Perspectivas conceptuales
p. 9-22
Texte intégral
1El acceso al estudio del fenómeno de la violencia en nuestro país conlleva dificultades en su discernimiento, en cuanto lo violento nos concierne de manera inmediata y cotidiana, obligándonos constantemente a situarnos en el sanedrín desde donde inquirimos por un veredicto que signe culpables y redima inocentes.
2Nuestra labor de investigación busca tomar distancia de lo que nos atrapa, como una alternativa para acercarnos a la violencia desde un lugar distinto a aquel que enjuicia y juzga. Ello nos obliga a optar por una crítica sistemática de nuestro propio proceso de pensamiento, al asumir que éste es siempre susceptible de ser seducido por una verdad supuestamente objeüva y razonable. Estrategia crítica con la que pretendemos movilizar los postulados de verdad hacia el plano de la praxis para convertirlos en herramientas con las que transformamos, componemos, ensamblamos maneras posibles de percibir los fenómenos. Haciendo uso de esta estrategia, hemos paulatinamente desplazado perspecüvas de acceso a lo violento inscritas en la polaridad víctima-victimario, para situarnos en perspectivas que indagan por la manera en que cada uno de nosotros vehicula múltiples violencias, agenciándolas en la nimiedad de nuestras acciones cotidianas.
3El ingreso a esta perspectiva traza una línea de investigación, que es posible bosquejar desde sus momentos críticos, puesto que éstos dan cuenta de los puntos de bifurcación del proceso del pensamiento, al establecer distintas relaciones con el objeto a investigar. Ello nos ha implicado un rompimiento con el principio de la causalidad, inscrito en relaciones lineales, esenciales y estructurales, para concebir la violencia como direccionalidades específicas que se imprimen a los procesos de socialización, mediante pluralidad de técnicas y de estrategias a través de las cuales se seleccionan combinaciones particulares de acciones y enunciaciones, focalizando el estudio del fenómeno de la violencia en el plano de lo microsocial.
4Diferenciamos cinco momentos críticos por los que ha atravesado la línea y que la han obligado cada vez a redireccionarse, estableciendo nuevas relaciones entre sujeto y objeto.
MOMENTO CAUSAL LINEAL
5En sus orígenes la línea, atrapada por una forma del pensamiento orgánico, supone la violencia como un efecto cuya causa única es lo socioeconómico. Relación que la conduce a definir esa causa como un poder apropiado por un Estado centralizador o bloque conformado por elementos económicos, políticos y sociales. Y ese efecto como la consecuencia de la aplicación de ese poder en los individuos, que al sólo beneficiar a algunos, conduce a los otros a reaccionar frente a él con violencia. Definiciones obtenidas de algunos estudios sobre violencia en Colombia que desde posiciones diferentes, asumen esta premisa y describen las maneras particulares en que la violencia como efecto se manifiesta, en distintos ámbitos del país, diferenciando sus tipos, sus modos de operar y sus características12. Dentro de esta concepción, la línea traza una clara diferenciación entre el individuo y la sociedad y sitúa a la última como causa del primero. Así, el individuo es producto de la sociedad que se manifiesta a través de acciones específicas del Estado.
MOMENTO ESENCIALISTA
6Esta forma del pensamiento prontamente entra en una primera crisis: el psicoanálisis confronta al funcionalismo organicista13, al señalarle que el hombre es pulsión y la pulsión es violencia. Desplazamiento que inserta la línea en el esencialismo, colocando la noción de sujeto biológico como anterior a la de sociedad, en tanto organismo constituido por pulsiones contradictorias que en su relación interactuante con otros, reprime, deja fluir o sublima, en beneficio ya sea de él, ya sea de todos. Esto conduce a la línea a otra premisa acerca de la violencia: la condición de lo social es la represión de las pulsiones biológicas. Así, el individuo biológico debe convertirse en sujeto social, al controlar sus instintos. Si no lo hace, y deja emerger la violencia inherente a su esencia, es anómalo. De esta manera, se cuestiona la primera relación causal, presuponiendo nociones de lo normal y lo anormal, con las que se agrega un nuevo elemento a la concepción de violencia: las manifestaciones de violencia de un sujeto son expresiones de patologías susceptibles de ser intervenidas14. Concepción en donde persiste la primera relación causal pero problematizada, puesto que la violencia es inherente al individuo, mientras que es la sociedad quien con la norma, le asegura su ingreso a la subjeüvación, consütuyéndolo en sujeto social.
