1 La
barrière linguistique nous a empêchée de reprendre directement ces
travaux, nous y avons eu accès grâce à J.-P. Olivier de Sardan,
« Introduction » et « Première partie : avant la conquête coloniale »,
Les sociétés songhay-zarma
(Niger-Mali) chefs guerriers, esclaves, paysans,
Paris, Ed. Karthala, 1984, p. 15-132, ainsi qu’à un article traduit en
anglais, T. Bierschenk,
« Development
projects as arenas of negotiation for strategic groups. A case from
Benin », Sociologia
Ruralis,
vol, XXVIII-2/3, 1988, p. 146-160.
2 Jara Á.,
Guerra y Sociedad en
Chile,
Santiago, Ed. Universitaria, 1971 (1961). Nous avons pour notre part
repris la question par l’autre bout, à savoir la perpétuation des
pratiques esclavagistes après leur interdiction, Obregón Iturra
J. P. et Zavala J.
M, « Abolición y persistencia de la esclavitud indígena en Chile
colonial : estrategias esclavistas en la frontera
araucano-mapuche », Memoria
Americana
no
17-1, déc. 2009, p. 11-35.
3 À partir
de Leyes Nuevas de 1542, l’esclavage des indiens d’Amérique ne fut
qu’exceptionnellement autorisé par la Couronne. On trouvera la
transcription d’un certain nombre de textes à ce sujet dans Gómez T.
et Olivares
I., La formation de
l’Amérique Hispanique, xve-xixe siècle,
Paris, Armand Colin, 1993, p. 210-215. Sur l’esclavage indien dans
la Nouvelle-Espagne voir l’ouvrage désormais ancien mais toujours de
référence de Zavala S.,
Los esclavos indios en Nueva
España,
México, Ed. El Colegio Nacional Luis González de Obregón, 1981
(1967). Plus particulièrement sur le Chili, voir Jara
et Pinto
(éd.), Fuentes para el
trabajo en el Reino de Chile, t.2, Legislación 1546-1810,
Santiago, Ed. Andrés Bello, 1983 ; ils produisent plusieurs titres
de « ventas de indios », p. 159-172 et des « certificaciones de
esclavitud de indios tomados en la guerra », p. 173-189.
4 Les
limites d’âge ont pu varier au cours du temps. La législation en
vigueur lors de la période étudiée était celle compilée dans Recopilación de leyes de los
Reynos (sic) de las Indias,
t. 1-2-3, Madrid, Consejo de la Hispanidad, 1943 (1680).
5 « El
recurso era ‘suplicarla’ y en el intertanto no regía : dilatar para
olvidar. Pero no hay que olvidar que la real cédula era muy severa
con las dilaciones », Hanisch
Espíndola
W., « Esclavitud y libertad de los indios de Chile, 1608-1696 », Historia,
Pontificia U. Católica de Chile, Instituto de Historia, 1981,
p. 58.
6 Obregón Iturra J. P. et Zavala J.
M., op. cit.,
2009.
7 Chamayou
G., Les chasses à l’homme.
Histoire et Philosophie du pouvoir cynégétique,
Paris, La Fabrique-Éditions, 2010, apporte une analyse percutante de
l’étendue dans le temps et dans l’espace de ce genre de pratiques.
8 Pour
une définition générale et une analyse des particularités de
l’esclavage par rapport à d’autres formes de sujétion voir Testart
A., « L’esclavage comme institution », L’Homme,
no 145,
1998, p. 31-69 et « Ce que merci veut dire : esclaves de rien sur
la côte Nord-Ouest américaine », L’Homme,
no 152,
1999, p. 9-28.
9 Voir
Ms. Chilensis Annuae 1615-1690, vol. 6, Archivum Romanum
Societatis Iesu, ARSI, Rome, 21/09/1690, fo 359,
« se tuvo que partir el
padre Juan de Velazco a doctrinar unos indios que llaman
Guambalies, que distan una legua de esta ciudad [Chillán], y es
gente que por tumultuosa e inclinada a rebeliones, los
desentrañaron de su misma patria por evitar los alzamientos
continuos que tienen destruido este reino… ».
