Adenda.
Algunas reflexiones a propósito de las subjetividades juveniles y el Programa Conectar Igualdad
p. 123-137
Texte intégral
«Llamamos subjetivación “al proceso por el cual se obtiene la constitución de sujeto, más exactamente de una subjetividad, que evidentemente no es más que una de las posibilidades dadas de organización de una conciencia de Sí”. Esta constitución, a su vez, debe ser entendida como producto de un conjunto de prácticas, al interior de procesos sociales contingentes y conflictivos».
Foucault, M., 1999
Introducción
1El paso de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control, o del capitalismo industrial al capitalismo cognitivo o informacional, ha sido insistentemente tematizado por autores tan potentes como disímiles. En lo que a esta comunicación respecta, nos interesa detenernos en algunas aristas de ese pasaje que suelen ser enfatizadas homogéneamente (vale decir, que encuentran consenso aun en las diversas vertientes):
- La difusión, la expansión y la masificación de las tecnologías digitales invaden los puntos más tenues del campo social, reconfigurando relaciones, prácticas y sujetos. Se trata de tecnologías con costos decrecientes y capacidades siempre renovadas, expandidas fuertemente por el entramado social que han ido y van delineando nuevas formas de producción de vida –al tiempo que han sido y son delineadas por ella, desde luego.
- La importancia que parece adquirir una mecánica del poder-capitalismo que ya no sería fundamentalmente institucional-disciplinar, sino más bien abierta y modular. Estamos aludiendo a lo que suele entenderse como sociedad biopolítica o de control y algunas de sus mutaciones espaciales y temporales.1
- Un estar transitado con frecuencia por subjetividades que serían más móviles, menos rígidas, ciertamente desafectadas de los valores de antaño, ya no supeditados ni orientados principalmente al futuro, desafectadas de la promesa de un porvenir a medida del esfuerzo presente. Subjetividades más tendientes al aquí y al ahora, al goce presente, instantáneas, de imágenes, de espectáculo, de consumo, expuestas, de pantallas, digitales, posalfabéticas (Benítez Larghi y Zukerfeld, 2015; Berardi, 2007; Debord, 1967; Levis, 1999; Martínez, 2014; Sibilia, 2008).
2Esta adenda propone, partiendo de ese trasfondo, un análisis de ciertos modos de ser, estar y desear de la subjetividad juvenil, y de las representaciones que se construyen en torno de ella, en este contexto de transformación contemporáneo. Puntualmente, centraremos la mirada en la subjetividad juvenil que circula (y se produce y reproduce) en la institución pública educativa secundaria argentina de nuestros días, destinataria del Programa Conectar Igualdad (pci), poniendo el foco en sus decires, valoraciones y expectativas.2 Se trata de describir y analizar ciertas tensiones, acoples y desacoples entre valores y expectativas que suelen pensarse como propias de las subjetividades del capitalismo industrial o moderno y aquellas otras imputadas habitualmente al cognitivo o informacional.3
3Así, este trabajo es una deriva de una investigación más amplia, de alcance nacional, en torno del Programa Conectar Igualdad: «Flujos de conocimientos, de tecnologías digitales y actores sociales en la educación secundaria. Un análisis socio-técnico de las capas del programa Conectar Igualdad» (Benítez Larghi y Zukerfeld, 2015); financiada por el Centro Interdisciplinario de Estudios en Ciencia, Tecnología e Innovación (ciecti) dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación productiva (mincyt) de la República Argentina.
4La investigación desarrolló un abordaje sistemático de los impactos en la institución escolar –escuelas secundarias públicas– del pci en términos de las transformaciones, beneficios y obstáculos que representa para la circulación de saberes y afectos. Lejos de entender al pci como un ente monolítico, se apuntó a estudiar los flujos cognitivos que moviliza a través de una desagregación en tres dimensiones sociotécnicas:
- Subjetiva (actores sociales: alumnos, docentes, directivos y referentes técnicos escolares).
- Intersubjetiva (normas, valores, organización, redes de reconocimiento y lenguajes).
- Tecnológica (infraestructura, hardware, software y contenidos).
5Metodológicamente, la estrategia combinó instrumentos cuantitativos y cualitativos: se realizaron encuestas representativas nacionales a 3183 alumnos y 342 docentes, así como 8 observaciones no participantes, 32 entrevistas no estructuradas a informantes clave (docentes, directivos y rte) y 8 focus groups.
