Capítulo 3. De las rupturas a la reconfiguración espacial del comercio, la producción y el consumo
p. 87-140
Texte intégral
1De modo general, se han analizado algunas cuestiones básicas en torno a la concepción y medición de la riqueza. Así como también, acerca de los nexos entre urbanización y crecimiento económico. Estas distinciones tienen la finalidad de hacer menos borrosos varios aspectos del discurso contenido en la literatura económica de referencia. Ahora bien, me interesa realizar en este capítulo una descripción de otros aspectos que ayudarán a comprender la importancia del tema, a la vez que permitirán ilustrar el impacto que ha tenido la urbanización de Asia; y China como caso particular.
2La descripción, realizada mediante diversas representaciones gráficas de series de datos, se lleva tan atrás en el tiempo como sea posible. Pero en general, se centrarán entre 1950-2012, o períodos donde interesa reforzar la discusión con base en hechos observados.
3Como se verá, mucho énfasis es puesto en diferenciar tres períodos. El primero se recorta en 1950-1975, o fase que podemos ver como representativa de los Años Dorados. El segundo, en 1975-2000, donde se observa un lento crecimiento y ausencia de convergencia entre países desarrollados y en vías de desarrollo. El tercero y último, en 2001-2012,1 fase caracterizada por el hito del ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio (omc) en 2001. Situación que sucedió cuando los países que daban cuenta de alrededor del 80 % del pbi mundial ya pertenecían a la organización.
4Vale aclarar que la gran urbanización en China comienza no obstante antes, durante los años ochenta y noventa. Esto se explica por las reformas económicas y el abandono de las fases más restrictivas de migración rural-urbana, así como para la preparación de lo que podríamos considerar como un gran salto hacia adelante. O, también, lo que otros consideraron como la decisión del Partido Comunista de implementar el modelo del capitalismo en la jaula –siendo el capitalismo simbolizado por el pájaro y el Estado, por la jaula.
5La selección de estas tres fases tiene el propósito de mostrar diferencias cruciales en el dinamismo de la economía mundial. Uno vinculado a los procesos de urbanización –con sus distintos impactos a lo largo de su desenvolvimiento– y en consonancia con la argumentación de los capítulos anteriores. Pero también, como base para el análisis de los desafíos futuros.
6La economía mundial ha venido creciendo sin cesar a lo largo de los últimos 62 años aproximadamente. Con esto, fue creando una atractiva –pero a su vez peligrosa– ilusión de que el progreso social es universal y que, tarde o temprano, alcanzará al género humano.
7La discusión se ha desarrollado sobre la idea de si son el mercado y las instituciones creadas durante la segunda mitad del siglo xx2 la fuerza impulsora del progreso. O, en su lugar, si esta surge de la necesidad de una creciente intervención del Estado –incluyendo o no la propiedad de los medios de producción–. Este debate ha atravesado numerosos vaivenes, discursos, enfoques teórico-conceptuales y combinaciones pragmáticas.
8Las discusiones han permeado también la teoría económica y han conducido a la revisión de la historia del pensamiento económico, incluyendo el momento en que la síntesis neoclásica y neokeynesiana dieron lugar a una separación entre la micro y la macroeconomía. Un renovado interés apareció por rastrear los planteos iniciales de León Walras. Además de una inclinación a descubrir que en las raíces de la literatura sobre la planificación socialista, tan propia de los años cincuenta a sesenta, autores como Oscar Lange también tomaron de ese autor parte de su razonamiento.
9Con cada gran crisis del capitalismo, autores como Eric Hosbawm han tratado de sugerir –o lo han dicho– que finalmente el enfoque de Marx es el único que permite predecir la gran crisis final de este sistema. Un sistema sobre el cual el mismo Marx ha planteado en su introducción al Manifiesto del Partido Comunista:
La Burguesía no puede existir sin revolucionar permanentemente los instrumentos de producción […] Mediante su explotación del mercado mundial, la burguesía ha configurado de modo cosmopolita la producción y el consumo de todos los países. Con gran pesar de los reaccionarios, ha arrancado bajo los pies de la industria su suelo nacional. Las primitivas industrias nacionales han sido aniquiladas y aún son aniquiladas a diario. Son desplazadas por nuevas industrias cuya introducción se convierte en una cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias que no elaboran ya materias primas locales, sino materias primas procedentes de las zonas más alejadas y cuyos productos no se consumen ya únicamente en el propio país sino en todos los continentes a la vez. Nuevas necesidades, que reclaman para su satisfacción los productos de los países y climas más remotos, ocupan el lugar de las antiguas, satisfechas ya por productos nacionales. Frente a la antigua autosuficiencia y aislamiento locales y nacionales, irrumpe un tráfico en todas direcciones, una dependencia general de las naciones las unas respecto de las otras. Y al igual que en la producción material, en la intelectual […]. La burguesía somete el campo al imperio de la ciudad. Crea ciudades enormes, intensifica la población urbana en una fuerte proporción respecto a la campesina y arranca a una parte considerable de la gente del campo al cretinismo de la vida rural. Y del mismo modo que somete el campo a la ciudad, somete los pueblos bárbaros y semibárbaros a las naciones civilizadas, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente. (Marx y Engels, 1848)
10Y entonces, los intelectuales se preguntan asombrados: ¿No es esta más que nunca nuestra realidad actual?3
11Ahora bien, ciertamente la evidencia empírica revela que estas discusiones ideológicas –que hacen a la naturaleza de la ecología de las ideas– poco pueden aportar a la resolución de los problemas que enfrenta y enfrentará la humanidad. Especialmente, si a la vez el debate no es fecundo para generar nuevas ideas, enfoques y marcos conceptuales y teóricos.
12Cuando me refiero a esta cuestión, en realidad estoy advirtiendo que los límites a la acumulación y reproducción ampliada de la economía mundial pueden tener su base en factores que no han sido suficientemente enfatizados en las visiones corrientes sobre este tema. Factores que hacen a aspectos estructurales de base tecnológica y que, a su vez, condicionan factores económicos clave como empleo y rentabilidad. Por caso, la ya citada relación entre fases de urbanización con determinadas estructuras de demanda a ellas asociadas. Así como también, una rígida división internacional de tareas posibles en el mundo del dominio de la inventiva y el patentamiento.
13Obviamente, tal límite podría provenir de la insuficiencia de nuevas cosas por hacer –hechas ya la mayor parte de las ciudades–, en ausencia de una programación estratégica de la oferta económica. Pero, también por la falta de instrumentos que permitan ampliar la demanda de bienes y servicios inaccesibles a aquellos que, por distintas razones, no pueden obtener ingresos suficientes para adquirirlas. Entre estas razones, se halla la declinación de ciertas actividades pari passu con la saturación de procesos de urbanización.
14Claro está que este tema introduce un serio problema respecto a la equidad en un sentido más amplio al que habitualmente implica. No se trata solo de mejorar la distribución del ingreso, sino de que no se genere quiebre entre los que obtienen un ingreso por su trabajo y aquellos que lo adquieren como derecho universal, al margen de que trabajen o no. Aquí, la cuestión de los límites de la meritocracia y la discusión en torno a su legitimidad o no como criterio distributivo es crucial. Pues, aunque ciertamente el desempleo estructural es causa de la ausencia de ingresos, la adquisición del derecho universal a un ingreso podría profundizar la brecha social. Esto, tanto como también podría dislocar la relación entre esfuerzo y remuneración hasta un punto que podría ser sin retorno.
15Este vínculo se manifiesta simbólicamente en las revueltas de jóvenes ocurridas en París, Londres y otras ciudades. En ellas, el patrón de saqueos no revelaría hambre sino un imaginario que podría ser traducido como: «A mí me corresponde también tener bienes como un iPhone o un smart tv, pero la sociedad no me otorga medios legítimos para acceder a ellos». Por supuesto, esto es solo una deformación ideológica de las luchas sociales pero, ¿qué decirles a los jóvenes respecto a su derecho a tener una vivienda o a alimentar a sus hijos? Que esto no es una exageración subjetiva o una propensión crítica al sistema lo indican algunos trabajos específicos y bien fundados (como por ejemplo, en Bisang y Campi, 2010).
16Por el contrario, ¿puede la sociedad ignorar que sus esfuerzos por crear empleos fracasan si no son pensados de forma segmentada por categorías de capital humano y tipo de actividad? ¿Puede la innovación tecnológica aplicada a usos ya establecidos generar esa masa de empleos? ¿Pueden hacerlo nuevas grandes revoluciones tecnológicas? Son preguntas que hasta ahora no tienen más base empírica que la que muestran datos retrospectivos. Como adición, y si nos atenemos a ellos, la respuesta es más negativa que positiva; aunque no terminante.
17Desde el punto de vista de lo que estos temas implican para la dicotomía más mercado o más Estado, tampoco los datos aportan demasiado.
18La evidencia del siglo xx –y lo que va del actual– mostraría más pases de economías socialistas y comunistas a la búsqueda de mecanismos de mercado para desarrollarse. Sin embargo, crisis como las recurrentes en muchos países capitalistas que han ensayado reformas de mercado –y la propia crisis en los países centrales– sugieren que no pueden resolver sus graves problemas con la mera intervención del Estado. Así como tampoco únicamente con ciertas políticas públicas focalizadas. El retorno a socialismos plantea a su vez cuestiones más que complejas. Por ello, parecería conveniente al menos sustentar en hechos el cómo funciona la realidad que representamos con indicadores de desempeño.
19La siguiente figura 5 muestra un fenómeno interesante. Revela el impacto del desarrollo (y urbanización) de Asia sobre el conjunto del crecimiento de los países en vías de desarrollo como creación de flujos brutos de riqueza anual según la serie de datos de producto bruto interno de Madison. Cabe destacar que las series de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (unctad por sus siglas en inglés), del período 1970-2013 –expresadas en valores corrientes según tasas de cambio de cada país–, muestran que recién en 2013 el producto del resto del mundo igualaría al producto de los catorce países más desarrollados.
20Es interesante detenerse en los debates que hubo hasta mediados de los noventa acerca de la supuesta convergencia en los niveles de riqueza. Las afirmaciones fueron dominantes en los años sesenta y se vincularon con debates y críticas posteriores, por ejemplo desde el histórico análisis de Barro y Sala-i-Martin (1992). Estos mostraron lo sucedido entre estados dentro de los Estados Unidos, confirmando tal convergencia (Rodrick, 2011) o cuestionándola (Quah, 1995). Lo cierto es que los datos, expresados como promedio de los flujos de riqueza anual creada y representando agregados de bienes y servicios, mostraron escasas evidencias de convergencia. Esto, aún sin considerar los niveles por habitante.
21Por otro lado, en otro de los trabajos de Piketty (1997, pp. 93-98) se cuestiona la coincidencia entre países ricos y pobres. A su vez, se señalan factores como estructuras de desigualdad previas, diferencias en el capital humano, integración o no en el mercado mundial e imperfecciones en los mercados de capitales como causas para explicar las fallas del modelo supuesto.
