1 Por ejemplo, Saralegui (2014, 92) y García Valverde (2009, 23). Trabajo realizado en el marco del proyecto financiado por el MINECO de España FFI2012-33903 (Instituto Universitario Menéndez Pidal, UCM).
2 Paul, 2003, 352.
3 Andrés Martín, 1976, I, 299. Se trata de un problema claramente global en todas las escuelas y universidades europeas; véase el retrato de los dialécticos parisienses en la Breve disputa en ocho levadas contra Aristótiles y sus secuaces (1517) de Hernando Alonso de Herrera.
4 Hoenen, 1999, 140.
5 Hoenen, 1999, 139. Terminología como «arguo», «distinguo», «sed diceres», «redeamus et dicimus», «intelligas igitur» y «ex hoc accipe», etc., tan característica de la escolástica, es ajena a los autores clásicos.
6 Quizás en el fondo late, como sugiere Hoenen, la polémica entre nominalistas y realistas; mientras para los primeros el significado de las palabras viene dado por el hablante, para los segundos viene referido a un mundo exterior ajeno e independiente, por lo que si una palabra no refleja exactamente lo que el escritor pretende, se pueden añadir otras.
7 Hoenen, 1999, 140-142. El estudio directo de la Biblia en las tres lenguas (hebreo, griego y latín) y en los comentarios de los primeros padres de la Iglesia viene a sustituir paulatinamente durante el siglo xvi a los autores escolásticos y especialmente al Libro de las Sentencias de Pedro Lombardo.
8 Hoenen, 1999, 140.
9 «This scholastic knowledge of pagan sources is documented in the writings of Albert the Great» (Hoenen, 1999, 143), así como en Juan de Salisbury. La consecuencia clara es que, a pesar de que los humanistas trataban de marcar diferencias con los bárbaros, «no se puede seguir manteniendo el escolasticismo como un término unívoco por oposición al humanismo italiano» (Ynduráin, 1994, 184).
10 Para los intentos humanistas de transformación de la teología escolástica, basados en la retórica, desde Valla hasta Ramus, ver Kristeller (1993, 69).
11 Todas las referencias a la obra remiten a la edición de García Valverde.
12 Existen dos citas largas de Virgilio y del libro de los Macabeos, pero son descripciones de sueños y prodigios, no narraciones. Igualmente, a partir del cuento del fantasma, Pomponazzi menudea facecias o ejemplos que no pasan de una o dos frases, frecuentemente sobre comportamientos animales, sacadas predominantemente de Aristóteles, que, como se ha indicado, no caen dentro del tipo de historias a las que nos referimos. Para este tipo de distinción narratológica y su importancia, Grassi, 1993.
13 Refertque Posidonius, Stoicus, quod duo quidam Arcades familiares, cum Megaram venissent, alter ad hospitium, qui, ut coenate quieverunt, nocte visus est in somnis ei, qui erat in hospitio, ille alter orare, ut subveniret, quod sibi a caupone interitus pararetur. Hic, primo territus somno, surrexit, deinde, cum se collegisset, idque visum pro nihilo habendum duxisset, recubuit, tum ei dormienti ille idem visum est rogare, ut, quoniam sibi vivo non subvenisset, mortem suam saltem ne inultam esse pateretur, se interfectum a caupone, in plaustrum esse conjectum et supra stercus injectum. Petere, ut mane adesset ad portam, priusquam plaustrum ex oppido exiret. Hoc ergo somnio commotus, mane bubulco praesto ad portam affuit, quaesivit, quid esset in plaustro, ille perterritus, fugit, mortuus erutus est, caupo, re patefacta, poenas dedit (Pomponatti, 84-85).
14 Nada de la muy abundante obra de Posidonio nos ha llegado, por lo que Pomponazzi está sin duda acudiendo a una fuente intermedia que va a resultar Ficino, que utiliza mucho a Cicerón y a Diógenes Laercio (7, LXXXIV).
15 Es más plausible que Ficino haya acudido al De divinatione ciceroniano que a la miscelánea de Máximo, en tanto que lectura más «profesional». Que ambos polemistas conocían sobradamente la obra de este es indudable porque lo citan con frecuencia. Pomponazzi, de hecho, sugiere en la Apologia II, 5, 24, que es esta su verdadera fuente, y no Ficino: «Talvolta invece le apparizioni non si verificano mediante una rappresentazione propia, bensì mediante una rappresentazione diversa: ne riporta numerosi esempi Valerio Massimo nel libro I, nel capitolo dedicato ai sogni en el capitolo dedicato ai miracoli» (218).
16 Esta apertura de Pomponazzi hacia fuentes no aristotélicas ya había sido notada por Kristeller (1993, 87). Nifo, de hecho, insiste en su réplica a la obra del mantuano en que Pomponazzi se aparta demasiadas veces de la doctrina de Aristóteles, especialmente en esta cuestión: «Sed vir iste, dum peripateticam doctrinam profitetur, ab Aristotile nimis recedere videtur» (De immortalitate humanae animae, 250); «De somniis vero simili ratione Pomponatius non peripatetice loquitur» (256); «[…] nunc vero satis sit nobis demonstrasse Pomponatium peripatetice non ese locutum, qui tanto peripatetice profitetur» (258).
17 Los intentos de Pomponazzi por negar el carácter real de los fantasmas como almas que actúan separadas del cuerpo, atribuyendo cada caso a la fantasía, a las enfermedades o alteraciones corporales y, finalmente, a milagros e intervenciones divinas, son objeto de refutación por Nifo, que se siente más cómodo avalando una tesis que se concilia mejor que la de su adversario con los dogmas cristianos: «Quid vero pro veritate christiana asserendum sit, eo libello demostravimus, ubi complura somnia ese quasi inter prophetas enumeranda dilucidavimus» (De immortalitate humanae animae, 258).
