De los romances a las Soledades. Evolución de algunos motivos poéticos en Góngora*
p. 323-331
Texte intégral
1En el conjunto de la obra gongorina el romancero ocupa un lugar grande. Observando someramente el número y cronología de la composición, entre 420 obras1 poéticas de autoría segura contamos 94 romances2 compuestos de 1580 a 1626. Su número supera a sonetos y otras composiciones de arte mayor. Aún en las Soledades, la obra que representa la vena culta del poeta, no debemos olvidar la filiación con los romances. Las relaciones con los romances piscatorios y de aldeas fueron especialmente subrayadas por Robert Jammes3. Por nuestra parte, dedicamos un estudio a las serranas, al romance de Cuenca y a la Soledad primera, para mostrar cómo las expresiones usadas en el romance se encajan de nuevo en las Soledades reforzando su complejidad4. El objeto de este trabajo es observar una vez más la fuerte vinculación entre laos romances y las Soledades, y con ello abordar el sentido de la renovación poética de Góngora.
2Observamos ahora algunos motivos que coinciden en los romances y las Soledades.
La sierpe como comparación del agua que fluye
3Indudablemente sierpes de cristal es una de las metáforas más celebradas del poeta5. Esta expresión, no como metáfora sino como símil, aparece por primera vez en el romance «Ahora que estoy de espacio» del año 1588: «fatigaba el verde suelo / donde mil arroyos cruzan / como sierpes de cristal / entre la hierba menuda» (vv. 17-20)6. El pasaje se refiere al campo de Córdoba por donde el narrador-poeta caza o pasea sumergido en la meditación poética. El agua que derrama la fuente corre entre las hierbas en mil arroyuelos. El símil de la serpiente para el agua es adecuado por dos razones: por correr serpenteando y por estar entre hierbas. Es una descripción realista del campo.
4La manifestación siguiente la encontramos en la Soledad primera, en una forma de expresión casi idéntica, pero en singular, sierpe de cristal: «el istmo que al Océano divide, / y, sierpe de cristal, juntar le impide / la cabeza, del Norte coronada, / con la que ilustra el Sur cola escamada / de antárticas estrellas» (I, vv. 425-429)7. El pasaje se refiere al Istmo de Panamá que está en medio del Océano Atlántico y el Pacífico. Aquí la sierpe de cristal es una metáfora del Océano, el conjunto del mar del mundo. Océano en la cosmología griega es el gran río que rodea el mundo, por lo cual se compara con la serpiente. Como al Atlántico se le llama Mar del Norte, se asocia con la estrella polar. Suponiendo que la parte de la cabeza de la serpiente está en el Atlántico, forma una imagen de la cabeza de la serpiente coronada con la estrella. De igual modo, sitúa la cola de la serpiente en el Pacífico y lo adorna con las estrellas antárticas. A diferencia del romance arriba comentado, aquí la metáfora sierpe de cristal es el resultado de la serie de conceptos y asociaciones, no correspondiendo a ninguna realidad. Es decir, es imposible imaginar visualmente esta metáfora.
5Sin embargo tenemos otra expresión de la sierpe en la Soledad primera, sierpes de aljófar: «[…] y a cuantas da la fuente / sierpes de aljófar, aun mayor veneno / que a las del Ponto, tímido atribuye, / según el pie, según los labios huye» (I, vv. 598-601). Se trata de un lugar apacible en el campo donde brota la fuente. Las serranas sedientas acuden a beber agua, pero el montañés no quiere pisarla ni beberla creyendo que el agua es peligrosa. Aquí las sierpes son las corrientes del agua que derrama la fuente, la imagen es idéntica al paisaje del romance que citamos. Dice sierpes de aljófar en vez de cristal, porque en el verso 585 aparece el concento cristalino. El pasaje resulta oscuro en cuanto a quién indica el montañés y por qué huye del agua8.
6La última manifestación está en la Soledad segunda.
