El “mal ejemplo” haitiano en la memoria histórica de los habitantes blancos de Virginia (1831-1865)1
p. 83-98
Texte intégral
1La posibilidad de que las masas de esclavos se rebelasen y subvirtiesen el orden establecido fue siempre motivo de angustia para las blancos de las sociedades esclavistas del Sur norteamericano2 y, en general, de las Américas. Desde fines del siglo XVIII, la posibilidad de que esto ocurriese fue advertida por diversas personas a ambos lados del Atlántico, quienes, acudiendo a ejemplos históricos (como la insurrección de Espartaco contra Roma y la de los Helotas contra Esparta), procuraron recordar a los plantadores los peligros que implicaba un sistema que explotaba a miles de individuos contra su voluntad. Esas advertencias normalmente venían de individuos ilustrados, cuyos conocimientos del pasado les hacía tener – para usar la expresión de Maurice Halbwachs – una ‘memoria histórica’ mucho más aguda que el resto del colectivo3.
2Sobre el análisis de aquella posibilidad también incidía el incipiente ‘racismo científico’: Thomas Jefferson, sin duda el político más influyente de su tiempo entre los virginianos, estaba convencido de que los negros eran seres primitivos por lo que era imposible que los esclavos emancipados pudiesen convivir en armonía con blancos locales, lo que, como sugiriera en sus Notes on the State of Virginia de 1784, hacia inevitable una ‘guerra de razas’4. Esto último, unido a una toma de conciencia ‘humanitarista’ por la crueldad del comercio de esclavos, hizo que tomara cuerpo una suerte de tendencia abolicionista preventiva, lo cual permitió que el comercio de esclavos fuese unilateralmente abolido por ese Estado en 17785.
3En esa misma época tuvo lugar un evento en el que grandes proporciones, en el que masas de esclavos se rebelaron contra los blancos: la Revolución Haitiana. Comenzando en agosto de 1791 con la gran revuelta de Cabo Francés y concluyendo con la independencia de Haití en 1804, este proceso afectó profundamente la tranquilidad mental de las poblaciones blancas de todas las sociedades esclavistas americanas. Ello se debió al éxito aparente que tuvo aquella revuelta de 1791; a los rasgos de guerra racial o servil que tuvieron algunas de las facetas de dicho proceso (sobre todo al final, entre 1802 y 1803, cuando salen derrotadas las tropas enviadas por Napoleón con intenciones de reinstaurar la esclavitud); a que se consolidara la independencia de Haití en 1804, por el esfuerzo casi exclusivo de afro-descendientes; y, sobre todo, a las masacres de blancos a manos de su antiguos esclavos (en particular las suscitadas en 1804 y 1805 por partidarios del gobernador-general Dessalines).
4Las noticias de esos sucesos se esparcieron por todo el Mundo Atlántico a través de distintos medios de difusión oral y escritos, siendo interpretados en su conjunto por muchos blancos de los territorios esclavistas americanos como una ‘revolución negra’, en la que los esclavos expulsaron o eliminaron a la población blanca. La misma sería recordada por aquéllos durante los años subsiguientes, no como un heroico proceso revolucionario como sí lo harán con el caso francés, sino como una verdadera catástrofe a la que se referirán en los años subsiguientes en términos tan expresivos como “la tragedia de St. Domingo” o los “los horrores de St. Domingo”. La contemporaneidad de ese proceso marcó la vida de toda una generación, lo que hizo en lo sucesivo innecesaria tanta erudición para estar consciente de los riesgos inmanentes al sistema esclavista.
5Los temores de los blancos de ver repetir escenas similares en sus propios territorios afectó su forma de actuar políticamente, afectando con ello la dinámica histórica de los mismos. Los muchos trabajos existentes sobre el impacto de la Revolución Haitiana sobre los estados esclavistas del sur norteamericano (en particular con respecto al caso que nos ocupa: la Mancomunidad de Virginia), han mostrado hasta qué punto esa afirmación es cierta6. No obstante, la extensa historiografía disponible sobre dicho impacto, normalmente se limita a estudiarlo dentro de los límites temporales del proceso revolucionario haitiano o, cuando mucho, cubriendo la llamada ‘generación de los fundadores’. La gran excepción es la obra de Alfred N. Hunt, Haiti’s Influence on Antebellum America, la cual dedica sus últimas páginas a ir más allá de la tercera década del siglo XIX7; mostrando, al hacerlo, una serie de continuidades en cuanto a los argumentos pro-esclavistas y abolicionistas, sobre las cuales bien valdría la pena profundizar.
6Al respecto, llama la atención la manera cómo reaparece el tema haitiano entre los virginianos a partir de 1831, luego de una masiva insurrección de esclavos en el condado de Southampton. Esta reaparición de los “horrores de St. Domingo” es explicable, al menos en parte, por las reminiscencias que pudieron haber quedado de este proceso en su ‘memoria colectiva’, reavivadas por lo cruenta que fue dicha insurrección; decimos ‘en parte’, ya que no consideramos que esto sólo pueda explicar la forma masiva cómo se hizo presente el tema haitiano en las tres décadas que siguieron. Se hace esta afirmación tomando en cuenta, por un lado, que se había producido un relevo generacional, lo que se reflejaba en la juventud de los legisladores que conformaban la Asamblea General del estado en aquella época8; y, por el otro, que ellos no habían vivido los agitados tiempos de la Revolución Haitiana, cuando miles de emigrados blancos franco-dominicanos llegaron buscando refugio, contando las “atrocidades” que estaban cometiendo los negros de la isla, ni ninguna manifestación importante de resistencia violenta por parte de los esclavos locales que les hiciere recordar lo sucedido en Saint-Domingue, ya que la última habían sido la revuelta de Gabriel Prosser en 1800 y el llamado ‘Complot de Pascua’ (Easter Plot ) de 18029.
7Por lo tanto, la información histórica que tenían aquellos legisladores sobre Saint-Domingue, además de su memoria como parte de un colectivo, les tuvo que haber llegado por otros medios de difusión. La respuesta podría residir en la revigorización que experimentó el movimiento abolicionista en los estados del norte a fines de los años 1820, el cual asume una postura más radical en apoyo a las manifestaciones de resistencia de los esclavos, y ve con simpatía e incluso como modelo lo acontecido en Saint-Domingue. La reacción de los sureños ante este fenómeno es primero de molestia, pues se piensa que los abolicionistas están alentando a los esclavos a rebelarse, y luego de la insurrección de Southampton (1831), de verdadera irritación.
