Una integración creativa: Rafael Barrett en Paraguay
p. 37-44
Texte intégral
1Ignorado por España como posible miembro de la famosa generación del 98 de la que procede, celebrado como animoso militante entre los círculos del anarquismo hispanoamericano, reconocido a la larga como escritor de primera magnitud por la historiografía literaria paraguaya, Rafael Barrett aparece como una figura problemática de transmigrante social, ideológico y cultural.
2Conservó jurídicamente toda su vida la nacionalidad inglesa de su padre; su formación cultural fue fundamentalmente española; su país de adopción que impregna casi toda su obra fue Paraguay. O, dicho de otra manera, la trayectoria vital y creadora de Rafael Barrett representa, a principios del siglo XX, un caso bastante singular de intercambio, de integración y de simbiosis entre un espíritu europeo moderno y una realidad americana tradicional en su vertiente paraguaya.
España: formación y ruptura
3El 7 de enero de 1876 nace, cerca de Santander, Rafael Ángel Barrett y Alvarez de Toledo, hijo de un representante comercial inglés y de una descendiente de los duques de Alba.
4Poco se sabe de su infancia y adolescencia. A partir de los veinte años, estudia en la Facultad de Ingeniería de Madrid y en la Escuela de Caminos. También pasa varias temporadas en París donde se supone que completó su formación. Todo esto le permitirá, años más tarde, ejercer profesionalmente sus conocimientos en el Paraguay como matemático, como técnico y como agrimensor.
5Al heredar de sus padres, Barrett entra a formar parte de los círculos mundanos y aristocráticos de Madrid, donde lleva una vida alborotada hecha de escándalos públicos, de desafíos y de duelos que lo llevan por unos días a la Cárcel Modelo de Madrid y que provocan en él un rechazo rotundo de la «buena sociedad» madrileña y de sus costumbres.
6Durante este período traba amistad o se relaciona con Ramón del Valle Inclán, Ramiro de Maeztu, Manuel Bueno, Pío Baroja y Miguel de Unamuno. Aunque prácticamente no haya escrito nada todavía, Barrett pertenece, anímicamente e intelectualmente a la famosa generación española del 98. Las persecuciones y la marginalización que sufre en España lo conducen, en un arrebato de anticonformismo, a romper definitivamente con el ambiente madrileño y a exiliarse a América.
Paraguay: encuentro e integración
7En 1903, Barrett llega a América donde va a vivir los siete últimos años de su existencia y escribir la totalidad de su obra.
8Al principio, se queda poco más de un año en Buenos Aires donde empieza a ejercer su escritura como periodista en la revista Ideas que dirige Manuel Gálvez, en el periódico El Correo Español y en el diario El Tiempo. En octubre de 1904, viaja a Paraguay como corresponsal de este diario para informar sobre una revolución liberal que había estallado en el mes de agosto. Barrett publica un solo artículo sobre el tema porque después de haber simpatizado con los revolucionarios, ingresa a sus filas como combatiente y entra en Asunción con las tropas triunfantes. A partir de entonces va a vivir continuamente en su nuevo país, salvo breves temporadas en Brasil y en Montevideo al ser episódicamente expulsado de Paraguay por motivos políticos.
9Inmediatamente se integra a la vida paraguaya. Ejerce varias profesiones. En 1905 ocupa un puesto de responsabilidad en la Oficina General de Estadística, pero renuncia pronto por su poca afición al trabajo burocrático. A fines de 1905 lo nombran secretario general del Ferrocarril nacional, puesto al que también renuncia para protestar contra el mal trato que la compañía inflije a sus empleados. Por fin, actuará como agrimensor en el interior del país donde descubre la precaria condición del campesinado. Paralelamente, se desempeña como periodista colaborando en varias publicaciones paraguayas como El Diario, Los Sucesos, Rojo y Azul, El Nacional. Funda el quincenario Germinal que el coronel Jara, el mandamás de tumo, clausura en octubre de 1908. También colabora regularmente en La Razón de Montevideo.
10Estos varios oficios le permiten ampliar rápidamente su conocimiento de la realidad local y establecer un contacto inmediato y directo con los distintos estratos de la sociedad paraguaya. Este contacto y la consiguiente toma de conciencia de la injusticia social van a modificar radicalmente la personalidad de Rafael Barrett.