[…] los suyos enfrenó de un pino
el pie villano, que groseramente los cristales pisaba de una fuente.
Ella pues sierpe, y sierpe al fin pisada
(aljófar vomitando fugitivo
en lugar de veneno),
torcida esconde, ya que no enroscada,
las flores que de un parto dio lascivo
aura fecunda al matizado seno
del huerto, en cuyos troncos se desata
de las escamas que vistió de plata. (II, vv. 317-327)
7El agua desatada de la fuente tropieza con el pie del pino. Si la corriente del agua, es decir el arroyuelo nacido de la fuente, se compara a la sierpe, ésta es la sierpe pisada por el pie del árbol. La serpiente venenosa, al ser pisada, vomita veneno para defenderse. Pero esta sierpe vomita aljófares fugitivos. Esto es la descripción del arroyuelo que rompe y salpica alcanzando al tronco del árbol. El agua corre serpenteando, cubriendo las flores del prado, hasta los troncos de los árboles plantados en el huerto. Allí se embebe o remansa para regarlo y el agua ya no corre ni brilla como si la serpiente mudara de su piel que brillaba como plata. En los pasajes anteriores la corriente del agua era sierpe de cristal o sierpe de aljófar. Ahora, al familiarizarse con tales comparaciones, la corriente se compara sencillamente con la sierpe, siendo el cristal y el aljófar metáforas del agua, materia componente de la corriente. Así resulta posible y convincente la última referencia a la muda de piel. Vemos cómo ha quedado más complicada y perfeccionada la expresión en la Soledad segunda, comparando con las sierpes de cristal del romance del 1588.
Motivos en el romance «En un pastoral alberge» (1602)
8Tratamos del romance sobre el que Robert Jammes puso la atención, junto con el romance de Cuenca «Entre pinares de Júcar», como génesis del paisaje de las Soledades9. Dos motivos que recuerdan las Soledades fueron señalados por Antonio Carreira10. Aquí observamos tres motivos más que muestra la vinculación con las Soledades.
Amorcillos celebran la unión de la pareja
9En la escena donde se unen en amor Angélica y Medoro: «Corona un lascivo enjambre / de Cupidillos menores / la choza […]» (vv. 81-83). En las Soledades aparecen en la boda de campesinos: «El lazo de ambos cuellos / entre un lascivo enjambre iba de amores / Himeneo añudando» (I, vv. 761-763). Fíjense en las expresiones casi idénticas: “un lascivo enjambre de Cupidillos menores” en el romance y “un lascivo enjambre de amores” en la Soledad Primera. Ésta, luego en los coros que llaman a Himeneo, va completando las informaciones de los amorcillos. Son los hijuelos alados de las bellas ninfas que cela el bosque11 (I, vv. 794-795). Invocan tres grupos de amorcillos para tres misiones: estos para que flechen mosquetas y nieven azahares (I, vv. 756-757), aquellos para que vigilen la aldea del infausto pájaro nocturno (I, vv. 758-800), y otro para coronar el lecho nupcial (I, vv. 801-802). El último coincide con el pasaje del romance.
Abejas y alcornoques
10Al pasaje del romance arriba comentado, le sigue la comparación de la abeja y los amorcillos: «bien como abejas / hueco tronco de alcornoque» (vv. 83-84). Es la comparación del enjambre del amorcillo que vuela sobre la choza y la de la abeja que vuela sobre el alcornoque. En las soledades la misma idea aparece hasta dos veces, no como la comparación sino como la descripción de la vida rural basada en la realidad.
11La primera es en la Soledad primera, en el canto nupcial después del banquete.