8Las referencias a Saint-Domingue por parte de los abolicionistas del norte y otros medios fue llenando el vacío generacional en cuanto al conocimiento que aquéllos tenían sobre lo allí acontecido, recomponiendo de esta forma la simbología histórica que podía tener en términos de un “mal ejemplo” para los habitantes blancos de un territorio como Virginia en el que, desde un punto de vista poblacional, los afro-descendientes (entre libres y esclavos), para la tercera década del siglo XIX, pasaban de medio millón de individuos10. El presente trabajo se propone seguir la aparición y uso de dichas referencias por parte de los abolicionistas, para determinar cómo las mismas fueron afectando la sensibilidad de los virginianos, hasta el punto de convertirse en un argumento clave para entender su ruptura con el gobierno federal en 1861.
91. El 21 de agosto de 1831, en el condado virginiano de Southampton alrededor de 70 esclavos bajo el liderazgo de Nat Turner, iniciaron una insurrección que dejaría un saldo de más de 50 blancos muertos, ente hombres, mujeres y niños. La misma duró unos pocos días hasta que fue controlada, aunque su líder permaneció oculto por varios meses hasta que fue prendido y ejecutado con otros 18 de sus compañeros. La respuesta de los blancos locales no pudo ser más brutal, ya que, además del despliegue militar, muchos se lanzaron frenéticamente a las calles a perseguir negros y mulatos, dando muerte indiscriminadamente a más de cien individuos11. A pesar de que la rebelión había sido sometida, la angustia porque pudiese repetirse se mantuvo: De distintas partes del Estado llegaron peticiones a la Asamblea General en las que se piden armas y refuerzos ante el temor de que estalle una nueva revuelta, y para que se disipase la “amenaza negra12”.
10El gobernador John Floyd, se dirigió a dicha cámara en aras de evitar que se repitiesen las “escenas sanguinarias” de Southampton, para lo cual según él era “indispensablemente necesario” que se retirase del Estado a la gente de color libre y revisar todas las leyes que vigilaban la “… debida subordinación, [de] la población esclava de nuestro Estado13”. En respuesta, los representantes acordaron restringir las leyes que concernían la esclavitud y que regían sobre los Libres de Color, a quienes se sometió a los mismos castigos a que se sometía a los esclavos. Además se prohibió que se les enseñase leer y escribir, que predicaran o que asistieran a actos religiosos a menos que el pastor que dirigiera la liturgia fuera blanco, que comprasen la libertad de otros esclavos que no fuesen sus familiares inmediatos, y que imprimiesen o portasen impresos sediciosos que buscaran incentivar rebeliones. Esta última disposición también incluía a las personas blancas, a quienes en caso de violarla, en lugar de prisión y latigazos, se les obligaba a pagar una fortuna en monetario de hasta 1 000 dólares14.
11La insurrección de Southampton propició un debate sobre la emancipación de los esclavos en la Asamblea General del Estado. A lo largo del mismo, el temor a una ‘guerra servil’ se manifestaron nuevamente asociados con el ejemplo haitiano. Un delegado (Mr. Preston) era de la opinión de que si no se hacía algo, tarde o temprano “… o bien los blancos cortarán las gargantas de los negros, o ellos nos las cortarán a nosotros”. Esto es lo que había pasado a los “crédulos plantadores” en Saint-Domingue, lo que para él significaba “… una lúgubre lección, ante cuya verdad no podían estar ciegos15”. Ese temor también resucitó la necesidad de abolir gradualmente la esclavitud con fines preventivos. El mismo Floyd reconocía en su diario personal la necesidad de implementar una medida semejante, por lo cual se propuso “… antes de dejar el gobierno, haber contribuido a hacer pasar una ley que abola gradualmente la esclavitud en el Estado, […] No descansaré hasta tanto la esclavitud sea abolida en Virginia16”.
12Otros delegados pensaban de manera similar. Ellos, además de abogar porque se pusiese en práctica algún mecanismo para expulsar a las personas libres de color del Estado y se prohibiesen las emancipaciones, se lamentaron de no haber puesto en práctica un programa de abolición gradual anteriormente, y abogaron porque se hiciese de inmediato17. Entre quienes hicieron formalmente este planteamiento estuvieron, por un lado, el representante Charles James Faulkner, quien, haciendo referencia a la visión “sabia y profética” de Thomas Jefferson, se dirigió a la cámara indicando que los representantes debían “… adoptar algún plan de emancipación, o lo peor seguirá18”. Por el otro lado, estuvo el delegado Thomas J. Randolph (hijo de Thomas Jefferson), quien, para hacer su proposición gradualista, leyó un extracto de un texto original de su padre en el que advertía a sus coterráneos sobre la posibilidad de ver repetir el “… el sangriento proceso de St. Domingue” si la esclavitud seguía vigente19.
13En este mismo sentido, Randolph, tal vez recordando lo que su padre advirtiera en sus Notes on the State of Virginia de 1784, asociándolo con los eventos recientes en Southampton, aseveró la imposibilidad de que blancos y negros pudiesen coexistir
… sobre un mismo suelo en igualdad de condiciones, [ya que] uno gobernara por la fuerza, el otro se rebelará en sangrienta masacre, para ser reprimido [luego] por la venganza exterminadora del hombre blanco20.
14Esas propuestas abolicionistas fueron causa de regocijo para muchos habitantes locales21, sobre todo para los que habitaban al oeste del Estado, donde el número de esclavos era menor, y que acusaban a los plantadores de poner sus vidas en peligro. Las mismas fueron sobre todo causa de alarma para los pro-esclavistas, quienes reaccionaron enconadamente alegando que el Estado no tenía medios para indemnizarles si emancipaban sus esclavos, que una medida semejante atentaba contra su derecho a la propiedad, y que si se seguía debatiendo sobre esclavitud ello podría ser peligroso, pues lo esclavos podrían alzarse de nuevo pensando que se les estaba emancipando.
