Comercio y abastecimiento de materiales para la construcción en los procesos de monumentalización de las ciudades romanas, con especial referencia a la Hispania meridional
p. 189-213
Résumés
El trabajo aborda, de forma sucinta, la gestión de materias primas en arquitectura pública romana, insistiendo en los aspectos organizativos del abastecimiento y la comercialización. Sin obviar las obligadas particularidades debidas a la naturaleza de la obra, su contextualización en el marco geográfico del Imperio o su datación, se trata de trazar un panorama general de los circuitos socioeconómicos que entran en juego en la materialización de un edificio, prestando para ello especial atención a los materiales básicos o parcialmente procesados empleados en construcción. Entre ellos destacarán los de naturaleza inerte, como la piedra, arcillas, áridos y metales, y los orgánicos, como la madera y las fibras vegetales, básicas ambas en el auxilio en los procesos de edificación pero no menos necesarias en las propias estructuras. Ello abarca un amplio recorrido desde la extracción de los materiales en los puntos de origen, hasta su eventual tratamiento y adaptación a fin de ser empleados y/o integrados en la obra.
The aim of this paper is to present, in a brief way, the management of raw materials in Roman public architecture. It deals with the organizational aspects of their supply and commercialisation. Although determinant aspects like the nature of the project or its temporal and geographical contexts are not left behind, its main objective is to draw a general panorama of the socio-economical networks that join together into the materialisation of a building, paying special attention to basic and only partially processed organic and inorganic materials, used in construction (stone, clay, metals, wood and different derivative products). The materials are followed in a wide and complex route: from the exploitation areas to their possible treatment and adaptation in order to be used and integrated in the final construction.
Entrées d’index
Keywords : roman architecture, raw material, technology, logistics, trading routes, building tradition
Palabras claves : arquitectura romana, materias primas, tecnología, logística, rutas comerciales, tradición constructiva
Note de l’auteur
Este estudio se enmarca en el Proyecto I+D+i del PN 2015 del Ministerio de Economía y Competitividad: La construcción en el valle del Guadalquivir en época romana. Tradición e innovación en las soluciones arquitectónicas y los procesos tecnológicos, económicos y productivos (Trad–E) (HAR2015-64392-C4-4). También se ha beneficiado de una Ayuda del V Plan Propio de Investigación de la Universidad de Sevilla, desarrollada en el Institut für Klassische Archäologie de la Universidad Ludwig Maximiliam de Múnich (agosto 2016).
Texte intégral
ὅ τι δ᾽ ἂν μὴ ἐνταῦθα ἴδῃ τις, οὐκ ἔστι τῶν γενομἑνων ἢ γιγνομένων1
Elio Arístides (A Roma, Or. 26.2.13)
Introducción
1Elio Arístides, en su particular y no menos propagandístico modo de presentar a la Roma del siglo II, así se refería a la ciudad, insistiendo en el carácter de mercado global que había adquirido el Imperio. Sin duda, los consolidados circuitos productivos y de redistribución de productos habían hecho rentable su presencia en lugares muy alejados de los de origen, ni siquiera necesariamente allí donde fueran deficitarios; también se habían consolidado los mercados locales y regionales. Si así ocurría con los productos alimenticios, no lo era menos con otras materias primas fundamentales para la expansión de la exitosa imagen romana: las empleadas en arquitectura y construcción.
2Diferentes autores2 han hecho notar la escasa relevancia dada, en los estudios sobre economía antigua, a la construcción y los procesos asociados a ella. Por tratarse de un fenómeno generalizado en todo el mundo romano, tanto desde el punto de vista geográfico como cronológico, así como por la elevada movilización de recursos de diferente origen y naturaleza, debe ser considerada una verdadera industria con notables consecuencias y reflejo en las diferentes coyunturas socioeconómicas3.
3Para su adecuada valoración se hace preciso, en primer lugar, identificar los diferentes agentes y factores que entran en juego en una obra de construcción, desde el encargo inicial, a iniciativa pública o privada, hasta el momento en el que se da por concluida y puede ser inaugurada y puesta en servicio (fig. 1). De la intención y objetivos de los promotores, así como de los medios económicos a disposición, dependerá, en buena medida, la selección e inversión en materiales: calidades, procedencias, cantidades y acabados.
4El análisis de los materiales empleados en las construcciones de las ciudades romanas permite multitud de aproximaciones4. Entre las más atractivas, a nuestro juicio, se encuentran aquellas con dimensión espacial y territorial, encargadas de valorar la jerarquización de los recursos de acuerdo a su funcionalidad y lugares de origen. Hoy resultan especialmente ilustrativos algunos proyectos – incluso auxiliados por potentes herramientas de información geográfica – encargados de rastrear en un entorno, más o menos inmediato, las diferentes materias primas necesarias en una construcción5, de las que tan sólo una mínima parte queda de manifiesto en el registro arqueológico de forma suficientemente explícita.
5De esta forma, en construcción puede hablarse de una serie de materias primas que, en un elevado porcentaje, precisan de una mínima preparación y/o transformación, con frecuencia a pie de obra, para ser empleadas: piedra, áridos, arcillas, madera, metales, fibras vegetales, resinas, ceras, agua (fig. 2). Fuera de esta consideración quedarían los productos manufacturados realizados en arcilla cocida, como puedan ser los ladrillos o las tejas. Su empleo supuso una verdadera revolución en el tratamiento de los procesos edilicios y suponía, muy a menudo, derivar la fabricación a circuitos ajenos a la organización de obra, con ciclos productivos, organizativos y de gestión propios6.
6En cualquier caso, otro de los aspectos más relevantes al abordar la construcción antigua y la selección de materiales estriba en los parámetros seguidos en la toma de decisiones. Si fundamentales fueron los económicos, que potenciaron los circuitos mejor conocidos y más consolidados, en aras de una mayor rentabilidad económica, no menos destacaron los de carácter ideológico, simbólico y sociológico7. Tras estas razones puede encontrarse, igualmente, la importación de materiales de lugares alejados del punto de destino. Ello es especialmente significativo en lo que respecta a piedras ornamentales8, elementos arquitectónicos decorativos y materiales de acabado, en los que recae buena parte del valor de prestigio de la edificación9. Otro tanto, pero en este caso vinculado más con la escasez de las fuentes de aprovisionamiento y las propiedades específicas de los materiales, puede decirse para el metal10 que, por ello, era frecuente objeto de reciclado y reempleo.
7La relativa abundancia en la naturaleza de otros materiales más comunes pero no por ello menos necesarios como la madera, la piedra para núcleos estructurales, o los áridos, beneficiaba notablemente al buscado principio de rentabilidad de la obra. Éste se ponía en peligro, especialmente, por los elevados costes del transporte, de los que se tenía absoluta conciencia en el mundo antiguo11. No obstante, también el prestigio y la voluntad de dejar evidencia de un determinado esfuerzo inversor, podían ser identificados en muchas de las iniciativas evergéticas12.
