Capítulo 14. Productos y técnicas de transporte de una caravana de llamas en Bolivia
p. 210-228
Texte intégral
Introducción
1En gran parte de los Andes, antes de que la red caminera uniera las comunidades rurales a las grandes ciudades, los viajes de trueque con las recuas de llamas eran de extrema importancia para el ganadero y su familia. Les permitían adquirir los productos de consumo de otras regiones que necesitaban para sobrevivir, pero también son el testimonio de relaciones históricas muy antiguas, como muestran los sitios arqueológicos dispersos a lo largo de los itinerarios [Berenguer, 2004; Bonavia, 1996; Browman, 1974, 1988; Custred, 1974; Nielsen, 2016; Núñez & Dillehay, 1995; Núñez & Nielsen, 2011]. Durante varios años, diversos estudios se han centrado en los sistemas de trueque desde un punto de vista etnográfico o arqueológico, o ambos [Gobelman, 2015; Nielsen, 1997-1998; Lecoq, 2019a, 2019b; Tripcevich, 2016; entre otros], pero los datos asociados con las técnicas y el mecanismo de transporte son más raros y, a menudo, dispersos en la literatura especializada. Aquí hemos intentado presentar los productos transportados y sus envases.
Viajes de intercambio
2En Bolivia, hasta hace unos años todas las comunidades agropastorales ubicadas en las regiones del altiplano de Oruro, Cochabamba y Potosí realizaban viajes de trueque interecológicos [Lecoq, 1987; Mendoza et al., 1994, p. 27; Molina Rivero, 1987[1983]; West, 1981]. Estos viajes llevaban a los pastores a dos grandes destinos: los salares de Uyuni o Empexa para el abastecimiento de sal, y los valles del este del país, donde lo intercambiaban, junto con otros productos caseros, por maíz, madera, ají y las demás materias primas necesarias para su supervivencia (Figura 1). Los volúmenes transportados y los valores de cambio variaban mucho de una región a otra, y los instrumentos utilizados tenían múltiples funciones y estaban perfectamente adaptados a las caravanas.
Viajes al salar de Uyuni
3En Bolivia, el salar de Uyuni, y en menor medida el de Empexa, al sur del país, son los principales centros de extracción de sal. En los años noventa, se explotaba en Colchani, un pequeño pueblo situado en el borde del salar, 20 kilómetros al norte de Uyuni, en una cooperativa de tipo familiar que lo explotaba y exportaba en trenes y camiones a todas partes del país. El precio, los valores y las modalidades de intercambio solían definirse durante un encuentro anual que reunía a los responsables de la cooperativa y las comunidades de pastores [Lecoq, 1991, p. 223]. Antiguamente, es probable que fuera el propio pastor el que recogía la sal o la cambiara con los residentes de las comunidades locales junto a productos ganaderos (carne, lana, huesos de llama y/o plantas medicinales de la puna) que llevaba con él.
4Actualmente, pese a los cambios económicos que ha experimentado Bolivia, se sigue explotando el salar de manera tradicional, de donde se extraen tres tipos de sal:
Cristales (granos) que se recolectan raspando la superficie del salar, todavía húmeda, con una pala. Luego se los deja secar en el mismo lugar, en pilas pequeñas, y se empaquetan en costales de 25 a 35 kilogramos cada uno [Lecoq, 1991; West, 1981, p. 141].
Moldes de sal que se extraen de la corteza superficial del salar por medio de picos, palas de distintos tamaños, barras de plomo y azadas de hierro [Lecoq, 1991, p. 221]. Cada molde mide aproximadamente 45x25x13 centímetros y pesa una arroba (12,5 kilogramos). En el salar de Empexa, mide 50x40 centímetros y pesa 15 kilogramos; la carga de una llama es de dos ladrillos, o sea, dos arrobas (25 kilogramos).También hay moldes más pequeños, de 8 kilogramos, preparados para los camioneros.
Placas de 5 a 6 centímetros de grosor y de 1 metro a 1,2 metros de largo, que se secan y luego se cortan en pedacitos que se envasan en costales. Se extraen en la región de Churacari, al norte del salar de Uyuni, o en otras cochas de sal, y están destinadas solo a los pastores [Gobelman, 2015; Molina Rivero, 1987; West, 1981].
