“Más que darle sabor al caldo”
La importancia económica, social y cultural del chiltepín sonorense
p. 193-214
Texte intégral
Cuando un sonorense deja su tierra, llena su morral con fragmentos bioculturales perfumados con el aroma de la sierra: bacanora, tortillas de harina, machaca y chiltepines son infaltables.
Bañuelos, 2021
1Las plantas han sido compañeras infaltables en la historia de los grupos humanos. Plantas, mujeres y hombres perduran hasta hoy entrelazados en una interacción simbiótica biológica y cultural, y México es un buen ejemplo a este respecto. Existen plantas profundamente enraizadas en nuestro pasado y permanecen hasta hoy a lo largo y ancho de nuestro país. Una de estas son los chiles. México es el país con la mayor diversidad genética de Capsicum annuum, ardientes plantas que los estudiosos de la cultura consideran símbolo de la identidad mexicana. El propósito de este trabajo es destacar la importancia económica, social y cultural del más pequeño de todos los chiles: el chiltepín. Para lograrlo se eligieron dos zonas chiltepineras: el Río Sonora, conocido como “el corazón” del estado, y la zona de Álamos. La selección de estos espacios nos brindó la oportunidad de escuchar la voz de mestizos e indígenas: mayo y guarijío. Estas áreas en los últimos años se caracterizan por ser localidades donde la población de mayor edad aumenta junto con la pobreza y la migración de los jóvenes, quienes dejan la sierra en busca de mejores oportunidades. Estos factores se mezclan para mostrarnos un paisaje socioeconómico complejo que requiere alternativas de desarrollo que mejoren el bienestar de sus habitantes. La etnobotánica, como ciencia integradora de los aspectos biológicos, económicos, sociales y culturales, nos permitió observar las formas en que los sonorenses se relacionan con el chiltepín. El chiltepín “no solo le da sabor al caldo”, sino que se desliza con tesón en diversos espacios: salud, trabajo, ceremonias, música y beisbol. Incluso, detrás de esta vigorosa baya roja es fácil observar costumbres, normas, valores, símbolos, formas de pensar y diversas manifestaciones culturales del pueblo de Sonora. Sin, embargo, a pesar de su trascendencia, son escasos los estudios etnobotánicos referidos al tema.
El chiltepín. Una ardiente historia
2Los chiles, y específicamente el chiltepín, son plantas que han estado presentes en la vida diaria de los sonorenses desde hace cientos de años.
3Las primeras evidencias históricas sobre la importancia de los chiles en Sonora se relacionan directamente con la llegada de los europeos. La más antigua la encontramos en el siglo xvi. Fue Baltazar Obregón en su obra de 15841 que refiere: “espesura de montes de chiltepín entretejido con tunales silvestres y montes espinosos”. La siguiente fue en 1756, cuando el padre alemán Ignacio Pfefferkorn reveló que los chiles fueron recursos básicos en la alimentación y curación de los primeros pobladores con un chile domesticado y otro silvestre, conocido como chiltepín (Pfefferkorn, 1984, pp. 59-61).
4Tan apreciado era el chiltepín para los primeros sonorenses que el padre Pfefferkorn lo comparó con el “maná”. Quizá esta afirmación parezca un poco exagerada, pues el chiltepín no es un alimento, tampoco tiene sabor dulce y mucho menos la apariencia de ese pan que caía del cielo.2 El chiltepín era un condimento que daba sabor a sus alimentos, y sus picantes bayas rojas no caían del cielo sino más bien eran fruto de las candentes tierras sonorenses. Quizá su aseveración se debió al placer que manifestaban los indígenas cuando paladeaban estos pequeños chiles.
Figura 1. Planta de chiltepín.

Foto: Noemí Bañuelos.
Un chile que no tenía precio. La importancia socioeconómica
5Desde antes de la llegada de los europeos, los primeros sonorenses recolectaban una gran variedad de frutos de los espesos bosques espinosos; la recolección, junto con la caza y la pesca, complementaban su sustento. Ya en el siglo xvi se registraba la recolección de chiltepines por los primeros habitantes de Sonora. La recolección como proceso social no es algo estático, sino que ha ido cambiando en el espacio y tiempo. Según los testimonios orales recogidos en el campo, a mediados del siglo xx, juntar chiltepín era una práctica que no tenía importancia económica. La recolección se destinaba básicamente para el autoconsumo, para regalar o para hacer trueque. Fue aproximadamente en la década de 1980 cuando juntar chiltepín empieza a tener relevancia económica, como lo indica el siguiente testimonio:
Yo tengo ochenta y tres años; juntábamos el chiltepín desde que estábamos chicas; yo me crié en Piedras Verdes Viejo, aquí cerquita en Álamos.
El chiltepín se empezó a vender hará unos 20 años,3 más antes el chiltepín no tenía precio, ni lo procuraba la gente. Mire, había mucho chiltepín, se lo comían los pájaros [gorrioncillo, paloma, cenzontle], no tenía precio ni nada, la gente juntaba cuando quería hacer una salsa o lo dejaba secar para tener chiltepines secos en la cocina, pero ahora sí los procuran, antes nomás era para regalar.4
6Al parecer, en sus inicios era una actividad en la que solo participaban los hombres, quienes se trasladaban a los espacios de recolección en bestia o a pie. Los dueños de los ranchos no les cobraban por juntarlo. Las palabras de este recolector describen cómo se llevaba a cabo esta actividad cuando él era un niño:
Me vine de mi pueblo en 1970 en busca de trabajo, pues la situación se puso muy fea, tenía como 17 años. Desde que yo tenía como diez años mi apá nos enseñó a juntar chiltepín. Todito el pueblo salía a la sierra a traer chiltepín. La mayoría ponía campamentos, allá en la sierra, duraban de 15 a 20 días. Casi se iban puros hombres, ahora también se van las mujeres, antes no se usaba […] éramos puros hombres. Los campamentos se hacían entre familiares, por ejemplo, nosotros con mi apá y un tío, mañaniábamos, tempranito, a las cinco de la mañana, a veces nos íbamos a pie, llevábamos un burrito cargado con la mercancía pa’ comer.