22Así, hasta la aparición del efecto China –y de otros países de Asia–, lo que se constata es el aumento de la divergencia, sobre todo entre 1980 y 2000. En cambio, desde 2003 a la fecha se denota el fenómeno inverso. No obstante, sin que se logre aún la confluencia esperada en niveles de riqueza por habitante. El efecto China repercutió de este modo sobre toda la economía mundial, pero en especial en los países en vías de desarrollo. Esto permitió, en la primera década y media del siglo xxi, una cierta ilusión de convergencia. Sin embargo, esta se encuentra lejos de estar consolidada.
23En las figuras 6a y 6b, se considera la evolución del pbi por habitante. Cuando se hace esto, se muestra claramente que ni siquiera el posterior desarrollo del período – tras el ingreso de China a la omc– reduce demasiado la brecha entre creación de riqueza por habitante en el resto del mundo respecto a la creada por los doce países más prósperos de Europa,4 los Estados Unidos y Japón. O bien, respecto del conjunto de países desarrollados, definidos como tales por la unctad. De hecho, la relación entre pbi por habitante entre los países desarrollados y el resto fue de 4,9 en 1950 y también en 2008. Pero esta alcanzó su máximo con un valor de 6,6 en 1992.
24Estos valores son aún más severos expresados en dólares constantes de 2005 (figura 6b, datos de la unctad). Esto es así, ya que la relación de desigualdad en la creación anual de riqueza por habitante que era de 22,5 en 1970 solo descendió ligeramente hacia 1982, a 20,5. Además, alcanzó valores de entre 20,3 y 22,8 entre esa fecha y 2004. Cifra que descendió a 14,9 en 2012, después de que el resto del mundo acusara el impacto del efecto China o del mundo creciendo a dos velocidades. Esto que se mide es el impacto en cantidades, pero también en precios absolutos y relativos. Es así, en tanto por primera vez desde los tardíos setenta volvieron a mejorar los términos del intercambio en favor de los países exportadores de materias primas, energía y alimentos.
25Para hacer más contundente tal aseveración, se agrega la figura 7a. La misma ilustra los cambios anuales en la riqueza creada expresada como flujo por persona (pbi por habitante) en el mundo desarrollado. Este grupo está conformado por los doce países de Europa, más Japón y los Estados Unidos (que representaba el 20 % de la población mundial en 1950 y es cerca del 12 % actualmente). Se reproducen estos valores como contraste de la riqueza creada por los sistemas económicos que representan hoy a casi el 90 % de la población mundial.
26Así, entre 1950 y 1990, la riqueza anual creada por los países centrales fue cada año –y en promedio– cerca de diez veces mayor a la riqueza creada por habitante procedente del resto del mundo. Sin embargo, entre 1990 y 2008, esta cifra se redujo. Además, en promedio, la riqueza creada por habitante en los países desarrollados solo representó un 125 % más que la creada en el resto del mundo.
27De igual manera que se hizo respecto al pbi total, estas cifras se pueden calcular también con datos de la unctad pero solo para el período 1970-2013. En tal caso, los resultados son todavía más drásticos. Entre 1970 y 1980 la creación incremental de riqueza por habitante era en promedio diez veces superior en los catorce países más ricos respecto a todo el resto del mundo. No obstante, esta relación trepó a 47 como valor medio entre 1980 y 2000, con dos picos inversos. El primero, en 1986, año del contrashock petrolero que marcó el fin del conflicto Irak-Irán –y el derrumbe de términos del intercambio en casi todo el mundo en desarrollo–. Además, hubo impactos del sistema financiero internacional sobre los países con fuertes procesos de endeudamiento. El segundo pico inverso fue en 1999. Este año marcó la tendencia recesiva del mundo desarrollado cuya industria, como se verá, se incrementó pari passu con la desindustrialización de buena parte del mundo en desarrollo. Luego, tras el efecto China, esta relación baja a 7 entre 2000 y 2013, siendo de casi 0 hacia 2013. Sin embargo, este resultado es atribuible más a la recesión en los países ricos que a la creación de riqueza media en el mundo en desarrollo (ver figura 7b).
28Sin duda, el cambio en la creación de riqueza media por persona entre los países ricos y el resto del mundo se debió a la nueva concepción de China como fábrica del mundo. Este fue un proceso que permitió, hasta 2006-2007, también a los países desarrollados no tener que reducir la actividad de su aparato industrial, sino más bien incrementarla. Sobre esto se vuelve más adelante, pues los datos revelan varios aspectos precedentes a la gran crisis financiera de 2009. También de lo que significó para los países ricos la expansión del sistema industrial fuera de sus fronteras con un impacto altamente positivo hasta 2006-2007 y negativo tras 2007-2008.
29Un aspecto curioso surge del análisis de estos datos. El máximo incremental de creación de riqueza física (expresada por pbi a valores constantes) por habitante en el mundo más desarrollado prácticamente no volvió a ser superado siquiera en los años más prósperos como 1984-1988 o 2000. Si bien se venía observando como fenómeno creciente hasta 1973 con pocas tendencias de destrucción de flujo de riqueza, como por ejemplo en 1958.
30Por el contrario, sí se observan crisis recurrentes y desaceleración, lo que implica dificultades para mantener un crecimiento de la riqueza media (ver figura 8). Esto, sin duda, a su vez trae la pregunta acerca de cómo se ha distribuido esa riqueza. Es así, pues, si el promedio incremental es difícil de mantener, es muy probable que algunos grupos sociales vean decrecer su capacidad de generar y acceder a la riqueza, mientras que otros bien pueden incrementarla.
31Pero además, cuando se analiza el mismo fenómeno expresado en dólares corrientes de 2005, la creación de riqueza entre 1981 y 2002 aparece mayor a la lograda entre 1970 y 1980. También, más desigual con respecto a los países en desarrollo. Esto revela el desigual impacto de la inflación a partir de los ochenta –período donde esta inflación alcanza también al valor de los activos–. Además, lo efectivas que han sido para los países desarrollados las políticas emprendidas respecto a su desarrollo al restringir el del resto del mundo. En síntesis, la década donde vuelve a evidenciarse el poder del sistema financiero internacional dominado por los países desarrollados, algo que pareciera reaparecer de modo agudo hacia 2014-2015.
32Pero el interés por mirar más en detalle este fenómeno en el caso de los países en vías de desarrollo reside en el salto ocurrido hacia los últimos años de la primera década del siglo xxi.
33En los cincuenta años de desarrollo de la segunda mitad del siglo xx, el resto del mundo creaba, en promedio, una riqueza incremental por habitante valorada en cerca de 50 dólares de 1990 y el mundo desarrollado en promedio unos 350. Pero en la primera década del siglo xxi, el mundo en desarrollo alcanzaba la cifra de 200. Es decir, cuatro veces más que en los cincuenta años previos. Mientras tanto, el mundo desarrollado se estabilizó en 356, una cifra no muy distinta a la registrada en ellos en las décadas previas. Pero, ¿qué significan estas cifras sino el reflejo de la urbanización y, a su vez, la extensión a nuevas regiones de un mismo sistema de producción y consumo cuya materialidad –en un sentido tecnológico y de estructuras productivas– es importante de destacar?
34Véase, por ejemplo, que a lo largo del período 1950-2012, la creación de riqueza por habitante a escala mundial ha permanecido fija. Esto, cuando se la mide como cociente entre incremento del pbi global por quinquenios, respecto del incremento de población mundial, también por quinquenios. Sin embargo, es decreciente respecto de la población en ciudades de más de 750 mil habitantes y también respecto a la población urbana total (ver figura 9).
35La convergencia entre los valores de incremento de la riqueza creada por habitante urbano y por habitante a lo largo de la serie muestra también cómo los incrementos de población en los últimos quinquenios de dicha serie son cada vez más de carácter urbano (ver figura 10). Es decir, se nota una tendencia a la saturación del proceso de migración rural-urbana junto a un descenso en las tasas de crecimiento de la población total. Este fenómeno plantea sin duda nuevos desafíos a futuro por lo ya comentado en el capítulo anterior. Esto es, con respecto al hecho de que en dicho futuro se proyecta un estancamiento de la población rural y un incremento de población urbana que supera al incremento de población total o lo iguala.
36Una de las hipótesis centrales que se plantea en este libro es que la urbanización es uno de los motores fundamentales del crecimiento económico. Dicho esto en un sentido muy distinto, el tema deja de ser trivial. Si bien no se niegan otras explicaciones como las analizadas en el capítulo 2, precisamente porque se embeben en el pbi (o flujo de riqueza anual) actividades que son inherentes a la construcción de ciudades y sistemas urbanos.
37Es que se trata, como ya se ha dicho, de actividades vinculadas a industrias como la del cemento, acero, aluminio, maquinarias y bienes de capital para infraestructura y montaje de industrias. Industrias cuyo pico dependería de fenómenos de migración rural-urbana previa y que, a su vez, determinaría picos en las capacidades instaladas y fluctuaciones en la utilización de dichas capacidades que no son de corto plazo. Ello puede implicar la destrucción de esa capacidad. Por eso la destrucción creativa es ponderada como motor de crecimiento. Pero la cuestión, tal como se ha sugerido, es si la cantidad de producto nuevo a generar en estos procesos será superior o inferior a la que se destruye y quiénes pueden beneficiarse de ello. Si es superior –y logra absorber a un capital humano capaz de adaptarse en conocimientos y habilidades a las nuevas cosas por hacer–, el problema es menor y requerirá esfuerzos para lograr dicha adaptación. Pero si es inferior –y además supone procesos de automatización y formación de recursos humanos con habilidades que requieren conocimientos sofisticados–, la cuestión de la exclusión como fenómeno estructural puede alcanzar proporciones gigantescas.
38Sin embargo, los procesos de migración rural-urbana son de distinta data y originados a su vez en otros factores que los traccionan, lo que es parte de la dificultad de comprender el fenómeno. Si nos referimos al caso de China, su conversión como fábrica del mundo recién se manifiesta con toda su plenitud tras su ingreso a la Organización Mundial del Comercio en 2001. Momento este en que los países que representaban más del 80 % del producto mundial ya habían firmado tratados de libre comercio. Sin embargo, el máximo incremental de crecimiento en ciudades grandes en China se produjo entre 1995 y 2000 (figura 11), es decir antes. Precedente a este crecimiento, se había registrado también el mayor aporte de los flujos externos de capital a China como porcentaje del pbi.
39Según los datos de unctad, entre 1992 y 1998 se produjeron los picos del flujo de inversión externa en proporción al pbi, aun cuando las inversiones externas no se han detenido más que ligeramente en 2009 (figura 12). El stock acumulado de dichas inversiones externas entre 1970 y 2013 –sin aplicar depreciación alguna– no representaba en 2013 más que el 15 % del pbi de ese año. De este modo, las políticas de apertura comercial y de inversiones en China han sido sin duda un motor de la urbanización y modernización. Pero además ella en sí misma ha sido, como veremos, motor del crecimiento interno tanto o más que las exportaciones.
40Cabe decir que en solo una década –desde 1990 a 2000–, las grandes ciudades de China crecieron en más de 100 millones de habitantes. Mientras tanto, en las cuatro décadas precedentes (1950-1990) lo hicieron en cerca de 83,8 millones.
