La sal del reino de Granada en el marco de las actividades salineras bajomedievales (siglos xiii-xv)
p. 295-314
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1El tema que se nos ha propuesto en el presente caso es, por decirlo en sus líneas generales, la concurrencia de la sal a los mercados europeos del N, y, por tanto, cómo afectó esta actividad a la economía salinera de los países exportadores. En realidad de lo que se trata es de la aparición de una « economía-mundo », por emplear el término de I. Wallerstein1, pero sin entrar en la discusión que supone tal adopción, en la que determinados productos tienen un papel destacado, entre ellos, la sal.
2Corresponde a Jean-Claude Hocquet el mérito de haber establecido la importancia de la sal en este movimiento, que no se debe de considerar meramente económico, al menos en el sentido estricto del término. Precedida su obra por trabajos de otros autores pioneros y que hicieron aportaciones de indudable interés2 y por publicaciones propias que culminan con dos libros claves3, más recientemente nos ha ofrecido un hermoso y sugerente resumen de sus principales ideas4, que, sin duda, habrá que completar con algunos trabajos previos5.
3He aquí la propuesta de Hocquet en una síntesis apretada. Se puede hablar de una coyuntura de crecimiento de nuevas necesidades. Se debe a la demanda en aumento a consecuencia del incremento de la población, « por la expansión demográfica y el desarrollo de las ciudades, por el abandono progresivo de una economía de subsistencia de carácter autárquico que dominaba los campos antes y después del año Mil, pero a la cual la división creciente del trabajo y la existencia de polos urbanos e industriales en desarrollo regular después de mediados del siglo x impone un retroceso generalizado, pues las nuevas aglomeraciones viven más del comercio que les permite conseguir productos de larga conservación, capaces de afrontar las dificultades de un largo transporte6. »
4La sal, en esa coyuntura, no puede moverse ya sólo a lomos de bestias o en carretas. La demanda se ve paralizada por la dificultad de que lleguen cantidades importantes. Y eso sólo es posible con los barcos que se perfeccionan y se hacen más sólidos y grandes a partir de los siglos xii y xiii. La infraestructura precisa para estas nuevas singladuras hace que mejoren puertos, canales y que, en suma, la navegación se haga más fácil7. Aparte de una valorización creciente de los territorios costeros y de cada traspaís, que puede documentarse en las fuentes escritas y en las cartografías8, los « instrumentos legales » para el desarrollo de ese comercio se generan en un crescendo que fácilmente se puede medir9.
5Es de esta forma como se establece una ruta comercial marítima de primera magnitud, en la que la sal ocupa un papel principal. Partiendo del S, que tiene déficits en productos alimentarios como el grano y los derivados de una ganadería rica y potente, llega al N, necesitado de esa sustancia con tan alto poder de conservación y que era precisa para lo que se producía en grandes cantidades en las tierras brumosas septentrionales. Desde el siglo xiii al xviii la sal meridional, atlántica y mediterránea, fue llevada al N10.
6El primer punto de encuentro estuvo en el delta del Escalda, a medio camino entre la Península Ibérica y el Báltico. A partir de finales del siglo xiii los barcos hanseáticos llegaban a las costas francesas para conseguir vino y sal ; más tarde, alcanzan los puertos ibéricos, ya en el siglo xiv. Cuando bajaban traían granos para las gentes de los Países Bajos así como materiales para la construcción naval. El flete de vuelta, sin embargo, era insuficiente : « La solución llega con los transportes de sal hacia el Báltico, sal de la Baie11, luego de Brouage, finalmente sal portuguesa y española12. »
7El contacto sigue estando, no obstante, en el área de Zelanda, pero hay una variación a la que no es ajena la acción fiscal de los reyes franceses, que conduce cada vez más al S y encuentra en Portugal un espacio fundamental. No sería el área meridional, el Algarve, más cercano a las zonas plenamente mediterráneas, ya que las salinas allí existentes son pequeñas explotaciones que no parecen sobrepasar ese nivel13, sino las del centro y N, Setúbal14 y Aveiro15.
8Mientras tanto, debemos de preguntarnos qué pasa con la sal de la corona de Castilla y con algunos puntos mediterráneos en manos de los catalano-aragoneses. Con respecto a las salinas de este último territorio, las mejores estudiadas son las de Ibiza, al menos por lo que se refiere a su papel en la economía mercantil de la Baja Edad Media16. Sin duda sirven de ejemplo para cualquier otro trabajo que se haya de realizar. El hecho de que estén en otro ámbito distinto al que nos interesa a nosotros, que es en concreto el reino de Granada, nos exime de hacer mayores consideraciones. Tan sólo diremos que el artículo que en su día publicó Arroyo Ilera17 nos sirve para ubicar las salinas de Aragón y Valencia en tiempos de Jaime I, cuyo reinado ocupa gran parte del siglo xiii. Las más importantes situadas en la costa eran las de Peñíscola, Valencia, Albufera de Valencia y Calpe ; en el interior se enumeran a partir de esta época hasta 25 pozos sala-dos o minas, de las que casi la mitad se hallan en la actual provincia de Teruel18, cuatro en la de Huesca y los demás en las proximidades de Zaragoza. Mención obligatoria hay que hacer de las salinas de La Mata, Guardamar y Torrevieja, en la actual provincia de Alicante. Por lo que respecta a Cataluña, es preciso referirse a las minas de Cardona, que abastecían a gran parte del territorio catalán, incluida Barcelona, e incluso la isla de Mallorca, que asimismo producía sal del mar19. También se obtenía en Tortosa, en el delta del Ebro, cuyas salinas eran « las únicas que tenía el litoral de Cataluña20 », y que « gozaba de un monopolio de hecho en el suministro de sal a los pequeños puertos catalanes21 ».
9En Castilla, en cuya esfera quedó englobado tras su conquista el reino nazarí, el régimen de explotación de las salinas y su control fiscal es bien conocido. En el ya antiguo trabajo de Espejo22 contamos con estimaciones acerca de la productividad y, en consecuencia, de los beneficios fiscales, de las salinas españolas. La producción que ofrece para las castellanas era en 1575-1577 de 563 000 fanegas, lo que bastaba para el consumo, que se estima, descontando Galicia, en 500 000 fanegas, aunque su capacidad productiva podía llegar hasta 770 000 fanegas23. Este carácter de las explotaciones salineras es un aspecto a destacar. La moderación en su capacidad productiva aparece reflejada en muchos sitios. Pero quizá habría que matizar que viene dada por el régimen fiscal y de control de las salinas.
10Ya demostró con claridad Reyna Pastor24 cómo se pasó en León y Castilla de un periodo de explotación comunitaria de la sal a un control real y, consecuentemente, de la nobleza laica y eclesiástica. La transformación abocó en el establecimiento de la regalía de la sal.
11Ha sido M. A. Ladero quien ha estudiado con detenimiento la evolución de la « renta de la sal25 ».
12Las etapas que señala y, por tanto, la evolución que pone de relieve, están de acuerdo con las que en su día hizo la citada R. Pastor. La primera de todas, que va desde el siglo x al reinado de Alfonso VII, en la primera mitad del siglo xii, viene marcada, como ya se ha dicho, por la desaparición de la pequeña propiedad de las salinas y la concentración en manos de los poderosos, entre ellos los reyes, pero asimismo se estableció un impuesto real sobre la compra de sal. El segundo periodo en la evolución de la renta se desarrolla desde el Ordenamiento de Nájera de 1137, dado por Alfonso VII, hasta el reinado de Alfonso X, ya en la segunda mitad del siglo xiii. Viene determinado por la « “regulación de la renta, asentamiento del derecho real” de propiedad sobre las salinas y de intervención sobre el régimen de explotación y de precio de la sal, lo que era compatible con la concesión de mercedes sobre el producto o la renta de las salinas (en sal o en dinero) a diversas instituciones, especialmente monásticas26 ».
13De acuerdo con el mencionado Ordenamiento de Nájera no se establecieron cuotas de obligado consumo para los habitantes del reino, sino que se controló el tráfico del producto y, asimismo, el precio a que se podía vender, que muchas veces era una tasa. Con Alfonso X se establecen las bases legales (Partidas, Partida III, XXVIII, XI) de la regalía de la sal, que se desarrollará en el Ordenamiento de Alcalá, de 1348, en el reinado de Alfonso XI.
14Ahora bien, si precedentemente cada salina tenía asignada una zona de venta, Alfonso XI en el Ordenamiento de 1338 determinó la libre circulación de la sal, sin que cada salina tuviese una zona asignada. Andalucía y Murcia quedaron fuera de esta normativa, tal vez por haber sido conquistadas ya avanzado el siglo xiii. El mismo monarca parece que « intentó repartir cupos de consumo obligatorio de sal entre la población, que había de adquirirla de los arrendadores de salinas y alfolíes al precio de la tasa27 ».
15Este intento fracasó, no existiendo, pues, una línea básica de ingresos para la fiscalidad regia, como en Francia. En el siglo xv ya existía un régimen libre de venta, pero contando con un precio de tasa y teniendo áreas reservadas las salinas. Era el sistema que imperó en Castilla en adelante.
16De las salinas castellanas destacaron las de Atienza y Espartinas. El espacio asignado a las primeras era muy amplio : « Desde el río Arlanza hasta el Tajo, en todas las villas y lugares contenidas entre ambos ríos, tanto en Castilla como en las Extremaduras28. »
17Por su parte, las de Espartinas tenían asignado « todo el Arzobispado de Toledo, salvo los lugares y tierras correspondientes a la sal de Atienza29. »
18Hay algunas excepciones a esta regla, pues Valladolid, dentro del área de Atienza, tenía libertad para importar sal, y Plasencia y Trujillo podían traer sal de Portugal. Además, había otras salinas en el interior del reino que están por estudiar en profundidad.