La sierra se viste de rojo. Las regiones recolectoras
7Además del profundo significado cultural del chiltepín en las comunidades sonorenses desde hace tantos años, en la actualidad la recolección de chiltepín es una actividad muy significativa en la generación del ingreso familiar en las regiones serranas. Estas áreas en los últimos años se caracterizan por ser localidades donde la población de más edad aumenta junto con la pobreza y la migración de los jóvenes, quienes dejan la sierra en busca de mejores oportunidades. Sus pueblos han venido perdiendo dinamismo económico de manera constante, lo que se refleja en la depresión de su sector agropecuario, sobre todo en las últimas décadas del siglo pasado. En este contexto, el ingreso proveniente de la recolección y venta de esta picante baya representa un respaldo económico importante; inclusive es más alto que el generado por otras actividades productivas tradicionales, en especial de septiembre a noviembre de cada año, cuando sus frutos se tornan de un color rojo fuerte, como un anuncio de la sierra de una buena cosecha.
Mapa 1. Regiones recolectoras de chiltepín en Sonora.

Fuente: INEGI. Elaboración: Noemí Bañuelos.
8Si bien las rojas bayas de este picante se recolectan en casi todo el territorio sonorense, desde las planicies hasta la sierra alta, lo cierto es que las mayores densidades de planta se encuentran entre los 850 y los 1 200 msnm. Es precisamente en estas altitudes donde se localizan las más importantes regiones recolectoras de chiltepín: Río Sonora, Bacadéhuachi y Sur de Sonora. La más importante respecto al número de recolectores y a su forma de organización social es la del Río Sonora (ver mapa 1).
9La trascendencia económica en la región del Río Sonora es la más significativa en toneladas recolectadas, como lo indican los datos directos codificados (gráfica 1).
Gráfica 1. Dimensión económica de la recolección del chiltepín en Sonora (2010 y 2015)

La Aurora, Baviácora, Sonora (Crédito: Acuña Zavala M.)
10El chiltepín es una especie silvestre que para reproducirse requiere factores bióticos y abióticos favorables, como plantas nodrizas, pájaros, que son los principales dispersores del fruto, tipo de suelo, humedad, temperatura y precipitación, condiciones que solamente se las brinda el medio ambiente natural. Así, las condiciones medioambientales se reflejan en la productividad de la planta y en la economía de los recolectores. Paradójicamente, una temporada lluviosa que beneficia a la planta afecta de manera negativa el bolsillo de los recolectores, pues a mayor cantidad de chiltepín recolectado el precio en el mercado baja. Por el contrario, una temporada mala para el chiltepín —con sequías o heladas— afecta positivamente el ingreso de los recolectores. Esta situación se observa de manera clara en el cuadro 1.
11La tendencia general es que, pesar de que para 2010 la recolección total fue de 77.4 toneladas —menor a las 114 toneladas de 2015—, la derrama económica total fue muy similar porque el precio bajó hasta 400 pesos por kilo. La recolección de chiltepín en 2010 se relaciona con un deterioro importante del agostadero derivado de las fuertes heladas y prolongadas sequías en primavera-verano. A partir de 2013 se inicia un periodo de recuperación del agostadero propiciada por un incremento en las lluvias y una disminución de las heladas, lo que de alguna manera contribuyó al incremento de la producción de chiltepín en 2015.
Cuadro 1. Dimensión económica de la recolección del chiltepín en Sonora (2010 y 2015)

Nota: Precios pagados al recolector. Fuente: Elaboración propia con base en datos directos.
12La recuperación del agostadero y el creciente interés por la domesticación de la especie, así como la puesta en práctica de sistemas intensivos de cultivo de chiltepín,5 provocaron una baja sistemática de los precios y con ello una disminución de la derrama económica que año con año propiciaba la recolección de estos frutos. Sin embargo, es posible que el arraigo que se tiene con dicho picante y la sabiduría popular cada vez más creciente de que todo producto en su estatus natural es más saludable y con ello más demandado influya en que su colecta no desaparezca, sino que se transforme. Los actores sociales que dependen de este chile, específicamente en el Río Sonora, han construido de manera natural una cadena socioeconómica en torno a esta especie biológica. Esta cadena no es estática ni homogénea, sino que forma parte de un proceso social que se modifica y transforma constantemente. Un cambio es la participación de las mujeres en la recolección. Además, se han incorporado nuevos actores sociales: los choferes encargados de trasladar a los recolectores, los dueños de los ranchos, los compradores o intermediarios, hasta quienes compran el producto a los intermediarios, y los comerciantes. En conjunto, todos estos actores dependen del comercio de este pequeño fruto rojo.