11El que en su juventud madrileña fue un «niño bien», díscolo y anticonformista, de ideas vagamente liberales y republicanas, se convierte ahora en un portavoz arrojado de la clase trabajadora. Pasa de una actitud de rebelión individual a la solidaridad revolucionaria. En los últimos años paraguayos, dedica gran parte de su tiempo a dar conferencias a los obreros, a favorecer la incipiente sindicalización, a arriesgar su vida enfrentando violentamente el autoritarismo y la represión estatal.
12Se siente hondamente paraguayo por más que los sectores de la clase dominante se muestren reacios a concederle jurídicamente el derecho a esta nacionalidad.
13Barrett reivindica claramente su propia integración a su nueva patria. Lo hace en varios artículos en estos términos exentos de ambigüedad y de línea netamente autobiográfica:
Hacerse paraguayo ha de valer una realidad, y no una fórmula. Lo que sólo está en el papel no merece la pena de escribirse [...] [El inmigrante con] el choque y el roce de los paraguayos netos desmoronará sus ángulos españoles, ingleses o alemanes, disolverá sus reminiscencias y evaporará sus nostalgias. La lucha pública, al envolverle en los intereses paraguayos, le dará esperanzas y ambiciones paraguayas [...] Quien vino a renovarse se renovará verdaderamente. Entonces la letra confirmará el hecho, y la nacionalización no hallará obstáculos. Será una consagración y no una reforma. (1, O.C., I, p. 103)
La salvación está en nacionalizar a los inmigrantes, en imponerles generosamente una patria. El único medio de que los extranjeros no se apoderen del Paraguay, es que el Paraguay se apodere de los extranjeros [...] Una nación que cría hijos que huyen de ella por no transigir con la injusticia, ha escrito Ganivet, es más grande por los que se van que por los que se quedan. Pero lo mismo los trabajadores humildes que los caballeros andantes, abordan el mundo nuevo llenos de vida y sedientos de vivir. (1, O.C., IV, pp. 84-85)
14Estas consideraciones generales sobre el concepto de nacionalidad vienen inspiradas por la lucidez y la generosidad del autor y no divergen demasiado de las orientaciones intemacionalistas del anarquismo. Pero a la vez se capta muy bien cómo Barrett las está aplicando a su caso personal, cómo las ha interiorizado para encarar un problema vital que le preocupa, íntimamente. Tanto más íntimo cuanto que Barrett ha fundado su familia en Paraguay, en 1906, al casarse con Francisca López Maíz, (sobrina de una figura relevante de la historia paraguaya, el padre Fidel Maíz) con la que tendrá un hijo, Alejandro. Panchita y Alex representan para él una como encamación de su pasión paraguaya si se considera el amor y la inmensa ternura con que se dirige a ellos en las cartas íntimas que les envía desde la cárcel, desde el exilio o desde algún lugar apartado del país (cf. 1, O.C., III, pp. 310-386). Este amor por su familia tiene una intensidad semejante al que Barrett expresa por Paraguay en su obra escrita.
Escritura y testimonio
15Aunque haya visitado largamente la Argentina y más brevemente Brasil y Uruguay, las tres cuartas partes de la obra americana de Barrett versan sobre Paraguay. En vida, publicó un solo libro, Moralidades actuales, en 1910 y en Montevideo. Los demás libros suyos fueron ediciones póstumas, algunas preparadas por el mismo autor antes de su muerte, otras a cargo de sus amigos y admiradores. Todos ellos recopilan artículos o cuentos, en general muy breves, publicados anteriormente en periódicos o revistas y que había escrito apremiado por la candente actualidad local. Barrett era todo lo contrario de un escritor encerrado en su torre de marfil. Para él, escribir era casi siempre un arma social más. Su literatura es una literatura de la urgencia centrada sobre la realidad paraguaya inmediata. Por eso, y más allá de la aparente fragmentación textual, esta focalización confiere a la obra su unidad y su homogeneidad.
