Capítulo 13: Entre los salvajes unitarios y los bárbaros del sur: la Frontera Sur de Córdoba en la década de 1840
Résumé
La Frontera Sur de Córdoba formó parte de la larga extensión conocida como Frontera Sur argentina, con la cual comparte un conjunto de relaciones que la definen como una estructura social de conflicto. El trabajo aborda la conflictividad interétnica en este tramo de la frontera en los primeros años de la década de 1840. Específicamente, se ocupa de la vinculación entre los ranqueles y los unitarios que buscaron refugio en sus tolderías. Parte del supuesto de que uno de los aspectos centrales de la trayectoria de los ranqueles en las pampas a lo largo del siglo xix fue la puesta en práctica de una estrategia de articulación con distintas fuerzas sociales y políticas. El examen de los nexos entre los salvajes unitarios y los bárbaros del sud permite sostener que esta combinación de fuerzas puso en cuestionamiento el ejercicio del poder territorial por parte del Estado provincial, por entonces en manos de Manuel Quebracho López. Ello derivó en la exigencia de realizar numerosos acuerdos transitorios con los ranqueles de manera de frenar el despoblamiento de la frontera y/o reasentamiento en zonas más seguras dentro de la misma jurisdicción cordobesa.
Texte intégral
Introducción1
1La Frontera Sur de Córdoba formó parte de la larga extensión conocida como Frontera Sur argentina, con la cual compartió un conjunto de relaciones que permiten definirla como una estructura social violenta y conflictiva. La sociedad que allí se gestó quedó profundamente marcada por esta matriz cultural.
2Tanto durante la colonia como en la etapa republicana, indios y cristianos se hostigaron permanentemente, peleando por un territorio que cada uno creía propio. Sus habitantes –militares, comerciantes, estancieros, misioneros, gauchos, indios, cristianos exiliados, perseguidos por la justicia– compartían una realidad muy distinta de los que poblaban los centros urbanos, donde luego del proceso independentista comenzó a planificarse la organización del Estado nacional.
3Este trabajo aborda la conflictividad interétnica en la Frontera Sur de Córdoba en los primeros años de la década de 1840. Se trata de un momento peculiar para el análisis porque permite observar de qué manera las luchas políticas entrelazadas, simultáneas y superpuestas en las que se vio envuelto o provocó el rosismo (levantamientos en algunas provincias, conflictos con países extranjeros, etcétera) repercutieron directa o indirectamente en las relaciones fronterizas en el sur de Córdoba, dando cuenta de en qué medida la historia argentina se articula o integra con la historia indígena, en tanto forman en definitiva parte de un único proceso.
4Específicamente, el trabajo se ocupa de la vinculación entre los ranqueles y los unitarios que buscaron refugio en sus tolderías. Parte del supuesto de que uno de los aspectos centrales de la trayectoria de los ranqueles en las pampas a lo largo del siglo xix fue la puesta en práctica de una estrategia de articulación con distintas fuerzas sociales y políticas. Desde esta perspectiva, y siguiendo a Salomón Tarquini, los refugiados no habrían constituido grupos ajenos sino que establecieron vínculos domésticos y políticos con los ranqueles que les dieron acogida (2001, p. 26). El examen de los nexos entre los salvajes unitarios y los bárbaros del sud a comienzos de la década de 1840 permite sostener que esta combinación de fuerzas puso en cuestionamiento el ejercicio del poder territorial por parte del Estado provincial, por entonces en manos de Manuel Quebracho López. Ello derivó en la exigencia de realizar numerosos acuerdos transitorios con los ranqueles de manera de frenar el despoblamiento de la frontera y/o reasentamiento en zonas más seguras dentro de la misma jurisdicción cordobesa. Sin embargo, fueron estos mismos nexos socio-políticos los que contribuyeron a solidificar la posición de los ranqueles como enemigos del rosismo.
5El trabajo se organiza en dos partes. En la primera, se ofrece un panorama sintético de las relaciones entre cristianos y ranqueles en tiempos del federalismo rosista, haciendo hincapié en la frontera cordobesa. En la segunda parte se examina el fenómeno del ingreso de los unitarios a la tierra adentro, poniendo especial atención en los movimientos ocurridos después de la derrota de Gregorio de Lamadrid en 1840. El análisis se basa en la documentación de la Comandancia General de la Frontera del Sud localizada en el Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba (ahpc) donde está alojada tanto la correspondencia producida por las autoridades provinciales como la de los caciques ranqueles (Painé, Pichún y Calván).2
El conflicto interétnico en la Frontera Sur de Córdoba en tiempos del rosismo
6En los largos años del rosismo, la Frontera Sur de Córdoba configuró un frente de guerra con los ranqueles, siendo los principales motivos de lucha el territorio y el ganado. El examen de las características del conflicto fronterizo requiere tener en cuenta la propia dinámica de la Confederación rosista, que estuvo marcada por el predominio del poder local, el caudillismo y la violencia desatada por las guerras civiles. Aún cuando existía una aparente hegemonía federal, si algo caracterizó a este período fue la superposición de numerosos conflictos que, paradójicamente, y según lo señala Ternavasio, permitieron el fortalecimiento y consolidación del régimen (2009, p. 202).
7A su vez, hay que prestar atención a la trayectoria de los ranqueles en las pampas y su estrategia política en relación con los cristianos luego de las guerras de la independencia. Si se pone atención en su vínculo con el gobierno de Córdoba, se puede observar que a lo largo de la década de 1820 sostuvieron una política ambivalente: mientras algunos maloquearon y se aliaron con fuerzas realistas como las de José Miguel Carrera o los hermanos Pincheira, otros pactaron con los federales3 y los unitarios4 indistintamente, y otros se instalaron al norte del río Quinto, a solo una legua de la estancia de Bruno Malbrán, uno de los últimos alcaldes ordinarios de la Villa de la Concepción del Río Cuarto (Barrionuevo Imposti, 1988, pp. 51-52).
8Hacia comienzos de la siguiente década, el conflicto se acentuó, en particular desde el momento en que Juan Manuel de Rosas adquirió la potestad de definir la política con los indígenas. A ello se sumó la divergencia entre los ranqueles respecto a si auxiliaban a unitarios o federales y el sitio que hizo el cacique Yanquetruz y 1.200 seguidores a Río Cuarto en agosto de 1831. Según Marta Bechis, esta acción habría sido cuidadosamente ocultada y tergiversada por los intereses rosistas ya que, contrariamente a lo que se hizo creer, las fuerzas de Yanquetruz no habrían sido convocadas por los unitarios ni habrían tenido la intención de ir contra el gobierno federal de Córdoba sino contra Rosas, que los había traicionado organizando una expedición bélica al territorio indígena (2008, p. 120).
9La enemistad que Rosas tenía con Yanquetruz se acentuó cuando, un par de meses después, este dio asilo al coronel Manuel Baigorria –que había formado parte de las fuerzas que el puntano Luis Videla había puesto al servicio del líder de la Liga Unitaria del Interior, el general José María Paz–, rompiendo así definitivamente con Rosas. Como contrapartida, y dado que la frontera constituía un grave problema para los hacendados bonaerenses, en 1833 Juan Manuel de Rosas sentó el primer antecedente de una campaña5 destinada a batir a los indios para ampliar las tierras australes de Buenos Aires, Córdoba, San Luis y Mendoza.