13Hoy día, los que “juntan” o recolectan el chiltepín son hombres y mujeres,6 jóvenes, niños y ancianos, mestizos o indígenas, grupos diferentes en muchos aspectos. La gente que desde hace muchos años aprendió a recolectar los frutos que les ofrece la sierra son personas acostumbradas a aguantar los rayos del sol, el calor, la lluvia o el frío. Aprendieron a permanecer por muchas horas “tirados de panza” o de rodillas para escoger las mejores bellotas. Son los mismos que en época de lluvias recogen las pitahayas, el quelite, las verdolagas, son los que vemos al lado de las carreteras recogiendo el zacate buffel o dando mantenimiento a las carreteras; son los que venden ajo, elaboran pinole, queso o panelas para vender en las ciudades.
14En los últimos años, debido a la crisis económica y en particular a lo atractivo del precio del chiltepín, se han incorporado otro tipo de “juntadores”, con características y matices muy especiales. Se advierte, por ejemplo, la llegada de personas que tienen trabajo fijo en los mismos pueblos próximos a las zonas donde crece este chile, como empleados de gobierno, maestros, enfermeras, también abarroteros y pensionados, quienes en la temporada de recolección van los fines de semana a juntar chiltepín.
15También están los que salieron de sus comunidades en la sierra en busca de mejores oportunidades de trabajo y se establecieron principalmente en la ciudad de Hermosillo, y quienes en temporada de recolección de chiltepín regresan a sus pueblos más por cuestiones de identidad y apego a su lugar de origen, y por el placer de estar con sus parientes y revivir la experiencia de estar en la sierra, lo que refleja la trascendencia del chiltepín en la cultura e identidad de muchos sonorenses.
16Cassio (2006, p. 40) afirma que la comunidad de La Aurora, en el municipio de Baviácora, es uno de los espacios donde existen más juntadores de chiltepín de la región del Río Sonora, mismos que tienen una antigüedad en la recolección de 3 a 45 años. En un estudio dirigido por Robles (2011, pp. 68-71) se hace la siguiente caracterización socioeconómica de los recolectores de este chile en esa región serrana. De los recolectores que participaron en la encuesta aplicada en diversas comunidades del Río Sonora, 64 % tiene 46 o más años de edad, 70 % son hombres, y alrededor de 20 %, mujeres. De estos mismos recolectores, 65 % cuenta con estudios concluidos de educación primaria y 52 % dijo tener más de 15 años dedicándose a la recolección del chiltepín. Otro dato interesante del mismo estudio destaca que 43 % de los encuestados dedica más de 76 días a la recolección, lo que habla de la importancia que ha adquirido la actividad en la generación de empleo e ingresos de las familias participantes.
17La temporada de recolección del chiltepín comienza a mediados de septiembre y puede prolongarse hasta principios de enero. A mediados de septiembre se empieza a juntar chiltepín verde. Para los juntadores de chiltepín los meses más importantes son de octubre en delante, pues el chiltepín rojo es el que tiene un mejor precio en el mercado.
18Cuando inicia la temporada, los cosechadores de chiltepín se organizan por grupos o familias para comprar el lonche y ponerse de acuerdo con el chofer del carro. El lonche generalmente se saca fiado en las tiendas del pueblo. También es importante para los juntadores de chiltepín preparar algunas herramientas de trabajo.
19Las manos son las herramientas de trabajo más importantes para los que juntan el chiltepín, pues la recolección se hace “a dedo”, es decir, fruto por fruto. El hecho de recolectar una especie que causa dolor ha provocado que los juntadores echen a volar su imaginación y capacidad creativa para inventar algunos instrumentos de trabajo, cuidando que sean ligeros y fáciles de manejar, pues juntar chiltepín requiere subir la sierra. Algunos reciclan las botellas de refresco de plástico, a las que les cortan la parte superior y dejan la parte más ancha, donde amarran un pedazo de cuerda que se ajusta al cinto o se cuelga del cuello. Otros hacen un morralito de mezclilla que se cuelga al pecho y que tiene en la parte superior un alambre. Utilizan también una mochila de plástico a la que le pegan un pedazo de madera (triplay). Todas estas adaptaciones tienen la finalidad de evitar el contacto del chiltepín con la piel. También es importante llevar consigo un balde o un saco, plástico negro, una lona o una cobija que serán útiles para poner a secar el chiltepín.
20Hay dos formas de juntar el chiltepín rojo. Una de ellas es ir al monte todos los días y retornar por la tarde a las casas, lo que se hace sobre todo al inicio de la temporada, cuando el chiltepín todavía está cerca. Sin embargo, a medida que la temporada avanza, las plantas del chiltepín se encuentran más retiradas, de modo que hay que acampar. En cualquiera de los dos casos los chiltepineros contratan el servicio de traslado en vehículo a los sitios propicios. El costo de transportación es variable, según la región y la cantidad de chiltepín producido en la temporada, pero en general en temporadas regulares se cobra entre 50 y 60 pesos diarios, que es el precio de medio litro de chiltepín.
21Las plantas de chiltepín pueden estar en alguna parcela ejidal, tierras comunales o pertenecer a rancheros, así que debe autorizarse el acceso a ellas antes de explotarse. Para el caso de las tierras privadas (sean granjas familiares o ranchos), usualmente los recolectores dan al dueño medio litro por día por el acceso a sus tierras donde haya arbustos de chiltepines. De esta manera, en conjunto, el chofer del vehículo, el dueño del rancho y el dueño de la tienda —quien les fía el lonche— reciben respectivamente su pago en especie, de modo que el chiltepín se convierte en una moneda.