8Como quizá resulte obvio señalar, la industria de la construcción y los propios circuitos comerciales en los que ésta se integraba fueron objeto de cambio y evolución a lo largo del tiempo, de la mano de la creciente presión imperial sobre determinados materiales, la apertura de nuevas rutas y el establecimiento de mercados intermedios, la puesta en explotación de nuevas canteras y minas, etc. dentro, por supuesto, de un panorama económico ni mucho menos estático. Del mismo modo, también existirán logros tecnológicos que supongan un verdadero revulsivo en las formas de construir y que, a su vez, tengan notables consecuencias sobre el abastecimiento, transformación y empleo de los materiales. Entre dichos avances, como se verá más adelante, cabe señalar la modulación y la estandarización. Todo ello se pondrá de manifiesto, entre otras, en la difusión de técnicas constructivas basadas en piezas «prefabricadas», como el opus reticulatum13 o, en mayor medida, la obra en ladrillo14. La generalización del uso del opus caementicium, a su vez, permitirá no solamente una construcción más versátil y la reproducción de formas a partir de cimbras y encofrados, sino también, el poder hacerlo con mano de obra menos cualificada. Por último, entre los aspectos más relevantes aunque también más huidizos de cara a su identificación arqueológica, se encuentra la caracterización del control ejercido por el Estado sobre la explotación y comercio de determinados materiales entre los que destacan la piedra, los metales y algunas maderas. No menos importantes son los cauces seguidos para la concesión de explotación a privados y los impuestos que gravaban sus actividades económicas y eventuales beneficios15.
La obra de construcción: organización y materias primas
9Tanto la evidencia de las fuentes textuales como de los datos arqueológicos permite afirmar que, en buena parte de los casos, las ciudades precisaron de renovaciones o iniciativas edilicias, por ejemplo, con motivo de la adquisición de un nuevo estatuto jurídico, que implicaba la existencia de instituciones renovadas y órganos de gestión y gobierno. Éstos necesitaban edificios de referencia capaces de transmitir, a través de su propio aspecto y arquitectura, la estabilidad y durabilidad del sistema. Fueron estas iniciativas, en buena medida y especialmente en fases tempranas, las encargadas de generar la demanda de materiales en mayores cantidades y mejores calidades y, a la vez, de abrir nuevas rutas y vías de comercio y abastecimiento antes inexistentes. En poco tiempo, y de acuerdo a las dinámicas sociopolíticas romanas, la consolidación de estos poderes e instituciones municipales y la voluntad de acceso a las mismas propició la proliferación de dinámicas evergéticas y liberalidades cívicas, que fomentaron el aprovisionamiento de materiales en un mercado ya más amplio y diversificado, donde especialmente algunos de ellos como la piedra, podrán incorporar relevantes connotaciones ideológicas16.
10Una obra de construcción suponía la movilización de una gran cantidad de recursos lo que hace que, de forma global, deba ser tenida como un verdadero catalizador económico en época antigua. El origen y calidad de los materiales serán elegidos de acuerdo a diferentes variables, como la funcionalidad del edificio, los fondos disponibles, los imperativos técnicos, los recursos locales, la calidad y acabados deseados por el promotor, etc. De hecho, todo trabajo de edificación debería ser fruto del equilibrio entre las necesidades y los medios disponibles17.
11La organización de una obra18 (fig. 2) requerirá una gestión racional y sectorizada que haga llegar los materiales en las cantidades y tiempos adecuados19: los momentos propicios para la navegación eran limitados20 y no todos los materiales podían ser almacenados indefinidamente, ni por razones logísticas ni por su eventual deterioro. Procedían de orígenes generalmente muy variados, en consecuencia, también de circuitos comerciales y de transporte diferentes; dado que en el mundo romano no parecen haber existido grandes empresas de edilicia encargadas de centralizar todo el abastecimiento, la adquisición, ya fuera directa en los lugares de origen o a través de redemptores intermedios, sería una labor minuciosa y bien estudiada, de forma que se ajustara a los ritmos de la obra sin excesivos contratiempos. También el abastecimiento de materiales, e incluso la mano de obra, estarán condicionadas por el carácter de la promoción: imperial, municipal, evérgética/particular, dado que podrán hacer valer sus respectivos fondos y medios humanos y materiales21. Será preciso tener también en cuenta el progreso tecnológico que, con el tiempo, pudo dar lugar a importantes cambios en las fuentes de abastecimiento, los materiales, los mercados, o en la composición, organización y cualificación de los trabajadores. En ese sentido, podrá resultar de interés rastrear ejemplos mejor conocidos y documentados de época medieval y moderna22 – en el marco de la aproximación diacrónica y transversal propuesta en este volumen –, en la medida en la que perpetúan dinámicas de gestión de obra ya presentes en la antigüedad. No obstante, siempre sin olvidar que no pueden ni deben ser extrapolados de forma mecánica y simplista.
12En la materialización concreta de la obra (fig. 1) los materiales podían ser elegidos por el architectus, autor del proyecto y, en muchas ocasiones, también encargado de parte del proceso de trabajo23, especialmente en todo aquello que afectara a la estructura24. Dado que el curator, como representante de la ciudad o con su beneplácito25, era el responsable de los gastos, elegía los materiales más idóneos, al menos, aquellos que no comprometieran la solidez y estática del edificio. Podía hacer valer sus preferencias o exigencias, sobre todo si contaba con fuentes propias de abastecimiento, y era el encargado de contratar26 a las diferentes empresas suministradoras de materiales o ejecutoras de diferentes fases de trabajo (redemptores). Incluso las ciudades podían poner al servicio de la obra recursos propios como piedra de canteras municipales27 o madera de los bosques comunales28, eventualmente parte de saltus no asignados29. Por tanto, los materiales con los que no se contara por vía personal o municipal era preciso adquirirlos, o bien directamente en los lugares de extracción, o bien a través de empresas de redemptores, que comerciaban con ellos, especialmente en el caso de que los lugares de origen estuvieran relativamente distantes. Ellos mismos podían encargarse de los medios de transporte30, o servirse de transportistas profesionales (nauicularii), cuando no de empresarios (negotiatores) que incluso podían estar especializados en determinados materiales y cargas. De manera mucho más ocasional el emperador también pudo participar en iniciativas edilicias en ciudades provinciales: lo haría dotando fondos directos, concediendo materiales lapídeos de las canteras bajo su control o liberando cantidades de los tributos destinados al fisco imperial31. En ocasiones, la nueva construcción se llevaba a cabo en un terreno ya edificado, para lo cual era necesaria la demolición previa. En esos casos era frecuente el desmontaje cuidadoso de los edificios anteriores, para el reuso de todos aquellos materiales que se encontraran en buen estado. Éstos, o bien podían ser reempleados en la nueva construcción o bien ser derivados para su venta32. De hecho, es preciso tener muy en cuenta, (añadir coma) en lo que respecta al abastecimiento y mercado de los materiales para la edilicia, los circuitos de reutilización, apenas tratados por la investigación tradicional y generalmente limitados a las frecuentes dinámicas de expolio de época tardoantigua33.
Los diferentes materiales y sus circuitos
13Referido a los materiales empleados en la construcción es preciso tener en cuenta que, aunque en buena parte se tratará de materias primas básicas, en gran medida precisarán, para su empleo, de ciertos procesos de transformación, de mayor o menor especialización técnica. Conviene partir, por tanto, de una clasificación en cuatro grandes grupos: piedra, madera, metal y arcillas y otros inertes (fig. 1).
14Además del empleo directo en la estructura de la edificación, algunos de estos materiales, fundamentalmente la madera y los metales, fueron también imprescindibles en forma de herramientas, maquinaria o, incluso, combustible en determinados procesos de transformación (producción de cal, metalurgia) (fig. 3). Unos y otros son fundamentales para la caracterización de la economía de las obras si bien, los segundos, no necesariamente quedaban amortizadas en un solo proyecto y podían ser reempleados en otras construcciones.