19De todas formas hay algunas a las que hay que referirse como mínimo. La más destacada es la de Añana30. Documentada la producción de sal en ella desde fechas medievales muy tempranas, eso explica la extensión del territorio que tenía asignado para la venta de su producción. En concreto abarcaba hasta « el Duero o el Arlanza por el S, más los Cameros, Agreda y Cervera, junto a la frontera aragonesa, varias merindades (Bureba, Rioja, Burgos, Castilla la Vieja) y las tierras montañosas de Álava y Guipúzcoa31… ».
20Otras muchas aparecen en las fuentes fiscales, por lo que remitimos a los trabajos ya citados de M. A. Ladero para un examen más específico32. Con todo algunas han sido analizadas con cierto detenimiento, como sucede con las de Rosio33.
21Mención aparte merecen los territorios costeros del N de la corona de Castilla. Como ha señalado Ladero : « Toda la costa cantábrica se abastecía de sal importada por vía marítima34. »
22Su control fiscal se hacía a través de las almacenes o alfolíes en los que se depositaba la sal, así como existía un monopolio de venta por parte de los arrendadores. El caso mejor conocido es el asturiano, muy bien estudiado por I. González y J. I. Ruiz de la Peña35.
23Estas áreas de la costa norteña utilizaban, según todos los indicios de que disponemos, sal de fuera, de Portugal y de Francia en muchos casos.
24Hay que destacar que la importación desde las tierras lusitanas, con salinas marítimas de gran capacidad productiva, fue muy significativa36.
25No menores eran las del área gaditana y otras andaluzas. En realidad, « la explotación de salinas está en manos de aristócratas, ciudades y particulares, y la sal se vende a precio libre. La corona no interviene, salvo para cobrar la alcabala sobre la venta del producto37… »
26Lamentablemente carecemos de estudios de las salinas andaluzas, salvo algunos trabajos que iremos citando que, sin embargo, no pueden llenar el enorme vacío que tenemos.
27En cualquier caso, sabemos que la sal andaluza se utilizaba como flete de retorno en la ruta de Italia a Flandes38.
28Las grandes salinas gaditanas estaban en manos de las más importantes casas nobiliarias. En los siglos xv y xvi las de mayor producción eran las del Puerto de Santa María, en la jurisdicción del Duque de Medinaceli. Se ha afirmado que llegaron a alcanzar los 100 000 cahíces anuales39. Fuese cual fuese su capacidad productiva, todo indica que eran de gran importancia y que se beneficiaban de ella las pesquerías y almadrabas de la costa gaditana, de tanta significación. La renta de la sal produjo, en 1512, 400 000 maravedíes, que representaba el 8 % del total de sus ingresos40. Es, pues, una cantidad nada desdeñable.
29Otra casa nobiliaria de importancia, la de Medina Sidonia controlaba la producción de sal en Sanlúcar de Barrameda, que sólo rentaban 25 000 maravedíes en 1510 – compárese con la cifra dada para las del Puerto, en manos de Medinaceli– ; también tenían salinas en la costa onubense (S. Juan del Puerto, con 65 000 maravedíes de renta ; Huelva, con 200 000 maravedíes anuales)41. En territorio de Huelva había diferentes salinas en manos de otros nobles de menor entidad42.
30Además, tenemos las propiedades salineras de la Casa de Arcos43, que las poseía en la costa gaditana : Isla de León, que son las mejor conocidas44, Rota, « isla del Vino » (« acaso entre Rota y Chipiona », según M. A. Ladero45) y Tarifa, que debe leerse, otra vez de acuerdo con Ladero, Tarfia, un caño en las marismas del Guadalquivir46.
31Asimismo había salinas controladas por los grandes concejos de la Andalucía Bética, que conocemos a veces por noticias dispersas47.
32Mención aparte merecen las del reino de Jaén, a las que nos referiremos más adelante, pues sirven de « modelo » a las explotadas en el territorio granadino, una vez que la conquista castellana se consumó.
33Podemos concluir de todo lo dicho que las salinas de la Corona de Castilla tenían como finalidad primordial asegurar el consumo de las tierras interiores, devengando una renta más o menos estable a la hacienda real, desde luego nada comparable con la que cobraban otros monarcas europeos, como el rey de Francia. En gran medida eran controladas por los arrendadores, que eran normalmente los interlocutores fundamentales para los concejos realengos y algunas propiedades particulares. Muchas veces un acuerdo con ellos permitía la exportación de sal foránea, siendo la portuguesa la principal de todas, al menos por los indicios que tenemos. Por lo que respecta a las costas del N de la Península, las que demandaban grandes cantidades, por supuesto mayores a las que podían producir ellas mismas, tenían que acudir a traerla de fuera.
34El caso gaditano, uno de los puntos de mayor producción salinera de Castilla, nos muestra la participación de las grandes casas nobiliarias en la explotación de la sal, que no parece que fuese directa, sino a través de censos48. Su demanda no era sólo local, aunque se gastase en las industrias de pesquería y almadrabas, sino que también se exportaba. Pero ignoramos mucho de la historia salinera gaditana y habrá que esperar a que la investigación progrese.
35El papel del Estado Moderno fue importante para la economía salinera. Ante todo, gracias al creciente control que ejerce sobre las actividades económicas, con fines muchas veces fiscales, la sal aparece en todo su esplendor como un producto estrella que inunda los mercados. La documentación recoge con precisión muchas veces el tráfico salinero49. Este supone un beneficio para los historiadores en general y los de la economía en particular. Pero plantea un serio problema. Las etapas históricas y las sociedades en las que la documentación escrita es escasa no se consideran y apenas son dignas de estudio. Con frecuencia hay que acudir a establecer períodos de larga duración, en los que el ritmo evolutivo que se aprecia, por ejemplo, en la sociedad bajomedieval y moderna de la Europa occidental, no se puede distinguir. Y esta dificultad la encontramos en algunas zonas europeas, entre ellas las residuales del dominio islámico, que es tanto como decir, el reino nazarí de Granada.
36Sin embargo, en este amplio entramado comercial el reino de Granada contaba con unas condiciones inmejorables, al menos teóricamente, para desempeñar un papel de primera magnitud en ese comercio cada vez más internacional que relacionaba el S con el N, el Mediterráneo con el Mar del Norte y con el Báltico. Pero no fue el caso de la sal granadina, aunque sí lo fuera de otros productos salidos del reino.
37Recordemos una frase muy importante escrita por Hocquet a propósito de la generalización del comercio de la sal en el período bajomedieval y en la época moderna : « La sal está en el centro de las relaciones que unen una economía sobre todo agrícola y los transportes marítimos que no cesaron de perfeccionarse y de ganar en productividad50. »
38Ésta puede ser una explicación fundamental para poder hacer precisiones sin las que apenas sabríamos nada y menos podríamos entender la situación y el papel que desempeñó la sal.
39La vida económica europea, con todos los matices que se quieran hacer, se hallaba muy penetrada por el comercio y los negocios. Incluso sabemos que con las ganancias que se conseguían se compraban tierras ; más aun, a partir de su explotación se intentaba lanzar productos y así asegurar un determinado tráfico comercial. No obstante, hay que manifestar que se trata de « mercados imperfectos », aunque hubiera una tendencia creciente a que el capitalismo se fuera consolidando. Para ello era condición necesaria el empobrecimiento del campesinado y la caída de las rentas feudales. Es así como asistimos a la gran crisis de finales de la Edad Media. Las discusiones han sido numerosas sobre sus consecuencias, pero todas parecen demostrar que la sociedad bajomedieval cambió radicalmente. A partir de finales del siglo xiii se advierte que la sociedad medieval, cuya expansión había sido espectacular51, ha alcanzado un límite en su crecimiento. Comienza una espiral de depresión52 cuyo final sólo se adivina a mediados del siglo xv. El diagnóstico nos permite conocer una sociedad que ha retrocedido enormemente en sus capacidades productivas y que ha sufrido una agitación social sin precedentes. Pero de la crisis de una gran parte de la sociedad surgió la gran riqueza de algunos grupos, esencialmente príncipes y mercaderes, quienes se aliaron y crearon un sistema político distinto al anterior, dominado por la « renta centralizada », en cuanto a la fiscalidad, y un « absolutismo » incipiente. La alianza de la aristocracia feudal y de los mercaderes es un hecho incuestionable, cuya factura principal pagaron en su inmensa mayoría los campesinos y algunos grupos urbanos.
40Sin duda, el comercio, pese a las discusiones que desde antiguo han tenido lugar53, tuvo un papel disolvente que no se puede ocultar. Un control paulatino de las esferas económicas lo pone de manifiesto. Estos temas han sido suficientemente tratados como para volver sobre ellos. Lo que nos interesa destacar ahora es cómo se fueron consolidando unas prácticas que permiten conocer el avance imparable de los negociantes por Europa y más allá de ella. El paso del estrecho de Gibraltar no sólo significó que los barcos, como ya hemos visto, consolidasen una ruta hacia el Mar del Norte y el Báltico, conectando el Mediterráneo, tanto cristiano como musulmán con los puertos septentrionales, sino que también trajo consigo que el Atlántico S se fuese abriendo. En este sentido el papel de los italianos, como en otros casos, fue muy importante54 y, desde luego, su penetración tuvo un contenido diferente a la portuguesa cuya cronología y carácter fueron distintos. La experiencia empezó a desarrollarse a partir del siglo xi y significó el cambio de la situación precedente55, generando una hegemonía de la Europa cristiana sobre el mundo musulmán.
41El desarrollo de estas actividades comerciales con las tierras islámicas condujo, junto con otros factores ya señalados, a la creciente consolidación de prácticas económicas en las que los mercaderes van a adquirir una gran importancia, que será también social.
