Capítulo 1. Los estudios de frontera en perspectiva geográfica: análisis teórico sobre la producción reciente en la Araucanía-Norpatagonia
p. 29-60
Résumé
Los estudios sobre espacios fronterizos en la Araucanía-Norpatagonia han tenido una evolución que se mantuvo durante décadas en compartimentos relativamente separados entre estudios realizados por académicos argentinos y chilenos. Sin embargo, esta tendencia a reproducir, en la labor científica, la construcción social de frontera como un límite o división, se ha visto modificada en los últimos años. Dentro de estos cambios se encuentran los esfuerzos realizados para estudiar de modo binacional y críticamente, desde diferentes enfoques disciplinares, los procesos y agentes intervinientes que, en distintas escalas geográficas y períodos históricos, han transformado un espacio históricamente compartido.
Esta línea de trabajo, con publicaciones en conjunto, nació como un proyecto de investigación de la Universidad Nacional de Río Negro y se consolidó con el desarrollo de talleres binacionales, llevados a cabo alternativamente en la Argentina (Bariloche, 2010 y 2011) y en Chile (Pucón, 2013). Asimismo, este ámbito de encuentro interdisciplinario se ramificó en nuevos grupos de investigación y producción de conocimiento en clave crítica sobre la frontera de Araucanía-Norpatagonia, con la participación de diversas universidades y centros de investigación de ambos países.
El propósito del presente artículo fue efectuar una búsqueda y sistematización de los antecedentes de estudios fronterizos en la Araucanía-Norpatagonia, a los efectos de identificar los principales aportes teóricos desde la geografía y de otras ciencias sociales afines, que han enriquecido los debates sobre la espacialidad en áreas fronterizas. Esta investigación, de tipo descriptiva, se basó en un análisis teórico y temático, tanto de la producción como de las actividades académicas recientes, con miras a sistematizar los conceptos y teorías centrales desarrollados y evidenciar los modos de estudio y abordaje. Se buscó así distinguir los avances en el debate y las nuevas preguntas de investigación.
Texte intégral
Introducción
1Los estudios de frontera binacionales en la Araucanía-Norpatagonia han tenido una evolución que se mantuvo durante décadas en compartimentos relativamente separados entre investigaciones realizadas por académicos argentinos y chilenos. Esta tendencia se relaciona íntimamente con la concepción de la frontera como barrera, también desde el ámbito académico y educativo.
2Este enfoque se articula con una tradición geográfica concentrada en estudiar los espacios geográficos dentro de los límites del Estado nacional. Esto fue planteado por Alejandro Benedetti cuando afirma que
desde sus inicios, la geografía tuvo a la «geografía nacional», a la porción de superficie terrestre contenida en los límites territoriales del Estado nacional, como principal objeto de estudio, en un esfuerzo por comprender y legitimar las vinculaciones entre la formación de los Estados nacionales, como partes integrantes de un sistema mundial, y la configuración de la base material que delimita a una nación. (2007, p. 13)
3De esta manera numerosos trabajos se han esforzado por estudiar procesos regionales sin tomar en consideración lo que sucedía al otro lado de la cordillera, como si el espacio social, y aún el ambiente natural, efectivamente dejaran de avanzar más allá del límite internacional. Al mismo tiempo, estos enfoques sobre las fronteras las consideraban como áreas vacías de sociabilidad (Benedetti, 2014).
4Este trabajo busca responderse: ¿qué aportes se han hecho desde la geografía para analizar el concepto de frontera en la Araucanía-Norpatagonia?, ¿cuáles han sido los aportes surgidos desde esa misma región?
5El presente trabajo aborda las áreas de frontera desde una perspectiva que trasciende la idea de barrera, imagen que induce a pensar en realidades separadas e inhibe examinar las significativas interacciones en términos demográficos, sociales y culturales allí existentes. De la misma forma, la frontera puede adquirir una porosidad que permite un rico y complejo intercambio entre naciones vecinas.
6Este trabajo, de tipo descriptivo, busca indagar en la producción académica reciente referida al espacio fronterizo reconocido como Araucanía-Norpatagonia (mapa 1) y analizar en qué instancia se encuentran los estudios binacionales.
Frontera argentino-chilena y relaciones binacionales en el ámbito académico-educativo
7La República Argentina y Chile comparten el tercer límite internacional terrestre más largo del mundo (5150 km). Asimismo, existen complejas relaciones y vínculos que han unido y distanciado a ambos países a lo largo de su historia como Estados-nación y como vecinos. Cabe aclarar que la noción de frontera es comprendida no como un elemento natural sino como una construcción social, un límite sobreimpuesto junto con la conformación de los Estados nacionales. Debe ser entendida como un espacio de encuentro e intercambios, un espacio fronterizo (Bandieri, 2001, 2005, 2013), también desde la perspectiva académica e institucional. En consecuencia, se hace necesario comprender las tensiones diplomáticas entre ambos Estados y sus vaivenes económicos y políticos como elementos que contextualizan, en cierta medida, la existencia de redes que vinculan investigadores a ambos lados de la cordillera.
8En ciertos sectores de las dos naciones se mantuvieron fuertes tensiones geopolíticas vinculadas a los gobiernos dictatoriales, en particular entre fines de la década del setenta y la del ochenta. Las reglas sociales imperantes estructuraban sociedades donde prevalecieron las decisiones de las cúpulas político-militares y la participación ciudadana se vio severamente limitada. Cabe mencionar que en 1978, en un clima de constante tensión a partir de la disputa por el canal de Beagle, ambos países casi llegaron a un enfrentamiento bélico.
9Estos elementos contribuyen a comprender las tensiones de fines de los setenta y principios de los ochenta desde un enfoque binacional. En el marco de una política de fronteras de seguridad territorial, y como muestra de la tensión, las autoridades argentinas adoptaron criterios restrictivos en el otorgamiento de radicaciones definitivas a chilenos en relación con el conflicto limítrofe sostenido con el país vecino en la zona austral (cfr. Mármora, 1984; Sassone, 1987; Sassone y De Marco, 1994).
10El advenimiento de la democracia en 1983 en la Argentina, y en 1990 en Chile, fue el comienzo de una nueva etapa. Sin embargo, han pasado muchos años hasta que la línea colaborativa decantó en esfuerzos académicos binacionales en la región, cuyos principales avances se detallan a continuación.
Metodología
11Este trabajo consta de un corpus de información compuesto por:
Actas de los congresos binacionales argentino-chilenos (entre 2007 y 2012).
Libros resultantes de los dos primeros Talleres Binacionales organizados en San Carlos de Bariloche durante los años 2010 y 2011.
Antecedentes de investigaciones geográficas sobre frontera realizadas por investigadores argentinos y chilenos, en el área de estudio.
Revista de Estudios Trasandinos, Revista de la Asociación Chileno-Argentina de Estudios Históricos e Integración Cultural.
12Con el propósito de elaborar un estado de la cuestión, el análisis de fuentes secundarias se centró en primer lugar en la identificación del área de estudio para luego avanzar sobre los conceptos clave provenientes de la geografía (escala geográfica, región y paisaje cultural), así como los aportes teórico-metodológicos de otras ciencias sociales en investigaciones interdisciplinarias.