15Lo que hacía más compleja la organización de una obra no era tanto garantizar el mero abastecimiento de materiales, sino que éste respondiese a las cantidades, tiempos y estados propios de cada función. Ello conllevaba, igualmente, la existencia de un sistema de procesamiento racionalizado, que podía ser previo o intermedio y no siempre in situ (e.g. cantería, cal, piezas de barro cocido) pero, a su vez, con los medios tanto humanos como técnicos para la adaptación y acabado final en obra de determinados elementos (e.g. elementos metálicos, ajustes de cantería, aparato decorativo). Todo ello supondría muy diferentes matices en circuitos de abastecimiento y distribución.
Materiales lapídeos: ornamentales y estructurales
16En la explotación y uso de los materiales lapídeos entran en juego aspectos tanto económicos como ideológico-simbólicos y tecnológicos34. Tradicionalmente, los mecanismos de explotación y comercio se han visto simplificados en exceso a partir del modelo de la ciudad de Roma, enmascarando interesantes dinámicas regionales en ámbito provincial35, mejor identificadas hoy a través del reconocimiento más certero de litotipos por vía arqueométrica. También las canteras imperiales, objeto de intenso estudio, ya sea a partir de las referencias textuales o de la evidencia arqueológica (sellos de plomo, numerales, desechos de cantera, etc.), han marcado la pauta en la reconstrucción de los mercados y los circuitos, minimizando, durante décadas, la relevancia económica del mercado libre de piedras ornamentales36.
17En el éxito de determinados materiales lapídeos, no es de importancia menor el que contaran con una larga tradición organizativa tanto extractiva como de transporte, como fue, por ejemplo, el caso de buena parte de los materiales egipcios o del mármol lunense. De hecho, P. Pensabene37 estima cuatro parámetros que permiten valorar el papel de una cantera y la capacidad de difusión de sus productos: la ya citada tradición en el uso del material, el desarrollo del sistema de distribución, la existencia de talleres especializados asociados a la cantera y la presencia de ellos también en las ciudades destino de la piedra. Todo ello podía llegar a hacer estos materiales más rentables que de otros, más próximos, pero menos explorados logísticamente.
18El curator podía ir personalmente a las canteras a elegir y adquirir el material de los conductores libres o comprárselo a negotiatores o redemptores marmorarii, que comerciaban con el mármol y servían de intermediarios. Eran ellos los que eventualmente podían controlar mercados de abastecimiento intermedios en puntos estratégicos en la rutas del mármol u obtener en cesión la explotación de sectores de canteras imperiales o sus materiales38. Afortunado podía considerarse el conductor que obtenía donaciones de material de la ratio marmorum imperial39. Una vez elegidos, lo más usual sería que los redemptores se encargaran de hacer llegar los materiales a la obra, de acuerdo a las condiciones del contrato firmado. Especialmente en el caso del transporte marítimo a cierta escala podían recurrir a navicularii, transportistas profesionales propietarios de grandes naues lapidarie, especializadas en la compleja labor de transportar piedra, de gran tonelaje y volumen, difícil de distribuir y repartir en la carga.
19Una primera distinción, con interesantes derivaciones en los ciclos productivos y comerciales, puede establecerse entre las piedras comunes para la construcción (en muchas ocasiones identificadas como lapides), procedentes generalmente de un ámbito local/regional, y los marmora, rocas susceptibles de recibir un acabado pulimentado y, por ello, destinadas en buena medida a elementos con función decorativa, aunque no sólo40. En cualquier caso, se trata de conceptos funcionales que evolucionaron notablemente con la creciente accesibilidad – tanto espacial como tecnológica – a materiales de mejor calidad y que presentan muy diferentes matices con respecto a la arquitectura de sus entornos más directos de abastecimiento41. A ambas categorías podrían sumarse los yesos tabulares, como el célebre lapis specularis42, empleado como vidrio de ventanas, y para cuya extracción, como ha podido documentarse arqueológicamente, se seguían técnicas en galería subterránea, propias de la minería.
20Al respecto del uso del mármol en arquitectura, aspecto, como se ha visto, tan clásico en la investigación, en los últimos años se han llevado a cabo nuevas e interesantes líneas de trabajo basadas en la estimación de su valor en las construcciones43. Al margen de lo siempre parcial de dichas estimaciones y cálculos, dada la ya citada complejidad material de una obra y su proceso de ejecución44, un aspecto fundamental a tener muy en cuenta, para una más realista reconstrucción de su alcance económico, es el cruce de la información obtenida de los litotipos y de la naturaleza de los soportes, así como el contexto arqueológico de estos últimos. Ello permitirá, por ejemplo, identificar dinámicas más complejas como encargos directos y concretos a cantera, reempleo o mantenimiento de elementos pétreos de fases previas, reformas epidérmicas sin repercusiones estructurales, aprovechamiento de eventuales stocks regionales de variedades exóticas, etc.
Otros materiales inertes: arenas, arcillas, áridos en general, cal
21De naturaleza también pétrea, fruto de procesos de erosión naturales, son las arenas, arcillas, gravas, cantos rodados y, como tales, pueden ser obtenidas del terreno sin ulteriores transformaciones. En buena parte están asociadas a valles fluviales, ambientes propicios para dichos procesos de desgaste y sedimentación. Son materiales fundamentales en la fabricación de morteros, argamasas, cemento y cales45. De acuerdo a las propiedades mecánicas que se precisen para cada uno de ellos según su funcionalidad, los áridos podrán ser cuidadosamente seleccionados por diferentes características como su composición o peso, así como cuidadosamente gradados46. De hecho, el opus caementicium implica unos tiempos y condiciones de secado precisas. La calidad del mortero podía aumentarse exponencialmente si se mantenía en un proceso prolongado de hidratación y se evitaba su exposición a temperaturas extremas47.
22En general estos áridos no son objeto de comercio a gran escala, por su relativa abundancia en la naturaleza, aunque constan algunos ejemplos más singulares que pudieron recorrer mayores distancias. Es el caso de los morteros puzolánicos, que incluyeron componentes de origen volcánico a fin de dotarlos de propiedades hidráulicas48, haciéndolos especialmente idóneos para estructuras sumergidas49.
23Un capítulo aparte merece la cal, en la medida en que fue comercializada, ya como cal viva, resultado de la cremación lenta y controlada de la piedra caliza50. No obstante, también el doble proceso antrópico (calcinación y apagado o extinción) pudo llevarse a cabo a pie de obra, en caleras instaladas in situ a tal efecto, tanto a partir de piedra caliza obtenida de bancos naturales como de material de reutilización (elementos arquitectónicos, escultóricos).
24También concebidos como productos en sí mismos de acuerdo a circuitos de fabricación propios serán los materiales constructivos con cocción inducida: ladrillos y tejas en sus diferentes variantes tipológicas y funcionales51. Al margen de que grandes obras edilicias, como consta para el caso de Roma52, propiciaran producciones específicas por encargo a determinados alfares o incluso la creación de ellos, lo más frecuente fue que las officinae contaran con stock suficiente para responder a una demanda fluida y que no superaran en su distribución los ámbitos estrictamente locales53. Dichos circuitos productivos y comerciales exceden, por ello, los límites del presente trabajo54. La arcilla55, no obstante, como material básico, será también empleada en la realización de adobes, tapiales, pavimentos, así como añadida a morteros en busca de determinadas propiedades mecánicas.
La madera y otras materias vegetales
25A partir de las fuentes56 – fundamentalmente Plinio y el Edictum de Pretiis – se constata el buen conocimiento que en el mundo romano se tenía del comportamiento de las diferentes maderas, la idoneidad de su uso y calidad, aspecto éste último con claras consecuencias en su coste. Los materiarii debían ser expertos conocedores de los momentos más propicios para su talado así como de las condiciones de conservación más idóneas una vez cortadas57, para evitar la humedad y la cría de xilófagos, garantizar un secado adecuado y, en consecuencia, un uso eficaz. Al margen de las diferentes calidades de cada una de las especies, determinados procedimientos podían retrasar su irremediable degradación, como un secado controlado o la aplicación de aceites, ceras o resinas.
