Reflexiones finales
p. 173-184
Texte intégral
1Nuestro estudio partió de la pregunta por la incidencia y el reconocimiento, durante la segunda mitad del siglo xx, de un espacio de investigación y gestión ubicado en San Carlos de Bariloche y destinado a incrementar la producción agropecuaria de la Región Patagónica. Así, nos enfocamos en la eera inta Bariloche, lo que nos llevó a profundizar en el proceso histórico de la instalación de esta agencia de ciencia y tecnología.
2Iniciamos el recorrido partiendo de una hipótesis: la elección de San Carlos de Bariloche para establecer una agencia del inta estuvo relacionada a la configuración territorial de acuerdo a la planificación nacional en el marco del desarrollismo y con las redes tecno-científicas desde las que se dio sentido a la existencia de la institución. El incremento en la producción ovina en el espacio productivo rionegrino no estuvo en el foco de esta iniciativa. Para revisar esta hipótesis, cruzamos dos tradiciones de indagación histórica igualmente relevantes en nuestra reflexión; por una parte, abrevamos en la Historia de la Ciencias, a partir de la cual analizamos el modo en que las prácticas científicas dirigidas al desarrollo del conocimiento agropecuario se cruzan con las planificaciones y las políticas de Estado en el tiempo y el contexto que nos ocupan; por otra parte, la indagación sobre el ordenamiento territorial de la Patagonia, visto desde una perspectiva que reunió a la historia económico-política de Río Negro con las definiciones de una geografía histórica –o nueva geografía regional (Benedetti, 2011)– nos permitió complejizar los sentidos proyectados sobre el espacio. Así, vimos cómo la provincia de Río Negro había sido afectada por las planificaciones nacionales y provinciales durante las décadas del sesenta y del setenta. Dicha indagación nos llevó a que, en el proceso histórico analizado, partiéramos desde una mirada anclada en lo regional y provincial pero atravesada por la historia de las ciencias, y en diálogo con la problematización de la política pública de desarrollo focalizada en el espacio rionegrino. Pudimos confluir en relaciones que nos permitieron profundizar el análisis institucional, abrir interrogantes hacia el proceso político y económico que sustentó las planificaciones. En el camino apelamos a cambios de escala a través de las posibilidades que nos brinda la microhistoria, lo que nos facilitó poner en diálogo espacios variados, con diferentes actores, a lo largo del tiempo.
3Las conclusiones, entonces, se desprenden de este recorrido analítico. Un tópico que se repite, y que será el punto de partida de las reflexiones que aquí se desarrollan, es el tema de las planificaciones, asociado a la política pública y al rol del Estado, como un aspecto sobre el cual avanzar en los interrogantes que se desprenden del presente análisis.
4Consideramos, siguiendo a Oszlak (2012), que debemos entender al Estado dentro de un proceso de construcción social, el cual supone, a la vez, la configuración de la instancia política que articula la dominación en la sociedad y la materialización de esa instancia en un conjunto interdependiente de instituciones que permiten su ejercicio. El inta en general, y la eera inta Bariloche en particular se inscriben en esta estructura. La geografía se disciplina con un reconocimiento diferenciado en esta segunda mitad del siglo xx y el inta, en contra de los objetivos explícitos de promover la producción de secano, opera favoreciendo la desigualdad al reforzar patrones de producción tradicional. El cambio focalizado en lo tecnológico no busca, al menos en los primeros años, modificar la trama social de producción en el área rionegrina como parte de su metodología de intervención. Aquí podemos leer una situación paradojal ya que, aunque se producen mejoras y avances en cuanto a la producción, la población reconocida como responsable de esa producción –que es lo que define el Estado central e incluso el provincial sobre la agencia de ciencia y tecnología eera Bariloche– no se modifica, ni se problematiza. De allí, la relevancia de pensar el modo en que esta producción particular, así como las líneas de investigación que se llevan adelante, se insertan en el conjunto de las producciones nacionales. Es en este sentido que podemos retomar las reflexiones que ordenaron el primer capítulo de este trabajo.
5Recordemos que la Argentina se define como país agroexportador a finales del siglo xix y esta definición atraviesa la creación del Ministerio de Agricultura, que se enmarca en una búsqueda de control y consolidación de un modelo de crecimiento particular. El Estado y la estructura de dominación a la que se refiere Ozlack (2012) se llevarán a cabo a través de la mediación de las instituciones con la sociedad.
