Capítulo 6. Cómo alcanzar el Estado de bienestar a través de la reurbanización sustentable y nuevos estilos de consumo
p. 235-266
Texte intégral
1Hasta aquí se han examinado distintos tópicos relacionados con el objeto central de este libro, es decir, cómo alcanzar el Estado de bienestar en el siglo xxi. Para ello se han tratado distintos temas: a) el problema de la definición de riqueza y su medición; b) los vínculos entre la riqueza considerada como flujo anual y como acervo; c) el impacto de la progresiva transformación de las funciones de producción en la creación de empleos, a medida que una serie de actividades que eran importantes como parte de la creación de flujos anuales de riqueza pierden importancia relativa mientras que otras reemplazan parcialmente dicha pérdida de dinamismo; d) el hecho de que en esa continua transición ciertas actividades pueden y han sido insuficientes para crear cantidades análogas o superiores de valor; y e) que ellas pueden introducir en la formación de los precios de oferta un sesgo hacia la remuneración del capital sin que se incremente la tasa de rentabilidad (por ejemplo, si no se produce una disminución de la relación capital/producto).
2No obstante, respecto al último tema, también es cierto lo opuesto, aunque con idénticas consecuencias. Por ejemplo, muchas industrias de servicios –caracterizadas por un bajo uso de recursos agotables o de alto impacto ambiental– poseen una muy baja relación capital/producto y son intensivas en ciertos conocimientos, pero nada las induce a la creación de empleos o de nuevas riquezas en forma de flujos anuales continuos. El caso más claro es el de la industria de difusión cultural (o del entretenimiento): con solo alcanzar un tamaño de mercado del 10 % de los hogares urbanos a escala global, una sola firma puede facturar alrededor de 12 mil millones de dólares al año con un equipamiento que es una fracción insignificante de esa cantidad y con costos operativos muy bajos –pues se montan sobre tecnología informática propia, pero sobre infraestructura realizada por terceros–, cuya relación capital/producto es también baja. En este caso, la creación de empleos es poco significativa y las remuneraciones de expertos específicos suficientemente altas para que ninguna teoría de la plusvalía tenga sentido alguno: un experto en estos temas produce un valor varias veces superior al de un obrero industrial o un empleado bancario. En ausencia de normas que obliguen a invertir esos excedentes en creación de contenidos culturales –al menos en forma proporcional al número de usuarios en cada país–, esos excedentes suman dinero al ya sobrante por los excesos de ahorro sobre inversión. Es decir, suman a la tendencia no convergente (global y social) y a la creación de excesos de ahorro sobre inversión, lo que a través del sistema financiero crea una verdadera clase extractiva a escala mundial. La razón de tal situación es, en última instancia, que otros países cuyas clases medias han entrado en una fase de consumo elevado –no satisfecho con la creación anual de riqueza en sus propios territorios– deben endeudarse para sostener tales estilos de vida en una etapa determinada de su desarrollo, a riesgo de tornar ingobernables sus sociedades.
3En cambio, los mercados potenciales insolventes –derivados de la falta de trabajo, de empleos e insuficiencia de ingresos– no disponen de mecanismos de financiamiento interno o externo, pero su demanda se distribuiría sobre una vasta cantidad de actividades. Así, la inequidad solo crece y la sociedad profundiza brechas que se supone deberían ser disminuidas.
4El proceso evolutivo estaría determinado así –según ciertas interpretaciones simplistas que se han hecho a partir de la teoría de Charles Darwin–, por la supervivencia de los más aptos, de los más adaptados, de los más fuertes. Pero si entráramos en este terreno, habría también que escribir un libro crítico acerca de algunas distorsiones que se han producido en la interpretación de los fenómenos sociales. Particularmente debido al inaceptable reduccionismo que supone la transposición de conceptos desde el campo de la biología al de las sociedades. Es que a partir de este tipo de interpretaciones, como el darwinismo social, también se suprimirían finalmente algunos valores culturales que suponían que la humanidad era algo más que una mera especie animal. De hecho, los contenidos culturales han migrado desde el humanismo hacia un crudo individualismo, y –aún en ciertas interpretaciones teóricas– aquellos valores como la bondad y la empatía no reflejarían más que una cierta respuesta derivada de la debilidad (casi inherente a ella), innecesaria para los fuertes (Neri Castañeda, 1990).
5En directa relación con lo anterior, se ha afirmado en este libro que estos fenómenos han estado vinculados a la urbanización –vista bajo una mirada evolutiva, tal como se ha registrado entre 1950 y 2012 o 2014–. Por otra parte, que han afectado a los procesos de convergencia o no entre las magnitudes promedio de creación de nueva riqueza entre países desarrollados (o muy ricos) y aquellos otros en los cuales reside más del 83 % de la población mundial, donde la propia urbanización –impulsada por una diversa serie de eventos históricos– ha constituido una proporción importante de la creación de riqueza anual facilitando mejoras en los niveles de vida de muchas personas en la fase ascendente del ciclo de urbanización. Ahora bien, estas mejoras no se prolongan ya que las capacidades instaladas de muchas industrias y actividades entran en situaciones de sobrecapacidad estructural prácticamente irreversibles, capacidad que de algún modo se destruye o es parcialmente reabsorbida mediante fusiones que también generan pérdidas de puestos de trabajo. De modo análogo, se ha explicado el modo en el que, también, este proceso dinámico concreto y cuantificable ha afectado a la distribución del ingreso y a la destrucción del capital humano, sin que la reconversión del mismo pueda alcanzar el vertiginoso ritmo de la innovación tecnológica1.
6La dispar cantidad de tiempo necesario para reconvertir el capital humano y formarlo y el necesario para introducir nuevas tecnologías es algo que los sistemas educativos formales no han abordado como tema central para la sustentabilidad en sociedades abiertas. Este tema es de particular relevancia para los países en vías de desarrollo por toda su gran diversidad de niveles de riqueza y estructuras productivas. La literatura sobre este tema sesga el análisis hacia la competitividad y, en general, se refiere a los países desarrollados. En cambio, otros aspectos relevantes para la sustentabilidad que han sido introducidos por algunos autores, aunque no en la línea de nuestra argumentación (por ejemplo, Ivo Šlaus y Garry Jacobs)2, sí al menos lo han hecho al remarcar la brecha existente entre las habilidades que facilita el sistema educativo y la necesidad de realizar grandes transformaciones individuales y colectivas a fin de construir un futuro sustentable.
7Por otra parte, se han estudiado, ya sea a partir del abordaje de una vasta literatura como de la puesta en evidencia, algunos hechos básicos respecto a las relaciones entre urbanización y crecimiento. Se señaló la existencia de una división internacional de capacidades instaladas en investigación y desarrollo, en capital humano y en capacidad productiva. Estas se distribuyen entre ciudades innovadoras, productoras-consumidoras y otras predominantemente consumidoras que, además de ser un producto histórico complejo, indican que para una proporción creciente de personas en el mundo ninguna política de convergencia parece posible a menos que exista una agenda mundial que lo proponga de modo explícito.
8En tal sentido, el énfasis puesto en los desequilibrios de orden estructural material muestra que la rigidez del mundo real es mucho mayor que la supuesta por la teoría económica ocupada en teorizar acerca de los equilibrios microeconómicos –que, según los neoclásicos, serían coincidentes con los macroeconómicos–. A su vez, en los enfoques predominantes sobre política macroeconómica, el propósito radica en la búsqueda de fórmulas que contribuyan a mantener cuentas fiscales equilibradas, equilibrios externos, pleno empleo, mejoras distributivas, asignación eficiente de recursos e inclusión social. También con respecto a las proporciones deseables entre actividades públicas y privadas. Del mismo modo, se ha tratado el tema introducido por Baumol acerca de la anatomía de las crisis urbanas en base a la dispar productividad entre servicios públicos como educación, salud y otros respecto a otras actividades económicas. Esto ha sido vinculado con temas como: distinta valoración de bienes públicos y privados, política tributaria, inequidad social y calidad de vida.
9A estos viejos problemas de la economía se han sumado enfoques sobre la sustentabilidad del desarrollo, nuevas políticas industriales, políticas ambientales y estrategias acerca de cómo insertarse en cadenas globales de valor. Estos dan lugar a una vasta literatura, recetas y visiones de políticas supuestamente correctas que ignoran, en forma deliberada o no, los problemas visibles desde hace al menos cuatro décadas respecto a cómo lograr la inclusión social productiva, un aspecto central del Estado del bienestar.
10En tal sentido, se ha mostrado que el enfoque actual sobre el desarrollo sustentable ha enfatizado prioritariamente en temas como el cambio climático, la cuestión de la energía, el uso del agua y otros recursos. También, en propuestas de políticas para mitigar gases de efecto invernadero y en medidas de adaptación frente a la vulnerabilidad ocasionada por el cambio climático.
11En tanto buena parte del conjunto de estas complejas visiones del mundo se ha gestado a partir de las instituciones nacidas de los acuerdos de Bretton Woods en 1944 –y del posterior y vasto desarrollo del conjunto de instituciones de las Naciones Unidas–, es fácil percibir un único discurso que, con distintos matices, predica la necesidad de sustentabilidad, mayor equidad y combate contra la pobreza. Pero, en definitiva, este discurso consolida a los países desarrollados. Y, en simultáneo, encadena al resto del mundo con políticas funcionales a aquellos. ¿Cómo?, a través del diseño de instrumentos de financiamiento y una innumerable cantidad de programas atomizados que los países en desarrollo deben adoptar a fuerza de no navegar solos y sin brújula en los anchos y tormentosos mares de la realidad mundial.