15Algunos representantes estaban a favor de dejar las cosas como estaban, manifestando no temer una nueva insurrección y desestimando la posibilidad de que se repitiera, quizá para no ver perjudicados sus intereses como amos de esclavos. Un representante, Mr. Ghorsol, llegó incluso a negar que los esclavos pudieren socavar “la sensación de seguridad” de la que habían gozado los virginianos hasta antes de 1831, lo que probaba que cuando las esclavitudes estaban bien reguladas resultaba ser una “población inofensiva”; por lo que, según su criterio, la insurrección de Southampton no había más que una “ocurrencia solitaria22”. En esta misma línea argumentativa, otro representante, Mr. Brown, alegó que la “tragedia de Southampton” (la cual describe como “breve y rara”) no se debió a que había demasiados esclavos como alegaban algunos de los que promovían una medida abolicionista, ya que en ese Estado los blancos les habían tradicionalmente doblado en número. Incluso en sitios donde aquéllos eran mayoría, como Luisiana, South Carolina y las Indias Occidentales [Caribe insular], apenas si se habían reportado insurrecciones, salvo en el caso de Saint-Domingue. Lo allí a contecido se habría debido a “causas peculiares” propias de la época revolucionaria, cuando la Asamblea Nacional de Francia decretó “libertad e igualdad […] para todas las naciones.” Finalmente tomaba este ejemplo para intentar acabar con el debate sobre la esclavitud, invitando a sus colegas representantes a que recordarán las causas de lo acontecido en Saint-Domingue, para “… considerar qué tan prudente era regodearse en la discusión de principios abstractos23”.
16A pesar de lo anterior, aquéllos que mantenían una postura favorable a conservar vigente la esclavitud, no descartaban del todo que una “catástrofe” similar a la haitiana pudiere darse en tierras virginianas. Ello se debía a las actividades de quienes denominaban como “Filántropos Yanquis” y “Abolicionistas Fanáticos” del norte, cuyo entusiasmo por mostrar una “imagen de libertad” a los esclavos, es lo que estaría provocando estallidos de violencia entre ellos. Dado el carácter incendiario de los textos y el grado de impunidad con que circulaban, de mantenerse así la situación “… ningún poder aquí podrá contener” a las esclavitudes, por lo que “las carnicerías de St. Domingo empaparán de sangre esta hermosa tierra24”. De aquí que otra de las medidas que aprobara la asamblea del Estado en 1832, estuvieran, como ya se indicó, castigos para aquellos blancos que intentasen introducir material propagandístico de corte abolicionista.

Fig. 1. “Horrible masacre en Virginia…”
Esta publicación contaba con una hoja extensible en la primera página, en la que hay un grabado representando a los negros insurrectos matando a algunos blancos y luego otros huyendo hacia los bosques seguidos de milicianos blancos a caballo, bajo el encabezado “Horrible Masacre en Virginia”. Ambas imágenes también fueron usadas como medio promocional, en los afiches destinados a ser pegado en las paredes de distintas ciudades de la unión, incluyendo probablemente las de Virginia.
Horrid massacre in Virginia… Just published, an authentic and interesting narrative of the tragical scene… in Southampton county [1831], col. Virginia Historical Society, Broadsides, n° 83738.
172. Fueron múltiples los medios por los que se comenzó a difundir entre los virginianos a partir de los años 1830, lo que había acontecido en Saint-Domingue décadas atrás. Entre estos cabe destacar los debates que sobre la abolición de la esclavitud tuvieron lugar en el Parlamento Británico a partir de 1831, y que con frecuencia eran publicados en periódicos del Sur25; y, sobre todo, un panfleto de una treintena de páginas escrito por un editor de Richmond, Samuel Warner, a todas luces de tendencia pro-esclavista: Authentic and impartial narrative of the tragical scene which was witnessed in Southampton County […] when fifty-five of its inhabitants (mostly women and children) were inhumanly massacred by the blacks26!
18Esta obra narra crudamente la “horrible masacre” de Southampton (tomada de un texto aparecido en el Morning Chronicle de Washington), para luego compararla con lo acontecido en Saint-Domingue. En ella aparecen nuevamente las escenas de horror de plantaciones arrasadas por el fuego y blancos asesinados brutalmente a manos de sus esclavos, desde la revuelta de Le Cap en agosto de 1791 hasta la “… masacre general de 1804”. Esta comparación la hace el autor considerando que debían ser pocos los lectores que conocían “… la horrible masacre de los habitantes de esa desdichada isla…”, y para que sirviera de referencia para se convencieran hasta qué punto los esclavos del sur “… con toda seguridad se darán a una carnicería humana, si alguna vez llegan al poder27…”
19Sin embargo, fue la propaganda y las publicaciones abolicionistas que llegaban desde el norte, el medio más expedito por el que los virginianos rememoraron lo acontecido en Saint-Domingue. En algunas ciudades como Boston y New York desde fines de la década de 1820, comenzó a desarrollarse una tendencia más radical del movimiento abolicionista. La misma estaba representada tanto por blancos como por negros libres, quienes no se contentaban por abogar por el fin de la esclavitud, sino que además defendían el derecho que tenían los esclavos para rebelarse en contra de sus amos. Durante este tiempo se dio entre ellos un verdadero despertar ante lo que había sucedido durante la Revolución Haitiana: desde los púlpitos, los pastores pro-abolicionistas recordaban a los feligreses las hazañas de los héroes negros franco-dominicanos, y en las sesiones de las sociedades abolicionistas se leían documentos de época, asociados con Saint-Domingue y la primera abolición francesa28.
20Esta admiración se reflejaba en los materiales impresos surgidos de entre sus filas: panfletos, periódicos y otros tipos de obras impresas con frecuencia hacía alusión al proceso revolucionario haitiano. Ello lo hacían como medio de difusión para dar a conocer esa historia a la comunidad abolicionista, como incentivo para que los esclavos del Sur se rebelasen, y como amenaza para que los esclavistas tomaran conciencia de lo que les esperaba si no emancipaban sus esclavos.
