Capítulo 4. El desarrollo aquí y allá: imágenes y representaciones del desarrollo en el imaginario transfronterizo1
Résumé
Las formas de representación del espacio van delineando los contornos de una geografía social y cultural de los diferentes territorios. En ella, el espacio vivido adquiere una morfología que es diversa y en constante mutación, toda vez que es el resultado de los procesos sociales, políticos, culturales y económicos que van otorgando sentido en dicho espacio a sus diferentes actores.
El seguimiento de las formas mediante las cuales se ha inspirado la planificación urbana y las maneras en que la ciudad se va representando, genera un imaginario en torno a algunos conceptos que han marcado de manera decisiva el derrotero de su geografía viva. Es el caso de las ideas de progreso, desarrollo, naturaleza y ciudad, entre otras.
El presente trabajo busca explorar y reflexionar comparativamente sobre procesos urbanos y territoriales que han acompañado los discursos del desarrollo en las ciudades de Concepción (Chile) y San Carlos de Bariloche (Argentina), de modo de discutir en torno a los imaginarios del desarrollo en ambos lados de la cordillera, en sitios que se constituyen en centros de referencia de regiones inmediatas.
En este ejercicio, la interpretación sobre el espacio, así como el reconocimiento de los imaginarios geográficos, se van a centrar en procesos que se desarrollan en la segunda mitad del siglo xx. Desde esta perspectiva, se va a tomar como antecedente el período previo, largamente estudiado en el caso argentino, pero se hará hincapié en la problematización de las dinámicas de desarrollo que se instalan en la segunda posguerra. El contexto de los modelos de crecimiento que se proponen para América Latina se presenta como el marco para revisar la consolidación de la territorialidad de sectores puntuales de las patagonias chilena y argentina.
Texte intégral
Dos ciudades, dos visiones, dos historias que se encuentran en un lugar común: el desarrollo como condición
1Hablar del desarrollo en América Latina es hablar de la noción de progreso. Esta dinámica de carácter geopolítico puede ser entendida no solo como una estrategia de planificación, sino también como una ideología o incluso como una creencia (Rist, 2007; Aliste y Musset, 2014), asociada a un cierto destino que se busca plasmar en el espacio (Navarro Floria, 2007).
2En tanto, desde mediados del siglo xix, se desarrollaron diferentes estrategias para definir lineamientos y acciones para fortalecer las bases productivas en el marco de la división internacional del trabajo, y se fue instalando una noción de progreso y modernidad que reforzó el carácter monolítico de la idea que más tarde sería entendida como la noción de desarrollo. Ya desde la segunda posguerra, y en línea con el carácter monolítico adjudicado al progreso, se forjó el supuesto de subdesarrollo para las naciones latinoamericanas; desde instancias como la cepal u otras agencias vinculadas con la Alianza para el Progreso (Aliste y otros, 2013) se fueron instalando ideas de orden hegemónico en torno a la noción del bienestar social y seguridad, dando lugar a lo que Escobar (1996) denominaría la invención del tercer mundo.
3En este sentido, el derrotero histórico geográfico de las ciudades de San Carlos de Bariloche en la Argentina y Concepción en Chile, como áreas alternativas a los espacios centrales de la Argentina y Chile e inscriptas en territorios patagónicos, permiten plantear cuando menos algunas ideas tendientes a ampliar la discusión en torno a la noción de desarrollo y su significado ambiental y territorial al mirarlo en el largo plazo y en una exploración orientada a entender los imaginarios geográficos que resultan de las prácticas discursivas que le dan soporte en el tiempo. De esta forma, se propone una lectura temporal y espacial para explorar los imaginarios geográficos que emergen desde la noción de desarrollo y los discursos que la acompañan en su mirada espacial situadas en regiones del sur.
San Carlos de Bariloche y su derrotero
4El modo de vivir la ciudad de San Carlos de Bariloche estuvo atravesado por los discursos acerca del sentido de existencia de este espacio urbano en el particular entorno del Parque Nacional Nahuel Huapi. Bariloche, como espacio urbano, a partir de la década del treinta, no se referenció en las dinámicas socio-productivas de sus habitantes, sino que se simbolizó en diálogo con el Estado nacional desestimando las prácticas instaladas. Así se imprimió en la materialidad de la ciudad un destino presupuesto desde un centro externo. Por ello, en la conformación espacial de la ciudad, así como en los modos de vida al interior de la misma, pueden reconocerse imaginarios locales en diálogo con los nacionales, que en esta particular localidad de frontera se complejizan a partir de la valoración específica del vínculo binacional.
Apropiación histórica del entorno de San Carlos de Bariloche
5La formación urbana de Bariloche se remonta a finales del siglo xix, cuando el espacio rural en torno al lago Nahuel Huapi se organizó comercialmente en torno a la concentración de bienes, y del traslado de los mismos para su comercialización en Chile (Méndez y Muñoz, 2013). Esta iniciativa, gestada por un emblemático personaje oriundo de Osorno, Carlos Wiederhold, fue el punto de partida de una amplia red de relaciones binacionales que se estructuraron de tal modo que la región ubicada en torno al poblado de San Carlos de Bariloche y su zona de influencia en la Argentina, y el de Puerto Montt, en Chile, podía pensarse como una única región económica, gestionada desde la Compañía Chile-Argentina entre 1904 y 1918 (Méndez, 2005).
6Muñoz (2011) reconoce dos dinámicas de poblamiento para la zona andina. Por una parte, los trabajadores provenientes de la isla de Chiloé, que por el exceso de mano de obra en la isla buscaban nuevos horizontes, estableciéndose desde el período colonial como migrantes transcordilleranos. Este importante flujo poblacional se fue estableciendo en lo que más adelante sería la Patagonia argentina. Pero, a decir de Muñoz, el lago Nahuel Huapi estuvo afectado por otro tipo de migrantes, pues Bariloche se reconoció como una extensión de los productores del lago Llanquihue. Por ello se establecieron casas comerciales, aserraderos y embarcaderos como ramificaciones del mercado fabril de Osorno y, posteriormente, del portuario de Puerto Montt. Este tipo de migrantes, que se establecen a partir de 1885, era mayormente germano descendiente, con un claro perfil empresarial.
7Es este último grupo el que va a imprimir al esquema urbano una cierta noción de desarrollo, ligada al espacio que nos ocupa. En lo arquitectónico, Cherubini (2011) reconoce la influencia germana en la arquitectura del sur de Chile que se traslada al lago Nahuel Huapi. En lo político, por la definición del gobierno argentino en 1904 de declarar la zona libre de derechos aduaneros (Blanco, 2008), frente a las denuncias que entendían como peligroso el avance comercial de pobladores chilenos sobre la región argentina (Cibils, 1902). Así se fortaleció el crecimiento regional a partir del comercio transcordillerano. Esta primera imagen del desarrollo, apoyado en un modelo agroganadero, ubica en la región una estructura social jerárquica, con distinciones marcadas en términos de clase que se deslizaron a valoraciones étnicas a partir de la figura de Suiza chileno argentina promovida por las compañías comerciales instaladas (Blanco, 2008; Méndez, 2005).
8Sin embargo, este no es el único modelo de desarrollo que se proyecta en la región, como parte de los debates entre distintas facciones del gobierno. Ruffini (2006) señala que durante las primeras décadas del siglo xx, el sector dirigente del Estado argentino evidenciaba fracturas. Entre las tensiones se cuenta la pugna entre quienes postulaban continuar con la modalidad política excluyente y los que reclamaban la apertura del sistema político. Pero el debate no se reducía a la política ciudadana, la mirada sobre el progreso nacional también estaba en tensión, siendo la integración de la Patagonia norte un elemento de debate.
