de tiempo. Ello origina una forma de gasto adelantado, que requiere del endeudamiento en tiempo de la fuerza de trabajo, para acceder al crédito como la única manera posible de cumplir con el gasto obligatorio. A esta estrategia la denominamos tiempo debido.
102Para mantener el promedio mínimo de gasto obligatorio, el tiempo debido convierte en variable el valor de la fuerza de trabajo, y en constantes el tiempo comprometido y el gasto mínimo necesario, haciendo que la fuerza de trabajo dependa de las dos funciones constantes. Así, el valor de la fuerza de trabajo se constituye en el único recurso del que la familia dispone, para cumplir con el pago de la deuda que le implica el consumo:
[...] el crédito para comprar el negocio, la casa, los muebles, la radiola, el televisor. Los bancos nos ayudaban mucho. Ese almacén, el de J. Glottman, no era sino firmar los papeles y uno ya podía llevarse lo que quería, como yo era empleado de carrera, con el certificado de salario se hacía la garantía, todo se pagaba en cuotas mensuales [...]162
103Las condiciones impuestas por el tiempo debido implican el rompimiento del estilo familiar propio de las generaciones de los tatarabuelos y bisabuelos, al sacar al trabajo del interior de la familia. Nuevo modo del consumo que conjunta, por una relación diferencial, el flujo del trabajo con el flujo del dinero dentro de una línea de pago, particular al asalariado o al comerciante. El trabajo, al estar comprometido como condición para el acceso al crédito, se sujeta a la conjunción de los flujos de la que deriva el valor de la fuerza del trabajo, quedando regulado por la obligatoriedad que le implica el gasto. Este mecanismo requiere para su efectuación que la familia se convierta en garante del crédito, transformándose en deudor por el consumo.
104La función de provisión de la familia de los abuelos instaura al padre como garante, despojándolo de la condición de rey propia de las generaciones anteriores y convirtiéndolo en deudor. Los otros miembros participan de la deuda, pero sin asumirla:
[...] yo me puse a coserle por ahí a las señores del barrio, eso me daba mi platica para ayudarle a él con los gastos, con esa plata compraba las cosas que él no podía comprar por estar pagando la hipoteca de la casa al B.C.H., afortunadamente ese crédito no era como los de ahora, eso no era upaquizado, el sueldo de él alcanzaba para pagar el crédito, eso sí era sagrado [...]163
105En contraste, en la familia de los padres, la función de provisión es propia de aquél que cumple las condiciones para ser deudor, sea el padre, la madre, los hijos, o todos, puesto que la circulación del crédito abarca mayores segmentos del socius, al establecer requisitos mínimos para el compromiso virtual de la fuerza de trabajo. Así, es la familia la que ahora se convierte en garante del crédito:
[...] yo llevaba el sueldo para los gastos de la casa, mi mujer era empleada en un banco, mi hijo mayor que ya había salido del instituto, tenia su tallercito, así entre todos podíamos pagar todo lo que se necesitaba, tocaba así porque era mucho lo que se necesitaba para sacar los hijos adelante [...]164
106El tiempo debido al regirse por la felicidad, regula la función de cuidado en la familia a través de distintos mecanismos: la instauración de una forma particular de la moralidad, la extensión indefinida de los límites de la deuda y una dirección específica del tiempo.
107En lo que respecta a la moralidad, la felicidad es entendida como cumplimiento del deber, en tanto obligación orientada por unos principios. Lo paradójico es que estos principios resultan del tiempo debido que efectivamente hace de la familia un deudor y del consumo su acreedor. Así, el socius instaura al consumo como principio moral, y la familia lo hace suyo, como condición de la felicidad.
108La efectuación del consumo requiere tanto del establecimiento de límites específicos, como de su permanente ampliación, puesto que es efecto de la capacidad de endeudamiento familiar. La familia no puede consumir más del valor atribuido a su fuerza de trabajo, siendo éste su límite específico. A la vez, el socius establece mecanismos que la incitan a acrecentar su capacidad de endeudamiento, para que pueda ampliar los límites de su consumo, obligándola a buscar formas para incrementar el valor de su fuerza de trabajo.