5Hace unos cuantos años atrás, un trabajador de la cooperativa solía producir unos 150 moldes grandes, y entre 200 y 210 moldes pequeños por día. Los valores de cambio utilizados eran los siguientes:
1 molde de sal para llamero : 0,25 bolivianos (0,5 US $)
1 molde de sal para camionero : 0,25 Bs.
1 arroba (12,5 kilogramos) de habas : 30 moldes (15 llamas)1
1 arroba (12,5 kilogramos) de cebada : 30 moldes (15 llamas)
1 arroba (12,5 kilogramos) de trigo : 50 moldes (25 lamas)
1 arroba (12,5 kilogramos) de maíz : 50 moldes (25 llamas)
6Hoy en día, sin embargo, son pocos los pastores que van al salar de Uyuni con sus caravanas, pues prefieren comprar la sal que necesitan en su aldea directamente a los camioneros.
Cabeceras de valles
7Esta área corresponde a las regiones sureste de Potosí y los alrededores de Camargo y Vitichi, ubicadas entre 3000 y 2500 metros sobre el nivel del mar, donde el pastor podía obtener el maíz que necesitaba tras un corto viaje de tres a diez días, es decir, un viaje de tres semanas a un mes, ida y vuelta, incluidos los intercambios. El recogido solía extenderse a lo largo de la estación seca, de junio a septiembre. Las transacciones no eran tan importantes como en las tierras bajas, pero el pastor podía negociar allá —además de su sal— plantas medicinales como el chachacoma o la poposa, así como productos pastoriles (lana, carnes, huesos de llamas) (Figura 2). Del mismo modo, en los años noventa se intercambiaban dos cargas de sal y un hombro de llama por un costal de 35 a 40 kilogramos de granos de maíz. Los valores de cambio eran los siguientes:
2 moldes de sal y un hombro de llama : 1 costal (3540 kilogramos de granos de maíz)
1 libra de grasa de llama : 10 a 15 espigas de maíz
1 sullo de llama : 1/3 costal de maíz
1/2 costal de trigo
1 libra de lana : 1 costal de maíz
1 libra de azúcar : 3-4 zapallos
1 flota (rollano o lawato) : 2 cargas de sal
8En la actualidad, estos valles aún atraen a los pastores del sur de Bolivia que desean realizar transacciones de trueque corto.Van allí con sus mulas, en un viaje de unos días de ida y vuelta, en camión o en autobús.
Valles lejanos
9Estas regiones se ubican en la carretera del Chaco, en la región de Santa Elena, entre 1800 y 1200 metros sobre el nivel del mar, y requerían un desplazamiento de dos a tres meses de ida y vuelta. Estos viajes se realizaban principalmente de junio a septiembre, durante el invierno en el altiplano, y se cambiaban o compraban varios productos, tales como maíz, ají, mates, objetos y platos de madera, batanes, miel e incluso pieles de animales exóticos (Figura 2). Los valores de cambio utilizados eran los siguientes:
1 carga de sal : 1 arrobas de mazorcas de maíz
1/4 de libra de ají
1 plato o un batán de madera1 libra de grasa : 1 arroba de mazorcas de maíz
1 feto de llama : 1 arroba de mazorcas de maíz
1 puñado de grasa : 2 a 3 zapallos
1 soga : 1 a 2 arrobas de maíz
10Una carga de sal para camioneros costaba 7 bolivianos (Bs), y una carga de llama 7 a 8 Bs, o sea, 29 a 30 veces el precio pagado por el llamero en la cooperativa de Colchani. Una arroba de ají rojo de primera categoría costaba entre 25 Bs y 28 Bs en el mercado local. A menudo, el pastor tenía que comprarla porque era muy difícil negociar su cambio con los productos que llevaba.
Realización de un viaje de trueque
11Sea cual sea su destino y la época de su realización, un viaje de intercambio solía articularse alrededor de algunas de las siguientes cuatro etapas:
preparativos y ritos asociados en la comunidad del ganadero,
el viaje en sí,
el trueque y sus modalidades, y
el retorno, que suele ser una repetición del circuito del viaje de ida.