7Conclusión que sin sacar de la relación causal a la línea, la conduce a una perspectiva culturalista15, en la que se interroga por la manera en que un sujeto se inscribe en la cultura. Se introduce aquí una lectura particular al pensamiento psicoanalítico de Winnicott16, permitiéndole concebir una relación diferente entre la socialización y la violencia. En ella se asume que no existe una acción directa de la cultura sobre el sujeto o del sujeto sobre la cultura, sino una interacción activa que simultáneamente produce sujeto y produce cultura.
8Ello se constituye en la premisa que guía un primer proyecto de investigación. Conjugando a Winnicott con Habermas y Piaget17, se tensiona la relación entre lo individual y lo social, tensión que no se resuelve a favor de ninguno de los dos extremos, puesto que se supone a lo vivido como la experiencia subjetiva que construye lo social y lo individual, en una relación de simultaneidad. La socialización se entiende así como ese proceso de experiencia y la violencia, como su resultado, normal o anormal, manteniendo la premisa que se extrae del psicoanálisis ffeudiano y, en cierta medida, también la funcionalista. La pregunta formulada en él indaga por los modos como una institución particular de la cultura, escuela, agencia disponibilidades para la violencia en los procesos de socialización que ella cumple. La hipótesis que surge entonces asume que entre mayor posibilidad de experiencia vivida, menor posibilidad de violencia. A esa hipótesis probabilística le subyace tácitamente aún una concepción real-empírica donde lo socioeconómico es determinante de una mayor o menor posibilidad de experiencia cultural18. Así mismo supone, que los mecanismos subjetivos de represión o expresión de la pulsión agresiva están inscritos en la posibilidad de acceso a la experiencia cultural y, por ello mismo, son determinados por lo socioeconómico.
9Un malestar implícito sacude, sin embargo, la certeza de la noción de experiencia cultural en su relación con la estratificación social: ¿no se está operando una moralización de la violencia, al asumir lo burgués como el modelo de la experiencia cultural? intentar darle respuesta al malestar lleva a la línea a interrogar la noción de violencia y con ella la de experiencia cultural.
10¿Cómo pensar la violencia de una manera distinta a su manifestación en lo real-concreto? Esa relación entre socialización y violencia al estar tan sobredeterminada por lo realempírico, impide que el proyecto acceda a una conceptualización de los mecanismos instauradores de disponibilidad para la violencia. Se hace entonces necesario desplazar la mirada de ese concreto en el que la noción de violencia tiene lugar, hacia un abstracto que dé origen a ese lugar concreto.
MOMENTO ESTRUCTURAL
11Desplazamiento que retoma la idea winnicottiana de la experiencia cultural como creación de sentido y, al mismo tiempo, la sitúa en el lenguaje como ente abstracto, capaz de solucionar el problema de lo concreto. La cultura se liga al sentido que es producido por el ingreso del sujeto al lenguaje, en tanto normatividad. La noción de socialización se orienta hacia los mecanismos de acceso al lenguaje y la noción de violencia hacia lo simbólico. Acción de abstracción que conduce a la línea por los caminos del estructuralismo.
