El influjo de Sébastien Castellion sobre los heterodoxos españoles del siglo xvi
p. 305-349
Texte intégral
1Hace ya más de treinta años, en mi libro sobre España y la imprenta de Basilea durante el siglo xvi1, dediqué muchas páginas a mostrar el influjo que sobre los exiliados religiosos españoles habían ejercido dos grandes figuras del pensamiento y religiosidad europeos: Erasmo y Castellion. Esta investigación me llevó a criticar o corregir algunas tesis preferidas de los (no por eso por mí menos apreciados y admirados) grandes maestros, entre ellos, Marcel Bataillon, de quien escribí a modo de conclusión:
Bataillon, por ejemplo, creyó percibir la influencia de Erasmo sobre la espiritualidad española por todas partes, aún allí, donde en realidad se trataba de Lutero, como es el caso de Juan de Valdés, pero precisamente no allí, donde Erasmo dejó su huella más radical, que fue en el caso de Miguel Servet. Apoyándose en la gran autoridad del hispanista francés, ha sido posible durante los últimos decenios que no se hable en absoluto de protestantismo en la España del siglo xvi o, como mucho, reproducir el término siempre entrecomillado y sin ninguna excepción. Más aún, se llegó a sostener la tesis de que hasta los reformadores fugitivos de Sevilla radicados en Europa no habían sido sino católicos heterodoxos, pero en ningún modo protestantes. Por lo que toca a Casiodoro de Reina y Antonio del Corro, estos fueron evidentemente «heterodoxos», pero frente a la iglesia de Ginebra. Pues poco después de su huida de España devinieron ambos admiradores entusiastas de Sébastien Castellion y se cuentan entre los primeros a reelaborar en sus propios escritos los escritos del saboyardo. Verdad es que, en el entusiasmo por Castellion y en la utilización de sus escritos, a Reina y Corro se les habían ya adelantado algunos años antes otros dos españoles: el burgalés Francisco de Enzinas, quien, aún antes de su publicación, tradujo del latín al español e imprimió en Estrasburgo partes de la Biblia de Castellion. Y el valenciano Fadrique Furió Ceriol, quien no solo estimaba la traducción latina de la Biblia por Castellion como la mejor de todas, sino que asumió también en sus propios escritos la exégesis espiritualista del saboyardo en toda su radicalidad2.
2Merece recordarse que en las ediciones de Erasmo y España publicadas en vida de Bataillon el nombre de Castellion no aparece más que una sola vez, y esto a propósito del libro de Furió Ceriol, Bononia o sobre la traducción de la Biblia a las lenguas vernáculas, de 1556: «Furió demuestra por la reciente traducción de Castellion una admiración sin límites». Y una segunda vez en los Addenda y corrigenda publicados por Daniel Devoto en la nueva edición en tres volúmenes del 1991, donde Bataillon señala escuetamente que un autor norteamericano, Donald W. Bleznick, en un corto artículo de 1959 se esforzaba en presentar a Furió «como un discípulo de S. Castellion más que de Erasmo3».
3Y eso es todo. Nada, pues, encontramos aquí sobre el hombre que escribió la impresionante Historia de morte Serveti4 y quien, a raíz del asesinato de Servet en Ginebra (1553), inauguró la lucha europea por la tolerancia religiosa y la libertad de conciencia («matar a un hombre no es defender una doctrina, sino puro y simple asesinato de un ser humano5»), llegando a ser confidente, guía y maestro de los más conspicuos autores del exilio protestante español.
4Pero sería injusto responsabilizar al gran hispanista francés de la falta de información de autores recientes, quienes actualmente aseveran sin titubear que «la ausencia de Castellion se torna extrema en España» y que «apenas hay estudiosos hispanos que se hayan ocupado seriamente de tal autor y, por supuesto, ninguna de sus obras puede leerse en nuestro idioma6». Cosa esta totalmente falsa, dado que algunos libros de Castellion fueron impresos en lengua española aún antes de salir a la luz en su latín original, y bien poco faltó para que la primera Biblia completa en español hubiera aparecido traducida no de las lenguas originales, sino de la versión en latín clásico elaborada por Castellion. Y todavía hoy, en los dos últimos decenios, se han impreso textos de Castellion en publicaciones made in Spain, tanto en latín como en español, a pesar de no saber de quién procedían esos textos. Pero incluso ya en la España del siglo xvi, se imprimió en 1551 en Medina del Campo, en la imprenta de Adrian Gemard, una de las primerísimas ediciones del libro de Castellion con el que generaciones de niños europeos aprendieron durante dos siglos y medio a leer y a escribir en latín, Dialogorum sacrorum ad linguam simul et mores puerorum formandas, libri iiii7, mientras en ese mismo año otro impresor de Barcelona obtenía la licencia para reimprimir «un libro titulado Diálogos sagrados para formar a los niños en las lenguas y buenas costumbres que tiene por autor a Sébastien Castellion8».
5Más aún, la Biblia de Castellion de 1554 tuvo en España a un primerísimo lector y censor de calidad: nada menos que Bartolomé Carranza de Miranda, por entonces regente del Colegio de San Gregorio de Valladolid y autor de la Censura generalis contra errores, quibus recentes haeretici sacram scripturam asperserunt, publicada ese mismo año en Valladolid, en la que se dedica precisamente a esta edición de la Biblia el último y más severo juicio de todos los emitidos en este documento9.
6Hace ya más de medio siglo, José Ignacio Tellechea Idígoras demostró que Carranza fue el autor primordial de esta curiosa censura inquisitorial, que ordenaba no destruir, sino conservar, para poder corregir, puntualmente, los ejemplares de más de setenta ediciones sospechosas de la Biblia10. Una prohibición adicional de última hora va dedicada a la Biblia de Castellion, recién salida de la prensa: «Censura prohibitoria de una Biblia impresa en Basilea por Johannes Oporinus en el mes de marzo del 1554 e interpretada por Sébastien Castellion11». Poco antes de su partida hacia Inglaterra, Carranza había recibido un ejemplar de esta «noua quaedam translatio» de Castellion, que inmediatamente juzgó demasiado peligrosa como para permitir su libre circulación. Al futuro arzobispo de Toledo le pareció, «ya desde el mismo título12», tratarse de una traducción hecha con el único propósito de debilitar los axiomas de la religión cristiana, destruir sus fundamentos y derrumbar toda la estructura eclesiástica. Carranza critica también el gusto del traductor por remedar el estilo de poetas e historiógrafos utilizando palabras exquisitas y hasta oscuras, como si su intención no hubiera sido otra que elegir palabras y expresiones totalmente discordantes con la versión tradicional, desvalorando la fuerza y energía de términos consagrados («recepta iam in vsu verba») por tantos varones, tan piadosos como eruditos, que desde los tiempos antiguos se habían dedicado asiduamente al estudio de la Biblia para bien de la república cristiana. Por eso Carranza considera indigno poner en manos de cristianos esta versión de la Biblia, aunque no niega que también se puedan encontrar en ella cosas inocuas «que podrían leerse sin peligro» («aliqua quae sine periculo legi possent»), pero en ningún caso tan imprescindibles como para arriesgarse a que algunos estudiosos se vieran atraídos al error, por no haberla prohibido a tiempo13.
