Prólogo
p. IX-XI
Texte intégral
Madrid, domingo de Candelaria del 2010
Profesor Michel Cavillac
Gradignan
Querido Michel:
1Más de una vez te había animado a reunir en un volumen los hermosos artículos sobre el Guzmán de Alfarache que has venido publicando con posterioridad a tu tesis de doctorado. Jean-Pierre Étienvre ha acabado de persuadirte, y el resultado es un libro soberbio, repleto de materiales y propuestas de lectura que habrán de encauzar durante muchos años los estudios sobre la obra maestra de Mateo Alemán. Pero la invitación de Jean-Pierre y tuya a ponerle al libro un delantalillo, sobre ser absolutamente ociosa, me pilla a trasmano, mal preparado y sin tiempo para prepararme. A salvo alguna adición de detalle o alguna explicación al sesgo, lo cierto es que todo lo que yo tenía que decir sobre las dimensiones del Guzmán que tú has ilustrado con tan buen pulso lo dije hace casi medio siglo, en el prólogo a La novela picaresca española, I (y único, gracias a Dios), de principios de 1965. En esos aspectos, prácticamente todo lo que más o menos he ido sabiendo después lo he aprendido de tu tesis y de los trabajos que ahora conjugas aquí.
2La aparición de Gueux et marchands en 1983 marca una época en la bibliografía sobre Alemán. En una de las conclusiones de mi prólogo, subrayaba yo que el Guzmán, al igual que otros productos del círculo de amigos en que se movía el novelista, debía verse como escrito «desde la condición de mercader», con la perspectiva reformista «de la maltrecha burguesía contemporánea». Lo que yo intuía más que entendía, a ojo de cubero, tú lo explicabas magistralmente, proyectándolo sobre un horizonte y dándole una hondura que restituían todo su sentido al relato del pícaro en cuanto protagonista y en cuanto narrador y dentro de la biografía de Mateo Alemán.
3No en balde salida de la robusta escuela de Noël Salomon, tu thèse privilegiaba claramente los enfoques de la historia social. En ningún momento perdías de vista que el punto de partida y el de llegada estaban en una obra de altísima categoría literaria, pero principalmente te importaba ponerla en conexión con «la crise des valeurs bourgeoises dans la seconde moitié du XVIe siècle castillan». Con ese norte navegabas junto al personaje y al autor entre Sevilla y Génova, avistando creencias y doctrinas teológicas, realidades y utopías políticas y económicas, clases y estamentos, para revelar la densidad de urdimbres que tejieron la primera gran novela propiamente moderna. (Quien lea primero Gueux et marchands y después The Rise of the Novel, no podrá por menos de sonreírse ante la candidez de Ian Watt.)
4¿Me engaño al opinar que, aun perseverando en ese buen camino, en los artículos que ahora has recopilado y puesto al día das menos juego a los elementos digamos que literales, de hecho, y más a los literarios o simbólicos? Extremadamente sugestiva y bien argüida es por ejemplo tu lectura del Guzmán bajo el signo del Bautista. Pero que sea posible no conlleva que sea real, es decir, significativa y perceptible. O ¿no te rindes quizá a una teoría demasiado pura cuando admites «una cierta ambigüedad» para el desenlace de la novela? Claro que cabe defender que el galeote no recobró nunca la libertad. Pero esa hipótesis ¿no es más bien un tributo a la idea modernista de que el texto literario se construye a sí mismo como un artefacto completo y perfecto cuyos factores deben casar por definición? En unos tramos, la autobiografía del pícaro está escrita en la galera; en otros, y en definitiva, cuando Guzmán ha quedado libre. Al lector que lo advierte no le queda más remedio que resignarse o ejercer un inútil derecho al pataleo. Nadie ha conseguido jamás conciliar lógicamente las innumerables contradicciones del Quijote ni articular en un sistema a su multitud de «autores». Las cosas son así.