10 Ms.
20/02/1694, Quiroga, AGI, Chile 125.
11 « y quitado el interés del
pillaje a los militares, se valieron los capitanes lenguas que
están derramados por estas provincias de la costumbre de los
indios y en muriendo alguno averiguan qué enemigos tenían y
condenarlos por brujos a muerte les quitaban algunos hijos con que
redimían su vida y estas piezas las vendían como
esclavos. »,
Ms. 20/02/1694, Quiroga, AGI, Chile 125, fo 2.
12 « y enfin nunca se ha metido el
hombro ni a la reducción ni a la conversión con tanto empeño como
a la utilidad de las presas. Y mientras duró ese interés sólo a él
aspirábamos todos, sin aplicarnos más que a coger esclavos y
venderlos, e informar a su majestad que se habían ejecutado muchas
cosas de su real servicio, dando nombres de virtudes a los vicios
y a la codicia nombre de piedad, y procurando que todas las
provincias anduvieran alteradas y revueltas para justificar las
presas y la hostilidad que, como nosotros la hacíamos y la
informábamos, se ordenaba el informe a nuestro gusto… »,
Ms. 28/02/1690, Quiroga, AGI, Chile 129, fo 3.
13 Cette
responsabilité est insinuée par les sens des interrogatoires de
l’enquête-procès et ouvertement affirmée dans l’imprimé conservé à
Madrid, Tomás Marín de Poveda, « Que habiendo sido su principal
cuidado, desde que tomó posesión de aquellos puestos… »,
HA 17280, BN, 26 p.
14 Cédula
real du 18/04/1656, pour une analyse sur les conditions dans
lesquelles fut prise cette décision voir Hanisch Espíndola
W., op. cit.,
p. 44 et suiv.
15 « Por causa del gran desorden que
ha habido de comprar indios e indias a la usanza se hallan el día
de hoy con muchas armas […] y muchísimos caballos así adquiridos
de los españoles como de muchas crías de yeguas con que se hallan,
muchos ganados mayores como menores ; y es de calidad que por unas
armas de acero darán a un hijo o mujer siendo muy diestros en el
manejo de las armas ; y grandes jinetes… »,
Ms. 20/02/1699, González de Ribera, AGI, Chile 129, fo 5-6.
16 Des
données éparses qu’il faudrait contextualiser davantage
indiqueraient qu’au début seulement les filles étaient ainsi
données en esclavage coutumier (a la usanza) ; que lors des
périodes de famine ce fut à la fois une façon de se procurer des
biens et d’éviter que les enfants ne pouvant être nourris meurent
de faim ; que c’était un moyen pour se procurer des biens rares
que les Hispano-Créoles évitaient généralement d’échanger, en
particulier des armes en fer.
17 « y es sin duda que lo peor de todo
es haber hecho camino real y tan trillado de los españoles que con
sus estilos y mal modo de vivir lo aniquilan todo… »,
Ms. 18/07/1699, González de Ribera, AGI, Chile 103, fo 4.
18 León Solís
L., Maloqueros y
Conchavadores en Araucanía y las Pampas 1700-1800,
Temuco, Ed. de la U. de la Frontera, 1991.
19 Un
des gouverneurs de Valdivia s’exprimait en ces termes : « pues aunque tienen dadas las
paces algunos días, son tan inconstantes y de tan poca fe y crédito
como al fin indios, que a cualquier novedad de enemigos de Europa
como no se puede tener seguridad de ellos, pues siempre están
intentando traiciones… »,
Ms.31/10/1686, Terán, Juan Francisco, AGI, Chile 105, fo 2.
20 « como al presente es notorio
querían e intentaban consumirnos, evidencia clara de su mala
naturaleza de los Indios… »,
Ms. Pareceres… Junta de Guerra, AGI, Chile 25, R.1, N.32, fo 82.