12Como estos viajes han sido ampliamente descritos a través de los Andes [Abercrombie, 1998; Brougère, 1984; Flores Ochoa, 1975; Flores Ochoa et al., 1995; Gobelmann, 2015; Lecoq, 1987, 2019a; Merlino & Rabey, 1983; Molina Rivero, 1987; Nielsen, 1997-1998; West, 1981], solo presentaremos aquí los aspectos técnicos que contienen datos relacionados con los tipos y las cantidades de productos transportados y los instrumentos utilizados para cargarlos.
Formación de la caravana y preparación del viaje
13Los preparativos del viaje toman de 8 a 15 días dependiendo de la importancia, el destino de los pastores y la duración de la travesía. El equipo clásico de pastores consta de dos a tres personas: el dueño de los animales y uno o más ayudantes [Browman, 1988; Lecoq, 1987; Tripcevich, 2016].
14Respecto de los animales, una caravana promedio reúne unas 15 a 20 llamas que pertenecen a una sola persona. De todas formas, puede incluir 40 a 70 animales o más, de diferentes propietarios, miembros de la misma familia, que viajan juntos por razones de conveniencia o seguridad [Brougère, 1984, p. 67;West, 1981, p. 36]. Sin embargo, para el viaje, los pastores más pobres pueden ocupar animales prestados por parientes cercanos más afortunados que están obligados a mantenerlos. Con la técnica “d’al partir” reciben, a cambio, al regreso del viaje a los valles, del 45 % al 50 % del total de productos obtenidos allá [Brougère, 1984, p. 67; Molina Rivero, 1987(1983), p. 15; West, 1981, p. 139]. También pueden alquilarlos con dinero en efectivo.
15Una caravana clásica se compone exclusivamente de llamas machos, de dos a siete años de edad. Todas son castradas con el fin de darles más vigor [Browman, 1988; West, 1981, p. 138]. Cada una debe soportar una carga de 2 a 3 arrobas (25 a 38 kilogramos). Unos cuantos animales más jóvenes también siguen a la tropa, sin carga, con el fin de acostumbrarse a la carretera. Dos a tres llamas mayores, los yasos, o punta delanteros, guían a las tropas. Se reconocen por sus adornos, collares y la campana que llevan al cuello como símbolo de su rango.
16Una caravana consta también de algunos asnos o mulas, utilizados para transportar los objetos más frágiles, y de un perro, para guiar a los animales o alertar a su amo de la presencia de merodeadores [Tripcevich, 2016; West, 1981] (Figura 3).
17Los víveres incluyen alimentos como “tostado” (maíz y habas secas); pito de cañagua o quinua; harina de cebada para preparar la lagua, que es una sopa gruesa; algunas patatas frescas o deshidratadas, y coca. La preparación de las provisiones y productos de intercambio comienza de un mes a tres semanas antes de la partida. La cantidad de víveres es proporcional a la duración del viaje proyectado y a la importancia del equipo. Frecuentemente es necesario contar por lo menos con 30 a 40 kilogramos de comida para abastecer a dos personas durante una travesía de tres meses, sin contar los productos cotidianos que intercambian los pastores a lo largo de la ruta.
Productos para el trueque
18Se trocaban productos como sal, carne, huesos, grasa, piel y lana de llama, y plantas medicinales (chachacoma, poposa) (Figura 2).
19Unos días o semanas antes de la partida, los llameros preparan la sal que se llevará al valle. Para facilitar el transporte de los grandes moldes de 12 kilogramos y aligerarlos, sacan una pequeña capa de sal de tres a cuatro centímetros. La sal fina así obtenida se reserva para fines domésticos. Al igual que al regreso del salar, los hombres envuelven estos moldes en una delgada capa de paja brava (ichu: sipa jichu), protegiéndolos así contra posibles choques durante las operaciones de carga, atados de forma segura, por pares, mediante de dos ligas (Figura 4).