26La leña (lignum) será combustible básico para hornos empleados en el proceso constructivo: los de la fabricación de cal y transformación de metales: hornos metalúrgicos y fraguas. En ellos podría emplearse una gran variedad de especies arbóreas de escaso porte, así como los desechos obtenidos de la preparación de ejemplares mayores para la obtención de vigas, tableros, postes, cuando no, incluso, los tocones y raíces extraídas para una nueva repoblación58. La madera (materia), a su vez, se usará tanto en el propio edificio en forma de balconadas, voladizos, vigas, cerchas, estructuras de techumbre de segundos pisos y coronamiento59, como en armazones de muros, para el caso del conocido como opus craticium60, sin perder de vista una arquitectura prácticamente lígnea en su totalidad de la que apenas han quedado evidencias61. A su vez, diferentes técnicas constructivas precisaban de andamios, cimbras y encofrados62. Éstos últimos, por ejemplo en el caso de cimentaciones de cemento en fosa, se amortizaban en la propia obra y se perdían sin posibilidad de ser reutilizados, con contundentes implicaciones en los costes. Por último, también estaba presente en muchos de los mecanismos de tracción y elevación63, carros, grúas y máquinas de transporte, así como en las herramientas empleadas en la adaptación in situ de los materiales de construcción y su ajuste en obra. Por último, no hay que olvidar el trabajo de ebanistería, en puertas, ventanas, escaleras o medianeras, así como el resto de elementos de carácter mueble64, en buena medida combinados con piezas metálicas. De forma algo más tangencial para el ámbito de la construcción, aunque básico para garantizar la llegada de determinados materiales, la madera fue la protagonista absoluta de la industria naval. De ésta incluso, pasó con frecuencia, reciclada de viejos barcos, a obras de arquitectura, como consta para la época moderna65.
27A ello habría que sumar otras fibras de naturaleza orgánica como mimbre, cáñamo o esparto, para cordajes, espuertas y canastos – empleados para la manipulación de materiales en la obra – (fig. 3f y g), así como eventualmente otras variantes vegetales como degrasantes en tapiales y adobes.
El metal
28A pesar de las enormes dificultades para su identificación en el registro arqueológico66, diferentes metales debían ser tan importantes en la propia estructura (grapas, espigas y armaduras internas, clavos)67 como en forma de elementos de maquinaria portante y herramientas de trabajo.
29En su mayor parte se emplearían el bronce y, sobre todo, el hierro. Éste último, susceptible de ser trabajado, adaptado y reparado con cierta versatilidad en fraguas instaladas no lejos del propio entorno de obra, llegaría a ella en forma de piezas y herramientas acabadas. El plomo, como con mucha frecuencia se documenta en los restos de edificios conservados, era también un metal fundamental para asegurar las piezas de hierro encargadas de «coser» las estructuras pétreas. Su fusión a temperaturas más bajas (a poco más de 300º C), permitía un perfecto ajuste in situ, a través, incluso, de la realización en la piedra de canales de evacuación del metal sobrante en estado aún líquido. Fue igualmente el metal empleado en fistulae de canalización, parte del obligado saneamiento en muchos edificios68.
30La versátil transformación y reciclaje de los metales ha favorecido su intenso expolio y reutilización a lo largo de todas les épocas, limitando enormemente la información sobre sus diferentes usos en ornamentación y acabados de edificios. Así, por ejemplo, las arquitecturas ficticias de la pintura parietal romana sugieren numerosos elementos decorativos metálicos de monumentalidad considerable: rejas, celosías, cresterías. Lejos de resultar imaginarias, ocasionales y afortunados hallazgos arqueológicos no vienen sino a confirmar su más que probable frecuencia69.
Los mercados y los individuos
31De los materiales brevemente tratados con anterioridad, no todos están presentes ni en las mismas cantidades, ni en los mismos tiempos en la obra. A su vez, una calidad, función o visibilidad determinadas pueden llevar a optar por un material muy específico. El origen, en el caso de los metales y algunas maderas y rocas, viene igualmente determinado por su presencia limitada en la naturaleza, restringida a puntos concretos del territorio conocido, susceptibles de ser explotados con la tecnología a disposición en cada momento.
32Unido a ello, el ritmo de abastecimiento de los diferentes materiales de acuerdo a las correspondientes fases constructivas será un aspecto de gran relevancia para la buena marcha y el éxito de un proyecto de construcción y la culminación de una obra70. Por ello, además del estudio de los materiales de forma individual, será especialmente útil rastrear las relaciones que entre ellos se establecen y, a su vez, con los agentes participantes. Éstos, pueden aglutinarse de acuerdo a cuatro grandes grupos de actividades que configuran mercados y circuitos: el abastecimiento (e.g. marmorarii, lignarii, figuli), el comercio (negotiatores y mercatores), el transporte (e.g. nauicularii, tignuarii) y el trabajo en obra/construcción (redemptores y gran número de operarios más o menos especializados). De las actividades de explotación, comercio y transporte pudieron encargarse, con frecuencia, las mismas personas y/o empresas. Aunque la nomenclatura específica empleada para denominar a algunos de estos oficios (e.g. negotiatores materiarum, nauicularii lignarium) implica cierta especialización por productos, no necesariamente fue siempre así. Por su parte, los transportistas, tanto por vía marítimo-fluvial como terrestre, solían ser los propietarios de los medios: mulas, bueyes, embarcaciones, siendo los encargados de su manutención y constituyendo así una profesión en sí misma al servicio de quienes la precisaran. A partir del Edictum de Pretiis71 (7, 1-76) sabemos que el colectivo formado por los albañiles, carpinteros, fabricantes de cal, mosaiquistas o modeladores en yeso se encuentra en el rango medio, con mejores salarios (máximos) que los transportistas terrestres con animales de carga, pero inferiores a los de los trabajadores que precisan una cierta pericia y capacidad artística, como puedan ser los pintores y escultores de representaciones figurativas72.
33Los saltus, donde se situaba buena parte de las canteras, minas y bosques de madera, eran considerados agri publici y controlados por ese motivo por el Estado73. Es de ellos, al menos, de los que consta mayor información en las fuentes textuales y epigráficas74. No obstante, también particulares, ya fueran individuos, societates o incluso ciudades, podían controlar dichas explotaciones75, en propiedad – como los regalos y ventas imperiales – o de acuerdo a diferentes mecanismos de concesión. De hecho, el emperador mismo podía tenerlas como parte de su patrimonio personal, como documentan sellos sobre bloques de mármol o lingotes de plomo76. No obstante, con el tiempo quedaron igualmente incluidas, desde el punto de vista de su gestión, en el fiscus imperial77.