Tantos de breve fábrica, aunque ruda,
albergues vuestros las abejas moren,
y Primaveras tantas las desflorecen,
que, cual la Arabia madre ve de aromas
sacros troncos sudar fragantes gomas,
vuestros corchos por uno y por otro poro
en dulce se desaten líquido oro. (I, vv. 919-925)
12Los corchos del alcornoque son materia de la pequeña colmena rústica12. El canto pide que tengan muchas abejas las colmenas de la pareja recién casada, y sus abejas recojan mucha miel hasta que se derramen de las celdas. Los corchos que forman la colmena rústica se comparan con los árboles preciosos que producen inciensos, puesto que se evalúa igual el incienso y la miel.
13En la Soledad segunda se describe la vida sencilla de una familia pescadora en una isla. Igual que el caso de los campesinos de la primera, la vida isleña no puede discurrir desprovista de la apicultura. En este caso la materia de la colmena no es exclusivamente el alcornoque.
Cóncavo fresno, a quien gracioso indulto
de su caduco natural permite
que a la encina vivaz robusto imite,
y hueco exceda al alcornoque inculto,
verde era pompa de un vallete oculto,
cuando frondoso alcázar no de aquella
que sin corona vuela y sin espada,
susurrante Amazona, Dido alada,
[…] en esta pues Cartago
reina la abeja [….] (II, vv. 283-294)
14El fresno, cuando vive tanto como una encina y crece, alberga un hueco más grande que un alcornoque. En tal hueco del fresno vive un enjambre de abejas, cuya colmena se compara con Cartago y su abeja reina se compara con Dido, o Amazona por ser casta. Por supuesto el alcornoque sigue utilizándose para formar la colmena, pero como algo inferior al fresno. Si llamamos castillo a la colmena del fresno, el del alcornoque sería el burgo donde vive el enjambre plebeyo: «burgo eran suyo el tronco informe, el breve / corcho, y moradas pobres sus vacíos / del que más solicita los desvíos / de la isla plebeyo enjambre leve» (II, vv. 298-301) Tenemos la impresión de que el texto nos está ilustrando acerca de la apicultura de la época. A diferencia del romance, las referencias sobre las abejas y alcornoques son un informe de la vida rural.
La Envidia, el áspid y los arrullos de las palomas
15El romance nos presenta una imagen rara de la Envidia y el áspid. Aquella (personificación del sentimiento envidioso, causado ante la unión feliz de Angérica y Medoro) cuenta los arrullos de las palomas (las voces enamorantes de la pareja)13 haciendo nudos con el cuerpo de éste, como lo suelen hacer con la cuerda. Luego Amor destierra a la Envidia, azotándola con el áspid, para que no haga algo dañoso a la pareja: «¡Qué de nudos le está dando / a un áspid la Invidia torpe, / contando de las palomas / los arrullos gemidores! / ¡Qué bien la destierra Amor, / haciendo la cuerda azote, / por que el caso no se infame / y el lugar no se inficione!» (vv. 85-92). Después, refiriéndose a Medoro que olvida su misión bélica por entregarse al amor de Angélica, dice: «tórtolas enamoradas / son sus roncos atambores» (vv. 97-98). Aquí merece prestar atención al adjetivo ronco aplicado al tambor, porque como vemos luego este se aplica a las palomas o tórtolas en otro pasaje del poeta.
16En las Soledades, la primera referencia a la envidia se hace en forma de perífrasis: «No en ti la Ambición mora, / […] / ni la que su alimento / el áspid gitano» (I, vv. 108-111). En el siguiente el concepto que relaciona la envidia y el áspid es idéntico: «Próspera, al fin, mas no espumosa tanto / vuestra fortuna sea, / que alimenten la Invidia en nuestra aldea / áspides más que en la región del llanto» (I, vv. 926-929). La Envidia personificada come las áspides. Esta referencia directa al emblema de Alciato14 está ausente en el pasaje del romance arriba mencionado.