42En definitiva, la pregunta que cabría hacerse llegados a este punto es por qué la sociedad feudal engendró el capitalismo y no ocurrió lo mismo con las sociedades islámicas, calificadas como tributarias o tributario-mercantiles. A ella quisimos responder en un trabajo anterior, con referencia al reino de Granada56. Por tanto, nos consideramos exentos de la obligación de hacerlo de nuevo en el presente estudio. No obstante, las líneas generales habrá que repetirlas, pues son esenciales para entender lo que sucedió con la sal.
43No olvidemos la afirmación de Hocquet más arriba reproducida (« La sal está en el centro de las relaciones que unen una economía sobre todo agrícola y los transportes marítimos que no cesaron de perfeccionarse y de ganar en productividad57 »). Los mecanismos de producción y comercialización de la sal hay que ponerlos en relación con la economía agrícola. No se debe únicamente a lo que se ha dado en llamar la fase agrícola de la producción salinera58, sino asimismo a los condicionantes que impone su producción y su comercio. En efecto, el intercambio que se realiza es de productos agrícolas en cantidades apreciables por sal en un volumen también importante.
44En cuanto al último punto ya hemos señalado algunas cuestiones que, más adelante, tal vez haya que remarcar. Por lo que respecta al primero habrá que reparar en cómo funciona la explotación salinera. De entrada digamos que nos centraremos en la producción de las salinas marítimas, las únicas capaces de asegurar cantidades dignas de ser transportadas por los cada vez más grandes navíos. La insolación es el mecanismo que permite la concentración primero y, luego, la cristalización. Estamos hablando, pues, de unos trabajos que se desarrollan en un período de tiempo breve por parte de una mano de obra muy numerosa. Así se emplean a muchos hombres en tales esfuerzos en poco tiempo, lo que quiere decir que el resto del año tienen que estar dedicados a tareas agrícolas y en ese espacio de tiempo pueden trabajar en las salinas. Nos referimos, pues, a una estructura económica en la que la agricultura permite este trasvase importante de población. Podría darse, por contra, el caso de que hubiese población esclavizada para estas tareas, pero no parece que fuese muy rentable esa opción. Todo ello quiere decir que la agricultura tiene unas condiciones específicas.
45La demanda de sal viene determinada por un principio que se puede considerar elemental : « Cada centro de producción difunde prioritariamente la sal a las poblaciones de la zona próxima59. »
46Ahora bien, como Hocquet ha puesto de relieve, hay espacios costeros que permiten una mayor producción o, si se prefiere, pueden generar un mayor excedente destinado al comercio : « Sólo las islas o el litoral de tierras con abundantes y ricas salinas, pobres en población podían destinar importantes excedentes al gran comercio marítimo60. »
47Nos está hablando, desde luego, de espacios en los que la economía agrícola era muy peculiar, pues no se trataba de tierras en las que fuera posible una gran producción de alimentos de primera necesidad para la alimentación de sus poblaciones, como el grano, con huertas que suministraban productos variados pero para un consumo inmediato o para unas pequeñas exportaciones ; en suma, se trata de una economía agrícola mediterránea, en la que cuando no hay irrigación los rendimientos agrícolas están sometidos a los vaivenes de la siempre difícil climatología. Es lo que ocurre en las islas y muchas de las costas en las que la montaña cae casi directamente al mar. La gestión del espacio agrícola nos demuestra la dificultad de su expansión de cara a un comercio de cierta amplitud. Sólo cuando el regadío es generalizado es posible una economía variada en productos y se abre la posibilidad de un comercio, reducido quizás en las cantidades, pero amplio en la diversidad. La cuestión no para aquí, pues es necesario tener en cuenta la disponibilidad de mano de obra. Cuando se trata de extensiones cultivadas de manera extensiva y siguiendo un ritmo estacional marcado, no cabe duda de que hay posibilidad de utilizar a gentes que en el verano no tienen que llevar cabo tareas agrícolas o apenas han de realizarlas. Ahora bien, en una agricultura intensiva en la que el riego es fundamental para el campo, al que es necesario suministrarle agua en el periodo de máximo calor, para así unir humedad y altas temperaturas, produciendo un agro ecosistema monzónico importado, no es fácil disponer de mano de obra que se pueda dedicar masivamente a otras actividades económicas como la obtención de sal por insolación. Y he aquí una de las posible explicaciones de lo que ocurre con las salinas en el reino de Granada. A ella habrá que añadir los mecanismos comerciales en los que se inserta su producción. Pero vayamos por partes detallando el tema.
48Se sabe suficientemente que en el espacio que a partir de mediados del siglo xiii se denominó nazarí, es decir en el mundo penibético, se instaló desde la llegada de los árabes una agricultura de regadío. Podemos, pues, decir que era una herencia directa de la andalusí61.
49La implantación de la agricultura irrigada supuso, sin duda, un cambio fundamental en el paisaje ibérico que aparece plenamente configurado en el siglo x, aunque seguramente es anterior. Las descripciones de al-Razi nos permiten conocer unas estructuras urbanas en las que el peso de la vida agrícola es importante y en la que el riego es esencial para los campos62.
50Evidentemente la agricultura irrigada no significa sólo que el agua llegua a los cultivos, sino mucho más. Lo que importa primordialmente no es la introducción de técnicas que permiten la captación, conducción, almacenamiento y distribución del agua, todas ellas, por lo demás, conocidas suficientemente en fechas anteriores. Interesa destacar que se trata de un sistema organizado de manera distinta a como lo eran los precedentes. El agua es utilizada para generar todo un agro ecosistema. Se basa en la unión de la humedad y el calor, que no se da en el dominio mediterráneo, pues los veranos son secos y calurosos. Como aquélla no puede garantizarse climatológicamente, se hace por medio de la distribución del agua a los campos. Por eso, numerosas plantas alóctonas son traídas junto con la tecnología hidráulica necesaria63. Y al mismo tiempo se riegan otras propias del mundo mediterráneo.
51Las áreas irrigadas que surgieron, que son el fundamento de los asentamientos rurales, pero que eran visibles en la periferia urbana e incluso en el interior de las ciudades, deben de entenderse a partir de una estructura social determinada, en la que era importante el peso de las comunidades campesinas, territorializadas, en sus orígenes cohesionadas fuertemente por su pertenencia a un mismo grupo familiar. Son tales áreas las que rigen el conjunto del sistema, aun teniendo en cuenta incluso sus limitaciones técnicas. Como se trata de espacios agrícolas que quiebran la dinámica estacional del mundo mediterráneo, según ya se ha visto, el verano se convirtió en una estación en la que los trabajos en los campos eran continuos e incluso superiores en intensidad a los de otros periodos del año. La mano de obra disponible tenía, pues, que concentrarse en labores casi exclusivamente agrícolas, sobre todo si tenemos en cuenta que estamos hablando de una agricultura de policultivos.
52La extensión y organización de esas áreas irrigadas, cuya productividad era destacable, no permitían la existencia de monocultivos. Recordemos, además, que habían sido creadas y que en gran medida continuaban siendo mantenidas por grupos campesinos con una gran cohesión interna que se relacionaban con el Estado a partir del pago de un tributo.
53Esta agricultura aportó desde el momento de su instalación una gran cantidad y variedad de productos agrícolas, en buena medida desconocidos anteriormente. Se comercializaban en un corto radio, pues muchos son perecederos, como frutas y ver-duras. Las tierras más próximas a las ciudades encontraron en ellas un mercado estable, aunque habría que dilucidar cómo se produjo la urbanización, tema que no ha sido resuelto y desgraciadamente muchas veces ni siquiera planteado, como ha puesto de relieve M. Barceló64.
54Pero hay más, determinados frutos, sobre todo aquéllos que se guardaban en un primer momento para consumirlos en caso de necesidad por escasez de alimentos, llegaron a comercializarse en cantidades cada vez más importantes y a puntos más lejanos. Nos referimos, por ejemplo, a los frutos secos, objeto de un creciente tráfico comercial que alcanza su punto álgido en los últimos tiempos medievales.
55Es cierto también que la demanda fue incrementándose, pero su desarrollo tropezaba en el caso granadino con una gran dificultad. La organización agraria y la estructura social impedían la creación de monocultivos. No obstante, la influencia del comercio se dejaría notar en las estructuras de base. El creciente peso de la vida urbana es evidente y eso tuvo efectos disolventes sobre las estructuras familiares de base, organizadas por los fuertes lazos de sangre de los grupos territorializados65. Sin embargo, no se puede decir, por lo que sabemos hasta el presente, que fuese un proceso continuado, ni siquiera cabe señalarlo como ineluctable. Las investigaciones hasta ahora realizadas66, nos muestran una agricultura y una sociedad agrícola de época nazarí en la que el peso de las formas gentilicias es todavía reconocible. Las estrategias familiares conducían a su preservación67.
56El cada vez mayor control del comercio por parte de los extranjeros y la alianza de éstos, a partir del siglo xii, con el majzen o Estado, produjo un efecto amortiguador de la penetración económica de los intereses mercantiles en la vida agrícola. Hubo incluso mecanismos de adaptación que lo permitieron asimismo. La variada actividad productiva de los campos irrigados posibilitaba que algunos cultivos se desarrollasen en sus márgenes. Así, los morales podían servir para delimitar tierras e incluso eran utilizados para proteger las plantas herbáceas en los meses de calor. Pero también las tierras de secano sirvieron para potenciar otros cultivos que se dirigían a la exportación, como los frutos secos (almendras) y secados (pasas, higos secos, etc.) sin romper la organización del área irrigada.