Ou encore selon un autre avis émis lors du même conseil de guerre,
tenu à l’époque de l’enquête-procès : « y hallándonos con entero
conocimiento de la poca o ninguna lealtad de estos indios y ser por
su misma naturaleza nuestros enemigos, ya que no declarados,
cubiertos con el mal ánimo y odio implacable que reina en sus
corazones contra nosotros, teniendo siempre la intención y la mira a
lograr nuestra ruina en nuestros descuidos »,
fo 65.
21 Voir
Carte no 4,
chap. 6.
22 Voir
chap. 6.
23 « Vuelven a sus tierras estos
indios fugitivos y a estas vueltas se llama reducción »
ou « llamamos en Chile
reducciones a lo que es amistad de los indios con los
españoles… »,
Ms.28/02/1690, Quiroga, AGI, Chile 129, fo 4.
24 Certains
caciques confiaient également l’éducation de leurs enfants aux
missionnaires : un collège pour les fils des caciques avait été
fondé à Chillán durant le gouvernement de Marín de Poveda.
25 En
dehors des groupes qu’il recense, il n’y aurait d’après lui que
quelques dizaines d’indiens dispersés par monts et vaux.
26 Quiroga
dénombre 16.420 guerriers (lanzas)
qu’il dit devoir être multipliés par au moins six, le résultat de
l’opération qu’il donne lui-même fait apparaître un multiplicateur
supérieur à ce qu’il annonçait, Ms. 23/09/1680, Quiroga, AGI, Chile
62.
27 14 130
familles, à vingt personnes par famille, Ms.20/01/1699, González de
Ribera, AGI, Chile 129.
28 Les
données fournies par Quiroga et González de Ribera ne font pas
partie des estimations démographiques fournies et évaluées par : Téllez Lúgaro
E., « Evolución histórica de la población mapuche del reino de
Chile. 1536-1810 », Historia
Indígena,
no 8,
2004, p. 101-126. Celui-ci avance le chiffre de 200 mille habitants
vers 1650, ce qui correspond à la moyenne des chiffres dont nous
faisions état.
29 Voir
{tr.
p. 40}.
30 « están infinitos dentro de la
cordillera nevada que les sirve de muro inexpugnable… »,
Ms. 28/02/1690, Quiroga, AGI, Chile 129, fo 3.
31 Pinto Rodríguez J.
(éd.), Araucanía y Pampas. Un
mundo fronterizo en América del sur,
Temuco, Ed. de la Frontera, 1996 ; Mandrini R.
et Paz C.
(comp.), Las fronteras
hispanocriollas del mundo indígena latinoamericano en los siglos
XVIII-XIX, un estudio comparativo,
Neuquén/Bahía Blanca…, 2003 ; Bandieri
S. (coord.), Cruzando la
cordillera… La frontera argentino-chilena como espacio
social,
Neuquén, CEHIR, U. del Comahue, 2001.
32 Voir
aussi à ce sujet plusieurs contributions de M. Bechis,
Piezas de etnohistoria y de antropología histórica,
Buenos Aires, Sociedad Argentina de Antropología, 2010, notamment
dans le CD qui accompagne l’ouvrage.
33 Hämäläinen
P., L’Empire
Comanche,
Toulouse, Anacharsis, 2012 (2008).
34 Cette
frontière du sud qui avait été quelque peu délaissé par les
chercheurs consacrés à la période coloniale, a regagné toute son
importance grâce à deux ouvrages : Vergara J.
I., La herencia colonial del
Leviatán. El estado y los mapuche-huilliches (1750-1881),
Iquique, CIHDE/Ediciones Instituto de Estudios Andinos, U. Arturo
Prat, 2005 ; et Urbina
Carrasco
M.X., La frontera de arriba
en Chile colonial. Interacción hispano-indígena en el territorio
entre Valdivia, Chiloé e imaginario de sus bordes geográficos,
1600-1800,
PUCV/Centro de Investigaciones Barros Arana, 2009.
35 Sur
ce point il nous semble que la continuité dans la résistance que T.
Dillehay
attribue aux vallées de Purén et Lumaco, correspond mieux au xvie siècle
qu’à la fin du xviie,
Monumentos, Imperios y
Resistencia en
los Andes. El sistema de
gobierno mapuche y sus narrativas rituales,
QUILLQA/U. Católica del Norte/U. Vanderbilt/Ocho Libro Editores,
2011 (2007).