Heterodoxos españoles en los Países Bajos
7En los antípodas de Carranza se sitúa dos años más tarde otro lector de la Biblia de Castellion, el humanista valenciano Fadrique Furió Ceriol, quien, en su libro Bononia, siue de Libris sacris in uernaculam linguam conuertendis. Libri duo (Bononia o sobre la traducción de la Biblia a las lenguas vernáculas) de 1556, además de demostrar «por la reciente traduccion de Castellion una admiración sin límites», como ya apuntó Bataillon, compuso en honor de esa traducción los siguientes versos14, de los que Castellion se sirvió en 1562 para cerrar su apología o Defensio suarum translationum Bibliorum contra los ataques de Calvino y de Teodoro de Beza15 y que, a partir de la edición de 1573, no faltan en ninguna de las ediciones de los siglos xvi y xvii de la Biblia sacra del saboyardo16:
| ¿Que puedo decir de la traducción de Castellion? ¿No supera este a cualquiera de todos los traductores de libros sacros al latín, de modo que se le debe otorgar la primacía a él solo? Verdaderamente, yo, la destreza de este varón, el esfuerzo y diligencia que puso en traducir la Biblia, la tengo en tanto aprecio, que cuando llegó a mis manos su traducción, no me pude resistir a componer estos versitos en alabanza suya: |
| Alguien de entre los antiguos, no sé quién, quiso que la Bibliahablara en latín como nuestros viejos antepasados. |
| Lo probó e intentó con todas sus fuerzas. Pero la biblia hablaba en una lengua bárbara. |
| Lo mismo intentó Eusebio, lo intentó Erasmo. Vano fue su esfuerzo. La biblia hablaba en una lengua bárbara. |
| Pagnino, llamado Sanctes, intentó lo mismo. Vano fue su esfuerzo. La biblia hablaba en una lengua bárbara. |
| Esto mismo lo intentaron otros. No prosperó. Vano fue su esfuerzo. La biblia hablaba en una lengua bárbara. |
| He aquí que Castellion intenta lo mismo, con la ayuda del cielo. Tuvo éxito. La Biblia dejó de hablar en lengua bárbara. |
| Egregia obra! Por fin la Biblia habla la lengua del Lacio,merced a Castellion. |
8El curioso título de Bononia alude al nombre del rector de la Universidad de Lovaina, el siciliano Giovanni di Bologna, quien, durante una reunión con un grupo de estudiantes españoles en torno a la Navidad de 1554, se había pronunciado abiertamente contra las traducciones de la Biblia en lengua vernácula y, en particular, había criticado a Furió por su toma de posición a favor de esas mismas traducciones17. En los meses que siguieron a esta discusión, el valenciano reformuló sus argumentos en dos libros, de cuya impresión se ocupó, por encargo de Oporino, el bravantino Michael Martin de Stella, un pariente de Andreas Vesalio y arrendatario, por algunos meses, de una pequeña imprenta de Basilea18. En el primer libro, Furió cede la palabra al rector Bologna y le deja exponer, en un largo discurso, los argumentos tradicionales contra la difusión de la Biblia en lengua vulgar, sin olvidar la anterior participación del siciliano en la censura de la Biblia de Courtray y en el consiguiente aviso de la Universidad de Lovaina con recomendación a Carlos V de prohibir las biblias vernáculas en todo su imperio19. En el segundo libro, el valenciano elabora, primero, un brillante alegato en confirmación de los argumentos propios y, después, pasa a desbaratar puntualmente la argumentación del contrario sirviéndose preferentemente, para las citas escriturarias, de la Biblia latina de Sébastien Castellion20.
9La utilización por parte de Furió Ceriol de esta versión latina fue tan audaz que no obvió ni tan siquiera la más novedosa terminología del saboyardo: Iova en lugar de dominus, vates en lugar de propheta, genius en lugar de angelus, lotio en lugar de baptismus, patefactio en lugar de apocalypsis. Más aún, además del estilo latino, Furió hizo suya buena parte del espiritualismo y antiintelectualismo de Castellion y llegó a afirmar repetidamente en el Bononia que la sagrada escritura no solo podía ser entendida por los simples e iletrados, sino que eran estos precisamente quienes podían comprender su contenido con mayor congruencia y perfección que los así llamados teólogos de profesión21.
10Los apóstoles (escribe Furió) se convirtieron en grandes teólogos no por su aprendizaje en filosofía, lenguas u otras disciplinas, pues no tuvieron ninguno («nam nullas didicerant»), sino porque gracias a su fe fueron iluminados y enseñados por Dios. De ese mismo modo, puede también una mujer anciana sin letras ni formación alguna alcanzar quizá un conocimiento más exacto de la teología que muchos de los por nosotros admirados teólogos. Es esta la razón por la cual los «homines illiterati et idiotae» reconocieron el Evangelio con anterioridad a los letrados. Mientras que, por el contrario, nadie ha perseguido tan feroz y cruelmente a los seguidores del Evangelio como esos mismos letrados, fueran de la profesión que fuesen, «scribae, pharisaei, pontifices, sacerdotes, reliquique […] doctores…22».
11La fórmula recuerda, naturalmente, al revolucionario prefacio de la Paraphrasis de Erasmo al Evangelio de Mateo de 152223, pero el valenciano, en su crítica a los letrados, arriesga aquí un paso más, acercándose peligrosamente a cuanto Castellion había escrito en sendos prólogos de sus biblias latina y francesa de 1554 y 1555 contra el pretendido monopolio por parte de los teólogos del recto sentido de las sagradas escrituras:
Ex his Apostoli verbis intelligi potest, sacrarum litterarum mentem divinumque sensum nullis artibus, nullis scientiis, nulla humana industria, aut memoria, aut ingenio, posse percipi. Res est divina, quam unus Dei spiritus, idem qui dictavit, novit atque docet: et quidem eos fere docet qui sunt hominum indoctissimi, infirmissimi, contemptissimi, pauperrimi, ac ignobilissimi: ne quid inde nostrae eruditioni aut artibus et excellentiis arrogemus24.
