Un innovador renacentista: de facecias, cuentos y refranes en la obra anticortesana de Cristóbal de Castillejo
p. 533-542
Texte intégral
1Siempre que se trata la obra de Cristóbal de Castillejo (1490-1550), conviene recordar algo ya señalado por sus estudiosos y es que, pese a la errónea etiqueta de poeta tradicionalista y contrario a cualquier amago de renovación poética de la que ha sido en ocasiones tildado, el perfil del salmantino debe entenderse como una actitud literaria renovadora, moderna e impregnada del ambiente cortesano y cosmopolita del que se rodeó a lo largo de su vida. En el presente estudio se tomará esta premisa como punto de partida y se analizará de forma resumida uno de los rasgos más prominentes del autor mediante el cual inserta una variada miscelánea de facecias, cuentos y refranes de la tradición oral y literaria en el soporte argumental de sus textos, esclarecedora en aquellos anticortesanos, que serán objeto de este trabajo, como pequeño botón de muestra de que el autor se presenta como un verdadero «innovador»1 para la literatura de su tiempo.
2Un dato de estilo que valorara Maxime Chevalier en la obra de Castillejo es, como señaló Rogelio Reyes, la inserción en sus versos «de cuentecillos orales de carácter familiar y desenlace jocoso»2 «que no aparecen antes de él en la poesía española»3:
La présence de ces historiettes, traditionnelles ou non, dans le Sermón de amores, le Diálogo de mujeres et autres compositions représente une innovation d’importance dans la poésie espagnole. Castillejo, écrivain de la Renaissance, estime être en droit de glisser dans ses vers des récits familiers, connus de tous ses contemporains ou de beaucoup d’entre eux. Il est le premier poète espagnol à prendre ce chemin. D’autres l’emprunteront après lui: ce sont les nombreux auteurs de petites compositions facétieuses qui si nourrissent d’historiettes traditionnelles4.
3La inclusión de estos relatos dentro de obras pertenecientes al género dialogado, recurso usual durante el siglo xvi, supone pues un recurso «característico» del autor5 y en sus textos
[…] el diálogo se estructura con frecuencia sobre la alternancia crítica/anécdota. Uno de los interlocutores expone su tesis y la ilustra con una anécdota o cuentecillo. Lo que genera, a su vez, una moraleja […] En lo que afecta al material anecdótico empleado […] es un verdadero innovador, ya que con la introducción de esos cuentos y refranes inicia un hábito enteramente renacentista6.
4Por otra parte, merece tener presente el interés que Castillejo, al igual que otros humanistas, manifiesta por las formas vernáculas y es la cultura nacida en el vulgo y sus manifestaciones lingüísticas la que les sirve de referencia para sus escritos. En este sentido, las fórmulas populares fuera de ser «un simple ornamento», constituyen «un esbozo de estilo, un modelo popular»7 del ideal humanístico del escribo como hablo y del de sobriedad y nitidez erasmista. Es por tanto en el diálogo versificado donde el poeta vuelca sus ideales modernos de naturalidad y sencillez y donde muestra «su convicción de usar tonos ligeros para no desalentar previamente al lector»8, advirtiendo previamente en la dedicatoria al Diálogo entre el Autor y su Pluma, quizá su obra «más difundida en el siglo xvi»9, que «la materia de que trata de sí es desabrida» y que, por ello, mezcla con ella «las burletas y refranes que a la mano me vinieron»10.