17Las palomas, en cambio, aparecen independiente del tema de la envidia: «donde celosa arrulla y ronca gime / la ave lasciva de la cipria diosa» (II, vv. 270-271). Es la parte de la descripción de un palomar extraño, hecho del mimbre y puesto entre las ramas del álamo. Se repite aquí tres cualidades de la paloma mencionadas en el romance: arrullar, gemir (gemidor en el romance) y ronco. La perífrasis que indica la paloma se refiere el mito clásico: «la ave lasciva de la cipria diosa». Aquí las palomas son las aves de verdad, en la realidad de la vida isleña, al contrario del romance en que se citan palomas solo en comparación del amor de la pareja.
Otros ejemplos de vinculación entre los romances y las SOLEDADES
18Observamos ahora dos romances más que muestran coincidencias con las Soledades, aunque no tan numerosas como en los casos ya citados.
«Aquí entre la verde juncia» (1584)
19Es el romance venatorio donde aparece una cazadora bella y cruel. Aquí encontramos tres pasajes cuya idea o expresión coincide con las de las Soledades. El primero es el tópico del canto de cisne: «Aquí entre la verde juncia / quiero, como el blanco cisne / que envuelta en dulce armonía / la dulce vida despide, / despedir mi vida amarga / envuelta en endechas tristes» (vv. 1-6). El pasaje corresponde al de la Soledad segunda; «y mientras dulce aquél su muerte anuncia / entre la verde juncia, / sus pollos éste al mar conduce nuevos» (vv. 257-259)15. Fijémonos que aquí una vez más, la referencia en el romance es figurativa, puesto que la muerte del cisne es un símil de la del protagonista narrador, frente a la Soledad segunda que describe los cisnes en la realidad, los cisnes que se crían en la verde juncia de la isla.
20El segundo es la referencia a rosas y jazmines. En el romance: «y el mismo monte se agravia / de que tus pies no lo pisen, / por el rastro que dejaban / de rosas y jazmines, / tanto, que eran a sus campos, / tus dos plantas, dos abriles» (vv. 51-56). Es la ponderación de alabanza a la cazadora. La tierra pisada por ella hace florecer rosas y jazmines, y por tanto, sus dos plantas son dos abriles. En un pasaje de la Soledad primera aparece rosas, violetas y jazmines: «y los que por las calles espaciosas / fabrican arcos, rosas: / oblicuos, nuevos, pénsiles jardines, / de tantos como víolas jazmines» (I, vv. 718-721). Es el arco fabricado en el exterior, como adorno de la fiesta nupcial. Las materias que forman el arco son rosas, violetas y jazmines. La asociación con la planta aparece en otro pasaje: «donde la Primavera, / calzada abriles y vestida mayos» (I, vv. 576-578). Es el pasaje al que aludimos antes. Se trata de una plaza como un crucero de muchos caminos donde se reúnen serranas y villanas. Aquí la planta es de Primavera y no se compara con abril sino que lo calza. Rosas, jazmines y violetas en la Soledad primera no son comparaciones sino existencias reales.
21El tercero es el deseo de compensación de su sentimiento amoroso mal correspondido. El narrador del romance, llamado Daliso según se nos informa al final de la obra, invoca al Guadalquivir de esta manera: «ruégote que su crueldad / y mi firmeza publiques / por todo el húmedo reino / de la gran madre de Aquiles» (vv. 73-76). El enamorado quiere que los detalles de su amor se conozcan no solo en las selvas sino también en el mar, es decir por todo el mundo, puesto que en las selvas donde habitan los cazadores todos los seres son testigos de este amor. En la Soledad segunda el protagonista peregrino, después de soñar su muerte en el mar o en la guerra, discurre su imaginación sobre su sepulcro: «tan generosa fe, no fácil onda, / no poca tierra esconda: / urna suya el Océano profundo, / y obeliscos los montes sean del mundo. Túmulo tanto debe / agradecido Amor a mi pie errante» (II, vv. 161-166). Las tumbas anuncian las hazañas de los enterrados. El sepulcro del Océano entero o de los montes del mundo anunciará por todo el mundo la vida del enterrado y así compensa el Amor la fe de su mártir.
