1 Morocho Gayo, 1997, p. 118. Para un primer acercamiento a la figura de Pedro de Valencia, y también con fines bibliográficos, remito a Morocho Gayo, 1993; Morocho Gayo, 1995.
2 Véanse Salazar, 1959; Jones, 1982; Jones, 1986; Jones, 1987; Jones, 1996; Andrés Martín, 2002.
3 Sobre la actividad traductora de Pedro de Valencia y su preferencia por las fuentes clásicas, ver Morocho Gayo, 1989; Morocho Gayo, 1990; Moreno García, 1999; Nieto Ibáñez, 1997; Nieto Ibáñez, 2001; Nieto Ibáñez-Martín Rodríguez, 1996; Martín Rodríguez, 2002; Paniagua Pérez, 2009; Sánchez Manzano, 2009.
4 Ver Alonso, 1927; Pérez López, 1988; Periñán, 1989.
5 Costa, 1898
6 Serrano y Sanz, 1910.
7 Maravall, 1970.
8 Menéndez Pelayo, 1948; Serrano y Sanz, 1910; Gómez Canseco, 1993, pp. 91-117; Suárez Sánchez de León, 1997a; Suárez Sánchez de León, 1997b; Laursen, 2008; Laursen, 2009.
9 Suárez Sánchez de León, 1997b, p. 394.
10 Morocho Gayo, 1997, p. 121. Tal es la importancia otorgada a la Biblia, que incluso se ha pensado en un posible origen judeoconverso del zafrense. A este propósito véase Paradinas Fuentes, 1995.
11 Morocho Gayo, 1997, p. 133. Interesantes también los artículos de Suárez Sánchez de León, 1998a y Gómez Canseco, 2000.
12 Las cartas que el zafrenze cruzó con el padre Sigüenza se conservan en el manuscrito escurialense L. I. 18 ff. 17-40. En una de ellas (f. 20r), escrita en Zafra el 1 de mayo de 1597, se lee: «recibirá V. P. un libro mío q[ue] vido V. P. días ha antes que se imprimiese, que son las Academicas. Los amigos de Sev[illa], principalmente Tovar, Dios lo perdone, y aun estoy por decir – Dios se lo perdone, lo enviaro[n] a Flandes a imprimir contra mi voluntad, a lo menos contra mi gusto. Fue obra de veinte días, como sabe el se[ñ]or don [García]. No quiero excusar con esto las culpas. V. P. las censure y me avise. Algunas erratas tiene, de q[ue] avisaré en pudiendo. Reconozco q[ue] este pesarme de q[ue] se haya impreso no es a bono, sino q[ue] hay, como dice Eurípides, πολλαὶ μορφαὶ δαιμόνων, aun entre los daemonios de ambición, q[ue] unos imprime[n] ama[n]do sus obras y co[n]fiados merescerá[a] n no[m]bre por ellas; otros se quiere[n] aun más, y nada le paresce hasta divulgarlo por suyo. Dios nos dé la simplicidad de su espíritu para que en todo caritas urgeat nos, y no otros intentos» (ver Domínguez Domínguez, 2006, pp. 95-96). Véase ahora el más reciente libro: Valencia, Epistolario, 2012.
13 Valencia, Academica, 2006, p. 171. Contribuyó a divulgar la obra de Pedro de Valencia la versión de Oroz publicada por la Diputación de Badajoz en 1987.
14 La importancia de la figura de Cicerón en el pensamiento de Pedro de Valencia queda patente en los trabajos de Oroz, 1980 y Oroz, 1984.
15 Sobre la trasmisión, la recepción y las traducciones del volumen, véase el trabajo «Trasmisión del texto» de Domínguez Domínguez, 2006, pp. 89-162.
16 Suárez Sánchez de León, 1997a, pp. 22-23.
17 A este propósito, véanse Gómez Canseco, 1993; Suárez Sánchez de León, 1997a; Suárez Sánchez de León, 1997b; Suárez Sánchez de León, 2006; Laursen, 2008; Laursen 2009.
18 Valencia, Academica, 2006, p. 443.
19 Remito a Gómez Canseco, 1993, pp. 91-130; Suárez Sánchez de León, 1997a, sobre todo pp. 19-121; Suárez Sánchez de León, 2006, pp. 25-39.