34Por tanto, piedra de canteras imperiales78 pudo llegar al mercado libre. Esto fue posible merced a la cesión de algunas de ellas en arrendamiento, reservándose, los encargados de la explotación como parte de sus beneficios, parte del producto para comerciar con él79. Se pudo dar incluso una gestión mixta, con sectores directamente controlados por, por ejemplo, los procuratores marmorum imperiales y otros arrendados a privados (redemptores). Arqueológicamente consta que diferentes canteras se pusieron en explotación al margen de estos circuitos de control imperial, incluso ya algo antes de que éstos se consolidaran en tiempos de Claudio80. De hecho, de acuerdo a estas dinámicas organizativas y el momento temprano en el que se producen algunas de ellas, ya no es posible considerar a dichas variedades como meros «mármoles de sustitución»81 de otros exóticos, más valorados y reconocidos. Sí es cierto, no obstante, que en el caso de Hispania la puesta en explotación de muchas canteras y la capacidad de traslado de los materiales a cierta escala, al menos regional, se produjo con la consolidación del modelo de ciudad imperial. De la mano de la extensión de los estatutos jurídicos privilegiados que, dando madurez y solvencia administrativa a las ciudades, les permitían contar con estructuras económicas capaces de garantizar la rentabilidad de las explotaciones.
35No parece que la madera, salvo determinadas variedades con cualidades especialmente excepcionales como el alerce alpino82, fuera transportada a larga distancia83. Cada territorio, con su edafología y clima, favorecía el crecimiento de determinadas especies arbóreas abasteciendo a un mercado local y regional, al margen de los grandes negotiatores materiarum sujetos al control de la Annona84. En cualquier caso, su producción estuvo siempre muy asociada a la demanda de las minas y las actividades metalúrgicas85, compartiendo con ellas los saltus no edificados. En algunos puntos de las márgenes del Bajo Guadalquivir pudieron darse en época romana las coníferas, que vemos empleadas en grandes cantidades en obras italicenses86 y que respondían sobradamente a la demanda de la arquitectura monumental. También pudieron bajar por flotación por vía fluvial desde las más altas sierras de Cazorla y Segura (Jaén) como se ha seguido haciendo hasta entrado el siglo XX87 o formar parte de balsas (rates) aprovechadas para transportar productos, cuya madera, una vez desmontadas, era aprovechada88.
36En lo que respecta a la organización y gestión de los metales, pudieron darse diferentes modelos, propiciados por los intereses estatales sobre ellos, determinados por la participación en las labores de amonedación, de las que el hierro quedaba fuera. En la Península ibérica, por ejemplo, en muchos casos parece haber existido ya un cierto control de la minería y la metalurgia por parte de las poblaciones locales en tiempos republicanos, suponiendo un importante catalizador la llegada de poblaciones foráneas y la instalación del entramado administrativo romano. Las ciudades, en estos procesos, habrían podido contar con la concesión de las fases de extracción y transformación básica, respondiendo incluso ante entidades superiores, de ámbito estatal, como se supone, por ejemplo, para el caso de la producción bética de Sierra Morena89. No obstante, también habría sido frecuente la cesión a publicani/coloni90 de la percepción de los impuestos y uectigalia fruto de la explotación91 así como la eventual participación en las diferentes fases del proceso de privados92, como parece evidenciar la presencia de un negotians ferrarius en Hispalis93. También a lo largo del tiempo y con importantes matices entre distritos cambiaron los roles asumidos por los conductores encargados de percibir las rentas en concepto de explotación de las minas y de los propios funcionarios que se encargaban de supervisarlos, los procuratores ferrariarum94.
37En cualquier caso, tampoco los procedimientos seguidos con los materiales en cantera fueron ni mucho menos estandarizados, de acuerdo a lo que, por ejemplo, se pone en evidencia en cargamentos hundidos. Los elementos fueron exportados en fases muy diferentes de elaboración, pudiendo convivir en una misma carga bloques prácticamente en bruto con piezas casi concluidas. En el pecio de Porto Novo (Córcega)95, del segundo cuarto del siglo I d.C., incluso, junto al cargamento, de mármol lunense96, viajaba gran cantidad de herramientas para el trabajo de la piedra, lo que ha hecho pensar en que con ella lo hicieran también operarios especializados97. En muchos casos el cargamento principal pétreo era completado con alimentos, vajilla e incluso otro material constructivo98.
38En el caso de los metales99, el hierro es bastante abundante en la naturaleza100 en forma de filones y venas superficiales que hacen relativamente sencilla su extracción101. Por norma general se ha identificado la instalación de poblados dedicados a procesos mineros y/o metalúrgicos en el entorno más o menos directo de las explotaciones, aunque sin alta especialización y con actividades agropecuarias complementarias102. En ellos, además de la reducción, se llevaban a cabo los trabajos de forja necesarios para la elaboración de lingotes103. Bajo esta forma eran comercializados, fundamentalmente a ciudades y ámbitos rurales, donde ya se procedía a la ulterior transformación de ellos en herramientas y utensilios, en herrerías y fraguas, también encargadas del reciclaje y refundido de antiguos objetos e instrumentos, recurrente en todas las épocas. Las evidencias de «paleomanufactura» (escorias, hogueras, instrumental deteriorado) identificadas en los entornos de los edificios confirman las intensas labores de transformación que se llevaban a cabo a pie de obra104, obligadas en el caso de piezas que, precisamente, daban la cohesión y ensamblaje perfecto a materiales menos versátiles como la piedra105. El plomo, por su parte, será un metal de alta demanda en la arquitectura y de un precio relativamente elevado106, en la medida en la que, en buena parte, se extrae a partir de procesos complejos como pueda ser la fusión y la copelación para separar la plata en la galena argentífera107. Algunos importantes distritos mineros de la Península ibérica (Sierra Morena – Linares – La Carolina, región del SE) fueron los principales productores de plomo del mundo romano entre el siglo I a.C. y el I d.C. Diferentes pecios cargados con lingotes sellados de procedencia ibérica, como los de Cabrera 5 (Baleares) y Sud Perduto 2, dan fe de ello108.
39El análisis de cargamentos fallidos de este tipo o de la confluencia en obra de materiales de orígenes muy dispares, ha planteado la existencia, al margen de la habitual adquisición de partidas de piedra directamente en cantera, de centros intermedios de aprovisionamiento, aglutinadores de diferentes variedades y, por tanto, de la existencia de stocks previos a la demanda109. Si se trata de una dinámica bien conocida para el caso de Roma y Ostia110, la presencia, en algunos edificios en ambiente provincial, en los mismos programas, de variedades muy semejantes desde el punto de vista macroscópico pero muy diferente origen geográfico, también parece poder constatarlo111. En cualquier caso, en buen número de ciudades confluyen materiales locales y foráneos en los mismos edificios, dando por hecho el perfecto engranaje de dichos circuitos paralelos de abastecimiento. En el caso de los metales, pecios como el ya citado de Sud-Perduto 2112 hacen pensar en la adquisición del cargamento, de forma conjunta, en un almacén regional, cuando no en la itinerancia del comprador por los diferentes puntos de producción113. A su vez, en el ámbito de los alfares de material constructivo latericio y a pesar de las transformaciones sufridas por el sistema a lo largo del tiempo y de las singularidades administrativas en torno a la ciudad de Roma, también pudieron existir tegularia, a modo de almacenes que aglutinarían la producción de diferentes officinae para su venta posterior114. Nada parece indicar que en el Valle del Guadalquivir, a pesar de la calidad de sus arcillas y lo favorable de los circuitos de transporte, existiera una industria desarrollada de producción latericia, al margen de su carácter subsidiario a la anfórica115. No obstante, grandes proyectos en ladrillo, como los italicenses del anfiteatro o las conocidas como termas menores, hacen pensar en una importante demanda a comienzos del siglo II d.C. en la zona. Especialmente en el último caso, donde se han identificado más de cuatrocientos ladrillos marcados116, cabe pensar en una organización industrial algo más compleja que una mera producción coyuntural a demanda.
