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    Plan

    Plan détaillé Texte intégral 1. Título 2. Autor 3. Cronología 4. Estructura 5. Fuentes - Los polemistas como autoridades teóricas 6. Conceptos debatidos - Un epítome de la polémica en las Epístolas Bibliographie Notes de bas de page Auteur

    Una controversia epistolar en torno a Góngora

    Ce livre est recensé par

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    Table des matières

    Introducción de las Epístolas satisfactorias

    Juan Manuel Daza Somoano

    Note de l’éditeur

    Primera edición: Sorbonne Université, LABEX OBVIL, 2018
    http://obvil.sorbonne-universite.site/corpus/gongora/1635_epistolas

    Segunda edición en libro electrónico: París, e-Spania Books, 2019.

    Fuente: Epistolas satisfatorias: una de las obieciones que opuso a los poemas de D. Luys de Gongora el licenciado Francisco de Cascales […] otra a las proposiciones que contra los mismos poemas escrivio cierto sugeto, Granada: en casa de Blas Martinez, 1635.

    Ejemplar: BNE, R/16018.

    Texte intégral 1. Título 2. Autor 3. Cronología 4. Estructura 5. Fuentes - Los polemistas como autoridades teóricas 6. Conceptos debatidos - Un epítome de la polémica en las Epístolas 7. Otras cuestiones - Angulo ante el dilema de los dos Góngoras 8. Conclusión 9. Establecimiento del texto Bibliographie 10. Bibliografía 10.1 Obras citadas o consultadas por el polemista 10.2 Obras citadas por el editor 10.2.1 Manuscritos 10.2.2 Impresos anteriores a 1800 10.2.3 Impresos posteriores a 1800 Notes de bas de page Auteur

    Texte intégral

    1. Título

    1El sintagma Epístolas satisfactorias, que abre el título con que Angulo rotula este texto polémico, encierra toda una declaración de intenciones. Por un lado, el término «epístolas» evoca un género, el epistolar, de gran recorrido y rentabilidad durante los debates sobre la poesía mayor gongorina. De otra parte, el apellido que Angulo da a sus cartas, «satisfactorias» (que satisfacen, es decir, que responden o refutan)1, remite a la ocasión del escrito: replicar a las críticas antigongorinas expuestas por Cascales en sus Cartas filológicas (Epístola primera) y a las de un «sujeto grave y docto» (Epístola segunda), anónimo correspondiente de Angulo.

    2Vaya por delante que lo epistolar está presente en la polémica desde sus primeros balbuceos, la recorre a lo largo de sus tramos medulares, más agitados y sustanciosos, y extiende su influencia hasta aparecer en lances más tardíos de la misma2. Esta recurrencia con que se usó la epístola durante las discusiones en torno a Góngora no es, naturalmente, casual. Responde no solo a la vigencia de una tendencia erudita de mucha solera, sino también a la efectividad polémica y argumentativa que podía lograrse con un buen manejo del género, el cual aseguraba asimismo unas condiciones de divulgación de gran proyección dialéctica. La virulencia con que se destaparon algunos de estos rasgos epistolares en los comienzos de la polémica se fue atemperando y tiñendo de otros matices a medida que la recepción crítica de Góngora avanzaba y se tornaba más rigurosa –dentro de lo que cabía, hablando de querellas– y concienzuda. Ese testigo es recogido por Angulo en 1634, cuando las cartas de Cascales, después de pasar por un estadio de divulgación manuscrita, son publicadas de forma impresa y se convierten así en un producto distinto y, en consecuencia, capaz de levantar reacciones también diferentes3. Por tanto, los episodios polémicos en que se enmarca la redacción de las Epístolas satisfactorias están muy marcados por lo epistolar, aunque, en el caso de los textos de Angulo, preside su desarrollo un tono general de formalidad y profesionalidad –por así decirlo– que les otorga una dimensión especial, como se verá en el epígrafe dedicado a la «Estructura».

    3Por lo que respecta a las Cartas filológicas (Murcia: Luis Verós, 1634)4, son de nuestra incumbencia las Epístolas VIII, IX y X de la Década primera5, que abordan en tono teórico y dialéctico las candentes novedades gongorinas. La primera de estas cartas (Epístola VIII) sirvió a Cascales en su momento para declarar su parecer sobre los poemas mayores de Góngora y tomar partido así en las diatribas que generaron, que por entonces habían adquirido ya un tono más que notable; el posicionamiento de Cascales fue replicado epistolarmente por un destacado gongorista andaluz, el iliturgitano Francisco del Villar6 (Epístola IX), cuya refutación no quedó sin contestar, también con una carta (Epístola X), por el rétor murciano.

    4«Entrando, pues, en este crético labirinto, pregunto si la obscuridad es virtud o vicio». Con estas palabras inicia Cascales el núcleo duro de la referida Epístola VIII, que lleva en la versión impresa el título Sobre la obscuridad del «Polifemo» y las «Soledades» de don Luis de Góngora. Al responder a esa pregunta inicial y decisiva, Cascales, si bien condena la oscuridad en los términos habituales y consabidos, concede que esta es legítima en algunos supuestos:

    No siempre la obscuridad es viciosa; que cuando proviene de alguna doctrina exquisita, es loable y buena […]. Ni es viciosa, cuando alguna palabra ignorada de los hombres semidoctos escurece la oración […]. Ni es viciosa, cuando queremos con ella disimular algún concepto deshonesto y torpe […]. Ni es viciosa la obscuridad en los poetas satíricos; […], para que quede disimulada la persona de quien hablan satíricamente; y ésta es la causa que tiene por disculpa la tal obscuridad. En los demás lugares siempre es viciosa […]; y así todos la debemos impugnar como a enemigo declarado, aborrecer como a furia del infierno, evitar como a peste de la poética elocución (ff. 32v-33r).

    5Se puede hablar, entonces, –así lo hace Schwartz7– de la aparición en esta carta de un conocido topos retórico, que asoma en otros textos de la polémica: la oposición entre oscuridad y dificultad8. Desde este marco teórico de referencia, para Cascales se hacía imposible tolerar los modos gongorinos, que, además de ofuscarse en la excesiva repetición de figuras atrevidas y giros latinizantes, no destinaba tales denuedos al tratamiento de contenidos elevados, sino a futilidades que quedaban muy lejos de la «recóndita doctrina» deseable en un poema ilustre y de altos vuelos estilísticos:

    ¿Qué otra cosa nos dan el Polifemo y Soledades y otros poemas semejantes, sino palabras trastornadas con catacreses y metáforas licenciosas, que cuando fueran tropos muy legítimos, por ser tan continuos y seguidos unos tras otros, habían de engendrar obscuridad, intrincamiento y embarazo? Y el mal es que, de sola la colocación de palabras y abusión de figuras, nace y procede el caos de esta poesía. Que si yo no la entendiera por los secretos de naturaleza, por las fábulas, por las historias, por las propiedades de plantas, animales y piedras, por los usos y ritos de varias naciones que toca, cruzara las manos y me diera por rendido, y confesara que aquella obscuridad nacía de mi ignorancia y no de culpa suya (f. 30v).

    6La semejanza entre estos veredictos y los de otros detractores de Góngora es tan evidente que requiere poco comentario: la preeminencia del contenido sobre la elocución que arguye Cascales no encaja con el espíritu de la poesía mayor gongorina, cuya opacidad, según el rétor, proviene únicamente de las verba, sin que medie una res que la legitime; y, en consecuencia, el asidero doctrinal que permitía contraponer dificultad y oscuridad –que es, al fin y al cabo, lo que fundamenta su argumentario y lo que rezuman sus críticas–, así como las consecuentes censuras contra el poeta cordobés en los términos y el tono que acabo de exponer, se repiten con distintas formulaciones a lo largo de toda la carta.

    7Por otra parte, la segunda de las Epístolas satisfactorias contesta, según reza en la portada del impreso, «a las proposiciones que, contra los mismos poemas, escribió cierto sujeto grave y docto», cuya identidad ignoramos. Angulo se cuida de no desvelar el nombre de aquel a quien está rebatiendo en la segunda parte de su obra9 y, ante tal circunstancia, es razonable preguntarse si existió realmente dicho antagonista o es un simple pretexto de Angulo. La Epístola segunda está salpicada, no obstante, de algunos datos que permiten, en mi opinión, no dudar en exceso de la existencia de ese oponente con el que Angulo dice haberse carteado y al que se propone refutar ahora por haberle remitido una misiva de asunto antigongorino. La mayor fuente de información acerca de este misterioso personaje y de su relación con Angulo reside en la breve propositio de la carta, donde el lojeño da noticia del intercambio de papeles polémicos entre ambos y de qué intenciones lo mueven a satisfacer esas anónimas impugnaciones:

    He leído (señor) con más atención el § 4 de la carta de vuestra merced, su fecha en 7 de mayo de este año, y juzgo no atrevidamente que si no le escribió su natural modestia, ajena (al parecer) de estas materias de poesía, ha sido quererme examinar, no del todo satisfecho de mí en ellas, con la respuesta que remití a vuestra merced a las objeciones que el licenciado Francisco de Cascales estampó y opuso al estilo de los poemas de don Luis de Góngora, que, a juicio mío, debe satisfacer a vuestra merced, pues le dio su aprobación y con ella sumo crédito […]. Y porque no parezca descaecimiento mío no intentar satisfacer a vuestra merced, lo deseo con este discurso y (con el respeto que debo) que les restituya el crédito que retira a estas obras, y probar también (porque me lastima les falte, entre la de muchos y grandes sujetos, la aprobación de vuestra merced, que lo es tanto) que no le han desmerecido su aplauso (ff. 42r-42v).

    8La exactitud de los datos que Angulo consigna en el primer enunciado de la Epístola segunda invita a pensar que la situación descrita es real: Angulo habría remitido un borrador manuscrito de la Epístola primera a su innominado correspondiente, el cual contesta con una misiva en que manifiesta su beneplácito ante el trabajo de Angulo, pero, además de esa valoración positiva, le transmite también sus reticencias acerca de Góngora. En verdad, el relato de Angulo no deja claro si estas dos posturas, aparentemente contradictorias10, aparecían recogidas en una sola carta –la del 7 de mayo– o en dos, aunque parece más verosímil la primera opción; sea lo que sea, Angulo consideró que los ataques a su admirado poeta tenían la suficiente entidad como para enfrascarse en rebatirlos. Dichos embates contra Góngora, si se materializaron tal como Angulo los transmite (vid., en este estudio, el epígrafe «Estructura»), permiten que forjemos una imagen aproximada del ideario poético del «sujeto grave y docto», que no dista mucho del manejado por otros detractores del cultismo.

    2. Autor

    9Son escasas las informaciones biográficas que se conocen sobre Martín de Angulo y Pulgar (Loja, 1594)11, quien, por vía materna, perteneció a una casa insigne del reino de Granada: los Pérez del Pulgar, que ostentaban el señorío del Salar (Granada), mayorazgo de los Pulgares, gracias a las prebendas obtenidas en los últimos tiempos de la Reconquista por las gestas y servicios a la causa antimusulmana de uno de los miembros más preclaros del linaje, Hernán Pérez del Pulgar12. La etapa juvenil de formación sitúa a Angulo en Granada, en cuya universidad estudió cuatro cursos, y en Osuna, por cuya institución universitaria logró el título de bachiller en 162413. Posteriormente, Angulo tuvo, muy a su pesar, una vida bastante provinciana, pues residió con regularidad en Loja, a excepción de una primera y fugaz visita en 1643 a Madrid, «grande Babilonia», como es definida por él mismo. En la capital conoció personalmente a Salcedo Coronel y a Salazar Mardones, quienes no fueron sus únicos amigos de postín, ya que en tierras granadinas trabó amistad, por ejemplo, con otro señalado partidario de Góngora, el canónigo Martín Vázquez Siruela –firmante de la «Aprobación» de las Epístolas satisfactorias, por cierto–, del mismo modo que se prolongaron, fluidos y fructíferos, sus amistosos lazos epistolares con el eminente progongorino aragonés Juan Francisco Andrés de Ustarroz, con quien comienza a cartearse en 1641 y lo seguirá haciendo durante una década14.

    10Angulo, casado desde hacía años con Ana Gregoria de Pineda, pariente suya por doble vínculo de consanguinidad, en mayo o junio de 1648 hubo de mudar –por cuestiones de hacienda y administración familiar– su residencia a Osuna, desde donde escribe, ya instalado, el 15 de julio de 1648 y donde habitó de manera ininterrumpida, al menos, hasta 165115. Osuna, cabeza del ducado homónimo e importante plaza universitaria, fue un notable foco cultural en el siglo XVII, además de uno de los núcleos urbanos destacados en la red de polemistas gongorinos andaluces16. En Osuna, por tanto, debió de establecer Angulo interesantes relaciones literarias17. Durante aquella etapa postrera de la vida pone asimismo sus miras en medrar, en alcanzar un vínculo cortesano para «aumentar lustre a su casa y familia», en palabras de Alonso. Así, aspiró a ser preceptor de esgrima (para lo cual llegó incluso a componer en 1646 «cuatro pliegos sobre la destreza de la espada» que remitió a sus contactos en la corte), pero, finalmente, aquel afán se diluyó, pues Angulo no tardó en toparse con la realidad y tomar conciencia de sus limitaciones: «si tuve algún calor, ya estoy frío, conociendo mi edad, sujeto, capacidad y disposiciones de mi familia, y que, aunque el puesto es de mucha estima, no es para medrar solo por él»18. Poco más se sabe del devenir vital de Angulo durante los años postreros de su vida, hasta su muerte en fecha desconocida.

    11La propensión hacia Góngora corre pareja a los avatares biográficos e intelectuales de Angulo, que mantuvo un intenso interés por la defensa y canonización del poeta desde, al menos, principios de la década de los treinta hasta los umbrales de 1650. Sin embargo, y según analizaré más tarde, solo dos de sus cuatro grandes proyectos gongorinos llegaron a pasar por las prensas; los otros dos quedaron en el dique seco del manuscrito, lo cual no deja de representar un fracaso cuando el autor los ha concebido para ser impresos y ha luchado para consumar tal aspiración. Lo que conservamos de su obra de creación no le daría ni siquiera para pasar con estrecheces a la posteridad: la veneración por Góngora mediatiza en exceso el valor estético de su única obra creativa de alto aliento, el centón de versos gongorinos titulado Égloga fúnebre (1638), al igual que ocurre con otros dos poemas más modestos, las octavas inmaculistas de las Fiestas lojeñas de 164019 y los Epitafios celebrativos con ocasión del fallecimiento de la reina Isabel de Borbón (1645)20.

    12En 1639, un mediano soneto suyo sale impreso en las Lágrimas panegíricas, corona lírica en memoria del fallecido Juan Pérez de Montalbán, lo cual podría hablarnos de cierta notoriedad de Angulo a nivel nacional, si bien es cierto que el prurito acumulativo de este tipo de homenajes poéticos –más de ciento setenta autores participan en el volumen– también debe hacernos mirar con distancia la presencia en él del lojeño, que no dejaría de ser una gota en el vasto torrente de ingenios mayores y menores que engrosa el libro. Su inclusión como poeta de justa, por otra parte, en el conocido impreso de Paracuellos, Elogios a María santísima (1651), vendría a mostrar que Angulo estuvo conectado con la actividad socio-cultural de la capital granadina en las décadas centrales del siglo XVII. Granada brindaría a Angulo las posibilidades y resortes que Loja le negaba –si bien, cuando se estampa la compilación de Paracuellos, Angulo reside en Osuna–, no en vano en la ciudad bullían las manifestaciones públicas y privadas de los círculos letrados y las iniciativas civiles y eclesiásticas dinamizaban el discurrir de los días de la urbe21, que fue encarecida así por Angulo en la Descripción (¿1649?) que le dedicó: «por plumas y espadas es y siempre ha sido célebre Granada e envidiada. […] De policía, gala y despejo en los hombres, y en todos cortesanía, agrado, culto y lenguaje digno de toda discreción y del ingenio más elevado»22.

    13A caballo entre ese apego al terruño y el orgullo identitario de pertenencia a una parentela esclarecida, fluctúa la que tal vez fue o pudo haber sido –le faltó, según parece, el espaldarazo definitivo de la imprenta– una de las obras más enjundiosas de Angulo, fuera de su actividad a favor de Góngora: me refiero a la Historia apologética, o Cronicón póstumo23. Los hermanos Angulo –nuestro Martín y Jerónimo del Pulgar y Sandoval– la idearon y forjaron como un libro de perfil histórico que cantara elogiosamente la trayectoria, sobre todo guerrera, de su «tercero abuelo materno», Hernán Pérez del Pulgar, para, al mismo tiempo, desmentir las inexactitudes que sobre el personaje habían difundido otros historiadores. La Historia, que ya estaba terminada y revisada por Ustarroz en 1651, no llegó –que se sepa– a imprimirse, pero circularon varias copias manuscritas, no localizadas hoy24.

    14En cuanto a la obra relacionada con su militancia gongorina, además de las Epístolas satisfactorias, tenemos otras muestras: se conocen testimonios materiales, datos, noticias e indicios más que suficientes para afirmar que su labor crítica y apologética en torno a Góngora se diversificó en varias empresas de calado y resultado desiguales en que se afanó durante gran parte de su vida. Debemos considerar, por tanto, actualmente en su producción de temática gongorina:

    • Dos obras impresas: las Epístolas y la Égloga fúnebre.

    • Una manuscrita y preparada para la imprenta, pero inconclusa: el volumen de Varias poesías.

    • Un manuscrito, el del Antifaristarco, que permanece hasta la fecha en paradero desconocido, pero con la certeza de que existió –y en un estadio de redacción muy avanzado, por cierto– y estuvo a punto de imprimirse.

    • Un par de textos, la Centuria y la Defensa de los errores, títulos hipotéticos de dos obras progongorinas que Angulo menciona como proyectos previstos o en marcha, aunque no sabemos hasta qué grado de profundidad avanzó su hechura.

    15Se suma a todo ello la más que posible relación de Angulo con dos importantísimas colecciones manuscritas de índole gongorina25. Este corpus documental hace de Angulo uno de los más prolíficos y versátiles defensores de Góngora durante la polémica. Pero vayamos por partes.

    16Apenas contaría Angulo con cuarenta años cuando podría haber empezado a trabajar en un ambicioso manuscrito recopilatorio de poesía gongorina, cuya portada principal dice: Varias poesías y casi todas las que compuso aquel ilustre, ingeniosísimo, erudito y doctísimo varón don Luis de Góngora, natural de la ciudad de Córdoba, racionero de su santa Iglesia, capellán de las S., C. y R. Majestades de don Felipe 3 y 4. Recogidas y restituidas a su más cierto original con mucho trabajo, solicitud y cuidado; de muchos, copiosos y buenos papeles, y verdaderas noticias de varios muy curiosos y entendidos sujetos de Córdoba, Granada y otras partes, deudos, amigos y contemporáneos de su autor; y en este volumen comentadas y de su mano escritas por don Martín de Angulo y Pulgar, natural de la ciudad de Loja, año MDCXXXIX26. Sabemos que Angulo trabajó paralelamente en la redacción de las Epístolas satisfactorias y en la confección de parte de este manuscrito, cuya ejecución se prolongaría, al menos, hasta finales de la década de 1630. El volumen presenta tres bloques (la colección poética gongorina dividida en dos partes y, al final, un repertorio de cartas de don Luis) y reúne las obras literarias de Góngora, excepto las letrillas, las décimas, las Soledades y la comedia del Doctor Carlino, si bien no es descartable que Angulo tuviera planeado incluirlas27, intención que no se culminó por haber quedado interrumpida la hechura del manuscrito, que está claramente inacabado.

    17Las Varias poesías hubieron de concebirse como uno de los muchos mss. integri que recogieron la obra de Góngora, en consonancia con una tendencia ciertamente vigorosa que venía consolidándose desde varios lustros atrás y que hizo proliferar de modo llamativo las compilaciones manuscritas –con vocación de exhaustividad y salvaguarda textual– de las poesías gongorinas, muy apetecidas en determinados círculos letrados y, además, maltratadas en sus primeras ediciones impresas no comentadas (Vicuña en 1627, Hoces en 1633), como se encargaron de denunciar muchos partidarios de Góngora, Angulo entre ellos. Pero el manuscrito que nos ocupa presenta asimismo un valor añadido, que, por cierto, tampoco es ajeno a una deriva de la polémica en boga por aquellos años: someter la poesía de Góngora a un ejercicio sistemático de anotación, ateniéndose a las convenciones del comentario filológico, modus operandi que vivía en la tercera década del XVII un momento álgido, con los imponentes comentarios impresos de Salcedo Coronel («Polifemo» comentado, 1629; «Soledades» comentadas, 1636), Pellicer (Lecciones solemnes, 1630) o Salazar Mardones (Ilustración y defensa, 1636). Ese prurito ilustrador con que Angulo quiere presentar la obra gongorina se deja claro ya desde la portada del ms., donde se alude a las «poesías de Góngora… en este volumen comentadas»; de otro lado, la propia disposición tipográfica –por así decirlo– del códice revela la previsión de una labor escoliasta que se frustró: las páginas están estructuradas mayoritariamente en dos columnas, la que ocupa el texto que se copia y otra –casi nunca cumplimentada– que aparece encabezada con la sintomática designación de «Notas», a la que se une en algunos casos una tercera columna, la de los «Argumentos», denominación que da Angulo a las aclaraciones marginales que adosa a ciertos poemas. Parece bastante probable, en fin, que Angulo albergara la idea de dar el manuscrito a la imprenta, situación que, de haberse producido finalmente, habría colocado a Angulo en una posición privilegiada y equiparable a los grandes comentaristas gongorinos de los años treinta28.