12En el caso de los países desarrollados, la discusión se centra precisamente en las ventajas y desventajas de sostener estructuras del Estado de bienestar propias de los países europeos y las de introducir competencia en mercados disputables que se pueden desregular de forma salvaje. A estos, se suman eventos como el control cada vez más rígido de la movilidad internacional del trabajo, la edad de retiro, los retos que constituye la producción en China de productos cada vez más sofisticados y las nuevas revoluciones tecnológicas expulsivas de mano de obra que auguran la era de la automatización total. El tipo de estructura institucional y de reparto de riqueza frente a un mundo automatizado es un tema tabú y –hasta donde el autor conoce– no existen desarrollos conceptuales al respecto que se hayan hecho públicos.
13Por otra parte, los esporádicos intentos de autonomía en los países en desarrollo y en los más pobres son severamente castigados, pues ellos de un modo u otro conllevan una intervención estatal cuyo prestigio ha decaído. Por otra parte, el discurso respecto a las bondades de los mecanismos del mercado y los peligros del intervencionismo llevan a estos países hacia extremos tales como la reducción a ultranza del gasto público, la disminución de impuestos, el incentivo de inversiones privadas con mecanismos genéricos que ignoran demasiado los aspectos específicos de realidades muy disímiles.
14La reducción del problema de porqué unas naciones o ciertos individuos son ricos y otros pobres a partir del análisis de la literatura de moda ya citada, sea con visiones promercado, sea a partir de enfoques nacidos de la vasta cantidad de ramas nacidas del marxismo, a veces oscurecen más que aclaran el debate. Igual lo hacen aquellas que solo observan la brecha entre el uno por ciento más rico y el resto, augurando el retorno a sociedades predemocráticas en caso de no aplicar fuertes impuestos a la renta financiera y a la herencia, como en el caso del trabajo de Piketty.
15Las políticas anticíclicas keynesianas para impedir que decaiga la demanda agregada se complejizan en un mundo donde los bienes y servicios se han multiplicado y el uso de capacidades industriales es disímil. Por el contrario, su aplicación concentrada para rescatar al sector financiero o dar continuidad al complejo militar-industrial es de más fácil aplicación y asegura rentabilidades por encima de las de mercados de riesgo. Riesgos transferidos ahora y cada vez a una mayor cantidad de ciudadanos repartidos por el mundo como el polen por los campos.
16Así las cosas, no es extraño que la prédica en pos de la disminución de la pobreza, de una mayor equidad y de políticas que conduzcan al pleno empleo continúen casi como parte de un discurso obligado y necesario para reconocer que las sociedades no han abandonado el humanismo. Pero una deshumanización creciente asoma de modo implícito, cuando no explícito. Es un retorno penoso, considerando las condenas al totalitarismo y a las ideologías de supremacía racial que fueron, tal vez, la conquista más valiosa de las democracias en el siglo xx.
17La lucha por conservar el Estado de bienestar en el siglo xxi supone muchas cosas; además de las instrumentales sobre las cuales se realizarán propuestas, recuperar valores humanistas. Considerar a la especie humana como invasiva –y destructiva para el planeta–, y al conjunto de los valores de las grandes tradiciones culturales como los responsables del daño al medioambiente equivale a decir, en forma tanto explícita como velada, que sobra gente. En esta ideología, está claro quiénes son los que sobran: aquellos que el mercado ya no necesita, de modo tal que la decisión exterminadora recae en la naturaleza, en mecanismos impersonales y no necesariamente en dictadores como Adolf Hitler, Iósif Stalin u otros. Las ayudas humanitarias ante catástrofes naturales u otras provocadas por el ser humano encubren a los autores de las mismas, a la vez que les permiten recrear nuevas formas de caridad renovando a las que han sido encerradas en las vitrinas de museos como muestra de que alguna vez han existido, tal como sucede con especies exóticas y prehistóricas o antiguas vasijas.
18Pero este libro no está destinado a tratar este tema sino a intentar explicar cómo se ha llegado hasta esta situación y cómo podría ser parcialmente revertida en pos de logar el Estado de bienestar en el siglo xxi. Esto es posible dada la evidencia de que, agotado en pocas décadas el proceso de urbanización a escala global –y con ello una de las principales fuerzas impulsoras de creación de riqueza–, la profecía de una desigualdad creciente que mine todo el fundamento de las democracias modernas pueda ser evitada. Por supuesto, tal propuesta implica derribar el mito de la identidad entre democracia y mercado, pero también el mito de una plena igualdad lograda por un Estado omnipotente dirigido por una élite que sabe exactamente qué, cómo, cuánto, para qué y para quiénes se produce cada cosa.
19A pesar de que el enfoque sobre el desarrollo sustentable presenta muchos flancos de ataque –y no hemos ahorrado críticas al mismo–, también presenta la oportunidad de hacer confluir sus distintas dimensiones, si se lo despoja de ideologías que fueron gestadas en tiempos donde los problemas centrales eran otros o tenían distinto peso. Seguidamente, se esbozará la idea.
La reurbanización sustentable como foco
de creación de empleos e innovación
20Las primeras ideas en torno a la importancia de las ciudades sustentables se habrían originado hacia 1975 cuando se creó la denominación de ecocity (Roseland, 1997). Entre estas ideas, nacidas en un grupo de investigadores de la universidad de Berkeley, se destacan: la forestación de áreas urbanas con árboles frutales; las alternativas al uso del automóvil, como son los senderos peatonales y sendas para bicicletas; viviendas y construcciones con aprovechamiento de la energía solar; modalidades de autobuses urbanos; regulación de consumo energético; calles lentas al estilo australiano, es decir, opuestas al vértigo de las grandes ciudades industriales estadounidenses. La maduración de este concepto, según el relato citado, alcanzó su plenitud con el trabajo de Register en 1987 y con su posterior puesta en funcionamiento, que ha vuelto famosas a algunas ciudades, al autor y al concepto a través de la organización Ecocity Builders.
21Los ejes temáticos de tal propuesta no son demasiado diferentes de los ya comentados: acceso y accesibilidad, energía, agua, suelos, aire limpio, alimentos, materiales y cultura.
22La iniciativa encuadra en la visión del pnuma, pero establece una metodología de construcción conceptual del significado y de la forma de las ciudades sustentables de tipo participativo y a través de acuerdos públicos-privados donde se involucra a las propias comunidades. El caso de Medellín, junto a las consultorías para la construcción de Tianjin Ecocity en China, suelen ser mencionados –junto con otras acciones de esa organización–, como avances concretos en la construcción de ciudades sustentables. Las ideas y ejes temáticos no ponen particular énfasis en la creación de empleos pero de ningún modo puede ser dicho que el tema es del todo excluido.
23En realidad, puede parecer paradójico considerar a las ciudades sustentables como el eje de una propuesta para una agenda mundial de nuevas cosas por hacer, en los términos que hemos denominado a los nuevos productos y servicios, es decir, capaces de sostener un crecimiento económico que permita la inclusión social productiva y un mundo sustentable.
24Como bien ha sido señalado en algunos trabajos (Rees y Wackernagel, 1996; Bithas y Christofakis, 2006), las ciudades y los modos de vida urbanos son precisamente los que han causado el mayor impacto registrado en la vida humana sobre todos los ecosistemas –o ecósfera, como lo denominan los autores–. Es más, sostienen que la segunda mitad del siglo xx marca un punto sin retorno nada trivial en la historia ecológica de la civilización humana. El argumento esgrimido es que mientras que las huellas ecológicas de las grandes y dispersas aglomeraciones humanas que constituyen las ciudades pueden afectar la disponibilidad de materias primas, las vastas áreas de tierras, ríos, océanos y el clima, hay también una ventaja: es en esos mismos espacios urbanos –que constituyen una superficie muy pequeña del planeta–, donde las políticas pueden modificar hábitos y las nuevas tecnologías e instituciones pueden cambiar las condiciones de degradación a escala planetaria. Ello, precisamente, porque la población se encuentra dispuesta geográficamente de este modo concentrado. Por ende, lo que allí se haga repercutirá sobre el resto del vasto ecosistema terrestre.
25Es obvio que, desde la perspectiva que se mire, estos esfuerzos requieren de una cooperación política y económica global y de una internalización individual y colectiva de nuevos valores (Caldwell, 1992). Siendo la capacidad de soporte del planeta no tanto una cuestión de número de personas, sino de porcentaje de consumo en términos de utilización de materiales y energía no renovables –y de la intensidad de los procesos productivos que satisfacen sus necesidades y ambiciones–, la creación de cadenas de valor vinculadas a servicios ambientales urbanos puede redundar en una mejora global en términos de la citada huella ecológica.
26Por lo tanto, si el problema ha comenzado con la urbanización a gran escala que ha caracterizado a los últimos sesenta años, ¿podría ser resuelto a través de dicha urbanización, de sus actividades y desde un replanteo que completaría el ciclo evolutivo, entendido como un estado maduro de civilización urbana? Es una posibilidad y, como tal, una sola frente a muchas otras, en tanto para ciertos estudiosos de la evolución, el fin de toda especie sería desaparecer.