20De mismo modo, se sacrifica una llama vieja (mayor a 7 años). Una vez que el animal está desmembrado, se le saca la piel y se le corta la carne, que se deja secar varios días con sal para obtener el charqui. Parte de sus vísceras, los riñones y el corazón se guardan para realizar algunos ritos. Suelen conservar también, cuidadosamente, unas 4 a 6 libras de grasa, 2 a 3 kilogramos de carne y algunos huesos para la comida diaria. La piel humedecida y suavizada de la llama sirve para empaquetarlos; muy rápidamente, endurecerá y protegerá eficazmente su contenido durante todo el viaje (Figura 5).
Material para el viaje
21Una serie de elementos materiales sirven al viajero para llevar o proteger los productos en la ruta: los moldes de sal, la comida, los costales y sogas para amarrarlos. Algunos se pueden usar también como almohada durante la travesía (Figuras 6 y 7).
22Se transportan además alfombras de lana o de piel, frazadas gruesas y calientes que se pueden utilizar para guardar productos (Figura 8), una batería de cacerolas con 2 o 3 ollas de arcilla o de aluminio, y cajas de fierro o de plástico para transportar y almacenar el agua y preparar la comida.
23Los costales son grandes sacos de dimensiones variables, tejidos con lana de llama o alpaca, que pueden contener hasta 50 kilogramos. Sirven para empaquetar los víveres y el maíz traído del valle [Lecoq, 1987, p. 13; Molina Rivero, 1987[1983]]. Al igual que varios otros tejidos de los Andes, un costal tiene generalmente bandas verticales de distintos espesor y colores, que delimitan casi siempre espacios figurados con sus propios códigos de lectura [Cereceda, 1978, 1987; Torrico, s.f.].
24Antes de cada viaje, la esposa o la madre del pastor remienda cada costal con uno o más hilos de lana, en la dirección de la trama. Así, la cantidad de hilos utilizados permite calcular su antigüedad. Los costales viejos rara vez se destruyen y a menudo se reutilizan como almohadillas para burros.
25El costal es también la unidad de medida utilizada para los intercambios tradicionales, que se calculan en volumen en casi todas las transacciones, y algunas veces por peso, usando romanas [Molina Rivero, 1987(1983), p. 20]. La mayor parte del tiempo, los cálculos se realizan midiendo con la mano la extensión exterior de la bolsa. La cantidad deseada está marcada con un trozo de lana que está cosida encima, una señal que se llama chimpu [Bertonio, 1984(1612) T.11, p. 82] y que varía según el volumen de la unidad que se comercializa [West, 1981, índice 41]. El chimpu es también una unidad básica que mide 80x50 centímetros [Brougère, 1984, p. 68] y pesa 50 libras. Las otras medidas son el ttakhlli, que corresponde a la extensión de una mano, desde el pulgar hasta el final del dedo meñique [Bertonio, 1984(1612) T. II, p 347]; y la vicu, la medida de extensión entre el pulgar y el índice [Bertonio, 1984(1612) T. II, p. 384; Molina Rivero, 1987(1983), p. 20]. Se utiliza, además el cuarto, que es la medida entre el pulgar y el dedo medio, y el dedo, la longitud de un dedo (el índice). Esta es la medida también utilizada para calcular la yapa [Bertonio, 1984(1612) T. II, p. 384; West, 1981, p. 245], la cantidad adicional dada al ganadero por su compadre durante las operaciones de trueque.
26El material consta además de un conjunto de objetos sagrados para los ritos que velan por la vida de las llamas, como las chuspas, para llevar las hojas de coca; la ocuña, que contiene riñones y bezoares de las llamas; tres choclos de maíz de diferentes colores, que son el espíritu del maíz, y piedras redondas que tienen gran poder mágico [Concha Contreras, 1975, p. 67; Zorn, 1987].
27Asimismo, varios elementos materiales se utilizan para cargar animales y atar las cargas, entre los que se encuentran los siguientes:
Lío: pequeña cuerda muy resistente, de 1,5 brazada (1,9 metros de largo), trenzada con tres o cuatro cordones hechos con los pelos de la cola de una llama, y que sirve para mantener los dos bloques de sal entre sí o para amarrar los sacos y la soga.