22Para los juntadores tradicionales de chiltepín, la sierra se convierte en más que un contenedor de recursos vivos: es un espacio social a cielo abierto de aprendizaje, convivencia familiar y transmisión de su cultura e identidad, un lugar donde, desde muy pequeños, aprenden a conocer los secretos de la sierra, los peligros y los ciclos reproductivos de las plantas. Al parecer esta actividad fue transmitida por los padres, pues en el pasado juntar chiltepín era una actividad solo de hombres.
Dedo a dedo… sol a sol
23¿Cómo le hacen para aguantar el dolor? Es la primera pregunta que se tiene en mente cuando se dialoga con “quienes se enchilan las manos”, cuestionamiento al que de inmediato responden:
Los primeros días nos enchilamos más que nunca, toda la noche duelen las manos, aquí en medio de los dedos y la yema de los dedos se enchila uno de tal manera que en la noche el dolor nos despierta. La primera semana es una cosa muy difícil, pero a medida que transcurren los días, como que encalla la mano, se adapta el cuero, no sé, o se pierde sensibilidad,7 de modo que al rato ya ni sentimos.
24La recolección o cosecha de chiltepín empieza temprano y se acaba con el último rayo de sol. De modo que en los campamentos los hombres y las mujeres se levantan temprano para atizar, poner agua para saborear una taza de café de talega y hacer unos burros de frijoles o papas con chorizo. Los hombres generalmente se encargan de atizar y las mujeres preparan los alimentos.
25Armados con sus herramientas de trabajo, la recolección inicia y los juntadores empiezan a caminar y a subir la sierra en busca de las pequeñas y picantes bayas rojas. Es esencial ir ligeros, llevar solo lo necesario y estar bien atentos para localizar las manchas de chiltepín. También es importante ir en grupos de dos o tres, chiflar e ir gritándose para no perderse. Además, los recolectores tienen que estar muy alertas, pues trabajar en el monte tiene sus peligros: la brisa, los peñascos, el zacate, el sol y los animales de la sierra significan un riesgo para los que juntan chiltepín.
26La forma más tradicional de recolectar los frutos de chiltepín es a dedo. Los recolectores se paran frente a la planta y toman el fruto entre sus dedos, le dan un pequeño giro y el fruto se desprende; tiene que ser un movimiento rápido. Los frutos se van acumulando en las manos, y una vez que se junta una cantidad suficiente, las manos dejan caer el contenido en el recipiente recolector-bolsa de mezclilla o botella de plástico colgada al pecho. Cada vez que el recipiente se llena se vacía en un saco, mochila o balde y así siguen avanzando por la sierra cuidando lo recolectado.
27Existen versiones distintas respecto a la rapidez para recolectar. Algunos recolectores dicen que las mujeres son más rápidas que los hombres, pues tienen las manos más ligeras y delicadas y pueden moverlas con más facilidad entre la planta. Pero también las propias mujeres afirman que, aunque ellas son rápidas, al final los hombres recolectan más, pues el trabajo es rudo y muchas veces ellos pueden llegar a sitios más lejanos donde hay más chiltepín.
28Desde hace algunos años, los juntadores tradicionales de chiltepín se quejan de que algunas personas maltratan las plantas. Algunos cortan la planta completa y se la llevan a sus casas y ya en su casa van separando los frutos de chiltepín.
Ahora ya no hay conciencia ni para cuidar la mata, ahora hay unos que son muy cochinos, porque le ponen un hule o manta debajo de la planta y maltratan la planta, la zarandean pa’ que caigan los chiltepincitos; son muy cochinos, no cuidan la planta, eso no pasaba antes. Yo creo que cuando se empezó a vender empezaron los problemas, la gente perdió el respeto por las plantas, las garroteaba, nos llegaba el chiltepín muy sucio, quiero decir que con hojas. Luego se nota cuando un chiltepín se ha garroteado. Nosotros tenemos que contratar unas señoras para limpiarlo, les pagamos 100 pesos por saco, para que lo limpien. El chiltepín es muy delicado, hubo un año que se nos perdió, se nos hicieron todos negros. Nosotros empezamos a decirle a los recolectores que no garrotearan las plantas porque el chiltepín se maltrata y así no se los íbamos a comprar.
Ahora hay dos maneras de recolectar, la de siempre que es a dedo, en esa forma el chiltepín sale limpiecito. Hace poco el novio de esta señora que tengo aquí enfrente inventó un método: mire, fíjese bien, usamos un saco de esos de azúcar y le cortamos por aquí y por allá de modo que nos permita cubrir la planta con el saco y una vez que está cubierta le damos un golpecito en seco y, mire, caen los chiltepines rapidito, muchos, rapidito caen, es una chulada. [Le pregunté si con ese método no se maltrataba la planta y me dijo lo siguiente:] No, lo único malo de este método es que el chiltepíntrae mucha basura, es decir, hoja, sale como media cubeta de pura basura, pero la plantita vuelve a quedar igual, igualita. Vaciamos el contenido del saco en una cubeta de esas de 19 litros de capacidad… ¿Se imagina todo el tiempo que nos ahorramos? ¿No?, ¡esto es una chulada! Cuando llegamos al campamento ponemos a orear el chiltepín en un hule negro o una cobija vieja, en la cobija se seca más rápido, por la noche tenemos que cubrirlo del sereno, de la brisa, pues.