«Amarrado al duro banco» (1583)
22Es un romance de cautivo, el de Dragut en concreto, y también se puede considerar piscatorio según Jammes16. Muestra dos puntos afines.
23El primero es la referencia a las perlas del Pacífico. En romance compara las lagrimas con las perlas: «[…] si es verdad que llora / mi cautiverio en tu arena, / bien puedes al mar del Sur / vencer en lucientes perlas» (vv. 21-24). En la Soledad segunda se comparan a las perlas las espumas del agua del mar: «[…] cuya espuma cana / su parda aguda prora / resplandeciente cuello / hace de augusta Coya peruana, / a quien hilos el Sur tributó ciento / de perlas cada hora» (II, vv. 63-68). La comparación es algo complicada porque la prora cubierta con las espumas al cuello de Coya peruana adornada de perlas, nos da la información de que el Pacífico produce cien hilos de perlas por hora.
24El segundo es la referencia al modismo lengua del agua. En romance en forma de retruécano: «Dame ya, sagrado mar, / a mis demandas respuesta, / que bien puedes, si es verdad / que las aguas tienen lengua» (vv. 25-28). En la Soledad segunda jugando con el doble sentido de la lengua: «la marítima tropa, / usando al entrar todos / cuantos les enseñó corteses modos / en la lengua del agua ruda escuela, / con nuestro forastero […]» (II, vv. 55-59).
***
25Observando las expresiones e ideas que tienen en común los romances y las Soledades, no nos deja de impresionar la fuerte vinculación entre ambos. Es cierto que no son exclusivamente romances las obras que fueron señaladas por las semejanzas a las Soledades. El soneto de 1604 «Descaminado, enfermo, peregrino» y los tercetos de 1609 «Mal haya el que en señores idolatra» fueron comentados, respectivamente, en relación de la figura del peregrino y el sentimiento del menosprecio de corte17. Comparando estos casos, que afectan a los elementos principales que constituyen las Soledades, los ejemplos observados arriba relacionados con algunos romances, parecerán más bien triviales con tal de que se traten de las descripciones de la naturaleza, sea en las comparaciones o sea en las realidades rurales. Sin embargo, por ser tantas y tan frecuentes estas expresiones semejantes, continuamente recordamos los romances al leer las Soledades. Parece que en la mente de Góngora cuando compone las Soledades subsisten romances anteriormente compuestos y sus expresiones resurgen en cualquier momento. Así las expresiones del romance se asoman entre los versos de la silva, pero cambiando muchas veces su función; en los romances como componentes de la comparación, en las Soledades sirviendo para describir la realidad rural.
26Ahora bien, tal vinculación con los romances ¿no nos daría una explicación más sobre los problemas del género, el plan y la interrupción de las Soledades? Las controversias sobre el género desde el principio hasta nuestros días giran alrededor de dos puntos: uno es la mezcla de lo épico y lírico, y otro es, al definirla como épica, la imprecisión del hilo narrativo18. El Abad de Rute propuso la denominación del poema mélico por no poder llamarlo ni épico, ni de otra manera19. Para justificar el comienzo brusco de la obra los críticos actuales ponen atención en su relación con la novela de Heliodoro20. A todas estas interpretaciones, ¿no se podría añadir otro factor, es decir, la tendencia espontánea e inconsciente a los romances por parte del autor? El romance corresponde al género épico-lírico y su comienzo, también, in media res. Incluso puede tener un fin inconcluso21. Todas las características que dejan perplejos a los críticos en cuanto a su elemento narrativo son los rasgos distintos que pertenecen al romance.