21El primero de esos materiales en causar impacto en el Sur, fue el que dirigiera desde Boston en 1829 el ex-esclavo, David Walker. El mismo, como su título indicaba (Appeal to the Coloured Citizens of the World) era un llamado dirigido a sus iguales en todo el mundo, a quienes insta a levantarse a luchar por sus vidas y libertades29. En este texto, entre otras referencias, se hace alusión a los grandes logros y luchas de los “… hijos de África…” desde la Antigüedad, asegurando a sus “adorados hermanos” que llegará el día en que la providencia les dará un nuevo Aníbal que les liberará del yugo al que se encuentran sometidos. Les aconseja también que tengan presente la lectura de la historia de Haití, donde los africanos fueron “… cruelmente asesinados por los blancos30”.
22Los medios periódicos abolicionistas, como The Emancipator, en ocasiones hacían referencia a Saint-Domingue y se hacían llamados a la resistencia de los esclavos, pero ninguno con la misma crudeza ni frecuencia con que lo hacia The Liberator . Fundado a principios de 1831 por el activista abolicionista William Lloyd Garrison, este era sin duda el medio impreso regular más radical con que contaba el movimiento abolicionista. A pesar de que desde un principio Garrison manifestó desprecio por el “el espíritu y tendencia” que reflejaba el panfleto de Walker, reconoció que el mismo pagaba a los plantadores “… con la misma moneda, siguiendo su mismo credo, [y] adoptando su mismo lenguaje31”. Durante sus 34 años de existencia, en The Liberator con muchísima frecuencia no sólo se mencionaba sino que se celebraban los eventos que condujeron a la independencia de Haití, y a los ‘mártires’ y ‘héroes’ que la hicieron posible (principalmente a Toussaint Louverture y Jean-Jacques Dessalines), siendo a veces verdaderas loas a la Revolución Haitiana:
… allá la cadena de la esclavitud, y la de la peor de todas las esclavitudes, la esclavitud de la piel, se ha roto. Allá el negro se levanta erguido con toda la dignidad de un hombre, y está libre de los prejuicios […] Allá el color negro es visto como dominante, y bien que se ha ganado el derecho de serlo32.
23Luego de la rebelión de Southampton, The Liberator celebró el evento comparándolo con lo acontecido en Saint-Domingue, elevando la figura de Turner e indicando que ésas no eran sino “… las primeras gotas de sangre, que son más que el preludio de un diluvio de las nubes que se unen”, y advirtiendo a los esclavistas del Sur lo siguiente: “Únicamente la emancipación inmediata podrá salvarla de la venganza del Cielo, y cancelar la deuda de siglos!” En otra nota, le salían al paso a quienes acusaban a los abolicionistas de ser los instigadores de lo que había pasado, alegando que lo que estaban viviendo era una respuesta justificada de un pueblo oprimido:
Ese sistema [esclavista] contiene el material de su propia destrucción; empero tal es el descaro impudente de quienes lo sostienen que no vacilan en responsabilizar la insurrección a alguna causa exterior o inverosímil […] ¿Qué encendió el fuego en el setenta y seis? ¡Opresión! ¿Qué causó la reciente revolución en Francia? ¡Opresión! ¿Qué llevó a los polacos a tomar las armas? ¡Opresión! ¿Qué es lo que ha enfuriado a los esclavos del Sur? ¡OPRESIÓN!33
243. Este tipo de materiales, como es lógico, no eran del agrado de los plantadores del Sur. En noviembre de 1830, el gobernador Floyd llamó la atención de los legisladores sobre el llamado de Walker, el cual describe como una “… publicación incendiaria, la cual ha venido circulando extensamente en los territorios del Sur”. En su difusión habrían contribuido algunos Libres de Color locales, por lo que recomienda se les conmine a todos para que dejen de hacerlo34. El gobernador Floyd estaba convencido que los “fanáticos norteños” estaban detrás de esas publicaciones: “… conspirando traiciones e insurrección en este Estado y planeando la masacre de la gente blanca de los estados del Sur a manos de los negros35”. Más al Sur, en estados como South Carolina, se estaban ofreciendo recompensas de hasta quince mil dólares (una verdadera fortuna en aquella época) por el arresto y procesamiento de cualquier blanco que estuviese distribuyendo dicho panfleto o The Liberator36.
25En esa época, la dirigencia sureña comenzaba a acusar al gobierno federal de no hacer nada para limitar las acciones de los abolicionistas radicales norteños, amenazando con separarse de la Unión si no se hacía algo al respecto. Estas no eran palabras al viento, sino un sentimiento muy real de los políticos sureños, como se evidencia en una nota que escribiera el mismo Floyd en su diario personal en octubre de 1831: “… esta Unión está terminando, ya que no se puede consentir que la confederación nos ate impidiendo que hagamos justicia, cuando las autoridades de esos estados [del norte] se rehúsan a acabar con ese mal37”.
26Desde el gobierno central se hicieron esfuerzos para calmar esa inquietud: A mediados de 1835, el Jefe de Correos (General Postmaster ) de los Estados Unidos, Amos Kendall (nacido en Massachussetts en 1789), tal vez bajo presión de los Estados del Sur o temiendo sinceramente el estallido de una guerra servil, intentó disuadir a los dirigentes de la Sociedad Americana Anti-Esclavista (The American Anti-Slavery Society ) de que no continuasen enviando hacia el Sur por correo sus “papeles inflamables”. Al no lograr su cometido, deja manos libres a los jefes de correo de cada localidad para decomisarlos, como si se tratase de material propagandístico de algún enemigo foráneo.
Evite que se le convierta [aconsejaba Kendall al Jefe de Correos de New York] en agente y cómplice del fanatismo oculto o de torcido diseño, en un curso de procedimientos, que, si tienen éxito, no fallarán en repetir en nuestras orillas, los horrores de St. Domingo, y en desolar con una guerra aniquiladora, la mitad del territorio de nuestro feliz país38.