    18Quizás haya que buscar alguna explicación para aquel fiasco en el solapamiento de textos polémicos en que se vio envuelto Angulo por aquellos años; no en vano, la Égloga fúnebre a don Luis de Góngora, de versos entresacados de sus obras (Sevilla: Simón Fajardo), su obra de creación conservada más ambiciosa, salió impresa en 163829. La Égloga está confeccionada mediante la técnica del centón, ingenio poético hacia el que Angulo mostró inclinación durante su trayectoria creativa y en cuyo cultivo se le puede considerar uno de los precursores dentro de la literatura áurea española. El poema consta de 81 estancias, que suman alrededor de un millar de versos, y combina –o, más bien, funde– los pasajes narrativos de corte biográfico con las estampas simbólicas de impronta mitológica. El alcance de la Égloga fúnebre es incluso mayor que el que pueda tener por sí solo un elogio poético de corte biográfico con carácter mitificador y/o canonizador, ya de por sí relevante para situar esta obra en la espiral de la polémica en torno a Góngora: a la carga de homenaje a un dechado memorable que lleva implícita la práctica centonista, se añade en el caso de la Égloga de Angulo el uso de un, digamos, lenguaje crítico y otras cuestiones limítrofes que proyectan a las claras la obra en el contexto de los debates sobre la nueva poesía.

    19Como ya insinuó Cruz Casado30, no es descabellado sospechar que Angulo y Pulgar ideara su Égloga fúnebre como un «tardío homenaje póstumo»31 que entrara en competencia con el más que contundente ejercicio de reverencia y canonización que, a mayor gloria de uno de los grandes adversarios del cordobés, Lope de Vega –recién fallecido––, había sido orquestado poco antes: me refiero a la sonada Fama póstuma a la vida y muerte del doctor fray Lope Félix de Vega Carpio y elogios panegíricos a la inmortalidad de su nombre (Madrid: Imprenta del Reino, 1636), abanderada por Juan Pérez de Montalbán32. Góngora, al morir, no fue obsequiado con ninguna honra de ese calibre por parte de la república literaria, y había que desagraviarlo por tan injusta omisión, sin permanecer impasible ante la rotundidad de aquel reconocimiento público y prestigioso hacia Lope –por sus participantes y por la mediación de la imprenta–, máxime cuando el nombre de Angulo se había visto envuelto en el mismo, al parecer, sin su consentimiento. Así, en los «Argumentos de cada estanza» (ff. 18r-20v), proporciona Angulo una reveladora pista al respecto, cuando dice:

    Propone cómo los poetas de España han impreso a otro Fama póstuma, loándole la abundancia, claridad y dulzura de sus versos. […] Opone a esta alabanza la que la misma Fama canta por don Luis, dice por lo que admiran sus versos, hace epílogo de algunos grandes sujetos que loan y celebraron a don Luis y sus poemas» (f. 19v)33.

    20Poco después de la publicación de la Égloga, emprendió Angulo la elaboración del Antifaristarco34, respuesta suya a la publicación de las Lusíadas de Luis de Camoens…comentadas por Manuel de Faría y Sousa (Madrid: Juan Sánchez, 1639), donde el poeta portugués arremetía duramente contra Góngora. Sabemos que Angulo ya trabajaba en la réplica a Faría en 1641 y, gracias a las cartas cruzadas por el triángulo Ustarroz-Mardones-Angulo durante la década siguiente35, tenemos testimoniado con cierto pormenor el avance del proyecto y su descalabro editorial36.

    21Ustarroz jugó un papel importante en la elaboración de la obra, por cuanto facilitó a Angulo la consulta de algunas apologías gongorinas que poseía y lo surtió de noticias varias que el lojeño debió de aprovechar en el Antifaristarco. Concluida la primera fase de acopio de materiales y al tiempo que irían llegando nuevos papeles para revisar y consultar, Angulo debió de seguir trabajando en el Antifaristarco, cuyos distintos estadios de redacción y enmienda se prolongaron unos tres años. Una carta suya a Ustarroz, datada el 1 de agosto de 1645, nos da noticia de que el texto estaba terminado37, pero ni llegó a imprimirse nunca –a pesar de las múltiples gestiones urdidas por Angulo– ni ha podido localizarse hasta la fecha ninguna copia manuscrita del documento.

    22En la misma carta del 1 de agosto de 1645 citada arriba, donde Angulo notificaba a Ustarroz que había concluido su Antifaristarco y tenía intención de enviarlo a Madrid copiado en limpio, el gongorista lojeño hace referencia a una obra propia de tema gongorino, que ha pasado inadvertida para los estudiosos, cuyo hipotético título, Centuria…, habría sido anunciado en una carta anterior a Ustarroz. Los escasos datos disponibles parecen indicar que se trataba de una obra que reuniera todas –o las más acreditadas– menciones laudatorias a Góngora por parte de sus contemporáneos, tanto españoles como extranjeros38.

    23Y aun menos conocemos sobre otra obra de temática gongorina que Angulo confiesa tener la intención de componer en una carta a Ustarroz del 1 de mayo de 1646, con unas características semejantes a la Defensa de los errores que introduce en las obras de don Luis de Góngora don García de Salcedo y Coronel, su comentador, del erudito aragonés. Respecto al título, Angulo es tajante y afirma que le dará el «mismo título» que Ustarroz había usado para dar nombre a su texto análogo, por lo que podemos aventurar que el escrito del lojeño estaría encabezado por un rótulo semejante a este: Defensa de los errores que introduce... Parece lógico conjeturar que lo que Angulo pretendía no era escribir también una obra replicando a Salcedo, sino un texto que rebatiera a aquellos que, aun siendo afectos a Góngora, se hubieran permitido censurar algunos lugares de su obra poética, como hizo el comentarista sevillano. Poco más sabemos sobre la ejecución de este trabajo gongorino –que, si llegó a existir, no ha sido localizado hasta la fecha–, aunque todo indica que Angulo debió de tomarse muy en serio su hechura, si atendemos a algunos datos de su epistolario con Ustarroz39.

    3. Cronología

    24Tratándose de una obra impresa que, además, responde a otra también salida de la imprenta, podría parecer que datar las Epístolas satisfactorias de Martín de Angulo y Pulgar no entraña demasiada dificultad, pero la realidad es que, si damos crédito a ciertos datos ofrecidos por Angulo, la tarea de precisar dicha cronología de la manera más exacta posible y de determinar prioridades entre las dos cartas que forman el volumen, se complica.

    25Por una parte, aunque los textos de Cascales a los que responde Angulo fueron compuestos y divulgados aproximadamente una década antes de darlos a la imprenta, el hecho de que Angulo localice la mayoría de sus citas literales de Cascales indicando el folio concreto del impreso donde aparecen nos obliga a aceptar que la Epístola primera solo pudo ser redactada –o concluida– con posterioridad a la divulgación impresa de las Cartas filológicas, que no pudo tener lugar hasta febrero o marzo de 1634, pues su requisito legal más reciente, «Suma de la tasa», está fechado el seis de febrero de 163440.

    26De otro lado, cuando Angulo está elaborando su Epístola segunda ya tenía ultimada o, al menos, bosquejada, la primera, porque, entre otras cosas, Angulo remite a esta en varias ocasiones a lo largo de aquella41. El terminus ad quem, en fin, tanto para la Epístola primera como para la segunda habría que situarlo en el verano o principios del otoño de 1635, ya que la fecha del paratexto más antiguo de las Epístolas, la «Aprobación», es el diecisiete de noviembre de 1635.

    27Ahora bien, el veinte de abril de 1635 es la fecha que figura en el pie de firma de la dedicatoria «A don Fernando Alonso Pérez del Pulgar, señor de la villa del Salar», que antecede a ambas Epístolas satisfactorias; en dicho texto preliminar, Angulo se refiere a las dos cartas, la que responde a Cascales y la que hace lo propio con el ignoto correspondiente42, de manera que ya las había escrito o, cuanto menos, tenía intención de escribirlas. Eso quiere decir, a su vez, que para esa fecha Angulo ya había recibido la misiva del remitente para nosotros anónimo, que contenía la censura antigongorina que dio pie a la Epístola segunda. Según Angulo, esa carta del «sujeto grave y docto» llevaba la fecha de «7 de mayo de este año»43: si en abril de 1635, como digo, sabemos que Angulo ya tenía en su poder el texto que propició la Epístola segunda –puesto que ya habla de ella en la citada fecha–, ese mes de mayo solo puede ser el de 1634.

    28Aceptar esta secuencia cronológica supone aceptar consecuentemente que Angulo redactó una primera versión de la Epístola primera entre febrero y abril de 1634 aproximadamente, porque la supuesta carta de 7 mayo de 1634 que recibe Angulo es, a su vez, la respuesta a una carta anterior del lojeño, en la que envió a su interlocutor una copia manuscrita –quizás un borrador– de sus réplicas a Cascales. ¿Por qué, entonces, la Epístola primera se abre de esta manera: «a esta ciudad de Loja llegaron las treinta Cartas filológicas, divididas en tres décadas, que vuestra merced, señor licenciado Francisco de Cascales, dio a la estampa el año pasado de 1634» (f. 1r; la cursiva es mía: indica que Angulo escribe esto en 1635); y además está firmada y fechada en julio de 1635?44. Se me ocurre que pudo suceder lo siguiente: Angulo abocetó con más o menos detenimiento la Epístola primera durante los primeros meses (febrero, marzo, abril) de 1634, antes del mes de mayo de ese año la envió manuscrita al «sujeto grave y docto» –es de suponer que solicitándole su parecer sobre ella––, este le contesta con una carta en la que vilipendia a Góngora, y Angulo se siente conminado a rebatirlo con otro texto polémico, la Epístola segunda. A partir de este momento, es posible que Angulo se centrara en la confección de este último texto y, una vez concluido, retomara la Epístola primera para pulirla y rematarla definitivamente de cara a su impresión: esas labores de lima pudieron comenzar en torno a un año después, en la primavera de 1635, y prolongarse hasta el verano de ese año, de ahí la fecha de la dedicatoria, antes aludida (abril, 1635), y la del ya citado pie de firma de la Epístola primera (julio, 1635). Soy consciente de que puede parecer un proceso algo dilatado para dos textos relativamente breves y que abordan con ligeras diferencias los mismos asuntos, pero hay que tener en cuenta que, a la par que trabajaba en las Epístolas, Angulo estuvo enfrascado en otra empresa progongorina de gran envergadura: su manuscrito de Varias poesías.

    4. Estructura

    29Las Epístolas satisfactorias, y particularmente la primera de ellas, tienen en muchas de sus vertientes críticas visos de tratado o de discurso sistemático45; en este sentido, me parece muy elocuente que Angulo estructure su Epístola primera con las críticas de Cascales como referente, pero ateniéndose a una esquematización de las mismas, debida a su propia cosecha, que Angulo coloca al frente de su texto, y marca claramente las pautas compositivas de este. De manera muy inteligente, Angulo extracta de las epístolas de Cascales un conjunto orgánico de «objeciones» que le permite abordar de manera ordenada e interrelacionada todos los asuntos que le parecen insoslayables para explicar y defender a Góngora; esa operación determina la médula teórica y argumentativa de la Epístola primera. Ese conjunto orgánico es verbalizado por Angulo de este modo:

    Número 2. Todo el tema de estas cartas de vuestra merced se resuelve en seis objeciones: tres afirmativas, dos negativas y una, digámosla, indiferente. La 1. Las transposiciones o hipérbatos o transtruecos. La 2. Las metáforas o translaciones. La 3. La oscuridad que de todo resulta. La 4. Que esta oscuridad no resulta de las voces nuevas. La 5. Que ni de la recóndita doctrina que tienen estos poemas. La 6. Que por la falta de los artículos queda vizcongada la oración en estas obras (ff. 6v-7r).

    30Así, la Epístola primera se compone de un sucinto preámbulo y doce secciones o capítulos («Números», los llama Angulo), encabezados por su correspondiente rótulo, lo cual no hace sino remarcar su condición de apartados independientes –aunque forzosamente conectados, como se encarga de hacer visible Angulo en más de una ocasión– y reflejar, por tanto, una meditada voluntad de segmentación sistematizada de la exposición. Si tuviéramos que establecer un parangón entre las partes canónicas de la epístola y la estructura del texto de Angulo, podríamos decir que el prefacio y el «Número 1» serían herederos de los arquetípicos exordio y propositio, por cuanto recogen varios tópicos proemiales como la humilitas, la ocasión y justificación de la necesidad del escrito o la declaración concisa de su objetivo. Lo comprendido entre el «Número 2» y el «Número 11» haría las veces de probatio: así, los parágrafos 2 a 7 se ocupan de refutar las seis proposiciones antes comentadas y el resto hace lo propio con cuestiones de menor enjundia, excepto el 8, que afronta el trascendental asunto del género de las Soledades; por tanto, el verdadero meollo de la Epístola primera se cifra entre el «Número 2» y el «Número 8». El último capítulo, «Número 12», por su parte, constituiría la peroratio, donde Angulo pone en práctica las armas más afiladas de la epístola familiar y vapulea a Cascales aplicándole algunas de las invectivas, cáusticas reconvenciones y recomendaciones de malévolo tono condescendiente que el murciano había hecho caer sobre otros ingenios en varios textos de sus Cartas filológicas.

    31La Epístola segunda, siendo menos extensa y algo más superficial, presenta una estructuración bastante semejante a la primera. Dividida en siete capítulos, precedidos de un brevísimo y convencional prefacio, Angulo organiza en ella el discurso como una sucesión de contestaciones a otras tantas «proposiciones», una por apartado, de modo que el tronco principal del texto radica entre el «Número 1» y el «Número 4». Dichas «proposiciones» son:

    • «Si don Luis no hubiera dejado el zueco, el primer hombre fuera de nuestra nación en lo burlesco y satírico. Por haberse calzado el coturno ha perdido con muchos lo ganado y yo soy uno de ellos» (f. 43r).

    • «Lo material de estas obras es muy trivial» (f. 43v).

    • «Lo formal (si lo es el lenguaje) es muy extraordinario» (f. 47r).

    • «Son muchas las licencias de don Luis» (f. 50r).

    • «Si leo el Arte de Horacio y Aristóteles para lo teórico y un poema de los celebrados para lo práctico, descubriré en don Luis muchas faltas» (f. 52v).

    • «Grande falta es haber de ofender a tantos doctos, diciendo que por muy sublime no lo entienden» (f. 53v).

    • «Que he de ser sectario o cismático, mientras no lo enmendare, en el juicio de los hombres graves, o andar en el corro de los poetillas» (f. 54r).

    32Este conjunto de reprensiones contra Góngora, que Angulo refuta y que determina la organización de la Epístola segunda, debe de ser también fruto de una recapitulación y ordenación operadas por el propio polemista, que habría puesto en práctica, por tanto, una técnica muy parecida a la desplegada en la Epístola primera. Así parece confirmarlo el hecho de que las críticas sean dispuestas por Angulo para rebatirlas de mayor a menor importancia, dejando para el principio las que atañían a problemas capitales de los poemas mayores como la deriva hacia lo heroico y la ligereza de sus contenidos o la sublimidad de la elocutio, y despachando al final cuestiones menos específicas y que incumbían más a la sociología de la recepción que a posicionamientos teórico-literarios.

    5. Fuentes - Los polemistas como autoridades teóricas

    33La autoridad teórica a la que más apela Angulo es, con diferencia, Quintiliano (Instituciones oratorias), seguida a cierta distancia, en cuanto a número de menciones, de Horacio (Arte poética, fundamentalmente, así como sus Epístolas y Sátiras), Cicerón (El orador, Sobre el orador, Sobre la naturaleza de los dioses, Del supremo bien y del supremo mal y también la Retórica a Herenio, que Angulo cree obra ciceroniana) y Aristóteles (Retórica y Poética). En definitiva: el canon por antonomasia de la preceptiva literaria antigua. De otra parte, el paradigma de autoridades poéticas, creativas, queda configurado principalmente por Marcial, Ovidio y, sobre todo, Virgilio, aunque estos autores no solo son aludidos como fuentes de inspiración para Góngora o como modelos de excelencia poética con quienes equiparar o justificar sus hallazgos estéticos, sino que en muchas ocasiones Angulo entresaca de las composiciones de los referidos poetas clásicos versos puntuales que, por su contenido, son capaces de aportar valores teóricos o pseudoteóricos a un determinado razonamiento, de manera que sirven al polemista como argumentos en reflexiones de índole teórico-literaria. Además de a todos esos nombres enumerados, se acude más ocasionalmente a Propercio, Lucrecio, Séneca, Scalígero, Justo Lipsio, Tasso, Petrarca, Bembo, entre otros, sin olvidar la aparición del dúo español formado por Mena y Garcilaso, cuya concurrencia en las Epístolas comporta unas implicaciones singulares, como he estudiado en otro lugar46.

    34Por otro lado, y dada su especial ubicación cronológica, las Epístolas dialogan con los textos polémicos antecedentes concediéndoles un estatuto de autoridad inédito hasta entonces. Así, Angulo inserta en su discurso varios plagios y paráfrasis muy evidentes de otros textos polémicos, como hace con la Respuesta de Góngora, de la que se trasladan varios fragmentos sin apenas separarse del original. Aunque Angulo no declara abiertamente el origen de esos pasajes de sus Epístolas, este sería bastante transparente para los lectores iniciados, por lo que nos encontramos ante un procedimiento de canonización implícita o parcialmente manifiesta de textos capitales de la polémica –ya he hablado de la Respuesta gongorina; también se da con el Examen del «Antídoto» del abad de Rute–, cuyo aprovechamiento en las Epístolas, aunque no confesado a las claras, resultaría, no obstante, notorio para los receptores potenciales de la obra de Angulo.

    35Y en relación con todo ello está también la contribución más llamativa, aunque también más esporádica, de Angulo respecto al manejo de textos coetáneos como fuentes críticas: el uso bibliográfico o libresco de otros documentos de la controversia, de donde extrae incluso citas literales remitiendo a la fuente específica, lo cual «canoniza» explícitamente como autoridades a algunos partidarios de Góngora que habían publicado o divulgado textos durante la polémica; ese proceder, que puede parecer más lógico cuando la obra citada es un impreso –ocurre con las Lecciones de Pellicer47–, presenta mayor originalidad cuando el texto aducido es manuscrito: así ocurre con las Anotaciones y defensas a las Soledades de Pedro de Díaz de Rivas, uno de cuyos pasajes más célebres, según veremos, es citado literalmente como argumento de autoridad por Angulo, quien con este gesto viene de alguna manera a canonizar la vertiente manuscrita de la polémica –más determinante y sugestiva que la impresa en muchos casos– o, al menos, los hitos más representativos de aquella.

    36Un buen ejemplo de lo que vengo explicando es la táctica planteada por Angulo para rebatir la postura de Cascales sobre los fines de la poesía al hilo de sus reflexiones sobre el cultismo. Con cierto desabrimiento, el gramático murciano calificó la poesía mayor gongorina de «inútil», por considerarla inclasificable dentro de la taxonomía genérica tradicional e inservible para alcanzar cualquiera de las metas que debía perseguir todo texto poético cabal, esto es, enseñar, deleitar y conmover. Según el sentir de Cascales, el origen de todo ello era, por supuesto, la oscuridad; Angulo, sin renegar de ella, dando por sentado que su concurso en los poemas de Góngora era más que lícito, no dejó sin rebatir ninguna de las reprimendas de Cascales al respecto. Así, en el capítulo «Número 8» de la Epístola primera Angulo elabora un razonamiento en el que, como hizo Cascales en su Epístola X, entrelaza dos cuestiones muy disputadas, la del género de las Soledades y la de la finalidad de la poesía, sumándose de esa manera a una recurrente y aquilatada discusión, que propició páginas memorables de la polémica, algunas de las cuales pueden vislumbrarse en la cita de abajo. Lamentablemente, en vano buscaremos una definición genérica tajante de Angulo para la silva gongorina, que es el poema concreto al que parece estar refiriéndose en buena parte de los enunciados que cito a continuación, pero si los leemos a la luz de otros hitos críticos afines, como es procedente y necesario hacerlo, adquieren una mayor trascendencia:

    ¿Cómo es «inútil (en la opinión de vuestra merced) para poema heroico», si le reprehende el uso de las metáforas y transposiciones, virtudes propias de él; […] Y si estas no fuesen propias virtudes de un poema heroico, ¿no asintiera vuestra merced, folio 151, página 2, con el maestro Pedro González de Sepúlveda, a que debe ser «majestuoso y grave»? […] Luego útil es su poesía para poema heroico. ¿Cómo es inútil (según vuestra merced piensa) porque «no es buena para poema lírico», si pinta cazas, alegrías, prados, fuentes, grutas, arroyos, navegaciones, bodas, bailes, juegos, saltos, luchas y carreras, aventajándose a tantos poetas? Y vuestra merced asiente a que «el poema lírico tiene propio carácter, estilo y lenguaje: es, a saber, florido, ameno, hermoso y dulce». Y en folio último dice que la poesía lírica la hicieron de la ditirámbica y gnómica, «compuesta de mil galas, extendiendo la materia a variedad de cosas, como hizo Píndaro y otros»48. […] Y considerando desapasionadamente los efectos de estos y otros poemas de don Luis, ¿cómo es inútil el que por tan poético y nuevo admira tanto que, sin entender todos esta poesía, hay pocos que de la bondad de lo que entienden no infieran que la tiene lo que no alcanzan? La que ayuda y mueve para ser grandes poetas y aprovecha a la educación de cualquier estudiante, avivándole su entendimiento (pues crece con cualquier acto), esforzándole a entender con el trabajo lo que en la lectura superficial no se deja comprehender fácilmente, ¿cómo es inútil? Y ¿cómo lo es la que ha sacado de vulgar la poesía castellana y realzado la lengua a grado superior, pues ya no hay quien para acertar no le imite y se ufane, si lo consigue? La que, en quitándole a lo difícil de la letra lo misterioso que encierra, tanto deleita al lector con su gala y novedad, ¿cómo es inútil? (ff. 29v-30v).