41Entre 2000 y 2010, donde toda la potencia exportadora al resto del mundo se manifestó tras el ingreso a la omc, las grandes ciudades de China lo hicieron con 93,5 millones. Es decir, menos que en la década previa. A su vez, el crecimiento de la población urbana total fue de 237 millones entre 1950 y 1990 y de 357,5 millones entre 1990 y 2010. Esto, sin evidenciar ningún pico entre 1950 y 2010, aunque en el 2000 se había registrado uno en el incremento de habitantes en grandes ciudades.
42Esta detallada observación apunta a dos fenómenos relevantes. El primero, que la urbanización creciente en China fue precedente a su ingreso a la omc y se vincula con las reformas políticas ocurridas en los ochenta. Sin embargo, no excluye el hecho de que entre 1980 a 1990 las exportaciones crecieron en valores corrientes a tasas promedio cerca de 3,7 veces las del producto. Incluso, si consideramos el período 1990-2000, solo 1,8 veces con tasas de crecimiento del pbi en esa década, 3 veces el promedio de la anterior. El segundo fenómeno importante fue que el proceso coincidente con el ingreso de China a la omc mostró un mayor crecimiento urbano relativo en ciudades intermedias respecto de las ciudades grandes.
43De hecho, entre 2000 y 2010, casi todas las mayores ciudades – Shanghai, Shenzhen, Chongqing, Guangzhou, Guangdong, Wuhan, Foshan, Shantou, Tianjin y otras– mostraron incrementos de la población muy por debajo de los registrados en las mismas entre 1990 y 2000. Este dato es interesante teniendo en cuenta que ellas dieron cuenta del 30 % del crecimiento registrado en ciudades grandes en esa década. Además, constituyeron algunos de los hubs portuarios más importantes, con un papel fundamental en la siguiente dada la orientación exportadora de la economía china. Por el contrario, Pekín creció más durante 2000-2010.
44El crecimiento económico de China se potenció al convertirse en la fábrica del mundo. Aún más, sus exportaciones de bienes superaron a las de los Estados Unidos de América a partir de 2007, mientras que las de bienes y servicios solo lo hicieron en 2012 según puede ser visto en la figura 13. No obstante, es factible inferir que las altas tasas de urbanización precedieron y han sido un importante motor del crecimiento chino, permitiendo a su vez su papel en la nueva economía mundial.
45El hecho de que hayan sido las inversiones externas las que posibilitaron tal proceso, no demerita en nada la explicación que aquí se pretende remarcar. En particular, porque es central al tema de creación de riqueza como flujo y como acervo y, por consiguiente, a los problemas que de ello se desprenden. Los que quedan evidentes cuando observamos que ciertas actividades comenzarán a decaer sin que otras puedan reemplazarlas en magnitudes de valor equivalente si esto no se llega a percibir correctamente. Tampoco, si no se actúa sobre la reconversión de actividades aptas a lo que el capital humano formado puede hacer, mientras a la vez es capacitado para otras labores que entrañan mayores grados de educación, formación y capacitación.
46En consecuencia, se puede afirmar que el crecimiento de China se ha basado primordialmente en la construcción de una gigantesca infraestructura urbana e interurbana. Esta fue realizada para impulsar un modelo de crecimiento basado en exportaciones de manufacturas al resto del mundo. A pesar de ello, no significa que el aporte de dichas exportaciones al pbi haya sido mayor que el de las de las actividades de construcción de ese modelo exportador. De hecho, según las cifras de unctad, las exportaciones totales mundiales pasaron de representar en promedio un 15 % del pbi nominal entre 1980 y 1995, para alcanzar un máximo de 26 % en 2008 y un 25 % en 2013. Desde lo que se suele llamar la globalización, solo en 2009 este cociente se redujo a 21 %, pero luego se mantuvo estable en torno a 24-25 %. En el caso de China, las exportaciones solo representaban 5,6 % del pbi corriente en 1980 y, en 1995, esta proporción era de 17 %. Pero a partir de 2003, comenzó a alcanzar valores crecientes; desde un 26 % del pbi a casi 35 % en 2007. Desde la crisis de 2009, solo alrededor de 25 %, valor cercano a la media mundial.
47Entonces se podría preguntar: ¿han sido las exportaciones de China su principal motor de crecimiento? La respuesta sería positiva pero ambigua si no se considera a su vez que este proceso exportador significó una acelerada y previa urbanización –más la retroalimentación entre ambos fenómenos–. Una que a su vez respondió a modificaciones de política interna tanto para permitir el desplazamiento controlado de población rural a áreas urbanas, como para prepararse para ser la fábrica del mundo e ingresar de pleno a la modernización. Sin embargo, desde hace algunos años, muchos se preguntan si China no quedará presa en la denominada trampa de los países de ingresos medios. Este es un debate que aún no ha concluido, como puede verse, por ejemplo, en el aporte de Sharon Kahn (2012) y en el informe sobre China 2030 del Banco Mundial. Así como también en el informe de oecd (2013) y el trabajo conjunto de Zhang, Yi, Luo, Liu y Rozelle (2013).
48Por supuesto, no podemos abrir juicio acerca de este debate. Pero sí advertir que tras esta presunta trampa se halla el hecho de que su propia urbanización ha sido parte de su crecimiento. Asimismo que, inevitablemente, esta no continuará por siempre, al igual que ha sucedido en muchos países.
49Por otro lado, el impacto sobre otras regiones se produjo por la vía de las importaciones que la economía China requería y requiere. A tal efecto, es importante subrayar el comportamiento diferencial de las importaciones de China según tipo de bienes importados.
50Es interesante mostrar que las variaciones en el valor del índice de importaciones de dicho país según grandes rubros, ha tenido comportamientos que pueden ser vinculados de un modo preciso con estadios de la urbanización. Por ejemplo, las importaciones de acero comenzaron a disminuir su dinamismo en 2003 –los picos de población en grandes ciudades se produjeron hacia 1995-2000–. Otra disminución de importaciones se notó en las de maquinarias y equipos entre 2004 y 2006, las de otros bienes en 2007, pero la de alimentos solo con la crisis de 2009 (figura 14).
51El grueso de las importaciones de maquinarias y equipos importados por China tuvo su origen en los países desarrollados. Esto fue así, como parte esencial del proceso de inversiones externas realizadas por esos países en China para construir la fábrica del mundo y toda su infraestructura necesaria. Si asumimos esto, podemos comparar –a modo de hipótesis– la variación del índice de valor agregado industrial de los países desarrollados respecto a las variaciones del índice de importaciones de maquinarias y equipos (figura 15).
52Si se realiza un ensayo con los datos numéricos de la figura 15 con un modelo econométrico extremadamente simple, se obtienen los resultados de la tabla número 1. Los cuales son bastante satisfactorios teniendo en cuenta tanto el valor de la regresión por mínimos cuadrados, como el que indica una ausencia de autocorrelación en las series y lo significativo de los estadísticos pertinentes.
Tabla 1. Regresión de la variación anual del índice del valor agregado industrial de los países desarrollados respecto a la variación del índice de importaciones de maquinaria y equipo demandado por China
Variable dependiente: INCREMENTAL_INDICE_VAI__ | ||||
Métodos: mínimos cuadrados | ||||
Día: 10/07/14 Hora: 18:48 | ||||
Muestra: 1996 2009 | ||||
Observaciones incluidas: 14 | ||||
Variable | Coeficiente | Desvío estándar | Estadístico T | Probabilidades |
INCREMENTAL_IMPO_MAQ_CHI | 0.249433 | 0.031337 | 7.959800 | 0.0000 |
C | -4.486919 | 1.271076 | -3.530015 | 0.0041 |
R-cuadrado | 0.840761 | Media de la variable dependiente | 2.406413 | |
R-cuadrado ajustado | 0.827491 | Desviación estándar de la variable dependiente | 8.381636 | |
Desvío estándar de la ecuación | 3.481245 | Criterio de información de Akaike | 5.464221 | |
Suma del cuadrado de residuos | 145.4288 | Criterio de Schwarz | 5.555515 | |
Probabilidad Log | -36.24955 | Criterio de Hannan-Quinn | 5.455770 | |
Estadístico F | 63.35841 | Estadístico Durbin-Watson | 1.922510 | |
Probabilidad de F | 0.000004 |
53No se pretende que datos tan simples puedan explicar fenómenos tan complejos. Sin embargo, ciertamente aportan varios elementos para pensar las razones por las cuales el crecimiento de China ha sido funcional tanto para reactivar la industria de los países desarrollados como para comprender su prolongada crisis tras 2007-2008. Así como para demostrar que esta última puede hallarse vinculada no solo a la crisis financiera, como la literatura corriente lo ha hecho suponer.
54Dado que las maquinarias y equipos se concentran principalmente en los países desarrollados, la correlación ilustrada trata de las variaciones en el nivel de importaciones de estos bienes realizadas por China. Así como de las variaciones del producto industrial de esos países, dos series claramente independientes en cuanto a fuentes de información.
55Examinemos nuevamente entonces el cambio en el dinamismo global de la economía mundial en tres períodos precisos. El primero se extiende entre 1950 y 1977, donde podemos ubicar a los Años Dorados con alguna holgura en su finalización. El segundo, entre 1978 y 2000, en el cual emerge el poder del sistema financiero y el desempeño global es moderado. Por último, el tercero comprende desde la primera década del siglo xxi, es decir, desde donde el efecto China es relevante (ver figura 16). Pero también lo es, por lo tanto, la urbanización como generador de actividades embebidas en el pbi, tal como se desea remarcar por la importancia del tema en cuanto a creación de riqueza como stock y como flujo. Este es un tema que está en el trasfondo de los planteos de Piketty hoy en boga, pero también en la literatura sobre el desarrollo, convergencia, límites del crecimiento y acumulación, desempleo y otros.
56Resulta claro que el traslado de actividades industriales a China, implicada en su proceso de modernización e ingreso a la omc, reactivó la economía global. Asimismo, lo hizo en una forma tal donde el fenómeno de una economía creciendo a dos velocidades no se hizo tan evidente sino solo hasta después de la crisis. Es a partir de 2008 cuando también se acentúa un cierto cuestionamiento geopolítico que marcará una tendencia creciente hasta el presente.5
57Si se observa el valor de la variación anual del valor agregado industrial (vai) entre 1970 y 2011 con datos expresados en valores corrientes de la unctad,6 se tienen varias conclusiones de interés. En primer lugar, hasta fines de los Años Dorados –y hasta los ochenta– el vai de los países en desarrollo crecía anualmente en cantidades que, aunque inferiores a las de los países desarrollados, eran significativas y positivas. En segundo lugar que, entre 1978 y 2000, el vai incremental de los países en desarrollo estuvo por largos períodos en cero y por debajo, con raras excepciones como la de 1995, por ejemplo. Esto, si bien el vai incremental de los países desarrollados fue considerable pero fluctuante y dando cuenta de casi el 100 % de la variación del vai mundial. Por último, que después del año 2000 (2003 para ser más precisos) hubo un crecimiento casi equivalente del vai en los países desarrollados y en los en vías de desarrollo. No obstante, desde 2004 en adelante lo sobrepasa constantemente y, desde 2007, el vai de los países desarrollados cae o se estanca (figura 17).
