Resumen
p. 597-600
Texte intégral
1El objeto de este libro es la diplomacia de un rey, Jaime II de Aragón (1291-1327) cuyo largo reinado preñado de guerras —se abre con un conflicto con Francia, los angevinos y el papado y se cierra con la conquista de Cerdeña— es también el reinado de la diplomacia. Para los intereses dinásticos resulta sin duda preferible la vía de la paz y del derecho como medio de poner fin a unos conflictos que, en última instancia, sus recursos económicos y sus capacidades militares, limitados por las revueltas internas, no le permiten resolver por medio de las armas. Algunos ambiciosos proyectos dinásticos y las amplias oportunidades de alianzas que ofrece la progenitura real inclinan asimismo al poder a apostar decididamente por la vía diplomática.
2Sobre el sustrato de la profunda renovación de los estudios sobre las diplomacias medievales que, alejándose de «la historia diplomática en sí» —cuestionada hace ya tanto por Lucien Febvre—, se han ido liberando progresivamente de la búsqueda obsesiva de los orígenes de las representaciones permanentes, esta obra propone centrar la mirada en un periodo, un área geográfica y un estilo real de diplomacia muy poco estudiados. La excepcional documentación del Archivo de la Corona de Aragón ha sido nuestra fuente principal. Combinando el examen de las series documentales (233 embajadas, 349 embajadores cuya nómina se ofrece en el CD-ROM anexo) y el análisis de casos, abordamos la práctica diplomática en su conjunto, desde la redacción de los documentos hasta el desarrollo de un sistema de representación de la Casa de Aragón, desde la búsqueda de información hasta la celebración de cumbres. ¿En qué consiste la diplomacia real hacia 1300? En una Corona escasamente vertebrada y en un reinado emplazado bajo el signo de la pacificación interna ¿qué papel corresponde a este singular medio de ejercicio del poder?
3La primera parte de este libro se consagra a los instrumentos y medios de la diplomacia. Los documentos diplomáticos solemnes (cartas credenciales, poderes, salvoconductos) utilizados durante el reinado de Jaime II resultan, en lo esencial, análogos a los usuales en otras cortes. Según se va intensificando en Occidente el recurso a la escritura pragmática, crecen en variedad y número: instrucciones a los embajadores, proyectos de paz, correspondencia de los embajadores con el rey (pero también con los consejeros), borradores de todo tipo, etcétera. A partir de entonces se hacen copias de los documentos relativos a los asuntos más importantes en volúmenes especiales, entre los que destacan, en primer lugar, los Registra secreta. Gracias a estos registros y a los documentos originales con los que pueden confrontarse, y gracias también a instrumentos más perfeccionados de localización de los documentos, los archivos del rey funcionan como una memoria de referencia, un instrumento de control de los embajadores, que los escribanos retocan y actualizan permanentemente: un repositorio de autenticidad susceptible de proporcionar argumentos o datos útiles en las negociaciones. La diplomacia real cuenta también con un verdadero «sistema de información». Súbditos y representantes de Jaime II enviados a lo largo y ancho de los territorios de la Corona, así como una red de extranjeros vinculados al rey por lazos de fidelidad personal, recolectan información de variada naturaleza (noticias públicas, rumores, informaciones secretas). Los correos reales aseguran la transmisión de la información, pero en ocasiones resulta necesario el empleo de correos privados, mercaderes, u otro tipo de personas. Las finanzas constituyen, empero, el talón de Aquiles de esta actividad diplomática, y así, aunque la necesidad puntual de fondos de rápida disposición pone a menudo en aprietos al tesoro real, estos suelen resolverse eficazmente mediante el recurso a otros medios de financiación.
4La diplomacia desarrollada en nombre de Jaime II constituye, asimismo, una peculiar forma de ejercicio del poder fundada en la relación del monarca con sus representantes, aspecto al que se dedica la segunda parte. El estudio se centra en primer lugar en la identificación de los embajadores y en su caracterización. Crónicas, «Espejos de príncipes» y documentos de la praxis diplomática convergen: el poder real busca embajadores leales, dotados a la vez de prudentia y discretio (discernimiento) que aseguren una representación honorable del monarca en el extranjero. La composición de las embajadas, sin embargo, no responde a un modelo estable, sino que se va adaptando a las circunstancias y al estado de las finanzas. Los embajadores de Jaime II proceden de un rango social elevado, son a menudo catalanes y poseen amplia instrucción en el ámbito de la cultura escrita. Oficiales de las instituciones de la Corona, miembros de la familia real, familiares o consejeros del rey, se encuentran, en distintos grados, próximos al poder. Las misiones más relevantes se confían a una treintena de hombres, consejeros y familiares en su mayor parte, que son los verdaderos especialistas de la diplomacia. Su presencia confiere continuidad a una diplomacia caracterizada por misiones ad hoc.