57El límite, según ya hemos visto, quedaba claro. No era posible, ni siquiera en el caso de la caña de azúcar68, la generación de un monocultivo. Ése era el tendón de Aquiles de la economía granadina, que producía para unas estructuras elementales y que, al mismo tiempo, generó un tráfico comercial siempre rozando la imposibilidad de un mayor desarrollo. Una cuestión más habrá que añadir. La concurrencia a un mercado cada vez más internacional de estos productos surgidos del reino de Granada se explica porque no se encontraban nada más que en ciertas zonas, en la que la agricultura irrigada era importante, caso del territorio nazarí. Ésta aseguraba la reproducción del sistema y podía generar excedente para su comercialización, pero se trataban esencialmente de mercancías exóticas, no de productos de consumo generalizado.
58Esa dedicación agrícola y esa economía mercantil orientada a mercados exteriores limitados por la demanda, hacían imposible una transformación y, por tanto, no había mano de obra excedentaria que pudiera dedicarse en el periodo estival a la producción de sal. El tema de la mano de obra no es baladí y requeriría un examen más atento, pero que no vamos a hacer ahora. Baste con decir que en el periodo nazarí, las estructuras familiares, la fuerte cohesión de los grupos territorializados y la propia estructura agrícola impedían que hubiese una fuerza de trabajo excedentaria. Con la conquista del reino de Granada a finales del siglo xv y tras la repoblación, la ruptura de las formas anteriores no fue inmediata ni homogénea en todos los territorios. Pero hay más, las necesidades económicas de mano de obra se condujeron a otras actividades productivas, las que estaba ya implantadas en el conjunto de la economía mercantil : producción de azúcar y de frutos secos. Además, se demandaron hombres para trabajar en los campos de los nuevos pobladores. En suma, ni antes ni después existieron condiciones favorables para la producción y comercio de la sal. Era más favorable para los intereses mercantiles previamente existentes mantener la base económica o forzarla en las líneas señaladas que cambiarlas. Incluso se observa que es así cuando la concurrencia de productos similares a los mercados europeos a los conseguidos en Granada fue mucho mayor y se generalizó su consumo. Se siguió produciendo, incluso más que antes, por ejemplo, azúcar.
59Pasemos ahora revista al tema que nos va a ocupar principalmente, el de la sal granadina y su concurrencia a los mercados existentes en los siglos bajomedievales.
60En anteriores trabajos hemos estudiado la distribución geográfica de las explotaciones salineras del reino de Granada y las hemos integrado en la vida económica de las zonas aledañas69. Eran salinas reducidas en cuanto a sus extensiones y tenían un radio de penetración local, pese al gran tráfico comercial que había en todo el territorio nazarí. La opción elegida es la propia de una economía agrícola en la que la sal ocupa un renglón mínimo, no estando destinada a una actividad mercantil de gran alcance ni siquiera de mediano, y, en consecuencia, no modificando la organización territorial que era habitual en la sociedad andalusí.
61Esta situación es claramente visible en las salinas interiores. En ellas las necesidades de una ganadería, importante en el lado castellano y que pasaba al otro lado de la frontera, a tierras nazaríes, a aprovecharse de los pastos y usaba las salinas existentes, eran las más evidentes y condicionaban la explotación salinera70.
62Las que había en el lado castellano estaban en manos de la nobleza y de los grandes concejos. Seguramente tenían como finalidad primordial un aprovechamiento particular ; es decir, la producción de sal se empleaba en el consumo propio y para los ganados de los señores. Era poca la que salía a la libre venta. Preferían asegurarse el autobastecimiento a cualquier otra solución. El ejemplo que en su día estudió T. Quesada, las salinas de la tierra de Jaén entre la época medieval y la moderna71, lo pone claramente de relieve. Así, sabemos que en 1561, según consta en la averiguación que mandó hacer el rey Felipe II72, la producción de sal estaba en la tierra perteneciente al concejo jiennense en unas 350 toneladas anuales, o sea, unas 7 500 fanegas. De ellas, 5 400 fanegas (=252 toneladas) salían de las salinas directamente controladas por el concejo de Jaén. Pues bien, los cálculos que hizo T. Quesada no dejan lugar a muchas dudas : « 1 700 fanegas, un 31,5 % del total, se entrega a los diversos elementos de la oligarquía urbana, tanto civil como religiosa…, y otras 3 000 fanegas, un 55,5 % no se venden sino que “sobran” según los arrendadores. Es decir, que del total de 5 400 fanegas procedentes de las salinas del concejo anualmente, sólo entran en el mercado 700 fanegas, el 13 % aproximadamente73. »
63La explicación que nos da el propio Quesada es la necesidad de asegurar el abastecimiento en caso de escasez, dejando el aprovisionamiento normal del mercado en manos de los productores particulares de sal74.
64Tal situación, que amortizaba una buena parte de la producción, general en otros puntos del reino, sobre todo para atender a las necesidades de la hacienda real, permitió en contrapartida la concurrencia de otra sal al mercado y el desarrollo de las salinas que explotaban los particulares, lo que supuso, en palabras de T. Quesada, « una progresiva puesta en producción de recursos no agrarios de la campiña de Jaén a lo largo del siglo xv75 ».
65Este « modelo económico » fue aplicado en la otra parte de la frontera una vez que los Reyes Católicos conquistaron el reino nazarí. Pero antes parece que la realidad de las explotaciones salineras era la de una reducida penetración en el espacio en que se insertaban. Se puede decir que su fin primordial era su abastecimiento y una dedicación al ganado especialmente el foráneo, y que el propio era de menor entidad. Con todo, hay algunas diferencias que deberíamos sólo reseñar, pues han sido ya estudiadas en otra parte76.
66Hay que atender a una división por zonas. Así tenemos las que están situadas en el denominado surco intrabético, es decir, en las hoyas que quedan entre la cadena bética, al N, y la Penibética, al S. Por otra parte, las hay en el dominio bético, en las cercanías de las tierras castellanas, en las proximidades, por tanto, de la frontera.
67Las primeras son, de O a E, las de Ronda, Antequera, Loja, La Malaha (en las proximidades de Granada), Montejícar, ya en los Montes fronterizos, y Bácor (entre Guadix y Baza). En suma, parece como si se hubiesen limitado las explotaciones salineras en atención al poblamiento de cada área del surco. En efecto, las salinas en cuestión, por lo que sabemos de una productividad baja o mediana, se hallaban en las proximidades de las grandes ciudades interiores del reino granadino. Se encontraban en medio de unas tierras de cultivo irrigadas, hasta el extremo de que se ha observado en el caso de La Malaha cómo el agua dulce no procede, evidentemente, del río Salado que es el que sirve para obtener sal, sino de unas termas de origen romano. El agua se enfría y luego se utiliza para el riego de las tierras que tiene la alquería77 que es denominada precisamente con el término « salina », pues no otra cosa significa el nombre árabe que se le da a la misma (malaha). Es, pues, importante poner de manifiesto hasta qué extremo la agricultura irrigada es primordial, minimizando la producción salinera.
68Estas tierras del surco intrabético son las más pobladas, junto con algunos puntos del litoral. Desde luego son las más ricas agrícolamente hablando y se encuentran lo suficientemente alejadas de la misma línea de frontera como para estar amparadas de los ataques castellanos. La vida urbana estaba muy consolidada desde fechas anteriores al periodo nazarí y existía, por tanto, un tráfico fluido de gentes y mercancías. De ahí que la producción de sal fuese esencialmente para las poblaciones. No hay que olvidar, pese a lo dicho, que algunas áreas de las mencionadas, especialmente las de Ronda, Antequera y Loja, recibían ganados del otro lado de la frontera, no muy alejada78.
69El segundo grupo de salinas es el de aquéllas que se sitúan en la misma raya fronteriza o muy próxima a ella. Existían en fechas anteriores a los nazaríes, seguramente con los almohades (siglos xii y xiii) ya estaban plenamente conformadas. Cobran una especial significación cuando se define la frontera con los castellanos, o sea a partir del siglo xiii. Se encuentran en un área de transición entre la parte llana (de un lado, las tierras de la depresión del Guadalquivir ; de otro, las altiplanicies granadinas) y la montañosa (al S y al N, respectivamente de aquéllas). Están, por tanto, en la ruta de paso obligado para los ganados que marchan a los pastos de verano de las cumbres, en este caso, de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas.
70Han sido estudiadas por T. Quesada79. Son las de Hinojares, llamadas de Cuenca y Chíllar, antiguas alquerías andalusíes, las de Ceal, conocidas como las de la Vieja, las importantes explotaciones cercanas a Quesada, que son las del Romeroso y las del Rosal, las salinas de Larva, que se denominan de la Hermosilla, que dependían del Adelantamiento de Cazorla y se mencionan en la Baja Edad Media.
71Estas salinas nos muestran la existencia de una complementariedad económica entre ambas áreas fronterizas. Incluso en la misma frontera las tierras nazaríes estaban dedicadas a la explotación de las parcelas irrigadas, lo que impedía que la ganadería entrase en los campos. En consecuencia tenían que pastar fuera de ellos. Los animales por lo común permanecían fuera de los núcleos habitados. Pero no había obstáculo, dada la existencia de extensas tierras no cultivadas y dedicadas a una explotación ocasional, para que fueran ocupadas por hatos venidos de fuera. El propio de las poblaciones nazaríes era cuidado por personas dedicadas exclusivamente al oficio de pastor. En ciertos casos se puede pensar que correspondiese por turno a los vecinos, pero en modo alguno hay que desechar que se contratasen a ciertos hombres con tal fin por parte de los dueños de cabezas de ganado.
72Es más que evidente, por lo demás, que había una trashumancia de diferentes radios y, además, un control de la cabaña, según se aprecia en la edad en que son sacrificados los animales, extremo éste que se deberá de estudiar más a fondo, para lo que será necesario que aumenten los análisis zooarqueológicos, muy escasos hasta el presente.