16La representación del Paraguay que nos ofrece Barrett es siempre una representación muy concreta, detallada, casi sistemática. Por ejemplo, en los textos que componen El dolor paraguayo. Allí se mezclan la ternura y la protesta, el humor y la aguda observación sociológica Se evoca la vida cotidiana («En el mercado», «Mujeres que pasan», «De paso...»), las creencias populares («Entierros», «El pombero», «Las bestias-oráculos», «La poesía de las piedras»...), los matices del idioma guaraní y la significación del bilingüismo («Guaraní» y passim), la violencia individual, social y política («Revólver», «La tortura», «Bajo el terror»...). Y, de paso, la variedad de los paisajes paraguayos, suaves o imponentes, desérticos o pintorescos. Significativamente, cuando el1o de setiembre de 1910, Barrett sale de Asunción, gravemente enfermo de tuberculosis, en busca de una improbable curación en Francia, la última visión que se lleva de Paraguay es una imagen de serenidad impregnada ya de nostalgia:
Y la ciudad palidece y se esfuma y se va poco a poco. Miro las blancas casitas escalonadas, sembradas, diseminadas hacia lo alto, jugando al escondite entre la tupida vegetación, alegremente invasora, obstinada, inextirpable, que hace del Paraguay entero un enmarañado jardín. ¡Casas queridas, que soñais a la sombra de las palmeras verdes, casi os conozco una por otra! (1, O.C., III, p. 300)
17En estas evocaciones, su mirada sigue siendo en parte la de un europeo, mirada distanciada del observador objetivo. Pero es también la mirada sensual o compasiva del que, con profunda simpatía, adhiere entrañablemente a la realidad evocada.
18Sin embargo, el compromiso fundamental de Barrett con Paraguay se sitúa en el campo social. El espectáculo de la miseria del pueblo paraguayo se convierte, al correr de las páginas, en un tema desgarrador, lancinante, casi obsesivo:
En un año de campaña paraguaya, he visto muchas cosas tristes [...] He visto que no se trabaja, que no se puede trabajar porque los cuerpos están enfermos, porque las almas están muertas [...] Sin más ayuda exterior que el veneno del curandero, el rebenque del jefe político, el sable que les arrea al cuartel gubemista o revolucionario [...]
He visto los humildes pies de las madres, pies agrietados y negros y tan heroicos, buscar el sustento a lo largo de las sendas del cansancio y de la angustia [...]
Y he visto a los niños, los niños que mueren por millares bajo el clima más sano del mundo, los niños esqueletos, de vientres monstruosos, los niños arrugados, que no ríen ni lloran, las larvas del silencio.
Y me han mirado los hombres, y las mujeres y los niños, y sus ojos humanos, donde había el hueco de una esperanza, me han dicho que debemos devolverles la esperanza, porque éste es el país más desdichado de la tierra. (1, O.C., I, pp. 76-77)
19En cada texto, en casi cada página, se alude a las condiciones de trabajo infrahumanas del campesino o del operario, en los talleres, en los yerbales, en los obrajes; se alude al egoísmo y cinismo de los propietarios, a los desmanes de la represión estatal. Por supuesto, Barrett se rebela contra semejante situación. Su violenta protesta no es únicamente instintiva o sentimental, sino que explica y denuncia la injusticia con hechos precisos, fechas y lugares, documentos, estadísticas. Para argumentar, da a menudo ejemplos de las tensiones sociales y de las luchas obreras en Europa, para equipararlos con la situación paraguaya. No tanto para darlos como modelos sino para señalar las diferencias y las coincidencias, para prevenir los riesgos de fracaso o alentar con los éxitos. Y la protesta de Barrett no es una simple postura verbal, sino que se solidariza con los obreros paraguayos, los moviliza, los incita a la lucha.
20He aquí un testimonio de otro español radicado en Paraguay, Viriato Díaz Pérez, hombre culto que con su vasta erudición influyó durante años sobre la vida intelectual paraguaya:
Con Barrett no era facil discutir. Uno tenía creencias, opiniones. El tenía ideas. [...] Últimamente militaba con vehemencia y entusiasmo, en las más caldeadas regiones del socialismo y la protesta; debo ser más exacto: dentro del acratismo habilmente sostenido.