9Ruffini (2006) destaca especialmente la figura y la acción de Ezequiel Ramos Mexía, ministro de Agricultura (1901 y 1906) y Obras Públicas de la Nación (1907-1913), pues su idea para desarrollar la Patagonia a fin de habilitar nuevas zonas para radicar migrantes fueron la base de una propuesta económica para resolver la llamada cuestión social.
10Esta mirada reubica a Bariloche como espacio estratégico, dado que desde el Ministerio de Obras Públicas se promocionó un estudio sistemático sobre el potencial de la Patagonia Norte, con una atención especial al Nahuel Huapi. El plan de desarrollo de la Norpatagonia fue llevado adelante por el geólogo norteamericano Bailey Willis, director de la Comisión de Estudios Hidrológicos, formada desde el Ministerio de Obras Públicas que dirigía Exequiel Ramos Mexía. Desde la perspectiva del norteamericano, el crecimiento descansaría en el aprovechamiento de la energía de los ríos del espacio norpatagónico, los cuales serían la base del recurso eléctrico a partir del cual industrializar los productos de la zona. Desde la perspectiva de Ramos Mexía, esto se articulaba, además, con la apertura comercial hacia Chile, de modo de afianzar las redes de comercio existente en una dinámica que ubicó a la localidad de Bariloche en el centro de un desarrollo alternativo (Navarro Floria, 2007).
11Mientras tanto, durante los primeros años de la década del veinte, el poblamiento se desarrolló en torno a la explotación maderera dirigida por Primo Capraro, gerente de la compañía Chile Argentina cuando la misma declara el quiebre y quien compra sus activos en la región del Nahuel Huapi. Este inmigrante italiano va a ser el símbolo del progreso local en la década del veinte (Méndez, 2009), que tuvo que enfrentar la complejidad de una frontera con un cierre progresivo y una comercialización hacia el este que no se resolvía por inexistencia de caminos. De hecho, en los últimos años de la década del veinte, la población enfrenta una de sus peores crisis económicas, cuando Capraro pierde su capital intentando financiar la llegada de la punta de rieles a Bariloche. Es en este contexto de crisis, que se va a solapar a la crisis general de 1929, cuando se produce un enorme clivaje en el sentido del progreso local que va a abandonar las propuestas de industrialización para reconvertirse en un ámbito de cuidado paisajístico tras la figura del Parque Nacional Nahuel Huapi.
12La idea de crear en la región un área natural protegida no era nueva, no solo por las tempranas propuestas y la existencia de la donación de tierras de Francisco Pascasio Moreno en 1903 para tal fin, sino porque de hecho el Parque Nacional del Sud se había creado en 1922 en el área del Nahuel Huapi. En el clímax de la explotación maderera, el Estado propone un Parque Nacional en la región, que entre sus iniciativas busca regular la producción de la región y sugerir límites para asegurar que el paisaje no se vea mayormente impactado (Núñez, 2008). Localmente no hay registros de esta iniciativa, dado que no se acompaña de un financiamiento claro para su establecimiento, pero sí se plantean modos de manejo del espacio que ponen en evidencia la existencia de imaginarios que complementaban múltiples actividades (Anasagasti y otros, 1924).
13La idea de la industrialización localizada tampoco se había perdido. Esto se evidencia algunos años después en el emblemático texto de José María Sarobe, La Patagonia y sus problemas, quien señalaba:
las mil quinientas leguas cuadradas de riquísimas praderas que contienen los valles argentinos de los Andes serán, no hay que dudarlo, el asiento de la provincia más rica y poderosa de nuestro país, el día en que el tren pesado corriendo a 80 km por hora hasta el puerto atlántico más inmediato, con el mínimum de flete, traiga a nuestros grandes centros los productos industrializados por la hulla blanca que corre por doquier en aquel país de ensueño. (1935, p. 10)
14Así, el imaginario del desarrollo se explicitaba desde una multiplicidad de modelos que proyectaban en el espacio posibles dinamismos de crecimiento con una condición común: el crecimiento se daría integrando la producción en un comercio que contuviera rutas hacia el este y hacia el oeste, es decir, sosteniendo la clave binacional original de la localidad.
15Sin embargo estas ideas no se concretaron. De hecho, en la década del treinta el creciente cierre de fronteras introdujo un nuevo sentido en el espacio a través de la creación de la Dirección de Parques Nacionales y el establecimiento del Parque Nacional Nahuel Huapi en 1934. La omisión de la idea industrial fue acompañada por la interpretación del espacio como defensa contra lo chileno, que pasó a constituirse en un peligro que operó como referencia para el diseño de la política pública. La idea de la transformación de la frontera abierta a la muralla cerrada ha sido revisada en múltiples trabajos (Bessera, 2008; Picone, 2011; Núñez y otros, 2012). El punto interesante a destacar es el cambio en la noción de desarrollo detrás de la nueva concepción. Precisamente la década del treinta es la década de la industrialización por sustitución de importaciones en América Latina (Ansaldi, 2003), de modo que en el abandono de la modernización técnica opera otro sentido de la modernidad, donde el crecimiento se proyecta con una nueva lógica: el turismo.
16El turismo, antes que formar parte estructural de un plan de desarrollo, opacó el reconocimiento al dinamismo económico que efectivamente impactó en el desarrollo de la ciudad. Rey (2005) señala que hasta mediados de la década del cuarenta el número de turistas que anualmente llegaba a Bariloche rodeaba los 600 individuos. Esta escasa cantidad de visitantes, que además llegaban en el verano exclusivamente, difícilmente puede pensarse sosteniendo la economía de una ciudad de casi tres mil habitantes. Si por el contrario, se evalúa la dimensión de la obra pública que se inicia con la intervención de la Dirección de Parques Nacionales, resulta más factible proponer que la economía local se basaba en la construcción apoyada en salarios estatales.
17Este análisis discute el ideal del turismo como base del crecimiento local, que se asoció discursivamente al programa de la Dirección de Parques Nacionales, legitimándolo Y ayuda a entender las contradicciones en las ideas de desarrollo que se van a desprender de –lo que podríamos pensar como– la ilusión del mismo como base excluyente del desarrollo local. El paisaje se presenta como la manifestación de un destino para la región, el ser un espacio para la estricta observación y disfrute, sin lugar para las actividades y dinámicas precedentes (Bessera, 2008). En 1946, Exequiel Bustillo realiza una presentación sobre los Parques Nacionales señalando que para entender el objetivo de estos espacios en la Argentina hay que considerar dos cosas: que el bien de la nación está por encima de la preservación de cualquier naturaleza y que la frontera con Chile es un espacio de amenaza para la nación, y así señala que «para mantener despierto y alerta el espíritu argentino, para eso y nada más que para eso, Dios ha colocado entre los peligros de la frontera las grandes bellezas de nuestra tierra» (1946, p. 26).
18Esta idea, de tomar a la naturaleza como argumento de un plan político, va a reforzarse durante el peronismo (Carreras Doallo, 2010; Troncoso y Lois, 2004). Las presidencias históricas de Juan Domingo Perón (1946-1955) introducen nociones de desarrollo donde las contradicciones en la localidad se exacerban. Núñez y Vejsbjerg (2010) revisan el modo en que el turismo, durante estos años, pierde su sentido económico para reforzar su sentido social, impactando profundamente en el modo en que la actividad se desarrollaba en Bariloche. Una de las principales consecuencias es que el crecimiento de la ciudad se despega del de la planificación del Parque, dejando al municipio en una situación particularmente precaria. Núñez (2014) profundiza en el cambio local en este período, evidenciando una paradoja: aún cuando el número de visitantes en esos años se multiplica por seis, la hotelería se incrementa, las inversiones privadas e incluso las estatales aumentan (Bessera, 2008), la población local percibe una pérdida en el proyecto económico y en el desarrollo local. La hipótesis que se sustenta es que la economía local se desdibuja en el proceso de expansión de lo que se conoció como turismo social. Aún cuando la municipalidad intentó crear un organismo para planificar la actividad (Ord. 1-c-52), no termina de resultar eficiente para controlar la diversidad de intereses que se cruzan.
