5. L’intégration aux marchés, support d'une intensification ?
Might integration in markets enable intensification?
La integración a los mercados... ¿puede ella permitir la intensificación?
p. 161-199
Résumés
In order to decrease the fall in the profitability of traditional maize and sesame crops, attempts at intensification from the mid-1970s onwards have resulted in the irrigation of over 4,000 hectares in the Southern part of the region. Some traders started to develop tomato and above all melon production for export or for urban markets. However, vegetable production requires considerable operating capital and access to markets is still controlled by large trade monopolies. Access for a producer with no capital is only possible through a sharecropping arrangement with a trader who undertakes to supply all the inputs and to sell the crop.
Relations of production are often even more unfavourable. The greater part of melon production is performed by North American entrepreneurs who rent the land nearest the main watercourses from ejidos and installe irrigation Systems themselves. The rent paid to the ejidatario is no more than the added value that he would have gained from a rainfed maize crop. The profit that he can obtain lies more in the guarantee of work for himself and his family throughout the production cycle. In any case, the farmer receives only a fraction of the added value created on his land. He earns half if he is a sharecropper and less if his land is rented.
The substantial profits of vegetable production considerably increased farmers’ incomes. However, this intensification remains limited in area (no more than 1% of the land in the region is irrigated or irrigable) and in time. High temperatures and the repetition of crop cycles also enhance the spread of pests and a parallel increase in production costs. Dwindling margins soon lead to the shifting of investors to Virgin’ land where their profit margins are sure to be higher. The conditions of intensification thus remain extremely precarious, concern a limited number of producers and do not seem to change the imbalances of the agrarian System in the Tierra Caliente area.
Small farmers had to leave the region once again to seek income to enable them to survive. The migratory routes that established after agrarian reform became extended to the USA where wages are ten times as high. This severely sanctioned illegal immigration is therefore based on clandestine networks whose effectiveness (and the profits that may be hoped for) depends in the amount that the immigrant can afford. Prices start at 400 dollars - nearly 6 months of the lowest wages - and so the option is not available to the poorest. However, it enables the survival of many holdings whose structures fall short of sustainability. However, it is much rarer for the arrival of dollars to increase operating capital. As the largest profits are more readily available to the livestock farmers, emigration increases the difference in accumulation and enhances the capacity of expansion of the oligarchies.
Growing cannabis offers even better prospects for earning money, as long as the particularly violent repression is avoided. The hemp plants have to be hidden and so the crop is scattered over a very large area. The small minifundia farmers thus only have access to the enormous rents from hemp trafficking by sharecropping the rangeland of a large cattle breaders or by being a wage-earner on the plantations. They also bear the brunt of repression. The difference in accumulation by cattle breaders and minifundia farmers increases here again.
The many departures for the USA or for the cannabis plantation have contributed to increasing the cost of agricultural labour in the Tierra Caliente area. The daily wage paid during peak periods of the rainfed crop cycles increased by 150% in real terms from 1980 to 1989. The rise first affected small growers of maize or sesame, both of which are labour-intensive crops. The farmers reacted by simplifying their crop management sequences and hence reducing yields, without it being possible to make up for the loss by increasing the cultivated area. As cultivation seasons lasting three or four months is not favourable for the survival of a large population of labourers or part-time farmers. The impoverishment and exodus of poor farmers continued, aggravating the seasonal shortage of labour.
Para contrarestar la pérdida de rentabilidad de los cultivos tradicionales de maíz y de ajonjolí, algunos intentos de intensificación han surgido desde mediados de los años 1970, a raíz de la irrigación de más de 4,000 hectáreas en la parte sur de la región. Algunos comerciantes han impulsado los cultivos de tomate y, sobre todo, de melón destinado a los mercados urbanos o de Estados Unidos. Pero la producción de hortalizas requiere de un capital productivo muy importante y el acceso a los mercados está controlado por poderosos monopolios comerciales. Para el campesino desprovisto de capital, tal acceso sólo es posible mediante contratos de aparceria con un comerciante que se encarga de proporcionar los insumos y de vender la producción.
Con frecuencia las relaciones de producción resultan aún más desfavorables. La mayor parte de la producción de melones está en manos de empresarios norteamericanos que alquilan las tierras de los ejidos cercanos a los principales ríos, instalan ahí la infraestructura de riego y se hacen cargo del cultivo. La renta que pagan al ejidatario no rebasa entonces el valor agregado que este podría obtener de un cultivo de maíz de temporal y el beneficio que saca reside más en el hecho de que se le garantiza el empleo para su familia durante todo el ciclo de producción. En todo caso, el campesino sólo recibe una fracción del valor creado de su parcela: la mitad si está en situación de mediero, y mucho menos si alquiló su tierra.
Las utilidades generadas por la producción de hortalizas podrían sin embargo incrementar sensiblemente los ingresos de los campesinos. Pero el alcance de tal intensificación esta limitado tanto en el espacio (las tierras que pueden beneficiarse del riego no representan más del 1% de la superficie regional) como en el tiempo. Las altas temperaturas y la repetición de los ciclos de cultivo favorecen la multiplicación rápida de los parásitos y el aumento paralelo de los costos de producción. A corto plazo, la merma de sus márgenes de beneficio lleva los “inversionistas” a desplazarse hacia tierras “vírgenes”, donde están seguros de aprovechar tasas de ganancia más altas. Las condiciones de la intensificación siguen siendo, pues, muy precarias. Estas implican a un número limitado de productores y no inducen una modificación sensible de los desequilibrios del sistema agrario de la Tierra Caliente.
Una vez más, los campesinos pobres tienen que buscar fuera de la región los ingresos necesarios a su sobrevivencia. Los circuitos migratorios que se habían desarrollado hacia las áreas de riego del país se han extendido a los Estados Unidos, donde los salarios son 8 a 10 veces superiores. Se trata de una migración ilegal, duramente reprimida, que descansa en gran medida sobre redes clandestinas cuya eficacidad (y los beneficios que se pueden esperar) son función de la inversión que el candidato puede realizar. El costo del pasaje asciende por lo menos a 400 dólares, o sea seis meses del salario mínimo. Esta alternativa resulta, pues, fuera del alcance de los más pobres.
La migración permite sin embargo la sobrevivencia de muchas explotaciones cuyas estructuras productivas se ubican por debajo del umbral de reproducción. Pero los envíos de dólares raras veces permiten elevar el capital de explotación. Los grandes ganaderos están en la mejor posición para sacar el mayor provecho de la migración y ésta contribuye al cabo a reforzar las diferencias de acumulación y la capacidad de expansión de las oligarquías.
El cultivo de la marihuana ofrece posibilidades de enriquecimiento aún más grandes, siempre y cuando se pueda evitar una represión muy violenta. Para lograrlo, es necesario atomizar la superficie cultivada en un espacio muy grande para disimular los plantíos de marihuana. De suerte que los campesinos minifundistas sólo puedan acceder a las rentas generadas por el tráfico mediante contratos de aparcería en los agostaderos de los grandes ganaderos o trabajando de peones en sus sembradíos. Son ellos los que soportan el peso de la represión. En este caso también, el narcotráfico contribuye a ampliar el diferencial de acumulación que existe entre ganaderos y “golondrinas”.
Las numerosas partidas hacia Estados Unidos o las plantaciones de marihuana han propiciado un incremento considerable del costo del trabajo agrícola en la Tierra Caliente. El salario atribuido a los peones en lo más algido del trabajo de temporal ha aumentado un 150% en términos reales entre 1980 y 1989. El alza afecta sobre todo a los pequeños productores de maíz y ajonjolí (cultivos que requieren de mucho trabajo), los cuales han reaccionado simplificando los itinerarios técnicos, es decir limitando los rendimientos, sin poder compensar esa merma con un incremento de la superficie cultivada. La duración del ciclo de temporal (3 a 4 meses) tampoco permite la sobrevivencia de una numerosa población de jornaleros. La mina y el éxodo de los campesinos pobres se amplifican, y contribuyen a reforzar la penuria estacional de la mano de obra.
Texte intégral
1Il est devenu aujourd’hui évident que seule une intensification ou la double activité peuvent contrebalancer l'expansion de l'élevage naisseur et la marginalisation d'un nombre grandissant de paysans minifundistes. Or la région n’est pas dénuée d’atouts dans cette perspective : son désenclavement relatif et son climat, favorable à la production de denrées tropicales tout au long de l’année, permettent d’envisager la production de fruits et de légumes frais destinés aux marchés urbains du Mexique ou des États-Unis en contre-saison, lorsque l’hiver entrave la culture de ces denrées au nord des Terres Chaudes.
2Une telle activité génère des revenus élevés et beaucoup d’emplois, mais elle exige aussi une augmentation sensible du capital productif des exploitations et requiert des relations privilégiées avec certains monopoles commerciaux qui contrôlent l’accès aux marchés. Elle implique donc un investissement et une prise de risque difficilement supportables par la petite paysannerie, à moins qu’elle se soumette à des rapports de production très défavorables avec les détenteurs du capital. En fait, les solutions les plus facilement accessibles, celles qui emportent l’adhésion du plus grand nombre, l’émigration temporaire vers les États-Unis et la culture ou le trafic de drogues, contribuent à renforcer les activités qui font l’usage le plus extensif de la terre, à accélérer la prolétarisation des paysans minifundistes et la concentration foncière.
SE RAPPROCHER DES MARCHÉS URBAINS : COMMENT CONTOURNER LES MONOPOLES COMMERCIAUX ?
Les tentatives d’intensification en agriculture pluviale se heurtent aux coûts de production et à l’étroitesse des marchés
3La crise qui a touché la production de sésame dès le début des années soixante-dix sur le piémont de l’Altiplano a conduit très tôt les paysans à chercher une culture de rente qui puisse se substituer à l’oléagineux dans les rotations culturales, sans modifier l’organisation du travail ni les orientations techniques des exploitations. La culture de l’arachide, qui avait connu une timide diffusion sur les sols sableux du município de Nocupétaro au début des années cinquante mais qui avait vite régressé face au sésame, a alors bénéficié d’une nouvelle impulsion. Au cours des années soixante-dix, en liaison avec le désenclavement progressif de cette partie des Terres Chaudes, des acheteurs commissionnés pour l’approvisionnement de l'industrie des friandises du Bajío et de San Luis Potosi ont commencé à financer la production d’arachide autour du village de Nocupétaro (fig. 31).
4Dans les Terres Chaudes, la récolte, effectuée dès la fin septembre, devance d’un bon mois celle d’autres régions productrices telles que Salvatierra ou Chihuahua plus au nord. Elle peut bénéficier de prix très favorables : en 1988, la culture d’un hectare d’arachide procurait un bénéfice moyen dépassant le demi-million de pesos, contre à peine 50 000 pesos pour le maïs et un solde négatif pour le sésame. L’introduction d’une plante légumineuse sur les sols épuisés par la culture prolongée du sésame a eu également un effet initial favorable sur les rendements du maïs qui lui succède dans les rotations. Les superficies cultivées dans la région de Nocupétaro ont donc augmenté rapidement pour atteindre 700 hectares vers 1980 (S. Diaz et al., 1985). Mais depuis lors elles ont stagné et même régressé, pour ne plus dépasser 450 hectares au cours des cinq dernières années (tabl. XII). La culture de l’arachide n’a pas davantage franchi les limites du piémont. Pour quelles raisons ?
5Un premier élément d’explication réside dans les coûts de production de la légumineuse, qui sont deux fois plus élevés que ceux du maïs et qui, jusqu’en 1987, n’étaient pas couverts par les crédits de campagne de Bannirai. Si l’arachide, en tant que plante fixatrice d’azote, requiert peu d’engrais (dans la plupart des enquêtes effectuées, l’apport de fertilisants était nul), elle s’avère en revanche très exigeante en main-d’œuvre, pour les sarclages, avec des besoins doubles de ceux de cultures telles que le maïs ou le sésame, et surtout pour la récolte. Comme dans le cas du sésame, on dispose d’un temps très court pour déterrer les gousses : il faut les récolter avant que les plantes et le sol ne se dessèchent, pour éviter le risque de voir les fruits pris dans la terre. Or la période de récolte coïncide à peu près avec les travaux de coupe du sésame. La demande en main-d’œuvre au niveau régional croît donc considérablement sur un court laps de temps et les salaires augmentent alors de 25 à 33 %. Survenant à l’époque de la soudure, lorsque les besoins de trésorerie sont les plus importants, ce coût est insurmontable pour la plupart des producteurs. La déficience des crédits officiels les oblige donc à recourir aux circuits de l’usure et aux prêts des commerçants locaux.
6Ici intervient la structure du marché auquel sont liés les producteurs d’arachide : un seul industriel de San Luis Potosi traite chaque année entre 80 et 90 % de la production régionale, par l’intermédiaire de trois commerçants de Nocupétaro. C'est lui qui détermine la superficie qui bénéficiera d'un financement et qui fixe le prix auquel la production sera commercialisée. La relative étroitesse du marché et la puissance de l’acheteur, l’un des plus importants intervenants sur le marché national, propriétaire de deux usines de transformation et de conditionnement de fruits secs, laissent peu d’autonomie aux producteurs. Il faut voir dans l’actuelle stagnation des superficies les limites imposées par un acheteur unique qui dicte les conditions de la production.