27¿Y si fuera las Soledades una obra con el contenido de romance en forma de silva? Componiendo romances desde 1580, Góngora ya viene experimentando su digresión poética: introducir elementos cultos italianizantes en la forma popular. ¿No sería algo natural que ahora se realice este entrecruzamiento en dirección inversa: introducir elementos populares en la forma culta? Ello no contradice ni el supuesto plan cíclico ni el de la novela bizantina en verso. Sin duda Góngora habrá concebido cuatro Soledades, bajo la influencia de la novela de Heliodoro y / o de Dión Cocceyano Crisóstomo. Tan solo al componer la obra de carácter épico-lírico recordaba y se recreaba en el mundo de los romances tan acostumbrado de joven. El hecho explicaría porque Góngora, tan cauteloso en difundir las Soledades, hizo público solamente la Soledad primera, sin dar a conocer ni siquiera su plan de escribir cuatro Soledades. El autor en el fondo no sentía la necesidad de explicar lo indeterminado del hilo narrativo. Era muy natural a su sensibilidad acostumbrada al romance. Por la misma razón tampoco sentía la inconveniencia en dejarla inconclusa. Pensamos que ésta es, junto con las otras, una causa de que la obra se quedara inacabada.
Bibliographie
Referencias bibliográficas
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Notes de bas de page
1 Cifra tomada de Góngora, Obras completas, 1967, en Góngora, Obras completas, 2000 se cuentan 418.
2 En esta cifra coinciden Millé y Carreira, aunque difieren en los romances incluidos. Sobre el criterio de Carreira ver, Góngora, Romances, 1998.
3 Jammes, 1987.
4 Saiko Yoshida, 2000.
5 Recordamos el título de la obra de José Lezama Lima, Esfera imagen. Sierpe de Don Luis de Góngora. La expresión sierpes de cristal fue utilizada por Cervantes, en Los trabajos de Persiles y Sigismunda, p. 334, y por Bernardo de Balbuena en algunas poesías (Becco, 1990, p. 133 y p. 135)
6 Góngora, Romances, p. 444.
7 Góngora, Soledades, p. 285.
8 Al viejo que acompaña a las serranas, según Salcedo, f. 130v. y Jammes en Góngora, Soledades, pp. 314 y 316; a los mozos montañeses que llevan regalos para la boda según Díaz de Rivas, Anotaciones y defensas, f. 150v. y Alonso, en Góngora, Las soledades, p. 192.
9 Jammes, 1987, p. 493.
10 El uno es centellas de agua (v. 35) y el otro, el humo de su cabaña. Góngora, Romances, t. 2, las notas en pp. 91-92, 95.
11 Carreira señala el romance «A un tiempo dejaba el sol», vv. 101-104, como otro pasaje en que aparecen amorcillos, en Góngora, Romances, t. 2, p. 97. Es curioso que en este romance Góngora llama a los amorcillos hijuelos de la diosa.
12 Jammes explica la hechura de la colmena, a base de corchos o en cualquier tronco con huecos, en la nota al verso 925. Véase Góngora, Soledades, p. 388.
13 Los «arrullos» son caricias para Alonso, 1974, p. 44, y besos para Carreira en Góngora, Romances, 1998, p. 97.
14 Advertido por Jammes, en Góngora, Soledades, p. 220.
15 Esta correspondencia fue señalada por Carreira, en Góngora, Romances, p. 284.
16 Jammes, 1987, pp. 320-322.
17 Jammes, 1987, pp. 492-493 y pp. 500-501. Orozco, 1969, pp. 29-34.
18 Resumen el problema Cruz Casado, 1990, pp. 70-83 y Roses, 2007, pp. 44-49.
19 Abad de Rute, Examen del Antidoto, pp. 424-425. Aquí el “Melico” equivale al “Lyrico”.
20 Jammes, 1987y 1994, Cruz Casado, 1990, pp. 83-99, Lara Garrido. 1997, p. 413.
21 Menéndez Pidal, 1953, t. I, p. 60 y pp. 71-75.
Notes de fin
* Agradecemos a Paloma Trenado (Universidad Seisen) su amable colaboración al revisar la redacción de este trabajo.
Auteur
Universidad Seisen
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