Si no le pongo chiltepín a la comida, no me sabe; yo le pongo hasta veinte chiltepines, sin el chiltepín yo no puedo vivir, yo le pongo a todas las comidas.
Con el aroma del monte. El chiltepín en la vida social
29Solo basta caminar por las calles de Hermosillo, capital de Sonora, para observar la trascendencia de este chile en la vida cotidiana de los sonorenses. En septiembre inicia la temporada de chiltepín y, a medida que transcurren los días, la ciudad empieza a impregnarse con el aroma y el color de este chile. Los encargados de esparcir su aroma son los “chiltepineros”, los vendedores que “bajan” de la sierra para ofertar sus productos.
30Los mercados son como espejos donde se proyecta buena parte de nuestra cultura. El mercado municipal es el sitio preferido por los vendedores ambulantes, quienes se reúnen desde muy temprano para instalar sus puestos perfumados con chiltepín, orégano, nopales y ajo: “Chiltepineros a diez, para el pozole, para el menudo, para la gallina pinta. ¡Llévelo, llévelo!”, ofrece gustosa una señora muy conocida por los hermosillenses.8
31El chiltepín se come verde fresco, en salmuera o vinagre; rojo seco, en salsa, en pasta y hasta molido con sal. Para un sonorense es inconcebible saborear el cocido, el pozole, el menudo, la gallina pinta,9 el pozole de trigo y las albóndigas, no se comen sin espolvorear un poco de chiltepín. Lo mismo puede encontrarse salpicando enormes panes virotes10 que quesos cocidos, carne seca y mariscos. Pero no solo se usa en las comidas saladas, hoy la creatividad de los sonorenses permite saborearlo en ciertos alimentos dulces, como las mermeladas de naranjita enana, de durazno, de membrillo y de manzana, etc. Inclusive el chiltepín le da sabor a la comida rápida, como las populares sopas Maruchan.
32El chiltepín es parte esencial de la identidad de los sonorenses. No respeta clases sociales: lo mismo le da sabor a un plato de quelites que a un buen trozo de carne. Para un sonorense es imperdonable que falten los chiltepines en su mesa. Como muchos dicen: “Puede faltar la carne, pero no los chiltepines”.
33En pleno siglo xxi, este veterano silvestre nacido en la sierra sonorense se sigue haciendo presente. El chiltepín es la inspiración de una franquicia restaurante bar deportivo tipo estadunidense, reconocida nacionalmente. El nombre de la franquicia Chiltepino’s Wings alude al chiltepín de Sonora y su platillo insignia, las alitas de pollo bañadas con salsas con distintas intensidades de picor.11 Como bien lo refieren Camou e Hinojosa (1990, p. 12), hoy día resulta difícil encontrar una comida propia de esta zona en la que no se utilicen “el trigo, el maíz, el frijol, la carne de res, las calabacitas, el chile verde o colorado y [por supuesto] el chiltepín”.
34El chiltepín no solo le da sabor al caldo, también aparece con frecuencia en el ámbito de la salud, pues algunas comunidades indígenas y mestizas de la zona lo usan como medicina y actualmente se han validado estos usos desde datos generados en las ciencias (Jancso et al.,1977; Kawada et al., 1986; López et al., 1994; Howard et al., 2000; Salazar y Silva, 2004; Luna et al., 2018).
35En este apartado se hace referencia al chiltepín como preventivo y curativo en enfermedades culturales, como ya se ha mencionado para otras culturas (Güemes y Aguilar Meléndez, 2018).
36Las etnias mayo y guarijío dicen que una persona que come chiltepín es más saludable que alguien que no lo hace, su vida se alarga y está protegida contra los “malos espíritus”. El “mal puesto” es una enfermedad por la que una persona daña a otra persona, porque le tiene envidia o se enojó o por venganza. La persona que recibe este mal siente angustia, desesperación, se enferma muy fácilmente y tarda mucho en sanar; además, tiene mala suerte en todas las acciones que emprende.
37Un curandero local debe sanar al paciente haciendo una limpia con ramas de albahaca (Ocimum micranthum), ruda (Ruta graveolens), piocha (Melia azedarch) y pimientón (Schiunus terebenthifolius), y junto con todo esto se rezan el Credo y el Padre Nuestro. Otros curanderos también utilizan los frutos del chiltepín y las espinas y brasas de mezquite (Prosopis glandulosa) para alejar el “mal puesto”. El paciente recibe doble porción de fortaleza espiritual para alejar los malos espíritus. Al parecer existe una fuerte asociación simbólica entre el chiltepín y el mezquite en la zona y que coincide con la forma en que estas dos especies se asocian para vivir en el monte.
38Resultados similares sobre el uso de los chiles para la cura de enfermedades culturales encontraron Kelly, Madsen, Laughlin y Toor, quienes hicieron investigaciones en otros estados del centro y sur del país, como refiere Long-Solís (1998, p. 148). Nabhan (1985, p. 23) encontró que el chiltepín es considerado por los tarahumaras una planta que los protege de los “malos espíritus” y que tiene usos ceremoniales, además de que cura distintas enfermedades. Lo anterior coincide con nuestros hallazgos, pues según refiere el autor, para las y los tarahumaras una persona que no come chile se considera que puede ser hechicera.
El chiltepín y el mezquite. Asociación biocultural
39Una asociación vegetal típica del desierto sonorense está representada por las “plantas nodrizas”. Desde el punto de vista biológico, el mezquite es una planta nodriza muy generosa que facilita y favorece la sobrevivencia de las plántulas del chiltepín. El mezquite tiene la capacidad de crear un microambiente favorable. Debajo de su sombra el chiltepín encuentra mejores condiciones de luz, temperatura, nutrientes y humedad.
