La migración dominicana hacia Puerto Rico: una perspectiva transnacional1
p. 397-428
Texte intégral
1Por más de una década, a los migrantes dominicanos se les ha considerado uno de los prototipos del transnacionalismo contemporáneo. Una creciente proporción de la población nacida en la República Dominicana vive fuera de su país (al menos 10% en el año 2000). Las remesas de los migrantes (estimadas en 1.8 mil millones de dólares en 2001) representan la segunda fuente de divisas en el país, después del turismo (Orozco, 2002). El transnacionalismo dominicano se expresa vigorosamente en las redes familiares, los hogares y las prácticas de crianza infantil separados por largas distancias. La aprobación de la doble ciudadanía por la legislatura dominicana en 1994 es el ejemplo más claro de las lealtades políticas divididas que trascienden al Estado-nación. La constante circulación de valores, prácticas e identidades entre la República Dominicana y los Estados Unidos se ha documentado extensamente (Duany, 1994; Guarnizo, 1994; Itzigsohn, Dore Cabral, Hernández Medina y Vázquez, 1999; Levitt, 2001). Algunos estudiosos han abordado a los dominico-americanos como un pueblo diaspórico más que como una comunidad trasnacional (Castro y Boswell, 2002; Torres-Saillant, 2000). Para el crítico literario dominico-americano Silvio Torres-Saillant (1999), el concepto de la diáspora “en el sentido de una población que sigue sintiéndose parte de su nación de origen, independientemente de su lugar de residencia actual” describe mejor la experiencia migratoria de los dominicanos que el trasnacionalismo. Sea como fuere, la fuerza, frecuencia y difusión de los lazos sociales entre dominicanos dentro y fuera de la isla son indiscutibles.
2En otro lugar he planteado que los inmigrantes dominicanos en los Estados Unidos “se caracterizan por un flujo constante de personas en ambas direcciones, un sentido de identidad dual, apegos ambivalentes a dos naciones y una red muy amplia de lazos de parentesco y amistad a través de fronteras estatales” (Duany, 1994: 2). Más recientemente, he elaborado un marco teórico transnacional para conceptualizar el flujo masivo de personas entre la República Dominicana y los Estados Unidos como parte del proceso de globalización de la economía mundial (Duany, 2004). También he sugerido que la migración dominicana hacia Puerto Rico puede estudiarse productivamente desde una perspectiva trasnacional, aunque Puerto Rico no sea una nación soberana (Duany, 1997, 1998). Los dominicanos en Puerto Rico han creado una identidad trasnacional en la medida en que retienen fuertes lazos sociales, culturales, económicos y políticos con su país de origen, aun cuando vivan en el exterior por largos periodos. También podrían considerarse “diaspóricos”, según el significado que Torres-Saillant le atribuye al término. El caso de los dominico-puertorriqueños ejemplifica cómo los migrantes contemporáneos pueden reconstruir sus identidades culturales basándose en la etnicidad, la raza y la nacionalidad a través de fronteras geopolíticas –precisamente lo que el enfoque trasnacional trata de analizar e interpretar.
3En años recientes, la diáspora dominicana se ha dispersado cada vez más por América del Norte, el Caribe, América Latina y Europa. Además de los Estados Unidos continentales, los dominicanos han establecido comunidades numerosas en una docena de países, incluyendo Puerto Rico, España, Venezuela, Curazao, Aruba, las Islas Vírgenes americanas, Italia, Holanda, Suiza, Canadá, Panamá y Martinica. El desplazamiento masivo de personas hacia los Estados Unidos y otros lugares se conoce popularmente en la República Dominicana como “irse a los países”. El modo plural y genérico con que los dominicanos se refieren a sus patrones migratorios contemporáneos sugiere un circuito muy amplio que vincula a la República Dominicana no sólo con los Estados Unidos sino con muchos otros lugares. Además, sugiere el desarrollo de identidades transnacionales o diaspóricas en varios asentamientos entrelazados a través del mundo.
4Por años, la segunda concentración de dominicanos en el exterior se ha ubicado en Puerto Rico, un territorio de los Estados Unidos con un nivel de vida superior pero con una geografía, una historia y una cultura semejantes a las de la República Dominicana. Los dominicanos comenzaron a emigrar en masa después del asesinato del dictador Rafael Leónidas Trujillo (1961), el golpe de Estado contra el presidente constitucional Juan Bosch (1963), y la guerra civil y ocupación militar de Santo Domingo por los Estados Unidos (1965). Estos sucesos políticos pusieron en marcha una densa madeja de fuerzas socioeconómicas que llevaron a decenas de miles de dominicanos a Puerto Rico en las últimas cuatro décadas. Aunque la isla frecuentemente ha servido como un trampolín hacia el continente norteamericano, ha surgido una pujante comunidad dominicana en San Juan, que desplazó a los cubanos como sector primario de la población extranjera desde los años ochenta. En el año 2000, el área metropolitana de San Juan tenía el segundo número más grande de residentes dominicanos –48 324 personas, según el censo– fuera de la República Dominicana, después de Nueva York. Su importancia demográfica, económica, social, política y cultural para el trasnacionalismo dominicano no puede subestimarse.
5Este ensayo ofrece una visión panorámica de la migración transnacional de la República Dominicana hacia Puerto Rico. Para empezar, esbozo un breve trasfondo histórico del éxodo y subrayo los lazos entre los dos países vecinos desde la época colonial española. En segundo lugar, describo las principales causas económicas y políticas de la diáspora dominicana contemporánea. En tercer lugar, comparo el flujo dominicano hacia Puerto Rico y los Estados Unidos continentales, insistiendo en el carácter de indocumentada de gran parte de la migración hacia Puerto Rico. En cuarto lugar, examino los orígenes regionales y socioeconómicos de los migrantes en su país de origen, así como sus patrones de asentamiento y modos de incorporación económica y política en el país receptor. Finalmente, analizo varias prácticas trasnacionales dominicanas, particularmente sus formas de organización comunitaria mediante partidos políticos, clubes regionales y otras asociaciones voluntarias.
TRASFONDO HISTÓRICO
Conexiones transnacionales
6Los lazos estrechos entre lo que son ahora la República Dominicana (Quisqueya) y Puerto Rico (Borinquen) datan de los tiempos precolombinos, cuando los pueblos arahuacos originados en la cuenca amazónica de Sudamérica se asentaron en ambos territorios. A fines del siglo xv y principios del xvi, España conquistó ambas islas y mantuvo control de ellas hasta el siglo xix. Hubo un flujo pequeño pero constante de personas en ambas direcciones entre los siglos xvi y xix, incluyendo burócratas, soldados, clérigos, profesionales, estudiantes, artesanos y esclavos (Pérez Memén, 1989; Rosario Natal, 1990). Durante el siglo xix, cientos de exiliados se mudaron de La Española a Puerto Rico, primordialmente a causa de disturbios políticos como la cesión española de la isla a Francia (1795), el triunfo de la Revolución Haitiana (1804) y la ocupación haitiana de Santo Domingo (1822-1844). Los emigrados incluían a propietarios blancos, esclavos negros y trabajadores mulatos que tendieron a establecerse en la región occidental de Puerto Rico, particularmente alrededor de las ciudades de Mayagüez y San Germán (Camuñas Madera, 1999; Marazzi, 1974; Rosario Natal, 1995).
7La dirección primaria del flujo transnacional de personas se invirtió a fines del siglo xix y principios del xx. El rápido desarrollo de la industria azucarera dominicana, centrado en las provincias orientales de San Pedro de Macorís, La Romana y Puerto Plata, atrajo a miles de trabajadores de otras islas caribeñas, incluyendo Puerto Rico. Los historiadores han documentado la creciente presencia puertorriqueña en la República Dominicana durante el primer tercio del siglo xx (Del Castillo, 1990 [1981]; Pérez Memén, 1989; Rosario Natal, 1983; Soto Toledo, 1998). En 1920, el censo dominicano contó 6 069 puertorriqueños residentes en la República Dominicana (Secretaría de lo Interior y Policía, 1923: 129). Debido a sus afinidades lingüísticas, culturales y religiosas, muchos puertorriqueños se casaron con dominicanos y se integraron a la sociedad anfitriona. Como resultado, los inmigrantes de segunda generación generalmente se identificaron como dominicanos, no como puertorriqueños. Los casos más célebres son los ex presidentes Joaquín Balaguer y Juan Bosch, ambos de ascendencia dominicana y puertorriqueña. La madre de Pedro Mir, uno de los poetas contemporáneos más distinguidos de la República Dominicana, era puertorriqueña. El prominente escritor puertorriqueño, José Luis González, nació en Santo Domingo de padres puertorriqueños, pero se mudó a San Juan de niño.