19Este cambio del carácter del turismo se profundiza en las décadas siguientes. De hecho, los principales informes municipales del período (Fanjul, 1964; Hardoy, 1964) dan cuenta de dos esferas de desorden estructural. Por un lado, la falta de la consideración del turismo como actividad económica, limitando las posibilidades de financiamiento y organización (Fanjul, 1964). Por el otro, un crítico crecimiento urbano, provocado por un aumento en la demografía local así como en el número de visitantes, que no termina de poder ser organizado desde el municipio (Hardoy, 1964). En este escenario de cambios, incremento de visitantes y expansión urbana, se comienzan a sufrir sucesivos golpes de Estado que van a atravesar el sentido de desarrollo que se plantea para la ciudad.
20La particularidad de la ciudad vigente parece gestarse en estos años 60 y 70, cuando el desarrollismo está imprimiendo un nuevo discurso del progreso en el paisaje patagónico, retomando en clave nacional el histórico proyecto de Bailey Willis de aprovechar en represas hidroeléctricas el caudal de los ríos del norte de la Patagonia. Esto acontece en el marco de procesos políticos de mucha efervescencia y en un escenario de expansión económico-urbana de gran envergadura. Vale mencionar, además, entre los principales cambios a tener en cuenta, el pasaje de la Patagonia continental, de territorios nacionales a provincias, abriendo la posibilidad de elegir a sus propios gobernantes y legisladores a partir de 19581, e introduciendo importantes debates sobre el progreso del desarrollo provincial que van a afectar a los espacios cordilleranos (López, 2014). Asimismo, y en directa vinculación al orden político, los golpes de Estado y quiebres institucionales de 1962, 1966, 1976, así como los complejos retornos democráticos de 1964, 1973 y 1983 van a impactar en las valoraciones en torno al desarrollo en la Patagonia argentina, que de hecho se instala como una de las bases fundamentales de lo que se planifica como desarrollo industrial argentino.
21Bariloche crece enormemente en estos años tan vertiginosos. Debemos considerar que es en la segunda posguerra cuando se instala con claridad la temporada invernal en Bariloche, siendo el cerro Catedral un alto receptor de fondos públicos y privados para la mejora de la infraestructura. Asimismo, el verano vio multiplicarse los visitantes por el incremento de las actividades de acampe, así como por la promoción de viajes de luna de miel, como destino elegido por la clase media argentina. La población local se vio acrecentada por una migración nacional y transcordillerana, que expandió los límites urbanos de la ciudad con nuevos barrios.
22Si bien Núñez (2007) recorre el modo en que el quiebre institucional de 1962 evidenció la falta de proyectos comunes en la localidad, y el peso de las decisiones de los intereses privados, va a ser el golpe de Estado de 1966 el que inicie una modificación en el sentido del desarrollo, a partir de intervenir la forma de interpretar el pasado. Ya entre 1967 y 1968 se editan textos emblemáticos para fortalecer el nacionalismo detrás del proyecto de Parques Nacionales de 1934. Por fuera de ello quedaba, por una parte, el pasado agrícola comercial; pero, sobre todo, la complejización del crecimiento de los últimos años. Desde la lectura promovida en el contexto autoritario, la xenofobia, el clasismo y el racismo fueron las argumentaciones para justificar las contradicciones internas. El nivel de reescritura del pasado llega a tal nivel que, en 1969, se cambia incluso la fecha de aniversario para omitir la creación de la localidad por iniciativa de un vecino de Osorno en 1895, y ubicarla en la acción del entonces presidente Julio Argentino Roca, con la firma del documento de 1902. En esta acción simbólica se cubren otras iniciativas, como la pérdida de la línea arquitectónica del centro de la ciudad y la centralización provincial del manejo del turismo. Podemos pensar que Bariloche se encuentra en los márgenes del desarrollo. En estos años la urbanización se muestra como un espacio de crecimiento en término de paradojas antes que de planificación.
23Esta dinámica de desarrollo marginal no está fuera del discurso general, de hecho tiene elementos legitimantes que la anclan al discurso del desarrollo más amplio. La fragmentación social aparece como la estrategia central para opacar las contradicciones del modelo a favor de la exacerbación de intereses privados de grandes capitales. Desde fines de la década del sesenta se puede reconocer cómo vecinos con décadas de ocupación en áreas delimitadas para ello por la propia municipalidad, se vieron ubicados en el sitio del intruso. Esta política se vio exacerbada a partir del golpe de Estado de 1976, que de hecho erradicó barrios, expulsó pobladores históricos de muchos lugares e intentó avanzar incluso sobre poblamientos céntricos, siempre con el discurso del progreso en clave de un paisaje impoluto que se debía cuidar y una dinámica turística que era pasado, presente y futuro (Guevara y Núñez, 2014). Barrios como el 10 de Diciembre, Pilar I, Coihues, Muticias, Arrayanes, Ñireco, entre otros, se vieron afectados por la abrupta reconversión de pobladores-trabajadores a ladrones-intrusos. El punto a destacar de este proceso es que, además de la condena social que se pueda realizar, el sentido de desarrollo local se cristalizó en un pasado idílico, que no dejó lugar a la lógica de crecimiento y población efectivamente existente.
24La paradoja del relato es que el retorno de la democracia en 1983 no llevó a revisar la construcción del pasado. Los problemas barriales se adjudicaron a migraciones recientes, desconociendo el poblamiento histórico, pues en el pasado eran intrusos antes que vecinos. Así, convertidos en eternos recién llegados, los sectores populares de San Carlos de Bariloche parecen condensar aún hoy las contradicciones de una ciudad que sigue creciendo sin terminar de reconocer la complejidad de las dinámicas que la afectan.
25Los lotes pastoriles, originalmente de 625 hectáreas, posteriormente subdivididos en lotes agrícolas de entre cincuenta y cien hectáreas, se fraccionaron masivamente en la década del cuarenta (Vallmitjana, 1989). La ciudad, teóricamente asociada al cuidado y disfrute del paisaje, creció sin planificar el tejido urbano, las calles, las plazas o siquiera los servicios, tal como aún se sufre en numerosos barrios locales e incluso en destinos turísticos, con construcciones que tapan la vista a la naturaleza que se propone como atractivo, con rutas sobrecargadas y con escasas referencias y sin planes integradores de planificación a futuro. Bariloche creció con un desorden que afectó la posibilidad misma de planificación del municipio, dado que es uno de los entramados urbanos más extensos y menos densos de América Latina. Ainstein y otros (2012) señalan que esta característica lleva, además, a que sea un modelo urbano poco sustentable por las dificultades que lleva el intentar implementar políticas de cuidado en un área tan amplia como diversa. El desarrollo mismo parece imposible en una ciudad donde las diferencias exceden el encuentro de objetivos.