6Aquí, también resulta significativo el aporte de Guillermo O’Donnell (2008), quien entiende el Estado como el componente que actúa sobre la relación social de dominación. El aparato estatal conecta actores de modo tal que la dominación resulta relacional y asimétrica. El autor señala que el Estado está vinculado al control diferencial de cuatro recursos: la coerción física a través de las fuerzas armadas; los recursos económicos por medio de su incidencia en el desarrollo de los medios de producción; los recursos informacionales, esto es, el control del know how de aquellos conocimientos que puedan impactar en la sociedad; y, finalmente, los recursos ideológicos. Estas categorías son útiles para analizar tanto el período como los procesos que estudiamos. Por un lado, la inestabilidad política y los golpes de Estado evidencian en forma dramática procesos de coerción física y control ideológico, pero la implementación de proyectos y líneas de investigación definidas desde organismos internacionales, como fue la fao, echan luz sobre la relevancia que tienen los controles y las definiciones sobre las esferas de conocimiento, así como el peso del reconocimiento diferenciado a determinados agentes económicos.
7La provincia de Río Negro, como órgano estatal, es un claro ejemplo de lo dicho, pues predefine, a través de sus planificaciones, los sitios de regadío, más allá del acceso al agua, recortando la zona cordillerana y asociándola a la estepa, sin mayor atención a la particularidad y diversidad de una amplia región del territorio. Los espacios de regadío se diseñaron en función de un modelo hidroeléctrico que predefinió, de acuerdo al recurso energético demandado por las grandes urbes, qué áreas se iban a reconocer como productivas dentro de la provincia. No alcanzó el antiguo trabajo de Bailey Willis (1914-1943) para reparar en el potencial productivo de la región Andina, pues se soslayó el modelo de producción de energía que ubicaba a este espacio como centro de la generación y producción del país (Navarro Floria y Núñez, 2012; Sarobe, 1935; Willis, 1943), asociándolo a un modelo turístico asumido como ya desarrollado sin revisar sus contradicciones (Bessera, 2008; Núñez y otros, 2012) ni su vínculo con la dinámica productiva local.
8Entender al inta, o a su antecedente, el Ministerio de Agricultura, lleva a reconocer cómo el aparato del Estado que se manifiesta como actor social, diferenciado y complejo, con sus múltiples unidades e instancias de decisión. Esto se traduce en la presencia estatal en el conjunto de relaciones sociales desde las cuales se construye el sentido de lo territorial y que, de acuerdo a lo analizado, va a dar peso diferenciado a las voces de los disímiles actores involucrados. El ámbito de competencia y acción del Estado es considerado por O’Donnel (2008) como un espacio de negociación y conflicto donde se dirimen cuestiones que integran la agenda de problemas vigentes. Esta definición nos ayuda a evidenciar el rol que tuvo la eera inta Bariloche al imponer una línea de estudios sobre la cual se vuelcan los avances tecnológicos, pero sin diálogo con la complejidad productiva presente, en parte, porque el propio Estado provincial la desconoció como integrante de su política.
9De esta forma, el origen, la expansión, la diferenciación y la especialización de la eera inta Bariloche pueden verse como el resultado de intereses variados, en el marco de una sociedad asimétrica. Esto descubre la geografía diferenciada como parte de los resultados más relevantes, que no se limita al punto del desarrollo económico, sino que se refuerza simbólicamente de tal forma que pareciera vaciar de identidad provincial a una región andina que queda en el sitio de lo diferente y a una estepa que queda ubicada en lo permanentemente inacabado.
10Desde esta perspectiva, y en función de las paradojas descriptas por las superposiciones geográficas que implica el establecimiento de la eera inta en Bariloche, las políticas públicas que el Estado implementa pueden ser entendidas, en términos de Vaccarezza (2012), como las acciones o herramientas destinadas para alcanzar objetivos establecidos en un plan determinado. En este caso, el plano de desarrollo del modelo energético asociado a la instalación de represas hidroeléctricas y a la explotación de hidrocarburos, aunque esta última no se encuentre tan vinculada a la producción agropecuaria como a la construcción de represas y el control de los ríos. Por fuera de ello queda la revisión de los espacios de secano, o las áreas de regadío más allá de las cuencas de los ríos elegidos para la estructura hidroeléctrica. Resaltamos el modo en que se amplía la zona de riego y producción en Río Negro durante la década del sesenta. En línea con los estudios resultantes de la factibilidad productiva del río Colorado, y tomando como base investigaciones de italconsult y sofrelec, se gesta en 1961 el plan de desarrollo del Valle Inferior, como un contrapunto al peso productivo del Alto Valle y como una política de desarrollo complementario que desnudaba las diferentes dinámicas de crecimiento en la heterogénea provincia en formación. Esto, sin embargo, no dirimió las desigualdades al interior rionegrino, pues la zona Andina y la Línea Sur quedaron fuera del foco del crecimiento ideado desde el pro-5, tal como se planteó en el tercer capítulo.
