Capítulo 11. Circulaciones intertextuales del Arte, de Febrés, a ambos lados de los Andes
p. 305-331
Résumé
En 1765 se publicó en Lima el Arte de la lengua general del Reyno de Chile,del jesuita catalán Andrés Febrés (Manresa, 1734-Cagliari, 1790). El texto comprendía una serie de materiales que aportaban tanto la descripción del mapudungun bajo la forma de arte o gramática y vocabularios español-araucano y araucano-español, a la par de otros que aportaban a la difusión de la doctrina cristiana. Si bien la obra no constituía un abordaje innovador –ya que otros textos similares fueron publicados por los jesuitas Valdivia (1606) y Havestadt (1777)– su difusión sobrepasó notablemente la alcanzada por estos y su vigencia se mantuvo mucho más allá de la época de publicación y el espacio histórico en que inicialmente circuló. En este artículo nos centramos en los procesos de propagación y las utilizaciones del Arte de Febrés en las áreas territoriales de los actuales Estados de la Argentina y Chile desde su publicación hasta principios del siglo xx. Consideramos las reediciones de la obra (Hernández Calzada y Cox, publicadas en Santiago en 1846 y 1864 respectivamente, y Larsen, en Buenos Aires en 1882), así como la inclusión de segmentos correspondientes a la gramática y los vocabularios en producciones de otros autores, como inserciones textuales o intervenidas, y en el período colonial (Falkner, 1774) y posterior a este (Rosas, ca. 1825; Barbará, 1879; Savino, 1876; Milanesio, 1915, entre otras). Observamos las concepciones acerca de la obra de Febrés expresadas en prólogos y bibliografías sobre la lengua mapuche que se difundieron en la época, y en documentos que prueban su circulación sostenida a ambos lados de los Andes y su uso por distintos actores, así como el mantenimiento del modelo impuesto por las descripciones jesuitas, en enfoques y terminología en relación a los contenidos gramaticales, léxicos y fonéticos que se ocuparon de describir.
Texte intégral
Introducción
1Aunque en los últimos años se ha impulsado desde distintos enfoques el estudio de las obras gramaticales del mapudungun, tanto por su obvio interés lingüístico como por la información que directa o indirectamente proporcionan a los estudios históricos, son todavía muchos los aspectos que quedan por investigar. Uno de ellos es el de su difusión y recepción.
2Abordaremos en este breve estudio, que constituye una etapa preliminar de un trabajo de mayor envergadura, aún en proceso, el caso del Arte de la lengua general del Reyno de Chile, del jesuita catalán Andrés Febrés, obra de la que se desprende un número significativo de epígonos que se publicaron en Chile y en la Argentina a lo largo del siglo xix y hasta ya entrado el siglo xx. Reediciones parciales, revisiones, refundiciones y reciclajes dan cuenta de la supervivencia y la significación de esta obra, que además dialoga con otras obras similares en relación de más o menos asumida intertextualidad.
3En esa etapa histórica ambos Estados nacionales se propusieron el avance sobre el territorio mapuche y la incorporación de la población indígena a modos de vida occidentalizados y roles subordinados en el mercado económico y laboral. En tal contexto, el español fue gradualmente adoptado como lengua de la comunicación con los miembros del pueblo mapuche, tanto en registros formales como en contextos de comunidad. En cuanto al mapudungun, la necesidad de interactuar en la lengua local por parte de misioneros y agentes estatales, militares y comerciales y el interés divulgativo o académico por ella motivaron la producción de nuevas obras centradas en el habla contemporánea. Si bien en algunos casos cuestionaron la producción jesuita por vetusta o latinizante, siguieron en parte el modelo impuesto por estas obras, así como sus enfoques y terminología en relación a los contenidos gramaticales, léxicos y fonéticos que se ocuparon de describir. En esta línea, consideramos las distintas reediciones de la obra de Febrés que se publicaron en las décadas de 1840, 1860 y 1880, y la inclusión de segmentos en producciones de otros autores; nos centramos en las que contienen descripciones lingüísticas del mapudungun, a fin de identificar las categorías retomadas o destacadas y los procedimientos de inserción textual o de intervención observables en las mismas.
4Después de 1900, y aunque le son tributarias, la gramática de Augusta (1903) y su diccionario (1916) dejarán atrás la obra de Febrés, e inaugurarán una nueva etapa, que podemos llamar contemporánea, cuyo escopo deja de ser el estrictamente misional. De ahí también nuestro interés en describir las publicaciones del período intermedio, que de alguna manera van configurando la necesidad de reformular sobre nuevas bases el saber gramatical y lexicográfico del mapudungun.1
Biobibliografía de Andrés Febrés en Chile
5Andrés Febrés (s. j.) (Manresa, 1734-Cagliari, 1790), originario de la ciudad cuna del pensamiento jesuítico, llega con veinte años a Chile, donde termina sus estudios teológicos en el colegio de San Miguel.2 Destinado a Angol, bajo la dirección del padre Francisco Khuen, en 1759 (la misión fue fundada en 1757), pasará dos años allí y será enviado después a Nueva Imperial (cuya misión se acababa de refundar en 1760, después de décadas de abandono), donde estuvo hasta 1764, año en que viaja a Lima para preparar la impresión de su obra3. En 1767, estando en la misión de la Mariquina, cercana a Valdivia, le llega la orden de expulsión. Morirá en Cerdeña, habiendo empezado una gramática de los dialectos sardos, de la que han subsistido algunas páginas manuscritas. Dejó publicada una obra poética en lengua sarda, así como algunas obras de carácter polémico, que le valieron la persecución y le obligaron a ocultarse tras seudónimo.4
6En 1765 se publica en Lima el Arte de la lengua general del Reyno de Chile, con un diálogo chileno-hispano muy curioso a que se añade la doctrina christiana, esto es, rezo, catecismo, coplas, confesionario y platicas, lo más en lengua chilena y castellana: y por fin un vocabulario hispano-chileno, y un calepino chileno-hispano mas copioso, dedicado a la Virgen, Madre de la luz Increada, abogada de las misiones, en la imprenta de la Calle de la Encarnación, posiblemente, según Medina, en un tiraje no mayor de quinientos ejemplares. Esta es la segunda obra gramatical del mapudungun, después de la que publicó también en Lima su correligionario, el granadino Luis de Valdivia, en 1606. Fuera de la de Bernardo de Havestadt (Colonia, 1708?-Münster, 1781), publicada ya en el exilio en 1777, en latín, no habrá otra descripción lingüística de envergadura hasta los trabajos modernos de R. Lenz y F. J. de Augusta, de fines del xix y principios del xx.
7En un solo volumen, en tamaño 8ª o 4ª pequeño, y de 683 páginas más 28 de prólogos e índice, Febrés reúne, como fue práctica habitual en las obras lingüísticas elaboradas por frailes y eclesiásticos del período colonial, el material elemental para la transmisión de la doctrina, así como el saber gramatical y lexicológico de una sola lengua. Se trata de una obra compleja, hecha para servir de estudio y referencia pues, según él, para el misionero lo más práctico no es andar con el libro a cuestas sino llevar resumido en unas pocas hojas lo que requiere en su labor cotidiana, animándose sobre todo a practicar la lengua hablada, aunque no sepa bien pronunciar y se le rían los indios (Arte, «Prólogo al Estudioso»).