26A esta situación se llega por un trayecto, costumbres, intereses, imaginarios que se superponen en los relatos de reconocimiento y valoración, y que en las contradicciones que se instalan como parte de la política pública suma el haber desarrollado una normativa urbana laxa, con los más variados permisos en modos de subdivisión y uso. El informe de análisis y diagnóstico del Plan de Ordenamiento Territorial (1977), realizado por la arquitecta Odilia Suárez, calcula entre 1934 y 1960 un ritmo anual de parcelamientos suburbanos de 196 hectáreas por año, es decir alrededor de 4900. Entre 1960 y 1977, este mismo estudio señala que el proceso se frena, pero no se termina. Se mantuvo un ritmo de parcelamientos de 25 hectáreas por año, totalizando 455 hectáreas, que lejos de resolver los problemas habitacionales alimentaron una iniciativa de especulación inmobiliaria cada vez más voraz, en línea con el incremento de intereses privados sobre una política pública que emerge como insuficiente y parcial.
27El ejido municipal es una buena metáfora del cambio de manejo y de la pérdida de control acontecida a mediados de siglo xx. En 1958, por la Ley Luelmo, o ley 14 487, todas las tierras fiscales pasaban a control de la Municipalidad. De modo que la superficie a controlar se amplió por cinco. En este proceso, desde el municipio se reconoció que la extensión de los servicios básicos resultaba muy cara y problemática, cuando no inviable. Esta dinámica de manejo parcial y errático permanece hasta la actualidad, y de hecho se ha profundizado como argumento para limitar la integración de los sectores populares (Núñez, 2008). Así, la falta de consideración, el silenciamiento y el desconocimiento con respecto a las dinámicas poblacionales de los diferentes barrios impactan fuertemente en el desarrollo local, llegando a amenazar la sustentabilidad de los servicios del turismo.
28Guevara y Núñez (2014) señalan que si bien no se cuenta con datos recientes, se puede observar que la ciudad continuó extendiéndose y completándose hacia el sur y este en los últimos años, con un alto grado de informalidad. Asimismo, emergieron nuevas tipologías habitacionales como las urbanizaciones cerradas, donde se localizaron sectores de ingresos medios-altos, el caso más paradigmático es el barrio cerrado Arelauquen, con más de 780 hectáreas de extensión, a la vera de la ruta 40 sur. Pero también se puede mencionar el barrio Pinar del Este, a la entrada de la ciudad. Esto introdujo heterogeneidad en la trama urbana y profundizó el reconocimiento de las desigualdades locales.
29Sin embargo, la desigualdad como resultante natural del desarrollo no se reduce a la discriminación urbana referida. Los intereses inmobiliarios parecen gobernar los tiempos de la localidad, afectando el acceso al paisaje en una ciudad que dice vivir del turismo. La privatización de destinos públicos, como playas o accesos a refugios, el avance de iniciativas privadas sin orden en puntos panorámicos, la falta de claridad en la responsabilidad del mantenimiento de las vías turísticas son algunos de los problemas que pueden mencionarse como resultante de la ausencia de una reglamentación consciente de la dinámica local en forma ampliada. A ello cabe agregar el desconocimiento sobre las iniciativas económicas que efectivamente guían los tiempos locales. A la práctica de avance inmobiliario se anexó una dinámica de construcción desordenada, que de hecho contiene como mano de obra, mayormente sin reconocimiento, a muchos de los pobladores de sectores populares. A ello se agrega una pléyade de iniciativas de micro y pequeña economía que, desde la artesanía a la panadería, pasando por las más variadas estrategias productivas, se pueden descubrir como una de las principales redes económicas, para la cual no hay una política local sistemática de reconocimiento e integración.
Concepción y su derrotero
30Desde la década del treinta hasta los años cincuenta, el gran anhelo del Estado chileno seguía siendo el autoabastecimiento nacional de manufacturas. Esta fue una de las razones para que en el año 1939, luego del desastroso terremoto ocurrido en la zona de Concepción, se creara la Corporación de Fomento de la Producción (corfo)2, cuyo propósito fue promover la creación de industrias nacionales. Como consecuencia de ello, en 1950 se inaugura en Talcahuano la Planta Siderúrgica de Huachipato, con lo que se materializa este antiguo anhelo, dado que hasta 1945, la producción siderúrgica nacional solo permitía cubrir cerca del 20 % de los requerimientos de la economía del país (Sánchez, 1952). La elección de la bahía de San Vicente para su localización, caminos y ferrocarriles, el potencial portuario, los yacimientos carboníferos existentes en las ciudades de Lota y Coronel (cercanas al Gran Concepción) y el enorme potencial hidroeléctrico del río Biobío: todas estas razones desembocaban en la estratégica posibilidad de potenciar al Gran Concepción como un centro productivo de relieve nacional (Hernández, 1983; Aliste y Almendras, 2010).
31En lo concreto, en cerca de treinta años se consolidó la actividad industrial en la zona, condición que puede verse reflejada, por ejemplo, desde tres indicadores: la variación en el número de establecimientos industriales; en la mano de obra empleada en el sector industrial y en la capacidad de la fuerza motriz instalada.
32Por ejemplo, de los 201 establecimientos existentes al año 1942, se produce un incremento del 32 % al año 1957. De la misma manera, entre 1957 y 1971, los establecimientos industriales en la zona se incrementan en un 45 %. Entre 1942 y 1971, los establecimientos industriales en el Gran Concepción aumentaron en un 63 %, como reflejo de la estrategia mencionada anteriormente.3 Respecto de la situación a nivel nacional y en comparación con Santiago, lo sucedido en el Gran Concepción permite mirar con atención el fenómeno de industrialización, toda vez que sus tasas de crecimiento son superiores a las tasas experimentadas a nivel nacional. A lo anterior, debe agregarse el fenómeno posterior a 1970 derivado de la actividad forestal de la región. En efecto, la región del Biobío es probablemente una de las que ha experimentado una de las más profundas transformaciones ambientales derivadas de la expansión de la actividad forestal, ligada estrechamente con las actividades industriales de la zona. La plantación de miles de hectáreas de pino insigne (Pinus radiata) ha implicado cambios notables en la estructura de la propiedad de la tierra, en su uso, en las actividades económicas tradicionales, en la dinámica de las cuencas y en general, en un gran número de variables. Esta transformación ha permitido levantar a la región como una de las más pujantes en términos económicos en lo que se refiere a sus aportes al pib en el ámbito de los recursos naturales (Morales, 1989); como contrapartida, también es una de las que ha evidenciado uno de los más notables deterioros en cuanto a superficie de bosque nativo y a biodiversidad (Aliste, 2012).
33Diversos estudios desarrollados por el Centro eula de la Universidad de Concepción entre 1992 y 2000 han dado cuenta del estado ambiental en la cuenca del Biobío y particularmente en el Gran Concepción (Della Croce y otros, 1992; De Fraja y otros, 1993; Parra y otros, 1999, entre otros). Situaciones que acusan la contaminación de la atmósfera, donde se identificaron cerca de cuarenta grandes industrias en los rubros químico, petroquímico, siderúrgico, metalmecánico, pesquero, de alimentos y servicios, además de las emisiones provenientes de procesos, almacenaje de materias primas y combustibles, emisiones de actividad doméstica, panaderías, etc. Por cierto que uno de los puntos más sensibles respecto de la calidad del aire es el referido a la presencia de olores molestos provenientes de la actividad de la industria pesquera, petroquímica y siderúrgica-metalmecánica. En cuanto a la contaminación hídrica, se ha diagnosticado que el río Biobío recibe las aguas residuales urbanas de cerca del 40 % del área de Talcahuano, esto solo en su tramo final. A esto debe agregarse la disposición de las aguas residuales de gran parte de las actividades de la cuenca y los residuos industriales que en la actualidad se descargan vía sistema de alcantarillado y de la refinería de petróleo. Por su parte, los diagnósticos y monitoreos efectuados en las bahías de Concepción y San Vicente, presentan resultados alarmantes en cuanto a los niveles de contaminación alcanzados entre 1996 y 1998 (años en que se comienza a tomar acción sobre el tema), llegándose a decir de esta última que había alcanzado niveles de contaminación que la hacían prácticamente irrecuperable (Aliste y Almendras, 2010; Aliste, 2012).