18 Kristeller, 1993, 245-262.
19 Fox Morcillo, 2010, 23.
20 Saralegui 2014 y Scott McClure 2016.
21 Navarra, 2010, 836.
22 Navarra, 2010, 840.
23 Me señala Consolación Baranda que Plinio, Historia Natural, II, 7, 26, puede aducirse también como antecedente.
24 «Así pues, a la primera de estas cuestiones se responde en primer lugar que como hechos históricos se enumeran muchas cosas que, sin embargo, son meras fábulas. […] Además, este asunto, a mi parecer, no puede demostrarse a la luz de la razón natural. […] El que, por el contrario, a nosotros nos parezcan cosas indeterminadas proviene de nuestra ignorancia» (Pomponazzi, 143-153). La objeción planteada por el cuento le merece a Pomponazzi muchas páginas de argumentos y contraargumentos, páginas donde se da la mayor profusión de citas de la literatura pagana del Tratado.
25 Esto puede apuntar a que la fuente directa de Arce sea Valerio Máximo. No cabe duda de que el oidor conocía la tan difundida antología y es seguro que leyó dicha versión, que de hecho cita un poco antes. No obstante, si en Cicerón, Ficino y Pomponazzi el descubrimiento del cadáver tiene lugar a la mañana siguiente y en Valerio Máximo acontece al interceptar el carro en la noche, Arce establece una solución intermedia: el amigo sale inmediatamente y descubre que el posadero ya ha enterrado a su amigo; lo desentierra y lo denuncia. Por ello y por otros ejemplos próximos que cita, en especial el sueño de Simónides, creemos que Arce acudió también al De divinatione y cotejó ambas versiones.
26 Sobre este punto, Juan Luis Suárez, 2008.
27 Según Gaspar Navarro (Tribunal de superstición ladina, 1631, recopilación y actualización de la obra de Ciruelo), «los sueños vienen a los hombres por causa natural, intrínseca o extrínseca. La causa intrínseca es por alguna alteración del cuerpo del hombre, por los humores que intrínsecamente se mueven […]. Por causa extrínseca son causados por la sequedad o humedad, calor o frío del aire» (Duque de Maura, s. a., 78). Es significativo, afirma el autor, que en España arraigaran muy poco las formas de superstición erudita europeas: no hubo aquí astrólogos, intérpretes de sueños o adivinos de fama universal; la literatura de almanaque, hasta Torres Villarroel, «estuvo acaparada por gacetistas chapuceros». Igualmente, el Consejo de Castilla fue muy indulgente con esas formas excéntricas de novelería popular, a menos que las viese derivar hacia temas de oposición política: Avilés, 1981.
28 Para Aristóteles, «en cuanto a la adivinación que tiene lugar en el sueño y que se dice que proviene de los ensueños, no es fácil ni despreciarla ni darle crédito […]. Y el hecho de que algunos tengan sueños verídicos y de que los amigos prevean especialmente acerca de los amigos, sucede porque los amigos se preocupan especialmente unos de otros». (Parva Naturalia, «Acerca de la adivinación por el sueño», 426b 11-15 y 464ª25-35). Cicerón, en el mismo De divinatione (I, xxix), afirma que «hay muchos falsos [sueños], o más bien oscuros para nosotros. Admitamos que existen muchos falsos, ¿qué podemos decir contra los verdaderos? Y estos serían harto más numerosos si nos durmiésemos más sanos. Pero repletos de vino y comida, solamente tenemos visiones turbadas y confusas».
29 «Muchas cosas han sucedido y suceden cada día en el mundo que sería temeridad pensar de llegar a lo hondo y último de lo secreto, aunque podamos sacar por el rastro parte de la verdad que hay en ellas; y siempre habemos de pensar que nos queda alguna cosa encubierta» (272); «si hubiésemos de contar y decir las cosas semejantes que por el mundo acaecen, nunca acabaríamos» (278); y antes, «… y así quedamos a oscuras para no saber atinar lo que toca al Paraíso, sino lo que juzgamos por conjeturas y señales, que nos guían a creer lo uno o lo otro, conforme al juicio de cada uno, y como estos sean diversos, no me maravillo que también sean diversos los pareceres» (231).
30 Renan, 1992, 238.
31 Renan: «Pomponazzi, filósofo, no cree en la inmortalidad del alma, pero Pomponazzi, cristiano, cree» (242). Años después (1621), La Mothe le Vayer dice en su Diálogo de la divinidad: «Una soltura similar fue más exitosa, hace poco, en el caso del filósofo Pomponazzi, el cual, por haber dado a entender, con libertad y calor peripatético, que no creía en la inmortalidad del alma se vio entre las manos de la Inquisición; escapó de ellas, empero, recurriendo a la interpretación de que no creía en verdad en ella porque la sabía apodícticamente. Así se explicó por medio de un largo discurso ante jueces que habían sido antaño sus alumnos [Contarini] y a los que esta vez le era preciso encontrar bastante más favorables».
32 «Así pues, a la primera de estas cuestiones se responde en primer lugar que como hechos históricos se enumeran muchas cosas que, sin embargo, son meras fábulas» (143). Y después, sorprendentemente, «Lo que se dice de aquellos arcadios no es de extrañar, cuando Platón dice en el libro quinto de la República: «Dios es vengador de los que delinquen contra los viandantes» (153). La explicación del cuento se remite a una fuente pagana.
33 Navarro Reyes 2007, 315.