Conclusiones
p. 311-318
Texte intégral
1Como ya se anotaba en la introducción del presente volumen, los once ensayos aquí compilados son fruto de una reflexión colectiva llevada a cabo en los seminarios de los proyectos “Afrodesc” y “Eurescl” desde junio del 2007 y, años atrás, en el programa “Idymov”,1 en el cual también participaron varios investigadores presentes en esta contribución. Retomamos ahora algunos de los resultados más importantes de dichos espacios de discusión académica, con la esperanza de que estimulen nuevas investigaciones.
Capitales nacionales y políticas culturales afrocaribeñas
2Una reflexión que interesa a los investigadores es la que consiste en pensar de manera dialéctica la articulación entre los procesos de construcción de las naciones y las políticas regionales de inscripción en el espacio cultural caribeño. El caso de Cartagena y, más ampliamente, de lo que se ha llamado “la Costa” y luego “el Caribe colombiano”, es particularmente interesante para plantear esa discusión. Tal como bien lo ha analizado Alfonso Múnera (2005), el tiempo republicano significó el comienzo de un largo periodo de decadencia: primero, porque las veleidades independentistas fueron reprimidas con violencia; y segundo, porque la nación en construcción se definió como andina y sólo vio en la Costa una de sus alejadas fronteras. Así, después de haber sido durante la época colonial una ciudad militar y comercial de primer plano, así como lugar central de la trata de los esclavos, Cartagena se convirtió a lo largo del siglo xix en una ciudad provincial, por completo marginada política, económica y culturalmente en un país más orientado hacia el espacio andino. Después de un lento proceso de expansión urbana y de desarrollo económico, Cartagena terminó por imponerse como el principal centro turístico del país (véase Ávila Domínguez), como objeto de estudio legítimo y como tema central de la definición de una política cultural descentralizada (véase Rinaudo). Pero también es cierto, tal como lo muestra Peter Wade en su ensayo, que la ciudad de Bogotá desempeñó un papel importante en lo que llama el “proceso de tropicalización” del país y el interés creciente por la música costeña a partir de los años cuarenta y cincuenta del siglo xx, lo cual contribuye a imponer una nueva imagen de la Costa como parte del mundo caribeño y como elemento clave de la identidad nacional.
3De igual manera, en México, el estado y la misma ciudad de Veracruz han participado en la puesta en marcha de una política cultural local muy conectada con el Caribe y los aportes culturales de la raíz africana a su civilización popular, nutrida desde el siglo xvii de varias influencias, como lo dejan ver Ricardo Pérez Montfort y Bernardo García Díaz en este libro. Sin embargo, ¿cómo no prestar atención a las dinámicas nacionales impulsadas por Conaculta o por el programa “Nuestra Tercera Raíz” en la promoción de esa visión de Veracruz como ciudad afrocaribeña? O, más bien, en otro nivel de análisis, ¿cómo no tomar en cuenta la configuración de las redes de actores y promotores culturales que participan en la circulación de signos culturales “afro” y la organización muy centralizada de la industria cultural que ha promocionado la música popular cubana y del Caribe a partir de los años treinta y cuarenta? De esta forma, tal como señala Nahayeilli B. Juárez Huet en esta publicación, y como lo enunciara Kali Argyriadis en un congreso organizado en Veracruz en junio del 2008, la más caribeña de México es su ciudad capital.
4La situación en Cuba es bastante diferente. La Habana, como ciudad portuaria y como capital de la República, constituye, a la vez, el centro del poder económico y político de la nación, así como la mayor zona urbana, cosmopolita e intelectual del país y un polo importante de difusión y de recepción de elementos culturales dentro del espacio caribeño. Santiago de Cuba, segunda ciudad del país, tiene también fuertes y antiguos lazos tejidos con el Caribe, que han contribuido a forjar, a lo largo de la historia nacional, su imagen de localidad afrocaribeña. Sin embargo, Lorraine Karnoouh sostiene en su ensayo que si Santiago de Cuba ha desempeñado, desde la puesta en marcha de la descentralización política y administrativa en 1976, un papel de escenificación de la identidad caribeña de la Isla, tanto en el ámbito nacional como hacia los países con ventana al Caribe, en particular con el lanzamiento del Festival del Caribe, la fundación de la Casa del Caribe y del Centro Cultural Africano Fernando Ortiz en los años ochenta, La Habana no deja de ser el lugar principal de tránsito de los bienes materiales y simbólicos, además de punto de referencia ineludible.