73La cabaña de los nazaríes no agotaba ni mucho menos las posibilidades que tenían sus tierras para criar ganados de fuera. Quedaban muchos espacios por explotar y podían ser usados por los señores castellanos del otro lado de la frontera. Su economía no era similar a la de los granadinos. Estaba impregnada por el ejercicio de la guerra, aun cuando no fuese permanente80. La organización del poblamiento muestra que los núcleos estaban bastante aislados y que la defensa era una actividad primordial. La vida económica, aun contando con explotaciones agrícolas, sobre todo de carácter extensivo, reposaba especialmente en la ganadería. Se trataba de bienes semovientes que iban de un lado a otro bajo una estrecha vigilancia. Era asimismo un botín fácil de conseguir en las cabalgadas y de transportar a las tierras propias. Pero también hay que advertir que esa vida de frontera posibilitaba un comercio e incluso de productos vedados que pasaban de un lado a otro como contrabando.
74Tenemos testimonios escritos para diversas partes de la frontera del reino del uso de las tierras nazaríes para pastos de los ganados castellanos81. Se puede decir que existía una especie de complementariedad entre una zona y otra. Mientras que los granadinos tenían una agricultura irrigada muy productiva que posibilitaba la salida de productos por circuitos mercantiles de mayor o menor entidad, pero desde luego muy fluidos, de acuerdo con lo que ya hemos señalado anteriormente, los castellanos se aprovechaban de su capacidad productiva y, al mismo tiempo, ejercían una tutela y vigilancia militar. No siempre se cifraba en la guerra y en la violencia institucionalizada, sino que tenía una base económica apoyada en ellas. La extensividad era la nota dominante y, como tal, la ganadería un renglón de primera importancia. El empleo de pastos de uno y otro lado les favorecía, llegando a acuerdos para ello, algunos de los cuales conocemos al menos parcialmente, y, desde luego, muchos de los conflictos posteriores a la conquista se basaron en estas prácticas anteriores y en una interpretación abusiva de las mismas82. Los deseos expansionistas de los señores castellanos del otro lado de la frontera, que bus-caban quedarse con tierras que antes, previo acuerdo, utilizaban, fueron, sin embargo, frenados por los Reyes Católicos83.
75En suma, la explotación de la sal en las tierras interiores nos muestra claramente que era un producto integrado en una economía de pequeño radio, dentro de la cual la agricultura era fundamental. Incluso en los espacios del otro lado de la frontera, el castellano, se observa hasta qué punto la producción salinera estaba unida a un pequeño tráfico comercial. El caso de la tierra de Jaén, estudiado por Quesada84, del que ya hemos hablado anteriormente, es un claro ejemplo. En otros puntos, pero también ya para la segunda mitad del siglo xvi, se aprecia como las ventas de sal lo son en pequeñas cantidades85.
76Parecido sistema de explotación y de organización de las salinas interiores granadinas se observa tras la conquista. El fin primordial es el abastecimiento de las poblaciones y, ante todo, de los miembros más destacados de cada nuevo concejo, pues las Actas capitulares de ellos recogen abundante información sobre el particular, aunque quede por realizar todo un estudio sobre esta situación nueva.
77En definitiva, ni antes ni después de la conquista estas salinas, alejadas, por otra parte, de las grandes rutas comerciales, crecieron ni se desarrollaron suficientemente como para establecer importantes tráficos de sal.
78Cosa distinta podría haber sucedido con las explotaciones costeras. Estaban puestas en funcionamiento algunas de ellas, según revela la arqueología, desde fechas muy antiguas, en clara relación con las grandes factorías de salazones. No sabemos apenas nada de cómo se produjo el paso de estas explotaciones a las ya conocidas en época medieval, aunque, sin duda, se debe de considerar la existencia de un hiato en ciertos casos86. Sólo la arqueología podrá comprobarlo.
79De todos modos, hay que señalar que eran salinas muy consolidadas y totalmente organizadas en época nazarí. Tenían un problema general en la mayor parte del Mediterráneo, la forma en que pasaba el agua desde el mar a la tierra. Las mareas, es sabido, son muy pequeñas y no permiten ese trasvase. Por tanto, no se pueden situar en cualquier parte, sino en aquellas zonas en las que había un desnivel suficiente que lo permitiera o en las que las corrientes y los vientos lo hacían posible. Por si fuera poco, las costas del reino de Granada son muy recortadas y la montaña cae directamente al mar. No hay apenas llanuras litorales ; abundan las calas estrechas, muchas de ellas magníficos refugios para la navegación y que permiten la pesca con cierta facilidad. Son, pues, escasas las explotaciones salineras que aparecen documentadas a finales de la Edad Media, que es cuando empezamos a tener un conocimiento más amplio de las mismas. Posiblemente la mayoría, por la ubicación que tienen en tales fechas, estaban ya creadas en tiempos muy anteriores. Una relación entre los vestigios de fabricación de garum y las salinas es fácil de hacer y permite tener unas ciertas seguridades. Incluso la existencia de restos arqueológicos de otras épocas en torno a ellas lo pone de manifiesto.
80La sal estaba claramente asociada a actividades económicas propias y lógicas, como la pesca, pero también a la ganadería y, cómo no, a la alimentación de las zonas pobladas. Nuestra investigación, por el momento, ha permitido saber que, pese a la existencia de condiciones favorables, su comercialización no estaba integrada en los grandes circuitos, como ocurría con la sal procedente de otras partes del Mediterráneo y del Atlántico ibérico y con otros productos granadinos insertos perfectamente en las rutas que iban desde un mar al otro.
81Las condicionamientos de la economía salinera, que ya hemos puesto de relieve anteriormente en sus rasgos más generales, no lo permitieron.
82Examinemos, sin embargo, las actividades que se le asociaban. Empezaremos por la pesca.
83Era una actividad económica extendida, aunque no parece que la sal empleada para el pescado fuese siempre la producida en territorio nazarí. Un caso muy claro es el de Málaga, pero no es menos cierto que en este puerto las anchoverías eran muy importantes y la necesidad de sal, por tanto, alcanzaba cotas superiores a las de una práctica más elemental de preparación de pescado salado87. Aun cuando las fuentes árabes mencionan claramente la existencia de pesquerías en la casi totalidad de los puntos en donde era posible el atraque de barcas y en las desembocaduras de ramblas y ríos, e incluso en calas resguardadas, no parece que la asociación sal-pesca exigiese una alta producción de las salinas88. Es más, pese a que contamos con referencias a la importancia de la pesca, no alcanzan el nivel que se observa en otros puntos de al-Andalus. Veamos algunos ejemplos, que han de considerarse como elementos de comparación. Tomemos las referencias de Idrisi, geógrafo del siglo xii. De Almuñécar, en la costa de Granada, dice solamente : « Allí se pesca mucho pescado89... »
84En cuanto a Bezmiliana, al O de Málaga, escribe ese mismo autor : « [...] situada en una llanura arenosa, [está] provista de baños, alhóndigas y de almadrabas en las cuales se coge mucho pescado que se expide a las regiones próximas90... »
85Más bien se trataba de pequeñas capturas que se consumían en el entorno costero y en las tierras más próximas. Algunas cantidades de pescado se salaban y eran llevadas al interior, pero ese transporte conducido por almayales o arrieros a lomos de jumentos y mulos nos muestra la escasa importancia de tal práctica91. En consecuencia el consumo de sal sería de pequeña entidad.
86Una dimensión mayor de la pesca la tenemos en otros puntos de al-Andalus. Es el caso de Ceuta, que señala el citado geógrafo : « Hay cerca de Ceuta lugares en los que se pescan grandes pescados. Ninguna costa es más productiva, ya por su abundancia, ya por el comercio del pescado. Se cuentan en torno a cien especies diferentes, y se dedican particularmente a la pesca de un gran pescado que se llama atún y que se multiplica mucho en estos parajes. Se les prende por medio de arpones provistos en su extremidad de ganchos agudos que penetran en el cuerpo del pescado y ya no salen. La madera del arpón está guarnecida con grandes cuerdas de cáñamo. Estos pescadores tiene tal pericia y son tan hábiles en su oficio que no tienen rivales en el mundo92. »
87Se trata, evidentemente, de una práctica pesquera de mayor alcance, aunque encontramos almadrabas diseminadas por otros puntos de la costa. El texto de Idrisi pone de manifiesto asimismo su admiración por estos pescadores, lo que no es habitual en la literatura de la época93. De todas formas parece que no estamos ante una actividad económica de primera magnitud y que ésta debió de incrementarse en algunos puntos luego de la conquista castellana, como muy probablemente sucedió en Málaga.
88En cualquier caso, la pesca estaba relacionada, como no podía ser menos, con las explotaciones salineras. En la misma medida en que aquélla no sobrepasaba los límites locales o comarcales, la necesidad de sal era menor. Salvo Málaga, estamos ante una economía limitada geográfica y productivamente. Sus célebres anchoverías precisaban sal en mayores cantidades. Seguramente la demanda se incrementó luego de la caída de Málaga en manos de los castellanos. Es más, la sal traída desde el Puerto de Santa María era incluso reexpedida a veces a otros puntos del reino granadino que tenían libertad para importarla tras la conquista castellana, como sucede con Almuñécar y Salobreña, y a otras partes de fuera, como Canarias94. Pero estamos ante una política nueva consecuencia de la llegada de nuevos pobladores y de la castellanización del reino. La economía salinera varió claramente, como se ha mostrado suficientemente95, en busca de un monopolio real que favoreciera a la Corona. No fueron pocos los problemas que se derivaron de ello. Entre otros, el cambio en las costumbres de traer sal de fuera a Málaga96. Se quería pasar de prácticas normales a una obligatoriedad de consumo con fines fiscales y hacendísticos que, se quiera o no, rompía lo que antes había sido habitual.
