1 El presente trabajo se inscribe dentro del Proyecto de Investigación FFI2015-64021-P («Contextos y posteridad de la obra de Diego de Saavedra Fajardo: estética literaria y Revolución científica [1600-1750]») del Ministerio de Economía y Competitividad (MINECO).

2 Véase el ejemplo clásico de Alborg (1978: 151-152).

3 Por no hablar del desprecio manifiesto de don Gregorio Marañón –que subraya una incomprensible tradición de desprecios hacia Martín Martínez, generalmente basados en la ignorancia de su obra o de su contexto–, su estudiosa más reciente reincide en idénticos Juicios (Cruz del Pozo 1997: 120, «Martínez no se caracteriza, precisamente, por su originalidad»). Pero no será ‘original’, en efecto, si negamos o desconocemos el contexto preciso que dota de sentido a toda su obra. Escéptico no significa todavía ‘escéptico’ a principios del siglo XVIII (bastaría recordar la lucidez de Popkin al respecto), sino, en su caso concreto, seguidor de Robert Boyle y de su The sceptical Chymist, es decir, propugnador de la experimentación científica frente a Descartes y las construcciones deductivas del siglo anterior, como reconoce la estudiosa en un rapto de lucidez (Cruz del Pozo 1997: 86). Por tanto don Martín no se decide entre Descartes y Gassendi, no porque sea ‘ecléctico’ (que no lo es), sino porque en determinados juicios sobre física – si los átomos son reales o no – la experiencia no puede decidir entre ambos y don Martín, consecuente con sus ideas, se retira al territorio de la epokhé. El mismo título de las obras de Martín Martínez (‘Medicina escéptica’, ‘Filosofía escéptica’) nos está diciendo dónde debemos buscar su padrinazgo doctrinal; un Chímico, por cierto, es personaje de la Medicina escéptica.

4 Puede verse una descripción de su figura histórica en García López (2006: 73-77).

5 No discuto los serios problemas de atribución; véase García López (2006: 96-120).

6 Tal es la tesis tradicional desde la Historia de los heterodoxos españoles, repetida en Cruz del Pozo (1997: 153-156); véase también Abellán (1981: III, 408-409).

7 Véase arriba, nota 3.

8 Recuerda con acierto García Santo Tomás (2015: 130-142) que la presencia de los Ragguagli suele estar asociada a la Revolución científica. Recordemos a Corachán o al mismo Diego de Saavedra.

9 En efecto, en la Medicina escéptica, República literaria está utilizada para criticar la palabrería vacía de la última escolástica superviviente usando los mismos términos que usa Saavedra para disparar contra el escolasticismo humanista de finales del siglo XVI. Véase Medicina escéptica (1727: 41): «para esto [definir los mixtos] han sudado tanto las prensas sin más utilidad para la medicina que la que se podía sacar de los cuatro mil libros que escribió Dídimo, de quien dice Séneca: Miser qui tan multa supervacua legisset… ¿Tiberio mandó averiguar quién fue la madre de Hécuba? ¿Qué nombre tomó Aquiles cuando se ocultó en traje de doncella? ¿Si Diomedes hirió a Venus con la mano derecha o izquierda? ¿Y de qué pie cogeó Filipo? Pues no menos impertinentes son para la Historia estas curiosidades, que para la Medicina las más que se excogitan en nuestras tentativas». Don Martín está recordando el prólogo de la segunda redacción de República literaria, con la cita de Dídimo, a la que añade la de Séneca de su propia cosecha, aunque indirectamente inspirada en Saavedra, así como partes del discurso de Demócrito contra la ciencia inútil y el escolasticismo humanista que se ahoga en las variae lectiones perdiendo de vista la verdadera finalidad de la erudición histórica en términos científicos y morales (véase García López 2006: 193 y 258 y ss.).

10 En los momentos finales de su Filosofía escéptica (1730: 335), se queja de la falta de salud por las continuas polémicas («Hasta aquí llegó el autor, pero ocupado de una grave dolencia, propuso renunciar el deleite que tenía de escribir apologéticamente (en el cual propósito persistirá mientras no ocurra impugnación que merezca se le permuten), lo cual un discípulo suyo prosiguió la Apología así»).

11 Filosofía escéptica (1730: 12): «el eruditísimo Don Diego de Saavedra, Carnéades de nuestro siglo, que en su República Literaria, habiéndose antes declarado a favor de la duda, satiriza tantos libros, como hay escritos inútilmente, y que no sirven para descubrir la verdad, diciendo con su acostumbrado donaire en el expurgatorio que hace de ellos, que a los que llegaban con materias de astrología, nigromancia, sortilegios, adivinaciones y alquimia, los enviaban para hacer cohetes».

12 Filosofía escéptica (1730: 9): «Epicuro… cuya vulgar y falsa fama de sensual y delicioso vindicaron nuestro don Francisco de Quevedo Villegas y Pedro Gassendo…».