Capitulo 14. Formas de administración de la alteridad: construcción de miradas desde Tierra del Fuego
p. 399-431
Résumé
La Isla Grande de Tierra del Fuego y sus espacios adyacentes se configuraron, hacia fines del siglo xix, como un campo de tensiones donde se desplegaron sentidos y praxis políticas que afectaron a las poblaciones originarias fueguinas. En este trabajo se propone, desde distintas perspectivas, acercamientos a esta problemática a fin de construir miradas sobre los modos que adquirió la administración y/o gobernabilidad de la alteridad fueguina en el área fuego-patagónica. Se intenta reconocer cómo las diferentes agencias, estatales y no estatales, se disputaron la administración del problema del indio, tal como se señalaba en la época. Aunque los objetivos y metodología reduccional no se diferenciaban de otras praxis estatales, esto es, la evangelización en la fe católica y la búsqueda de uniformidad de las diferencias étnicas, la ausencia relativa de las instituciones del Estado se tradujo en eficacia. La connivencia entre sujetos políticos locales, los estancieros e incluso los salesianos, permitió objetivar el conflicto indígena y resolverloa favor del Estado en un contexto marcado, entre otros fenómenos, por la producción de saberes sobre territorios, recursos y poblaciones indígenas, la puesta en marcha de políticas de poblamiento colonizador de enormes extensiones de tierra entregadas a sociedades o compañías explotadoras y la modelación de paradigmas discursivos en torno a la extinción de los fueguinos.
Texte intégral
La nacionalización del territorio fuego-patagónico
1El territorio de Tierra del Fuego se incorporará tardíamente a las naciones argentina y chilena, en un proceso que aconteció de forma paralela a otro proceso histórico de gran importancia y que refiere a la delimitación, entre los Estados de la Argentina y de Chile, de los territorios situados en la Patagonia y Tierra del Fuego. El Tratado de Límites de 1881 fue el hito histórico que fijó el límite entre ambas naciones. Por este acuerdo se reconocía que la Patagonia oriental y el sector este de la Isla Grande de Tierra del Fuego pertenecían a la Argentina. Y la Patagonia occidental, un sector oriental del estrecho de Magallanes, y el sector oeste de Isla Grande de Tierra del Fuego, a Chile. El límite entre ambos estados, de norte a sur, hasta el paralelo 52° de latitud sur, era la cordillera. Esta línea fronteriza correría por las cumbres más elevadas que dividían las aguas.
2La demarcación entre ambos países, en el sur de la Patagonia y al norte del estrecho de Magallanes, sería una línea que partiendo de punta Dungenes, se prolongaba hasta Punta Dineros y continuaba en dirección al oeste, siguiendo la línea de cumbres hasta Monte Aymond. De allí se extendía hasta la intersección situada a los 70° y 52° S, y siguiendo siempre hacia el oeste, hasta el divortium aquarum de la cordillera de los Andes. Los territorios situados al norte de ese itinerario pertenecerían a la Argentina, y los situados al sur, a Chile. Respecto de Isla Grande y espacios adyacentes, el límite estaría dado por un deslindamiento que partiría desde cabo del Espíritu Santo, a la altura de los 52° 40’ S, y que, extendiéndose hacia el sur, llegaría hasta el canal Beagle. El sector occidental correspondería a Chile, y el sector oriental a la Argentina. A su vez, los espacios insulares situados en el Atlántico, y al oriente de Tierra del Fuego, pertenecerían a la Argentina. Y corresponderían a Chile, las islas situadas al sur del canal Beagle, hasta el cabo de Hornos, incluyéndose los espacios insulares ubicados al occidente de Tierra del Fuego.
3Los territorios del sur argentino fueron conquistados militarmente por el Estado entre 1876 y 1885. A partir de la ley 1532 de Territorios Nacionales, en 1884 el sector argentino de Tierra del Fuego y la isla de los Estados fue elevado a la categoría de territorio nacional, nombrándose a Félix Paz (1884-1890) como primer gobernador, situándose la sede de la capital en la localidad de Ushuaia. La colonización penal en el Departamento de Ushuaia será la más clara política colonizadora en la isla del Estado argentino. En materia simbólica además, la colonia penal «no era solo una manifestación del estado, sino su única manifestación. El estado nacional –y la cultura argentina moderna– llegaron a Ushuaia bajo la forma de una prisión» (Caimari, 2000).
4Los primeros funcionarios argentinos del territorio austral se encontraron con un territorio desconocido e inexplorado. La gobernación argentina exponía sus dificultades centradas en la escasa atención prestada desde la metrópoli que, si por un lado definía las políticas en términos amplios, por el otro y al mismo tiempo, dejaba a la gobernación de Tierra del Fuego en el libre albedrío para la resolución de sus conflictos. A la falta de transportes, presupuesto y abastecimiento, se sumaba la ausencia de instituciones claves, como la Comisaría de San Sebastián tantas veces solicitada por Félix Paz, y creada recién en 1888 con la designación de Máximo Popper –hermano de Julio Popper– como primer comisario.1 En 1893, el gobernador Godoy –militar orgánico del roquismo–, explicitaba en un informe al Ministerio del Interior, que el abandono del territorio «no es solamente hijo de las autoridades regionales; sino también de los poderes que no se han preocupado de hacer sentir en él la acción civilizadora de la República» (Ministerio del Interior, 1893, citado por Belza, 1975, p. 103).
5En un contexto de puesta en marcha de la soberanía argentina en Tierra del Fuego, las actividades desarrolladas por el empresario minero Julio Popper2 significarán un modo de extensión del Estado en el territorio. Pero también lo será la acción del reverendo Thomas Bridges, quien desde 1869 había fundado la misión anglicana de Ushuaia con presencia de yámanas y algunos selk’nam, trasladados luego a su estancia en Harberton3 (Reyes, 2003). Para los primeros gobernadores del territorio austral él será un hombre de confianza «a fin de obtener los datos necesarios para orientarme en un territorio desconocido» (Paz, 1884, citado por Belza, 1974, p. 111). Godoy afirmaba, en su memoria correspondiente a los años 1898-1899:
El corazón del territorio es aún desconocido y la Gobernación ha carecido hasta hoy de los elementos necesarios para enviar comisiones exploradoras […] Este trabajo penoso, Sr. Ministro, podrían efectuarlo los indios onas, convenientemente dirigidos [por el señor Bridges]. Se obtendría con ellos un doble fin: se propendería á fijar un núcleo de población tan importante, hoy nómades y más bien perjudicial, y se abrirían caminos a escaso costo. (agn, Series Históricas de Censos Nacionales, 1895)4
6Respecto del área fuego-patagónica chilena, y desde 1844, Fuerte Bulnes era el eje de la gobernación de la Colonia de Magallanes. El fuerte cumplía funciones de penal de acusados-relegados por delitos comunes, militares y políticos y contaba con un pequeño aparato institucional dirigido por el gobernador, personal colaborador, además de un médico y un capellán (Braun Menéndez, 1969). Años después, Fuerte Bulnes fue trasladado más hacia el norte, a un paraje ya habitado por colonos, y situado a 62 kilómetros, entre el río del Carbón y el de la Mano. Dicho paraje era Punta Arenas y se convirtió, a fines de 1848, en el nodo del amplio territorio de frontera de la Gobernación y Comandancia en Armas de la Colonia de Magallanes. Era un espacio conformado por el trazado de algunas calles y construcciones residenciales de madera, intercaladas por la capilla, almacén para víveres, hospital y galpón del aserradero. Contaba también con una plaza central, galpón para los confinados, además de ranchos de madera y paja, ocupados por colonos; y salpicada por terrenos para siembras y corrales del ganado (Martinić, 1988). Fueron centrales las actividades ganaderas, lecheras, madereras y carboníferas, junto al trueque y/o comercio en torno a las embarcaciones que allí recalaban (Martinić, 1988).
7Un hecho que marcó profundamente a la localidad fue el motín de una parte de las tropas de la brigada de artillería allí acantonada y encargada de la seguridad del lugar. Dicho motín, ocurrido en 1851, fue conocido como el de Cambiazo y significó que durante dos meses Punta Arenas fue escenario de fusilamientos, asesinatos, además de saqueos, destrucciones e incendios. Los sucesos ocurridos dejaban al descubierto la necesidad de resignificar la constitución de Punta Arenas como lugar de presidio. El presidente Manuel Montt (1851-1861) decidió hacer el giro, cambiando su condición de penal a colonia de colonización (1853), propendiéndose al fortalecimiento de la inmigración europea, a la explotación de yacimientos de carbón, a la navegación por el estrecho y al comercio marítimo (Braun Menéndez, 1971; Martinić, 2006, tomo ii).