10La columna cordobesa del centro fue guiada por el general José Ruiz Huidobro que derrotó a las lanzas de Yanquetruz en Las Acollaradas, aunque después habría retrocedido porque se quedó sin el apoyo político del gobierno cordobés. Aun cuando Yanquetruz quedó muy disminuido en fuerzas, la derrota que se le infligió no fue contundente. Convencido de que el golpe había fracasado, Rosas ordenó la realización de nuevas acciones militares entre 1835 y 1836, destinadas a buscar a su acérrimo enemigo en los parajes más ocultos.6 Esta operación, conocida con el nombre de Pequeña Campaña al Desierto, cubrió todo el territorio ranquel. El saldo habría sido el repliegue de Yanquetruz y su hijo Pichún en dirección a las estratégicas islas del Chadileuvú, además de la muerte y prisión de otros indígenas. En cambio, los ranqueles de Painé y Carrané no se habrían visto afectados básicamente porque, según lo plantea el autor, Rosas consideraba que los ranqueles eran los del monte,7 conducidos por Painé, no los del Chadileuvú que lideraba Yanquetruz, a quien aplicaba además el apelativo de El Feroz (Fernández, 1999, pp. 411-412).
11Pero esta situación cambió cuando a fines de 1835 el gobierno de Córdoba pasó a manos de Manuel Quebracho López, un criollo acostumbrado a mandar,8 pero que carecía de peso político propio y debía su encumbramiento a la voluntad del propio Rosas que habría hallado en su extrema moderación la mejor garantía de lealtad (Ferrero, 1999, p. 77; Halperín Donghi, 1999, p. 34). En abril de 1836, el mandatario cordobés mandó dar muerte a un grupo de indios mansos que vivían en proximidades del fuerte de La Carlota. También ordenó avanzar sobre los toldos de Carrané, instalado en el río Quinto, dejando así en una situación muy precaria no solo a Yanquetruz sino también a Painé (Barrionuevo Imposti, 1988, p. 134; Mayol Laferrére, 1996, p. 88).
12Además de encontrarse disminuidos en fuerzas, los ranqueles también se vieron afectados por las prolongadas sequías que pusieron en jaque sus recursos, obligándolos a redoblar sus malones sobre las estancias fronterizas. Su situación comenzó a cambiar en los últimos años de la década de 1830 gracias a la incorporación a sus filas de indios chilenos que atravesaban la cordillera tanto para intercambiar sus productos como para obtener ganado a través del malón. También se sumaron a sus tolderías algunos grupos de boroganos dispersos, luego de que Calfucurá matara a sus caciques Rondeau y Melin en la masacre de Masallé (Ratto, 2011, pp. 174-175). En octubre de 1837, una considerable fuerza de indios chilenos y ranqueles invadió la Villa de la Concepción arreando toda la hacienda de la región. En el ínterin, y según Mayol Laferrere, Painé estableció relaciones pacíficas con San Luis con lo cual en los dos años siguientes los malones se dirigieron primordialmente sobre las estancias de Santa Fe y Buenos Aires. La calma que gozaba la frontera cordobesa se habría roto recién a fines de 1839 cuando indios chilenos ingresaron por Reducción, en territorio cordobés (Mayol Laferrere, 1996, pp. 89-91).
13El saldo de lo señalado anteriormente (expediciones militares, carencias económicas, alianzas con otros grupos indígenas) fue la reconfiguración de la territorialidad ranquelina. La muerte de Yanquetruz, ocurrida estimativamente entre 1835 y 1838, supuso a su vez un reacomodamiento político en las tolderías porque el cacicazgo general no pasó a manos de su hijo Pichún sino de su sobrino Painé, del linaje de los Zorros. Bechis sostiene que esto fue posible porque ambos linajes estaban relacionados por medio de matrimonios. Muerto Painé en 1844, el cacicazgo debió haber recaído nuevamente en un hijo de Pichún, en una especie de alternancia en el poder entre las dos líneas parentales (Bechis, 2008, p. 332). Sin embargo, la sucesión tomó el carácter de adélfica ya que Painé fue reemplazado por su hijo Calban y, en las décadas siguientes, por sus otros hijos Mariano y Epumer Rosas.
14Volviendo a la política de frontera del gobernador López, ella debió estar influida por los intereses económicos de los propietarios que poblaban la región del río Cuarto. Sonia Tell señala que la apertura de un mercado para la lana a partir de 1834 y la posibilidad de acceder a tierras en la frontera, favorecieron una relativa especialización en la cría de ovinos9 por parte de los sectores de propietarios intermedios del Departamento Río Cuarto, orientados también hacia la cría de equinos (2008, p. 281). Buena parte de esos productores tenían sus propiedades en el pie de las sierras de Comechingones (zona de antiguo poblamiento) o las áreas de llanura que rodeaban villas como la Concepción del Río Cuarto, lo cual justificaría la creación de los fuertes de Achiras (1834) en el piedemonte y Los Jagüeles (1838)10 en la llanura. En todos los casos se trataba de fortificaciones precarias, difíciles de sostener debido a la débil radicación espontánea y escasez de recursos de los gobiernos, que eran abandonadas por los pobladores cuando se incrementaban los malones. Para poner freno al despoblamiento, las autoridades provinciales habían tomado a lo largo de la década de 1830 diversas medidas entre las que se pueden mencionar las del gobernador López, que le ofreció a los hacendados dispuestos a avecindarse en la Frontera Sur la eximición de la contribución militar y el pago del diezmo por seis años (Converso, 1983, p. 35). Hubo que esperar hasta después de 1840 para que se iniciara un proceso de lenta recuperación económica y demográfica.
15Las paces con los ranqueles que, a diferencia de los salineros o boroganos que habían sido sometidos a través del negocio pacífico, eran considerados hasta entonces enemigos declarados de Rosas, aparecían como una condición necesaria para mantener controlada la frontera sur provincial y lograr su recuperación. Las tratativas comenzaron a principios de 1840, cuando llegó a las tolderías el borrador de un acuerdo de paz redactado por el primer mandatario cordobés. El 12 de marzo arribó a Río Cuarto una comisión encabezada por el Indio Nagüelpan «que venia embiado pr los Casiques Painé, Pichum, Güete y Calbutrú, pa hacer la Paz con el Gobno de Cordova, lo mismo qe la habían hecho con el Gobno de San Luis»11 y se aprestaban a forjarla con Buenos Aires, hacia donde marchó en prenda de paz el cacique Guichal, hermano de Pichún. Un aspecto no menor de estas tratativas es que seguían una mecánica que respetaba la delegación de poderes que las provincias habían hecho en el gobernador porteño «a quien todos los demas Gobernadores lo hemos nombrado pa qe haga la Paz Jral pues pr eso mismo tambn el es quien le regala las Yeguas».12 De esta manera, aunque en el discurso político se enfatizaba la autonomía de las provincias, en los hechos Rosas ejercía su dominio territorial más allá de las fronteras provinciales apelando para ello a tácticas y estrategias que combinaban la búsqueda del consenso –a través de vínculos personales con gobernadores, caudillos o personajes menores–, la amenaza del uso de la fuerza si el destinatario no se sometía a sus directrices, las intrigas y la movilización de las tropas (Ternavasio, 2009, pp. 198 y 211).
16El acuerdo con los ranqueles fue finalmente aprobado por Rosas. Abelardo Levaggi dice que no quedó un tratado escrito de estas paces de 1840 ya que fueron, básicamente, un «acuerdo verbal». El único registro que perduró fueron las instrucciones que el gobernador porteño le dio a su edecán el general Corvalán (Levaggi, 2000, p. 234). Al respecto, es importante señalar que la inexistencia de las actas de los tratados del período genera un problema heurístico que solo puede ser solucionado si se incluye en el análisis las negociaciones de paz, de las cuales sí quedan numerosas constancias escritas (Bechis, 2010, p. 96).
17La documentación de la Comandancia de la Frontera Sur del ahpc permite reconstruir los tratos previos y posteriores, permitiendo observar, entre otros aspectos,13 la entrega de 600 yeguas al cacique Painé. Por otra parte, este debía enviar «cada Luna nueba […] pr las quinientas Yeguas qe te dá el amo Rosas pa qe las repartas con los demas caciques».14 Las raciones pasaban así a tener un lugar central en el proceso de circulación y generación de riqueza, produciendo lo que Foerster y Vezub (2011, p. 261) han llamado «la politización del malón como ración».
