Introducción
p. 11-16
Texte intégral
1El presente libro pretende hacer énfasis en los modos de identificación étnico-raciales que remitan a las raíces africanas, a la percepción del color de la piel y los rasgos fenotípicos considerados como más o menos “negros” y a las características culturales definidas como “afrodescendientes”, “afrolatinas” o “afrocaribeñas”.1 El objetivo es entender cómo estas formas de identificación se movilizan, modelan, ponen en escena, controvierten, evitan o cuestionan, pero también cómo se insertan dentro de otros modos de identificación y organización de la vida social que se fundan en las diferencias de clase, género, generación o características percibidas-social e históricamente-en términos regionales.
2Tras la introducción de algunos elementos de las poblaciones de origen africano en México, con énfasis tanto en su reciente consideración por parte del campo político como en la constitución de un campo académico especializado en los llamados “estudios afromexicanos”, se justificará – de forma más detallada en el primer capítulo– la elección de dirigir esta investigación al ámbito veracruzano. De hecho, hasta ahora, la mayoría de los trabajos de investigación sobre esta temática se había llevado a cabo en localidades aisladas cuyos habitantes presentaban rasgos culturales y fenotípicos fácilmente asimilables a su origen africano, como es el caso de la Costa Chica entre los estados de Guerrero y Oaxaca o pueblos como Coyolillo, en el estado de Veracruz. Hoy, estas localidades han sido muy estudiadas y suscitan el interés tanto de los investigadores que trabajan alrededor de las poblaciones de origen africano como de los militantes afrodescendientes, implicados en los procesos de reconocimiento de la “negritud”2 en México y que, muchas veces, se encuentran en contacto con organismos internacionales.
3A pesar de lo interesante que resulta este fenómeno como objeto de estudio (Lara Millán, 2008, 2009; Lewis, 2000), no logra dar cuenta de los otros usos sociales de aquellas categorías que remiten a la herencia africana en el México urbano y contemporáneo. Estos usos son los que aparecen en el marco histórico de la transformación de las representaciones –tanto del mestizaje como de las identidades regionales–, pero también los que se observan en situaciones concretas de lo cotidiano. En los espacios urbanos, por ejemplo, la dimensión étnico-racial no se encuentra necesariamente presente y puede tomar varios significados según los contextos: de valoración a estigmatización y de la expresión de un “plus espiritual” (Waters, 1993) a exclusión.
4A pesar de la larga historia de Veracruz como puerto de llegada, del comercio de esclavos africanos y del reconocimiento político gradual de la importancia de la raíz africana dentro de la cultura local, no se observan –en la ciudad– actividades colectivas encaminadas a formar una conciencia de pertenencia a un grupo social autoidentificado como “negro”, afromestizo o afrodescendiente. Tampoco se puede destacar la existencia de organizaciones negras, cuya labor se centre en el reconocimiento y la legitimación de este tipo de identificación étnico-racial. De esta manera, la idea de un grupo específico afroveracruzano o una comunidad negra de Veracruz no tiene mucho sentido dentro del espacio urbano, donde los habitantes se identifican más a partir de distinciones de clase o diferencias regionales.
5Muchas veces de manera indistinta, el término jarocho se usa para nombrar a los habitantes del Estado, de la costa o de la ciudad de Veracruz. Por lo tanto, este vocablo remite más a la problemática del mestizaje o a un mestizaje específico –y a sus diferentes raíces– que a la cuestión de la negritud. Aunque, en un momento de la historia local, se podía hacer referencia con este término a la población negra y rural del sur del Estado de Veracruz (Delgado Calderón, 1995, 2004; Pérez Montfort, 2007a).
6Además, las variaciones somáticas entre los habitantes (color de la piel, morfología, rasgos) son escasas, lo que no deja de provocar el desconcierto de los militantes afrodescendientes de Norteamérica cuando visitan Veracruz. Ellos esperan encontrar una población negra que comparta su misma condición, pero no logran entender las reglas del juego de las identificaciones étnico-raciales que sustentan las relaciones sociales, las políticas públicas y las descripciones de la ciudad y sus habitantes. Una de las características de la vida urbana en México es, sin duda, el uso constante de las categorías étnico-raciales (indígena, mestizo, criollo, moreno, negro, mulato, güero), aunque sean pocos los rasgos que marquen las diferencias.
7Al visitar Veracruz, una de las cosas que más sorprende a los conocedores de otras regiones de América marcadas por la historia de la esclavitud, es el uso del término “negro” para identificar a personas que, en otros lugares, serían clasificadas como “claras”. Sin embargo, la población local, acostumbrada a construir distinciones a partir de diferencias somáticas poco contrastadas, asocia muchas veces la piel muy oscura y los rasgos negroides con características extranjeras-particularmente de cubanos, dado el lazo estrecho entre Cuba y Veracruz.