89A las diferentes noticias con que contábamos, María Teresa López Beltrán añade algunas más97. Merece recogerlas para ver hasta qué punto la sal empleada en Málaga venía del Puerto de Santa María. Esta tendencia, que es anterior, como señaló Heers98 se documenta más y, probablemente, se incrementó, tras la conquista castellana. Así, gracias a la citada investigadora, sabemos que en 1498 el capitán Garci López de Arriarán, Martín de Jaúregui, mercader vasco que estaba en Málaga, y el vecino de Vitoria Pedro de Puebla fletaron una nao en Motrico para que fuese a cargar sal durante cuatro días en el puerto de Cádiz y, luego, traerla a Málaga. En junio de 1501 el mercader Gonzalo de Jerez recibió 70 cahices de sal de un vecino del Puerto de Santa María para que los vendiese en el puerto malagueña. También tenemos noticias de otro flete de sal que vino desde el citado Puerto de Santa María a Málaga99.
90Sin duda la industria de la anchovería, ya existente en fechas anteriores a la conquista castellana, absorbería gran parte de esa sal. Pero el incremento de esta actividad a partir de finales del siglo xv y, sobre todo, en el siglo xvi, exportando anchovas principal-mente a territorios italianos y, sobre todo, a los Estados Pontificios100, debió de incrementar la importación de sal de fuera del reino granadino. Y ello pese a los intentos de los Reyes Católicos de establecer el monopolio de consumo de sal de La Malaha. La oposición de armadores y carniceros de Málaga fue firme y llegó a sustanciarse ante la última instancia en 1499101. Es un claro ejemplo de la imposibilidad de hacer compatible la anterior estructura económica salinera con la nueva.
91Es cierto, sin embargo, que estos testimonios aparecen claramente en el caso de Málaga y nada sabemos de otros puertos importantes, como el de Almería. En todo caso, hay que tener una cierta prudencia, porque es sabido que la salina más occidental del reino que conocemos en sus costas es la de Motril, limitada, además, en sus posibilidades de extensión y, por tanto, de productividad. Por el contrario, las que hay en las proximidades de Almería, el segundo gran puerto nazarí, son de mayor capacidad productiva y se podrían explotar más, al menos técnicamente hablando.
92Estas salinas, como las propias de Motril, parecen tener una relación estrecha también con la ganadería. Los hatos de ganado se movían desde los pastos serranos, en donde permanecían el verano, a las llanuras costeras, en las que además había salinas, para pasar el invierno.
93El desarrollo de la ganadería fue posible por la organización de los territorios granadinos. En el de Dalías se observa con cierta claridad, como tuvimos ocasión de mostrar102. Las alquerías de este distrito de la Baja Alpujarra tenían sus áreas de cultivo irrigadas, que, lógicamente, quedaban amparadas de la entrada de ganados. El espacio de la Sierra Gádor, compartido con otras unidades territoriales, permitía la cría de los hatos en verano ; la llanura costera, en donde se ubicaban las salinas, poco densamente poblada, estaba dedicada a la vida marítima y a la cría de ganado en invierno. Este control de las actividades, en el que entraba evidentemente el de la cabaña ganadera, permitía una economía en cierto modo especializada y, al mismo tiempo, con líneas de complementariedad.
94De acuerdo con lo dicho hasta aquí, no parece que fuese posible una explotación salinera de cierta entidad. Los límites estaban claros. Si existían, como era el caso, para la agricultura de regadío, su generalización, aunque las áreas de cultivo fuesen en cada alquería no muy grandes, hacía posible un intenso tráfico comercial de los productos que se demandaban y una posterior expedición, una vez concentrados, a los mercados europeos. Una noticia que extraemos de las salinas de Motril nos informa que quienes las explotaban buscaban sencillamente mercancías de fácil salida en esos circuitos. En efecto, a cambio de sal se entregaban uvas103.
95En suma, podemos decir si temor a errar que más parece que entra la sal de fuera que sale del propio reino de Granada. Este comercio, como en gran medida era habitual, estaba controlado por el emir nazarí, al menos en los años finales del reino, según todos los datos de que venimos disponiendo.
96Ha sido editado un documento de 1426, en el que se recoge una petición del rey Alfonso el Magnánimo para que Francesc d’Àries, que tenía el monopolio de la venta de sal por parte del rey de Granada, permitiera que se descargase la sal que llevaba un barco en nombre de la hermana del soberano catalán104.
97Asimismo, cuando consultamos los trabajos que han manejado documentación de los archivos italianos, nos damos inmediatamente cuenta de que la sal granadina no aparece105. En los libros de contabilidad de la familia Spinola, de los que ha editado dos Adela Fábregas y que proceden de un archivo genovés, las referencias a la sal son sencillamente inexistentes106.
98Por todo lo anteriormente dicho, podemos concluir que el comercio granadino se hallaba conectado con el gran tráfico marítimo que llevaba mercancías del Mediterráneo al Atlántico. Entre ellas estaban los frutos secos, el azúcar y la seda, ampliamente demandados en la Europa del mar del Norte y en Inglaterra, pero, desde luego, no estaba la sal. La granadina se destinaba a un consumo local y como tal quedó tras la conquista. Más aún, la demanda creciente de ese producto no trajo consigo, al menos en los primeros tiempos castellanos, un incremento de las explotaciones, lo que era muy difícil técnicamente, ni tampoco una intensificación de las ya existentes. Así es como la sal, una mercancía que circulaba en grandes cantidades en los barcos que surcaban las rutas comerciales, cuando sale de Castilla no lo es de los nuevos territorios conquistados a los musulmanes, de donde, por contra, sí parten otras mercancías. Es más, el desarrollo de una nueva economía en aquellas áreas hizo que la demanda de sal creciera, pero se recurrió a traerla de fuera, según hemos visto en el caso del puerto malagueño con la industria de la anchovería. La sal propia quedó, de acuerdo con todos los datos que conocemos, inmovilizada para el consumo de los habitantes, con unas importantes cantidades en manos de las minorías que gobernaban los concejos en donde había salinas.
Notes de bas de page
1 Wallerstein I., El moderno sistema mundial : la agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo xvi, México, 1979.
2 Citemos, por ejemplo, a Mollat M., Le commerce maritime normand à la fin du Moyen Âge, París, 1952.
3 Son, en primer lugar, su tesis doctoral : Hocquet J.-C., Le sel et la fortune de Venise, vol. I, Production et monopole, vol. 2, Voiliers et commerce en Méditerranée 1200-1650, Lille, 1978-1979, y, luego, el importante : Le sel et le pouvoir, de l’An Mil à la Revolution française, París, 1985.
4 Hocquet J.-C., « La navegación de la sal en el Atlántico (siglos xiii-xviii) », en Malpica Cuello A. (ed.), Navegación marítima del Mediterráneo al Atlántico, Granada, 2001, p. 17-57.
5 Es inexcusable mencionar Hocquet J.-C., « Ibiza, encrucijada del comercio marítimo y testigo de una coyuntura mediterránea (1250-1650 aproximadamente) », Hocquet J.-C., Comercio marítimo en el Mediterráneo medieval y moderno, Granada, 2002, p. 19-91. Es la traducción española del original escrito en francés : « Ibiza, carrefour du commerce maritime et témoin d’une conjoncture méditerranéenne (1250-1650 env.) », Studi in memoria di Federigo Melis, Nápoles, 1978, vol. I, p. 491-526.
6 Hocquet J.-C., « La navegación de la sal… », op. cit., p. 24.
7 Ibidem, p. 25.
8 Un estado de la cuestión en Gautier Dalché P., « Cartes maritimes, représenttation du littoral et perception de l’espace au Moyen Âge », Castrum, 7. Zones côtières littorales dans le monde méditerranéen au Moyen Âge, Roma-Madrid, 2001, p. 9-33.
9 Por continuar con el hilo que ha permitido a Hocquet urdir una imagen muy real y viva de la economía comercial de ese periodo de crecimiento, citaremos el artículo que acaba de aparecer en español : Hocquet J.-C., « La inversión comercial y los intercambios entre Venecia y los países musulmanes en los siglos xii y xiii », en Trillo San José C. (ed.), Relaciones entre el Mediterráneo cristiano y el Norte de África en época medieval y moderna, Granada, 2004, p. 53-86.
10 « El gran comercio marítimo de largo alcance orientado del sur hacia el norte de Europa ha ocupado un breve momento histórico por lo que respecta a la historia de la sal, que comenzó a finales del siglo xiii y se cerró en la segunda mitad del siglo xviii » (Hocquet J.-C., « La navegación de la sal… », op. cit., p. 21).
11 Una valoración sobre la bibliografía más reciente (Hocquet J.-C., « Enfin du nouveau sur le sel de la Baie », Journal of Salt History, 7, 1997, p. 27-44) permite conocer mejor la sal de la Baie, pues como dice Hocquet : « Le sel avait une histoire commerciale, on ignorait tout de son mode de production, des rapports sociaux qui avaient pu se nouer au cours des siècles sur un littoral propice à la récolte du sel, le plus septentrional de l’Europe pour produire un sel solaire, le mieux placé pour répondre à la forte demande des populations et des pêcheries de l’Europe du nord » (ibidem, p. 27).
12 Hocquet J.-C., « La navegación de la sal… », op. cit., p. 32.
13 D’arienzo V., « En el límite de Occidente. Privilegios, iniciativas e inversiones sicilianas en el Algarve », en Trillo San José C. (ed.), Relaciones entre el Mediterráneo…, op. cit., p. 475-526. Puede consultarse asimismo el precedente libro de D’arienzo V., Di Salvia B., Siciliani nell’Algarve. Privilegi reali e prassi mercantile nell’Atlantico portoghese (secoli xv e xvi), Palermo, 1990.