7Ces circonstances ont conduit à une tentative d’organisation des producteurs, similaire à celle qui avait eu lieu pour le sésame au début des années quatre-vingt, autour d’une coopérative de transformation et de commercialisation de l’arachide. En 1987, les pouvoirs publics ont financé à Nocupétaro la construction et l’équipement d'un bâtiment où l’on pouvait effectuer la torréfaction des cacahuètes, leur décorticage et diverses opérations de salage ou d’enrobage. On espérait écouler directement les friandises sur les marchés urbains et bénéficier ainsi d’une valeur ajoutée importante. La mise en service de cette unité, aux mains d’une association locale de producteurs, fut accompagnée d’une timide intervention de Banrural pour le financement de la culture. Dès la récolte de 1987, la coopérative a mené une véritable guerre des prix contre les intermédiaires locaux, et les rémunérations offertes aux producteurs furent multipliées par trois en quelques mois1. Au terme de ce bras de fer, la coopérative exsangue a finalement dû déposer son bilan au printemps 1988 et l’acheteur de San Luis est resté maître du terrain. Les choses étant rentrées dans l’ordre, le prix au producteur à la récolte de 1988 a pu être maintenu au niveau qui était le sien l’année précédente, ce qui équivalait à une réduction de 45 % en termes réels2.
8Parce qu’elle se substitue au sésame et présente les mêmes caractéristiques, depuis le financement jusqu’à la commercialisation, en passant par les aspects techniques et sociaux de la production, la culture de l’arachide pose des problèmes similaires. Sa diffusion et sa rentabilité dépendent de conditions de crédit et de commercialisation imposées dans une situation de quasi-monopole et l'essentiel des bénéfices demeure concentré dans les mains de quatre intermédiaires. Elle ne saurait constituer une réelle solution de remplacement pour la paysannerie des Terres Chaudes, en dehors des quelques centaines de producteurs bénéficiant d’un financement privé et aléatoire.
9La production de piments, qui s'est développée récemment, et de façon très localisée, dans la région rencontre des limites similaires. Depuis une dizaine d’années, de petites superficies de piments ancho et guajillo sont en effet semées dans le município de Carácuaro (fig. 31), autour des hameaux de Santa Fé, El Naranjo et Los Chilares (qui doit son nom à cette culture). Ce développement s'inscrit dans des contraintes similaires à celles qui ont conditionné l’essor de la culture de l’arachide quelques kilomètres plus au nord. Il correspond à l’arrivée de commerçants d’Acapulco et de Puebla qui cherchent à approvisionner des marchés où la demande est constante et les prix rémunérateurs. L’éloignement des principales places de vente (il faut neuf à dix heures de route pour aller de Carácuaro à Puebla ou à Acapulco) a facilité la concentration de ce commerce en peu de mains. On retrouve donc des conditions de production semblables à celles qui caractérisent la culture de l’arachide : la récolte de piments est financée et achetée dans sa totalité par deux commerçants d’Acapulco et un propriétaire de la région. Ce dernier concentre à lui seul les deux tiers de la production régionale, qu’il adresse ensuite aux acheteurs de la ville de Puebla3.
10Un système de financement a été mis en place qui inclut la fourniture d’engrais et de produits phytosanitaires et les quantités d’argent nécessaires au recrutement de la main-d’œuvre. Car plus encore que l’arachide, le piment est une culture intensive et exigeante en travail et en capitaux. Elle requiert la mise en place d’une pépinière en fin de saison sèche, le repiquage des plants sur un sol plusieurs fois retourné et récemment défriché et quatre à cinq sarclages avant la récolte qui s’étend, par des coupes journalières, sur tout le mois de septembre. Ces travaux exigent le recours à une main-d’œuvre temporaire abondante. À ces recrutements, qui provoquent une compétition sévère avec les cultures vivrières, s’ajoute l’emploi massif de produits anti-parasitaires souvent coûteux, une pulvérisation devant être effectuée tous les dix jours environ.
11Malgré un revenu monétaire qui dépasse souvent 70 % des coûts de production, le capital requis pour se lancer dans la culture est si important4 qu'elle demeure limitée à un petit nombre de producteurs qui bénéficient de l’appui des commerçants privés. Même pour ces privilégiés la prise de risques demeure considérable, eu égard à l’investissement réalisé, car les parasites et les maladies cryptogamiques peuvent anéantir la production. En revanche, les intermédiaires minimisent les leurs : les piments sont payés au producteur après leur revente et le prélèvement d’une commission correspondant au tiers du bénéfice réalisé. Il semble enfin que les débouchés demeurent limités à l’absorption d’une cinquantaine de tonnes, soit la production d’une centaine d’hectares, et que cette capacité soit déjà atteinte, comme en témoigne la stabilisation des superficies cultivées depuis 1985 (tabl. xii).
Tableau xii. Évolution des superficies d’arachide et de piment dans les Terres Chaudes entre 1978 et 1988 (en hectares)

Sources : S. Diaz et al., Sarh, District IX, Huetamo.
12Les possibilités d’intensification et d’accumulation en agriculture pluviale apparaissent donc réduites et subordonnées à des relations privilégiées qui ont pu être tissées avec un petit nombre de commerçants. Les coûts de production des cultures de substitution du sésame, l’exiguïté des débouchés et leur éloignement semblent priver les producteurs d'une quelconque autonomie. Il n’est pas surprenant que les cultures de piment ou d’arachide se soient développées là où les conditions de production du sésame étaient les moins favorables. Il est probable que des stratégies de substitution similaires vont apparaître en agriculture pluviale dans les plaines de Huetamo-San Lucas ou de Tiquicheo. Des semis de tomates et de piments sont d’ailleurs à nouveau entrepris sur les versants frais qui dominent Huetamo et de petites superficies d’arachide sont cultivées à proximité de la ville. Mais ces productions sont destinées au marché local et ne sauraient constituer une solution pour un grand nombre de producteurs.
13C’est en fait au cours du cycle de cultures d’automne-hiver que l’expression des stratégies d’intensification est la plus évidente. Ces dernières sont devenues possibles grâce au développement de périmètres irrigués au début des années soixante-dix. Elles ont pris une importance considérable dans les Terres Chaudes depuis une douzaine d’années.
L’irrigation : maraîchage ou productions fourragères ?
14Lorsqu’en 1960 fut mise sur pied la « Commission du Balsas », on a pu penser que les Terres Chaudes allaient bénéficier d’un « miracle économique » similaire à celui de la dépression voisine du Tepalcatepec, où près de 75 000 hectares avaient été ouverts à l’irrigation entre 1947 et 19605. La Commission prévoyait la construction d’importants barrages sur le Balsas et ses principaux affluents, de façon à irriguer 80 000 hectares de part et d’autre du fleuve. Nombre de ces projets n’ont été que des « éléphants blancs » et en 1986, vingt-cinq ans après le lancement du programme, moins de 30 000 hectares avaient été dotés d’une infrastructure d’irrigation. Dans le sud-est du Michoacán, ces travaux ont concerné 4 400 hectares dans le município de San Lucas, 300 environ dans celui de Huetamo et moins de 200 près de Tiquicheo, au total moins de 1 % de la superficie régionale (fig. 31). Dans la plupart des cas, l’infrastructure ne fut mise en service que dans la deuxième moitié des années soixante-dix et les ressources en eau se sont souvent avérées insuffisantes pour permettre la culture en fin de saison sèche. Seuls les terrains du município de San Lucas qui sont situés entre la rivière Cutzamala et le Balsas disposent d'une alimentation en eau suffisante et régulière.
15Initialement, l’irrigation a peu modifié l’organisation des systèmes de production. Tant que la rentabilité du sésame est demeurée suffisante, l’oléagineux a constitué l’essentiel des semis durant le cycle pluvial. Sa récolte au mois d’octobre permettait de semer très tôt le maïs irrigué, que l’on pouvait moissonner à son tour dès le mois d’avril, lorsque la demande des éleveurs pour les fanes était la plus forte. Il est d’ailleurs significatif que les premières enclosures se soient développées dans ce secteur dès le début des années soixante-dix, avant de se propager ensuite vers le nord de la région. Cette organisation a cependant été remise en cause depuis une quinzaine d’années par l’essor parallèle des cultures de primeurs de contre-saison (tomates, piments, pastèques, melons) et des productions fourragères (sorgho et sorgho fourrager).
16Le développement de l’irrigation dans les Terres Chaudes a en effet éveillé l’intérêt des grands commerçants en fruits et légumes de la ville de México, qui espéraient diversifier leurs sources d’approvisionnement. Ils se sont appuyés sur certains propriétaires et entrepreneurs de la région pour mettre en place un réseau de financement et drainer la production locale de primeurs. Compte tenu des coûts élevés de ces cultures (main-d’œuvre, engrais et produits phytosanitaires : l’exploitation d’un hectare de tomates requérait durant la saison sèche 1988-1989 un investissement dépassant 3 millions de pesos, soit la valeur de 7,5 tonnes de maïs ou sept mois de salaire d’un journalier agricole), un tel financement est indispensable. Il est effectué à travers une « association » avec un entrepreneur local, en général un gros éleveur ou un commerçant. Le paysan doit fournir sa terre et son travail en échange des intrants et d’avances en argent. L’entrepreneur se charge de commercialiser la production, se rembourse de son investissement et prélève la moitié du bénéfice final. Le petit producteur se retrouve donc en situation de métayer sur sa propre parcelle, comme c’était le cas au lendemain de la Réforme agraire, mais cette fois pour un bénéfice nettement supérieur : au printemps 1989, une fois le partage effectué avec le commerçant, son revenu pouvait s’élever à plus de un million de pesos.
17Avec ces revenus, le paysan pourrait théoriquement entreprendre seul la culture, au terme de quelques années « d’association ». Mais le marché des produits frais est trop fluctuant pour permettre à qui n'en connaît pas tous les tenants de s’y risquer. Pendant la plus grande partie de l’hiver, le marché de México est saturé par la production des régions de Puebla, Cuernavaca ou de Zitácuaro, plus proches et placées dans des conditions de productivité supérieure. Le bas niveau des prix remet alors en question la rentabilité de la production dans les Terres Chaudes. Il faut impérativement récolter au mois de janvier ou durant une brève période au mois de mars pour profiter de cours plus élevés6.
18De plus, le commerce des fruits et légumes sur les marchés de México, Toluca ou Morelia est l’objet d’une très forte concentration7. La concurrence entre grossistes étant peu soutenue, il est très difficile d’y obtenir des prix rémunérateurs pour qui n’a pas passé un contrat de vente avec l’un d’eux. Les exemples ne manquent pas de producteurs partis « chercher l’acheteur » et qui, parvenus à Toluca ou México, ont dû se débarrasser de leurs fruits et légumes à un prix qui couvrait à peine les coûts du transport et de la récolte8. L’appui d’un grossiste et l’appropriation d’une rente par celui-ci sont donc des données incontournables de cette spéculation. Ces conditions défavorables au producteur ont conduit à la réduction rapide des superficies de tomates, courgettes, piments et pastèques, à partir du moment où des financements sont devenus disponibles pour la culture de fruits d’exportation (cf. infra). Elles ne dépassent plus désormais quelques dizaines d’hectares chaque année.
19La production de maïs irrigué reste finalement une culture de « repli » beaucoup plus accessible à la majorité des producteurs, tant du point de vue des capitaux nécessaires que de la maîtrise des itinéraires techniques. L’irrigation permet d’augmenter les densités de semis et les doses de fertilisants, pour obtenir des rendements qui dépassent 15 quintaux. Mais la production de grain sec n’est plus l'objectif principal des paysans. Depuis quelques années, des commerçants de Toluca ou de México viennent acheter les épis tendres produits sur les périmètres irrigués qui bordent le Balsas. Il est ainsi possible de valoriser la récolte de maïs au quintuple du prix du grain sec et pour un investissement relativement faible9. Même si la demande se révèle moins importante que prévue et qu’il faut vendre une partie de la récolte sous forme de grain, la valeur des fanes permet de rentabiliser largement la culture : le prix de vente des fanes progresse de 50 à 70 % entre la récolte du cycle pluvial et le mois d’avril, lorsque la pénurie de fourrages se fait sentir.
20Même sur les terrains irrigués, la spéculation la plus sûre et la moins coûteuse demeure la production fourragère ; l’extension des superficies de sorgho-grain et sorgho fourrager dans le município de San Lucas en témoigne. Ces cultures autorisent plusieurs cycles de production au cours de l'année, sans mobiliser beaucoup de main-d’œuvre : le sorgho fourrager présente une période de développement végétatif de 75 jours, à peine plus longue pour les variétés cultivées pour leur grain (90 jours). Il est donc possible d’effectuer trois cycles de culture dans l’année, entrecoupés de périodes de pâturage d’un mois environ. Après le séjour des animaux, il suffit de faucher rapidement les plantes au machete, puis d'épandre une petite quantité de sulfate d’ammoniaque pour provoquer, avec l'irrigation, la repousse des plantes. Les façons culturales sont réduites aux seuls traitements herbicides et, parfois, à un rapide buttage. Le terrain n’est labouré qu’une fois par an, lorsque l’épuisement des plantes et les piétinements des animaux obligent à un nouveau semis. Contrairement aux fanes qui sont consommées sèches, le sorgho fourrager peut être pâturé au stade de remplissage du grain, lorsque la matière digestible, son contenu protéique et énergétique sont les plus importants. Grâce à une bonne gestion, un hectare garantit ainsi trois mois de pâturage par an pour huit ou neuf vaches et leur progéniture et autorise des charges atteignant 3 UGB10.