8Sin embargo, un nuevo motín se sucederá. Durante la gestión del gobernador Diego Dublé Almeida (1874-1878), se desarrolló una política tendiente a controlar, entre otras cosas, el comercio clandestino de bebidas alcohólicas, redactándose un reglamento de policía, aplicado desde 1875. En un contexto más amplio se buscaba controlar la moralidad y costumbres públicas, y estaba especialmente dirigido a establecimientos que vendían alcohol hasta muy tarde, además de billares y cafés donde se realizaban juegos de azar. Especial atención tuvo la vigilancia sobre el comercio de armas y municiones (Martinić, 2006, tomo ii). Este estricto control tuvo consecuencias negativas, sobre todo dentro de los soldados de la compañía de artillería, encargada de la defensa de la ciudad. Su disciplina estaba sujeta a una severa observación, pero en un contexto de descontento puesto que consideraban que sus salarios, para un territorio geográficamente extremo, eran muy bajos. Y que sus tareas eran excesivas: no solo debían mantener la seguridad y vigilancia de los relegados sino también ejecutar tareas ajenas a su condición de soldados. Todo ello fue creando un clima de hostilidad hacia el gobernador, que estalló a fines de 1877, al producirse un levantamiento o motín, conocido como de los Astilleros, que nuevamente tuvo dramáticas consecuencias (Martinić, 2006, tomo ii).
9A partir de la década de 1880, Punta Arenas será una suerte de espejo de un proceso mayor que estaba aconteciendo en el Territorio de Colonización de Magallanes. Luego de 1881 y como consecuencia de la firma del Tratado de Límites entre la Argentina y Chile, se observará un proceso de explotación sistemática de espacios del sector norte y sur-occidental de Isla Grande, que implicará su progresiva colonización, a partir de la explotación comercial e industrial de fuentes de riqueza nacionales como yacimientos auríferos, carboníferos, recursos de pastizales, madereros y marinos. Sus protagonistas fueron chilenos, muchos de ellos procedentes de Chiloé, pero también originarios de países europeos. Sus orígenes sociales eran también diversos, observándose una coexistencia de grupos sociales más bien deprimidos, junto a banqueros, industriales y comerciantes, relacionados con capitales extranjeros, actores centrales en la organización de grandes sociedades anónimas de explotación, incluso con sede en capitales europeas y conectadas con firmas comerciales de Valparaíso y Santiago (Martinić, 2006, tomo ii y iii).
10Uno de los aspectos importantes del proceso de colonización fue que el ejercicio de poder y soberanía del aparato estatal se desarrolló en una gran extensión territorial: la Patagonia occidental o pacífica, la Isla Grande y los archipiélagos adyacentes. La eficiencia del control del orden y seguridad pública en los espacios donde se llevaba a cabo la colonización se afianzó en la década de 1890. En el territorio magallánico, de la misma forma que ocurría en el extremo austral argentino, las actividades económicas centradas en la crianza ganadera extensiva, especialmente ovina; la caza de mamíferos marinos, especialmente lobos, focas y cetáceos; la minería del oro y carbón; la explotación forestal; la navegación y el comercio, fueron ejes articuladores del progreso de la economía, junto al crecimiento de la población, debido a la fuerte inmigración europea. A partir de esas condiciones económicas primarias y en vinculación con mercados externos fue afirmándose la colonización. La iniciativa empresarial de los pioneros, caracterizada por el emprendimiento, conocimientos técnicos y capital, para hacer de Magallanes un espacio moderno (Martinić, 2001b), fue la gran protagonista del acelerado desarrollo económico que se vivía en la región.
La administración del problema indígena: organización y gestión de la violencia
Desde los Estados
11El Estado argentino, en profunda consonancia con las necesidades científicas y los científicos del momento, desplegó una serie de mecanismos, discursos y prácticas que tendieron a asimilar, extinguir y/o eliminar a los otros internos, dando lugar a la construcción –de cara a la necesidad de poblamiento efectivo de la isla por inmigración elegida– de una imagen de Tierra del Fuego «libre de indios» (Nacach, 2012). En auxilio de la política, confluyeron la antropometría y el control de los cuerpos. Distintas disciplinas y métodos permitieron justificar la inferioridad biológica de los indígenas fueguinos y su exclusión de la sociedad nacional (Lahille, [1896]1926; Lehmann-Nitsche, 1915; Holmberg, [1902]1906). Paralelamente, el uso político de las ideas de Darwin, el papel de la selección natural en la eliminación de los desviantes, y la alusión a una economía de la naturaleza donde la extinción aseguraba la policía de las poblaciones legitimaban los niveles de violencia desplegados por los agentes del Estado (Girón Sierra, 2005).
12Indudablemente, la Argentina o el Chile civilizado no se situaban en Tierra del Fuego. Ese era un espacio en que exploradores, naturalistas y científicos en general recolectaban informaciones que contribuían a constituir cartografías y taxonomías raciales, de las que se nutrían las políticas de las expansiones nacionales (Navarro Floria, 2007). Ideas positivistas, eugenésicas, evolucionistas, de degeneración racial y biológica eran los marcos de referencia desde donde se representaba lo indio, cuya inferioridad natural se constituía científica, social, cultural e históricamente.
13En este contexto se inscribe la política del secuestro y reparto de indios fueguinos.5 Tempranamente en la Argentina, monseñor José Fagnano, quien acompañara a Ramón Lista en su expedición científica a la Tierra del Fuego en 1886, relataba una escaramuza con los onas donde los soldados argentinos, espada en mano, mataron a catorce indios, hirieron a muchos y capturaron a dos mujeres con sus respectivos hijos (Boletín Salesiano, 1887). Esta misma escena es retratada por Segers, médico de la expedición, en su correspondencia:
Para desalojarlos de ahí [a los onas] les hicimos una descarga cerrada, que fue seguida de gritos y quejas, destacandose las voces de mujeres y niños. Pero no obteniendo con la fusilería resultado alguno, fue preciso meterse entre los abrojales y atacar con armas blancas […]. Los Onas habian perdido con la refriega 14 muertos y 11 heridos, entre los cuales mujeres y niños. (1887. Archivo Salesiano Central [asc] A8420201)6
14En diciembre del mismo año, estos y otros indígenas tomados prisioneros por la llamada Expedición Lista, fueron trasladados a Patagones y Buenos Aires (Boletín Salesiano, 1887). La presencia de «una mujer que cantaba continuamente una canción gutural y miraba alrededor como una loca», descrita por Fagnano, manifiesta los niveles de violencia alcanzados por el Estado en la naturalización de una práctica tendiente a la destribalización y sumisión de los indígenas.
15El mismo Fagnano en sus crónicas de la expedición evidencia cómo se entregaban indígenas de forma discrecional y como si se tratara de una rareza. No solo Polidoro Segers tuvo sus indios, sino también el alférez Lucio Basualdo, comandante del cutter Bahía Blanca afectado a la expedición,7 quien prometía «que más adelante, procuraría que su señora esposa enseñaría a sus ahijados la doctrina cristiana» (citado por Belza, 1974, p. 191).