12Con el estructuralismo no solamente ingresa Lacan19 con la noción del significante, también hace su entrada Greimas20 proponiendo un modo de acceso al lenguaje en lo real-empírico, a través de un conjunto de relaciones que pueden dar cuenta de los mecanismos de producción del discurso, en su doble acepción de profundidad y de superficie. Por profundidad se entiende, en esta lectura de Greimas21, lo referente al significante, pura virtualización y por superficie, lo referente al significado, pura actualización de lo virtual o discurso efectivamente producido. Sin embargo, Greimas no solamente introduce una buena herramienta de análisis para el ingreso a la abstracción, también contagia los conceptos empleados, hasta el punto que el estructuralismo lingüístico lo abarca todo. La socialización, ahora desde la perspectiva de Greimas, es la junción entre sintaxis y semántica fundamental. La violencia es la junción entre la sintaxis y las semánticas narrativas. Una, cuadrado semiótico, la otra programa narrativo, ambas en acción a través del modelo actancial.
13No es de extrañar que esta peculiar relación entre socialización y violencia dé lugar a diferentes comentarios en los circuitos en los que el proyecto es movilizado. Por un lado, referidos a la semiologización de la relación22. De otro, en torno a la diversidad de nociones que pone en juego el proyecto y que en lugar de darle una apertura lo encierran, precisamente por el tono semiológico que tiene23. Efectivamente las articulaciones entre producción de sentido, socialización, y disponibilidades institucionales para acceder a ello, violencia o no violencia, posibilitan armar una relación aparentemente novedosa, pero su abstracción y sobredeterminación por el lenguaje, la desvían, conduciendo a la línea a un círculo vicioso del tipo: “todo es lenguaje y el lenguaje lo explica todo”.
MOMENTO SEMIÓTICO 1
14A pesar de estar sobre la pista de una relación alternativa entre socialización y violencia, la línea sufre una terrible sacudida, puesto que la crítica a su semiologización la deja sin herramientas para constituirla. Surge un nuevo interrogante: ¿es posible acceder a lo real, sin recurrir como explicación ya sea a lo real-empírico, plano de lo concreto, o al lenguaje, plano de lo abstracto?
15Responder a este interrogante ha sido la tarea en la que ha estado enfrascada la línea de investigación desde entonces. Con la investigación de escuela encuentra una posible respuesta, que surge de una relectura de la noción winnicottiana24 de espacio potencial, permitiéndole establecer una conexión entre creación y producción de sentido a través de la conjunción de la noción psicológica de espacio potencial y el concepto filosófico de producción25.
16El espacio potencial se entiende como una zona expandible en la cual se suceden fenómenos aparentemente disímiles que son de la misma naturaleza: la ilusión, el juego y la experiencia cultural26. Zona donde se establece un desplazamiento entre la dialéctica del adentro y el afuera, la tensión y la descarga, hacia una exterioridad paradójica de la actividad creadora que, simultáneamente, une y separa esas formas adentro-afuera de la experiencia.
17La necesidad de definir la exterioridad desde su propia lógica, apela al concepto filosófico de producción desarrollado por Deleuze27. De acuerdo con éste, la exterioridad puede expresarse en tanto superficie, como un espacio plano y sin espesor constituido por una multiplicidad de líneas que atraviesan series de puntos sucesivos.
18Mientras las series se materializan en la proposición, las cosas y los cuerpos hallan su materialización en las líneas de expresión, constituyendo dos ámbitos diferenciados que dan origen a la producción de sentido en una relación donde la expresión y la proposición nunca concuerdan. Esta discordancia permite relativizar la importancia del lenguaje para indagar por el proceso de producción de sentido, proceso que incluye tanto a la proposición como a las cosas y sus estados28.
19La dimensión del sentido se constituye de la misma manera en que Winnicott ha anunciado la creación de la exterioridad por la vía de los fenómenos transicionales: entre una serie de las cosas y de los estados de cosas —medio ambiente— y otra serie de lo imaginado —fantasía individual— se desplaza un término —objeto transicional— término faltante en la serie de lo imaginado y sobrante en la serie de los estados de cosas. El efecto de este desplazamiento es la creación de sentido que, a la vez que funda la exterioridad, hace posible que existan el sujeto y el mundo de los objetos. Si ese desplazamiento del término “objeto transicional” puede ocurrir es porque, siendo sentido puro, hace converger y diverger las series que pone en relación, de tal manera que el ob jeto es simultáneamente creado y encontrado; esa simultaneidad es tiempo que sostiene la paradoja.