Áreas de estudio y criterios para el recorte espacial
13La delimitación espacial de los estudios fronterizos argentino-chilenos del sector denominado Norpatagonia-Araucanía presenta diferencias semánticas, así como una variación de escalas geográficas y temporales, según los temas abordados por las distintas disciplinas.
14Tal como destaca Benedetti, «las escalas no están definidas con antelación a la investigación sino, viceversa, son parte del problema de investigación» (2014, p. 14). De allí que distinguir las escalas de trabajo en estos estudios binacionales constituye un elemento de análisis central para este trabajo.
15En general, se adopta una postura flexible para el recorte geográfico, apelándose a rasgos físico-naturales, a una historicidad regional, a un espacio de redes y/o al concepto de aldea (este último, como metodología de análisis antropológico), lo cual permite ampliar el estudio a ámbitos rurales/urbanos según diversos indicadores de prácticas socioculturales.
16De esta manera, se agruparon las investigaciones en torno a dos ejes: a) dimensiones ecológica y fisiográfica del paisaje y b) dimensiones socioculturales del paisaje.
- Las dimensiones ecológica y fisiográfica del paisaje han sido incluidas, principalmente, en investigaciones referidas a:
- Las interacciones e intercambios entre grupos humanos anteriores a la etapa colonial. En el caso de estos estudios sobre registros arqueológicos en escalas temporales amplias (desde los 10 000 años A. P. y hasta los 1500-1800 años anteriores a la Pacificación de la Araucanía, en Chile, y la llamada campaña del Desierto, en la Argentina), se ha podido inferir que constituía un espacio con un «alto grado de homogeneidad socio-cultural basado en un escenario de complementación ambiental de recursos, con conexiones-interacciones entre grupos sociales semejantes y que también incluirían contactos con lugares más distantes como la costa atlántica y la pampeana» (Hajduk y otros, 2011; Pérez, 2011). La continuidad-discontinuidad de estos contactos indígenas en un ambiente, denominado lacustre boscoso por Ana M. Albornoz y Estela Cúneo (2000), son también incluidos desde un enfoque de totalidad, en la gran frontera del Cono Sur, territorio constituido por los nuevos Estados argentino-uruguayo y chileno durante el siglo xix (Tamagnini y Pérez Zavala, 2011).
- Las políticas estatales de creación de los primeros parques nacionales para establecer la soberanía de los Estados nacionales durante las décadas del veinte y del treinta, y el rol del Estado nacional en la construcción del paisaje cordillerano comprendido en la Patagonia noroccidental argentina y centro sur de Chile. Se discuten, entre otros aspectos, las políticas de poblamiento hacia antiguos pobladores/pueblos originarios y la sectorización de usos hacia el interior de estas áreas protegidas nacionales (Pérez y otros, 2013).
- La creación de la imagen de la Suiza argentino-chilena basada en una asociación de las ideas de naturaleza intocada dentro de los parques nacionales con la actividad agropastoril de las primeras colonias agrícolas y las pautas de urbanismo/arquitectura pintoresquista en los centros turísticos de apoyo (ciudades y sistema de villas turísticas ubicadas dentro de la jurisdicción de estos primeros parques nacionales) (Bessera, 2011; Lolich y otros, 2011). Esta imagen turística contribuyó a establecer esta región fronteriza de bellezas andinas como «unidad morfológica acorde con los propósitos nacionales pretendidos a partir de la generación del 80 y más allá de la mitad del siglo xx» (Bondel, 2011, p. 45).
- Las políticas de conservación en un área fronteriza que posee una homogeneidad paisajística y que, entre otras medidas, ha recibido en el año 2007 la declaración, por parte de la unesco, de dos Reservas de la Biósfera (rb) adyacentes, la RB Andino-Norpatagónica (en la Argentina) y la RB Bosques Templados Lluviosos de los Andes Australes (en Chile). Entre ambas se protege una franja cordillerana de aproximadamente 600 km que comparten diferentes hábitats pertenecientes a los bosques templados más australes del mundo. Cabe mencionar que los autores hacen referencia a una sola Reserva de la Biósfera en la región Norpatagónica chileno-argentina (Navarro Floria, 2011, p. 151; Rosales Urrutia, 2011).
- Siguiendo con las dimensiones socioculturales del paisaje, que aportan elementos para justificar la delimitación de un espacio fronterizo compartido (que, según el momento histórico, se ha interpretado también como una línea para defender o una barrera para el progreso), se destaca la referencia que distintas investigaciones han realizado sobre:
- Las relaciones comerciales entre el sur de Chile (incluyendo la zona de Araucanía y ciudades como Valdivia, Osorno, Llanquihue) y la Patagonia Norte de la Argentina (Almonacid, 2011).
- La compleja red de rutas comerciales controlada por mapuches, huillines serranos y pehuenches, durante los siglos xviii y xix entre la Araucanía-Valdivia (actualmente Chile) y las Pampas Trasandinas o Bonaerenses (actualmente Argentina) (Carreño Palma, 2011).
- Las alianzas sectoriales regionales vinculadas a circuitos mercantiles en el territorio comprendido entre los paralelos 42° y 43° Latitud Sur, limitando al oeste con el océano Pacífico y al este con las márgenes del lago Nahuel Huapi (Méndez y Muñoz Sougarret, 2013a).
- Las estrategias de desarrollo turístico y de urbanización en el eje de ciudades ubicadas entre la x Región de Chile (Puerto Montt, Osorno y Puerto Varas) y la Norpatagonia Andina (zona de influencia de Bariloche), que establecieron las bases para crear una atractividad paisajística y una vinculación territorial que continúa en la actualidad (Lolich y otros, 2013).
- La movilidad poblacional histórica entre diferentes provincias de la Norpatagonia argentina (Río Negro y Neuquén) y la Araucanía chilena (x Región de los Lagos, xiv Región de los Ríos) (Matossian y Sassone, 2011, p. 101 y 103).
- La coherencia estética y de memoria de la frontera Norpatagónica chileno-argentina y la región de Aysén en la Patagonia chilena (Núñez, 2011, p. 34).
17Como se ha podido constatar, aún es materia de discusión la delimitación del sector de estudio que generalmente se reconoce bajo la denominación de Araucanía (chilena)-Norpatagonia (argentina). Además de la complejidad que introduce la variable temporal, la cual explica el cambio de uso de nombres toponímicos y/o la incorporación de otros (algunos de ellos cargados de una alta subjetividad, como, por ejemplo, la noción de Suiza argentino-chilena); resulta menester mencionar que existen otros elementos profusamente trabajados desde la geografía, que brindan sustento al análisis de un espacio de frontera, como los conceptos de escala geográfica (que implica, a su vez, la consideración de actores sociales pertenecientes a diferentes niveles), región (como un espacio dinámico y no delimitado a priori) y paisaje cultural (que permite dar cuenta de las dinámicas relacionales más allá de los límites jurisdiccionales entre dos Estados-nación).
Líneas de trabajo conjuntas argentino-chilenas: una mirada interinstitucional
18Desde hace ya dos décadas se comenzaron a forjar relaciones entre académicos vinculados con las ciencias sociales principalmente.