18A esta altura, es importante insistir en la vinculación entre las reacciones internas que, entre 1838 y 1843, pusieron en jaque a la Confederación rosista (estimuladas por los emigrados y los enemigos externos) y la fragilidad de las paces con los ranqueles. Bastaba con que las raciones estipuladas no se entregaran o se produjera alguna invasión ranquelina para que el conflicto se reanudara. Sin embargo, algunos ataques indígenas no habrían tenido una intencionalidad económica (hacerse de bienes) sino política, sirviendo de advertencia o presentación de fuerzas para negociar en mejores condiciones la paz (Crivelli, 1991; Bechis, 2008, p.118; de Jong, 2011, p. 88). Acorde con esta perspectiva, también se podría pensar que los acuerdos generaban tanta tensión como la que resolvían, porque formaban parte de un proceso conflictuado en sus mismos orígenes por los diferentes intereses económicos puestos en juego, la vigencia de derechos distintos y por representaciones del mundo y de las cosas disímiles (Tamagnini, 1992, p. 191).
19Lo cierto es que los ataques ranqueles que irrumpieron sobre las débiles fortificaciones de la región pusieron probablemente en cuestionamiento el ejercicio del poder territorial por parte del Estado provincial. Para frenar el despoblamiento de la frontera y/o reasentamientos en zonas más seguras dentro de la misma jurisdicción cordobesa fue necesario acordar con los indígenas. Pero la paz no era «solida firme y por consiguiente perpetua» como pretendía su gobernador que, insistentemente, le reclamaba a Painé un año después de haberse acordado el tratado que «solo en vos pende, pr qe todo esta en qe vos digas quiero ya del todo celebrar la paz».15 A continuación se explayaba:
Ya hace cerca de dos años á que me conoses y qe estamos en celebrar esta paz y no la verificamos, y á causa de esto vamos quedando todos pobres y muy escasos de mantención aun nosotros pr qe yo como no hay una paz segura, mantengo hoy en esta Frontera Grande Exto qe consume un gran numero de haciendas, las mismas qe si ya estuviéramos con nuestro tratado de paz celebrado, seria la mayor parte de estas pa vosotros, pr qe desde qe ya no haya guerra las tropas qe yo tengo reunidas en distintos puntos de esta Frontera, y de toda la Provincia iran entonces á sus casas á trabajar pa mantenerse, y entonces yo no tengo la obligación de mantenerlos como ahora qe se hallan con las armas en la mano y con ancias de qe cualqr enemigo los pelee ó de grra pa morir antes qe no vencerlos, pues ya en mis tropas ya estan tambien cansadas de tener grra pr qe esto les priva de estar descanzados al lado de sus familias.
20Para completar la interpretación anterior es necesario señalar que el gobierno provincial le prestó mucha atención a la Frontera Sur no solo por las permanentes hostilidades de los ranqueles sino también por los levantamientos unitarios ocurridos entre 1839 y 1841 que, al ser sofocados, provocaron la huida de muchos de los derrotados a las tolderías ranquelinas, donde fueron recibidos por los ranqueles.
La Frontera del río Cuarto, los ranqueles y los refugiados unitarios
21El sistema político impuesto por Rosas, que se extendió hasta 1852, fue sumamente turbulento, estando marcado por numerosos conflictos al interior del propio federalismo. Tulio Halperín Donghi (1980, p. 404) ubica como uno de los grandes legados del rosismo la consolidación de la paz interna, lograda a costas de una politización facciosa que se valió de instrumentos como la propaganda y el terror para anular cualquier tipo de oposición. En ese marco, todos los que desafiaban su voluntad pasaron a ser perseguidos y catalogados como salvajes, bárbaros, traidores, apóstatas, vándalos, inmundos, asquerosos, etcétera.
22Entre 1838 y 1843 el sistema federal fue sacudido por una serie de conflictos armados que lo pusieron en crisis (Libres del Sur, conspiración de Maza, campaña de Lavalle, Coalición del Norte, bloqueo francés). Eso hizo que el control del espacio político alcanzara niveles superlativos de violencia y ejercicio de la coerción, con escaso lugar para el disenso. El máximo nivel de terror se vivió entre 1840 y 1842 y puso en fuga a muchos opositores que tuvieron que refugiarse en el Uruguay, principal centro de recepción de los exiliados antirrosistas. Muchos unitarios del interior se dirigieron a Chile y otros terminaron asilados en las tolderías indígenas de las pampas.
23La provincia de Córdoba también se vio sacudida por estos levantamientos e insurrecciones. Lo enmarañado de los acontecimientos hace que no sea una tarea sencilla ofrecer una síntesis de la oposición al gobierno de López durante el «bienio terrible» de 1839 y 1840 (Ferrero, 1999, p. 78), con repercusiones en el espacio fronterizo del sur provincial. En 1839 estallan en diferentes puntos de la provincia dos revoluciones que cuestionaban la orientación política del régimen y que contaban con apoyo armado en provincias limítrofes. Uno de estos levantamientos, que concluyó con el fusilamiento del ex gobernador Pedro Nolasco Rodríguez, hizo que se redoblara la vigilancia en la línea de frontera del río Cuarto. Al respecto, es importante tener en cuenta la función que tenían los fuertes en estos momentos tan sacudidos por las guerras civiles, dedicados no solo a proteger las propiedades existentes y defender el corredor que vinculaba el litoral bonaerense con el norte, Cuyo y Chile, sino también «controlar el ingreso a la provincia de elementos contrarios al gobierno» (Romano, 2002, p. 258).
24Los movimientos del año siguiente fueron más graves aún porque estaban conectados con la Coalición de Norte y la insurrección del general Juan Lavalle en el litoral. Todo ocurrió muy rápidamente: de manera preventiva, López se dirigió hacia La Carlota, dejando el gobierno en manos del presidente de la Legislatura, que fue destituido por fuerzas vinculadas a Lavalle y Lamadrid, quien finalmente ocupó Córdoba en octubre de 1840. Cuando esto ocurrió, el comandante de la Frontera del Río Cuarto, el coronel Juan Pablo Sosa, le pidió al cacique Painé ayuda para reforzar las tropas federales, prometiéndole a cambio una gratificación de 500 yeguas. Simultáneamente, el refugiado Manuel Baigorria se habría negado a marchar sobre Río Cuarto porque no quería enfrentarse con Lamadrid que había sido su «superior y compañero de armas» (Baigorria, 1975, p. 89). En cambio, se comprometía a desplazarse junto con Pichún sobre San Luis en apoyo de los unitarios de Videla,16 su jefe anterior, que le había pedido su ayuda para deponer al gobierno federal de esa provincia (Baigorria, 1975, p. 93).
25Después que Lamadrid entró en Córdoba, envió una división a perseguir al gobernador López en tanto que otra marchó hacia Río Cuarto para combatir al comandante Sosa. En la vanguardia de esta última fuerza se encontraba José Celman, que fue nombrado rápidamente Comandante de la Frontera Sur, responsable de remitir a los prisioneros más comprometidos a la capital provincial (Pablo Sosa y Pedro Bargas, entre otros). En el ínterin, Celman debió recibir a los enviados de los caciques Painé, Pichún y Calvan. Pero ya en noviembre, Lavalle fue derrotado por el jefe rosista Manuel Oribe en Quebracho Herrado, quien entró a la ciudad, seguido poco después por Manuel López. Con sus tropas deshechas, los generales unitarios abandonaron Córdoba en el mes de diciembre.
