La muerte de Francisco Pizarro novelada en el Perú Republicano
p. 379-386
Texte intégral
A Claude Chauchadis, estudioso de los duelos
1Al escribir sus tradiciones, Ricardo Palma (Lima, 1833-1918) se halló enfrentado a un reto. En el Perú del XIX, el medio de publicación más efectivo era la prensa. Pocos libros se editaban en América. El menor costo y la mayor difusión se conseguían en los diarios leídos por centenares de lectores en un rato de ocio. En los periódicos fue donde primero se difundieron las tradiciones peruanas, antes de ser recopiladas en ediciones como Montaner y Simón (Barcelona, 1893-1894).
2Partiendo de la letra o sea de la lectura inmediata de una tradición tan difundida en el Perú como « Los caballeros de la capa »1 que sirvió de fuente histórica a los escolares, descifrando el texto sin forzarlo, voy a presentar esta narración de la muerte de Pizarro hasta visibilizar la fábula y la estilística, a las que considero como cimientos de la Literatura peruana.
3La obra de Ricardo Palma es dual. Las tradiciones más logradas se parecen a cajas chinas o muñecas rusas; el lector tiene acceso a un primer sentido inmediato, con un suceso ubicado en determinada época. Pero esa lectura ingenua, próxima a la de los niños, ha de ser superada para alcanzar el trasfondo de las tradiciones, oír un dúo de narradores y explotar el « venero » al que alude el escritor peruano en otra tradición canónica dedicada a los dos poderes coloniales, « El virrey y el arzobispo ». La heterogeneidad del género se condensa y reconcentra en un par de objetos, a veces con dimensiones de miniatura, que vienen a ser los emblemas de todo el conjunto. Les dedicaré la primera parte de este trabajo; en la segunda parte, expondré el sistema de personajes de la tradición antes de evocar brevemente el dualismo del narrador.
1. Los emblemas de la tradición
4La tradición es dual desde el título. La primera parte enfoca justamente a los « caballeros de la capa » que le dan el título. La capa es por tanto el primer emblema de esta tradición. Una nota costumbrista recuerda su proscripción en tiempos de la Independencia:
Sospecho que el decreto que en 1822 dio el Ministro Monteagudo prohibiendo a los españoles el uso de la capa, tuvo, para la Independencia del Perú la misma importancia que una batalla ganada por los insurgentes. Abolida la capa, desaparecía España, (p. 138)
5La capa es el signo de la hidalguía castellana. Por eso era vestimenta imprescindible para los conquistadores. En el Inca Garcilaso de la Vega encontramos el siguiente comentario: « entre todos ellos no había más que una capa, y esa no nueva, sino raída; y con ella salían todos a negociar por su rueda »2. El ingenio de Palma radica en la valoración de la capa como verdadero emblema de la tradición, aprovechando la homofonía « capa »/ « caba/llero ».
6La miseria unida a la negra honrilla enlaza a los partidarios de Almagro, los de Chile, con los antihéroes de la narrativa picaresca. Como para el escudero del Lazarillo embozado en una capa al salir de casa, lo más importante son las apariencias. La reminiscencia del Lazarillo tal vez ya estuviera presente en los Comentarios reales, así como el Cantar de mio Cid forma parte de la red de fuentes acerca de la muerte de Pizarro en Cieza de León3. Desde los primeros siglos de nuestra era, el motivo de la capa también se relaciona con la figura de San Martín de Tours, quien partió en dos su capa de soldado para socorrer a un pobre aterido de frío.
7Palma no sólo extrae el dato de la Historia sino que lo reelabora, con esa minucia de benedictino con que él mismo teorizará más adelante su labor. El narrador atribuye la paternidad del mote de « los caballeros de la capa » a Antonio Picado, secretario de Pizarro. Herrera, el cronista autor de las Décadas, recurre a esa fórmula4 que no figura en Garcilaso. La irrisión será la causa de la muerte del insolente de Picado.