Si quelcun donque ayant vne telle foi, courage e vouloir, s'addonne a la lecture des saintes écrittures, soit sauant ou idiot, poure ou riche, mâle ou femelle (Dieu n’a égard a personne) il les entendra vrayement, e en receura du profit, e deuiendra de iour en iour meilleur, e y trouuera de si grans tresors de sagesse celeste, qu’il s'émerueillera comment ils y étoint ainsi cachés. Mais si quelcun veut obeir a sa volonté, e retenir la sagesse mondaine […] vn tel homme étant aueuglé par son mauuais vouloir, ne verra point l’esperit de l'écritture, ains la tirera e tordra a sa fantasie […] e par ainsi n'en acquerra sinon vn cuider sauoir, sans rien sauoir, par laquelle outrecuidance il deuiendra de iour en iour tant plus savant tant plus méchant, comme dit l’Aleman25.
12La publicación del Bononia causó un gran escándalo en Lovaina y Bruselas; y el autor fue repetidamente encarcelado, primero por sospechas de herejía26 y, después, por orden del mismo rey Felipe II, para hacerlo callar —«afin de mectre frain à la trop grande liberté qu'il usurpe de dire et escripre», como escribió la gobernadora Margarita de Parma al rector de la Universidad de Lovaina27—. Pero el libro tuvo también sus defensores y, entre ellos, nada menos que al arriba mencionado Bartolomé de Carranza, recién nombrado arzobispo de Toledo, quien esta vez no solo estuvo de acuerdo con la tesis central del Bononia sobre la traducción y difusión de la Biblia en lengua vulgar, sino que apenas se escandalizó esta vez por el repetido uso y las entusiastas alabanzas de la Biblia de Castellion, que Carranza mismo había censurado tan severamente cuatro años atrás. Prueba de ello es un interrogatorio ante la Inquisición de Sicilia de finales de enero de 1563, donde nuestro ya conocido Giovanni di Bologna, a la sazón abad de Sant'Angelo en Palermo, llegó a declarar:
… que se acuerda que hablando un día con Federico Furió Cerioliano, valenciano, de su libro, el qual es oy reprobado, dixo el dicho Federico a este testigo que el dicho frai Bartholomé de Miranda estuvo muy bien con su oppinión contenida en el dicho su libro acerca de la versión de la Escriptura. Preguntado qué oppiniones eran las que dezía el dicho Federico que tenía en su libro con las que les dezía que estava bien el dicho frai Bartholomé de Miranda: dixo que no lo declaró; pero en el dicho libro avía algunas oppiniones malsonantes al juizio de este testigo; en particular avía una, la qual dezía que no solamente era bueno, mas necessario e conforme a la Ley de Dios que la ley estuviese escripta en bulgar en todas lenguas; que assí como era necessario el comer y el Papa no lo podía prohivir, assí no podía prohivir que la ley no estuviese escripta en todas lenguas bulgares, por seer también, como era, mantenimiento de el ánima28.
13Pero ya antes de la puesta en venta del Bononia, algunos de los estudiantes españoles residentes en Lovaina se habían infectado con el virus de Castellion, como aconteció al burgalés y fraile agustino Cristóbal de Sanctotis, quien, como denunció fray Baltasar Pérez en mayo del 1558 ante la Inquisición de Sevilla:
… con acostumbrar el oýdo a oyr las cosas de que primero él se espantaba, se asosegó e començó a conprar y leer libros ruynes como la Biblia de Castellón y la Ystoria de Esleydano […] Estas disputas se continuaron hasta que salió ynpresso un libro de un balenciano que se llama Federico Furió Seriolano, el cual escandalizó mucho y hecharon preso al autor dél29.
14Tanto Tellechea como A. Gordon Kinder y Fernando Domínguez Reboiras30 atribuyen estas compras y lecturas de «libros ruynes» al jerezano y monje agustino Lorenzo de Villavicencio, pero el texto indica claramente que aquí se trata de Cristóbal de Sanctotis y no de Villavicencio, quien aquí parece actuar más como animador, si no ya como agente provocador, introducido en el grupo irénico de estudiantes españoles en torno a Pedro Ximénez y a Furió Ceriol, a quienes después traicionó, deviniendo el perseguidor más insidioso de sus antiguos amigos, a la vez que uno de los más productivos plagiarios ocupados en el reciclaje católico de libros protestantes.
15En todo caso, Villavicencio no parece haber estado muy al corriente de la obra y personalidad de Castellion, pues en uno de sus más conocidos plagios, De recte formando theologiae studio libri quatuor de 1565, y a propósito de la Biblia de Castellion y de la Biblia sacrosancta de los teólogos de Zúrich (1544), el jerezano transforma una frase clarísima del original de Andreas Hyperius en un confuso galimatías, convirtiendo ambas ediciones de la Biblia en una sola y haciendo de Castellion un fraile apóstata zuriqués (texto de Hyperius en primer lugar; de Villavicencio, en segundo lugar):
Es de alabar también el gran esmero y la no menor religiosidad con que los teólogos de Zurich y Sébastien Castellion han traducido sus respectivas Biblias. Tanto si usas la una o la otra, aprecias ambas del mismo modo31…
Y de aquí provino que intérpretes varios hayan fabricado versiones varias. Y el más reciente de todos ellos ha sido Sébastien Castellion, un fraile de Zúrich apóstata del monacato y de la católica religión, quien acometió una versión de la Biblia en la que, según su propia opinión, no falta nada para satisfacer a los más doctos tanto si te interesas más por la verdad hebraica o griega, como si buscas el valor interior, el ornamento y la elegancia de la lengua32…
16Y al adaptar otra obra de Hyperius, De formandis concionibus sacris seu de interpretatione scripturarum populari libri duo, en lugar de añadir la antología de ejemplos oratorios sacados de la Biblia de Castellion, como habían hecho otros editores, Villavicencio prefirió añadir un tercer libro, De varia sacrarum scripturarum expositione, sacado por comodidad de un plagio anterior, De recte formando theologiae studio (l. 2, c. 20), que acababa de salir de la misma imprenta de los herederos de Arnold Birckmann en Amberes33. Años después, sin embargo, esta adaptación transtextual de la obra de Hyperius, en la que, a juicio de censores más avispados, habrían quedado intactos numerosos ribetes de luteranismo o calvinismo, fue ocasión de que Villavicencio terminara sus días, cual alguacil alguacilado, envuelto él mismo en un proceso de censura inquisitorial, iniciado en España y llevado posteriormente a Roma34.
