Aspectos religiosos, sociales, políticos y culturales en los sermones del siglo XVIII
p. 265-272
Texte intégral
1En los cinco tomos de La oratoria sagrada en los siglos XVI y XVII traté de mostrar las posibilidades que los sermones ofrecen al retórico, al historiador de la cosa pública y al investigador de temas religiosos aduciendo variados textos de piezas oratorias. En este breve trabajo quiero mostrar eso mismo apoyándome en los títulos de los 3777 sermones que he recogido y doy en el primer tomo de La oratoria sagrada en el siglo XVIII1. El título de todos los sermones dan, con más o menos palabras y claramente, el tema que trató el orador en el púlpito. Ejemplos:
Sermón del Angélico Doctor y Maestro de los Maestros del Orbe literario, el Sr. Santo Thomás de Aquino, Alcalá de Henares, José Espartosa, 1743.
Llanto de Lugo, que baña sus dos megillas, eclesiástica y civil, por la muerte del Rey hombre y hombre Rey, D. Fernando VI (el justo). Animado por el M. R. P., en las exequias que se celebraron en la S. I. C. el día 29 de Octubre de 1759, Santiago, Ignacio Aguayo y Aldemunde, 1759.
Oración inaugural en la abertura de la Asociación de Caridad establecida para alivio de los presos de las cárceles de Madrid, M. Benito García y Compañía, 1780.
Sermón que dixo en la sagrada función celebrada por el Seminario Conciliar de San Fulgencio de Murcia el día 17 de Diciembre del año de 1781 en acción de gracias a Dios por los multiplicados beneficios que le ha dispensado y especialmente por el de su utilíssimo establecimiento literario y singulares privilegios que en atención a éste se ha dignado concederle N. C. Monarca [Don Carlos III], Murcia, Vda. de Felipe Teruel, 1781.
Sagrada Octava de la Cruz, en que la M. N. y Fidelísima Ciudad de Salamanca cantó el día tres de Mayo de este presente año de 1707 las más rendidas gracias al Santísimo Christo de las Batallas por la gran victoria que consiguieron el día 25 de abril del mismo año en el campo de Almansa las Christianísimas y Cathólicas Armas de N. Gran Monarcha y Augustísimo Rey Felipe Quinto de Borbón y Castilla, el Belicoso, S., Gregorio Ortiz Gallardo, 1707.
2Como puede apreciarse, cinco sermones, cinco temas, con cinco protagonistas – un santo, un rey, una asociación, un establecimiento literario, una batalla– que han dado lugar a un panegírico, a una oración fúnebre y a tres acciones de gracias en oraciones de tipo circunstancial; los cinco con profundo sentido religioso: la exaltación de la santidad y la sabiduría, el sentimiento doloroso y las plegarias por un rey, el ejercicio de la caridad con los necesitados fundado en el Amor divino, el agradecimiento a Dios por los beneficios recibidos. El siglo XVIII que fue, o pretendió ser, reformista, propició que subiesen al púlpito, junto a los temas de tipo doctrinal, otros temas de índole político, social o cultural, pero siempre con un sentido profundamente providencialista y religioso. Así lo hemos podido inferir de los ejemplos que hemos tomado como paradigmas y lo podremos comprobar en los que saldrán en el desarrollo de los aspectos enunciados en el título del presente artículo, y así lo afirma un eminente historiador:
La tendencia secularizante de la época actual constituye, en cierta medida, un obstáculo para apreciar la importancia que los temas religiosos tenían en pasados siglos, cuando la Iglesia era poderosa, lo mismo en el plano temporal que en el espiritual, y la religiosidad era componente esencial de todas las actividades humanas. Las aproximaciones actuales de los historiadores suelen dirigirse por caminos oblicuos, bien insistiendo en el tema de las represiones, en los estudios económicos de instituciones eclesiásticas, o en diversos aspectos de la religiosidad popular, siguiendo la boga sobre los estudios de las mentalidades. Trabajos, en suma, que iluminan aspectos marginales de la cuestión sin penetrar en su propia sustancia: la fe. En el siglo XVIII los comienzos de la descristianización eran visibles en varios países europeos; en España no sólo el ateísmo sino el puro deísmo eran prácticamente inexistentes; incluso los personajes, los ministros que han pasado a la historia como volterianos y descreídos eran en el fondo tan creyentes como los demás. Interesa, sin embargo, distinguir entre la Iglesia como institución, cuyo funcionamiento suscitaba muchas reservas, cuya reforma (en los aspectos temporales) se reclamaba desde muchos sectores, y la Iglesia como comunidad de fieles que profesan una fe, de la que nadie quería apartarse. Un esprit fort como Olavide, cuyo anticlericalismo era notorio, al escuchar su calificación inquisitorial de hereje convicto recibió una impresión tan fuerte, que cayó desmayado; tampoco le hizo perder su fe su posterior estancia en la Francia revolucionaria2.