36 « Los indios están hoy donde
estuvieron desde que Chile tuvo habitadores, derramados por montes y
valles desde el mar hasta el centro de la cordillera… »,
fo 3,
in : Ms.28/02/1690, Quiroga, AGI, Chile 129.
37 « reducirse a pueblos y dejar las
armas, esto se reserva en todos los tratados de paz para otra
ocasión… »,
Ms. 28/02/1690, Quiroga, AGI, Chile 129, fo 5.
38 Sur
le processus de désintégration de La Mocha, voir Goicovich F.
et Quiroz
D., De insulares a continentales (La
historia de los mochanos, desde los orígenes hasta su desintegración
social en la misión de San José de la Mocha),
Santiago, Ed. de la Facultad de Filosofía y Letras, U. de Chile,
2008.
39 « porque recelados unos de otros no
están mezcladas las parentelas, sino todos los que son de un linaje
con su cacique viven en una quebrada o montaña que se compone de
cincuenta familias cuando menos, que ellos llaman lob, y viene a ser
como un barrio… »,
Ms.20/01/1699, González de Ribera, AGI, Chile 129, fo 16-17.
40 « fue voz común en todos los
barrios de su parcialidad… »,
{tr. p. 54}.
41 Ce
terme apparaît aussi dans d’autres circonstances, probablement comme
traduction de rehue
(Adencul paraje de
Quechereguas
ou encore Buquen paraje de Calbuco).
D’autre part, le toponyme Regue désigne une reducción
particulière, celle des descendants d’Aillacuriche ce qui ne
simplifie pas les choses (d’autant plus qu’elle est aussi appelée
Viluco).
42 Pour
une synthèse sur ces catégories et les débats qu’elles suscitent
voir Olivier de Sardan
J.-P.,
« Emique », L’Homme,
t. 38, no 147,
1998, p. 151-166.
43 Boccara
G., Guerre et ethnogenèse
mapuche dans le Chili colonial. L’invention du soi,
Paris, L’Harmattan, 1998 et Zavala
J.M., Les indiens mapuche du
Chili. Dynamiques inter-ethniques et stratégie de résistance,
xviiie siècle,
Paris, L’Harmattan, 2000, ayant chacun de leur côté entrepris de
faire le point sur cette question, arrivent néanmoins à des
conclusions assez éloignées.
44 Boccara,
G., op. cit.,1998,
p. 80.
45 Dillehay,
T., op. cit.,
2011. Pour une vision de leurs différentes fonctions voir
p. 260.
46 Rosales D.
de, Historia general de
Chile. Flandes indiano,
Santiago, Ed. Andrés Bello, 2 vol., 1989 (1674) (éd. de M.
Góngora).
47 « On
trouve une confirmation de l’existence de ces deux « chefs », dans
le Vocabulario
de Luis de Valdivia… », Boccara
G., op. cit.,
1998, p. 80.
48 Clastres, P.,
La société contre l’État :
recherches d’anthropologie politique,
Paris, Minuit, 1974, p. 27. Il reprend cette idée de l’anthropologue
R. Lowie,
« Some aspects of political organization among the american
aborigines (Huxley Memorial Lecture for 1948) » dans Bois
(éd.), Lowie’s selected
papers in Anthropology,
Berkeley/Los Angeles, U. of California Press, 1960. Pour une
relecture contemporaine du pouvoir des chefs à partir de Clastres,
voir également R. Sztuman,
« Le vertige des prophètes et des guerriers amérindiens :
déploiements de quelques paradoxes clastriens », dans Abensour
et Kupiec
(dir.), Cahier Pierre
Clastres,
Paris, Sens&Tonka éditeurs, 2011, p. 193-209.
49 « y cada cacique atiende a su
conservación y a no sujetarse al parecer de otro… »,
Ms. 28/02/1690, Quiroga, AGI, Chile 129, fo 16.