5De la misma opinión es María Dolores Beccaria11, para quien lo que llama la atención es precisamente esta inserción de «refranes, frases hechas y lugares comunes que se suceden incesantes conformando los argumentos dentro de los cánones de la más neta sabiduría popular»12. Blanca Periñán13 ha puesto de manifiesto que similar procedimiento subyace en la carta-dedicatoria que precede a otro de sus diálogos antiáulicos, el Aula de Cortesanos, su más extensa diatriba contra la vida curial14. El mecanismo y recurso común para no provocar ese empalagado sabor es, por tanto, el intercalar entre su obra una serie de elementos distrayentes como facecias, cuentecillos o fábulas. Castillejo cumple con la tópica prologal y se refiere a estas burletas y refranes, pero da la sensación de que lo realiza «como si aparentemente se tratase de un recurso ocasional o intrascendente»15; sin embargo, tras una atenta lectura se comprueba que concede al refrán «una atención muy prioritaria y que plaga de sentencias algunas de sus obras más importantes»16. El autor no sólo logra escribir en apacible estilo, como pretendían otros de sus contemporáneos, o distraer a sus lectores sino que es capaz de hacer pasar desapercibida esa materia desabrida y convertirla en un hábil diálogo al impregnarle su propia «naturalidad»17. En él confluyen, por un lado, la tradición paremiológica medieval castellana y los Adagia de Erasmo, por otro18, pero Castillejo engarza ese refranero «en el verso, y no en prosa, como era más común […] con oportunidad y gracia, es un elemento más de estilo […] natural, sin forzamientos, producto, sin duda, de los estímulos coloquiales que informan tanta parte de nuestra literatura del xvi»19. En definitiva, formaría parte de esa nómina de autores que redescubren «una cultura paremiológica de base popular»20, al ser perfecto conocedor de los refranes de su acervo. Tal vez, por ello, en ocasiones no necesita incluirlos completos, «le basta con un miembro del refrán o con una parte que sugiere el resto»21 y no se trata en exclusiva de refranes castellanos, sino también de frases latinas así como citas, dichos y expresiones populares e incluso del imaginario europeo «usadas como latiguillos en medio de la conversación en español»22.
6Estos refranes remiten en un elevado número de ocasiones a cuentos, pero se comprenderán mejor estas afirmaciones con los ejemplos más representativos seleccionados.
7En primer lugar, en el Aula de Cortesanos, para describir el despreciable estilo de la vida áulica, el personaje de Prudencio como «narrador testigo»23 utiliza facecias con referencias a refranes y cuentecillos, de notable importancia en la configuración interna del propio diálogo. Una de esas historias intercaladas le viene en sazón al sabio magister para ejemplificar de manera didáctica sobre el mal comer y las miserias de la mesa cortesana y es la del tacaño comendador Esquivel. Éste replica a su despensero la solución de contentar a los desnutridos cortesanos, padecedores de una dieta pobre y monótona, mediante la alternancia de rábanos y queso (vv. 1691-1745). Beccaria indica que la grotesca anécdota que introduce Castillejo, cuya versión es la más antigua, procede del refrán Rabanete y queso tienen la corte en peso24, formulado en la época como Rábanos y queso traen la Corte en peso (Cov., p. 1391) para denotar que «los pobres, y labradores mantienen el fausto de los cortesanos» (Terreros, p. 269), y que el mirobrigense adapta con gracia en los versos «el año en peso/a las cenas no les doy/sino rábanos y queso» (vv. 1718-1720)25.
8Otro motivo frecuente en esta extensa sátira como es el de la paupérrima casa de los galanes engreídos de la Corte, cuya morada visita Prudencio, lo expresa en el verso 1416 del diálogo por medio de otro no desconocido refrán como «elemento nuclear o secundario de historietas»26, regular en su técnica narrativa y que corresponde a la variante de las Tres terrazas y una estera, el ajuar de la frontera, «por el poco ajuar de los presidios de soldados de frontera» (Correas, p. 76), presente en otros textos27. Los elementos que atañen a la casa: «la escasez, pobreza y mal estado del ajuar»28 y que en el poeta aparecen, «enumerados de modo genérico antes de iniciarse el relato propiamente dicho»29, «se concretan en elementos prácticamente proverbiales, que encontramos trasladados al plano literario antes y después de Castillejo»30. Lo ejemplifica a continuación con el cuento del miserable «galán muy principal» y su paje (Aula, vv. 1418-1486) que recuerda, sin duda, al hidalgo del Lazarillo31.