3El siglo XVIII ha sido bautizado con los apelativos del Siglo de las Luces, de la Ilustración y del Despotismo ilustrado, con los que, a mi humilde parecer, se pretendía proclamar la supremacía de la razón sobre la fe, la intromisión de la autoridad real en asuntos hasta entonces de exclusiva competencia eclesiástica y la exaltación del progreso y la felicidad terrenal con un olvido premeditado de las aspiraciones hacia la felicidad eterna. Pues eso, en parte, no fue así en España. Hubo, o se pretendió que hubiese, reformas estructurales en el estamento eclesiástico, no en la doctrina de la fe; hubo obispos tachados de jansenistas e ilustrados, pero que fueron fervientes católicos y celosos pastores; hubo ministros tachados de volterianos, pero que en su vida espiritual fueron fervorosos cristianos. España siguió siendo profundamente religiosa, como afirma Domínguez Ortiz en el precioso texto citado, resumen de sus muchos y acreditados estudios sobre el XVIII. Y como se puede colegir, repito, de la simple lectura de los títulos de los 158 sermonarios y 3619 sermones sueltos, lectura que yo voy a tratar de analizar en este breve trabajo.
4Los sermonarios reúnen sermones de un mismo tema o de temas diferentes predicados a lo largo de un determinado tiempo; son esencialmente doctrinales. Los sermones sueltos, o simplemente sermones, obedecen a causas determinadas. Universidades, Cabildos, Cofradías o señores particulares solían encargar a predicadores de prestigio sermones de circunstancias: fiestas patronales, acción de gracias, desagravios, fallecimientos, nacimientos, toma de velo o profesión... Las mismas instituciones o particulares que hacían el encargo del sermón acostumbraban a correr con los gastos de su publicación.
5La importancia de estos sermones es excepcional para la historia de la Oratoria sagrada y de la Literatura; porque tales oraciones estaban a cargo de la flor y nata de los predicadores de la ciudad o de la nación y se predicaban ante una curiosa y docta concurrencia. De ahí que sean las piezas más codiciadas del crítico literario que va a la caza de la hermosa elocuencia, del brillante genio. Y bien lo podrían ser también del historiador, porque estos sermones, olvidados en los viejos anaqueles de las bibliotecas, fueron en su tiempo verbo vivo y elocuente que hablaban desde el púlpito no sólo de vicios y virtudes, infierno y gloria, o sea, del camino hacia la vida eterna, sino también de todo cuanto concernía a la vida terrenal, desde la política hasta los problemas e inquietudes de aquellas generaciones -el nacimiento de un príncipe, la muerte de un rey, paces y guerras, fundación de una sociedad, apertura de una escuela, bendición de un templo, fiestas populares, calamidades públicas: pestes, terremotos, inundaciones... Toda la vida de la nación quedaba reflejada en los sermones predicados a una sociedad esencialmente providencialista. De ahí que deberían constituir incitante invitación a penetrar en ellos como vía útil para acercarse al conocimiento de una época tan interesante, que marcó la transición de nuestra historia.
6Y sin embargo, siendo esto así, como lo fue en la realidad, me parece extraño que pocos, poquísimos, historiadores hayan explotado esta rica mina de la predicación. Del Siglo de Oro, por ejemplo, se han investigado temas político-sociales en el teatro y no en la oratoria sagrada, cuando, según dejó escrito Dámaso Alonso, predicación y teatro – apegados por naturaleza a las categorías de tiempo y espacio- son « fenómenos totalmente sociales y nacionales que entraban en las preocupaciones del español de aquella época con una viveza, con una intensidad que apenas hoy podemos imaginar »3.
