Un hisn entre otros : fortificaciones, regadíos y distritos administrativos en la región del Ebro
El ejemplo de Alcañiz el Viejo (Teruel)
p. 157-182
Texte intégral
1. Introducción
1A diferencia de los castillos feudales, cuya directa vinculación a los estratos más potentes de la aristocracia nunca ha constituido un enigma especial para los investigadores, la indeterminación de las funciones sociales de los husûn (sing. hisn) de al-Andalus ha dado lugar desde hace varias décadas a discusiones de notable calado, en las que, más allá de los problemas circunscritos a la tradición castellológica, lo que parece ventilarse en último término es el problema de las formas de articulación de la sociedad andalusí. Cabe recordar en este sentido la importancia que tienen en este debate los argumentos de Pierre Guichard, André Bazzana y Patrice Cressier sobre el papel del hisn como instrumento colectivo para la defensa de conjuntos compactos de comunidades campesinas, que, por tanto, estaban en condiciones de asumir una autonomía política que les capacitaba para sostener un diálogo directo con los aparatos administrativos encargados de mantener el flujo fiscal de los poderes estatales. Como es sabido, Thomas F. Glick ha sintetizado esta propuesta bajo la afortunada expresión “complejo hisn-qarya"1. Para otros autores, que siguen fundamentalmente a Manuel Acién, al menos la capa más antigua de los husûn manifestaría el auge de una elite de señores territoriales que basaban su poder en fórmulas de control de la tierra y de creación de fidelidades personales de origen altomedieval, una fase de expansión vinculada a la desorganización posterior a la conquista islámica y a la implantación dificultosa del Estado omeya2. Se trata de un enfoque que goza de amplia aceptación, a pesar de las críticas a las que ha sido sometido3. Eduardo Manzano añade que, una vez superada la fase de la fitna y a medida que se consolida la autoridad califal, los husûn que subsisten –puesto que muchos son despoblados y se convierten en reliquias del pasado- conservan una función como instrumento de control del territorio por parte del estado omeya a través de sus gobernadores y de las tropas de las que éstos disponían4. Desde esta perspectiva, los castillos andalusíes servirían para desplegar diversas formas de dominación sobre amplios sectores del campesinado, que tendrían escaso protagonismo en su destino.
2Las hipótesis que subyacen en estos debates apenas han sido verificadas para el conjunto del Valle del Ebro, a pesar de que la actividad de los Banû Qasî, aparentemente un ejemplo perfecto de la persistencia de la aristocracia preislámica, ha ofrecido un apoyo genérico a algunas de estas propuestas5. Los numerosos trabajos que Philippe Sénac ha dedicado al tema de los husûn en el Tagr al-Aclá constituyen sin duda un punto de arranque inexcusable para abordar el tema y, en especial, para elaborar una nómina lo más completa posible de estas fortificaciones e identificarlas sobre el terreno6. Recientemente, este autor ha planteado la posibilidad de que algunos de los husûn del distrito de Huesca y, en concreto, del valle del Flumen, que presentan aparejos muy característicos y similares a los de la muralla de la capital, respondan a la iniciativa constructiva de los linajes muladíes de la región, reconciliados con los califas cordobeses desde mediados del siglo X, y dispuestos a llevar a cabo una explotación más sistemática de los recursos fiscales de esta zona7.
3Sin embargo, a pesar de estos estudios preliminares, las incógnitas pendientes de despejar, sobre todo las que tienen que ver con la posición de estos castillos dentro de las redes de poblamiento, requieren todavía mucha más atención, un hecho especialmente notorio en lo referido a las márgenes meridionales de la depresión del Ebro.
4Por encima de este cúmulo de problemas y debates sobresale la persistente observación de que los husûn constituyen un elemento novedoso en la estructura del hábitat, un fenómeno arquitectónico y social inédito en el panorama altomedieval. Es un hecho conocido que las fuentes escritas mencionan esporádicamente la existencia de castella o castra que parecen reflejar tímidamente la emergencia de centros dominiales con aspecto fortificado y, por todo ello, vinculables con las aristocracias regionales posromanas, pero no es menos cierto que la verificación arqueológica de la presencia de estos núcleos de poder rurales deja mucho que desear e incluso algunos estudios regionales evidencian la ausencia de una jerarquía organizada del poblamiento, antes, precisamente, de la aparición de los husûn8.
5El objetivo de nuestro análisis en este contexto es reflexionar sobre esta innovación macrosocial a partir de observaciones basadas en la morfología de estas fortalezas y, en concreto, del ejemplo del hisn denominado al-Qannis, o Alcañiz el Viejo, localizado en las inmediaciones de la población turolense de Alcañiz, en cuyo entorno hemos realizado prospecciones sistemáticas en el transcurso de los tres últimos años9. Completaremos estas indicaciones con alusiones a otros casos -alusiones, puesto que es imposible desarrollar aquí una descripción siquiera sucinta de los husûn del Valle del Ebro- y, sobre todo, con una aproximación geográfica, fundamental, aunque no únicamente, sustentada en razonamientos cartográficos respecto a la lógica que subyace tras la distribución de los husûn a fin de indagar en sus conexiones, tanto con las unidades de administración territorial de los aparatos del estado omeya, como con las redes de establecimientos campesinos y los espacios de cultivo asociados (Fig. 1).
2. La morfología de los husûn
6Christine Mazzoli-Guintard recordaba recientemente que el contenido semántico del término hisn, implica, al menos en lo que a la obra de al-Idrisî respecta, una estrecha vinculación a núcleos de población de cierta entidad. Las referencias a las gentes (ahl) que habitan los husûn, a su prosperidad demográfica y constructiva, a sus arrabales, zocos, baños, etc. sugieren a la autora que “le hisn d’al-Idrîsî doit ressembler bien souvent à une grosse bourgade”10. La continuidad en la ocupación de los husûn tras la conquista feudal hace difícil hacerse una idea del tipo y dimensiones de las poblaciones instaladas de forma inmediata a los husûn. Resulta aconsejable por ello centrarse en alguno de los pocos casos, en los que las modificaciones introducidas a raíz de la conquista feudal en la organización de las tramas de asentamientos andalusíes se saldó con al abandono del hisn.
7En concreto, creemos que el ejemplo del hisn Qannis, en Alcañiz (Teruel), un hábitat con una larga historia, puede ser muy representativo de esta dimensión poblacional de los husûn de la región del Ebro11. Se trata de un núcleo desaparecido como consecuencia de la neta ruptura en la organización del espacio comarcal derivada de la conquista aragonesa de 1157, que condujo al abandono del hisn en beneficio de otro cerro, el de Pui-Pinós, situado menos de cinco kilómetros al norte, donde los frailes calatravos erigieron una nueva fortaleza hacia 1180-1200, y cuyas laderas fueron ocupadas por los contingentes de colonos12. Esta circunstancia facilita el examen de este importante centro de poblamiento de notable extensión, que se desparramaba por las vertientes orientadas al norte y este, donde la intensa erosión ha hecho aflorar un buen número de muros y alineaciones, que abarcan no menos de 2’3 has, muy por encima de las superficies que suelen presentar los establecimientos campesinos de la zona, como el Cabezo de los Muros I o Castelserás el Viejo.
8Tal y como se presenta actualmente el yacimiento, comprende una meseta rocosa formada por estratos de arenisca desnudados por la pérdida de los sedimentos que los recubrían y ampliamente fragmentados por la acción del agua y los elementos. Conserva, sin embargo, restos en la zona superior de esta plataforma, que permiten pensar en la existencia de estratos arqueológicos significativos, si bien las antiguas excavaciones, realizadas en la década de 1920 por Vicente Bardavíu y Raymond Thouvenot en el marco de las actividades que se desarrollaron en el Bajo Aragón durante la investigación inicial de los asentamientos ibéricos, han contribuido a un deterioro general del conjunto13 (Fig. 2).