27Sin embargo, en nuestro contexto, la razón de considerar la reurbanización sustentable como eje para impulsar actividades que pudieran declinar en el futuro, se comprende únicamente con claridad en el marco teórico y conceptual de la argumentación desarrollada en los capítulos previos. La idea es poder crear, por un lado, un horizonte estable de inversiones en el largo plazo que a su vez involucre un uso más intensivo de mano de obra con menores requerimientos de formación escolar formal. Y, por otro, un entorno previsible para la inversión privada y la difusión masiva de algunos productos que han surgido y surgirán de las actividades de investigación y desarrollo –vinculadas con urbanización y ciudades sustentables.
28Como se representa en la figura 50, la situación general que caracteriza la evolución de una economía moderna sería aquella en la que, aún para crecer a tasas muy moderadas, tras la declinación del arrastre natural que implica un proceso de urbanización, la cantidad de nuevas cosas por hacer (es decir, bienes y servicios) se incremente al mismo tiempo que la necesidad de crear nuevos puestos de trabajo. En muchas sociedades, estas actividades pueden hallarse fuertemente vinculadas a actividades de i+d, actividades de exportación y otras vinculadas al mercado interno. Pero hemos visto que de ningún modo hay recetas universales, pues las asimetrías son demasiado importantes, al igual que el poder entre naciones y dentro de cada bloque comercial.
29Para los países desarrollados, que tienen enormes ventajas en i+d dadas sus trayectorias previas, este problema no es demasiado difícil de resolver pues, además, sus empresas transnacionales exportan productos y tecnología a escala global, mientras que el sistema financiero mundial –y en última instancia la supremacía militar– impone las reglas de juego del crecimiento mundial.
30En otros casos, el nivel de entrenamiento de la fuerza laboral es un factor de atracción de capitales y tecnología para aquellos países que desean convertirse en exportadores de bienes y lograr acortar la brecha que permite generar suficientes empleos, o al menos evitar que grandes masas caigan en situaciones de pobreza e indigencia. Pero, en una gran cantidad de casos, el conjunto del crecimiento depende de la capacidad de generar actividades internas a partir de la exportación de recursos naturales de algún tipo. En estos casos, los períodos de bonanza se asocian a la necesidad de incrementar los umbrales previos de capacidad productiva en esos recursos a escala global, sean minero-energéticos, agroalimentarios u otros, y se caracterizan por el alza de sus precios. Históricamente, ha sido en esos períodos de bonanza cuando se han abierto las oportunidades para incrementar el consumo interno. Por su parte, la satisfacción de dicho consumo interno puede o no ser lograda en esos territorios dependiendo de su competitividad, políticas de proteccionismo, entre otros factores. Pero esos momentos históricos se hallan asociados, como ya se ha dicho, a grandes procesos de urbanización a escala global tal como ha ocurrido recientemente o en el ciclo posterior a la Segunda Guerra Mundial por unas dos o tres décadas.
31Como ya se ha argumentado, en este proceso intergeneracional, la mutación de actividades suele dejar fuera del mercado laboral a una gran cantidad de personas una vez que declinan las actividades más rudimentarias, actividades por lo general asociadas a la primera fase del proceso de urbanización. Es por eso que asociar senderos de crecimiento futuro al concepto de ciudades y urbanización sustentable podría ser una forma de absorber de un modo productivo –y congruente con mejoras en la calidad de vida–, a muchas personas que no podrían en un plazo razonablemente breve migrar desde actividades rudimentarias a otras más complejas.
32En la figura 51 se representa el concepto del modo bajo el cual esta idea de vincular sustentabilidad con la dimensión empleo, podría funcionar. Se trata de poder disminuir la presión de que en cada territorio deban resultar exitosas y suficientes las políticas de innovación. El argumento es más que claro si se piensa en aquellos seres humanos cuya única alternativa se ha convertido en la venta ambulante de cosas de poca utilidad, limpiar parabrisas en un semáforo, hurgar en la basura, mendigar, ser objeto de la caridad o integrar pandillas que puedan migrar hacia estructuras de crimen organizado.
33La posibilidad de utilizar mano de obra con un menor nivel de escolarización tiene por objeto crear un ámbito laboral que permita la inclusión social productiva como alternativa superadora de los programas de subsidios al desempleo y ayudas económicas a sectores de bajos recursos. A su vez, supone un espacio para capacitaciones breves que permitan realizar una transición ordenada en el proceso de formación y mejoramiento del capital humano en los países en vías de desarrollo, donde las posibilidades de creación de riqueza a través de políticas de i+d u orientadas a la exportación son mucho más bajas. En tal sentido, la propuesta considera que el trabajo educa y que, en este contexto, se mejoran las perspectivas de formar ese capital humano en un plazo acorde al requerido; pues aún en actividades sencillas y rutinarias, las nuevas tecnologías pueden requerir y facilitar la adquisición de nuevos conocimientos. En síntesis, se trata de un sendero superador que permita a las nuevas generaciones procedentes de ámbitos socioeconómicos y culturales muy diversos vivir, algún día, en un contexto de igualdad de oportunidades.
34Por otra parte, la creación de hábitats y ciudades sustentables son un objetivo en sí mismo en términos de calidad de vida. Además, propician un ámbito donde las actividades de i+d pueden ser desarrolladas a escalas global y local sin la obligatoriedad de dominar áreas de frontera del conocimiento.
35Otro aspecto positivo se deriva de poder evitar cambios demasiado bruscos en la composición interna de los flujos anuales de creación de riqueza y, por consiguiente, lograr transiciones más ordenadas en los cambios de las funciones de producción asociadas a diversas actividades sectoriales con el fin de obtener un mejor balance entre actividades primarias, industriales y de servicios. Asimismo, los conceptos de sustentabilidad urbana y de ciudades sustentables suponen necesario poder integrar la producción de alimentos en sus propios espacios –cuando las condiciones naturales, climáticas, económicas y tecnológicas lo permitan– (Deelstra y Girardet, 1999; Bakker y otros, 1999).
36Ahora bien, esta forma de abordar la sustentabilidad, donde sea necesario poner también el énfasis en la creación de empleos y actividades que los generen, está lejos de ser parte de la corriente dominante que ha generado la promoción de ciudades sustentables. Como señala Adriana Allen (2009):
El aparente consenso acerca de la necesidad de promover ciudades sustentables ha sido delineado a través de diferencias con respecto a la cuestión de que cosa significa la sustentabilidad urbana, porqué y cómo promoverla y en beneficio de quién. (p. 2)
37Los conceptos vertidos de modo esquemático en la figura 52 son prácticamente los mismos que suelen aparecer tras el enfoque del desarrollo sustentable: sustentabilidad social, económica, ecológica, física y política. En síntesis, enunciados de dimensiones que orientarían las decisiones de inversión bajo la condición de que en la intersección de todas ellas ninguna se resienta.
38Como es fácil de intuir, los conceptos son genéricos y no existe indicador alguno que nos permita distinguir si un proyecto A es más sustentable que uno B, a menos que desarrollemos un listado de atributos específicos para cada una de dichas dimensiones, chequeemos si se cumplen y ponderemos a cada uno de dichos atributos específicos con un valor que debe surgir de un consenso y una normativa. De otro modo, si un proyecto A presenta un bajo riesgo, una esperada elevada tasa interna de retorno y no cumple con un listado de atributos en las restantes dimensiones, la variable económica terminará dominando el resultado. Por el contrario, si un proyecto B es social, ecológica y políticamente ventajoso, pero su valor presente neto es negativo en términos de inversión privada (o bien positivo, pero inferior a otro proyecto alternativo), requerirá de aportes de los contribuyentes para ser viable en términos económicos, a menos que se utilicen los excedentes financieros globales como parte del mecanismo o que sean valoradas monetariamente todas las dimensiones anteriores. Sin embargo, en una economía regida solo por el lucro y el afán de consumo, el aporte de la necesaria inversión pública podría restar ventajas políticas, a menos que los ciudadanos se hallen dispuestos a pagar por ello y que los grupos de presión –que simbólicamente representan a los contribuyentes de clase media– no boicoteen dicha propuesta, como tampoco el núcleo decisor en el sistema financiero internacional.
39La alternativa de vivir en una ciudad sustentable en el mediano y largo plazo puede competir con la de habitar en un barrio o vivienda sustentable. Aunque dicha ciudad como un todo sea poco sustentable, o bien, que una parte de ella lo sea mientras que otras se caractericen por el hacinamiento, la falta de servicios y todos los atributos con los que se suele caracterizar a la pobreza extrema. Lo mismo es aplicable a escala global entre países ricos y el resto.
40Al mismo tiempo, los procesos de urbanización sustentable no pueden equivaler a la mera conversión de ciudades no sustentables en sustentables. Téngase en cuenta que alrededor del 50 % o más de la población mundial se concentra en ciudades, las que ocupan algo así como el 2 % de la superficie terrestre, consumen el 75 % de los recursos, entre el 60 y 80 % del total de energía y son responsables del 75 % de las emisiones de gases de efecto invernadero (Gabarrell y otros, 2015). Dicha afirmación no solo refuerza los argumentos desarrollados en este trabajo sino que, a su vez, abre una oportunidad para planificar –conjuntamente con los ciclos de vida de la infraestructura que conduciría a desarrollar ciudades sustentables– actividades que puedan incorporar recursos humanos para actividades rudimentarias (y, por lo tanto, compatibles con la inclusión social productiva).