58En síntesis, la correlación existente entre la variación de las importaciones de China de maquinarias y equipos y la variación anual del vai de los países desarrollados (figura 15 y tabla 1) evidencia una realidad importante. Esta es, que no ha sido la desaceleración de las exportaciones de China la causa de tal comportamiento. Por el contrario, y con más probabilidad, ha sido la saturación de la capacidad instalada para elaborar la fábrica del mundo implicada en los picos de urbanización de China producida hacia 2000. Es decir, tal como era de esperar con base a hipótesis previas afirmadas en anteriores trabajos (Kozulj, 2003); escritos cuando siquiera China era considerada bajo este apelativo.7
59Por cierto, en dicho artículo –escrito entre 2000 y 2001 con base a estudios que datan de mediados de los noventa– se anticipaba una posible crisis de sobrecapacidad en 2006-2009. El artificio utilizado en dicho trabajo consistió en descomponer la serie de población –histórica y proyectada– en grandes ciudades en dos curvas –denominadas curvas de Bell– a partir de una simulación logística y con base en la serie de datos de Naciones Unidas de aquel entonces. El análisis evidenciaba también una antelación de entre cinco y diez años respecto a estos picos. Asimismo, la saturación de mercados vinculados a la construcción de estilos de vida urbanos cuyo antecedente respecto del fin de los Años Dorados se situaba hacia 1960-1965 como pico simulado de incremento de población en grandes ciudades.
60El énfasis en la antecedencia de los picos de incrementos en la población urbana respecto al crecimiento subsiguiente del producto puede ser interpretado como si se pretendiera demostrar causalidad. Vale aclarar que ello no es así en un sentido estricto ni que tampoco sería fácil de demostrarlo con métodos econométricos, aunque se utilizaran. Solo se remarca, tal como se hizo en aquel trabajo, que las correlaciones entre incremento de población urbana y en ciudades respecto al incremento desfasado del pbi son mejores que cuando se utilizan modelos sincrónicos o cuando se intenta explicar el crecimiento de la población urbana por el incremento posterior y/o previo del pbi. Obviamente, y como se verá luego los datos disponibles para ensayar este tipo de correlaciones, difícilmente puedan escapar al problema de la heterocedasticidad8.
61El desarrollo previo enfatiza un enfoque poco habitual respecto a las causas de grandes crisis estructurales vinculadas con los procesos de urbanización. Los casos de China y otros países asiáticos introducen nuevas complejidades. La urbanización de China ha sido –y aún es– un impulsor de la reactivación industrial de los países desarrollados. Sin embargo, al mismo tiempo el traslado de la actividad industrial a China enfrenta a los países desarrollados a un nuevo papel para el cual sus instituciones no están totalmente preparadas. Esto es así, en tanto ha provocado no pocos trastornos respecto a su propia capacidad de generar empleos. Además, la división internacional de la especialización tecnológica e industrial se ha vuelto más marcada con los países desarrollados liderando dicha innovación tecnológica en todos los sectores.
62Por otro lado, la relocalización de las actividades industriales fuera de su territorio implica interdependencias en temas de seguridad y una nueva geopolítica. Esto tiene dos razones: porque China requiere asegurar su suministro de materias primas, alimentos y energía y porque no se halla claro el límite en el cual este país no podría convertirse en un rápido innovador/adaptador. Con lo cual, generaría serios problemas para la continuidad de creación de flujos de riqueza en muchos países desarrollados. Estos, necesarios para garantizar la inclusión de sus habitantes en lo que venía ofreciendo como atractivo (niveles de consumo, dependiendo de flujos de ingresos de riqueza anual creada). Sobre esto se vuelve luego, pero basta remarcar aquí que los beneficios del comercio con este país asiático no pueden ser considerados solo en base al saldo de flujos de mercancías. También porque dicho comercio ha permitido una acumulación de tipo mercantilista al capturar superrentas de comercio. Especialmente, habida cuenta de las diferencias entre el costo de producción de los productos chinos y sus precios de venta en países con elevados niveles de ingreso. Tal vez ello puede explicar, en parte, la razón por la cual el mayor aporte a la creación de nueva riqueza en los países desarrollados se produjo en el sector de servicios. Ello, al margen del impacto que sobre el sector de servicios han tenido las industrias de las telecomunicaciones con sus complejas cadenas de valor.
63Para completar el cuadro descriptivo de los impactos que son representables mediante indicadores, vale decir que, del total incremental de riqueza creada en la parte más cambiante de las primeras décadas del siglo xxi (2003-2011), el 44 % fue generado en países desarrollados y el 56 % en los países en vías de desarrollo.
64Sin embargo, el aporte sectorial de la nueva riqueza según tipo de actividad fue totalmente dispar. Del 100 % del incremento en la producción agropecuaria, un 90 % se realizó en los países en desarrollo. En el caso de las industrias, un 69 % fue generado en ellos. Pero en el caso de los servicios, solo un 46 % para una nueva población que representó el 89 % del incremento de población urbana entre 2000 y 2010. El aporte del sector servicios significó para los países desarrollados el 76 % del incremento de la nueva riqueza como flujo anual. Mientras, la industria y la agricultura en conjunto aportaron solo el 24 % de ella. Los datos que dan lugar a estos cálculos se muestran en la figura 18.
65El valor agregado industrial de los países en desarrollo que representaba –según datos de la unctad en valores corrientes– el 31,7 % del vai total global (que alcanzó un mínimo de 24,1 % en 1988), representó en 2011 el 50 %. Es decir, un verdadero cambio estructural en lo que hace a la configuración espacial de la producción, el comercio y el consumo. Pero en especial, porque por primera vez en la historia desde el auge de la industria y del capitalismo, se registra una participación de tal magnitud del sur respecto al norte. Si tal modificación constituye un verdadero cambio en las relaciones de poder, es una cuestión distinta que se discutirá luego.
66Téngase en cuenta, no obstante, que la máxima participación de los países en vías de desarrollo (pvd) anterior al ingreso de China como fábrica del mundo fue de 35 %. Este porcentaje se alcanzó hacia fines de los ochenta, en concomitancia con el éxito de los países del sudeste asiático. Con posteridad a ese período 1980-1990 –pero más aún durante 1990-2000–, la participación de los pvd en la generación del vai global decayó. Esta situación sucedió en concordancia con el denominado período de la gran moderación, término acuñado para describir el descenso de la volatilidad de la economía estadounidense (Stock, 2002; Stock y Watson, 2003). Cabría preguntarse, por lo tanto, si el control de los ciclos económicos en los países desarrollados bajo el liderazgo absoluto de las políticas de los Estados Unidos no tuvo nada que ver con el bajo desempeño industrial del resto del mundo hasta antes del efecto China.
67Las cifras muestran que entre 1990 y 1999, los países en desarrollo (cerca de 88 % de la población mundial) participaron solo en aproximadamente el el 25 % del vai mundial, con una variabilidad del 5 % en esa década. Pero –y aquí reside lo curioso– este estancamiento industrial en los pvd no implicó ausencia de fuertes crisis en los Estados Unidos aún en los años de la gran moderación. Las cifras de la tabla adjunta a la figura 19 muestran un descenso del coeficiente de variabilidad de la tasa de crecimiento, muy lejano a un manejo de los ciclos para una economía en crecimiento moderado.
68Tras la crisis financiera de 2008, una abundante literatura surgió enfatizando aspectos de la política monetaria y de regulación financiera como las causantes. Sin embargo, algunos trabajos remarcables han puesto el dedo en la llaga al señalar que dicha volatilidad había mostrado su agresividad ya en 2001. Al mismo tiempo que explican las razones por las cuales no todo el énfasis puede ser puesto en la política monetaria y fiscal tomando en cuenta el contexto de la economía real en la cual Estados Unidos se desenvolvía entre 2001 y 2004 (Adam y Vines, 2009).
69Si se hace un pequeño paréntesis en la línea de argumentación seguida hasta aquí, la ya citada figura 19 ilustra cómo en el período de la gran moderación se han registrado tres fuertes descensos de actividad. Estos se registraron en las dos últimas décadas, aún sin mostrar lo ocurrido tras 2008. Por otra parte, es innegable que las políticas aplicadas también redundaron en actividad real, en particular en la construcción de viviendas.
70Siguiendo con el paréntesis que hemos introducido, podemos ilustrar también el comportamiento de la economía china. Para ello me centraré en su ascenso mundial entre 1980 y 2008. En este período, curiosamente los porcentajes de variabilidad del crecimiento del producto han sido inferiores a la experimentada por la economía estadounidense según la misma fuente de datos para los años 1950 a 2008 (figura 20). Hacia ese último año, el tamaño total de la economía china equivalía al 93 % del de la estadounidense expresada en dólares según paridad de poder adquisitivo equivalente. Sin embargo, era del 57 % expresada en dólares corrientes y solo 35 % estimado el producto a precios constantes de 2005, aunque por supuesto con una muy distinta relación de pbi por habitante.
71Esta argumentación pretende remarcar el vínculo entre actividades que cumplen un doble rol, como es el caso de las relacionadas con la urbanización: durante su desarrollo constituyen una parte sustantiva del flujo anual de creación de riqueza (y por consiguiente de generación de empleo e ingresos). Luego, ya en las subsiguientes fases no pueden hacerlo. Tal vez esto se alcance a ilustrar mostrando la proporción que ha constituido la inversión bruta fija en la conformación de dicho flujo en Asia, con respecto a la media mundial. Estas cifras son expuestas en la figura 21.
72Como allí puede ser observado, la tasa de inversión en Asia respecto al pbi se cruza hacia 1975 con la media mundial, siendo que ella superaba hasta allí a la asiática. A partir de mediados de los setenta, dicha proporción ha sido siempre superior en Asia, aunque con marcadas interrupciones en concordancia con ciclos de urbanización e industrialización (observar tendencias en este continente en la figura 21). Pero a partir del efecto China, la inversión asiática arrastra la proporción de inversión bruta fija respecto al producto, también a nivel mundial. Este fenómeno es muy marcado después de 2001. Sin embargo, la tendencia global de la relación sigue siendo decreciente cuando se la mira en los últimos cuarenta años. Tomando en cuenta estos datos, junto con la información sobre los ciclos de expansión territorial del sistema industrial mundial, esto significaría dos cosas. Por un lado, que las fuerzas impulsoras de la inversión van pasando a ser progresivamente menos dependientes de la expansión urbana en términos puramente cuantitativos. Por otro lado, que lo serían en cambio respecto de la renovación de actividades existentes, su virtual ampliación o bien de la que es traccionada por la creación de nuevos bienes y servicios (innovación tecnológica).
73Nótese en la figura precedente que, después de 2002, la tendencia del cociente inversión bruta fija/pbi es ascendente a escala global por el efecto China (o Asia en general). Aunque es afectada en 2009 por la denominada crisis financiera, que podemos considerar con origen no financiero, tal como se ha insinuado antes en este trabajo.
74A partir de la misma figura, podemos observar que el crecimiento de la inversión a escala mundial fue decreciente a la vez que menos productiva desde el fin de los Años Dorados hasta la crisis de 2001-2002. Luego se incrementa tras el impacto de China, si bien sin la fuerza previa. Es decir que, para producir una nueva unidad de producto se han requerido de más inversiones o, dicho de otro modo, el capital fue menos productivo.