Un pacifista español de Middelburg: Pedro Ximénez
17Pedro Ximénez, por su parte, no era portugués35, como se viene repitiendo desde el siglo xvii, sino español36. Había nacido en 1524 (otros dicen en 1504 o en 1514) en Middelburg (capital de la provincia de Zelanda) en el seno de una familia de comerciantes andaluces de origen converso37. Su abuelo era Gonzalo de Sevilla y su padre Alonso Ximénez de León, mercaderes de vinos y aceites que se habían establecido en Zelanda antes de 1504, el primero en Vergas (Bergen-op-Zoom) y el segundo en Middelburg38. Todavía niño fue enviado como paje a la corte del obispo de Salamanca. Tras realizar sus estudios de humanidades, derecho y algo de teología en París, Bolonia y Pavía, el joven Ximénez, hecho todo un «buen latino y griego y hebreo y buen filósofo», parece haber trabajado como secretario de los embajadores españoles Juan de Vega y Diego Hurtado de Mendoza, antes de volver a Lovaina, donde solía impartir en su casa lecciones privadas a un círculo de estudiantes39. En 1557 fue propuesto por orden de Felipe II para una cátedra de Derecho, una orden que Ximénez logró obviar, por no comprometer la «grande libertad en el discurso» de que lo acusaban sus enemigos40.
18Entre estos, destacaban el denunciante fray Baltasar Pérez, quien en 1558 ante la Inquisición de Sevilla acusaba a Ximénez de ser «un gran heresiarca [que] haze mucho mal a todos quantos españoles van a aquellas partes41», pero también y, sobre todo, el insidioso Villavicencio, que se preciaba ante Felipe II de haberlo hecho volver de Alemania y, presuntamente, reducido al buen redil: «Truge a Pero Giménez de Colonia, hombre doctíssimo, y hice que se sugetase al Inquisidor Tileto y a la facultad teóloga de Lovayna, y pasase por su sentencia42». Fray Lorenzo silencia aquí, por supuesto, que la sentencia de la facultad de Lovaina había resultado del todo favorable a Pedro Ximénez, pues tanto el decano como los profesores de teología rebatieron abiertamente los «rumores sinistros vel suspiciones» sobre la «magna in disputando libertate» del acusado, declarándolo a su vez libre de toda sospecha de tener mal ánimo contra la verdadera Iglesia: «nihil tamen eiusmodi superesse existimant, propter quod ulli catholico vel suspectus haberi possit de malevolo in ecclesiam veram animo»43.
19La cuestión era, sin embargo, averiguar cuál era para Ximénez esa tal «vera ecclesia». Pues, si damos fe a la declaración de fray Baltasar, el humanista irénico habría afirmado anteriormente: «No está la dificultad en eso, sino en qual es la Yglesia a quien emos de oyr, sy la de Roma o la de Ubitemberga44».
20Pedro Ximénez simpatizaba desde hacía tiempo con el grupo de humanistas irénicos, decididos a no tomar partido por ninguno de los dos bandos confesionales, la Iglesia de Roma y la Iglesia de la Reforma, y comprometidos en la búsqueda de un tercer camino, el de la concordia y la tolerancia y el de la vuelta a la Iglesia antigua. Apenas pasados cinco meses de su interrogatorio por la facultad, Ximénez escribía a su amigo Georg Cassander y lo animaba a proseguir con su obra sobre cómo lograr un acuerdo pacífico entre las confesiones cristianas45:
Faelicissimum vero successum concordiam voco Christianam; in qua vetus et perpetua religio conservatur et restituitur, et ab omnibus approbatur, iis alteri parti concessis, quae concedenda prorsus esse moderatiores omnes sanioresque Catholici confitebuntur: in iis vero, quae salva pietate admitti nequeunt, adductis contra | Para mí, el acuerdo mejor posible sería lo que yo llamo Concordia cristiana, en la que se mantiene y restituye la antigua y perpetua religión, que todos de hecho aprueban, pero concediendo de antemano a cada una de las partes lo que los católicos más moderados e íntegros consideran que se pueda conceder. En los puntos, sin |
sentientibus, ut sibi vere persuadeant ea, quae ab ipsis defenduntur, carere illis tribus tuis ex tuo Lirinensi verissimis orthodoxae doctrinae notis: antiquitate, universitate et consensu; nullamque doctrinam recipiendam in hujusmodis controversiis, quae illis carere demonstretur. | embargo, que no se pueden admitir en buena conciencia, se reuniría a los que piensan en contra, a fin de que se persuadan que la solución que ellos proponen, carece de las tres verdaderas notas de la doctrina ortodoxa, que señala tu Vicente de Lerins, a saber: antiguedad, universalidad y consenso. En este tipo de controversias no se puede admitir ninguna doctrina que carezca de estas tres notas. |
21Esa defensa de un acuerdo pacífico entre las iglesias y la actitud de tolerancia que ese mismo conllevaría era precisamente lo que más escandalizaba a los adversarios de Ximénez. Baltasar Pérez no se cansa de denunciar «la razón que dize el señor Pero Giménez, que en las cosas de la religión no a de aver ninguna fuerça, sino que se a de dexar a la libertad de cada uno que siga lo que entendiere». Villavicencio, por su parte, en una de sus relaciones al rey, denuncia al consejero de Estado y protector de Ximénez, Joachim Hopper, «de ser público fautor de los hereges y ha[ber] tenido en su casa a Cassandro herege, y es de parecer que los hereges no ayan de ser castigados sino que con suauidad se aya tratar con ellos. I en todo el tiempo que estuuo en el magistrado no se hiço justicia de herege ninguno». En realidad, Hopper era un lector entusiasta de los libros de Sébastien Castellion, y el mismo Cassander le había enviado en 1563 desde Colonia, por medio del librero Arnold Birckmann, un ejemplar del recién publicado anónimo Conseil à la France désolée, con algunas indicaciones de quién era el verdadero autor46. No es, pues, de extrañar que el primer libro que Ximénez, empujado por sus amigos, se decidió finalmente a componer, tratase precisamente de un tema tan castellioniano como el de la tolerancia con los herejes.
22La información provenía esta vez de la gobernadora de los Paises Bajos, Margarita de Parma, que en una carta al conde de Hoogstraeten de diciembre de 1566 lo avisaba: «Nous avons entendu que ung Maistre Pierre Ximenes, Espaignol, est en Anvers chez Marco Pérez, et estre après pour faire imprimer ung livre contre lestrois rigoureuses peynes à l’endroict des sectaires47». Algunos historiadores antiguos como Charles Rahlenbeck y, más recientemente, Paul Hauben, dedujeron de este paso que Ximénez era el verdadero autor del famoso libro Sanctae Inquisitionis Hispanicae artes aparecido en Heidelberg en 156748. Pero solo hay que leer la respuesta de Hoogstraeten a la gobernadora para constatar que se trataba de un error y que Ximénez no había estado en Amberes, sino que se había quedado en Lieja o en Colonia durante los desórdenes pasados, habiendo roto, además, sus relaciones con Marcos Pérez, por haber este «changé d’opinion et que le dict Ximinez tient l’anchienne religion49».