20La producción de sentido se sitúa pues en un tiempo que no toma como punto de partida el ahora, del que se deduciría un antes y un después, sino el de un instante dinámico expresado por el gerundio, que opera una actualización de esa otra forma impersonal del tiempo infinitivo del verbo, un “haciendo-ser” que se produce por la discordancia entre las series de puntos y las líneas de expresión o instancia paradójica siempre desplazada.
21¿Qué se opera aquí sino la destitución del sujeto como preexistente y como instancia independiente del mundo y del sentido? Puesto que la producción de sentido se efectúa en las cosas y en sus estados, de ella también emerge el sujeto. Ya no es posible entonces suponer a un sujeto psicológico como la instancia de la expresión, ni abordar el problema de la socialización bajo el supuesto de un sujeto que paulatinamente aprehende el mundo, o bajo el de un mundo que existiría por fuera del sujeto, es decir, en una dialéctica del adentro y del afuera. Así, las relaciones entre el sujeto y el mundo se plantean ahora en términos de sentido y de exterioridad.
22Se propone entonces entender la socialización como un efecto de la experiencia cultural, configurada en tanto acontecimientos capaces de fundar mundos e individualidades, expresables y expresados en los estados de cosas, subjetividades y conciencias. Lejos de ser un movimiento de un sujeto, un individuo o una conciencia hacia un mundo, la socialización consiste en un movimiento de producción de sentido en el que se construyen al mismo tiempo sujetos y mundos.
23Desplazado el problema de la socialización al orden de la producción del sentido, en donde el lenguaje y lo real empírico no son más sino su efectuación en las cosas y en los estados de cosas, se hace necesario articular la socialización con la violencia, situándola para ello en el ámbito de lo cultural como producción de sentido.
24Si la socialización es un movimiento que involucra el adentro-afuera y la exterioridad y en ésta los efectos de sentido de la experiencia cultural, ¿qué puede ser aprehendido como disponibilidad para la violencia y cuál es el alcance de una idea relativa a la “instauración” de tal disponibilidad?
25Se plantea una noción de violencia como todo aquello que hace imposible el movimiento desde y hacia la exterioridad y los efectos que se derivan de ella. Tal inmovilidad es entendida como el efecto que se genera cuando la efectuación y la producción de sentido dejan de operar, bien sea que ello ocunra en la exterioridad o en su efectuación adentro-afuera.
26Desplazándola del ámbito de la destructividad, la violencia es situada como la imposibilidad de creación de sentido. Tal imposibilidad puede ser inducida por la potencia de un mundo unitario, o por el aislamiento de los acontecimientos que los hace inintegrables a la experiencia, lo cual equivale a mantener fija una efectuación bajo la forma de una identidad29.
27De esta manera, la escuela, al igual que toda otra institución, deja de ser un real-empírico y se constituye en real-posible por la conjunción de los dos planos: el plano de la socialización como producción de sentido, en su movimiento característico que permite el paso del adentro-afuera a la exterioridad; y el plano de la instauración de las disponibilidades para la violencia a partir de detenciones del movimiento de la producción de sentido30.
MOMENTO SEMIÓTICO 2
28Aunque la relación entre espacio potencial y producción de sentido permite a la línea dar cuenta de la conexión socialización y violencia por fuera de la abstracción del lenguaje y de la concreción de lo real-empírico, de todas formas subsiste un problema de sobredeterminación que se explícita en la noción de experiencia cultural. El peso dado a la psicología se manifiesta en su concepción de sujeto: ya no se postula al sujeto como preexistente, pero éste en su constante movimiento se posiciona como capaz o no de acceder al sentido en su recorrido adentro-afuera-exterioridad, dependiendo de condiciones facilitadoras o imposibilitadoras. Por ello, la línea busca una estrategia que la conduzca a insertar la noción de sujeto en el proceso de producción, en tanto tensión constante de las fuerzas de poder y de deseo, la cual jamás se resuelve a favor del uno o del otro.