7Y no es excusa poder aducir la falta de material; porque si han llegado hasta nuestros días miles de piezas de teatro menor – loas, entremeses, sainetes – y de comedias y dramas, también han llegado hasta nosotros algunos miles de sermones, lo que es más difícil debido a nuestra asendereada historia. Yo mismo he dado a la luz 2829 sermones de 1196 predicadores de los siglos XVI y XVII4. A los que hay que sumar los ya dichos 3777 sermones de 2129 predicadores que doy en el ya mencionado tomo primero de La oratoria sagrada en el siglo XVIII.
8De este elenco concionatorio del XVIII voy a servirme para esbozar, en breve síntesis, las posibilidades que ofrecen las oraciones sagradas en los aspectos indicados en el título.
1.-Aspecto religioso
9En los sermonarios y sermones de tiempo ordinario –de tema preferentemente teológico y moral– los predicadores recogen los sermones en que, adoctrinando las mentes y tocando los corazones de los oyentes, recorren todo el ciclo del año litúrgico, cuya belleza y trascendencia social canta en un hermoso texto el poeta y dramaturgo José María Pemán:
El Ciclo litúrgico de las fiestas del año es una cosa llena de humanidad, de gracia y de belleza. Siguiendo el curso intenso y dramático de la vida de Cristo, nos va asociando, sucesivamente, a todas las emociones humanas. Es como un sucederse de climas y estaciones dentro del alma: nieves, flores, vientos, huracanes [...]. Porque el Ciclo litúrgico anual, aun considerado humanamente como simple producto de una sabiduría secular, es una ordenación del tiempo tan justa, tan varia, tan intensamente psicológica, que llena todas las exigencias posibles. Va tocando en nuestra alma, como la mano de un sabio tañedor, todas las cuerdas y todas las clavijas. Primero el Adviento, lleno de gritos proféticos y de movimientos de impaciencia; luego, la Navidad, con su gracia de luz, blanca y aniñada; luego, tras el prólogo de Septuagésima, la Cuaresma, con sus austeridades amoratadas; luego, la Semana Mayor, llena de dramatismo y, al fin, con las primeras flores, la sinfonía de la Pascua, y con el primer calor de junio, el himno del Corpus5.
10Dentro del año litúrgico, tiempos propicios para la predicación fueron siempre el Adviento y la Cuaresma. Los dos ciclos litúrgicos llaman a la conversión y preparan la venida de Cristo hombre y de Cristo triunfante. El Adviento se abre con la visión del fin del mundo y prosigue marcando un tiempo de esperanza, tiempo de preparación del alma a la llegada tierna del Niño Dios. Pero es sin duda la Cuaresma el centro de la predicación del año. Acallada la voz de la carne, el hombre se aprestaba al reconocimiento de sus pecados y a la penitencia. Circunscribiéndome a la Cuaresma tengo recogidos 66 sermones o sermonarios.
11Tres fueron los focos en que los fieles demostraron su religiosidad y la Iglesia su carácter católico: el culto al Santísimo Sacramento, la devoción a la Virgen y a los Santos.
12– Santísimo Sacramento. Circunstancias históricas y religiosas especiales hicieron que España se convirtiera en adalid de la defensa del Sacramento. Y luchó contra sus enemigos desde la cátedra, desde el púlpito, en los campos de batalla, desde los escenarios y desde las calles engalanadas con flores y reposteros; desde los altares, donde las retorcidas columnas barrocas rendían pleitesía al santo tabernáculo. Su celebración no se limitaba al Jueves Santo y al día del Corpus, sino que trataba de aprovechar cualquier ocasión -la bendición de un templo y la colocación del Santísimo en él, un traslado, una fiesta de desagravios- para la exaltación del Sacramento y renovación de la fe y devoción de los fieles a la Eucaristía. España unió su causa con la del divino Sacramento, y las afrentas a él hechas las recibía la nación en su propia carne. No es, pues, de extrañar que de los 231 sermones de Cristo que tengo recogidos, 125 sean sermones predicados con ocasión de actos de desagravios, de traslación y de exaltación del Santísimo. Véase un texto:
El hechizo de España. Oración panegírica en la solemnísima fiesta con que la S. I. C. de Salamanca, asistiendo su limo. Prelado y la Nobilísima Ciudad, celebró y coronó, en acción de gracias al Santísimo Sacramento el domingo 13 de noviembre de 1707, día del Patrocinio de María Santísima y último de sus sagrados cultos, los salmantinos festejos por el feliz nacimiento del Sermo. Príncipe Luis de Borbón y Castilla, el Primero, y por la dichosa restauración de Ciudad-Rodrigo.