41El cómo lidiar con realidades ya constituidas sobre la base de la evolución histórica del sistema urbano (economías de aglomeración, tradiciones de especialización productiva, separación de actividades de i+d respecto a las de producción, entre otras, desarrolladas en el capítulo 2), implica planificar un marco de transición donde la movilidad poblacional interurbana se guie por una lógica de sustentabilidad global diseñada para el largo plazo. Es decir, se propone un marco donde se tiendan a disminuir las deseconomías de congestión en favor del fortalecimiento de las ciudades medianas y pequeñas y que se guie, en cierto modo, por la estructura previa de especializaciones y actividades, de modo tal que el sistema no enfrente efectos disruptivos para el capital humano. Es interesante remarcar, no obstante, que cuando nos aproximamos a la transformación de ciudades poco sustentables, las más necesitadas de ser remodeladas (o reconfiguradas) son las que presentarían mayores resistencias (Portney, 2001).
42Es, precisamente, en estos últimos aspectos donde los valores y las ideologías juegan un papel central y, al mismo tiempo, pueden entrampar la discusión, pues de lo que intentamos dar cuenta en este libro es de la pobreza de la Economía como ciencia capaz de resolver la cuestión de la sustentabilidad sin generar exclusión (menos que menos, una inclusión vía ingresos o subsidios sino una dadora de trabajo).
43En realidad, muchos podrán lícitamente argüir: ¿qué hay de nuevo en esto?, ¿acaso toda la discusión entre keynesianos y liberales a ultranza no pasa precisamente por este eje redistributivo?, ¿en qué se diferencia esta propuesta de las viejas recetas para incluir a la gente mediante un trabajo público poco productivo a costas de una presión fiscal que restaría poder de consumo a las clases medias y rentabilidad a los inversores?, ¿acaso no sería ello una forma sospechosa de crear una economía socialista, con los peligros que ello entraña?3
44Sin duda, no es fácil convencer a nadie de que la propuesta tiene algo de todo ello. Pero la razón de que así aparezca se basa, al menos en parte, en algunas creencias falsas: a) que los mercados laborales son flexibles con respecto a las habilidades a adquirir, que se hallan embebidas en cada una de las actividades que conforman la producción de riqueza; b) la suficiencia de la iniciativa y creatividad individual como motor de crecimiento; c) la falta de trabajo como ausencia de talento o esfuerzo, sin siquiera considerar que estos atributos también se hallan desigualmente repartidos desde el comienzo de cada nueva vida debido no solo a causas naturales; d) la urbanización y el desarrollo sustentables como procesos resolubles por mecanismos puros de mercado. Por el contrario, siempre existirá algún tipo de impacto cruzado que contraponga los intereses de algunos actores y, por consiguiente, que afecte algún indicador de modo tal que, bajo la actual forma de crear y distribuir riqueza, el resultado neto pueda ser incierto o aun negativo.4
45Si este problema no ha sido visualizado correctamente se debe, en gran parte, al lenguaje y a la forma con que han sido tratadas las variables intervinientes, es decir, como si fueran agregados homogéneos e inmutables en el tiempo. No han sido tomados en cuenta ni el elevado grado de heterogeneidad interna de los agregados ni el hecho de que, dentro de esos agregados, se producen mutaciones estructurales: aquellas actividades que conformaban una parte significativa de la creación de riqueza como flujo anual tienden a estancarse a medida que lo hacen los procesos de urbanización.
46Si tal realidad no se ha hecho aún del todo palpable es debido a que, hasta la fecha, el potencial mundial para urbanizar estaba lejos de haber sido agotado. Como se ha dicho antes, en las próximas décadas el potencial de migración rural-urbana será cada vez menor y necesariamente se incrementará el proceso de migraciones entre ciudades de una misma nación o a escala global. De hecho esto es lo que hoy ya estamos viendo.
47Pero la aspiración a mejorar la calidad de vida es muy difícil de frustrar, habida cuenta de los crecientes flujos de información que son transportados por las redes de telecomunicaciones y medios de comunicación masivos. Estos, por su parte, crean una conciencia global acerca de los estilos de consumo y niveles de vida de amplias capas medias de la población urbana mundial.
48Sin embargo, al mismo tiempo –y en ausencia de un explícito ordenamiento al respecto–, las ciudades se irán poblando de personas de bajas cualificaciones que buscarán insertarse en actividades que requieren de habilidades elevadas. Difícilmente se podrán alcanzar estas destrezas en plazos razonables, por mucho esfuerzo que se haga a través de la educación formal.
49Estos procesos ya están en marcha y constituyen desde hace años una preocupación en los países desarrollados, que reciben flujos de personas que no pueden absorber, como tampoco lo pueden hacer otros países con grados intermedios de desarrollo. No es necesario ahondar demasiado: los llamados muros de la vergüenza son una evidencia palpable, al igual que la realidad del crecimiento del sector informal y marginal en todos los países, especialmente en los menos desarrollados. El hecho de que esta situación da lugar a economías informales e ilegales es algo a lo cual los medios de comunicación nos acostumbran cada día: tráfico de personas, venta de niños y mujeres, tráfico de órganos, ejércitos de criminales asociados al tráfico de estupefacientes y una degradación de la condición humana que afecta al menos a unas mil millones de personas de las áreas urbanas, incluso a las que denominamos incluidas. Ciertamente, un alejamiento demasiado profundo de la democracia y de las promesas del desarrollo. Promesas que son parte del discurso político en cada rincón del planeta y plataforma de todas las iniciativas de los organismos internacionales.
50Por otra parte, la idea de promover ciudades sustentables (y por supuesto procesos de urbanización sustentables) no solo puede hallarse referida a la infraestructura física, diseño de viviendas y edificios, formas de producir y consumir energía, sino a muchas otras áreas de actividad que serían bienes públicos. Estos bienes públicos, por ejemplo, pueden consistir en un continuo mantenimiento urbano, reconversión de infraestructura, creación y mantenimiento de áreas verdes, ornamentación, floricultura, obras barriales de riego por goteo, aseo y reclasificación de basura. Todas estas opciones podrían llevarse adelante mediante métodos modernos, considerados como cadenas de valor agregado costosas debido a la intensidad de la mano de obra –lo que no es idéntico a generar ingresos vía subsidios al desempleo o aceptar pasivamente que las actividades informales como las vinculadas al reciclado se formen por mecanismos de mercado, con todo lo que ello implica–. Cada una de ellas puede requerir de tecnologías nuevas y uso de las existentes, a la vez que un amplio conjunto de actividades de creación de contenidos educativos y culturales. La sola idea de disponer de parques y ornamentar barrios pobres y tugurios, crearía una percepción distinta de lo que significa haber nacido pobre, algo que no se elige. La instalación y mantenimiento de redes de riego por goteo y otras automatizadas, que alcancen aún a barrios muy pobres, la mejora de las viviendas y sus frentes pueden no solo absorber desocupados sino, con el tiempo, ser cadenas de valor verdes, más verdes que los productos industriales vendidos bajo esa denominación.
Tabla 13. Balance entre oferta y demanda de mano de obra en relación con el grado de cualificación en los mercados laborales según escenarios
Oferta de habilidades | |||
Baja | Alta | ||
Demanda de habilidades | Alta | Desbalance originado en una fuerza laboral con escasas habilidades: las empresas y organizaciones demandan mayores habilidades que las disponibles en el mercado laboral | Equilibrio con habilidades elevadas: fuerte demanda de puestos de alta calificación con efectos positivos a través de las cadenas de oferta sobre la mejora de aspiraciones y desarrollo de la fuerza de trabajo |
Baja | Equilibrio en mercado laboral de bajas habilidades: mano de obra en general poco entrenada. No existen incentivos para participar en capacitación | Desbalance en mercados laborales altamente capacitados: exceso de oferta de capacidades para una fuerza laboral que no halla empleos donde desarrollar todas sus capacidades |
51Sin embargo, una propuesta de política de empleo como esta posiblemente no sería hoy compartida desde la visión dominante en los países desarrollados. Nótese que en la tabla 13 se esquematizan cuatro situaciones paradigmáticas distintas, como si fueran generalizables al conjunto de actividades sectoriales y específicas, cuando en realidad no podrían ser desvinculadas de la estructura productiva concreta que presenta cada nación o aún una pequeña región dentro de ella.
52En el cuadrante inferior izquierdo, se tiene una situación de demanda laboral caracterizada por no requerir habilidades demasiado complejas. En tal caso, si la mano de obra se halla poco entrenada, el mercado puede alcanzar su equilibrio, pero ello ocurrirá siempre y cuando haya suficiente demanda para este tipo de puestos. En el cuadrante superior izquierdo, el mercado se halla con una demanda de habilidades elevadas frente a una oferta de habilidades bajas, por lo tanto, se produce una situación que es bastante típica de muchos países en desarrollo. En estos casos, las organizaciones y unidades productivas ven limitadas sus posibilidades de crecimiento por desbalances entre oferta y demanda de mano de obra. Superar esta situación requeriría tiempo y muy buenos recursos humanos para lograr las capacitaciones deseadas. En el cuadrante inferior derecho, se tiene el caso inverso por cuanto existe una mano de obra bien entrenada que no halla demanda en el mercado laboral. Podría afirmarse que esta situación suele devenir en situaciones individuales, grupales o colectivas de emigración, por lo tanto, no podría ser demasiado generalizable, pues en un mundo donde las empresas desean expandir su competitividad, si hallaran mano de obra bien entrenada, seguramente localizarían alguna de sus actividades para aprovechar este recurso. Por último, en el cuadrante superior derecho la demanda y la oferta de habilidades elevadas crearía impactos positivos sobre la creación de cadenas de valor y las aspiraciones de una movilidad laboral ascendente.