5Contra todos los sacrosantos principios de la crítica en el siglo pasado, estoy seguro de que concordarás conmigo en que el texto no se basta a sí mismo, antes bien su interpretación a menudo depende de datos que no están en él. Jaime Moll ha descubierto que el anuncio de una Tercera parte del Guzmán no era simple palabrería, sino que a Alemán, el 22 de febrero de 1605, en los días triunfales del primer Quijote, se le concedió el privilegio para publicarla. No es imaginable que el novelista la dedicara a contar que Guzmán se paseaba «como libre […] por la galera». Rematada la cuenta con su mala vida, la que después gastó «el restante de ella» tenía que ser tan diversa y tan intachable como en la continuación de Machado de Silva. Pero Moll mostrará además que Alemán, a 10 de enero de 1604, cuando lo supondríamos sin otra cosa en la cabeza que el segundo Guzmán, obtuvo también privilegio para imprimir una vida de Santa Catalina de Siena (que dio nombre de pila, por cierto, a su mujer y a una presunta hija). Hagamos un rápido arqueo: el San Antonio de Padua, los Sucesos de don fray García Guerra, el prólogo a la Vida del Padre Maestro Ignacio de Loyola, la Vida de Santa Catalina… ¡Pero este Mateo se apegaba sobre todo a la hagiografía y a los «varones perfetos» (San Antonio, ¶5vº)! Y ¡qué bien entra en ese catálogo una Tercera parte del Guzmán!
6Pocas veces la información extratextual y la añeja mirada biográfica son más reveladoras que en el caso del Pícaro y su autor. A decir verdad, querido Michel, buena parte de las páginas en que tan soberanamente explicas la novela explican a la vez, y tú no dejas de señalarlo de uno o de otro modo, la vida del novelista. Conocemos de sobras sus tejes y manejes mercantiles, sus asuntos dudosos o resueltamente delictivos. Pero a mí, que en los últimos años me intereso sobre todo por la historia material y editorial de los libros, lo que me admira es el tino con que Alemán gestionó comercialmente los suyos.
7Es posible que durante un tiempo Mateo se diera de alta como impresor, pero lo indudable es que actuó siempre como el pequeño empresario que se maneja sabiamente por el entero circuito de producción y consumo. Basta hojear la prínceps del Guzmán para advertir que se presentaba como una obra distinguida tipográfica e intelectualmente: en cuarto, con 26 líneas por página (no la vulgaridad de las 32 del Quijote), con prestigiosos elogios al frente, con el fino retrato del autor que tanto envidió Cervantes. Pero fíjate en que se publicó a costa del propio novelista y en que otro tanto ocurrió con sus demás libros: se estamparan «en casa del Licenciado Castro» o en otra oficina, el editor era el escritor, y él quien asumía todos los riesgos y recogía todas las ganancias, en su caso negociando los derechos.
8Estupenda sobremanera es la operación del Guzmán falsamente pirata de Madrid, 1600. Puesto que nada pueden reportarle los numerosos paperbacks que corren legítima o ilegítimamente, Alemán decide competir con ellos sin descender del alto nivel de la prínceps y del cuarto del mismo lugar y año. Produce, pues, con engañoso pie de imprenta, mil quinientos ejemplares en octavo y los vende a unos mercaderes de libros, embolsándose a tocateja unos trescientos ducados y comprometiéndose a no reeditar la obra en el mismo formato durante dos años para el mercado europeo y durante uno para el americano, con el bien entendido de que recobrará la plenitud de sus derechos si los compradores agotan antes la tirada. Ni la gran Carmen Balcells lo habría ajustado mejor.
9Directa o indirectamente, ese marchand y ese gueux es también protagonista de los fundamentales estudios, cada día más ricos, cada día más sutiles, que llevas tantos años consagrando al Guzmán de Alfarache. Los que ven la luz en este volumen van a dar a los expertos multitud de pistas valiosas y (Dios me perdone el calembour) un montón de propuestas que cavilar. Todos los lectores del Guzmán estamos de enhorabuena.
Un abrazo de tu viejo amigo
Paco
Auteur
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