34Las situaciones antes descritas, en conjunto con las situaciones propias de una falta de gestión adecuada del territorio, han implicado entre otros efectos el deterioro del hábitat de interés para la conservación de la biodiversidad. En el sector de la marisma de Rocuant, en la Bahía de Concepción, se ha intervenido con mucha agresividad un humedal de notables características para los ecosistemas aviarios. Este lugar ha sufrido modificaciones severas desde la década del sesenta con la instalación de industrias, dos vertederos para la disposición final de residuos sólidos (ya cerrados) y el Aeropuerto Carriel Sur. Como resultado, en el aeropuerto se han registrado numerosos incidentes relacionados con peligro aviario asociados a las operaciones de despegue y aterrizaje de las aeronaves, situación que se vio acentuada con la existencia de los dos rellenos sanitarios. Los diagnósticos coinciden en atribuir el problema a la existencia de aves y no a errores manifiestos de planificación en el uso del territorio, en un claro reflejo de la compleja relación de la ciudad con su ambiente. Recientemente, y pese al reconocimiento de la zona por sus atributos para la conservación para la biodiversidad y valor ecosistémico, se han construido importantes extensiones de superficie para el desarrollo de proyectos inmobiliarios.
35Por otra parte, el avance sistemático de las plantaciones forestales en los alrededores de la ciudad ha significado la ocurrencia de procesos migratorios campo-ciudad y el desplazamiento de otras actividades ligadas a la tierra. Cada año los riesgos de incendio en los sectores marginales de la ciudad se acentúan, registrándose episodios críticos de grandes magnitudes.
36De manera adicional, aspectos mencionados tanto en el contexto del Programa de Recuperación Ambiental de Talcahuano (prat) como en otros trabajos, dan cuenta sobre situaciones de riesgo ambiental y natural en el área. Entre ellas, las incidencias climáticas como factores de riesgo natural por la existencia de vastas zonas expuestas a posibles inundaciones, derrumbes y exposición al viento (Peña y otros, 1993). Sin lugar a dudas, mención especial merece el riesgo de exposición a sismos de gran intensidad y tsunamis, como se ha vivido en febrero de 2010, y que se trata de un hecho con gran recurrencia en el tiempo y, por lo tanto, son episodios latentes en la historia de la ciudad.
37En efecto, las condiciones propias de su geografía física hacen que en la zona existan muchos terrenos expuestos a situaciones de riesgo, de los cuales en la actualidad una gran cantidad se encuentran urbanizados y consolidados. En esta situación estarían por lo menos once sectores urbanos de la intercomuna (Peña y otros, 1993) a los que se suman los nuevos sectores urbanizados entre 1995 y 2010, principalmente sobre sectores de humedales y cercanos a ellos, además de las actuales presiones inmobiliarias sobre terrenos con estas condiciones. Prueba de ello es el análisis de las zonas afectadas por el terremoto y tsunami del 27 de febrero de 2010, en comparación con las zonas afectadas por el maremoto de 1835. Se puede ver que las áreas afectadas son prácticamente las mismas y sin embargo, se insiste en la urbanización de estas zonas históricamente afectadas por inundaciones, ya sea por la acción de tsunamis o bien de crecidas derivadas de eventos pluviométricos excepcionales (Aliste, 2012).
38Sin duda, uno de los efectos más sensibles, dentro de los antes señalados, son los referidos a la contaminación hídrica de los cursos de aguas en el borde costero –que durante las décadas de los ochenta y noventa fue particularmente crítica– y el deterioro del hábitat de interés para la conservación de la biodiversidad, así como las consecuencias que, en conjunto, han representado el deterioro de las condiciones de calidad ambiental urbana y de organización territorial en el área de estudio. De hecho, efectos de carácter espacial que posteriormente redundan en efectos ambientales adversos, como la pérdida de servicios ambientales, se manifiestan por ejemplo a partir del traspaso de funciones desde las principales entidades urbanas del Gran Concepción (Concepción y Talcahuano) a aquellas de menor jerarquía, como es el caso de Chiguayante y Penco (Vásquez y otros, 2005). Tanto en el Gran Concepción como en otras ciudades de menor jerarquía, se reconoce el importante papel que ocupan el tamaño de la ciudad, la forma y ritmo de crecimiento, la influencia de los paisajes de los asentamientos e historia de las ciudades, así como con las políticas públicas y privadas que se han aplicado (Romero y otros, 2005).
39Algunos aspectos de interés, y que pueden dar pistas sobre una visión integral de las transformaciones, radican en los antiguos relatos que aluden a la geografía física de la bahía de Concepción durante los siglos xviii y xix. Allí se sugiere un maravilloso entorno natural con excepcionales condiciones paisajísticas y benevolentes características para las actividades portuarias, una de las razones para su temprana y auspiciosa ocupación. De acuerdo con algunos relatos, las ventajas destacadas por distintos cronistas invitan a imaginar una bahía de Concepción majestuosa e hilarante por su notable belleza:
La bahía de Concepción es célebre por sus bellezas naturales y por sus ventajas marítimas hay pocas que puedan comparársele (B. Morrell). […]
Con tiempo espléndido, recorrí los alrededores de Talcahuano y las colinas que envuelven la bahía […]. Sentado bajo un boldo, cuyo follaje aromático aparecía entre las flores, me deleitaba paseando mis ávidas miradas sobre esta naturaleza virgen que la mano del hombre no había marchitado (P. Lesson). (Almeyda, 1955, p. 144)
40Se describe además de Concepción que «es una de las ciudades mejor situadas de Chile, en una región carbonífera junto a un río navegable y a una magnífica bahía y frente a la más fácil vía trasandina. Sus alrededores son de notable hermosura» (1955, p. 159).
41Todas estas ventajas y virtudes referidas a sus características naturales hicieron de esta zona un interesante sitio para los asentamientos humanos que con el correr del tiempo se fueron consolidando, cuyo proceso más acentuado se vive durante la segunda mitad del siglo xx, e incluso con más fuerza en sus últimos treinta años. Como testimonio, por ejemplo, es posible citar un seminario de título de la carrera de Arquitectura de la Universidad de Chile, realizado en 1965, que propone un plan de desarrollo turístico en la Bahía de Concepción, «atendiendo a sus notables condiciones y calidad paisajística» (Hempel, 1965).
42En definitiva, un territorio que se ha ido construyendo y organizando en virtud de una permanente tensión entre condiciones físico-naturales y sus tendencias de ocupación del suelo, todo lo cual ha ido acompañado de procesos no exentos de grandes dificultades que merecen una exploración en perspectiva. Especial atención merece, sin lugar a dudas, el proceso de crecimiento urbano derivado de la industrialización de la zona, proceso que se inicia con especial celeridad a partir de 1950 con la inauguración y puesta en marcha de la Siderúrgica Huachipato (Aliste y Almendras, 2010; Aliste, 2012; Aliste y otros, 2012).
43Lo anterior invita inevitablemente a cuestionar y pensar en la dinámica de los territorios y en los criterios de ordenamiento empleados.