Sí; el gomoso de Madrid, aquí en el Paraguay, sin que se pueda decir cómo, ni por que evoluciones, había devenido apóstol de la masa oprimida. Alentaba a los obreros, les dirigía la palabra y les defendía con toda la energía que le era permitido a quien apenas tenía ya la necesaria para vivir. (1, O.C., IV, pp. 338-339)
21Y es cierto que el joven liberal madrileño se ha convertido en Paraguay en anarquista militante. A fines del siglo XIX, y favorecida en gran parte por la inmigración europea, la ideología anarquista se había difundida por América, particularmente en la Argentina y Uruguay, pero también en Brasil, Perú, Bolivia, México... Ahora bien, si las referencias anarquistas de Barrett son indudablemente de origen europeo, se cuida muy bien de no aplicar mecánicamente esta ideología foránea a Paraguay, sino que trata de adaptarla a las circunstancias y particularidades locales. Opta por un anarquismo de convicción y no violento. Su normal anticlericalismo es bastante matizado y rechaza la «clerofobia» dogmática. El internacionalismo doctrinario nunca viene a chocar con el legítimo sentimiento nacional. Dicho con otras palabras, Barrett aclimata sutilmente al Paraguay una prédica revolucionaria, procedente de Europa y que no le era en principio destinada. Trata de preservar la originalidad paraguaya en sus aspectos más positivos, aunque esté intimamente convencido de que la revolución social en marcha sea ya un hecho incontrastable:
Admitimos que el Paraguay no padece hoy los excesos del capitalismo. Mañana los padecerá, traídos forzosamente por lo que llamamos democracia, civilización, progreso. El planteo de la cuestión social sería tanto más ventajoso cuanto que es siempre más fácil prevenir que curar. La renovación humana podría ser aquí una evolución, y no una revolución [...]
Ni el Paraguay, ni el último rincón del globo se sustraen ni se sustraerán a un movimiento humano de la trascendencia de la emancipación económica. Se trata de una ola más alta y más profunda que la extensión del cristianismo en los siglos xv y xvi, que la extensión de la democracia en el siglo xix. Es el clima social del planeta lo que se transforma. ¡Aunque alcéis en tomo muros de diez millas, no detendréis la primavera! (1, O.C. II, pp. 254-255)
22La adaptación del anarquismo a la que procede Barrett no es únicamente de tipo ideológico, sino que concierne también su escritura para darle la forma más auténtica. Ya señalé en otro estudio que la prédica anarquista en la América de la época solía expresarse en general dentro de los canones de una retórica algo ampulosa:
Resulta asombroso comprobar que los escritores anarquistas, tan revolucionarios en cuanto a la visión del mundo, hayan sido tan poco innovadores en lo que concierne a la literatura. Existe un desfasaje impresionante entre el contenido radicalmente subversivo de los textos y la forma convencional que les es dado y que adhiere, en sus grandes líneas, a la retórica tradicional del arte burgués contemporaneo. (3, p. 13)
23Esta característica del discurso anarquista usual, de ninguna manera puede aplicarse a Barrett cuya escritura, a pesar de uno que otro descuido, se distingue por su vigor, su nitidez, su agilidad y su intención voluntariamente provocativa. No es un estilo prestado de segunda mano, sino un lenguaje directo cuya única elegancia es la adecuación perfecta entre lo que se dice y la manera de decirlo.
24Quedarían todavía varios aspectos de la obra de Barrett (en lo histórico, en lo científico, en lo económico...) para confirmar, si cabe, su estrecha vinculación con Paraguay que se ha cristalizado en él para formar un destino de vida total. Y es así como lo siente Barrett en el momento de abandonar definitivamente el país en su viaje sin regreso a Francia donde muere, en Arcachon, el 17 de diciembre de 1910.
Sobre el Atlántico. Cada vuelta de nuestras dobles hélices aleja más y más el Paraguay de mi cuerpo, sin poder apartarlo de mi alma. Dulce obsesión de la ausencia! Al hundirse en lontananza, el florido y suave y honesto Paraguay se simplifica sin perder su expresión amable, se encoge, sin dejar de sonreírme, hasta convertirse en una pequeña estrella que me mira... ¡oh, menuda estrella donde amé, sufrí, viví, no te apagarás nunca en el firmamento de mi espíritu! (1, O.C., IV, p. 311)
Frente a la posteridad
25El destino de la obra de Barrett fue azaroso como su vida. Durante muchos años quedó marginalizada fuera de los circuitos convencionales de la literatura hispanoamericana, en gran parte por la carga subversiva que la hacía considerar como sulfúrica. En cambio tuvo una inmensa aceptación, durante el mismo período, dentro de los círculos anarquistas semiclandestinos que la reeditaron y la difundieron con admirable perseverancia. Hubo que esperar 1988 para que se publicara en Asunción su obra completa, con lo ya publicado y numerosos textos inéditos. Y fue por iniciativa y valor del editor paraguayo Rafael Peroni, por el impulso del aquel entonces agregado cultural español en Asunción, Francisco Corral, y con el aporte documental del poeta y crítico paraguayo, Miguel Ángel Fernández, uno de los más finos y certeros conocedores de la obra de Barrett.