75A fin de que no se interprete tal afirmación en términos de declinación de la tasa de ganancia –o síntoma de una crisis terminal del capitalismo–, vale observar en la figura 23 la periodización de este fenómeno. Hasta 1975 aproximadamente, la creación de riqueza va de la mano con crecimiento de la inversión; y el valor de la relación producto incremental anual/inversión incremental anual, es cercana a 4. Luego del mismo, se observan años críticos donde cae tanto la inversión incremental como el producto o, peor aún, el producto no crece a pesar de que hay más inversiones. Serían los años donde la aplicación de políticas keynesianas muestra claramente la insuficiencia de los instrumentos de política económica para reactivar la economía mundial (1979-1982). Entre 1980 y 2002, este valor alcanza una media de 6,5; es decir se obtiene más o menos el mismo producto incremental con menos inversiones. Esto significa que hay debilidad en la creación de riqueza global y una elevada variabilidad de la relación incremental producto-capital. Es el período en el que el norte o los países más ricos crecen más que el resto hasta desembocar en un estancamiento importante (1998-2002). Luego, con el fenómeno China como fábrica del mundo crece la tasa de inversión, es decir, la riqueza global creada, pero ella es en promedio solo 3 veces la nueva inversión. Lo cual indica una clara incidencia de la urbanización como factor de riqueza, tal como lo fue el período de los Años Dorados, pero atenuado por el peso total de las economías desarrolladas.
76Lamentablemente, no se disponen de datos suficientes para estimar la relación capital producto a escala global. No obstante, los datos disponibles para los países desarrollados muestran una interesante tendencia. En primer lugar, un descenso marcado entre 1960 y 1973. En segundo, un ascenso entre 1973 y 1983. Finalmente, en tercer lugar, un descenso entre 1983 y 2001 (en este último año se interrumpe la serie de la oecd).
77Del análisis de estos datos también se extrae que 14 de 22 países muestran incrementos en la relación capital-producto en valores medios entre 1976-2001 respecto a los registrados en 1960-1975. Asimismo, que entre 1960 y 1978, cerca o más del 60 % del capital correspondió al sector privado residencial y a inversiones públicas, mientras que hacia el 2000, esta proporción se redujo al 38 %. El sector de inversión residencial que representaba entre 26 y 27 % del total de la inversión anual, alcanzaba solo 13 % en 2001. Esto, en una clara tendencia decreciente desde 1976 en adelante. Estos datos sin duda alguna respaldan la argumentación dada.
78Las figuras 24 y 25 muestran claramente las diferencias estructurales del crecimiento económico mundial entre 1970 y 1979. Crecimiento respecto del calculado entre 1980 y 2002, así como del correspondiente a 2003-2011. Una menor ibf asociada a menores incrementales de urbanización implica muchas cosas para la composición del pbi, para las condiciones de inversión y su recuperación. Pero sobre todo, para el empleo y la inclusión de más personas en la vida moderna.
79Así, si bien durante el período 1980-2002 la economía mundial creó más producto por unidad nueva de capital, esta creación de riqueza fue baja a escala global. Asimismo, fue muy variable, a diferencia de lo ocurrido con el ingreso de China al mercado como fábrica del mundo, en 2003-2012. Este proceso, como se repite, es imposible de comprender sin considerar el impacto de la urbanización embebida en el mismo pbi.
80Así, cuando se ilustra el proceso de crecimiento de población urbana por grandes regiones, expresado como incrementos nominales de población urbana registrados en un quinquenio a lo largo del período 1950-2010, se concluyen los siguientes datos. El resto de Asia alcanzó sus picos hacia 1985-1990. India continúa cercana a una línea tendencial y China ha hecho un espectacular crecimiento entre 1980 y 2000, con impactos todavía por encima de la tendencia en la última década (figura 26).
81En síntesis, el conjunto de los datos aportados muestra más que nada el impacto medible que ha tenido en esta primera parte del siglo xxi el efecto de China como fábrica del mundo. Impacto en cuanto a la creación de nueva riqueza a escala mundial, sobre la proporción de producción industrial en los pvd sobre el total del producto industrial y sobre la reducción de la brecha entre riqueza media por habitante existente entre los países desarrollados y el resto del mundo. Así también, ha mostrado la influencia que tuvo sobre la actividad industrial de los países desarrollados. Sin embargo, se desea enfatizar, que el mayor efecto es interpretable como derivado de los procesos de urbanización que, a su vez, impulsaron la actividad industrial a escala global. Esto, tanto por la demanda de maquinarias y equipos vinculados a la construcción de ciudades e infraestructura, como por los impactos sobre la demanda de materias primas, alimentos y energía. Estas últimas, y a través de sus mecanismos multiplicadores –al mejorar los términos del intercambio–, han dado lugar, a su vez, a una demanda industrial local en muchos países en vías de desarrollo.
82Respecto a la cuestión de las posibilidades del sistema económico mundial de crear niveles incrementales de riqueza crecientes en ausencia de procesos extensivos como la incorporación de nuevos ciudadanos urbanos –tal como el ocurrido en la última década y media– la evidencia muestra que puede ser un proceso muy arduo. Esta es ilustrada en forma parcial por el interregno 1980-2000. Las características de ese período indican serias dificultades para crear un nivel de riqueza anual por habitante suficiente para evitar que los desplazados del sistema productivo puedan ser incluidos. Este hecho se agrava en tanto que, para los que no se hallan en ese grupo, la riqueza creada les proporciona un nivel de vida que no desearían abandonar. Esta aseveración, que muchos consideran como rasgo del capitalismo, puede ser en realidad un rasgo propio de un sistema de creación de riqueza específico. Es decir, uno donde buena parte del flujo anual de riqueza quede materializado como un stock de capital no reproductible (las ciudades en sí) aunque es la condición para una reproducción ampliada de otras actividades.
83Ahora bien, si la hipótesis esbozada es estadísticamente comprobable, se estaría tentado a sostener que ello debería verse plasmado en correlaciones robustas entre incremento de población urbana y crecimiento de pbi. Esto, con la primera variable como explicativa de la segunda, con algún grado de desfasaje entre ambas en el tiempo.9
84En la figura 27, se superponen las series con valores de incrementos de población urbana en grandes ciudades ocurridos entre 1975 y 1990, con el incremento del pbi registrado entre 1990-2008.
85Efectuaremos una correlación entre ambas variables. Consideraremos al incremento del pbi variable dependiente y el incremento de población en ciudades la variable independiente. Entrecruzando ambas, obtenemos –como muestra la figura–, un elevado grado de correlación (r2 = 0.70)10. Este resultado de por sí no nos dice más que eso. Ello es debido a que este tipo de datos presentan un amplio recorrido o dispersión de valores y por lo tanto sus resultados se hallan generalmente sujetos a heterocedasticidad (ver tablas 1 a 4, y 19 a 23, en el anexo 1). No obstante, al corregir las variables en valor absoluto dividiéndolas por la raíz cuadrada de la variable explicativa a fin de reducir la dispersión de las varianza, se obtiene todavía una correlación de 0,60 que supera, en principio, satisfactoriamente el test de White.11 Este es uno de los generalmente empleados para comprobar la existencia de heterocedasticidad (tablas 21 y 22 del anexo 1, acápite 1.1).
86Otra forma de abordar el problema de la heterocedasticidad consiste en llevar los valores absolutos de las variables a sus expresiones en logaritmos naturales; en este caso, incremento del pbi e incremento de la población residiendo en ciudades grandes en unas décadas previas. En el ensayo con el modelo logarítmico, la correlación baja a 0,43. Los resultados del test de White y los del contraste de Breusch-Pagan nos señalan, tanto en este modelo logarítmico como en el de las variables corregidas, que se superan los problemas de heterocedasticidad. En todos los casos, se agrega una variable binaria para diferenciar a países desarrollados del resto, siendo entonces las variables explicativas estadísticamente robustas.12
87Por supuesto, no se pretende afirmar con esto que los modelos utilizados puedan, siendo tan simples, explicar los complejos fenómenos del desarrollo. Tampoco que puedan ser utilizados como una comprobación empírica de la hipótesis central de este libro. Pero al mismo tiempo, considero que los resultados son interesantes en sí mismos. Es decir, en el contexto de la argumentación de los vínculos entre urbanización y crecimiento bajo una mirada diferente a la que la literatura examinada lo ha considerado.
88Retomando el análisis de los datos de la figura 27 se pueden observar ciertos puntos particulares de interés. En primer lugar, el de China y en segundo, el de los Estados Unidos. En tercer lugar, el de muchos otros países donde se observan dos fenómenos opuestos. O bien el crecimiento urbano es muy superior al incremento proporcional de pbi incremental subsiguiente, que es el caso de la mayor parte de los pvd con bajas productividades medias. O bien, por el contrario, casos paradigmáticos donde el incremento del pbi es superior al crecimiento de las grandes ciudades. Entre algunos ejemplos de este grupo se pueden nombrar: Alemania, Suecia, Noruega y Francia. Así como también la mayor parte de la Europa desarrollada que lidera innovaciones tecnológicas que a su vez se producen y consumen en muchas otras ciudades en sus propios mercados y a escala mundial.
89Los residuos del modelo se presentan en la figura 1 del anexo 1. Allí, muestran claramente la debilidad de un modelo explicativo tan simple, si bien no por ello menos significativo en términos conceptuales. Esto es el hecho de que la construcción de ciudades es un proceso embebido en el pbi. Este tiene una relación con la creación de riqueza como flujo y como acervo (o stock) que no es irrelevante para la continuidad de los procesos de reproducción ampliada de la riqueza. Menos aún neutra respecto a la génesis de desempleo estructural, destrucción de capital humano y de la necesidad de formular políticas altamente focalizadas. Algunas muy distintas a aquellas actuales con énfasis en los instrumentos de política macroeconómica o en la mera innovación tecnológica.
90Este modelo de correlación mejora notablemente si incluimos explícitamente como casos especiales cuatro grupos formados por: China y Estados Unidos (por separado). También, por grandes países en vías de desarrollo con altos grados de incremento de población en ciudades (por ejemplo: México, Brasil, India). Por último, países desarrollados. Todo ello, a fin de intentar caracterizar el modelo econométrico de un modo más acorde a lo que deseamos expresar en términos teóricos y conceptuales. Haciendo esto, el modelo alcanza un r2 = 0,98 con test estadísticos aceptables desde el punto de vista de la relevancia de cada variable. Ello, a pesar de que la eficiencia del modelo es altamente cuestionable debido a lo ya mencionado sobre la dispersión de los valores absolutos de las variables (ver tabla 9 del anexo 1). Por supuesto, nuevamente estos resultados corregidos o en sus expresiones logarítmicas producen menores valores para la regresión y nos señalan las dificultades metodológicas para encarar el contraste de las hipótesis de un modo concluyente.
91A su vez, cuando el ensayo se realiza con datos de incremento de población urbana del período 1980-2000 para explicar el crecimiento del pbi 1990-2008 (es decir, con solapamiento de períodos coincidentes en forma parcial en ambas variables) y además ordenamos la serie, tenemos una representación como la de la figura 28. En este, el fenómeno se ve con más claridad.