109Para su puesta en marcha, estos mecanismos paradójicamente requieren de un aumento del endeudamiento familiar, lo que se realiza a través de un incremento en el tiempo de trabajo, simultáneo con una refinanciación del pago de la deuda. La familia se instala en una circularidad cuya característica es un aumento del costo de la deuda, que la conduce a hipotecar ilimitadamente el valor de su fuerza de trabajo, de tal manera que se restringe cada vez más la proporción de tiempo de trabajo que puede ser utilizada para aumentar el valor de la fuerza de trabajo:
[...] nosotros cumplimos con el deber de darle educación a los hijos, eso para nosotros era muy importante porque así, mejor preparados, podían conseguir un modo mejor de vivir. Cuando entraron a la universidad, ya eso tocaba pedir préstamos cada semestre para la matrícula, les dio por estudiar carreras costosas y como todavía la casa no se había terminado de pagar, nos tocaba muy duro, a ellos les dimos una educación muy sólida a pesar de que nunca descansamos en veinticinco años, ni vacaciones, ni fines de semana para poder cumplirle a los pelados [...]165
110Haciendo uso de la prolongación indefinida de la escolarización, la familia instala a la competitividad como necesidad del cuidado. La escolarización se constituye en un deber cuyo cumplimiento garantiza en los hijos una posibilidad de aumentar el valor de la fuerza de trabajo, al especializarlos en un saber que el socius determina como ventajoso en el mercado. De esta manera, la deuda asumida para el aumento de la competitividad, se convierte en la hipoteca de la familia, que le garantiza el aumento del consumo para acceder a una mayor felicidad.
111Las diferencias en los distintos grados de especialización determinan los criterios de individualización. En contraste con los más ricos para quienes el capricho actúa como límite de singularización, al estar asociado con la potencia individual para al aumento de la producción —felicidad entendida como goce en un consumo rentable—, los menos pobres direccionan el cuidado a la capacidad individual de aumentar la competitividad para asignarle un mayor valor virtual a la fuerza de trabajo —felicidad entendida como ampliación del consumo en el tiempo debido—:
[...] mi hijo, el médico, es muy responsable, en cambio el que es abogado, ese si es parrandero, claro que es que a los médicos para que les vaya bien les toca ser muy consagrados, trabajan todo el tiempo, y no es que el otro no sea juicioso con su trabajo, sino como se la pasa atendiendo clientes, ellos le hacen muchas invitaciones. Pero ambos, gracias a que fueron juiciosos y estudiaron, les ha ido bien en la vida, siempre cumplen con su deber, son buenos hijos [...]166
112Concordante con las características del tiempo debido, la noción de tiempo se instala en una racionalidad inscrita en el futuro. La felicidad, al estar ligada al consumo siempre en expansión, orienta a la familia a alcanzar un fin siempre desplazado. Para ello convierte a las acciones en partes de un encadenamiento continuo que se prolonga indefinidamente, haciendo que éstas no tengan una finalidad en sí mismas. Estrategia concomitante con una segmentación del tiempo, que sólo se efectúa mediante la atribución de valores a los segmentos, dotándolos de un carácter acumulativo, relacionado con el tiempo debido. Así, cada segmento de tiempo adquiere una finalidad parcial que consiste en su utilización, de acuerdo con el valor asignado:
[...] a nuestros hijos les teníamos una lista de cosas que tenían que hacer cada día. Ellos hacían todo porque eran muy responsables y sabían que siempre había que cumplir con el deber para ser personas decentes cuando grandes. Estaban todo el día en el colegio y cuando llegaban se ponían a hacer las tareas y después a ayudarme por ahí al tejido. Nunca estaban desocupados. Cuando se acababan los grados del colegio en el pueblo, mandábamos a los hombres a seguir estudiando en la ciudad y las mujeres podían continuar la carrera de comercio [...]167
113Esta forma del tiempo requiere que la familia haga una anticipación de las acciones posibles de efectuarse en cada segmento, con miras a que siempre se cumpla con las condiciones impuestas por el tiempo debido. Las acciones futuras son entonces previsibles, puesto que están inmersas en una planeación que las produce y les asigna un valor previo de utilidad, derivado del valor que se atribuye al segmento de tiempo. Paralelamente, se restringe la posibilidad de realización de acciones imprevisibles, no solamente porque ellas alteran el equilibrio del balance familiar, sino porque la planeación que produce a la acción, limita la probabilidad de la emergencia de otro tipo de acciones:
Los domingos íbamos todos al fútbol, a visitar a la abuelita, muchos sábados con esa sobadera del colegio nos tocaba ir a reuniones de padres. [...] Cuando llegaban los niños se ponían a ver telenovelas con la abuela y era un problema para que hicieran las tareas, yo los regañaba y les llamaba la atención y les ponía ejemplos del cumplimiento de las cosas que tenían que hacer, era una educación ya de palabra. [...] Si sacaban malas notas o no sabían los mandamientos se ganaban su juetera. La irresponsabilidad era una falta grave. [...] En esa época no robábamos el tiempo a los hijos para que lo dedicaran al estudio, les enseñamos a decir la verdad, a ser sinceros, correctos, respetuosos para que el mismo proceder de uno lo tuvieran ellos168.