53La idea subyacente es que los productos (o servicios) son pobres debido a que las habilidades de los trabajadores para producir mejores productos o servicios son también pobres. A su vez, la explicación radica en un mercado acostumbrado a dicha calidad de productos y servicios que no demanda mejoras, mucho menos si desde el mercado de oferta laboral se han creado reglas discrecionales para impedir mejoras en el requerimiento de mayores habilidades. Desde el punto de vista de los países desarrollados, esto conlleva a bajos salarios asociados a bajas productividades, lo que refuerza la baja demanda de productos más específicos y sofisticados. Se afirma, de este modo, que las empresas pueden mantenerse en el negocio y obtener beneficios aun cuando el producto total sea subóptimo. ¿Qué hay de lícito en tal razonamiento general si se lo disocia de un conjunto concreto de actividades que la sociedad requiere y que, en términos de ideología de puro mercado, no coinciden con las preferencias de los consumidores?
54La respuesta no puede ser única. El razonamiento tal vez pueda ser razonablemente válido para economías desarrolladas, donde un importante conjunto de necesidades básicas ya han sido cubiertas y se trata solo de crear mayores flujos de riqueza anual. Sin embargo, considerar esa receta como universal para los países con menor desarrollo puede ser falaz e incluso peligroso. En realidad, las situaciones del mercado laboral descritas en la tabla 13 se pueden aplicar a una serie de sectores, subsectores y actividades que conllevan las distintas funciones de producción asociadas a cada una de ellas.
55La idea de que una transición posible para recrear flujos de riqueza anual que permitan la inclusión social productiva se halle vinculada con la reurbanización sustentable debe, por lo tanto, partir de definiciones teóricas pero, además, desembocar en matrices de actividades concretas. En cada una de ellas debería poder aplicarse, a su vez, una matriz de ofertas y demandas laborales para definir qué tipo de capacitaciones son necesarias. Este tipo de enfoque, sin ser incompatible con las propuestas corrientes sobre urbanización sustentable, requiere superar la actual forma de abordarlo.
56Por ejemplo para el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (unep por sus siglas en inglés), que se interroga acerca del significado preciso de la sustentabilidad y de las ciudades sostenibles eficientes en el uso de recursos, se trataría de dos definiciones: una amplia, sustentable en términos sociales, económicos y ambientales para las actuales y futuras generaciones; y otra, referida a la sustentabilidad material. Esta última significa encaminar el crecimiento hacia un progresivo desacople del basado en la explotación de recursos naturales. Los avances en este desacople serían indicadores concretos del progreso en la sustentabilidad material o en el uso de recursos. Así, el uso eficiente de dichos recursos sería la llave para alcanzar esa buscada sustentabilidad material (unep, 2012).
57Es de remarcar que, aun desde una perspectiva estrecha, basada en la renovación de equipamientos y regulaciones, el problema de las ciudades sustentables –y el de la literatura producida en torno a este tema–, adolecería de muchos defectos, precisamente por las simplificaciones del discurso en torno a ejes obvios y una notoria ausencia de profundización en aspectos complejos como el de la gobernanza (Bulkeley y Betsill, 2005).
58El foco es puesto, como en casi todos los casos, en el vínculo energía-cambio climático, pero también en otros temas como alimentos, tugurios, basura, agua, transporte, uso de materiales y degradación de ecosistemas. Aunque se reconoce explícitamente que la división urbana entre sectores formales e informales afecta actualmente a los países en desarrollo –y también a los desarrollados, aunque no haya cifras–, siendo los afectados más de mil doscientas millones de personas, ningún mecanismo específico se halla en relación con la creación de empleos. No obstante, tal vez, la sugerencia se halla implícita cuando se afirma la necesidad de vincular las agendas de sustentabilidad con el problema de tal división urbana entre sectores formales e informales, siendo ello un requisito crítico para el enverdecimiento (greening) y la sustentabilidad de programas y proyectos urbanos (unep, 2012, p. 14).
59La idea es que este nuevo paradigma que unep denomina ecocities5 –el cual puede ser referido a las escalas de ciudades, ecobloques, sistemas urbanos subregionales, ecocorredores o ecorregiones– no dependa ya de infraestructuras concebidas como antes sino de aquellas que permiten alcanzar la autosuficiencia alimentaria y energética, el reciclado del agua, la basura y ciertos materiales, como forma básica de reducción del agotamiento de recursos escasos.
60Aunque las propuestas del unep no presentan un plan integral de cómo podría ser esto posible en términos económicos, tecnológicos y fiscales, proponen la creación de íconos y emblemas para este modelo de nueva urbanización (por ejemplo, el caso de Curitiba en Brasil y otros casos, también emblemáticos, en diversos países).
61El esquema responde a la tabla 14 donde la idea a aplicar se subdivide entre ciudades ya existentes y las nuevas.
Tabla 14. Hacia un sistema urbano global sustentable en el enfoque del pnuma
Infraestructuras sistémicas e integradas | Ciudades basadas en redes | |
Remodelar las viejas ciudades y sistemas. Nuevas ciudades | Nuevos desarrollos como ecosistemas integrados: supone alcanzar autosuficiencia energética, alimentaria, en reciclado en un sentido muy amplio que incluye materiales de construcción, provisión de agua, todo lo cual supone posible adecuar estos objetivos a escalas locales diversas y situadas en entornos geográficos y climáticos disímiles. | Construir nuevas tecnologías urbanas a modo de redes: concepción de sistemas sociometabólicos que reduzcan huellas de carbono. El núcleo se centra en energías renovables, nuevos sistemas de transporte y nuevos materiales de construcción. Se trata de crear sistemas de infraestructura paralela a lo existente. |
Reconfiguración de ciudades como transiciones sistemáticas: búsqueda de agendas de política pública para reorganizar la infraestructura y promover desarrollo de proyectos emblemáticos. La idea es transformar lo existente en el mediano y largo plazo con énfasis en la resiliencia. | Remodelación de la infraestructura actual al modo de redes: lograr adaptabilidad en infraestructuras específicas. Puede incluir mercados locales de alimentos y aprovisionamiento para tugurios, asegurar cobertura de servicios básicos, transporte no motorizado, reciclados, rediseños y otros. |
62Aquí, lo central es diseñar un programa de transición de descongestionamiento de ciudades no sustentables y migración a otras medianas y pequeñas cuyo incremental sea sustentable. La propia continuidad de construir y deconstruir es una fuente considerable de empleos que no requieren en lo inmediato de un escalonamiento veloz en la reconversión de recursos humanos hoy no utilizables.
63Enfoques específicos sobre este tema pueden hallarse –y generalmente se hallan–, nuevamente bajo la visión dominante de los países desarrollados, donde el papel de proveedores de tecnologías les favorece. Por ejemplo, en wwf report, Booz & Company analysis (2010), tras analizar el tema de las ciudades y urbanización sustentables se concluye que:
Los tres prerrequisitos resaltados en el reporte –planificación urbana, inversiones y tecnología– son esenciales para conducir a alcanzar estilos de vida cero emisiones de carbono. Adicionalmente ellos incrementan nuestras chances para limitar el calentamiento global por debajo de los 2 grados centígrados; la implementación agresiva de infraestructura puede proveer altos retornos económicos y seguridad energética. Por contraste, los escenarios «todo sigue como siempre» y una menor eficiencia en infraestructura urbana en los próximos 30 años no serían suficientes para obtener tales resultados. La planificación urbana y las modernas herramientas que le dan soporte ayudarían a las ciudades a efectuar elecciones y decisiones correctas para maximizar sus resultados en el largo plazo. Las inversiones deben ser cuidadosamente priorizadas y palanqueadas para reducir los gases efecto invernadero y bajar los costos de un modo de vida más sustentable para cualquiera en el planeta. Por último, los avances tecnológicos van a dar soporte y a permitir el camino que conduce a ciudades de baja emisión de carbono. El desafío es claro: nuestras ciudades deben presentar planes holísticos, inspiradores, agresivos y creíbles para alcanzar emisiones cero en una pocas y próximas décadas, hallando innovativas formas de financiarlas y utilizando cada avance tecnológico disponible. La necesidad es urgente: si nuestras ciudades no logran alcanzar este desafío, todo nuestro futuro está en riesgo. (p. 9)
64Ahora bien, esta propuesta empresaria, basada claramente en el antes cuestionado estilo narrativo catastrófico presenta en la literatura del Sierra Club y del Club de Roma –también, con matices, en los documentos como los del unep o los del ipcc–, está muy lejos de ser el modelo de ciudad sustentable inclusiva en términos de trayectorias de creación de empleos como lo sugerido en la figura 51. Simplemente, este problema se resolvería mediante agresivas políticas de promoción de tecnologías incorporadas en la infraestructura, algo difícil de pagar para los países en vías de desarrollo, pero que además no resolvería los problemas de empleabilidad de los desocupados estructurales.