    37El laconismo de estas réplicas a Cascales –sobre todo en las que se refieren de manera específica a la filiación genérica– implica que Angulo no se muestre aquí especialmente hondo ni convincente, pero, desde luego, supo elegir bien sus fuentes para encontrar un asidero con el que apuntalar sus juicios en una tesitura dialéctica de la que no resultaba fácil salir airoso. Si Angulo quiso, como parece, defender el polimorfismo y el carácter lírico de las Soledades, acertó al inspirarse en los dos partidarios de Góngora que con más soltura apostaron por esa delimitación genérica del poema, el abad de Rute y Pellicer, quienes enunciaron en su Examen del «Antídoto» y en sus Lecciones solemnes, respectivamente, opiniones de las que bebe claramente Angulo en su reflexión citada arriba. Esta circunstancia, al igual que otras muchas de las Epístolas satisfactorias, volvería a revelar que, a pesar de desarrollar su labor en una fase más bien tardía de la polémica, Angulo, buen conocedor de los resortes y los documentos de la recepción crítica de Góngora, se sentiría de alguna manera partícipe de una tendencia crítica de gran calibre y recorrido como fue la sanción teórica de la poética mayor gongorina, movimiento que durante la segunda y tercera década del siglo XVII constituyó un entusiástico punto de encuentro para muchos y buenos eruditos andaluces, inscritos fundamentalmente en un eje geográfico y cultural (Córdoba-Antequera-Granada) que, por nacimiento y residencia, tocaba de cerca a Angulo.

    38Asimismo, Angulo desmiente en este caso a Cascales recuperando valiosos argumentos de la susodicha carta de Góngora, hasta el punto de que no hizo sino copiar literalmente y parafrasear de una manera muy traslúcida jugosos pasajes de la misma. Así, Angulo vuelve los ojos al texto gongorino para aseverar que la oscuridad es útil por cuanto instruye y gratifica el entendimiento del lector dispuesto a emplearse en su dilucidación. Por tanto, si Góngora fue oscuro, más que un desdoro, hay que ver en esa estética el triunfo de una poesía que se oculta con justicia a los ignorantes y que ha logrado, por fin, que el castellano pueda competir en potencial y grandeza con el latín.

    39Cabe preguntarse, en cualquier caso, cómo hay que interpretar la naturalidad con que Angulo echa mano de argumentos ajenos sin apenas cribarlos o someterlos a una elaboración personal. Se debe partir de la base de que durante la polémica fueron muy frecuentes las coincidencias teóricas y doctrinales entre los aficionados a Góngora; ahora bien, dicho esto, también resulta obligado admitir que en el caso de Angulo, una de las necesidades en que se traducen sus carencias –que las tuvo– es la inclinación a transcribir o remedar con cierta asiduidad palabras de otro para redondear sus razonamientos. Sin embargo, junto a ello, no se puede obviar que las Epístolas satisfactorias se redactan y publican en un período tardío de la polémica, un momento en el que los esfuerzos por legitimar teóricamente a Góngora han dado ya eminentes frutos, de modo que estaba de sobra justificado que Angulo imprimiera a su obra ese aire recapitulador, a veces muy evidente, como ocurre en el «Número 4» de la Epístola primera, según veremos. Y será justo reconocer que, si Angulo quiso ensayar, en cierto modo y dentro de lo que le permitieran sus cualidades, un –digamos– epítome de la polémica, ostentó una asimilación bastante certera y perspicaz de los mejores jalones apologéticos de aquella.

    40Así se comprueba en el capítulo «Número 1» de la Epístola segunda, en el que Angulo sale al paso de la acusación de frivolidad que el «sujeto grave y docto» habría espetado contra la poesía mayor de Góngora. Angulo arma parte de su respuesta apoyado en las citas de dos fuentes de gran alcance, una que declara, las Anotaciones y defensas a las Soledades de Díaz de Rivas, y otra que silencia –seguramente ni siquiera sería necesario resaltar la procedencia––, las Lecciones solemnes a las Soledades de Pellicer. Tanto el uno como el otro hablaron de un supuesto programa poético frustrado, el de componer cuatro Soledades, cuya mención rescata Angulo con el apoyo de esos otros juicios críticos para demostrar la profundidad conceptual del poema:

    La segunda es: lo material de estas obras es muy trivial. Y mirando la más dilatada que compuso, que llamó Soledades, dice el licenciado Pedro Díaz de Rivas, en el magistral comento que hizo a las dos, que habían de ser cuatro, en similitud de cuatro edades del hombre. Y aunque la autoridad de este sujeto por sí y por ser patriota de don Luis, con quien comunicó estrechamente, es grande prueba de esto, no la hace menor ver que en la Soledad primera, intitulada De los campos, pinta la juventud con amores, juegos, bodas y alegrías. La segunda (que aun no acabó), llamada De las riberas, trata de la adolescencia, con pescas, músicas y cetrería. La tercera, dice el licenciado Rivas, que había de ser De las selvas y hablar de la virilidad y prudencia con cazas y monterías. Y la cuarta, que había de tratar de la política, pintando un yermo, semejanza propia de la senectud. Según esto, cuanto al objeto material, ya están fuera de triviales estas obras. Y si miramos lo útil de ellas, no solo hallaremos singular doctrina para ser gran poeta el que la imitare, pero en lo moral muchas virtudes y ejemplos graves (ff. 43v-44r).

    41El retablo de las cuatro Soledades asoma en el texto de Angulo con una intención muy parecida a la que movió en su momento a Pellicer y, sobre todo, a Díaz de Rivas, que tuvo que hacer frente al prurito contenidista de Jáuregui. A pesar de que la solemnidad y ejemplaridad aducidas por estos apologistas quedarían muy diluidas en el estadio redaccional en que el poeta cordobés habría dejado la silva, el dato –infundado o no– de que Góngora concibió las Soledades como un itinerario alegórico y simbólico fue aprovechado para replicar a los antigongorinos, quienes, soslayando esa supuesta urdimbre temática planeada por Góngora o estando ayunos de tales datos, menospreciaron la aparente inconsistencia de aquella frágil narración sobre las peripecias de un náufrago ignoto entre pastores y pescadores, expresada, para colmo de males, en un estilo elevado que no cuadraba con la escasa gravedad de la «traza de esta fábula», por decirlo con palabras del Antídoto. Angulo, por su parte, hizo suyas muy inteligentemente aquellas informaciones privilegiadas, pero aminoró mucho su prestancia con la línea argumentativa emprendida en las páginas siguientes, pues acomete el examen de un puñado de pasajes muy concretos de las Soledades con cierto tinte noble o moralizante, por lo que atomiza y trivializa el calado de la visión global y orgánica de las cuatro Soledades que él mismo había expuesto justo antes. A pesar de esos esfuerzos, algo pueriles y afectados, por espigar aquí y allá pinceladas enjundiosas en las Soledades para ponerlas a salvo de la consabida acusación de insustancialidad, el capítulo finaliza con unas sugerentes observaciones de Angulo:

    Si a sus poemas grandes faltasen materias graves o no hiciese alguno de grande objeto que lo fuese, no por lo mismo se les niega la estimación a Horacio, Tibulo, Catulo ni Propercio entre los latinos, ni a Garcilaso entre los castellanos. Ni el ser la materia menos noble disminuye la grandeza de los grandes poetas, antes descubre más el ingenio, como de Claudiano lo juzgó Escalígero: maximus (dice) poeta Claudianus, solo argumento ignobiliori oppressus, addit de ingenio quantum deest materiae [‘Claudiano, grandísimo poeta, al que daña solo lo escasamente noble de sus asuntos, aporta de ingenio cuanto le falta de materia’] (ff. 46r-46v).

    42Con llamativa modernidad, Angulo pone en cuestión la supremacía del contenido para sostener que la excelsitud de un poeta no tiene por qué medirse en función de lo elevadas que sean las materias que toca. La propuesta de Angulo parece brindar un testimonio renovado –aunque más tibio y tenue, eso sí– de algo que ya había sido planteado por otros críticos muy solventes y, con suma brillantez, por Díaz de Rivas en sus Discursos apologéticos, como fue la negación de que el estilo sublime, meta inexorable para todo poeta que se preciara de serlo, tuviera que ir necesariamente aparejado a unos contenidos que lo justificaran y certificaran así el decoro que demandaba la preceptiva tradicional. Angulo pretende resaltar además la eminencia de Góngora como poeta no épico, sino lírico, porque paradigmas de lo lírico son los poetas latinos con los que Angulo equipara a Góngora, cuyo sugestivo lirismo –viene a decir el lojeño– nada tiene que envidiar a la nombradía de Garcilaso, el poeta lírico castellano por excelencia. La efectividad de esta jugada argumentativa queda fuera de toda duda, porque los autores citados son escogidos con gran fineza y sopesada pretensión, pero el sentir de Angulo no solo destaca por su eficacia persuasiva, sino porque bien podría responder a una mentalidad asentada entre los círculos gongorinos: no se olvide, en este sentido, que el propio Angulo, en otro capítulo de las Epístolas, sugiere el diversificado carácter lírico de las Soledades y se basa para ello en la autoridad de Fernández de Córdoba y Pellicer.

    43Asimismo, la analogía entre Góngora y Claudiano que Angulo establece en la cita de arriba, posee un innegable y sólido trasfondo, pues, como estudió monográficamente Castaldo49, la influencia del alejandrino, uno de los máximos exponentes de la poesía de la latinidad tardía, en la poética mayor de Góngora es notabilísima; hasta el punto de que otro ilustre comentarista gongorino, Salcedo Coronel, pudiera afirmar en el Segundo tomo de las Obras de don Luis de Góngora, comentadas. Primera parte (Madrid: Diego Díaz de la Carrera, 1644, p. 32) que «a ningún poeta imitó más don Luis que a nuestro Claudiano». Angulo, aun sin poder competir ni con la hondura exegética de otros críticos ni con el caudal de información de que estos disponían, demuestra, con la oportunísima y bien calculada estrategia de su alusión a Claudiano, no hablar en balde y estar al tanto del armazón teórico-doctrinal que fue más pertinente y recurrente en la carrera por legitimar la poética gongorina.

    6. Conceptos debatidos - Un epítome de la polémica en las Epístolas

    44Las Epístolas satisfactorias de Martín de Angulo y Pulgar fueron el primer texto teórico en favor de Góngora que se imprimió50. Hubo que esperar para ello hasta el ocaso de la polémica, en la década de 1630, cuando la recepción crítica del poeta, fallecido y laureado ya con imponentes volúmenes de comentarios, había cambiado definitivamente de ciclo51. Desde esa perspectiva, puede afirmarse que las Epístolas son un testimonio apologético tardío, algo alejado de los momentos más enfáticos de la controversia y de mayor concentración de textos polémicos, aunque esta circunstancia, lejos de suponer un demérito o una traba para Angulo, le posibilitó el conocimiento del bagaje teórico y doctrinal acumulado a lo largo de más de dos decenios de discusiones en torno a Góngora. Está claro que Angulo conocía bien la evolución de la polémica y que manejaba parámetros defensivos que habían sido adoptados y promulgados colectivamente por los círculos gongorinos andaluces para la legitimación del artífice de las Soledades, pero, al mismo tiempo, no es inoportuno preguntarse cuánto hay en las Epístolas de teorización de acarreo y cuánto de ideario más o menos interiorizado; resulta difícil hallar una respuesta convincente. La pericia, capacidad analítica y osadía especulativa de Angulo no es, desde luego, equiparable a las de los grandes nombres del gongorismo secentista, pero su apología es meritoria, porque, con luces y con sombras, superando el relativo aislamiento a que lo condenaba una ciudad de segunda como Loja, aun cayendo a veces en el recurso fácil de negar lo evidente, aun deslizando en ocasiones interpretaciones forzadas o ingenuas, fue capaz de aportar visiones novedosas y sacar partido, con mayor o menor fortuna y personalidad, a los fundamentos teóricos y estéticos que habían sido santo y seña de los partidarios de Góngora desde los inicios de la polémica.

    45Precisamente por ello destaca el capítulo quizás más significativo de las Epístolas satisfactorias, el «Número 4» de la Epístola primera, dedicado al encomio y justificación de la oscuridad. Y digo bien, encomio, porque el primer gran hallazgo de ese capítulo es que Angulo no cae en la tentación de negar la oscuridad de Góngora, sino que la reconoce, la asume sin complejos y la enaltece como rasgo inherente y definitorio de la nueva estética:

    La objeción tercera es: que de los hipérbatos o transposiciones y de las translaciones o metáforas resulta la oscuridad de estos poemas. En esta con gran facilidad convenimos y así se la concedo a vuestra merced, porque el estilo de don Luis es nuevo, que si no, lo entendieran fácil todos, y así entendido, no fuera oscuro, como no lo es para vuestra merced, que lo ha entendido tan bien. Pero si por las metáforas y transposiciones han cansado o se ignoran de alguno estos poemas, como se persuade diciendo que «el lector se corre […] sin adivinarlas y el oyente se duerme al son de tan incomprehensibles enigmas», la culpa está no de parte de los versos, sí, del asombro con que muchos se acobardan, rehusando el trabajo para entenderlas. […] Los hipérbatos y translaciones que hacen oscura la poesía, que es la objeción de vuestra merced, será gloria y virtud, que es mi consecuencia, que también se infiere de todo el texto de Horacio y en particular de las primeras palabras, que tocan al ornato, y de aquellas: «tanto importa la orden del arte y la cultura de las palabras». Que lo uno y lo otro está en las transposiciones y metáforas y otras virtudes poéticas, y así, por haberlas usado don Luis, merece alabanza, y sin ellas no se le debiera (ff. 19v-21r).

    46Al pronunciarse de esta manera acerca de la obscuritas gongorina y sus causas, Angulo se alinea con críticos de la talla de Ponce o Díaz de Rivas, entronca, dentro de su estilo y limitaciones, con las aportaciones más determinantes y persistentes de la controversia. Así, esta declaración de principios le da ocasión a Angulo de sacar a relucir, siquiera fugazmente, ciertos puntales argumentativos de las mejores apologías gongorinas: al guiño a un concepto insustituible como el de elitismo («si no, lo entendieran fácil todos y, así entendido, no fuera oscuro»), une una mención no menos representativa al placer estético que deriva del desciframiento de la oscuridad («la culpa está no de parte de los versos, sí, del asombro con que muchos se acobardan, rehusando el trabajo para entenderlas»), para desembocar en el compás final del razonamiento en una vindicación del ornato elocutivo como la aspiración gracias a la cual el poeta, obligado a él («sin ellas no se le debiera [alabanza]»), alcanza «gloria y virtud».

    47El tono e intención constatados en este arranque del capítulo prevalecen en gran parte del mismo, en cuyo primer segmento Angulo realiza un esquemático compendio de muchos de los conceptos clave usados durante la polémica para salvaguardar a Góngora. Para ello, enumera y glosa escuetamente seis «razones» que sancionan la oscuridad e inscriben a Angulo en toda esa corriente o tradición crítica amasada por la sucesión de adhesiones de distinta índole a la revolución gongorina, como ocurre con estas sugerentes reflexiones sobre el deseable espíritu innovador que debe remozar la expresión poética:

    La tercera, que a un gran poeta le conviene no solo imitar, sino inventar, y así le es permitido (aun sin que Horacio lo permita en su Arte ni lo defienda Cicerón, 3, De finibus, ni lo aconseje Quintiliano, libro 1, capítulo 10) y lo debe hacer o no será tan digno de alabanza. Y como pretende en todos siglos la más suprema, no debe regular su ingenio por el juicio del vulgo y así huye del camino ordinario y humilde, valiéndose de las transposiciones y nuevas metáforas. Y de no usarlas como enseña el arte, se dirá de él que hace versos, pero no merecerá nombre de poeta, como afirma Horacio en el suyo y vuestra merced dice: que no sabrá componer ni disponer un poema sin arte. Y a este acompaña siempre el ornato, el cual resulta de los hipérbatos y transposiciones (f. 21v).

    48Y, un poco más adelante, dentro del mismo «Número 4», insistirá Angulo:

    La quinta, que no fue dada a los antiguos solo la potestad de inventar ni es bien que andemos mendigando de lo que dijeron. Y si los latinos tuvieron esta libertad, siendo (digámoslo así) su lengua más abundante, ¿por qué, aunque la nuestra no es menos copiosa, no inventaremos? O, ¿cuándo nos ha de ser lícito o nos habemos de atrever? Infinitamente más se atrevieron los antiguos que los nuestros. Y si en aquellos no fue culpa, ¿por qué lo ha de ser en estos? Y si lo fue, dese la pena al primero que cometió la culpa, no al que, imitándole, le excede en gala. Si no fuera lícito procurarlo así, mal se hallará un gran poeta ni un perfecto poema; el que no apetece y procura vencer dificultades y llegar a lo sumo, donde otros no han llegado y de donde no se puede pasar (como lo ha conseguido el nuestro, al parecer de los casi tan doctos como vuestra merced), ya que no sea digno de reprobar, no es para seguirle. El que sigue a otro, si no se le aventaja, será postrero; pero si lo procura, ya que no lo consiga, podrá quedar igual. Ocioso fuera el trabajo, si no se le permitiera buscar algo mejor que lo antes dicho, venciendo con él lo dificultoso. Ardua molimur, sed nulla, nisi ardua, uincunt [‘me propongo una meta difícil, pero no hay mérito donde no hay dificultades’], dijo Ovidio. Finalmente, será digno de premio el poeta que, aventajándose a los primeros, deja (como don Luis) que aprendan los futuros con admiración de los presentes (ff. 22r-22v).

    49Las implicaciones teóricas de estos párrafos densos y resueltos son más que notables. Angulo hace gala de una convicción contagiosa al reclamar sin rodeos la legitimidad y aun la necesidad de la innovación estética, uno de los postulados más arraigados en el argumentario de quienes dieron la cara por Góngora. Aunque indirectamente se apoye en acreditadas autoridades («aun sin que Horacio lo permita en su Arte…»), Angulo, con cierto aire contestatario, tacha de innecesario el refrendo de las mismas si se trata de defender que el poeta «debe [inventar] o no será tan digno de alabanza» y que «le conviene no solo imitar, sino inventar»; en esa búsqueda de reconocimiento, puede levantar su vuelo por encima de lo mediano y no habrá que reprocharle nada, porque el verdadero poeta, ávido de contentar solo a una minoría, «no debe regular su ingenio por el juicio del vulgo y así huye del camino ordinario y humilde». A pesar del impulso de libertad que vertebra algunas de sus manifestaciones en pro de la innovación, Angulo no renuncia –no podía hacerlo– a la obligada mirada al mundo clásico, si bien esa retrospectiva desemboca en una ponderación de la aptitud de la lengua española para sustentar propuestas poéticas tan osadas y rompedoras como las que en su tiempo existieron en lengua latina. Angulo recurrirá varias veces a lo largo de la obra a esta equiparación entre la dignidad del castellano y el latín como recurso suasorio52.

    50La idoneidad de las innovaciones debió de representar para Angulo una cuestión de primer orden, cuyo tratamiento recuperará y ampliará en otros lugares de las Epístolas satisfactorias. Lo hizo, por ejemplo, en el «Número 3» de la Epístola primera, al hilo de sus deliberaciones sobre las metáforas gongorinas, duramente censuradas por Cascales. El atrevimiento con que Góngora modela esta figura –y sus poemas mayores, en general– está justificado, a decir de Angulo, por el afán de originalidad y superación de los modelos que debe mover al poeta. Asoma aquí también -como me hace notar Mercedes Blanco- otra idea relevante: que también lo nuevo es oscuro en tanto que supone la constitución de usos distintos, aunque dejará de ser oscuro cuando el tiempo, a fuerza de «uso», deshaga dicha oscuridad; así, lo oscuro tiene más vigor y más proyección hacia el futuro:

    El ser una metáfora atrevida no es lo mismo que ser mala, y si el poeta ha de inventar, ¿cómo ha de ser, si no es atreviéndose a decir lo que otro no alcanzó? Para que el uso ablande los tropos y nuevas frases, principio se ha de dar, porque sin él no se puede conseguir el fin. Y si alguno pudo, para que llegue este, dar aquel, fue don Luis, sin desdén ni agravio de tanto célebre poeta que ilustran nuestra nación. Y si, porque no pueden ser atrevidas estas metáforas por falta de similitud de la cosa que se saca a la que se aplica, dice vuestra merced que lo son por nuevas o porque otro no las ha usado, respondo a lo segundo que esto tienen de bueno y de novedad (entre otras excelencias) estos poemas de don Luis: decir lo que otro no ha dicho, que por eso es nuevo y no imitado. A lo primero digo que, así como es más poderosa la acción de criar que la de engendrar, porque esta supone sujeto y aquella no, la acción de inventar es mayor que la de imitar, porque para esto hubo principio y para aquello no, sino solo el del propio discurso del que inventa. Adde (dice Quintiliano) quod quid alteri simile est necesse est ut minus sit eo quod imitatur, ut umbra corpore imago facie. Luego ¡más es inventar que imitar y de mayor gloria para el poeta! […] No obsta que fuese Enio reprehendido (como alega vuestra merced) porque dijo: Iuppiter hybernas cana niue conspuit Alpes (‘que escupió en los montes nieve’) […]. Y el haber alegado Quintiliano este verso para ejemplo de las metáforas, demás de que habla de las duras y de larga similitud, dícelo por los oradores, no por los poetas, y menos por don Luis, en quien no se hallan estos defectos (ff. 16v-17r).