27A lo plantadores del Sur, tampoco era del agrado que se estuviese comparando a líderes de color, con hombres célebres blancos. En un escrito publicado en 1831 de autoría del profesor del prestigioso colegio de William and Mary, Thomas R. Dew, se indicaba que algunos individuos “… en la plenitud de su locura y atrevimiento…” habían osado comparar las acciones de Dessalines, Gabriel y Nat Turner, con las “… nobles hazañas y el devoto patriotismo…” demostrado por individuos blancos de la talla de Lafayette, Kosciusko, and Scherynecki39. A esto agregaba en forma irónica que, siguiendo esa lógica, entonces se debería elevar a Benjamin “… Lundi [Lundy era un editor abolicionista] y a [William Lloyd] Garrison a nichos en el Templo de la Fama, al lado de Locke y Rousseau”, lo que para él no era más que un absurdo “… indigno de refutación paciente seria40”.
28Este texto había sido escrito con el doble propósito de advertir en contra de las iniciativas que se querían tomar para expulsar a los libres de color del Estado por los desórdenes que ello podría propiciar, y sobre todo de defender la esclavitud luego de que el debate sobre este tema en la Asamblea General de Virginia entre 1831 y 1832 dejará dudas sobre la necesidad de mantener esa institución servil41. Para alegar sobre la necesidad de mantenerla, acudió nuevamente al caso de los conflictos en Saint-Domingue, cuyo origen se encontraría en lo que para él había sido un error de Francia, al precipitar la abolición de la esclavitud:
La Francia revolucionaria, actuando con el celo más inclemente y frenético por la libertad y la igualdad, intentó otorgar a las personas de color libres en la isla de St. Domingo todos los derechos y privilegios de los blancos; y pero una estación más tarde, convencida de su locura, intentó retroceder sus pasos, pero era demasiado tarde; todo estaba hecho, la insurrección más sangrienta y más impactante registrada nunca en los anales de la historia había explotado, y la isla entera estaba envuelta en carnicería y anarquía espantosas, y Francia al final, terminó siendo despojada “de la joya más brillante de su corona”, – la mejor y más valiosa de todas sus posesiones coloniales42.
294. En la década de 1850, la causa del abolicionismo tomó mayor fuerza en el Norte. En ello tuvo mucha responsabilidad la novela anti-esclavista de Harriet Beecher-Stowe, La Cabaña del Tío Tom (Uncle Toms’ Cabin), la cual expone la pésimas condiciones de vida de los esclavos y en la que, dicho sea de paso, se toca el tema de Saint-Domingue. Esta obra se convirtió en un verdadero best seller en el Norte vendiendo más de un millón de copias, lo que llevó la popularidad de la causa abolicionista a niveles nunca antes alcanzados43.
30A mediados de esa década, un grupo de abolicionistas decidió tomar una postura más activa, para acabar rápidamente con la esclavitud. En pleno calor del debate sobre si el nuevo estado de Kansas debía o no ser esclavista, surge la figura de John Brown, quien era un activista anti-esclavista que jugó un papel estelar en la pequeña guerra civil que estalla en agosto de 1856, conocida como “Kansas Sangrienta” (Bleeding Kansas). El punto más álgido de este conflicto lo encontramos en los enfrentamientos que tuvieron lugar entre un regimiento pro-esclavista de Missouri y los hombres de Brown en la localidad de Osawatomie. El mismo dejó un saldo de veinte muertos y más de cuarenta heridos. A pesar de que no salió victorioso, el coraje que demostró en esa ocasión le hizo ganar fama entre los abolicionistas, quienes le pusieron el apodo de “Osawatomie Brown44”.
31Más tarde, Brown junto con otros abolicionistas radicales (entre quienes se encontraba el líder de color, Frederick Douglas) hace planes para hacer una incursión en el sur con negros libres y blancos anti-esclavistas. En octubre de 1859, hacen una incursión al noroeste de Virginia, en el sector conocido como Harper’s Ferry, con el fin de apoderarse de una armería federal. El plan era tomar las armas para repartirlas entre los esclavos, y luego crear una suerte de guerrilla que fuese mermando la capacidad de respuesta de los plantadores del Sur. Esta estrategia, según el testimonio que diera posteriormente uno de sus colaboradores45, estaba inspirada en distintos ejemplos del pasado que Brown había estudiado, pero sobre todo en la Revolución Haitiana:
… él se había puesto en relación con las guerras de Toussaint L’Ouverture [sic]; él conocía en profundidad las guerras en Haití y las islas alrededor; y de todas estas cosas había extraído la conclusión, creyendo […] que a la primera insinuación de un plan formado para la liberación de los esclavos, estos se levantarían inmediatamente por todas partes en los estados sureños46.
32En el proceso judicial a que fuere sometido Brown luego de que fracasara su incursión, el fiscal acusador (Andrew Hunter) consciente de las intenciones que aquel tenía, cierra sus argumentos advirtiendo a un jurado conformado por virginianos sobre cuál habría sido el resultado de haber tenido éxito Brown en su empresa: “… manumitir nuestros esclavos, confiscar la propiedad de los amos, y […] tomar posesión de la Mancomunidad para convertirla en otro Haití47”. John Brown fue encontrado culpable por un tribunal de Virginia y luego ejecutado el 2 de diciembre de 1859.
33Una nota aparecida en un periódico de Richmond bajo el título de “The Harper’s Ferry Criminals” en marzo de 1860, es reflejo de los que sentían los plantadores virginianos al respecto de lo acontecido en Harper’s Ferry. Para el autor de la misma, aquel evento era peor que los “… excesos más infernales de la Revolución Francesa …”, y sólo era comparable con las “… escenas de indescriptible horror que ocurrieron en St. Domingo, y con las atrocidades propias de una insurrección africana …” Por lo tanto, veía la ejecución de los conspiradores fue considerada en Virginia, como una “… retribución por uno de los más injustificados y demoniacos complots o insurrección e invasión que jamás habían sido concebidos contra comunidad alguna48”.
34En esta y otras notas se critican duramente las posturas asumidas por los ciudadanos del Norte, quienes, en lugar de condenar a quien los virginianos consideraban como “el más grande criminal” y “… el crimen más horrible de los conocidos en ese país…”, enviaban unánimemente peticiones para que se liberara a los conspiradores, clamando por “… compasión sobre el hombre que quiso traer al Sur las escenas de St. Domingo.” Otros artículos llegaban incluso a acusar a importantes personalidades políticas del Norte, como fue el caso de William H. Seward (cercano colaborador de Lincoln), a quien se acusó de estar detrás de un plan insurreccional del cual lo acontecido en Harper’s Ferry no era más que una de muchas conspiraciones que debían estallar al poco tiempo en todo el Sur49.