8En total, Febrés pasará en Chile de los 20 a los 33 años, trece años en total, de los cuales transcurren cinco en Santiago, en el colegio de San Miguel, y siete u ocho en misiones, descontando un posible período más o menos largo para su viaje a Lima, donde a los 30 años da a la imprenta su gramática. Insistimos en precisar estos datos pues además de hacer patente la juventud del autor, nos obligan a preguntarnos cuánto de este trabajo es obra original suya y cuánto fue reciclado de otros autores cuyos manuscritos él pudo consultar en el breve lapso de su vida en Chile.
Contexto, antecedentes y fuentes de la obra
9Durante la época colonial se registraron distintas iniciativas en pos del empleo de las lenguas indígenas del área andina en el culto católico. Si bien el hito central suele establecerse en el iii Concilio Limense (1583), que reguló la unificación de contenidos doctrinales en los catecismos redactados en quechua y aymara en el ámbito del Virreinato del Perú, los dos concilios limenses anteriores (1551-1552 y 1567-1568) ya venían estableciendo políticas de uso de las lenguas vernáculas en la evangelización. Para hacerlas posibles, distintos religiosos se abocaron a la tarea de preparar instrumentos lingüístico-descriptivos junto con versiones de textos usuales en la preparación del bautismo y la instancia de confesión. En concordancia con esto, los Habsburgo establecieron cátedras de lenguas locales en los seminarios conciliares de América en 1580 y 1591 (Nicoletti y Malvestitti, 2008).
10La necesidad de estos instrumentos se mantuvo durante todo el período colonial, y no obstante la errática política lingüística de la Corona, la iglesia siempre tuvo claro que si no se conocían las lenguas la conquista espiritual era imposible. En 1744, el Sínodo de Concepción manda que los curas se habiliten para poder evangelizar y administrar los sacramentos en la lengua indígena y da un plazo de un año para ello so pena de ser removidos, lamentándose de que los párrocos, que son oriundos de la diócesis, hagan menos que «los extranjeros misioneros jesuitas, en que loablemente esperimentamos su espedicion en dicha lengua para actuarse en su ministerio, i no ha de ser mas estricto el voto de caridad, que los excita, que el de la obligación en los párrocos» (Azúa e Iturgoyen, 1984, p. 86). El Arte de Febrés es, por lo tanto, un producto de este clima, aunque tal vez tardío, como lo considera Alvar (1997, pp. 83-84).
11En cuanto a su confección, por lo que leemos en su «Prólogo al Estudioso», es posible que Febrés haya empezado a redactar el Arte en sus años de estudio en Santiago, pues dice haberlo preparado por dar gusto «a algunos padres y hermanos estudiantes, que me lo han pedido». Curiosamente, parece indicar además que hubo un manuscrito anterior: «he resuelto […] escribirles de nuevo este Arte». Aunque no es posible corroborarlo, se infiere que se refiere a su propio ensayo previo cuando explica que tuvo que revisarlo y reducir algunas partes antes de mandar a imprimir la versión definitiva. En cuanto a sus fuentes, no indica sino que ha atendido los consejos del P. Francisco Khuen, «insigne lenguaraz». Es lógico que haya consultado el Arte de Luis de Valdivia, aunque se refiere solo a él en lo tocante a la parte del Vocabulario. Menciona asimismo que ha consultado el arte hebreo-hispano de Martín de Castillo y que conoce las de otras lenguas (moxa y quechua). Es posible también que haya consultado apuntes del Chilidugu, que en esas fechas Havestadt estaba preparando, aunque no lo menciona.5
12De las tres secciones lexicográficas, la primera es un «Breve diccionario de algunas palabras más usuales» (pp. 157-181), que se incluye, según el autor, tanto para ejercitarse con las reglas de la gramática como para facilitar conversaciones usuales. Constituye, por lo tanto, junto con la «Cartilla Chilena» que le sigue (pp. 181-182) una unidad junto con la gramática. Y de hecho, con ello termina la primera parte de la obra.
13La segunda parte contiene la «Doctrina Christiana en Chilli Dugu». Esta sección está organizada en ocho capítulos que comprenden versiones de textos catequísticos y litúrgicos: el catecismo menor en prosa y verso, el confesionario y la doctrina de los sacramentos, junto a un conjunto de oraciones cristianas, coplas o canciones de índole religiosa y pláticas o sermones. Si bien no se indican las fuentes de los textos, el ordenamiento y la selección son los pautados por el iii Concilio Limense y en ellos retoma amplificando o modificando con pocas variantes el texto publicado previamente por los jesuitas.
14La tercera y cuarta partes constituyen la sección lexicográfica de mayor envergadura, y abarcan más de la mitad del volumen (pp. 295-682). Según las «Advertencias» que preceden al Calepino, Febrés fue asistido en este trabajo por su hermano de religión Javier Zapata (p. 421), y dice asimismo que tuvo a la vista la reimpresión sevillana del Vocabulario de Luis de Valdivia pero que más le sirvió el original de 1606 que pudo consultar (p. 422). Destinado a Angol, dice haber encontrado allí el manuscrito de un calepino del padre Diego de Amaya (p. 422) que asume haber transcrito y complementado. Pensamos que posiblemente este constituya la mayor parte de su «Calepino Chileno-Hispano», del cual procede el diccionario Hispano-Chileno; además suma vocablos de otro pequeño vocabulario jesuita, es decir que su obra está fundada en una integración de trabajos previos y contemporáneos de hermanos de su orden:
Se ha compuesto este calepino principalmente de uno que era (según creo) del padre Diego Amaya […]. El cual trasladé el año 1759 luego que llegue a la misión de Angol […] tuve presente el Vocabulario del P. Valdivia […] y finalmente he añadido otras palabras sacadas de otro pequeño calepino, escrito en Chiloe en los principios de este siglo por el padre Gaspar López, el cual pude haber en mis manos en este Colegio de San Pablo.6 (Prólogo al Calepino, Arte)
Síntesis de obra
Secciones | Contenido |
Textos preambulares (28 pp. sin numerar) | Dedicatoria del P. Andrés Febrés a María Santissima, Madre de la Luz Increada; Aprobación de Fr. Francisco Xavier Parra; Licencia de impresión, rubricada por Martiarena; Censura del P. Pedro Nolasco Garrote, s. j.; Censura del P. Rafael Simó, s. j.; Aprobación y Licencia del Obispo de Santiago, por medio del Notario Mayor D. Juan Joseph de Morales; Licencia de impresión del Arzobispo de Lima, Diego Antonio, por medio de su secretario D. Antonio Cubero Díaz, y Licencia de la religión, de Baltasar Huever. Fe de erratasPrólogo al estudiosoÍndice |
Parte Primera (pp. 1-182) | Arte de la lengua general de ChileDiálogo entre dos caciques. Exemplo de un coyaghtun. Breve diccionario de algunas palabras mas usualesCartilla chilena |
Segunda Parte (pp. 183-194) | Doctrina christiana en Chilli Dugu: rezo, catecismo, rosario y coplas; catecismo menor; rosario; catecismo en verso; otras coplas; confesionario, doctrina de los Santos Sacramentos, dos pláticas doctrinales y morales; otras dos pláticas |
Parte Tercera (pp. 195-414) | Vocabulario Hispano-Chileno |
Parte Quarta (pp. 415-683) | Calepino Chileno-Hispano Muestrario de los tipos de imprenta empleados |
15A la vista del conjunto, la obra puede parecer heterogénea, segmentada en partes inconexas. Sin embargo, se comprueba la forma en que Febrés cuidó la relación interna entre todas ellas, insertando antes de la mayoría de las secciones un apartado de advertencias o notas, en el que va implicando unas secciones con otras mediante referencias cruzadas. Asimismo, finaliza cada sección con alguna intervención en primera persona, de manera tal que las secciones se encuentran a la vez firmemente trabadas entre sí, y vinculadas cada una por separado con el autor, que hace sentir así su presencia. Tanto por el valor intrínseco de su contenido como por la inteligencia con que se articula una obra tan compleja no nos parece del todo extraño que haya silenciado durante tanto tiempo cualquier otro intento de similar envergadura.