16Años después, Carlos de Lahitte evidenciaba los mecanismos por medio de los cuales los blancos tomaban «cautivos» a cambio de tener «seguro el alimento y el abrigo»:
24 de marzo. Con el permiso de la autoridad se roba una niña Ona de 10 años de edad para enviarla más tarde a Buenos Aires como una curiosidad y un recuerdo de Tierra del Fuego. Los padres desesperados lloran, la pequeña se queja, grita día y noche en el cuarto donde la habían encerrado […]. Abril 15 […] Se espera esta vez que los niños salgan de su galpón donde pasan las noches y que los niños jueguen para robar una niña que es puesta a bordo de un buque que la desembarcará en Buenos Aires, donde la espera la tuberculosis, la soledad moral y la corrupción. La aduana de Buenos Aires que pone tantas dificultades para hacer pasar las colecciones de piedras, plantas, moluscos, etc., destinados al Museo de La Plata, no haría mejor vigilar el desembarque de ciertas encomiendas de otra naturaleza? (Lahitte, El Diario, Buenos Aires, 09-05-1896, 2, c. 4. Citado por García Basalo, 1988, p. 108)
17De manera casi idéntica, el diario El Chileno publica una nota titulada «Remate de indios» que sostiene que
en medio de las escenas más desgarradoras que he visto o espero ver en mi vida, los amigos del gobernador recibieron para su servicio uno o más pequeños esclavos y hasta hubo niños que fueron entregados a las casas de tolerancia, para servir de instrumento de las más repugnantes perversiones […]. Al comprender que les arrebataban sus hijos, los indios salieron de su habitual serenidad y dócil placidez y, dando gritos horribles, con ademanes desesperados, trataron de defender a sus criaturas. Cada niño arrebatado originaba una escena. La madre se echaba sobre su hijo defendiéndolo con su cuerpo, mientras el padre, con la expresión de todas las furias en los ojos, dando aullidos que daban pavor, se lanzaba sobre los que le robaban su niño, atacándoles con las manos, los dientes y las uñas […]. (Santiago 8-xi-1895; 9-xi-1895; 10-xi-1895. Citado por Aliaga Rojas, 2000, 65)8
18En Chile, la política indígena de deportación y repartos selló el plan civilizatorio del gobernador Manuel Señoret (1892-1896) (Bascopé, 2011b). Este escribía, haciendo alusión a los onas:
Son intelijentes i aun dóciles cuando son bien tratados. El grupo traido a Punta Arenas en agosto de 1895 ha dado a lo ménos quince a veinte adultos que en pocos meses a demostrado la facilidad con que se adaptan hábitos de civilizacion. Los niños se prestan admirablemente para cambiar su sistema de vida i sobre todo cuando se hallan en poder de familias donde ellos ven prácticamente los usos i costumbres de la jente civilizada. Tanto se habitúan a la nueva vida, que tienen verdadero horror de volver al campamento indíjena, aún al lado de sus padres [sic]. (Señoret, M. I., [1895]1896, p. 23)
19El secuestro y adopción forzada de indios se caracterizó, además, por la deportación a Isla Dawson. Ante las denuncias de los pobladores y de las sociedades ganaderas chilenas por los niños robados,
el gobernador de Magallanes dispuso la evacuación de la isla a toda tribu sorprendida in fraganti. Así fueron transportados en las escampas vías de la armada, el Toro y el Huemul, varios centenares a la isla Dawson, y en 1892, un buen número a Punta Arenas, donde se trató de incorporarlos a la civilización; pero como este ensayo laico fracasa, el mismo buque, a pedido de la Congregación Salesiana, los llevó a la misión de San Rafael. (Braun, 1969, p. 68)
20Lejos de ser una práctica aislada, los repartos en todas sus formas –secuestros, adopciones, deportaciones– fueron una constante que, al parecer, contó con altos grados de discrecionalidad y connivencia con las autoridades políticas. No obstante los fueguinos no dejaron de ser un objeto decorativo y, en última instancia, innecesario: muchas familias que tenían indios a sus cuidados, los mandaban a las estancias apenas advertían el grado de avance de enfermedades como la tuberculosis (Archivo Central Salesiano [acs], 24.4).
21Las políticas de Estado se caracterizarán así por una doble dimensión: la material, con acciones represivas que dieron por resultado despojo y muerte y de la cual los ejemplos señalados anteriormente fueron sello; y la simbólica, a partir de mecanismos discursivos que contribuían a la negación de la existencia de las etnias fueguinas y su incorporación subordinada y desindianizada a la sociedad mayoritaria (Nacach, 2013). La tesis de la inevitable extinción de los selk’nam desplegará una violencia simbólica sin precedentes hacia las poblaciones indígenas de Tierra del Fuego y serán una constante en los documentos históricos. El informe del gobierno argentino de la Isla al Ministerio del Interior en 1912 plantea que
la causa por excelencia de la desaparición de esta raza es su propensión á todas las enfermedades específicas y principalmente á la tuberculosis […] Es así como los misioneros salesianos, no obstante los esfuerzos para conservar esta raza y reducirla á la vida civilizada, han visto morir á casi todos los indios de las misiones que tuvieron en Río Grande ó Isla Dawson, en muchísimo menos tiempo que el empleado en formarlas […] En la actualidad los indios del territorio no exceden los 155. (acs. Caja 201, 1912, s/n)
22El indígena fueguino desaparecía: o bien por extinción –tesis que se inscribe en tanto una decisión de Estado (Nacach, 2012)–; o bien por asimilación, dado que «conocido es el poder de asimilacion de costumbres en los pueblos salvajes por la vista de otros hábitos» (Señoret, [1895] 1896, 32). Crisol y extinción serán las dos caras de una misma moneda, que tenderá a la progresiva eliminación –vía fusión o desaparición– de la otredad política.
Desde los estancieros
23Las políticas de poblamiento y colonización de los Estados argentino y chileno se caracterizarán por la concesión de enormes extensiones de tierras al capital ganadero de origen británico. La presencia de ovejas, cercos y alambrados supondrá, hacia fines del siglo xix, un cambio sustantivo para los fueguinos: el recorte de sus espacios de caza traerá como consecuencia la necesidad y el hambre. El territorio austral crecerá así al calor de la riqueza ganadera; y los estancieros, favorecidos por una débil presencia estatal y erigidos como soberanos de facto (Bascopé, 2011b), convertirán en moneda corriente las matanzas de indios, producto del robo de ovejas. Las denuncias realizadas –sobre todo de los salesianos que habían hecho su entrada en Tierra del Fuego en 1886 con la creación de la Prefectura Apostólica con sede en Punta Arenas– caerán en el olvido de los Estados que verán con buenos ojos la eliminación de la otredad. Circulaban informaciones, que fueron también recogidas por misioneros salesianos, de que existían hombres dedicados a matar, de distintas formas, a indígenas: «cazados en Tierra del Fuego a libra esterlina por cabeza y en los canales con licores, tabaco y la más degradante prostitución» (acs, caja 25, s/f, pp. 54-55). Lo mismo recogían los misioneros anglicanos, quienes afirmaban que «según una versión que circulaba, y que aún no se ha olvidado, algunos de los recién llegados pagaban una libra por cada cabeza de indio que se les llevara» (Bridges, [1949] 1952, p. 269).
24El problema del indio ya estaba instalado en la isla, y corrían noticias de cómo algunos administradores de estancia manejaban ese problema: la utilización de estricnina, inyectada en carne de oveja, en espera de ser capturadas por los onas cuando asaltaban los campos cercados en busca del guanaco blanco (Gusinde, [1937]1982, tomo i, vol. i). El salvajismo de los cazadores de indios tenía distintas expresiones: cuerpos indígenas muertos por disparos; mutilaciones de cadáveres; jauría de perros que cercaban campamentos indígenas (Gusinde).
25Del lado argentino, merecen una atención especial José Menéndez, quien se encontraba en 1895 en su estancia de San Gregorio en Chile, y Mauricio Braun. No ajeno a las posibilidades que le daba el otro lado de la isla, en el año de 1894 Menéndez viajó a Buenos Aires para iniciar los trámites que culminarán dos años más tarde con la compra de 60 000 hectáreas en la margen sur de Río Grande, que serán los terrenos que ocupará La Primera Argentina (Lafuente, 1996).
26Las fuentes se encargarán de reproducir los primeros choques con los misioneros salesianos, establecidos en terrenos que serán colindantes con los de Menéndez; todo esto sumado a la irregular entrega de tierras, que se daba paralelamente a la apropiación de espacios en donde estaban asentados los selk’nam.
27Mauricio Braun será uno de los interesados en las concesiones de tierras otorgadas por el Estado. Se instala en 1892 con su primer establecimiento en Santa Cruz: Coy Aike, en la margen sur de río Coyle, de 100 000 hectáreas.9 Braun consolida su posición, que lo llevará a convertirse en el mayor terrateniente del extremo austral del continente, acumulando campos en Argentina y Chile e interviniendo a ambos lados de la cordillera, demostrando a los Estados «que las fronteras podían operar como barreras para determinados grupos sociales» (Baeza, 2007). En 1906 logrará en la zona de Última Esperanza
el control de poco más de 450 000 hectáreas, algunas compradas, otras arrendadas, algunas serán campos fiscales y otras adjudicadas a nombre de otros [cuando el emprendimiento supere sus capacidades financieras] constituirá sociedades ganaderas [ante los impedimentos legales] utilizará testaferros, conocidos en la región como «palos blancos» […]. Al finalizar el año de 1906, había llegado a reunir 467 000 hectáreas en propiedad y 1 950 000 hectáreas en arrendamiento, las que se ubican tanto en la Argentina como en Chile. (Lafuente, 1996, p. 18)
28Puesteros y peones, intermediarios de los estancieros, tuvieron a su cargo la custodia de los rebaños de las incursiones de los cazadores fueguinos. Las muertes provocadas a través de las cuadrillas
a caballo que, armados de buenos rifles recorrían en todo su largo y ancho los alambrados y a cuantos indígenas se encontraban perseguíanlos a balazos hasta alcanzarlos, y cortándoles la cabeza se la llevaban a sus dueños que les daban por cada una, una libra esterlina (Beauvoir, 1940, p. 17)
29quedarán al margen de un relato de la historia que verá «la causa principalísima de la extinción de las razas aborígenes fueguinas […] en su absoluta falta de adaptación física a la vida civilizada» (Braun, 1969, p. 76). Incluso para los salesianos, parecía innegable «que las exigencias de la civilización favorecen en los indígenas el desarrollo de la tuberculosis, que es la enfermedad principal de los onas» (Marabini, s/f, citado por Bruno, 1983, p. 454). Prueba suficiente de su inadaptabilidad, los actos de violencia se enmarcaban y justificaban en «“la lucha contra el salvaje” como “un hecho general del país”» (Braun, 1936, p. 58, citado por Nicoletti, 2006, p. 167).