23La información, sin embargo, no era del todo infundada. En realidad, Ximénez había redactado durante esos meses un tratado con el título Deliberationes de modis reducendi haereticos ad meliora mitioribus remediis quibus praefigitur nomen P. Ximenii, de cuyo contenido castellioniano solo podremos juzgar cuando reaparezca entre los «codices Vulcaniani» aún por clasificar de la biblioteca universitaria de Leiden50.
24De otro escrito de Ximénez sobre el tema de la tolerancia tenemos también noticia gracias a las detalladas notas tomadas por un censor de la congregación del Índice en Roma, de unas Petri Ximenii Sententiae de Operibus Infidelium et Haereticorum ex eius autographo descriptae51. De este mismo censor parece provenir el aviso de prohibición de la obra magna de Ximénez, Demonstrationes Christianae Catholicae Veritatis, en la que trabajó hasta el final de su vida: «Vigilandum in tempore ne in luce prodeant quae Petrus Ximenius quidam doctus et ingeniosus Coloniae molitur de concordia Religionis Christianae52». El censor, por una vez, parece haber tenido más éxito que el esperado, pues de los varios ejemplares manuscritos totales o parciales de las Demonstrationes que Ximenius hizo llegar a las manos de amigos, familiares o autoridades solo parece haber sobrevivido el enviado a Willian Cecil, lord Burghley, en Inglaterra, que en una subasta de 1687 se describía del modo siguiente: Tractatus De Authoritate et Infallibilitate Ecclesiae; De Authoritate S. Scripturae; De Visibilis Ecclesiae Potestate; Petri Ximenii et Aliorum Epistolae ad Ant. Sadelium etc.53.
25Sin embargo, recientemente, se ha rescatado la autoría de Ximénez de un ficticio Diálogo entre el rey Felipe II y el duque de Parma, Alejandro Farnesio, sobre la paz en los Países Bajos, publicado a distancia de unos meses en Colonia y en Amberes con ocasión de las negociaciones de la Pacificación de Gante de 1579. El título completo es Viri pietate, virtute, moderatione, doctrinaque clarissimi Dialogus de Pace. Rationes, quibus belgici tumultus, inter Philippum serenissimum et potentissimum Hispaniae Regem et subditos, hoc rerum statu, componi possint, explicans54.
26El Dialogus de Pace venía siendo atribuido tradicionalmente al comerciante y banquero católico neerlandés Gaspar Schetz von Grobbendonck (1513-1580). Pero hace solo tres años, Peter A. Heuser, partiendo del testimonio de un médico de Colonia de 1613, ha podido probar que Ximénez había sido el verdadero autor («Orationis de pace Belgica […] Metellus Ximenium authorem [esse] mihi est fassus»55). En confirmación de la autoría de nuestro Ximénez, podríamos añadir otros testimonios aún más cercanos a los hechos, como el del inquisidor de Lieja Antoine Ghenart en una carta al obispo de Gante Willhelmus Lindanus, en la que se queja de que el Diálogo de Ximénez no es solamente político, pues, aun sin contener nada contra la religión, concede demasiadas ventajas a los herejes:
No pocos defienden a Ximénez y su Diálogo con la excusa de que se trata de un libro político en el que no se afirma nada contra la religión, aunque el consejo allí propuesto no dejará de disgustar con razón a otros muchos, por parecer demasiado favorable a los herejes y concederles bastante más de lo debido56.
27Y en las memorias del poderoso y tolerante regidor de Ámsterdam, Cornelis Pieterszoon Hooft (1547-1627), viene atribuido el Dialogus de Pace dos veces a Ximénez: la primera a propósito de la libertad de religión concedida a los husitas en el siglo xv para pacificar el país («ende zyn landt te bevredigen, den Hussiten haere religie moeten vrylaten? [Ximenum de pace, p. 39]», y la segunda sobre una frase de Tertuliano de que, en las cosas de la fe, no hay que perseguir a nadie («vandyen ouden leraer Tertulliano, tot wyens thijden de Christenen nijet alleen nyemandt om geloofszaecken vervolchden [Ximenus in Dialogus de pace, p. 21]»57).
28El Diálogo entre el «Rex» y el «Dux» se abre con la presentación de este último al monarca de un informe muy razonable sobre el modo de pacificar los Países Bajos y sobre el grado de libertad de religión que el rey debería conceder a los habitantes de esos estados, estando claro que ni los luteranos ni los calvinistas de allí estarían nunca dispuestos a verse privados de la, como ellos dicen, libertad de sus conciencias, tras la pacificación de Gante de 157658. Ante la reticencia del rey, el interlocutor insiste en la necesidad de consenso, restitución y amnistía y ofrece soluciones viables que van más allá de lo propuesto cuatro años antes por Fadrique Furió Ceriol en sus famosos, pero desconocidos, Articuli seu Pacis inter Philippum Hispaniarum regem et Hollandiae et Zelandae confederatos conciliandae capita decem, Auriaco Principi per Metellum Furii Caeriolani nomine transmissa59. Ximénez propone como solución general, la introducción en los Países Bajos de la paz de religión («Religions-frid»), con la libertad de mantener iglesias de las confesiones minoritarias tanto en las zonas de mayoría protestante como en las de mayoría católica60, e invita al rey y a sus consejeros a no precipitarse en declarar herejes a tanta buena gente, honrada y moderada que, aún en sus mismos errores, continúan siendo hijos de Dios y herederos de la vida eterna, bastando que retengan el símbolo de los apóstoles y los credos de Nicea y Atanasio61. El Dialogus de Ximénez no desmerece en nada de la Consultatio de Cassander, de la Via regia de Witzel y hasta del Conseil à la France désolée de Castellion62.
Castellion en castellano: Las traducciones de Francisco de Enzinas
29Entre los españoles que trataron personalmente con Castellion, figura, en primer lugar, el burgalés Francisco de Enzinas. Se conocieron en Basilea hacia 1546 donde ambos frecuentaban la imprenta de su común amigo Oporino, y trabaron tan estrecha amistad que Enzinas tradujo al castellano e hizo imprimir algunos de los libros de la provocadora versión latina del Antiguo Testamento de Castellion, aún antes de que estos se publicaran63.
30Los libros del Antiguo Testamento traducidos por Enzinas y publicados (con la falsa marca de S. Gryphus) en la imprenta de Augustin Friess, a quien Enzinas mismo había hecho venir de Zúrich a Estrasburgo, son los siguientes:
31—El Psalterio de David tradvzido en Lengua Castellana conforme à la verdad Hebraica. En Leon, en casa de Sebastián Grypho, año de M.D.L. (pero en [Estrasburgo, A. Friess], 1550), en-8°, A1-Z8.