9El personaje desarrolla la experiencia de aquellos cortesanos desagradecidos que comen de balde y que encima critican lo que reciben, mediante la alusión al cuento del «pan de dolor»:
Y es el cuento
que en el uso y seguimiento
dese tal pan de dolor
ni suele quedar contento
quien lo come ni el señor
que lo da,
el cual ha de estar y está,
sin haber por qué, obligado
a cada necio que va,
a tenerle aparejado
de comer;
y el donaire suele ser
que de aquellos que a tragar
van, por dos que dan placer,
doce suelen enfadar
al patrón.
(Aula, vv. 3712-3727)
10Debido al carácter paródico del texto y las frecuentes animalizaciones que Castillejo usa, entre ellas la del perro como símbolo metamórfico del cortesano codicioso, por ejemplo, en la jocosa traducción que lleva a cabo de la Fábula de Acteón (vv. 141-155), creo que posiblemente tendría en cuenta no por casualidad los refranes El que da pan a perro ajeno, pierde el pan, pierde el perro y la amistad de su dueño, que indica «que los favores que se hacen a personas ajenas no son agradecidos»32, o bien, el de Dar del pan al perro, o perra, porque no muerda (Correas, p. 277), donde entiendo subyace esa idea burlesca de tener satisfechos a todos los componentes (fieras) del séquito. Relacionada con éstos se halla la historia de la ropa fiada o el paje, basada en los mozos interesados de palacio que piden prestadas galas para aparentar y que luego sin más “se olvidan” de pagar (Aula, vv. 1339-1366), relatada por dos cortesanos que solían «saber destos repiquetes» (Aula, v. 1344).
11Otro aspecto del que se lamenta el anciano con el refranero es el tan recurrente de la influencia monetaria a la hora de abrirse camino en la vida de las aulas con el refrán Quien dineros tiene, hace lo que quiere, y no hará encomiendas, voto a tal (Correas, p. 337). La variante que utiliza, «quien dineros tiene / diz que hace lo que quiere» (Aula, vv. 48-49), se antoja una expresión ya tradicional recogida en los cancioneros del xvi. En estrecha relación con el satirizado tema económico, el personaje, quien aconseja a su sobrino Lucrecio —un nombre elegido a propósito33— buscar una profesión que sea honrosa y provechosa a la vez, es decir, que le suponga una retribución económica que le permita vivir holgadamente, me parece que “contradice” adrede e invierte ágilmente el célebre refrán Honra y provecho no caben en un saco, por el cual se establece que «el hombre honrado no ha de ser interesal» (Cov., p. 1068). A sabiendas de que es harto dificultoso «juntar honra con provecho» (Aula, vv. 103-104), esto es, enriquecerse rápidamente de manera honrada, afirma que «Aunque dicen no caber / en un saco honra y provecho, / en palacio a su placer / duermen ambos en un lecho» (vv. 424-433). Deduzco, en mi opinión, el provecho no ya con el sentido anterior sino en el mismo como aparece en Celestina (Acto VII), como el carácter interesado (aprovechado), cualidad que el perfil de todo “buen” cortesano —el que sabe sobrevivir en el mar de la Corte—, debe tener necesariamente, porque raras veces el honor y el desinterés son compatibles con el apetito lucrativo.