26A continuación, sobrevino una terrible represión de los alzados, quedando la ciudad teñida en sangre. Para no complicarse en la reprimenda, a principios de 1841, López volvió nuevamente a la frontera del Río Cuarto para concluir con los unitarios dispersos en el sur de Córdoba. Allí permaneció prácticamente todo ese año y buena parte del siguiente. Rosas también sumó sus fuerzas a la persecución y ejecución implacable de gran cantidad de vecinos, enviando a Río Cuarto una división de 600 hombres (Barrionuevo Imposti, 1988, p. 163; Ferrero, 1999, p. 80).
27La represión fue complementada por los destierros y confiscaciones de bienes a los revolucionarios comenzando por los de José Celman, que aún cuando habría encontrado refugio en los toldos ranqueles, habría evitado que la totalidad de su hacienda fuera embargada por el juez territorial, merced a un ardid muy conocido en el mundo rural: contramarcar su ganado vacuno y yeguarizo con marcas pertenecientes a su esposa e hijos. Frente a la sospecha de que esto estaba ocurriendo, Pedro Bargas llamó a declarar a algunos vecinos que habían trabajado con Celman y su mujer. Uno de ellos, Celestino Fernández, que se había desempeñado como su capataz, dejó el siguiente testimonio:
Preguntado: como besino del Distrito de las Peñas y Capataz qe ha sido de Da. Josefa Argüello en qe poderes se hallan haciendas de toda especie de las pertenecientes al marido de esta Salvaje unitario Jose Celman esto es al presente, y quienes hallan hechado mano en esta epoca anterior, ya sean del lugar, ya de otros Departamentos, ó ya de los de la misma casa, como ser dha Sra., su Yerno, Esclavos, Agregados ú otras personas, individualíselo todo con claridad nombrando las personas expresando el numero y calidad de cada especie de qe haya visto hechar mano, y los meses y dias en qe haya sucedido, desde el 10 de octube del año pasado á esta parte: Dijo: que con respecto a todo el contenido de lo qe se le interroga, solo puede instruir que el veinte y ocho veinte y nueve de Marzo ultimo entro á servir de capatas de dha Señora á cuyo nombre lo contrato pr un año su Yerno D. Marcos Juárez, quien inmediatamente procedio á hacerle marcar toda la hacienda de toda especie bacuna y yeguariza qe se pudo ir reuniendo de la perteneciente al anunciado salvaje unitario Jose Celman la cual conforme se iba contramarcando con las dos marcas de las qe este huzaba qe entrego el Juez Don Marcelino Berrotarán con dho fin, una parte se marcaba con una marca qe se distinguia pr de la expresada Sra. Da Josefa al lado del montar y con la misma al lado del lazo se marcaba pa su hija Da Borja: con otra marca se marcaba al lado del montar pa el salvaje hijo de aquellos Lucas Celman, y con otra qe es la qe huso Don Marcos Juárez se marcaba pa este: que como como Dn Marcos permanecio como dos meses con solo la interrupcion de algunos dias en la indicada operación, en la qe conforme se iba contramarcando y marcando de nuebo, se largaba pr no haber en qe cuidar y ser crioyos, el declarante nunca tubo conocimiento del total numero qe se marco de ninguna especie, pr qe solo Dn Marcos lleva entre si la cuenta, y que ignora la qe este daria al Juez del lugar, y no puede absolutamente formar calculo del numero ni calidad de dhas especies. Que de una majada que andaba perteneciente á dho salvaje Jose Celman de la qe conserva menos de cien obejas pr haber dispuesto de las demas el Jues Territorial, habiendo emigrado con ella el año pasado al Departamento de Calamuchita, dejo en el Rio de San Agustín á Felipe Duarte dose obejas paridas pr no poderlas volver en ese estado á la querencia, y qe son las unicas qe cree se hallavan en otro poder pertenecientes al Estado, pues no sabe absolutamte de otras.17
28La síntesis anterior permite observar que el momento de máximo enfrentamiento entre unitarios y federales se superpone con el conflicto con los ranqueles que, ante un pedido de auxilio de López, pusieron en práctica el doble juego de acercarse a ambos bandos, tratando de recuperar a sus familiares rehenes de los federales, quienes a su vez debían ser canjeados por «todas las cautivas qe tubiesen de todas las Provincias, qe ci querían qe yo les diese alguna china, ellos me habían de dejar otra de las qe traían».18
29Una pieza fundamental de este doble juego fue el coronel Manuel Baigorria, el más conocido de los refugiados unitarios en las tolderías ranquelinas. Este militar, de intensa vida política, había nacido en la provincia de San Luis, donde su familia tenía una estancia en el sur, ubicada en la frontera con los ranqueles. Hacia 1829 habría estado vinculado a las fuerzas del general José María Paz, líder del movimiento unitario del interior. Derrotado este y perseguido por el gobierno de Rosas, habría deambulado varios meses por el sur de San Luis hasta que finalmente en 1831 emigró a las Islas del Chadileuvú donde habría sido recibido por el cacique Yanquetruz, luego por su hijo Pichún y finalmente por Coliqueo. Baigorria permaneció en la tierra adentro veintiún años, retornando a la frontera después de la caída de Rosas. Un cuidadoso uso de los mecanismos de parentesco le habría permitido constituir una extensa red de relaciones políticas y acrecentar su poder y prestigio tanto frente a los indígenas como ante los cristianos.19
30En su examen de las distintas formas en que los indígenas se involucraron en la política criolla, Bechis señala que debería haber sido mucho más fácil la vinculación con los caudillos federales, más experimentados que los unitarios en tratar con tropas irregulares o no veteranas, además de tener más acceso a la gente común (Bechis, 2008, p. 190). Frente a esta observación, es necesario preguntarse por los factores que habrían posibilitado la más difícil articulación con las fuerzas unitarias derrotadas en el sur de Córdoba, sus características y motivaciones. En esta dirección, se sostiene que un elemento que facilitó dicha vinculación fue la particular ubicación de las tolderías ranquelinas en el medanal de la pampa central. Su localización puso a su disposición un amplio campo de acción pero también de negociación que comprendía a cinco de las actuales provincias argentinas: Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires (Ratto, 1996, p. 27). Si se retoma la trayectoria de Baigorria en clave geográfica, se advierte que la ubicación de su estancia en el sur de San Luis le habría facilitado desde su temprana juventud los contactos con los ranqueles. Por otra parte, la proximidad geográfica también permitiría explicar por qué, en diferentes momentos de su exilio en la tierra adentro, acudió a la frontera a auxiliar a los Videla, sus antiguos jefes unitarios en conflicto con el gobierno federal de San Luis (Baigorria, 1975, p. 93).