11Entre las conclusiones, podemos mencionar que serán los programas nacionales e internacionales asociados al desarrollo del modelo energético los que se incorporan a la planificación de la provincia, y aparecen como la base de las diferentes acciones que limaron algunas diferencias, al tiempo que potenciaron otras contradicciones existentes al reconocer a unos pobladores mientras que ocultaron a otros sectores de la sociedad, especialmente en la zona Andina y la Línea Sur.
12En nuestro análisis hemos intentando hacer foco en la influencia que tuvieron los modelos que, a través de la cepal, se transferían a instituciones que funcionaron dentro de los organismos de planificación, como fue el cfi. Los programas y planificaciones pueden pensarse como el fundamento de iniciativas desiguales que fueron utilizadas de manera combinada por los gestores de las políticas públicas. Durante la gestión de Edgardo Castello al frente de la provincia de Río Negro, y con la declamación por la integración y la superación de las diferencias regionales, se naturalizaron escisiones como parte del avance en el reconocimiento y la resolución de otras desigualdades que se consideraban prioritarias. Desde esta perspectiva, podemos pensar que la inclusión y la exclusión se constituyen mutuamente. La construcción de la provincia y la instalación de la agencia científica nacional que nos ocupa se encuentran atravesadas por este complejo dinamismo.
13Esto nos lleva a un punto que, entendemos, aparece como una de las principales conclusiones: la dinámica de diferenciación que impacta en la construcción regional en los años que nos ocupan. Ya Arias Bucciarelli (2010) recorrió la compleja definición de la región Comahue, mostrando los juegos de intereses provinciales detrás del modelo de desarrollo energético. La instalación de la eera inta Bariloche y la definición del área de influencia que toma el oeste neuquino, así como el oeste y parte de la Línea Sur rionegrina, nos enfrentan a una construcción geográfica que, al menos para el caso de Río Negro, va a seguir el trazo de los espacios no reconocidos como íntegramente rionegrinos, en términos de pertenencia identitaria. La idea de una construcción territorial ligada a la provincialización, con dinámicas de pertenencia diferentes que redundan en fragmentaciones internas, no es nueva. Varela y Elvira (2007) ya reconocen, en los antecedentes de los debates de la provincialización de la década del treinta, un compromiso diferente con la autonomía del espacio que pone el centro del interés en los discursos de prensa de la zona Atlántica, y afinca, por ello, la idea de identidad provincial en esta área geográfica.
14Esta noción de identidad merece algunas aclaraciones. Lejos de una concepción esencialista, y sin el objetivo de ingresar en un debate que excede la temática de la presente investigación, debemos entender la identidad como en permanente construcción, en línea con el modelo dialógico que Ricoeur (2007) propone. Esto es, la actividad narrativa resulta configuradora del tiempo y del espacio como anclajes de la identidad, pero donde el tiempo y el espacio son a su vez condiciones de posibilidad. Los elementos de la coyuntura son forjadores de la identidad, pero no la resuelven, sino que la conectan con las narrativas que buscan ordenar los procesos coyunturales. Las fuentes que relevamos, vistas en esta clave, nos permiten alejarnos de la idea de descripción completa y nos obligan a pensar las condiciones de construcción de esas fuentes. La mirada sobre la historia provincial, con foco en las fragmentaciones justificadas desde dinámicas poblacionales y paisajes, facilitó la profundización de narraciones propiciadoras de asimetrías. Sobre ellas se despliega el mapa de intervención del inta Bariloche y las planificaciones de desarrollo que se permitieron omitir gran parte del territorio rionegrino. La identidad regional se va construyendo al tiempo que es percibida como esencial y atemporal: el turismo para la zona andina, la explotación ovina para la estepa. Así, en este ejercicio se opacó la posibilidad misma de debatir las ideas de crecimiento regional y de pertenencia identitaria provincial.