19La Asociación Chileno Argentina de Estudios Históricos e Integración Cultural fue fundada en la ciudad de Mendoza el 11 de noviembre de 1995 y conforma el primer gran esfuerzo en esta línea. Según afirma la propia asociación,
decidió llamarse Estudios Históricos para dar cabida no sólo a historiadores sino a profesionales que desde otras disciplinas (como la filosofía, los estudios literarios, los estudios internacionales, la politología, etc.) hacen trabajos sobre el devenir; decidió también llamarse de Integración Cultural para proyectarse más allá de la investigación, al ámbito docente, hacia las escuelas de pedagogía y estudios de nivel terciarios, pero también para trabajar con las intendencias, municipios, agrupaciones vecinales, etc.1
20Sus instancias académicas son: Seminarios Conosur; Seminarios Identidad y Cultura Latinoamericana; Seminarios Cordillera Sur; Encuentro de Investigadores Jóvenes; Corredor de las Ideas. Pero han sido los congresos argentino-chilenos de Estudios Históricos e Integración Cultural los que se han destacado especialmente en esta línea de estudios binacionales. Estos cuentan con prestigio y trayectoria en la comunidad académica, construidos con trabajo constante, tal como se demuestra en la continuidad y diversidad de las distintas universidades organizadoras:
- Mendoza (1995): Pablo Lacoste, Universidad Nacional de Cuyo.
- Santiago (1997): Luis Carlos Parentini, Universidad Cardenal Silva Henríquez.
- Buenos Aires (1999): Carlos Mayo, Centro Cultural San Martín.
- Viña del Mar (2001): Eduardo Cavieres, Casa de Italia de Viña del Mar.
- San Juan (2003): Ana Fanchin, Universidad Nacional de San Juan.
- La Serena (2005): Roberto Páez, Universidad de la Serena.
- Salta (2007): Universidad Nacional de Salta.
- Santiago (2009).
- Bariloche (2011): Paula Núñez y María Andrea Nicoletti U. de Río Negro.
- Pucón (2013): Jorge Pinto y Patrick Puigmal, Universidad de la Frontera y Universidad de Los Lagos.
21Además de la edición de las actas con las ponencias presentadas en cada uno de estos congresos, la asociación se encarga de la Revista Estudios Trasandinos, que ya lleva diecisiete volúmenes. Esta revista se nutre, en buena medida, de algunos de los trabajos presentados en los mencionados eventos académicos.
22Los congresos argentino-chilenos de Estudios Históricos e Integración Cultural se organizan según líneas temáticas en las cuales se incluyen distintas mesas de trabajo. En general, estas se estructuran en torno a los siguientes ejes: Fronteras e identidades, Educación y ciencias sociales, Globalización y mundialización, Arte y religión, Democracia y ciudadanía, Relaciones internacionales, Familia y sociedad, Territorialidad, Sistemas sociopolíticos.
23Las mesas más próximas a las temáticas de frontera y territorio han aportado estudios de gran interés desde miradas enfocadas en la cartografía, como el trabajo de Carla Lois y Perla Zusman, en el cual analizan el proceso a través del cual se sitúa a la Patagonia en el mapa del mundo occidental a través de la producción de obras de divulgación de obras cartográficas y literarias que «daban cuenta de los avances de la elite dirigente en la apropiación del pretendido territorio de dominación, particularmente de las prácticas de relevamiento cartográfico y de la apropiación, exploración y colonización del territorio patagónico» (Lois y Zusman, 2007, p. 13), posterior a la llamada campaña del Desierto. En esta misma línea se encuentra el trabajo de Malena Mazzitelli Mastricchio (2007), que analiza el devenir de elaboración de cartografías de frontera mediante la creación de la Oficina de Límites Internacionales en 1891, como organismo centralizado que atendería todas las cuestiones de las fronteras internacionales, y más adelante la sanción, en 1941, de la Ley de la Carta que monopolizó la producción cartográfica nacional en el Instituto Geográfico Militar.
24Otro aporte significativo es el realizado por Pedro Navarro Floria (2007a), respecto a las representaciones del espacio y el tiempo en los proyectos de futuro para la Patagonia Norte. Este autor propuso que la realidad regional de la Patagonia se organizaba en torno a la idea positivista de progreso, según la cual los territorios nacionales constituían un experimento, hacia fines del siglo xix y principios del xx, donde los pueblos no podían ejercer soberanía política.
25Por su parte, Carolina Caminos (2007) aborda la frontera desde un enfoque antropológico, en el cual se analizan el peso de las prácticas discursivas producidas por intelectuales en las representaciones geopolíticas y en las construcciones identitarias articuladas en torno a las nociones de nosotros-otros.
26También hacia finales de la década del noventa se creó, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo, el Centro de Estudios Trasandinos (cet), cuyo primer coordinador fue Pablo Lacoste. Este centro comparte intereses y miembros con la Asociación Chileno-Argentina de Estudios Históricos e Integración Cultural. En el año 2002, y a raíz del desarrollo de redes de integración de investigadores, el centro amplía su nombre y se constituye como Centro de Estudios Trasandinos y Latinoamericanos (cetyl). Este centro también cuenta con un historial de organización de eventos académicos que alcanza los once seminarios. Los primeros cuatro se denominaron Seminario Argentino Chileno y se encontraban vinculados a la carrera de Relaciones Internacionales. A partir de 2001, cambiaron su nombre a Seminario Argentino Chileno de Humanidades, Ambiente y Relaciones Internacionales, con lo cual se definió cierto interés temático más particular. Hacia 2003 nuevamente se modificó a Seminario Argentino-Chileno-Seminario Cono Sur de Ciencias Sociales, Humanidades y Relaciones Internacionales, mostrando una tendencia que se mantiene hasta la actualidad de expandir regionalmente la escala de trabajo. Todos los encuentros fueron realizados en la ciudad de Mendoza, el último de ellos celebrado en 2012, con lo cual su carácter binacional se ha visto reducido dado lo estático del lugar de reunión a lo largo de los años.
Revista Estudios Trasandinos
27Esta revista se destaca por presentar temáticas variadas y desde enfoques que promueven la interdisciplina. Su publicación se ha consolidado a partir de la democracia en ambos países, con la creación de hábitos académicos y ámbitos de investigación, docencia y diálogo conjunto. Ha contribuido así al proceso de integración y a la consolidación de las buenas relaciones entre ambas comunidades científicas.
28En ella se encuentran investigaciones de interés para la temática en torno a la relación entre los Estados-nación y las sociedades locales en territorios marginales respecto a todo el conjunto de la frontera binacional, tal como es la Patagonia.
29En sus números se destaca la continuidad de textos editoriales en los que se posiciona la revista dentro de líneas de investigación que fortalecen vínculos integracionistas y latinoamericanistas. Por su parte, la sección Notas de Investigación permite un espacio de reflexión acerca del desarrollo de reuniones científicas, proyectos de investigación, notas a investigadores y semblanzas.
30Dentro de los artículos publicados se han realizado importantes avances acerca del período colonial y las derivaciones del avance del Estado-nación sobre los distintos pueblos indígenas, en particular los mapuches. En los diferentes números se conjugan temporalidades, especialidades y temáticas diversas, sin registrarse números temáticos.