    51En el «Número 2» de la Epístola primera, que procura neutralizar los severos dictámenes de Cascales sobre el hipérbaton gongorino, Angulo acude asimismo a su compacta visión sobre las innovaciones para fundamentar su demostración. La modernidad con que relativiza la fuerza de la tradición y la costumbre para otorgar prioridad a la frescura de los usos literarios reales y actuales, regulados por los cambios de gustos que trae consigo la evolución de los tiempos, recuerda claramente a muchos textos punteros de la polémica:

    Si criase Dios un hombre de tan claro ingenio que, como don Luis en verso, usase hipérbatos en prosa con suavidad y elegancia (que muchos usan los escritores), no sería justo culparle ni es razón la que algunos dan de «no se usa ni se ha usado», cuando vemos la diferencia que se causa de la sucesión del tiempo en los idiomas. Vuestra merced lo confirma y dice que «con la variedad de los tiempos se muda el uso de hablar». […] Y porque no falte prueba de esto con ejemplo, no es poco la variedad que hoy tiene nuestro mismo lenguaje del que usó el señor rey don Alonso en sus Partidas ni es menos la gran diferencia que hoy tienen nuestras comedias de las que escribió Séneca, Terencio y Plauto. Con autoridad también se prueba, pues, que por la alteza y cultura que dio Cicerón a la lengua latina en Roma, le llamaron y llaman hoy autor de la elocuencia, y Lucano, Romani maximus autor / Tullius eloquii. Luego ¿antes no tenía tanta magnificencia como él dio al lenguaje y con el tiempo ha cobrado? Lucrecio en el libro 1, De rerum natura, y Quintiliano, libro 1, capítulo 5, lo aseguran. Pues, ¿por qué en la nuestra no sucederá lo mismo? ¿Es tejida en menos cuenta? O ¿es alabanza de algún idioma tenerle por inculto? (ff. 11r-12r)53.

    52De nuevo, al final del pasaje, Angulo entabla una pugna entre el latín y el castellano, pulso del que el idioma patrio no sale en absoluto malparado, sino fortalecido por su capacitación para alcanzar las mismas conquistas que la lengua de Cicerón. Ese particular cara a cara entre la lengua clásica y la lengua vernácula que Angulo plantea repetidamente asoma también en otra de las grandes aportaciones del capítulo «Número 4» de la Epístola primera, cuyo análisis específico retomo ahora. Angulo aplica al castellano las mismas recomendaciones que Cascales predica para el latín e incide en la importancia de la innovación para diseñar una lengua poética «con elegancia y culto, con ornato y magnificencia», esto es, sublime y, en definitiva, oscura. Tal enfoque del ornatus, imprescindible principio generador del «alto, grave y nuevo estilo, […] a diferencia del mediocre y del humilde», sustenta su concepción del poeta como un creador llamado a ser distinto, peregrino, y a separarse de la generalidad, según arguye vigorosamente Angulo en los dos enunciados finales:

    Y en el folio 128, página 2, dice que «hablar bien es hablar culta, copiosa y elegantemente». Pues, ¿por qué se le ha de negar a la nuestra el procurarlo y que busque novedad de locuciones y que invente nuevas metáforas que la ilustren, siendo estas propias a la gramática (como afirma vuestra merced) y conviniéndole su definición? No hallo razón que ajuste esta prohibición; vuestra merced la dé, pues le sobran tantas, que yo, vencido a ellas, me admira cuán graves y eficaces son las que halla para cuanto quiere decir: y si latine dicere es hablar claramente, como se habla en lenguaje vulgar, sin figuras, tropos, ni perífrasis, lo cual es propio del lenguaje gramático, como enseña vuestra merced, bien se le debe este y aquellos a un gran poema, porque una cosa es hablar en nuestra lengua, otra, hablar en ella con elegancia y culto, con ornato y magnificencia. […] Pues, ¿por qué no será lo mismo en el lenguaje castellano? Hablar en él don Luis castellanamente, como los poetas del tiempo viejo54, no había que admirar: lo que ha hecho es lo que repetía [Virgilio] cuando le notaban de oscuro: Tentanda via est qua me quoque possim / tollere humo [‘hay que intentar un camino por el que yo también pueda levantarme de la tierra’]. Y consiguió él hablar por alto, grave y nuevo estilo, que, a diferencia del mediocre y del humilde, es el que constat ex uerborum grauium magna et ornata constructione, según Cicerón (como vuestra merced sabe, pues le cita). Que la obligación de un gran poeta es hablar así y no cuidar de ser entendido, sino de no poder dejar de serlo. Y si por esto son oscuros estos poemas para alguno, la falta es suya, no de ellos, como lo es de nuestra vista y no del sol no poderle mirar (ff. 23r-23v).

    53Estas ideas traslucen la comunión, y deuda, de Angulo con el entramado teórico-literario compartido por los aficionados a Góngora y exactamente lo mismo puede decirse de otra contribución destacada del «Número 4»: estas consideraciones sobre los vínculos entre el «furor diuino» y la poesía sublime, que guardan evidentes similitudes con varios testimonios de la polémica en los que la oscuridad es presentada como una consecuencia natural de una vena sobrehumana que arroba al poeta:

    La cuarta, que ya es recibido de poetas y oradores que el impulso de hacer versos es un cierto furor divino (vuestra merced lo confiesa), con que el poeta se inflama y se levanta de los demás hombres. Y esta inflamación le causa el embeleso, que no le permite ser humano en su lengua «ni trivial ni trovador, sino severo y docto», como vuestra merced dice que debe ser. Y para prueba de esto hay graves y muchas autoridades en Horacio, en Ovidio, en Virgilio, en Tibulo, en Cicerón, Pro Archia, en Aristóteles y en Séneca (f. 22r)55.

    54Concluyo mi estudio del capítulo «Número 4» de la Epístola primera con el parecer de Angulo acerca de un dilema tan trascendental y discutido durante la controversia como fue el de la finalidad genuina de la poesía. La primacía que se le reconoce al deleite en este sentido enlaza con nuevos apuntes sobre las ventajas de las novedades y con una imagen metafórica, la de las flores, que le permite insertar aquí apretada e implícitamente su respaldo a la denostada varietas conceptual y estilística –desigualdad la llamaron despectivamente los enemigos de Góngora– que tornasolaba el Polifemo y las Soledades; la presencia de ambas, de las novedades y de la variedad, en la poesía gongorina es caracterizada por Angulo como fuente de placer estético:

    La segunda, «que la poesía es imitación para deleitar», afírmalo vuestra merced así. Y yo digo con Horacio que para mover el ánimo también, y entonces cumplirá con estos dos fines, cuando use nuevas metáforas y menos usados hipérbatos: porque nuestra naturaleza es inclinada a novedades y lo que no las tiene casi la ofende, o no lo admite el afecto ni el entendimiento lo admira. Y como las flores varias y bien compuestas deleitan la vista y mueven al deseo para cogerlas, así deleita y mueve a imitarle un poema con magnificencia y ornato. Y esto resulta de los hipérbatos y translaciones (ff. 21r-21v)56.

    55Esta cuestión de la finalidad de lo poético viene a vincularse con otra no menos importante ni menos batallada durante la controversia: el estatuto lingüístico y estético de la poesía en relación con las otras artes elocutivas, o que tienen que valerse de la elocución, como la oratoria o la historia. Las Epístolas tampoco son ajenas a esta disquisición, para cuya clarificación recurre Angulo al mismo argumento alegado por los mejores apologistas gongorinos, quienes sostuvieron que existía una enorme divergencia entre las singularidades elocutivas de la poesía y las de otras disciplinas basadas en la palabra57. Eso es precisamente lo que defiende Angulo en este pasaje, enderezado contra las críticas de Cascales al atrevimiento de las metáforas gongorinas e inserto en un razonamiento más amplio sobre la validez de la innovación:

    Luego ¡más es inventar que imitar y de mayor gloria para el poeta! No dudó vuestra merced de la que don Luis merece, cuando dio por nuevas y particulares sus frases, ni cuando dijo: «pero ¿cuáles lugares (de don Luis) no son en sus obras cultos, elegantes y agudos?» […] No obsta que fuese Ennio reprehendido (como alega vuestra merced) porque dijo: Iuppiter hybernas cana niue conspuit Alpes (‘que escupió en los montes nieve’), pues no es consecuencia la reprehensión de uno justa o injusta, para que a otro se deba la misma. Y el haber alegado Quintiliano este verso para ejemplo de las metáforas […]. Y adelante: omnia libentiora poetis quam oratoribus [‘con una libertad mayor para los poetas que para los oradores’]. Y por todo el capítulo habla con esta distinción, de la cual infiero que no prueba vuestra merced con el verso de Ennio que son atrevidas las metáforas de don Luis «peinar el viento» y «mordaza de su boca» (ff. 17r-17v).

    56Angulo emancipa lo adecuado para la oratoria de lo adecuado para la poesía, que no tenía por qué regularse por las rigideces del género oratorio, y remite al estudio de los tropos que Quintiliano lleva a cabo en el capítulo VI del libro VIII de las Instituciones oratorias, donde, en efecto, se deslindan y contrastan reiteradamente el quehacer del poeta y del orador58. Estamos, de nuevo, en la esencia de la polémica, en la médula de aquella defensa colegiada de Góngora que alumbró textos notabilísimos; todos ellos alzaron la misma bandera que iza aquí Angulo, y todos ellos se revelan asimismo como finos intérpretes de las «constantes excepciones que los gramáticos y los rétores hacían con los poetas a la hora de reconocer como licencias poéticas los vicios gramaticales que censuraban, y de recomendar moderación en los diferentes recursos del ornatus»59, idea que, como hemos visto, asoma también en el pasaje de las Epístolas que acabo de citar, donde se marcan distancias entre el orador y el poeta, pues persiguen fines distintos y se rigen por normas dispares.

    7. Otras cuestiones - Angulo ante el dilema de los dos Góngoras

    57En el tramo final de la Epístola X (Cartas filológicas, Década primera), Cascales concluía su réplica a Francisco del Villar con este conocido dardo contra Góngora:

    Si don Luis se hubiera quedado en la magnificencia de su primer estilo, hubiera puesto su estatua en medio de la Helicona; pero con esta introducción de la obscuridad diremos que comenzó a edificar, y no supo echar la clave al edificio; quiso ser otro Ícaro, y dió nombre al mar Icario: Qui variare cupit rem prodigaliter unam, / delphinum in silvis appingit, fluctibus aprum. Por realzar la poesía castellana, ha dado con las colunas en el suelo. Y si tengo de decir de una vez lo que siento, de príncipe de la luz se ha hecho príncipe de las tinieblas (f. 40r)60.

    58Esa fórmula bimembre («príncipe de la luz» y «príncipe de las tinieblas») con que Cascales verbalizó la síntesis de su parecer a este respecto ha pasado a la posteridad por ser muy gráfica e incisiva, motivo por el cual hizo fortuna y se perpetuó durante tres siglos. Las preceptivas neoclásica y positivista se apropiaron de esa idea que pronto se convirtió en un tópico acrítico, por apriorístico y redundante. El furibundo antigongorino Menéndez Pelayo intensificó y universalizó definitivamente esa fórmula en el siglo XIX al definir a Góngora –quizás por error, por citar de memoria a Cascales o por querer parafrasearlo– como «ángel de la luz y de las tinieblas». Hoy esa distinción tajante está superada, gracias fundamentalmente a los estudios de Dámaso Alonso61, pero lo cierto es que esta visión dual de la evolución poética de Góngora gozó –justificadamente, por otra parte– de mucho predicamento en el siglo XVII y, antes incluso de que Cascales la vertiera en el molde con que pasó a la posteridad, había aflorado en los documentos polémicos con distintos grados de intensidad y con matices diversos62.

    59Aparte de las evidencias formales que indujeron a marcar distancias entre un Góngora y el otro, los testimonios a los que acabo de aludir vendrían a traslucir en algunos casos la desazón de aquellos que tenían depositada en Góngora la esperanza de que la poesía española pudiera rivalizar brillantemente con los inconmensurables clásicos y los admirados italianos: para ciertos coetáneos la poética cultista de Góngora dilapidó su prometedor itinerario creativo63. Pero si hay una razón por la que me ha parecido oportuno evocar aquí esos antecedentes de Cascales, es, desde luego, porque las concomitancias entre ellos nos permiten valorar más y mejor la originalidad del planteamiento que desarrolla Angulo y Pulgar en las Epístolas satisfactorias sobre las llamadas «dos épocas» de Góngora, problema en el que se vio obligado a entrar por la acrimonia con que su antagonista trató en las Cartas filológicas el –a su entender– desastroso viraje experimentado por la expresión poética de Góngora a partir del Polifemo y las Soledades. Cascales, en realidad, aborda con ello un asunto que ya había brotado con cierta recurrencia en la polémica, como acabo de explicar, pero nadie hasta entonces había metido el dedo en aquella llaga con el cuajo y la mordacidad con que lo hizo el murciano; tal vez esa acre actitud de Cascales sirva para explicar que ningún defensor de Góngora anterior a Angulo se hubiera empleado en el tratamiento y valoración de esta cuestión con la profundidad y desinhibición con que se hace en las Epístolas64.

    60Buena prueba de la importancia que Angulo otorgó a esta discusión concreta es que haya una breve declaración de principios al respecto en el capítulo «Número 1» de la Epístola primera, donde el lojeño, a modo de preámbulo al meollo dialéctico de la obra, hace fundamentalmente recuento de las contradicciones que cree detectar en los juicios de Cascales sobre Góngora y posee, en su conjunto, un gran brío argumentativo; es allí donde dice:

    Y si instare que su ánimo fue reprobar el estilo del Polifemo y Soledades y no el que usó don Luis en otros poemas que antes de estos compuso y lo probase vuestra merced con lo que dice que «si don Luis se hubiera quedado en la magnificencia de su primer estilo, hubiera puesto su estatua en medio de la Helicona», menos se defiende, porque casi en todas las demás partes de sus cartas donde trata vuestra merced de este punto, habla en general contra el estilo de don Luis, no contra el primero de las primeras obras, que loa, ni contra el de las segundas, que reprueba. Demás que el de las unas y las otras está adornado de metáforas y transposiciones, que es lo que vuestra merced condena, como veremos en el Número 2 y 3. Pero probemos que las usó, y no pudo menos, para que se verifique lo que dice vuestra merced: que el primer estilo suyo tiene magnificencia. Porque esta resulta de las transposiciones y metáforas, sin que lo diga Quintiliano, como veremos adelante. Luego ni satisface vuestra merced ni defiende que no las condena todas. Pero respondido a lo que expresamente opone al Polifemo y Soledades, lo quedará vuestra merced a lo que tácitamente puede desear que se crea de los demás poemas que les imitan, antes o después compuestos por don Luis (ff. 6r-6v).

    61Angulo incluyó estas consideraciones en ese lugar preciso de las Epístolas satisfactorias porque quería exhibir con la etiqueta de parcialidad e incongruencia el juicio de Cascales y, para remachar ese enfoque, lo confronta con las cualidades que el murciano dice reconocer en el supuesto «primer estilo» de Góngora o, varios capítulos después, con los elogios dispensados por Cascales al poeta cordobés, como se verá a continuación. Pero, aparte de esa maniobra suasoria más o menos conseguida, el objetivo principal de Angulo es demostrar que el error de la percepción de Cascales reside en presentar la poética mayor gongorina como el advenimiento brusco y extemporáneo de una estética absolutamente inédita en la trayectoria creativa de Góngora. En esa dirección se encauza el planteamiento que Angulo diseña –modestamente, todo sea dicho– en el capítulo «Número 11» de la Epístola primera:

    Del estilo primero de las obras que don Luis compuso antes del Polifemo y Soledades, será bien referir algunos versos, y no dificultoso, computando el tiempo en que hizo los unos y los otros, averiguar si son del primer estilo. Y probaré con ellos que don Luis usó hipérbatos y metáforas antes que compusiese el Polifemo y Soledades, de que pudo resultar oscuridad para el indocto. Y también probaré que la alabanza que vuestra merced le da de magnífico a su primer estilo la merece. […] Otros muchos lugares de don Luis alegara en todas especies de poesía, llenos de floridas translaciones, dulcísimos hipérbatos y magníficas virtudes poéticas, pero basten estos para ejemplos y que vuestra merced vea si prueban las dos conclusiones dichas. Y si, juntándolos a los del primero estilo, prueba vuestra merced con todos que don Luis con esta introducción de oscuridad «comenzó a edificar y no supo echar la clave al edificio». Y si «de príncipe de la luz se ha hecho príncipe de las tinieblas», como dice. Y dígame vuestra merced cómo concuerda estos dos lugares con estos dos: que ha estimado siempre a don Luis por «el hombre más eminente de España en la poesía, sin excepción alguna», dice el uno, y el otro que «es el cisne que mejor ha cantado en nuestras riberas: así lo siento, así lo digo». Pues diga también si (como dice por don Luis) el hablar así es «imitar al lobo, que camina (como afirma) dando unos pasos atrás y otros adelante para que así confusos no se eche de ver el camino que lleva». (ff. 39r-41r).

    62Entre los enunciados que abren y cierran esta cita, Angulo se afana en entresacar versos con hipérbatos y metáforas de la canción «Levanta, España, tu famosa diestra» (1588), el soneto «Máquina funeral, que de esta vida» (1611), la octava «En esta que admiráis de piedras graves» (1611), la canción «Piadoso hoy celo, culto»65 y la canción «Sobre trastes de guijas» (1603). Es cierto que, tal como está efectuada, la demostración de Angulo adolece de simplista, pero lo que resulta interesante de ella es que parece encaminada a poner de relieve que los rasgos elocutivos más genuinos –y más atacados por Cascales– de la poesía mayor gongorina son el resultado del incremento de unos modos poéticos que se venían incubando en la poesía anterior de Góngora66. No sé si decir esto es ser demasiado generoso con Angulo; en cualquier caso, si fue eso lo que pretendió expresar, el tiempo vino a darle la razón, a tenor de las deducciones a que llegaron los estudios al respecto de Dámaso Alonso, el gongorista contemporáneo que se encargó de desterrar, o matizar muy enérgicamente, la imagen tópica de los dos Góngoras67. Alonso probó «la falsedad de la separación tradicional en el arte de Góngora y cómo en el poeta de las obras más “claras” está en potencia el autor de las Soledades y del Polifemo, hasta tal punto que entre las dos épocas en que tradicionalmente se divide su poesía no puede fijarse un límite cronológico definido: la una va dando origen a la otra, y lo que caracteriza a la segunda no es más que la intensificación en el pormenor y la densificación en el conjunto de lo que era ya propio de la primera»68, por lo que puede concluir que «el arte de Góngora es, desde su comienzo, una continuación del cultismo del siglo XVI, con profundas raíces ligadas al desarrollo del petrarquismo; y el arte de Góngora en las Soledades y el Polifemo es una consecuencia de la acumulación e intensificación de esos elementos que ya existían en la poesía de Góngora en el principio mismo de su carrera de escritor»69. Quién sabe si Angulo, con una escasa dosis de pericia, quiso dar a entender algo parecido.

    8. Conclusión

    63La defensa de la poesía mayor de Góngora que Martín de Angulo y Pulgar despliega en las Epístolas satisfactorias se fundamenta en principios teóricos que fueron asumidos de forma recurrente por los apologistas gongorinos y cuya disidencia y novedad parecen erigirse en síntomas del nacimiento de una conciencia literaria distinta y emergente. Ahora sabemos, con mayor certeza y mejores razonamientos, que las Epístolas son mucho más que un dardo dolido y pasional de Angulo frente a las censuras antigongorinas lanzadas en las Cartas filológicas de Cascales y en una supuesta carta de un anónimo «sujeto grave y docto»: pertrechado tras el pretexto pintiparado de no dejar sin respuesta aquellos ataques, Angulo recogió e hizo suya en las Epístolas gran parte de la tradición exegética y teórico-literaria lúcidamente acrisolada por los círculos gongorinos durante más de dos décadas de controversia en torno a Góngora, otorgándole además un estatus desconocido como fuente de argumentos de autoridad. Angulo elabora y publica su texto en una fase epigonal de las discusiones, circunstancia que pudo incitarlo a dotar a la obra de ese carácter recopilatorio que rezuma en muchas ocasiones y que salta notoriamente a la vista en algunos capítulos. Angulo, a nuestro parecer, quiso ensayar un epítome de la polémica y de hecho recapituló los postulados críticos más significativos con que se pretendió la salvaguarda de la extrañeza sublime del Góngora mayor.

    64Si ello, como parece, fue así, las Epístolas satisfactorias nos brindarían la constatación de que, en torno a 1635, las mejores y más precoces apologías gongorinas, con su credo innovador y rebelde, habían logrado crear un poso crítico sólido y pujante, que sería sentido como un referente autorizado y legítimo por la segunda hornada de defensores del cultismo, aquellos que escribieron a favor de las Soledades en el ocaso de la polémica, al trasluz de la consolidación del éxito del gongorismo y de la mitificación experimentada por la figura de Góngora tras su muerte.

    9. Establecimiento del texto

    65El impreso de las Epístolas satisfactorias es un volumen en 8º, de 4+55 folios, compuesto por:

    – Portada (pie de imprenta: «En Granada, en casa de Blas Martínez, mercader e impresor de libros, en la calle de los Libreros. Año de 1635»).

    – Preliminares (sin foliar):

    1. «Aprobación» (data y firma: «En el Sacro Monte, 17 de noviembre, 1635. Martín Vázquez Siruela»).

    2. «Licencia» (firma: «el doctor Vela de Sayoane. Por su mandado: Pedro de Saavedra, notario»).

    3. Hoja de grabado (grabado calcográfico con el escudo de armas de los Pulgares; timbrado por una cartela con el lema propio de esta heráldica: «Tal debe el hombre ser / como quiere parecer»).

    4. Advertencia «[Al] Lector».

    5. Dedicatoria «A don Fernando Alonso Pérez de Pulgar, señor de la villa del Salar» (data y firma: «Loja, abril, 20, de 1635. Don Martín de Angulo y Pulgar»).

    – Texto:

    1. Epístola primera (ff. 1r-42r).

    2. Epístola segunda (ff. 42r-55r).

    66Hasta el momento, he podido localizar ocho ejemplares de este impreso:

    • Biblioteca Nacional de España (Madrid). Signaturas: R/16018 y 2/41393.

    • Biblioteca de la Real Academia Española (Madrid). Signatura: 17-XII-31.

    • Biblioteca del Palacio Real (Madrid). Signatura: VIII-11049.

    • Biblioteca de Castilla-La Mancha. Biblioteca Pública del Estado (Toledo). Signatura: 16673.

    • Biblioteca del Hospital Real (Universidad de Granada). Signatura: BHR/Caja IMP-2-030.

    • Biblioteca de la Universidad de Cambridge. Signatura: Hisp.8.63.2.