5Así, en todos los casos, el análisis de las relaciones entre centros y periferias de las naciones es lo que permite apreciar y destacar las dinámicas de diferenciación, lo mismo que las influencias mutuas entre las capitales cosmopolitas y mundializadas —donde se piensan las políticas y las categorías nacionales— y las ciudades provinciales más inscritas en el espacio regional.
Vectores de circulación y circulación de vectores
6Otro punto de discusión consiste en identificar y trabajar de manera más matizada las distintas modalidades según las cuales los elementes culturales “afro” entran en circulación y son reapropiados en contextos nacionales y locales particulares. No se trata, entonces, de saber qué está circulando ni a través de qué tipo de circuito (el mercado, las políticas públicas, actores culturales...), sino, más bien, de reflexionar sobre los mismos vectores o paradigmas con los cuales los elementos culturales “afro” son pensados y activados social y políticamente, sobre lo que está en juego en su difusión, promoción, circulación, rechazo y apropiación local en términos de producción de la diferencia.
7Ya hemos hablado, en la introducción, de la expansión de las políticas multiculturales en varios países de América Latina en los años noventa, de sus modos de implementación, de su lógica de transferencia de responsabilidades y de poder hacia las “comunidades” étnicas, lo que los expertos del Banco Mundial llaman un proceso de empowerment (Gros, 2003) y que participa en la producción institucional de una fuerte clausura social y de la movilización colectiva de quienes son reconocidos como “actores étnicos”. También hemos señalado el papel desempeñado por la unesco desde los años sesenta y su promoción de un turismo cultural centrado, a la vez, en lo que se ha llamado el “patrimonio tangible e intangible”, o “el patrimonio oral e inmaterial”, tal como en el caso de Palenque de San Basilio, cerca de Cartagena. En particular, con el programa “La Ruta del Esclavo” elaborado en noviembre de 1993 a partir de una propuesta de Haití y de países africanos, la unesco ha enfatizado la cuestión de la historia de la esclavitud en todo el planeta, convirtiéndola en un asunto de memoria movilizable por las poblaciones locales y en patrimonio identitario susceptible de ser utilizado como recurso turístico.
8Otro tipo de vector a partir del cual los elementos culturales “afro” pueden ser pensados y activados localmente consiste en tratar de cambiar el orden jerárquico de las categorías étnicas y raciales para establecer una cierta igualdad (o de superioridad) respecto al grupo dominante. Es lo que sucedió en el pasado reciente en Estados Unidos, en su forma más radical, con el movimiento del Black Power, cuyo objetivo era la inversión normativa de los valores atribuidos a la categoría “negro”, o, en su forma menos radical, con el movimiento de los derechos civiles que se consagró a superar la jerarquía legal, social y simbólica entre “negro” y “blanco” en aquel país. El fenómeno se ha difundido en todo el mundo, en particular mediante formas culturales populares y urbanas tales como el hip hop y el rap, cuyos actores se han dedicado, desde sus artes y modos de expresión, a redefinir el sentido de las categorías étnicas y raciales. Por ejemplo, desde el principio de los años noventa del siglo pasado, la emergencia de nuevos actores sociales, como los raperos y algunos pintores en Cuba, reivindicó una cultura denomi¬ nada “negra”; esos actores utilizaron y siguen utilizando sus creaciones para plantear la cuestión del racismo en el país e introducirla en los debates públicos, pero también para reinterpretar elementos de la historia nacional e inscribirlos en la lucha contra la injusticia sociorracial y conmemorar actos heroicos y a sus líderes históricos (desde Antonio Maceo y el poeta Nicolás Guillen hasta los líderes del Partido Independiente de Color, asesinados éstos durante las represalias racistas que fueron continuación de la rebelión llevada por el partido en 1912), así como para reivindicar la filiación con el afrocubanismo y definirse en sus obras y en el debate público mismo como “negro cubano” (De la Fuente, 2008; Testa, 2009).