29Al hacer uso de la noción de producción, como el lugar donde la relación entre poder y deseo alcanza su máxima potencia31, la línea postula que es allí donde la violencia se hace real. La lectura althusseriana del concepto de producción marxista, la relectura que hacen Deleuze y Guattari al concepto de deseo postulado por Freud y la concepción de voluntad de poder en la lectura que hace Foucault32 de Nietzsche, son los elementos que ahora se conjugan para dar forma a un proyecto de investigación sobre la familia en Colombia33, en el que las nociones de socius y de resistencia activa del deseo operan como ejes conceptuales.
30Así, la línea define la noción de socius como una forma organizada mediante un proceso en el que la confluencia de elementos materiales da cuenta de la realización de un mundo posible, al instaurarse cierta direccionalidad como resultado de órdenes y funciones particulares que emergen por operaciones de selección de elementos y estabilización de relaciones entre elementos ordenados. Partiendo de la premisa de que la puesta en combinación del lenguaje y la técnica34 dan origen a lo social, la línea encuentra el modo de tomar distancia respecto de la abstracción que aún subyace en la noción de producción de sentido.
31En esta nueva óptica, la categoría lenguaje es usada como sistema de secuenciación y temporalización de enunciados y de series de enunciados; y la de técnica como sistema de secuenciación y de temporalización de prácticas y de conjuntos de prácticas, ambos emergentes y constitutivos de un campo social particular. Estos ámbitos siempre están entrecruzándose en la multiplicidad que los constituye, ya sea para que uno exprese las prácücas que el otro contiene y viceversa, ya sea para que se generen por la técnica nuevas modalidades de expresión y viceversa. Así, por ejemplo, la forma-prisión35 como secuenciación y temporalización de prácticas constituye un campo social o conjunto de prácticas. Este conjunto remite a secuenciaciones y temporalizaciones de enunciados que constituyen nuevas maneras de expresar los actos criminales. De este modo, el término delincuencia es la expresión de lo que la prisión contiene. Tanto la forma-prisión como la expresión delincuencia están constituidas por múltiples historias, segmentos y relaciones que son los elementos que se entrecruzan, para generar enunciados y prácticas específicos a determinados campos sociales.
32Los enunciados y las prácticas responden a sistemas de poder. Es decir, les es inmanente toda una organización que los articula al especificarles sus condiciones para operar la selección y la estabilización. Por ello los sistemas de poder no tienen en sí mismos finalidades sino de su operar resultan efectos particulares, en cuanto tal especificación imprime direccionalidades propias a las condiciones que establece. Así, organizaciones sociales de üpo capitalista tienen por condición la circulación de signos-dinero y la circulación de prácticas-fuerza de trabajo36. Su entrecruzamiento origina multiplicidades de conjuntos de prácticas asociados a la forma fábrica y multiplicidades de conjuntos de enunciados asociados a la expresión plusvalía. Las direcciones que estas condiciones imprimen a la organización capitalista se orientan a obtener plusvalía de la fuerza de trabajo. Por su parte, organizaciones sociales de tipo feudal37 tienen por condición la jerarquización de los signos-palabra y la distribución particular de prácticas ligadas a la posesión de la tierra. Su entrecruzamiento origina multiplicidades de conjuntos de prácticas asociadas a la forma-feudo y multiplicidades de conjuntos de enunciados asociados a la expresión ley. Las direcciones que estas condiciones imprimen a la organización feudal se orientan a la titulación como estrategia para tomar posesión de la tierra, a través de su escrituración.