6Mediante el análisis desagregado en las dimensiones antes señaladas del pci, los hallazgos de aquella investigación han permitido –más allá de corroborar algunas tendencias señaladas por la literatura– poner en cuestión ciertos presupuestos respecto de los impactos de esa política pública en la educación secundaria pública. Específicamente, la triangulación metodológica ofreció evidencia acerca de los complejos modos de articulación entre los diferentes actores y dimensiones sociotécnicas que permitieron comprender unos cuantos alcances y algunos obstáculos de los que ha encontrado la implementación del pci (en sus variaciones, desde luego, según niveles socioeconómicos, ubicación geográfica, edades, géneros, etcétera). El plano axiológico y normativo –que será el que con mayor énfasis se recupere en este artículo– se ha registrado como un indicador potente de ciertas tensiones y algunos obstáculos para aquella circulación de saberes y afectos analizada. De allí que resulte fundamental restituir su discusión.
7En resumen, el capítulo se estructura de la siguiente manera. En el primer apartado se plantea una suerte de introducción general a la temática a analizar, algunos modos bajo los cuales se puede nombrar el modo de ser, estar y desear de los jóvenes, en general, y en relación con la institución educativa a propósito del pci, en particular. En la siguiente sección se describe de qué manera son a menudo caracterizadas y representadas, particularmente desde la óptica adulta, las juventudes del hoy. En la tercera sección nos abocamos a analizar algunas dimensiones de nuestro trabajo de campo, normativa y axiológica, que posibilitan escuchar las propias voces de estos jóvenes y así poder caracterizar algunos de los rasgos de quienes hoy pueblan las escuelas secundarias públicas, destinatarios del Programa Conectar Igualdad. Asimismo, se repasa la distancia que parece existir entre lo que ellos dicen valorar y desear y lo que sus docentes les adjudican. Finalmente, presentamos las conclusiones y compartimos los diversos asuntos pendientes que el análisis realizado ha instalado.
Punto de partida: los jóvenes del futuro actual
8Una batería incansable de trabajos problematiza insistentemente sobre los jóvenes y su subjetividad. Uno de los focos centrales se instala allí donde parece identificarse una ruptura de época, una tensión o un corrimiento entre, tal como fue anunciado en la introducción, un tipo de subjetividad que podría pensarse como moderna y otra como posmoderna, entre un tipo de sujeto producto de un mundo disciplinar y otro de uno posdisciplinar. Desde tal mirada dicotómica, los jóvenes son a menudo ubicados del lado de la posmodernidad, de la laxitud, de la instantaneidad, de lo posalfabético, del aquí y el ahora, de la velocidad, de lo cambiante.
9Conforme a la descripción elaborada por Fernando García Fernández en su libro Nativos Interactivos (2009), podemos extraer cinco características que de manera global determinarían cómo son los jóvenes del siglo xxi: multitarea, acción constante, fluidez en el manejo de la tecnología, prosumidores y conectados. No es de extrañar ver a un joven que mientras ve la televisión, está haciendo los deberes, chateando por WhatsApp y merendando a la vez. Asimismo, estos jóvenes tienden a desenvolverse en contextos de acción constante en los que predomina la imagen y el sonido por encima del texto, y de ahí sus ansias por lograr gratificaciones inmediatas. Tienen una gran fluidez en el manejo de la tecnología y su principal motivación de uso es el ocio-entretenimiento, aquí y ahora. Son jóvenes conectados, que valoran muy positivamente el estar en permanente conexión.
10Asimismo, y en sintonía, esa misma ruptura de época parece abrir paso, o al menos convivir, con una serie de representaciones a propósito de tal subjetividad juvenil, representaciones que a menudo están articuladas en la mirada que el mundo adulto tiene o fomenta y construye de estos jóvenes que pueblan el siglo xxi. Cierta trama de fantasmas y negatividades suele aparecer a la hora de nombrar estas subjetividades juveniles (Bacher, 2009; Saintout, 2009, 2013). Las figuras que se construyen alrededor de ellos parecen estar teñidas de componentes negativos y, en el mejor de los casos, neutrales.