13– Santísima Virgen. Como el Santísimo Sacramento, fue la Virgen baluarte de la defensa del Catolicismo en la España del siglo XVIII. Las ocasiones para un sermón de la Virgen eran casi infinitas: las celebraciones mayores – Inmaculada Concepción, Natividad, Anunciación, Asunción –; las distintas advocaciones – Virgen del Pilar, Virgen del Carmen, Ntra. Sra. de la Merced, Soledad de Nuestra Señora...–; la devoción a las innumerables imágenes que jalonaban, y que afortunadamente jalonan todavía, toda la geografía española, y muchas otras diversas circunstancias. Todo era motivo para que en los grandiosos templos o en las humildes ermitas se elevasen en coro perpetuo las palabras de los predicadores y las oraciones de los fieles. Las oraciones marianas que tienen como tema la Inmaculada Concepción de María constituyen una de las manifestaciones más genuinas y vibrantes de la devoción del pueblo español a la Virgen. No es ajeno a esta fervorosa actitud las vicisitudes teológicas por que atravesó este misterio. 567 son los sermones dedicados a la Virgen; de éstos 147 dedicados a su Inmaculada Concepción.
14– Sermones de santos. La Iglesia favoreció la devoción a los santos, modelo de virtudes que imitar y cauce por donde llegar al culto de Dios; el pueblo los veneró y los tomó por intercesores, viendo en ellos a seres humanos, más cercanos a su manera de pensar y sentir. Santos que convivieron con Jesús – San José, San Juan Bautista, Apóstoles y Evangelistas...–, Fundadores de Órdenes Religiosas, Patronos de ciudades y de instituciones diversas, titulares de iglesias, oratorios y ermitas... fueron ensalzados en los sermones de generosos oradores. 955 son los sermones panegíricos registrados.
2.-Sermones de circunstancias (I)
15– Oraciones fúnebres. El sermón fúnebre es el tipo más frecuente de los sermones de circunstancias; consecuencia lógica de una ley universal: todos los hombres somos mortales, y todos los hombres tenemos el privilegio y la posibilidad de unas pocas palabras escritas en letras de molde, aunque sea en una esquela, o que se pronuncien hoy desde el altar, ayer desde el púlpito. No es, pues, de extrañar que yo haya podido reunir 632 oraciones fúnebres, que, lógicamente, fueron predicadas en la muerte de gente importante:
16– Papas, que rigieron la vida de la Iglesia: 11 oraciones fúnebres.
17– Obispos, que bajo su poder y conciencias gobernaron una parcela de la Iglesia. Algunos de los Obispos nombrados en la relación pertenecieron a la Ilustración cristiana, introdujeron reformas en sus diócesis y contribuyeron al progreso cultural y económico de sus feligreses, tal como se lee en las 279 oraciones fúnebres.
18– Generales de Órdenes Religiosas, que presidieron el denso entramado eclesiástico, poderosos en las Universidades, en los gobiernos y entre el pueblo: 57 oraciones fúnebres.
19– Catedráticos de la Universidad de Salamanca, rectores en tiempos del pensamiento, obstáculo o promotores de las reformas de los estudios: 156 oraciones fúnebres.
20– Nobles. Aquí aparece la flor y nata de la nobleza española: los duques de Alba, de Arcos, de Medinaceli, de Medina Sidonia, de Uceda, de Osuna, del Infantado; los marqueses de Villena, fundadores de la Real Academia Española, etc. Duques, condes y marqueses, aun cuando con los Borbones, según avanza el siglo XVIII, van perdiendo su carácter de « dirigentes naturales », siguen siendo, sin embargo, dueños de vidas y haciendas: 129 oraciones fúnebres.
21– Sermones de aspecto social, político y cultural. Una sociedad inmersa aún en el sentido religioso de la vida es lógico que hallase signos de la Divina Providencia en ciertas manifestaciones, propicias o adversas, de la naturaleza, en las epidemias, o en eventuales sucesos. Los oradores sagrados son llamados en esos momentos especiales para proclamar desde el púlpito los sentimientos de un pueblo que ruega por la obtención de un bien que le es necesario o por la liberación de un mal que ve próximo; o que agradece los beneficios ya recibidos. Así en:
Acción de gracias y rogativas por la preservación de los grandes estragos: terremotos, como el del 1 de noviembre de 1755, que causó cerca de 100.000 muertos en Lisboa y unos 5300 en España; pestes, epidemias, plagas, inundaciones: 34 sermones.