8Además, en la tradición de Palma, el secretario de Pizarro desafía a los caballeros venidos a menos, ostentando « un jubón y una capetilla francesa, bordada con higas de plata ». Cieza de León no había sido tan preciso al apuntar que « para vituperar a los de Chile y en oprobio de ellos, sacó un día unas ropas bordadas, y por ellas sembradas muchas higas de oro »5. Garcilaso sólo apuntaba que Picado llevaba un sombrero con una rica medalla de oro con las palabras « a los de Chile » alrededor. Si bien la capa simboliza la honra castellana, la capetilla francesa que ostenta Picado, con el doble diminutivo despectivo, es un agravio al bando adverso. El personaje se aparta del modelo varonil, con ese atuendo que connota femineidad –ateniéndonos a las construcciones mentales genéricas de la época. La capa de los doce será el emblema de la venganza; uno de los caballeros proclama: « – Juremos por la salvación de nuestra ánimas [...] recortar de esta capa la mortaja para Antonio Picado » (p. 141). La promesa cierra la primera parte de la tradición. La segunda cuenta la muerte de Pizarro y de sus partidarios, y termina con el ajusticiamiento de Picado: « La famosa capa le sirvió de mortaja a Antonio Picado » (p. 148). Y más adelante el lector descifrará un juego de palabras en momentos en que Picado esboce « un corte de manga » (p. 140) a sus adversarios, cuando bien se sabe que la capa no tiene mangas.
9La capa no es el único elemento con que se agravia a los de Chile. La invención de Ricardo Palma duplica la ofensa modificando del todo la historia referida por los cronistas. En el siglo XVI, Cieza de León, López de Gómara y Garcilaso de la Vega evocaron la visita que uno de los conquistadores, Juan de Rada, le hizo a Pizarro y apuntaron que éste le dio unas naranjas, « diciendo que eran las primeras de aquella tierra »6. El tradicionista esgrime como fuente de inspiración a « Herrera en sus Décadas ». Ese argumento de autoridad es el único inserto en la tradición, pero la cita histórica es falsa. Herrera apuntaba:
[Juan de Rada] halló al Marqués que miraba ciertos naranjos [...]. Valdesillo, el loco, que allí estaba, dijo al Marqués: ¿Por qué no le dais de esas naranjas? Y diciendo el Marqués: – Bien dices, cortó de su mano seis del árbol, que eran las primeras que habían nacido a aquella tierra y se las dio7.
10En la versión de Palma, el obsequio que hace Pizarra no son en absoluto naranjas sino « seis higos que él mismo cortó por su mano del árbol y que eran de los primeros que se producían en Lima » (p. 143). Una fruta se sustituye a otra. El cambio no es fortuito ni impensado. Va a participar de toda una construcción entre humorística y obscena. El efecto gracioso se ha perdido con el paso del tiempo pero en el siglo XIX había de entretener a parte de los lectores. Se trata de un chiste en salsa verde, destinado al lectorado masculino como lo es toda esta « crónica de una guerra civil ».
11Pizarro recibe a los de Chile al pie de una higuera, un árbol con un doble valor simbólico: es considerado el emblema de la ciencia y de la fertilidad, ya que con hojas de higuera se vistieron Adán y Eva después de probar la fruta del árbol del conocimiento. Pizarro, al pie de una higuera en lugar de un naranjo, aparece como modelo de sabiduría.
12Pero el mensaje va a complicarse y varias lecturas se complementan. Recordemos que la capetilla francesa del secretario de Pizarro estaba « bordada con higas » (p. 140). El adorno no está nombrado en Garcilaso, pero sí, como vimos, bajo la pluma de Cieza de León. La higa es un amuleto con forma de puño. Cieza de León ponía de realce lo insultante de la prenda ( « en oprobio de ellos »). Con el tradicionista quedamos en el sobreentendido hasta que agrega: « les hizo un corte de manga, diciendo: – Para los de Chile » (p. 140).