21Les exploitations d’élevage qui bénéficient de l’irrigation sont souvent divisées en quatre ou cinq parcelles, où sont effectués des semis de sorgho fourrager et de sorgho-grain, pour obtenir des farines qui seront distribuées aux vaches allaitantes, et éventuellement de maïs, pour la consommation familiale. Les rotations sont alors du type sorgho-grain (un an) - maïs irrigué - sorgho fourrager (douze à seize mois), etc. On parvient ainsi à assurer de façon continue l’approvisionnement du troupeau en fourrages grossiers et en farines céréalières, sans recourir à l’achat d’aliments.
22Cette organisation a permis à certaines exploitations situées sur les périmètres irrigués de San Lucas d’effectuer une spécialisation relative dans la production laitière : il s’agit de la zone où les croisements avec des reproducteurs de races Brune des Alpes, voire Holstein, sont les plus fréquents. Grâce aux cultures irriguées, les vaches sont traites toute l’année sans que l'on fasse appel à d’autres aliments concentrés que ceux produits sur l’exploitation.
23L’existence de prairies temporaires de sorgho fourrager favorise leur entretien à proximité des habitations en toute saison et sans recourir aux parcours naturels. Elle permet donc de réduire les déplacements des animaux, autorise de plus hauts niveaux de production laitière et facilite l’évolution des systèmes d’élevage vers la stabulation permanente et un meilleur suivi du bétail.
24Mais les productions fourragères ne sont plus l’apanage des seuls éleveurs. Nombre de petits éjidataires dépourvus de bétail sont également concernés par la culture du sorgho. Durant le cycle pluvial, le développement rapide de la graminée leur permet d’effectuer la récolte très tôt et de vendre les résidus de culture pour une brève période avant de labourer le terrain et de semer le maïs irrigué. Après la vente des épis tendres ou la récolte du grain, les fanes sont de nouveau monnayées en fin de saison sèche, lorsque leur prix est le plus élevé. La monoculture du maïs n’autoriserait pas les mêmes bénéfices car le cycle végétatif de cette plante et sa récolte s’étendent sur plus de cinq mois. Le paysan ne disposerait donc pas du temps nécessaire au pâturage des fanes, puis à la préparation du sol et au semis pour réaliser deux cultures au cours de l’année.
25En fait, depuis l'abandon du sésame, le sorgho est la seule production qui permette la culture continue des terres irriguées avec des coûts de production limités. Pour les mêmes raisons et grâce au faible travail qu’elle exige, la culture du sorgho s’adapte parfaitement aux stratégies de migration et de double emploi mises en œuvre par les paysans pauvres. Ces conditions ont favorisé l’accroissement des superficies fourragères et leur extension au détriment des autres cultures, maïs compris. Ce dernier est désormais surtout semé comme culture de contre-saison, dans l’espoir de pouvoir vendre une partie de la production en épis tendres. Mais là où les acheteurs de l’Altiplano n’arrivent pas (comme sur les terres irriguées de Tiquicheo), les superficies tendent à se limiter aux seuls besoins familiaux.
26Il semble donc que le type de développement basé sur l'élevage ne puisse être remis en question, même dans les zones récemment ouvertes à l’irrigation. Des opportunités existent pourtant, qui assurent une augmentation considérable des revenus à l’hectare. Mais Banrural a renoncé à toute intervention dans la production maraîchère depuis plus d’une douzaine d’années. La tendance actuelle à l’amenuisement des crédits de campagne ne laisse entrevoir aucun revirement dans ce domaine. Le monopole des grands commerçants ne devrait donc pas être menacé et l’accès au marché demeurera conditionné. Il est cependant un élément qui peut remettre en question ces tendances : récemment, des capitaux nord-américains ont été investis massivement dans la culture et l'exportation du melon. Et ce phénomène a pris une telle dimension économique et sociale que son impact dépasse désormais largement le cadre des périmètres irrigués.
L'EXPORTATION DE PRODUITS MARAICHERS : QUELLES PERSPECTIVES POUR LES PAYSANS DES TERRES CHAUDES ?
27Depuis le début des années cinquante, la politique des grands travaux d’irrigation menée par les gouvernements successifs a favorisé l’émergence d’un groupe d’entrepreneurs mexicains et étrangers qui financent la production de fruits et légumes (tomates, cornichons, courgettes, pastèques, melons, fraises, mangues, raisins de table, etc.) destinés à l’exportation vers le marché des États-Unis. Ces exportations s’étendent généralement sur sept mois, de novembre à mai, lorsque la demande intérieure nord américaine ne peut être satisfaite par les seuls producteurs de Floride. Avec le printemps en revanche, des barrières douanières sont dressées pour protéger les producteurs nord-américains. Au fil des années, les cultures maraîchères ont pris une importance grandissante dans la composition de la balance commerciale mexicaine, et plus encore depuis la chute des revenus pétroliers : en 1986, avec une valeur de 500 millions de dollars, elles représentaient 46 % des exportations du secteur agricole (élevage exclus) et 3,1 % du commerce extérieur national (J. A. Agustin, 1988).
28Ces cultures ont commencé à se développer il y a plus de quarante ans sur les périmètres irrigués de Sinaloa et de Sonora, les plus proches de la frontière et du marché de la côte ouest des États-Unis. Depuis lors, elles se sont étendues à de nombreux États du Mexique et c’est sans doute dans la dépression du Tepalcatepec, voisine de celle du Balsas, que leur impact a été le plus important. Les cultures de pastèques, cornichons et surtout de melons s’y sont développées, au point d’occuper une superficie excédant 15 000 hectares au début des années quatre-vingt. Dès 1970, la dépression du Tepalcatepec fournissait les deux tiers des exportations de melons et pastèques et près de 60 % du total des melons consommés durant l’hiver aux États-Unis11. Elle attirait déjà un grand nombre des « hirondelles » de la région de Huetamo. Depuis quelques années cependant, le mouvement s’est inversé et les mêmes exportateurs se déplacent désormais en direction des Terres Chaudes du Balsas. Ils y trouvent un important réservoir de main-d’œuvre et des terrains « vierges » où il est possible de développer à moindre coût la culture du melon. Sous leur impulsion, les superficies semées de melons ont été multipliées par sept entre 1983 et 1989, passant de 1200 à plus de 8 000 hectares (fig. 30). En 1988, la dépression du Balsas fournissait environ 10 % des melons cantaloup et une proportion plus grande encore des melons blancs (Honey Dew) importés par les États-Unis12.
Figure 30. L'expansion de la culture de melon pour l'exportation dans la région du Moyen-Balsas (1979-1989).

Sources : URPH, Lázaro Cárdenas del Rio, Sahr Huetamo, Sahr Cd. Altamirano.
29On retrouve à l’origine de cet essor un petit nombre de compagnies multinationales qui sont implantées dans tout le Mexique, mais aussi en Amérique centrale et parfois à l’échelle du continent. C’est le cas de sociétés comme La Chiquita, impliquée dans la production bananière dans le bassin Caraïbe, American Producers (probable filiale de la United Brands, ex-United Fruits) ou la Teddy Bertuca Sales Co., filiale d'un autre géant du commerce des fruits frais, la Mac Manus13. Ces compagnies s’appuient donc sur un bassin d’approvisionnement qui dépasse largement le cadre des Terres Chaudes et la région ne constitue que l’une des pièces de leur stratégie productive. Depuis 1983, elle est pourtant l’objet d’investissements massifs qui ont impulsé la culture du melon hors des limites des périmètres irrigués par les pouvoirs publics. Chaque année, les superficies s’accroissent, grâce au pompage des eaux du Balsas ou de ses principaux affluents (Río Tuzantla, Río Purungueo). Cette technique a permis la constitution de plantations de plusieurs centaines d’hectares, qui représentent aujourd'hui plus de 70 % de la superficie melonnière du district de Huetamo14 (fig. 31).
Figure 31. L'essor des superficies irriguées et des nouvelles productions agricoles (1970-1989).

Sources : enquêtes et Sarh Ciudad Altamirano.
30Les investissements nécessaires à une telle entreprise sont vite rentabilisés : en 1989, un hectare de melons laissait au maraîcher un produit brut variant entre 9 et 10 millions de pesos et un bénéfice de 3 à 4 millions, soit la valeur de dix tonnes de maïs ! Des gains énormes ont permis l’expansion rapide des superficies, mais les conditions de la production en ont fait une spéculation qui profite surtout aux élites régionales et aux compagnies nord-américaines qui détiennent le capital.
31Les producteurs de melons sont regroupés au sein de dix associations locales15, censées défendre au mieux leurs intérêts : elles sont chargées de négocier les quotas de superficies fixés au niveau national pour éviter la saturation des marchés, ainsi que les contrats de financement et de vente avec les institutions bancaires, les compagnies exportatrices et les acheteurs nationaux. Mais alors que Banrural et plusieurs banques commerciales accordent des crédits pour la culture du melon dans d’autres régions, y compris celle de Tuzantla, leur intervention près du Balsas est nulle : « Au sud de Tuzantla, le melon est la chasse gardée des brokers. »16 Banrural invoque les mauvais taux de recouvrement pour justifier son désengagement, mais le système de crédit mis au point par les compagnies nord-américaines, dont les associations locales se portent garantes, démontre que le risque est faible pour les intermédiaires financiers. L’histoire du développement des cultures d’exportation dans la région démontre en fait que les brokers bénéficient de la bienveillance des pouvoirs publics qui leur permettent de fixer à leur gré les conditions de la production. Les crédits de campagne proviennent donc exclusivement de quatre compagnies exportatrices et de trois grossistes de la ville de México qui acquièrent les fruits refusés sur le marché américain17.
32Ces capitaux sont garantis par les associations locales grâce aux bénéfices réalisés sur les opérations d’empaquetage du fruit. Les associations sont en effet propriétaires des installations où la récolte de chaque producteur est acheminée, traitée, triée et calibrée puis empaquetée à destination des États-Unis ou du marché national. Pour chaque caisse remplie par ses soins, l’association prélève une taxe qui s’élève en 1989 à 2,05 dollars pour le melon d’exportation et à 3 000 pesos (1,2 dollar) pour les fruits destinés au marché national. Il s’agit d’une manne considérable puisque chaque association manipule entre 100 000 et 200 000 caisses chaque année. Ces sommes doivent être en partie reversées aux producteurs sous forme de dividendes. Mais elles servent également de garantie pour les bailleurs de fonds qui prennent ainsi un risque minime. Elles sont aussi à l’origine de malversations qui provoquent des tensions permanentes entre les dirigeants des associations et les producteurs.
33Le pouvoir de ces dirigeants réside dans le fait qu’ils sont les seuls intermédiaires entre les acheteurs-bailleurs de fonds, les pouvoirs publics et les producteurs. Le choix des candidats qui bénéficieront du crédit et des permis de semer leur incombe, un choix qui s’effectue en fonction des relations de clientélisme. Mais les avances faites par les acheteurs de fruits, qui incluent les semences hybrides, les produits phytosanitaires, la couverture de certains frais de main-d’œuvre et l'assistance technique, ne représentent en fait que la moitié des coûts réels de la culture. L’investissement que doit réaliser le candidat demeure considérable (deux à trois millions de pesos pour le cycle 1988-1989, soit six mois du salaire minimum alors en vigueur dans la région) et conduit à une sélection très sévère. Ces conditions contraignent les petits éjidataires à s’associer avec un entrepreneur ou des membres des oligarchies locales pour avoir accès au crédit : comme dans le cas des cultures de tomate ou de concombre, ils se retrouvent en situation de métayers sur leur propre terre. L’intermédiaire constitue alors le seul contact avec l’association ; c'est lui qui livre les fruits, réceptionne les tranches de crédit et le produit des ventes. Les enquêtes réalisées dans la région démontrent que le producteur reçoit beaucoup moins que la moitié des bénéfices qui devrait lui revenir18.
34Le procédé de calcul du prix payé au producteur favorise les manipulations. Le prix des fruits destinés à l’exportation est établi chaque jour en fonction des cours sur le marché nord-américain. Or ces cours peuvent fluctuer de plus de 100 % en moins d'une semaine et jusqu’à 500 % sur l’ensemble de la saison. Le producteur amortit l’essentiel de ces variations car les compagnies exportatrices, en plus d'un droit de courtage fixé à 10 ou 12,5 % du prix à la frontière, établissent aussi des coûts d’opération » incompressibles » qui varient autour de 8 dollars par caisse. Le paysan reçoit finalement un reliquat calculé après prélèvement des commissions par les différents intermédiaires19. Les profits des compagnies américaines ne se limitent pas aux opérations effectuées sur le territoire mexicain car la plupart d’entre elles se chargent également de pourvoir directement les grossistes du Texas et de la côte ouest des États-Unis ainsi que les chaînes de supermarchés. J. Lera (1987) calcule ainsi que chaque dollar provenant de l’exportation de melons aux États-Unis rapporte « seulement 30 cents au producteur, 30 cents au broker, et le reste se répartit en frais de transport, stockage, impôts et taxes. En plus, ce dollar en génère deux autres de valeur ajoutée au cours des étapes suivantes sur le marché des produits frais ».