30En sectores de Isla Grande correspondientes al territorio nacional chileno y al extremo austral argentino, el problema del indio se fue instalando al ritmo del establecimiento de campamentos mineros, con consecuencias fatales para la relaciones con los selk’nam, que hacían incursiones para robar en ellos. Al constituirse en un peligro para el desarrollo de la actividad, se ejecutaban medidas de represalia y castigo hacia los que eran sorprendidos robando pertenencias y bienes de los campamentos. Se iban configurando, frente a la otredad, las nociones de defensa y seguridad para el óptimo desarrollo de las actividades económicas, lo que se producía en un contexto donde también debían someterse al control otro tipo de acciones violentas: los desórdenes provocados por buscadores de oro, cazadores de mamíferos marinos y obreros de las estancias que ya se estaban instalando, envueltos en riñas que se desarrollaban, por ejemplo, en los prostíbulos de la localidad de Porvenir (Chile) surgidas por el excesivo consumo de alcohol, cuya otra cara era que su comercialización ya constituía un lucrativo e importante negocio (Bascopé, 2009, 2010, 2011a).
31De modo colateral, el territorio chileno se fue fraccionando en amplias concesiones entregadas a sociedades comerciales que iniciarían la colonización pastoril de esos campos. A partir de 1883 ya se había formado la sociedad Wehrhahn y cía., la que por medio de una concesión solicitada al gobierno chileno, adquirió el arrendamiento de 120 000 hectáreas situadas entre las bahías Felipe y Porvenir. A su vez, entre 1885 y 1890, se efectuaron nuevas concesiones que abarcaron el sector norte y central de la isla hasta los 54º S, y que fueron entregadas a las sociedades The Tierra del Fuego Sheep Farming Company (180 000 hectáreas), The Philip Bay Sheep Farming Company (170 000 hectáreas), ambas con sede en Londres; y a la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego (1 009 000 hectáreas). Sociedades en las que los empresarios radicados en Punta Arenas, José Nogueira, Mauricio Braun y José Menéndez tenían una participación preponderante. La constitución de la propiedad rural, bajo el modelo de la estancia, implicaba ir organizando el modo de reproducción y multiplicación del ganado ovejuno, para la comercialización de su lana, sebo, grasa, carne y cueros; y su asociación con los frigoríficos.
32Sin embargo, y en el contexto de las concesiones de grandes cantidades de terrenos, se observa cómo se van contraponiendo los intereses regionales y nacionales (Martinić, 1993, 2001a). A partir de 1885, con la progresiva constitución de la propiedad rural, se empezaron a sentir las quejas de los hacendados colonizadores contra las acciones de los onas. Oficialmente se tomaban medidas y, al mismo tiempo, se dejaba la situación en manos de los estancieros y en particular de los administradores y guardianes de los campos (Martinić, 1989-1990, p. 25). Y si no se contaba con el apoyo oficial, sería de forma privada el modo en que se ejecutaría lo necesario para quitar a los estorbos, «to clear them away». «Limpiad los campos» se constituyó en la consigna para alcanzar el objetivo (p. 27).
33De este modo al ocuparse extensos territorios de Tierra del Fuego, los selk’nam vieron cómo sus distritos de explotación de recursos y caza de guanaco disminuían. Ello presionó su huida a los bosques y montañas del sur. Los grupos que continuaron ocupando los espacios del sector norte, y ante el hambre que se hacía sentir, robaban animales (Agostini, 1956). Pero no solo la colonización pastoril presionaba las formas de vida de poblaciones selk’nam. También la explotación comercial intensiva de mamíferos marinos y cetáceos incidía en la disminución de los recursos alimenticios de los canoeros, kawésqar y yaganes (Piana y Orquera, 2002).
Desde las misiones-reducciones
34A fines de 1883, en el Vaticano, León xiii (1878-1903), y la Sagrada Congregación de Propaganda Fide sancionaban que en el extremo sur de la Argentina y Chile, se constituiría una jurisdicción eclesiástica organizada a través de un vicariato y prefectura. El Vicariato Apostólico de la Patagonia septentrional comprendería las áreas de Neuquén, Río Negro y Chubut, con Juan Cagliero, que ya era obispo, como vicario apostólico, y Viedma como centro nodal misional. La Prefectura Apostólica de la Patagonia meridional que comprendería las áreas de Santa Cruz, Isla Grande, islas Malvinas e islas del Atlántico Sur, quedó a cargo de José Fagnano, que ya era monseñor, como prefecto apostólico, y Punta Arenas como centro nodal misional (Nicoletti, 2008).
35La existencia del Vicariato de la Patagonia norte y de la Prefectura de la Patagonia sur implicaba que un extenso territorio quedaba bajo la tuición y administración de la congregación salesiana y al mismo tiempo bajo la jurisdicción de la Arquidiócesis de Buenos Aires, ya que en 1897 los territorios de Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego e isla de los Estados, formaron parte de esa arquidiócesis. El territorio de Neuquén se integraba a la Diócesis de Cuyo. Sobre un complejo mapa de jurisdicciones se mantuvieron el vicariato y la prefectura, puesto que los salesianos no querían perder el control de las misiones y tampoco existían sacerdotes diocesanos que pudieran reemplazarlos (Nicoletti, 2008).
36Este dispositivo territorial implicaba que no solo la acción misional se dividía en dos grandes territorios, la Patagonia norte y sur, sino que también las poblaciones debían ser manejadas de modo distinto. Este tratamiento diferenciado partía del reconocimiento de que las poblaciones de la Patagonia norte, y de algunos sectores de la Patagonia sur, ya habían o estaban siendo incorporadas a la nación argentina, al calor de la Campaña al Desierto. En la Patagonia sur existían dos tipos de agrupaciones indígenas: los tehuelches del sur, conocidos por los misioneros a través de los tehuelches del norte, y que se consideraban pacíficas; y agrupaciones salvajes, pobres y miserables: los fueguinos.
37El establecimiento de la misión salesiana de San Rafael en Isla Dawson se inicia a comienzos de 1889. La isla reunía una serie de condiciones que la constituían en un espacio privilegiado. Por una parte, contaba con ventajas naturales favorables para el asentamiento de vida humana. Y por otra, estaba situada a cierta distancia de Punta Arenas y en una porción central del estrecho. Pero existía una razón muy importante para la congregación: era posible reunir a los indígenas en un solo lugar, siendo además un lugar aparte. Resulta interesante reconocer que ello le permitiría desarrollar a los misioneros salesianos y a las religiosas de las Hijas de María Auxiliadora un trabajo misional tendiente a instruir a los indígenas, educar a los más pequeños, además de entregarles nociones de algunos oficios y labores, junto con alimentarlos y vestirlos (Odone Correa, 2013).
38En el sector argentino, la reducción salesiana se instaló en la localidad de Río Grande en 1893, y se constituyó a imagen y semejanza de Dawson. Se solicitaron cerca de 25 mil hectáreas de terreno en donde se instaló el asentamiento misional de Nuestra Señora de La Candelaria. Aunque no reunía las mismas condiciones que la reducción de San Rafael, tuvo en su seno los mismos objetivos y desplegó una serie de dispositivos comunes: un tipo de poblado que supuso la instalación de casas de las familias indígenas, dispuestas en orden simétrico y formando pueblo (Entraigas, 1945), «un verdadero pueblito que forma la admiración de los salvajes» (acs, 24.4); la promoción de un tipo de trabajo sedentario y disciplinado basado en la enseñanza compulsiva de distintos oficios (Holmberg, [1902]1906) y la adquisición de hábitos sociales que acercarían a los indígenas a la civilidad. Tarea nada fácil, los documentos muestran cómo, luego de varios intentos y resistencias, «finalmente, hemos podido vestir a los indios» (Diario de La Candelaria, 27-08-1898. acs, caja 24.4).
39Esta noción de misión-reducción podría ser pensada como un espacio que, siguiendo el patrón de los oratorios salesianos de Europa, combinaba la asistencia y protección, asilando a los más abandonados, entregándoles alimentos y vestimentas. Los propios salesianos fueron construyendo un saber respecto de lo que estaba aconteciendo en territorio fueguino, y que era publicado a través del Bolletino Salesiano. Si en el contexto de época, los fueguinos eran considerados pobres, miserables y un peligro para el funcionamiento de las actividades económicas, es dable plantear que las misiones-reducciones eran espacios que reunían a grupos sociales marginales que además tenían un comportamiento socialmente reprochable. Por ende, representaban un contraespacio, que estaba dentro de la sociedad mayor. Y eran las misiones-reducciones los lugares que los absorbían (Foucault, 2010, p. 23; Odone Correa, 2013).