El chiltepín de monte es una preciosidad. Se da debajo de los tepeguajes y también debajo de los mezquites. Es donde mejor se da el chiltepín, porque el pájaro se traga el chiltepín. Hay muchos pajaritos que consumen el chiltepín, entonces hace sus necesidades el pajarito que está arriba de los árboles. Pero, como le digo, yo pienso que el mezquite es especial para que prospere el chiltepín, es un árbol grande que te tapa, pero no te quita todo el sol; esto no sucede debajo de un chalate porque es muy frondoso. Para mí, el mezquite da una sombra especial, deja entrar cierta cantidad de sol, yo digo que por eso es. Por ejemplo, en la orilla del arroyo hay muchos nacapules, pero los nacapules dan una sombra muy densa, toda esa sombra no le gusta al chiltepín, por eso digo yo que el chiltepín es muy especial. El chiltepín no es fácil, no va a nacer donde uno nomás lo quiera tirar, no, lo principal es que haya muchos pájaros y ellos al hacer sus necesidades se encargan de sembrarlo.12
El chiltepín es alimento de muchos pájaros, como los gorriones, chanates, cadernales [sic], calandrias. Siempre cerca de las matas de chiltepín encontramos culebras. Yo creo que las culebras se suben a las ramas del chiltepín para comerse a los pájaros y los pájaros se comen los frutos del chiltepín. El chiltepín se da en los mezquites, también en las matas del chirahui o huinolo y palo joso, “jokona” le decimos por acá en el mayo.
40Para los indígenas mayo, el mezquite (Prosopis glandulosa) constituye una planta sagrada debido a su gran utilidad: alimenta, cura, protege, invade su casa y trabajo penetrando hasta su alma. Como parte de sus creencias religiosas, el mezquite es un elemento imprescindible; la dureza de su madera representa gran fortaleza espiritual, por lo que una cruz hecha con el “corazón” de la madera se coloca al frente de una casa mayo como una fuerte protección contra los malos espíritus (Bañuelos, 1999). Esta asociación biológica y simbólica entre estas dos especies se aprecia con claridad en el siguiente testimonio:
Para curarse el “mal puesto” se ponen a cocer en agua los frutos de los chiltepines, pero los frutos tienen que estar atravesados con una espina de mezquite. Esta bebida se debe tomar por las noches, porque este tipo de enfermedades solo se pueden ahuyentar por la noche, pues la luz no ayuda, se supone que al hacerlo de esta manera le devuelves el mal al que te lo hizo.
41Los guarijío, por su parte, consideran que el “mal puesto” o “daño” es causado sobre todo por la envidia o el deseo de venganza, y el chiltepín aparece como parte importante de su curación:
Figura 2. Selección de chiltepin.

Foto: Noemí Bañuelos.
Se dice que cuando la zorra o el tecolote cantan tres veces es que andan dando la noticia de que alguien va a morir: entonces es cuando hacemos el sahumerio, que es para alejar los malos espíritus en la casa donde está el enfermo. En un cajete se echan brasas y se le echan frutos secos de chiltepín para que el humo limpie. Para terminar con este animal, cuando cante las tres veces se voltea el cajete y ese animal tiene que morir y ya después de eso la persona ya no le pasa nada, pues el animal que era quien se lo quería llevar ha muerto.
42“Agua chile”, “agua de gallo” o “caldillo macho” son los nombres de un caldo preparado por las mujeres sonorenses para aliviar a sus hombres —esposos, hijos, hermanos, cuñados, padres— de una terrible cruda de borracho. Estas frases denotan la percepción que tiene la sociedad sonorense respecto al género. Al parecer existen ciertas diversiones permitidas solo para los hombres. Así, culturalmente el remedio tiene dedicatoria y sentido solo para los del sexo masculino. El chile es considerado por los mexicanos como símbolo de la virilidad. La palabra chile se aplica como sinónimo de pene y esto se relaciona con características como ardor y bravura. Sin embargo, lo que quizá muchos desconozcan es que los frutos símbolos de la masculinidad mexicana y utilizados por las mujeres sonorenses para preparar esos caldos solo para los hombres provienen de una planta hermafrodita.13
43Afirma Lamas (2000, pp. 3-4):
La nueva acepción de género se refiere al conjunto de prácticas, creencias, representaciones y prescripciones sociales que surgen entre los integrantes de un grupo humano en función de una simbolización de la diferencia anatómica entre hombres y mujeres. Por esta clasificación cultural se definen no solo la división del trabajo, las prácticas rituales y el ejercicio del poder, sino que se atribuyen características exclusivas a uno y otro sexos en materia de moral, psicología y afectividad.
44Las formas de preparación y los ingredientes son muy semejantes entre la población mestiza e indígena, e inclusive su receta es bien conocida y practicada por los sonorenses que viven en el ámbito urbano.
Para la “cruda de borracho” se prepara un caldo que por aquí le nombramos “agua de gallo”. Se pone a hervir agua, cuando ya está hirviendo se le pone ajo machacado, sal y un puño chiltepines. Viera qué bueno es este caldito, hace sudar mucho a los hombres, pero luego luego quedan como nuevos. Bueno, eso me han contado a mí.