14 Es esencial el libro de Rau V., A explotação e o comércio do sal de Setudal. Estudo de História Economica, Lisboa, 1951. Afortunadamente contamos también con una recopilación de los trabajos clásicos, pero insustituibles, de Rau V., Estudos sobre a História do sal português, Lisboa, 1984.
15 Amorim I., Aveiro e os caminhos do sal. Da produção ao consumo (sécs. xv a xx), Aveiro, 2001.
16 Hocquet J.-C., « Ibiza, encrucijada… », op. cit.
17 Arroyo R., « La sal en Aragón y Valencia durante el reinado de Jaime I », Saitabi, XI, 1961, p. 253-261.
18 Entre ellas están las de Alcañiz, de donde era natural Bernardino Gómez Miedes, autor de una importantísima obra titulada Commentarium de sale libri IV, escrito entre 1548-1558 y editado en 1552 por vez primera. Entre las muchas cuestiones de que nos informa están las explotaciones salineras (Ramos Maldonado S. I., Bernardino gómez Miedes. Comentarios sobre la sal. Introducción, edición crítica, traducción, notas e índices a cargo de --- (en prensa).
19 Hocquet J.-C., « Ibiza, encrucijada… », op. cit., p. 25-26.
20 Ibidem, p. 27.
21 Ibid., p. 27.
22 Espejo C., « La renta de salinas hasta la muerte de Felipe II », Revista de Archivos, Biblioteca y Museos, tomo 38, 1918-1, p. 47-63 y p. 220-233, t. 39, 1918-2, p. 37-52, y t. 40, 1919, p. 91-114.
23 Espejo C., « La renta de salinas… », t. 39 (1918-2), p. 47.
24 Pastor R., « La sal en Castilla y León. Un problema de la alimentación y del trabajo y una política fiscal (siglos x-xiii) », Cuadernos de Historia de España, XXXVII-XXXVIII, 1963, p. 42-87.
25 Ladero Quesada M. A., « La renta de la sal en la Corona de Castilla (Siglos xiii-xvi) », Homenaje al profesor Juan torres Fontes, Murcia, 1987, p. 821-838, y del mismo autor, La hacienda real de Castilla en el siglo xv, Sevilla, 1973, p. 169-181.
26 Ibidem, p. 822.
27 Ladero Quesada M. A., « La renta de la sal… », op. cit., p. 825.
28 Ladero Quesada M. A., La hacienda real…, op. cit., p. 172.
29 Ibidem, p. 175.
30 López Castillo S., « El ordenamiento jurídico del comercio de la sal y salinas de Añana (Álava) », Anuario de Estudios Medievales, 14, 1984, p. 441-466, y del mismo autor, diplomatario de Salinas de Añana (1194-1465), San Sebastián, 1984, y Ruiz de Loizaga S., « Documentos medievales referentes a la sal de las Salinas de Añana (822-1312) », Hispania, 44, nº 156, 1984, p. 141-205.
31 Ladero Quesada M. A., « La renta de la sal… », op. cit., p. 826.
32 Ibidem, y La hacienda real…, op. cit.
33 A. Franco Silva y Moreno Ollero, « Las salinas burgalesas de Rosío », Hispania, vol. 49, nº 172, 1989, p. 477-499.
34 Ladero Quesada M. A., La hacienda real…, op. cit., p. 179.
35 García González I., Ruiz de la Peña J. I., « La economía salinera en la Asturias medieval », Asturiensia Medievalia, I, 1972, p. 11-158.
36 Ladero Quesada M. A., La hacienda real…, op. cit., p. 181.
37 Ladero Quesada M. A., « La renta de la sal… », op. cit., p. 831.
38 Otte E., « El comercio exterior andaluz a fines de la Edad Media », Actas del II Coloquio de Historia Medieval Andaluza. Hacienda y comercio, Sevilla, 1984, p. 193-240, espec. p. 217-218.
39 Sancho de Sopranis H., Historia del Puerto de Santa María. Desde su incorporación a los dominios cristianos hasta el siglo xviii. Ensayo de una síntesis, Cádiz, 1942.
40 González Jiménez M., Valor Piechotta M., « Sal y salinas en el reino de Sevilla : informe provisional », Malpica Cuello A., González Alcantud J. A. (ed.), La sal : del gusto alimentario al arrendamiento de las salinas. Congreso Internacional de la CIHS, Granada, 1997, p. 95-112, espec. p. 105.
41 Solano Ruiz E., « La Hacienda de las Casas de Medina Sidonia y Arcos en la Andalucía del siglo xv », Archivo Hispalense, 168, 1972, p. 85-176.
42 Ladero Quesada M. A., « La renta de la sal… », op. cit., p. 832.
43 Solano Ruiz E., « La Hacienda… », op. cit.
44 Franco Silva A., La Isla de León en la Baja Edad Media, Cádiz, 1995, y más específicamente del mismo autor, « Las salinas de la Isla de León a fines de la Edad Media », en Malpica Cuello A., González Alcantud J. A. (ed.), La sal : del gusto…, p. 143-153.
45 Ladero Quesada M. A., « La renta de la sal… », op. cit., p. 832.
46 Ibidem.
47 González Jiménez M., Valor Piechotta M., « Sal y salinas… », op. cit.
48 Franco Silva A., « Las salinas… »
49 Hocquet ha escrito al respecto : « ¿ qué sabríamos de nuestra historia económica y social sin las fuentes fiscales y sin el concurso de las chancillerías y de los notarios salidos de las universidades emergentes ? Pues el resurgir del derecho escrito y la institución progresiva del impuesto de Estado con su corolario, la creación de una administración y de los consejos deliberantes acompañaron el nacimiento y la modernización del Estado. Este hecho se puede fechar en la mayor parte de la Europa mediterránea y occidental a comienzos de los años 1280, o en torno a esta fecha » (Hocquet J.-C., « La navegación de la sal… », op. cit., p. 23).
50 Ibidem, p. 40.
51 Una gran aportación la tenemos en el libro de Bartlett R., La formación de Europa. Conquista, civilización y cambio cultural, 950-1350, Valencia, 2003. Es traducción española de la edición inglesa titulada The Making of Europe. Conquest, colonization and cultural change, 950-1350, Londres, 1993.
52 Bois G., Crise du féodalisme, París, 1976.
53 Hilton R. (ed.), La transición del feudalismo al capitalismo, Barcelona, 1982, y Aston T. H., Philpin C. H. E. (ed.), El debate Brenner : estructura de clases agraria y desarollo económico en la Europa preindustrial, Barcelona, 1988.
54 Una buena reflexión en Simbula P. F., « Apertura de las rutas comerciales italianas hacia el Atlántico », en Malpica Cuello A. (ed.), Navegación marítima…, op. cit., p. 207-258.
55 Malpica Cuello A., « Dal Mediterraneo islámico al Mediterráneo cristiano. Il dominio del bacino occidentale nel Medioevo centrale », en D’arienzo V. (ed.), una città nel Mediterraneo : l’Opulenta Salernum, Salerno, 2003, p. 31-66.
56 Malpica Cuello A., « El reino de Granada entre el Mediterráneo y el Atlántico », Sardegna, Spagna, Mediterraneo, Atlantico dai Re Cattolici al Secolo d’Oro. Convegno Internazionale di Studi Storici, Mandas, 2003 (en prensa).
57 Hocquet J.-C., « La navegación de la sal… », op. cit., p. 40.
58 Hocquet habla incluso de « paysans de la mer » (Hocquet J.-C., Le sel de la terre, París, 1989, p. 72).
59 Hocquet J.-C., « Ibiza, encrucijada… », op. cit., p. 26.
60 Ibidem, p. 29.
61 Trillo San José C., una sociedad rural en el Mediterráneo medieval. El mundo agrícola nazarí, Granada, 2003. Es más completo su posterior : Agua, tierra y hombres en al-Andalus. La dimensión agrícola del mundo nazarí, Granada, 2004.
62 Hemos recogido referencias al respecto en Malpica Cuello A., « El abastecimiento de agua en las ciudades de al-Andalus. Materiales para el inicio de un debate », en Val Valdivieso M. I. del, usos sociales del agua en las ciudades hispánicas a fines de la Edad Media, Valladolid, 2002, p. 171-215.
63 Watson A. M., Innovaciones en la agricultura en los primeros tiempos del mundo islámico, Granada, 1998.
64 « En efecto, a pesar del interés sobres las mudun de al-Andalus […] el fenómeno sigue sin tener una cronología explícita y, sobre todo, no hay explicaciones coherentes sobre las causas y la verosimilitud misma de las concentraciones urbanas. Dicho de otra manera, se desconoce el mecanismo por el cual fracciones de campesinos se urbanizaron. Que lo hacen está claro en el siglo V H./XI d. C., pero los procedimientos por los que esto ocurre no están, que yo sepa, identificados. Es incuestionable, sin embargo, que ello sólo fue posible contando con una estabilización de los órdenes campesinos locales, mercados rurales incluidos. No es una paradoja » (Barceló M., Los Banu Ru‘ayn en al-Andalus. Una memoria singular y persistente, Granada, 2004, p. 143).
65 « la vie économique et sociale urbaine avait un effet dissolvant sur les solidarités naturelles (ou ‘asabiyya), sur les solidarités tribales… » (Garcin J.-C., « Les villes », en Garcin J.-C. et al., États, sociétés et cultures du monde musulman médiéval. xe-xve siècle. Tome 2. Sociétés et cultures, París, 2000, p. 129-171, espec. p. 158).