12El autor introduce materia paremiológica a propósito del motivo recurrente del favor mudable de los reyes. Éste, «según refrán extranjero» (pienso que el de Favor de señores y temporal de febrero, poco duraderos) «se compara en movimiento / al temporal de febrero / y a las hojas con el viento» (Aula, vv. 2490-2493). A este respecto, en el Diálogo entre el Autor y su Pluma, se denuncian irónicamente los madrugones en vano que los servidores de palacio menos experimentados en el arte y “picaresca” (anti) cortesanos sufren y que, a pesar del esfuerzo, nunca les son reconocidos ni premiados (vv. 271-275). El personaje alegórico, para testificar el suceso y argumentar con razones la inversión de valores que se produce en la Corte, aúna y vincula con agilidad tres proverbios relacionados: «ni por mucho madrugar amanece / más aína» (vv. 279-280)34, «quien a la postre viene / dicen que primero llora» (vv. 284-285)35 y «los postreros son primeros / porque nos llamó ventura / para dejarnos en cueros» (vv. 287-290). Significativo me resulta especialmente éste último, de origen bíblico, por la afinidad del autor con los procedimientos de la literatura goliardesca36. Castillejo a manera de contrafactum deforma grotescamente la Parábola de los trabajadores de la viña del Evangelio de San Mateo, que él mismo cita (v. 286 y vv. 294-295)37 y que transmite que los últimos serán los primeros, y los primeros últimos («Sic erunt novissimi primi et primi novissimi multi sunt enim vocati pauci autem electi» (Mt. 20: 16). Si se atiende al sentido de que todos los que sean llamados al servicio del Señor tendrán igual recompensa, dada su infinita generosidad, y que lo que recibe cada uno será justo, sin que por eso se haga injusticia a nadie, aquéllos que le sirven por más tiempo no deben sentir envidia si otros menos “activos” reciben lo mismo. Para la guasona Péñola, con un punto de vista eminentemente práctico de la vida, en la línea de Celestina, en la Corte entonces no merecería la pena madrugar para ir a cumplir con las duras obligaciones del servicio, ya que el holgazán que llegue a la hora de comer (el último) recibirá similares o incluso mejores jornal y beneficios por parte del “Señor” (rey) al que sirven:
Ni tengáis por mejoría
haber sido delantero,
que ya veis lo que decía
el de la viña al obrero
que vino al alba del día;
bien que podéis alegar
que sois contento de ser
igual en el alquiler
con quien vino a trabajar
a las horas del comer.
(Diálogo…, vv. 291-299)
13Al cortesano, en suma, sólo le quedaría estar conforme, ya que como bien dice el refrán, A quien a Dios se la diere, San Pedro se la bendiga (Correas, p. 676):
Lo que a los otros se ha dado
san Pedro se lo bendiga.
(Diálogo…, vv. 269-270)
14Por otra parte, considero necesario destacar un caso del Diálogo entre la Adulación y la Verdad, a mi parecer escasamente atendido por la crítica. El primer personaje, al referir sus peripecias en la sede papal romana, en una de las acotaciones enunciativas de las que se nutre el texto38, narra «de camino hablando» (Adulación …, v. 1589) una fábula oral alegórica y “marinera” del género festivo, propia de la literatura de viajes y vinculada al motivo axial del mare malorum sobre la verdad y la lisonja en las cortes. La historia, la del andaluz y el vizcaíno (vv. 1586-1711), aludida someramente por Reyes39, advierte sobre el perjuicio que puede acarrear algo más traicionero que virtuoso a veces como la sinceridad. Con este entretenido cuento o historia «que por dicha habrás oído, como yo» (Adulación, vv. 1596-1597), intenta hacerle entender a su sincera acompañante que «donde la mentira triunfa, la verdad es maltratada»40 y que para sobrevivir en la Corte es estrictamente fundamental mentir y adular. Castillejo, «maestro de la narración en verso, imprime su sello personal a este cuento» y hace reír con «las imprudentes y destempladas verdades»41 expuestas por un personaje tópico en la literatura de la época —y uno de sus favoritos por excelencia— como es el inoportuno vizcaíno, caracterizado, entre otros muchos defectos por su falta de perspicacia, ingenuidad y excesivo apego a la verdad. Frente a él, el coprotagonista cómico de la aventura es un espabilado andaluz, que, gracias a su útil condición de excelente adulador, tiene la inmensa suerte de salvarse de una muerte segura a manos de una corte de estrambóticos y susceptibles monos de Guinea. El lisonjero personaje femenino al detallar sus odiseicas andanzas con este inciso intercalado, se convierte así en otro de esos «”narradores interiores” que vivieron, leyeron, oyeron contar o presenciaron, algo que ahora someten a la consideración y juicio del resto de sus contertulios» y «en tanto que la obra es diálogo, género docente, todos estos excursos en relación con el hilo central no entorpecen la argumentación dialógica, sino que están a su servicio»42.