11Florencia Saintout señala tres modos dominantes en que parecen ser nombrados estos jóvenes: los jóvenes del éxito, los jóvenes desinteresados y los jóvenes peligrosos. En el primer caso, son los jóvenes del consumo, la publicidad y el éxito; aquellos que responden enteramente al modelo hegemónico, dominante y mundializado. Cultores del yo individual, del cuerpo y de la estética, desinteresados políticos y descomprometidos sociales, este prototipo de subjetividad juvenil se corresponde con el modelo identitario que el capitalismo posfordista necesita y desea para su reproducción. Si bien en términos sociales parece ser el menos rechazado de los tres, no deja de movilizar aspectos críticos o al menos alejados de los valores (modernos) que aún se embanderan (para los jóvenes y para la escuela en particular): cultura del trabajo, del esfuerzo, del merecer, de la paciencia, del tiempo y la espera como recompensa.
12En el segundo caso, se trata de los jóvenes del desinterés y la apatía. Perdidos y sin metas, sin grandes ideales ni horizontes, con el ocio como medida, la pérdida de sí y la propensión al descontrol parecen ser su rasgo distintivo: se emborrachan, se enfiestan, se drogan, vomitan en las veredas, gustan de la velocidad infinita y carecen de límites. Apáticos, yoicos, perdidos en un ocio eterno.
13En tercer lugar, aparecen los peligrosos y violentos. Lugar privilegiado para los jóvenes de poblaciones vulnerables, en el límite entre la naturaleza y la cultura, se dice, su peligrosidad deriva de que no tienen nada que perder. Fuera de sí, sin valores ni horizontes, son capaces de todo: robar, matar, destruir, romper. De ellos nada se espera; irrescatables, hacen peligrar cualquier espacio común.
14Con todo, lo que parece estar claro es que se les otorga pocas capacidades y disposiciones afirmativas a estos jóvenes actuales. Tal como señala Saintout (2009, 2013), la participación en la construcción del futuro y la esperanza del porvenir no parecen figurar como dimensiones habituales de la subjetividad que con frecuencia se les atribuye.
15Desde este trasfondo, proponemos en las páginas que siguen poner entre paréntesis estas formas en que a menudo son nombrados estos jóvenes del siglo xxi para centrar la mirada en sus propias voces, y detenernos en lo que ellos mismos dicen de sí. ¿Qué valores eligen? ¿Qué prácticas estiman? ¿Qué prohibiciones rechazan? Como veremos, no necesariamente las respuestas a estas preguntas coinciden con esas representaciones que repasamos.
16Así, la propuesta de este trabajo es mostrar que hay una tensión en el decir de estas subjetividades juveniles entre rasgos posmodernos y modernos. Más aun, a lo largo de este escrito, y a partir de datos cuantitativos, intentamos señalar que los jóvenes que habitan las instituciones educativas secundarias públicas argentinas, lejos de ubicarse hegemónicamente bajo valores y expectativas que habitualmente se entienden como posmodernos, se identifican en no pocas ocasiones con valores y expectativas característicos de la modernidad. Se recuperan así las voces de los estudiantes a partir de dos ejes: el normativo y el valorativo. Ambos serán desplegados en el apartado que continúa, concerniente a los resultados obtenidos en aquel trabajo de campo de alcance nacional ya referido.
Trabajo de campo
¿El polo posmoderno? El plano normativo
17Lo que podría pensarse como el polo posmoderno de la tensión referida se presentó de forma palpable en una batería de preguntas que indagaba a propósito de las normas escolares y el par permitido/prohibido (se consultó a los estudiantes acerca de aquellas cosas que están prohibidas en la escuela que ellos consideran que deberían estar permitidas –el texto específico fue «¿Qué cosas que están prohibidas en la escuela te parece que deberían permitirse?»–, se trató de una pregunta abierta sin categorías de respuesta predefinidas).
18En la siguiente figura se resumen esas respuestas espontáneas codificadas en categorías de análisis: antidisciplina, pro tecnologías digitales, conformidad, otros y no sabe/no contesta. En sintonía con las imputaciones a menudo aplicadas a subjetividades posmodernas, se registró la flexibilización disciplinar y tecnológica como lo más demandado por los estudiantes.
Figura 1. ¿Qué de lo prohibido de la escuela debería estar permitido? (según alumnos)

Fuente: Elaboración de las autoras
19La categoría que incluye los aspectos más mencionados por los alumnos fue la que hemos llamado Antidisciplina. Esta involucra diferentes cuestiones que parecen apuntar a la necesidad de flexibilizar determinadas normas o prohibiciones de la escuela. Están vinculadas a distintos aspectos del ejercicio disciplinario, ya se trate de la disciplina sobre el cuerpo –la más recurrente– o sobre el tiempo y/o el espacio (a menudo, atañen a la rigidez del emplazamiento físico y su distribución y organización espacial y temporal).