Tecnología, transmisión del saber y dinámicas económicas
40De la mano de nuevos materiales se producen algunos de los avances más decisivos de la construcción romana: la modulación y la estandarización117. No obstante, sólo pudieron consolidarse con un sistema económico estructurado que permitiera canalizar la producción y el abastecimiento. Tendrán implicaciones socioeconómicas de gran alcance, con consecuencias en la organización de la fuerza de trabajo y en la cadena de aprovisionamiento de materiales, permitiendo ejecutar unas técnicas complejas en las que confluyan muy diferentes materiales. De hecho, unas mismas proporciones, módulos y dimensiones también posibilitarán incorporar en una misma obra productos estandarizados de fuentes diversificadas, como muy bien se ha documentado para el caso ostiense118, pudiendo reducir así los tiempos de abastecimiento y los eventuales retrasos119.
41La fabricación de elementos en serie (fundamentalmente ladrillos y otras piezas cerámicas estandarizas, pero también en piedra) favorece la sectorización del trabajo en diferentes ámbitos productivos (el alfar, la cantera) que pueden así derivarse fuera de la propia obra, simplificando los tiempos de trabajo y la gestión in situ120. En ella, a su vez, puede reducirse el número de operarios especializados y aumentar el de los menos cualificados pero más versátiles en diferentes trabajos de albañilería, dirigidos por un capataz.
42A su vez, otro material, el opus caementicium, lleva necesariamente asociado el auxilio de formae (cimbras, encofrados) que permiten reproducir un módulo determinado en modo idéntico las veces que se estime conveniente. Todo ello tendrá igualmente enorme repercusión en la organización del trabajo, tanto en lo referido a la cadena de abastecimiento de los materiales como a la gestión de la fuerza de trabajo121.
43En cualquier caso, el éxito de nuevas técnicas y nuevos materiales como los citados será el resultado de toda una fase lenta de experimentación previa, generalmente, con costes elevados. Una vez consolidados los medios productivos será frecuente que intereses económicos ejerzan presiones sobre los circuitos tradicionales de abastecimiento local. No obstante, en la difusión de estas innovaciones técnicas también será preciso leer un deseo de emulación122, un interés por adoptar una «imagen romana», igualmente presente en determinadas tipologías edilicias u otros parámetros de naturaleza cultural y organizativa. Éste, en ocasiones, podrá trascender el mero ahorro de trabajo o rentabilidad y estará estrechamente asociado a las dinámicas de autorepresentación de las poblaciones locales y sus indicadores de estatus en el marco administrativo romano, con una economía y unos circuitos productivos que, además, lo propicien.
44En ese sentido, las prácticas constructivas locales y sus materiales asociados podrían resultar más rentables que las innovadoras en determinadas áreas geográficas, de ahí que suelan ser las que se mantengan en el ámbito de la arquitectura doméstica o, al menos, no pública/monumental123. Algunas de estas razones son las que podrían permitir explicar, por ejemplo, la discreta expansión en Hispania – y otros ámbitos provinciales – de la fábrica en ladrillo124. La introducción de nuevos materiales y nuevas técnicas implica en la mayor parte de las ocasiones una reestructuración de la organización de obra y de los propios mercados. Así, por ejemplo, en la tradición constructiva del valle del Guadalquivir parece existir, en paralelo con esa cierta reticencia a la introducción del opus testaceum y sus variantes, un mantenimiento de la construcción en tapial y adobes, especialmente ésta última ampliamente difundida en la protohistoria meridional. La construcción con ladrillo en la zona implicaría, necesariamente, una reestructuración también de los mercados locales, con la implicación de alfares frente a la producción más autosuficiente del ladrillo crudo o, más aún, el tapial. Precisaba, además, la movilización de gran cantidad de morteros, argamasas y, en general, áridos como conglomerantes, sin entrar en las implicaciones sobre la cadena de trabajo y su jerarquización, la cualificación de los trabajadores o la eventual generación de stocks de materiales. Todo parece indicar que, en esta región, todos los esfuerzos productivos se volcaron masivamente en la industria oleícola al servicio de la Annona, donde los alfares fabricaban, a pleno rendimiento, envases de transporte y sólo de forma muy subsidiaria, ladrillos y tejas125. Ni siquiera emplearon estos para la construcción de sus instalaciones, levantadas, en su totalidad, con fragmentos de ánforas.
45En último término, mucho se ha escrito sobre el fenómeno generalizado de expolio y reutilización de materiales romanos que se lleva a cabo en buena parte de la tardoantigüedad y la Edad media126, unido al protagonismo, casi único, de los ámbitos locales de producción y circulación. Diferentes autores han señalado127, muy acertadamente que, al margen de la pérdida de cierta capacidad tecnológica, las razones deben buscarse, fundamentalmente, en la crisis de los antiguos mercados y circuitos comerciales que pusieron en total crisis la capacidad de abastecimiento de acuerdo a las técnicas constructivas conocidas. Con el poder, en Occidente, también desaparecieron las estructuras necesarias para la producción y distribución estandarizada de los materiales, así como una iniciativa generadora de necesidades edilicias que justificara el mantenimiento de estas rutas de comercio.
Notes de bas de page
1 Tomado de la edición de R. Klein (1983).
2 Wilson 2006, p. 225-226; DeLaine 2006, p. 237.
3 En los últimos años, no obstante, se han dado importantes saltos cualitativos al respecto. Nuevas inquietudes y la experiencia de aproximaciones más consolidadas como las desarrolladas por la arqueología de la producción y de la arquitectura han tomado forma en la denominada arqueología de la construcción, preocupada fundamentalmente por el mundo antiguo y entre cuyos énfasis se encuentra el análisis de las obras como realidad económica, tecnológica y organizativa. Véase, especialmente, pero como parte de una más completa serie, Camporeale et al. 2012.
4 Un muy general pero bastante sistemático panorama de las materias primas no perecederas, buena parte de ellas, participantes en los procesos constructivos, en Wilson 2012, p. 133-142.
5 Sin duda, el interés dado a estos aspectos por J. DeLaine en su estudio sobre las termas de Caracalla (DeLaine 1997, p. 85 sq.), sigue haciendo de él un trabajo de referencia. Algunos ejemplos más recientes en Shirley 2000, Binninger 2008 o Segard 2009.
6 Steinby 1993; Bukowiecki 2011.
7 En ese sentido cabe traer aquí interesantes líneas de trabajo desarrolladas en los últimos años preocupadas por el análisis de los territorios según redes «semánticas» trazadas de acuerdo a múltiples factores de relación que superan los meramente espaciales. Ello permite una visión territorial donde confluyen las perspectivas local y global, inseparables en el mundo romano y de gran relevancia en estudios de explotación de recursos y aprovisionamiento urbano (Graham 2008, p. 683).
8 Fant 1993a y b.
9 Giuliani 2006, p. 63-64.
10 Domergue 2004a.
11 Fant 1993b, p. 72.
12 Especialmente singular resulta el ejemplo de la dedicación realizada por M. Cocceyo Juliano para el teatro de Itálica, donde hace constar la procedencia euboica de las columnas por él financiadas. Hoy sabemos (Rodríguez 2008a) que material macroscópicamente muy semejante, también empleado en la columnatio del edificio escénico, tenía origen en las mucho más cercanas canteras de Almadén de La Plata (Sevilla) resultando de gran relevancia subrayar la diferencia por parte del inversor.