40Luego, sería posible pensar a las misiones-reducciones como un lugar de transformación para el pobre y peligroso indígena, que estaba fuera o al margen, y que constituía un contraespacio social dentro de la sociedad mayor. La operación de la transformación se efectuará desde la educación, la cristianización y el hábito del trabajo manual. Disolviéndose ese contraespacio social, la alteridad ingresaba a la cultura occidental en tanto un ser humano con un valor económico y social, que podrá aportar a la sociedad ofreciendo su mano de obra, ya que ha aprendido un oficio manual y cuenta con una instrucción elemental (Odone Correa, 2013).
41Las relaciones entre los salesianos y los estancieros oscilarán entre la denuncia (acs, 1940), la necesidad –sobre todo La Candelaria, por las dificultades de acceso y la escasez de alimentos– (acs, caja 24.4) y la desconfianza (acs, A842; acs, caja 6). Los acuerdos entre ambos actores locales –a los que se sumaron los Estados– no cambiarían el clima de recelo mutuo que se vivía cotidianamente. Aun así, dichos acuerdos se tornarán necesarios para establecer controles efectivos sobre la población indígena y evitar «la muerte segura por la bala de los blancos […] principal y verdadera causa de la extinción» (acs, caja 201).10
42El 16 de mayo de 1895, monseñor Fagnano «se presentó al Consejo Directivo de la Sociedad Explotadora de Valparaíso […] solicitando que por cada indio ona que se transportara de las estancias de la Sociedad a la isla Dawson se le diera a la misión una cantidad determinada» (Señoret, [1895]1896, p. 27). El directorio acordó, resignificando el mito de libra esterlina por oreja o cabeza india, darle una libra esterlina por cada indio ona que se enviara a Dawson. No tenemos certeza de si este acuerdo fue consecuencia del acontecimiento que dio origen al Sumario sobre vejámenes inferidos a indíjenas de Tierra del Fuego y que refiere a la captura y posterior traslado a Punta Arenas de 165 indios, producto del ataque a propiedades de Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego en Isla Grande.11 Lo cierto es que esta alianza contó con el apoyo gubernamental. El mismo Señoret, hombre laico y crítico, al igual que Godoy, a la explotación ganadera a gran escala, debió ceder ante una realidad en la que una solución civil al problema del indio no tendría lugar (Bascopé, 2011b).
Lo que no se pudo controlar: contar los muertos
43La misión de San Rafael en Isla Dawson y Nuestra Señora de La Candelaria en Río Grande fueron espacios que permitieron que la vida de los grupos que las habitaban transcurriese en el ciclo fundamentado por la serie de tareas relacionadas con su evangelización y civilización. Se les enseñaba el catecismo, tenían prácticas de oración y canto, acudían a misa y recibían los sacramentos. A su vez, aprendían las tareas relacionadas, en el caso de las mujeres, con el bordado, cocina, hilado y tejido. En el caso de los hombres, sus tareas se relacionaban con el aserradero, carpintería, herrería y con labores propias de la crianza de ovejas. Todas las producciones de la misión estaban orientadas a su sustento. Niños y niñas eran instruidos, sistemáticamente, en la práctica de la aritmética, escritura, lectura y música (Odone Correa, 2013).
44Desde este lugar, la agencia salesiana tenía un complemento que podía beneficiar al Estado y a los particulares: la enseñanza de diferentes oficios en los talleres preparados para tal fin (hilado y trabajos en el campo en el lado argentino; aserradero en el lado chileno). Los indígenas, luego de un aprendizaje constante y disciplinar, podrían ser contratados a conveniencia por los distintos actores sociales del territorio.
45Sin embargo, ambas reducciones fueron testigos silenciosos de la muerte indígena. Elevados como salvoconductos ante la huida de las cacerías emprendidas por los blancos, registrarán más tarde su extinción (Bascopé, 2011b). Los diarios y las minuciosas crónicas que llevaban diariamente los misioneros y las Hermanas de María Auxiliadora se convertirán en el lugar privilegiado de las estadísticas y verán con tristeza cómo el sueño de Don Bosco llegaba a su fin. La imagen que se representa es la de la muerte apoderándose del asentamiento como una catástrofe. La vida, para esos indígenas, se despeñaba. En el contexto de San Rafael, la mayor cantidad de población se concentró entre 1895 y 1900, años que se corresponden con la mayor cantidad de fallecimientos. Ello permite reconocer que entre 1895 y 1900 se está en presencia de epidemias o rápidas transmisiones de enfermedades. Los años con mayor umbral de mortandad fueron 1899, 1900, 1902, 1903 y 1905. Las muertes de fueguinos fueron provocadas por alfombrilla, escrófula, que es una forma de tuberculosis; hidropesía, que se relaciona con la acumulación de líquidos en todo el cuerpo; pulmonía; tuberculosis y tifus (Odone Correa, 2013).
46Fallecieron hombres, mujeres, niños y niñas; y sus cadáveres fueron depositados en el cementerio. En septiembre de 1911 las hermanas y los religiosos comenzaron a retirarse de isla Dawson. Los indígenas eran solo 25 (Odone Correa). La experiencia de la muerte y enfermedad solo puso al descubierto algo que estaba presente desde el inicio de la misión de San Rafael en 1889. La más pequeña situación de crisis sobre una población frágil, cultural y biológicamente, tenía como consecuencia esperable que su vida se mantuviese en el umbral de la sobrevivencia (Odone Correa).12
Conclusiones
47Se observan similitudes en las políticas de poblamiento y colonización de los Estados argentino y chileno en los territorios extremo-australes. Una de sus semejanzas fueron las concesiones de enormes extensiones de tierras a compañías o sociedades explotadoras, cuyas actividades fueron requiriendo de la construcción de las nociones de defensa y seguridad frente a un enemigo interno, los selk’nam. En este contexto, los salesianos encontrarán en las misiones una vía de solución al problema. San Rafael en la isla Dawson (1888) y Nuestra Señora de la Candelaria en Río Grande (1893), en Chile y la Argentina respectivamente, no solo fueron espacios de defensa de indígenas, sino también intermediarios o salvoconductos frente a la flagrante situación de violencia ejercida por ciertos sectores de la sociedad no indígena. El papel que los misioneros se atribuyeron no descuidó el objetivo encomendado desde Roma: el reconocimiento de la posibilidad de redención, dada por la creencia en la unicidad del género humano, que se desplegaba cotidianamente a través de una serie de mecanismos y tareas tendientes a uniformar y civilizar mediante la catequesis, la educación y el trabajo manual.
48Mediada por estos factores, lo que sobresale de las historias colonizadoras de la Patagonia Austral será el proceso de desaparición étnica de los fueguinos. Su caída demográfica fue justificada históricamente de maneras disímiles según se tratara de la agencia estatal, salesiana o si partía de actores locales y/o regionales. En la disputa por la biopolítica, definida como una tecnología de gobierno y regulación que consiste en hacer vivir y dejar morir (Foucault, 2000), las relaciones que se entablaron entre los Estados nacionales (argentino y chileno), los estancieros y los salesianos mostrarán que el problema ona en Tierra del Fuego, esto es, la necesidad de su evacuación pacífica o sangrienta ante el avance ganadero, fue uno de los principales escenarios donde estos intereses midieron sus fuerzas (Bascopé, 2009).
49Es interesante notar que, para ambos Estados, más que praxis, lo que hubo fue la progresiva y repentina construcción de un discurso estatal sobre la praxis privada. La privatización de la política indígena; esto es, la concesión de la explotación del territorio a los particulares, no solo definió la praxis de Estado, sino también su diferencia sustancial con las agencias religiosas. En definitiva, la praxis se constituirá en discurso y su tesis dominante será la de la extinción de los selk’nam; tesis que permeará las representaciones hacia la alteridad fueguina y que hace que aún en un contexto favorable como el actual –en términos de reemergencias étnicas–, resulte difícil una transformación de los sentidos de la sociedad y una renegociación de la identidad nacional-como-plural.
Comentario al texto
50Dánae Fiore
CONICET-AIA-UBA,
Argentina
51Los profundos e irreversibles procesos de cambio poblacional, cultural y territorial sufridos por los pueblos originarios de Tierra del Fuego a partir de la llegada de poblaciones occidentales y la posterior invasión de sus tierras (siglos xvi al xx) han sido objeto de numerosas investigaciones históricas, antropológicas, arqueológicas y estéticas a lo largo del tiempo (Borrero, 1957; Chapman, 1982; Martinic, 1973; Borrero, 1991; Odone Correa y Mason, 2002; Alvarado y otros, 2007; Nicoletti, 2008; Casali, 2008; Casali y Guichón, 2009; García Laborde y otros, 2010, y más). Estas se han centrado en distintas líneas de evidencia, incluyendo fuentes escritas histórico-etnográficas, materiales arqueológicos, fotografías, dibujos y grabados, etcétera.