65Aún en el caso de las propuestas para el reciclado de residuos, los enfoques de esos países son poco replicables en los países en desarrollo (Wilson, Velis y Cheeseman, 2006). En estos casos, intentar formalizar la actividad de estos sectores de trabajo formal debería ser un proceso gradual ya que existe una gran cantidad de personas que trabajan en condiciones cuestionables que impactan sobre la salud, además de los casos de trabajo infantil y la explotación más cruda.
66En otra línea de argumentación –también desde la influencia del núcleo intelectual del Norte desarrollado–, los servicios ambientales son considerados como posibilidades para reducir la pobreza. En estos casos, se trata de servicios vinculados a la protección de ecosistemas en las áreas rurales de países muy pobres como Ruanda (Andrew y Masozera, 2010) que, en general, se inscriben en el marco de las propuestas del pnuma y de algunas universidades de los países desarrollados. Pero cuando esta idea se trata de extrapolar a las áreas urbanas, las iniciativas pro-creación de empleos y reducción de pobreza no aparecen, no son prioritarias ni se explicitan.
67Es precisamente por esta razón que vincular la agenda del ipcc, las del pnuma y otras instituciones con la creación de cadenas de valor de servicios de alta intensidad en el uso de mano de obra parece como una propuesta necesaria desde el Sur global. Un Sur global con toda su diversidad y oportunidades, para que dichos empleos no sean informales ni mal remunerados, si es que el concepto de sustentabilidad y cuidado de ecosistemas incluye al ser humano como otra especie llamada a ser cuidada. Esto, sin duda supone valorar la vida humana sin considerar que unas son más importantes que otras; es el eje de un pensamiento universal y base de toda política no discriminatoria. Algo que había sido una conquista tras el Holocausto, pero que hoy se halla en retroceso ante la aparición de nuevas formas de justificar las supremacías raciales, religiosas y de clases.
68Veamos la propuesta del ipcc antes mencionada para comprender cómo los países en vías de desarrollo podrían –si la propuesta global fuera integrada en una agenda mundial consistente y con instrumentos financieros explícitos y asequibles– desarrollar marcos normativos para promover la creación sustentable de empleos en el marco de un desarrollo sostenible en términos económicos, sociales, políticos y ambientales. En la dimensión Desarrollo Humano, la meta de mejorar el acceso a la educación, nutrición, salud, energía, viviendas, barrios seguros y estructuras de soporte social, junto a la reducción de inequidades de género y otras formas de marginación, debe ir acompañada de programas educativos en los propios lugares de trabajo ya existentes o en nuevas estructuras productivas. Como se ha remarcado, el mero acceso a la educación no puede garantizar igualdad de oportunidades si, paralelamente, no se capacitan a los jóvenes con bajos grados de cualificación para actividades concretas.
69Nótese que la seguridad en medios de ganarse la vida y la reducción de la pobreza depende, según la visión del ipcc, de la diversificación de ingresos y activos, del mejoramiento de la infraestructura, del acceso a tecnologías y formas de decisión participativas, del empoderamiento en términos de toma de decisiones, de la modificación de cultivos, acervos de ganadería y prácticas de acuicultura, del apoyo en redes sociales, del mejoramiento y control de recursos locales, de la tenencia de la tierra, de la reducción del riesgo por desastres naturales u otros, de la existencia de redes de protección y seguridad social, de esquemas de seguro, entre otros. Pero, sin una vinculación directa con políticas sectoriales que también impliquen una clara descripción de actividades precisas y de la asignación de recursos financieros, humanos y tecnológicos, todo ello no pasa de ser una mera declaración de deseos y buenas intenciones.
70El centro de la argumentación, entonces, debería responder cómo el paradigma de la sustentabilidad es también la gran oportunidad de generar empleos para una amplia franja de la población, afectada por el desajuste entre la oferta y la demanda de trabajo. Tareas como las vinculadas con el manejo de ecosistemas (mantenimiento de espacios urbanos y áreas verdes; forestación de áreas costeras; manejo de los acuíferos; reducción de otros factores estresantes sobre ecosistemas y de fragmentación de hábitat; mantenimiento de la diversidad genética; manipulación de regímenes disturbantes; manejo comunitario de recursos naturales), tal como aparecen definidas en el informe ipcc (2014), son precisamente actividades intensivas en mano de obra.
71Por otra parte, la propuesta deja un enorme espacio para una innovación tecnológica sencilla de lograr o adquirir: sistemas de detección temprana, mapeo de vulnerabilidad y peligros, diversificación de abastecimiento de agua, mejoramiento de sistemas de drenaje, protección frente a ciclones e inundaciones, construcción de códigos y prácticas, manejo de daños provocados por tormentas y arrastre de desechos, mejoras de medios de transporte e infraestructura y construcción de viviendas y hábitats dignos. Todo esto se halla en el ítem «Planeamiento del uso del espacio terrestre». Este último se refiere a: provisión de infraestructura, servicios y viviendas adecuadas; desarrollos adecuados para áreas inundables y otras de alto riesgo; planificación urbana y actualización de programas; ordenamiento legal territorial; comodatos; áreas protegidas. Todo ello se liga, de un modo natural, al plano físico/estructural, el que involucra opciones medioambientales ingenieriles-construidas, opciones tecnológicas y basadas en eco-sistemas.
72Por otra parte, en la dimensión de prestación de servicios aparecen: redes de protección y seguridad social; banco de alimentos y distribución de excedentes alimenticios; servicios municipales, incluyendo los de saneamiento y provisión de agua; programas de vacunación; servicios esenciales de salud pública; servicios médicos de emergencia.
73Pero al lector que ha llegado hasta aquí le interesará saber cómo y quién deberá pagar por esto. Las opciones económicas recomendadas por el ipcc (2014) son demasiado genéricas. Por ejemplo, incentivos financieros; seguros; bonos para catástrofes; pago por servicios medioambientales; valorizar en precios/tarifas al agua para ayudar a un uso adecuado y lograr el acceso universal; microfinanciamiento; fondos para contingencia de desastres; transferencias en efectivo; asociaciones público-privadas.
74Lo cierto es que, mientras no exista en las esferas de la conciencia colectiva e individual un consenso acerca de la dimensión de financiamiento público –aunque la ejecución de servicios intensivos en mano de obra pueda ser pública o privada–, difícilmente la sustentabilidad social a través del empleo será más que una mera quimera y, en el mejor de los casos, la expresión de buenos deseos. Es curioso que, en toda la literatura sobre la dimensión social de la sustentabilidad, nadie se haya tomado el trabajo de cuantificar cual sería el costo de una inclusión social productiva. Este ejercicio mínimo permitiría discutir cómo mitigar la pobreza a través de un empleo útil vinculado, como se ha dicho, a la transformación de la vida urbana en sustentable.
75Nótese que si se parte de: a) un umbral de 800 millones de personas y se llega, por ejemplo, a un tope de 2000 millones de personas; b) un ingreso diario promedio de un máximo de 13 dólares, del 2014 (u$sd 2014 390/mes) o, c) de uno de 8 dólares por día (u$sd 2014 240/mes), los incrementos en la presión tributaria serían de un mínimo de 3 puntos del pbi, o bien, de un máximo de 12 puntos a nivel del pbi mundial.
76El ejercicio, aunque es estático, artificial y meramente didáctico, muestra que, aun suponiendo ingresos que son 7.5 a 5 veces el valor actual de la línea de pobreza medida según el Banco Mundial (estancados en 2 dólares por día a pesar de que el valor mundial estimado del dólar se ha depreciado un 60 % entre 2000 y 2012) y abarcando un espectro tan amplio (ir de 800 a 2000 millones de personas incluidas en procesos productivos o de servicios), el valor total respecto al producto mundial no es inabordable (ver figura 53).
77Se dirá, sin duda alguna, que esto es una utopía, que tal valor de un salario medio podría causar un incremento en los salarios vinculados a otras actividades, que podría impactar sobre un mayor nivel de producción impulsando el consumo, el que impactaría sobre el agotamiento de recursos, el medioambiente y el calentamiento global. Todo esto, no obstante, estaría supuestamente contemplado en las restantes dimensiones de la sustentabilidad y, en todo caso, es algo abordable mediante nuevas formas de producir y consumir. Al parecer, los obstáculos serían de orden cultural y centrado antes en la esfera de cambios que en otras únicamente políticas o institucionales. El propio informe del ipcc nos habla de estas esferas en términos de: innovaciones técnicas y sociales; giros de comportamientos inadecuados, o cambios en los aspectos institucionales y de manejo que produzcan sustanciales modificaciones en los resultados, pero también de decisiones y acciones políticas, sociales, culturales y ecológicas. Sumado a lo anterior, importa la asunción individual y colectiva respecto a las creencias, valores y visiones del mundo que influyen sobre las respuestas al cambio climático y, se agrega aquí, respecto al desarrollo sustentable sin excluir a las personas ni a las generaciones futuras.
78Al mismo tiempo, es curioso que la liviandad del discurso acerca de la sustentabilidad –basado únicamente en el parámetro del cambio climático y las energías renovables– ignore, por ejemplo, que también las transiciones energéticas (por ejemplo: hacia la energía solar) suponen un fuerte incremento en el uso de materiales tales como el cemento, el acero y otros materiales raros, dependientes de minería intensiva (mit, 2015). Sin embargo, el énfasis en tal impacto se suele subestimar con respecto a lo que supone el acceso de la gente a mejores niveles de calidad de vida y de consumo.