32—Los proverbios de Salomon declarados en lengua Castellana conforme à la verdad Hebraica. En Leon, en casa de Sebastian Grypho, año de M.D.L. (pero en [Estrasburgo, A. Friess], 1550), en-8°, A1-M8, N4, fos 1-99; Z8.
33—Libro de Iesvs hiio de Syrach. qv’es llamado, el Ecclesiastico, traduzido de Griego en lengua Castellana64. En Leon, en casa de Sebastián Grypho, año de M.D.L. (pero en [Estrasburgo, A. Friess], 1550), en-8°, A1-A8, fos [3], 1-109.
34—Exemplo de la Paciencia de Iob, En Leon, en casa de Sebastián Grypho, año de M.D.L. (pero en [Estrasburgo, A. Friess], 1550), en-8°, A1-G8, H4, fos [1]-60.
35Como muestra del estilo elegante y del modo de traducir de Enzinas del latín clásico de Castellion al castellano confrontemos el séptimo capítulo del Libro de Job en ambas versiones:
Es assy, que el hombre tiene un cierto es-pacio de tiempo en la tierra, y sus días son co-mo los días de un obrero. Así como desea el siervo estar a la sombra, y como el obrero espera su salario, así passo yo los meses calami-tosos, y me son contadas las noches llenas de trabajos. |
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Si estoy echado, pienso cuando me tengo de levantar, y passando toda la noche desde la tarde, me quebranto dando buelcos hasta la mañana. | Si decumbo, cogito quando si[m] surrecturus, et metienda nocte sera iactationibus ex[s]atior usque ad diluculum. |
Todo mi cuerpo está vestido de podrición y de suciedad de la tierra y mis cueros llenos de llagas y de materia. Mis días se consumen más presto que una trama, sin aver ninguna esperança. | Corpus habeo pu[t]re, et terreis obsitum sordibus, pellem ulceratam atque spurcam. Aevum meum trama celerius sine ulla spe consumitur. |
Acuérdate que mi vida es un viento, y que mis ojos nunca verán más el bien. Los ojos de los que al presente me vey[a]n, nunca más me mirarán. A grand pena tu abrás puesto en my tus ojos, quando yo seré ya consumido. | Memento vitam meam esse ventum, neque rursus meos oculos visuros esse bona. Non iam me spectabunt oculi cernentium: vix oculos in me conieceris, cum ego periero. |
Como una nube se consume, y se va, así tanbién el que desciende al infierno no torna. Nunca torna más a su casa, ni tanpoco le conosce más su lugar mismo. | Ut consumpta nubes abit: sic qui descendit in orcum non adscendit, non deinceps domum suam repetit: nec eum suus amplius agnoscit locus. |
De manera pues que yo no cerraré mi voca, ni dexaré de hablar, y lamentarme en tan grand congoja y tristeza de mi espirito y de mi alma. Soy por ventura yo una mar, o, una ballena, para que tú me pongas guarda? | Igitur ego meum os non continebo, quo minus in animi mei et mentis angore ac moerore loquar atque querar. Num pelagus ego sum? aut cetus? ut tu mihi custodiam adhibeas? |
Quando yo pienso que mi cama me ha de consolar, y que mi lecho ha de mitigar mis querellas, tú me vienes a espantar con sueños, y me atormentas con visiones de tal suerte, que mi ánima desea más estar muerta y ahorcada, que estar dentro de mis miembros. Yo no quiero vivir para siempre, déxame estar, pues que mi vida es tan vana. | Quod si cogito fore, ut me meus lectulus consoletur, ut meam levet querimoniam meum cubile: tu me perterres insomniis, spectrisque perturbas, adeo ut meus animus suspendium malit, et mortem, quam meos artus. Nolo vivere perpetuo: missum me fac, quum tam sit inanis aetas mea. |
Qué cosa es el hombre, para que tú le tengas en tan grand estima, que hagas d'él tanto caso, y tengas d'él cada día tan particular cuydado, y le prueves de hora en hora? | Quid est homo ut eum tanti facias, eius ut rationem habeas ? Eumque quotidie cures, et per singula momenta explores? |
No te apartarás jamas de mí? no me darás si quiera un poco de espacio para tragar mi saliva? Sea así, yo pequé: Qué quieres yo te haga, si tú tienes respeto a los hombres? | Quandiu me non omittes, non laxabis? dum meam glutim salivam. Peccaverim, quid tibi faciam homines observanti? |
Por qué me has tú hecho contrario a tí? de tal suerte, que yo mismo me he agraviado? o, por qué no quitas tú mi peccado, y deshazes mi falta? Pues que quando al presente yo fuere puesto en la tierra, aun que me busques con grand vigilancia, no me hallarás. | Cur me tibi contrarium fecisti, ut ipse mihi sim oneri? Aut cur non peccatum meum tollis, et crimen aboles, qui cum iam humi iacebo, si me vigilanter conquiras, nusquam ero.(Biblia, interprete Sebastiano Castalione, Basileae 1551, fo AA 2ro). |
(Exemplo de la Paciencia de Iob, «Lyon, Gryphus» [Strassburg, Fríes], 1550, B ii-iiii). |
36Enzinas traduce el Libro de Job y el Psalterio siguiendo literalmente el texto latino de Castellion, mientras que en los Proverbios, amplificando la versión del saboyardo, parafrasea en muchos lugares y hasta introduce pasajes de otros libros bíblicos. En la traducción del Libro de Sirácida, Enzinas dejó sin traducir todos los lugares que Castellion había señalado con una «L», es decir que solo se encontraban en la Vulgata, e hizo una nueva división de los capítulos. Pero en todos los cuatro libros Enzinas siguió el modelo clasicista de la traducción de Castellio: Querenappuca (otros: Cornustibii, Cerenaphuch); Vergilias (otros: Hyades, Pleiades); Pluton (otros: infernus); Augustus supremus (Enzinas: soberano; otros: sanctus, altissimus). En el lugar de Iesus Syrach 24, 32 («Haec omnia [(L) vitalis] est liber foederis Supremi Dei») Enzinas traduce: «Y esta sapiencia, y toda esta divina excelencia que digo, se contiene en el libro de la confederación hecha con el soberano Dios»; y en el mismo libro Syrach 45,12, reproduce también en mayúsculas la inscripción en la túnica de Aarón: «CLARITAS ET INTEGRITAS = CLARIDAD Y PERFECTIÓN»; una inscripción esta que no se lee en ninguna Biblia. Parece, pues, que Enzinas, siguiendo a su amigo Castellion, no tenía nada en contra de enriquecer la Biblia con textos complementarios, aunque no podemos decir, por haberse perdido el manuscrito, si en su versión castellana completa de la Biblia el burgalés hubiera llegado tan lejos como su modelo saboyardo, quien completó la laguna histórica desde el tiempo de los macabeos hasta el nacimiento de Cristo añadiendo simplemente los textos de Flavio Josefo.