52Dentro de este arco de trabajos se inscribe el capítulo de Nacach y Odone Correa, quienes, mediante el estudio de ciertas fuentes escritas tanto éditas como inéditas, se centran en profundizar algunos aspectos relativos a las formas en las cuales la sociedad argentina y chilena, en pleno proceso de consolidación de sus respectivos Estados, administraron los vínculos con las poblaciones originarias fueguinas, especialmente los Shelk’nam. Para ello, identifican a los principales agentes que operaron en el desarrollo de discursos y prácticas que coadyuvaron a la desaparición de estas poblaciones. La ocupación efectiva (sensu Borrero, 1994-1995) de Tierra del Fuego por parte de poblaciones occidentales implicó simultáneamente un proceso de desaparición de gran parte de las poblaciones fueguinas. Tal como señalan Nacach y Odone Correa, dicha desaparición se vincula con dos procesos: extinción y asimilación. La extinción estuvo a cargo de la acción combinada de agentes estatales (militares) y privados (estancieros, empresarios mineros, etc.), mientras que la asimilación estuvo principalmente a cargo de la acción religiosa salesiana, con la fundación de dos misiones: San Rafael en Isla Dawson, Chile (fundada en 1889 y cerrada en 1911) y Nuestra Señora de La Candelaria en Río Grande, Isla Grande de Tierra del Fuego, Argentina (fundada en 1893).13 En las próximas páginas comentaremos algunos elementos relativos a cada uno de estos dos grandes procesos.
Extinción
53Entre los mecanismos de extinción que recopilan las autoras se encuentran: a) los secuestros de niños y su traslado forzado a ciudades como Punta Arenas y Buenos Aires (donde, bajo la excusa de civilizarlos, fueron sometidos a servidumbre, incluyendo tanto trabajos domésticos como su trata en casas de tolerancia); b) el envenenamiento de carne de oveja con estricnina (con el objetivo de intoxicar letalmente a los fueguinos que la consumieran);14 c) la caza de cabezas (que era retribuida mediante pago de una libra esterlina). A ello se suman las reducciones en los territorios de caza (con su consecuente merma en la disponibilidad de guanacos) y las numerosas muertes por tuberculosis, que, si bien no constituían un mecanismo intencional de extinción, fue un factor determinante en la reducción de la población Shelk’nam. Si bien todos estos violentos y brutales mecanismos de extinción habían ya sido señalados por otros autores (ej. Gusinde, 1982 [1931]; Borrero, 1957), las autoras aportan nuevas fuentes que los documentan, generando a partir de estas un análisis del discurso que acompañaba el relato de estas prácticas.
54Así, las autoras sostienen que:
el uso político de las ideas de Darwin, el papel de la selección natural en la eliminación de los desviantes, y la alusión a una economía de la naturaleza donde la extinción aseguraba la policía de las poblaciones legitimaban los niveles de violencia desplegados por los agentes del Estado.
55Este comentario resulta particularmente interesante, ya que apunta al uso del concepto de selección natural como parte del discurso ideológico desarrollado por poblaciones occidentales para justificar la eliminación directa (por ejemplo violencia intencional) o indirecta (por ejemplo enfermedades) de poblaciones originarias. Sin embargo, si bien esto es claramente enunciado por las autoras desde lo teórico, este concepto no se aplica para arrojar luz sobre los ejemplos de fuentes citadas en el capítulo: ¿quiénes usaron este concepto?, ¿en qué frases se lo puede identificar?, ¿qué implicaciones trajo su uso en el discurso sobre la dominación de los pueblos originarios fueguinos?
56El concepto de selección natural implica que los rasgos biológicos hereditarios de una población continuarán en las generaciones siguientes siempre y cuando éstos sean adaptativos (o neutrales) frente a determinadas condiciones medioambientales en las que dicha población vive y se reproduce: si dichas condiciones cambian, los rasgos que anteriormente resultaban adaptativos pueden resultar maladaptativos, y llevar a la disminución de la población, o incluso a su extinción (Darwin, [1859] 1963). Desde mi punto de vista, posiblemente el caso de algunas de las explicaciones sobre las muertes de los nativos Shelk’nam por tuberculosis sea un ejemplo del uso implícito de este concepto, en tanto que frente a esta nueva condición de selección –una enfermedad contagiosa introducida en Tierra del Fuego por poblaciones occidentales–, los nativos fueguinos fallecerían aparentemente de causas naturales. Esta expresión discursiva naturalizaría estas muertes de nativos, explicándolas como resultado exclusivo de causas médicas (enfermedades), evitándose así visibilizar las causas socioeconómicas –la invasión y anexión de territorios por el Estado nación argentino y chileno– que subyacían a dicho proceso. Un ejemplo de esto es el texto de Marabini (1906; citado por las autoras como una referencia sin fecha, citada por Bruno, 1983), quien, en su obra Los Salesianos del Sud,15 afirmaba lo siguiente:
Ya se ha convenido en hacer una nueva expedición en el próximo verano para reducir a los demás indios refugiados en el Sur de aquella zona [Río Grande], calculándose que no pasarán de unos 300 los que aun quedan en estado salvaje. Con su llegada se reanimará la población que últimamente ha sido diezmada por la muerte. Le diré a este respecto que, si bien no se pueden establecer comparaciones con la mortalidad anterior de los indios, ya que en los bosques no hay quien lleve el libro de las defunciones, parece innegable que las exigencias de la civilización favorecen en los indígenas el desarrollo de la tuberculosis, que es la enfermedad principal de los onas. Así lo han manifestado varios médicos que visitaron las Misiones de Río Grande e Isla Dawson; notándose además que el indio alacalufe, con menos corpulencia y de aspecto enfermizo, es mucho más fuerte que el ona para resistir a la enfermedad. (1906, p. 48)
57Así, en este párrafo Marabini no solo alude a la tuberculosis como «la enfermedad principal de los onas [Shelk’nam]» –detalle ya puntualizado por Nacach y Odone Correa– sino que al hacerlo compara a los Shelk’nam con los Alakaluf, indicando que, pese a la mayor corpulencia de los primeros respecto de los segundos, son estos quienes resisten mucho mejor a esta enfermedad. El citado párrafo se aleja de la noción de sentido común de selección natural, que distorsiona su significado conceptual y asocia equívocamente la «supervivencia del más apto» con la «supervivencia del más fuerte»: para los médicos citados por Marabini, los fueguinos aparentemente más fuertes no eran los más «aptos» para resistir la tuberculosis. En tal sentido, este podría verse como un caso de aplicación implícita del concepto de selección natural, en el cual, bajo una misma condición de selección (la tuberculosis), una población (los Shelk’nam) reacciona de manera menos favorable que otra (los Alakaluf). Si bien el término selección natural no está explícito en el texto de Marabini, el razonamiento lógico que subyace a su texto es coincidente con este concepto.
58Ahora bien, ni en el texto de Marabini, ni en el de Lahitte (1896, ver en este mismo artículo), se observa una naturalización de las causas que generaron la introducción de la tuberculosis en Tierra del Fuego: mientras Marabini admite que son «las exigencias de la civilización» las que han favorecido los contagios a los indígenas (1906, p. 48), Lahitte (1896, ver en este mismo artículo) es aún más claro y más crítico, remitiéndose a los robos de niños/as fueguinos y sus traslados forzosos a Buenos Aires, como las circunstancias que llevan a que estos chicos enfrenten «la tuberculosis, la soledad moral y la corrupción». En tal sentido, con distintos grados de sutileza, estos autores admiten que el agente que trajo la tuberculosis a Tierra del Fuego son las poblaciones occidentales civilizadas. Así, la muerte de fueguinos por esta enfermedad, no parece haber sido atribuida enteramente a «causas naturales» por estos autores.
59Sin embargo, otro ejemplo aportado por Nacach y Odone Correa es muchísimo más explícito en la naturalización de las circunstancias de muerte por tuberculosis de los fueguinos: «la causa por excelencia de la desaparición de esta raza es su propensión á todas las enfermedades específicas y principalmente á la tuberculosis» (texto sin autor conocido, documento del Archivo Central Salesiano, con fecha de 1912, citado por las autoras en la sección «Desde los Estados» de su capítulo). Si la causa por excelencia de la desaparición de un grupo humano –denominado raza en el texto– es su propensión a ciertas enfermedades, entonces la muerte termina siendo endilgada a dicho grupo por su vulnerabilidad física, casi como si fuera su propia responsabilidad. Así, de los textos aportados por las autoras, este ejemplifica de manera más cabal un discurso en el cual se construye una naturalización de lo social que justifica una de las principales causas de muerte de los fueguinos: la muerte por tuberculosis se atribuye exclusivamente a «fallas adaptativas» de las poblaciones nativas, que fallecen masivamente de «muerte natural». Se ignoran así las condiciones de ingreso de esta nueva enfermedad a la región: la propensión de la raza fueguina a sufrir esta enfermedad se invoca convenientemente para evitar reflexiones sobre la invasión de sus tierras y sus nefastas consecuencias.