35Esta situación avivó los temores de los sureños sobre lo que podría pasar en caso de que los “fanáticos abolicionistas” del Norte llegaran al gobierno, lo que parecía estar por pasar si el republicano Abraham Lincoln llegaba al poder en las elecciones presidenciales de 1861. Las pretensiones abolicionistas de Lincoln fueron descritas por un periódico de Virginia, como la degradación del “… hombre blanco al nivel de los negros!”, y eran vistas simbólicamente como “… otra incursión de John Brown50”.
365. Tras el inició de la Guerra Civil, la amenaza de una ‘guerra servil’ sirvió a los políticos para dar valor a sus coterráneos sureños en momentos aciagos del conflicto51, y para seguir atacando a Lincoln de pretender “… convertir el Sur en un San Domingo, al apelar a la avaricia, lujurias, ambición, y ferocidad del esclavo52”. No obstante, dada la mala situación por lo que pasaban las fuerzas confederadas para fines de 1864, esto hizo que se pidiera que se reclutaran esclavos para reforzar las fuerzas del Sur. En esta ocasión el ejemplo haitiano fue usado en términos positivos por los oficiales peticionarios, para convencer al Congreso Confederado de que aprobara la conformación de algunos batallones de color:
Los esclavos negros de Saint Domingo, luchando por su libertad, vencieron a sus amos blancos y las tropas francesas enviados contra ellos […] con la motivación de una recompensa más elevada [la oferta de libertad y la de sus familias], y dirigidos por esos amos, ellos se someterán a la disciplina y enfrentarán peligros53.

Fig. 2. V. Blada (À. J. Volck), “Escribiendo la proclama de emancipación”, 1861.
El sentir sureño de la amenaza que representaba la elección de Lincoln a la presidencia, quedó plasmado en un grabado publicado en Baltimore en 1861, cuyo autor, Adalbert Johann Volck, era un emigrante alemán partidario de la causa sureña. En la imagen se puede apreciar a un Lincoln taciturno firmando la proclama de abolición de la esclavitud, con tinta sacada de un tintero con forma de demonio, sobre una mesa decorada con cabezas de negros con cuernos, y con un pié pisando la constitución. En segundo plano aparecen una estatua de la Libertad con cabeza de mandril y dos cuadros: uno con la figura de un santo con el rostro de John Brown titulado “St. Osawatomie”, y el otro aparecen unos negros asesinando y empalando niños blancos con el título de “St. Domingo”.
The work of Adalbert Johann Volck, 1828-1912, who chose for his name the anagram V. Blada, Baltimore, G. M. Anderson, 1970, p. 88. Agradezco al personal de la Virginia Historical Society por haberme dado el dato acerca de la existencia de esta obra.
37Eventualmente, pese a la resistencia de muchos sureños, se pudieron conformar compañías de negros en Virginia, algunas de las cuales vieron combate a finales de la guerra, entre los meses de marzo y abril de 186554.
CONCLUSIÓN
38Existe consenso entre los historiadores sobre la importancia que tuvo el impacto de la Revolución Haitiana, sobre el desmoronamiento del sistema esclavista en las Américas. Robin Blackburn ha descrito esa influencia como “una espina clavada en la piel del orden esclavista del Mundo Occidental55”. Paradójicamente, esa misma ‘espina’ sirvió en algunos lugares para perpetuar la institución de la esclavitud en el tiempo, como fue el caso de Virginia: primero, desalentando cualquier proyecto de abolición gradual, como habían venido concibiendo algunos virginianos desde la década de 1780; y luego de la insurrección de Southampton en 1831, como argumento de los pro-esclavistas para mantener la institución de la esclavitud, atacar a los abolicionistas del norte, e introducir políticas que hiciesen disminuir la “amenaza negra”.
39En relación a esa suerte de ‘explosión de memoria’ a propósito a lo sucedido en Saint-Domingue suscitada luego de la insurrección de agosto de 1831 y hasta la Guerra Civil, cabe insistir sobre que si bien la “tragedia de Southampton” fue lo suficientemente intensa como para recordar las sangrientas escenas vistas en aquella colonia francesa, no pareciera haber habido posibilidad de establecer una conexión hasta tanto no aparecieran referencias en medios de difusión que alimentasen la ‘memoria histórica’ de los virginianos. Estas referencias aparecieron en la mayoría de los casos, como se pudo ver en este trabajo, con objetivos bien específicos por pro-esclavistas y abolicionistas, llegando a integrarse como parte importante de sus respectivas ideologías, pero en un sentido interprÉtativo inverso: como el “mal” y el “buen” ejemplo haitiano respectivamente. Este fenómeno, que bien podría extenderse a otras partes del Mundo Atlántico para toda la Era Abolicionista, ha sido descrito por Alfred N. Hunt como un verdadero “cisma” interprÉtativo de la historia de la Revolución Haitiana, llegando incluso a afirmar que el mismo fue una de las razones que hizo que “… los sureños comenzaran a cuestionar su lugar en la Unión56”.
40En este sentido, si bien la eventual secesión de los estados esclavistas del Sur norteamericano no respondió exclusivamente al radicalismo que caracterizó a muchos abolicionistas norteños desde fines de la década de 1820, ello sí contribuyó (junto a la postura favorable que muchos ciudadanos del Norte asumieron frente a los cabecillas de la incursión sobre Harper’s Ferry) a consolidar la impresión de que formaban parte de una nación distinta. En todo ello, la amenaza de Saint-Domingue juega un papel clave, sobre todo cuando los violentos sucesos en Southampton, Kansas, y Harper’s Ferry comiencen a materializar lo que hasta no había sido más que la metáfora de una posible hecatombe, para pasar a convertirla en una posibilidad peligrosamente real.
Notes de bas de page
1 Las investigaciones para el presente trabajo fueron posibles gracias a becas de investigación que me fueron otorgadas por la Virginia Historical Society (Richmond, VA) y el Gilder Lehrman Institute of American History (Nueva York, NY), instituciones a las cuales aprovecho para manifestar mi más sincero agradecimiento.