9Esta degradación es decisiva a la hora de caracterizar este hisn, puesto que estos autores subrayaron la importancia de una cortina de tapial de 3,5 m de altura, protegida por un foso y con una torre en el centro de su recorrido, que han desaparecido, sin que sea posible actualmente imaginar el aspecto que tenía este sector del yacimiento hace un siglo. De aquellas excavaciones queda únicamente una cisterna de grandes dimensiones, de forma rectangular, con 15 m x 3,5 m y 2,9 m de profundidad, construida con grandes bloques de arenisca cimentados con un mortero y que todavía conserva restos del enlucido que la recubría (Fig. 3).
10De los materiales hallados en el transcurso de esta intervención tan sólo se dieron a conocer algunas escuetas descripciones, acompañadas de una lámina de dibujos, que apenas permiten establecer la cronología relativamente tardía de los estratos afectados por la excavación, a juzgar por lo que parecen ser algunas piezas decoradas con palmetas estampilladas, frecuentes a partir de los momentos más avanzados de época taifa. Por su parte, el Taller de Arqueología de Alcañiz custodia entre sus fondos una amplia colección de cerámica acumulada tras las sucesivas prospecciones realizadas en el hisn Qannis. En su mayor parte, se trata de restos bastante fragmentarios de formas elaboradas en pastas bien decantadas y de una característica tonalidad blanquecina, frecuentemente dedicadas a funciones culinarias y de almacenaje, en especial ollas y cántaros. No obstante, se puede encontrar también una buena representación de piezas destinadas al servicio de mesa, destacando, por su volumen, el capítulo de los ataifores de pastas rosadas, con perfil carenado y cubierta melada monocroma, claramente emparentados con los producidos en Saraqusta en época taifa. A falta de un examen más detenido, este conjunto cerámico sugiere la idea de una intensa ocupación del cerro de Alcañiz el Viejo entre mediados del siglo XI y las primeras décadas del siguiente, en abierto contraste con las etapas precedentes, de las que apenas resultan reconocibles unos pocos ejemplos de ataifor con decoraciones en verde y manganeso y un par de feluses.
11Todavía resulta más difícil describir la estructura del hábitat que se organiza en una parte de la amplia pendiente que desciende desde la zona alta hacia la planicie irrigada: la fuerte inclinación y la escasa vegetación han favorecido una pérdida general de la tierra que recubre las antiguas casas y los viales, de manera que los muros que afloran apenas dejan percibir la existencia de áreas de ocupación, pero no su configuración, sus funciones ni sus diferentes fases de ocupación. No obstante, y a expensas de sondeos que puedan delimitar la zona de instalación andalusí, parece evidente a la luz de las prospecciones realizadas que este hisn fue durante al menos dos siglos una auténtica población y no solamente una fortificación con una finalidad de refugio o un centro dominial con elementos defensivos.
12Es importante consignar, de todos modos, que la implantación andalusí de Alcañiz el Viejo constituye el último episodio de una larga serie de fases de ocupación del cerro, iniciada ya en época prehistórica, por más que los primeros testimonios que apuntan con claridad a una ocupación amplia e intensa datan sólo de época tardoibérica, cuando el lugar debía constituir una hábitat satélite del vecino oppidum de El Palao. Parece evidente que el abandono de El Palao, iniciado en fechas cercanas al 70 d.C., supuso una clara promoción del asentamiento de Alcañiz el Viejo en la jerarquía del hábitat comarcal. En efecto, la extensión y densidad de hallazgos cerámicos, en especial producciones comunes procedentes de talleres regionales y térra sigillata llegada desde la zona de Tricio, certifica que Alcañiz el Viejo acabó por constituir el principal centro de poblamiento del Guadalope a lo largo del siglo II d.C. La posibilidad de que estos cambios fueran debidos a la puesta en marcha del complejo sistema de irrigación dependiente de la Acequia Vieja, que cruza por su base, debe ser tenida en cuenta.
13La evolución posterior indica el mantenimiento de un nivel demográfico destacable. De hecho, el lote de cerámicas fechadas a partir de siglo IV resulta realmente significativo. Además de las variantes tardías de la forma Dragendorff 37 salidas de los alfares de Tricio y de algunos raros ejemplos de Terra Sigillata Gálica Tardía, se ha podido constatar un nutrido conjunto de tipos genéricamente englobados en las producciones de African Red Slip Ware de procedencia norteafricana. Estos materiales, que incluyen algunas formas muy tardías, caso de la Hayes 99, la Hayes 103 o la Hayes 105, e incluso un fragmento de ánfora del tipo Keay 62Q, sugieren una importante ocupación del lugar entre los siglos V y VIL Los hallazgos de superficie no son suficientes para mostrar la morfología de la ocupación de Alcañiz el Viejo en esta etapa, pero la distribución de las cerámicas induce a pensar en un urbanismo poco orgánico, formado por agrupaciones de pocas viviendas dispersas por las laderas del cerro, en conexión con los conjuntos de tumbas rupestres localizados en la base, cerca ya de los campos de cultivo (Fig. 4).
14Un segundo ejemplo que podemos proponer de husûn constituidos por auténticos burgos rurales es el de Bitro/Pedro, destacado porcIsá al-Rázi en la kûra de Barusa, que comprendía las parameras de Molina y buena parte de los valles de los ríos Mesa y Piedra que las atraviesan en dirección al Jalón. La localización de esta fortificación no ha dejado de plantear problemas. Juan Antonio Souto propuso identificar este castillo con el hisn Baytara mencionado por Yâqût y, siguiendo al editor del texto con el fayy Badra, que aparece mencionado en el Tarsic al-ajbâr de al-cUdrî. Joaquín Vallvé, en cambio, aventuró la posibilidad de que pudiera situarse en los alrededores del monasterio de Piedra, idea sobre la que ha insistido Eduardo Manzano14. Ninguna de estas hipótesis se apoyaba en datos de campo. Las prospecciones de la Carta Arqueológica de Aragón han permitido, sin embargo, confirmar la última de estas propuestas. Efectivamente, al otro lado del precipicio que limita con el citado cenobio cisterciense, se halla el importante yacimiento andalusí de la Ermita de la Virgen Blanca, un establecimiento fortificado de grandes dimensiones, que debe corresponder con el castillo que el monarca Alfonso II donó en 1186 al monasterio de Poblet. La donación fue renovada en 1195 a favor de Gaufrido, primer abad de Piedra, y el castillo constituyó el primer asentamiento de los monjes llegados desde Cataluña antes de su traslado definitivo al emplazamiento actual. La información proporcionada por al-Râzî, cuando menciona que el castillo en cuestión yaze sobre agua corriente a la cual no fallan fondo, cuadra perfectamente con las conocidas cataratas que circundan el monasterio.
15Los restos actuales del hisn Bitro están formados básicamente por un pequeño reducto fortificado, unido a un extenso circuito amurallado, en cuyo interior son reconocibles en superficie abundantes vestigios de viviendas, que es el aspecto que merece ser resaltado aquí. El reducto, ubicado sobre un espolón de paredes casi verticales, labrado sobre una terraza de toba calcárea, que hacia el flanco occidental queda delimitado por un profundo foso, hoy parcialmente colmatado por los derrubios de la ruina de la construcción. Sobre este foso se observa el basamento de un gran torreón, aunque la apertura de la caja para la carretera que cruza por esta zona del yacimiento lo ha desfigurado considerablemente, afectando también a un aljibe contiguo. Hacia el norte, cerca ya del precipicio, se hallan algunas casas excavadas en la roca. De aquí procede un nutrido lote cerámico, con una buena representación de los tipos más habituales a finales del siglo XI. El segundo de los recintos queda delimitado por una potente muralla de 2-3 m. de anchura construida a base de bloques calizos unidos en seco. En su interior, además de una gran cisterna prácticamente colmatada por el derrumbe de su cubrición, se pueden apreciar restos de numerosos muros indicativos de la existencia de una zona de habitación.