31A continuación, se hará mención a aquellos que han abordado el sector norte del espacio de la Patagonia argentino-chilena y que, de alguna manera, realizaron cuestionamientos sobre el espacio fronterizo.
32Mirta Teobaldo, en uno de los artículos publicados en esta revista, aborda los discursos a partir de la presencia de inspectores nacionales en los Territorios Nacionales de Río Negro y Neuquén. Afirma que en estos espacios los paisajes y habitantes se han visto reducidos a una pura representación e indica que la geografía física, las inmensas dimensiones del espacio, la incomunicación provocada por las distancias físico-mentales y la falta de medios que la remediara, fueron la materia prima a partir de la cual se tejió la trama discursiva respecto a la Patagonia, de su espacio, habitantes y agentes que debían civilizarla:
La fuerte recurrencia de ciertas metáforas utilizadas en sus informes puede entenderse como la institucionalización de una imagen vinculada fundamentalmente a la defensa de la soberanía nacional y a la consecuente formación de la identidad nacional, como el resguardo de las fronteras. (Teobaldo, 2008, p. 94)
33Otro aporte sobre las fronteras ha sido el de Brígida Baeza (2008) sobre la Patagonia central, en el que se indica que los espacios fronterizos, ubicados en los márgenes de la nación, dieron muestras de un modo de elaboración de las prácticas sociales diferentes al resto del territorio. Se prioriza el uso metafórico de la frontera, interna y externa, vinculada a los procesos de construcción de identidades culturales en torno a la idea de memorias colectivas de la frontera argentino-chilena.
34También enfocado sobre las construcciones identitarias, se encuentra el trabajo de José Benclovitz (2012) en el que se refiere a las limitaciones impuestas a los migrantes chilenos en San Carlos de Bariloche por el decreto-ley 15 385 (1944) de Creación de Zonas de Seguridad en las áreas de frontera que declaraba de «conveniencia nacional que los bienes ubicados en la zona de seguridad pertenezcan a ciudadanos argentinos nativos». También explica cómo, a partir de la revalorización de las acciones del Estado nacional, gana espacio una doble invisibilización de las comunidades indígenas a través de discursos que postulan la desaparición previa de los pueblos originarios, con otros que refieren a lo indígena-chileno como negatividad. En esta misma sintonía, se encuentra el trabajo de Juan Porma Oñate (2012) que analiza, desde Temuco, la fuerza del imaginario colectivo de una cultura dominante y hegemónica vinculada al Estado-nación que busca homogeneizar, con una lógica de dominación colonial, la construcción de una imagen estereotipada del pueblo mapuche como salvaje y bárbaro.
35De los pocos enfoques centrados en las dimensiones espaciales de la frontera se destaca el trabajo de Claudio Maíz (2006), que analiza las visiones de alteridad a través del espacio en la cordillera de los Andes. Al estudiar los cambios de la percepción de un accidente geográfico como la cordillera, señala que la relación con el espacio avala universalmente la particularidad de las identidades. Así, el autor recorre las significaciones que se le han asignado al macizo andino de muro a portal. También se detiene en la importancia de la noción de cordillera en tanto barrera en la búsqueda de construcción de identidades nacionales. De manera que «en el proceso de constitución de las nacionalidades la cordillera significó el recurso físico más propicio para la separación y demarcación de las soberanías territoriales y la asignación de identidades» (Maíz, 2006, p. 154). Por otra parte, es interesante la propuesta que el autor hace luego del recorrido histórico, en la cual indica que la cordillera de los Andes, en tanto espacio social de frontera, ha sido configurada a partir de distintas representaciones. Y que en el siglo xx se destacan dos corrientes: una que refuerza la idea de la división y otra que procura el entendimiento cordial y amistoso. En general, la primera se liga a los aparatos estatales y, la segunda, a la cultura.
Algunos antecedentes de estudios geográficos sobre temáticas fronterizas en el sur de la Argentina y Chile
36Hasta ahora, un reducido número de estudios de investigadores chilenos y argentinos ha abordado una clara perspectiva binacional sobre el espacio fronterizo entre la Argentina y Chile. Aún así, existen trabajos valiosos que se ocupan del análisis de las dinámicas fronterizas. Entre ellos se destacan las investigaciones de autores argentinos sobre los asentamientos de Trevelin (Argentina) y Futaleufú (Chile) realizados por Brígida Baeza (2007, 2009 y 2011). Desde una perspectiva histórica cabe considerar el trabajo de Méndez (2005) sobre la importancia del eje San Carlos de Bariloche-Puerto Montt. Por su parte, Pablo Lacoste ha compilado la obra Argentina, Chile y sus vecinos (1810-2000) en 2005. También avanzando sobre el análisis de espacios fronterizos se encuentran los trabajos de Susana Bandieri, en particular el libro Cruzando la cordillera. La frontera argentino chilena, que se ha publicado en el año 2001.
37Cabe destacar que dentro del espacio fronterizo argentino-chileno, la región patagónica posee características particulares en su devenir. Esta ha sido una región conflictiva durante el siglo xix, durante el cual los nacientes estados nacionales mantenían disputas con diferentes naciones indígenas con el objetivo de desactivarlas (Benedetti, 2014, p. 18). El control fronterizo recién se consolidó en las primeras décadas del siglo xx, con la instalación de la aduana como uno de los elementos de presencia estatal más destacados. Estos elementos dan cuenta del particular y tardío proceso de fronterización (Grimson, 2003) de esta región.
38Desde el Instituto de Geografía de la Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile se ha publicado una obra significativa respecto a los estudios de frontera: Fronteras en movimiento e imaginarios geográficos editada por Andrés Núñez, Rafael Sánchez y Federico Arenas (2013). En esta obra colectiva el abanico de temáticas abordadas por investigadores chilenos y argentinos, a lo largo de los distintos capítulos, se abre desde perspectivas interdisciplinarias. Los editores apuestan a una geografía con memoria, historicidad, diversidad y complejidad como pilares para el estudio del espacio fronterizo, entendido desde su materialidad y en la dimensión espacial de lo social. En este sentido, los imaginarios geográficos se entienden «como resultado de un relato social, de acciones, de dispositivos, de mecanismos discursivos que afianzan en la retina colectiva un modo de mirar el espacio y por ende, un modo de actuar en él» (Núñez y otros, 2013, p. 16). Los mismos editores, en uno de los capítulos, destacan cómo la imagen de una frontera cordillerana sólida fue parte de un proceso más amplio de racionalización espacial heredado del período colonial y articulado en parámetros de centralidad, que busca institucionalizar hegemónicamente aquella espacialidad. En este sentido, el imaginario buscó homogeneizar los espacios y controlarlos, en especial aquellos considerados vacíos, como fue la región patagónica.