20En ese sentido, al interior de tal categoría, se destaca un grupo mayoritario de respuestas que señalan las prohibiciones a propósito de la vestimenta (tal vez se trate no solo de la vestimenta, sino del cuerpo como superficie de inscripción de formas estéticas e identitarias –atuendos, colores, estilos–) como aquello que debería modificarse. A veces, la argumentación de la necesidad de flexibilidad en el qué ponerse está ligada a una cuestión socioeconómica («no todos tienen plata para comprarse ropa o zapatillas de determinado color»), otras a una climática («no da que en verano no se puedan usar bermudas o musculosas»), otras simplemente a la posibilidad de elección («¿por qué no podemos elegir cómo vestirnos?»), finalmente, a una mezcla de las anteriores («traer la ropa que uno pueda y quiera»). Asimismo, aparecen reclamos, nada marginales, vinculados a la posibilidad de usar aros, piercings, pelo teñido o suelto, gorras, maquillaje, etcétera.
21Luego, en menor medida, se hallan cuestiones vinculadas a lo que podría pensarse como flexibilidad del tiempo-espacio. Allí, nuestros encuestados mencionan: «poder ir al baño cuando te dan ganas», «poder ir al baño en horas de clase», «poder salir y entrar al colegio», «poder retirarse cuando falta un profesor», «poder besar a tu novia donde sea», «poder jugar a la pelota», «poder comer dentro del aula», «poder tomar mate en horas de clase», etcétera.
22Tal como puede advertirse, dichas respuestas también cuestionan de manera implícita, o no tanto, el disciplinamiento ejercido sobre los cuerpos.4
23La segunda de las categorías reúne un 30 % de respuestas, y es aquella que hemos denominado Pro tecnologías digitales, respuestas todas ellas que reclaman una flexibilización en las prohibiciones sobre el uso de tecnologías digitales (notebook, celulares, etcétera) en la escuela. Dentro de ellas, es posible advertir distintas gradaciones/precisiones. Así, un primer nivel reside en lo que podríamos denominar uso a secas. Puntualmente, en este se aglutinan respuestas del tipo «usar el celular», «usar la computadora», etcétera. Tal como se advierte aquí, más que el artefacto no se señala qué se hace con dicha tecnología ni en qué momento de la dinámica escolar podría ser utilizada. En un segundo nivel de especificidad se hallan aquellas en las que se indican momentos de la vida escolar en los que esperarían poder utilizarlas. Específicamente, reclaman que las computadoras o los celulares puedan ser utilizados en horas libres o en recreos, o cuando ya se finalizó la tarea (y sin hacer ruido ni distraer al compañero), etcétera. En el siguiente nivel, el tercero, las propuestas de flexibilización se vinculan al tiempo y al espacio del aula, haciendo referencia al para qué de los usos demandados. Así, los estudiantes pretenderían «sacar fotos al pizarrón», «grabar las clases», «hacer la tarea escuchando música con auriculares», «buscar información para la clase –y en la clase– en Internet», etcétera. Cabe mencionar aquí un tipo de propuesta que oficia como una suerte de reclamo de un mayor tiempo de uso de este tipo de tecnologías en la instancia pedagógica («Trabajar con la compu más seguido»; «que los docentes nos hagan usar más la compu»; etcétera). Finalmente, se ubica un cuarto nivel de propuestas, algo más marginal, que no repara en normas o tareas escolares o que, al menos, no las incluyen explícitamente, por ejemplo: «chatear en clase», «entrar a Facebook», «poder bajar películas o música», «sacarse fotos en clase», «las selfies», etcétera.
24Parecería entonces encontrarse cierta mezcla entre un uso a secas («usar el celular»), un uso medido («pero con fines educativos», o «solo cuando terminamos la tarea», etcétera) y un uso más de tipo disruptivo («chatear en clase», «sacarse fotos», «usar el face»).