16Puesto que la destrucción como consecuencia de las excavaciones tempranas de los elementos arquitectónicos del hisn Qânnis nos ha privado de poder utilizarlo dentro de nuestra argumentación en el terreno concreto de la morfología de los elementos fortificados, vamos a proponer el ejemplo del hisn Qadrit, Cadrete, situado a una docena de kilómetros al sur de Zaragoza, para concretar las formas adoptadas por estas fortalezas, en su mayor parte erigidas entre mediados del siglo IX y la primera mitad de la siguiente centuria15. La fortificación se localiza no lejos de Zaragoza, sobre una elevación bien delimitada por abruptos escarpes en la margen derecha del valle del Huerva, colgada a unos 80 m sobre el lecho del río. En la actualidad, se conserva un conjunto formado por un gran torreón de planta cuadrada y 6,5 m de lado, rodeado por un primer recinto trapezoidal de unos 45 x 20 m –que fue subdividido en época bajomedieval para delimitar un patio de armas–, al que se adosó, a cota inferior, un gran albacar de 75 x 45 m de ejes máximos, aparentemente vacío de construcciones (Fig. 5).
17El torreón andalusí, que contaba con tres pisos elevados sobre un sótano, se ha conservado dentro del forro con que fue reforzado en un momento impreciso, pero posiblemente posterior a la fase andalusí. El sótano, de unos 3 m. de altura, mide al interior unos 2,4 x 2,7 m. de superficie. El primer piso, algo más estrecho, es de planta cuadrada y 2,5 m de lado. En él se abría la entrada, un simple vano adintelado, elevada unos 2 m. sobre el nivel del suelo. La segunda planta, de dimensiones similares a la anterior, presenta dos ventanucos abocinados. El tercer piso guarda, cerca del techo, parte de la decoración original, una especie de cartelas rectangulares enmarcadas por sencillas lacerías de yeso entrecruzadas por nudos romboidales. Todas las estancias se techaron mediante cubiertas ligeramente abovedadas, formadas mediante tapiales de 20 cm de anchura, que soportaban las vigas sobre las que apoyaban los suelos de las distintas estancias. La comunicación entre los pisos se efectuaba mediante aberturas realizadas en las esquinas de cada piso, en las que debían apoyar escalas de madera. El aparejo de los muros de esta construcción, cuyo espesor ronda los 80 cm. de media, consistía en un encofrado levantado con ayuda de tapiales de unos 0,90 m. de altura y 2,65 m de ancho, compuestos por 8 o 9 travesaños horizontales, claveteados a dos listones verticales –travesaños y clavos han dejado su impronta en la fábrica–, cuyo interior fue rellenado por bloques de yeso sin desbastar trabados con una dura argamasa del mismo material. El forro, que sirvió también para recrecer la torre hasta los 12 m. y dotarla de una cuarta planta y una nueva terraza, en cambio, fue levantado con tablones cogidos por agujas transversales, aunque el tipo de rellenos, con grandes bloques de yeso, sigue las mismas pautas que en el aparejo anterior (Fig. 6).
18Los muros exteriores del recinto superior, de 70 cm. de anchura media, fueron levantados también mediante el empleo de tablonadas de cerca de 60 cm. de altura, pero aquí los travesaños que permitían armar el molde estaban protegidos por tejas que han permanecido incrustadas en la obra. También el tipo de relleno es sensiblemente diferente al que caracteriza a las dos anteriores fábricas, puesto que se empleó abundante material reaprovechado, fragmentos de argamasa y de ladrillo, que fueron trabados en una matriz de argamasa de yeso bastante más fluida. La misma técnica constructiva fue empleada en la mayor parte del gran albacar, excepto en los paños dotados de saeteras, donde se recurrió a un encofrado de tierra prensada reforzado en su base con camas de yeso y enlucido con una capa de yeso. Los tapiales utilizados en este caso presentan medidas muy dispares (Fig. 7).
19El hisn de Cadrete es muy representativo de otras fortificaciones como las de María de Huerba o Rueda de Jalón, relativamente bien conocidas, aunque carentes de una investigación arqueológica solvente. Sucede lo mismo con alguna otra situada en el valle del Jiloca, como el hisn Malwanda (Maluenda), cerca de Calatayud, que cita Ibn Hayyánal narrar la conquista de Zaragoza del 937. Del conjunto conservado, interesa ahora destacar el gran torreón, encaramado en la esquina noroccidental de la estrecha muela de algo menos de un centenar de metros de longitud que corona el casco urbano de la localidad. El edificio, de planta prácticamente cuadrada, presenta unas medidas de 9,30 x 9,25 m. en su exterior y de 6,47 x 6,33 m. al interior. La planta baja, a la que se accedía por una entrada en altura abierta en su flanco meridional, se cubría con una bóveda de cañón apuntado apoyada en un arco fajón central formado por dovelas de yeso, de las que se conservan, embebidas en el muro, las correspondientes a su arranque. El segundo piso, con muros de 1,40 m., soportaba el suelo de la terraza. La obra fue realizada en tapial de yeso sobre un grueso zócalo levantado con sillares de gran tamaño tallados en el mismo material. La torre estaba conectada a un perímetro amurallado que circundaba toda la meseta, del que mantiene su alzado la cortina septentrional, de 10,3 m de longitud, que unía el torreón principal con dos torres adyacentes entre sí, destinadas a proteger la entrada, realizada por un portillo acodado. De él partía, en dirección sur otro paño continuo de 82 m de longitud, que protegía todo el flanco occidental de la fortificación. Sobre un pequeño promontorio situado en la base de la ladera, entre el castillo y la iglesia de San Miguel se levanta otra torre, tradicionalmente identificada con una albarrana, aunque lo más probable es que en su momento estuviera integrada en el circuito amurallado que acogía la población y del que se ha conservado sólo uno de las tres portales que tuvo en esta época. Su planta es rectangular, de unos 7 x 4 m, y mantiene cuatro plantas, además de la galería de arquillos de ladrillo, claramente renacentista, que la remata. Las dos primeros pisos están cubiertos con bóvedas de cañón apuntado sostenidas por arcos fajones de ladrillo y las dos restantes por simples techumbres adinteladas de madera. Desgraciadamente, no existen indicios claros que permitan establecer una estimación fiable sobre la cronología de esta edificación, pero, como se deduce de la descripción, responde a unas características muy definidas de los husûn del Valle del Ebro en sentido amplio16 (Fig. 8).
3. Los husûn y los asentamientos campesinos
20La conexión espacial entre husûn y regadíos fue puesta de relieve hace ya un tiempo por Patrice Cressier en un trabajo donde ponía el acento no sólo en la recurrente vinculación que se daba entre perímetros irrigados y alquerías, por un lado, y entre alquerías y husûn, por otro, sino también en la clara tendencia a que los territorios cástrales, se ajustaran de forma bastante precisa a los límites de perímetros irrigados abastecidos por una misma acequia17. Aunque el contexto regional del que partía el citado historiador presenta peculiaridades que no conviene obviar, existen razones para suponer que en la cuenca del Ebro se dieron formas de articulación espacial similares.
21El ejemplo del valle del Aguasvivas resulta especialmente sintomático de este fenómeno18. El mapa de distribución de los husûn que citan las fuentes árabes en el conjunto de esta depresión, los de Warsa, al-Munastir y Bilsid deja claro que la localización de cada uno de ellos prácticamente calca la organización de los principales espacios de regadío que existían en esta comarca durante la época andalusí. El primero de estos sistemas de irrigación, cerca de la cabecera del río, era el de Huesa del Común, junto al que se estableció el citado hisn Warsa, que ya existía en la primera mitad del siglo X, del que es heredero el castillo de Peñaflor19.