13La entrada « higa » del diccionario de la Real Academia describe el gesto y su significado de forma inequívoca: « Se ejecuta con la mano, cerrado el puño, mostrando el dedo pulgar por entre el dedo índice y el cordial, con el que se señalaba a las personas infames o se hacía desprecio de ellas ». Desde la antigüedad es una forma obscena de representar el sexo femenino. La polisemia de « higa » resurge más adelante, en la tercera parte de la tradición. Riñen los de Chile y uno insulta a otro: « Siendo quien soy, se me da una higa de los Alvarado » (p. 149). Así, higos e higas forman con la capa el sustrato de la tradición. Son detalles anecdóticos para el lector apresurado, pero en realidad, su papel es más relevante. Sirven para los retruécanos y juegos de palabras que se hacen eco a lo largo de todo el texto.
14Existe aun otro objeto que tiene una fuerte carga simbólica en la tradición: se trata de la vara de alcalde. Ricardo Palma no inventa la anécdota ni necesita modificarla. Figura tal y cual en la Historia General de las Indias de López de Gomara8. Bien se sabe hoy que los cronistas no dejaron de inventar sucesos para satisfacer las expectativas de los lectores peninsulares. Palma recoge la historieta de la cobardía del alcalde mayor y desarrolla la alusión de forma visual en una escena que raya en lo inverosímil:
Velázquez [...] se puso entre los dientes la vara de juez. Así no faltaba al juramento que había hecho tres horas antes; visto que si el marqués se hallaba en atrenzos, era porque no tenía la vara en la mano, sino en la boca. (p. 145)
15En cuanto a la espada con que se defiende Pizarro, ha sido objeto de las atenciones de muchos historiadores y maestros de esgrima9.
16Palma deja de lado lo trillado para remodelar la realidad histórica. La inventa a su antojo. La capa y los higos, la vara y la espada resultan emblemas complementarios en « Los doce caballeros de la capa ».
2. El sistema de personajes
17La tradición se centra en Francisco Pizarro, mentado una y mil veces con distintos apelativos ( « el vencedor »; « Don Francisco Pizarro »; « el marqués Don Francisco Pizarro »; « el marqués »; « el gobernador »; « el marqués, gobernador y capitán general del Perú don Francisco Pizarro »...). Tal insistencia cumple un doble propósito. El papel de Pizarro en la historia del Perú le confiere historicidad a la tradición, según el mecanismo que se observa en la construcción de la novela histórica desde Walter Scott. Por otro lado, semioculto tras la instancia narradora, Palma reivindica así la figura de Pizarro en el contexto singular del Perú republicano más interesado por valorar la gesta de la Independencia y aborrecer el coloniaje. En « Los caballeros de la capa », Pizarro es todo un caudillo que anuncia el estilo de gobierno de un Bolívar o de un Ramón Castilla, libertador de los esclavos en el Perú (1854). Abandonado por aquellos en quienes más confiaba, Pizarro queda como héroe solitario. La ceguera del personaje ante los indicios de traición convierte la narración en crónica de una muerte anunciada.
18La otra figura heroica es el joven Diego de Almagro, cuya ejecución remata de forma trágica la tercera parte de la tradición titulada « El fin del caudillo y de los doce caballeros ». La juventud de Diego de Almagro se contrapone con la ancianidad de Pizarro. Diego de Almagro rechaza la protección de Pizarro y recibe el amparo de Juan de Rada, tan anciano como Pizarro. Después del asesinato de Pizarro la narración se convierte en recuento de muertes violentas hasta terminar con el fin del héroe10. Diego de Almagro emplaza solemnemente ante Dios al representante del rey y muere con la mirada puesta « hasta el postrer instante en la imagen del Crucificado » (p. 152). Otro vínculo se trasluce entre Cristo y Diego de Almagro por el número doce, como una coincidencia entre los doce apóstoles y los doce caballeros. El penúltimo párrafo de la tradición es un panegírico que destaca la superioridad moral de Diego de Almagro, uno de los primeros mestizos, hijo de « una india noble de Panamá »: « excedía en la liberalidad de su padre, que fue harto dadivoso, y como él, sabía hacerse amar con locura de sus parciales » (p. 152).