2 Herbert Aptheker, American Negro Slave Revolts (New York: International Publishers, 1993), p. 18ss.
3 Cf. Paul Ricœur, La mémoire, l’histoire, l’oubli, L’ordre philosophique (Paris: Seuil, 2000).
4 Thomas Jefferson, Notes on the State of Virginia (Richmond: J. W. Randolph, 1853), p. 149.
5 William Waller Hening, ed., “Cap. 1 An act for preventing the farther importation of Slaves [Williamsburg, 1778],” en The Statutes at Large Being a Collection of All the Laws of Virginia, from the First Session of the Legislature in the Year 1619, ed. William Waller Hening, vol. 9 (Richmond: J.& G. Cochran, 1821), p. 471-472.
6 Al respecto se pueden consultar los siguientes trabajos: Samuel P. Newman, “American political culture and the French and Haitian Revolutions: Nathaniel Cutting and the Jefferson republicans”, en The Impact of the Haitian Revolution in the Atlantic World, ed. David Patrick Geggus (Columbia: University of South Carolina Press, 2001); James Sidbury, “Saint Domingue in Virginia: Ideology, Local Meanings, and Resistance to Slavery, 1790-1800”, The Journal of Southern History 63, no. 3 (Agosto 1997), p. 531-552; Ashli White, “The Limits Of Fear: The Saint Dominguan challenge to Slave Trade Abolition in The United States”, Early American Studies, n° 2 (2004), p. 362-397
7 Alfred N. Hunt, Haiti’s Influence on Antebellum America (Slumbering Volcano in the Caribbean) (Baton Rouge; Londres: Louisiana State University Press, 2006).
8 Alison Goodyear Freehling, Drift Toward Dissolution: The Virginia Slavery Debate of 1831-1832 (Baton Rouge: Louisiana State Univ Pr, 1982), p. 123.
9 En 1822 fue descubierta una insurrección en South Carolina dirigida por un negro libre de nombre Denmark Vessey. A pesar de que sabemos que las noticias de la misma fueron ampliamente difundidas en Virginia, y que se pensaba que Vessey estaba en contacto con SD, no encontramos en las fuentes primarias de ese Estado que consultamos, ninguna alusión a lo sucedido durante la Revolución Haitiana. N. del A. Sobre las insurrecciones de 1800 y 1802, véase: Douglas R Egerton, Gabriel’s Rebellion: The Virginia Slave Conspiracies of 1800 and 1802 (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1993)
10 Herbert S. Klein, Slavery in the Americas: A Comparative Study of Virginia and Cuba (Chicago: Ivan R. Dee, 1967), p. 236.
11 Aptheker, American Negro Slave Revolts, p. 301.
12 Virginia Writers’Project, Virginia. A Guide to the Old Dominion (St. Clair Shores, Mich: Somerset Publishers, 1956), p. 78 [Todas las traducciones del ingles fueron realizadas por el autor]
13 Journal of the House of Delegates of the Commonwealth of Virginia (Richmond: Thomas Ritchie, 1831), p. 10.
14 “Cap. XXII. - An act to amend an act entitled, «an act reducing into one the several acts concerning slaves, free negroes and mulattoes, and for other purposes [Passed March 15th, 1832]», en Acts Passed at a General Assembly of the Commonwealth of Virginia (1830-1831) (Richmond: T. Ritchie, 1832), p. 20-22.
15 “Intervención de Mr. Preston haciendo refiriéndose a la intervención del representante de Dinwiddie. House of Delegates. Debate on Mr. Goode’s Resolution, Mr. Randolph’s Substitute… [16.01.1832]”, Richmond Enquirer, vol. XXVIII, n° 87 [Richmond, 2.09.1832], p. 2.
16 Entradas del 21.11 y del 26.12 de 1831, Charles Henry Ambler, The Life and Diary of John Floyd, Governor of Virginia, an Apostle of Secession and the Father of the Oregon Country (Richmond: Richmond Press, 1918), p. 170, 172
17 Sesión del 9.12.1831, Journal of the House of Delegates of the Commonwealth of Virginia, p. 21, 29.
18 Charles James Faulkner, The Speech of Charles Jas. Faulkner, (of Berkeley) in the House of Delegates of Virginia, on the Policy of the State with Respect to Her Slave Population. Delivered January 20, 1832 (Richmond: T. W. White, printer, 1832).
19 Thomas Jefferson Randolph, The Speech of Thomas J. Randolph, (of Albermarle) in the House of Delegates of Virginia, on the Abolition of Slavery: Delivered Saturday, Jan. 21, 1832 (Richmond: Printed by T. W. White, 1832), p. 13
20 Faulkner, The Speech of Charles Jas. Faulkner, (of Berkeley) in the House of Delegates of Virginia, on the Policy of the State with Respect to Her Slave Population. Delivered on January 20, 1832, p. 17.
21 “This is an important step, [clamaba el Constitutional Whig ] “the question of remote and gradual abolition is under consideration…” felictándose porque “circumstances have subdued the morbid sensitiveness which dissallowed […] public allusion on the topic”. Otro periódico del Estado, el Enquirer, se hacía eco del clamor de los blancos por alejar “… the greatest evil that can scourge our land…”, mediante la aprobación de algún mecanismo de abolición gradual. Constitutional Whig [Richmond, 16.12.1831], cf. Freehling, Drift Toward Dissolution, p. 127; Enquirer [Richmond, 7.01.1832], cf. ibid., p. 128.
22 Mr. Ghorsol “Intervención de Mr. Ghorsol. House of Delegates Debate on Mr. Goode’s Resolution, and Mr. Randolph’s Substutite [18.01.1832]”, Richmond Enquirer, vol. XXVIII, n° 79 [21.01.1832], p. 2.
23 “Intervención de Mr. Brown. House of Delegates. Debate on Mr. Goode’s Resolution, Mr. Randolph’s Substitute…» [18.01.1832]”, Richmond Enquirer, vol. XXVIII, n° 99 [03.10.1832], p. 2.
24 “Intervención de Mr. Knox. «Debate on Mr. Goode’s Resolution, Mr. Randolph’s Substitute…» [17.01.1832] Richmond Enquirer, vol. XXVIII, n° 88 [2.11.1832], p. 2.