8Entre 1930 y 1960, pocos puertorriqueños emigraron a la República Dominicana y pocos dominicanos emigraron a Puerto Rico. Durante este periodo, la gran mayoría de los migrantes puertorriqueños se trasladó a los Estados Unidos continentales, especialmente a la ciudad de Nueva York. En la década de 1940, la migración puertorriqueña hacia la República Dominicana prácticamente cesó. Para 1950, el censo dominicano encontró sólo 2 216 puertorriqueños residentes en ese país (Oficina Nacional del Censo, 1958: 135). Debido a los estrictos controles migratorios del régimen trujillista, la mayoría de los dominicanos no podía viajar al exterior; los que lograban hacerlo eran sobre todo prósperos empresarios, profesionales o exiliados políticos, incluyendo varios cientos que se radicaron en Puerto Rico. En 1959, sólo se emitieron 1805 pasaportes dominicanos, de un total de 19631 solicitudes (Canelo, 1982; citado por Hernández, 2002: 40). En 1960, el censo puertorriqueño contó a 1 812 residentes dominicanos (U.S. Department of Commerce, 1961). Algunos de éstos eran descendientes de antiguos inmigrantes puertorriqueños en la República Dominicana.
9La migración a gran escala desde la República Dominicana hacia Puerto Rico se inició en 1961 con la muerte de Trujillo y se intensificó con la intervención de los Estados Unidos en Santo Domingo en 1965. Entre 1966 y 2002,118999 dominicanos fueron admitidos legalmente como inmigrantes en San Juan (véase el cuadro 1). Esta cifra representa 12% del éxodo dominicano a los Estados Unidos entre 1961 y 2002 (U.S. Department of Justice, 2003). Además, un número desconocido de personas ha entrado a la isla ilegalmente o se ha quedado después de expirar sus visas de turista. Los datos censales confirman el auge de la población dominicana en Puerto Rico, la cual se multiplicó 34 veces entre 1960 y 2000 (véase el cuadro 2). Al mismo tiempo, los dominicanos aumentaron su proporción de la población extranjera más de tres veces. A lo largo de las últimas cuatro décadas, ningún otro sector de la población de Puerto Rico ha crecido tan rápidamente como el nacido en la República Dominicana. Actualmente, los dominicanos constituyen la minoría étnica más grande y visible en la isla.
MOTIVACIONES POLÍTICAS Y ECONÓMICAS
Factores políticos que precipitaron el éxodo
10La mayoría de los estudiosos concuerda en que varias fuerzas políticas impulsaron en gran medida la etapa inicial de la emigración dominicana durante la década de 1960 (Georges, 1984; Grasmuck y Pessar, 1991; Torres-Saillant y Hernández, 1998).
Cuadro 1. Dominicanos admitidos como inmigrantes en Puerto Rico, 1966-2002
Año | Número |
1966 | 3 898 |
1967 | 2 358 |
1968 | 1 751 |
1969 | 2 042 |
1970 | 2 229 |
1971 | 2 589 |
1972 | 2 335 |
1973 | 2 400 |
1974 | 2 735 |
1975 | 1 980 |
1976 | 2 093 |
1977 | 1 276 |
1978 | 2 498 |
1979 | 1875 |
1980 | n.d. |
1981 | n.d. |
1982 | 2 189 |
1983 | 2 186 |
1984 | 2 580 |
1985 | 2 756 |
1986 | 2 944 |
1987 | 3 199 |
1988 | 3618 |
1989 | 3 535 |
1990 | 5 804 |
1991 | 9 014 |
1992 | 5 088 |
1993 | 6 462 |
1994 | 9 390 |
1995 | 6 247 |
1996 | 7 354 |
1997 | 4 162 |
1998 | 2 647 |
1999 | 2 141 |
2000 | 1 520 |
2001 | 1 854 |
2002 | 2 250 |
Total | 118 999 |
Nota: El Servido de Inmigración y Naturalización de los Estados Unidos no recopiló datos separados para los inmigrantes dominicanos antes de 1966.
Fuente: U.S. Department of Justice (1967-2003).
Cuadro 2. La población nacida en la República Dominicana y residente en Puerto Rico, 1960-2000
Año | Número | Como porcentaje de todos los extranjeros |
1960 | 1 812 | 17.7 |
1970 | 10 843 | 13.4 |
1980 | 20 558 | 29.0 |
1990 | 37 505 | 50.0 |
2000 | 61 455 | 56.1 |
Fuentes: U.S. Department of Commerce (1961, 1973, 1984, 1993); U.S. Bureau of the Census (2001).
11Los primeros en abandonar la República Dominicana fueron personas vinculadas al trujillismo, especialmente líderes políticos conservadores, empleados gubernamentales y miembros de la clase dirigente. Entre los que buscaron refugio temporal en Puerto Rico en 1962 se encontraba el ex presidente Balaguer. Un año después, una coalición cívico-militar derrocó al recién electo presidente Bosch, lo que ocasionó una segunda oleada migratoria de elementos liberales e izquierdistas. El propio Bosch escapó rápidamente a San Juan, donde había vivido exiliado. La guerra civil y la invasión de los Estados Unidos en 1965 culminaron un ciclo de violencia política en la República Dominicana, que expulsó a muchos disidentes a los Estados Unidos y Puerto Rico. Como han documentado varios autores, la embajada de los Estados Unidos en Santo Domingo otorgó cientos de visas a presuntos subversivos para consolidar el nuevo régimen presidido por Balaguer por tres términos consecutivos (1966-1978). El embajador John Bartlow Martin facilitó abiertamente el proceso migratorio como parte de la política extranjera de los Estados Unidos de estabilizar a la República Dominicana y evitar “otra Cuba” (Hernández, 2002; Mitchell, 1992).
12Los factores políticos han seguido desempeñando un papel clave en el éxodo dominicano, aun durante periodos de relativa democratización. El cuadro 1 muestra que el número de migrantes legales a Puerto Rico ha tendido a concentrarse en los años de elecciones presidenciales en la República Dominicana. Por ejemplo, la reelección de Balaguer en 1966, 1970, 1974,1986 y 1990 fomentó una mayor emigración hacia Puerto Rico. Cuando murió Balaguer, en 2002, muchos expatriados en San Juan se sintieron aliviados a causa de su prominente papel bajo la dictadura trujillista y sus tácticas represivas subsiguientes. Hoy en día, la comunidad inmigrante está sumamente politizada en torno a los tres partidos principales de la República Dominicana –el Partido Revolucionario Dominicano (prd), el Partido de la Liberación Dominicana (pld) y el Partido Reformista Social Cristiano (prsc). Debido a su diversidad ideológica, los dominicanos no constituyen un sólido bloque electoral o grupo de cabildeo en Puerto Rico (a diferencia de los cubanos exiliados, por ejemplo); ni tampoco tienen una voz unida en la República Dominicana. Regresaré a este punto más adelante.
Factores económicos que precipitaron el éxodo
13Desde los años setenta, las dificultades materiales han motivado cada vez más el éxodo dominicano. Cuando se les pregunta por qué vinieron a Puerto Rico, muchos dominicanos contestan: “buscando mejor vida”. Tres de cada cinco inmigrantes encuestados en Santurce, el área de San Juan con la mayor población dominicana, dijeron que buscaban trabajo o mejores salarios (Thompson, 1990: 107). Sin embargo, la mayoría (60%) estaba empleada en la República Dominicana, muchos como trabajadores con oficios como mecánicos, sastres, costureras y enfermeras. Otros estudios han constatado que la migración dominicana hacia Puerto Rico se nutre primordialmente de la fuerza trabajadora ocupada en la República Dominicana (Pascual Morán y Figueroa, 2000; Peralta, 1995). La razón económica básica para el desplazamiento a gran escala de los dominicanos a Puerto Rico es la gran brecha salarial entre ambos países –especialmente desde principios de la década de los ochenta, con la constante devaluación del peso dominicano frente al dólar estadounidense (la moneda utilizada en Puerto Rico). Cuando redacté la primera versión de este ensayo en julio de 2003, la tasa oficial de cambio era de 34.5 pesos por cada dólar. Cuando completé la versión final en marzo de 2004, el valor del peso dominicano giraba alrededor de 45 por dólar.