Se refriega un ajo con sal, orégano y de ahí se le echa el chorro de agua hervida, caliente, bien caliente, enseguida se echan los chiltepines reventados con los dedos, y a esto le llamamos “agua chile”. El caldillo macho, como se dice por acá, se prepara de la misma manera, nada más que la diferencia es que lleva carne machaca.
45Según refiere López (2003, p. 69), los mexicas utilizaron el chile como arma química para ahuyentar a los enemigos. También lo aplicaron los padres para castigar a los hijos desobedientes. Así, el chiltepín también causa dolor, por ejemplo, para castigar ciertas conductas sociales, como la infidelidad en la pareja. Algunos entrevistados de la sierra e inclusive de algunas ciudades aseveraron que cuando una mujer es engañada por su pareja, castiga a la amante untándole chiltepín en sus “partes nobles”. Aquí lo interesante es observar que el castigo lo aplica y recibe una mujer y no el hombre, lo cual nos refleja que la infidelidad es una conducta social reprobable solo para el sexo femenino.
46El chiltepín “no solo le da sabor al caldo” sino que se desliza con tesón en diversos espacios de la vida cotidiana de los sonorenses. Está enredado en una íntima interacción simbiótica: biológica, socioeconómica y cultural. En torno a esta diminuta baya se tejen creencias, significados, hábitos, valores morales, se escribe música y se cuentan cuentos que son un reflejo de la cultura e identidad de la sociedad sonorense. Alrededor de este pequeño señor se ha construido una cadena productiva dinámica que busca mejorar las condiciones de vida de los pobladores de la zona, recolectando y vendiendo este picante. Si bien es cierto que el ingreso que reciben los recolectores representa un respaldo económico importante, los beneficios económicos dentro de la cadena productiva son desiguales, es decir, quienes “se enchilan las manos” no son los más beneficiados. En este sentido, se requieren más y mejores investigaciones interdisciplinarias con enfoque integrador que estudien y visibilicen el chiltepín en su contexto socioeconómico y como parte del patrimonio biocultural de los sonorenses.

Bibliographie
Des DOI sont automatiquement ajoutés aux références bibliographiques par Bilbo, l’outil d’annotation bibliographique d’OpenEdition. Ces références bibliographiques peuvent être téléchargées dans les formats APA, Chicago et MLA.
Format
- APA
- Chicago
- MLA
Referencias
Bañuelos Flores, N. (1999). De plantas, mujeres y salud. Medicina doméstica mayo. Conaculta/Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD)/Fish and Wildlife Service.
CAMOU HEALY, E., y A. Hinojosa (2015). Cocina sonorense (6a ed.). Instituto Sonorense de Cultura.
Cassio Madrazo, E. (2006). Estrategias de agronegocios para desarrollar la cadena productiva del chiltepín en la región del Río Sonora. Tesis de maestría en Desarrollo Regional, Centro de Investigación de Alimentación y Desarrollo.
Güemes Jiménez, R., y A. Aguilar Meléndez (2018). “Etnobotánica nahua del chile en la Huasteca Meridional”. A. Aguilar, M. A. Vásquez, E. Katz y M. R. Hernández (coords.). Los chiles que le dan sabor al mundo. Contribuciones multidisciplinarias (pp. 236-259). Xalapa, Veracruz, México. Universidad Veracruzana/Instituto de Investigación para el Desarrollo.
INEGI (2015). Instituto Nacional de Estadísitca Geografía e Informática. Marco Geoestadístico Municipal.https:/www.inegi.org.mx/app/mapas/ (consultado el 15 de mayo de 2020).
10.1021/jf990916t :Howard, L., S. Talcott, C. H. Brenes y B. Villalón (2000). “Changes in phytochemical and antioxidant activity of selected pepper cultivars (Capsicum Species) as influenced by maturity”. Journal Agricultural and Food Chemistry, 48(5),1713-1720. https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.1021/jf990916t
Jancsó, G., E. Kiraly y A. Jancsó-Gabor (1977). “Pharmacologically induced selective degeneration of chemosensitive primary sensory neurons”. Nature, 270, 741-743.
10.1093/jn/116.7.1272 :Kawada, T., K. Hagihara y K. Iwai (1986). “Effects of capsaicin on lipid metabolism in rats fed a high fat diet”. The Journal of Nutrition, 116(7), 1272-1278. https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.1093/jn/116.7.1272
10.2307/j.ctv2v88bq0 :Lamas, M. (2000). “Diferencias de sexo, género y diferencia sexual”. Cuicuilco, 7(18), 1-24. Escuela Nacional de Antropología e Historia.
LONG-SOLÍS, J. (1998). Capsicum y cultura. La historia del chilli (2a ed.). FCE.
López-Carrillo, L., M. Hernández y R. Dubrow (1994). “Chili pepper consumption and gastric cancer in Mexico: A case-control study”. American journal of epidemiology, 139(3), 263-271.
López, G. (2003). “Chilli. La especia del Nuevo Mundo”. Ciencias, 69, 66-75. unam (Facultad de Ciencias).
Luna J. J., G. P. Nabhan y M. A. Aguilar (2018). “Shifts in plant chemical defenses of chile pepper (Capsicum annuum L.) due to domestication in Mesoamerica”. Frontiers in Ecology and Evolution, 6, p. 48.
Nabhan, G. (1985). “For the bIRDs: the red-hot mother of chiles”. G. Nabhan, Gathering the Desert (pp. 123-133). Tucson. University of Arizona Press.