25 Véase ppor ejemplo: “House of Commons. «Speech of Sir Robert Peel on the Colonial Slavery Question» [3.06.1833], Richmond Enquirer, vol. XXX, n° 24 [7.03.1833], p. 2; «Protest of His Grace the Duke of Wellington against the West India Slavery Bill» [20.08.1833], Richmond Enquirer, vol. XXX, n° 48 [10.12.1833], p. 4; «Extract from a Letter from Jamaica of 14th October», Richmond Enquirer, vol. XXXI, n° 61 [12.04.1834], p. 4.
26 Samuel Warner, Authentic and Impartial Narrative of the Tragical Scene Which Was Witnessed in Southampton County (New York: Printed for Warner & West, 1831), p. 26.
27 Ibid., p. 26, 28.
28 Hunt, Haiti’s Influence on Antebellum America (Slumbering Volcano in the Caribbean), p. 148ss.
29 Hasan Crockett, “The Incendiary Pamphlet: David Walker’s appeal in Georgia”, Journal of Negro History 86, n° 3 (2001).
30 David Walker, Walker’s Appeal, in Four Articles; Together with a Preamble] to the Coloured Citizens of the World, but in Particular, and Very Expressly, to Those of the United States of America. Written in Boston, State of Massachusetts, Sept., 28, 1829, 2º ed. (Boston: D. Walker, 1830), p. 23-24.
31 William Lloyd Garrison, “Walker’s Appeal,” The Liberator, n° 6 [08.01.1831].
32 “The Incendiary Pamphlet: David Walker’s appeal in Georgia”, The Liberator, vol. I, n° 26 [25.06.1831].
33 The Liberator, vol. 1, n° 42 [15.10.1831], p. 165.
34 “States” [Richmond, 23.11.1830], Richmond Enquirer, vol. XXVII, n° 57 [23.11.1830], p. 2.
35 [Entrada del 20.10.1831] Ambler, The Life and Diary of John Floyd, Governor of Virginia, an Apostle of Secession and the Father of the Oregon Country, p. 170, 172.
36 “Incendiary Publications”, Richmond Enquirer, vol. XXVIII, n° 46 [18.10.1831], p. 2.
37 Ambler, The Life and Diary of John Floyd, Governor of Virginia, an Apostle of Secession and the Father of the Oregon Country, p. 165.
38 “Post Office Department. Amos Kendall, Postmaster General, a Samuel L., Postmaster de NY [Post Office Department, 22.08.1835], governor”, Richmond Enquirer, vol. XXXII, n° 35 [09.04.1835], p. 4.
39 Kosciusko y Scherynecki participaron en una conspiración de inspiración jacobina suscitada en Polonia en el año de 1794. El primero previamente había tomado parte en la Revolución Americana. N. del A.
40 Thomas R Dew, Review of the Debate in the Virginia Legislature of 1831 and 1832 (Westport, Conn: Negro Universities Press, 1970), p. 5-6.
41 Merton L. Dillon, Slavery Attacked: Southern Slaves and Their Allies, 1619-1865 (Baton Rouge; Londres: Louisiana State University Press, 1991), p. 160-161.
42 Dew, Review of the Debate in the Virginia Legislature of 1831 and 1832, p. 5-6.
43 Claude Fohlen, Histoire de l’Esclavage aux États-Unis (Perrin, 1998), p. 213-214.
44 Claude Fohlen, Histoire de l’Esclavage aux États-Unis, p. 267-268; Dillon, Slavery Attacked, p. 228 ss.
45 F. B Sanborn, The Life and Letters of John Brown: Liberator of Kansas, and Martyr of Virginia, 2º ed. (Boston: Roberts Brothers, 1891), p. H-I.
46 “Report of the Select Committee of the Senate Appointed to Inquire into the Late Invasion and Seizure of the Public Property at Harper’s Ferry, Report n° 278” (Senate, 36th Cong., 1st Sess., 1860, 1860), p. Y.
47 Ibid.
48 “The Harper’s Ferry Criminals”, The Daily Dispatch [17.03.1860], p. 2.
49 “Union Speeches!”, The Daily Dispatch [13.12.1859], p. 2.
50 “Another John Brown Raid”, The Daily Dispatch [16.04.1861], p. 2.
51 El gobernador de North Carolina, Z. B. Vance, ante la Asamblea General Confederada a fines de 1862: “Recordad […] que están trabajando por la salvación de nuestro pueblo. La amarga copa que los distritos y ciudades nuestras han debido tomar nos muestra, ah con que claridad, la clemencia que deberemos esperar si nuestros adversarios abolicionistas llegaran a vencernos. En la amargura de su desconcertante rabia ellos incluso han mostrado una determinación por reactivar los horrores de Saint Domingo, y de liberar las infernales pasiones de una insurrección servil para que estalle desolando nuestros hogares. La gente de la generación siguiente bendecirán la memoria de aquéllos que, en el campo o en el consejo, ayudaron a rescatar su país de esos horrores.” “Executive Department. To Honorable General Assembly. Z. B. Vance [17.11.1862]”, en The war of the rebellion: a compilation of the official records of the Union and Confederate armies, vol. 2, 4 (Washington: Govt. Print. Of., 1900), p. 190.
52 “Address of Congress to the people of the Confederate States. Joint Resolution in relation to the war [Richmond, 22.01.1864”, en The war of the rebellion: a compilation of the official records of the Union and Confederate armies, vol. 3, 4 (Washington: Govt. Print. Of., 1900), p. 133.
53 “Commanding General, The Corps, Division, Brigade, and Regimental Commanders of the Army of Tennessee [2.01.1864]”, en The war of the rebellion: a compilation of the official records of the Union and Confederate armies, vol. 52, 1 (Washington: Govt. Print. Of., 1898), p. 591.
54 Ervin L. Jordan, Black Confederates and Afro-Yankees in Civil War Virginia (Charlottesville, Va: University Press of Virginia, 1995), p. 246.
55 Robin Blackburn, The Overthrow of Colonial Slavery, 1776-1848 (London: Verso, 1988), p. 257.
56 Hunt, Haiti’s Influence on Antebellum America (Slumbering Volcano in the Caribbean), p. 157.
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