39Desde un enfoque semiológico, se destacan dos aportes que analizan el tratamiento de la cordillera y la frontera en libros de texto dedicados a la enseñanza de Historia, Geografía y Ciencias Sociales en Chile. El primero de ellos (Paulsen Bilbao, 2013) analiza dichas referencias a lo largo de todo el siglo xx (1900-2011) y resalta cómo los imaginarios en la enseñanza de una geografía nacional construyen una noción de cordillera que aísla al mismo tiempo que funciona como garante natural de la soberanía del país. Por su parte, el capítulo de Araya Palacios (2013) analiza textos recientes desde la mutidimensionalidad de la cordillera de los Andes y concluye, con una perspectiva más optimista, que la paulatina diversificación de los textos permite avanzar más allá de su consideración desde dimensiones físicas y geopolíticas.
40Otro aspecto vinculado al estudio desde la geografía refiere a la importancia de las escalas en los estudios fronterizos. Así, tal como indican Marcela Tapia y Cristián Ovando, «las relaciones que dan sentido al espacio fronterizo afectan su configuración y representación –una a escala territorial conectada con lo global, hacia lo transfronterizo y la movilidad; otra de escala nacional hacia la frontera como contención y fragmentación» (2013, p. 265). En esta idea se retoma la noción clave de escala para comprender la complejidad de representaciones asociadas en el espacio fronterizo. Continúan Tapia y Ovando alertando sobre el hecho de que los enfoques teóricos y metodológicos deben superar los nacionalismos metodológicos, para abordar realmente los espacios fronterizos en sus contradicciones como condensadores de escalas y pujas de poder en sentidos divergentes.
41Por último, el capítulo de Alejandro Benedetti e Iñigo Laguado (2013) analiza el espacio fronterizo argentino-chileno a partir de la noción de sistema de lugares. Para la Patagonia reconoce una subzona Norpatagonia en la que el sistema de lugares se define por numerosos pueblos y ciudades pequeñas y medianas próximas al límite y la presencia de parques nacionales.
Un avance hacia la producción de investigaciones conjuntas binacionales: los talleres binacionales
42El enfoque binacional en los estudios fronterizos avanza más allá de una consideración del territorio que trasciende los límites de los Estados nacionales, se trata también de abordajes binacionales en la autoría de los trabajos y esfuerzos académicos. Al respecto, los talleres binacionales organizados por el Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (iidypca, conicet-unrn) en San Carlos de Bariloche, durante 2010 y 2011, y en Pucón, en 2013, han propiciado el inicio de investigaciones conjuntas entre académicos pertenecientes a universidades y centros científicos de ambos países. Uno de los resultados de los mencionados encuentros ha sido la publicación de dos libros que compilan artículos científicos, en los que se destaca una organización temática de los estudios y una tendencia a publicar trabajos entre autores argentinos y chilenos, ampliando el área de estudio y las unidades de relevamiento hacia ambos lados de la cordillera de los Andes. También es posible distinguir marcos teórico-conceptuales provenientes de la geografía política, geografía cultural, demografía y geografía del turismo. No obstante, la propia dinámica de trabajo en conjunto ha fortalecido una integración de disciplinas y marcos teóricos, en donde la perspectiva de análisis geográfico se ha visto enriquecida con aportes provenientes de la historia regional, el urbanismo, la arquitectura, las ciencias políticas, la filosofía y la antropología.
43A continuación, se realiza una síntesis con la intención de poner en evidencia los principales conceptos relacionados con la discusión sobre la frontera –¿o fronteras?– en los que la geografía posee una larga trayectoria de estudio (escala geográfica, movilidad poblacional, periferia/aislamiento geográfico, región, paisaje cultural y procesos de territorialización). Asimismo, se señalan los tipos de abordaje y/o disciplinas relacionadas con la geografía, el recorte espacial, las denominaciones y criterios utilizados por diferentes autores en la definición de las áreas de estudio, que permitieron analizar el espacio fronterizo de la Norpatagonia-Araucanía.
44Un concepto central al que remiten diversos trabajos es el de escala geográfica, discutiéndose desde distintas perspectivas, la lógica territorial que subyace en su definición.
45Particularmente, se revisan los supuestos de la Geografía Política (gp) tradicional, que mediante una geometría del poder, buscaba delimitar físicamente un territorio en función de la institucionalización de los Estados-nación durante los siglos xix y xx. Según Alicia Laurín y Andrés Núñez (2013), en este contexto no ha sido posible hablar de una frontera norpatagónica, porque durante décadas se ha constituido en la única racionalidad territorial de escala nacional y consideran, por lo tanto, relevante comenzar a abordar este espacio mediante la valorización de las especificidades territoriales y fronterizas. Los autores proponen, asimismo, que para analizar la dialéctica entre nacionalismo y mundialización de los siglos xx y xxi, resulta necesario plantear la gp como proyecto o como proceso de inteligibilidad a partir de una realidad relacional, es decir, tratar la escala como problema fenomenológico (Laurín, 2011, p. 20). Este enfoque permitiría entonces considerar a la región fronteriza como una nueva conformación territorial, en donde la participación de otros agentes, según Joan-Eugeni Sánchez (1992), crean nuevas relaciones sociales que implican, a su vez, relaciones espaciales.
46Desde la geografía cultural, Andrés Núñez (2011) advierte que las interpretaciones de la frontera basadas solo en el ejercicio de delimitación política de los Estados-nación, han actuado bajo la lógica de un discurso territorial fuerte que se impone como identidad social y termina siendo una producción de verdad. Este autor ha incorporado la dimensión temporal para identificar y analizar también la existencia de discursos territoriales débiles, que se contraponen a la intencionalidad homogeneizadora de incorporación de territorios con un aislamiento geográfico, a los contextos nacionales y mundiales.
47En relación con lo anterior, y desde un análisis microregional de la Comarca Andino Patagónica del paralelo 42°, el geógrafo Santiago Bondel (2011) profundiza la noción de espacio social y/o cultural, resaltando la valorización de las prácticas territoriales de orientación horizontal, más allá de los íconos (la cordillera es un ejemplo) que históricamente han actuado como una barrera en un espacio fronterizo.
48En resumen, resulta también de interés la síntesis que efectúa Perla Zusman en su rol de comentarista de las aperturas expuestas por los autores de los trabajos previamente referidos; particularmente, cuando subraya que si bien es posible discernir políticas semejantes en materia de organización territorial en Chile y la Argentina, la «definición de una territorialidad no es prerrogativa solo de los Estados, sino que también grupos e individuos construyen su territorialidad» (2011, p. 67). Zusman añade, siguiendo la concepción relacional, temporal y plural de la territorialidad de Sack (1986) que las mencionadas territorialidades pueden ser activadas y desactivadas.
49Desde un enfoque de la política migratoria y la demografía, Brenda Matossian y Susana Sassone (2011), en un análisis de la migración chilena a escala nacional y, particularmente, la movilidad transfronteriza en la segunda mitad del siglo xx, se refieren al concepto de escala como una construcción social que deja traslucir las jerarquías que funcionan desde lo nacional sobre lo local, afectando a la integración. Esta condición de territorio transfronterizo, y por lo tanto, de migración fronteriza, otorga al análisis del proceso una especial connotación que no permite un tratamiento y apreciación similar a un proceso migratorio internacional o intercontinental (Norambuena, 2011, p. 109).
