1 Para este aspecto véase Pagés-Larraya (1969: 78 ss. y 94 ss.).
2 No tengo en cuenta las libertades que se tomó Calderón en cuanto a los hechos históricos, véanse por ejemplo Pagés-Larraya (1969: 88 ss.) y Leopold (2008: 328 ss.).
3 Oviedo no deja de concretar esta afirmación con un comentario bastante lúgubre: «ya cesó todo con cesar y acabarse la vida a los más de los indios, y porque los que quedan dellos son ya muy pocos y en servicio de los cristianos o en su amistad» (I, 124b).
4 «E allí dentro estaba un indio viejo que les respondía a sabor de su paladar, o conforme a la consultación habida con aquel cuya mala vista allí se representaba. En el cual es de pensar que el diablo, como en su ministro, entraba e hablaba en él; y como es antiguo estrólogo, decíales el día que había de llover, o otras cosas de las que la Natura tiene por oficio», Fernández de Oviedo, ed. Juan Pérez de Tudela Bueso (1959: I, 123a).
5 Según los textos aristotélicos ser bárbaro tenía la consecuencia de ser esclavo por naturaleza lo que sirvió –por ejemplo, para Ginés de Sepúlveda en su Democrates segundo– para la legitimación de la Conquista, véase Pagden (1987: 15-118).
6 «Y porque los demonios conjeturaban cuánto mal era y se había de causar entre las gentes infieles y bárbaras en comer carne humana, y por eso creo que de aquí comenzaron a introducir este uso y bestialidad nefanda» (VII, 724).
7 La Historia de la virgen de Copacabana de Ramos Gavilán ha sido reeditada y anotada recientemente por Hans van den Berg y Andrés Eichmann (2015).
8 Se trata de la versión de los hechos contenida en los Comentarios reales del Inca Garcilaso, véase Inca Garcilaso (1960-1965: III, 122 ss.) y Matzat (2011).
9 Uno de los recursos de esta resistencia consiste en la facultad del demonio, frecuentemente mencionada en las crónicas, de hacer surgir tempestades y otros desastres climáticos. Compárense los versos siguientes: «[...] y pues soy/ genio de tempestades/ mi aliento el aire inficione,/ mi fuego los campos tale/ mi rabia los frutos yele,/ mi ira las mieses abrase [...]», Calderón, ed. Engling (1994: 192, vv. 2752-2757).
10 Compárese la mención de «las vírgenes dedicadas al sol que hubo en el Perú» en Ramos Gavilán (1976: 61 ss.).
11 Véase la explicación de Las Casas (ed. Vidal Abril Castelló et al. 1992: VII, 880): «los indios que hacían y hoy hacen sacrificios de hombres no era ni es de su voluntad, sino por el miedo grande que tienen al demonio, por las amenazas que les hace que los ha de destruir».
12 El episodio se halla también en Ramos Gavilán (1976: 14) que comenta de manera explícita: «A esta imaginación ayudó el Demonio [...]».
13 Véanse por ejemplo Fernández de Oviedo ed. Pérez de Tudela Bueso (1959: I, 30b) y Ramos Gavilán (1976: 27 ss.).
14 Compare Calderon, ed. Engling (1994: 195, vv. 2864-2667): «[…]/ donde diabólico impulso/hizo creer que el Sol podía/ dar a su hijo para que/ los mande, gouierne y rija».
15 Véase por ejemplo Nelson (2010: 158 ss.).
16 Por lo tanto, tampoco es correcto constatar, en el texto de Calderón, una relación figural entre el culto pagano y el cristianismo, como lo hacen varios críticos (Rowland 1968, Küpper 1996 y Leopold 2008). El culto de los incas no es, en La aurora en Copacabana –al contrario del enjuiciamiento de Las Casas y del Inca Garcilaso–, una anunciación divina, sino una copia diabólica del cristianismo.
17 El demonio «toma cuerpo de aire» para introducirse en el interior hueco de las estatuas valiéndose del carácter elástico de este elemento (Las Casas, ed. Vidal Abril Castelló et al. 1992: VII, 773).
18 La explicación de Las Casas consiste en que los demonios pueden mover los seres corporales gracias a sus facultades espirituales (Las Casas, ed. Vidal Abril Castelló et al. 1992: VII, 718-722): «Así que cierta cosa es y bien averiguada que corporalmente los demonios pueden, por su natural virtud, transportar de una parte a otras y en mucha distancia las personas que Dios les permite por algunos pecados, voluntarias o forzadas, visible o invisiblemente, sintiéndolo o no sintiéndolo ellas mismas» (721).
19 Compárese los versos 1555-1556: «Pues en venciendo [los españoles] me quedo/en mi patria sin mi patria» (Calderón, ed. Engling 1994: 155). –El nombre de Tucapel contiene una referencia al valle de Tucapel situado en Chile y mencionado por Acosta como lugar de una resistencia tenaz de los indios (Acosta, ed. Francisco Mateos 1954: 245b).
20 Es una tesis favorecida por la crítica (Nelson 2010: 158, Padrón 2007: 35, Leopold 2008: 326) que los procedimientos metateatrales –junto con los paralelismos entre las prácticas idólatras y los ritos católicos– contribuyen a socavar la perspectiva cristiana del drama. Según esta tesis, las puestas en escena de Idolatría señalan que la representación calderoniana de la obra providencial de Dios y de los milagros que la hacen posible son también una ficción y que el autor cristiano, por lo tanto, se sirve de los mismos medios que el diablo. A mi modo de ver, esta interpretación no tiene en cuenta la sutilidad del pensamiento teológico barroco que, como hemos visto, siempre parte del presupuesto de que la lucha entre Dios y el demonio conlleva un juego de inversiones. De este modo, tanto las ficciones del diablo como las del autor teatral pueden servir a los fines de la Providencia divina.
21 Véase Calderón, ed. Engling 1994: 129, vv. 729 ss. Compárense 172-173, vv. 2009 ss.; 192, vv. 2740 ss.; 209-211, vv. 3342 ss.; 219-220, vv. 3699 ss.; 225, vv. 3893 ss.; 227, vv. 3978 ss.; 233, vv. 4179 ss.
22 Compárese la exposición de Walter Benjamin (1972: 45-100) al respecto.
23 Compárense por ejemplo los versos siguientes: «¿Quién creerá que quando estoy/ huida, arrojada y despuesta/ de tan alta monarquía,/ de magestad tan suprema,/ como en esta mayor parte/ del mundo tuve sugetas/ a mi imperio tantas gentes,/ tantas mares, tantas tierras/ y tantas adoraciones,/ sólo gima, llore [...]?», Calderón, ed. Engling (1994: 209-210, vv. 3366-3375).
24 Véase arriba, nota 19.
25 Al contrario de esto, la relación entre Tucapel y el demonio está marcado por rasgos carnavalescos que se corresponden más bien a formas tradicionales de enfrentarse con el miedo causado por el diablo.