Pfefferkorn, I. (1984). Descripción de la provincia de Sonora [1795] (trad. Armando Hopkins Durazo, t. I). Hermosillo. Gobierno del Estado de Sonora.
Robles, J. (2011). Mercado y liderazgo, condicionantes de la organización. El caso de los recolectores de chiltepín del Río Sonora. Tesis doctoral en Dirección de Organizaciones, Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, Centro Interdisciplinario de Posgrados Investigación y Consultoría.
Salazar, L., y C. Silva (2004). “Efectos farmacológicos de la capsaicina, el principio pungente del chile”. Biología Scripta, 1(1), 7-14.
Notes de bas de page
1 Entrevista personal con el arqueólogo Julio Montané, estudioso de la historia de Sonora.
2 Según el registro bíblico, el maná era el alimento del pueblo de Israel en el desierto, al que se conocía como pan de cielo; tenía la apariencia de escarcha que caía como una sustancia blanca y fina semejante a las semillas de cilantro y con sabor a torta fermentada con miel.
3 Esta entrevista se realizó a finales de 2005.
4 Testimonio oral de una mujer que nació aproximadamente en 1920. El trabajo de campo se hizo en 2005.
5 En los últimos años se han intensificado los esfuerzos por parte de algunas instancias oficiales, como Semarnat, Conafor e inifap, para lograr la domesticación de este chile. Estas instancias, además del apoyo económico, capacitan a los recolectores en distintas aspectos agronómicos, como técnicas de germinación, propagación, utilización de malla sombra y manejo agroforestal de la especie. Los resultados son diversos y todavía no se puede hablar de una domesticación de la especie. Sin embargo, su puesta en marcha provoca diferencias entre el grupo de recolectores que aún depende económicamente de la especie silvestre.
6 Según testimonios orales, en algunas comunidades del Río Sonora juntar chiltepín lejos de las casas era una actividad sólo para hombres. Al parecer el monte era un espacio peligroso, alejado de la casa y restringido para las mujeres. Ahora esto ha cambiado. Quizá también la situación económica ha obligado a muchas mujeres a incorporarse como chiltepineras.
7 López (2003, p. 74) afirma: “Después de una exposición a la capsaicina, puede sentirse un picor agudo, proporcional a la concentración de capsaicina, pero que disminuye poco a poco. Si inmediatamente después se expone de nuevo a la capsaicina, se siente un dolor más intenso debido a que hay sensibilización. Sin embargo, si la segunda exposición a la capsaicina ocurre después de que el picor ha desaparecido se produce un efecto antinocioceptivo debido, en el corto plazo, a que los nocioceptores pueden haberse desensibilizado debido a cambios reversibles en el nocioceptor, y al agotamiento de la sustancia que transmite la información de dolor”.
8 El chiltepinero es un pequeño mortero para moler los chiltepines, elaborado con la madera de palo fierro (Olneya tesota) o palo chino (Havardia mexicana).
9 Caldo elaborado con carne y hueso de res, maíz y frijol.
10 El virote es un pan semejante al bolillo y parte importante de la dieta de los sonorenses.
11 Esta franquicia, Chiltepino’s Wings, nace en Sonora y tiene presencia en los estados de Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chihuahua, Ciudad de México, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Nuevo León, Querétaro, Sinaloa, Sonora y Tabasco.
12 Testimonio de un comerciante de chiltepines.
13 La flor es el órgano sexual reproductivo de la mayoría de las plantas cultivadas. Cuando en una misma flor se encuentran ambos órganos sexuales se conoce como planta hermafrodita.
Auteurs
Bióloga por la Universidad Nacional Autónoma de México y maestra en desarrollo regional por el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (ciad).
Economista con especialidad en comercio internacional. Estudios de maestría en metodológica de la ciencia y doctorado en dirección de organizaciones por la Universidad Popular Autónoma de Puebla.
Le texte seul est utilisable sous licence Licence OpenEdition Books. Les autres éléments (illustrations, fichiers annexes importés) sont « Tous droits réservés », sauf mention contraire.
En sentido contrario
Transnacionalización de religiones africanas y latinoamericanas
Kali Argyriadis, Stefania Capone, Renée De La Torre et al.
2012
El trueno ya no vive aquí
Representacion de la marginalidad y contruccion de la identidad teenek (Huastec veracruzana, Mexico)
Anath Ariel de Vidas
2003
Administrar los extranjeros: raza, mestizaje, nación
Migraciones afrobeliceñas en el territorio de Quintana Roo, 1902-1940
Elisabeth Cunin Silvia Kiczkovsky (trad.)
2014
Peces de Bolivia. Bolivian fishes
Jaime Sarmiento, Rémy Bigorne et Fernando M. Carvajal-Vallejos (dir.)
2014
Migración en el Sur boliviano
Contrastes entre valles andinos tradicionales y áreas orientales de colonización
Ceydric Martin
2012
Afromestizaje y fronteras etnicas
Una mirada desde el puerto de Veracruz
Christian Rinaudo Lorraine Karnoouh (trad.)
2015
Los peligros volcánicos asociados con el Tungurahua
Pablo Samaniego, Jean-Philippe Eissen, Minard L. Hall et al.
2003
Partir y cultivar
Auge de la quinua, movilidad y recomposiciones rurales en Bolivia
Anaïs Vassas Toral
2016
Aguas del Iténez o Guaporé
Recursos hidrobiológicos de un patrimonio binacional (Bolivia y Brasil)
Paul A. Van Damme, Mabel Maldonado, Marc Pouilly et al. (dir.)
2013