15En esta línea, el inta cubre, justamente, el área que parece quedar fuera de lo que identifica a la provincia o a sus intereses. De allí que, a la luz de la regionalización que adoptó el conade y de su definición de la Región Comahue, podemos pensar que la zona Andina y la Línea Sur rionegrina se encuentran desconectadas del resto de la provincia de Río Negro porque la particularidad de sus producciones estaba lejos de ser centro de interés de las definiciones provinciales. Si bien la idea de centro se mantuvo en el programa de desarrollo económico para Río Negro en el pro-5 –y de hecho se ubica uno en San Carlos de Bariloche, que representa a la zona Andina, y otro en Jacobacci, en representación de la Línea Sur–, los espacios productivos así definidos generaron tensión ya que no se consideraron todos sus elementos y aspectos potencialmente productivos, lo que dio lugar a diferencias regionales dentro de una misma provincia. Esto se reconoce en la incidencia que tuvo la asignación de inversiones en los espacios denominados regiones-plan (Benedetti, 2008), en las que el peso que tuvo el Alto Valle terminó modelando el ordenamiento territorial propuesto desde conade, con la influencia del idevi y el desarrollo de la zona costera, referido en los estudios de Manzanal (1980).
16En esta clave, el espacio de la zona Andina fue resignificado como lugar turístico tanto por el pro-5 como por el Plan Trienal para Río Negro. Y para el espacio de secano, representado en la estepa rionegrina denominada Línea Sur, se refuerza la ganadería y se incorpora la actividad minera.
17Encontramos que, desde la mirada provincial, ambos espacios quedaron, durante el período analizado, desconectados de la órbita del ámbito productivo anclado en la región Comahue, mostrando continuidad con un modelo de desarrollo que se apoyó en el formato tradicional y en el que las actividades de turismo como las de secano estuvieron desarticuladas del orden provincial, tal como se registra en los documentos de la época (Fanjul, 1964). De manera que el diálogo con la geografía histórica resulta iluminador. Como reconoce Núñez (2013), el espacio es temporal. Lejos de la imagen de neutralidad y objetividad, el presente y los procesos sociales se descubren influyendo en las narrativas sobre tiempo y lugar. La mirada sobre los mapas que se presentan a lo largo de este trabajo da cuenta de la intención de cambio y construcción que se descubre en la década del sesenta y que enmarca el proceso de instalación de la agencia científica del inta en Bariloche. Tal como Rodríguez Meitín intuyera en 1960, hay una tensión al interior de los límites que se intentan proyectar dentro del área patagónica, donde las diferencias biológicas y geográficas se cruzan y solapan con áreas económicas existentes o previstas, pero que dejan en el terreno de lo ambiguo al territorio que ocupa desde el río Colorado hasta el paralelo 42°, es decir, el territorio donde se proyecta el centro de la producción energética.
18La mirada de Benedetti (2011) en torno a lo que denomina «nueva geografía regional» es otro punto donde podemos anclar nuestras conclusiones. El geógrafo reconoce en esta perspectiva los estudios que vinculan al espacio con el poder. Considera que la región o el territorio son categorías heurísticas y no realidades ontológicas, evidentes, sin por ello dejar de reconocer su componente material. Como tales, se definen a partir de las prácticas culturales y materiales de la sociedad; y en el caso que nos ocupa, por las definiciones que se proyectan desde las diferentes instituciones involucradas que llenan de sentido un área abierta a la búsqueda de un nuevo significado social y económico en un proceso de formación del espacio político.
19Una de las ideas más provocativas, desde las cuales podemos interpretar la influencia del inta a través de la definición de sus programas de estudio, es que las regiones o los territorios pueden ser vistos como entidades geo-históricas, como procesos abiertos y contingentes que en estos años van a reforzar una trama social tradicional bajo la bandera de la innovación tecnológica. En el proceso de cambio que se gesta desde el inta, las categorías espaciales están siendo redefinidas. Y este estar siendo, dentro de la perspectiva propuesta por Benedetti, se vincula especialmente con las formas en que se construyen los sentimientos de pertenencia al lugar. Lo simbólico resulta central cuando el argumento de una política se funda en el paisaje sin prestar atención a las diferencias particulares de una amplia región que queda fuera de sus prioridades. Este vínculo fue alimentado por una política local que, al menos en el área Andina, buscaba exacerbar las diferencias que la distinguían de lo provincial (Núñez, 2003).