5En el extranjero, los representantes del rey deben tener en cuenta las costumbres del país (usos de hospitalidad y de reverencia, intercambio de regalos), pero no han de aplicarlas sistemáticamente: se trata más bien de prácticas que brindan a los reyes y a los embajadores instrumentos de exhibición de prestigio y de convicción. Dentro de ese marco, pero también en sus márgenes, una de las tareas esenciales de los embajadores consiste en negociar. Cuando se expresan oficialmente lo hacen siempre en nombre del rey, nunca como representantes del Estado o de la Corona, ni siquiera de la Casa de Aragón. Instrucciones escritas establecen previa y minuciosamente lo que han de formular en las entrevistas; el desarrollo de sus misiones es seguido y supervisado por medio de nutridas correspondencias, y el rey tiene siempre la posibilidad de desdecirse. Algunos embajadores de Jaime II, intérpretes de la voluntad de su mandatario, disponen de un margen de maniobra considerable: recurren a agentes para obtener información y ejercer influencia en la adopción de decisiones, en las audiencias despliegan sus mandatos con comedimiento y tacto y se valen también de la ambigüedad de su estatus: voz del rey, se expresan también en su propio nombre para negociar mejor la causa de su príncipe. Por último, los especialistas formulan en sus cartas consejos a su mandatario. En algunas misiones incluso modifican directamente la orientación de las negociaciones, sin consultar previamente con el rey.
6Asunto de técnica profesional, ámbito privilegiado del rey y del cenáculo de sus servidores más cercanos, la diplomacia pone en juego asimismo las fuerzas de la Corona: a través de ella el poder se manifiesta ante los extranjeros y ante los súbditos del rey para reforzar su legitimidad, asunto al que se dedica la tercera parte de esta obra. Súbditos y ciudades apelan al rey para que intervenga personalmente ante las autoridades extranjeras que violan sus derechos. Reconocen así la capacidad del monarca para impartir o para exigir justicia. Por otra parte, numerosos encuentros (vistae, vistas) reúnen a las cortes ante los reyes y príncipes, constituyendo un teatro de emulación donde entran en juego el prestigio y el honor, un espacio privilegiado y regulado para la exhibición de sus prerrogativas. Previamente convocados, los representantes de las villas, los nobles y los religiosos aceptan públicamente las decisiones del rey, reconociendo así su potestad para impartir justicia, su gracia y su munificencia. De tal modo, su presencia hace que se visualice una Corona unida tras la persona del monarca, precisamente cuando tal unidad es más frágil.
7La diplomacia es también un asunto de familia, una familia que pretende fortalecer su poder en la Corona y consolidar su pertenencia a otra familia más amplia, la de los reyes y príncipes de Occidente. La negociación y la subsiguiente celebración de alianzas matrimoniales con casas extranjeras constituyen una apuesta crucial en este aspecto. Los matrimonios recuerdan el pacto fundador que debe unir al rey y a su familia con los súbditos de la Corona. Proclaman la importancia de la Casa de Aragón entre las grandes casas cristianas de la época. La dinastía se esfuerza por hablar con una sola voz a través de sus diferentes miembros, por mantener una continuidad en el tiempo. A la vez, en las embajadas mixtas se reivindica la preeminencia de la Casa de Aragón sobre la dinastía hermana de Mallorca.
8Instrumento esencial de la política y de la identidad dinásticas, la diplomacia es, en última instancia, un asunto del rey, una parte esencial de su función. Jaime II la hace posible y le da sentido: su propia persona es la piedra angular. Se escribe, se habla y se actúa en su nombre; se busca su interés; se defiende su derecho y su honor; se trabaja por convertirlo en un rey de paz; se esperan sus palabras en los encuentros reales. La diplomacia es el espacio político por excelencia en el que se espera que el rey actúe como rey. Jaime II es consciente de ello, juega con su nombre y su persona continuamente, no solo para defender sus derechos y proyectos, sino también para mantener sus prerrogativas de monarca, reconquistar una legitimidad cuestionada, reafirmar su estatus de caudillo dinástico cristiano y su legitimidad para gobernar a sus súbditos y para ostentar una corona otorgada por la Providencia.
9A la conclusión del estudio observamos que la diplomacia del rey Jaime II presenta muchos rasgos comunes con la de otras potencias medievales, especialmente el uso de una documentación y de una terminología fácilmente reconocibles, la importancia crucial de las audiencias y de las cumbres, las obligaciones de hospitalidad y de reciprocidad. En cambio, el «momento Jaime II» se distingue por numerosas innovaciones en la gestión de los asuntos diplomáticos, por los titubeos de la administración real y la constante preocupación por dejar patentes las prerrogativas del rey. Los contemporáneos, por su parte, no dejaron de subrayar el uso excepcionalmente intenso, incluso exagerado, del juego diplomático por parte del rey.
10Esta monografía apunta pues algunas consideraciones de alcance más general. Una diplomacia basada en el uso de escritos especializados y diversas técnicas profesionales existía ya fuera de Italia a finales del siglo XIII y a comienzos del siglo XIV. En el siglo XIII irrumpe en las audiencias el discurso escrito, favoreciendo el surgimiento de una diplomacia moderada. Las diplomacias medievales no constituyen pues un bloque homogéneo ni un conjunto informe de prácticas inconexas encaminado enteramente a la emergencia de representaciones permanentes en el siglo XV. El estudio del recurso, tal vez excesivo, de Jaime II a una diplomacia moderada, nos lleva a una propuesta de lectura más abierta de la historia de las diplomacias medievales.
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