19Antonio Picado es el doble o ángel malo de Pizarro, « su demonio de perdición » (p. 138) con esa homofonía de los apellidos entre el héroe y el personaje subalterno. No cabe duda de que la analogía Pizarro/Picado fue observada por el autor de las tradiciones atentísimo en todo momento a la oralidad y a la escritura. El narrador recalca luego irónico: « Picado se sintió, como su nombre, picado ». Además, a Picado en tanto que secretario de Pizarro le correspondía firmar por el conquistador analfabeto. Picado es el que hace escarnio de los partidarios de Almagro apodándolos « los caballeros de la capa ». Después de traicionar a Pizarro, para salvarse la vida va a huir y ser víctima de otra traición. Morirá decapitado. El alcalde mayor, Juan de Velázquez, es la sombra de Antonio Picado, tan fanfarrón y cobarde como éste; a Velázquez « los indios [lo] mataron junto con otros diez y seis españoles »11.
20En cuanto a los doce caballeros, forman un conjunto de hidalgos venidos a menos y casi no se distinguen unos de otros.
21Manco Inca, último inca rebelde, también es aludido: muere a traición, apuñalado por uno de los doce caballeros supervivientes a los que había amparado.
3. El dualismo del narrador
22El narrador de « Los caballeros de la capa » acude a la primera persona del plural, como expresión de modestia y objetividad: « Muy a la ligera y por la importancia del papel que desempeñan en esta crónica, haremos el retrato histórico de cada uno de los hidalgos » (p. 136). Incluso este « nosotros » está poco presente en toda la tradición. Apenas se atreve a ironizar con una litote en la tercera parte: « No sabemos a punto fijo si la Iglesia venera entre sus mártires al padre Valverde » (p. 147). De forma global el « nosotros » se ve sustituido por una narración terciopersonal que simula la imparcialidad.
23El objetivismo está menguado de otra forma. Lo alteran los guiños y retruécanos, coloquialismos y anacronismos diseminados a la largo de la narración:
La ley del yunque y del martillo imperando a cada tortilla [...] o como dicen en Italia: Librarse de los bárbaros para caer en los Babarini (p. 136).
La artillería estaba en la edad del babador (p. 150).
Esto es progreso, y lo demás es chiribitas y agua de borrajas (p. 151).
24Mediante esas humoradas, la instancia narrativa imposibilita la identificación del lector con los héroes trágicos.
25La tradición también es dual porque se superponen dos tiempos. El pasado da una lección al presente. La inestabilidad del Perú republicano viene a ser la repetición de los primeros tiempos de la Conquista definidos como años de « guerra civil » y codicia por el poder:
Don Francisco se adelantaba a su época y parecía más bien hombre de nuestros tiempos, en que al enemigo no siempre se mata o aprisiona, sino que se le quita por entero o merma la ración de pan. Caídos y levantados, hartos y hambrientos, eso fue la colonia, y eso ha sido y es la república, (p. 136)
26Así, la historia del Perú forma un todo. Pasado y presente establecen un continuum sin la ruptura de la Independencia. Lima, la « ciudad de los Reyes », es el espacio central de la tradición. El Perú que resiste a Pizarro configura otro espacio, indefinido y condenado a la destrucción. Allá mueren todos los adversarios del nuevo régimen, tanto almagristas como incas.
27« Los caballeros de la capa » es una tradición sumamente sugerente. Ricardo Palma rehabilita a Pizarro como el patriarca víctima de la cizaña de sus seguidores, enceguecidos en una guerra fratricida. Esta lucha anuncia la anarquía que desgarrará al Perú después de la Independencia. La fuerte impresión que deja esta novela ejemplar no estriba sólo en la representación de personajes históricos ni en la lección de historia. Descansa en un peculiar objetivismo que reúne cosas y palabras. La literariedad de « Los caballeros de la capa » reside en los objetos emblemáticos que he señalado: la capa y los higos, la vara y la espada. Palma escribe como historiador y poeta. El significante y el significado forman una unidad indistinguible en su obra de tal modo que cada palabra es un tesoro.
Bibliographie
Bibliografía
PALMA, Ricardo, Tradiciones peruanas, Madrid, Cátedra, 1994.