50La necesidad de considerar, a lo largo del tiempo, los mecanismos y las intencionalidades de los diferentes agentes sociales intervinientes (públicos y privados) en espacios sub-nacionales fronterizos, ha generado también, por parte de los historiadores, antropólogos y especialistas en gestión del patrimonio, discusiones referidas a los supuestos teóricos fuertemente arraigados en sus disciplinas, para abordar diferentes escalas geográficas en los estudios regionales.
51Desde la historia resulta muy ilustrativo el intercambio de perspectivas de estudio, producido entre la comentarista y los autores de los trabajos del eje denominado Construcción socio-política en Norpatagonia del ii Libro del Taller Binacional. Es posible identificar dos posturas: por un lado, Graciela Iurno invita a repensar si la región Norpatagonia argentino-chilena constituye un real sujeto histórico o si es un «ejemplo de particularidad en los procesos de formación de espacios regionales que no siempre son sincrónicos con respecto a la formación de nacionalidad y de estructuración de los Estados nacionales» (Heredia, 2000, citado en Iuorno, 2013, p. 182). La mencionada comentarista para fundamentar su postura hace referencia, entre otros autores, al historiador argentino José Carlos Chiaramonte, quien desde la historia síntesis/total objeta que «una región lo es cuando tiene presencia histórica en la historia global de un país» y que «lo regional posee dos notas dominantes: la de la región como totalidad histórica con distintiva personalidad y a la vez, como parte de otra totalidad mayor, que sería la nación» (2008, p. 184).
52Por otro lado, una segunda postura, particularmente entre los historiadores especializados en historia regional, consiste en pensar a la región y las historias regionales como «organismos compenetrados que en sus relaciones con otros sistemas similares forman la historia nacional, y no viceversa» (Méndez y Muñoz Sougarret, 2013b, pp. 186-187). En coincidencia con esta nueva forma de aprehender la realidad transfronteriza como una región, Paula Núñez y Fabián Almonacid señalan que la integración de los territorios es un problema en sí misma y que la presunción histórica, desde una lógica centralista del poder político estatal, de la Patagonia como una región homogénea, es repetida hacia el interior de estos territorios con una falta de agenda de crecimiento homogéneo, generando elementos de dependencia de larga duración (2013, p. 188).
53Esta necesidad de replantear cómo se construye la historia nacional y cuál es el lugar que ocupa la historia regional en este proceso de territorialización, ha llevado a Laura M. Méndez y Alma Tozzini (2011) a admitir un enfoque de redes para dar densidad a las prácticas sociales, económicas y políticas a escala regional. El análisis, en este caso, hace uso del concepto de aldea entendido por la antropología posterior a la década del sesenta, como lugar desde donde situarse metodológica y estratégicamente a hacer etnografía. De esta manera, las autoras consideran a la frontera argentino-chilena como lugar de intercambio y de encuentro cuyos límites regionales y su extensión no requieren una definición previa.
54En consonancia con lo anterior, se ha abordado también el concepto de frontera desde una perspectiva cultural, a partir del análisis de las ciudades (desde el urbanismo y la arquitectura), como un indicador de las representaciones colectivas de una determinada sociedad en un tiempo preciso, y de turismo (con aportes desde la geografía del turismo), como una actividad productiva común a todas ellas. Liliana Lolich, Laila Vejsbjerg y Jorge R. Ponte (2011) han tomado estos elementos comparables en la región comprendida entre la Norpatagonia andina (zona de influencia de la ciudad de Bariloche) y parte de la x Región chilena (zona de influencia de Puerto Montt, Osorno y Puerto Varas). De esta manera, a través de la identificación y descripción de las prácticas dirigidas a conformar el espacio construido (hábitat) y turísticas (modelos de planificación y comercialización de la actividad), encontraron que los intereses sectoriales, especialmente aquellos vinculados a la actividad turística y la conservación de áreas naturales, permitieron la persistencia de ciertas prácticas integradoras reguladas a nivel local y nacional, independientemente de los quiebres y continuidades políticas experimentados en este espacio de frontera.
55No obstante, los mismos autores advierten sobre la notable disminución del poder de los Estados nacionales en cuestiones referidas a la preservación del patrimonio arquitectónico de las ciudades y la sustentabilidad de las prácticas turísticas a escala local y regional, en un período signado por la globalización y las decisiones supraestructurales de escala mundial (desde 1980 y hasta la actualidad). Por este motivo, proponen analizar este espacio fronterizo desde una mirada regional, respaldando la hipótesis de la historiadora del arte y la arquitectura latinoamericana Marina Waisman, quien sostiene que
la idea de región, contrariamente a la de periferia, ubica a cada cultura en un sistema que tiene como base precisamente a la pluralidad de regiones, sistema en el cual ninguna de ellas ejerce la hegemonía ni puede, por tanto, erigirse en modelo de validez universal.
56Y propone «la valoración de las culturas “marginales” […] encaminada a la construcción del pluralismo cultural» (1990, p. 72).
57En síntesis, frente a la dualidad centro-periferia, y la dependencia de esta última con respecto a la primera, el análisis del espacio de frontera como una región, se presenta como otra centralidad.
58En relación con lo anterior, artículos fundamentados desde la filosofía de la ciencia, la ecología y la historia, aportan evidencias que confirman que las «políticas de protección de la naturaleza guardan una relación muy estrecha con la territorialización de espacios naturales que produjeron configuraciones espaciales fuertemente centralistas y concentradoras de decisiones, intereses y recursos en metrópolis extrarregionales» (Navarro Floria, 2011, p. 150).
59El concepto de paisaje también posee una amplia tradición dentro de la geografía. Desde los primeros antecedentes de la geografía cultural, las orientaciones clásicas estudiaban en principio las formas visibles, materiales de los paisajes con una impronta historicista (Carl Sauer, 1925). Varias décadas después, se comenzaron a considerar perspectivas más amplias como la de David Lowenthal (1975), quien destacó la importancia de las actitudes de los sujetos en relación a los paisajes, incorporando los elementos inmateriales. En los ochenta, Denis E. Cosgrove (1985) considera esta percepción del paisaje en tanto expresión de las relaciones sociales y económicas en una formación social. Más recientemente, las propuestas fenomenológicas contribuyeron a comprender los paisajes como resultados de experiencias cotidianas de los sujetos, por lo tanto en constante proceso de producción y como vehículo de conflictos sociales. Como bien logra sintetizar Joan Nogué (2007), el paisaje, en tanto que resultado de una transformación colectiva de la naturaleza, es un producto social; los paisajes reflejan una determinada forma de organizar y experimentar el territorio y se construyen socialmente en el marco de unas complejas y cambiantes relaciones de género, de clase, de etnia, de poder.
60Al hablar de paisaje, como propone Oriol Nel Lo (2007), se da cuenta tanto de aquellos paisajes visibles, evidentes, como de aquellos invisibles, que no se ven, o se ocultan. Se trata de estudiar el paisaje y sus desigualdades desde una perspectiva enmarcada en lo que Alicia Lindón (2007) denomina constructivismo geográfico,2 donde el espacio es entendido no solo en sus aspectos evidentes sino también como una densa trama de sentidos: los imaginarios (García Canclini, 2004 y 2007). Alicia Lindón y Daniel Hiernaux (2012) definen el estudio de lo imaginario en geografía como una innovación en el pensamiento espacial y social que se orienta hacia caminos poco transitados. Estudiar los imaginarios urbanos es analizar la ciudad como un acontecimiento cultural y como escenario de un efecto imaginario (Silva, 1992). Esta trama de sentidos no es aséptica sino que está en continuo diálogo con las tensiones, conflictos y luchas de poder.