16Efectivamente, en el contexto de las gramáticas del mapudungun producidas en la etapa colonial, el Arte publicado por Febrés se consolidó como obra de consulta indiscutible. Su circulación en el período colonial y republicano está documentada en diversos testimonios históricos a ambos lados de los Andes. En Chile, hay constancia de que buen número de ejemplares se encontraban en la biblioteca de los jesuitas, y en 1771 se mandaron entregar a los franciscanos de Chillán (Medina 1963, ii, p. 582). En la obra de los expulsos también consta su presencia: según Hanish (1969, p. 96) J. Ignacio Molina usó la obra de Febrés para sus escritos, y Hervás la resumió para sus estudios filológicos (Vocabolario poligloto, 1787, vol. 20, p. 161; y Saggiopraticodelle lingue, 1787, vol. 21, pp. 53 y 55). A fines del xix sería todavía de utilidad para Rodolfo Lenz. Ello no obsta que no haya conocido detractores, como el capitán de infantería española Pedro Usauro Martínez quien en 1782 se refiere a la obra de Febrés diciendo que «aunque se sigue, por no haber otro, tiene mucho de presuntivo, y sus nombres y verbos no entienden por sus partes los indios…» (citado en Anrique, 1898, pp. 153-154).7 En el breve estudio de Ludwig Darapsky (La lengua araucana, Santiago, 1888) se lee también: «El padre Febrés se limita a redactar más metódicamente el material reunido algo a prisa por su ocupadísimo antecesor, sin profundizar sus miras ni ensanchar el campo de la observación» (p. 16), opiniones que creemos no tienen más fundamento que el desdén con que el positivismo decimonónico consideró la producción intelectual de los religiosos. Lo cierto es, sin embargo, que tanto militares como misioneros siguieron necesitando en ambos países material de estudio de la lengua y, de hecho, en el archivo de la Biblioteca Nacional de Chile hay varias cartas de fines del xix solicitando gramáticas de la lengua mapuche. Más adelante detallamos la influencia y los usos que tuvo la obra al este de los Andes; a modo de ejemplo destacamos que en 1875 Moisés Álvarez y Marcos Donati, integrantes de la orden franciscana que misionaban entre la población ranquel, solicitaron y obtuvieron un ejemplar del texto original enviado desde Santiago. Si bien no mencionan el nombre del autor en las cartas que intercambian (Tamagnini, 2011, pp. 141-143 y 246-247), su descripción de la «Gramática india» es clara: «es un libro de 682 páginas, contiene la Gramática, Doctrina Cristiana, versos de Coro a los principales Santos Jesuítas, Pláticas, y por fin tres pequeños diccionarios, pero muy completos» (Tamagnini, p. 143) y permite reconocer por tratarse de un solo «volumen en 4ta» que correspondía a la edición de 1675.8 El proyecto de estos franciscanos era copiarla y estudiarla; con empeño, apenas la recibe, Álvarez comienza a asimilarla y un mes más tarde, envía el ejemplar a Donati, quien se la reclama argumentando que «nadie la precisa más que yo» (Tamagnini, p. 246). La accesibilidad a la edición original y de sus epígonos fue también registrada por Bartolomé Mitre, quien hacia fines de siglo xix, indicó que en su biblioteca en Buenos Aires «hemos llegado a tener hasta tres ejemplares de ella y rara es la biblioteca americana en que falte» (1909, i, p. 318).
Derivaciones
17La relación que la obra original de Febrés tiene con sus derivaciones puede entenderse en los términos en que Gérard Genette (1982) expuso las relaciones intertextuales. Toda reproducción parcial o completa de la obra original obedece a la necesidad de actualizar su contenido en función de un nuevo contexto de inserción. El hecho de que se trate de una compilación de materiales de diverso género facilitó sin duda que se haya hecho también de ella un aprovechamiento diversificado, a la luz del cual nos parece posible distinguir tres modalidades: en primer lugar, lo que podemos llamar obras de resumen, que corresponden a síntesis diversas, confeccionadas en el contexto de misión evangelizadora o por otros agentes que deseaban aprender el mapudungun. En segundo lugar, las reediciones, todas ellas parciales, vinculadas a la obra civilizatoria en la que se emplearon tanto funcionarios y educadores como misioneros. Finalmente, las obras de reelaboración, manuales que contienen en distinta medida materiales originales o adaptados del Arte de Febrés. Sin ánimo de establecer límites estrictos entre estas estrategias, dado que las reelaboraciones implican resumen y en algunos casos las reediciones implicaron ampliaciones, nos parece posible definir así los hipertextos que se desprenden del original a partir de su publicación y hasta lo que será el siguiente esfuerzo de descripción gramatical, fuera ya del ámbito temporal que a nuestro estudio interesa.9
Las obras de resumen en el contexto misional
18Como mencionamos más arriba, Febrés declara que escribió la obra para que «los nuevos» misioneros pudieran contar con todo el material necesario para aprender el mapudungun en un solo volumen. Además de insistir en la importancia de poner en práctica la lengua, utilizándola en situaciones comunicativas concretas, sugirió a sus destinatarios, como hemos indicado, resumir lo esencial del contenido en pocas páginas, un método ya difundido entre los integrantes de la orden para apropiarse de las reglas gramaticales:
Para imponerse mejor en el Arte será de mucha utilidad, el que cada uno, en teniendo mediana inteligencia de él, lo reduzca á un compendio muy breve, que sea solo para su uso, y él solo se lo entienda, aunque sea con otra idea, del mejor modo que él allá se lo conciba: es indecible quanto les ha servido esto á los que lo han practicado, reduciendo lo más sustancial del Arte, unos á quatro hojitas, y otros aun á menos. («Prólogo al estudioso», Arte)
19Este tipo de síntesis puede encontrarse en los escritos de algunos misioneros que interactuaron con indígenas hablantes de mapudungun en el siglo xviii. Aparece, por ejemplo, en la conocida obra del jesuita Thomas Falkner Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de la América del Sur, publicada en 1774, así como en el apéndice al Catecismo manuscrito de Serviliano Orbanel datable en Concepción ca. 1778.