22Aguas abajo, después de atravesar algunas huertas menores, el río discurría bajo el hisn al-Munastir (Almonacid de la Cuba), que se emplazaba en las proximidades de los regadíos sustentados por las acequias que partían de una antigua presa romana, convertida en algún momento de los siglos VIII-IX en un enorme azud, tras el aterramiento del vaso20.
23El ultimo de estos husûn se hallaba en Belchite, justo donde se había habilitado una gran alberca, que daba inicio a las canalizaciones que configuraban otro gran espacio hidráulico. Por el contrario, los pequeños regadíos que se extendían entre Huesa y Lagata, y desde Belchite hasta la desembocadura del río, la mayor parte de ellos muy ampliados desde el siglo XIII, no parecen haber tenido la suficiente entidad como para requerir de la presencia de un hisn en sus inmediaciones (Fig. 9).
24Del mismo modo, las imágenes cartográficas que se desprenden de los mapas que se pueden trazar de otros cursos fluviales, en particular de la margen derecha del Ebro, son sumamente expresivas de la posición de dominio que estos husûn disfrutan sobre sectores relativamente bien definidos de estos valles, una impresión que la observación in situ hace incomparablemente más real, pero que es difícil de mostrar, puesto que las fotografías carecen de la capacidad para evidenciar el vuelo de estas fortalezas sobre los espacios irrigados, la amplitud de las perspectivas que se vislumbran desde ellas. No se trata tanto de la altura de los relieves sobre los que se han construido –normalmente modestas, ya que en general se trata de cerros disecados por barrancos laterales que han afectado a las terrazas de estos ríos y, por tanto, a sus espaldas se extienden las áridas estepas de la planicie del Ebro–, como de la verticalidad de su situación sobre los terrazgos de cultivo y la espectacular vista que se contempla desde muchos de ellos.
25Si el ejemplo de la cuenca del río Aguasvivas permite verificar las relaciones que mantenían los husûn con los dispositivos de irrigación, el análisis del valle del Pancrudo, en las tierras adscritas en su momento a Qutanda, otro de los aqálím de Saraqusta, permite abordar con relativo detalle algunos aspectos de las relaciones que mantenían los husûn con los establecimientos campesinos21. El patrón de ocupación de la zona en época andalusí, formado por un rosario de pequeños asentamientos que bordean el curso fluvial, revela de nuevo la importancia del aprovechamiento intensivo del fondo del valle, aunque en este caso el diseño de los espacios hidráulico necesita un estudio más detenido del que es posible realizar aquí. En cambio, existen suficientes datos para realizar una aproximación a la fisonomía de los espacios de habitación. La principal característica de estas alquerías para la discusión aquí propuesta radica en su casi sistemática asociación con estructuras defensivas. Las más llamativas son, sin duda, los torreones de manipostería. De algunos de ellos sólo subsiste su rastro toponímico, sobre todo allí donde las alquerías sirvieron de base para la formación de aldeas a partir de mediados del siglo XII.
26Es lo que sucede en Torrecilla del Rebollar o en Torre los Negros, donde las pequeñas fortificaciones andalusíes desaparecieron por completo y fueron sustituidas por otras algo más complejas en la Baja Edad Media, en el marco de la guerra de los Dos Pedros. Sin embargo, restos más o menos maltrechos de este tipo de defensas han conseguido perdurar hasta la actualidad tanto junto al mencionado curso fluvial, como en la periferia de la cuenca. Entre estas últimas, destaca el de El Castillejo (Lechago), donde se mantiene en relativo buen estado un torreón de planta cuadrada, de 5’5 m de lado, en el extremo de un cerro testigo junto al Barranco del Regajo, tributario del Jiloca, en cuya base se puede reconocer la localización del poblado, que aprovecha una pequeña vaguada. En el Alto de la Torre La Quin (Bañón), en un relieve de las estribaciones de Sierra Palomera se halla, bastante degradado, un conjunto defensivo constituido por un posible torreón y lo que parecen haber sido sendas cintas de muralla. En lo que respecta a las riberas del Pancrudo, merece la pena destacar la torre del Castillico Cervera (Cutanda), emplazada en la cima del escarpe que delimita el valle en esta zona y cuya relación con el asentamiento de Los Villares (Cutanda), localizado en una plana próxima de la margen opuesta de la vega, ofrece pocas dudas. Menos sencillo resulta, sin embargo, certificar la presencia de un torreón en La Pedrera (Barrachina), debido al intenso deterioro que ha sufrido, pero hay razones para pensar que la acumulación de bloques en la parte superior de una altura cercana al río, sobre la que se halla el yacimiento responde a una estructura de este tipo (Fig. 10).
27A veces, tenemos dificultades para comprobar la existencia de un torreón, pero, en cambio, se detectan otros dispositivos defensivos. Así, en el Cerro de la Cesta (Torre los Negros), en un asentamiento emplazado sobre una colina aislada en la confluencia de los ríos Cosa y Pancrudo, las pocas viviendas que componían la pequeña comunidad estuvieron resguardadas en su momento por una muralla de 1’30 m de anchura media, que rodeaba toda la loma, excepto su flanco noroccidental, donde el acantilado bastaba para asegurar la protección. No lejos, junto a la Rambla del Pinar, tributaria del Pancrudo, se encuentra el asentamiento de Arrieros (Torrecilla del Rebollar), de cuyas obras de fortificación queda un imponente foso de 4 m de altura, excavado en el sector SE. del yacimiento.
28Finalmente, se puede constatar que los esfuerzos para erigir estas defensas se vieron sensiblemente aminorados mediante la reutilización de las ruinas de antiguos castra protohistóricos o romanos, cuyas murallas estaban en buenas condiciones al inicio de la Edad Media. Es el caso de San Miguel de Villagarda (Torre los Negros), donde una pequeña comunidad rural andalusí aprovechó la potente muralla de sillares ciclópeos levantada en época ibérica. Lo mismo sucede en El Castillo (Pancrudo), donde parece existir un pequeña fortificación andalusí sobre los restos de un antiguo poblado protohistórico (Fig. 11).
29Desde la perspectiva que nos interesa aquí, hay que insistir en un hecho central que pone de manifiesto esta constatación sobre la vinculación entre las agrupaciones campesinas y las estructuras defensivas: cualquiera que fuese la relación que ligaba a las alquerías y a los husûn, ésta no pasaba por una organización colectiva de la defensa de las comunidades implicadas en los cultivos de regadío apoyada en los castillos. Por el contrario, la opción desarrollada por estas colectividades para garantizar su salvaguarda se basó en una fórmula mucho más atomizada, que incluía la edificación de torreones y, en ocasiones de pequeños albacares rodeados por fosos en tomo a las agrupaciones de casas. Es absolutamente necesario dejar claro, por otra parte, que la comarca del Pancrudo no constituye una excepción en este punto. Aunque las morfologías concretas tienden a diferir sustancialmente en función de los materiales empleados y las tradiciones edilicias regionales, la presencia de torres de alquería o almunia puede ser generosamente documentada en otros valles de la región del Ebro central.