20 Valencia, Academica, 2006, p. 213.
21 Veáse San Agustín, Contra los académicos, 2009, pp. 3-194.
22 San Agustín, Confesiones, III, 4, 7, pp. 136-137.
23 Valencia, Academica, 2006, pp. 229-231.
24 Suárez Sánchez de León, 1997a, p. 80-81.
25 Valencia, Academica, 2006, p. 371: «San Agustín señaló, a partir del libro de Varrón Sobre la filosofía, de qué modo se vieron afectados los académicos respecto a los principios que habían aprobado y elegido para servirse de ellos y en qué medida esta afección suya se diferencia de la afección y disposición de los dogmáticos respecto a sus propias opiniones: “Cuando –dice– se pregunta a los nuevos académicos, para quienes todas las cosas son inciertas, si han de considerarse de ese modo las cuestiones sobre las que hay que filosofar o bien, como opinaron otros filósofos, debemos tenerlas como ciertas, no se pregunta qué se ha de perseguir en el fin del bien, sino si se ha de dudar o no sobre la verdad del bien mismo que parece que se ha de perseguir. Esto es, para decirlo con mayor claridad: si ha de perseguirse de tal manera que el que lo persigue diga que es verdadero, o bien ha de perseguirse de tal modo que el que lo persigue diga que le parece verdadero, aunque por ventura sea falso; con todo, uno y otro persiguen uno solo y el mismo bien”».
26 Valencia, Academica, 2006, p. 325.
27 Valencia, Academica, 2006, p. 335.
28 Valencia, Discurso sobre el pergamino y láminas de Granada, 1999, p. 441.
29 Valencia, Consideración acerca de enfermedades y salud del Reino, 1999, p. 518 y p. 519. Sobre este discurso de Pedro de Valencia, ver González Cañal, 1997, pp. 169-178.
30 Valencia, Discurso acerca de los cuentos de las brujas, 1997. Para este escrito del zafrense y su bibliografía remito a Gambin, 2002.
31 El texto de Juan de Mongastón, Auto de fe celebrado en la ciudad de Logroño en los días 6 y 7 de noviembre de 1610, se puede leer en Pedro de Valencia, Discurso acerca de los cuentos de las brujas, 1997, pp. 157-181.
32 Valencia, Discurso acerca de los cuentos de las brujas, p. 303.
33 Cervantes, Novelas ejemplares, p. 604. Es bien sabido, por otra parte, que muchos estudiosos defienden una posible influencia del discurso de Pedro de Valencia sobre el autor del Quijote. Sobre el actual estado de la cuestión véase el volumen a cargo de Poggi, 2002.
34 Narciso García-Plata, 1999, p. 459.
35 Laursen, 2009, p. 46.
36 Morocho Gayo, 1997, p. 140.
37 Valencia, Discurso acerca de los cuentos de las brujas, 1997, p. 280.
38 San Agustín, Enarraciones sobre los Salmos, 61, 21, p. 557.
39 Valencia, Academica, 2006, p. 371 y p. 403.
40 Ver San Agustín, La ciudad de Dios, pp. 541-631.
41 Véanse Gómez Canseco, 1993; Suárez Sánchez de León, 1997a.
42 Valencia, Academica, 2006, pp. 175-187.
43 Valencia, Academica, 2006, pp. 443-445.
44 Valencia, Academica, 2006, p. 445.
45 Gómez Canseco, 1993, p. 101.
46 Serrano Sanz, 1910, p. 19.
47 Véase Suárez Sánchez de León, «Estudio preliminar», 2006, p. 83.
48 Laursen, 2009, p. 37.
49 San Agustín, Confesiones, V, 14, 25, pp. 218-219: «dudando de todas las cosas y fluctuando entre todas, según costumbre de los académicos, como se cree, determiné abandonar a los maniqueos, juzgando que durante el tiempo de mi duda no debía permanecer en aquella secta, a la que anteponía ya algunos filosófos, a quienes, sin embargo, no quería encomendar de ningún modo la curación de las lacerías de mi alma por no hallarse en ellos el nombre saludable de Cristo».
50 Considero imprescindibles las obras de Andrés Martín, 1998; Suárez Sánchez de León, 1998b; Paradinas Fuentes, 2002.
51 Valencia, «La lección cristiana» de Arias Montano, 2002, p. 253.
52 Laursen, 2009, p. 37.
53 Arias Montano, Libro de la generación y regeneración del hombre o acerca de la historia del género humano, 1999.
54 Valencia, Tratado acerca de los moriscos de España, 2005. Muy documentado y de gran importancia es el «Estudio introductorio» de Carrasco, 2005, pp. 13-65. A este propósito remito también al amplio estudio introductorio que publique con ocasión de la reciente edición italiana del zafrense: Gambien, 2013, pp. 7-50.
55 Márquez Villanueva, 1991, p. 102.
56 Aznar Cardona, 1612; Fonseca, 1612; Verdú, 1612; Guadalajara y Xavier, 1613.
57 Caro Baroja, 1990.
58 Aznar Cardona, 1612, f. 28v.
59 Aznar Cardona, 1612, f. 33r
60 He analizado el tratado de Pedro de Valencia sobre los moriscos en otro trabajo mío: Gambin 2008, pp. 109-125. Notas muy perspicaces sobre el discurso del zafrense se pueden leer en Márquez Villanueva, 2010.