    • Österreichischen Nationalbibliothek (Biblioteca Nacional de Austria). Signatura: *38.Bb.66.

    67Una vez cotejados estos testimonios, se concluye que todos los ejemplares son prácticamente idénticos, exceptuando pequeñas diferencias materiales, que no afectan al texto, a saber: los ejemplares R/16018, 17-XII-31 y 16673 están faltos de la hoja de grabado (el último citado, además, carece de la portada impresa, que ha sido sustituida por una manuscrita), el ejemplar VIII-11049 presenta un ex-libris del Conde de Mansilla, mientras que el R/16018 lo trae de la biblioteca de Fernando José y Velasco. Así, para la presente edición, he transcrito el impreso conservado en la Biblioteca Nacional de España bajo la signatura R/16018, dadas las facilidades existentes para su reproducción material y digital.

    68Además de seguir los criterios de edición colectivos del proyecto Pólemos en cuanto a la modernización gráfica y ortográfica del texto, de acuerdo con la norma actual, he adoptado igualmente otros criterios de edición que atañen a la presentación del texto, como: mantener la cursiva original usada por Angulo para las citas literales y paráfrasis de obras críticas y literarias; poner en cursiva los títulos de obras críticas o literarias aludidas por Angulo; añadir los signos de interrogación o exclamación de apertura (¿, ¡), pues sistemáticamente solo aparecen los de cierre; o marcar entre corchetes algunas mínimas adiciones del editor en pasajes donde parece faltar texto. En cuanto a las marginalia, que son abundantes en las Epístolas satisfactorias, solo han sido modernizados sus usos gráficos, pero no su puntuación, del mismo modo que he decidido no resolver las abreviaturas contenidas en ellas y no dar en cursiva los títulos de obras que aducen, con el fin de no desfigurar en exceso su formato característico y su peculiar impronta de notas marginales. En cuanto a las enmiendas efectuadas en las marginalia, conviene aclarar que solo se han corregido, sin indicación, erratas muy notorias.

    69Respecto al aparato ecdótico y hermenéutico que acompaña a la transcripción del texto, debo exponer varias consideraciones:

    1. Enmiendas. La mayoría subsanan errores evidentes del impreso, pero, en caso de duda sobre la pertinencia de practicar una enmienda, se justifica en la nota correspondiente el criterio puntual adoptado para haberla llevado a cabo o no; resultan especialmente interesantes, en este sentido, las notas destinadas a razonar por qué no han sido enmendados algunos versos gongorinos mencionados por Angulo, cuyas lecturas difieren de las versiones canónicas pero están documentadas en el ms. Varias poesías, importante colección de poesía gongorina compilada por el polemista lojeño.
      Las enmiendas efectuadas sobre los textos en latín citados por Angulo vienen determinadas por el resultado de una serie de comprobaciones previas, para cuya aplicación sistemática he contado con el inestimable auxilio y asesoramiento del latinista Pedro Conde Parrado, a quien agradezco calurosamente su decisiva implicación en estas tareas. En primer lugar, he realizado un cotejo entre las versiones ofrecidas por el polemista y las versiones canónicas de los mismos pasajes comúnmente aceptadas en época moderna; cuando ese careo ha deparado divergencias textuales, se ha averiguado qué lecciones divergentes de Angulo están documentadas como variantes en la tradición textual de la obra citada y cuáles no.
      Así, no he enmendado las lecciones de Angulo que se han podido documentar como variantes, mientras que en las lecciones en que no ha sido posible hacerlo tampoco se han ejecutado enmiendas si ofrecen un texto correcto en latín y hacen sentido, ya que la concurrencia de estos dos requisitos incrementa en gran medida las posibilidades de que Angulo esté citando de memoria o de que éste haya accedido al texto que cita no mediante una edición, sino a través de una fuente intermedia enciclopédica –tan habituales en la época– en la que el pasaje citado ya podría haber sido modificado por diversas razones. Por último, las lecciones divergentes de Angulo no confirmadas como variantes y que además son incorrectas en latín y/o no hacen sentido, han sido enmendadas, adoptando en este caso como texto correcto el ofrecido por las versiones modernas canónicas.

    2. Identificación de citas y obras alegadas. La naturaleza teórico-erudita y polémica de las Epístolas satisfactorias impone a Angulo el uso pródigo de argumentos de autoridad en forma de citas o alusiones librescas. La variada casuística en la manera de citar y remitir a obras críticas o creativas plantea al editor problemas de diversa índole que lo obligan a proponer soluciones editoriales para facilitar la intelección de ese andamiaje teórico y erudito, que representa una faceta angular del texto. Los principales criterios adoptados en este sentido son:

      – Aportar en las notas a pie de página todos los datos bibliográficos necesarios para la localización de las citas literales usadas por Angulo. Excepto en el caso de las citas de autores clásicos, se ofrece la ubicación exacta (folio o página) del pasaje en ediciones de la época que pudieron ser conocidas por Angulo.
      – Aventurar en nota el pasaje concreto al que se está refiriendo Angulo, cuando evoca como argumento ciertos contenidos de una obra crítica o literaria pero no los cita literalmente. Se propone naturalmente un pasaje cuyo contenido cuadre con el contexto argumentativo en que aparecen las referencias bibliográficas ofrecidas por el autor y cuya localización se corresponda con las mismas, que, en estos casos, son frecuentemente muy concisas y deben ser ampliadas por el editor.
      – Señalar en nota, siempre que haya sido posible o se haya estimado oportuno, las ediciones concretas consultadas por el polemista y la procedencia de las traducciones al latín de textos griegos que maneja.
      – Identificar de forma hipotética obras o fragmentos de obras aludidos cuando los datos bibliográficos expresados por Angulo son excesivamente parcos (por ejemplo: cuando solo cita el nombre de un autor).
      – Ampliar o remodelar en nota algunas citas latinas que Angulo reproduce o bien de una manera excesivamente fragmentaria o descontextualizada; u omitiendo, por citar de memoria, por descuido o por interés, algunas palabras o expresiones que son significativas para entenderlas correctamente; o alterando la morfosintaxis original del enunciado para que concuerde gramaticalmente con su propio discurso.

    3. Traducciones. Se ofrecen en nota todas las traducciones de los textos en latín citados por Angulo. En estas traducciones he usado puntualmente adiciones entre corchetes para añadirles la traducción de la parte de la cita que Angulo no da, pero que resulta necesaria para captar de forma óptima el sentido de la cita en cuestión. Siempre que ha lugar, se indica el origen bibliográfico de la traducción propuesta mediante una referencia del tipo: (Horacio 2008: 401), que remite a la edición moderna de donde se ha tomado la traducción. Las traducciones que no van acompañadas de esta aclaración bibliográfica no son de procedencia libresca, sino que han sido aportadas por el editor, gracias a las valiosas contribuciones y sugerencias de los profesores Pedro Conde Parrado, Matilde Prieto Rodríguez, José Solís de los Santos y Macario Valpuesta Bermúdez, acreditados latinistas a quienes deseo expresar mi admiración y agradecido reconocimiento.

    4. Conjunto de notas interpretativas. Responden al empeño colectivo de este proyecto en cuanto a lograr la comprensión del texto en su triple dimensión: lingüística, semántica y literaria.

    Bibliographie

    10. Bibliografía

    10.1 Obras citadas o consultadas por el polemista

    AGUSTÍN, san:

    __, De ciuitate dei.

    __, De doctrina christiana.

    ALEJANDRÍA, Filón de:

    __, De confusione linguarum [comentario alegórico al Génesis].

    AMAYA, Francisco de:

    __, Antiantídoto [título hipotético; Angulo menciona como obras de Amaya su respuesta al Antídoto de Jáuregui y su comentario de la Soledad primera].

    ANGULO Y PULGAR, Martín de:

    __, Varias poesías y casi todas las que compuso aquel ilustre, ingeniosísimo, erudito y doctísimo varón don Luis de Góngora, natural de la ciudad de Córdoba, racionero de su santa Iglesia, capellán de las S., C. y R. Majestades de don Felipe 3 y 4. Recogidas y restituidas a su más cierto original con mucho trabajo, solicitud y cuidado; de muchos, copiosos y buenos papeles, y verdaderas noticias de varios muy curiosos y entendidos sujetos de Córdoba, Granada y otras partes, deudos, amigos y contemporáneos de su autor; y en este volumen comentadas y de su mano escritas por don Martín de Angulo y Pulgar, natural de la ciudad de Loja, Ms., 1639-1640 (manuscrito iniciado, como mínimo, en agosto de 1634).

    ANÓNIMO:

    __, Retórica a Herenio.

    ARISTÓTELES:

    __, Poética (traducción de Alejandro Pazzi).

    __, Retórica (traducción de Jorge de Trebisonda).

    __, Tópicos.

    AULO GELIO:

    __, Noches áticas.

    BEMBO, Pietro:

    __, Carmina.

    CALDERINO, Domicio:

    __, Comentarios a Marcial.

    CASCALES, Francisco de:

    __, Cartas filológicas, Murcia: Luis Verós, 1634.

    CATULO, Cayo Valerio:

    __, Poesías.

    CICERÓN, Marco Tulio:

    __, Contra Lucio Calpurnio Pisón.

    __, Del supremo bien y del supremo mal.

    __, El orador (a Marco Bruto).

    __, En defensa de Arquias.

    __, Sobre el orador.

    __, Sobre la naturaleza de los dioses.

    DEMETRIO FALÉREO:

    __, Sobre el estilo.

    DÍAZ DE RIVAS, Pedro:

    __, Anotaciones y defensas a las Soledades, Manuscrito, s.f. (probable fuente textual de Angulo: BNE, Ms. 3906).

    ERITREO, Nicolás:

    __, Publii Vergilii Maronis index certissimus, en Publii Vergilii Maronis Opera, conuenientibus et scholiis salua integritate illustrata, cum Nicolai Erythraei Veneti interpretationibus et operosissimo uerborum ac sententiarum in Vergilio obseruandarum indice, recens adposito.

    ESCALÍGERO, Julio César:

    __, Poetices libri septem.

    FARNESIO, Enrico:

    __, De uerborum splendore et delectu.

    FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, Francisco, abad de Rute:

    __, Examen del «Antídoto».

    FERNÁNDEZ DE MADRIGAL, Alfonso, el Tostado o el Abulense:

    __, Commentaria in Genesim.

    GÓNGORA, Luis de:

    __, Canción De la Armada que fue a Inglaterra («Levanta, España, tu famosa diestra»).

    __, Canción En el sepulcro de Garcilaso de la Vega («Piadoso hoy celo, culto»).

    __, Canción «Sobre trastes de guijas».

    __, Congratulatoria («En buen hora, oh gran Felipe») [atribución].

    __, Décimas Medida del tiempo por diferentes relojes («¿Qué importa, oh tiempo tirano?») [atribución errónea].

    __, Fábula de Leandro y Hero («Aunque entiendo poco griego»).

    __, Fábula de Píramo y Tisbe («La ciudad de Babilonia»).

    __, Fábula de Polifemo y Galatea («Estas que me dictó rimas sonoras»).

    __, Letrilla Alegoría de la brevedad de las cosas humanas («Aprended, flores, en mí»).

    __, Letrilla Contra un privado («Arroyo, ¿en qué ha de parar…?») [atribución].

    __, Octava fúnebre en el sepulcro de la Señora reina doña Margarita («En esta que admiráis de piedras graves»).

    __, Panegírico al duque de Lerma («Si, arrebatado, merecí algún día»)

    __, Prólogo alegórico en octavas a la comedia La Gloria de Niquea («Del Tajo, oh gran Filipe, la corriente») [atribución].

    __, Romance «De la semilla, caída».

    __, Romance «En un pastoral albergue».

    __, Romance «Según vuelan por el agua».

    __, Soledades («Pasos de un peregrino son errante»).

    __, Soneto «Al tramontar del sol la ninfa mía».

    __, Soneto Al túmulo que hizo Córdoba en las honras de la Señora Reina doña Margarita («Máquina funeral, que desta vida»).

    __, Soneto A un caballero de Córdoba que estaba en Granada («Hojas de inciertos chopos el nevado»).

    __, Soneto Del conde de Villamediana, prevenido para ir a Nápoles con el duque de Alba («El conde mi señor se va a Napòles»).

    __, Soneto En la partida del conde de Lemos y del duque de Feria a Nápoles y a Francia («El conde mi señor se fue a Napòles»).

    __, Villancicos eucarísticos («Mañana sa Corpus Christa», «¿A qué nos convidas, Bras?», «El pan que veis soberano», «A la dina dana dina, la dina dana», «¿Qué comes, hombre? ¿Qué como?», «Oveja perdida, ven», «Alma niña, ¿quieres di…?») [Angulo menciona, sin citarlos literalmente, «ocho villancicos del Santísimo Sacramento»].

    __, Villancicos navideños («Cuando toquen a los maitines», «No solo el campo nevado», «Ven al portal, Mingo, ven», «¿A qué tangem em Castela?», «¡Cuántos silbos, cuántas voces!», «¿Cuál podréis, Judea, decir…?», «Al gualete, hejo», «Niño, si por lo que tienes», «Esta noche un Amor nace», «¡Oh, qué vimo, Mangalena!», «¿Qué gente, Pascual, qué gente…?», «¡Oh qué verás, Carillejo…!», «La vidriera mejor») [Angulo menciona, sin citarlos literalmente, «ocho villancicos de la Natividad»].

    [Asimismo, Angulo hace referencia de manera general, sin mencionar ningún poema concreto, a otras obras gongorinas como: los «singularísimos romances», «graves canciones», «octavas heroicas y sacras». También alude en una ocasión al corpus de sonetos gongorinos en su conjunto, pero sin citar específicamente ninguno].

    HERRERA, Fernando de:

    __, Obras de Garcilaso de la Vega, con anotaciones de Fernando de Herrera, Sevilla: Alonso de la Barrera, 1580.

    HOMERO:

    __, Ilíada (en la versión de: Poetarum omnium seculorum longe principis Homeri Ilias).

    HORACIO FLACO, Quinto:

    __, Arte poética.

    __, Epístolas.

    __, Odas (Carmina).

    __, Sátiras.

    JÁUREGUI, Juan de:

    __, Antídoto contra la pestilente poesía de las «Soledades».

    JERÓNIMO, san:

    __, Quaestiones hebraicae in Genesim.

    JUSTINIANO:

    __, Digesto.

    LÁPIDE, Cornelio a, SI:

    __, Commentaria in Pentateuchum Mosis.

    LIPSIO, Justo:

    __, De constantia.

    LUCANO, Marco Anneo:

    __, Farsalia: de la Guerra Civil.

    LUCRECIO, Tito:

    __, Sobre la naturaleza de las cosas.

    MENA, Juan de:

    __, Laberinto de Fortuna.

    MANTUANO, fray Bautista:

    __, Contra detractores dialogus.

    MARCIAL, Marco Valerio:

    __, Epigramas.

    ORÍGENES:

    __, Homiliae in Genesim.

    OVIDIO NASÓN, Publio:

    __, Arte de amar.

    __, Fastos.

    __, Metamorfosis.

    __, Pónticas (Cartas desde el Ponto).

    __, Remedios de amor.

    __, Tristezas.

    PARAVICINO, Hortensio Félix:

    __, Obras póstumas, divinas y humanas, de Félix de Arteaga, Alcalá de Henares: Imprenta de María Fernández, a costa de Tomás de Alfay, 1650.

    PELLICER DE SALAS Y TOVAR, José de:

    __, Lecciones solemnes a las obras de don Luis de Góngora y Argote, Píndaro andaluz, Príncipe de los poetas líricos de España, Madrid: Imprenta del Reino, 1630.

    PEREIRA, Benito, SI:

    __, Secundus tomus commentariorum et disputationem in Genesim.

    PERSIO, Aulo:

    __, Sátiras.

    PETRARCA, Francesco:

    __, Cancionero.

    POLIZIANO, Angelo:

    __, Epístolas.

    PROPERCIO, Sexto:

    __, Elegías.

    QUINTILIANO, Marco Fabio:

    __, Instituciones oratorias.

    RÍO, Martín Antonio del, SI:

    __, Adagialia sacra ueteris et noui testamenti.

    SAMOSATA, Luciano de:

    __, Diálogos de los dioses marinos (en la versión de: Luciani Samosatensis opera, quae quidem extant omnia e graeco sermone in latinum).

    SANNAZARO, Jacobo:

    __, Rimas.

    SÉNECA, Lucio Anneo:

    __, De remediis fortuitorum [atribución].

    __, Diálogo sobre la tranquilidad del espíritu.

    __, Epístolas morales a Lucilio.

    SPAGNUOLI, Tolomeo:

    __, Corolarium de licentiis antiquorum poetarum, en fray Bautista Mantuano, Ultima pars operis.

    TASSO, Torquato:

    __, Jerusalén liberada.

    __, Rimas heroicas.

    TIBULO, Albio:

    __, Poesías.

    TERTULIANO, Quinto Septimio Florencio:

    __, De virginibus velandis.

    VEGA, Garcilaso de la:

    __, Canción I.

    __, Canción V. Ode ad florem Gnidi.

    __, Églogas.

    __, Elegía al duque de Alba.

    VILLAMEDIANA, Juan de Tassis, conde de:

    __, Obras de don Juan de Tassis, conde de Villamediana, Zaragoza: Juan de Lanaja y Quartanet, 1629.

    VIRGILIO MARÓN, Publio:

    __, Bucólicas.

    __, Eneida.

    __, Geórgicas.

    VIVES, Luis:

    __, De tradendis disciplinis.

    VV. AA.:

    __, M. Valerii Martialis Epigrammatum libri XV cum uariorum doctorum uirorum commentariis, notis, obseruationibus, emendationibus et paraphrasibus, unum in corpus magno studio coniectis.

    10.2 Obras citadas por el editor

    10.2.1 Manuscritos

    Biblioteca de la Fundación Bartolomé March, ms. B87-V3-10, ANGULO Y PULGAR, Martín de, Varias poesías y casi todas las que compuso aquel ilustre, ingeniosísimo, erudito y doctísimo varón don Luis de Góngora, natural de la ciudad de Córdoba, racionero de su santa Iglesia, capellán de las S., C. y R. Majestades de don Felipe 3 y 4. Recogidas y restituidas a su más cierto original con mucho trabajo, solicitud y cuidado; de muchos, copiosos y buenos papeles, y verdaderas noticias de varios muy curiosos y entendidos sujetos de Córdoba, Granada y otras partes, deudos, amigos y contemporáneos de su autor; y en este volumen comentadas y de su mano escritas por don Martín de Angulo y Pulgar, natural de la ciudad de Loja, 1639-1640.

    Biblioteca de la Fundación Bartolomé March, ms. B106-V1-36, Manuscrito Gor.

    Biblioteca General Universitaria de Santiago de Compostela, ms. 579, ANGULO Y PULGAR, Martín de, Fiestas que celebraron los escribanos y demás oficiales de la audiencia de la ciudad de Loja en alabanza y defensa de la perpetua virginidad de María, señora nuestra.

    BNE, ms. 3726, Obras de Góngora y referentes a su obra.

    BNE, ms. 3893, Discurso de Vázquez Siruela y otros escritos.

    BNE, ms. 3906, Manuscrito Cuesta Saavedra.

    BNE, ms. 8391, Correspondencia de Juan Francisco Andrés de Ustarroz.

    10.2.2 Impresos anteriores a 1800

    AGUSTÍN, san:

    __, De Ciuitate Dei libri XXII, París: s. i., 1613.

    __, De doctrina christiana, en Tertius tomus operum Diui Aurelii Augustini Episcopi Hipponensis…, Basilea: Jerónimo Froben, 1556.

    ANGULO Y PULGAR, Martín de:

    __, Égloga fúnebre a don Luis de Góngora, de versos entresacados de sus obras, Sevilla: Simón Fajardo, 1638.

    __, Epístolas satisfactorias…, Granada: Blas Martínez, 1635.

    ANÓNIMO:

    __, M. Tulii Ciceronis Rhetoricorum ad Herennium libri quatuor, Venecia: ad Signum Iurisconsulti, 1578.

    [ARISTÓTELES]:

    __, Operum Aristotelis tomus tertius moralem philosophiam continens, una cum Rhetoricis ac Poetica…, Basilea: Juan Oporino, 1548 [contiene las traducciones de la Retórica y de la Poética aristotélicas, obras de Jorge de Trebisonda y Alejandro Pazzi, respectivamente].

    BEMBO, Pietro:

    __, Carmina, Venecia: 1533.

    CALDERINO, Domicio:

    __, M. Val. Martialis Epigrammaton libri XIIII. Interpretantibus Domitio Calderino, Venecia: ex Sirenis officina, 1552.

    CASCALES, Francisco de:

    __, Cartas filológicas, Murcia: Luis Verós, 1634.

    COVARRUBIAS OROZCO, Sebastián de:

    __, Tesoro de la lengua castellana o española, Madrid: Luis Sánchez, 1611.

    ERITREO, Nicolás:

    __, P. V. Maronis index certissimus quo Nocolaus Erytraeus i. c. in conscribendis suis de lingua Latina libris annos iam multos utitur, en Publii Vergilii Maronis Opera, conuenientibus et scholiis salua integritate illustrata, cum Nicolai Erythraei Veneti interpretationibus et operosissimo uerborum ac sententiarum in Vergilio obseruandarum indice, recens adposito, Lyon: Thomas Berthau, 1554.

    ESCALÍGERO, Julio César:

    __, Poetices libri septem, Heidelberg: Bibliopolio Commeliano, 1617.

    FARNESIO, Enrico:

    __, Henrici Farnesii Eburonis… Appendicula prima De verborum splendore et delectu…, en Ambrosii Calepini Bergomensis… Dictionarium septem linguarum… additamenta Henrici Farnesii Eburonis…, Venecia: Georgium Valentinum, 1625.

    FERNÁNDEZ DE MADRIGAL, Alfonso, el Tostado o el Abulense:

    __, Alphonsi Tostati Hispani Episcopi Abulensis…Commentaria in Genesim, Venecia: hermanos Juan Bautista y Juan Bernardo Sessa, 1596.