31Otra variable a tener en cuenta es la temporal: los refugiados no ingresaron a las tolderías todos al mismo tiempo ni en la misma coyuntura. Si bien no se cuenta con información precisa sobre la cantidad de unitarios exiliados en las tolderías, es significativa la referencia que aporta Bechis (1984, p. 514) acerca de una comunidad de más de 600 refugiados en tierra adentro hacia 1834. El excautivo Santiago Avendaño20 señala que gran parte de los que se instalaron entre los ranqueles durante el gobierno rosista lo hicieron bajo la influencia del coronel Baigorria (Hux, 2004, p. 137) que gozaba de reconocimiento entre los indígenas de Yanquetruz y Pichún, con los cuales habría establecido un vínculo de parentesco. En cambio, la relación con Painé habría estado atravesada por numerosas tensiones. Los informes que Pedro Bargas, encargado de las relaciones con los indios, elevaba al gobernador provincial –basados a su vez en la información suministrada por las comitivas que Painé y Curiñan enviaban a la Villa de la Concepción– permiten no solo constatar esta situación sino también los esfuerzos que hacían los dos caciques mencionados por desvincularse de las invasiones sobre Córdoba, responsabilizando de ellas a Baigorria y Pichún:
En este instante acaba de llegar á esta el Capitanejo Curulen con dos indios mas qe biene desde Lebuco donde el Casique Payne, quien conduce pa B. E. la carta de dho Casique qe entrego al qe firma la misma qe adjunto á esta. Que á Payne y demas Indios los dejo buenos. Que quando estubo pa salir de donde Payne le dijo este avisase á V.E. qe tenia sospechas de qe Baygorria estaba dispuesto á salir á invadir con todos los cristianos, y qe en su marcha llegando pr la tolderia del cacique Curuñan qe hoy hace cuatro dias á qe salio de allí, y este le dijo qe le dijese á su nombre á V. E. qe Baygorria efectivamente se hallaba aprontándose con la mayor vrevedad pa marchar á invasión con los cristianos qe el tiene y algunos Indios de los gauchos qe pueden reunírseles. Que uno y otro Casique mandan asegurar á V.E. qe á esta Provincia no invadiran, lo uno qe sobre ellos conosen es la responsabilidad, y lo otro pr qe uno y otro cacique les tienen reconvenido con prebenciones qe á esta Prova no la invadan pr ningun pretesto. Que á juicio de ellos la invacion deben hacerla sobre San Luis ó Corocorto, qe asi lo mandan avizar á V.E. pa su inteliga.21
32La misiva anterior da cuenta de la importancia que tenía para las autoridades fronterizas comprender las complejas relaciones entre los distintos linajes, al tiempo que habilita a considerar la existencia de disidencias entre los dos caciques principales. No obstante ello, los comandantes y encargados de las relaciones con los indios desconfiaban de la información suministrada por estos, interpretando que «no deba tenerse pr berdad en el todo lo qe nos dicen».22 Como bien advierte Bechis, aún cuando fueran aliados o copartícipes, los indígenas no solo peleaban su propia guerra sino que habían aprendido todas las ambigüedades y debilidades de sus camaradas de montonera (Bechis, 2008, p. 190). La insistencia con que las autoridades cordobesas instaban a Painé a hacerse obedecer por Baigorria da cuenta de esta situación:
Amigo Payne: […] tomo la confianza de aconsejarte prives á los Indios de que invadan á ninguna parte, muy especialmente á Baygorria y los unitarios, estos ultimos son los que particularmente te compromenten con todas las Provincias donde invaden pr que todas dicen que bos les permites hagan esos daños pr que sino se los permitieras, cuando llegasen hacerlo los castigarias y evitarias lo hiciesen otra vez desde qe soys el casique Mayor qe govierna á todos los demas y esta en tu mano hacerte obedecer, y qe cumplan lo qe les mandes, y sino te hallan capas de contenerlos en los robos tampoco podran hacerles cumplir ningun tratado de paz que celebren con esos Pueblos donde imbaden. Esto te lo aviso pr qe todos los hombres á quienes le hacen daño lo hablan públicamente á fin qe vos lo sepas y hagas contener á los Indios y unitarios pr el mismo bien de ellos de de vos mismo.
Amo Payne cree esta verdad pr qe de corazon te lo digo y no pienzes qe te la escribo pr ningun otro motivo. Sois mi amigo, lo soy de mi Gobernador y de toda la Provincia de Cordova, y eso basta pa qe no desconfíes de nosotros, aunque te cuenten mil cosas los picaros unitarios pr qe todas son mentiras de ellos lo qe se ben mal.23
33Otra coyuntura política que provocó el ingreso de unitarios a los toldos fue la vinculada con la revolución de Lamadrid (1840) que termina con varias figuras de renombre refugiadas en las tolderías. En páginas anteriores se ha mencionado a José Celman,24 que habría tenido un rol muy destacado entre los ranqueles ya que se habría desempeñado como chasque de Painé.25 Aunque aún no se ha logrado reconstruir sus trayectorias, otros cabecillas rebeldes que escaparon en dirección sur son Jenaro Ricabarra, Lorenzo Cabral y Juan Agustín Freytes.26
34Los toldos ranquelinos también ofrecieron refugio a los puntanos Juan, Felipe y Francisco Saá, que habían servido a las órdenes de Paz y Lavalle. En este caso, el ingreso se produjo luego de la derrota que le infligieron las fuerzas de Aldao27 en el combate de Las Quijadas, en enero de 1841. Los hermanos Saá habrían vivido durante siete años con los ranqueles aunque cerca de los toldos de Painé porque desconocían la autoridad de Baigorria (Hux, 2004, p. 138). Luego regresaron a la frontera, involucrándose en la vida política de San Luis y luchando contra quienes antes los habían hospedado (Chávez, 1968).
35Otra variable a tener en cuenta es el motivo por el que se exiliaban. En este punto vale la pena tener en cuenta la omnipresencia en los toldos de «renegados y refugiados cristianos» desde la lejana colonia (Villar y Jiménez, 2011, p. 120). Sin embargo, la práctica contempla algunos matices, como los que propone Salomón Tarquini cuando distingue entre los refugiados que en forma individual y por razones particulares se «iban a los indios» de aquellos cuya inserción era decidida por superiores y se incorporaban masivamente como parte de contingentes militares (Salomón Tarquini, 2004, p. 165).
36En relación con la particular coyuntura que se analiza en este trabajo, si bien se podría presuponer que el principal motivo es el conflicto político entre unitarios y federales, el espectro pareciera ser más amplio. La documentación de la comandancia militar permite constatar no solo la existencia de numerosos desertores de las milicias sino también las dificultades que tenía el gobierno de Córdoba para mantener la integridad de la tropa y el escaso efecto de las medidas que se implementaban para enfrentar el problema. Así, por ejemplo, en medio de las negociaciones diplomáticas con Painé, López le escribe al cacique avisándole que han «desertado dies y seis hombres de mi tropa, y pueden hir halla donde está U. con mentiras á engañarlo». A continuación, le pide:
en caso llegue á hir esta mi gente, agarremelos y mandemelos bien atados, por que tambien vá entre estos el que lastimó a su hermano, que recien se há sabido, ahora después que se han hido quien habia sido. mandemelos con su gente que Yó los hede regalar alos que me los traigan. mucho le encargo amigo que no se deje engañar con esos hombres si van donde esta Usted, como se lo dira su prenda que le mando; por que precisamte hande hir con mentiras para que Usted los admita y defienda, pero no les crea nada […]28
37Los refugiados en las tolderías ranquelinas establecieron nexos sociopolíticos con los ranqueles, visibles en la participación conjunta en las invasiones sobre las poblaciones fronterizas. El siguiente informe que Pedro Oyarzabal le dirigió a Manuel López en junio de 1843 constituye un buen testimonio de cómo era percibida la turbulenta guerra civil por un comandante de frontera apostado en un pequeño fuerte de la frontera interior y las múltiples fuerzas que se articulaban en contra del rosismo, dentro de las cuales los ranqueles eran una pieza estratégica:
Por el paysano Manl Monje vecino del Pergamino Prova de Bs. Ays qe se le permitió entrar tierra adentro con Curuan hermano de Payne al objeto de rescatar un hijo qe los Indios le cautivaron en invacions anteriors y qe ayer se me presentó de regreso, tenemos los conocimtos siguientes: Que segn el cacique Payne le ha dho, los invasors en el mes pasado á Pabon y el Arroyo del Medio han sido en numo de mas de ochocientos entre Borogas, Ranqueles y Salvags unitarios: á saver 443 (o 93) a lanza, ciento y tantos de bola y 200 y pico de los renegados qe capitanea Baygorria. Que hán llebado como 80 familias y muchas haciends Yeguarizas y ganados bacunos. Que de estas ha visto traerle de regalo a Payne pr algs indios varios retasos ó tropillas, y qe tambn ha visto muchas pr los toldos donde, en vusca de su sitado hijo, ha tocado. Que no recuerda el nombre de los Casiques de la referida invasión aunqe Payne se los nombró a todos, pr no conocerlos ni haver visto mas Casique qe a Curritipay Borogano qe vino á visitar á Payne después del regreso de aquella. Que les ha visto muy muchas caballadas en todas las tolderias, qe tienen con mucho cuidado muy gordas: qe todos los dias varean las de pelea y hacen exercicios de lansas. Que Payne le contó haverle llegado cien hombres del Sud á Baygorria, qn con ellos y 25 satafesinos qe se le presentaron ahora poco tiempo diciendole haver andado perdidos en las pampas, ha armado una División de mas de 300 hombres. Que como esos 100 hombres llegaron á tiempo qe Baygorri marchaba á la invasión espresa del mes pasado, le acompañaron alguns. Que al concluirse la luna de Mayo estubo Payne aguardando le llegase una Indiada de arriba, y como tardase quedaba á la salida del qe hace este relato con mucho cuidado profiriendose qe habria sucedido, o pr qe no havrian arribado todavía. Que lo mas sustancial qe comunica el predicho Manl Monje, y lo mismo qe se trasmite al Supor conocimto de V.E: pa las medidas qe estime convenientes, pr cuanto la circunstancia del arribo reciente de los 100 hombres del Sud, agregada á la sublevacn de las Indiadas del Casique Ayllan aliado al Exo Gobno de Mendoza, qe positivamte há tenido lugr de poco tiempo á esta parte, arrojan la idea de que los Indios movidos pr algunos resortes secretos bien sea de la Republica, ó fuera de ella se ocupan en algn gran plan concebido por los maquiabélicos designios de los Salvages Unitars en sus ultimos restos de desesperación, permitiendosé el infrascripto revelar á V.E: que a su juicio, no pueden proceder los mensionados cien Salvages de otra parte por falta de cien Salvags de otra parte, por falta de antecedentes relativos qe de los emigrados en Chile, y quizás entre ellos aparesca improvisamte el celebre Salvage Chacho, cuyo descubrimto se ha ordenado recabe sigilosamente en el estado de embriaguez de los Indios Antemay y Cheaquenao qe arribaron anteayer el leguaraz Aguayo, pero no se les ha podido arrancar otra cosa que el haber arrivado una Indiada de arriba que le ha venido á Payne, sin confesar con que obgeto.29
38El extenso informe de Oyarzabal permite observar que los nexos entre los «salvajes unitarios» y los «bárbaros indígenas» eran complejos. Entre sus componentes principales se encuentran los «renegados qe capitanea Baygorria», los santafesinos que andaban «perdidos en las pampas», «cien Salvages […] de los emigrados en Chile», caciques ranqueles, boroganos, del sur de Mendoza, etcétera. El comandante teme también que el plan sobre el que los indígenas que llegan a Río Cuarto le informan incluya al «celebre Salvage Chacho» Peñaloza que, después de la derrota de las fuerzas de Lavalle y Lamadrid (a las que había apoyado), había tenido que huir a Chile en 1841. Al año siguiente regresó como parte de una campaña organizada por los exiliados unitarios en el país trasandino. Aunque no se habría internado en territorio indígena, la documentación consultada permite afirmar que tuvo un rol destacado en la articulación entre los unitarios, el refugiado coronel Baigorria y las fuerzas indígenas:
se introdujo donde Baygorria un tal Juan Billegas puntano con comunicacions qe esparcieron ser del salbaje chacho escritas recientemte desde San Juan donde decian hayarse: qe con el mismo Billegas llego una tropa de arrea con cargamento pa Baygorria, la qe ya regrezo con sal dejando á Billegas con Baygorria: qe ignoran el nombre del arriero po qe de San Luis saben procedia.30
Conclusiones
39El sur de Córdoba reconoce una dinámica histórica que lo vincula con los espacios fronterizos del siglo xix. Esta situación no impide, sin embargo, pensar en sus especificidades, derivadas en parte de su ubicación en el tramo central de la línea militar que, hasta la denominada Campaña al Desierto de Roca en 1879, atravesó el territorio pampeano.
40Otro de los elementos que dotaron a este espacio de un carácter distintivo fue la presencia en los toldos ranquelinos de numerosos refugiados políticos, como los unitarios que, desde comienzos de la década de 1830, escapaban del terror impuesto por el rosismo. El examen de la vinculación entre los «salvajes unitarios» y los «bárbaros del sur» permite constatar diversas cuestiones. La primera tiene que ver con la naturaleza de la Frontera Sur de Córdoba en tanto estructura social que conjuga la historia indígena que viene del «fondo de la tierra» con las fuerzas sociales «cristianas» que resistían a los distintos poderes estatales. La segunda repara en la particular trayectoria de los ranqueles en las pampas, articulando permanentemente con diversas fuerzas sociales que se oponían a los diferentes gobiernos. En un momento en el que las otras parcialidades habían sido controladas a través del negocio pacífico, la definición de los ranqueles como enemigos que hizo el rosismo estuvo en buena parte determinada por esta capacidad de los «bárbaros del Sud» para vincularse o combinar sus acciones con otras fuerzas sociales, en este caso los «salvajes unitarios». En el marco de las sociedades indígenas que ocupaban el territorio pampeano y norpatagónico en el siglo xix, esta estrategia militar, diplomática y política, ranquel, se reveló eficaz porque puso en jaque el ejercicio de la autoridad por parte del gobierno cordobés.
Comentario al texto
41Eugenia Néspolo
Univesidad Nacional de Luján, Argentina
Todo sucede en la Frontera Sur de Córdoba
42El trabajo de Marcela Tamagnini analiza la conflictividad interétnica en la Frontera Sur de Córdoba en los tiempos del rosismo, momento peculiar, adjetiva la autora, en tanto las luchas políticas entrelazadas, simultáneas y superpuestas, en la que se vio envuelto este incidió directa o indirectamente en las relaciones fronterizas.
43La vinculación entre los ranqueles y los unitarios que buscaron refugio en sus tolderías provocó prácticas políticas particulares por parte del Estado provincial, particularmente de Manuel Quebracho López, con acuerdos transitorios, entregas de yeguas, entrega de arados, maíz, etcétera. Al respecto es interesante recordar aquí una cita de la autora:
Las tratativas de 1840 dan también cuenta de la introducción de las prácticas agrícolas cristianas entre los ranqueles, ya que se encomendaba a Painé que eligiera un lugar para que el gobierno de Córdoba le mandara «Bueys, Arados, mais, sandias y sapallos qe te siembren á vos y los demas caciques, y tambien qe te trabajen algunas casas buenas ciquieres, pa qe vivan mejor».
44El análisis del documento, como otros, le permite poner en evidencia cómo en el discurso político de los poderes locales y de la autonomía provincial, Rosas gravita en la representación de estos y en las negociaciones con los caciques. Particularmente, la cita también permite retomar otra arista importante del proyecto de investigación de Tamagnini enunciado al inicio del escrito, que si bien no retoma implícitamente en los enunciados argumentativos consecuentes, desde una lectura reflexiva y atenta al corpus documental que analiza la autora, se evidencia que en la Frontera Sur de Córdoba: «la sociedad que allí se gestó quedó marcada por [esa] matriz cultural». Matriz que «compartió un conjunto de relaciones que permiten definirla como estructura social violenta y conflictiva», afirma. Propuesta que sostiene explicitando cómo, durante la colonia y en la etapa republicana, indios y cristianos se hostigaron permanentemente, peleando por un territorio que cada uno creía propio. Los ataques de los ranqueles irrumpieron sobre las débiles fortificaciones de la región y pusieron «probablemente en cuestionamiento el ejercicio del poder territorial por parte del Estado provincial», pero como indica Tamagnini los acuerdos, la paz, tuvieron sus momentos. La trayectoria de los ranqueles y sus relaciones con diversas fuerzas sociales que se oponían a los diferentes gobiernos, por consecuencia, son también el eje central del exegético análisis.