35Les compagnies exportatrices sont pourtant loin de constituer des intermédiaires incontournables, mais en recherchant des financements bancaires autonomes et une négociation directe avec les brokers à la frontière nord-américaine, les associations se priveraient de la rente (2,05 dollars par caisse) que leur versent les exportateurs et qui constitue leur principale source de revenus. Aucun dirigeant n'est disposé à mettre en question un système qui s’est avéré aussi profitable. La même logique les conduit à encourager l’extension anarchique des superficies puisque la commission qu’ils empochent est proportionnelle au volume exporté. Pour éviter l’engorgement des marchés, l’Union nationale des associations de producteurs (UNPH) limite pourtant les superficies et les attribue sous forme de quotas aux différentes régions melonnières avec des dates précises de semis. Mais chaque association négocie de son côté des contrats de financement pour une superficie souvent double de celle qui lui a été fixée et contribue à l’engorgement du marché nord-américain : chaque année, à partir du mois de février, les prix au producteur s’écroulent (voir la fin de ce chapitre).
36Cette instabilité du marché tient en grande partie aux compagnies exportatrices qui, en dehors du contrôle des associations locales, se sont lancées dans la location de terrains éjidaux et dans la production directe. Elles combinent le plus souvent cette forme d’exploitation avec celle, plus classique, du financement et de l’achat du melon au travers des unions de producteurs20. Mais sur des terres où le melon n’a jamais été cultivé, où les problèmes phytosanitaires et les coûts de la culture sont encore réduits, la production directe est beaucoup plus rentable. Les locations de terre concernent alors des superficies très importantes, de plusieurs centaines d’hectares21. Les compagnies y mettent en place toute l’infrastructure d’irrigation (pompes de grande puissance, réservoirs, canaux...), les clôtures sont détruites, les terrains sont totalement déboisés et mis à niveau au bulldozer de façon à constituer une plantation d’un seul tenant et faciliter l’irrigation. Une telle entreprise implique la mise en place d'un capital d’exploitation considérable, mais elle autorise des économies d'échelle non négligeables : la fertilisation et les traitements du sol sont faits par branchement des cuves contenant les produits à répandre sur les canaux d’irrigation, des avions effectuent les traitements phytosanitaires, et les coûts d’acheminement du fruit sont réduits au maximum. Enfin la taille de l’entreprise permet l’embauche d’une main-d’œuvre éjidataire fixe qui, en échange de la garantie d’emploi, accepte des salaires sensiblement inférieurs à ceux qui sont en vigueur dans la région22.
37Deux compagnies exportatrices (American Producers et Shipley Sales) sont ainsi à l'origine du rapide accroissement des superficies de melon, grâce à la location de terrains éjidaux et à l'irrigation par pompage (fig. 32).
Figure 32. Participation directe des compagnies exportatrices à l’essor de la superficie melonnière dans la région de Huetamo (1983-1989).

Sources : associations locales San Lucas, Tiquicheo et Tuzantla, Sarh Huetamo.
38En s’intéressant à des terrains qui n’avaient jamais été irrigués, les compagnies parviennent à louer les parcelles pour une bouchée de pain : Le prix de location de la terre aux paysans se fixe indépendamment de sa valeur commerciale, [...] C’est l'usage que le paysan sans capital d’opération pourrait donner aux terres avec des cultures peu rentables, et non l’utilisation qu’en fera le néolatifundiste, qui fixe le prix de la rente. Le paysan reçoit en paiement la valeur de la récolte probable, presque toujours en maïs, qui a le prix le plus détérioré. »23 Dans les Terres Chaudes, ce précepte s’applique d’autant mieux que ce sont les cultures pluviales qui servent de référence aux éjidataires n’ayant aucune expérience de l’irrigation. Pour la saison 1988-1989, le loyer proposé par les exportateurs équivalait au bénéfice qu’un paysan pouvait tirer de la culture pluviale du maïs, vente des fanes comprise, soit 300 000 pesos24. Les exportateurs parvenant en général à effectuer deux récoltes au cours de la saison sèche, cette rente représentait à peine 1,5 % du produit brut et 3 % des bénéfices qu’ils réalisaient au prix bord-champ.
39La généralisation des contrats de fermage de terrains éjidaux et leur extension à des superficies aussi importantes (environ 5 200 hectares sur le cours moyen du Balsas en 1989) n'a pu avoir lieu sans la collusion des autorités politiques et administratives. Cette pratique étant formellement proscrite par le Code agraire mexicain25, des accords dits » d’association en participation » ont été mis au point qui tentent de la légaliser, au moins en apparence. Selon ces accords, l’éjidataire doit recevoir une quantité d’argent proportionnelle à la récolte effectuée sur sa parcelle, de sorte que la rente versée par la compagnie apparaît comme une simple avance sur un futur intéressement aux bénéfices. Mais les contrats spécifient que pour prétendre au versement du complément, l’éjidataire devra être présent lors du tri et de l'empaquetage de la récolte levée sur sa parcelle. Les conditions posées au respect de cette clause n’étant jamais réunies (la préparation des terrains a souvent fait disparaître les limites entre les lopins), les paiements se réduisent au seul versement de « l'avance » qui est faite en début de saison.
40Les éjidataires ignorent d’ailleurs le plus souvent l’existence d’une telle clause. L’avantage pour eux réside davantage dans les retombées salariales qu'ils peuvent espérer de l’activité des brokers que dans la rente versées par ceux-ci. Car les compagnies s’engagent à employer en priorité les éjidataires et leur famille durant tout le cycle de production, soit environ six mois. Les hommes travaillent sur la plantation et les femmes à l’empaquetage, sept jours par semaine et souvent plus de dix heures par jour pour un salaire quotidien qui ne dépasse pas le minimum légal fixé au niveau national : 8 000 pesos durant la saison sèche 1988-1989. Il s’agit d’un avantage considérable pour les brokers car, dans toute la région, le niveau moyen des salaires est presque deux fois supérieur. En offrant du travail à toute la population pauvre d’un village, les compagnies occupent une position de force dans toutes les négociations relatives aux salaires. Compte tenu de l’importance des frais de main-d'œuvre dans le calcul des coûts de production (environ le tiers du total), les compagnies disposent ainsi de conditions de productivité largement supérieures à celles des producteurs locaux.
41Les contrats ont une durée initiale de cinq ans, au terme desquels les deux parties peuvent reconduire leur association, cette fois saison par saison. Cette pratique laisse aux compagnies le temps de rentabiliser les gros investissements qu’elles réalisent lors de leur implantation dans un village, mais elle leur offre également la possibilité de se retirer dès que la culture devient moins rentable :
42« Il y a une période optimale durant laquelle on peut cultiver melons et pastèques, avant que les coûts ne deviennent prohibitifs, le sol moins fertile et le contrôle sanitaire plus cher. Les Nord-Américains implantés dans la vallée du Tepalcatepec disaient que l’expérience leur avait enseigné que cette période était approximativement de sept ans. »26 À ce terme, les brokers peuvent plier bagages, laissant derrière eux des terres épuisées et infestées par les nombreux parasites du melon. Il leur suffit alors d’emporter pompes et machines vers un autre ejido, voire une autre région, et d'entamer un nouveau cycle.
43En se désengageant localement de la production, les compagnies ne renoncent pas pour autant à la commercialisation, pourvu que les éjidataires assument eux-mêmes les risques de la culture : les marges de bénéfice que permettent le financement et l'exportation demeurent, elles, inchangées grâce à la garantie apportée par les associations. C'est ce qui s’est produit sur les périmètres irrigués de San Lucas, où après une dizaine d’années « d’association en participation » les brokers n’assurent plus, depuis le milieu des années quatre-vingt, que le financement de la production. Dans la région du Moyen-Balsas, grâce à cette stratégie les grandes compagnies ont conservé un contrôle presque absolu sur la production, tout en optimisant leurs bénéfices. En 1989, les trois principales sociétés impliquées dans la région sont ainsi parvenues à contrôler 80 % de la superficie semée en melons de part et d’autre du Balsas (tabl. xiii).
Tableau xiii. Évolution des superficies contrôlées par les principales compagnies exportatrices dans la région du Moyen-Balsas (Michoacán et Guerrero, 1983-1989)

Sources : URPH Lázaro Cardenas del Río, Sarh Ciudad Altamirano et Sarh Huetamo.
* En 1986, La Chiquita a absorbé la société Marvin Schwart qui opérait auparavant dans la région.
44L’impact social de leur implantation est bien sûr considérable : la compagnie American Producers fournit à elle seule du travail à environ 5 000 personnes chaque année27. Sur la seule rive michoacanaise, on peut estimer le nombre d’employés des compagnies exportatrices à 6 500 ou 7 000 personnes, sans tenir compte du personnel recruté par les associations locales ou les producteurs « indépendants ». Bien souvent, la population des ejidos dont les terres sont louées ne suffit pas à satisfaire la demande en main-d’œuvre des brokers. Il faut recourir à des recrutements dans les zones d’agriculture pluviale environnantes. Chaque jour, des centaines de manœuvres sont ainsi transportés vers les périmètres cultivés par les compagnies. Ces dernières prennent cependant bien soin d’alterner les recrutements entre les différents villages pourvoyeurs, afin d’éviter toute organisation possible de cette main-d’œuvre. Depuis 1985, ces réquisitions ont provoqué le rapide déclin des migrations saisonnières en direction du golfe du Mexique, de la vallée d’Apatzingan ou des autres périmètres irrigués du pays et la fixation des « hirondelles » dans la région.
45Malgré les appuis politiques et la force économique des brokers, on peut toutefois s’étonner de la facilité avec laquelle ils se sont implantés dans des ejidos où le pouvoir de décision appartient à une petite oligarchie d’éleveurs. Car la culture du melon implique une très forte réduction des quantités de fanes de maïs et de sorgho disponibles clans une zone où le manque de ressources fourragères constitue déjà un problème aigu.
Quel intérêt pour les éleveurs ?
46Le conflit d’intérêt entre éleveurs et brokers n’est pourtant qu’apparent. Les impératifs d’approvisionnement du marché nord-américain obligent en effet les compagnies à échelonner les semis sur une période relativement longue. Ainsi, sur les 800 hectares cultivés par Shipley Sales à Ziritzícuaro, le melon est semé en trois étapes qui s’échelonnent chacune sur plus d'un mois. La première a lieu sur des terres laissées en friche durant le cycle pluvial afin d’y semer le melon dès la fin octobre et de pouvoir le récolter en janvier et février. Les terrains qui ont été cultivés pendant la saison des pluies ne sont ensemencés qu’à partir du mois de janvier, la récolte s’effectuant en mars et avril. Ce semis tardif empêche tout nouveau cycle de culture avant l’arrivée des pluies. Par contre, les terres qui ont été cultivées les premières font l’objet d’une troisième étape de production entre la fin février et le début du mois de mai.
47Les impératifs de la culture à grande échelle impliquant la destruction de toutes les clôtures, le bétail de l'ejido est regroupé en début de saison sèche sur les parcelles qui ont été cultivées par les éjidataires durant le cycle pluvial et que la compagnie ne laboure pas avant le mois de janvier. À cette date commence la première récolte de melon, qui laisse à la disposition des animaux de grandes quantités de matière verte, ainsi que tous les fruits non commercialisables. Le bétail est alors mis à pâturer les fanes et les adventices en suivant la progression du front de coupe. Le délai de dix à quinze jours que les compagnies accordent entre la récolte et la préparation du terrain pour le cycle suivant permet d’exploiter presque en totalité ces résidus de culture. Durant la plus grande partie de la saison sèche, les animaux disposent ainsi d'un pâturage vert et riche en minéraux et vitamines, ce qui n’est pas le cas lorsque leur alimentation repose sur l’emploi exclusif des fanes sèches de maïs ou de sorgho28.
48Pour les éleveurs, il est évident qu’un bon échelonnement des semis est primordial et les dates fixées à cet effet par la compagnie sont l’objet chaque année d’une négociation préalable avec les représentants de Vejido. Ces accords concernent également les délais prévus entre la récolte du melon et la préparation des terres pour le cycle de culture suivant. La délégation sanitaire du ministère de l’Agriculture, en se basant sur l’expérience enregistrée dans d’autres régions productrices, prescrit un intervalle maximal de quatre jours afin d’éviter la multiplication et la dissémination des parasites. C’est également l’intérêt des compagnies, mais les pressions du lobby des éleveurs les obligent fréquemment à étendre ce délai à dix, voire quinze jours entre deux cycles de culture et même à plus d’un mois en fin de saison sèche. Après la troisième récolte, les compagnies effectuent une nouvelle irrigation afin de favoriser la repousse des adventices. Ces fourrages prennent alors une valeur considérable : en 1989, sur les secteurs irrigués des municípios de Tiquicheo ou de San Lucas, les producteurs « indépendants » parvenaient à les monnayer pour 250 000 pesos à l’hectare. Mais les membres des ejidos où sont implantées les compagnies américaines n’ont même pas à payer pour en profiter : en rasant les clôtures, les brokers ont permis le rétablissement des droits de vaine pâture et rendu un service considérable aux plus grands éleveurs (fig. 33).