37Pero Enzinas tenía planes más ambiciosos. El burgalés, quien ya en 1543 había traducido el Nuevo Testamento al español partiendo del texto de Erasmo, se propuso traducir un decenio más tarde todo el Antiguo Testamento a la misma lengua siguiendo de nuevo el texto de la Biblia latina de Castellion. Y esta versión de la Biblia entera en español, para la que Enzinas había hecho grabar unas seiscientas imágenes y fundir unos tipos de letra magníficos (que luego utilizó Oporino en la segunda edición de Vesalio, De corporis humani fabrica de 1555), Enzinas la quiso hacer imprimir en Ginebra, gracias a la ayuda del mismo Calvino, quien se había ofrecido a buscar comanditarios entre los comerciantes de Ginebra para financiar la impresión. Solo la muerte temprana de Enzinas, antes de la realización del proyecto, evitó al reformador de Ginebra la afrenta más infamante de su vida: financiar y publicar en su misma ciudad, para edificación cristiana de sus enemigos en el campo político, la versión de la Biblia de sus mayores enemigos en el campo religioso65.
La internacional castellioniana: Marcos Pérez de Segura
38Admiradores y continuadores de Castellion (como lo eran también de Erasmo) fueron los dos fugitivos del monasterio de San Isidoro de Sevilla: Casiodoro de Reina y Antonio del Corro. Ambos protegidos en Amberes por Marcos Pérez66, el riquísimo comerciante sevillano y jefe del comité calvinista de la ciudad, en cuya casa, como hemos visto arriba, Pedro Ximénez presuntamente «était après pour faire imprimer ung livre contre les trois rigoureuses peynes à l’endroict des sectaires». Pérez, que se había propuesto nada menos que comprar al rey Felipe II la libertad de religión para los Países Bajos por la cantidad de tres millones de florines en oro67, tuvo que abandonar Amberes en abril de 1567 ante la inminente llegada del duque de Alba y fijó su residencia en Basilea. Rico hombre de negocios, banquero cosmopolita y consumado políglota, como lo retrata Pierre Ramus en 1571, Marcos Pérez dominaba cinco idiomas (holandés, alemán, italiano, español y francés), amaba la literatura y hasta se expresaba elegantemente en latín68. En Basilea entró, desde el primer momento, en contacto con los ciudadanos prominentes de la ciudad. Interesado en conocer a un buen predicador, sus nuevos amigos, como Bonifacius Amerbach y Theodor Zwinger, le recomendaron a Johann Brandmüller, pastor de la parroquia de San Teodoro en la orilla norte del río Rin y uno de los dos albaceas que custodiaban los manuscritos inéditos de Castellion. Este hecho indignó tremendamente a Guglielmo Grataroli, un médico calvinista italiano residente en la ciudad, quien no tardó en amonestar a Pérez por haberse dejado embaucar por los miembros y fautores de la secta de Castellion:
Et iam pridem mihi dixit dominus Marcus Peres, civis Antverpiensis et hic habitans, fuisse ex eis aliquem vel plures, qui illi solum ac prae aliis commendarunt Brenmüllerum, concionatorem Transrhenanum. Ego illi domino Peres tunc respondidi et monui ut debui. Satis scio me non placere iis qui illius, nempe Castalionis, sententiam (ne dicam: sectam) sequuntur et extollunt69.
39La reacción de Pérez no fue otra que la de hacer caso omiso de los consejos del intransigente Grataroli y apoyar financieramente a la viuda y a los hijos de Castellion empleando algunos en su servicio70.
40En una carta escrita el 28 de abril de 1570 desde Basilea, nuestro mercader castellionista, como Guggisberg nombra a Marcos Pérez, confesaba abiertamente al diplomático francés Hubert Languet cuál consideraba ser la causa de los mayores males en la iglesia de Dios. Lejos de derivarse estos de las divergencias en la doctrina o de la multitud de confesiones de fe, la causa primordial consistía, según Pérez, en la obstinación e intolerancia con que los dirigentes de todas las iglesias imponían sus convicciones personales como dogmas infalibles y vinculantes para la salvación.
A mí me parece que una opinión, que veo enraizada en los cerebros de todos los ministros de la Iglesia, sean de la Romana, la Luterana o la Reformada, ha sido siempre y continuará siendo causa de grandes males en la Iglesia de Dios. Es a saber, que aquellos que gobiernan la Iglesia no pueden errar. Porque de aquí surge la obstinación que tienen los unos y los otros en mantener aquello que una vez ha sido recibido, sin querer nadie ceder en algo por nada del mundo. En cuanto a mí, no sé si yo pecaré mucho por creer que, en tanto los gobernadores de la iglesia son hombres, no pueden evitar de errar y que tanto más les será necesario tratar de aprender y corregirse, tendiendo a la perfección. ¿Pero qué sucede en realidad? Algunos reconocen ciertamente que su propia Iglesia no es ni mucho menos pura del todo y que en ella abundan los defectos, pero esto no son más que propósitos generales, pues en cuanto se toca a los casos particulares, entonces la música suena de muy otra manera […] Yo creo que las buenas gentes tienen miedo de su propia sombra71.
41Entre los protegidos de Marcos Pérez en Basilea, hay que mencionar, en primer lugar, al traductor de la Biblia al español, Casiodoro de Reina. Pérez había protegido a Casiodoro en 1564 en Amberes, después de su fuga de Inglaterra72, y ahora, en Basilea, le ofreció de nuevo albergue en su propia mansión (en el Engelhof) durante el año y medio que precedieron a la impresión de la Biblia73. Al mismo tiempo, Pérez defendió a Casiodoro de los rumores y acusaciones de los calvinistas españoles en París y Fráncfort del Meno74 y subvino finalmente a los costes de la impresión en la oficina tipográfica de Thomas Guarin, que se concluyó finalmente en la última semana de junio de 1569.
La lucha por la palabra libre: Casiodoro de Reina
42En Basilea, como anteriormente en Estrasburgo, Casiodoro encontró entre los profesores de la universidad, los refugiados y hasta los teólogos un ambiente intelectual muy propicio a sus ideas. Y cuando en 1570 decidió definitivamente trasladarse con su familia a Fráncfort, el antistes filoluterano de Basilea, Simon Sulzer, recomendó calurosamente a Casiodoro a los colegas de la ciudad del Meno como hombre querido de todos («nobis certe charus et acceptus») por su sincera piedad, sus cándidas costumbres, su aborrecimiento de las controversias teológicas y su aplicación al estudio de las escrituras, al contrario de tantos otros exilados, los cuales infectados como estaban algunos por dogmas siniestros, «dogmatibus sinistris infectos», no hacían sino perturbar75. Los detractores calvinistas de Londres, al contrario, y en particular el sucesor de Calvino en Ginebra, se negaron totalmente a extender al español cualquier tipo de recomendación («ie ne le vous accordarai iamais»), impidiéndole de nuevo cualquier carrera eclesiástica76.