20Otro aspecto sobre el cual se abre el análisis es la influencia del contexto internacional. Nos pareció significativo ampliar la escala de reflexión a las décadas del sesenta y del setenta, y vincularla a las reflexiones económicas que se dieron en América Latina durante este período, en el que los análisis regionales estaban en auge en el marco de la Teoría de la Dependencia. En esta línea, las definiciones de la cepal han sido revisadas a la luz de las políticas regionales en la provincia de Río Negro y de la delimitación del rol del inta. Algunos de los aspectos que remarcamos son la planificación regional y su rol preponderante en el desarrollo nacional y las definiciones de las regiones, atravesadas por consideraciones que ayudaron al ejercicio de reconocimiento diferenciado, al que referimos en los párrafos previos.
21Es interesante señalar la relevancia que tuvieron las reflexiones regionales en el marco de la cepal, ya que a partir de estos análisis comenzó a repararse en la desigualdad social y económica de las diferentes regiones que conforman el territorio nacional. Es también en este contexto donde la ciencia y la tecnología se incorporan con mayor fuerza y toman significado como elementos que dinamizaron los procesos productivos y formaron parte del ciclo económico. Sin embargo, en el reconocimiento diferenciado de actores se solapó una valoración jerárquica de las regiones, que naturalizaba la desigualdad dentro del paisaje de montaña o de estepa en la Patagonia. Así, desde los tempranos años sesenta, en el marco del desarrollismo, el Estado nacional tuvo el rol de planear y ejecutar acciones a partir de traducir el espacio a recursos económicos. En este movimiento se dio la promoción del desarrollo regional, pero sin poner en duda el modelo de ovinización, con lo que se reeditó la desigualdad.
22Pero esta no es la única influencia internacional, también está el marco desde el cual se define la práctica científica y donde se legitima el conocimiento que excede largamente los límites de la Nación. Consideramos que el proceso referido llevó a procesos de territorialización que mostraron su particularidad según el momento histórico en el que se produjo su aplicación. Así, las provincias que forman la norpatagonia se configuraron como actores principales en las acciones que el Estado nacional planificaba a través de la estructura institucional creada para tal fin. En tal sentido, y con influencia del modelo desarrollista, el país era dividido en regiones económicas que acelerarían el proceso de acumulación de capital a través del impulso productivo de los diferentes polos de crecimiento, caracterizados por industrias diversificadas y vías de comunicación, y distinguidos del conjunto como centros. La integración regional formó parte de las iniciativas impulsadas por el Estado y que se encontraban en permanente relación con espacios nacionales e internacionales reflejados en agencias de la onu. En este sentido adquiere relevancia la influencia de la Big Science, representada en los grandes proyectos de investigación. Bariloche, en este esquema, resulta un sitio privilegiado. El inta se instala en uno de los espacios con núcleos más avanzados de investigación científico-tecnológica, pero que no se asocian a la reflexión del modelo productivo, sino que parten de una iniciativa considerada estratégica por lo novedosa y potencial: el desarrollo de la energía nuclear, asociado al establecimiento del Centro Atómico Bariloche y al Instituto Balseiro. Este será el corazón de una trama de estudios multidisciplinarios que dará lugar a la formación de una red científica, con un nodo especialmente dinámico consolidado a partir de la formación de la Fundación Bariloche, el gran órgano de encuentro entre las diferentes agencias de ciencia y tecnología de la zona.
23Asimismo, en la revisión de la red científico-tecnológica desde la cual se va diseñando el establecimiento del inta en la región de Bariloche, es evidente la relevancia del diálogo con ámbitos universitarios, sobre todo con la Facultad de Agronomía de la uba, y del peso de las esferas técnicas de la onu como ámbitos de debate para definir la política rural argentina. De modo que el control del know how referido por O’Donnel (2008) involucra un amplio entramado desde el cual se dio sentido al conocimiento producido, sin la necesidad de referirlo a actores locales o rionegrinos, ya que los productores originales, quienes elevan una demanda por conocimiento técnico, se nuclean, según vimos, en la zona de Trelew.