49Les charges d’exploitation des éleveurs s’en trouvent considérablement réduites. D’autant qu’il leur est aisé de trouver hors des périmètres irrigués les fanes de maïs ou de sorgho qui peuvent leur faire défaut en début de saison sèche. À l’automne 1988, le prix offert par les compagnies pour la location d’un hectare (300 000 pesos) demeurait supérieur à celui exigé par les propriétaires de fanes (200 000 pesos en moyenne dans la plaine alluviale). L’implantation des brokers permet donc aux éleveurs de doubler leur capacité fourragère sans qu'ils aient à réaliser le moindre investissement. À cet avantage s’ajoute le fait que les fruits refusés par les acheteurs (pour leur maturité excessive ou leurs imperfections) sont vendus à bas prix (50 000 à 100 000 pesos pour trois tonnes en 1989). Distribués au bétail, ils entraînent une forte augmentation de la production laitière lorsque le prix du lait est le plus élevé. Enfin, durant la saison des pluies, la mise en friche d’une importante superficie de terres arables, louées par les compagnies afin de pouvoir y semer le melon dès le mois d’octobre, permet d'y maintenir de grandes quantités de bétail, notamment les vaches allaitantes que l’on peut ainsi traire tout au long de l’année. On allège d’autant la pression et les problèmes de sur-pâturage qui pesaient sur les parcours.
50Les plantations de melons contribuent à réduire localement les pénuries de fourrages. Ou plutôt, elles les déplacent, avec une acuité plus forte, vers les zones d’agriculture pluviale voisines. Grâce aux revenus que leur procurent les compagnies exportatrices, les éleveurs qui ont loué leurs terres sont aussi mieux placés que leurs voisins pour acheter au prix fort les résidus de culture. La contradiction entre les intérêts des compagnies et ceux des oligarchies locales n’est qu’apparente : après les brokers et les dirigeants des associations de producteurs, les grands éleveurs sont les principaux bénéficiaires de l'essor de la culture du melon. Ces circonstances expliquent le consensus qui existe à l’échelle régionale pour favoriser l’implantation des exportateurs.
Figure 33. Occupation et appropriation de l’espace dans un ejido où sont implantées les compagnies exportatrices de melon.

Quelles perspectives à moyen terme ?
51L’expérience enregistrée dans d’autres régions productrices laisse présager une prochaine remise en cause de la prospérité de ces dernières années : l’afflux des brokers dans la région du Moyen-Balsas correspond à une stratégie de rotation des investissements entre les différents périmètres où la culture du melon est possible, en fonction des avantages qu'offre chacun d’eux. Le climat des Terres Chaudes se prête à merveille à la production de fruits et légumes en contre-saison, mais il est également propice au développement des parasites et des maladies cryptogamiques. En l'absence de gelées, le cycle de reproduction des parasites n’est jamais interrompu et l’on s’expose à des phénomènes de prolifération tout à fait incontrôlables.
52C’est ce qui s’est produit dans la vallée du Tepalcatepec, où les coûts de la lutte phytosanitaire ont conduit au départ graduel des brokers vers les terres « vierges » de la dépression du Balsas ou de l’État de Colima : en 1988, pas moins de vingt-cinq applications de produits phytosanitaires étaient devenues nécessaires pour mener à bien la culture. Elles représentaient alors près de 40 % du total des coûts de production, supérieurs de 50 % à ceux observés près de Huetamo29. En 1989. le seuil de rentabilité de la culture s’élevait à 5 dollars par caisse exportée, quand les prix offerts au producteur ne dépassaient pas 3,5 dollars30. On est ainsi passé d'une superficie moyenne dépassant chaque année 14 000 hectares de melon au début de la décennie, à moins de 3 000 hectares en 198931.
53Les compagnies exportatrices ont une responsabilité considérable dans la prolifération des parasites. Par le biais des contrats de financement, elles ont fourni aux producteurs des quantités toujours plus importantes de pesticides qui s’avéraient de moins en moins efficaces. Au lieu de privilégier des méthodes de lutte biologique, elles ont favorisé l’apparition de formes résistantes, de plus en plus coûteuses à combattre. Il est vrai que l'importation et la distribution des produits phytosanitaires font partie de leurs activités. À Tiquicheo, village de 2 000 habitants, le développement de la production de melons a ainsi permis, en trois ans, l’ouverture de quatre magasins spécialisés dans la vente de pesticides... pour traiter moins de 450 hectares cultivés dans le município. S’y ajoute le fait que, bien souvent, les pouvoirs publics n’ont aucun droit de regard sur les techniques employées dans les périmètres directement cultivés par les compagnies. Ces dernières ont été accusées à maintes reprises d’utiliser sous un autre nom des produits interdits aux États-Unis, tels que les pirétroïdes, pour lesquels on effectue ainsi un recyclage pratique et peu coûteux.
54Près de quarante pesticides différents sont désormais employés dans la région pour lutter contre une douzaine de parasites (insectes, champignons, nématodes) qui infestent les parcelles. La plus forte alerte est apparue en 1987-1988, lorsque des centaines d’hectares ont été détruits par une maladie probablement virale, la doradilla, que l’on n’a pu identifier ni traiter et qui persiste depuis lors dans les zones où la culture du melon est la plus ancienne. Tout porte donc à penser qu’à court terme la région du Moyen-Balsas fera, elle aussi, les frais de la politique de prédation des compagnies nord-américaines et qu’elle sera délaissée au profit d’autres zones au potentiel productif demeuré intact.
55Même si les Terres Chaudes sont intégrées à un ensemble de bassins producteurs entre lesquels les compagnies exportatrices feraient tourner leurs investissements, il y a fort à parier qu’elles ne retrouveront jamais la place qu'elles occupent actuellement sur le marché ni les retombées financières qui en découlent. Depuis quelques années, le flux de devises provenant de la culture du melon semble en effet se tarir, face à l’émergence de nouvelles régions productrices.
56Au cours des années quatre-vingt, la consommation apparente de melons sur le marché nord-américain a en effet augmenté très rapidement, passant de 260 000 tonnes en 1980 à plus de 370 000 tonnes en 198832. Cette évolution tient en partie à l’accroissement de la production en Floride, où les maraîchers bénéficient de fortes protections douanières (44 % de taxes sur le melon mexicain en 1987). Surtout, les compagnies exportatrices ont accru considérablement leurs activités en Amérique centrale et dans le bassin caraïbe (République Dominicaine, Honduras, Salvador et Guatemala), profitant en particulier des facilités douanières contenues dans « l’Initiative du Bassin Caraïbe » (CBI), lancée par le président Reagan au cours de son deuxième mandat et reprise par l’administration Bush.
57Cette augmentation de l’offre s’est traduite au cours des dernières années par une diminution sensible des prix à la frontière des États-Unis : entre 1982 et 1988, la baisse a atteint 64 % (fig. 34). À partir du mois de février, lorsque la plupart des périmètres de culture sont en production, les prix proposés au producteur subissent une forte chute et ne se redressent qu’en fin de saison sèche, lorsque les pays d'Amérique centrale, touchés par les pluies, interrompent leurs exportations. Au cours des deux dernières années, la baisse a été si sensible que le prix du melon sur la place de México a dépassé durant quelques semaines celui proposé à la frontière. On a ainsi vu s'installer à Limón de Papatzindán et à Tuzantla des acheteurs « pirates », tournés vers le marché national, qui proposaient aux producteurs des prix supérieurs à ceux en vigueur dans les centres d’empaquetage contrôlés par les associations et les exportateurs33.
Figure 34. Évolution des prix du melon pour l'exportation proposés dans le Michoacán entre 1982 et 1988.

Sources : UAR José Maria Morelos, Apatzingán
58Il s’agit d’une tendance qui a peu de chance d’évoluer à court terme en faveur des producteurs mexicains, dans la mesure où la libre circulation des produits agricoles prévue dans le cadre de l’Aléna34 ne devrait pas être possible avant les années 2000 à 2005. Le traité de libre-échange ne modifiera pas davantage les stratégies de rotation des compagnies exportatrices entre leurs divers bassins d’approvisionnement : leur départ est à terme inéluctable. Dans les ejidos où elles se sont implantées, il est à craindre qu’elles laissent derrière elles des sols épuisés et lessivés par une mauvaise gestion de l’irrigation (que dire des problèmes de salinité découlant du pompage des cours d’eau en période d’étiage ?), après avoir détruit les clôtures qui protégeaient les parcelles des divagations du bétail. Elles placent ainsi les grands éleveurs dans une position idéale pour accentuer leur domination et relancer à leur gré le processus d’enclosures.
59Les « solutions » que l’on voit apparaître sous une forme ou une autre, en culture pluviale ou grâce à l’irrigation, ont donc bénéficié en premier lieu à une petite élite. Le développement de l’irrigation au cours des vingt dernières années a certes constitué une petite révolution pour l’économie régionale. Mais la superficie irriguée représente moins de 1 % de la surface totale de la région et ne concerne qu’une petite minorité de producteurs. Même dans les villages qui en ont bénéficié, l’irrigation n’a pas remis en cause l’orientation générale du système agraire et n’a pas élevé durablement ni significativement la capacité d’accumulation des paysans pauvres. Ce sont finalement des recours qui leur sont interdits d’émigration aux États-Unis et le trafic des stupéfiants) qui ont eu l’impact le plus significatif sur l’évolution récente du système agraire.
LES RECOURS ILLÉGAUX : ÉMIGRATION AUX ÉTATS-UNIS ET CULTURE DES STUPÉFIANTS
L’émigration aux États-Unis : comment forcer les portes de l’Eldorado ?
60Depuis la fin des années quarante, les migrations saisonnières font partie intégrante des systèmes de production des paysans pauvres. Il y a quelques années encore, la récolte du maïs annonçait l’exode des « hirondelles » et les villages demeuraient dépeuplés jusqu’à la fin de la saison sèche. À partir des années soixante, ce flux saisonnier s’est accompagné de mouvements de plus longue durée, voire définitifs, en direction des centres urbains et industriels en développement. La ville de México, le complexe portuaire et sidérurgique de Lázaro Cárdenas, ou les centres touristiques d'Acapulco et de Zihuatanejo ont ainsi attiré une partie de la main-d'œuvre non qualifiée qui s’accommodait des plus bas salaires et des pires conditions de travail.
61Ces chantiers ont absorbé nombre de personnes expulsées par la croissance des troupeaux et de la population humaine. Entre 1960 et 1980, la population des Terres Chaudes croît au rythme annuel de 1,5 %, contre 2,1 % pour l’État du Michoacán et 2 % dans l’ensemble du pays. La population active, elle, s’est réduite de 4 % par an au cours de cette période (I. Santacruz et R. M. Batt, 1988). L’exode a surtout touché les hommes jeunes, les paysans sans terre et les fils de tenanciers minifundistes. Avec la crise des années quatre-vingt, les possibilités d’emploi se sont réduites, en même temps que les écarts de salaires entre les Terres Chaudes et les centres urbains. Progressivement, l’émigration vers les États-Unis a pris le relais de la précédente, avec un impact beaucoup plus significatif.
62Cette émigration existe depuis plus d’un siècle au Mexique et n’a cessé de croître, au rythme du différentiel des salaires entre les deux pays. Elle a parfois pris une forme légale lorsque entre 1942 et 1964 a été mis sur pied le « programme bracero » qui prévoyait le recrutement temporaire de milliers de travailleurs mexicains. Mais depuis, l’émigration est devenue tout à fait illégale et soumise à une répression sévère. La multiplication des contrôles policiers n'a pourtant pu empêcher des centaines de milliers de « dos mouillés »35 de passer clandestinement la frontière. Dans leur majorité, ces migrants sont originaires de la partie centre-ouest du Mexique, l'État du Michoacán fournissant à lui seul 21 % de leurs effectifs en 1980 (G. Lopez et S. Zendejas, 1988). Il semble que l’émigration soit longtemps restée circonscrite à une zone qui englobait le Bajío, les Altos de Jalisco et l’ouest du Michoacán. Selon le recensement de 1980, elle aurait alors concerné seulement 1,2 % de la population totale des Terres Chaudes et moins de 5,1 % de sa population active36.
63Pourtant, les 141 enquêtes réalisées entre 1987 et 1989 dans la région mettent en évidence que près des deux tiers (63 %) des familles étudiées étaient impliquées dans la migration clandestine. L’émigration s’est développée en fait de façon récente et très rapide, son essor coïncidant avec l’effondrement des revenus tirés de la culture du sésame. Son impact économique est considérable. En 1989, le salaire agricole minimum en vigueur aux États-Unis demeurait six à sept fois supérieur à ce qu’il était clans les Terres Chaudes. La durée d’emploi s’étendant sur toute l’année et non plus sur quatre à cinq mois, comme c’est le cas dans la région, les revenus que pouvait espérer un journalier agricole étaient dix à douze fois supérieurs aux États-Unis. Ce différentiel de salaires a amorcé une gigantesque pompe à main-d’œuvre qui draine un nombre croissant de jeunes paysans. Toutes les classes sociales sont concernées par l’émigration. Mais toutes ne dispersent pas des mêmes atouts pour en tirer un bénéfice important.