14Durante los años ochenta, la crisis económica de la República Dominicana incrementó el número de emig rantes hacia Puerto Rico. El creciente desempleo y subempleo; el alza del costo de la vida; el caos del sistema de transportación y el práctico colapso en la provisión de servicios públicos básicos, tales como electricidad, agua potable, vivienda, salud y educación, fueron poderosos incentivos para mudarse al exterior (Selman Fernández, Tavarez y Puello, 1990; Thompson, 1990). Adicionalmente, la economía dominicana experimentó precios reducidos para sus cosechas tradicionales de exportación (incluyendo azúcar, café, cacao y tabaco); precios elevados para el petróleo, los alimentos y otros productos importados; un creciente déficit en la balanza de pagos y un aumento de la deuda externa (Enchautegui, 2000; Grasmuck y Pessar, 1991; Ortiz Negrón, 1988; Pascual Moran y Figueroa, 2000). Durante esta década, emigraron legalmente a Puerto Rico más de 23 000 dominicanos (véase el cuadro 1). Varios miles de indocumentados fueron interceptados en alta mar y devueltos a la República Dominicana (véase el cuadro 3).
Cuadro 3. Dominicanos indocumentados interceptados en alta mar por la Guardia Costera de los Estados Unidos, 1982-2004
Año | Número |
1982 | 0 |
1983 | 6 |
1984 | 181 |
1985 | 113 |
1986 | 189 |
1987 | 40 |
1988 | 254 |
1989 | 664 |
1990 | 1 426 |
1991 | 1 007 |
1992 | 588 |
1993 | 873 |
1994 | 232 |
1995 | 3 388 |
1996 | 6 273 |
1997 | 1 200 |
1998 | 1 097 |
1999 | 583 |
2000 | 499 |
2001 | 659 |
2002 | 177 |
2003 | 1 748 |
2004 | 3 216 |
Total | 24 413 |
Fuente: U.S. Coast Guard (2004).
15Una de las respuestas a la crisis fue una nueva estrategia de desarrollo, adoptada por el gobierno dominicano, basada en la promoción de la manufactura y los servicios de exportación (especialmente a través de las zonas francas), el turismo y las exportaciones agrícolas no tradicionales. Aunque esta estrategia estimuló un rápido crecimiento económico durante la década de los noventa, no mejoró las condiciones de vida de la mayor parte de los dominicanos. Al contrario, los niveles de desempleo y pobreza se han ampliado considerablemente desde los años setenta (Hernández, 2002; Torres-Saillant y Hernández, 1998). Por lo tanto, la emigración se ha convertido en una estrategia de supervivencia para una porción cada vez mayor de las clases bajas y medias de la República Dominicana. Durante los años noventa, la Patrulla Fronteriza y el Servicio de Inmigración y Naturalización de los Estados Unidos expulsaron de Puerto Rico a más de 37 000 indocumentados, mayormente dominicanos (véase el cuadro 4). La crisis económica y política bajo la presidencia de Hipólito Mejía (2000-2004) intensificó aún más las presiones migratorias. Sólo entre los años 2000 y 2002, emigraron legalmente más de 5 600 dominicanos a Puerto Rico (véase el cuadro 1) y más de 9000 indocumentados fueron devueltos a su país (véase el cuadro 4).
Cuadro 4. Migrantes indocumentados removidos de Puerto Rico por la Patrulla Fronteriza y el Servicio de Inmigración y Naturalización, 1988-2002
Año | Número |
1988 | 2 274 |
1989 | 3 149 |
1990 | 4 236 |
1991 | 4472 |
1992 | 4228 |
1993 | 5 677 |
1994 | 5 760 |
1995 | 4 544 |
1996 | 2 908 |
1997 | 1 905 |
1998 | 1 940 |
1999 | 1415 |
2000 | 3 107 |
2001 | 3 473 |
2002 | 2 590 |
Total | 51 678 |
Fuente: U.S. Department of Justice (2003).
DIFERENCIAS ENTRE LA MIGRACIÓN HACIA PUERTO RICO Y HACIA LOS ESTADOS UNIDOS
16Una comparación entre la migración dominicana hacia Puerto Rico y los Estados Unidos continentales revela varias diferencias importantes. Primero, el número de migrantes dominicanos a la isla es mucho menor que al continente (alrededor de una octava parte de todos los admitidos entre 1961 y 2002). Segundo, los dominicanos en Puerto Rico tienden a ser menos educados, urbanos y diestros que en los Estados Unidos continentales.2 Por ejemplo, en 1990, el 56.5 por ciento de los dominicanos en Puerto Rico no había completado su educación secundaria, comparado con el 52.3 en Nueva York (Hernández, Rivera-Batiz y Agodini, 1995: 34; Rivera-Batiz, 1994: 14). Tercero, los hogares dominicanos en Puerto Rico suelen ser más pequeños, con un promedio de tres miembros, que en Nueva York, con un promedio de cuatro, y en la República Dominicana, con cinco. Cuarto, la mayoría de los dominicanos en Puerto Rico está empleada en el servicio doméstico, el comercio minorista y la construcción, mientras que los dominicanos en los Estados Unidos se concentran en el comercio minorista, la manufactura liviana y los servicios profesionales (Duany 1990; Hernández 2002). Finalmente, como elaboraré más adelante, una proporción mucho mayor de inmigrantes en Puerto Rico que en los Estados Unidos está indocumentada.
17Los contrastes básicos entre la migración hacia Puerto Rico y hacia los Estados Unidos pueden atribuirse a razones geográficas, económicas y culturales. Un viaje en avión de Santo Domingo a San Juan apenas dura alrededor de 45 minutos e incluso un viaje en bote a través del Canal de la Mona (unas 60 millas) generalmente toma entre 26 y 28 horas, dependiendo de las condiciones del tiempo y las rutas de viaje. Más aún, el servicio de ferry entre San Juan y Santo Domingo (y anteriormente entre Mayagüez y San Pedro de Macorís) ofrece transportación barata para pasajeros, vehículos y otro equipaje pesado entre los dos países. Una de las razones mencionadas comúnmente por los dominicanos para establecerse en Puerto Rico es su cercanía a la República Dominicana, ya que muchos planean regresar a su país, ya sea temporal o permanentemente (Romero Anico, 1984). Asimismo, la economía puertorriqueña sigue demandando mano de obra barata, particularmente en las industrias de los servicios, la construcción y la agricultura. Comparada con los Estados Unidos continentales, la isla ofrece proporcionalmente más oportunidades de empleo de bajos salarios y pocas destrezas, especialmente en el sector informal urbano. Culturalmente, Puerto Rico y la República Dominicana tienen mucho en común, desde dialectos similares del español caribeño, pasando por un legado católico compartido, hasta gustos populares en comida, música y deportes. Es más fácil sostener un estilo de vida transnacional para los dominicanos en Puerto Rico que en los Estados Unidos.
18Debido a que Puerto Rico está tan cerca de la República Dominicana y a que se ha hecho cada vez más difícil viajar a los Estados Unidos sin autorización del gobierno, los inmigrantes indocumentados son más propensos a quedarse en Puerto Rico que a mudarse a Norteamérica (Enchautegui, 2000). En 1996, las autoridades de inmigración de los Estados Unidos estimaron que unos 34 000 inmigrantes indocumentados –mayormente de la República Dominicana– vivían en Puerto Rico, comparados con 75 000 indocumentados dominicanos en los Estados Unidos continentales (Migration News, 1997; U.S. Department of Justice 1998). Según estas cifras, la proporción de dominicanos indocumentados a documentados es casi seis veces mayor en la isla que en el continente.