26De todos modos, la fuerte personalidad de Barrett y la calidad de su literatura no dejó a nadie indiferente de los que lo conocieron personalmente o a través de su obra. Ya hemos mencionado al perspicaz hispano-paraguayo Viriato Díaz Pérez. Pero está también el uruguayo José Enrique Rodó que opina que en la obra de Barrett no hay:
nada de vulgar en la intención ni en la forma, ni en la manifestación de la vasta cultura intelectual, que se percibe en la base, en el sustentáculo de lo escrito, y nunca en apariencia inoportuna u ostentosa. (1, O.C., IV, p. 344)
27Está también otro uruguayo, Carlos Vaz Ferreira, que expresa su admiración en estos términos:
Rafael Barrett ha sido una de las apariciones literarias más simpáticas y más nobles. [...] Hombre bueno, honrado y heroico, huésped de un país extranjero, adoptó su «dolor» y su «yo acuso», si cabe más valiente que el otro; tuvo de todos modos el mérito supremo de que ni siquiera podía ofrecerle, sobre todo en aquel momento, esperanzas ni expectativas de gloria. (1, O.C., IV, p. 345)
28Y entre los muchos paraguayos que le rindieron pleitesía a Barrett, distinguiremos las palabras que escribió Augusto Roa Bastos en su penetrante prólogo a El dolor paraguayo:
Rafael Barrett fue un precursor en todos los sentidos. Su extraña a la vez que transparente vida, malograda permaturamente en la plenitud de sus mejores potencias, luego de la también extraña y fulminante «conversión» del dandy europeo al predicador del pensamiento libertario y de las modernas ideas de liberación, en el seno de una sociedad esclavizada social y políticamente, la toman paradigmática en un contexto lleno de fracturas, asincronías y fallas de todo orden como consecuencia de la dominación y de la dependencia, causas de nuestro atraso y subdesarrollo. Su camino de Damasco fue éste: su contacto con América y con el Paraguay, en particular. (2, p.IX)
29Estos testimonios de escritores hispanoamericanos, y algunos más que se podrían añadir, demuestran ampliamente que consideran a Rafael Barrett, este extraño venido de allende de los mares, como uno de los suyos, totalmente.
30A la inversa, en España, la asimilación de Rafael Barrett a América es tal, que el anciano Pío Baroja, al escribir sus inciertas memorias por los años 1940, anota lo siguiente acerca de este hombre a quien conoció en su lejana juventud:
Rafael Barrett fue uno de los pocos hispanoamericanos que me dio una impresión de seriedad. No venía, como la mayoría de sus paisanos, a acreditar un producto como cualquier vendedor de específicos, sino a vivir, si podía, en España. [...]
Luego lo que he leído de Barrett no me ha gustado gran cosa. Es romántico y quejumbroso. Quizás el hombre valía más que su obra, y tuvo que someterse para vivir en América a un trabajo ingrato y antipático. (1, O.C., IV, p. 372)
31En esta especie de retomo a España sobre los claudicantes recuerdos de don Pío, Rafael Barrett se convierte en puro americano, en un rastacuero mucho más tratable que la mayoría de sus congéneres. Dicho sea de paso, se insinua cierto reparo ideológico bastante curioso por parte del autor de Aurora Roja que parece reducir a plañidero sentimentaismo lo que en Barrett es sencillez agresiva, anatemización y proclama violenta Rafael Barrett se esfuma en la memoria de Pío Baraja como se esfuma en la historia de la cultura española, conforme va creciendo en la historia y la cultura de Paraguay, su tierra de promisión.
Bibliographie
Bibliografía
Rafael BARRETT, Obras completas. Estudio introductorio de Francisco Corral. Introducción, compilación, bibliografía y notas de Miguel Ángel Fernández. Asunción, R. P. Ediciones, 1988-1990, 4 tomos. 322, 338, 427 y 399 p.
Rafael BARRETT, El dolor paraguayo. Prólogo de Augusto Roa Bastos. Compilación y notas de Miguel Ángel Fernández. Cronología de Alberto Sato. Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1978. 281 p.
Jean ANDREU, Maurice FRAYSSE, Eva GOLLUSCIO DE MONTOYA, Anarkos. Literaturas libertarias de América del Sur. 1900. Buenos Aires, Ed. Corregidor, 1990. 264 p.
Auteur
Groupe de Recherche sur l'Amérique Latine, GRAL-CNRS, Toulouse
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