Crónicas consultadas
CIEZA DE LEÓN, Pedro, La Crónica del Perú, Guerras civiles del Perú, t. 2, « Batalla de Chupas », Madrid, Administración García Rico y Ca, [s.a.], XXV, edición electrónica en Cervantes virtual.
GARCILASO DE LA VEGA [1617], Historia general del Perú, t. 8, c. 7, Madrid, Villalpando, 1800, edición electrónica en Biblioteca virtual de Andalucía, 2003.
HERRERA, Antonio de [1601-1615], Historia General de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firme del mar océano, t. 3 (Década VI, c. 4), ed. M. D. Cuesta, Madrid, Universidad Complutense, 1991.
LÓPEZ DE GÓMARA, Francisco, Historia General de las Indias, CXLIV, « La muerte de Francisco Pizarro », edición electrónica en Cervantes virtual.
ZÁRATE, Agustín de [1550], La conquista del Perú, III, 7, 78, edición electrónica en Biblioteca virtual de Andalucía, 2003.
Otras fuentes
ANÓNIMO, « La capa española y la pañosa », www.geocities.com/amigoscapa/capa.htm
LEÓN, Pedro L., « El gesto heroico: La muerte de Francisco Pizarro en la narración de Cieza de León », p. 446-450, cvc.Cervantes.es/obref/aih/pdf/06/aih_06_1_115pdf
MUNDA, Salvatore, El asesinato de Francisco Pizarro. Investigación esgrimística, Lima, Sagsa, 1985.
TAUZIN CASTELLANOS, Isabelle, Las tradiciones peruanas: claves de una coherencia, Lima, U. Ricardo Palma, 1999.
Notes de bas de page
1 Las citas remiten a la edición Cátedra (Madrid, 1994). Se puede leer la tradición en la Biblioteca Americana (2a serie de Tradiciones peruanas, http://www.cervantesvirtual.com).
2 Garcilaso de la Vega, Historia general del Perú, t. 8, c. 7, « Gonzalo Pizarro pretende volverse a Quitu. Los de Chile tratan de matar al marqués », Madrid, Villalpando, 1800, biblioteca virtual de la Junta de Andalucía, http://www.juntadeandalucia.es/cultura/bibliotecavirtualandalucia/inicio/ « Es así que la pobreza que pasaban era tanta, que posaban en una sola posada, y entre todos ellos no había más que una capa, y esa no nueva, sino raída; y con ella salían todos a negociar por su rueda... ».
3 P. L. León, « El gesto heroico: La muerte de Francisco Pizarro en la narración de Cieza de León », p. 446-450, http://cvc.Cervantes.es/obref/aih/
4 A. de Herrera, Historia General de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firme del mar océano, ed. de M. Domingo Cuesta, Madrid, Universidad Complutense, 1991, VI, 4, p. 788.
5 P. Cieza de León, La crónica del Perú. Guerras civiles del Perú, Madrid, Administración García Rico y Ca, [s.a.], t. 2, c. 25, p. 91. http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=14907
6 Fr. López de Gómara, Historia General de las Indias, CXLIV, « La muerte de Francisco Pizarro », edición electrónica en http://www.cervantesvirtual.com
7 A. de Herrera, op. cit., c. 4-5, p. 788-789.
8 « [Pizarro] podía estar seguro, teniendo él [Velázquez] la vara en la mano [...] descolgáronse por las ventanas a la huerta, y el doctor Velázquez el primero, con la vara en la boca, porque no le embarazase las manosa », en F. López de Gómara, op. cit., C. CXLIV, www-cervantesvirtual.com/
9 Véase S. Munda, El asesinato de Francisco Pizarro. Investigación esgrimística, Lima, Sagsa, 1985, 190 p.
10 La misma violencia desenfrenada preside el Heptamerón (1558) de Margarita de Navarra, una de las primeras novelas femeninas que la generosidad de Claude Chauchadis me permitió conocer.
11 « Los caballeros de la capa », ed. cit., p. 147.
Auteur
Université de Bordeaux
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