25Lo recientemente señalado en torno de las respuestas registradas por parte de los estudiantes en las categorías antidisciplina y pro tecnologías digitales parece estar en sintonía con esa suerte de subjetividad a la que hemos hecho referencia en la introducción de este trabajo, catalogada como posmoderna, tendiente a la imagen, al cuerpo-espectáculo, al cuerpo-consumo, al cuerpo-experiencia, etcétera. Una subjetividad que se emparenta con valores menos rígidos y/o a largo plazo que los que estructuraran las subjetividades modernas, valores más volátiles, más vinculados al aquí y ahora, del disfrute del instante y del corto plazo. Una subjetividad tendiente a lo que fluye, a lo cambiante, a lo no estructurado ni proyectado, a lo instantáneo, al goce inmediato, al consumo presente, etcétera. Una subjetividad sensible a la vocación del capitalismo informacional y posmoderno de desdibujar el tiempo y el espacio de lo escolar prototípico.
26Ahora bien, independientemente de que no sea el objetivo central de este trabajo, resulta importante señalar que se registró una distancia marcada respecto de los alumnos al consultar a los docentes acerca de estos asuntos normativos. Los docentes no parecen advertir esas nuevas necesidades de los alumnos, más aun, en ningún momento apuntaron a la necesidad de reactualizar las normas de la escuela en función de lo que parecen ser esos nuevos sujetos que la pueblan. No se han registrado menciones explícitas por parte de los docentes a reglas de convivencia o normas vinculadas a aspectos que incluyan usos de tecnologías digitales, no resulta para ellos algo necesario de ser atendido actualmente. Asimismo, nada más alejado del horizonte de los docentes que reclamar la vacancia de medidas antidisciplinarias o flexibilizadoras (Benítez Larghi y Zukerfeld, 2015).
27Disparidad entonces en los horizontes de problematización y afectación entre ambos actores. Extremando casi al ridículo lo registrado: de un lado, alumnos anti disciplina moderna y pro tecnologías digitales; del otro, docentes del orden, el respeto y la disciplina analógica. Hiato que en más de una ocasión se presenta como insalvable, como un aspecto que lejos está de encontrar algunos mínimos puntos de contacto.
28En resumen, y en pos de ir (de)construyendo una suerte de rompecabezas de los estudiantes de las escuelas secundarias públicas de la Argentina, en torno a lo normativo (más específicamente, al par prohibido/permitido), hemos identificado que dichos actores educativos señalan –y en ocasiones reclaman– la necesidad de ciertas transformaciones a nivel del disciplinamiento del cuerpo y del espacio/tiempo escolar (con particular énfasis en el uso de las tecnologías digitales). Asimismo, hemos señalado la distancia de posiciones respecto de sus docentes. Si bien estas piezas parecen encajar con lo descrito al inicio del capítulo, es necesario sumar aquí otros aspectos que, como veremos, parecen ir a contrapelo del prototipo del joven posmoderno representado.
¿Sujetos modernos? El plano axiológico
29Una nueva tensión surgirá, como veremos en este apartado. Sin embargo, en ese plano de las dicotomías algo absurdas, ahora los alumnos serán los modernos, mientras que los docentes se ubicarán en ese registro que los piensa como posmodernos.
30Así, en lo que al plano axiológico respecta, a la hora de analizar ese grupo de alumnos –que acabáramos de acercar al polo posmoderno (en tanto han insistido en la anti disciplina del cuerpo y del tiempo-espacio, y en el pro tecnologías digitales tan propio de los tiempos fugaces)– desde el horizonte de los valores y las prioridades que eligen como los más importantes para su vida, nos encontramos que, con frecuencia, los mismos que reclaman fugas para el cuerpo disciplinado y aberturas en los tiempos y espacios de la cuadrícula disciplinar, lejos de pensar en el instante del aquí y ahora (y señalar las categorías de respuesta como «ser famoso» o «no aburrirme» o «trabajar en lo que me gusta»), ponderan para su horizonte existencial prácticas de antaño (y escogen respuestas del tipo «tener un trabajo estable» o «tener hijos», «tener salud»). Componentes modernos, entonces, en subjetividades tal vez no tan posmodernas. Tal vez, convivencias, controversias, tensiones. Momentos propios de una época en transición.
31Dentro del eje axiológico que nos ocupa, propusimos un primer indicador en el que presentamos a los alumnos una lista de acciones, mayormente relacionadas con usos de las tecnologías digitales y con su vida afectiva, y les pedimos que las evalúen de acuerdo a si les parecían «bien», «mal» o «ni bien ni mal».