92En este caso, la correlación aumenta respecto al ensayo con población desfasada totalmente (tabla 1 del anexo 1), obteniéndose un r2 = 0. 88 (tabla 5 del anexo 1). A su vez, desaparecería China como caso particular en el análisis de residuos. Esto significa que el modelo ajustaría sin diferencias significativas respecto a la única variable explicativa. Sin embargo, la eficiencia del modelo es baja por lo ya mencionado respecto a la dispersión de las variables. Además, los resultados para comprobar nuestra hipótesis presentan las dificultades ya analizadas.13
93Si se tomara literalmente lo anterior, se estaría omitiendo que China a su vez ha crecido tanto por el flujo de inversiones externas como por el de sus exportaciones. Sin embargo, es precisamente este el argumento que se desea resaltar en este ensayo. No importa tanto cual haya sido el disparador inicial del crecimiento, este se halla embebido de urbanización y de actividades vinculadas a ella. Una vez desacelerado el proceso de urbanización –expresado como el crecimiento de los valores absolutos de sus incrementales de población–, muchas actividades económicas entrarían, poco más tarde, en una fase de sobrecapacidad estructural.
94Así, la reconversión de esas industrias en nuevos productos o cosas por hacer no parece algo sencillo. A menos que se promueva una reurbanización sustentable y haya disposición a tomar el excedente financiero generado por otras actividades –no tan sometidas a este ciclo de inversiones de largo período de maduración– para ser aplicado al desarrollo de este proceso. Cuando se enfatiza este particular destino (la reurbanización sustentable) se lo hace al solo efecto de minimizar los efectos indeseables de una destrucción creativa que implique sacar fuera de servicio importantes capacidades instaladas tanto en industrias, como en capital humano y en tecnología.
95Como se verá en la segunda parte de este libro, una gran cantidad de iniciativas para la adaptación y reducción de la vulnerabilidad ante el cambio climático –al margen de sus causas– bien podrían proveer empleos y actividades compatibles con esta propuesta. Esto se considera así, si se comprende que el desarrollo sustentable requiere fortalecer el derecho de las generaciones actuales y futuras al disfrute de un medioambiente conservado y con recursos no agotados. Así como también, a empleos que permitan el acceso a bienes y servicios tanto básicos como otros que hacen a un grado de confort alcanzable en virtud del progreso tecnológico hoy alcanzado.
96En ausencia de tal opción, las nuevas cosas por hacer deben ser iguales o mayores en valor para poder sostener el crecimiento. En caso de que así no sea, el ciclo es recesivo y puede serlo por mucho tiempo una vez que se vaya alcanzando el límite del incremento de población urbana a escala global. Este tema es generalmente tratado en el marco de aplicación de políticas neokeynesianas y su eficacia en el largo plazo, en particular tras la crisis de 2009 (Adam y Vines, 2009, pp. 532-535). Sin embargo, rara vez es visto desde el lado físico o real de la economía como condicionado por la estructura de la capacidad instalada total (o sea, de la capacidad instalada de oferta de cosas por hacer y que ya se están haciendo).
97Este argumento puede ejemplificarse correlacionando grandes grupos de productos básicos con el pbi. En tal caso, como se afirmó ya, las correlaciones obtenidas son muy elevadas. Si bien, todas afectadas por elevados grados de autocorrelación. Esto es de esperarse en tanto cada uno de estos grandes productos o grupo de ellos (ejemplo: la agricultura) están adentro de la medición del pbi de modo significativo. Es decir, en tanto se asocian a productos y actividades que también a su vez conforman esta medición de riqueza.
Tabla 2. Correlación entre producción de productos básicos y el pbi con indicación de autocorrelación
Producto | R2 (explicado por PBI) | Valor del coeficiente Durbin-Watson |
Acero | 0,92 | 0,15 |
Cemento | 0,95 | 0,11 |
Cobre | 0,99 | 0,28 |
Aluminio | 0,98 | 0,24 |
Cereales | 0,93 | 0,24 |
Agricultura | 0,99 | 0,30 |
98Sin embargo, si se analizan los residuos de estas correlaciones, se puede observar que estos presentan ciclos asociados. Tal como se argumenta aquí, con relaciones entre urbanización y crecimiento del pbi.
99Entonces, si comparamos por ejemplo agricultura y cemento –explicados en función del pbi–, los residuos muestran para el caso de este último una caída de la predicción respecto al pbi muy marcada entre 1965 y 1983. Así como también una recuperación importante tras el efecto China. Es decir que este caso acompaña el crecimiento de la población urbana incremental en la composición de la medición de riqueza. Por el contrario, la producción de cereales (y productos agrícolas en general) mostraría un aporte mayor –en términos relativos– transcurridas las olas de incremento de población urbana. Asimismo, queda por debajo en la explicación de nueva riqueza cuando nuevas olas de urbanización impactan en la composición del crecimiento. Al menos es una interpretación posible que va en línea con el conjunto de los argumentos ya expuestos.
100En realidad, aquí se muestra de otra forma lo ya expuesto en el capítulo 1 (y las tablas 2 y 3) respecto a cómo distintas fases del proceso de urbanización conllevan aparejadas distintas dinámicas de crecimiento de la demanda de distintos productos (ver figura 29). Así, si la composición de la creación de la riqueza como flujo anual se ve condicionada por la magnitud de nuevos procesos de urbanización y estos se saturan, el papel de la creación de nuevos productos para lograr sostener el flujo de riqueza se complica. Esto, al margen de lo que puedan mejorar el manejo de los ciclos económicos, las políticas monetarias y fiscales tal como son concebidas para afectar la demanda agregada.
101En el anexo 1 se presentan varios de los resultados de estas correlaciones entre comportamiento de productos y pbi. Baste exponer aquí que esta forma de abordar el tema tiene serias implicaciones para la empleabilidad de las personas. Por lo tanto, para insertarlas en la sociedad como ciudadanos de pleno derecho al acceso de bienes y servicios.
102Para cerrar este capítulo de tipo cuantitativo, es necesario señalar que existen otras formas de medir los vínculos entre urbanización y crecimiento, tales como porcentaje de urbanización versus pbi por habitante. Si bien estas señalan la interacción entre urbanización y crecimiento, se pierden esta parte del relato respecto a qué sucede con la destrucción de capital vinculado al mismo proceso de urbanización embebido en la medición del pbi. A pesar de ello, los resultados merecen atención.
103En tal sentido, los valores de la correlación entre pbi por habitante y porcentaje de población urbana con datos para 147 países –expresados estos valores como logaritmos naturales de los valores absolutos de dichos datos– se presentan en la tabla 3.
Tabla 3. Correlación entre el logaritmo del pbi por habitante de cada país y el logaritmo del porcentaje de urbanización alcanzado: datos sincrónicos 1950-2010
Año (sincrónico con Log. PBI por habitante) | Valor de R2 | Valor del coeficiente Log. porcentaje población urbana | Valor del estadístico T (Student) | Autocorrelación (Durbin Watson) |
1950 | 0,605 | 0,729 | 13,90 | 1,58 |
1970 | 0,630 | 1,014 | 14,70 | 1,4 |
1990 | 0,537 | 1,295 | 12,95 | 1,08 |
2010 | 0,405 | 1,530 | 9,94 | 1,2 |
104De estos ensayos econométricos –con solo dos variables en juego–, surge la detección de un crecimiento en el valor de la correlación entre 1950 y 1970 (de 0,60 a 0,63). Además de un posterior decrecimiento hacia 1990 y más hacia 2010 (de 0,54 a 0,40). Del mismo modo, se estaría observando un crecimiento de la elasticidad del pbi por habitante respecto al grado de urbanización, junto a un relativo aumento de la autocorrelación. Así como un decrecimiento de la significatividad del coeficiente, aunque siempre en valores altos.
105De esta forma de medir los nexos entre urbanización y crecimiento, surgen también otros resultados de interés. En especial, analizando tanto los residuos como su variación para años de corte específicos como por ejemplo 1950, 1970 y 2010 (figuras 30 y 31).
106En la primera figura se pone de manifiesto que los alejamientos del modelo de correlación en 1950 son de menor envergadura respecto al que se registra en 2010. Además, con casos bien identificados tanto para desvíos por encima, como por debajo. Por ejemplo, todos los países exportadores de petróleo o con recursos naturales con alto valor en el mercado internacional ya asomaban en 1950 por encima del modelo de correlación entre pbi por habitante y porcentaje de urbanización. Así también, los países desarrollados de Europa, América del Norte y algunos casos como Australia y Nueva Zelanda. En el mismo sentido, los grandes países asiáticos presentaban alejamientos hacia abajo respecto a la mencionada correlación. Recordemos que el grueso de estos países presentaba en 1950 una situación de salida de un régimen colonial o de fuerte dependencia con Gran Bretaña (India, China14, Pakistán, Singapur, como casos emblemáticos).
107Curiosamente, grandes países se hallan con desvíos intermedios o muy bajos respecto a la media en el ordenamiento de datos de menor a mayor en el valor de los residuos con datos de 2010. Es decir que su incremento en el pbi por habitante se ha correspondido con su grado de urbanización. Esta es una forma distinta de ver los casos de China e India en su propio impacto interno respecto del proceso de urbanización expresado a través de incrementales de población urbana desfasada respecto del crecimiento del pbi.
108Si al análisis de los residuos de las correlaciones establecidas se agrega el de la evolución de la diferencia en el valor de dichos residuos (figura 31), se tienen más factores que iluminan el tema bajo análisis.
109Lo primero que sobresale es que la diferencia en los residuos del modelo de correlación entre la tasa de urbanización y el pbi por habitante entre 1950 y 1970 (valores de sus logaritmos naturales) es de mucha menor envergadura que el ocurrido entre 1950 y 2010. Esto significa, en parte, que esta correlación fue más fuerte entre 1950 y 1970, que tras ese período (tabla 3).
110Al mismo tiempo, ello guarda coherencia con la argumentación de que el crecimiento económico de los pvd –y también de los países desarrollados– fue impulsado por la ola de urbanización de posguerra. Además, luego de esa ruptura (los Gloriosos Treinta, los Años Dorados, el fin del fordismo), el motor del crecimiento se centró más en la innovación tecnológica y en la creación de nuevas cosas por hacer. Aun cuando con eso se volvieran obsoletas las ya hechas (un claro ejemplo de destrucción creativa).
111Este período coincide también con una fuerte concentración de la producción industrial en los países desarrollados que va de la mano con una parcial desindustrialización en muchos pvd. De hecho, eso es lo que se mostrado con datos contundentes comparando el aporte de los países desarrollados y países en vías de desarrollo al crecimiento industrial. Más precisamente, entre 1980 y 2000/2002. Es más, se enfatizó que lo disruptivo sobre fines de esos años ha sido el arrastre que ha significado la nueva ola de urbanización básicamente conformada por Asia (China en particular como fábrica del mundo).
112Estos hechos, por lo tanto, son centrales por cuanto el dinamismo de la economía –la creciente creación de nuevos flujos de riqueza– no se halla desvinculada de la creación y expansión de centros urbanos. Siendo este arrastre el de muchas actividades industriales y de servicios embebidos en la medición de este flujo de riqueza (pbi). Estos, a su vez materializados como stock de riqueza, parte de ella no autogeneradora de esas mismas actividades, al menos no en magnitudes equivalentes.