79¿Es, entonces, mucho 3, 8, 10 o 14 puntos del pbi para erradicar una pobreza que deviene de una lógica donde, entre las nuevas cosas por hacer, solo existen las vinculadas a grandes desarrollos en i+d o una inserción exitosa en el comercio mundial? Mi respuesta es definitivamente que no y, si se piensa que no es viable, entonces es un desafío real y cuantificable que requiere respuestas y demostraciones explícitas. De otro modo, borremos del discurso político la palabra equidad, pobreza cero o aún –si el esfuerzo político mundial es cero– los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que en verdad se cumplen por sí solos si continúan las migraciones rurales a áreas urbanas como han ocurrido en las últimas dos décadas.
80En primer lugar, como se ha dicho, las actividades de i+d no necesariamente conducen, en términos globales y genéricos, a una mayor absorción de mano de obra. La apreciación corriente es que el progreso tecnológico –orientado, por ejemplo, hacia la automatización– destruye más empleos de los que genera. Un mayor nivel de comercio internacional a escala global puede tener, en un principio, impactos multiplicadores derivados tanto de sus efectos sobre la urbanización, como del aumento de la infraestructura necesaria para transportar mercancías. Pero, por definición, exportaciones e importaciones se igualan a nivel del planeta. En ambos casos, se producen desplazamientos de mano de obra que obligan a una trayectoria que denominamos oblicua (ver figura 49) –y que pareciera ser la menos exitosa a la hora de hacer coincidir demandas laborales con formación de capital humano para evitar su destrucción–, con las indeseadas consecuencias intergeneracionales que ello acarrea. Del mismo modo, se ha analizado el escaso impacto que la economía verde supone, según el pensamiento de los países desarrollados, sobre la creación de empleos.
81Sin embargo, no cabe aquí la ingenuidad. Tres o cuatro puntos del pbi es más de lo que el mundo gasta en armas y es, aproximadamente, similar al gasto en educación a escala global6. Este gasto educativo se estima en un máximo del orden del 7 % del producto en los países de la ocde mientras que, según el Stockholm International Peace Research Institute (sipri), el gasto anual en armas ronda el 2,3 % del pbi mundial (entre el 3,5 y 5 %, en el caso de los Estados Unidos). Muchos países no desarrollados gastan entre el 2 y 5 % de su pbi, que es más pequeño, solo en educación, y ello puede suponerles problemas de equilibrio macroeconómico. En ciertos casos, pasar del 3 al 4 % del pbi en gastos educativos e incrementar un 0,5 % en actividades de i+d es visto como un tránsito al socialismo. Mucho más si, además de estas políticas, se extienden paquetes de medidas de mejoras sociales en términos de ingresos asignados a grupos vulnerables en unos 4 puntos del pbi. Dado que este financiamiento social y transformativo es pagado por otros ciudadanos, no restan muchas chances: o se hace en momentos de elevado crecimiento en algún país (o algunos países), en particular como sucede con aquellos exportadores de commodities en períodos de precios internacionales elevados –como durante la bonanza 2003-2007–, o implica reducir ingresos a otros grupos sociales. En tal caso, estos verán que la presión tributaria es elevada y desincentivará inversiones. Es un problema de percepción de lo que es o no es justo y del grado de intervención de las instituciones supraindividuales, como el Estado, en pos de la equidad y sustentabilidad en todas sus dimensiones.
82Las discusiones en torno a la supresión de libertades individuales no tardarán en hallarse en un primer plano, pues la condición de pobreza, entendida como esclavitud, suele ser atribuida a la ausencia de iniciativa y habilidades de los individuos en tal condición humana. De hecho, la propia ciudad es una construcción social que presupone, en ausencia de violencia, la existencia de ciudadanos libres (Arendt, 2013). Por esta razón, aunque materialmente factible, las condiciones políticas y culturales para una propuesta como esta se encuentran a años luz de la aceptación universal. Mientras, parece que la miseria, la pobreza y los tugurios gozan de tal aceptación porque se hallan teñidos de un halo natural, reforzado por un discurso que ha hecho del éxito individual y de su emulación el paradigma dominante.
83Por consiguiente, proponer como solución la inclusión social productiva a partir de la absorción de mano de obra desocupada y de bajo entrenamiento, es un desafío al cual la humanidad y las actuales instituciones no están acostumbradas. Requiere, sin duda, de una reforma tributaria y de la aplicación consistente de políticas públicas que no tendrían ningún consenso. La disposición a pagar por lo público y el bien común no se hallan internalizadas en la cultura si no es bajo una intervención directa del Estado como institución central de cada país, aún en un mundo globalizado.
84En verdad, es solo bajo este enfoque preciso que la discusión entre keynesianos y neoliberales cobra sentido, pues de otro modo queda entrampada en agregados heterogéneos y conceptualizaciones demasiado amplios como para definir políticas públicas específicas. A su vez, esta no puede hoy ser una discusión restringida a cada Estado nación, pues el mundo global supone y contiene relaciones internacionales de muy alta complejidad física, material, tecnológica, financiera, comercial, social, ideológica y política.
85Pero si no fuera esta la solución, es decir, proponer la creación de empleos en actividades intensivas en mano de obra y vinculadas a la urbanización sustentable, ¿cuál otra sería sino la exclusión y la destrucción de personas, o de lo que denominamos capital humano? Para algunos, seguramente, la desigualdad extrema y las condiciones de miseria urbana –y a veces rural– no serían sino la prueba definitiva de que el planeta se halla sobrepoblado. Este argumento, no obstante, lo hemos ya explorado y arribamos a la conclusión de que no explica la cuestión. Para otros, posiblemente será ni más ni menos que el resultado natural de un mundo donde sobreviven los más aptos, en un esquema evolutivo que se rige –al igual que toda la naturaleza– por sus propias reglas. Puede que así sea, pero hemos creado instituciones precisamente bajo el supuesto de que podemos transformar la naturaleza y las sociedades, cosa que hemos hecho. Es más, todo el desarrollo, como concepto propio del mundo de posguerra, no ha sido sino el intento de librarnos de la necesidad, de lograr mayor equidad y prolongar nuestra vida en la tierra. No creo en modo alguno que estos ideales hayan sido vanos, o que el progreso haya traído solo más y más miseria, como se afirma a veces desde miradas catastrofistas o ecoterroristas.
86Si se pretende salvar al planeta y la vida que en él habita, no se puede hacerlo excluyendo a algunos seres humanos y asumiendo una terrible derrota de las ideas de democracia, libertad, progreso y humanidad. En el extremo, dejando de lado los exterminios reales, las condiciones de vida de quienes no acceden a un trabajo en una sociedad –toda vez que se percibe imposible de alcanzar solo a través de iniciativas individuales–, consisten en una forma de exterminio de lenta agonía. Un exterminio que unos seres humanos imponen a otros de manera deliberada o no pero, en cierto modo, impuesta toda vez que no se crean condiciones de reproducción de actividades que permitan incluir con dignidad a seres humanos de carne y hueso en actividades con sentido, útiles y beneficiosas.
87En muchas sociedades, pagar por lo público en detrimento del libre uso de la riqueza individual (sea como flujo anual o ingreso por habitante o como riqueza acumulada individual) pareciera ser la propuesta de una suerte de comunismo que estaría necesariamente acompañado de una limitación objetiva de las libertades de algunos individuos en la esfera del consumo deseado, con el fin de beneficiar a otros. Ciertamente, puede que así parezca y así sea. Sin embargo, transitar hacia la equidad como parte integral del concepto de desarrollo sustentable lo supone, a menos que la frase sea un mero adorno de tal concepto integrador de dimensiones complejas y contradictorias.
88Es solo en este contexto que algunos planteos, como el de Thomas Piketty, pueden ser comprendidos (tanto como la debilidad de sus propios argumentos), como así también los del citado libro de Daron Acemoğlu y James A. Robinson. En este, se explica que los países ricos son desarrollados porque sus instituciones son incluyentes, y los países pobres son atrasados porque las suyas son extractivas. Por supuesto que un enfoque como el que propongo no es ajeno a la calidad de las instituciones. Se corre el peligro de que fondos destinados a crear empleos masivos queden capturados en burocracias guiadas por poderes políticos concentrados y corruptos. Pero este es un tema que merece un tratado aparte y ciertamente no puede ser resuelto por una cínica disputa ideológica donde las sociedades extractivas coinciden con los enemigos del poder y el poder corporativo privado es supuestamente no extractivo e incorrupto.
89La propuesta de incluir masivamente mano de obra poco capacitada como núcleo central en la creación de una urbanización sustentable y de ciudades sustentables, responde a la necesidad de incrementar los flujos de riqueza y estabilizarlos en forma gradual; aumentar el consumo al nivel de cubrir necesidades básicas y mejorar la calidad de vida de los seres humanos a nivel global. Responde a un modo de percibir soluciones viables para extender el horizonte de inversiones previsibles a tasas de rentabilidad razonables, hoy amenazadas por la imposibilidad de sostener la creación de dichos flujos de riqueza (sustentabilidad económica global). Sus resultados, al contrario de lo que se suele pensar y expresar al respecto, pueden fácilmente mejorar el nivel de vida de todos y crear un ambiente más propicio para programar inversiones, introducir innovaciones tecnológicas y transitar hacia un mundo donde la intensidad de utilización de materiales y recursos agotables sea menor, una vez alcanzada la meseta del crecimiento urbano. Del mismo modo, en un mundo así las necesidades de migración forzada que hoy agobian a los países ricos, pero también al resto, se verían disminuidas.