4. Los aqâlîm
30El confuso vocabulario empleado por las fuentes geográficas árabes para aludir a las unidades territoriales menores no ayuda en modo alguno a precisar su contenido22. En principio, todo apunta a que las kuwar (sing. kûra), las grandes circunscripciones administrativas organizadas en tomo a una metrópoli, estaban divididas ya desde época omeya en distritos, a los que al-cUdrî en el siglo XI denomina sistemáticamente aqâlîm (sing. iqlîm) y ayzâc (sing. yuzc).Cabe pensar, además, que otros autores tienden a adaptar este vocabulario a las circunstancias de la geografía administrativa de su entorno. Es posible, de esta forma, que el términocamal que emplea Ibn Sacid al-Magribî en su descripción de al-Andalus sea asimilable al iqlîm. Lo mismo puede decirse de los nawâhî a los que se refiere el oriental Yâqût en el siglo XIII. En una de las entradas de su Mucyam al-buldân, la referida a Calatrava, el autor comenta que “comprende cierto número de qura y nawâhî, a los cuales llaman también ayzac, término que [los andalusíes] aplican con el mismo valor que iqlîm”23. De hecho, el mismo Yâqût, al hablar de Rayya, dice que “los habitantes del Magreb llaman a la nâhiya como si fuera un iqlîm”24. Algo parecido podría decirse de la equivalencia entre otros términos, como rustaq o balda, e iqlîm. Yâqût alude al hecho de que los andalusíes, cuando querían indicar su procedencia, solían señalar: “Soy de tal iqlim, es decir de tal balda o tal rustaq”25. No obstante, tampoco se puede descartar la posibilidad de que nâhiya o balad constituyeran en realidad subdivisiones del iqlîm26.
31En principio, hay que distinguir entre aquellas regiones que se organizaban sólo mediante aqâlîm, como ocurre en Córdoba, Tudmir, Sidonia, Niebla, Zaragoza, Sevilla o Huesca, según información del Dikr bilad al-Andalus-, las organizadas en aqâlîm y ayzâc, como sucede en Ilbîra, donde al-cUdrî menciona 25 aqâlîm y 26 ayzâc, o en Valencia, donde este autor alude a 14 ayzâc y una decena de aqâlîm; y, en fin, la minoría que presentaba únicamente ayzâc, como parece ocurrir en Mallorca27. Las diferencias, poco claras, entre aqâlîm y ayzâc nos interesan ahora menos que el fundamento administrativo del iqlîm, que parece ser la circunscripción dominante en el Tagr al-Aclá y que no es fácil de establecer aunque existen algunos elementos recurrentes que parecen entrar en su definición. Quizás el más claro sea su naturaleza administrativa. Aunque algunos autores han visto en esta expresión una simple referencia geográfica, la mayoría parece estar de acuerdo en que estaba dotada de un carácter eminentemente administrativo28. De hecho, es muy probable que sea la naturaleza fiscal la que concrete ese carácter del iqlîm. Las informaciones transmitidas por al-cUdrî y el Dikr bilad al-Andalus a propósito de la recaudación fiscal de las coras de Ilbîra y Córdoba, donde los aqâlîm aparecen claramente como las unidades básicas de organización de la fiscalidad, son, en nuestra opinión -que coincide con la de otros investigadores– testimonio suficiente29.
32Los principales autores que aportan informaciones sustanciales sobre los aqâlîm/nawâhî de Zaragoza y su entorno son al-cUdrî, el más antiguo, y Yâqût. El primero, en su Tarsic al-ajbâr, recoge la mención de nueve de estos distritos, incluyendo el de Saraqusta. Se trata de los aqâlîm de QasrcAbbad, Qutanda, Zaydûn, Baltas, Funtus, Salûn, Balsar, Yilliq y al-Madîna. Algunos son citados también por Yâqût, aunque bajo otras denominaciones. Así sucede con los de Baltas, Salun, Balsâd (o Balsand) y Yilliq, que Yâqût menciona como nawâhî; o con Qutanda o Funtus, que Yâqût identifica empleando el término, de connotaciones bastante más genéricas, balda o “población”. Sin embargo, Yâqût añade a la lista algunas nawâhî de Zaragoza, que al-cUdrî, en la versión editada, no cita30. Es el caso de al-Hamr, al-Lawh, Munt Anyat, Bays, Hatruna, Zanâta, a los que se puede sumar el balad de Qalanna. Ignoramos de dónde extrajo Yaqut sus informaciones sobre estas nawâhî. Ciertamente, buena parte de ellas proceden del Tarsic al-ajbâr de al-cUdrî. Así sucede, por ejemplo, con las noticias sobre el balad de Baltas o las nawâhî de Yilliq y Salûn31. Pero al-cUdrî no parece haber sido la única fuente de Yâqût. Al hablar de una de las nawâhî dependientes de Zaragoza, la nâhîya de Zanâta, no aludida en las copias editadas de la obra de al-cUdrî, Yâqût es explícito al consignar que tomó la noticia de Ibn Galib al-Gamâtî, por más que tampoco el texto editado del Farhat al-anfus fi tâ ’rij al-Andalus recoja ninguna referencia a esta demarcación32 (Fig. 13).
al-cUdrî | Yâqût | ||
al-Madîna | Zaragoza | iqlîm | |
QasrcAbbad | Cazaravet/Castellote | iqlim | |
Qutanda | Cutanda | iqlîm | (balda) |
Zaydûn | Cinca? | iqlîm | |
Baltas | Huerva | iqlîm | balad/nâhiya |
Funtus | Fuentes de Ebro | iqlîm | (balda) |
Salûn | Jalón | iqlîm | nâhiya |
Balsâd | Belchite | iqlîm | nâhiya |
Yilliq | Gállego | iqlîm | nâhiya |
Al-Hamr | Alfambra | – | nâhiya |
Qalanna | Calanda | – | balad |
Al-Lawh | Guadalope | – | nâhiya |
Munt Anyat | ? | – | nâhiya |
Bays | ? | – | nâhiya |
Hatruna | ? | – | nâhiya |
Zanâta | ? | – | nâhiya |
33Las posibilidades de reducir a una geografía concreta los aqâlîm/nawahi suele depender de las referencias añadidas que incorporan los autores árabes en sus descripciones de estos distritos. Las de al-cUdrî, aunque no exentas de problemas, permiten una aproximación general, pero el laconismo de las compilaciones posteriores, incluyendo la obra de Yâqût, hace que esta tarea suela resultar bastante complicada. Aún así, merece la pena detenerse un momento en la caracterización geográfica de estas circunscripciones. Se puede comenzar por el distrito de Baltas, que comprendía el tramo bajo del valle del río homónimo, también llamado nahr Warba, el Huerva, entre la qarya de Muel los alrededores de Saraqust33. El iqlim de Funtus, es decir Fuentes de Ebro, abarcaba la pequeña cuenca del río Ginel, cuyo nacimiento en el manantial de La Malena, cerca de Mediana de Ebro, se puede identificar con el Balad Nuwabo de al-cUdrî. Tampoco ofrece especial dificultad unir el distrito de Salûn, volcado sobre la cuenca del Jalón, con el trecho que recorre desde la qarya de Cabañas y Alagón, en la confluencia de este río con el Ebro. El iqlim Balsar corresponde con la cuenca del Aguasvivas, girando en torno a las poblaciones de Almonacid de la Cuba y Belchite. El curso inferior del río Gállego, desde Zuera hasta su desembocadura en el Ebro, cerca del puente de Zaragoza, constituía el iqlîm Yilliq. El distrito de Cutanda situado en torno a la población del mismo nombre abarcaba buena parte de la cuenca del Pancrudo, el curso alto del Huerva, desde su nacimiento cerca del desfiladero de Piedrahita, el fayy Badra señalado por al-cUdrî34.
34Menos fácil resulta deslindar los términos de los restantes aqálím y nawahi. Al-cUdrî habla, por ejemplo, de un iqlîm Zaydûn, del que dice que limitaba con Valencia, Murcia y Santabariya, indicando, además, que “en este distrito, por la zona de la ciudad de Galwada, nace el río Jiloca, que sigue su curso hasta desembocar en el río Jalón”35. Se hace difícil imaginar qué extensión podría haber tenido esta circunscripción, que llegaba hasta las tierras de Tudmir. Por el contrario, se puede imaginar perfectamente un iqlîm centrado en el alto Jiloca, fronterizo con los dominios de Valencia y Santaver, es decir la cabecera del Tajo, pero, dejando a un lado la falta de cualquier dato sobre la localización de la ciudad de Galwada y de que Zaydûn es el nombre árabe del Cinca, existen indicios suficientes para pensar que esta zona estuvo siempre bajo la dependencia de los Banû Razín.