Pour une réflexion sur la période postérieure, voir Bechis
M., « Los lideratos del área arauco-pampeana. ¿Autoridad o poder? »,
n° special de La Etnohistoria en CD, Revista Naya,
Buenos Aires, 1999.
50 « porque mientras más retirados de
los españoles es donde hay mayor número de gentío por estar siempre
recelosos no los reduzcan a pueblos y les castiguen sus
delitos. »,
Ms. 20/01/1699, González de Ribera, AGI, Chile 129, fo 15.
51 Rosales
D. de, op. cit.,
1989 (1674), t. 1, p. 27-29. Sa lecture de la mythologie mapuche est
fortement marquée par une vision chrétienne qui accentue les
convergences avec les saintes écritures (déluge, serpents,
etc.).
52 Bonnemaison
J., « Le territoire enchanté. Croyances et territorialité en
Mélanésie », Géographie et
Cultures,
no 3,
1992, p. 71-88.
53 Rosales
D. de, op. cit.,
1989 (1674), t. 1, p. 155-156.
54 Sur
la symbolique mapuche des point cardinaux et le mythe de Tren-Tren
et Cai-Cai, voir Zavala
J. M., op. cit.,
2000, p. 235-242, et Briones
de Lanata
C. et Olivera
M.Á., « Che kimín: Un abordaje a la cosmo-logica mapuche », Runa,
n° 15, 1985, p. 43-81.
55 Rosales
D. de, op. cit.,
1989 (1674), t. 1, p. 27 : « en todas las provincias hay algún
tenten y cerro de grande veneración, por tener creído que en él se
salvaron sus antepasados del Diluvio general ».
Sur ces aspects
on peut également consulter l’analyse de G. Boccara,
op. cit.,
1998, p. 98.
56 Les
monticules étudiés par T. Dillehay
auraient sciemment recréé ces hauteurs, op. cit.,
2011.
57 Ms.
20/01/1699, González de Ribera, AGI, Chile129, fo 10 :
« porque es raro el rancho o
casa de indio que se vea en lo llano, y por los montes barrancas y
quebradas a cada paso topan con habitaciones de indios ».
58 Il
reviendrait à Ricardo Latcham la paternité de : « la ficticia división de
picunches, mapuches y huilliches, como grandes entidades
regionales de un no menos imaginario pueblo araucano »,
Silva Galdames
O. (éd.), « Acerca de los capitanes de amigos : un documento y un
comentario » Cuadernos de
Historia,
U. de Chile, no 11,
1991, p. 43.
59 Berdichewsky B.,
« La ceremonia religiosa des Nillatún entre los Araucanos des cono
sur », El Dorado, A
Newsletter Bulletin on South Americain Anthropology,
vol II, no 3,
1977, p. 1-26, publia par exemple une carte reproduisant ce schéma
en sous-groupes ethniques, credo à l’époque largement partagé.
60 Boccara
G., op. cit.,
1998, p. 361-362.
61 L’archéologie
s’avère un excellent outil donnant accès à d’autres niveaux de
réalité comme le montre le travail de T. Dillehay,
op. cit.,
2011.
62 Cette
hypothèse serait corroborée par les données contemporaines, voir
les travaux auprès des Mapuches de l’actuelle république
d’Argentine de : Briones de
Lanata
et Oliveira,
op. cit.
63 Ms.23/09/1680,
Quiroga, AGI, Chile 62.
64 Boccara
G., op. cit.,
1998, p. 105. L’auteur considère que l’on ne pourrait pas pour
autant conclure que les butanmapus
n’existaient pas et que déjà dans les années 1610 ils auraient
constitué un espace géopolitique, Boccara,
ibid.
1998, p. 106.
65 Boccara
G., loc. cit.
66 Ms.20/12/1698,
González de Ribera, AGI, Chile 129, fo 2.
67 « y porque llamados según su
usanza, por sus confidentes, no tienen qué recelar, hice la
convocación por su estilo… »,
Ms.
20/12/1698, González de Ribera, AGI, Chile 129, fo 2.