13 Bukowiecki 2011, p. 143-144.
14 DeLaine 2002.
15 Domergue 2004a, p. 147; Bang 2008, p. 110 sq.; Hirt 2010.
16 Pensabene 1994, p. 275-279.
17 Seigne 2004, p. 58.
18 Un interesante testimonio antiguo del faseado de una obra o, al menos, de los diferentes grandes elementos que la configuraban a medida que se construía, en una inscripción imperial de Apollonia Salua en Caria, de dedicación de un pantheon a la Meter Theon Oreia (cit. en Borgia 2012, p. 56). Texto en epigraphy.packhum.org/text/ 257860 (cons. 03.08.2016). R. Taylor (2003, p. 13) insiste, en cualquier caso, en la variabilidad de modelos y roles en la gestión de obra, como bien han recogido P. Barresi (2003) y E. Borgia (2012) para el ámbito del Mediterráneo oriental a través de las evidencias epigráficas.
19 Wilson 2006, p. 229.
20 DeLaine 1997, p. 99.
21 En las ciudades consta la obligatoriedad de prestar servicios temporales a la comunidad, bajo pena de multa, durante algunos días al año – operae, munera – que podían ser desarrollados en labores de edilicia.
22 Boato 2005.
23 Borgia 2012, p. 55.
24 Gros 1983; Frezouls 1995; Barresi 2003, p. 51-68.
25 Sobre los procedimientos administrativos y prácticos en torno a la construcción pública remitimos a la citada excelente síntesis de P. Barresi (2003, p. 15 sq.) que, aunque basada en testimonios de la arquitectura de Asia Menor, puede hacerse extensiva, en buena medida, a otros territorios del Imperio. Incluye, asimismo, completa bibliografía anterior.
26 No obstante, para la multiplicidad de modalidades que podían adquirir los contratos de obra, véase Anderson 1997, p. 68-75 y, más reciente, Saliou 2012.
27 Russell 2013, p. 53-55.
28 Nenninger 2001, p. 59.
29 Diosono 2008b, p. 17.
30 Russell 2013, p. 110-114.
31 Barresi 2003, p. 34.
32 Se ha llegado a calcular (DeLaine 2006, p. 242), para el caso de Pompeya, que tanto el empleo de materiales de reutilización como la disminución de la calidad de los morteros podían llegar a reducir los costes, con respecto al uso de materiales nuevos, en un 40%-50%. Otro ensayo, a cargo de S. Barker (2011, p. 132-136), plantea que los materiales para mampostería «de segunda mano» podían resultar un 80% más baratos que los de nueva producción. La existencia de toda una legislación (senatus consulta hosidiano – Dig. 18.1.52; 30.1.41, 43 –, volusiano y aciliano, entre Claudio y Hadriano) encargada de regular la demolición de edificios y la especulación surgida en torno a los materiales obtenidos de ella parece confirmar lo cotidiano de dichas prácticas. Recientes excavaciones de ambientes domésticos en Ilipa (Alcalá del Río, Sevilla) (Prados et al. 2014, p. 136-138) han evidenciado el reempleo sistemático en la construcción de los zócalos de los muros de fragmentos de ánforas. Parece probable que en esta ciudad, de clara vocación portuaria, contenedores cerámicos ya sin función tuvieran una segunda vida como material de construcción y que incluso, el aprovisionamiento pudiera hacerse en almacenes encargados de su recuperación; la diversidad de tipología de las ánforas, que no se limitan a las de producción estrictamente local, así parece sugerirlo.
33 DeLaine 2006, p. 249; Bernardi 2008b; Barker 2011.
34 Fant 1993a; Bessac 2014, p. 17-20.
35 Pensabene 1994, p. 275 sq.; Russell 2013, p. 61 sq.
36 Fant 1993a y b; Russell 2013, p. 38 sq.; Hirt 2015.
37 Pensabene 1994, p. 314.
38 Pensabene 1994, p. 35; Russell 2013, p. 207 sq.
39 Fant 1993b, p. 71.
40 Rodà 2004, p. 41-42.
41 Así, aunque anecdótico, resulta especialmente gráfico el pasaje de Plinio (NH 36.46), referido a un comentario de Cicerón a los habitantes de Chios, que se vanagloriaban de tener un muralla levantada en el apreciado mármol local, el hoy conocido como portasanta. El mérito, en su caso y según el orador, habría estado en hacer venir el material de lejos: multo, inquit, magis mirarer si tiburtino lapide fecissetis.
42 Bernárdez – Guisado 2012, p. 184.
43 Entre ellos cabe destacar una serie de casos hispanos: Mar – Pensabene 2011; Soler 2011; Pensabene et al. 2012, donde se recogen también otros ensayos extrapeninsulares.
44 Domingo 2012.
45 Giuliani 2006, p. 214 sq.
46 Así ha podido ponerse de manifiesto en un reciente estudio (Ontiveros et al. 2016) realizado de una gran estructura aterrazada monumental de substrucción levantada, en opus caementicium con encofrados perdidos, sobre el conocido como muro de San Antonio a comienzos del siglo II en la ciudad de Italica. A partir de los análisis morfométricos y físico-químicos de los morteros y sus componentes se ha observado una cuidada selección granulométrica, así como el empleo de áridos y cal procedentes de áreas un tanto alejadas de su destino final.
47 Taylor 2003, p. 78.
48 Anderson 1997, p. 145-146; DeLaine 2006, p. 238.
49 Vitr. 2.6.1.
50 Adam 1984, p. 69-76; Giuliani 2006, p. 209-214.
51 Giuliani 2006, p. 202-209.
52 Steinby 1993.
53 Sobre algunos casos, poco numerosos, documentados de exportación de cargamentos de ladrillo a larga distancia, del valle del Tiber y de la Campania a las Mauretaniae Caesariensis y Tripolitania, véase Tomber 1987 (con una caracterización arqueométrica pionera y referencia a otros casos mediterráneos) y Thébert 2000, p. 346 sq. Explicados como parte de las dinámicas de lastre/cargamentos «de regreso» – a las que Y. Thébert insiste en no restar valor comercial – también podrían responder, no obstante, a encargos específicos para edificios necesitados de estos materiales por razones funcionales, como puedan ser termas o cisternas. A ello se suman, además, algunos cargamentos de pecios que parecen haber sido, exclusivamente, de material constructivo, ni lastre ni cargas mixtas, por tanto (Tomber 1987, p. 169; Thébert 2000, p. 356). En cualquier caso, remitimos al trabajo de M.-B. Carre en este volumen, donde aborda de forma más exhaustiva la problemática.
54 No obstante, sobre las dinámicas relativas al limitado empleo del ladrillo en Hispania, las particularidades de la Bética y los circuitos de producción con respecto a otras industrias alfareras como la anfórica asociada a la producción de aceite, véase Rico 2000, quien llamó ya la atención sobre la rotunda diferenciación; más reciente, Ordóñez – Rodríguez 2016, con bibliografía anterior.
55 Seigne 2004, p. 59.
56 Es muy abundante la información presente en las fuentes (Plinio, Estrabón, Vitruvio, Dionisio de Halicarnaso, Juvenal, Séneca, etc.) al respecto de las especies arbóreas y las características de la madera; las recogen, entre otros, Anderson 1997, p. 127 sq., Nenninger 2001, p. 38 sq. y Diosono 2008b, p. 18-21.
57 Ulrich 2007, p. 261.
58 Los silua caedua eran los bosques objeto de talas regulares para la obtención de madera y leña, al margen del tipo de propiedad (Diosono 2008b, p. 16).