35Algo parecido sucede con el distrito de Zaragoza, que se extendía entre la Bâb al-Qibla de la ciudad y lacAqabat Malîla, pero que es de difícil identificación, aunque, está claro, a tenor de los espacios que ocupaban los distritos de Baltas y Yilliq, que no comprendía las tierras regadas por el Huerva ni el Gállego, por lo que es posible que se extendiera desde la ciudad hacia la Sierra de Alcubierre.
36Un último ejemplo de este tipo de dificultades es el iqlîm de QasrcAbbad, topónimo identificado en su día por Félix Hernández con Cazarabed, un despoblado situado actualmente en el término municipal de Castellote36. La indicación de al-cUdrî de que se localizaba en la ruta que unía Zaragoza con Tortosa hace bastante verosímil esta hipótesis, aunque obliga a pensar en una enorme superficie territorial para este distrito, que supuestamente se extendía desde la frontera con Tortosa hasta el límite con el alfoz de la ciudad. Tal vez sea esta la razón por la que el autor no hace ninguna mención a la nâhiya del Guadalope, que, sin embargo, cita Yâqût: “Al-Lawh : es un término agrícola (nâhiya) de Zaragoza llamado Wâdi al-Lawh"37. Es posible que esta sea también la causa de la ausencia en la obra de al-cUdrî de referencias a la nâhiya de al-Hamr, cuya identificación con la depresión del río Alfambra es bastante probable38. Lo mismo cabrá pensar del balad de Qalanna, cuya reducción a la actual población de Calanda no parece problemática. Por último, hay que decir que las demás nawâhî y citadas por Yâqût, Bays, Hatruna, Zanâta o Munt Anyat, carecen de paralelos toponímicos y de referencias de otro tipo para asimilarlas a espacios concretos, de manera que las propuestas que se han hecho resultan bastante especulativas. Y queda en el aire la llamativa carencia de noticias sobre el valle del Martín, donde tal vez podría situarse alguna de estas desconocidas unidades administrativas (Fig. 14).
37Del repaso de este listado, se desprenden dos observaciones dignas de remarcarse. La primera, la evidente coincidencia de aqâlîm y nawâhî con las principales arterias fluviales tributarias del Ebro. De hecho, no es raro que porten los nombres de los ríos sobre los que se establecieron. Ello ocurre, por ejemplo en los aqâlîm de Salûn (= Jalón), Yilliq (= Gállego), Baltas (= Huerva), Funtus (= Ginel) y en las nawâhî de al-Hamr (= Alfambra), al-Lawh (= Guadalope). Al-cUdri es bastante explícito sobre este punto. Cabe, incluso, ser más exacto: muchos de los aqâlîm se ajustaban a la distribución de bloques de huertas más o menos compactas, como sucedía en el iqlîm Yilliq, que se extendía desde Zuera –en cuyas proximidades tenían sus azudes las acequias del Rabal y de Urdán- hasta el final del río en el Ebro. Es también el caso del iqlîm Baltas, que incorporaba los espacios irrigados que generaba la presa de Muel con aguas del Huerva y se alargaba hasta hasta la desembocadura de este río en el Ebro y las últimas tierras regadas con estas acequias. El iqlîm Salûn, a su vez, comprendía la serie de huertas que, sin interrupción, abrazan el curso del Jalón entre Cabañas y el Ebro. Se pueden proponer todavía más ejemplos El de Funtus, que posiblemente se adaptaba al recorrido de la acequia principal de Fuentes de Ebro, lo mismo que el de al-Lawh debía hacerlo con la Acequia Vieja de Alcañiz. Hay que pensar, pues, que el eje en torno al que giraba la práctica administrativa de estos distritos estaba relacionada con algún tipo de gestión fiscal de los regadíos.
38La segunda observación tiene que ver con el tipo de relación que mantenían los aqâlîm y nawâhî con los husûn. Independientemente otras consideraciones, lo que no parece ofrecer dudas es que, tanto los distritos enumerados, como la lógica espacial que regía la elección del lugar en que erigir un hisn estaba determinada por la organización y distribución de los perímetros irrigados a lo largo de los cursos fluviales.
5. Husûn y aqâlîm-, conclusiones
39Es el momento de cerrar el círculo de la argumentación trazada hasta aquí y que pretende unir las fortificaciones erigidas a partir del siglo X en la mitad meridional del Valle Medio del Ebro con los sistemas de irrigación y la infraestructura fiscal que conformaban los distritos menores de las kuwar emirales y califales. En efecto, hemos insistido a partir de la experiencia de las prospecciones realizadas en el centro de la cuenca del río Guadalope en los últimos tres años en la importancia de los husûn como núcleos de poblamiento y no sólo como castillos aislados o residencias eventuales. Aunque ciertamente estas fortalezas cuentan con un desarrollo arquitectónico notable, que aprovecha excepcionalmente los relieves abarrancados de las terrazas más elevadas del Ebro, en su entorno hay indicios de yacimientos andalusíes que sugieren poblaciones densas y en conexión con la centralidad que es necesario atribuirles en la organización del espacio de estas áreas subregionales. Este fenómeno es muy visible en este ámbito porque la aridez de los interfluvios de los cursos de agua de la margen derecha del río hace que los sistemas de irrigación no sólo tengan un papel preponderante en ordenación del poblamiento y la gestión de los recursos sino que, de hecho, sean determinantes en este sentido; en otros términos, casi sin excepciones, hay agricultura allí donde hay infraestructuras de regadío medianas o grandes. De esta forma, los nexos entre los husûn y los espacios irrigados, las huertas, emergen nítidamente de la plasmación cartográfica de su localización, resultado de la subsistencia de restos claramente visibles o, como en Alcañiz el Viejo, de un análisis sobre el terreno. La articulación de estas cuencas fluviales mediante husûn que dibujan sectores bien definidos en ellas parece, por tanto, evidente. Sin duda, es posible pensar que el desarrollo de estas fortificaciones y ‘agrovillas’ fue consecuencia de las características intrínsecas de este paisaje agrario y del crecimiento demográfico y agrícola andalusí, pero el carácter sistemático que presenta su asociación con las áreas de regadío y su misma materialidad como auténticas fortalezas impide verlas como un resultado espontáneo de la dinámica expansiva del siglo X. En la margen derecha del Ebro, la distribución de los husûn sugiere claramente una decidida voluntad de control de las poblaciones rurales a través de una estrecha vigilancia del factor crucial en la estructura del poblamiento, constituido por las redes de irrigación. La coherencia que se observa entre los aqâlîm y las cuencas fluviales o, mejor incluso, entre estos distritos administrativos y los grandes conjuntos de huertas, induce a pensar que estos aqâlîm contaban indefectiblemente con uno o varios husûn, de manera que existía también una estricta ligazón entre ambos elementos. Los husûn de esta región, por tanto, fueron un instrumento del poder estatal –tanto cordobés como, a partir de 1009, zaragozano- creado para implementar una exacción fiscal regular sobre las zonas vitales, los oasis fértiles, que concentraban a la población y los recursos agrarios en un conjunto de territorios que, a su vez, era esencial para el estado omeya y su sucesor taifa. Las modalidades de esta interacción entre aparatos estatales y poblaciones locales deberá ser investigada detalladamente mediante excavaciones que perfilen la cronología de los husûn –de los que el catálogo que presentamos es provisional– y, con ella, los matices de la instalación de este dominio central y su grado de efectividad, pero, por ahora, es difícil dudar de que los husûn que consideramos, sin prejuzgar lo que pueda suceder en otros ámbitos de al-Andalus, suponen una fórmula de depredación fiscal del producto campesino creada por el Estado.
Bibliographie
Des DOI sont automatiquement ajoutés aux références bibliographiques par Bilbo, l’outil d’annotation bibliographique d’OpenEdition. Ces références bibliographiques peuvent être téléchargées dans les formats APA, Chicago et MLA.