61En los Talleres Binacionales existen antecedentes de artículos que exploran el paisaje desde distintas perspectivas. Se hace referencia a que la interpretación de la carga simbólica atribuida a las construcciones materiales (aspectos visibles del paisaje) permite dilucidar la pretensión, por parte del Estado nacional, de crear argentinidad (Bessera, 2011). En relación con lo anterior, en un estudio comparativo se aborda la manera en que ambos Estados nacionales han territorializado este espacio fronterizo (principalmente con la concreción de proyectos de arquitectura hotelera) impulsada a través de empresas ferroviarias y organismos de protección de los parques nacionales (Lolich y otros, 2013).
62A su vez, según Izidor Mora Mora, es destacable el aporte de la geoantropología o de la arqueología de la arquitectura para «explicar algunos fenómenos ligados a la apropiación del territorio, como son los desplazamientos, los viajes y las migraciones, así como la adaptación cultural del hombre al medio, entre otros temas» (2013, p. 53). La reconstrucción literaria del paisaje a través del análisis de bienes patrimoniales, como una metodología para encontrar elementos de identidad, ha sido uno de los avances en este sentido (Pastor y Raffa, 2013).
63Desde la filosofía se ha profundizado en los fundamentos simbólicos con los cuales se vincula la noción de paisaje, para explicar la exclusión social e incluso la subordinación territorial (Núñez, 2011); asimismo, desde la historia resulta también significativo el estudio de Navarro Floria sobre la Patagonia o Patagonias (recorte territorial que indagaba); y la caracterización de esta/as como espacios fronterizos considerados a una escala nacional como áreas de incorporación productiva o paisajes del progreso (Navarro Floria, 2007b).
Reflexiones finales
64En los estudios de frontera sobre el área de la Araucanía-Norpatagonia se destaca, tal como Benedetti (2014) señaló para los estudios de frontera en general, una falta de valoración de la geografía dentro de estos trabajos que ponderan una antropología del espacio, como si la geografía cultural no tuviera nada que decir respecto de las dimensiones simbólicas de la construcción del paisaje. Aún así, a partir de lo analizado en este trabajo, se reconoce un giro hacia los estudios que consideran las dimensiones subjetivas de las fronteras desde perspectivas geográficas renovadas.
65Siguiendo la propuesta de Tapia y Ovando (2013), los cambios en la concepción de los Estados y las naciones devienen en la centralidad que adquieren los espacios de frontera y constituyen una oportunidad para que, desde dentro, la región fronteriza y la teoría de la frontera puedan discutir la hegemonía del centro privilegiado desnacionalizando y desterritorializando al Estado-nación. Esta renovación en geografía de la noción de región como espacio vivido, entabla un diálogo muy fructífero con disciplinas como el urbanismo y la historia regional, al considerar el espacio de frontera como una región perteneciente a un sistema de regiones, adquiriendo cada uno de estos espacios sub-nacionales, una centralidad en el tratamiento, frente a la tradicional dualidad centro-periferia, y la dependencia de esta última con respecto a la primera.
66Otros conceptos ampliamente trabajados desde la geografía que son problematizados a partir de disciplinas como historia, filosofía, arquitectura, ecología, en investigaciones conjuntas entre investigadores argentinos y chilenos, son la escala geográfica y el paisaje. La noción de escala se analiza en continuo diálogo con la geografía política en tanto hace especial énfasis en las relaciones de poder en articulación con la dialéctica nacionalismo y mundialización, tanto en un sentido interregional como intrarregional. Por su parte, el concepto de paisaje, en tanto constructo social, desde su materialidad e inmaterialidad, pone en relieve la importancia del estudio de los discursos, más o menos fuertes, y su peso dentro de los procesos de territorizalización y fronterización. Estos tres conceptos clave –región, escala geográfica y paisaje– hilvanan en gran medida el camino de los aportes geográficos a los estudios fronterizos en la Norpatagonia.
67En lo referido a la frontera y los intereses de agentes público-privados de carácter transnacional, es relevante consignar que, aunque la Norpatagonia andino-lacustre ha mantenido un significativo dinamismo transfronterizo y presenta recursos económicos de alto valor que podrían sentar las bases para un desarrollo binacional integral (potencial hidroeléctrico y turismo, por nombrar solo algunos), no existen estudios científicos de largo aliento que apunten a generar planes y estrategias de acción concreta para el desarrollo de un espacio que representa una unicidad que trasciende los límites políticos. La sistematización de la información a nivel de la macro escala sobre la dinámica poblacional transfronteriza, resulta indispensable como un primer paso para avanzar, tanto en estudios de situaciones puntuales, como en la formulación de estrategias de desarrollo; aspectos que se están abordando en una segunda fase de trabajo colaborativo entre investigadores chilenos y argentinos.
68Asimismo, se rescata el interés por avanzar en el conocimiento de fenómenos actuales que con diferentes lógicas (ecológicas, económicas, geopolíticas, demográficas, entre otras) y la incorporación de agentes públicos y privados de carácter transnacional, también actúan sobre este espacio fronterizo a través de la implementación de iniciativas como el Corredor Bioceánico y el programa mab de Reservas de Biósfera.
Comentario al texto
69Alejandro Benedetti
conicet-Universidad de Buenos Aires
70El artículo de Brenda Matossian y Laila Vejsbjerg nos presenta una excelente sistematización de la bibliografía publicada desde la década del noventa al presente sobre un Espacio Fronterizo Regional (en adelante, efr) ubicado en la parte austral de Sudamérica, compartido por la Argentina y Chile. La renovada preocupación de las ciencias sociales, en estos países, por los espacios fronterizos, está en sintonía con lo que ocurre en el resto de Latinoamérica. La integración entre estados nacionales, la aceleración de los flujos en el contexto de la globalización, el surgimiento de formas de cooperación entre estados subnacionales fronterizos, el contrabando a diferentes escalas, entre otros procesos, han estimulado el desarrollo de los estudios sobre fronteras, ya no desde las miradas nacionalistas clásicas, sino desde perspectivas críticas.