15La novelita aparece también en los Coloquios de Palatino y Pinciano, donde la cuenta el primero de ellos, «a petición de su amigo que le dice: “no sé el cuento. Si me lo contáis podrá ser que me aproveche de él”»43. La anécdota, cargada de elementos populares, se basa, en ambos y en otros textos, «en una burla, como es propio del “cuento risible”», produciéndose «la adecuación entre el argumento burlesco de las novelle interpoladas y el carácter cómico de los interlocutores del marco»44.
16Por mencionar algún otro ejemplo más del extenso y rico material folklórico del que se sirve Castillejo en sus textos anticortesanos, el personaje femenino de las paródicas Coplas a la Cortesía arremete contra el propio yo poético, quien subraya «la trivialización de la práctica de la cortesía, que en su opinión, ha dejado de ser un valor moral y social para reducirse a un conjunto de fórmulas y rituales sin sustancia»45 y se burla de su ignorancia y simpleza, «equiparándolo a un bobo rematado»46:
Ciego de vuestros antojos,
pues preguntáis y no veis
lo que contino tenéis
delante de vuestros ojos.
Igualar
os podéis y comparar
al que yendo cabalgando,
en la mula no mirando,
diz que la andaba a buscar.
Semejante bobería
gran vergüenza es, hermano,
que siendo vos cortesano
no sepáis qué es cortesía.
(Coplas…, vv. 82-94)
17El no muy halagador símil deja traslucir otro conocido y tradicional cuentecillo folklórico del Siglo de Oro: el de la asnada de Gálvez o del burro perdido, de origen aragonés47 y que se basa en el refrán de “la asnada y bobería de Gálvez” que Castillejo debió de conocer48:
Le dernier récit traditionnel que présentent les vers de Castillejo est celui de «la asnada de Gálvez», le chascarrillo connu du rustique qui, en comptant ses ânes, oublie celui qu’il monte, conte familier auquel Cervantès fait allusion dans la Deuxième partie de Don Quichotte et que Correas relate de manière parfaitement claire: il apparait sous forme d’une rapide esquisse, dans les Obras morales du poète49.
18Es preciso hacer constar que esta versión de la conocida historia de tontos del rústico que, contando sus asnos, olvida el que sube y, como si tuviera una venda en los ojos, no ve lo que tiene delante de sus narices, como señala José Manuel Lacoba50, es la que más se asemeja a la incluida en otras piezas teatrales contemporáneas que tratan el tópico como la Farsa llamada Alarquina (1550) o la Comedia intitulada Tesorina de Huete (1551), al inicio del paso II y en la jornada tercera, respectivamente, donde se expone al burro para introducir el cuento y «confirmar la simpleza»51 de los personajes, dejando en evidencia su similitud con la acotación de Castillejo.
19Por último, si bien un poco más alejado de estos textos anticortesanos, no quisiera dejar de mencionar el hecho de que un cuentecillo de monjas parturientas inserto en el Diálogo de mujeres (vv. 1891-1949) sirviera de fuente directa para la puesta en escena de Las fortunas de Diana de Lope y, a su vez, para el texto recreado por Cervantes, La señora Cornelia, según ha sugerido Fernando Rodríguez52.
20Para cerrar este breve repaso, a tenor de los ejemplos aquí expuestos, se puede establecer que resulta muy interesante subrayar cómo se incluyen una serie de facecias, cuentos y refranes «sumamente funcionales», que constituyen uno de «los polos de la verdadera renovación poética castillejiana guiada por la búsqueda de una fórmula feliz en la que incrustar contenidos plenamente renacentistas» (Cacho y Periñán, 2006, p. 16). Las palabras salidas de la boca de los personajes de Castillejo reproducen expresiones proverbiales que reclaman la felicidad de la aldea, alejada de las insufribles y ridículas exigencias cortesanas. El poeta de Ciudad Rodrigo, en su demostrado interés por resaltar estas innumerables molestias que él mismo experimentara desde dentro, parece hacer más verídicas sus irónicas denuncias con el apoyo constante de la sabiduría popular, la cual revitaliza y adereza con una fina y aguda comicidad, por la que se caracteriza su producción, particularmente los diálogos morales y de conversación y pasatiempo, entre los que se encuentran los aquí tratados. En la lengua corrían expresiones, chascarrillos e historietas que le sirvieron al autor para su empresa, siempre con el claro objetivo del docere et delectare. La inserción literaria de estos elementos desde un eficaz enfoque en boga, no sólo consolida y perfecciona el subgénero de la sátira anticortesana, del que estimo fue máximo representante, sino que anticipa la labor realizada por Cervantes, Lope o la picaresca, entre otros.