    FILÓN DE ALEJANDRÍA:

    __, De confusione linguarum [comentario alegórico al Génesis], en Philonis Iudaei... Operum, quotquot ad hunc diem haberi potuerunt. Tomus prior. Interprete Sigismundo Gelenio, Ioanne Christophorsono et Ioanne Voeuroe…, Lyon: Antonio Vicencio, 1561.

    HERRERA, Fernando de:

    __, Obras de Garcilaso de la Vega con anotaciones de Fernando de Herrera, Sevilla: Alonso de la Barrera, 1580.

    HOCES, Gonzalo de:

    __, Todas las obras de don Luis de Góngora en varios poemas, Madrid: Imprenta del Reino, a costa de Alonso Pérez, 1633.

    [HOMERO]:

    __, Poetarum omnium seculorum longe principis Homeri Ilias, Basilea: Robert Winter, 1540.

    ILOVIO, Estanislao:

    __, Demetrii Phalerei De elocutione liber Stanislao Ilouio Polono latinitate donatus et annotationibus illustratus, Basilea: Juan Oporino, 1557.

    JERÓNIMO, san:

    __, Quaestiones hebraicae in Genesim, en Erasmo Desiderio, ed., Opera omnia Diui Eusebii Hieronymi Stridonensis, t. III, Basilea: Jerónimo Froben, 1516-1520.

    JUSTINIANO:

    __, Digestorum seu pandectarum iuris ciuilis libri quinquaginta, París: Carolam Guillard y Guilielmum Desbois, 1548.

    LÁPIDE, Cornelio a, SI:

    __, Commentaria in Pentateuchum Mosis, Amberes: herederos de Martín Nuncio y Juan Meursio, 1616.

    LIPSIO, Justo:

    __, De constantia libri duo, Londres: George Bishop, 1586.

    LÓPEZ DE VICUÑA, Juan:

    __, Obras en verso del Homero español, Madrid: viuda de Luis Sánchez, impresora del Reino, 1627.

    [LUCIANO DE SAMOSATA]:

    __, Luciani Samosatensis opera, quae quidem extant omnia e graeco sermone in latinum..., Frankfurt: Christian Egenolff, 1538.

    MANTUANO, fray Bautista:

    __, Contra Detractores Dialogus, en Vltima pars operis, Lyon: Bernard Lescuyer, 1516.

    MIRÁNDULA, Octaviano:

    __, Viridarium illustrium poetarum, Venecia: Bernardino de Vitali, 1507.

    ORÍGENES:

    __, Origenis Adamantii, eximii scripturarum enarratoris homiliae in Genesim interprete Rufino Aquileiensi, en Origenis Adamantii eximii scripturarum interpretis opera, quae quidem extant omnia, Basilea: Jerónimo Froben, 1536.

    PARAVICINO, Hortensio Félix:

    __, Obras póstumas, divinas y humanas, de Félix de Arteaga, Alcalá de Henares: Imprenta de María Fernández, a costa de Tomás de Alfay, 1650.

    PELLICER DE SALAS Y TOVAR, José de:

    __, Lecciones solemnes a las obras de don Luis de Góngora y Argote, Píndaro andaluz, Príncipe de los poetas líricos de España, Madrid: Imprenta del Reino, 1630.

    PEREIRA, Benito, SI:

    __, Secundus tomus commentariorum et disputationum in Genesim, Lyon: ex officina Giunta, 1593.

    POLIZIANO, Angelo:

    __, Opera quorum primus hic tomus complectitur Epistolarum libros XII…, Lyon: Sebastian Gryphe, 1536.

    RÍO, Martín Antonio del, SI:

    __, Adagialia sacra ueteris et noui testamenti, Lyon: Horacio Cardón, 1612.

    SALAZAR MARDONES, Cristóbal de:

    __, Ilustración y defensa de la «Fábula de Píramo y Tisbe», Madrid: Imprenta Real, 1636.

    SALCEDO CORONEL, García de:

    __, Las «Soledades» de don Luis de Góngora, comentadas. El «Polifemo» de don Luis de Góngora, comentado, Madrid: Imprenta del Reino a costa de Domingo González, 1636.

    __, Segundo tomo de las obras de don Luis de Góngora, comentadas. Primera parte, Madrid: Diego Díaz de la Carrera a costa de Pedro Laso, 1644.

    SANNAZARO, Jacopo:

    __, Sonetti e canzoni del Sannazaro, Vinegia: nelle case delli herederi d´Aldo Romano et Andrea Socero, 1534.

    [SÉNECA, Lucio Anneo]:

    __, Lucii Annei Senecae ad Gallioneni de remedis fortuitorum, Londres: 1547.

    SPAGNUOLI, Tolomeo:

    __, Corolarium de licentiis antiquorum poetarum, en fray Bautista Mantuano, Vltima pars operis, Lyon: Bernard Lescuyer, 1516.

    VILLAMEDIANA, Juan de Tassis, conde de:

    __, Obras de don Juan de Tassis, conde de Villamediana, Zaragoza: Juan de Lanaja y Quartanet, 1629.

    VIVES, Luis:

    __, De tradendis disciplinis siue De doctrina christiana, Colonia: Ioannem Gymnicum, 1532.

    VV. AA.:

    __, Dicta notabilia et in thesaurum memorie reponenda Platonis Aristotelis…, Venecia: Vicentinus, 1532.

    VV. AA.:

    __, M. Valerii Martialis Epigrammatum libri XV cum uariorum doctorum uirorum commentariis, notis, obseruationibus, emendationibus et paraphrasibus, unum in corpus magno studio coniectis, Lutecia: Michaelem Sonnium, 1617.

    VV. AA.:

    __, Primera parte de las sentencias que hasta nuestros tiempos, para edificación de buenos costumbres, están por diversos autores escritas, en este tratado sumariamente referidas en su propio estilo, y traducidas en el nuestro común…, Coimbra: Juan Álvarez, 1554.

    10.2.3 Impresos posteriores a 1800

    ALONSO, Dámaso:

    __, «Un centón de versos de Góngora», Revista de Filología Española, 14, 1927, p. 425-431.

    __, La lengua poética de Góngora [1961], en Obras completas, V, Madrid, Gredos, 1978a, p. 13-238.

    __, «Cómo contestó Pellicer a la befa de Lope», en Obras completas, V, Madrid, Gredos, 1978b, p. 676-696.

    __, «La primitiva versión de las Soledades (tres pasajes corregidos por Góngora)», en Estudios y ensayos gongorinos, Madrid, Gredos, 1982a, p. 263-275.

    __, «Góngora y la censura de Pedro de Valencia», en Estudios y ensayos gongorinos, Madrid, Gredos, 1982b, p. 286-310.

    __, «Crédito atribuible al gongorista don Martín de Angulo y Pulgar» [1927], en Estudios y ensayos gongorinos, Madrid, Gredos, 1982c, p. 421-461.

    __, «Todos contra Pellicer», en Estudios y ensayos gongorinos, Madrid, Gredos, 1982d, p. 462-487.

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    Notes de bas de page

    1 Satisfacer: vale también dar solución a alguna duda o dificultad, o sosegar o aquietar alguna queja o sentimiento. Lat. satisfacere, respondere (Autoridades). Satisfacer: deshacer un agravio u ofensa (DRAE).

    2 Puede consultarse un estudio más pausado de la presencia de lo epistolar en la controversia cultista en Rico (2002: XLII-LX).

    3 Vid. Romanos (2004).

    4 Contamos con la edición tripartita de García Soriano (1952, 1954 y 1961).

    5 Vid. García Soriano (1961: 137-190). Han sido estudiadas monográficamente por Matas (1990b), Romanos (2004) y Schwartz (2014). Aunque las Cartas filológicas no se publican en forma de libro hasta 1634, las misivas que nos ocupan son de fecha muy anterior, como mínimo de principios de 1626, datación que consta en la aprobación del impreso.

    6 El gran desconocimiento que pesaba sobre la figura de Francisco del Villar y Bago (ca. 1565-1639) se ha visto aliviado recientemente por dos importantes estudios que le ha dedicado Ponce Cárdenas (2015a y 2016): tras su paso por la Universidad de Alcalá de Henares y la vuelta a Andalucía, Villar, juez eclesiástico en la villa jiennense de Andújar, jugó un papel destacado como agente dinamizador de la vida literaria de esta ciudad, a tenor, por ejemplo, de las varias Relaciones de fiestas y justas religiosas que cuidó e imprimió, volúmenes en cuyos apartados dedicados a la publicación de la poesía de certamen puede apreciarse la influencia de la poética gongorina en tierras andaluzas. Pudo mantener contactos con Salcedo Coronel y, más seguramente, con Pellicer, a quien dedicó un Discurso apologético… de tema anticuario o arqueológico, referente a los orígenes romanos de Andújar, y a cuyas Lecciones solemnes alude, antes de que se imprimieran, en un romance de tono polémico incluido en el cancionero zaragozano editado por Blecua (1945: 386-387), si es que el «padre Villar» allí antologado es, como parece, nuestro Villar. Aparte de la notoriedad que le supondría su discusión con Cascales, gracias a la cual llegó incluso a ver impreso un texto crítico suyo, su implicación en la defensa de Góngora debió de tener cierto eco en los círculos gongorinos andaluces: como era más que previsible, aparece citado como defensor de Góngora en las Epístolas satisfactorias (f. 54v) de Angulo y Pulgar, quien en 1638 alude ya a la existencia de un «Compendio retórico y poético» a favor de Góngora debido a Villar (Égloga fúnebre, f. 19r); lo mismo se le atribuye en la anónima lista editada por Ryan (1953: 434). Canavaggio (1965) y Jammes (1994: 703-704) se refirieron superficialmente a este escrito, conservado –como supuso sagazmente el gongorista galo– en el BNE, Ms. 2529, con el título de Copia de unos capítulos de un libro manuscrito escrito por don Francisco del Villar, Vicario, juez eclesiástico de Andújar, por los años de 1630, cuyo original pasó en poder del marqués de la Merced (1635). Ha sido editado y estudiado por Ponce Cárdenas (2015a y 2016), que se ha encargado de rescatar y poner el acento sobre las muchas bondades que atesora esta apología de Góngora, cuya columna vertebral reposa en la idea de que «en todo género de poesía fue eminente don Luis de Góngora». Son especialmente singulares las páginas que Villar consagra al Góngora epigramatista y resultan muy jugosas sus reflexiones sobre la poesía heroica, lírica o burlesca gongorina.

    7 Schwartz (2014).

    8 Vid. Collard (1967: 99-112) y Rico (2001: 134-154). Ya en las Tablas poéticas dedicaba Cascales una atención preferente a la obscuritas en el capítulo sobre la frasis y los estilos, apartado de la obra en el que se detectan claros ecos de la problemática barroca entre oscuridad y dificultad: vid. García Berrio (2006: 256-270). Esas páginas suponen una suerte de prefiguración de la intervención de Cascales en las polémicas gongorinas, al tiempo que testimonian la pujanza de un debate que se venía gestando y que emergerá de manera pródiga a raíz de la difusión de los poemas mayores de Góngora.

    9 Según aclara el propio Angulo en la dedicatoria de las Epístolas, el motivo que existía para hacerlo así es que no estaba autorizado a descubrir públicamente quién era su interlocutor: «dos cartas que escribo, una, al licenciado Francisco de Cascales, catedrático de Retórica de la santa Iglesia de Cartagena, y otra, a cierto gran sujeto, cuyo nombre no tengo licencia de revelar, dedico a vuestra merced».

    10 La incoherencia que parece desprenderse de los hechos expuestos por Angulo podría explicarse si sobrentendemos que esa «aprobación» de la que presume pudo no ser más que un elogio protocolario entre hombres doctos, que el lojeño infla deliberadamente para obtener réditos de cara a su contra-argumentación en ciernes.

    11 Vid. Alonso (1982c). Supone una fuente esencial en este sentido la correspondencia enviada por el lojeño a Juan Francisco Andrés de Ustarroz, conservada en el BNE, Ms. 8391, ff. 305-311, 313 y 316-349 (aunque los ff. 331 y 340 son dos cartas de Ustarroz a Angulo); en los ff. 312, 314 y 315 del citado ms. se conservan dos cartas de Jerónimo del Pulgar y Sandoval –hermano de Martín de Angulo y Pulgar– a Ustarroz. Este códice ha constituido uno de los principales referentes para el presente estudio.

    12 Vid. Cuevas Pérez y Montero Corpas (2009). Precisamente dedica las Epístolas satisfactorias al preboste de la familia en tiempos de Angulo, Fernando Alonso Pérez del Pulgar –tío carnal suyo, por ser hermano de su madre, Clara del Pulgar–, mientras que un hijo de este, Fernando Pérez del Pulgar y Sandoval, es distinguido como dedicatario de la Égloga fúnebre. Con todo, la mejor manifestación del vínculo de Martín de Angulo y Pulgar con este apellido ilustre viene dada por un proyecto editorial –a la postre non nato– que impulsó a nuestro autor a historiar la «vida, proezas, mercedes y genealogía» del ya mencionado Hernán Pérez del Pulgar, en un afán de autoafirmación orgullosa de la dignidad de la casa a través de la glorificación de un antepasado conspicuo.

    13 Rodríguez Marín (1923b: 100-101).

    14 Vid. supra n. 11. Angulo contaba asimismo con Juan de Sarabia como corresponsal en Córdoba, foco de importancia capital para el gongorismo militante (vid. BNE, Ms. 8391, ff. 323, 326 y 329). Reyes (1927c: 235; 1927d: 78; 1958c: 109, n. 29) establece sin demasiado fundamento la hipótesis de que Angulo conociera personalmente al poeta en Córdoba y lo acompañara durante sus últimos días de vida; Alonso (1982c: 453, n. 63) lo pone seriamente en duda.

    15 Vid. BNE, Ms. 8391, ff. 311, 313, 321, 327, 343, 344, 345, 347 y 349.

    16 En Osuna escribió Francisco de Amaya su Antiantídoto: vid. Daza (2018b). No se olvide, asimismo, que Angulo incluyó al duque de Osuna en una de las nóminas de partidarios de Góngora insertas en su Égloga fúnebre… (ff. 19v-20r) y que en sus Epístolas satisfactorias (f. 54v) sitúa en Osuna a un tal «doctor Rojas», partidario de Góngora.

    17 Sabemos, por ejemplo, que trataba con el doctor Alonso de Figueroa y Navarro, catedrático de prima de Cánones en la universidad ursaonense y juez de la Audiencia y apelaciones del estado de Osuna (vid. BNE, Ms. 8391, f. 344).

    18 El proceso de esta demanda frustrada puede seguirse a grandes rasgos a través del epistolario de Angulo, particularmente en sus cartas a Ustarroz (BNE, Ms. 8391, ff. 330, 332 y 335).

    19 Vid. Osuna Rodríguez (2011).

    20 Vid. Alonso (1927).

    21 Vid. Osuna Rodríguez (2000, 2003 y 2004).

    22 Vid. Villa-Real (1999: 322-333).

    23 Vid. Villa-Real (1999).

    24 Para más detalles sobre la obra conocida de Angulo y Pulgar, remito a Daza (en prensa-b), donde aporto numerosos datos inéditos y ofrezco la edición de varias composiciones poéticas del lojeño.

    25 Aporto más detalles sobre esta última cuestión en Daza (2018a).

    26 Se conserva en la Biblioteca de la Fundación Bartolomé March (Palma de Mallorca), bajo la signatura B87-V3-10, y procede de los fondos del duque de Gor. El volumen cuenta también con una portada interior fechada en 1640, que da paso a la segunda parte del repertorio poético. Estudio monográficamente este ms. en Daza (en prensa-a).

    27 Su afición por Góngora, en general, y la preparación del ms. Varias poesías, en particular, debieron de procurar a Angulo un apreciable muestrario de versiones manuscritas de poesía gongorina, algunas de las cuales no llegaría a poner en limpio en el cartapacio que nos ocupa. Poseía una copia de las Soledades, como él mismo declara en los preliminares de su Égloga fúnebre, mientras que en las Epístolas satisfactorias Angulo hace referencia a unas décimas, las de los relojes –«¿Qué importa, oh tiempo tirano…?»– (f. 46v), que no habían sido impresas ni en Vicuña ni en Hoces, así que hubo de conocerlas a través de alguna versión manuscrita, tal vez la del BNE, Ms. 3906; lo mismo podría decirse de la canción «Sobre trastes de guijas», citada en el f. 40v de las Epístolas (vid. Daza 2018a).

    28 Remito a Daza (en prensa-a) para un estudio mucho más detenido, con abundantes ejemplos y datos complementarios, de las cuestiones apuntadas en este párrafo.

    29 No existe edición moderna de este texto, utilizo el ejemplar encuadernado en BNE, Ms. 3906.

    30 Cruz Casado (2007: 117): «parece como si la Fama póstuma, dedicada a Lope, hubiese avivado el recuerdo del escritor andaluz, aunque han pasado más de diez años desde la muerte del poeta cordobés».

    31 Cruz Casado (2007: 125).

    32 Vid. Di Pastena (2001) y Trambaioli (2016).

    33 Parece claro, asimismo, que Angulo percibió y quiso contrarrestar dos de los principales objetivos de la Fama póstuma, muchos de cuyos colaboradores ahondan insistentemente en un par de ideas que parecen ser consignas a las que se atiene la organicidad del volumen: encarecer la justa alabanza que merecía la innata fecundidad creativa de Lope, quien, por ella, se distinguía sobre el resto, y presentar la claridad de su poesía como el bastión más fiable y depurado para luchar contra los excesos de los cultos, según estudió finamente Sánchez Jiménez (2011).

    34 Ignoramos el paradero de la obra, que quedó manuscrita, pero no su título, que es revelado literalmente por el propio Angulo: «[…] allá me convoca un impresor con ánimo de imprimirme mi Antifaristarco […]» (BNE, Ms. 8391, f. 318). Parece estar construido como un juego de palabras que combina anti-Faría y anti-Aristarco.

    35 Juan Francisco Andrés de Ustarroz fue una figura muy destacada de los círculos aragoneses afectos a Góngora y la nueva poesía (vid. Egido 1979) y debió de ser una voz bastante activa en las discusiones en torno al gongorismo. Así, Bartolomé José Gallardo en su Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos (Madrid: Imprenta y estereotipia de M. Rivadeneyra, 1863, cols. 195-197) reproduce una lista de obras impresas y manuscritas de Ustarroz que Gallardo dice haber copiado «de un pliego que el autor publicó adjunto a un memorial, solicitando la plaza de cronista de Aragón»; en dicha lista aparecen tres escritos, hoy perdidos, que tendrían mucha relación con la secuencia crítica de la polémica gongorina, pues no en vano, replican a ataques directos o indirectos a Góngora, y son: una Defensa de la poesía española, respondiendo a un discurso de don Francisco de Quevedo, que se halla en el principio de las «Rimas» del padre maestro fray Luis de León (ms., 1632), un Antídoto contra la «Aguja de navegar cultos» (ms., 1633) y una Defensa de los errores que introduce en las obras de don Luis de Góngora don García de Salcedo y Coronel, su comentador (ms., 1636). Asimismo Ustarroz insertó en su Defensa de la patria del invencible mártir san Laurencio (Zaragoza: en el Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia, 1638) una nómina comentada de partidarios de Góngora, en la que incluyó las Epístolas de Angulo antes de haber entablado amistad y correspondencia con él: «últimamente perfeccionó el dialecto español el nobilísimo caballero don Luis de Góngora y Argote, capellán de Su Majestad, cuyas frases han admirado no solo los ingenios más doctos españoles, pero los del clima más remoto le han venerado por padre de las Musas, […] cuyo agudísimo genio han inmortalizado muchos varones doctos con elogios no vulgares, […] contentareme solo con referir sus nombres y citar los lugares donde le celebran, para que el aficionado de su fama los lea: […] don Martín de Angulo y Pulgar, en sus Epístolas satisfactorias» (pp. 246-248). Fue esta mención elogiosa de Ustarroz el detonante que movió al gongorista andaluz a escribirle por primera vez para agradecer su deferencia: vid. Alonso (1982c: 455).

    36 Vid. BNE, Ms. 8391, ff. 305, 306, 308, 310, 318, 330, 339, 342, 422 (más datos en Daza 2018a).

    37 Vid. BNE, Ms. 8391, f. 317.

    38 Vid. BNE, Ms. 8391, ff. 310, 317, 426, 428 (más datos en Daza 2018a).

    39 Vid. BNE, Ms. 8391, ff. 316, 326, 332, 335 y 337 (más datos en Daza 2018a).

    40 También apunta en esa dirección el hecho de que Angulo se refiera o cite literalmente pasajes de otras cartas incluidas en el impreso, no solo de las de temática gongorina. Además, hay otras referencias externas en la Epístola primera que nos hablan asimismo de su redacción en una época más tardía: amén de aludir a Góngora como ya fallecido («porque alguno de los aficionados de don Luis o no se rinda al recelo que le puede causar la autoridad de vuestra merced en lo que propone contra estos poemas, o no lamente que, muerto su autor, que tantos amigos tuvo y aficionados tiene, no haya alguno que satisfaga estas objeciones», f. 1v), Angulo, por ejemplo, conocía el impreso de las Lecciones solemnes de Pellicer, publicadas en 1630, así como la polvareda levantada por este comentario gongorino en los primeros años de ese decenio: «tan difícil es que don José Pellicer de Salas (cuyo grande ingenio es muy conocido y cuya no menor erudición, no menos envidiada) en sus Lecciones solemnes y comento a esta Fábula [al margen: colu. 73 num. 4], dijo […]» (f. 8r).

    41 «Si lo extraordinario es por la nueva colocación de voces, demás de lo que dije al licenciado Cascales, digo ahora que esto es por lo que don Luis merece mayor alabanza» (f. 48r); «esta misma gloria (como dije al licenciado Cascales) pretendieron, sin reprehensión, Horacio, Propercio, Virgilio y Lucrecio» (ff. 52r-52v).