Soga: también llamada simpaska o simpasqa, es una cuerda de 2,5 brazadas (3 a 3,5 metros), de sección rectangular y de variable espesor, trenzada con cinco o siete cordones triples, hechos de lana de llama de 3 milímetros. La soga se utiliza para amarrar los bultos en los animales y reunirlos durante la carga, y para evitar su fuga (Figura 9A).
28El primer día de viaje, los llameros se reúnen en el patio de su casa para cargar a sus animales. Luego, en el camino, en los paraderos donde pernoctan, los hombres colocan en el suelo una cuerda formada por cuatro a seis sogas amarradas de seis a ocho metros de largo, en forma de una gran U, y empujan los animales al centro [Lecoq, 1987; West, 1981] (Figura 9B). Mientras son reagrupados en el interior, un ayudante coge los dos extremos y los sujeta sólidamente, aprisionando a todos los camélidos que tratan de huir. Para impedírselo, los pastores levantan la cuerda al nivel del pecho de cada animal mientras que los más jóvenes, que no llevan cargas, juegan libremente en la proximidad (Figura 9C). El segundo pastor sujeta las llamas por el cuello, cabezas invertidas y en grupo de cinco a seis, por medio de una soga entrelazada. La cuerda grande exterior que les aprisiona es entonces retirada (Figura 9D). Luego viene la carga, cuya duración depende del número de animales que componen la caravana; debe contarse un promedio de 35 a 40 minutos para una tropa de 15 a 25 animales, entre llamas y asnos. En este proceso, los bultos se colocan directamente sobre el espinazo y denso vellón de la llama. Cada carga está sujetada con una soga y un nudo corredizo, fácil de deshacer, para poder descargar a los animales con facilidad al anochecer, al momento de llegar al próximo paradero (Figura 4).
Volúmenes y cantidades comercializados
29Para concluir, conviene considerar la cantidad de sal y el peso del maíz u otros objetos transportados por los caravaneros. Para la región de Yura, en la década de los noventa unos 300 pastores salían de sus hogares cada año con su propia caravana. Sabiendo que una caravana promedio reúne de 20 a 25 llamas, podemos estimar que así se movilizaban cerca de 8000 llamas. Tomando también en cuenta que cada animal llevaba una carga de dos bloques de sal, cada uno de una arroba (12,5 kilogramos), se puede calcular que 16 000 moldes, o sea 352 toneladas, transitaban cada año hacia los valles orientales [Lecoq, 1991, p. 223]. La cantidad de maíz recibida a cambio es, por otra parte, más difícil de determinar. Si aceptamos que todas las llamas fueron efectivamente cargadas con maíz sin cáscara y que cada una cargó 50 kilogramos, obtenemos un total de 1250-1300 kilogramos por familia, o sea, cerca de 400 toneladas para todos los miembros de la comunidad, una cifra que se suma a todos los demás productos obtenidos por trueque: ají, calabaza, platos de madera, miel y otros elementos. Esta estimación regional, colocada en un contexto geográfico más amplio, muestra la enorme cantidad de productos que alguna vez se transportaban a través de los Andes y las técnicas utilizadas, que se adaptaban perfectamente al estilo de vida pastoril del llamero andino (Tabla 1).
Bibliographie
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Notes de bas de page
1 Los pastores cuentan sus bienes en llamas en lugar de una carga. Como una llama lleva dos cargas, hay que multiplicar por dos para obtener el número de paquetes transportados.
Auteur
Doctor en Etnología Prehistórica y Protohistórica por la Université de Paris 1 Panthéon-Sorbonne de París, Francia. Habilitado a Dirigir Investigaciones (HDR, Doctor de Estado) y docente honorario de Arqueología del Área Andina en la Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne (actualmente retirado). Es investigador de la UFR d’Art et d’Archéologie de la Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne y miembro de la UMR 8090 Archéologie des Amériques. Ha desarrollado investigaciones etnográficas y arqueológicas en Ecuador, Perú, Bolivia y Chile sobre el pastoralismo y la ritualidad andina, entre otros temas.
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