Format
- APA
- Chicago
- MLA
Bibliografía
‘ABD AL-KARIM, G. (1972) Terminología geográfico-administrativa e historia político-cultural de al-Andalus, Sevilla.
‘ABD AL-KARIM, G. (1974) “La España musulmana en la obra de Yâqüt (s. XII-XIII)”, Cuadernos de Historia del Islam, VI (monográfico).
ACIÉN ALMANSA, M. (1995) “La fortificación en al-Andalus”, Archeologia Medievale, XII, pp. 7-36.
10.3989/alqantara.1999.v20.i1.451 :ACIÉN ALMANSA, M. (1999) “Poblamiento indígena en al-Andalus e indicios del primer poblamiento andalusí”, Al-Qantara, XX, pp. 47-64.
ACIÉN ALMANSA, M. (2001) “La herencia del protofeudalismo visigodo frente a la imposición del estado islámico”, Visigodos y Omeyas: un debate entre la Antigüedad tardía y la Alta Edad Media, Madrid, pp. 429-442.
ARENILLAS, M. et alii (1996) La presa de Almonacid de la Cuba. Del mundo romano a la Ilustración en la cuenca del río Aguasvivas, Madrid.
AZUAR RUIZ, R. (1982) “Una interpretación del hisn musulmán en el ámbito rural”, Revista del Instituto de Estudios Alicantinos, 37, pp. 33-41.
BARCELÓ, M. (1998) “Los husûn, los castra, y los fantasmas que aún los habitan”, en A. Malpica (ed.), Castillos y territorio en al-Andalus, Granada, Athos-Pérgamos, pp. 10-41.
BARDAVÍU, V. y THOUVENOT, R. (1930) Fouilles dans la région d’Alcañiz (Province de Teruel). I. Alcañiz el Viejo. II El Palau. III Cabezo del Moro. Publications de la Bibliothéque de l’École des Hautes Études Hispaniques, Burdeos / París.
BAZZANA, A. ; CRESSIER P. y GUICHARD, P. (1988) Les châteaux ruraux d’alAndalus. Histoire et archéologie des husûn du Sud-Est de l’Espagne, Madrid, Casa de Velázquez.
BENAVENTE SERRANO, J. A. y LASA GRACIA, C. (1995) “Alcañiz en época islámica”, en J. A. Benavente (coord.), El castillo de Alcañiz, Alcañiz, Taller de Arqueología de Alcañiz, pp. 231-267.
CLÉMENT, F. (2007) “La terminologie cástrale dans les sources arabes du Moyen Âge: l’approche philologique”, en Ph. Sénac (ed.), Le Maghreb, al-Andalus et la Méditerranée occidentale (VIIIe-XIe), Toulouse, CNRS / Université de Toulouse-Le Mirail, pp. 237-281.
CRESSIER, P. (1991) “Agua, fortificaciones y poblamiento en el sureste de la peninsular”, Aragón en la Edad Media, IX, pp. 403-427.
ESCÓ SAMPÉRIZ, C. y SÉNAC, Ph. (1987a) “Bolea (Huesca): una fortaleza de la Marca Superior de al-Andalus”, Bolskan, 4, pp. 147-172.
ESCÓ SAMPÉRIZ, C. y SÉNAC, Ph. (1987b) “Un hisn de la Marche Supérieure d’alAndalus: Piracés (Huesca)”, Mélanges de la Casa de Velázquez, 23, pp. 125-150.
ESCÓ SAMPÉRIZ, C.; GIRALT, J. y SÉNAC, Ph. (eds.) (1988) Arqueología Islámica en la Marca Superior de al-Andalus, Huesca.
ESTABLÉS ELDUQUE, J. M. (1992) “Algunas observaciones sobre el castillo de Maluenda”, en Actas del III Encuentro de Estudios Bilbilitanos, Calatayud, Centro de Estudio Bilbilitanos, 1.1, pp. 133-141.
GIMÉNEZ FERRERUELA, H. (2004) El castillo de Cadrete. Leyendas, historia y castellología, Zaragoza, CAI.
GLICK, Th. F. (2007) Paisajes de conquista. Cambio cultural y geográfico en la España medieval, València, Universitat de València.
GRANJA, F. de la (1967) “La Marca Superior en la obra de al-cUdrî”, Estudios de la Edad Media en la Corona de Aragón, VII, pp. 447-545.
GUITART APARICIO, C. (19 863) Castillos de Aragón, t. I, Zaragoza, Librería General.
LALIENA CORBERA, C. (2008) “Agua y progreso social en Aragón, siglos XII-XVIII”, en J. M. Ortega (dir.), ¿Agua pasada ? Regadíos en el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Zaragoza: Gobierno de Aragón, pp. 53-83.
LALIENA CORBERA, C. (2009, primera ed. 1987), Sistema social, estructura agraria y organización del poder en el Bajo Aragón en la Edad Media (siglos XII-XV), Teruel
LALIENA CORBERA, C, ORTEGA ORTEGA, J. M. y BENAVENTE SERRANO, J. A. (2007) “Los problemas de escala y la escala de los problemas: algunas reflexiones sobre el poblamiento altomedieval del Bajo Aragón”, en Ph. Sénac (ed.), Villa 2. Villes et campagnes de Tarraconaise et d’al-Andalus (VIe-XIe siècle): la transition, Toulouse, CNRS, pp. 249-262.
ORTEGA ORTEGA, J. M. (1998) “Sociedad y administración del territorio en la Tagr al-Aclà de al-Andalus: el ejemplo del iqlîm de Qutanda", Arqueología y Territorio Medieval, 5, pp. 31-54.
MANZANO MORENO, E. (1991) La frontera de al-Andalus en época de los Omeyas, Madrid, CSIC.
MANZANO MORENO, E. (2006) Conquistadores, emires y califas. Los Omeyas y la formación de al-Andalus, Barcelona, Crítica.
MAZZOLI-GUINTARD, Ch. (1998) “Hisn, qa’la, qasaba... chez al-Idrîsî”, Ǫurtuba. Estudios Andalusíes, 3, pp. 95-111.
MOLINA, L. (1982) “Las dos versiones de la Geografía de al-cUdrî”, Al-Qantara, III, pp. 249-260.
MOLINA, L. y ÁVILA, M. L. (1985) “La división territorial en la Marca Superior”, Historia de Aragón, ed. A. Beltrán, vol. 3: Aragón en la época islámica, Zaragoza, pp. 11-30.
MONÉS, H. (1957) “La división político-administrativa de la España Musulmana”, Revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos en Madrid, V, pp. 79-136.
10.3406/casa.1988.2508 :SÉNAC, Ph. (1988) “Note sur les husûn de Lérida”, Mélanges de la Casa de Velázquez, 24, pp. 53-60.
SÉNAC, Ph. (1991a) “Contribution á l’étude de la Marche Supérieure d’al-Andalus: les husûn et le systéme défensif de Huesca”, en X. Barral i Altet, D. Iogna-Prat, A. M. Mundo, J. M. Salrach, M. Zimmermann (dir.), Catalunya i Francia meridional a l’entorn de l’any mil. La Catalogue et la France méridionale autour de l’an mil, Barcelona, Generalitat de Catalunya, pp. 269-281.
SÉNAC, Ph. (1991b) “Poblamiento, hábitats rurales y sociedad en la Marca Superior de al-Andalus”, Aragón en la Edad Media, IX, pp. 389-401.
SÉNAC, Ph. (1991c) “Notes sur le peuplement musulmán dans la région de Barbitâniya”, Studia Islámica, 73, pp. 49-76.