20Al examinar la sección lingüística del texto de Falkner,10 se observa que en el capítulo vi –An account of the language of the inhabitants of these countries– el jesuita proporciona un breve esbozo gramatical, un vocabulario y versiones al mapudungun de fragmentos de oraciones y el catecismo católico. Falkner evidencia en sus comentarios acerca de la lengua de los moluches o mapuche tanto una representación positiva dada por su carácter copioso y elegante, así como el reconocimiento de su funcionalidad como lengua franca en un contexto de multilingüismo (1774, p. 132). Las categorías gramaticales que reseña en su breve esbozo morfosintáctico no difieren de las presentadas en las demás gramáticas producidas por integrantes de su orden. Describe brevemente sustantivos, pronombres, numerales, adverbios, verbos –tomando en cuenta en este caso los modos, la voz pasiva, las transiciones y algunos morfemas específicos– y posposiciones. También coincide con las gramáticas previamente publicadas en la elección del verbo elu- ‘dar’ para la ejemplificación de tiempos verbales y referencias pronominales en las denominadas transiciones. Finalmente, el breve vocabulario («Short Vocabulary») incorporado al final del capítulo (Falkner, p. 144) presenta una nómina de 87 expresiones nominales y verbales organizadas por afinidad referencial. Falkner no explicita de qué fuentes previas tomó esos datos; resalta en cambio que algunos datos fueron fruto de su propia observación del habla de los «moluche» y los «huilliches» y en algunas expresiones alude a un proceso de composición textual basado en su memoria: «I do not believe I can recollect them all; but I shallen deavour to give the best account I can of these transitions» (p. 137). De hecho, si bien en la obra pueden reconocerse trazos de otras descripciones gramaticales más completas –las de Havestadt o Valdivia principalmente–11 y se acude a una terminología, a estrategias explicativas y a un ordenamiento temático similar, se observan a la par elementos que denotan en su síntesis un proceso de intervención personal, expuesto por ejemplo en algunas elecciones grafémicas como n’g en lugar de g, s en lugar de r –en los numerales selge ‘siete’, massi ‘diez’–12, comilla simple para indicar /ü/ breve, o cuando presenta como pronombre de tercera persona vey para ‘él’ donde las otras gramáticas privilegian teye. Este proceso de reformulación más que de copia textual se observa también al cotejarse las oraciones católicas que ejemplifican la lengua en uso, ya que las versiones que presenta Falkner no son exactamente idénticas a las de las publicaciones previas que habría consultado.
21El manuscrito de Orbanel, redactado en ese mismo siglo y publicado recientemente (Malvestitti y Nicoletti, 2012), circuló en el ámbito de la orden franciscana. Se trata de un libro foliado que consta de 159 páginas escritas en el anverso y el reverso, en el que, luego de las secciones relativas a catecismo, oraciones y pláticas, presenta algunas fojas dedicadas a la síntesis gramatical. Bajo el título «Transiciones, gerundios y participios», se sistematiza allí brevemente el tema con terminología equivalente a la utilizada en las gramáticas de Febrés y Valdivia: «tiempo mixto», gerundio de acusativo, gerundio de ablativo en ambos, o modo «subjuntivo» que emplea solo Febrés. Por otro lado, acude a una grafía muy similar a la propuesta por este último –con la salvedad de la incorporación de un diacrítico de nasalización ~ junto al grafema g para señalar el fonema /ng/ (que como vimos era denotado en Febrés solo por g), y la preferencia no sistemática por el grafema i en lugar de y: mleimi, ghùi (f. 1), pero eymi, tvey (ff. 153 y 155)–. También recurre a la conjugación del verbo elu- ‘dar’ en diferentes tiempos, modos y personas, y en formas negadas, así como formas verbales no finitas llamadas aquí «gerundios y participios», que traducen expresiones como lo que te di, lo que me das, para darte, habiéndote dado, habiendo dado aquel a vosotros muchos, entre otras (ff. 149-157).
22Esta sistematización puntual de las seis transiciones, con una disposición organizada en base a subtítulos que presuponen cierto conocimiento metalingüístico del redactor, seguramente constituyó uno de los resúmenes cuya confección recomendaba Febrés, al que el usuario recurría como instrumento de fijación o material mnemotécnico para un segmento complejo del sistema gramatical del mapudungun que no podía ser eludido en la interacción oral o al momento de comprender el sentido de una lectura en esa lengua.
23Cabe señalar además que la confección de síntesis gramaticales a partir del Arte como texto fuente se aplicó también en otros contextos. En su Viaje en las rejiones septentrionales de la Patagonia, 1862-1863, el explorador Guillermo Eloy Cox dedica un capítulo a «algunas observaciones sobre los distintos idiomas de las tribus que pueblan aquellas rejiones» (1863, p. viii). En la presentación del capítulo retoma el consejo del prólogo de Febrés, y señala que ese tipo de resumen «fue lo que hice cuando me dediqué a estudiar el araucano algún tiempo antes del viaje, observaciones que expongo a continuación» (1863, p. 243). En solo siete páginas (pp. 243-251) expone sumariamente la pronunciación, las clases morfológicas: sustantivo, pronombre, numerales y verbo, y el sistema de referencias pronominales agente-paciente, deteniéndose luego en algunos elementos léxicos de posible utilidad, como las denominaciones para los meses, tomadas explícitamente del jesuita. En este trabajo, Cox alaba la gramática del padre, que recomienda como la «mejor para el estudio de la lengua araucana», así como el diccionario, que evalúa se aleja de «la aridez de este jénero de libros», al ofrecer «rasgos de costumbres i observaciones picantes» y constituir un producto «mui divertido» (p. 250).
24Desde nuestra perspectiva, analizar este tipo de textos con este enfoque nos permite comprender el carácter de recurso de aprendizaje que tenían, en lugar de considerarlos solo trazos incompletos o selecciones aleatorias de la descripción gramatical del jesuita.
Reediciones de la obra
25De la obra de Febrés se hicieron algunas reediciones parciales explícitas: al oeste de los Andes, se deben al franciscano Antonio Hernández Calzada y al mencionado Guillermo Cox, en tanto que en Buenos Aires, al teólogo, educador y traductor franco-argentino Juan Mariano Larsen. Las primeras son anteriores a la ocupación de la Araucanía, mientras que las argentinas corresponden a los años finales de la campaña militar encabezada por Julio A. Roca.
26Las reediciones básicamente comprenden la gramática y el diccionario. No es posible realizar en este breve artículo una comparación amplia entre ellas, sino solo presentarlas aportando algunos alcances en relación al intertexto.13
27El franciscano Miguel Ángel Astraldi, con el patrocinio del Gobierno de Chile, que financia la edición, publica en el mismo año de 1846 las versiones adicionadas y corregidas de la gramática y el vocabulario de Febrés, que había preparado su co-hermano, el entonces anciano Antonio Hernández Calzada (1774-1847). En ambos casos se trata de actualizaciones de la obra para uso de las misiones. El Padre Hernández Calzada, de origen español, fue superior del Colegio de Castro, en Chiloé y misionero en Valdivia. Dejó manuscritos un confesionario y unos sermones bilingües, fechados en 1843, que fueron publicados por R. R. Schuller en 1907.
28En 1864 Cox edita la Gramática chilena. Por el padre Andrés Febrés de la Compañía de Jesús. A diferencia de las anteriores, provenientes de Santiago, esta edición se realiza en la ciudad de Concepción. Se trata de una reedición compendiada y arreglada de la sección gramatical, que corresponde a las páginas 1-156 de la obra original. Contiene una introducción de tres páginas en la que se lee el propósito educativo de la obra, que por su brevedad (77 páginas), resultaba sin duda de fácil manejo. Interesa en particular la opinión de Cox de que conviene difundir el conocimiento de la lengua para poder prescindir de los
maliciosos traficantes y malhechores refugiados entre los indios que interesados en mantener el actual estado de las cosas, desprestijian ante ellos la condición civilizada para poder esplotar fraudulentamente su ignorancia. Ellos son los verdaderos i únicos obstáculos que encuentra la civilización para penetrar en las selvas de la Araucanía. (1963, p. iii)
29Este argumento que no deja de ser común en la justificación de las obras de lingüística colonial. Con espíritu pragmático, considera la gramática como herramienta para el acercamiento a los indígenas y el término de las hostilidades, que ha de convertir a los descendientes de Caupolican y Colocolo (sic) «en miembros útiles de la comunidad nacional» y «justos acreedores el título de ciudadanos».