19El primer viaje ilegal conocido de la República Dominicana a Puerto Rico ocurrió en 1972, cuando un pequeño grupo de dominicanos trató de cruzar el Canal de la Mona en una frágil embarcación. Desde los años ochenta, la Guardia Costera de los Estados Unidos ha interceptado a más de 24 400 dominicanos indocumentados en alta mar (véase el cuadro 3). Por su parte, el Servicio de Inmigración y Naturalización en San Juan y la Patrulla Fronteriza en Ramey removieron en promedio 3700 inmigrantes indocumentados al año durante la década de los noventa (véase el cuadro 4). Más de 90% de los detenidos provino de la República Dominicana, aunque otros países latinoamericanos y caribeños están bien representados en las cifras, incluyendo Colombia, Ecuador, Haití y Cuba (Duany, Hernández Angueira y Rey 1995). Recientemente, los viajes en yola han atraído a otras nacionalidades como los chinos. Las costas de Puerto Rico se han convertido en una ruta importante de entrada al territorio de los Estados Unidos para los traficantes de indocumentados, después de la frontera terrestre con México. Este punto se hace aún más dramático cuando se recuerdan las calamidades personales sufridas por los que intentan cruzar el Canal de la Mona. Aunque nadie sabe exactamente cuántas yolas naufragan cada año, cientos de dominicanos se han ahogado en el peligroso viaje marítimo.
20Varios estudiosos han trazado un perfil de los inmigrantes indocumentados de la República Dominicana en Puerto Rico (Del Castillo, 1989; Duany, Hernández Angueira y Rey, 1995; Hernández y López, 1997; Pascual Morán y Figueroa, 2000; Selman Fernández, Tavarez y Puello, 1990). Por lo general, las yolas salen de los puertos orientales de Higüey, Samaná, Boca de Yunta y La Romana en la República Dominicana, y arriban a las costas occidentales de Puerto Rico, especialmente en los pueblos de Rincón, Añasco, Aguadilla, Aguada, Mayagüez y Cabo Rojo. Actualmente, el costo de un viaje en yola fluctúa entre 700 y 1 000 dólares por persona. La mayoría de los inmigrantes son hombres jóvenes con una educación elemental y un empleo no calificado en la República Dominicana. Otros pasajeros son las mujeres pobres que laboraban como domésticas, obreras de fábricas o trabajadoras informales en su país. Una vez en Puerto Rico, tienden a moverse hacia el área metropolitana de San Juan, donde sus parientes y amigos las ayudan a encontrar trabajo y vivienda. La mayoría termina insertándose en el sector informal urbano, especialmente en el comercio ambulante, la industria de la construcción o el servicio doméstico. Algunos se dedican al trabajo agrícola, particularmente la cosecha del café. Otros intentan continuar su viaje hacia Nueva York y otras ciudades del continente norteamericano.
21La proporción de inmigrantes indocumentados en Puerto Rico parece variar mucho según el tiempo y lugar de asentamiento. Sólo que 7% de los entrevistados a principios de los años ochenta dijo que entró a la isla sin autorización, mientras que 35% confesó haberse quedado más allá del tiempo estipulado en sus visas de turista (Romero Anico, 1984). En el Barrio Gandul de Santurce, alrededor de un tercio de los residentes dominicanos aún estaba indocumentado en 1990 (Duany, Hernández Angueira y Rey, 1995). En el barrio Capetillo de Río Piedras, el vecindario con la mayor concentración dominicana en todo Puerto Rico, casi 59% de los entrevistados admitió haber llegado sin documentos legales; la mayoría de ellos había regularizado su situación casándose con ciudadanos o residentes permanentes de los Estados Unidos (Peralta, 1995). Una proporción similar de dominicanos indocumentados vivía en los municipios cafetaleros de Lares, Maricao, Las Marías, San Sebastián y Yauco (Pascual Morán y Figueroa, 2000). Es difícil calcular el número exacto de inmigrantes no autorizados en todo Puerto Rico, ya que estos estudios de campo se han enfocado en muestras pequeñas y poco representativas estadísticamente. Un estimado basado en datos del censo e inmigración sugiere que 28% de todos los dominicanos en Puerto Rico para 1996 eran indocumentados (Enchautegui, 2000).
ORÍGENES Y DESTINOS TRANSNACIONALES
Orígenes regionales
22El cuadro 5 compara el lugar de nacimiento y la última residencia de los migrantes en la República Dominicana, según nuestra encuesta de dominicanos en Santurce. Poco menos de la mitad había nacido en las cuatro ciudades más importantes, incluyendo un tercio en la capital, Santo Domingo. Otro tercio había nacido en el Cibao, una de las regiones rurales más grandes y prósperas de la República Dominicana. Sin embargo, la proporción de migrantes que habían vivido en Santo Domingo era 12% mayor que los nacidos allí. La proporción de nacidos y residentes en Santiago, San Pedro de Macorís y el sureste era muy parecida. Por ende, la mayoría de los dominicanos tenía alguna experiencia urbana antes de mudarse a Puerto Rico, aunque muchos habían nacido en áreas rurales y ciudades pequeñas. Nuestros datos muestran que el estereotipo común del origen rural de los migrantes no está bien fundamentado. Básicamente, el éxodo dominicano está bifurcado entre Santo Domingo y el Cibao.
23Aquí, de nuevo, pueden anotarse algunas diferencias regionales. Por un lado, aún los dominicanos indocumentados en la industria cafetalera de Puerto Rico tienen un trasfondo predominantemente urbano (Pascual Morán y Figueroa, 2000: 17). Por otro lado, la mayoría de los dominicanos en el barrio Capetillo proviene de las provincias orientales de la República Dominicana, especialmente las zonas rurales de Miches (Peralta, 1995). Se sabe que estas zonas son centros emisores de indocumentados hacia Puerto Rico. Tales diferencias sugieren que los orígenes regionales de los migrantes pueden variar según su comunidad de asentamiento o quizá que éstos reflejan los distintos métodos de muestreo de los investigadores.
Cuadro 5. Región de origen de la población dominicana en Santurce, Puerto Rico (en porcentajes)
Lugar de nacimiento | Residencia previa | |
Ciudades principales | ||
Santo Domingo | 33.5 | 45.5 |
Santiago | 4.2 | 1.8 |
La Romana | 4.2 | 5.5 |
San Pedro de Macorís | 3.2 | 0.0 |
Subtotal | 45.1 | 52.8 |
Otras áreas | ||
Cibao | 31.9 | 31.8 |
Sureste | 14.5 | 10.0 |
Suroeste | 1.3 | 1.8 |
Otras | 7.1 | 3.6 |
Subtotal | 54.8 | 47.2 |
Total | 99.9 | 100.0 |
Nota: Los porcentajes en la segunda columna no suman 100 debido al redondeo.
Fuente:Duany (1990).
Trasfondo socioeconómico
24Estudios recientes concuerdan en que la diáspora dominicana se origina primordialmente entre los sectores medios bajos de la sociedad dominicana (Castro y Boswell, 2002; Hernández, 2002; Levitt, 2001; Pessar, 1995). La mayoría de los inmigrantes encuestados en Santurce eran trabajadores diestros o semidiestros en su país de origen. Casi 43% tenía empleos de cuello blanco, tales como vendedores y administradores, antes de mudarse al exterior. Además, más de la mitad (58%) trabajaba en el comercio y los servicios, especialmente en los servicios personales, para negocios y de reparación. Al contrario de la imagen popular del campesino dominicano en Puerto Rico, sólo una pequeña proporción (alrededor de 11%) trabajaba en la agricultura (Duany, 1990). Estos datos comprueban que los inmigrantes dominicanos en Puerto Rico son proporcionalmente más diestros que la población general de la República Dominicana y que en buena parte procede del sector terciario de la economía. De nuevo, una excepción a esta tendencia es que casi el 6l por ciento de los recogedores del café en Puerto Rico eran trabajadores agrícolas en la República Dominicana (Pascual Moran y Figueroa, 2000: 22).