32En la figura siguiente tenemos sus respuestas:
Figura 2. Valoración de acciones (según alumnos)

Fuente: Elaboración de las autoras
33Tal vez sorpresivo para ciertas representaciones sobre la juventud actual, las dos acciones más valoradas para los estudiantes consultados son modernas por excelencia. Al parecer, señalan como valiosas acciones que suponen más bien ese tiempo continuo de un hoy entroncado al futuro que aquel del instante presente del hoy en sí mismo. Cierta propensión a posponer goces inmediatos del aquí y ahora en pos de recompensas predecibles y futuras parece estar presente entre sus horizontes valorativos. La alta valoración de tener una pareja para toda la vida y de trabajar para un techo futuro lo estarían avalando.
34Así, y en oposición a lo registrado en el eje normativo, los alumnos se han presentado aquí como más cercanos al prototipo de los sujetos del capitalismo disciplinar moderno que al prototipo posmoderno. La misma tendencia se ha registrado al pedirles que ordenaran, según el grado de importancia que para ellos tenía, una lista de valores (ver figura 3).
35Ese mismo listado fue presentado a los docentes pidiéndoles que clasificaran el orden en el que creían que los alumnos preferían esos distintos valores. Como veremos, los valores que los docentes les adjudican a los alumnos resultan bastante distantes de los que esos mismos jóvenes ponderan. Se vuelve a testificar así esa tensión o dislocación, ya aludida en nuestra introducción, entre las características que los adultos les imputan a los jóvenes y las que ellos mismos se atribuyen.
36La siguiente figura presenta comparativamente las respuestas de unos y otros.
Figura 3. Ranking de valores de acuerdo a alumnos y docentes

Fuente: Elaboración de las autoras
37Si nos detenemos en los alumnos observamos que la opción mejor clasificada por ellos es «tener salud», seleccionada por uno de cada tres de ellos. En segundo lugar, aunque con la mitad de menciones, aparece la categoría que refiere a la educación y/o a la obtención de un título. La tercera refiere al afecto y al amor, seguida por dos –cuarto y quinto lugar– que remiten al mundo del trabajo (la primera ligada al gusto –tal vez más cercana al polo posmoderno–, la segunda ligada a la estabilidad –más de tipo moderno–).
38Nos interesa retener que las dos menciones más escogidas por los jóvenes consultados parecen remitir a valores tradicionales, propios del capitalismo fordista o disciplinar (hospital/escuela), aquellas que hemos imputado como propias de las subjetividades modernas. Asimismo, se registra que los valores que podrían pensarse como típicamente posmodernos («ser famoso», «no aburrirse», «recibir atención» o «tener contactos») tienen escasas menciones entre ellos.
39Asimismo, si nos detenemos a observar el eje de los docentes –específicamente qué valores les atribuyen a los estudiantes–, encontramos en primer lugar que existen divergencias nada desdeñables entre los valores que los alumnos declaran y los que dichos actores educativos les atribuyen. Desde la visión de los docentes, se construye una subjetividad juvenil que sí tiene un marcado carácter posmoderno: así, categorías como «no aburrirse o estar divertido», «recibir atención» o «tener contactos» son declaradas por los docentes como valores que portan estos jóvenes. Más aun, no solo los portan, sino que son valores centrales en las identidades juveniles. Al tiempo que las categorías más bien modernas o tradicionales son notablemente menos atribuidas (los docentes creen en mucho menor medida que lo que los alumnos declaran, que la subjetividad juvenil enarbole valores como la salud, la estabilidad laboral y/o la educación).
40Se registra así como dato fuerte que los docentes parecen desconocer o al menos –para ser menos radicales– construir una imagen ciertamente distorsionada de la subjetividad juvenil tal como es dicha por esos mismos sujetos. Nuevamente parece encontrarse la huella de aquella distorsión en las representaciones que el mundo adulto devuelve a propósito de la subjetividad juvenil.
41En síntesis, en relación con el polo axiológico, y en pos de continuar sumando piezas al rompecabezas de las juventudes que habitan y construyen las instituciones educativas, hemos identificado que los jóvenes de escuelas secundarias públicas argentinas parecen estimar, incluso ponderar para la acción, valores más cercanos a aquellos que han sido históricamente entendidos y atribuidos al capitalismo industrial, como el amor perdurable, la salud, el futuro, que por aquellos que se presentan como propios del capitalismo informacional o posmoderno. Tensión entonces de este ser/estar juvenil del presente.