30En cuanto a las modificaciones que aporta a la obra, además de reenumerar los capítulos y secciones y presentarla en un formato moderno, de más fácil lectura, Cox interviene en los siguientes aspectos: por una parte, despersonaliza el discurso, eliminando toda referencia a Febrés y a su contexto: desaparece el yo y el nosotros en favor de la forma pasiva refleja; se omiten las observaciones que podemos llamar típicas de Febrés, como «esto quise advertir porque a nadie coja de nuevo, quando lo oyga» o «que trataremos aquí por hacerse a pronunciar bien desde un principio» y las referencias a la época de Febrés (como la mención de que el cacique Vuchalav, cuyo nombre aparece en un ejemplo de uso pronominal, «es de Repocura»); moderniza el lenguaje, remplazando formas arcaicas («ser de poca importancia» en lugar de «no ser de monta»). Si bien agrega ocasionalmente información nueva –sobre formas pehuenches y de las pampas argentinas (p. 2), en conjunto se trata de una versión simplificada, aunque más amplia que el resumen que hemos expuesto en el apartado anterior.
31Juan Mariano Larsen, que ya conocía las reediciones de Hernández Calzada y Cox, decide emprender prioritariamente, según sus palabras, una nueva edición del Calepino, del que no se conocía sino la edición original. En una muy breve nota introductoria, señala su posible utilidad para los estudiosos, que han de consultar «mapas o libros que tratan de nuestras Pampas y de la Patagonia, aun cuando prescindan completamente de toda cuestión de Filología comparada». Así se publica en 1882, en Buenos Aires, el Diccionario Araucano-Español, ó sea, Calepino chileno-hispano, reproducido textualmente de la edición de Lima de 1765. Inserta al comienzo el capítulo i de la Gramática, que comprende la sección sobre pronunciación, ortografía y acento, y al final, adjunta un «apéndice sobre las leguas quichua, aimará y pampa», que reúne artículos del propio Larsen sobre estas lenguas, publicados previamente en el periódico El Investigador. En el relativo a la lengua pampa se lee lo siguiente:
En el siguiente número ira el vocabulario araucano de Febrés. Nuestros militares podrán completarlo, ahorrándose el trabajo de apuntar lo que ya está impreso, como también podrán anotar las diferencias de pronunciación y de formas que constituyen el carácter dialéctico de lo que llamamos Lengua pampa. (p. 71)
32Este interés también se manifiesta en Barbará y Rosas, a quienes nos referiremos más adelante. No podemos saber si hubo tal vocabulario en un número posterior del periódico, ni si se refiere tal vez al «vocabulario breve». Sea como fuere, esta cita nos permite, por una parte, corroborar uno de los usos previstos de estas reediciones y, por la otra, la relación que establece Larsen entre las dos formas geolectales de mapudungun.
33Dos años después, en la misma imprenta, Larsen publica la Gramática araucana. Se trata de una reedición de las dos primeras partes del original de 1765, incluida la sección preambular con el índice, lo cual resulta algo confuso en un principio, y hace pensar que Larsen pudo haber tenido la intención de publicar toda la obra. Obra de alcances obviamente científicos, remite en su enjundioso prólogo a estudios de otros autores, establece análisis comparativos con otras lenguas, y plantea hipótesis sobre las diversas formas dialectales de la lengua araucana.
Obras de reelaboración
34Como se observa, misioneros, militares y residentes en la frontera que necesitaban interactuar con la población local y, posteriormente, algunas personas con incipiente interés en el estudio de las lenguas indígenas de la región, fueron los principales receptores del Arte de Febrés. Entre los primeros, hemos indicado el interés de los franciscanos por el estudio de la obra y también existe constancia de que el padre José María Salvaire, lazarista que misionó a la gente de Catriel en Azul entre 1874 y 1876, accedió a dos versiones de la obra (Durán, 2002, p. 569, nota 813). Por un lado, obtuvo o consultó la primera edición, en la que se encuentran las Pláticas que fueron modelo de las suyas, y por otro, contó con la edición de chilena de 1846, la que se conservó en su biblioteca personal (Durán, 1997, p. 58). Su compañero en la orden Pablo Emilio Savino también revisó ese mismo material: en una carta al superior de su orden escrita en 1979 reconoce que una de las fuentes del Pequeño manual del misionero para evangelizar a los indios fronterizos (1876) que compuso fue «une vieillegrammaire sur la langue des indiens du Chili», la que junto con el auxilio de un lenguaraz, le posibilitó el acceso a «la connaissance de nos indiens» (Durán, 1997, p. 63, nota 89). Savino incorporó a su Pequeño manual la sección «Direcciones necesarias sobre la escritura, pronunciación y acentuación del idioma indio» (1876, pp. 7-15), en la que adapta al contexto local la sección correspondiente del Arte.14 Basándose tanto en esa fuente como en las pronunciaciones que escucha, añade los grafemas ch, f, s, sh, z, v y w a la pauta ortográfica y muta la q en k. El cotejo de un fragmento equivalente de las explicaciones de ambos permite observar la reinterpretación de datos producida por Savino, en la que retoma las características percibidas en la fonética pampeana y presenta palabras probablemente comunes en la comunidad de referencia, y ancla la explicación en sus propias experiencias lingüísticas:
La g tiene una pronunciación muy singular, y tan frecuente, que casi parece característica de esta Lengua: se pronuncia en lo más adentro de la boca, abriendola un poco y tocando la punta de la lengua en las encías de los dientes de abaxo, v.g. pige- di tú, pagi –el león. Esta pronunciación es gutural, al modo de la de los Gangosos, y algo semejante a esta latina Sanctus, en la n, como también a esta otra catalana, tinch, fanch, en el sonido de la n; pues suena casi como estas palabras índicas, cùchig- polilla, lipag- hombro. Pero no hay regla, ni explicación, que enseñe mejor a pronunciar esta g, y las dichasthy ù, como el oírla pronunciar, y practicarlo frecuentemente. (Febrés, 1765, pp. 2-3)
La G tiene una pronunciación muy singular y tan frecuente, que parece característica de esta lengua. Se pronuncia en lo más adentro de la boca, dándole un sonido gutural, y casi nasal al mismo tiempo, como si delante de la G hubiera una N: age, cara; ragi, medio, etc. Este sonido de la G se parece, aunque no del todo, a la manera que los alemanes pronuncian esta letra cuando se halla precedida por una N y seguida de una E, como en las palabras: lange, menge, etc. Pero no hay explicación, que enseñe mejor a pronunciar esta G como el oírla pronunciar a viva voz, y practicarlo frecuentemente, pues esta es la mayor dificultad que se encuentra en la pronunciación de esta lengua. (Savino, 1876, pp. 7-8)
35Este material fue empleado posteriormente por integrantes de la Congregación Salesiana, quienes incluso lo reeditaron en 1900. En esa instancia se agregó al final del texto un «Pequeño diccionario de las voces que se hallan en este manual. Hecho por un Padre salesiano» (1900, pp. 137-155), que casi con seguridad fue Domenico Milanesio, misionero que se destacó entre sus pares por dedicarse a la catequización en mapudungun en el ámbito de la Patagonia norte una vez finalizadas las campañas militares. Si bien el mismo tiene remembranzas de Febrés, básicamente compila las bases léxicas que aparecen en los textos presentados en el Pequeño Manual, constituyendo tal vez un instrumento de fijación al estilo de los materiales personalizados antes mencionados. También, en otra de sus obras escritas al retirarse del campo, titulada Etimología araucana. Idiomas comparados de la Patagonia. Lecturas y frasario araucano (1915), Milanesio menciona a Febrés como fuente de algunas equivalencias o interpretaciones. En ciertos casos se trata de copias textuales de la entrada registrada en el Calepino: «Quirque = lagarto (Febrés)»; «Rinul = der. de renu cueva o socavón como los de los brujos o hechiceros (Febrés)», en tanto que en otras toma una equivalencia del jesuita para dar crédito a su propia elucidación: «Huavun = lugar llovedizo y colmillo (según Febrés)»; «Anti-llanca = der. de antù, día, sol y llanca piedra verde muy apreciada = Viene a ser piedra verde del sol (Febrés)».