Acción de gracias y rogativas por la lluvia y otros beneficios: 30 sermones.
Predicadores: sermones predicados en circunstancias especiales: 29.
Instituciones de carácter social, económico, cultural. Muchas son también las oraciones sagradas que se dijeron desde el púlpito celebrando la fundación o los actos de las diversas instituciones de carácter benéfico, económico y cultural que proliferaron en el Siglo de la Ilustración, como las famosas Sociedades Económicas de Amigos del País. Todas buscaban el progreso y la felicidad del pueblo. De ellas he recogido 42 sermones.
Consecución de beneficios especiales, nombramientos y exaltación a puestos relevantes: 18 sermones.
3.- Sermones de circunstancias (II): Familia Real
22El siglo XVIII se inicia en España con un cambio de dinastía. Carlos II de Austria, meses antes de morir, designa como heredero de la corona a Felipe de Borbón, Duque de Anjou, hijo de Luis, Delfín de Francia, y de Mariana Ana de Baviera y nieto de Luis XIV y de María Teresa de Austria, Infanta de España.
23Los títulos de 436 sermones ofrecen una secuencia muy detallada de la vida y de los acontecimientos del primer rey Borbón y de los cuatro reyes que le sucedieron en el trono durante el Setecientos. El estudio de los textos será, pues, fuente estimable para reconstruir la historia política y social de España. Me limito a señalar datos referentes a Felipe V.
24Felipe V. Su reinado está jalonado por los siguientes acontecimientos:
llegada a España (1701) y proclamación como rey: 5 sermones.
Guerra de Sucesión (1701-1714); guerra internacional: España y Francia contra el Archiduque de Austria y sus aliados; guerra civil: el Reino de Castilla reconoce a Felipe V; el Reino de Aragón, con capital en Barcelona, acepta al austríaco, proclamado rey de España con el nombre de Carlos III de Austria. Son 68 sermones, que ofrecen estas facetas:
a favor de Carlos de Austria: 3 sermones.
Felipe V interviene personalmente en la guerra: 10 sermones.
El pueblo castellano ora por el éxito de la guerra, reza por los difuntos, ofrece actos de desagravios por las profanaciones de los aliados herejes: 33 sermones y celebra con júbilo las victorias: 22 sermones.
Acontecimientos familiares: cumpleaños, hijos, abdicación: 14 sermones.
Muerte del rey: 52 oraciones fúnebres.
25Al morir Felipe V « dejaba al país empeñado en una guerra estéril y sin esperanza, con las fuerzas exhaustas y la hacienda agotada. El mismo pueblo castellano que le había apoyado hasta el sacrificio treinta y cinco años atrás, terminó por despreciarle y odiarle »6. Son palabras graves de historiador. ¿Qué dijeron los oradores sagrados sobre la persona y la acción político-social del rey? La respuesta se halla en el análisis de los sermones.
Notes de bas de page
1 F. Herrero Salgado, La oratoria sagrada en el siglo XVIII, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2009.
2 A. Domínguez Ortiz, Carlos III y la España de la Ilustración, Madrid, Alianza Editorial, 1989, p. 141.
3 « Predicadores ensonetados. La Oratoria Sagrada, hecho social apasionante en el siglo XVII », Obras completas, III, Madrid, Gredos, p. 974.
4 Oratoria sagrada en los siglos XVI y XVII, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1996-2006. T. II: 874 sermones y sermonarios; III: 422; IV: 684; V: 849. En mi Aportación bibliográfica a la Oratoria sagrada española, Madrid, CSIC, 1971, 742 p., ofrecí 5340 fichas de sermones, todos leídos u hojeados por mí; de ellos, 42 fueron impresos en el siglo XVI, 1142 en el XVII, 2577 en el XVIII, 1381 en el XIX y 198 en el XX.
5 M. Herrero García, Sermonario clásico (con un ensayo histórico), Madrid, Escélicer, 1941, p. XXIII-XXIV.
6 Gran Enciclopedia Larousse, IV, p. 770.
Auteur
Profesor Jubilado de la Universidad de Salamanca
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