33Los enunciados y las prácticas también son parte de flujos de deseo. Líneas, que paralelas a las series enunciativas y pragmáticas de los sistemas de poder, definen los posibles de transformación de la materia. Mientras que los sistemas de poder seleccionan elementos de la materia creando así sustancias enunciativas o pragmáticas y organizan en relaciones dichos elementos constituyendo formas, las líneas de deseo actúan en el seno de dichos sistemas sobre la dimensión material de los elementos y los compuestos, imprimiéndoles movilidad38. Por esta razón es posible decir que los sistemas de poder son efectuaciones de flujos del deseo. No obstante, en dichas efectuaciones la presión que ejerce el flujo del deseo sobre su acción en la materia, imprime un cierto grado de inestabilidad en los sistemas de poder, gracias al cual estos pueden transformarse.
34Considerado el deseo como la otra dimensión de la producción, propia a lo social, no es lo particular de un instinto individual, sino el universo de posibles en el que lo realizado implica la participación del poder en cuanto direccionamiento del deseo hacia una efectuación particular y lo no realizado, pero de todas maneras real, implica la extracción de la materia, por el deseo, del direccionamiento del poder. Ambos, fuerzas en constante confrontación y sincronización, a su vez generan una multiplicidad de microfuerzas en relación, donde no hay ni causas ni efectos, ni evolución, ni desarrollo. Constituyen el movimiento constante de transformación, producto de la afección mutua de las dos dimensiones de la fuerza.
35El soctus da forma a una diversidad de ámbitos que lo realizan y en los que se realiza. Uno de ellos es el institucional, en tanto límite específico que ordena una multiplicidad de articulaciones locales de prácticas y de enunciados, obligándolos a su reiteración para encerrarse sobre sí mismos, diferenciándose de otros ordenamientos. De esta manera, las instituciones son mecanismos operatorios que imprimen ciertas relaciones de fuerza al presuponerlas en el socius, fijándolas y reproduciéndolas. Proceso continuo de reproducción de sus propias condiciones de operación, las instituciones se diferencian entre sí por las operaciones con las cuales se fijan finalidades, presuponiéndolas en el socius. Su encerramiento y su dirección las constituye en segmentos diferenciables, localizables por sus funciones y relaciones.
36La inserción de esta noción de institución en la relación poder y deseo le permite a la línea criticar los metarrelatos que explica la familia ya sea umversalmente como Edipo39, ya sea umversalmente como intercambio estructural40. La crítica opera sobre los universales, transformándolos en ordenamientos particulares, postulando que es una dirección específica del socius la que da origen a Edipo y al intercambio. Así mismo diferencia a Edipo de la castración y sitúa este último direccionamiento como un socius despótico, propio de la escritura41. Con estos elementos se le da otro sentido a la noción de familia: institución que cumple con las funciones de filiación y linaje en el socius y la, por tanto, se presupone como portadora de dicha finalidad, transformando así su operar en un fin y fijando las condiciones para hacerlo posible. Cerrada sobre sí misma se vuelca sobre el afuera que resuena en ella dándole movilidad. Para ello hace uso de un conjunto de estrategias, articuladas en los sistemas de poder, con las que fija las relaciones de fuerza que presupone.
37De esta manera se hace posible plantear la noción de socialización en congruencia con las nociones de socius y de institución, en tanto pluralidad de acciones institucionales encaminadas a estabilizar unos tipos determinados de relación entre fuerzas: reiteración de un mismo conjunto de enunciados y de secuenciaciones temporales y de un mismo conjunto de prácticas y de secuenciaciones temporales que obliga a generar unos mismos mecanismos de interacción. De ello resultan los focos de subjetivación como aquello que un sujeto puede hacer y decir en su interacción con otros para que le sea reconocida su existencia en la institución, los lugares que puede ocupar en el ordenamiento que la institución establece y las transformaciones a las que está determinado. Conjuntos de normas, valores y signos con los cuales se asegura la homogeneización, se direcciona el deseo individual y colectivo y se atribuyen sentidos a las acciones y enunciaciones.