90Pueden restar unas dos o cinco décadas para lograrlo y es claro, también, que este enfoque supone que la mejora en el nivel de vida es acompañada por una tasa natural de crecimiento de la población que sea sostenible. De hecho, en las sociedades urbanas y con mejores niveles de vida, el tamaño medio de las familias disminuye, pero no al extremo de crear una ausencia de sustentabilidad por motivos inversos, los derivados del envejecimiento que registran las pirámides de edad.
91Las principales barreras para la comprensión de esta propuesta teórico-conceptual –y para su implementación política–, es que la idea se opone, en cierto modo, a la libertad de consumo, clave del libre mercado. Sin embargo, como todo planteo destinado a hacer más sostenible la vida en el planeta, se apela más bien a la necesidad de un cambio de conducta y de motivaciones, que bien podrían ser internalizados a escala planetaria tal como hoy lo está siendo el tema del cambio climático.
92Con respecto a la propuesta, no solo el autor se halla convencido de ello, sino que ya otros lo han expresado de un modo muy preciso y, en casi todas las aproximaciones a la sustentabilidad, se cae inevitablemente en el tema del cambio motivacional y conductual. Además, aparece la espinosa cuestión de si los cambios se logran mediante un grado de supresión de libertades individuales o de otro modo impersonal (por ejemplo, el mercado). David Pearce (1992) analiza las distintas aproximaciones a lo que él denomina economía verde y expresa que:
A riesgo de incurrir en una sobresimplificación, hay dos amplias razones por las cuales, en una economía verde, las personas deberían ser menos avaras, codiciosas e insaciables. Primero porque la otra gente importa y la avaricia impone costos sobre otras personas. Al respecto –y de manera particular– se hallan los pobres y las generaciones futuras. Tomo este punto de vista para incluir a aquellos que proponen custodiar al planeta en beneficio de las futuras generaciones. También para incluir a todos aquellos que utilizan la argumentación basada en la justicia entre generaciones (Ej. equidad intergeneracional). En segundo lugar la gente debería ser menos avara debido a que otros seres vivos en el planeta importan y la avaricia impone costos a esos otros seres […]. De manera típica el hecho de que otros importan, es una característica propia del pensamiento en torno a la economía verde. (pp. 4-5)
93La discusión que aborda Pearce es también interesante porque recapitula las visiones existentes sobre la economía verde, cuya gama sería: a) la escuela de pensamiento de crecimiento cero (cero crecimiento económico más cero crecimiento poblacional); b) una versión radical que supone que tanto la población como la actividad económica debería ser reducida drásticamente; c) la escuela que denomina tecnocentrismo cornucopiano7.
94El debate de la economía verde se centraría en torno a tres características: a) restringir la codicia e insaciabilidad humana; b) sustentabilidad; c) lograr desacoplar el sistema económico del impacto ambiental en todas sus formas. Cada enfoque pone un distinto énfasis en la necesidad de combinar estos factores o características del problema. En nuestro caso, intentamos mostrar las razones por las cuales la creación masiva de empleos verdes –si así decidimos llamar a los trabajos consistentes en mantenimiento y transformación de ciudades no sustentables en sustentables –, puede resultar una vía interesante para lograr esa fórmula de equilibrio que el desarrollo sustentable proclama.
95Esta visión supone, sin duda, una modificación radical en términos conceptuales respecto a las generadas sobre el mismo tema en las agendas internacionales –hoy vigentes–, donde se asumen medidas de todo tipo para evitar que el planeta se caliente por encima de los dos grados centígrados. Representan un punto de vista para hallar una salida a la mayor parte de los países que integran el Sur global, pero no son necesariamente una visión de confrontación con el Norte rico. Muchas actividades industriales pueden ver su ciclo de vida prolongado pari passu con una transformación en los modos en que se produce y consumen materiales, insumos y recursos de modo sostenible. La reiteración de estos argumentos tiene por finalidad hacer hincapié en las limitaciones que impiden ver las cosas de otro modo.
96Sin duda, un mundo así también se puede simular a partir de modelos matemáticos y escenarios como los que han llenado la literatura sobre estos temas en las cinco últimas décadas. ¿Pero qué sentido tendría modelarlo sino es reafirmar lo expresado? ¿Acaso, los modelos como los utilizados por el Club de Roma, el ipcc, el Consejo Mundial de Energía u otros no contienen aquellos supuestos y parámetros predeterminados que aseguran desde el comienzo los resultados que se desean demostrar? En mi experiencia personal como investigador, puedo afirmar con certeza que los resultados no dirán más de lo que, desde el principio, está determinado por la forma en que hayamos definido ecuaciones, vínculos sistémicos entre ellas y datos. Ello no significa que los ejercicios sean inútiles. Por el contrario, nos ayudan a crear conciencia de las interrelaciones, nos hacen pensar en las condiciones materiales y culturales bajo las cuales ciertas hipótesis podrían funcionar y también nos llevan una y otra vez hacia un mayor rigor de pensamiento.
97A pesar de todo ello, solo podemos expresar lo que conocemos y esto de un modo aún demasiado imperfecto. Por eso, la visión conceptual de un problema requiere de pasos previos y este libro precisamente ha tratado de ellos del modo más acabado posible. Si con este trabajo se contribuye a aclarar algunos puntos del debate acerca del desarrollo y se revelan mecanismos que habían pasado desapercibidos, el esfuerzo habrá sido fecundo.
Notes de bas de page
1 Entendemos por innovación tecnológica tanto la creación de nuevos bienes y servicios (nuevas cosas por o para hacer), como cambios en las formas de hacer las cosas.
2 El estudio del 2011 de Šlaus y Jacobs supone un vínculo positivo entre educación y sustentabilidad y, aunque no aborda ni de cerca la complejidad del tema, enfatiza cuestiones de mucha importancia para un mundo donde la tecnología ha desacralizado casi todo: desde la misma naturaleza, hasta la vida y los seres humanos que somos parte de ella. En su conclusión, los autores afirman que: «Las habilidades básicas y la información impartida en la escuela primaria y el amplio rango de conocimientos impartidos a través de las currículas de la enseñanza secundaria son todavía fortalecidos por las altas capacidades mentales adquiridas en los niveles terciarios. Pero aun cuando una educación completa se brinda en la actualidad a través de los sistemas institucionales educativos formales, los potenciales para la educación no han sido explotados de un modo exhaustivo. Junto al conocimiento académico y habilidades mentales y vocacionales, la educación debe ser utilizada para transmitir valores, habilidades psicológicas y en las relaciones interpersonales que son esenciales para alcanzar mayores logros, para el bienestar colectivo y personal. La educación también tiene el potencial para acrecentar la conciencia, desarrollar la personalidad y el carácter y contribuir a los procesos de individuación. Los sistemas educativos no se hallan todavía orientados a desarrollar estos mayores niveles de las capacidades humanas, a pesar de que son ellas precisamente las que ofrecen el mayor potencial para la evolución futura de la conciencia humana y la sustentabilidad de la vida en la tierra».
3 Peligros tales como el freno que supondría para las iniciativas individuales y para toda la base meritocrática que se halla tras los mecanismos de recompensa y castigo propios de las economías de mercado.
4 Por ejemplo, a pesar de las mejoras en la eficiencia de los nuevos automóviles estadounidenses, su creciente peso y cilindrada han reducido buena parte de las ganancias potenciales en términos de ahorro energético y de emisiones de co2 de haber prevalecido una transición a la cultura del automóvil mediano o pequeño. Pero ello hubiera afectado sin duda a la industria del acero, petroquímica, plásticos y otras como la del transporte, debido a la reducción de volúmenes transportados entre plantas; para poner solo un ejemplo de cómo a su vez estas decisiones afectarían potencialmente al empleo y a la utilización de las capacidades instaladas de esas industrias. Téngase en cuenta que entre 1987 y 2010 el peso medio del automóvil estadounidense se ha incrementado en 24 % y que según algunos comentaristas esta tendencia además ha provocado un considerable incremento en las muertes por accidentes de tránsito. Sin afirmar que esta razón haya privado tal tendencia, el ejemplo sirve para mostrar cómo ciertos hechos culturales y económicos se oponen a la supuesta promoción del desarrollo sustentable.
5 Ecociudades, como Register lo acuñó en 1975.
6 Estas aproximaciones se realizan con datos de pbi de unctad; datos de gasto militar tomados del Stockholm International Peace Research Institute (sipri), World total (consistent series) World total (from sipri data release) recuperados de www.sipri.org y con datos de unesco: Dataset: Education, calculados según los reportes de los gobiernos nacionales acerca del gasto educativo por país, recuperados de http://data.uis.unesco.org/?queryid=181. Ver también: Education Expenditures by Country en http://nces.ed.gov/programs/coe/indicator_cmd.asp
7 El término proviene de la mitología clásica, donde cornucopia es el cuerno de la cabra Amalthea que contiene comidas y bebidas sin fin. La imagen representa la abundancia continua que, en este contexto, corresponde a la escuela que supone que un mayor consumo puede ser resuelto mediante innovaciones tecnológicas y mecanismos de mercado tal como los conocemos, solo que ahora traspuesto a ciudadanos, empleos, consumidores e inversores verdes.
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Cómo lograr el Estado de bienestar en el siglo XXI
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