36Entre los militares y civiles que se dedicaron a reformular aspectos del Arte, la obra más temprana es la de Juan Manuel de Rosas. Este, que se trataba con gente paisana en su establecimiento de la campiña de Buenos Aires, confeccionó entre 1810 y 1825 un manuscrito que se publicó recién en 1947 bajo el título Gramática y diccionario de la lengua pampa, editado por Oscar Suárez Caviglia y Enrique Stieben. La obra comprende una gramática breve traducida al francés (pp. 43-58), cuyo intertexto evidente también es la primera parte del Arte de Febrés, de la que se reproducen los apartados numerados relativos a la prosodia, los nominales y pronombres y los modos y tiempos de la conjugación verbal. Debido a la fecha de composición, Rosas seguramente accedió a la versión original de la obra. Sin embargo, la eliminación de elementos contextuales propios de la edición de 1765, observables en elisiones similares a las halladas en la reedición de Cox, y la referencia a Woodbine Parish, miembro de la Real Sociedad Geográfica de Londres, a quien este último había dedicado su libro de viajes, lleva a hipotetizar un acceso a la reedición de Febrés mediada por Cox en la última revisión realizada durante el exilio de Rosas en Inglaterra. En cuanto a los vocabularios, ordenados alfabéticamente según la lengua origen o meta, si bien presentan algunos elementos propios del habla mapuche de la zona norte y centro pampeano, las listas léxicas de la segunda, tercera, cuarta y quinta parte se tomaron principal y casi textualmente de los diccionarios de Febrés.
37Un esquema similar sigue la breve gramática publicada por Federico Barbará, quien se desempeñó durante largos años en guarniciones de la frontera bonaerense y fue designado incluso en un cargo de lenguaraz (Delrio, c. p.). El mismo integró aspectos lingüísticos del mapudungun en sus dos obras publicadas: Usos y costumbres de los indios pampas (1856) y Manual o vocabulario de la lengua pampa (1879). En el primer libro dedica unas pocas páginas a la cuestión (Barbará, 1930, pp. 31-37), en las que desarrolla algunas preguntas del catecismo, listas de palabras y algunas frases familiares y un diálogo. Barbará dice haber tomado estos datos con Mariano, el hijo del cacique Maika, quien era hablante de español. Con modestia, señala que su propósito no era «escribir una gramática ni menos diccionario, sino dar alguna idea del dialecto de nuestros pampas» (p. 55). Valora a este como un idioma «abundante» con nombres para indicar «todas sus cosas» y como único comentario gramatical, alude al orden obligatorio entre adjetivo y sustantivo, tema que aparece en las fuentes anteriores. En la segunda obra describe la lengua más extensamente. Como se ha señalado en Nicoletti y Malvestitti (2008) el catecismo allí incluido es una copia de la Doctrina Cristiana y Catecismo menor de Andrés Febrés. El cotejo de la sección primera «De la lengua pampeana y de las tribus: pronunciación, acento, pronombres, conjugación, transiciones, sintaxis, trasposiciones, nombres, etc.» fue realizado en detalle por Vignati (1946) quien puso en evidencia el carácter de copia de Febrés. El mismo Barbará menciona haber tomado como base algunos elementos del compendio publicado por Falkner, a la vez que reconoce indirectamente conocer la edición original del Arte al cuestionar el supuesto plagio de este, realizado por Savino en una obra que fue publicada contemporáneamente a la suya (1879, p. 5). Se observa no obstante una mínima reelaboración personal de esa obra, por ejemplo, al tratar de explicar, aun con erratas, algunos elementos gramaticales con ejemplos cercanos, u operaciones de simplificación como la expuesta en el ejemplo a continuación: «Los tiempos del indicativo se forman de la última n del presente […]. Pondremos algunos ejemplos para mayor comprensión: 1º) Munápu, cerca; munapugén, estoy cerca; 2º) Cumé, bueno; cumengen, ser bueno; 3º) Alta, mal o malo; altangén, ser malo» (1879, p. 14). Y estos otros:
Calli, equivale al romance, mas que, déxalo que, no le hace que &s. Callimlepe– déxalo estar: calliamupe-déxalo que se vaya, más que se vaya, no le hace &c. callimlechi-déxame, òdéxenme estar y otras le vienen de la suya propia, que es solo y no más, vg. Calliduguquey –solo habla, no hace más que hablar; callipeaymi- verás nomás, allá lo verás; callipevulmi, mugeltuaven–viéraslo no mas, con tal que lo vieras… (Febrés, 1675; pp. 64-65); Cali (antepuesto) equivale a más que, déjalo que, no importa que; calimulepe, déjalo estar; caliamupe, déjalo que se vaya, aunque se vaya, nada importa que se vaya, y calimulechi, déjame estar o déjenme estar. (Barbará, 1879, p. 18)
38Barbará suma también a esta obra dos vocabularios ordenados alfabética y conceptualmente incluidos en la parte iii (pp. 37-91 y 100-112). El primero consiste en una selección de los términos expuestos en el Vocabulario Hispano-Chileno, la que se da no solo por la menor cantidad de entradas léxicas, sino por la elección por cierta equivalencia entre las alternativas que propone Febrés. Del mismo modo, el militar hace una adecuación de las grafías a su contexto, produciendo de este modo un volumen «de utilidad práctica» para quienes en la época interactuaban con hablantes de mapuzungun que no eran aún bilingües en la lengua criolla.
Conclusiones
39En el desarrollo del artículo hemos pues indicado una serie de reelaboraciones y ediciones de la obra jesuita sobre la lengua mapuche que contó con mayor circulación, desde su publicación hasta fines del siglo xix. Hemos presentado distintas valoraciones de la obra, y relevado su carácter de fuente para los numerosos y sucesivos epítomes a ambos lados de los Andes, centrándonos especialmente en los conocimientos gramaticales que popularizaron estas obras. El análisis de las fuentes primarias nos permitió además comenzar a hipotetizar algunas vinculaciones entre ellas. De este modo nuestro estudio aporta al conocimiento de los procesos de apropiación y divulgación del saber lingüístico sobre el mapudungun por parte de personas no indígenas, y en una etapa en la que esta se requería como código de uso comunicativo y constituía un recurso crucial para el ingreso de las agencias evangelizadoras y estatales a un territorio y una cultura poco conocidos y no controlados hasta entonces por los criollos.
40Por otra parte, nos parece interesante destacar la forma en que una obra de compilación, como fue el Arte de Febrés pudo, precisamente por su carácter compuesto, fructificar en toda esta serie de hipertextos diversos, obedeciendo a distintos contextos y necesidades. La posibilidad de desgajarla y tomar secciones independientes para adaptarlas a esos contextos y necesidades contribuyó sin duda a su supervivencia.