38No obstante, la línea no presupone a la socialización como la única instancia de subjetivación. El juego permanente entre la dirección que busca imprimir el poder y la operación de extracción de la materia, propia al deseo, hacen de la subjetivación un proceso en el que participan instancias comunicacionales, afectos, interacciones institucionales, dispositivos técnicos, universos de referencia. Es de estos procesos de subjetivación que surge el sujeto como un yo plural “compuesto de referencias cognitivas, míticas, rituales, afectivas, pulsionales que toma a su cargo la conquista y el poblamiento subjetivo de los territorios existenciales”.42 Por ello, los procesos de subjetivación, así como los sujetos que se conforman en ellos, atraviesan las instituciones y los campos sociales, a pesar de que éstos los vehiculan y buscan atraparlos en sus finalidades, a través de procesos identificatorios que transforman el yo plural en un yo-unidad.
39La subjetivación lleva entonces implícitas las resistencias en tanto producciones de deseo que se oponen al direccionamiento del poder. Prácticas sobre prácticas: incitaciones, suscitaciones, producciones que se oponen al ser obligado, ser suscitado, ser incitado, y que desvían los direccionamientos que una institución establece como estrategias para alcanzar su finalidad43. De las resistencias emergen nuevas estrategias de socialización, pero también procesos de resingularización de subjetivación en tanto líneas de fuga, de errancia. Las primeras cambian las articulaciones propias a las instituciones, sin alterar sus finalidades. Las segundas hacen estallar las instituciones al hacer que los sujetos se sitúen por fuera de ellas. Copresentes en los procesos de socialización agenciados por las instituciones, las divergencias les dan movilidad a sus operaciones de delimitación, a sus sistemas de interacción y a lo que seleccionan para ser fijado.
40Estos elementos componen el andamiaje conceptual que posibilita a la línea, a nuestro entender, insertarse definitivamente en lo microsocial para dar cuenta tanto de los mecanismos por los que se fijan las finalidades institucionales como de las operaciones de extracción de la materia que realiza el deseo. Ello conduce a la descripción de los procesos de socialización que instituciones como la familia y la escuela agencian a través de los conjuntos de prácticas y enunciaciones específicas que ponen en marcha, en los que se anuda nuestra especificidad, para cumplir con la finalidad que presuponen, participando con ello de la instauración de disponibilidades para la violencia. Ello también conduce a la descripción de los modos como el deseo opera resistencias a tales finalidades, introduciendo procesos de subjetivación que producen una apertura en el sellamiento institucional, obligando a la institución a volcarse sobre su afuera, movilizándose hacia otros procesos de subjetivación.
Notes de bas de page
12 Al inicio de la línea, investigaciones hechas en Colombia fueron determinantes para pensar la relación violencia-socialización. Citamos algunas de ellas: G. Guzmán y otros, La violencia en Colombia, Vols. 1 y 2, Valencia, Bogotá, 1969. D. Pecaut, “Reflexiones sobre el fenómeno de la violencia”, en Once ensayos sobre la violencia, CEREC, Bogotá, 1985. J. Arocha y otros, op. cit. J. Rodríguez, Desde la perspectiva del subdesarrollo, Universidad Nacional, Bogotá, 1988. C. Uribe, La mentalidad del colombiano, Ed. Nueva América, Bogotá, 1992.
13 S. Freud, Obras completas, especialmente el Tomo 2, Biblioteca Nueva, Madrid, 1973.
14 Premisas tomadas en la relación que establece Lorenzer con la Escuela de Francfort a través del lenguaje. A. Lorenzer, Crítica al concepto psicoanalítico de símbolo, Amorrortu, Buenos Aires, 1970; y Bases para una teoría de la socialización, Amorrortu, Buenos Aires, 1973.
15 Premisa tomada de los desarrollos psicoanalíticos de Erickson acerca de la génesis del hombre. E. Erickson, Infancia y sociedad, Amorrortu, Buenos Aires, 1979. También se tienen en cuenta los postulados de Kaes acerca de la institución. R. Kaes y otros. La Institución y las instituciones, Paidós, Buenos Aires, 1989. Algunas investigaciones antropológicas y psicológicas realizadas en Latinoamérica sirvieron de base: D.A. Bedoya, y J. Jaramillo, De la barra a la banda, Medellín, 1991. R. Harari, comp., Teoría y técnica psicológica de comunidades marginales, Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1974. C. Adler, Cómo sobreviven los marginados, S. XXI, Bogotá, 1975.