SÉNAC, Ph. (1992) “Les husûn du Tagr al-Aqsa: à la recherche d’une frontière septentrionale d’al-Andalus á l’époque omeyyade”, en J.-M. Poisson (dir.), Castrum 4. Frontière et peuplement dans le monde méditerranéen au Moyen Âge, Rome / Madrid, École Franqaise de Rome / Casa de Velázquez, pp. 75-84.
10.3406/casa.1993.2643 :SÉNAC, Ph. (1993) “Le cháteau dans al-Andalus: bilan et perspectives de la recherche franqaise”, Mélanges de la Casa de Velázquez, XXIX/1, pp. 171-195.
SÉNAC, Ph. (en prensa) “Linajes muladíes, juristas y fortificaciones en la Marca Superior de al-Andalus (siglos VIII-X): Los Banû ’Amrûs y los Banû Shabrît de Huesca”.
SÉNAC, Ph. y ESCÓ, C. (1991) “Le peuplement musulmán dans le district de Huesca (VIIIe-XIIe siècles)”, La Marche Supérieure d’al-Andalus et l’Occident chrétien, Madrid, Casa de Velázquez, pp. 51-65.
SESMA MUÑOZ, J. A. ; UTRILLA UTRILLA, J. F. y LALIENA CORBERA, C. (2001) Agua y paisaje social en el Aragón medieval. Los regadíos del río Aguasvivas en la Edad Media, Zaragoza.
SOUTO LASAL A, J. A. (1991) “Contribución al estudio del poblamiento del término de Zaragoza en época omeya”, La Marche Supérieure d’al-Andalus et l’Occident chrétien, Madrid, Casa de Velázquez, pp. 121-129.
SOUTO LASALA, J. A. (1992) “El poblamiento del término de Zaragoza (siglos VIII-X): los datos de las fuentes geográficas e históricas”, Anaquel de Estudios Árabes, 3, pp. 113-152.
VALLVÉ, J. (1986) La división territorial de la España musulmana, Madrid, CSIC.
WICKHAM, C. (2009) Una historia nueva de la Alta Edad Media. Europa y el mundo mediterráneo, 400-800, Barcelona, Crítica.
Notes de bas de page
1 Bazzana, A., Cressier, P. y Guichard, P., 1988; Glick, Th. F., 2007.
2 Acién, M„ 1995 y 2001.
3 Resume favorablemente Manzano Moreno, E., 2006, pp. 282-287. La crítica en Barceló, M., 1998.
4 Manzano Moreno, E., 2006, pp. 433-437. Una interpretación semejante ya había sido avanzada por Azuar, R., 1982.
5 Acién, M., 1999.
6 Sénac, Ph„1988,1991a, 1991b,1991c,1992,1993; Escó, C. y Sénac, Ph„ 1987a y 1987b.
7 Sénac, Ph., en prensa. Agradecemos al autor habernos permitido consultar este trabajo antes de su publicación.
8 Wickham, C. 2009, p. 678 (para la limitada evidencia arqueológica de los castra), y pp. 681-700 para una completa presentación de la gama de posibilidades de interpretación regional que ofrecen las investigaciones arqueológicas, que insiste en la trascendencia de la proliferación de los husûn en la reorganización de la red de asentamientos a partir del siglo X (por ejemplo, pp. 692 y 697).
9 En el marco de un proyecto financiado por el Gobierno de Aragón, del que hay una caracterización general en Laliena Corbera, C., Ortega Ortega, J. M., y Benavente Serrano, J. A. 2007, pp. 249-262.
10 Mazzoli-Guintart, Ch., 1988, p. 104. También, Clément, F. 2007.
11 Benavente Serrano, J. A. y Lasa Gracia, C., 1995, pp. 231-267.
12 Laliena Corbera, C. 2009.
13 Bardavíu, V. y Thouvenot, R., 1930. pp. 9-29.
14 Souto, J. A., 1992, pp. 124-125; Vallvé, J., 1986, p. 307, n. 350; Manzano, E., 1991, p. 142.
15 Giménez, H., 2004.
16 Guitart, C., 1986, pp. 64-65. Establés, J. M., 1992.
17 Cressier, P., 1991.
18 Sesma Muñoz, J. A., Utrilla Utrilla, J. F. y Laliena Corbera, C. 2001.
19 Granja, F. de la, 1967, p. 496.
20 Sobre este embalse romano y su evolución, Arenillas, M. et alii, 1996.
21 Ortega, J. M., 1998.
22 Para los territorios del Valle del Ebro, Molina, L. y Ávila Navarro, M. L., 1985, pp. 11 -30.
23 ’Abd al-Karim, G., 1974, p. 165.
24 ’Abd al-Karim, G., 1974, p. 171.
25 Para G. Abd al-Karim, 1972, p. 28, iqlim es equivalente a rustaq y a nâhiya, pero, el primero tiene un valor institucional más evidente.
26 En este sentido, conviene recordar una noticia de al-cUdrî sobre la nâhiya de Balad Nuwabo, que este autor sitúa en el iqlîm Funtus, de la jurisdicción de Zaragoza: Granja, F. de la, 1967, p. 459.
27 En general, Vallvé, J., 1986, p. 235.
28 J. Vallvé, 1986, p. 236, por ejemplo, le da el sentido de “comarca natural”. Por el contrario, Husayn Monés (1957) interpretó en su día el iqlim como una demarcación administrativa dirigida a ordenar espacios de economía básicamente agrícola, frente al yuzc, más volcado en la producción ganadera y con un régimen fiscal peculiar. Parecido sentido, “división agrícola de base financiera”, es el que da Gamal Abd al-Karim, 1972, p. 28, partiendo del estudio del Mucyam al-buldân de Yâqût al-Rûmî. En la misma línea se sitúa la opinión de Juan Antonio Souto, 1991, p. 122, cuando plantea, para el caso de Zaragoza, que los aqâlîm de al-cUdrî como “comarcas agrícolas de regadío”.
29 Vallvé, J., 1986, pp. 254-256 y 271-273. Manzano Moreno, E., 2006, pp. 425-427.
30 Molina, L., 1982.
31 ’Abd al-Karim, G., 1974, p. 127 (Baltas), p. 151 (Yilliq) y p. 203 (Salurí).
32 ’Abd al-Karim, G„ 1974, p. 173.
33 Granja, F. de la, 1967, p. 459.
34 Granja, F. de la, 1967, p. 11, n. 4; Souto, J. A., 1992, pp. 133-134.
35 Granja, F. de la, 1967, p. 459.
36 Laliena Corbeta, C., 2009, p. 20.
37 ’Abd al-Karim, G., 1974, p. 274.
38 ’Abd al-Karim, G., 1974, pp. 62-63; Souto, J. A., 1992, pp. 122-123.
Le texte seul est utilisable sous licence Licence OpenEdition Books. Les autres éléments (illustrations, fichiers annexes importés) sont « Tous droits réservés », sauf mention contraire.
Mine claire
Des paysages, des techniques et des hommes. Les techniques de préparations des minerais de fer en Franche-Comté, 1500-1850
Hélène Morin-Hamon
2013
Études sur la sociabilité à Toulouse et dans le Midi toulousain de l’Ancien Régime à la Révolution
Michel Taillefer
2014
« Rapprocher l’école et la vie » ?
Une histoire des réformes de l’enseignement en Russie soviétique (1918-1964)
Laurent Coumel
2014
Les imprimeurs-libraires toulousains et leur production au XVIIIe siècle (1739-1788)
Claudine Adam
2015
Sedes Sapientiae
Vierges noires, culte marial et pèlerinages en France méridionale
Sophie Brouquet (dir.)
2016
Dissidences en Occident des débuts du christianisme au XXe siècle
Le religieux et le politique
Jean-Pierre Albert, Anne Brenon et Pilar Jiménez (dir.)
2015
Huit ans de République en Espagne
Entre réforme, guerre et révolution (1931-1939)
Jean-Pierre Almaric, Geneviève Dreyfus-Armand et Bruno Vargas (dir.)
2017