64Depuis l’interruption du programme bracero en 1964, l’émigration repose sur des réseaux clandestins qui s’étendent depuis les villages mexicains jusqu’aux portes des usines et des fermes nord-américaines. Ces réseaux mettent en jeu d’anciens migrants qui disposent de contacts permanents aux États-Unis ou y sont établis : ils organisent les passages clandestins de la frontière, l'acheminement des candidats jusqu’au lieu d'accueil et leur procurent l’hébergement, voire du travail. Leur connaissance du milieu est une garantie de succès et la plus efficace protection contre les services de migration. Il n’est pas rare que les émigrés originaires d’un même village ou d'une micro-région se retrouvent ainsi de l’autre côté de la frontière dans une même ville, parfois sous la « protection » d’un même employeur, et reconstituent une structure sociale semblable à celle du pays. Ces conditions permettent d’atténuer le choc psychologique et culturel lié au déracinement, qui constitue un facteur d’échec pour beaucoup d’entre eux.
65Mais elles sont rarement réunies pour les paysans des Terres Chaudes. Les migrations vers les États-Unis étant récentes, les structures d’accueil demeurent très réduites et leur accès est des plus sélectifs. Il faut bénéficier de relations privilégiées avec les groupes de pouvoirs, les caciques locaux et les oligarchies éjidales pour que s’ouvrent avec facilité les portes de l’Eldorado américain. À l’inverse, « ceux qui manquent de terres, ceux qui n’ont pas les ressources pour construire et maintenir un réseau social qui les unisse à d’autres foyers, ceux qui n'ont pas d’influence dans les affaires de la communauté et qui, pour ces raisons, manquent d’alliés économiques, ne peuvent guère parrainer des migrants aux États-Unis »37.
66La grande majorité doit payer cher pour accéder au rêve américain : la migration est une opération coûteuse et risquée pour qui ne dispose pas de parents ou de « protecteurs » bien implantés aux États-Unis. Le candidat doit d’abord se rendre dans une ville frontalière, Nuevo Lareclo, Ciudad Juárez ou Tijuana, et là, louer les services d’un passeur, le « coyote », qui lui fera franchir la frontière et le mettra en contact avec un réseau d’hébergement et d’emploi si ses moyens le permettent. Les chances de succès sont très supérieures pour le candidat qui sera placé dans un restaurant ou une fabrique de Houston, Dallas ou Los Angeles, où il bénéficiera d’un travail stable et de la sécurité qu’offre l’anonymat d’une grande ville. À l’inverse, tout sera plus ardu s’il est lâché dans les vergers proches de la frontière, où les salaires sont moindres, le travail saisonnier, et la police migratoire plus active. Bien sûr, le prix à payer pour chacune de ces filières n’est pas le même. En 1988, il en coûtait 500 à 700 dollars pour trouver un emploi à Houston ou Dallas et pas moins de 1 000 dollars pour aller à Chicago ; un néophyte ne pouvait passer la frontière pour moins de 300 dollars. Compte tenu des frais de transport et d’hébergement, le coût minimum de l’émigration, qui correspond aussi à la situation la plus risquée (chômage, expulsion...), s’élevait alors à 400 dollars environ, soit quatre mois de salaire pour un manœuvre agricole. Un investissement qui est presque hors de portée de la population la plus pauvre.
67Il lui faut donc emprunter cet argent au taux de l’usure et à condition qu’elle puisse donner en gage un patrimoine suffisant. À ce problème s’ajoute le fait que les petits éjidataires, dont la représentativité politique est faible, ne peuvent s’absenter longtemps du village, sous peine de voir remis en question leur droit à la terre et aux crédits publics. Cette situation les oblige à de fréquents retours, renforce la précarité de leurs conditions de travail et réduit leurs revenus potentiels. L’émigration aux États-Unis concerne donc d’abord des producteurs ayant atteint un niveau d’accumulation suffisant pour réaliser un tel investissement. Les plus pauvres, eux, doivent se contenter des emplois offerts dans les zones d’agriculture intensive du pays. Dans les Terres Chaudes, il est significatif que la plaine alluviale, où l'irrigation est la plus répandue, soit aussi la plus forte pourvoyeuse d’émigrants et qu’il faille recruter jusque sur le piémont les journaliers requis pour la culture du melon.
68Même lorsque des paysans sans terre ou minifundistes parviennent à se procurer l’argent nécessaire, l’investissement qu’ils peuvent effectuer ne les mène souvent qu’aux emplois les plus précaires et les moins bien payés, dans les fermes frontalières du Texas ou de Californie. Les bénéfices obtenus permettent la survie d’exploitations situées en deçà du seuil de reproduction, mais ils demeurent souvent insuffisants pour autoriser des investissements productifs. Au contraire, l’endettement auquel doivent avoir recours ces paysans les maintient sous la menace d’une faillite rapide si leur tentative échoue.
69À l’autre extrémité de l’échelle sociale, la situation est très différente. Les candidats bénéficient de filières qui leur garantissent un emploi stable et bien payé. L’émigration s’inscrit alors dans le cadre de stratégies familiales sur le long terme, et ne vise plus à assurer la survie immédiate : elle concerne surtout des célibataires qui se voient offrir la possibilité de se constituer un capital d’installation. Le séjour aux États-Unis peut se prolonger et s’étendre sur plusieurs années. Les envois d’argent ne sont pas engloutis pour combler les trous de trésorerie de l’exploitation, mais investis dans l’achat de têtes de bétail qui se multiplieront à moindres frais sur la propriété du père ou grâce à son droit d’accès aux parcours éjidaux. L’émigré constitue ainsi un capital facilement mobilisable pour l’achat de terres ou d’un fonds de commerce, lorsqu’il aura décidé son retour définitif au village. La migration internationale constitue de la sorte un frein au morcellement des grandes exploitations.
70En ce sens, l’émigration tend à renforcer les phénomènes de différenciation entre les extrêmes de la pyramide sociale plus qu’elle ne les atténue. Entre ces deux pôles se trouve cependant la majorité des migrants, ceux qui disposent d’un capital suffisant pour se laisser tenter par l’appel du dollar, sans qu’il leur garantisse pour autant une réussite facile. Leur mise initiale est souvent faible et les refoulements à la frontière nombreux, mais l’échec n’entraîne pas de conséquences dramatiques. Après un premier voyage réussi et une fois des contacts solides établis avec les employeurs, l’émigration peut devenir récurrente et périodique, pourvu que la position du paysan dans la communauté éjidale lui permette de défendre son droit à la terre. Les dollars gagnés aux États-Unis autorisent alors parfois des réussites sociales brillantes et peuvent se traduire par l’achat de terres et de bétail. Ces cas isolés nourrissent à leur tour le rêve américain dans l’esprit des plus pauvres.
71Certaines des enquêtes réalisées mettent ainsi en évidence des transferts pouvant dépasser 10 000 dollars par an, largement supérieurs au produit agricole brut des exploitations concernées. Les virements postaux en provenance des États-Unis reçus dans les municípios de Huetamo, San Lucas et Tiquicheo au cours du premier semestre 1988 représentaient au total 1 milliard 728 millions de pesos (plus de 700 000 dollars), soit une valeur équivalant aux deux tiers de la récolte régionale de sésame (I. Santacruz et R. M. Batt, 1988). Cette évaluation ne prend pas en compte les sommes qui sont envoyées directement par courrier, ni les transferts bancaires entre les États-Unis et les Terres Chaudes, et encore moins les fonds qui sont ramenés par les migrants eux-mêmes. Elle constitue donc un indicateur des flux de capitaux destinés au maintien des familles, mais ne permet pas d’évaluer le niveau de l’accumulation réalisée par les migrants, ni celui des investissements effectués dans le secteur agricole. L’émigration joue sans doute un rôle important dans l’achat de terres, de machines et surtout de bétail. Mais son impact réel demeure très difficile à chiffrer car les transferts réalisés par les migrants se confondent avec les sommes, plus considérables encore, qui proviennent depuis quelques années du trafic des stupéfiants.
Le trafic de drogue : accumulation, « dollarisation » et inflation
72S’il est un secteur dans lequel le Tropique Sec mexicain bénéficie de certains avantages comparatifs, c’est sans doute dans la production et le trafic de drogues. L'absence de routes, la nature accidentée du relief, l’existence d’un maquis dense facilitent le camouflage des plantations de cannabis et celui des pistes où atterrissent les avions de tourisme qui évacuent les récoltes. Ces conditions entravent considérablement les opérations de répression et la surveillance policière. Les premiers semis de cannabis semblent avoir été réalisés à la fin des années soixante, lorsque la demande aux États-Unis a connu un essor rapide. Mais le véritable « boum » de la culture s’est produit au début des années quatre-vingt, quand la chute de rentabilité du sésame et des productions vivrières s’est accélérée. Depuis lors, la fièvre de la marihuana s’est étendue à l’ensemble des Terres Chaudes.
73Il est vrai qu’aucune activité, pas même l’émigration aux État-Unis, ne peut rivaliser par ses bénéfices avec la culture du cannabis. En 1988, un kilo et demi de marihuana, soit une demi-douzaine de plantes séchées, avait une valeur supérieure à celle d’une tonne de maïs ou à celle d’un taurillon de 120 kilos. La vente d'un quintal rapportait davantage que toute une année de travail dans un restaurant de Houston ou de Los Angeles, et plus que sept ans du salaire d’un journalier agricole dans les Terres Chaudes38. De tels gains s’obtiennent à partir de très peu de travail : la surface de maquis à semer est sommairement débroussaillée et les travaux se limitent à un semis rapide au bâton fouisseur puis à un sarclage partiel. Le cannabis résistant à la sécheresse, les températures élevées permettent un développement rapide des plantes et la récolte peut avoir lieu dès le mois de septembre, bien avant que la production de la Sierra Madre del Sur n’arrive sur le marché, alors que les prix offerts par les trafiquants sont les plus élevés.
74Les revenus obtenus à l’hectare en revanche, s’ils dépassent sans peine ceux que l’on peut espérer d’un semis de maïs ou de sésame, demeurent inférieurs à ceux que procure la culture pluviale du piment, a fortiori ceux des plantations irriguées de tomate ou de melon : pour les camoufler, il est nécessaire de semer les plants de cannabis avec une densité très faible, « d’atomiser » les îlots de culture sur une très grande superficie, de façon à les rendre invisibles dans le maquis épineux. Le contrôle d'une grande superficie est donc indispensable.
75Cette contrainte est liée à la féroce répression dont la culture de cannabis est l’objet. Un bataillon est stationné en permanence à Huetamo et une demi-douzaine d'hélicoptères équipés de rampes d’aspersion d’herbicides permettent désormais aux soldats d’atteindre les plantations les plus reculées et les mieux dissimulées. La liste des exactions commises par les forces de l’ordre s’allonge chaque année : producteurs arrêtés et torturés, fuyards abattus, maisons pillées avant d’être incendiées. Il est vrai que les soldats ont affaire à forte partie : les profits tirés du trafic ont permis aux producteurs d’acquérir un arsenal redoutable. Les affrontements sont donc devenus de plus en plus violents et les victimes toujours plus nombreuses.
76L’intensité de la répression a sans doute permis de limiter l’extension des cultures, mais elle a peu affecté les véritables organisateurs du trafic. Les coups portés aux petits producteurs ont surtout servi à éliminer la concurrence désorganisée qui nuisait aux intérêts de la mafia locale. Tout porte à croire en revanche que celle-ci bénéficie de protections qui assurent sa prospérité. Confrontés à d'énormes problèmes de commercialisation, car les routes qui mènent à l'Altiplano sont sévèrement contrôlées et ils n’ont qu’une mauvaise connaissance des marchés, les petits producteurs sont obligés de passer sous la coupe des grands trafiquants. Ils bénéficient alors de crédits gratuits, d’une protection efficace et de débouchés sûrs, même si la récolte leur est achetée à « bas prix ».
77Pour le petit éjidataire, cette protection est d’autant plus nécessaire qu’il lui est impossible de semer le cannabis sur sa parcelle, au vu et au su de tous. Il lui faut le plus souvent s’associer à un grand propriétaire ou à l’un des gros éleveurs de l'ejido, qui aura clôturé une portion de parcours suffisamment vaste pour y dissimuler les plants de cannabis. Le candidat doit alors se soumettre à des rapports de métayage et assumer seul la responsabilité du délit en cas d’intervention des forces de l'ordre : l’expérience montre en effet qu’en alléguant leur absentéisme, les grands propriétaires bénéficient souvent d'un non-lieu lorsque l’on découvre un semis de cannabis sur leur domaine, et que la répression se concentre sur les petits tenanciers qui y vivent.
78C’est donc la mafia locale qui tire les principaux bénéfices de la culture du cannabis. On y retrouve nombre de grands propriétaires terriens, des gros éleveurs et certains commerçants de bétail parmi les plus influents de la région. Cette association entre l'élevage et le trafic de drogue n’est pas fortuite. Comme le souligne H. Cochet (1993), la production de marihuana et l’élevage extensif de broutards relèvent de la même logique d’expansion et de concentration foncière. Ils tendent tout deux à privilégier la productivité du travail au détriment d’une possible intensification par unité de superficie. De même que l'élevage, la culture du cannabis requiert le contrôle de l’espace et c’est son monopole qui donne accès aux rentes de situation dont bénéficient les plus gros trafiquants. L’analogie ne s’arrête d’ailleurs pas là : le rancho d’élevage est le paravent idéal et presque indispensable pour qui veut se lancer dans le trafic avec des chances de succès. Les achats de bétail et de grandes propriétés d’élevage figurent au premier rang des moyens employés pour blanchir les narco-dollars. Au travers de prête-noms, de grands domaines sont ainsi en voie de reconstitution : quel que soit l’angle sous lequel on étudie le phénomène, les intérêts des grands éleveurs et ceux des trafiquants se confondent.