Las contradicciones de la ciudad y las nociones de desarrollo
44Así como en el caso de Bariloche es imposible pensar en los modelos de desarrollo sin referir a la idea de Parque Nacional y a las prácticas del turismo, en Concepción lo es en torno a la noción de industria y polo industrial. La tensión interna parece estar reducida a modelos nacionales que no terminaron de desarrollarse e imaginarios locales que facilitaron una apropiación privada e individualista que eclipsa la referencia a un bien común general. Guevara y Núñez (2014) sugieren, para el caso de Bariloche, que los límites en el reconocimiento a la migración latinoamericana permanente, así como a la diversidad de iniciativas existentes en la localidad pueden vincularse a la imposibilidad de considerar un común que agrupe al conjunto de las diferencias presentes, dando lugar a ciertas contradicciones que pueden agruparse, entre otros aspectos, en:
- Una ciudad que se plantea creciendo para visitantes, sin terminar de reconocer la propia población.
- Visitantes que no se terminan de caracterizar, instalados desde un imaginario idealizado que tampoco permite avanzar en el diseño y manejo sustentable de los destinos turísticos y los atractivos. En este punto se suman las tensiones de manejos espaciales establecidos desde esferas diferenciadas como el municipio, la administración de Parques Nacionales, la provincia o la Nación.
- La observación de la ciudad bajo el mito de las dos caras, que permite la ilusión de un Bariloche pobre y un Bariloche rico, como si existieran sectores homogéneos, donde uno, para el otro, es el responsable último de todas las tensiones existentes. Esta idea, que ha sido base y fundamento de la política local en los últimos años, naturaliza un determinismo geográfico donde los pobres se instalan en el alto y los ricos en las zonas aledañas al lago, sin abrir revisiones a la diversidad sectorial presente en el entramado urbano, a la dinámica relacional o a prácticas superadoras de la diferencia.
- En la continuidad del mito del paisaje como sobredeterminante de los comportamientos sociales, el discurso del desarrollo local se entrampa en responsabilidades cruzadas que omiten las falencias históricas de las políticas públicas. El entorno, en este escenario, se presenta en una arena de disputas, es de todos, de nadie, de quienes se lo han apropiado, de las empresas que lo explotan, entre otras apelaciones que dan lugar a justificar la intervención sobre la urgencia y el eclipsamiento del largo plazo.
45En Concepción, en tanto, la idea de un desarrollo anclado en la visión industrial de la ciudad se acompañó del inesperado deterioro de las condiciones medioambientales y de nuevas nociones de la ciudad misma. Esto debido no solo a las transformaciones físicas de la ciudad y de su entorno, sino sobre todo a los cambios en el modo de entender las nuevas relaciones urbanas y las condiciones que van definiendo la calidad de vida de las ciudades, esto es, que junto con nuevos requisitos y nuevas valoraciones, van surgiendo nuevos paisajes de la ciudad (Aliste, 2013). En este sentido, se puede señalar que los discursos del desarrollo han aportado en este caso elementos que giran en torno a:
- Instalar una lógica del crecimiento económico basado en la industria pesada, idea que se desarrolla desde inicios de los años 40 del pasado siglo, pero que toma forma a partir de la segunda mitad del siglo xx.
- Pensar a la geografía como el soporte/restricción de estas condiciones para el desarrollo, es decir, la noción de la geografía económica clásica en la cual la noción de recurso natural era el criterio ordenador del espacio.
- Tender luego a la idea de civilizar y superar la adversidad del entorno natural (o medio geográfico), en el entendido de que las herramientas y medios que entrega la modernidad (a través de los conocimientos, la ciencia y la técnica) permite superar e imponer una lógica que colabore con los objetivos de progreso y crecimiento de la economía.
- Pasar luego a una fase de asimilar las condiciones del entorno no como obstáculo sino como la idea de medio ambiente, esto es: las condiciones que ecológica, social y económicamente, en una condición de equilibrio, permiten una vida adecuada y saludable. En tal sentido, sugerir nuevas formas y estrategias para el uso sustentable de los recursos, la gestión ambiental del territorio y las formas de gobernanza para aquello, se transforman en un desafío eminentemente político.
46El uso del discurso del desarrollo, ahora conocido como desarrollo sustentable, permite la generación de nuevas condiciones de comprensión y ocupación de la ciudad, generando no solo nuevas exigencias. También sirve para generar un nuevo espacio comercial y un nuevo modelo de negocios para la ciudad. Ahora, la naturaleza, se convierte en un nuevo recurso que agrega valor a productos de diversa índole, pero especialmente en el campo urbano, agrega valor a los nuevos proyectos inmobiliarios, privatizando o promoviendo una captura del valor social para beneficio privado.
47Las ideas en torno al desarrollo refuerzan por lo tanto la tesis de la creencia y de la posición ideológica totalizante (Aliste y otros, 2013). La idea que se toma como absoluta oculta población, lazos de contención local, dinámicas de urbanización, vínculos interregionales, entre otros aspectos que inciden en el crecimiento material de una ciudad que aún parece carecer de los elementos para pensarse a sí misma. La invisibilidad de las contradicciones y complejidades internas se oculta detrás de un pasado idealizado y el resultado es la subordinación y vulnerabilidad como destino manifiesto, pues siempre se está en el sentido de falencia. Esta idea, en perspectiva, otorga a ambas ciudades un carácter y sentido que exige, más que un diagnóstico basado en la idea de captura de la realidad, de recoger su sentido histórico (Di Méo y Buléon, 2005) y con ello, una lectura cuyo carácter hermenéutico resulta a todas luces una oportunidad para una aproximación comprensiva al fenómeno urbano a la luz de los discursos del desarrollo.
48Así, esta lectura del pasado tiene otra consecuencia. Frente a las crisis se vuelve a repetir la lógica de la discriminación como explicación, por una parte; mientras que por otra parte, dar valor a lo natural de manera irreflexiva termina hipotecando el propio modo en que se usa el suelo. Migrantes, pobres, diferentes son los clásicos culpables de la distancia de un destino de grandeza al que no se termina de llegar. La contradicción local se oculta y la agenda política tampoco termina de tomar esas invisibilidades. La ciudad se continúa edificando en claroscuros, legitimando exclusiones y limitantes a los servicios. El resultado es el incremento de la violencia y la integración como un horizonte cada vez más lejano.
49En el resumen planteamos que las formas de representación del espacio van delineando los contornos de una geografía social y cultural de los diferentes territorios. Así también indicamos que el espacio vivido adquiere una morfología que es diversa y en constante mutación, toda vez que es al mismo tiempo el resultado de los procesos sociales, políticos, culturales y económicos que van otorgando sentido en dicho espacio a sus diferentes actores. La diferencia en la sonoridad de voces de los actores, los múltiples grados de visibilidad, el acceso diferenciado a derechos y recursos ha impuesto a la noción de desarrollo que se supone para Bariloche, la marca de la diferencia social.
Representaciones del desarrollo: un imaginario en constante transformación
50Cuando en la Argentina se instala el Estado interventor-planificador (Blancha, 2013), en la década del treinta, en una dinámica que se fortalece en los 40 y 50, la Patagonia cada vez más se presentó como un espacio estratégico para el desarrollo nacional. Sin embargo, en esta dinámica donde el bien de la región era el bien de un ámbito suprarregional, los procesos locales no terminaron de articularse en beneficio propio. Es interesante contrastar este proceso con el caso de Concepción. En la Patagonia argentina, la existencia de los ríos con el potencial hidroeléctrico, la presencia de recursos hidrocarburíferos y mineros, entre otros, no fue argumento suficiente para establecer las industrias en la región. El plan energético argentino destinó un tercio del presupuesto al traslado de los recursos a la zona previamente definida como industrial: el gran Buenos Aires, y tangencialmente las localidades de Córdoba y Rosario (Azcoitía y Núñez, 2013). La Patagonia en general queda como área subsidiaria de este modelo de crecimiento.