16 D.W. Winnicott, Procesos de maduración en el niño, Laia, Barcelona, 1965.
17 Relación ya establecida por Lorenzer a través del psicoanálisis freudiano. Nosotros la restringimos a la noción de experiencia cultural. Bases para una teoría de la socialización, op. cit. Asi mismo, la relación entre Piaget y Habermas también ha sido realizada por el mismo J. Habermas, La teoría de la acción comunicativa, Grijalbo, Barcelona, 1988, Tomo II. J. Piaget, Los estudios sociológicos, Ariel. Barcelona, 1976.
18 Esta relación la proponen, entre otros, Lorenzer, Bases para una teoría de la socialización, op. cit., y los teóricos del análisis institucional como E. Lapassade, Grupos, organizaciones e instituciones, Gedisa, Barcelona, 1984. Y J. Oury, Estudios de las relaciones en los grupos, Humanitas, Buenos Aires, 1980.
19 J. Lacan, Los 4 conceptos fundamentales del psicoanálisis. Seminario 11, Paidós, Buenos Aires, 1992.
20 A.S. Greimas, Semántica estructural, Gredos, Madrid, 1976.
21 Lecturas particulares de A.S. Greimas, ibíd. La semiothique des pasions, Seuil, París, 1985. La semiótica del texto, Paidós, Barcelona, 1983. A.S. Greimas y J. Courtés, Semiótica: Diccionario razonado de la teoría del lenguaje, Gredos, Madrid, 1990.
22 Jesús Martin Barbero hace la critica a este respecto.
23 Evaluación de Colciencias, de diciembre de 1993.
24 W.T. Winnicott, Juego y realidad, Gedisa, Barcelona, 1989.
25 Este primer acercamiento al concepto de producción se realizó por la lectura a La lógica del sentido en la que se buscaba una deconstrucción de la estructura, retomando el problema del sinsentido. G. Deleuze, La lógica del sentido, Pre-Textos, Valencia, 1986, pp. 35-69.
26 Juego y realidad, op. cit., p. 47.
27 La lógica del sentido, op. cit., pp. 45-79.
28 Ibíd., pp. 2-20.
29 Conjunción entre Lacan, Winnicott y Deleuze hecha a partir de: Los 4 conceptos fundamentales del psicoanálisis, op. cit.; Juego y realidad, op. cit. y La lógica del sentido, anexo 2, op. cit.
30 G. Daza, M. Zuleta y G. Alvarado, Aproximación cartográfica a la instauración de disponibilidades para la violencia en la institución escolar. Informe final Colciencias, DIUC, Bogotá, 1994.
31 G. Deleuze y F. Guattari, El Anti-Edipo, op. cit., p. 40.
32 M. Foucault. Vigílar y castigar, Siglo XXI, Bogotá. 1986, pp. 2-34.
33 G. Daza y M. Zuleta, Famílía máquina: una visión ecosófica, Colciencias, DIUC, Bogotá, 1995, mimeo.
34 G. Deleuze y F. Guattari, Mil mesetas, op. cit., p. 75.
35 M. Foucault, Vigilar y castigar, op. cit.
36 Deleuze y Guattari. El Anti-Edipo, op. cit.
37 Ibíd.
38 Mil mesetas, op. cit..
39 S. Freud, Obras completas. Tomo II, op. cit.
40 C. Lévy-Strauss, Las estructuras elementales del parentesco. Paidós, Barcelona, 1988.
41 Deleuze y Guattari, El Anti-Edipo, op. cit., pp. 50-176.
42 F. Guatari, Caósmosis, Univ. del Valle y Vampiro Pasivo, Cali. 1966, p. 17.
43 Mil mesetas, op. cit.
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Maquinaciones sutiles de la violencia
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