79Les retombées de la manne dépassent cependant largement cette élite. En 1988, les journaliers employés à l’entretien des plantations gagnaient 50 000 pesos par jour, soit quatre fois le salaire minimum en vigueur dans la région. Leur paie est plus élevée encore pour les travaux de récolte et de séchage. Même dans des conditions de production défavorables, la culture de la marihuana permet d’accumuler plus en une saison qu'au long de toute une vie de labeur. Les plus démunis se voient ainsi offrir l’occasion d’acheter de la terre, du bétail ou une camionnette et de s’installer à leur compte. Selon la vox populi, entre le quart et le tiers de la population de Huetamo vivait en 1989 grâce au trafic de drogue, de façon directe ou au travers des commerces, compagnies de transport ou de construction qui servent de façade légale et de fonds d’investissement aux narcos. L’argent de la marihuana a permis le développement rapide de centres urbains comme Huetamo ou Ciudad Altamirano, mais aussi celui de villages champignons tels que Paso de Nunez ou Limón de Papatzindán, insignifiants il y a encore dix ans (les photographies aériennes en témoignent), grâce à la multiplication de commerces florissants où est lavé l’argent de la drogue.
80L’injection massive de dollars provenant des activités illicites, l’émigration ou la culture du cannabis, entraîne de profondes distorsions dans l’économie régionale. À première vue, elle s’est surtout traduite par des dépenses somptuaires : amélioration de l’habitat, achat de véhicule, d’électro-ménager, etc. La construction a connu une forte impulsion dans toute la région. Dans des hameaux où n'existaient voici dix ou quinze ans que des cases en torchis et quelques habitations en briques crues se sont multipliées les maisons en ciment, souvent inhabitées. L’inflation, qui a fortement augmenté sous l’afflux des dollars, atteint des sommets pour le matériel de construction : il est en moyenne deux fois plus cher à Ciudad Altamirano qu’à Toluca, à 200 kilomètres de distance. Le phénomène est plus frappant encore dans des villages comme Paso de Nunez et Limón de Papatzindán, où l’installation d’antennes paraboliques a presque précédé l’électrification. Logiquement, la construction est aussi l’un des secteurs où les trafiquants de drogue placent leur argent en priorité.
81Les dépenses somptuaires ne doivent cependant pas occulter l’importance des transferts de dollars vers le secteur productif : achat de véhicules de transport, de terres et, bien sûr, de bétail. Parce qu’il requiert une attention limitée et très peu de travail, l’élevage extensif est sans doute l’activité qui correspond le mieux aux intérêts d’une population mouvante et absentéiste. Le bétail constitue un fonds d’investissement qui se maintient sur les terres de la famille ou sur les parcours indivis des ejidos sans requérir de grosses dépenses, qui s’accroît seul ou presque et peut être rapidement échangé contre une propriété ou un droit éjidal. La très forte croissance du troupeau bovin depuis 1980 – qui est passé de 140 000 à plus de 200 000 têtes de bétail en 1988 – reflète cette stratégie d’accumulation.
82En ce sens, l’émigration et le trafic de drogue ont contribué à amplifier l’effet de saturation des ressources pastorales et fourragères. Et ce sont une fois encore les grands propriétaires et les oligarchies éjidales qui ont tiré le meilleur parti de ces transferts. Poulies émigrés qui n'ont pu obtenir un travail stable, les sommes accumulées dépassent rarement les coûts de construction d’une petite maison. Les grandes familles d’éleveurs en revanche ont accru sensiblement leurs biens et leurs troupeaux. En augmentant les charges animales et la pression sur les parcours et les résidus de culture, ils éliminent aussi la concurrence des petits producteurs, incapables d’assumer les coûts d’alimentation du bétail. Pendant que les uns deviennent de plus en plus tributaires des dollars de l’émigration ou du trafic pour survivre, les autres affermissent leur pouvoir et le contrôle exercé sur les moyens de production.
83Il en va de même pour l’accès à la terre. Sous l’afflux des narcodollars, le prix des dotations éjidales et des propriétés d’élevage a subi une forte envolée. Même les terrains les plus éloignés des voies de communication s’échangent à prix d’or, en partie parce qu’ils sont aussi les plus propices à la culture du cannabis. Il faut désormais consacrer le produit de la vente de sept taurillons de 150 kilos pour acquérir un droit éjidal correspondant à un hectare de terre labourable dans la plaine alluviale. Une telle inflation renforce et accélère bien évidemment les processus de concentration foncière qui étaient en cours. En même temps qu’elle alimente le flux des migrants partis tenter leur chance aux États-Unis ou s’exiler définitivement dans les ceintures de misère des grandes villes de l’Altiplano.
LA CRISE DE L'AGRICULTURE PAYSANNE S'AMPLIFIE
Une main-d'œuvre rare et chère
84Depuis une dizaine d’années, l’émigration volontaire et l’expulsion d’un nombre croissant de petits tenanciers et de paysans sans terre ont provoqué une réduction sensible de la main-d’œuvre agricole. L’hémorragie est surtout sensible pour les moyennes et grandes exploitations dont une partie de la main-d’œuvre familiale s’est expatriée aux États-Unis. Le recours aux travailleurs salariés s’est donc généralisé, mais cette demande n’a pu être totalement satisfaite car le nombre de journaliers agricoles a stagné et peut-être même régressé depuis dix ans. Cela s’est traduit par une augmentation rapide du coût de la main-d’œuvre, que le trafic de drogue n'a fait que renforcer, davantage par son effet inflationniste (les salaires offerts sur les plantations de cannabis sont quatre à cinq fois supérieurs à la moyenne régionale), que par le nombre d’emplois qu'il a permis de créer. Le salaire des journaliers agricoles a ainsi progressé beaucoup plus vite que dans les régions d’agriculture intensive : au cours du cycle pluvial de 1988, il était de 12 000 à 15 000 pesos, alors que sur l’Altiplano (Zitácuaro, vallée de Zamora) les manœuvres n’obtenaient que 6 000 à 8 000 pesos par jour de travail. Contrairement à la tendance observée dans l’ensemble du pays39, le salaire agricole a suivi dans les Terres Chaudes une hausse nettement supérieure au niveau moyen de l’inflation et à l’évolution des prix des principaux produits de l’agriculture ou de l’élevage (tabl. xiv). En 1988, le paiement des journaliers employés à la coupe du sésame représentait environ la moitié de la valeur des grains qu’ils avaient récoltés40
Tableau xiv. Évolution du salaire moyen des journaliers agricoles dans les Terres Chaudes entre 1981 et 1988

Sources : Banrural Huetamo et enquêtes 1986-1989.
85L’augmentation des salaires n’a pas pour autant permis une réelle élévation du niveau de vie des paysans sans terre : les chiffres du tableau xiv correspondent aux périodes où la demande de bras est la plus forte (semis, sarclages et récoltes du cycle pluvial), soit une période de plein emploi d’environ trois à quatre mois. Après la récolte du maïs, la population des journaliers se retrouve sans travail. Ce qui permet notamment aux compagnies melonnières de payer leurs manœuvres à un salaire 50 % inférieur au niveau atteint durant la saison des pluies. Dans ces conditions, la hausse des salaires observée depuis 1980 s’est avérée insuffisante pour assurer le maintien d’une population nombreuse de paysans sans terre et pour l’empêcher de se retourner vers le trafic de marihuana ou l’exode vers les centres urbains. Le différentiel des salaires entre les activités légales et celles qui ne le sont pas (culture du cannabis ou émigration aux États-Unis) demeure tel qu’il est peu probable de voir cette tendance s’inverser.
86La désaffection de la main-d’œuvre ne concerne pas seulement les journaliers agricoles et les zones de grande culture. Depuis une dizaine d’années, elle touche aussi de plein fouet les propriétés d’élevage, qui ont vu chuter fortement le nombre des petits tenanciers, partis tenter leur chance en ville ou aux États-Unis. Les rapports de métayage avaient déjà pratiquement disparu dans la région au début des années soixante-dix ; depuis le milieu des années quatre-vingt, ce sont les contrats de fermage qui sont remis en question dans un grand nombre de ranchos. Leur viabilité a peu à peu été compromise par la chute de rentabilité de la culture du maïs. Dans l'ensemble de la plaine alluviale, plus aucun tenancier n’accepte de payer un loyer. Pour obtenir à peu de frais les résidus de culture nécessaires à l’alimentation de leur bétail, les propriétaires doivent désormais laisser la terre à disposition des tenanciers et leur permettre de posséder sur le domaine un attelage de mules, voire trois ou quatre bovins, sans exiger la moindre rente en contrepartie. Même dans ces conditions, la population des ranchos tend souvent à se réduire au seul caporal et à sa famille et les rapports de production évoluent vers le salariat, seule façon de stabiliser la main-d’œuvre nécessaire à la conduite du troupeau.
87Le fermage n’a pas disparu pour autant ; il subsiste sur le piémont et les secteurs isolés de la région (où des formes de métayage tendent aussi à réapparaître, mais cette fois pour la culture du cannabis). Dans la plaine alluviale, il se limite aux terrains labourables des ejidos où la culture mécanisée sur une grande échelle est possible. Les parcelles des paysans qui ont émigré aux États-Unis sont parfois louées pour toute la durée de l’année, de sorte que le fermier peut profiter des résidus de culture et couvrir, grâce à leur vente, le coût de la rente. Mais les locations de terre bénéficient surtout aux oligarchies et aux grands éleveurs, qui y trouvent l'occasion d’accroître leur superficie fourragère à moindres frais en y cultivant le sorgho ou le maïs.
Des stratégies orientées vers l'extensif
88La hausse des salaires et le départ des petits tenanciers ont renforcé les stratégies de concentration foncière et de spécialisation vers la production extensive de broutards. C’est particulièrement sensible au niveau des grandes exploitations d’élevage qui se lancent dans l’acquisition de terrains labourables et de matériel agricole afin d’accroître leur superficie fourragère, grâce à la culture mécanisée du maïs et du sorgho, sans augmenter l’emploi de travailleurs salariés. En ce sens, le recours de plus en plus fréquent au tracteur ne correspond pas à une intensification des systèmes de culture, mais s’accompagne plutôt d’une simplification des itinéraires techniques et de la stagnation, voire de la réduction, des rendements en grains : c’est l’obtention d'un maximum de fourrages pour un coût de production minimal qui est visée.
89Malgré la puissance de traction et d’outillage dont est doté le tracteur, il n’est presque jamais procédé à un labour qui favoriserait la culture mais réduirait considérablement la levée d’adventices et, avec elle, la quantité de matière sèche disponible à l’hectare. On se limite donc à un grattage superficiel et à un semis direct. Les façons culturales sont ensuite restreintes au rapide épandage d’une quantité réduite de sulfate d’ammoniaque, à un buttage effectué avec le tracteur et à une pulvérisation d’herbicide anti-dicotylédones qui permet aux graminées de se développer entre les pieds de la céréale. Le contrôle de grandes superficies de sorgho engage à louer les services de moissonneuses-batteuses venues de l’Altiplano, un investissement largement compensé par les gains de productivité qu’il autorise par rapport à l’emploi de travailleurs salariés. Autant d’économies d’échelle que seule une forte concentration foncière peut permettre.
90Le changement technique n’est donc pas ici synonyme d’intensification. Il implique au contraire une concentration accrue des terres labourables au détriment des petites exploitations dont les rendements en grains demeurent sensiblement supérieurs. Cette logique d’expansion se traduit par l’envoi de nombreux jeunes aux États-Unis, qui renforcent à leur tour la capacité d’investissement de la famille. Mais au-delà de l’achat de nouveaux terrains et de tracteurs, les dollars sont rarement employés à améliorer la capacité productive des sols (petite irrigation, amendements, lutte contre l'érosion...). Ils sont surtout placés hors du secteur agricole, en milieu urbain, dans le commerce, les transports ou le trafic de drogue.
91Situés sur une échelle d’accumulation totalement différente, les petits producteurs ont réagi à l’augmentation du coût de la main-d’œuvre en cherchant à valoriser au mieux la force de travail familiale. Mais, plutôt que d’intensifier son emploi sur l’exploitation, il s’avère beaucoup plus rentable de consacrer les économies de la famille à l’envoi d’un fils aux États-Unis. Cette réduction de la main-d’œuvre familiale se traduit par une orientation plus nette vers les activités les moins exigeantes en travail, l’élevage des broutards et la production de maïs et de sorgho, en se basant sur des itinéraires techniques simplifiés. De telles stratégies autorisent la survie d'exploitations que leurs structures situent en-deçà du seuil de reproduction. Elles permettent de freiner ou de retarder les mécanismes de décapitalisation qui devraient provoquer à terme leur disparition et la reconcentration du foncier dans les mains des oligarchies. Mais il ne s’agit guère que d’un frein car ces exploitations sont rarement reprises par des fils qui préfèrent demeurer aux États-Unis ou conserver l'emploi obtenu en ville. Et leur moindre capacité d’accumulation ne leur permet pas de concurrencer les grands éleveurs sur le marché foncier.