Conclusiones
42A lo largo de este capítulo nos hemos propuesto caracterizar y problematizar ciertos modos de ser, estar y desear de la subjetividad juvenil que habita las instituciones educativas secundarias públicas de la República Argentina a propósito del Programa Conectar Igualdad (pci), así como determinadas representaciones que se construyen en torno de ella. Repasamos ciertos relatos y discursos del mundo adulto que, con frecuencia, los nombran y representan como sujetos típicamente posmodernos. No en pocas ocasiones, con sentidos ciertamente negativos u hostiles. Así, en la segunda sección del capítulo, advertimos que en más de una oportunidad los jóvenes son caracterizados como sujetos que parecen inclinarse hacia un polo (que hemos denominado posmoderno) en el que se desoyen y desprestigian los órdenes, los valores y los esfuerzos de antaño; un polo de un tiempo del aquí y ahora, del goce del instante presente, que descree del esfuerzo, que no entiende del futuro como recompensa, que no piensa el porvenir como concatenación ni resultado de la acción presente.
43En la tercera sección, nos dedicamos a analizar los decires de los jóvenes estudiantes de secundaria, a poner entre paréntesis lo que a menudo se dice de ellos, para intentar restituir sus propias voces. A partir de estas, entonces, hemos podido identificar que ciertos modos de ser, estar y desear de estos jóvenes, lejos de ubicarse en un polo u otro, se hallan entrecruzados, mezclados en dichas subjetividades. En los jóvenes de hoy parecen convivir componentes que suelen presentarse como contradictorios. Así, en relación con lo normativo, los estudiantes se inclinan hacia aspectos que generalmente se asocian a la vida posmoderna, como cierto relajamiento en la cuadrícula disciplinaria ejercida sobre los cuerpos y los tiempos/espacios, muy especialmente en la vestimenta y las posibles ornamentaciones del cuerpo, o en las propuestas de uso de las tecnologías digitales. No obstante, al analizar la dimensión axiológica, advertimos que dicha inclinación parecería tensionarse y redirigirse hacia valores y deseos que resuenan más bien centrales de un tipo de subjetividad de antaño, menos flexible e instantánea. En efecto, en lo relativo al plano axiológico, nuestros protagonistas han seleccionado valores característicos de la vida moderna, específicamente, la salud, el amor, el esfuerzo. Cabe enfatizar, entonces, el entrecruzamiento entre ambos polos.
44Sin embargo, desde el mundo adulto escolar –específicamente, los docentes–, lejos de percibirse dicho entrecruzamiento, esa suerte de convivencia de los estudiantes, son representados y ubicados homogéneamente en el polo posmoderno. Representación que, en no pocas ocasiones, está cargada de ciertas negatividades. De allí es posible suponer una diversidad de tensiones y de diálogos truncos entre estos actores educativos que, a nuestro entender, exigen atención e intervención.
45Resta aludir aquí a una serie de cuestiones pendientes que, ya identificamos, ha dejado este trabajo. Un punto central es singularizar más a esos actores a los que hemos caracterizado a lo largo de estas páginas. En otras palabras, complementar con lo cualitativo de nuestro trabajo de campo, así como con nuevas investigaciones. Al mismo tiempo, en futuros escritos, será necesario identificar cómo juega, y en qué direcciones y sentidos, ese desacople entre una mirada y otra en la dinámica institucional, en general, y en el aula, en particular.
46Finalmente, y con la vocación de aportar a construir instituciones que puedan alojar y potenciar a estas nuevas/viejas subjetividades, queremos enfatizar la necesidad de (re)pensar al mundo moderno y posmoderno no como etapas estancas, sino como mixturas que conviven, como líneas que se entrecruzan –aun contradiciéndose– en las diversas instituciones de la vida social, en general, y en los sujetos, en particular.
Bibliographie
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Berardi, F. (2007). Generación post-alfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo. Buenos Aires: Tinta Limón.