Patrones de asentamiento
25El cuadro 6 muestra la distribución residencial de los dominicanos en Puerto Rico en el año 2000. Tres de cada cuatro inmigrantes vivían en el área metropolitana de San Juan, con concentraciones menores en Caguas, Mayagüez y Ponce. Más de la mitad se encontraba en el municipio de San Juan, mientras una quinta parte residía en Carolina y Bayamón. Cientos de dominicanos vivían en áreas predominantemente rurales como Yauco, Lares y Hormigueros. Estas cifras confirman que la gran mayoría de los dominicanos se muda a las ciudades más grandes de Puerto Rico, especialmente la capital. Aquí es donde los inmigrantes encuentran la mayor parte de sus oportunidades de empleo.
26Dentro de San Juan, los dominicanos se concentran en los cascos urbanos de Santurce, Río Piedras y Hato Rey. En Santurce, viven predominantemente en vecindarios de bajos ingresos como el barrio Obrero, la calle Loíza, María Moczó y Herrera (las últimas dos áreas se conocen comúnmente como parte de Villa Palmeras) (véase el cuadro 7). En Río Piedras y Hato Rey, los inmigrantes se congregan en áreas residenciales (caseríos) como López Sicardó, Quintana y San José. La mayor densidad de dominicanos en Puerto Rico (casi 45% de todos los residentes) se encuentra en el barrio Capetillo, cerca del pueblo de Río Piedras. Los bajos alquileres, la ubicación central, el acceso a la transportación pública, la disponibilidad de empleos y la presencia de otros compatriotas han atraído a los dominicanos a Santurce y Río Piedras. Muchos se aglomeran en estructuras residenciales deterioradas, segregadas por clase, color y origen nacional. Los que viven fuera de Santurce suelen ser más diestros, educados y prósperos que los que viven en las mayores comunidades dominicanas (Romero Anico, 1994). Por primera vez en la historia de Puerto Rico, muchos inmigrantes están viviendo en condiciones parecidas a las de los guetos de los Estados Unidos, en el sentido de concentraciones extraordinarias de minorías étnicas y raciales pobres en los centros de las ciudades.
Cuadro 6. Distribución residencial de la población nacida en la República Dominicana y residente en Puerto Rico, 2000
Número | Porcentaje de todos los dominicanos | |
Área metropolitana de San Juan | ||
San Juan (municipio) | 33 860 | 55.1 |
Carolina | 6 998 | 11.4 |
Bayamón | 4 440 | 7.2 |
Trujillo Alto | 1 295 | 2.1 |
Guaynabo | 1 288 | 2.1 |
Cataño | 443 | 0.7 |
Subtotal | 48 324 | 78.6 |
Otros municipios | ||
Caguas | 1 382 | 2.2 |
Ponce | 702 | 1.1 |
Mayagüez | 617 | 1.0 |
Arecibo | 538 | 0.9 |
Aguadilla | 195 | 0.3 |
Cabo Rojo | 168 | 0.3 |
Yauco | 123 | 0.2 |
Lares Hormigueros | 114 | 0.2 |
Otros | 109 | 0.2 |
9 183 | 14.9 | |
Subtotal | 13 131 | 21.4 |
Total | 61 455 | 100.0 |
Fuente: U.S. Bureau of the Census (2003).
Incorporación económica
27Los datos censales recopilados entre 1970 y 1990 (los datos ocupacionales más recientes aún no están disponibles por origen nacional) sugieren la presencia de dos oleadas distintas de inmigrantes dominicanos en Puerto Rico. Como ha señalado el sociólogo dominicano José del Castillo (1989), un grupo primordialmente legal y de clase media emigró de la República Dominicana durante los años sesenta; el flujo indocumentado y mayormente de clase trabajadora se aceleró durante los ochenta. En 1970, los inmigrantes dominicanos tenían una mayor proporción de trabajadores de cuello blanco, especialmente gerentes y profesionales, que los nacidos en Puerto Rico (véase el cuadro 8). Un estudio demográfico de ese periodo describió a los dominicanos en Puerto Rico como “un grupo selecto” ocupacionalmente, como una minoría “privilegiada” y como “una élite desde el punto de vista educativo” (Vázquez Calzada y Morales del Valle, 1979: 18, 31, 33). Esta caracterización coincide con otros perfiles socioeconómicos de la diáspora dominicana durante los años sesenta y setenta (Funkhouser y Ramos, 1993; Grasmuck y Pessar, 1991; Pessar, 1995).
Cuadro 7. Principales áreas de concentración residencial de la población nacida en la República Dominicana y residente en San Juan, Puerto Rico, 2000
Área de San Juan | Número | Porcentaje de los residentes que son dominicanos | |
Barrio Obrero | Santurce | 3 144 | 27.6 |
López Sicardó | Río Piedras | 1 196 | 8.7 |
Quintana | Hato Rey | 1 044 | 12.0 |
Capetillo | Río Piedras | 995 | 44.7 |
San José | Hato Rey | 933 | 4.8 |
María Moczó | Santurce | 846 | 39.4 |
Calle Loíza | Santurce | 742 | 34.3 |
Herrera | Santurce | 624 | 32.7 |
Gandul | Santurce | 598 | 27.9 |
Buen Consejo | Río Piedras | 595 | 21.6 |
Seboruco | Santurce | 545 | 26.7 |
Las Palmas | Santurce | 544 | 19.4 |
Las Casas | Santurce | 531 | 7.8 |
Figueroa | Santurce | 511 | 25.7 |
Fuente: U.S. Department of Commerce (2003).
Cuadro 8 . Distribución ocupacional de la población nacida en la República Dominicana y en Puerto Rico, 1970-1990 (en porcentajes)

Nota: Los porcentajes en la quinta columna no suman 100 debido al redondeo.
Fuentes: para 1970, Vázquez Calzada y Morales del Valle (1979): para 1980, U.S. Department of Commerce (1984), para 1990, tabulaciones especiales basadas en el censo por Carlos E. Santiago.
28Desde 1970, la proporción de trabajadores de servicio dominicanos aumentó sustancialmente en Puerto Rico, mientras que declinó abruptamente la proporción de gerentes y profesionales. Para 1990, los dominicanos se concentraban en los peldaños más bajos de la fuerza laboral de Puerto Rico. Casi una tercera parte era trabajador de servicio poco calificado, tales como domésticas, conserjes y mozos de restaurante; otra tercera parte era operario, obrero, artesano y reparador. Entre los trabajadores de cuello blanco, sólo los empleados de ventas y mostrador representaban una proporción considerable (casi una cuarta parte del total). Comparados con los nacidos en Puerto Rico, los dominicanos eran mucho más propensos a ocupar puestos de servicio. En resumen, la mayoría de los inmigrantes dominicanos se ha incorporado al mercado laboral secundario de Puerto Rico, caracterizado por bajos salarios, pobres condiciones de trabajo, pocas oportunidades de ascenso ocupacional e inestabilidad laboral.
29El cuadro 9 muestra que la distribución industrial de los trabajadores dominicanos en Puerto Rico se ha mantenido relativamente estable a lo largo del tiempo. Entre 1970 y 1990, tres de cada cinco inmigrantes se concentraban en los servicios, particularmente en el servicio doméstico y otros servicios personales, y en el comercio, especialmente en el comercio al menudeo. Los cambios primordiales ocurrieron en la manufactura, que registró un aumento en la proporción de trabajadores dominicanos entre 1970 y 1980, y luego una disminución entre 1980 y 1990; y en la construcción, que primero registró una disminución y después un aumento durante el mismo periodo.
Cuadro 9. Distribución industrial de los trabajadores empleados nacidos en la República Dominicana y en Puerto Rico, 1970-1990 (en porcentajes)

Fuentes: para 1970, Vázquez Calzada and Morales del Valle (1979); para 1980 y 1990, Rivera Román (2003).