60Este sesgo intencional se ve contrarrestado por otro texto aportado por las autoras, que señala que: «la muerte segura por la bala de los blancos […] principal y verdadera causa de la extinción» (texto mecanografiado, atribuido a Martín Gusinde, Archivo Central Salesiano, ver detalles en el capítulo). Respecto de este texto, las autoras sostienen que
dicha cita así como la alusión a Gusinde no figuran en la fuente original (Bollettino Salesiano, anno XLV - N. 4, aprile 1921). Decidimos dejarla, al margen de estas disidencias, dado que de todas formas representa las ideas salesianas de la época respecto del trato dado a los indígenas.
61Interesantemente, si bien Gusinde no era salesiano sino que pertenecía a la Societas Verbi Divini, claramente este texto, así como otras partes de su obra, producida a partir de trabajos de campo desarrollados en Tierra del Fuego entre 1918 y 1924, son, tal como señalan las autoras, abiertamente críticos de la violencia ejercida por las poblaciones occidentales contra los fueguinos (ej. Gusinde, [1931] 1982).
62Interesantemente, si bien las inicuas prácticas de extinción fueguina han cesado, algunas formas de discurso sobre la extinción total de los Shelk’nam continúan hasta la actualidad. Esto es visible por ejemplo en internet, donde una búsqueda de frases16 relativas a la expresión el último ona arroja los siguientes resultados:
Frase | Resultados |
el último ona | 2840 enlaces |
el ultimo ona (sin acento) | 2840 enlaces |
la última ona | 951 enlaces |
la ultima ona (sin acento) | 768 enlaces |
el último selk’nam | 10 enlaces |
el último selknam (sin apóstrofo) | 41 enlaces |
la última selk’nam | 793 enlaces |
la última selknam (sin apóstrofo) | 252 enlaces |
63Una revisión de los contenidos de las diez primeras páginas web listadas en los resultados de la búsqueda de cada frase indica que, en estos casos, los discursos remiten a dos áreas temáticas: por una parte, a una crítica de las acciones violentas sufridas por los Shelk’nam en el pasado (combinando citas de textos históricos, fotografías antiguas y comentarios personales), y por la otra a la presentación de ciertas personas contemporáneas como «la última» o «el último» Shelk’nam, cuyo deceso implicaría la extinción total de dicho pueblo. Si bien no es pertinente explayarnos aquí sobre este tema, sí resulta relevante mencionar que en dichas páginas se hallaron referencias sobre por lo menos seis personas distintas mencionadas como «el/la último/a ona»: Ángela Loij, Virginia Choinquitel, Lola Kiepja, Rafaela Ishton, Annëken y Keyuk Yanten. Este dato demuestra de por sí que dicho discurso se ha centrado en referenciar sobre la vida de una persona el destino de todo un pueblo, que es presentado como inexorablemente signado por la extinción. Por el contrario, la existencia de asociaciones como la Comunidad Indígena Rafaela Ishton (con personería jurídica desde diciembre de 1995 y con sede en la ciudad de Río Grande, Tierra del Fuego, Argentina), demuestran la resiliencia de los descendientes Shelk’nam.
Asimilación
64Entre los mecanismos de asimilación de la población Shelk’nam a las sociedades argentina y chilena, Nacach y Odone Correa analizan los siguientes: catequesis (prácticas de oración y canto, misa, sacramentos); educación (lecto-escritura, aritmética, música); y trabajo manual (dividido por género: tareas de bordado, cocina, hilado y tejido para las mujeres, y tareas de aserradero, carpintería, herrería y crianza de ovejas para los hombres). Coincido plenamente con las autoras en que dichos mecanismos habilitaron a la generación de seres valorados como productivos desde los contextos occidentales (y capitalistas) en los cuales se esperaba insertar a estas poblaciones.
65A estos mecanismos podemos sumarle la transformación física de los fueguinos mediante los cortes de cabello y el uso de ropas occidentales: en 110 fotografías tomadas y/o publicadas por los padres salesianos Borgatello, Beauvoir y De Agostini, puede observarse claramente el proceso de transculturación sufrido por los nativos fueguinos –los varones con el cabello corto y usando camisa, saco, pantalón y zapatos; las mujeres con el cabello recogido o peinado con raya al medio y usando blusa, falda larga y sacos de lana (Fiore y Varela, 2009; ver también Odone Correa y Mege en Alvarado y otros, 2007). Así, los fueguinos no solo fueron educados para (sobre)vivir en un nuevo contexto cultural occidental, sino que también fueron adecuados estética y físicamente para ello.
66En la justificación discursiva de estos mecanismos de asimilación pueden identificarse términos netamente evolucionistas: así, varios autores salesianos sostuvieron que estos mecanismos estaban orientados a rescatar a los indígenas de su estado de salvajismo, y transformarlos en personas civilizadas (ej. Marabini, 1906; De Agostini, 1924; Borgatello, 1929). En tal sentido, coincido plenamente con las autoras cuando sostienen que
El papel que los misioneros se atribuyeron no descuidó el objetivo encomendado desde Roma: el reconocimiento de la posibilidad de redención, dada por la creencia en la unicidad del género humano, que se desplegaba cotidianamente a través de una serie de mecanismos y tareas tendientes a uniformar y «civilizar» mediante la catequesis, la educación y el trabajo manual.
67La unicidad del género humano, también conocida como unidad psíquica, es un concepto directamente vinculado al marco teórico evolucionista, que bien destacan las autoras, estaba operando plenamente en la justificación discursiva de las prácticas salesianas: si los otros son potencialmente mis iguales, puedo transformarlos en seres parecidos a mí.
68Pero paradójicamente, los salesianos, que tenían por objetivo refugiar a los fueguinos y evitarles las muertes violentas a manos de agentes que respondían a los intereses de estancieros y empresarios, terminaron siendo, por lo menos parcialmente, funcionales a ellos en dos sentidos. En primer lugar, dándoles cuidado a aquellos fueguinos contagiados letalmente de tuberculosis, que las buenas familias de ciudades como Punta Arenas habían mandado de regreso «a morir a la Misión» (Marabini, 1906, p. 51) luego de que ya no podían seguir trabajando para ellos. En segundo lugar, capacitando a los fueguinos en tareas de carpintería, ganadería y cocina, que generó en estos agentes sociales una transformación estructural: no solo dejaban de ser cazadores-recolectores para introducirse en una sociedad agroindustrial, sino que dejaban de ser los dueños de la tierra para ser, como mucho, asalariados de un capitalista.
69Con relación a esto, dos conceptos propuestos por las autoras resultan de particular interés. Por una parte la noción de destribalización o desindianización, que señala la intencionalidad de homogeneizar a los distintos pueblos fueguinos en una masa informe, la cual, podemos agregar, o bien tenderá a desaparecer o bien se incorporará a la sociedad como clase subalterna. Por otra parte, el concepto de misión-reducción visto como un contraespacio donde se «reunían a grupos sociales marginales que además tenían un comportamiento socialmente reprochable», que operaba absorbiendo a los sujetos nativos como un otro no valioso, para luego devolverlos a la sociedad occidental como «un ser humano con un valor económico y social, que podrá aportar a la sociedad ofreciendo su mano de obra, ya que ha aprendido un oficio manual y cuenta con una instrucción elemental» (Odone Correa, 2013).
70En tal sentido, los datos recopilados y citados por Nacach y Odone Correa respecto al tamaño de los latifundios apropiados por las sociedades administradas localmente por Nogueira, Braun y Menéndez (algunas con sede en Londres), contribuyen a documentar un factor esencial dentro del proceso bajo estudio, que es la apropiación de las tierras y la necesaria despoblación de las mismas para su mejor control productivo.
La última frontera
71En síntesis: tanto las prácticas intencionalmente violentas de exterminio del pueblo Shelk’nam (secuestro, asesinato, trata de personas, reducción a la servidumbre), como los factores que coadyuvaron al deterioro poblacional (reducción de territorios y de acceso a fauna autóctona, ingreso de nuevas enfermedades letales y contagiosas), fueron justificadas mediante discursos que intentaron responsabilizar a los nativos por su «salvajismo» o por su «propensión a las enfermedades» mediante el uso de conceptos evolucionistas. Si bien en esos mismos momentos hubo discursos abiertamente críticos al maltrato de estos pueblos originarios (ej. Lahitte 1896 en Nacach y Odone Correa; Bridges, 1951), el discurso dominante fue suficientemente eficiente como para facilitar la reproducción de las situaciones de exterminio de personas y expoliación de sus tierras. Así, el conjunto de textos aportados y analizados por Nacach y Odone Correa, así como los materiales complementarios mencionados en este trabajo, permiten arrojar luz sobre un proceso insoslayable y subyacente tanto a la extinción como a la asimilación de los Shelk’nam al Estado nación de Argentina y de Chile: la expansión del capitalismo hasta el fin del mundo.