9Valdría mucho la pena analizar con más detalle las dinámicas de puesta en marcha del multiculturalismo, de patrimonialización cultural y turística de la memoria de la esclavitud, de las resistencias cimarronas, de la emergencia y la difusión de las luchas contra las discriminaciones raciales, no sólo como distintos procesos de “reetnización” o de “reparticularización identitaria”, lo que ya está bien estudiado, sino, más bien, como vectores de circulación de formas, signos y emblemas culturales de lo “afro”, de producción y reformulación de fronteras étnicas.
Cuestión social y cuestión racial
10Varios ensayos publicados en el presente libro señalan una evolución importante de los debates públicos a partir de los años noventa en los países latinoamericanos, debates en los cuales —con las reformas constitucionales que introdujeron el multiculturalismo y la irrupción del tema de las discriminaciones raciales tanto política como académicamente— se trata en adelante de reinterpretar la cuestión social (la puesta en discursos y en políticas públicas de los fenómenos de pobreza y de exclusión social dentro de sociedades nacionales definidas como “mestizas”) en una cuestión racial (de la presencia, del reconocimiento y de la gobernabilidad de minorías étnico-raciales dentro de las configuraciones nacionales, de desigualdad socioeconómica y de racismo para con las “poblaciones negras” y/o “indígenas”, etcétera). Así, cada vez más, la cuestión racial parece imponerse como un principio privilegiado de comprensión del mundo social y de la acción política local, nacional, regional y global.
11Más allá de lo que acabamos de mencionar, la banalización del referencial étnicoracial, tanto explícito como implícito (lo “afro”/“negro”, lo “indígena”/“indio”), puede ser estudiada dentro del marco analítico del juego dialéctico entre “exo” y “endo” — definiciones identitarias— (Poutignat y Streiff-Fénart, 1995: 159). Por un lado, por medio de los fenómenos de asignación étnico-racial, la gente percibida como “otredad” se encuentra en una posición desde la cual la alteridad de su supuesta pertenencia a un grupo es impuesta de manera exógena (sin su consentimiento). Tal como lo describe Peter Wade (2000: 48) en lo que llama “las estructuras de la alteridad”, en América Latina los negros y los indígenas, aunque de manera distinta, han sido caracterizados como “los otros” y localizados, además, en los espacios correspondientes a los marginados del país. Por otro lado, existen fenómenos de identificación étnico-racial a partir de los cuales uno puede reconocerse a sí mismo en una experiencia colectiva, ya sea nacional o transnacional. Fassin y Fassin (2006: 9) lo plantean a propósito del caso francés, en donde la experiencia compartida como grupo está ligada con las lógicas de alterización en lo que a menudo también es la experiencia de una violencia, pasada y presente. Eso también lo recrea Stefania Capone con su análisis de la formación de “conexiones diaspóricas” en el ámbito mundial; ella aborda el papel desempeñado por las actividades artísticas en la elaboración de un patrimonio “afro” y del reconocimiento de la identidad afrodescendiente, que ha surgido después de decenios de opresión y de discriminación racial como rechazo al estigma de inferioridad. Así, en este caso, la dialéctica entre “exo” y “endo”, en calidad de definición traducida como inversión de los criterios de pertenencia impuestos y su transmutación desde el exterior/negativo hacia el interior/positivo, incluye el cambio de nominalización “negro” versus “afroamericano” o “afrodescendiente” (Poutignat y Streiff-Fénart, 1995: 160).
12Más aún, tal como lo hemos podido constatar a lo largo de los capítulos, el referencial étnico-racial representa en adelante un recurso político que los actores pueden utilizar para defender intereses, reivindicar territorios, consolidar posiciones, crear nuevos mercados, generar nichos económicos y profesionales, reinventar tradiciones —festivales, rituales y otras actividades culturales—, reinterpretar la historia —local, nacional, transnacional—, imponer nuevas versiones, etcétera. Sin embargo, el enfoque centrado en la banalización del referencial “afro” y en lo que hemos llamado aquí, desde una perspectiva regional, la “circulación cultural afrocaribeña”, no debe impedirnos ver y darnos cuenta de las otras lógicas de representación y de organización del mundo social. Los textos presentes en esta compilación nos proporcionan algunos aspectos de los procesos en los cuales la dimensión “afro” no aparece como el único elemento de definición de la situación. De esta forma, las dimensiones nacionales, locales y religiosas, pero también las que se plantean en términos de diferencia o, más bien, de distinción social, de género y de sexualidad, hacen referencia al pasado colonial, a las migraciones, a las segregaciones urbanas y a las situaciones de violencia y de desplazamientos forzados presentes en ciertas regiones, todas las cuales pueden articularse con lo que es visto como la “nueva expresión de lo étnico-racial”, ya sea como una cuestión de línea de color, de discriminación racial, de herencia africana compartida, de prácticas culturales colectivamente definidas como “afro”, etcétera.