30La incorporación laboral de los inmigrantes dominicanos en Puerto Rico muestra algunas diferencias por región y género. En Santurce y Río Piedras, la inmensa mayoría de los dominicanos trabaja en el sector de los servicios. Las mujeres están empleadas principalmente en el servicio doméstico, mientras los hombres se concentran en el comercio, los servicios de reparación y la construcción (Duany, 1990; Duany, Hernández Angueira y Rey, 1995; Peralta 1995). En las áreas montañosas del interior de Puerto Rico, los dominicanos –en su mayoría hombres– son sobre todo trabajadores agrícolas (Pascual Morán y Figueroa, 2000). Estos patrones de incorporación económica revelan una marcada segmentación laboral entre dominicanos y puertorriqueños. También sugieren que la mayoría de los trabajadores dominicanos no ha desplazado a los puertorriqueños, con la posible excepción de algunos trabajadores diestros, sino que ha venido a llenar un vacío en la fuerza laboral de la isla, sobre todo en ciertos nichos ocupacionales de bajos salarios. Puede observarse un patrón similar entre los inmigrantes haitianos en la República Dominicana.
Incorporación política
31La inserción de los inmigrantes a la política puertorriqueña no se ha documentado extensamente, en parte porque la Comisión Electoral de la isla no divulga datos desglosados por origen nacional sobre los patrones de votación. Sin embargo, los líderes locales de la comunidad dominicana han comenzado a participar en las campañas políticas puertorriqueñas, apoyando tanto a los candidatos que favorecen el Estado Libre Asociado como la estadidad federada para Puerto Rico, en las elecciones para gobernador (Iturrondo, 2000). En el año 2000, una mujer dominicana, Claribel Martínez-Marmolejos, fue electa a la legislatura municipal de San Juan, pero no como portavoz de la comunidad dominicana. En una elección más reciente para reemplazar a un representante local, el candidato dominicano Pedro Ruiz obtuvo sólo el 10.7% de los votos en San Juan (Rosario, 2003). A diferencia de los dominicanos en Nueva York, los dominicanos en San Juan no están bien representados en las asambleas municipales y estatales.
32Actualmente, las preferencias ideológicas de los dominicanos en Puerto Rico parecen divididas. Hasta hace poco, los inmigrantes se preocupaban fundamentalmente por la política de su país de origen más que por la del país receptor. Básicamente estaban organizados alrededor de los tres principales partidos políticos de la República Dominicana (el prd, el pld y el prsc), no de Puerto Rico. En todo caso, la mayoría no ha obtenido la ciudadanía de los Estados Unidos y, por ende, no puede votar en las elecciones, referendos y plebiscitos locales. Entre 1972 y 2002, sólo 12465 dominicanos se hicieron ciudadanos americanos en San Juan (véase el cuadro 10). Esta cifra representa apenas 10.5% de todos los dominicanos admitidos en la isla desde 1966. La reciente enmienda constitucional que permite la doble ciudadanía en la República Dominicana podría aumentar la tasa de naturalización de los dominicanos en Puerto Rico, así como en los Estados Unidos continentales. Aún es incierto cuándo los dominicanos tendrán un impacto decisivo en la política municipal, especialmente en San Juan.
Cuadro 10. Dominicanos naturalizados como ciudadanos de los Estados Unidos en Puerto Rico, 1972-2002
Año | Número |
1972 | 123 |
1973 | 142 |
1974 | 177 |
1975 | 125 |
1976 | 176 |
1977 | 256 |
1978 | 232 |
1979 | 255 |
1980 | 332 |
1981 | 502 |
1982 | 404 |
1983 | 211 |
1984 | 231 |
1985 | 305 |
1986 | 228 |
1987 | 100 |
1988 | 710 |
1989 | 512 |
1990 | 6 |
1991 | 512 |
1992 | 1 208 |
1993 | 1 116 |
1994 | 829 |
1995 | 2 |
1996 | 0 |
1997 | 223 |
1998 | 952 |
1999 | 1 373 |
2000 | 305 |
2001 | 301 |
2002 | 527 |
Total | 12465 |
Fuente: U.S. Department of Justice (1973-2003).
Nota:El Servicio de Inmigración y Naturalización no recopiló datos separados para los dominicanos naturalizados en Puerto Rico antes de 1972.
PRÁCTICAS TRANSNACIONALES
Partidos políticos
33La forma de organización primaria de la población dominicana en Puerto Rico es el partido político. Como mencioné anteriormente, los partidos dominicanos más relevantes han estado activos en San Juan por décadas. Todos han sido vehículos importantes para levantar fondos para los candidatos presidenciales de la República Dominicana. A su vez, los consulados dominicanos de San Juan, Mayagüez y Ponce se han convertido en premios simbólicos para los líderes emigrados afiliados al partido victorioso. Un estudio reciente de estos líderes documenta sus extensas actividades, bases comunitarias y fuertes vínculos con la estructura del poder en la República Dominicana (Iturrondo, 2000). Los partidos dominicanos que operan en Puerto Rico, así como en los Estados Unidos continentales, son el mejor ejemplo del transnacionalismo político dominicano (Graham, 2001; Levitt 2001). Sin embargo, han promovido la reincorporación de los inmigrantes en la República Dominicana más que su participación en la política puertorriqueña.
Asociaciones regionales
34Un segundo tipo de organización transnacional que ha atraído mucha atención académica ha sido el club de compueblanos-una asociación social o cultural basada en los orígenes regionales de sus miembros. En la ciudad de Nueva York, están representados los inmigrantes oriundos de Esperanza, Tamboril, Moca, Baní y otros pueblos de la República Dominicana. En Puerto Rico, los inmigrantes de Cotuí, Jarabacoa, La Romana, La Vega y Puerto Plata han formado sus propios grupos (véase el cuadro 11). Estos clubes generalmente organizan viajes al pueblo natal, donan equipos médicos a sus compatriotas y promueven la celebración de ocasiones especiales tales como las fiestas de carnaval. Pero la mayoría son organizaciones sumamente informales, centradas en líderes fuertes y sus claques personales. La socióloga puertorriqueña, Milagros Iturrondo ofrece una evaluación crítica de estas asociaciones voluntarias: “Algunas organizaciones son creadas con el fin de institucionalizarse como entidad al servicio de su comunidad. La meta suele desvirtuarse, sin embargo, cuando su liderato se enfrenta a una lucha de poder. También observamos un patrón en que las organizaciones suelen terminar desintegrándose cuando el liderato no consulta a su base en los procesos decisorios. El panorama es el de múltiples organizaciones atomizadas que surgen y desaparecen, incluso luego de quedar registradas con identidad legal” (2000: 85).
Cuadro 11. Principales organizaciones dominacanas en Puerto Rico, ca. 2000

Fuento : Adapto de Iturrondo (2000)
Grupos religiosos
35Hasta ahora, los investigadores sólo han detectado una asociación voluntaria con un enfoque explícitamente religioso entre los dominicanos en Puerto Rico. La Asociación 21 de enero, fundada en Río Piedras en 1980, es una organización católica dedicada al culto de la virgen de Altagracia, patrona de la República Dominicana. Con sólo 18 miembros, este grupo patrocina actividades religiosas y caritativas, como son rosarios, peregrinaciones, misas y donaciones. Sin embargo, según la planificadora dominicana Reyna Peralta (1995), constituye un grupo muy pequeño, cerrado e informal con pocas conexiones con la comunidad dominicana del barrio Capetillo. Iturrondo (2000) menciona otras asociaciones dominicanas organizadas informalmente en torno al culto de la virgen en Santurce y Río Piedras. Además, los dominicanos están activos en varias congregaciones protestantes, como las adventistas, bautistas, episcopales, luteranas y pentecostales. La Iglesia de Mita, surgida en Puerto Rico, se ha expandido recientemente a la República Dominicana y otros países latinoamericanos. Evidencia anecdótica sugiere que los dominicanos también han contribuido al crecimiento del gaga (un culto dominico-haitiano), la santería (la religión afrocubana) y el espiritismo en Puerto Rico. Desgraciadamente, aún no se han estudiado los vínculos transnacionales de estas expresiones religiosas con la República Dominicana.