Tabla 1a. Hipertextos del Arte de la lengua general del Reyno de Chile, de Andrés Febrés, 1765. | ||||||
Obra | Año | Autor | Tipología | Editores | Lugar | Editorial/imprenta |
Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de la América del Sur | 1774 | Falkner, Thomás | Resumen | Londres/ Hereford | T. Lewis, C. Pugh | |
Apuntes gramaticales | ca. 1778 | Serviliano Orbanel | Resumen | Concepción | Manuscrito, editado en 2012 | |
Gramática y diccionario de la lengua pampa | ca. 1825 | De Rosas, Juan Manuel | Reelaboración | Buenos Aires | Manuscrito, editado en 1947 | |
Diccionario hispano-chileno | 1846 | Febrés, Andrés | Reedición | Hernández Calzada, Antonio, Astraldi, Miguel Ángel | Santiago | Imprenta del Progreso |
Tabla 1b. Hipertextos del Arte de la lengua general del Reyno de Chile, de Andrés Febrés, 1765. | ||||||
Obra | Año | Autor | Tipología | Editores | Lugar | Editorial/imprenta |
Gramática de la lengua chilena | 1846 | Febrés, Andrés | Reedición | Hernández Calzada, Antonio | Santiago | Imprenta de los Tribunales |
Usos y costumbres de los indios pampas | 1856 | Barbará, Federico | Reelaboración | Buenos Aires | s/d, reeditado en 1930 | |
Viaje en las rejiones septentrionales de la Patagonia. 1862-1863 | 1863 | Cox, Guillermo | Reelaboración | Santiago | Imprenta Nacional | |
Gramática chilena | 1864 | Febrés, Andres | Reedición | Cox, Guillermo | Concepción | Imprenta La Unión |
Pequeño manual del misionero para evangelizar a los indios fronterizos | 1876 | Savino, Pablo Emilio | Reelaboración | Buenos Aires | Imprenta de Pablo E. Coni |
Tabla 1c. Hipertextos del Arte de la lengua general del Reyno de Chile, de Andrés Febrés, 1765. | ||||||
Obra | Año | Autor | Tipología | Editores | Lugar | Editorial/imprenta |
Manual o vocabulario de la lengua pampa | 1879 | Barbará, Federico | Reelaboración | Buenos Aires | Imprenta y Librería de Mayo | |
Diccionario Araucano-Español, ó sea, Calepino chileno-hispano | 1882 | Febrés, Andrés | Reedición | Larsen, Juan Mariano | Buenos Aires | Impreso por Juan Alsina |
Gramática Araucana | 1884 | Febrés, Andrés | Reedición | Larsen, Juan Mariano | Buenos Aires | Impreso por Juan Alsina |
Etimología araucana. Idiomas comparados de la Patagonia. Lecturas y frasario araucano | 1915 | Milanesio, Domenico | Reelaboración | Buenos Aires | Talleres Gráficos del Estado Mayor del Ejército |
Comentario al texto
41María Pía Poblete
Instituto
de Estudios Arquelógicos, Universidad Austral de Chile, Chile
42El artículo que comento analiza la obra del misionero jesuita Andrés Febrés, Arte de la lengua general del Reyno de Chile, evidenciando los procesos de propagación y utilización de este Arte en el contexto de expansión estatal en el territorio mapuche en parte de los actuales Estados de Chile y la Argentina. Las autoras indagan e identifican itinerarios de esta obra y su continuidad en distintos formatos y en contextos temporales y espaciales diversos. Estas derivaciones del Arte son producto de la necesidad de adaptar sus contenidos a nuevos contextos que se tradujeron en tres modalidades de aprovechamiento de esta obra, a saber: obras resumen, reediciones vinculadas a la obra civilizatoria y obras de reelaboración que contienen algún material del Arte de Febrés. Las autoras muestran que este Arte de la lengua de Chile es un texto complejo, que al estar compuesto de múltiples partes, inteligentemente articuladas, se prestó a múltiples miradas, interpretaciones y usos, que explicarían su predominancia hasta fines del siglo xix. Entre las derivaciones de esta obra se destaca su uso como instrumento de aprendizaje de la lengua y como modelo catequístico.
43Teniendo a la vista su rápida y extensa difusión, bien documentada por las autoras, creo necesario recordar en su contextualización, que este Arte fue publicado solo un par de años antes de la expulsión de los jesuitas de América, y que fue usado y puesto en circulación por aquellos misioneros que criticaron duramente los métodos de evangelización jesuita (Pinto y otros, 1986). La referencia que hacen las autoras a Medina (1963, ii, p. 582), nos aclara que varias copias de esta obra fueron entregadas a los misioneros franciscanos de Chillán, cuando relevaron a los jesuitas en las misiones situadas al sur del río Biobío. También me parece necesario recordar que esta obra se imprimió y distribuyó en los años en que la Corona española intensificó sus políticas de castellanización, por medio de la Real Cédula del 10 de mayo de 1770 que ordenaba que «de una vez se llegue a conseguir el que se extingan los diferentes idiomas de que se usa en los mismos dominios, y solo se hable el castellano» (Konetzke, 1971). Aun en este contexto, esta obra fue fundamental para la labor catequística de los misioneros franciscanos, que fueron reticentes a evangelizar en castellano y es citada en 1775 en el Reglamento de Misiones del Colegio de Chillán al recomendar que, en caso de poner escuelas, se enseñe «con gran cuidado a leer, escribir y cantar canciones devotas, como salves en metro, versos de la Pasión o de la Doctrina Cristiana a semejanza de las que escribió el Padre Febres en su arte» (Iturriaga, 1992, p. 27). Aunque de este mismo reglamento se infiere que circulaban en las misiones otros textos manuscritos en «idioma índico», como un catecismo que se recomienda para las oraciones más necesarias, por ser «más claro e inteligible y sucinto que el del Padre Febres» (Iturriaga, 1992, p. 26), la reedición y actualización de esta obra por el Padre Antonio Hernández Calzada muestra que, tal como plantean las autoras, el Arte de Febrés «se consolidó como una obra de consulta indiscutible» y fundamental para el cumplimiento de los propósitos de evangelización en mapudungun que promovían los franciscanos todavía en la cuarta década del siglo xix, impulsando a Fr. Antonio Hernández Calzada, a enviar al gobierno de Chile, los manuscritos con la reedición y actualización de la obra para los fines de esta labor civilizatoria (Poblete, 2007, p. 93).
44La lectura del artículo de Malvestitti y Payás ilumina y sugiere otras líneas de indagación en torno a las prácticas de apropiación e interpretación del Arte de Febres. En este sentido, si entendemos que la lectura e interpretación de los libros es una práctica que modela representaciones y experiencias (Chartier, 2002), sería interesante examinar qué representaciones del mundo mapuche fueron construidas a partir de esta obra y de qué diferentes maneras fueron interpretados sus contenidos por agentes coloniales, desde sus posiciones diversas. Por otro lado, sin cuestionar su carácter fundamental como fuente para la obra misionera y civilizatoria, el contexto de difusión de la obra hace pensar en su lectura y apropiación por aquellos que los misioneros intentaban adoctrinar y civilizar. Pienso, por ejemplo, en los jóvenes mapuches que estudiaron en el Colegio de Naturales de Chillán que estuvo bajo la dirección de misioneros franciscanos entre 1786 y 1811 (Pereira, 2002), sacerdotes como Francisco Millapichún y Francisco Inalicán, muy probablemente estuvieron en contacto con estas gramáticas y diccionarios y quizás próximas investigaciones pueden enfocarse a buscar documentación que permita acceder a otras apropiaciones y usos de este material, en dinámicas fronterizas en las que se ha evidenciado la producción epistolar mapuche.15
45En síntesis, el estudio de Malvestitti y Payás entrega una mirada que permite comprender diversos alcances, recorridos y formas de circulación de esta obra en un amplio espectro temporal y espacial, en los que fue apropiada, reelaborada y difundida, fundamentalmente como parte de la obra civilizatoria en el contexto de expansión colonial española y de los Estados nacionales de Argentina y Chile en el siglo xix, pero su lectura también ilumina y sugiere otras formas de apropiación de este texto aún pendientes.