113Como se dijo, este tema es central respecto a la eventual destrucción de capital humano. Así como también respecto a la necesidad de hallar nuevas cosas por hacer de igual o superior valor a las que dejan de hacerse.
114¿Puede el mercado global –o local en cada espacio nacional– asegurar esto? ¿Podría hacerlo el Estado? Ya se expusieron dudas razonables que pudieran dar respuestas negativas a opciones como estas: polarizadas, demasiado ideológicas y poco científicas. Es así, pues la génesis del problema no ha sido ni capturada ni suficientemente explicitada. Que esto no es mera opinión mía, lo ilustra el siguiente párrafo y la digresión que sigue:
La globalización como fuerza dominante en la última década del siglo xx ha diseñado una nueva era de crecimiento económico de las naciones. Se anticipaba que con altas tasas de crecimiento económico, la incidencia de la pobreza se reduciría. Pero ello no sucedió. La economía global también ha fragmentado el proceso de producción, los mercados de trabajo, las entidades políticas y las sociedades. Así, mientras la globalización ha tenido aspectos positivos, dinámicos e innovativos también ha tenido aspectos negativos, disruptivos y marginalizantes.
El aspecto crítico de la globalización se manifiesta como nuevas líneas y formas de estratificación entre lugares, personas y grupos. En particular se manifiesta en muy grandes diferencias de ingresos. En todas las regiones, donde el número absoluto de pobres ha crecido, la mayoría se halla en áreas urbanas que han sido la clave y el factor de arrastre de la economía global […] Los pobres urbanos son el grupo más afectado cuando se manifiesta un descenso en el crecimiento económico. Los pobres urbanos, a diferencia de los que se hallan en áreas rurales, son los más vulnerables debido a que la mayor parte de los gobiernos nacionales en los países en vías de desarrollo no proveen ninguna red de protección social para ellos. (Mehta, 2000)
115Tratándose de Pratibha Mehta (coordinador del programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), y a pesar de la visualización del fenómeno, es curioso que no pueda responder a esta situación. Es decir, vincular esa fragmentación social y esa vulnerabilidad de los pobres urbanos frente al decrecimiento de la economía con respuestas concretas. Por ejemplo, que los programas para los pobres urbanos se focalicen en la construcción global de un hábitat sostenible, podría canalizar el exceso de ahorro sobre posibilidades de inversión pero también el desacople hoy existente entre oferta de trabajo y demanda laboral.
116Es sabido que uno de los mayores problemas del mercado laboral en todos los países, pero más aún en los denominados en vías de desarrollo, es que la oferta y demanda de mano de obra no funcionan como supone la teoría clásica: compradores y vendedores se encuentran instantáneamente, sin costo alguno, con información perfecta acerca de todos los precios de bienes y servicios. Pero que esta afirmación la realice el comité de entrega del Premio Nobel de Economía 2010, a quienes han descubierto que políticas generosas de subsidios al desempleo no hacen sino prolongar el desempleo15, muestra al menos lo rudimentaria que continúa siendo la ciencia económica. Al menos, a la hora de proveer instrumentos de política. Aunque también deja al descubierto la esterilidad de un debate entre libre mercado y estatismo. Debate del que la prensa se hace eco sin profundización alguna de las causas estructurales de la pobreza y el desempleo.
117Al respecto, otra cita puede ilustrar mejor lo que se intenta expresar:
La crisis que está afectando a las economías en los últimos años está teniendo un efecto muy negativo sobre el desempleo. Los gobiernos han ido elaborando medidas para combatir este problema y los resultados no están siendo tan positivos como se esperaba. Ante la idea de que un mayor crecimiento económico genera empleo, se han diseñado políticas para estimularlo que afectan, indirectamente, al empleo. Se ha planteado, también, actuar directamente sobre el mercado de trabajo para mejorar la situación. En este sentido, se ha vuelto de nuevo a la vieja controversia entre neoclásicos y keynesianos. Los primeros acusan a los segundos de ser los causantes principales del desempleo, como consecuencia de las medidas fiscales expansivas y las regulaciones establecidas que han introducido rigideces indeseables, por lo que les exigen una mayor flexibilidad en el mercado de trabajo. Los keynesianos, sin embargo, consideran que el problema radica en una insuficiencia de la demanda agregada y recomiendan la implantación de políticas expansivas. La Academia Sueca, por su parte, ha otorgado su galardón a tres economistas que han analizado los problemas del mercado de trabajo y la existencia de rigideces en el mismo. Las fuentes de dichas rigideces pueden ser de muy diversa índole, como información incompleta, costes de transporte, etcétera, de tal forma que cuestionan algunos supuestos de la aportación neoclásica, aunque critican también, como veremos más adelante, alguna de las recomendaciones keynesianas. […] Las conclusiones que se extraen del modelo dmp (Diamond-Mortensen-Pissarides) respecto a las políticas de empleo es que un aumento de los salarios supone una reducción en la creación de puestos de trabajo, un mayor desempleo y mayores salarios reales, lo mismo que un incremento en el tipo de interés, excepto que en vez de aumentar, reduce el salario real. En cambio, la introducción de tecnología reduce el desempleo, lo mismo que un aumento en la productividad. Finalmente, se afirma que cuantos más beneficios y protecciones se introduzcan en el mercado, mayor será la duración del desempleo. (Galindo Martín, 2010)
118La anterior expresión puede leerse como interpretación del modelo dmp o como receta de política económica –sin considerar las causas estructurales que conducen en paralelo a exceso de vacancias de puestos de trabajo junto a creciente desempleo–. Lo que no puede dejarse de observar es que puede no hallarse relacionada ni con el coste salarial, ni con medidas de política monetaria y fiscal. Al contrario, sino con un agudo descalce entre las habilidades de los desempleados y las requeridas por los empleadores. Las que se relacionan sin duda alguna con el mundo básico de qué cosas se hacen y qué cosas saben hacer los que ya no encuentran mercado para lo que sí saben hacer. ¿Puede acaso la explicación evolutiva esbozada en este libro respecto de la urbanización y sus fases hallarse ausente en un modelo que intente abordar la realidad? Mi respuesta es que no debería. Menos aún con el inmenso acervo de información existente.
119Pero tal vez más grave es que el mismo lenguaje utilizado para expresar el problema sea un tanto ingenuo. Veamos:
¿Por qué hay tanta gente sin empleo, al mismo tiempo que hay un gran número de ofertas de trabajo? ¿Cómo puede la política económica afectar el desempleo? Son las preguntas a las que los galardonados con el Nobel de Economía 2010 intentan dar respuesta. Aun cuando su teoría es aplicable a los diferentes mercados, es en el mercado de trabajo donde más la han aplicado. La visión clásica del mercado dice que los compradores y vendedores se encuentran uno al otro de forma inmediata, sin costo, tienen información perfecta sobre los precios de todos los bienes y servicios, y los precios se determinan de manera que la oferta es igual a la demanda, no hay excedentes de oferta o de demanda y todos los recursos se utilizan en su totalidad. Pero esto no es lo que sucede en el mundo real. Los altos costos se asocian a menudo con dificultades de los compradores en búsqueda de los vendedores, y viceversa. Incluso después de que se encuentra uno al otro, los productos en cuestión no corresponden a las exigencias de los compradores. Un comprador podría considerar el precio de un vendedor como demasiado alto, o un vendedor puede considerar la oferta de un comprador demasiado baja. Entonces, ninguna transacción se llevará a cabo. (Carbajal Suárez y Almonte, 2010)
120Es claro que, para el caso del mercado laboral, la frase «Incluso después de que se encuentra uno al otro, los productos en cuestión no corresponden a las exigencias de los compradores» (es decir, las personas que buscan empleo frente a los empresarios o tomadores de empleos) no puede residir solo en la cuestión salarial. Es más que obvio que el trabajo y su demanda no corresponden a variables homogéneas. La cuestión de formación de capital humano está implícita sin que se lo explicite. Por ejemplo, para los migrantes rurales a áreas urbanas que ya no consiguen puestos de trabajo en actividades como la construcción, sus habilidades no son vendibles en ese sector. Así, en ausencia de un aprendizaje rápido de otras habilidades, su condición en el mercado es muy mala. Pero supongamos que sí pueden trabajar en alguna tarea de obras públicas (por ejemplo, banderillero en construcciones viales), en tareas de mantenimiento de jardines, parques, edificios, viviendas o bien venta ambulante. En tal caso, si es el mercado el que decide, es probable que la oferta exceda también a la demanda. Si el problema es abordado desde el Estado vía gasto público corriente o no, la incidencia sobre el gasto y la presión fiscal necesaria no son temas menores para la política macroeconómica. Pero, ¿cuál es la disposición ciudadana a pagar por una inclusión social responsable? Los seguros de desempleo pueden cubrir ciertas necesidades de ingresos para solventar los gastos de los pobres urbanos en esa condición. Pero también perpetuar el desempleo a la vez que mantienen un cierto nivel de demanda agregada. Pueden también acostumbrar a las personas –y a generaciones enteras– a que acceder a bienes y servicios es un derecho universal. Aunque no se aporte nada al proceso productivo pues, en última instancia, es el sistema el que no genera oportunidades de empleo para estas personas.
121La crítica al modelo dmp por parte de autores como Robert Shimer (2005) cae del lado del cuestionamiento formal. ¿De qué? Del modelo de equilibrio del mercado laboral (la determinación del nivel salarial), sus bases teóricas versus las empíricas para cierto tipo de ciclos recesivos y empuntados y, también, las asunciones fundadas en los modelos de negociación salarial basados en el esquema de Nash16 como posiblemente inadecuados.
122A mi juicio, tal crítica continúa atrapada en formalismos que suponen que el problema radica en la inflexibilidad del mercado laboral, pues en ningún momento aborda mercados laborales altamente segmentados. Aunque critica al modelo dmp, considera sus aspectos formales, que hacen que dicho modelo pueda no explicar correctamente datos concretos. Es decir, el lado empírico de la cuestión. Tal vez sin proponérselo explícitamente, este tipo de juicios refuerzan la idea de que la rigidez del mercado laboral es la causa última del desempleo. Esto es algo que sabemos que afirman los neoclásicos, quienes suponen siempre una infinita cantidad de cosas por hacer que deben o pueden tener mercado.
123Siendo así, el problema termina siendo el de «la falta de creatividad de esa pobre gente, su pereza mental o física, su falta de impulsos emprendedores». Aunque cualquiera de esos atributos que etiquetan a los pobres reales fueran remotamente ciertos, lo que se olvidan nuestros distinguidos académicos es que esas personas migraron del campo a las ciudades en tiempos en que había muchas cosas para hacer en ellas. Esto es así, puesto que las ciudades se estaban construyendo a pasos agigantados y, en esas fases, ciertos mercados específicos requerían de mano de obra. El nivel salarial –por supuesto determinado tanto por condiciones objetivas como subjetivas– era seguramente superior al obtenible en actividades primarias en zonas rurales.
124Lo que no se dice es que, en cierto punto, estos trabajadores ya no son necesarios. Al mismo tiempo, el paso dado es irreversible pues no hay retorno posible, sea por causas objetivas (pérdida de tierras, desintegración del núcleo familiar) o bien por razones subjetivas (elección de la vida de ciudad por sobre la del campo). Para las generaciones herederas, esto puede tener impactos negativos irreversibles. Así también, para determinadas naciones en términos de pérdida de capital humano. Esta situación solo se vislumbra en plazos largos, muy lejos de todo modelo estático.