59 Giuliani 2006, p. 243-244.
60 Adam 1984, p. 132-135.
61 Diosono 2008b, p. 73.
62 Ulrich 2007, p. 84-85, p. 172-177.
63 Seigne 2004, p. 59; Giuliani 2006, p. 255-267; Ulrich 2007, p. 202 sq.
64 Ulrich 2007, p. 178 sq.
65 Boato 2005, p. 57.
66 Loiseau 2012 p. 117.
67 Giuliani 2006, p. 267.
68 Domergue 2008, p. 71.
69 Al respecto de un excepcional hallazgo reciente, prácticamente in situ, en uno de los templos del foro de Astigi (Écija) de una reja en bronce sobredorada, véase García-Dils – Rodríguez 2014, con alusión a otros ejemplos conocidos.
70 DeLaine 1997, p. 85.
71 Que, aunque es de época tetrárquica, cabe pensar que recogiera valoraciones relativas entre trabajadores y sus actividades válidas para épocas previas, aunque no los salarios absolutos.
72 Polichetti 2001, p. 24.
73 Chic 2008, p. 156.
74 Hirt 2010.
75 Domergue 2008, p. 190.
76 Domergue 2008, p. 191: lingotes sellados de plomo procedentes de Germania (Augusto y Tiberio), Britannia (de Nerón a Septimio Severo), Sardinia (Hadriano), Noricum (Calígula), etc. Entre las numerosas siglas y numerales documentados sobre bloques de mármol de muy diferentes procedencias, que ilustran la compleja organización interna de las explotaciones, se reconocen alusiones a la propiedad imperial (Pensabene 1994, p. 321-325); también sellos en plomo incrustados en los bloques con las efigies de los emperadores.
77 Pensabene 1994, p. 333.
78 Russell 2013, p. 38-52.
79 Pensabene 1994, p. 311.
80 Así, por ejemplo, algunas de las canteras béticas cuyos materiales se consolidaron en la monumentalización imperial de muchas ciudades de la provincia, comienzan su andadura a comienzos de la época imperial en forma ya de proyectos de arquitectura pública (e.g. mármol de Almadén de La Plata en el teatro de Italica, Rodríguez 2008b) lo que implica, necesariamente, una pericia técnica por parte de los artífices y una logística suficientemente desarrollada para garantizar el abastecimiento.
81 Rodríguez 2008a, p. 246-249; Cisneros 2010.
82 Vitr. 2.9.15-16; NH 16.76.
83 Anderson 1997, p. 129, p. 134.
84 Diosono 2008b, p. 82.
85 Chic 2008, p. 147.
86 Ontiveros et al. 2016, p. 221.
87 Chic 2008, p. 154-155.
88 Diosono 2008b, p. 79.
89 Domergue 2008, p. 92. Para un mayor detalle sobre la organización territorial de los recursos mineros y sus rutas en el límite occidental de la Bética, véase el trabajo de E. García Vargas en el presente volumen.
90 Según distritos y épocas; Hirt 2010, p. 261 sq.; Domergue 2008, p. 196, tabla XIII.
91 Domergue 2008a.
92 Domergue 2004, p. 152.
93 CIL II 1199.
94 Hirt 2010, p. 235-246.
95 Bernard et al. 1998.
96 No obstante, junto a las aproximadamente 23 toneladas de mármol lunense en grandes bloques, también viajaban fragmentos de losas para aplacados de otras variedades. Se ha interpretado que podrían ser restos de cargamentos anteriores pero que, en este caso, habrían servido para apuntalar y estabilizar la nueva carga principal (Bernard et al. 1998, p. 58). En cualquier caso, sirve para ilustrar la variabilidad de casuísticas que podrían darse en el transporte de los materiales y, por extensión, las dificultades para su reconocimiento en el registro arqueológico conservado.
97 En Asia Menor (Borgia 2012, p. 60) se ha documentado la existencia de términos que aluden de forma específica a trabajadores de determinados variedades de mármol, identificados por el lugar de procedencia. La localización de los epígrafes, a cierta distancia de las canteras de origen hace pensar en que fueran reclamados de lugares más alejados, por su reconocida pericia y capacitación, no necesariamente acompañados de material.
98 Parker 1992.
99 Véanse, para la distribución de las minas de época romana en el Mediterráneo y con mayor detalle, la Península ibérica: Domergue 2008, fig. 3 y 4 en p. 20-21 y 22, respectivamente.
100 NH 34.142.
101 Domergue 2008, p. 90-93.
102 Para el caso del hierro, remitimos a dos recientes estudios de conjunto sobre sendos centros peninsulares de producción, para los que se caracteriza la organización territorial de los procesos metalúrgicos, de acuerdo a modelos de gestión netamente diferentes: Sierra Menera (Teruel-Guadalajara) (Fabre et al. 2012) y Munigua (Sevilla) (Schattner et al. 2012).
103 Véase, para el proceso siderúrgico, el gráfico de M. Mangin reproducido en Domergue 2008, fig. 109 en p. 171.
104 Loiseau 2012, p. 126-128.
105 Ch. Loiseau (2012, p. 126-127) recoge el caso del taller metalúrgico asociado a la construcción del templo de Mars Mullo en Allonnes, instalación temporal asociada a la obra para la transformación y adecuación de elementos metálicos. Se identifican al interior zonas para trabajar al frío así como para la elaboración de aleaciones de bronce. Evidencias como esta que, generalmente, quedaron amortizadas y eliminadas con la conclusión del edificio, ilustran la complejidad organizativa asociada a una gran obra de construcción.
106 NH, 34.161; Domergue 2008, p. 71.
107 Domergue 2008, p. 158-163.
108 Domergue 2004a, p. 148; 2008, p. 85 y mapa de dispersión en fig. 125, p. 207; Hirt 2010, p. 274-284.
109 Russell 2013, p. 232-239.
110 Pensabene 1994.
111 Es el caso de los mármoles blancos de Mijas (Málaga) y Almadén (Sevilla) en la serie de cornisas del entablamento de la reforma severiana del frente escénico del teatro de Itálica (Rodríguez 2008b, p. 224-226; Beltrán – Rodríguez 2011, p. 567-568).
112 Domergue 2004a, p. 148.
113 De las primeras décadas del siglo I a.C., portaba una carga mixta aunque de una misma región, el distrito de plomo argentífero de Linares-La Carolina. Se cree que partió del puerto de Hispalis con destino a Italia.
114 Steinby 1993, p. 141.
115 Rico 2000.
116 Bukowiecki – Dessales 2008, p. 197-198.
117 DeLaine 2006.
118 DeLaine 2002.
119 Wilson 2006, p. 228.
120 Pensabene 1994, p. 311.
121 Wilson 2006, p. 227.
122 DeLaine 2006, p. 240.
123 Así, por ejemplo, destaca la incorporación en la ciudad de Italica, de forma absolutamente exclusiva en el estado actual de la investigación, de potentes cimentaciones en opus caementicium a base de encofrados perdidos. Se encuentran asociadas, en todos los casos y de acuerdo a características técnicas y morfológicas semejantes, a edificaciones públicas – no domésticas – de la ampliación adrianea (Ontiveros et al. 2016, p. 206, con referencia a los paralelos en la ciudad de Roma).
124 No obstante, frente al panorama trazado en los noventa (Roldán 1999), con el aumento de las excavaciones en las últimas décadas está siendo posible matizar algunas cuestiones relativas al uso del ladrillo en arquitectura, más abundante de lo que se mantenía. Así, en la ciudad de Hispalis, instalaciones asociadas al ambiente portuario (edificios en la plaza de La Encarnación, Patio de Banderas o Avda. de Roma) lo incorporan de forma masiva, también en combinación con una singular fábrica a base de tegulae.
125 Rico 2000; Ordóñez – Rodríguez 2016.
126 Bernardi 2008b.
127 Wilson 2006, p. 234.
Auteur
Universidad de Sevilla
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