8Después de presentar, en el segundo capítulo, algunos elementos que permitan entender la evolución y las características actuales de la ciudad de Veracruz, nos ubicaremos en el marco de la política descentralizada de los años ochenta (capítulo 3). Esta política hizo énfasis en el anclaje caribeño de la cultura popular local y en la influencia de la “tercera raíz del mestizaje”, fomentando la transición de un periodo histórico de ignorancia e indiferencia frente a la herencia africana (1930-1960) a un periodo en el que la “raíz africana del mestizaje” se reconoce como parte de la representación de la identidad local.
9A partir del análisis de las descripciones elogiosas de la ciudad en las guías turísticas y de los relatos más eruditos y académicos de la historia citadina, en el cuarto capítulo pondremos énfasis en la relación explícita e implícita entre la definición festiva y alegre de Veracruz, su inserción en el espacio caribeño y las aportaciones de rasgos culturales, físicos y psicológicos asociados con la herencia africana.
10El capítulo siguiente girará en torno a la patrimonialización de un antiguo barrio popular, el cual estaba ubicado fuera de las murallas que se desmantelaron a finales del siglo XIX. Actualmente, este barrio forma parte de los programas de renovación y turismo del centro histórico. Después de haber estudiado la evolución del discurso historiográfico, veremos la manera en la que este barrio se destacó, gracias al activismo militante de diferentes líderes. Este activismo logró proporcionarle a la cultura popular de Veracruz un sello de autenticidad, pues la “herencia africana” y “afroantillana” de este antiguo “barrio de negros” –o lugar de experimentación de una “civilización popular” nacida de un “mestizaje específico”– se convierte en una de las principales fuentes de desarrollo para el turismo cultural.
11A partir de lo anterior, se puede también observar un énfasis en la dimensión cultural negra o africana –bajo las formas musicales populares de la ciudad y la región, es decir, el son jarocho tradicional y la música afroantillana ó afrohispánica de las Antillas. En los dos casos, en el capítulo sexto veremos cómo estas expresiones remiten de forma recurrente a las raíces del mestizaje y a las diferentes influencias culturales consideradas como constitutivas de la “identidad” veracruzana. Este proceso permite elaborar una definición de “lo que somos” a partir del reconocimiento del mestizaje entre diferentes culturas, grupos y razas, y que puede hacer énfasis en la dimensión afro.
12El último capítulo analizará los mecanismos entrecruzados que producen diferencias entre clase, género y raza, tal como se manifiestan en las experiencias cotidianas de la vida social de Veracruz. Nuestro interés girará en torno a las formas de expresión moral de la sociedad local, con base en las apariencias, el color de la piel, la forma de vestir y comportarse, las actividades y el espacio para la vida social. Esta parte del análisis pretende ir más allá de la exclusiva observación de las expresiones de racismo en la ciudad y de las concepciones relativas a lo racial de la sociedad, a partir de las cuales los actores se posicionan, hacen juicios, actúan y justifican sus comportamientos. En la última parte de este capítulo, analizaremos la dimensión actoral de estas fronteras a partir de observaciones etnográficas llevadas a cabo en una discoteca de la ciudad, conocida por su promoción de la música y la cultura del reggaeton,3 y por el espectáculo organizado por el animador principal que hace de este lugar una especie de teatro popular de los tiempos modernos (capítulo VII).
Notes de bas de page
1 Este trabajo se realizó en el marco de un convenio de investigación entre el ird (Instituto de Investigación para el Desarrollo, por sus siglas en francés), el ciesas (Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social) y el inah (Instituto Nacional de Antropología e Historia). También, se benefició del apoyo de dos programas de investigación:afrodesc: Programa de la anr (Agencia Nacional para la Investigación, por sus siglas en francés) y la aird (Agencia del Instituto de Investigación para el Desarrollo, por sus siglas en francés) llamado “Afro-descendientes y esclavitudes: dominación, identificación y herencias en las Américas (siglo xv-xxi)” (http://www.ird.fr/afrodesc/); eurescl: Programa europeo 7mo pcrd eurescl “Slave Trade, Slavery, Abolitions and their Legacies in European Histories and Identities” (http://www.eurescl.eu/).
2 En el presente trabajo y en la realidad del México contemporáneo, el término de negritud no remite al movimiento de la negritud como corriente literaria y política creada después de la Segunda Guerra Mundial, y ligada al anticolonialismo a través de escritores como Aimé Césaire y Léopold Senghor. Este término corresponde más bien a la traducción al español del término inglés blackness, tal como se usa en el ámbito académico y en las organizaciones afronorteamericanas.
3 El reggaeton nació en Puerto Rico a principios de los años noventa y se difundió rápidamente en toda América Latina. Es una música popular valorada por la juventud de los barrios populares y, como el rap en Estados Unidos, se desarrolló como una forma de expresión cultural basada en la desconfianza, la valentía, el hablar duro, la extrema virilidad de los muchachos y la extrema sexualidad de las muchachas.
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