51El caso de Bariloche es paradigmático en este sentido, permanentemente como referencia simbólica del discurso del desarrollo (Carreras Doallo, 2010), tuvo dinámicas marginales que llevaron a la falta de planificación y observación de su particularidad. Cuando el desarrollismo se constituye en modelo de crecimiento, la intervención en la Patagonia norte se definió desde dos esquemas: por un lado, desde el inta, con un centro que promovió la fruticultura en las regiones del alto valle, valle medio y valle inferior, esto es, las zonas norte y este de las provincias de Río Negro y Neuquén. Y con otro centro que promovió la ganadería ovina en Santa Cruz, Chubut, sur y oeste de Río Negro y oeste neuquino. Esto es, la zona de montañas y de estepa. Este último centro se ubicó en Bariloche, un espacio que, paradójicamente, nunca fue centro de producción ovina (López, 2014).
52El otro eje de intervención de la Patagonia fue el modelo de aprovechamiento hidroeléctrico de los ríos Limay, Neuquén y Colorado (Azcoitía y Núñez, 2013). Esta estructura fue la base para promover infraestructura de regadío en buena parte del norte patagónico, pero dejó fuera la zona cordillerana. Cuando se analizan los planes provinciales de 1960, 1964, 1973 se observa un supuesto que se repite: Bariloche no necesita acompañamiento porque su desarrollo ya está resuelto. Como no es industrial, no tiene los desafíos que plantea la industria, como no es un espacio de producción central, tampoco tiene atención en este sentido. El turismo no es problema para estos planes, por ello no recibe ni apoyo económico sistemático ni consideraciones de otro orden. Está al margen, permitiendo así una opacidad en las propias paradojas del crecimiento en la zona.
53En este punto nos cruzamos con la descripción sobre Concepción, de una u otra forma, el paisaje resulta subsidiario del desarrollo. En algunos planteos ligados a la idea de desarrollo sustentable parece omitirse la desigualdad intrínseca que supone el desarrollo capitalista. De este modo, bien vale la pregunta acerca de si dentro de estas dinámicas de crecimiento es posible la expansión sin el crecimiento de nuevas periferias. Tanto en un caso como en el otro, el ambiente se evidencia como aquello que se deja fuera de la valoración, en el caso chileno, por una contaminación evidente, en el caso argentino, porque al situarlo en el sitio de espacio natural a preservar, queda afuera de los dinamismos reconocidos como válidos en los modelos de crecimiento.
54El desarrollo sigue siendo hasta hoy una búsqueda, un proceso, un estado, un sueño, una ideología, una creencia, un propósito, que hace converger lo político, lo social, lo económico, lo cultural, lo geográfico y lo histórico. En diferentes momentos, con diferentes actores, con diferentes prioridades, con diferentes marcos de representación, se dan manifestaciones propias de un discurso que ve plasmadas sus acciones y decisiones en formas y estructuras espaciales que son interpretables y que hablan, en determinado momento, de los argumentos que sustentan la idea de desarrollo. De esta forma, los discursos pueden ser considerados como una pista o un marco que colabora, metodológica y conceptualmente, para dar a los discursos del desarrollo un contexto interpretativo que permite problematizar contextos de enunciación y observar las fisuras de propuesta que se suponen abarcativas de la globalidad.
55Cuando, en un momento, estos discursos del desarrollo fueron claves para articular el imaginario industrial del progreso abrieron, de una forma u otra, ejercicios de diferenciación que operaron no solo en la desigualdad social, sino en los ambientes que afectan a las sociedades y cuya contaminación ha sido largamente denunciada como de mayor prejuicio para los sectores sociales más vulnerables (Puleo, 2011). En la actualidad, estos discursos se ajustan para sostener la idea del crecimiento como condición para la sustentabilidad. El imaginario ambiental del desarrollo ha servido también para redefinir y rediseñar las estrategias políticas en torno al modelo económico, explorando así nuevas formas de definición de las condiciones naturales y de las valoraciones del paisaje, lo que ha generado nuevas formas de uso y de explotación del espacio geográfico en ambos lados de la cordillera.
56La pregunta que queda a consideración es si en los nuevos discursos se considera el modo en que las contradicciones se han establecido a lo largo de la historia. Porque en las crisis ambientales denunciadas hay una trayectoria de concentración de riqueza y recursos desigual. La pregunta acerca de si un mundo ecológicamente más sustentable es socialmente más equitativo está muy lejos de tener respuestas definitivas. Y las preguntas y miradas sobre el desarrollo pasan necesariamente por estos puntos oscuros de la teoría. En este sentido, nuestro aporte busca avanzar en una comparación de dos espacios que, discursivamente aparecen en sitios diferentes, pero que sin embargo convergen en elementos comunes que se asocian a aquello no reconocido como parte valorada del modelo de desarrollo que se instala en el territorio.
57Este reconocimiento se vincula, por una parte, a debates sobre los compromisos del modelo de desarrollo que se aplica, en buena parte ya recorridos (Aliste, 2012, 2013; Núñez y Conti, 2012). Pero por otra, a situar el discurso en el espacio, observando la diferenciación en la práctica concreta al materializarse el discurso en formas determinadas de la política pública. Es claro que ni en Bariloche ni en Concepción se debatieron las desigualdades que acarreaba un discurso enmarcado en visiones cepalinas que, en teoría, superaba las contradicciones centro-periferia. Pero, como se marca, en su aplicación se establecieron nuevas desigualdades que pusieron en el centro consideraciones que exceden a la mirada industrialista y que hoy nos enfrentan a la compleja vinculación con el entorno. La apelación ambiental como un ámbito discursivo neutro tampoco es una salida, pues el caso de Bariloche evidencia cómo el avance en políticas de preservación estuvo atravesado por contradicciones equivalentes a la del espacio definido para la industrialización. El haber tomado una ciudad chilena y una argentina nos permite reconocer el modo en que los discursos permearon los propios márgenes de los Estados nacionales. Y finalmente, los textos que preceden a esta obra, nos permiten abrir interrogantes acerca del modo en que los discursos del desarrollo impactan en la región patagónica a ambos lados de la cordillera, dado que el sitio aún subsidiario que tiene en países tan centralizados, puede ser un punto de partida para empezar a desmantelar las contradicciones y abrir vías a un desarrollo no solo sustentable sino integrador en una perspectiva amplia.
Comentario al texto
58Rodrigo E. Márquez Reyes
Departamento de Ciencias Sociales, Universidad de Los Lagos-Osorno, Chile
59La presente obra articula en su estructura una serie de antecedentes de naturaleza histórica y geográfica que contribuyen a lograr una más acabada comprensión, comparación y análisis sobre los procesos urbanos y territoriales, fomentados por los discursos de progreso y desarrollo, existentes tanto en la Argentina como en Chile desde comienzos de siglo.
60El esfuerzo literario desplegado por Paula Núñez Roselli y Enrique Aliste Almuna brinda al lector elementos para la reflexión argumentada sobre las dinámicas territoriales, políticas, económicas y sociales, gravitantes en la morfología de los territorios presentes en ambos lados de la cordillera. De igual forma, la revisión espacial e histórica de aquellos aspectos de naturaleza material e inmaterial, hace posible identificar y reconocer las imágenes y representaciones del espacio vivido presentes en los escenarios descritos.
61La obra desde sus albores nos introduce por los diferentes pasajes de la historia moderna de Chile y la Argentina, en especial la acontecida desde finales del siglo xix hasta mediados del siglo xx, en las áreas de la frontera norpatagónica. El itinerario resulta cómodo, envolviéndonos tibiamente en un relato sincrónico, el cual describe una región binacional fraguada históricamente por la elevada valorización económica de sus recursos naturales y sus dinámicas de explotación; estas últimas serán una amarga secuela ambiental, derivada de los diálogos de sordo entre la verticalidad de los gobiernos centrales y los territorios locales, contribuyendo con ello a tensiones y formas de resistencia ancladas en torno a lo individual, por sobre lo colectivo.