Clubes sociales
36Según la antropóloga estadounidense Eugenia Georges (1984: 22-23), los clubes sociales dominicanos en Nueva York “tienen como objetivo explícito reunir a sus miembros para socializar informalmente, así como organizar actividades más formales como competencias deportivas, rifas, bailes, conferencias y así por el estilo”. Los dominicanos han establecido varias asociaciones recreativas de este tipo en Puerto Rico, como La Casa Dominicana del Oeste en Mayagüez y algunos clubes sociales más pequeños en Santurce (véase el cuadro 11). La Casa Dominicana fue fundada en 1977 bajo el lema de “Unidad, paz y armonía” para fomentar “la recreación sana y elevación de nuestro acervo cultural dentro del marco de confraternización con el hermano pueblo puertorriqueño” (Hablando de Quisqueya en Borinquen, 1992). Con más de 500 socios, el club tradicionalmente celebra un día familiar en honor a todas las madres de la región oeste de Puerto Rico. Otras actividades regulares incluyen patrocinar un equipo de softball, un torneo de dominó y una serie de charlas informativas sobre la migración dominicana. Desafortunadamente, La Casa Dominicana aún carece de un local para construir su propia estructura física por falta de fondos. Una iniciativa similar en San Juan ha enfrentado el mismo problema financiero.
Otras asociaciones voluntarias
37El mayor número de organizaciones dominicanas en Puerto Rico incluye una gran variedad de grupos profesionales y cívicos (véase el cuadro 11). Por ejemplo, algunas asociaciones voluntarias representan a los sectores empresariales, comerciales y académicos de la comunidad inmigrante, mientras otras se orientan hacia los ingenieros, arquitectos, periodistas, locutores, sastres, modistas y obreros. Hasta ahora, los esfuerzos por crear organizaciones representativas de toda la comunidad dominicana, tales como el Concilio de Organizaciones Dominicanas y la Unión Internacional de Dominicanos Inmigrantes, han sido poco fructíferos. Las asociaciones dominicanas en San Juan son menores en número, más débiles y menos integradas entre sí que en Nueva York, donde se registraron por lo menos 125 organizaciones en los años ochenta (Georges, 1984). Aunque se han contabilizado más de 40 organizaciones dominicanas en Puerto Rico (José Germán Gómez, comunicación personal, 16 de marzo de 1995), la mayoría de ellas son pequeñas, fragmentadas e incapaces de articular una voz unida.
38Un antiguo miembro de la comunidad dominicana de Puerto Rico, que ahora vive en Nueva York, ha identificado cuatro problemas organizacionales básicos (Gómez, 1993). Para empezar, la reproducción de las instituciones dominicanas –especialmente partidos políticos, sindicatos y periódicos– sigue dividiendo a los inmigrantes en el país receptor. Segundo, la aparente falta de interés de los dominicanos por integrarse a la sociedad puertorriqueña aumenta su marginalidad social y política. Tercero, el constante trasiego de personas entre la República Dominicana, Puerto Rico y los Estados Unidos contribuye a la falta de permanencia de los líderes y su base comunitaria. Finalmente, la discriminación contra los dominicanos en Puerto Rico milita contra la creación de organizaciones representativas y bien integradas que luchen por sus derechos civiles.
Diferencias de género
39Varios artículos, tesis y películas se han enfocado en la situación precaria de las mujeres dominicanas en Puerto Rico (Casal, 1992; De la Rosa Abreu, 2002; Hernández y López, 1997; Hernández Angueira, 1990, 1997). Nuestra encuesta de los dominicanos en Santurce encontró que tres de cada cinco inmigrantes eran mujeres (Duany, 1990). Este predominio femenino es primordialmente una función de la continua demanda de mano de obra barata en Puerto Rico, particularmente en el servicio doméstico, el cuidado de niños y ancianos, los restaurantes y las cafeterías. La mayoría de las mujeres dominicanas en Puerto Rico son relativamente jóvenes, entre los 20 y 40 años de edad, solteras o divorciadas, con un promedio de ocho años de escolaridad y experiencia previa en el servicio doméstico antes de emigrar. Muchas dejan a sus familias inmediatas en la República Dominicana por el alto riesgo de viajar (a veces ilegalmente) y el costo de la vida en Puerto Rico. Las mujeres frecuentemente son los primeros miembros de sus hogares en emigrar, iniciando así una larga cadena migratoria, a medida que otros familiares se van reuniendo con ellas en su nuevo hogar. Una vez establecidas en Puerto Rico, muchas mujeres legalizan su situación y posteriormente “piden” a sus hijos y otros parientes, que se quedan en su país al cuidado de abuelos, tíos y otros familiares cercanos.
40Para muchas mujeres dominicanas, la experiencia migratoria representa una ruptura significativa en su estructura familiar tradicional. En la muestra analizada, las mujeres dominicanas encabezaban 56% de todos los hogares, con o sin marido presente. Casi la mitad de todos los hogares dominicanos eran familias nucleares; el resto eran familias extendidas u hogares compuestos por una sola persona (Duany 1990). Con frecuencia, los maridos y los hijos se separaban temporalmente de sus esposas o madres como resultado de la migración. En este sentido, la migración podría ser tanto la causa como el efecto de la separación matrimonial y el divorcio.
41Estos cambios en las relaciones de género y parentesco se deben primordialmente a la incorporación femenina a la fuerza laboral remunerada, así como a la reducción de la fertilidad y el tamaño familiar, que suelen conllevar relaciones más igualitarias entre hombres y mujeres dentro del hogar. En consecuencia, los hombres son más propensos que las mujeres a regresar a la República Dominicana, donde pueden restablecer los patrones tradicionales de autoridad masculina. Las mujeres dominicanas en Puerto Rico así como en los Estados Unidos continentales tienden a posponer el regreso a su país natal, porque temen que podrían perder su posición con mayor autonomía como esposas, madres y trabajadoras (Grasmuck y Pessar, 1991; Guarnizo, 1995; Pessar, 1995). Muchas mujeres dominicanas reconocen que los hombres dominicanos suelen ser machistas, que creen que tienen el derecho de controlar a las mujeres, especialmente su sexualidad, y se resisten a la subordinación masculina (Hernández y López 1997; Ricourt, 2002).
El problema de la identidad racial
42En un ensayo anterior, he documentado las dificultades confrontadas por muchos dominicanos en Puerto Rico a causa del color de la piel (Duany, 1998). El problema básico es que la gran mayoría de los dominicanos se definen a sí mismos como “indios”, mientras que la mayoría de los puertorriqueños los considera negros o mulatos. Varios autores han apuntado que los puertorriqueños tienden a representar a los dominicanos como personas de piel más oscura que ellos, que subrayan sus rasgos faciales y textura del pelo “negroides” y que los tratan de manera discriminatoria (Cruz Caraballo, 1998; López Carrasquillo, 1999; Martínez-San Miguel, 2003). Esta contradicción entre la percepción pública y el autoconcepto de los dominicanos es uno de los escollos principales para su integración a la sociedad puertorriqueña. De ahí que muchos inmigrantes experimenten en carne propia los marcados estigmas, estereotipos, prejuicios y exclusiones a que están sujetas todas las personas de origen africano en Puerto Rico y otros países. La racialización de los dominicanos afecta su incorporación a la sociedad puertorriqueña en muchos niveles –desde encontrar trabajo y vivienda hasta estudiar y casarse, aun en la segunda generación. En todas estas áreas, el emparejamiento de los términos “dominicano” y “negro” dificulta aún más la aceptación social de los inmigrantes por el país receptor.3
43Como otras minorías en desventaja, los dominicanos en Puerto Rico son el blanco de un extenso repertorio de chistes étnicos, epítetos raciales, anécdotas y comentarios despectivos (Iturrondo [1993-1994] ha recopilado y analizado una muestra de más de 1000 chistes dominicanos). Numerosos estudios han documentado la imagen pública crecientemente hostil de los inmigrantes dominicanos en la isla durante los años ochenta y noventa (Benítez Nazario, 2001; De Maeseneer, 2002; Martínez-San Miguel, 2003; Mejía Pardo, 1993; Ríos, 1992; Romero Anico, 1984). Los programas de radio y televisión en Puerto Rico han tendido a ridiculizar a los dominicanos como personajes cómicos, ignorantes, vulgares y desordenados, como Altagracia, empleada doméstica, la protagonista de la popular comedia televisiva Entrando por la cocina (De la Rosa Abreu, 2002). Ocasionalmente han aparecido grafftttis en murales públicos en San Juan, convocando a dar “Muerte a los dominicanos”, así como folletos anónimos denunciando “La plaga dominicana” en conferencias académicas. El folclore puertorriqueño típicamente retrata a los dominicanos como sujetos extraños, incomprensibles, peligrosos, brutos, ineptos, sucios, indeseables, ilegítimos y deshonestos. En incontables chistes, adivinanzas y cuentos, los inmigrantes dominicanos aparecen como objetos de burla y desprecio, primordialmente a causa de su acento extranjero, rasgos físicos, idiosincrasia cultural y estado ilegal. Irónicamente, el discurso dominante sobre los dominicanos en Puerto Rico recuerda al de los haitianos en la República Dominicana e incluso al de los puertorriqueños y dominicanos en los Estados Unidos.