Réplica de las autoras
46Las precisiones que agrega nuestra lectora son muy importantes para entender la fortuna que acompaña el Arte de Febrés, que logra salir a mar abierto sorteando, por pocos años, dos grandes escollos: la Escila de la expulsión de 1767, y la Caribdis de la Real Cédula del 16 de abril de 1770 que, aunque imposible de ejecutar y verificar, fue un paso decisivo hacia la castellanización. Por otra parte, coincidimos en el interés de estudiar la incidencia de los trabajos de lingüística misional en la circulación de representaciones sobre el indígena. La convergencia entre lingüística del mapudungun, etnohistoria, estudios del discurso y estudios de traducción, a la que habría que agregar una historia de las prácticas de lectura, contribuirá sin duda a enriquecer esta y otras perspectivas aún por descubrir. Es desde estos enfoques que el texto de Febrés, que fuera señero en su época, está siendo recientemente reanalizado en las investigaciones. La observación de las continuidades de su uso como texto auxiliar en los contextos de intervención interétnica aporta a comprender las reapropiaciones de la obra como instancias activas en las que se inhibió la mera réplica de la fuente y a dilucidar el aún poco esclarecido entramado de los usos del español y el mapudungun en los espacios de frontera.
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Vignati, M. A. (1946). Los «escritos» del teniente coronel Barbará. Notas del Museo de La Plata, 34(11), 177-229.
Notes de bas de page
1 Para un análisis del papel de las obras de lingüística del mapudungun misional y una comparación general con la producción posterior, en especial como respuesta a las críticas de Lenz contra las primeras, véase Salas (1992). Un análisis detallado del Arte de Febrés se encuentra en Alvar (1997).
2 No ha habido hasta este trabajo ninguna publicación reciente que proporcione datos nuevos de la biografía de Febrés en Chile. Las fuentes consultadas, Enrich (1891), Medina (1963), Hanish (1969), Lenz (1895-1897), O’Neill y Domínguez (2001), son las clásicas y no se contradicen. Recogemos entonces lo esencial de ellas.
3 Lenz tuvo dudas de este viaje, pero Medina lo comprueba (1963, p. 580, nota 7).
4 Agradecemos en especial al señor Emanuele Pes, impresor y estudioso de la obra de Febrés en el exilio, los datos y bibliografía proporcionados al respecto.
5 En cambio, Havestadt publica en su Chilidugu una carta en mapudungun escrita supuestamente por Febrés, donde este le informa haber podido leer algunos cuadernos suyos en el colegio de San Miguel. R. Lenz (1895-97, pp. xli-xlv) expone el posible trasfondo de la carta y se inclina por declararla auténtica, lo que hace a Febrés sospechoso de copia. Salas (1992), por su parte, tiende a considerar que las dos gramáticas son independientes, aunque fuera cierta la carta.
6 Según el Estado de la provincia de la Compañía de Jesús en el reino de Chile, desde el mes de marzo de 1757, hasta esta fecha del presente año de 1762, «el Colegio de San Pablo, casa de tercera probación, con su rector, instructor, ministro y maestro de lengua indiana (que aprenden los padres tercerones)» (p. 321).
7 Agradecemos a la historiadora Pía Poblete habernos hecho llegar la referencia de la relación del capitán Pedro Usauro Martínez. También Medina refiere esta opinión crítica del militar (1963, ii, p. 582).
8 Los franciscanos habían pedido dos ejemplares, pero según Álvarez, uno de ellos había sido retenido por el Gobernador de Mendoza «como recuerdo ó como una cosa rara» (Tamagnini, 2011, p. 141).
9 No consideramos aquí la recepción de Febrés en la obra de los expulsos Molina y Hervás, publicada en Italia. Tampoco queremos aquí referirnos a la obra de Havestadt, publicada en Leipzig en 1777; sobre su relación con la obra de Febrés todavía no está todo dicho, y esperamos las conclusiones de estudios que se están llevando a cabo en la actualidad sobre este tema.
10 Nacido en 1702 en Inglaterra, a los treinta años, y poco después de convertirse al catolicismo, profesó sus primeros votos en la Compañía de Jesús en la ciudad de Córdoba. Entre 1745 y 1751 Falkner fue destinado a las misiones situadas en las cercanías de la costa bonaerense. Luego se desempeñó como profesor en la Universidad de Córdoba y desde allí partió de regreso a Europa cuando se produjo la expulsión de los jesuitas. Diez años antes de su muerte, fue publicada esta obra que compila observaciones acerca de los recursos naturales y la etnografía de las regiones centro y sur de la actual Argentina.
11 Por ejemplo, al explicar los tiempos verbales, acude a la categoría de aoristo, empleada por Havestadt, asimilando los tiempos en esta lengua a los propios de la gramática griega, en lugar de utilizar el término mixto elegido tanto por Valdivia como por Febrés. Elige el grafema b en los morfemas verbales igual que Valdivia o Havestadt, en lugar de la v que prefiere Febrés; del mismo modo, como los primeros, usa t para el fonema /tr/ en lugar de th, o como Valdivia, marca con omisión de grafema la sexta vocal /ü/. Por otro lado, su breve vocabulario no se ordena alfabéticamente, sino con base en la contigüidad referencial, estructura también ofrecida por Havestadt aunque de modo mucho más extenso. Dado que Falkner publicó su libro tres años antes que Havestadt, cabe considerar que haya conocido una versión manuscrita previa.
12 Esta última distinción es además explicitada en el texto «The other Huilliches, and the Pehuenches, speak in the same manner with one another, and differ only from the Picunches in using the letter S instead of R and D, not having these two letters in their alphabet: and the Picunches, having no S, use R and D instead of it; and oftentimes T, where, the others use CH; as domo, for somo, a woman; huaranca, for huasanca, a thousand; vuta, for vucha, great» (1774, p. 99).
13 Para la consideración de los epígonos de la parte catequística de la obra de Febrés remitimos a Nicoletti y Malvestitti (2008, 2009). Tampoco analizamos aquí la republicación del parlamento en Buenaventura Ortega (1880).
14 El apartado se anuncia como un compendio de elementos fonológicos y prosódicos; no obstante, en la ejemplificación acude la conjugación verbal de dos verbos en tiempo presente, lo que le permite también introducir la noción de número singular, dual y plural en el verbo.
15 El libro de Jorge Pavez Ojeda (2008), Cartas Mapuche. Siglo xix, compila y visibiliza esta producción epistolar en el siglo xix.
Auteurs
Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (IIDyPCa; CONICET-UNRN), Argentina
Departamento de Lenguas y Traducción y Núcleo de Estudios Interculturales e Interétnicos-Universidad Católica de Temuco, Chile; GIR Alfaqueque-Universidad de Salamanca, España
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