114Orientada por esta noción de felicidad, la familia asigna al niño el lugar creado por el desplazamiento del padre de acreedor en deudor, situándolo como entre-dos, de suerte tal que no es ni lo uno, ni lo otro, sino un lugar vacío, excento de deuda. Ello hace que el niño se convierta en el punto de convergencia de las acciones de la familia, al instaurarlo como límite interior siempre en desplazamiento y, simultáneamente, en el punto de fractura familiar, en tanto límite exterior o locura.
115Como límite interior, las acciones y enunciaciones familiares son reguladas por el tiempo debido, orientadas por el consumo siempre en expansión. Los ritmos y los rituales familiares, determinados por lo que se considera una necesidad del hijo en las diferentes etapas marcadas por la segmentación del tiempo en pasado, presente y futuro, instauran al futuro como el momento posible de realización de la felicidad y al hijo como su efectuación:
Para nosotros los hijos lo eran todo, por ellos fue que nos fuimos a Bogotá, porque los hijos podían tener un mejor futuro [...]169
116Los ritmos y rituales se inscriben en una diferenciación entre lo privado y lo público, determinada por el tiempo debido. Al ámbito privado le es atribuido la efectuación de las condiciones requeridas para la felicidad, responsabilizando exclusivamente a la familia de su cumplimiento. Este mecanismo conduce a su privatización, al hacer de la familia el único garante del futuro, es decir del hijo:
[...] nosotros sabíamos que los hijos eran responsabilidad de uno, por eso nos propusimos hacerlos hombres de bien, les dimos todo lo que necesitaban lo mejor que pudimos [...]170
117La privatización exige que en su interior se introduzcan otros segmentos del socius, partícipes de la instauración de formas de moral, bajo la condición de que éstas no tengan un lugar de atribución distinto del familiar. Aquello que es orientado por el socius para el cumplimiento de lo debido, parece ser determinado por la familia, dando la apariencia del uso de una normatividad privada prescriptiva de la moral familiar, cuyo deber ser es asumido como exclusivo. La función moralizadora del padre, propia de las generaciones anteriores, es ahora cumplida por instancias relacionadas con las particularidades del tiempo debido. Así, el nuevo lugar ocupado por el niño en la familia, transforma la obediencia y el respeto al padre, características del estilo familiar despótico, en afecto y docilidad:
[...] en muy raras ocasiones nosotros castigábamos a nuestros hijos, es que ellos eran verracos, responsables, estudiosos, no daban guerra, dóciles, no había que estar pendiente de si hacían o no tareas. [...] Mis hijas eran tan dóciles que ya querían desde pequeñitas estar barriendo, trapeando, subirse a la estufa, los niños fueron consentidos a morir, cariñosos, delicados [...]171
118La escuela, como instancia moralizadora, despliega una serie de estrategias que se orientan a situar el afecto como mediación de la interacción, condición de la docilidad. A diferencia de los más ricos para quienes la manifestación del afecto entra en confrontación con la razón propia de la normatividad, en tanto lugar de la voluntariedad, para los menos pobres el afecto se constituye en norma interactiva, sin que dé lugar a confrontación con la razón.
119Una de estas estrategias hace que la escuela se constituya en un lugar regido por la relación demanda-satisfacción172. En ella el afecto orienta las acciones y enunciaciones hacia el cuidado del otro, entendido éste como protección. El cuidado, regla general, orienta a una forma específica de subjetivación al instaurar como forma preferencial de la interacción o bien la demanda, o bien la satisfacción, atribuyéndole una condición de menor de edad al demandante y de mayor de edad al satisfactor, circunscrita a interacciones particulares. Lo anterior supone que un mismo sujeto puede cumplir alternativamente cualquiera de las dos funciones. De esta ma nera, las sanciones no son efecto de la aplicación de una norma general, sino de la puesta en juego de la afectividad particular que trastoca las jerarquías, pero manteniéndolas. Esto conduce a que exista una posición superior en la escala, por la cual se sitúa en condición de minoría de edad a quien ocupa la posición inferior. Así, el afecto garantiza que cualquier interacción tenga siempre la forma demandantesatisfactor. Deuda infinita que coloca en posición de deudor al demandante y de acreedor al demandado, sujetando uno al otro, incesantemente, al no ser posible que la posición carente de deuda sea ocupada. Esta relación demanda-satisfacción se expresa simultáneamente en la seducción, convirtiendo al demandante en sujeto de deseo y al satisfactor en el objeto. Con ello, la escuela participa de la edipización de la familia y del socius173.