13Sólo mencionaremos un ejemplo, en relación con la situación particular que ocurrió en el París de los años veinte a cuarenta del siglo xx, en el llamado “París negro” (Blanchard, 2002). En ese entonces, los barrios antiguos alrededor de Montmartre descritos como “la orilla negra” (Fabre, 1985), se celebraron no sólo los “bailes negros”, sino principalmente se organizaron lo que Philippe Dewitte (1985) llamó “los movimientos negros”: lugar de encuentro de numerosos artistas, poetas e intelectuales originarios de Estados Unidos y de las colonias antillanas y africanas que participaron en el “despertar de una conciencia internacional ‘negra’”. Pero, como señala Anne DécoretAhiha (2004: 81), simultáneo al mundo del “París by night” estaba también el de “una ciudad cosmopolita donde se frecuentaban, en la embriaguez de la danza, extranjeros procedentes de todo el mundo”.2 Además, la investigadora explica que lugares como el Blomet recibían una clientela heteróclita (2004: 76): “es en estos clubes y bailes negros en que la mezcla cultural y social fue sin duda la más evidente. En el baile Blomet, el más famoso de los bailes negros, encontrábamos, según Ernest Léardée, uno de sus músicos, ‘todas las razas, negra, amarilla, blanca [...]. Todos bailaban con todos3
14Si París fue en esa época un lugar de encuentro para los diferentes integrantes de lo que se llamará años después la “diáspora negra”, también su vida nocturna, cabaretera, sus sitios destacados de la vanguardia artística e intelectual fueron reconocidos, descritos y representados como “el mundo de la bohemia”, tal como lo describía el poeta y cantante veracruzano Agustín Lara a final de los años treinta, después de su estancia en aquella ciudad.
15En este sentido, de acuerdo con Didier y Éric Fassin (2006: 11), podemos decir que “hablar de cuestión social o de cuestión racial, o ambas a la vez, es enfocar la manera por la cual la sociedad se representa a sí misma. No se trata de privilegiar una lectura en detrimento de otra, sino más bien de examinar la pluralidad de las lógicas de representación de la sociedad”.4 Así, se puede analizar cómo los actores sociales juegan con la pluralidad de lógicas de representación del espacio caribeño/afrocaribeño y dar cuenta de lo que las ciencias sociales son capaces de decir sobre éste para volver el mundo social más comprensible y, de este modo, más accesible a la acción política.
***
16Con estos elementos de debate, pero también con otras discusiones resultantes del presente trabajo colectivo, algunas de las cuales apuntan a los efectos de la circulación de los propios investigadores dentro del eje Cartagena-Veracruz-La Habana, se concretan nuevos retos, se plantean cuestionamientos innovadores, se abren otras perspectivas de análisis de las circulaciones culturales y del referencial “afro”, se perfilan otros modos de comparación. Ojalá que esta primera aproximación sirva de base a la nueva dinámica social que todos deseamos.
17Veracruz, julio de 2009.
Bibliographie
Bibliografía
Blanchard, Pascal
2002 Le París Noir, París, La Découverte.
Décoret-Ahiha, Anne
2004 Les danses exotiques en France, 1880-1940, Pantin, Centre National de la Danse.
De la Fuente, Alejandro
2008 “The New Afro-Cuban Cultural Movement”, Journal of Latin American Studies, vol. 40, pp. 697-720.
Dewitte, PHILIPPE
1985 Les mouvements nègres en France, 1919-1939, París, L’Harmattan.
Fabre, Michel
1985 La Rive Noire, París, Lieu Commun.
Fassin, Didier y Eric Fassin (eds.)