92Toutes les techniques et les solutions mises en œuvre dans les zones d’agriculture pluviale pour faire face au renchérissement du travail salarié tendent en définitive à renforcer le poids de l’élevage extensif. Et à partir d’un certain seuil, le processus d’extensification semble s’accélérer naturellement. La raréfaction de la main-d’œuvre induit une augmentation des salaires des journaliers agricoles et du coût des productions qui en font l'usage le plus intensif. La spécialisation dans l’élevage des broutards et les cultures fourragères s’accentue, ceux qui ne peuvent y parvenir disparaissant en tant que producteurs indépendants. Les possibilités d’emploi régulier se réduisent donc et l’exode des paysans sans terre s’accélère. En période de pointe de travail, la pénurie de main-d’œuvre devient ainsi de plus en plus aiguë et son utilisation de plus en plus coûteuse, etc. La spirale de l’extensification semble se prolonger à l’infini, sans que rien apparemment ne puisse en rompre la logique.
93La tendance à l'extensif aboutit à un vaste mouvement de restructuration dont les oligarchies locales sont les grandes bénéficiaires. Les productions susceptibles de permettre une forte augmentation des revenus à l’hectare, outre le fait qu’elles dépendent étroitement des possibilités d’irrigation, n'offrent que des perspectives à portée limitée dans le temps et dans l’espace. Elles pourraient même, en dernier ressort, contribuer à accélérer les processus de concentration foncière, comme cela semble être le cas avec la culture du cannabis. En dehors des terrains irrigués, tout semble indiquer que les troupeaux bovins auront remplacé à terme la population de paysans sans terre et de producteurs minifundistes.
94L’intégration à un espace économique de plus en plus large peut-elle permettre un accroissement du revenu des exploitations minifundistes ? Lorsqu’une intensification s'est produite, elle a été soumise à de très lourds investissements (ouvrages d’irrigation, intrants) et à un accès privilégié aux marchés. Elle a généralement conduit les paysans à passer sous la coupe de divers intermédiaires financiers et commerciaux et à abandonner tout contrôle sur les opérations qui se déroulent en amont et en aval de la production, mais aussi sur les processus de production eux-mêmes. Ces conditions limitent nécessairement la portée dans l’espace et dans le temps d’une telle intensification, les capitaux se déplaçant rapidement vers des zones et des secteurs d’activité où leur rentabilité est supérieure.
95L’essor récent du narco-trafic a pu apparaître comme une solution pour certains paysans. Mais cette activité est antinomique du minifundisme, dans la mesure où sa réussite dépend de la dispersion de la surface cultivée et donc du contrôle de grandes superficies. Les petits producteurs n’ont accès aux narco-dollars que par le biais du métayage sur le domaine d’un grand éleveur ou par le travail salarié sur les plantations. En assumant tout le poids de la répression.
96Une fois de plus, c’est en vendant sa force de travail que la majorité parvient à assurer sa survie. Les migrations temporaires se sont étendues, en même temps que l’espace économique, en direction du marché nord-américain. Le travail clandestin aux États-Unis est devenu pour beaucoup la principale source de revenus et la seule qui permette leur maintien sur l'exploitation. Mais la structure de la migration, les réseaux sociaux sur lesquels elle repose en font un moyen d’accumulation coûteux et risqué pour qui ne dispose pas des appuis nécessaires. Rien en tout cas ne permet d'affirmer qu’elle contribue à atténuer le différentiel d’accumulation entre paysans minifundistes et éleveurs.
97Au contraire, elle a sans doute largement contribué à accroître le coût d'opportunité du travail agricole effectué dans les Terres Chaudes. Les salaires journaliers ont tellement augmenté au cours des dernières années qu’ils ont complètement annulé la rentabilité des cultures « traditionnelles » de maïs et de sésame, déjà fortement concurrencées par les importations de maïs et de soja nord-américains. Dans les zones d’agriculture pluviale du Moyen Balsas, comme dans beaucoup d’autres régions du Mexique, l’intégration au marché nord-américain, qu’elle soit formelle ou informelle, semble conduire à la paupérisation et à l’exclusion des secteurs les plus défavorisés de la population.
Notes de bas de page
1 Le prix moyen au producteur est ainsi passé de 140 pesos par kilo en 1985 et 320 en 1986 à plus de 1 000 pesos au début de la récolte de 1987 et même 1 200 pesos au mois de novembre (d’après les enquêtes effectuées à Nocupétaro et les chiffres fournis par les techniciens de la Sarh à Carácuaro).
2 Il a en fait augmenté de 1 200 à 1 500 pesos, soit 25 %, alors que le taux d’inflation entre septembre 1987 et septembre 1988 s’élevait à 120 % environ...
3 Entrevue avec Gustavo Ortega, hameau de Santa Fé, município de Carácuaro.
4 Les coûts de production s’élevaient à 1 300 000 pesos en 1988, soit 2,4 fois ceux du maïs et 2,2 fois ceux du sésame. Le produit de la vente de 500 kilos de piments (rendement moyen) pouvait en revanche rapporter plus de 2 200 000 pesos.
5 Voir D. Barkin et T. King (1970).
6 La caisse de tomates qui se vendait 25 000 pesos à Mexico au début du mois de janvier 1989 ne valait plus que 5 000 pesos six semaines plus tard. Mais il arrive aussi que des gelées touchant les principales régions productrices, situées à une altitude supérieure à celle des Terres Chaudes, décuplent le niveau des prix.
7 Au sujet de la concentration du commerce de gros des produits périssables, voir H. Castillo (1987).
8 Entrevue réalisée avec Francisco Patino, à Tiquicheo, en février 1989.
9 En février 1989, la douzaine d’épis tendres se vendait à 2 000 pesos sur la parcelle quand le kilo de maïs ne dépassait pas 400 pesos.
10 Unités animales. Une unité animale correspond à un bovin adulte.
11 « Melon y Sandia » in : Comercio Exterior déc. 1969, Banco Nacional de Comercio Exterior ; D. Barkin et T. King (1970) : 278-279.
12 Ces exportations pouvaient être estimées à 29 940 tonnes pour le cantaloup et 26 760 tonnes pour le melon Honey Dew.
13 Voir à ce sujet J. Gil, E. Sinquin et M. J. Fernandez (1984).
14 D’après les enquêtes réalisées dans la région, au moins 2 500 des 3 414 hectares cultivés durant la saison 1988-1989 étaient irrigués par pompage.
15 Les associations de Cutzamala, Coyuca, Tamarindo del Río, San José Poliutla, San Pablo Oriente et Valle Escondido dans l’État de Guerrero, Tuzantla, Tiquicheo, San Lucas et Riva Palacio au Michoacán. Elles sont fédérées au sein d’une union régionale baptisée Lázaro Cardenas del Río.
16 Les brokers sont à l’origine des courtiers commissionnés pour approvisionner un importateur ou une chaîne commerciale des États-Unis. Mais il s’est produit une forte concentration au niveau de la filière et ceux qui opèrent dans la région du Balsas remplissent également les fonctions de distributeurs (Shipley Sales) et de « producteur ».
17 Il s’agit de M. Audifred, Manuel López Avila et Sergio Medina Cardenas. Chacun travaille en contrat avec l’une ou plusieurs des compagnies expomatrices.
18 M. Ballesteros, J. Albarràn et deux autres éjidataires du village de La Parota n’ont pas gagné un peso d’une telle association durant l’hiver 1988. Aucun contrat n'ayant été passé avec l’entrepreneur, ils n’ont eu aucun recours.
19 D’après les chiffres fournis par les associations locales, le produit de la vente d’une caisse de melons (15 dollars à la frontière des États-Unis) se répartissait de la façon suivante : 1,8 dollar de commission à l’exportateur ; 3,30 dollars en coûts de transport et d’assurance ; 1,25 dollar de taxes d’importation ; 1,45 dollar de frais de matériel (caisse) et de manutention ; et 2,05 dollars versés en commission aux associations locales. Le solde, versé au producteur (5,05 dollars) représentait le tiers du prix d’achat à la frontière.
20 C’est le cas de la compagnie Shipley Sales Service, qui est partenaire des associations de Tuzantla et de Tiquicheo, mais qui loue également des terres dans les municípios de Huetamo et de Zirándaro.
21 Les terrains loués par la Shipley Sales à Ziritzícuaro, dans le município de Huetamo, atteignaient en 1989 une superficie de presque 900 hectares.
22 Au cours de la saison 1988-1989, les journaliers employés par les compagnies devaient se contenter d’un salaire quotidien de 9 000 pesos, alors que les producteurs « indépendants » payaient leur main-d’œuvre 15 000 pesos par jour.
23 A. Warman (1980) : 195.
24 À l’automne 1988, le produit brut d’un hectare de maïs était de 600 000 pesos, quand les coûts de production, main-d’œuvre non comprise, s’élevaient à 325 000 pesos environ. Le bénéfice, 275 000 pesos, était à peine inférieur au prix de location pratiqué par les brokers.
25 Le Code agraire est particulièrement explicite à ce sujet : - Article 138 : « Les droits acquis par les noyaux de population sur les biens fonciers seront inaliénables [...] et intransmissibles [...] ils ne pourront en aucun cas ni d’aucune façon être aliénés, cédés, transmis, loués, hypothéqués ou grevés [...], les actes ou contrats qui auront pu être exécutés ou que l’on prétend mener à bien contre ce précepte étant nuls et non avenus ». - Article 140 : « La célébration de contrats de fermage, métayage et. de façon générale, de tout acte juridique oui tende à l’exploitation indirecte des terrains éjidaux est interdite ». Voir I. Restrepo et J. Sanchez C. (1969).
26 D. Barkin et T. King (1970) : 176.
27 Journal Pacto de Ciudad Altamirano, le 30-09-1988 : « Salvador Sanchez Magallon, Amparo de los Campesinos en Tierra Caliente ».
28 Selon les analyses effectuées à l’Inifap d’Apatzingán, les fanes de melon et les déchets de fruits sur un hectare représentent environ une tonne de matière sèche, 570 kilos de carbohydrates et 190 kilos de protéines digestibles. Si l’on y ajoute les adventices (3 à 4 tonnes de matière sèche), la valeur nutritive d’un hectare de fanes de melon dépasse celle des cannes de maïs, d’autant qu’il s’agit de matière verte dont les animaux font une ingestion supérieure. En terme de journées de fourrage, du fait de cette consommation plus forte, un hectare de melon représente environ 150 jours pour une vache adulte, contre 270 dans le cas d’un hectare de maïs. À Ziritzícuaro, le premier cycle de culture concerne 620 hectares, soit 100 000 jours de fourrage disponibles du début janvier à la fin février, une quantité suffisant à l’alimentation de 1 350 bovins adultes durant deux mois. Les 180 hectares de fanes du second cycle de culture représentent 27 000 jours de fourrage au cours du mois de mars, soit de quoi nourrir 900 bovins en attendant la troisième récolte. Celle-ci libère à son tour 100 000 jours de fourrage qui peuvent être consommés par 1 120 animaux au cours des trois derniers mois de la saison sèche. Les 800 hectares semés de maïs auraient permis l’alimentation de 1 020 bovins durant 7 mois. À la condition de disposer d’un léger complément au cours du mois de mars, les animaux ne sont donc pas pénalisés par la culture du melon en ce qui concerne la quantité de fourrages. La qualité de ceux-ci est nettement supérieure.
29 Information fournie par l'Unión Agrícola Regional José Maria Morelos d’Apatzingán.
30 La Voz de Michoacán, 3 mars 1989 : « Fuertes Pérdidas de los Meloneros de no Mejorar el Precio a Corto Plazo. »
31 La Voz de Michoacán, 29 janvier 1989 : « Por Falta de Financiamiento, Quedaron sin Sembrar más de 5 000 Hectáreas de Melón » et information de Unión Agrícola Regional J. M. Morelos.
32 UNPH (1989). Une consommation apparente de près de 397 000 tonnes était prévue en 1989, soit une augmentation de 52 % par rapport à 1980.
33 Entrevue avec le personnel du centre d’empaquetage El Brujo, à Limón de Papatzindán.
34 Accord de libre-échange nord-américain.
35 Espaldas mofadas, les migrants clandestins qui doivent souvent franchir à la nage le Río Grande pour passer aux États-Unis.
36 G. Lobez et S. Zendejas (1988) : 52.
37 I. Dinerman : « Patterns of Adaptation among Households of US-Bound Migrants from Michoacán, Mexico » in : International M igration Review XII, no 4. citée par L. Arizpe (1985) : 85. Cette citation concerne les environs du lac de Pátzcuaro, sur l'Altiplano michoacanais, mais elle recoupe les informations que nous avons pu recueillir dans les Terres Chaudes auprès des familles qui ont participé à la migration et celles qui en ont été exclues.
38 Après la récolte de 1988, le prix offert au producteur tournait autour de 125 dollars par kilo de marihuana sèche. H. Cochet (1990) a observé des prix variant entre 100 et 200 dollars dans la Sierra de Coalcomán. Ces chiffres sont largement supérieurs à ceux annoncés par les administrations mexicaine et nord-américaine de répression du trafic (3 à 16 dollars).
39 Entre 1982 et 1987, le salaire minimum agricole a perdu 40 % de sa valeur au Mexique (d’après J. L. Calva, 1988 : 28).
40 La coupe du sésame est payée à la tâche, en fonction du nombre de gerbes récoltées par chaque travailleur. Une gerbe libère environ 2 kilos de grains. Or, en 1988, le coût d’une gerbe et le prix au producteur d’un kilo de sésame étaient identiques : 1 000 pesos.
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