66 Citaremos la última y mejor : Trillo San José C., Agua, tierra y hombres…, op. cit.
67 Trillo San José C., « Mujer y familia en el reino nazarí (siglos xiii-xv) : expresión en el espacio de una unidad social », en Trillo San José C. (ed.), Mujeres, familia y linaje en la Edad Media, Granada, 2004, p. 229-272.
68 Malpica Cuello A., « Medio físico y territorio : el ejemplo de la caña de azúcar », Malpica Cuello A. (ed.), Paisajes del azúcar. Actas del Quinto Seminario Internacional sobre la caña de azúcar, Granada, 1995, p. 11-40, y Fábregas García A., Producción y comercio del azúcar en el Mediterráneo medieval. El ejemplo del reino de Granada, Granada, 2000.
69 Malpica Cuello A., « Régimen fiscal y actividad económica de las salinas del reino de Granada ». Actas del II Coloquio de Historia Medieval Andaluza. Hacienda y comercio, Sevilla, 1982, p. 393-403 ; « Fiscalidad y comercio de la sal en el reino de Granada en la Edad Media ». Das Salz in der Rechts- und Handelsgeschichte. Internationaler Salzgeschichtekongress, Schwaz, 1991, p. 65-94, y « La cultura de la sal en Andalucía Oriental en la Baja Edad Media. Formas de trabajo y explotación », Just R. (ed.), Das Leben in der Saline. Arbaiter und Unternehmer, Halle (Saale), 1996, p. 262-279.
70 Hemos tratado este tema en dos trabajos precedentes : Malpica Cuello A., « La vida económica en la frontera nazarí-castellana. Ganadería y sal en la zona nororiental del reino de Granada », Le monde du sel. Mélanges offerts à Jean-Claude Hocquet. Journal of Saltz History, 8-9 (2000-2001), p. 101-124, y « Agriculture, livestock and Salt in the Kingdom of Granada. A study of the economy and territory of the nazari zone », Iingenhaeff W., Staudinger R., Ebert K. (ed.), Feschrift Rudolf Palme zum 60. Geburtstag, Innsbruck, 2002, p. 337-352.
71 Quesada Quesada T., « Las salinas de la tierra de Jaén a finales de la Edad Media (ss. xiv-xvi) », Journal of saltz history, 4,1996, p. 5-33.
72 Archivo General de Simancas, Expedientes de Hacienda, leg. 454 (Ibidem, p. 20-21)
73 Ibid., p. 21.
74 Ibid., p. 21-22.
75 Ibid., p. 33.
76 Malpica Cuello A., « Las salinas en la frontera del reino nazarí de Granada y su papel en la economía ganadera castellana », en Investionen im Salinenwesen und Salzbergbau, Thesis, 4-5, 2002, p. 236-246.
77 Trillo San José C., « Los diferentes aprovechamientos del agua en una alquería del reino de Granada : La Malaha, del distrito del Quempe », Actas del II Coloquio de Historia y medio físico. Agricultura y regadío en al-Andalus, Granada, 1996, p. 215-228.
78 Malpica Cuello A., « Las salinas en la frontera… », op. cit., p. 240-242.
79 Quesada Quesada T., « Las salinas de interior de Andalucía oriental : ensayo de tipología », Actas del II Coloquio de Historia y medio físico…, op. cit., p. 317-333.
80 Se ha ido extendiendo la idea de que la frontera era la expresión de una actividad económica de intercambios, que superaba la pura acción militar. No se puede negar que éstos tuvieran lugar y que incluso fueran intensos, pero es impensable que la sociedad de la época no tuviese en la guerra una práctica cotidiana y de primera importancia. En cualquier caso se organizó en torno a ella.
81 Malpica Cuello A., « Las salinas en la frontera… », op. cit.
82 Un ejemplo en Trillo San José C., « Una nueva sociedad, un nuevo paisaje : los señoríos castellanos de la frontera nororiental del reino de Granada », Homenaje a la Profesora Carmen orcástegui gros. Aragón en la Edad Media, XIV-XV, 1999, t. II, p. 1545-1564.
83 Malpica Cuello A., « La última feudalización medieval : el reino de Granada », en Sabaté F., Farré J. (ed.), El temps i l’espai del feudalisme, Lleida, 2004, p. 515-555, espec. p. 550.
84 Quesada Quesada T., « Las salinas de la tierra… », op. cit.
85 Rodríguez Aguilera A., « Las salinas del reino de Jaén en la Edad Media y Moderna », Tomás Quesada Quesada. Homenaje, Granada, 1998, p. 533-567, espec. p. 558.
86 En su momento intentamos establecer las líneas elementales de discusión en este campo : Malpica Cuello A., « Vida marítima y economía salinera en la costa mediterránea andaluza en la primera Edad Media. Su relación con el N de África », IV Congres de la Commision International d’Histoire du Sel. Cagliari, 1998 (en prensa), y « Producción y comercio de la sal marítima en la España mediterránea en época altomedieval », en III Congreso Internacional de Estudios Históricos. El Mediterráneo : La cultura del mar y de la sal, Santa Pola, 2004 (en prensa).
87 La actividad de las anchoverías malagueñas debió de incrementarse, aunque fuesen precedentes, en tiempos posteriores a la conquista castellana. A ese respecto se puede consultar el libro de López Beltrán M. T., El puerto de Málaga en la transición a los tiempos Modernos, Málaga, 1986, p. 114-120, y el artículo de Ruiz Povedano J. M., « El Doctor Lorenzo Galíndez de Carvajal, hombre de negocios en el reino de Granada », Baetica, 3, 1980, p. 167-184.
88 Sobre este particular, ya hemos escrito algunas páginas : Malpica Cuello A., « El pescado en el reino de Granada a fines de la Edad Media : especies y nivel de consumo », Manger et boire au Moyen Age. Actes du Colloque de Nice, (Niza, 15-17 octubre 1982), Niza, 1984, t. I, p. 103-117, y « El tráfico comercial de la sal en el reino de Granada en época medieval », en Pira S. (ed.), Storia del commercio del sale tra Mediterraneo e Atlantico, Cagliari, 1997, p. 83-112.
89 Idrisi, description de l’Afrique et de l’Espagne. Ed. y trad. de R. P. A. Dozy y M. J. de Goeje, Amsterdam, 1969, p. 242 traducción y p. 199 texto árabe.
90 Ibidem, p. 242 traducción y p. 200 texto árabe.
91 El tráfico entre Vélez-Málaga y Alhama, a través del conocido « boquete de Zarafarraya » está atestiguado en documentación posterior a la conquista de reino nazarí (Archivo de la Real Chancillería de Granada, cabina 3, leg. 821, pieza 3). Igual sucede entre la costa de Salobreña y Motril con Granada (A.R.Ch.G., cab. 3, leg. 1.009. pieza 3).
92 Idrisi, Description…, p. 200-201 traducción y p. 168 texto árabe.
93 Picard C., La mer et les musulmans d’occident au Moyen Âge. viiie-xiiie siècle, Paris, 1997, p. 123.
94 López Beltrán M.T., El puerto de Málaga…, op. cit., p. 123-124.
95 Malpica Cuello A., « Fiscalidad y comercio… », op. cit.
96 Gual Camarena M., López de Coca Castañer J. E., « La sal del reino de Granada. Documentos para su estudio », Cuadernos de Estudios Medievales, II-III, 1974-1975, p. 259-296.
97 López Beltrán M. T., « La pesquería en el reino de Granada en época de los Reyes Católicos. (Contribución a su estudio) », Baetica, 23, 2001, p. 451-477.
98 Heers J., « Le royaume de Grenade et la politique marchande de Gênes en Occident (xve siècle) », Le Moyen Âge, 1957, p. 87-121, espec. p. 107.
99 López Beltrán M. T., « La pesquería… », op. cit., p. 469.
100 Ibidem, p. 475.
101 Archivo General de Simancas, Cámara-Pueblos, leg. 11, fol. 46. Un estudio en Gual Camarena M., López de Coca Castañer J. E., « La sal del reino de Granada. Documentos para su estudio », Cuadernos de Estudios Medievales, II-III, 1974-1975, p. 259-296.
102 Malpica Cuello A., « Fiscalidad y comercio… », op. cit., p. 72-75.
103 Un testigo declara en un pleito por la propiedad de las salinas motrileñas : « […] e que venian los moros de las alcarias de Motril e davan una carga de uvas por una de sal » ). A.G.S., Expedientes de Hacienda, leg. 455, f° 309 r°.
104 Archivo de la Corona de Aragón, Cancillería, registro 2788, f° 105 v°. Publicado Garí B., Salicrú R., « Las ciudades del triángulo : Granada, Málaga, Almería, y el comercio mediterráneo de la Edad Media », en Abulafia D., Garí B. (ed.), En las costas del Mediterráneo occidental. Las ciudades de la Península Ibérica y del reino de Mallorca y el comercio mediterráneo en la Edad Media, Barcelona, 1996, p. 171-211, espec. p. 210.
105 Melis F., « Málaga nel sistema economico dei xiv e xv secoli », en Melis F., Mercaderes italianos en España (siglos xiv-xvi), Sevilla, 1976, p. 3-65 ; y también ha de verse López de Coca Castañer J. E., « Comercio exterior del reino de Granada », Actas del II Coloquio de Historia Medieval Andaluza. Hacienda y comercio, Sevilla, 1982, p. 355-377.
106 Fábregas García A., un mercader genovés en el Reino de granada. El libro de cuentas de Agostino Spinola (1441-1447), Granada, 2002, y La familia Spinola en el reino nazarí de granada. Contabilidad privada de Francesco Spinola (1451-1457), Granada, 2004 (en prensa). Aún esperamos que edite un tercer libro que se conserva en el archivo de la familia Sauli, en Génova (Italia) que trata del mismo tema.
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