2006 De la question sociale a la question raciale? Représenter la sociétéfrançaise, París, La Découverte.
Gros, Christian
2003 “Demandes ethniques et politiques publiques en Amérique Latine”, Problèmes d’Amérique Latine, núm. 48, pp. 11-30.
Múnera, Alfonso
2005 Fronteras imaginadas/La construcción de las razas y de la geografía en el siglo xx colombiano, Bogotá, Planeta.
Poutignat, Philippe y Jocelyne Streiff-Fénart
1995 Théories de l’ethnicité, París, Presses Universitaires de France.
Testa, Silvina
2009 “Los nuevos actores sociales cubanos y la memoria de la esclavitud”, Cuadernos Latinoamericanos. 50 Años de la Revolución Cubana, número especial.
Wade, Peter
2000 Raza y etnicidad en Latinoamérica, Quito, Ediciones Abya-Yala.
Notes de bas de page
1 “Movilidad e Identidad: Las Sociedades Regionales en los Nuevos Contextos Políticos y Migratorios. Una Comparación entre México y Colombia”, programa coordinado por Odile Hoffmann en el marco del convenio de cooperación científica entre el ird, el ciesas y el Icanh.
2 El texto original es el siguiente: “Une ville cosmopolite où se côtoyaient dans l'ivresse de la danse des étrangers du monde entier”.
3 El texto original es el siguiente: «C’est dans les boites et bals nègres que la mixité culturelle et sociale fut sans doute La plus marquée. Au bal Blomet, le plus célèbre des bals nègres, on trouvait, selon Ernest Léardée, l’un de ses musiciens, ‘toutes les races, noire, jaune, blanche [...]. Tout le monde dansait avec tout le monde’».
4 El texto original es el siguiente: “parler de question sociale ou de question raciale, ou des deux a la fois, c’est aborder la manière dont la société se représente elle-même. Il ne s’agit donc pos de privilégier une lecture, au détriment d’une autre, mais plutôt d’examiner la pluralité des logiques de représentation de la société”.
Auteurs
Profesional en lingüística y literatura de la Universidad de Cartagena, y docente investigador de esta misma universidad en la línea de análisis del discurso. En la actualidad adelanta estudios de doctorado en análisis del discurso y sus aplicaciones en la Universidad de Salamanca, donde su trabajo de investigación “La representación de Cartagena en el discurso turístico” recibió la calificación sobresaliente cum Laude. También participa como investigador en el proyecto internacional de investigación Afrodesc: Afrodescendientesy esclavitudes: dominación, identificación y herencias en las Américas (siglos xv-xxi). Incursionó en el periodismo desde 2002 como miembro del equipo de la revista Noventaynueve (Cartagena-Colombia), donde ha publicado crónicas y reportajes. En 2007 fue ganador del premio nacional de periodismo Semana-Petrobrás El País, contado desde las regiones, en la categoría mejor reportaje en prensa escrita o internet.
Obtuvo su doctorado de sociología por la Universidad de Niza (Francia) en 1998 y se incorporó a la Unidad Mixta de Investigaciones Migraciones y Sociedad (urmis por sus siglas en francés), donde ha desarrollado diversas investigaciones relacionadas con el tema de las migraciones y de las relacionas interétnicas. En Francia, su trabajo versa de los procesos de etnización de las relaciones sociales en el medio urbano, del racismo y discriminaciones sufridos por los jóvenes de origen extranjero en las situaciones de trabajo (tesis de doctorado publicada en 1999: L'ethnicité dans la cité. Jeux et enjeux de la catégorisation ethnique). Entre 2003 y 2006 se dedicó al estudio de las formas de producción y puesta en escena de las identidades étnicas y culturales en la ciudad de Cartagena, Colombia, y en particular al proceso de revitalización de las fiestas de la Independencia de esta ciudad. Entre 2007 y 2010 trabajó en México en el marco de un convenio entre el ird, el ciesas y el inah titulado “Construcción y modos de expresión de las diferencias en el Puerto de Veracruz y en el espacio Caribeño”. También participó como investigador en el proyecto internacional Afrodesc (2008-2011): Afrodescendientes y esclavitudes: dominación, identificación y herencias en las Américas (siglos xv-xxi). Desde entonces, se dedica al estudio de las relaciones raciales a partir del análisis de las industrias culturales en el capitalismo global.
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