45Sobre esto, otro de los puntos interesantes que pone en reflexión el escrito es que a la historia argentina se articula o se integra la historia indígena y que ambas forman parte de un único proceso. Aspecto que incluye o aúna los trabajos que componen este libro, dando cuenta acabada de un aporte importante al conocimiento.
46El indígena, el refugiado, el unitario, el poblador, el vecino miliciano, el comerciante, el gaucho, el cristiano exiliado, el perseguido político de las tolderías, el comandante de la frontera, el gobernador, son los personajes que se analizan, desde un corpus documental inédito y édito que consiente ponderar esta frontera como un espacio social y político que se imbrica en el proceso de construcción de los poderes locales provinciales y la organización y consolidación de un Estado nacional. En esto, las representaciones y las prácticas políticas interétnicas que ofrece el trabajo me estimulan a repensar la matriz cultural que propone la autora como una matriz política también. Matriz que detenta un desafío analítico para definirla no solo como una estructura social violenta y conflictiva, sino atravesada también por acuerdos políticos que darían cuenta de una complementariedad política y económica, que incidió en la sociedad que se gestó en la frontera sur de Córdoba y en otros poderes locales y provinciales.
47En suma, la lectura y relecturas del trabajo avizora que «todo sucede en la frontera Sur de Córdoba». Terreno complejo de argumentar en este comentario, pero la investigación evidencia el desafío en cada uno de los acontecimientos, personajes y situaciones que aborda.
48Al respecto muchos son los interlocutores que se analizan; menciono al coronel Manuel Baigorria, el más conocido de los refugiados unitarios en las tolderías ranquelinas, militar, vecino miliciano en sus orígenes, hacendado vinculado con las fuerzas de José María Paz. Porque su trayectoria política terminó brindando historias, relatos de su permanencia con los ranqueles, que el trabajo me convocó a releer. Sobre este particular me dispenso compartir un párrafo del libro recopilado por P. Meirado Hux, sobre Santiago Avendaño: Usos y costumbres de los Indios de la Pampa.
Hay otro ejemplo (ocurrido en la casa del cacique Pichuiñ) que presencié y justica lo dicho. Y seguramente habría también algunos cristianos que lo sabrían explicar tal como yo; porque el Coronel don Manuel Baigorria tenía algunos hombres en su compañía. El caso es que cayó enfermo el hijo mayor del Gran Pichuiñ, que era un joven de unos 24 o 25 años de edad. Antes de enfermarse se preocupaba en promover un tratado de paz que […] Pichuin, hombre de alma grande y moderada, siempre se valía de este cristiano desgraciado. Y si este había ido a aislarse allí no era porque lo persiguieran por crímenes, sino por su opinión (política). Años hacía que el refugiado Baigorria estaba bajo la protección de este cacique. En cuanto a compadecerse del infortunio de otros, Baigorria le había dado un ejemplo de esa virtud, al compadecerse de su padre Llanquethruz. Siempre que Pichuiñ proyectaba algo, no lo hacía sino después de que su querido Lafthara-main (sobrenombre de Baigorria) le decía si convenía hacerlo o no. […] Así es que este último aprovechaba lo que ignoraba, diciéndole que las mujeres eran ya infelices por su naturaleza; que ellas no tenían la más mínima culpa de la muerte de ninguno; que solo el Omnipresente era quien disponía. (pp. 64-68)
49Extracto que recupera parte del relato del capítulo «Muerte y entierro entre los ranqueles», que si bien reclama nuevas lecturas desde la historia antropológica o desde la antropología histórica y/o etnohistoria, es atendible para coincidir con la autora que la matriz cultural que se generó en la Frontera Sur de Córdoba estructuró la sociedad que se gestó en tiempos del rosismo.
50Sin desatender el desarrollo historiográfico de las últimas décadas, el texto de Marcela Tamagnini evidencia la jerarquía de los estudios de frontera y la prioridad de estos para superar «relatos históricos capitalinos bonaerenses», y dotar de un saber histórico sin maniqueísmos interpretativos propios de la historias de los Estados nación contemporáneos. Porque, ya sabemos que los Estados determinan fronteras, límites de territorialidad acotada y disputada entre grupos étnicos; pero los espacios de fronteras interétnicos del siglo xviii y xix en la región pampeano-araucana, ¿generaron prácticas políticas y autoridades y/o poderes locales que incidieron en la matriz política cultural del Estado nación argentino?: un interrogante.
51La síntesis, resumen y/o reflexión final exige indicar que todo sucede en la Frontera Sur de Córdoba en el siglo xix, antesala del proceso de construcción y consolidación del Estado nacional.
Réplica de la autora
52Agradezco a Eugenia Néspolo sus comentarios, que me invitan a argumentar sobre por qué la violencia es una de las principales claves para entender la frontera interétnica y su estructura de relaciones sociales en toda su larga duración. Este marco interpretativo ha guiado mis estudios sobre la Frontera del Río Cuarto durante el período de la Organización Nacional (1850-1880). A través de él, he advertido que las fronteras con poblaciones indígenas del siglo xix encierran un potencial de tensión estructural que estaría inscripto en sus mismos orígenes, en tanto ellas fueron el resultado de los actos de conquista de los españoles que pretendían imponer su dominio sobre los indígenas del extremo sur del continente. Desde la colonia, los acontecimientos de violencia que tuvieron sede en ella fueron numerosos: malones indígenas que arrasaban con el ganado y los cautivos, operaciones militares convertidas en malocas de saqueo a las tolderías; indígenas entregados en calidad de rehenes o capturados y deportados a la lejana Banda Oriental (cuando no eran entregados a familias pudientes de la región), acciones punitivas sobre los toldos emprendidas por los mismos estancieros, cremación pública de cadáveres y heridos indígenas en los fortines, etcétera.
53Pero las múltiples manifestaciones de la violencia física se extendían hasta incluir otras modalidades mucho más sutiles, entre las que podemos mencionar el no cumplimiento de la palabra pactada por parte de los militares, el regateo de que eran objeto los indígenas cada vez que se acercaban a los fuertes de la línea a buscar las raciones prometidas, la entrega de productos de mala calidad, la tergiversación de lo pactado en los tratados de paz, la obligación que tenían los «indios amigos» de prestar el servicio militar, el traslado forzoso a las misiones religiosas, la manipulación de los cuerpos de los cautivos y prisioneros, entre otras (cf. Tamagnini y Pérez Zavala, 2011).
54Lisón Tolosana dice que lo que genera y fortalece la violencia interétnica es la matriz cultural, ya que por una parte provoca enfrentamientos y, por otra, ofrece mecanismos para resistirla o sufrirla. Si bien la lucha entre tradiciones, lenguas, naciones o etnias no sería ni necesaria ni inherente, son las raíces culturales las que hacen que el antagonismo latente sea básico y permanente (Lisón Tolosana, 1997, p. 190). En ese sentido, considero que buena parte de los acontecimientos y experiencias que tuvieron lugar en la frontera registran un carácter doloroso, sangrante y muchas veces mortal dando cuenta de por qué en definitiva, y parafraseando a Foucault (1995, p. 180) no pueden ser nunca reducidos a la forma apacible del lenguaje y del diálogo.
55Lo anterior no significa desconocer la superposición de escenografías que presenta la Frontera Sur, en la cual podemos observar no solo la desgarradora experiencia de la guerra sino otra mucho más compleja y sutil, en la que se cruzan negociaciones, pedidos y envíos de regalos, etcétera. Pero como señala Grimson (2003, p. 16), las zonas fronterizas no son solo lugares de cruce y diálogo, sino básicamente espacios de conflicto, estigmatización y desigualdades crecientes. La existencia de vínculos no equivaldría a ausencia de conflicto. Por ello, asumo la perspectiva de que la matriz cultural que atravesó la Frontera Sur fue violenta y conflictiva.