    42 «Dos cartas que escribo, una, al licenciado Francisco de Cascales, catedrático de Retórica de la santa Iglesia de Cartagena, y otra, a cierto gran sujeto, cuyo nombre no tengo licencia de revelar, dedico a vuestra merced».

    43 «He leído (señor) con más atención el § 4 de la carta de vuestra merced, su fecha en 7 de mayo de este año, y juzgo no atrevidamente que si no le escribió su natural modestia, ajena (al parecer) de estas materias de poesía, ha sido quererme examinar, no del todo satisfecho de mí en ellas, con la respuesta que remití a vuestra merced a las objeciones que el licenciado Francisco de Cascales estampó y opuso al estilo de los poemas de don Luis de Góngora, que, a juicio mío, debe satisfacer a vuestra merced, pues le dio su aprobación y con ella sumo crédito; y a mí, por suya, me deja satisfecho de mi trabajo, bien que atento al consejo de Persio: Respice quod non es; tollat sua munera cerdo, / tecum habita, ut noris quam sit tibi curta supellex. Juzgo también que para dar vuestra merced voto contrario a los mismos poemas […]» (ff. 42r-42v).

    44 «Guarde Dios a vuestra merced muchos años. Loja, julio, 4, de 1635 años. Don Martín de Angulo y Pulgar» (Epístolas satisfactorias, f. 42r).

    45 Quizás sea el «Número 4» de la Epístola primera el capítulo que mejor refleje ese deseo de sistematicidad: tras reconocer sin empacho que la oscuridad es la pretendida seña de identidad de la nueva poética gongorina, Angulo aporta de forma enumerativa, por medio de muy breves pero densos párrafos, seis razones que justifican la obscuritas: para más datos, vid., en este estudio, el epígrafe dedicado a los «Conceptos debatidos».

    46 Vid. Daza (2018a y 2018b).

    47 Angulo cita literalmente a Pellicer hasta en tres ocasiones: en una de ellas aclara de dónde toma el locus; en las otras dos, no lo hace, pero la filiación de las referencias es muy evidente, máxime para los lectores de la época.

    48 En el pasaje original de Cascales alegado aquí por Angulo, se nombra a otros poetas además de Píndaro; Angulo, no obstante, focaliza el nombre de Píndaro, centrando así en él gran parte del interés suasorio de la cita, y parece no ser por casualidad: durante la polémica fue señalada repetidamente la analogía entre el difícil Góngora y el intrincado Píndaro, actitud muy en sintonía con la propensión de los filogongorinos a buscar en la literatura griega y en la Edad de Plata latina paralelos poéticos ilustres con los que comparar al vate cordobés.

    49 Son fundamentales al respecto Castaldo (2013) y, sobre todo, (2014a). Los estudios de la gongorista italiana coronan una línea de indagación abierta con el pionero trabajo de Gates (1937) y que después fue complementada con los asedios críticos de Jammes (1991b), Martos Carrasco (1997), Micó (2008), Blanco (2011) o Ponce Cárdenas (2006, 2010c y 2011).

    50 A excepción de las reacciones de Diego de Colmenares a las críticas de Lope en La Filomena y La Circe, para cuya impresión –por otra parte, exigua y destinada a un uso semiprivado– debió de pesar mucho en realidad su vinculación con los escritos del Fénix; Tubau (2007: 63-71) estudia dicho impreso y lo cree salido de la imprenta segoviana de Diego Flamenco en 1628 o 1629, por encargo del propio Colmenares, y aclara: «resulta evidente que cuando [Colmenares] decidió imprimir los textos no estaba impulsado por el afán de difundirlos. Todo lo contrario. Se trató de una impresión para un consumo privado, una decena o quincena de ejemplares, que repartiría entre sus amigos íntimos o que guardaría él mismo, pero que en ningún caso pondría en manos de personas que pudieran difundirlos entre los círculos literarios de la capital» (70). No parece, en fin, una mera casualidad que sea en un tramo cronológico de especial ebullición editorial filogongorina cuando se imprima por primera vez un texto teórico a favor de Góngora: es posible que Angulo optara por canalizar su réplica a Cascales y al anónimo a través de la imprenta alentado por la proliferación de comentarios gongorinos impresos, cuya andadura vivía entonces un momento álgido.

    51 Vid. Daza (2018b).

    52 Se trata de un importantísimo lugar común de la polémica (vid. Daza 2018b), que la recorre con vitalidad de principio a fin, apareciendo en testimonios, tanto tempranos como rezagados, de distinto signo, como la Silva de Ponce, el Parecer anónimo, las Advertencias de Almansa y Mendoza, la Respuesta de Góngora, los Discursos apologéticos, con anotaciones y defensas de Díaz de Rivas, la «Soledad» primera, ilustrada y defendida, el Diálogo V o el Discurso de Vázquez Siruela, entre otros. Todos estos textos, en algún momento y con diferentes niveles de brillantez, se preocupan de referirse al castellano como un dilatado campo que no había sido lo suficientemente explorado, sembrado de posibilidades estéticas que habían permanecido ocultas a la espera de ser reveladas por una genialidad poética como la de Góngora, cuyo prurito latinizante había hecho subir hasta la cumbre a su lengua, alzándola hasta «la perfección y alteza de la latina», como se arrogó el propio poeta cordobés. La más transparente y categórica formulación de este pensamiento dentro de las Epístolas de Angulo se encuentra quizás en el «Número 3» de la Epístola segunda: «si lo extraordinario es por la nueva colocación de voces, demás de lo que dije al licenciado Cascales, digo ahora que esto es por lo que don Luis merece mayor alabanza, pues, igualando el nuestro al lenguaje latino, si excedídole no, ha sacado de vulgar nuestra poesía y de la mediocridad con que se han satisfecho nuestros predecesores» (f. 48r). También merece ser recordada esta otra, más vaga, pero que guarda relación con la misma idea: «y a mi parecer y de otros muchos de grande juicio, la mayor licencia de don Luis es la alteza de su estilo y haber sido el primero a quien se le debe el culto sumo a que ha llegado nuestra poesía» (Epístola segunda, f. 52r).

    53 Resulta interesante añadir aquí que en varios lugares de las Epístolas la convencida defensa de la innovación que aduce Angulo se entremezcla con otro concepto, igualmente recurrente en la polémica, como es el de un Góngora pionero e iniciador de un rumbo inédito –y, por tanto, innovador– en las letras españolas; no se olvide que el propio poeta se jactaba de ello en su Respuesta: «caso que fuera error, me holgara de haber dado principio a algo, pues es mayor gloria empezar una acción que consumarla» (Daza 2011: 284). En la Epístola primera, Angulo recrea la idea así: «y no es respuesta vanagloriosa, cuando tan dignamente se puede loar de haber sido por quien nuestra lengua ha tomado el lustre y resplendor que vuestra merced le confiesa aun en personas vulgares, y el primer inventor del culto estilo que goza, de quien, con razón, pudo decir Paravicino: Hijo de Córdoba grande, / padre mayor de las Musas, / por quien las voces de España / se ven, de bárbaras, cultas. De lo mismo se loaba Virgilio, Propercio, Lucrecio y Horacio: Libera per uacuum posui uestigia princeps, / non aliena meo pressi pede. Qui sibi fidit, / dux regit examen. Patrios ego primus iambos / ostendi Latio [al margen: Geor. 3 lib. 3 eleg. 1 lib. 4 1 Epod. epis. 19]» (f. 38v). Y vuelve sobre ello en la Epístola segunda: «y a mi parecer y de otros muchos de grande juicio, la mayor licencia de don Luis es la alteza de su estilo y haber sido el primero a quien se le debe el culto sumo a que ha llegado nuestra poesía. Esta misma gloria (como dije al licenciado Cascales) pretendieron, sin reprehensión, Horacio, Propercio, Virgilio y Lucrecio» (ff. 52r-52v).

    54 Podría ser un calco de la expresión «tercio viejo» que aparece, con análoga intención, en el prólogo «Al lector» con que Pedro Espinosa presenta sus Flores de poetas ilustres (Valladolid: Luis Sánchez, 1605).

    55 El poder inspirador y sublimador del furor divino está insinuado asimismo en la cita horaciana que remata este pasaje del «Número 3» de la Epístola segunda, capítulo orientado a la defensa del magnánimo estilo de Góngora: «¿por qué se le ha de quitar a don Luis el premio de su alabanza, si es tan conforme con la naturaleza componer la oración artificiosa, porque las de sus versos lo sean, y cuando así merecen más que sentenciosas? Horacio por todo su arte enseña que el poeta grande debe componer con estilo alto y sublime, y le niega el nombre si no lo hace así, y solo se le concede no al que solo hace versos, sino: [putes hunc esse poetam] / ingenium cui sit, cui mens diuinior atque os / magna sonaturum, des nominis huius honorem [‘al que tenga talento, al que tenga la inspiración de los dioses y una voz capaz de cantar grandes cosas, a ese has de concederle el honor de tal nombre (el de poeta)’]. Y esto mismo quiere Aristóteles [al margen: in Poet.]» (f. 48v).

    56 Aunque Angulo quiera respaldar con Horacio sus postulados sobre el movere como uno de los fines primordiales de la poesía junto con el deleite, lo cierto es que en el Arte poética del venusino el protagonismo en ese sentido recae sobre el docere y el delectare: «aut prodesse uolunt aut delectare poetae…» (v. 333). No parece que ello se deba a una torpeza del polemista, quien difícilmente podía tener lagunas en doctrinas tan al uso y autoridades tan consabidas; más bien, me inclino a pensar en un ardid argumentativo, poco afortunado por parco y mal construido, para subrayar y vincular con Góngora dos puntales de la poética barroca: el movere y la admiratio. Angulo, aun de forma muy precaria, vendría a aproximarse así a invariantes críticas progongorinas que afloran en documentos polémicos muy relevantes.

    57 La añeja distinción oratoria vs. poesía gozó de gran arraigo entre los partidarios de Góngora como argumento para autorizar sus audacias y apareció muy habitualmente en la polémica desde época temprana: está documentado en el Discurso de Ponce, los Discursos apologéticos, con anotaciones y defensas de Díaz de Rivas, la «Soledad» primera, ilustrada y defendida, las cartas antilopescas de Colmenares, la epístola de Villar contra Cascales, el prólogo de Salcedo a sus «Soledades» comentadas, la Ilustración y defensa de Salazar Mardones o el Discurso de Vázquez Siruela. Vid. Daza (2018b).

    58 Vid. Quintiliano (1997-2000, t. III: 245 y ss.).

    59 Vid. Azaustre (2015).

    60 Ya en la Epístola VIII se había referido Cascales a ese cambio de rumbo experimentado por la trayectoria creativa de Góngora, del que advirtieron asimismo otros contemporáneos del poeta al percibir un trascendente cambio cualitativo en muchos de los poemas compuestos a partir de 1610: «porque, ¿quién puede presumir de un ingenio tan divino que ha ilustrado la poesía española a satisfacción de todo el mundo; ha engendrado tan peregrinos conceptos; ha enriquecido la lengua castellana con frases de oro, felicemente inventadas y felicemente recibidas con general aplauso; ha escrito con elegancia y lisura, con artificio y gala, con novedad de pensamientos y con estudio sumo, lo que ni la lengua puede encarecer, ni el entendimiento acabar de admirar, atónito y pasmado; que había de salir ahora con ambagiosos hibérbatos, y con estilo tan fuera de todo estilo, y con una lengua tan llena de confusión, que parecen todas las de Babel juntas, dadas para cegar el entendimiento y castigar los pecados de Nembrot?» (141 y ss.).

    61 Vid. Alonso (1978a: 13-48 y 1994: 77-83).

    62 Está en la Carta de Pedro de Valencia, el Parecer del abad de Rute, las Advertencias de Almansa, la Carta lopesca de 1615 o la epístola anticultista de Lope en La Filomena: vid. Daza (2018a).

    63 Ponce Cárdenas (2015a) habla de la dicotomía acuñada por Cascales como posible testimonio de la «historia de una decepción», generada por la frustración de ver cómo el justamente celebrado Góngora hacía zozobrar su alentadora carrera como poeta y, con ello, el ascenso de la nombradía de las letras españolas.

    64 Ya lo apuntó Alonso (1982c: 435): «Angulo está alegando ejemplos de obras muy anteriores al Polifemo y las Soledades para probar (con excelente acuerdo, y por primera vez, creo, en las polémicas del gongorismo) la falsedad de la habitual separación de la obra de Góngora en dos épocas».

    65 En el caso de esta composición, Angulo no estaba bien informado, pues está fechada en 1616, por tanto no es anterior al Polifemo y las Soledades; él mismo manifestaba ciertas dudas al respecto: «de las cinco liras que hizo al túmulo de Garcilaso, que sin duda son (a lo que he podido averiguar) anteriores al Polifemo, lea vuestra merced, entre las otras, la tercera» (f. 40r).

    66 Sí supo decirlo, con una brillantez inusitada, Vázquez Siruela en su Discurso, elaborado algunos años más tarde (vid. Yoshida 1995: 96-97).

    67 Vid. Alonso (1978a: 13-48 y 1994: 77-83).

    68 Alonso (1978a: 20). Sin negar esta afirmación de Alonso, es bien cierto que los contemporáneos a Góngora ya percibieron un cambio en su trayectoria (vid. supra). Realmente y a efectos conceptuales de la percepción, lo difícil sería dilucidar cuándo un cambio cuantitativo es de tal calado que se instala en el nivel de lo cualitativo. En cualquier caso, nada tendría que ver esta «evolución» del estilo gongorino con un abandono de la órbita de lo jocoso, como parecían creer algunos objetores contemporáneos: ahí está la Fábula de Píramo y Tisbe para desmentirlo; vid. las interesantes observaciones al respecto de Lázaro Carreter (1977).

    69 Alonso (1994: 83).

    Auteur

    Juan Manuel Daza Somoano

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    1 Satisfacer: vale también dar solución a alguna duda o dificultad, o sosegar o aquietar alguna queja o sentimiento. Lat. satisfacere, respondere (Autoridades). Satisfacer: deshacer un agravio u ofensa (DRAE).

    2 Puede consultarse un estudio más pausado de la presencia de lo epistolar en la controversia cultista en Rico (2002: XLII-LX).

    3 Vid. Romanos (2004).

    4 Contamos con la edición tripartita de García Soriano (1952, 1954 y 1961).

    5 Vid. García Soriano (1961: 137-190). Han sido estudiadas monográficamente por Matas (1990b), Romanos (2004) y Schwartz (2014). Aunque las Cartas filológicas no se publican en forma de libro hasta 1634, las misivas que nos ocupan son de fecha muy anterior, como mínimo de principios de 1626, datación que consta en la aprobación del impreso.

    6 El gran desconocimiento que pesaba sobre la figura de Francisco del Villar y Bago (ca. 1565-1639) se ha visto aliviado recientemente por dos importantes estudios que le ha dedicado Ponce Cárdenas (2015a y 2016): tras su paso por la Universidad de Alcalá de Henares y la vuelta a Andalucía, Villar, juez eclesiástico en la villa jiennense de Andújar, jugó un papel destacado como agente dinamizador de la vida literaria de esta ciudad, a tenor, por ejemplo, de las varias Relaciones de fiestas y justas religiosas que cuidó e imprimió, volúmenes en cuyos apartados dedicados a la publicación de la poesía de certamen puede apreciarse la influencia de la poética gongorina en tierras andaluzas. Pudo mantener contactos con Salcedo Coronel y, más seguramente, con Pellicer, a quien dedicó un Discurso apologético… de tema anticuario o arqueológico, referente a los orígenes romanos de Andújar, y a cuyas Lecciones solemnes alude, antes de que se imprimieran, en un romance de tono polémico incluido en el cancionero zaragozano editado por Blecua (1945: 386-387), si es que el «padre Villar» allí antologado es, como parece, nuestro Villar. Aparte de la notoriedad que le supondría su discusión con Cascales, gracias a la cual llegó incluso a ver impreso un texto crítico suyo, su implicación en la defensa de Góngora debió de tener cierto eco en los círculos gongorinos andaluces: como era más que previsible, aparece citado como defensor de Góngora en las Epístolas satisfactorias (f. 54v) de Angulo y Pulgar, quien en 1638 alude ya a la existencia de un «Compendio retórico y poético» a favor de Góngora debido a Villar (Égloga fúnebre, f. 19r); lo mismo se le atribuye en la anónima lista editada por Ryan (1953: 434). Canavaggio (1965) y Jammes (1994: 703-704) se refirieron superficialmente a este escrito, conservado –como supuso sagazmente el gongorista galo– en el BNE, Ms. 2529, con el título de Copia de unos capítulos de un libro manuscrito escrito por don Francisco del Villar, Vicario, juez eclesiástico de Andújar, por los años de 1630, cuyo original pasó en poder del marqués de la Merced (1635). Ha sido editado y estudiado por Ponce Cárdenas (2015a y 2016), que se ha encargado de rescatar y poner el acento sobre las muchas bondades que atesora esta apología de Góngora, cuya columna vertebral reposa en la idea de que «en todo género de poesía fue eminente don Luis de Góngora». Son especialmente singulares las páginas que Villar consagra al Góngora epigramatista y resultan muy jugosas sus reflexiones sobre la poesía heroica, lírica o burlesca gongorina.

    7 Schwartz (2014).

    8 Vid. Collard (1967: 99-112) y Rico (2001: 134-154). Ya en las Tablas poéticas dedicaba Cascales una atención preferente a la obscuritas en el capítulo sobre la frasis y los estilos, apartado de la obra en el que se detectan claros ecos de la problemática barroca entre oscuridad y dificultad: vid. García Berrio (2006: 256-270). Esas páginas suponen una suerte de prefiguración de la intervención de Cascales en las polémicas gongorinas, al tiempo que testimonian la pujanza de un debate que se venía gestando y que emergerá de manera pródiga a raíz de la difusión de los poemas mayores de Góngora.

    9 Según aclara el propio Angulo en la dedicatoria de las Epístolas, el motivo que existía para hacerlo así es que no estaba autorizado a descubrir públicamente quién era su interlocutor: «dos cartas que escribo, una, al licenciado Francisco de Cascales, catedrático de Retórica de la santa Iglesia de Cartagena, y otra, a cierto gran sujeto, cuyo nombre no tengo licencia de revelar, dedico a vuestra merced».

    10 La incoherencia que parece desprenderse de los hechos expuestos por Angulo podría explicarse si sobrentendemos que esa «aprobación» de la que presume pudo no ser más que un elogio protocolario entre hombres doctos, que el lojeño infla deliberadamente para obtener réditos de cara a su contra-argumentación en ciernes.

    11 Vid. Alonso (1982c). Supone una fuente esencial en este sentido la correspondencia enviada por el lojeño a Juan Francisco Andrés de Ustarroz, conservada en el BNE, Ms. 8391, ff. 305-311, 313 y 316-349 (aunque los ff. 331 y 340 son dos cartas de Ustarroz a Angulo); en los ff. 312, 314 y 315 del citado ms. se conservan dos cartas de Jerónimo del Pulgar y Sandoval –hermano de Martín de Angulo y Pulgar– a Ustarroz. Este códice ha constituido uno de los principales referentes para el presente estudio.

    12 Vid. Cuevas Pérez y Montero Corpas (2009). Precisamente dedica las Epístolas satisfactorias al preboste de la familia en tiempos de Angulo, Fernando Alonso Pérez del Pulgar –tío carnal suyo, por ser hermano de su madre, Clara del Pulgar–, mientras que un hijo de este, Fernando Pérez del Pulgar y Sandoval, es distinguido como dedicatario de la Égloga fúnebre. Con todo, la mejor manifestación del vínculo de Martín de Angulo y Pulgar con este apellido ilustre viene dada por un proyecto editorial –a la postre non nato– que impulsó a nuestro autor a historiar la «vida, proezas, mercedes y genealogía» del ya mencionado Hernán Pérez del Pulgar, en un afán de autoafirmación orgullosa de la dignidad de la casa a través de la glorificación de un antepasado conspicuo.

    13 Rodríguez Marín (1923b: 100-101).

    14 Vid. supra n. 11. Angulo contaba asimismo con Juan de Sarabia como corresponsal en Córdoba, foco de importancia capital para el gongorismo militante (vid. BNE, Ms. 8391, ff. 323, 326 y 329). Reyes (1927c: 235; 1927d: 78; 1958c: 109, n. 29) establece sin demasiado fundamento la hipótesis de que Angulo conociera personalmente al poeta en Córdoba y lo acompañara durante sus últimos días de vida; Alonso (1982c: 453, n. 63) lo pone seriamente en duda.

    15 Vid. BNE, Ms. 8391, ff. 311, 313, 321, 327, 343, 344, 345, 347 y 349.

    16 En Osuna escribió Francisco de Amaya su Antiantídoto: vid. Daza (2018b). No se olvide, asimismo, que Angulo incluyó al duque de Osuna en una de las nóminas de partidarios de Góngora insertas en su Égloga fúnebre… (ff. 19v-20r) y que en sus Epístolas satisfactorias (f. 54v) sitúa en Osuna a un tal «doctor Rojas», partidario de Góngora.

    17 Sabemos, por ejemplo, que trataba con el doctor Alonso de Figueroa y Navarro, catedrático de prima de Cánones en la universidad ursaonense y juez de la Audiencia y apelaciones del estado de Osuna (vid. BNE, Ms. 8391, f. 344).

    18 El proceso de esta demanda frustrada puede seguirse a grandes rasgos a través del epistolario de Angulo, particularmente en sus cartas a Ustarroz (BNE, Ms. 8391, ff. 330, 332 y 335).

    19 Vid. Osuna Rodríguez (2011).

    20 Vid. Alonso (1927).

    21 Vid. Osuna Rodríguez (2000, 2003 y 2004).

    22 Vid. Villa-Real (1999: 322-333).

    23 Vid. Villa-Real (1999).

    24 Para más detalles sobre la obra conocida de Angulo y Pulgar, remito a Daza (en prensa-b), donde aporto numerosos datos inéditos y ofrezco la edición de varias composiciones poéticas del lojeño.