Bibliographie
Referencias bibliográficas
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Notes de bas de page
1 Chevalier, 1978, p. 81.
2 Reyes, 1986, p. 48.
3 Chevalier, 1978, p. 81.
4 Chevalier, 1975, p. 63.
5 Beccaria, 1997, pp. 479-480.
6 Reyes, 1986, p. 49.
7 Reyes, 1986, p. 46.
8 Periñán, 1984, p. 260.
9 Beccaria, 1997, p. 282.
10 Castillejo, Obra completa, p. 458. Para ésta y todas las citas textuales se utiliza, modernizada, la edición de la Obra completa.
11 Beccaria, 1997, p. 227.
12 Beccaria, 1997, p. 283.
13 Periñán, 1984, p. 260.
14 Remito a las pp. 511-512 de la Obra completa.
15 Reyes, 1986, p. 45.
16 Reyes, 1986, p. 45.
17 Periñán, 1984, p. 261.
18 Reyes, 1986, p. 45.
19 Reyes, 1986, pp. 46-49.
20 Reyes, 1986, p. 46.
21 Reyes, 1986, p. 47.
22 Reyes, 1986, p. 47.
23 Beccaria, 1997, p. 494.
24 Ver Cuartero y Chevalier, 1997, p. 445.
25 Beccaria, 1997, pp. 69-71.
26 Beccaria, 1997, p. 496, n. 255.
27 Beccaria, 1997, p. 494, n. 249.
28 Beccaria, 1997, p. 496.
29 Beccaria, 1997, p. 496, n. 254.
30 Beccaria, 1997, p. 496.
31 Para éste y otros paralelismos entre ambos textos remito al estudio de Beccaria (1997).
32 Panizo, 1993, pp. 140-144.
33 Reyes, 2004, p. 278, n. 494.
34 Por mucho madrugar no amanece más aína: «Este proverbio recuerda la actitud de quienes se afanan fuera de lo normal y [105r.] de los que provocan capciosamente el esmero de otros, pues con ello no se adquiere nada antes de su debido tiempo» (García de Castro, Seniloquium. Refranes que dicen los viejos, p. 164).
35 Quien a postre viene primero llora: «Difiere este proverbio de aquél que empieza “quien primero viene…”, ya que aquellos sobre quienes se ejemplifica, son admitidos, aunque los últimos, y molerán, aunque en último lugar […] Se verifica igualmente en quienes en el momento en que llegan para tratar sobre sus ahorros, no hay nada de ellos, ya que se gastó en otros que lo pidieron antes» (García de Castro, Seniloquium. Refranes que dicen los viejos, p. 194).
36 Reyes, 2004, p. 215, n. 342.
37 Domínguez la anota someramente en su edición de las Obras (tomo III, p. 32, n. 647).
38 Beccaria, 1997, p. 472.
39 Reyes, 1980, p. 28.
40 Beccaria, 1997, p. 264.
41 Beccaria, 1997, p. 470.
42 Gómez, 2001, p. 248.
43 Gómez, 2001, p. 258.
44 Gómez, 2001, p. 258.
45 Reyes, 2004, p. 291, n. 533.
46 Beccaria, 1997, p. 479.
47 Chevalier, 1983, p. 163.
48 Beccaria, 1997, p. 480.
49 Chevalier, 1975, p. 63.
50 Lacoba, 1996-1997, pp. 37-38.
51 Lacoba, 1996-1997, p. 38.
52 Rodríguez, 2008, pp. 368-370. Ver Cenizo Jiménez, 2002.
Auteur
Universidad de Sevilla
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