125De este modo, si no se enfatiza el nexo entre la destrucción de capital humano y el proceso de urbanización en sí –como causa original e inevitable de un proceso evolutivo–, tampoco se puede reconocer la necesidad de implementar programas de reconversión laboral anticipada y de programación de inversiones públicas y privadas. Estos, como parte de este proceso que sin duda debería ser una intervención estatal consensuada con actores privados.
126Así, todos de algún modo ignoran –o dan por demasiado obvio para hacerlo explícito– que las caídas de inversión pueden ser provocadas por expectativas de rentabilidad nula o negativa. Siendo las razones de esto que importantes mercados se saturan y no existen otros nuevos atractivos para reemplazarlos. Cuando dichos mercados potenciales aparecen, requieren habilidades escasas en un mercado laboral segmentado, con tránsitos casi imposibles de una actividad a otra en un plazo abreviado de no mediar instituciones educativas adecuadas al siglo xxi.
127La solución de mercado reposa demasiado en la idea de la innovación como panacea más que como trampa. Buena parte de las políticas públicas enfatizan acerca de la innovación, de la promoción de emprendedores y demás. Muy pocos, en adecuar la oferta de servicios públicos y privados hacia tareas más sencillas –de menor productividad– que permitan a las personas vivir y a las sociedades ser menos marginantes. Sobre esto se vuelve luego. Pero baste aquí resaltar una vez más que, en ausencia de saber de qué está hecho el producto en cada fase del proceso de urbanización y qué cosas nuevas por hacer son compatibles con lo que la gente sabe hacer o puede aprender a hacer en un breve lapso de tiempo, la batalla por más crecimiento como forma de reducir la pobreza está perdida de antemano. Como lo estaría la utopía de parar todo crecimiento sin que ello implique un aumento de la miseria y de la destrucción de lo que la civilización humana logró conquistar en los últimos dos siglos o más. Algo que los promotores del crecimiento cero parecieran ignorar.
128Además, y volviendo a lo ya mostrado en las figuras 30 y 31, se halla otra particularidad. Esta se refiere nuevamente a cuáles países han crecido por encima de lo que su tasa de urbanización hubiera predicho en base a una correlación lineal y cuáles lo hicieron por debajo.
129Nótese que sobre el margen superior derecho de la figura 31 aparecen aquellos países cuyo crecimiento económico se explica cada vez menos por incrementales en la tasa de urbanización. Entre ellos: los Estados Unidos, Suiza, Canadá, Japón, Noruega, Dinamarca, Suecia, Francia, Hong Kong (China), Holanda, Bélgica, Australia, Austria, Finlandia, Reino Unido, Italia, Alemania (en ese orden). Pero también, aquellos beneficiados por excepcionales condiciones del mercado petrolero, como sucede en algunos países pequeños, entre ellos, Trinidad y Tobago, Guinea Ecuatorial.
130¿Cuál es el rasgo común de estos países? Básicamente, su inserción como líderes en la innovación tecnológica, algo que se ha visto ya en la caracterización de las cien ciudades líderes en competitividad e innovación. Aunque también, su calidad de exportadores de petróleo.
131Por otra parte, y en el extremo inferior derecho de esta figura, tenemos los casos menos exitosos dentro de los países poco urbanizados. Muchos de ellos se encuentran en África y todos muestran una profundización del valor del residuo en sentido negativo o inverso al de los países desarrollados. Es decir que su pbi por habitante ha resultado inferior al que la correlación con el porcentaje de población urbana hubiera correspondido al valor medio. Esto, tanto entre 1950 y 1970, como hasta 2010; pero aún más entre 1970 y 2010. Sin embargo, fuera de estas excepciones, nos hallamos con un importante grupo de países cuyo crecimiento es explicado por el grado de urbanización. Sin importar que ella a su vez haya resultado de una ventaja competitiva basada en un recurso natural que proveyó de rentas en algún momento de la historia.
132En síntesis, esto invita a pensar de modo diferenciado los motores del crecimiento por períodos y por regiones. Pero, sobre todo, en cuál puede ser el papel de la innovación tecnológica, cuál su limitación, qué cosas nuevas por hacer son necesarias aunque el mercado no desee pagar por ellas y cuáles surgirán del propio mercado. Por supuesto que tal solución requiere de la intervención del Estado en cada nación. Pero principalmente, de una agenda internacional con objetivos claros respecto a cómo ordenar simultáneamente políticas laborales, de capacitación, financieras, tecnológicas, culturales y de hábitat urbano. Que ello no es compatible con el capitalismo tal como lo conocemos, es claro. Sin embargo, también resulta evidente que no es resoluble a través de las recetas provenientes de los socialismos que han existido y que permanecen bajo distintas formas –a menos que se reduzcan aspiraciones consumistas por voluntad de los individuos o por la supresión de ciertos derechos.
133Antes de adentrarnos en este aspecto propositivo –voluntarista en cierto modo– se requiere aún explicar algo más. Esto es, por qué razón la innovación tecnológica –aunque parte indispensable del proceso de transformación evolutiva– también puede llegar a ser una trampa que impida o entorpezca el logro de los objetivos de un desarrollo más sostenible a escala global.
Notes de bas de page
1 O, cuando exista información, en 2013-2014.
2 Podemos mencionar básicamente a todas las del sistema de Naciones Unidas tales como el fmi, bm, Agencias regionales, onudi, pnud; pero también las bancas nacionales de desarrollo, las agencias de los Estados nacionales para fomentar industrialización, etcétera.
3 Véase por ejemplo, Zizek (2002, p. 22).
4 Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Italia, Holanda, Noruega, Suecia, Suiza y Reino Unido.
5 Cuando esta parte del libro fue escrita, no se vislumbraban aún con toda su crudeza la crisis del Bloque bric (compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Crisis no solo económica, sino de giro en la conducción política que se registró en 2015 y 2016, en especial en Rusia y Brasil. Así como con la crisis bursátil de China.
6 unctadstat (2014): «pbi por tipo de gasto y valor agregado según clase de actividad económica, datos anuales 1970-2011».
7 Que esto no pretende constituir una explicación ni extemporánea ni ad hoc lo indica la posibilidad de releer el artículo citado (por ejemplo Kozulj, 2003) y poner especial atención a la figura 4 del mismo.
8 La heterocedasticidad suele producirse cuando se trabaja con series de corte transversal con unidades muestrales de distinto tamaño o, como suele decirse, de amplio recorrido. Sus consecuencias pueden invalidar los resultados de las regresiones en más de un sentido. Sin embargo, esta afirmación se realiza sobre la antecedencia de una variable respecto de la otra y en función de ensayos sincrónicos. Por ello los mejores resultados, en término del coeficiente de regresión, se hallan afectados todos por una idéntica dispersión de los valores de las variables en juego. Es, por lo tanto, solo un ensayo y de ningún modo prueba concluyente de las hipótesis cuyo racional se explica en los términos discursivos de este libro. No obstante, el ensayo con variables corregidas con soluciones aproximadas para lograr homocedasticidad arroja resultados aceptables y en la misma dirección lógica de antedencia del incremento de población urbana respecto del posterior crecimiento del pbi.
9 En Kozulj (2003) se ha mostrado que las series desfasadas de incremento de población urbana respecto a incrementos del producto unas décadas después se comportan mejor que si la variable explicativa del crecimiento de la población urbana o en ciudades fuera explicada por el crecimiento del producto previo, posterior o sincrónico.
10 Ver tabla 1, anexo 1 y test realizados sobre el ensayo.
11 En el test de White la idea subyacente es determinar si las variables explicativas del modelo, sus cuadrados y todos sus cruces posibles no repetidos sirven para determinar la evolución del error al cuadrado. Es decir, si la evolución de las variables explicativas y de sus varianzas y covarianzas son significativas para determinar el valor de la varianza muestral de los errores, entendida esta como una estimación de las varianzas de las perturbaciones aleatorias. En principio, el r2 como proporción de la varianza de la endógena real que queda explicada por la estimada debiera ser muy pequeña si la capacidad explicativa de los regresores considerados también es muy pequeña. Siendo estos regresores, por su construcción, representativos de varianzas y covarianzas de todas las explicativas del modelo original. Dicho esto, es evidente que un valor de la r2 suficientemente pequeño servirá para concluir que no existe heterocedasticidad en el modelo, producida por los valores de las explicativas consideradas en el modelo inicial. En este caso, el test de White aplicado a los valores corregidos arroja un r2 de 0,18, lo que indicaría que se ha resuelto satisfactoriamente el problema presentado por la amplia dispersión de los datos del modelo original.
12 Ver anexo 1, tablas 19 y 20, para observar el resultado de la hipótesis inversa. Es decir, el crecimiento de la población en ciudades explicada por la posterior generación de riqueza.
13 De hecho, en el anexo 1 se demuestra, utilizando el test de White, la existencia de heterocedasticidad. Como es sabido, una de las formas más sencillas de abordar este problema consiste en transformar los datos en la forma funcional logarítmica. Los resultados en este caso indican una menor correlación, pero los estimadores aparecen como insesgados y consistentes y logran superar dicho test. Para el lector interesado en estas cuestiones se remite a Gijarati y Porter (2009) y Carrascal (2001, p. 227).
14 Como ejemplo de esta situación, téngase en cuenta que, en 1793, la Compañía East India se limitaba a Guangzhou. Sin embargo, con la Guerra del Opio, su influencia creció en toda China. Al respecto, ver: http://www.economist.com/news/essays/21609649-china-becomes-again-worlds-largest-economy-it-wants-respect-it-enjoyed-centuries-past-it-does-not
15 La referencia es pertinente por las investigaciones de Peter Diamond, Dale Mortensen y Christopher Pissarides, a quienes se otorgó el Premio Nobel en Ciencias Económicas en 2010. Al respecto, ver Albrecht (2011).
16 John F. Nash (1928-2015) fue un economista y matemático estadounidense. Es conocido por haber mostrado extraordinarias dotes para el análisis matemático. Desarrolló investigaciones en torno a la teoría de juegos, que le valieron el Premio Nobel de Economía en 1994, junto con John Harsanyi y Reinhard Selten. Nash es quien primero define los juegos de negociación, hacia 1950, entendiéndolos como un conjunto de posibles asignaciones de utilidad resultante de todos los posibles acuerdos que pueden alcanzar las partes negociantes, y una asignación correspondiente al pago que obtiene cada uno de los jugadores en caso de que no logren llegar a un acuerdo. Para buscar una solución al problema de la negociación, recurre a establecer una serie de propiedades deseables (axiomas) que debería satisfacer tal solución y posteriormente procede a definirla. En este contexto, una solución de negociación es una regla de asignación de utilidades aplicable a cualquier problema de negociación. Nash introduce los axiomas de eficiencia fuerte (en el sentido de Pareto); simetría; invarianza escalar e independencia de alternativas irrelevantes. Y por otra parte, muestra que la solución que ofrece –esto es, aquella que maximiza el producto de las utilidades de los agentes– es la única que satisface estos cuatro axiomas.
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Cómo lograr el Estado de bienestar en el siglo XXI
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