Réplica de las autoras
72Dánae Fiore, en su comentario, presenta interesantes sugerencias que vienen a potenciar y ampliar las reflexiones que se desarrollan en el trabajo «Formas de administración de la alteridad: construcción de miradas desde Tierra del Fuego». Particularmente interesantes resultan las perspectivas que Fiore nos propone sobre los conceptos de extinción y asimilación planteados en nuestro artículo. En relación al concepto de extinción consideramos que nos abre un campo fecundo de análisis al sugerirnos que abordemos, desde un punto de vista fáctico, el uso del concepto de selección natural aplicado, en la época, a poblaciones consideradas en fractura cultural o en situación de crisis. A nuestro modo de ver, ella sugiere tres preguntas o vías de aproximación que resultan centrales: «¿quiénes usaron este concepto?, ¿en qué frases se lo puede identificar?, ¿qué implicaciones trajo su uso en el discurso sobre la dominación de los pueblos originarios fueguinos?». A su vez, nos entrega una perspectiva muy fecunda al sugerirnos que es casi probable que la alta mortalidad de los fueguinos por tuberculosis esté asociada al uso implícito del concepto de selección natural. Igualmente, compartimos su observación respecto de la necesidad de profundizar las investigaciones de las enfermedades infectocontagiosas, centrando el foco «en las condiciones de ingreso de esta nueva enfermedad a la región», tal como señala Fiore. Quizás esta rigurosa y apasionante discusión, que excedió las primeras intenciones de este escrito pero que sin dudas lo enriquecen, hace que nos interroguemos más profundamente por los mecanismos discursivos que hicieron que fueran los selk’nam los objetos de extinción y que como tales se reprodujeran en los sentidos sociales a través del tiempo, al margen de que las fuentes dan cuenta de una realidad que trascendió a dicho pueblo. Otro aspecto que nos parece muy pertinente es la observación que nos entrega respecto de cómo, hoy en día, se sigue reproduciendo un discurso sobre la extinción cuyos enunciados se construyen desde categorías individuales, la última, el último, y no desde categorías colectivas y/o comunitarias. En relación al concepto de asimilación, estamos totalmente de acuerdo en que la modulación de la vida cotidiana, a partir de diferentes prácticas culturales, no es el único mecanismo para lograr la asimilación. Ciertamente que acciones como el corte de pelo y uso de ropas occidentales se configuran en mecanismos que lo que buscan es borrar el pasado y su memoria, lo que indudablemente estaba traspasado por una visión evolucionista de la cultura.
73Finalmente consideramos que la comentarista nos propone un viaje más atento al exterminio y la asimilación, categorías analíticas que tienen que seguir profundizándose sobre todo cuando se trabaja con procesos históricos donde no se cuenta con la voz del otro, la que fue clausurada en pos de lograr su incorporación a una sociedad otra o su expulsión de esa sociedad otra. Tal vez el párrafo con que terminamos el artículo sintetice parte de los objetivos de un estudio de estas características y sea una invitación a la reflexión: instalar la discusión sobre las dinámicas de la identidad presentes que abrevan directamente en los entretejidos de la historia.
Bibliographie
Lista de referencias documentales
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Notes de bas de page
1 Paz tuvo con Popper, quien entabla relaciones con los círculos más cercanos al poder, una relación altamente conflictiva, cuya radicalización llevó a que el gobernador presentara su renuncia indeclinable en 1890. Paz debió lidiar con la gran influencia que ejerció Popper en Tierra del Fuego, ya que si por un lado este «exterminador de indios» mantuvo en Tierra del Fuego «un dominio dictatorial» (Braun Menéndez, 1969), por el otro luchaba «constantemente en la propaganda por el mejor conocimiento de la gobernación, escribiendo libros, dando conferencias, publicando mapas, combatiendo con decisión los juicios erróneos y destruyendo los informes de más de un viajero» (Holmberg, [1902] 1906, p. 15).
2 Julio Popper entabla relaciones con los círculos más cercanos al poder, adopta la doctrina positivista, y pone en duda la autoridad de la religión, en consonancia con el anticlericalismo dominante. Las actividades de Popper fueron múltiples. Se establece entonces en El Páramo, participa activamente en la caza de indios y es denunciado desde diversos frentes (Archivo Central Salesiano [acs] 1940; Belza, 1974).
3 Thomas Bridges se convirtió en estanciero a partir de la ley 1 837 del año 1885 que le otorgó tierras en Bahía Harberton, con obligación de introducir ganado lanar.
4 El trabajo penoso al que se refiere el gobernador territoriano es, justamente, el de abrir esos caminos.
5 Para ampliar esta temática, remitimos al excelente trabajo de Joaquín Bascopé (2011b).
6 A lo largo de una página, Segers caracteriza la índole de estos Onas, posible de apreciar ya que contaba con algunos prisioneros.
7 El Bahía Blanca servía de correo y aviso a los buques de la expedición, recorriendo la costa de Tierra del Fuego y Santa Cruz.
8 Se trataba de un diario opositor al gobierno, cuyo portavoz era El Magallanes fundado, entre otros, por el mismísimo Manuel Señoret, el 7 de enero de 1894.
9 Es importante señalar que los esfuerzos del Estado argentino en poblar la Patagonia austral se habían concentrado en Santa Cruz.
10 Esta cita, mecanografiada en una hoja aparte y encontrada en una caja del Archivo Central Salesiano de Buenos Aires, es atribuida al padre Martín Gusinde quien la publicara en el mes de abril de 1921 en el Boletín Salesiano. Sin embargo, dicha cita así como la alusión a Gusinde no figuran en la fuente original (Bollettino Salesiano, anno xlv, n. 4, aprile 1921). Decidimos dejarla, al margen de estas disidencias, dado que de todas formas representa las ideas salesianas de la época respecto del trato dado a los indígenas.
11 La suerte que corrieron los indígenas capturados es otro capítulo de la violencia ejercida por el Estado hacia los otros internos en su afán civilizatorio: «Que se produjeran escenas más o menos tristes con motivo de la repentina llegada de ciento sesenta indíjenas a un lugar en donde no había comodidad para recibirlos, es natural y, mas que natural, inevitable. Pero el resultado obtenido con el procedimiento que se adoptó [léase repartos y deportaciones] no puede ser más que halagador para la humanidad y la civilización, pues hoy esos infelices arrancados de la barbarie viven tranquilos en medio de la colonia, teniendo a su alcance todos los recursos necesarios para procurarse una existencia tranquila y holgada» (Cameron y otros, 1897, p. 14).
12 Es posible pensar que una serie de factores incidieron en la rápida transmisión de enfermedades. Por una parte, se trataba de una población, en la misión, numéricamente pequeña. Por otra, concentrada en un solo lugar, teniendo además sus organismos débiles (Odone Correa, 2013; García-Moro, 1992).
13 En 1896 la Misión de Río Grande sufrió un incendio, que requirió su relocalización en 1897, donde se continuaron las tareas misionales hasta que fue reconvertida en escuela agrotécnica en 1946.
14 El envenenamiento de carne de ballena había ya sido anteriormente documentado por Borrero (1957) como un mecanismo de ataque a poblaciones fueguinas. Esta obra constituye, en mi parecer, un antecedente inaugural de la temática relativa al análisis y la denuncia de los maltratos sufridos por las poblaciones fueguinas.
15 Los Salesianos del Sud es un texto escrito por P. Marabini con el objeto de contestar y refutar contenidos vertidos en el informe de J. B. Zubiaur, vocal del Consejo Nacional de Educación de Argentina, titulado Las Escuelas del Sud. En dicho informe, Zubiaur se habría expresado de manera crítica hacia algunos colegios y dos misiones de la Obra de Don Bosco en el Sur de la Argentina (Marabini, 1906, p. 5). En respuesta a este informe, Maravini preparó un texto de 134 páginas, ilustrado con 30 fotos que incluyen vistas de las misiones salesianas de Isla Dawson (Chile) y de Río Grande (Argentina), y de numerosos grupos de nativos fueguinos Shelk’nam al frente de estos edificios, en su gran mayoría vestidos con ropas occidentales. Se detallan aquí algunos contenidos de este texto debido a que esta fuente primaria –que no he visto citada en publicaciones relativas a pueblos originarios fueguinos– proporciona información directamente relevante al tema tratado por Nacach y Odone Correa, y complementaria la provista por las autoras.
16 Búsqueda y acceso a páginas de internet efectuada el 21 de enero de 2015, utilizando como motor de búsqueda Google Argentina.
Auteurs
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Argentina
Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, Chile
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