120Vehículo del futuro de los padres, el hijo es objeto de mol¬ deamiento progresivo, dentro de un juego edípico de dirección del deseo, que tiene como consecuencia la docilidad familiar a los requerimientos del socius, instalando al hijo como deudor, en tanto límite interior de la familia.
121Como limite exterior, el hijo actualiza permanentemente la posibilidad de acciones y de enunciaciones por fuera del control que supone el tiempo debido, puesto que ocupa el lugar excento de deuda. A diferencia de lo que sucede con los más ricos, donde ese lugar de límite exterior, atribuido a la sinrazón, intenta circunscribirse al interior por estrategias de control, con los menos pobres el lugar excento de deuda escapa al control. Ello abre paso a la posibilidad de lo imprevisto, que al ser ajena a las condiciones del tiempo debido, no es atribuida a la familia. En estas circunstancias, la familia opera con los mismo parámetros de los más pobres, al no juzgar el comportamiento imprevisto del hijo. Se posibilita así un espacio de exterioridad en el que el hijo deja de ser la realización del tiempo futuro y se convierte en un presente ajeno a la regulación familiar:
[...] mi hijo, el segundo, le dio dizque por la danza y se fue a Rusia. La hija no quiso estudiar más, ella decidió irse de la casa a vivir con unas amigas, y desde ahí hizo su vida como pudo. [...] cuando ellos ya deciden, uno no tiene porque meterse, ni para bien, ni para mal, ya la suerte que les toque no es problema de uno [...]174
122De esta forma, este tipo de familia reúne dos condiciones extremas. Por una parte, el tiempo debido hace que los requerimientos del socius encuentren en ella los mecanismos más severos de regulación edípica, de tal manera que el acceso a la mayoría de edad está orientado a instaurar al hijo como deudor, obligándolo a comprometer de antemano su fuerza de trabajo. Estrategia que requiere de la privatización de la familia como mecanismo efectivo del socius para hacerla única responsable del futuro del hijo. Por otra parte, la atribución del lugar vacío de deuda al hijo, derivada también del tiempo debido, crea las condiciones que hacen posible la acción imprevista, no regulada por las determinaciones del socius, haciendo que el hijo como vehículo de realización del futuro de la familia, se transforme en un presente externo a la regulación edípica.
Notes de bas de page
92 Definición similar a la empleada para dar cuenta de la clase alta en la investigación de Μ.A. Urrego, Aproximación al proceso de construcción de las identidades culturales en Colombia..., op. cit., p. 74.
93 Informante mujer, primera generación, estrato d.
94 Ibíd. Informante hombre.
95 Informantes hombres y mujeres, primera generación, estrato d.
96 Ibíd., informante hombre.
97 Ibíd., informantes mujeres.
98 Ibíd.
99 Ibíd., informante hombre.
100 Informante hombre, primera generación, estrato a.
101 Informante mujer, primera generación, estrato a.
102 Informante mujer, primera generación, estrato b.
103 Informante hombre, primera generación, estrato a.
104 Informante mujer, primera generación, estrato a.
105 Informante hombre, primera generación, estrato b.
106 Informantes hombres y mujeres, primera generación, estratos a y b.
107 Ibíd.
108 Informante hombre, primera generación, estrato b.
109 Informante mujer, primera generación, estrato b.
110 Informantes hombres, primera generación, estrato a.
111 Portocarrero y Acha plantean esta misma tesis. G. Portocarrero y E. Acha, Violencia estructural en el Perú, Tomo de Sociología, op. cit., p. 70. Maldonado llega a conclusiones similares pero desde Foucault. Diferencia la autoridad de la jerarquización, atribuyéndole a lo primero el despotismo del padre. Igual que el trabajo anterior, no muestra diferencias entre capas y generaciones. M.C. Maldonado, “Relaciones de dominación en la familia”, en: G. Castellanos y otros, comp., Discurso, género y mujer, Universidad del Valle, Cali, 1994, pp. 149-172.