62La presencia de elementos conceptuales e históricos sobre la instalación de las corrientes de pensamiento y tipos de estrategias de intervención para el desarrollo sobre los territorios de estudio, posibilita al lector una comprensión sobre la permanente adaptación y readaptación casi sincrónica de los territorios estudiados, pudiendo observar, a partir de ello, las huellas que van delineando los contornos de una geografía social y cultural.
63Bajo la lógica de la comparación tanto Concepción como San Carlos de Bariloche inician un claro encadenamiento hacia el progreso, a partir de la década del treinta del siglo xx, especialmente a partir de los diversos modelos de planificación en América del Sur centrados en reducir los desequilibrios existentes en los países de la región a través de la generación de oportunidades de desarrollo, fundamentalmente en aquellas regiones más marginadas. Según Sili, en 2011, estos modelos han respondido y evolucionado, como era de esperar, de modo diverso a cada uno de los paradigmas de planificación, debido a las coyunturas internas que cada país debe enfrentar. En otras palabras, constituyen un repositorio vivo de imágenes y representaciones del desarrollo, que Núñez Rosselli y Aliste Almuna han evidenciado en su trabajo.
64En una síntesis teórico-conceptual, Núñez y Aliste brindan un espacio para la duda, la reflexión y la prospectiva en torno a los nuevos modelos de gestión y su eventual viabilidad sobre estos nuevos territorios arrebatados a laderas, humedales, playas y bosques; y que hoy son parte de una nueva epopeya que proclaman las prácticas de un desarrollo sustentable, sin embargo la carencia de memoria histórica y de vínculos topofílicos con el entorno local, imposibilita esa asimilación y construcción colectiva de estos nuevos territorios.
65Hoy en los albores del xxi, podríamos considerar que los efectos más mediatos de aquellos discursos de desarrollo, que dieron paso al imaginario industrial del progreso de mediados del siglo pasado, son soporte espacial de la desigualdad social, la fragmentación urbana, la contaminación ambiental.
66Lo anterior ha llevado a intensificar una necesidad creciente y notoria de contar con herramientas, planes y estrategias para corregir y equilibrar los defectos territoriales de origen, expresados hoy en regiones ganadoras y regiones perdedoras, todas las cuales igualmente se ven enfrentadas al escenario del capitalismo y la globalización.
67El derrotero de San Carlos de Bariloche y el del Gran Concepción presenta, a velocidades dispares, tal como sus dinámicas de cambio, gatilladas por los mayores y menores intereses que tanto el Estado y nación respectivo poseían sobre ellos, lo cierto es que frente al interrogante ¿un mundo ecológicamente más sustentable es socialmente más equitativo? No cabe duda de que hay concordancia con los autores en la lejanía de la respuesta, sin embargo puesta esta a escala de los territorios estudiados en la presente obra, se podría intentar responder de forma afirmativa, puesto que la naturaleza y sus dinámicas naturales han prospectado ambos territorios, ya sea frente al tsunami del 27 de febrero para Concepción y por medio de la erupción del complejo volcánico Cordón Caulle el 4 de junio de 2011, para San Carlos de Bariloche, en ambos casos los tejidos sociales bajo tensión manifestaron esporádicos y fragmentados episodios de equidad social y de topofilia; al parecer, ambos territorios intentan encapsular por instantes sus genéticas desigualdades, lo que nos lleva a pensar que la clave está en su interior, tal vez no de forma material.
Réplica de los autores
68El comentario de Rodrigo Márquez hace un resumen del trabajo presentado, subrayando el carácter comparativo que buscamos destacar. Asimismo, el recorrido por las diversas modalidades con que la modernidad se materializa en estos espacios, también es destacado por el comentarista.
69Por ello, a modo de respuesta, valoramos el poder reconocer el desafío de la planificación futura, llamando la atención hacia la importancia de reparar en las memorias del desarrollo que, como bien rescata Márquez Reyes, quedan en evidencia a partir del modo en que el progreso se delineó en cada una de estas ciudades. Reiteramos nuestra consideración en la profundización de las paradojas, a partir de omitir estas dinámicas en las herramientas para delinear la estructuración de los espacios.
70La pregunta por el desarrollo sustentable es un tópico abierto en las reflexiones de nuestro trabajo, que el comentarista nos invita a pensar desde una nueva clave: el reconocimiento de ambas ciudades como afectadas por catástrofes, y que además podemos pensar en riesgo permanente. Vale destacar, como indican Hugo Romero y otros (2010), que los riesgos representan las probabilidades de que ocurran desastres en un determinado lugar, mientras que las catástrofes registran su manifestación a través de daños y pérdidas de vidas humanas y de bienes y servicios económicos, materiales, psicológicos, culturales y simbólicos, así como de importantes perturbaciones en el comportamiento de las estructuras sociales y de las instituciones encargadas de mantener la normalidad y resiliencia de los grupos humanos que habitan los asentamientos rurales y urbanos.
71Esto ha sido mencionado por Márquez: ambas ciudades han sufrido importantes pérdidas, producto de catástrofes, y crecen en territorios de riesgos. Y ello nos permite retornar en una nueva clave hacia nuestra comparación: las situaciones de desastre ponen en evidencia las contradicciones del progreso moderno que se tratan en el artículo. Son momentos en donde los contrasentidos se condensan. De modo que las memorias del desarrollo pueden pensarse en diálogo con estas coyunturas, que descubren, desde una clave más comprimida, elementos paradojales de crecimiento y voces alternativas al modelo de desarrollo.
72Vale la pena también en este punto extender la reflexión en torno al modo en que socialmente se ha construido esta noción de riesgo, y explorar cómo, en su sentido histórico de larga duración, esta condición hoy otorga un nuevo contexto para la habitabilidad y concepción territorial de ambas ciudades. Ello representa a nuestro juicio un importante desafío intelectual que nace con la sugerencia que Márquez Reyes realiza en su comentario.
73Queda abierta, entonces, la propuesta de una comparación en los términos observados de planificaciones, así como de coyunturas que permitan profundizar los análisis y complejizar la idea de sustentabilidad.
Bibliographie
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Notes de bas de page
1 Elaborado en el marco de los proyectos fondecyt 1120306 «Imaginarios del desarrollo y representaciones espaciales en el Gran Concepción: giros de la planificación urbana, post-desarrollo y elementos para una hermenéutica del(los) territorio(s)»; pip 0133 «La Patagonia Norte en las políticas nacionales de planificación, 1943-1976» y picto 2010- 0187 «Desarrollo regional e identidades diversas. Un estudio de la Patagonia Norte durante la segunda mitad del siglo xx».
1 El proceso de provincialización de los territorios nacionales en la Argentina ha sido indagado desde numerosos trabajos (Iuorno y Crespo, 2008). En el caso de Río Negro, la provincialización se firma en 1955, pocos meses antes del golpe de Estado que depuso a Juan Domingo Perón. Por ello la elección de representantes se termina de concretar en 1958, con el retorno de la democracia.
2 Agencia estatal creada en 1939 bajo la administración del presidente Pedro Aguirre Cerda, que tiene como objetivo promover el desarrollo productivo en Chile, y en sus inicios especialmente en el ámbito industrial.
3 Esto de acuerdo a las estadísticas de los censos de manufacturas realizados por el ine entre 1942 y 1971.
Auteurs
Departamento de Geografía, Universidad de Chile, Chile
Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (iidypca; conicet-unrn), Argentina
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