68 La
question des chemins, sur laquelle nous reviendrons à propos de
l’itinéraire des flèches, serait à mettre en perspective avec ceux
que signale avec insistance Dillehay T., op. cit.,
2011,
à propos des monticules sacrés et autres éléments marquants de la
topographie.
69 « Que repartidos en cuatro
butanmapus según su modo están los tres en el hueco que hace la
Cordillera nevada y el mar y el otro pasada la cordillera nevada
del oriente, y están compuestas en cuatro líneas de norte a sur
donde ellos residen. Y por cada butanmapu se rigen sus
comunicaciones de confidente a confidente, y tiene cada butanmapu
por su línea más de cien leguas de longitud y ocho o diez de
latitud »,
Ms. Parlamento de Yumbel, BNCh, Manuscritos Medina, t. 311, fo 290-320.
70 Voir
{tr. p. 99}.
71 Voir
{tr. p. 36}.
72 « esta flecha envío a todos los
aillaregues de nuestro butanmapu »
{tr. p. 41}.
73 Les
notes à la transcription produites en annexe, pourraient paraître
tantôt pointillistes tantôt décevantes au regard des nombreuses
incertitudes qui persistent : nous y avons régulièrement indiqué les
différentes interprétations envisageables et le caractère
approximatif des espaces situés.
74 González
de Ribera se proposait d’écrire une sorte de carte « poner como en un mapa »,
Ms. 20/01/1699, AGI, Chile 129, fo 6 ;
comme nous l’avons déjà signalé Quiroga parlait d’un derrotero.
75 Le
travail effectué sur ces documents chiliens de la fin du xviie
a principalement cherché à lever les zones d’ombre de
l’enquête-procès.
76 Ainsi,
il y a au moins deux Quechereguas, deux Adencul, deux Calbuco,
etc.
77 Viluco
est parfois également appelé Regue, toponyme qui accroît la
confusion avec l’unité de résidence appelé aussi regue et que pour
éviter la distorsion phonique nous transcrivons rehue, comme dans
l’espagnol le plus classique.
78 Ms.
20/12/1698, González de Ribera, AGI, Chile 129, fo 2.
79 Entre
la Cordillère de la Côte et la Cordillère des Andes, aux environs de
Quechereguas entre les fleuves Malleco et Cautín, voir carte n° 3,
chap. 4.
80 Le
lieu le plus compliqué à situer se trouve être Cuingue, tantôt dit
paraje
tantôt reducción.
Une des interprétations situerait Cuingue bien plus au nord que
Virquen, ce qui ne semble pas correspondre à sa position de groupe
expéditeur des flèches. De plus, Quilacura serait un rehue
de Cuingue, ce qui confirmerait un emplacement proche des autres
groupes expéditeurs. Sur ce point une forte incertitude demeure,
voir aussi note associée à {tr. p. 90}.
81 Les
analyses produites dans ce sous-chapitre et dans le suivant reposent
quasi entièrement sur le document transcrit en annexe.
82 Voir
{tr. p. 65}.
83 Dillehay
T., op. cit.,
2011, p. 298.
84 Le
terme pourrait désigner également l’adversaire dans un jeu, voir
note attachée à {tr. p. 70}.
85 Voir
{tr. p. 70}.
86 Melville T.,
The nature of mapuche social
power,
Washington, thèse The American University, 1976.
87 Nous
reprendrons la question des alliances dyadiques à la fin du prochain
chapitre (chap. 9).
88 Voir
schémas no
9 et no
10, chap. 9.
89 L’usage
que nous faisons de s’inspire du géographe J. Bonnemaison,
« L’espace réticulé. Commentaires sur l’idéologie géographique »,
Tropiques. Lieux et liens.
Florilège offert à Gilles Sautter et Paul Pélisser,
Paris, ORSTOM, 1990, p. 510, qui l’avait lui-même repris au
philosophe logicien Georges Simondon, grâce aux indications de
Gilles Sautter. J. Bonnemaison
utilise l’expression « territoire réticulé » pour caractériser
l’espace crée par la « route des pirogues » de l’archipel mélanésien
de Vanuatu. Nous y trouvons des similitudes avec l’itinéraire des
flèches des Araucans-Mapuches.