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Tell, S. (2008). Córdoba rural, una sociedad campesina (1750-1850). Buenos Aires: Prometeo.
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Notes de bas de page
1 El trabajo forma parte del proyecto «La Frontera Sur y la formación del territorio sur cordobés», subsidiado por la secyt-unrc.
2 La autora transcribió los documentos presentes en el archivo, sin modificar la escritura. Los nombres son los originales, también las letras voladitas que aparecen en algunas palabras. [Nota de la edición].
3 En ese marco, el 20 de diciembre de 1825 los comisionados de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe suscribieron con los ranqueles el Tratado de la Laguna del Guanaco, unos 100 kilómetros al sur de Río Cuarto. Los vecinos de la Villa de la Concepción, Pedro Bargas y Pedro de Bengolea tuvieron un rol protagónico (Barrionuevo Imposti, 1988, p. 35).
4 Los unitarios que seguían a José María Paz habrían concretado una alianza con los ranqueles en noviembre de 1829 (Bechis, 2008, p. 123).
5 Los hacendados porteños realizaron aportes privados para financiar esta campaña. Según Ternavasio, hasta los viejos unitarios que habían apoyado al Partido del Orden solventaron los gastos de la campaña, en tanto la consideraban indispensable para defender sus intereses (2009, p. 190).
6 También Villar y Jiménez consideran que el objetivo no cumplido de la Campaña al Desierto de Rosas fue terminar con los ranqueles. Si bien estos se vieron reducidos a su mínima expresión, lograron mantener una posición confrontativa a lo largo de la década de 1830 (Villar y Jiménez, 2011, p. 123).
7 Mayol Laferrrere (1996, p. 123) y Bechis (2008, p. 195) comparten que Yanquetruz no sería ranquel.
8 Manuel López había nacido en Pampayasta, donde su familia tenía una estancia. En su juventud fue Comandante del Departamento Tercero Arriba, con sede en Villa Nueva.
9 Según Tell (2008, p. 277), la importancia que había adquirido el ovino en el departamento Río Cuarto se ve reflejada en el hecho de que el número de cabezas que tenían los propietarios del departamento Río Cuarto era muy superior al que se necesitaba para la reproducción de la majada y el consumo de una familia promedio (desde 75 hasta 3200 cabezas).
10 Los otros fuertes y fortines que conformaban la línea cordobesa eran los de La Carlota (El Sauce), Reducción, Concepción, Santa Catalina y San Fernando. Algunos autores (Mayol Laferrere, 1980, p. 28; Barrionuevo Imposti, 1988, p. 208) mencionan también la existencia de un fuerte en Rodeo Viejo, en las nacientes del río Cuarto, erigido en 1837. Debió de tratarse de una fortificación muy pequeña porque no aparece mencionada como tal en la documentación oficial de la época.
11 Traducción fiel qe ha hecho Simón Cuevas nombrado Interprete de la Comision qe trae pa proponer la Paz al Gobno de Corda Indio Nagüelpan. Concepción, 12 de marzo de 1840. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1840, tomo 171, letra E, f. 281.
12 Rte: Manuel López a Painé. Villa de la Concepción de Río Cuarto, 14 de mayo de 1840. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1840, tomo 168, letra B, leg. 9, f. 192.
13 Las tratativas de 1840 dan también cuenta de la introducción de las prácticas agrícolas cristianas entre los ranqueles, ya que se encomendaba a Painé que eligiera un lugar para que el gobierno de Córdoba le mandara «Bueys, Arados, mais, sandias y sapallos qe te siembren á vos y los demas caciques, y tambien qe te trabajen algunas casas buenas ciquieres, pa qe vivan mejor» (Rte: Manuel López a Painé. Villa de la Concepción de Río Cuarto, 14 de mayo de 1840. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1840, tomo 168, letra B, leg. 9, f. 194).
14 Rte: Manuel López a Painé. Villa de la Concepción de Río Cuarto, 14 de mayo de 1840. Recuperado del AHPC, Fondo de Gobierno, año 1840, tomo 168, letra B, leg. 9, f. 194.
15 Rte: Manuel López al cacique Painé. Cuartel General en la Concepción, 30 de enero de 1842. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1842, tomo 182, letra C, leg. 5, f. 281.
16 Un poco después, otra autoridad fronteriza de Río Cuarto (Pedro Bargas) define a Pablo Videla como «Uno de los caudillos qe encabeza aquella raza maldita». Agregaba que este tenía «mucha relacion con los Indios del Sud y de igual modo con el Apostata Baygorria pues ha estado algun tiempo entre ellos y con los Indios tiene mayor prestijio» (Rte: Pedro Bargas a Manuel López. Concepción, 11 de junio de 1842. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1842, tomo 184, letra E, leg. 1, f. 187).
17 Villa de la Concepción del Río Cuarto, 30 de noviembre de 1841. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1842, tomo 184, letra E, leg. 1, f. 1 y 2.
18 Traducción fiel qe ha hecho Simón Cuevas nombrado Interprete de la Comision qe trae pa proponer la Paz al Gobno de Corda Indio Nagüelpan. Concepción, 12 de marzo de 1840. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1840, tomo 171, letra E, leg. 2, f. 282.
19 Para ser aceptado por los ranqueles, ni bien llegó a las tolderías Baigorria consintió en ser adoptado como hermano por el capitanejo Raimán y luego como hijo por el cacique principal Yanquetruz. Posteriormente, usó sus prerrogativas de hermano y de tocayo con los hijos de este y, a la muerte de Pichún buscó perpetuar una alianza con Coliqueo mediante el casamiento con una de sus hijas, aunque ya no vivía permanentemente en tierra adentro (Roulet, 2004, p. 222 y 225).
20 Avendaño también da cuenta de la disposición que tenían los ranqueles a dar hospitalidad a cualquiera que fuera a refugiarse entre ellos. Aunque también señala que en algunas oportunidades no eran «compasivos con los desgraciados que llegaban a pedirles refugio» (Hux, 2004, pp. 136-141).
21 Pedro Bargas al Gobernador de Córdoba Manuel López. Concepción, 5 de agosto de 1842. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1842, tomo 184, letra E, leg. 1, f. 189. [El destacado es del autor].
22 Pedro Oyarzabal a Prudencio Rosas. Villa de la Concepción, 9 de agosto de 1843. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1843, tomo 190, leg. 3, f. 265.
23 Pedro Bargas al cacique Paine. Villa de la Concepción del Río Cuarto, 19 de octubre de 1842. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1842, tomo 184, letra E, leg. 1, f. 280 y 281.
24 Halperín Donghi (1980, p. 340) da cuenta de un juez Celman que habría sido en realidad un hombre fiel a los Reinafé. No se ha logrado aún establecer si se trata del mismo individuo.
25 Cacique Painé a Manuel López. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1842, tomo 182, letra C, leg. 5, f. 78.
26 El destino de cada uno habría sido diferente. Mientras Lorenzo Cabral habría sido devuelto por Painé a Rosas (que lo terminó fusilando), Ricabarra habría regresado junto con el gobernador López. Agustín Freytes estaría vinculado en cambio con los sediciosos de Santa Fe y no con los de Córdoba.
27 José Félix Aldao había sido electo gobernador de la provincia de Mendoza en 1841, ejerciendo el cargo hasta poco antes de su muerte en 1845.
28 Manuel López al cacique Painé. Córdoba, 23 de junio de 1840. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1840, tomo 168, f. 198. [El remarcado es nuestro].
29 Carlos Amizaya a Manuel López. Concepción, 9 de junio de 1843. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1843, tomo 190, leg. 3, f. 359 y 360. [El destacado es del autor].
30 Pedro Bargas a Manuel López. Concepción, 12 de setiembre de 1842. Recuperado del ahpc, Fondo de Gobierno, año 1842, tomo 184, letra E, leg. 1, f. 257.
Auteur
Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina
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