112 Informante mujer, primera generación, estrato c.
113 Informante mujer, primera generación, estrato c.
114 Informantes hombres y mujeres, primera generación, estrato c.
115 Ibíd.
116 Ibíd.
117 Informante hombre, primera generación, estrato c.
118 Informante mujer, primera generación, estrato c.
119 Ibíd.
120 Ibíd., informante hombre.
121 Ibíd., informante mujer.
122 Informante mujer, primera generación, estrato b.
123 Arango muestra un ejemplo de estas estrategias en el caso de la mujer en la fábrica colombiana de tejidos, Fabricato. Les exigían para trabajar el demostrar su carácter civil de solteras. L.G. Arango, Mujer, religión e industria. Universidades de Antioquia y Externado de Colombia, 1991, p. 272.
124 Informante hombre, primera generación, estrato b.
125 Ibíd., informante hombre.
126 Informante mujer, primera generación, estrato a.
127 Ibíd.
128 Informante mujer, primera generación, estrato d.
129 Ibíd.
130 Ibíd.
131 Ibíd.
132 García Canclini analiza la manera cómo esa nueva concepción del tiempo libre contribuye a la reformulación de lo público. Op. cit., p. 268.
133 Informante hombre, segunda generación, estrato d.
134 Ibíd.
135 Ibíd.
136 Ibíd.
137 Ariés muestra en su trabajo acerca de la infancia, la aparición de la niñez con la modernidad. Así, se pasa de una total indiferenciación de las edades a una total separación y diferenciación, postulando que este paso posibilita la privatización de la familia. P.H. Ariés, L'enfant et…, op. cit., p. 67. Aunque este texto asume algunas de las hipótesis de Ariés tomamos distancia de este autor en lo que se refiere a la diferenciación entre las distintas capas del socius, que nos conducen a postular el capricho como manejo del tiempo particular de la clase alta, diferenciándolo del deudor y del afecto, que conducen a otro tipo de manejo del tiempo en la clase media.
138 Ibíd., informante hombre, segunda generación, estrato d.
139 Ibíd., informante mujer.
140 Op. cit., Archivo investigación “La escuela: aproximación...”, Caso No. 1.
141 Informante hombre, segunda generación, estrato d.
142 Op. cit. Archivo investigación “La escuela: aproximación...”. Caso No. 2.
143 Informante hombre, segunda generación, estrato d.
144 Ibíd. Informante mujer.
145 G. Deleuzey F. Guattari, El Anti-Edipo, op. cit.
146 Informante hombre, segunda generación, estrato b.
147 Ibíd. Informante mujer, estrato a.
148 Ibíd.
149 Sahlins señala la brevedad de tiempo de trabajo necesario para el mantenimiento y la reproducción, insistiendo sobre factores cualitativos. Similar a la hipótesis que postulamos sobre el tiempo ganado. M. Sahlins, La première société d'abondance, Ed. Temps Modemes, París, 1968, pp. 664-666.
150 Informantes hombres, segunda generación, estrato b.
151 Ibíd. Informantes mujeres.
152 Ibíd. Informantes hombres y mujeres, Estratos a y b.
153 Ibíd. Informante hombre, estrato b.
154 Ibíd., informantes hombres y mujeres, estratos a y b.
155 Ibíd.
156 Ibíd., Informante mujer, estrato b.
157 Ibíd.. estrato a.
158 Archivo investigación “La escuela: aproximación...”, op. cit., Caso No. 7.
159 Ibíd.
160 Ibíd.
161 Meunier en su investigación sobre los gamines en la ciudad de Bogotá describe otro tipos de reglas que operan en la territorialización. J. Meunier, Les gamins de Bogotá, Ed. Lattes, París, 1976.
162 Informante hombre, segunda generación, estrato c.
163 Ibíd., informante mujer.
164 Ibíd., informante hombre.
165 Ibíd.
166 Ibíd., informante mujer.
167 Ibíd.
168 Ibíd. informantes hombres y mujeres.
169 Ibíd., informante hombre.
170 Ibíd.
171 Ibíd., informantes hombres y mujeres.
172 Archivo investigación “La escuela: aproximación...”. Caso No. 3.
173 Arias en una investigación sobre “Timidez y agresividad en la escuela”, op. cit., describe una serie de acciones puestas en práctica por los niños para pasar desapercibidos, estrategias que conducen a generar en los otros sentimientos de consideración. Aunque el fin de su trabajo es diferente al nuestro, estas estrategias ejemplifican el proceso demanda-satisfacción en la subjetivación, p. 48.
174 Informante mujer, segunda generación, estrato c.
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Maquinaciones sutiles de la violencia
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