CONCLUSIÓN
44La experiencia de los inmigrantes dominicanos en Puerto Rico se puede analizar desde una perspectiva transnacional. Por siglos, la República Dominicana y Puerto Rico han estado ligados por la geografía, la historia, la cultura, la lengua y la religión. Antes de 1930, miles de puertorriqueños se fueron a trabajar a la República Domi nicana, primordialmente a los ingenios azucareros de San Pedro de Macorís, Puerto Plata y La Romana. Desde 1960, decenas de miles de dominicanos han “buscado mejor vida” en Puerto Rico, generalmente desempeñando tareas de servicio más precarias en el área metropolitana de San Juan. En las últimas décadas, los lazos sociales, económicos y políticos entre los dos países se han estrechado mediante la migración, el turismo, el comercio y las inversiones a gran escala. La continua marejada de migrantes indocumentados es un testimonio elocuente de esos lazos, a pesar de los crecientes esfuerzos de las autoridades de los Estados Unidos y la República Dominicana por frenar el contrabando humano.
45Los dominicanos han establecido comunidades transnacionales pujantes en San Juan, especialmente en los centros urbanos de Santurce y Río Piedras. Estas comunidades operan de manera muy parecida a “aldeas transnacionales”, lugares vinculados a través de fronteras por el flujo continuo de personas, dinero, ideas, prácticas, organizaciones y recursos (Levitt, 2001). Los migrantes del mismo origen en el Cibao, Miches o Santo Domingo frecuentemente se establecen en vecindarios predominantemente de clase trabajadora de San Juan, como barrio Obrero y barrio Capetillo. La inmensa mayoría de los inmigrantes labora como trabajadores no diestros de servicio y de cuello azul, como domésticas, conserjes, lavaplatos, guardias de seguridad y obreros de la construcción. En general, los dominicanos se han incorporado al segmento secundario del mercado laboral de Puerto Rico. A pesar de sus números cada vez mayores, aún no han logrado un nivel proporcional de representación política, en parte porque la mayoría está indocumentada o no tiene la ciudadanía de los Estados Unidos. Económica y políticamente, la población dominicana todavía es marginal a la sociedad puertorriqueña, aunque no a la dominicana. La creciente dependencia de las remesas familiares es la señal más clara de la continua presencia de los “dominicanos ausentes” de su país de origen.
46Las ideas y prácticas transnacionales organizan buena parte de la vida diaria de los dominicanos en Puerto Rico. Los partidos políticos de la República Dominicana siguen atrayendo a miles de seguidores entre los inmigrantes, cuyas lealtades divididas contribuyen a fragmentar su sentido de comunidad. Las distinciones de clase, región, género, raza y estado legal ahondan aún más las fisuras entre las asociaciones dominicanas, tanto formales como informales. No obstante, muchos dominicanos han logrado reconstruir sus identidades culturales en un contexto transnacional. La población dominicana en Santurce y Río Piedras ha transformado visiblemente el paisaje físico y cultural de varios vecindarios, que ahora compiten por el título de “Pequeño Santo Domingo” o “Pequeña Quisqueya”. La influencia dominicana en Puerto Rico es evidente en el idioma, la música, la religión y la comida popular, aunque éstos deben estudiarse más a fondo. Los inmigrantes también han hecho avances en los medios de comunicación locales –radio, televisión y prensa–, lo cual los ayuda a preservar sus lazos sociales y culturales con la República Dominicana. Estas prácticas comunicativas también esperan investigaciones más sistemáticas.
47En síntesis, los dominicanos en Puerto Rico son actores clave en la construcción de un campo transnacional muy tupido entre la República Dominicana, los Estados Unidos y otros países. Entre otras cosas, representan un segmento significativo del mercado multimillonario de remesas, así como de las inversiones en el pequeño comercio, la construcción y el turismo en la República Dominicana. Los inmigrantes regularmente aportan grandes cantidades de dinero para los candidatos presidenciales dominicanos, al mismo tiempo que han comenzado a participar en las elecciones puertorriqueñas. Muchos viajan frecuentemente entre San Juan y Santo Domingo, especialmente durante la época navideña y otras ocasiones rituales, llevando regalos, cartas, fotografías, bolsas y cajas llenas de mercancía para revenderse en la República Dominicana. De ese modo, los migrantes circulan constantemente capital, bienes e información, así como valores, imágenes e identidades, entre los países de origen y asentamiento. En fin, los dominicanos en Puerto Rico han contribuido sustancialmente a redibujar los contornos simbólicos de su estado nacional mediante una gran variedad de prácticas transnacionales.
Notes de bas de page
1 Preparé la versión original de este ensayo como un informe para el Programa Regional de América del Norte de la Fundación Rockefeller (Acuerdo A-2,256). Agradezco la amable invitación de Rubén Puentes para redactar este informe, así como la oportunidad de colaborar con Peggy Levitt y Rubén Silié. También aprecio los útiles comentarios y sugerencias de Ginetta Candelario a una versión preliminar del texto.
2 Basándose en una muestra del censo de 1980, Funkhouser y Ramos (1993) encontraron que los inmigrantes dominicanos en Puerto Rico eran más educados, diestros y profesionales que los que vivían en los Estados Unidos. Sin embargo, el censo de 1990 mostró que los dominicanos en Puerto Rico tenían una mayor proporción de trabajadores de servicio, producción de precisión, artesanías y reparación que en la ciudad de Nueva York. Más aún, el censo subestima a los inmigrantes indocumentados, que suelen ser menos diestros y educados que los residentes legales.
3 Según el censo de 2000, casi la mitad de los “otros hispanos” (no mexicanos, puertorriqueños o cubanos) en Puerto Rico se identificó como negro (20.1%) u “otros” no blanco (26.9%). La gran mayoría de los otros hispanos en la isla son dominicanos (Inter-University Program for Latino Research, 2002).
Auteur
Departamento de Sociología y Antropología, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras
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En sentido contrario
Transnacionalización de religiones africanas y latinoamericanas
Kali Argyriadis, Stefania Capone, Renée De La Torre et al.
2012
El trueno ya no vive aquí
Representacion de la marginalidad y contruccion de la identidad teenek (Huastec veracruzana, Mexico)
Anath Ariel de Vidas
2003
Administrar los extranjeros: raza, mestizaje, nación
Migraciones afrobeliceñas en el territorio de Quintana Roo, 1902-1940
Elisabeth Cunin Silvia Kiczkovsky (trad.)
2014
Peces de Bolivia. Bolivian fishes
Jaime Sarmiento, Rémy Bigorne et Fernando M. Carvajal-Vallejos (dir.)
2014
Migración en el Sur boliviano
Contrastes entre valles andinos tradicionales y áreas orientales de colonización
Ceydric Martin
2012
Afromestizaje y fronteras etnicas
Una mirada desde el puerto de Veracruz
Christian Rinaudo Lorraine Karnoouh (trad.)
2015
Los peligros volcánicos asociados con el Tungurahua
Pablo Samaniego, Jean-Philippe Eissen, Minard L. Hall et al.
2003
Partir y cultivar
Auge de la quinua, movilidad y recomposiciones rurales en Bolivia
Anaïs Vassas Toral
2016
Aguas del Iténez o Guaporé
Recursos hidrobiológicos de un patrimonio binacional (Bolivia y Brasil)
Paul A. Van Damme, Mabel Maldonado, Marc Pouilly et al. (dir.)
2013