    25 Aporto más detalles sobre esta última cuestión en Daza (2018a).

    26 Se conserva en la Biblioteca de la Fundación Bartolomé March (Palma de Mallorca), bajo la signatura B87-V3-10, y procede de los fondos del duque de Gor. El volumen cuenta también con una portada interior fechada en 1640, que da paso a la segunda parte del repertorio poético. Estudio monográficamente este ms. en Daza (en prensa-a).

    27 Su afición por Góngora, en general, y la preparación del ms. Varias poesías, en particular, debieron de procurar a Angulo un apreciable muestrario de versiones manuscritas de poesía gongorina, algunas de las cuales no llegaría a poner en limpio en el cartapacio que nos ocupa. Poseía una copia de las Soledades, como él mismo declara en los preliminares de su Égloga fúnebre, mientras que en las Epístolas satisfactorias Angulo hace referencia a unas décimas, las de los relojes –«¿Qué importa, oh tiempo tirano…?»– (f. 46v), que no habían sido impresas ni en Vicuña ni en Hoces, así que hubo de conocerlas a través de alguna versión manuscrita, tal vez la del BNE, Ms. 3906; lo mismo podría decirse de la canción «Sobre trastes de guijas», citada en el f. 40v de las Epístolas (vid. Daza 2018a).

    28 Remito a Daza (en prensa-a) para un estudio mucho más detenido, con abundantes ejemplos y datos complementarios, de las cuestiones apuntadas en este párrafo.

    29 No existe edición moderna de este texto, utilizo el ejemplar encuadernado en BNE, Ms. 3906.

    30 Cruz Casado (2007: 117): «parece como si la Fama póstuma, dedicada a Lope, hubiese avivado el recuerdo del escritor andaluz, aunque han pasado más de diez años desde la muerte del poeta cordobés».

    31 Cruz Casado (2007: 125).

    32 Vid. Di Pastena (2001) y Trambaioli (2016).

    33 Parece claro, asimismo, que Angulo percibió y quiso contrarrestar dos de los principales objetivos de la Fama póstuma, muchos de cuyos colaboradores ahondan insistentemente en un par de ideas que parecen ser consignas a las que se atiene la organicidad del volumen: encarecer la justa alabanza que merecía la innata fecundidad creativa de Lope, quien, por ella, se distinguía sobre el resto, y presentar la claridad de su poesía como el bastión más fiable y depurado para luchar contra los excesos de los cultos, según estudió finamente Sánchez Jiménez (2011).

    34 Ignoramos el paradero de la obra, que quedó manuscrita, pero no su título, que es revelado literalmente por el propio Angulo: «[…] allá me convoca un impresor con ánimo de imprimirme mi Antifaristarco […]» (BNE, Ms. 8391, f. 318). Parece estar construido como un juego de palabras que combina anti-Faría y anti-Aristarco.

    35 Juan Francisco Andrés de Ustarroz fue una figura muy destacada de los círculos aragoneses afectos a Góngora y la nueva poesía (vid. Egido 1979) y debió de ser una voz bastante activa en las discusiones en torno al gongorismo. Así, Bartolomé José Gallardo en su Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos (Madrid: Imprenta y estereotipia de M. Rivadeneyra, 1863, cols. 195-197) reproduce una lista de obras impresas y manuscritas de Ustarroz que Gallardo dice haber copiado «de un pliego que el autor publicó adjunto a un memorial, solicitando la plaza de cronista de Aragón»; en dicha lista aparecen tres escritos, hoy perdidos, que tendrían mucha relación con la secuencia crítica de la polémica gongorina, pues no en vano, replican a ataques directos o indirectos a Góngora, y son: una Defensa de la poesía española, respondiendo a un discurso de don Francisco de Quevedo, que se halla en el principio de las «Rimas» del padre maestro fray Luis de León (ms., 1632), un Antídoto contra la «Aguja de navegar cultos» (ms., 1633) y una Defensa de los errores que introduce en las obras de don Luis de Góngora don García de Salcedo y Coronel, su comentador (ms., 1636). Asimismo Ustarroz insertó en su Defensa de la patria del invencible mártir san Laurencio (Zaragoza: en el Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia, 1638) una nómina comentada de partidarios de Góngora, en la que incluyó las Epístolas de Angulo antes de haber entablado amistad y correspondencia con él: «últimamente perfeccionó el dialecto español el nobilísimo caballero don Luis de Góngora y Argote, capellán de Su Majestad, cuyas frases han admirado no solo los ingenios más doctos españoles, pero los del clima más remoto le han venerado por padre de las Musas, […] cuyo agudísimo genio han inmortalizado muchos varones doctos con elogios no vulgares, […] contentareme solo con referir sus nombres y citar los lugares donde le celebran, para que el aficionado de su fama los lea: […] don Martín de Angulo y Pulgar, en sus Epístolas satisfactorias» (pp. 246-248). Fue esta mención elogiosa de Ustarroz el detonante que movió al gongorista andaluz a escribirle por primera vez para agradecer su deferencia: vid. Alonso (1982c: 455).

    36 Vid. BNE, Ms. 8391, ff. 305, 306, 308, 310, 318, 330, 339, 342, 422 (más datos en Daza 2018a).

    37 Vid. BNE, Ms. 8391, f. 317.

    38 Vid. BNE, Ms. 8391, ff. 310, 317, 426, 428 (más datos en Daza 2018a).

    39 Vid. BNE, Ms. 8391, ff. 316, 326, 332, 335 y 337 (más datos en Daza 2018a).

    40 También apunta en esa dirección el hecho de que Angulo se refiera o cite literalmente pasajes de otras cartas incluidas en el impreso, no solo de las de temática gongorina. Además, hay otras referencias externas en la Epístola primera que nos hablan asimismo de su redacción en una época más tardía: amén de aludir a Góngora como ya fallecido («porque alguno de los aficionados de don Luis o no se rinda al recelo que le puede causar la autoridad de vuestra merced en lo que propone contra estos poemas, o no lamente que, muerto su autor, que tantos amigos tuvo y aficionados tiene, no haya alguno que satisfaga estas objeciones», f. 1v), Angulo, por ejemplo, conocía el impreso de las Lecciones solemnes de Pellicer, publicadas en 1630, así como la polvareda levantada por este comentario gongorino en los primeros años de ese decenio: «tan difícil es que don José Pellicer de Salas (cuyo grande ingenio es muy conocido y cuya no menor erudición, no menos envidiada) en sus Lecciones solemnes y comento a esta Fábula [al margen: colu. 73 num. 4], dijo […]» (f. 8r).

    41 «Si lo extraordinario es por la nueva colocación de voces, demás de lo que dije al licenciado Cascales, digo ahora que esto es por lo que don Luis merece mayor alabanza» (f. 48r); «esta misma gloria (como dije al licenciado Cascales) pretendieron, sin reprehensión, Horacio, Propercio, Virgilio y Lucrecio» (ff. 52r-52v).

    42 «Dos cartas que escribo, una, al licenciado Francisco de Cascales, catedrático de Retórica de la santa Iglesia de Cartagena, y otra, a cierto gran sujeto, cuyo nombre no tengo licencia de revelar, dedico a vuestra merced».

    43 «He leído (señor) con más atención el § 4 de la carta de vuestra merced, su fecha en 7 de mayo de este año, y juzgo no atrevidamente que si no le escribió su natural modestia, ajena (al parecer) de estas materias de poesía, ha sido quererme examinar, no del todo satisfecho de mí en ellas, con la respuesta que remití a vuestra merced a las objeciones que el licenciado Francisco de Cascales estampó y opuso al estilo de los poemas de don Luis de Góngora, que, a juicio mío, debe satisfacer a vuestra merced, pues le dio su aprobación y con ella sumo crédito; y a mí, por suya, me deja satisfecho de mi trabajo, bien que atento al consejo de Persio: Respice quod non es; tollat sua munera cerdo, / tecum habita, ut noris quam sit tibi curta supellex. Juzgo también que para dar vuestra merced voto contrario a los mismos poemas […]» (ff. 42r-42v).

    44 «Guarde Dios a vuestra merced muchos años. Loja, julio, 4, de 1635 años. Don Martín de Angulo y Pulgar» (Epístolas satisfactorias, f. 42r).

    45 Quizás sea el «Número 4» de la Epístola primera el capítulo que mejor refleje ese deseo de sistematicidad: tras reconocer sin empacho que la oscuridad es la pretendida seña de identidad de la nueva poética gongorina, Angulo aporta de forma enumerativa, por medio de muy breves pero densos párrafos, seis razones que justifican la obscuritas: para más datos, vid., en este estudio, el epígrafe dedicado a los «Conceptos debatidos».

    46 Vid. Daza (2018a y 2018b).

    47 Angulo cita literalmente a Pellicer hasta en tres ocasiones: en una de ellas aclara de dónde toma el locus; en las otras dos, no lo hace, pero la filiación de las referencias es muy evidente, máxime para los lectores de la época.

    48 En el pasaje original de Cascales alegado aquí por Angulo, se nombra a otros poetas además de Píndaro; Angulo, no obstante, focaliza el nombre de Píndaro, centrando así en él gran parte del interés suasorio de la cita, y parece no ser por casualidad: durante la polémica fue señalada repetidamente la analogía entre el difícil Góngora y el intrincado Píndaro, actitud muy en sintonía con la propensión de los filogongorinos a buscar en la literatura griega y en la Edad de Plata latina paralelos poéticos ilustres con los que comparar al vate cordobés.

    49 Son fundamentales al respecto Castaldo (2013) y, sobre todo, (2014a). Los estudios de la gongorista italiana coronan una línea de indagación abierta con el pionero trabajo de Gates (1937) y que después fue complementada con los asedios críticos de Jammes (1991b), Martos Carrasco (1997), Micó (2008), Blanco (2011) o Ponce Cárdenas (2006, 2010c y 2011).

    50 A excepción de las reacciones de Diego de Colmenares a las críticas de Lope en La Filomena y La Circe, para cuya impresión –por otra parte, exigua y destinada a un uso semiprivado– debió de pesar mucho en realidad su vinculación con los escritos del Fénix; Tubau (2007: 63-71) estudia dicho impreso y lo cree salido de la imprenta segoviana de Diego Flamenco en 1628 o 1629, por encargo del propio Colmenares, y aclara: «resulta evidente que cuando [Colmenares] decidió imprimir los textos no estaba impulsado por el afán de difundirlos. Todo lo contrario. Se trató de una impresión para un consumo privado, una decena o quincena de ejemplares, que repartiría entre sus amigos íntimos o que guardaría él mismo, pero que en ningún caso pondría en manos de personas que pudieran difundirlos entre los círculos literarios de la capital» (70). No parece, en fin, una mera casualidad que sea en un tramo cronológico de especial ebullición editorial filogongorina cuando se imprima por primera vez un texto teórico a favor de Góngora: es posible que Angulo optara por canalizar su réplica a Cascales y al anónimo a través de la imprenta alentado por la proliferación de comentarios gongorinos impresos, cuya andadura vivía entonces un momento álgido.

    51 Vid. Daza (2018b).

    52 Se trata de un importantísimo lugar común de la polémica (vid. Daza 2018b), que la recorre con vitalidad de principio a fin, apareciendo en testimonios, tanto tempranos como rezagados, de distinto signo, como la Silva de Ponce, el Parecer anónimo, las Advertencias de Almansa y Mendoza, la Respuesta de Góngora, los Discursos apologéticos, con anotaciones y defensas de Díaz de Rivas, la «Soledad» primera, ilustrada y defendida, el Diálogo V o el Discurso de Vázquez Siruela, entre otros. Todos estos textos, en algún momento y con diferentes niveles de brillantez, se preocupan de referirse al castellano como un dilatado campo que no había sido lo suficientemente explorado, sembrado de posibilidades estéticas que habían permanecido ocultas a la espera de ser reveladas por una genialidad poética como la de Góngora, cuyo prurito latinizante había hecho subir hasta la cumbre a su lengua, alzándola hasta «la perfección y alteza de la latina», como se arrogó el propio poeta cordobés. La más transparente y categórica formulación de este pensamiento dentro de las Epístolas de Angulo se encuentra quizás en el «Número 3» de la Epístola segunda: «si lo extraordinario es por la nueva colocación de voces, demás de lo que dije al licenciado Cascales, digo ahora que esto es por lo que don Luis merece mayor alabanza, pues, igualando el nuestro al lenguaje latino, si excedídole no, ha sacado de vulgar nuestra poesía y de la mediocridad con que se han satisfecho nuestros predecesores» (f. 48r). También merece ser recordada esta otra, más vaga, pero que guarda relación con la misma idea: «y a mi parecer y de otros muchos de grande juicio, la mayor licencia de don Luis es la alteza de su estilo y haber sido el primero a quien se le debe el culto sumo a que ha llegado nuestra poesía» (Epístola segunda, f. 52r).

    53 Resulta interesante añadir aquí que en varios lugares de las Epístolas la convencida defensa de la innovación que aduce Angulo se entremezcla con otro concepto, igualmente recurrente en la polémica, como es el de un Góngora pionero e iniciador de un rumbo inédito –y, por tanto, innovador– en las letras españolas; no se olvide que el propio poeta se jactaba de ello en su Respuesta: «caso que fuera error, me holgara de haber dado principio a algo, pues es mayor gloria empezar una acción que consumarla» (Daza 2011: 284). En la Epístola primera, Angulo recrea la idea así: «y no es respuesta vanagloriosa, cuando tan dignamente se puede loar de haber sido por quien nuestra lengua ha tomado el lustre y resplendor que vuestra merced le confiesa aun en personas vulgares, y el primer inventor del culto estilo que goza, de quien, con razón, pudo decir Paravicino: Hijo de Córdoba grande, / padre mayor de las Musas, / por quien las voces de España / se ven, de bárbaras, cultas. De lo mismo se loaba Virgilio, Propercio, Lucrecio y Horacio: Libera per uacuum posui uestigia princeps, / non aliena meo pressi pede. Qui sibi fidit, / dux regit examen. Patrios ego primus iambos / ostendi Latio [al margen: Geor. 3 lib. 3 eleg. 1 lib. 4 1 Epod. epis. 19]» (f. 38v). Y vuelve sobre ello en la Epístola segunda: «y a mi parecer y de otros muchos de grande juicio, la mayor licencia de don Luis es la alteza de su estilo y haber sido el primero a quien se le debe el culto sumo a que ha llegado nuestra poesía. Esta misma gloria (como dije al licenciado Cascales) pretendieron, sin reprehensión, Horacio, Propercio, Virgilio y Lucrecio» (ff. 52r-52v).

    54 Podría ser un calco de la expresión «tercio viejo» que aparece, con análoga intención, en el prólogo «Al lector» con que Pedro Espinosa presenta sus Flores de poetas ilustres (Valladolid: Luis Sánchez, 1605).

    55 El poder inspirador y sublimador del furor divino está insinuado asimismo en la cita horaciana que remata este pasaje del «Número 3» de la Epístola segunda, capítulo orientado a la defensa del magnánimo estilo de Góngora: «¿por qué se le ha de quitar a don Luis el premio de su alabanza, si es tan conforme con la naturaleza componer la oración artificiosa, porque las de sus versos lo sean, y cuando así merecen más que sentenciosas? Horacio por todo su arte enseña que el poeta grande debe componer con estilo alto y sublime, y le niega el nombre si no lo hace así, y solo se le concede no al que solo hace versos, sino: [putes hunc esse poetam] / ingenium cui sit, cui mens diuinior atque os / magna sonaturum, des nominis huius honorem [‘al que tenga talento, al que tenga la inspiración de los dioses y una voz capaz de cantar grandes cosas, a ese has de concederle el honor de tal nombre (el de poeta)’]. Y esto mismo quiere Aristóteles [al margen: in Poet.]» (f. 48v).

    56 Aunque Angulo quiera respaldar con Horacio sus postulados sobre el movere como uno de los fines primordiales de la poesía junto con el deleite, lo cierto es que en el Arte poética del venusino el protagonismo en ese sentido recae sobre el docere y el delectare: «aut prodesse uolunt aut delectare poetae…» (v. 333). No parece que ello se deba a una torpeza del polemista, quien difícilmente podía tener lagunas en doctrinas tan al uso y autoridades tan consabidas; más bien, me inclino a pensar en un ardid argumentativo, poco afortunado por parco y mal construido, para subrayar y vincular con Góngora dos puntales de la poética barroca: el movere y la admiratio. Angulo, aun de forma muy precaria, vendría a aproximarse así a invariantes críticas progongorinas que afloran en documentos polémicos muy relevantes.

    57 La añeja distinción oratoria vs. poesía gozó de gran arraigo entre los partidarios de Góngora como argumento para autorizar sus audacias y apareció muy habitualmente en la polémica desde época temprana: está documentado en el Discurso de Ponce, los Discursos apologéticos, con anotaciones y defensas de Díaz de Rivas, la «Soledad» primera, ilustrada y defendida, las cartas antilopescas de Colmenares, la epístola de Villar contra Cascales, el prólogo de Salcedo a sus «Soledades» comentadas, la Ilustración y defensa de Salazar Mardones o el Discurso de Vázquez Siruela. Vid. Daza (2018b).

    58 Vid. Quintiliano (1997-2000, t. III: 245 y ss.).

    59 Vid. Azaustre (2015).

    60 Ya en la Epístola VIII se había referido Cascales a ese cambio de rumbo experimentado por la trayectoria creativa de Góngora, del que advirtieron asimismo otros contemporáneos del poeta al percibir un trascendente cambio cualitativo en muchos de los poemas compuestos a partir de 1610: «porque, ¿quién puede presumir de un ingenio tan divino que ha ilustrado la poesía española a satisfacción de todo el mundo; ha engendrado tan peregrinos conceptos; ha enriquecido la lengua castellana con frases de oro, felicemente inventadas y felicemente recibidas con general aplauso; ha escrito con elegancia y lisura, con artificio y gala, con novedad de pensamientos y con estudio sumo, lo que ni la lengua puede encarecer, ni el entendimiento acabar de admirar, atónito y pasmado; que había de salir ahora con ambagiosos hibérbatos, y con estilo tan fuera de todo estilo, y con una lengua tan llena de confusión, que parecen todas las de Babel juntas, dadas para cegar el entendimiento y castigar los pecados de Nembrot?» (141 y ss.).

    61 Vid. Alonso (1978a: 13-48 y 1994: 77-83).

    62 Está en la Carta de Pedro de Valencia, el Parecer del abad de Rute, las Advertencias de Almansa, la Carta lopesca de 1615 o la epístola anticultista de Lope en La Filomena: vid. Daza (2018a).

    63 Ponce Cárdenas (2015a) habla de la dicotomía acuñada por Cascales como posible testimonio de la «historia de una decepción», generada por la frustración de ver cómo el justamente celebrado Góngora hacía zozobrar su alentadora carrera como poeta y, con ello, el ascenso de la nombradía de las letras españolas.

    64 Ya lo apuntó Alonso (1982c: 435): «Angulo está alegando ejemplos de obras muy anteriores al Polifemo y las Soledades para probar (con excelente acuerdo, y por primera vez, creo, en las polémicas del gongorismo) la falsedad de la habitual separación de la obra de Góngora en dos épocas».

    65 En el caso de esta composición, Angulo no estaba bien informado, pues está fechada en 1616, por tanto no es anterior al Polifemo y las Soledades; él mismo manifestaba ciertas dudas al respecto: «de las cinco liras que hizo al túmulo de Garcilaso, que sin duda son (a lo que he podido averiguar) anteriores al Polifemo, lea vuestra merced, entre las otras, la tercera» (f. 40r).

    66 Sí supo decirlo, con una brillantez inusitada, Vázquez Siruela en su Discurso, elaborado algunos años más tarde (vid. Yoshida 1995: 96-97).

    67 Vid. Alonso (1978a: 13-48 y 1994: 77-83).

    68 Alonso (1978a: 20). Sin negar esta afirmación de Alonso, es bien cierto que los contemporáneos a Góngora ya percibieron un cambio en su trayectoria (vid. supra). Realmente y a efectos conceptuales de la percepción, lo difícil sería dilucidar cuándo un cambio cuantitativo es de tal calado que se instala en el nivel de lo cualitativo. En cualquier caso, nada tendría que ver esta «evolución» del estilo gongorino con un abandono de la órbita de lo jocoso, como parecían creer algunos objetores contemporáneos: ahí está la Fábula de Píramo y Tisbe para desmentirlo; vid. las interesantes observaciones al respecto de Lázaro Carreter (1977).

    69 Alonso (1994: 83).

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    Daza Somoano, J. M. (2019). Introducción de las Epístolas satisfactorias. In M. Blanco, M. Mulas, & J. M. Daza Somoano (éds.), Una controversia epistolar en torno a Góngora (1‑). e-Spania Books. https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/books.esb.2113
    Daza Somoano, Juan Manuel. « Introducción de las Epístolas satisfactorias ». In Una controversia epistolar en torno a Góngora, édité par Mercedes Blanco, Margherita Mulas, et Juan Manuel Daza Somoano. Paris: e-Spania Books, 2019. https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/books.esb.2113.
    Daza Somoano, Juan Manuel. « Introducción de las Epístolas satisfactorias ». Una controversia epistolar en torno a Góngora, édité par Mercedes Blanco et al., e-Spania Books, 2019, https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/books.esb.2113.

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    Cascales, F., Villar, F. del, & Angulo y Pulgar, M. de. (2019). Una controversia epistolar en torno a Góngora (M. Blanco, M. Mulas, & J. M. Daza Somoano, éds.; 1‑). e-Spania Books. https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/books.esb.2043
    Cascales, Francisco, Francisco del Villar, et Martín de Angulo y Pulgar. Una controversia epistolar en torno a Góngora. édité par Mercedes Blanco, Margherita Mulas, et Juan Manuel Daza Somoano. Paris: e-Spania Books, 2019. https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/books.esb.2043.
    Cascales, Francisco, et al. Una controversia epistolar en torno a Góngora. édité par Mercedes Blanco et al., e-Spania Books, 2019, https://0-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.4000/books.esb.2043.
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