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Sibilia, P. (2008). La intimidad como espectáculo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Notes de bas de page
1 Lo espacial: de espacios cerrados, de instituciones bien delimitadas –con principios, normas y valores fuertes, rígidos, bien estructurados que se inscriben minuciosamente en el cuerpo del institucionalizado– a espacios abiertos, a instituciones algo más laxas (cuyo muros parecen ciertamente elásticos, difusos, incluso traspasables) –cuyas normas y valores parecen perder consistencia y solidez, y su normalización tolerar flexibilidades, desviaciones, variaciones e indefiniciones–. Así, la jornada laboral, la jornada escolar, etcétera, ya no parecen estar tan estrictamente delimitadas y separadas de otros tiempos de vida, de otros tiempos de ser y estar, las fronteras parecen volverse más móviles, menos rígidas.
Lo temporal: el cierto quiebre de un horizonte que encuentra al futuro como eje y la cierta preeminencia de lo instantáneo, del aquí y ahora, del momento presente. De un tiempo lineal a un tiempo del pliegue. De un tiempo que supone un presente que tiene implicancias y continuidades en el futuro (de un hoy entroncado al futuro) hacia un hoy en sí mismo, un pliegue del propio presente que no involucra el futuro.
2 La escuela contemporánea parece estar marcada por un desfase constitutivo; como ninguna otra de las modernas instituciones. En palabras de M. Martínez: «el hiato entre lo que era y lo que es, entre lo que supo prometer y lo que precariamente realiza, la hace una máquina de producir malestar e insatisfacciones de diversa índole. “Los chicos ya no vienen a la escuela a aprender” y “nosotros no fuimos preparados para esto”, son frases que pueden escucharse en diversos docentes, en cualquier escuela promedio de nuestro país. “Me aburro”, o “¿por qué tenemos que aprender esto, para qué sirve?”, trasuntan las voces de los alumnos de cualquier aula donde posemos nuestra escucha. Relaciones en las que los roles de maestro y alumno ingresan en una zona de indiscernibilidad» (Martínez, 2014, p. 44). En el mismo sentido, se percibe una tensión marcada entre alumnos predominantemente digitales y docentes habitualmente analógicos (Benítez Larghi, Zukerfeld, 2015).
3 Siguiendo el legado foucaultiano, en este artículo se entiende a los discursos como prácticas positivas que, lejos de disfrazar u ocultar elementos como el deseo, el interés o el poder, están formados por ellos y son formadores de ellos (Foucault, 2007). Se trata no de pensar el discurso como algo que oculta, sino como algo que produce, que incita, que involucra disputas; de situar la multiplicación de discursos en el campo mismo del ejercicio del poder (Revel, 2002). Al no haber una verdad en las cosas susceptible de ser develada, todo discurso será un constructo histórico que nada tendrá de esencia inmodificable. Lo que implica, a su vez, que un objeto x, no existiría ni antes ni independientemente del discurso que lo nombra y en el que emerge. Así entendidos, los discursos serían prácticas positivas que producirían efectos, efectos de verdad, efectos de subjetividad, efectos de contagio, efectos de dominación; prácticas que inducirían afecciones, creencias, posiciones.
4 Repasemos: las instituciones educativas, en general, y la escuela, en particular, tienen entre sus funciones principales el modelado de los cuerpos y su adecuación a un espacio-tiempo según un determinado ideal de corrección social. Así, parecería que esta función es una de las primeras que se pone en cuestión.
Auteurs
Doctora en Ciencias Sociales, licenciada en Sociología. Docente en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Fue becaria doctoral y posdoctoral del CONICET. Participante en proyectos de investigación UBACYT. Combina la actividad académica con la consultoría política. Lleva una década desarrollando actividades, primero como coordinadora de campo y luego como analista política, en el ámbito de la consultoría privada, lo que le ha implicado un constante entrenamiento tanto en el desarrollo y aplicación de instrumentos de recolección de datos como en el procesamiento y análisis de los mismos.
Becaria posdoctoral conicet en el Instituto de Investigaciones Gino Germani. Doctora en Ciencias Sociales por FLACSO. Magíster en Ciencia, Tecnología y Sociedad, Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Licenciada en Sociología, Universidad de Buenos Aires (UBA). Profesora para la Enseñanza Primaria (Normal Nº 1). Docente de grado, Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Universidad Nacional de José C. Paz (UNPAZ) y Universidad Maimónides. Forma parte del Programa de Investigaciones sobre Sociedad de la Información en el Instituto de Investigaciones Gino Germani. Integra el Equipo de Estudios sobre Tecnología, Capitalismo y Sociedad (E-TCS) en el Centro Ciencia, Tecnología y Sociedad (CCTS), Universidad Maimónides.
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