71El efr que se analiza en este trabajo es diádico, ya que se construyó a partir del proceso de diferenciación territorial de dos Estados nacionales modernos: la Argentina y Chile. Un punto de inflexión en este proceso es el año 1881 cuando, a través de los mecanismos de la alta diplomacia, se llegó a la firma del primer tratado bilateral. Ese tratado confirmaba que el límite se ubicaría en la Cordillera de los Andes, siguiendo «las cumbres más elevadas de dichas cordilleras que dividan las aguas». Dada la dificultad de seguir ese criterio y por el clima de enemistad fomentado por sectores beligerantes de ambos países, que se reavivó de tanto en tanto, la delimitación requirió de ajustes posteriores, activó el mecanismo de la mediación y dio lugar a la proliferación de argumentaciones que señalaban al vecino como expansionista y al propio país como víctima. El proceso de delimitación argentino-chileno se extendió por más un siglo, ya que todavía en la década del noventa quedaba por resolver un diferendo en las proximidades del cerro Fitz Roy. La delimitación es uno de los procesos fundamentales que participan en la construcción de un espacio fronterizo, que funciona, metafóricamente, como un bisturí que procura separar en dos algo que antes estaba unido, generando una cicatriz en el terreno. Otro proceso, que refuerza al anterior, es el de fronterización, mediante el cual cada Estado va creando diferentes distritos en las adyacencias del límite, como estrategia territorial para hacer efectiva su presencia y su función de control a las movilidades entre ambos países. Como señalan las autoras, los parques nacionales tuvieron, en gran medida, la función de fronterización en esta área.
72Desde el cerro Zapaleri hasta el canal de Beagle, esta díada se extiende por más de 5000 km, con la cordillera de los Andes en su centro. Como nos recuerdan Matossian y Vejsbjerg, se trata del tercer límite terrestre más extenso del mundo. De norte a sur se pueden reconocer diferentes discontinuidades. Uno de los tramos de ese extenso espacio fronterizo es el que motiva el estado de la cuestión que se presenta en este trabajo. Las autoras optan por denominarlo Araucanía-Norpatagonia, apelando a categorías regionales, una por cada país, lo que muestra en cierta forma la persistencia de la cicatriz. Pero lejos está de constituirse en un espacio desarticulado: a través del límite internacional existen múltiples vinculaciones, sentidos de pertenencia y organizaciones que, recurriendo a una metáfora, van buscando coser esa cicatriz. Se podría hablar, tal vez, del efr mapuche, por la identificación del grupo humano cuyos territorios se distribuían hacia uno y otro lado de la cordillera, y que fueron redefinidos, en la forma de reservas, tras la expansión de los Estados argentino y chileno hacia el sur. El recorte regional será algo diferente si se presta atención a los caminos internacionales, que últimamente fueron ordenados por la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (iirsa) en la planificación de los llamados Ejes de Integración y Desarrollo. Los principales caminos que estructuran el Eje Sur son, al norte, el que cruza por el paso Pino Hachado y, al sur, el que lo hace por Cardenal Samoré. El efr, así recortado, va de un océano al otro, y en su interior se establecen múltiples vinculaciones comerciales transfronterizas. También, podría reconocerse una región, a partir de la integración entre las divisiones de primer orden, a las provincias de Neuquén, Río Negro y Chubut en la Argentina, y las regiones de Araucanía, de los Ríos y de los Lagos en Chile, entre las cuales se han generado diferentes estrategias de cooperación, dentro de los nuevos esquemas de gobernanza transfronteriza multinivel que se van generando en toda Latinoamérica. En todo caso, todos estos recortes son analíticamente válidos y, como exponen las autoras, están dando cuenta de la multiplicidad de escalas espaciotemporales que se pueden involucrar en el estudio de un espacio fronterizo.
73Para su exhaustivo análisis bibliográfico, las autoras revisan actas de congreso, revistas especializadas y libros producidos dentro y fuera del efr. Como nos advierten desde el título, prestan atención a la mirada geográfica (tomando por geográfica una definición amplia). Una de las conclusiones a la que llegan es que la producción procedente de la geografía disciplinar todavía es relativamente escasa, sobre todo en comparación con la profusa literatura especializada, generada desde los campos disciplinares de la historia o la antropología. Todavía son pocos los estados de la cuestión referidos a los espacios fronterizos argentinos. Este artículo es un buen ejemplo para seguir en el estudio bibliográfico de otras regiones.
74El único interrogante que se me plantea es si es correcto incluir a los estudios arqueológicos ocupados de entender cómo se organizaban las sociedades allí localizadas en el pasado remoto. Si los espacios fronterizos de los que se está dando cuenta son el producto del proceso de formación y diferenciación territorial generado por estados modernos, en el caso del sur sudamericano el inicio de este proceso difícilmente podría ubicarse mucho antes del siglo xix. Las tierras andinas ubicadas en torno al paralelo 40° Sur ¿funcionaban como una díada ya en tiempos prehistóricos, ya en tiempos prehispánicos? Esta no es más que una observación menor, para un trabajo que considero meritorio.
Réplica de las autoras
75Agradecemos a Alejandro Benedetti su atenta lectura y las reflexiones que, a propósito del espacio fronterizo regional Araucanía-Norpatagonia analizado, hiciera sobre el contexto histórico y geográfico a escala nacional, así como la mención a los procesos geográficos generales que también pueden comprobarse en estas latitudes: la delimitación de la frontera argentino-chilena y la fronterización como estrategia de control territorial llevada a cabo por ambos países. Sería interesante poder profundizar en estudios comparativos entre diferentes tramos del extenso espacio fronterizo que comparten Chile y la Argentina, respecto de los mecanismos utilizados (entre diferentes agentes públicos y privados) y su cristalización en el espacio (mediante prácticas materiales y simbólicas); así como los objetivos y justificaciones históricas de proyectos que fueron o no llevados a cabo.
76En relación a la pertinencia de incluir los estudios arqueológicos (que demuestran un escenario de complementación ambiental de recursos e interacciones recurrentes entre grupos sociales semejantes a ambos lados de la cordillera) como antecedentes en el análisis de los criterios que se han utilizado para delimitar geográficamente el área de estudio, no sería, en rigor, adecuada. Sin embargo, hemos intentado incluir los principales resultados de los debates generados en el marco de los Talleres Binacionales 2010, 2012 y 2014, debido a la posibilidad de problematizar un espacio regional fronterizo más allá de la relación diádica entre dos Estados parte modernos, e integrar la dimensión histórica (y, en este caso, prehistórica) a la comprensión de diversos procesos que se oponen a las prácticas hegemónicas nacionales e incluso internacionales. Algunos de estos procesos fueron analizados hasta el momento por distintas disciplinas provenientes de las ciencias sociales y humanas, que a su vez pueden aportar a los estudios de frontera en perspectiva geográfica, por ejemplo: la persistencia de múltiples discursos territoriales débiles, las definiciones de territorialidades en sentido horizontal que desafían los mapas geopolíticos, las prácticas materiales y simbólicas con repercusión espacial, entre las que se pueden mencionar iniciativas para la preservación del patrimonio cultural y/o puesta en valor de itinerarios culturales compartidos, el turismo y el rol de las áreas naturales protegidas en la conservación y desarrollo sustentable de espacios fronterizos.
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Notes de bas de page
1 Tal como se indica en la página web de la asociación: http://estudioshistoricos.ulagos.cl/
2 Dentro de esta perspectiva, Lindón (2007) distingue varias líneas que han aportado al constructivismo geográfico: geografías humanistas, geografías posmodernas, geografías de las representaciones, la geografía social compleja. Todas ellas han ido convergiendo en lo que denomina el movimiento de Cultural Turn que desde fines de la década del ochenta atraviesa la geografía anglosajona y francesa, pero que recientemente tiene un importante impacto en los estudios territoriales latinoamericanos.
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Araucanía-Norpatagonia
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