24Como reflexión final, mencionamos un aspecto en torno del cambio que atraviesa la tríada Estado-ciencia/tecnología-sociedad. Desde la mirada del Estado, la ciencia y la tecnología fueron adquiriendo mayor presencia, con el correr de los años, en la esfera pública hasta pasar a formar parte de ella a mediados del siglo xx. Desde este lugar, el par fue pensado como un factor de cambio en los espacios donde interactuaba. En esta línea reflexionamos sobre la mutua incidencia que tuvieron la ciencia y la tecnología, el Estado y la sociedad en nuestro caso de estudio. El inta, a través de sus agencias, hace llegar la ciencia y la tecnología a la sociedad como elementos de cambio. Pero la sociedad sobre la que se proyecta no es el conjunto de toda la población, sino los actores económicos reconocidos por el Estado. Así, el impacto del cambio propuesto fue visible sólo en los sectores productivos donde se aplicó. No encontramos que su grado de incidencia impactase de la misma forma en la sociedad en su totalidad, pero sí en las mejoras productivas, como la calidad de la lana, la genética de animales o incluso la producción de las pasturas, todas focalizadas en los grandes productores.
25Pensamos que desde los orígenes del inta, la Extensión, que es la actividad donde se efectiviza la transmisión de la tecnología a la sociedad –en este caso, a la familia rural–, no termina de materializarse en prácticas sistemáticas de cambio y deja de existir como parte de las actividades dirigidas a la región aledaña a San Carlos de Bariloche desde el establecimiento de la eera en 1965 hasta la década del setenta. La familia, como representante de los sectores más vulnerables y vulnerados de la esfera rural, no termina de verse acompañada hacia un cambio que modifique el entramado social, a pesar de que la institución la entendía como núcleo donde se llevaría adelante el cambio y que, de hecho, así la consideraba en la propia ley de creación del inta. En el espacio que nos ocupa, las familias rurales no son vistas como productoras, sino como subsidiarias del modelo productivo tradicional, cuya mejora reforzó tramas relacionales históricas. Sin embargo, esta observación no puede generalizarse.
26A comienzos de la década del setenta hubo un intento, desde la institución, de revertir esta idea tradicional en el espacio patagónico a través de los grupos de economía y sociología rural que trabajaron insertos en la estructura de investigación y extensión de la eera inta Bariloche. Nos hemos referido a ellos en el cuarto capítulo, donde explicitamos las actividades en las diferentes aers, en los campos anexos y en las chacras experimentales que forman parte del área de influencia de la agencia de Bariloche, y que fueron finalizados abruptamente a partir del golpe de Estado de 1976.
27Para finalizar, nos preguntamos si el debate abierto a principios de los años setenta fue retomado o si la influencia del golpe de Estado afectó a la cristalización de una estructuración social jerárquica apoyada por el modelo de ciencia desplegado desde el inta.
28La hipótesis que orientó la investigación de este trabajo fue que la elección de San Carlos de Bariloche para instalar una agencia del inta estuvo relacionada al ordenamiento territorial propuesto por órganos de planificación nacional en el marco del paradigma desarrollista y a su relación con la instalación de instituciones científicas, más que con el incremento de la producción ovina en el espacio productivo rionegrino.
29Esta hipótesis ha sido corroborada. Sin embargo, el análisis acarreó una complejidad mayor a la vinculación que asumimos en la introducción. A la luz de lo analizado, entendemos que, durante la provincialización de Río Negro, el proceso de territorialización desplegado para la región Comahue desató dinámicas de pertenencia gestadas en antiguos debates que focalizaron en el centro de los intereses en la zona Atlántica de la provincia de Río Negro, construyendo la idea de identidad provincial, al tiempo que la fragmentaba. El desarrollo provincial fue pensado en esta clave y las acciones materializadas en el pro-5 y el Plan Trienal para Río Negro proyectaban sus mayores aspiraciones en la zona de interés provincial, y continuaron hasta el final del período que analizamos. Así, la inclusión de elementos de ciencia y tecnología en estas acciones está en directa relación con los propósitos que tiene el Estado nacional para este espacio.
30Si bien el tema/problema no queda cerrado con estas reflexiones finales, esperamos en un futuro avanzar y trabajar con otras etapas de la institución y de su área de influencia. La función del historiador/a, como nos recuerda Fontana (1992), es rescatar una historia y ponerla a disposición de la sociedad. La reflexión presente en esta investigación espera acercar un esfuerzo para que la Historia de la Ciencia no quede fuera de este compromiso, sobre todo en aquello reconocido como espacio rural.
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