43En realidad, de lo que los calvinistas franceses y españoles en Londres acusaban a Casiodoro era de ser un admirador de Servet y de haber dicho «que Servet estoit vng grand homme, et que s’il eust vescu, il eust faict grand profit à nostre nation»; de haber besado su libro y declarado no haber entendido la Trinidad hasta leer a Servet; de haberse opuesto a la fundación de una iglesia española en Ginebra «pour la cruauté du Magistrat»; de poseer un libro impreso cuyo tema era no quemar en ningún caso a los herejes («qu’on ne debuoit point brusler les heretiques»); y entre otras muchas cosas más, finalmente, haber escrito desde Ginebra una carta nada menos que a Sébastien Castellion llamándolo por añadidura docto y piadoso varón («qu’il a escript vne letre a Castalio le suscript de laquelle estoit Docto et pio viro Sebastiano Castalioni […] laquelle Cassiodore envoyoit de Geneue»)77. Lo más curioso del caso es que entre los acusadores de Reina en Londres se encontraban dos personajes, Gaspar Zapata y Francisco de Ábrego, que en realidad estaban a sueldo de la Inquisición española, la cual en el fondo tenía el mismo doble interés que los calvinistas teledirigidos por Ginebra: impedir a toda costa que Casiodoro continuara su traducción de la Biblia y boicotear al mismo tiempo el funcionamento de una iglesia española en Londres con un «relapso» de la Inquisición como cabeza o con un admirador de Castellion como pastor78.
44No disponemos de espacio suficiente para analizar detalladamente aquí las evidentes influencias castellionianas en todos los escritos de Casiodoro de Reina, retrazables ya en la Hispanica Confessio fidei79, redactada por él en latín en 1560 para obtener una iglesia de lengua española en Londres, y presentes también en su versión española, publicada en Fráncfort del Meno en 1577: Confesión de fe hecha por ciertos fieles españoles, que huyendo los abusos de la iglesia Romana, y la crueldad de la Inquisición d’España hizieron a la Iglesia de los fieles para ser en ella recebidos por hermanos en Christo80. Pero sí para afirmar que ambas confesiones no corresponden en absoluto al tipo de confesión de fe en vigor entre los protestantes de entonces, como he expuesto en el análisis de ambas en otra ocasión81.
45Al contrario de todas las otras confesiones evangélicas y reformadas, Casiodoro sitúa la inspiración directa del Espíritu Santo en el corazón del creyente a un mismo nivel de autoridad como la Biblia y proclama la libertad absoluta en anunciar la palabra. No es pues de extrañar que Casiodoro solo nombre la Biblia como de paso y siempre en segundo lugar, que acepte la disciplina de una iglesia solo a condición de que esta no se oponga a la libertad y la caridad cristianas, o que aquí se prevenga a los fieles contra todos aquellos, que en lugar de predicarles el Evangelio, pretenden ser tiranos de sus conciencias («tyrannidem in conscientiis eorum exercere velint»). En esta Confessión de fe se afirma, además, que los términos Trinidad y Persona, así como el mandato de bautizar a los niños no se encuentran en la Biblia; aquí no se habla tampoco de generación eterna del Verbo ni de unión hipostática de las dos naturalezas de Cristo. Con Erasmo, pero también con Servet, se acentúa aquí la preeminencia del Padre como origen y fuente de toda la divinidad y de todo cuanto existe («qui origo et fons sit tum divinitatis tum etiam omnium quae in coelis ac terris sunt»); se dice que «Jesús el Cristo» es un simple retrato e imagen del Padre, mientras que el Espíritu Santo no es más que la fuerza y actividad de la Deidad, como obra en todas las creaturas y sobre todo en el hombre. Reina cierra la Confessión de fe únicamente con el Credo de los Apóstoles, lo cual en sí no tiene nada de falta de ortodoxia, pero tras las experiencias con los disidentes antitrinitarios (Gribaldi, Gentile, Alciati, Biandrata) se había decidido en Ginebra en 1558 (es decir, durante el tiempo en que Casiodoro se encontraba aún allí) declarar este Credo insuficiente y añadir el Credo de Nicea y el de Atanasio en todas las sucesivas confesiones de fe. O como a este propósito escribió el heterodoxo italiano Iacopo Aconcio en sus Stratagemata Sathanae de 1565: «Extat quidem antiquissimum fidei symbolum apostolorum titulo, sed illud ita probant omnes, ut tamen eius usum non agnoscant». Aconcio sabía por experiencia propia de qué hablaba, pues Casiodoro lo había nombrado presidente del consistorio de la Iglesia española de Londres algunos meses más tarde de la redacción de esta Confessión82. Y esto explica también la relativa facilidad con la que Casiodoro se pasó del campo de la Iglesia reformada al de la evangélica o luterana sin dar importancia alguna a las diferencias dogmáticas que llevaron a la ruptura secular entre ambas iglesias al publicarse en 1578 la Fórmula de la concordia.
46La presencia más importante de Castellion en los escritos de Casiodoro de Reina hay que buscarla naturalmente en su traducción de la Biblia de 1569 y en sus comentarios al Evangelium Ioannis, hoc est, Ivsta ac vetvs apologia pro aeterna Christi divinitate publicada en Fráncfort del Meno en 1573.
47En la «Amonestación del intérprete al lector», donde Casiodoro hace relación de las diversas ediciones anteriores de la Biblia de las que «nos auemos ayudado» como medios auxiliares para la traducción (Vulgata, Septuaginta, Pagnini, «vieja translación española de Ferrara») no se menciona obviamente la versión de Castellion, como tampoco se nombran la de Sebastian Münster, las de Zúrich y de Ginebra o las del Nuevo Testamento de Francisco de Enzinas y de Juan Pérez, de las que el español ocasionalmente también se sirvió. Pero lo primero que salta a la vista es el mantenimiento del canon de libros en el orden tradicional, al contrario de todas las biblias protestantes, pero exactamente como había hecho Castellion en su versión. Lo mismo vale para la inclusión de los libros deuterocanónicos trasmitidos solamente en el griego de la Septuaginta o los añadidos de la Vulgata. Este hecho no escapó al gran crítico escriturario del siglo xvii, Richard Simon, quien señalo el idéntico modo de proceder de ambos intérpretes en sus sendas traducciones83. Otra novedad de Casiodoro, sacada de Castellion, es la introducción por primera vez en una Biblia en lengua vulgar del término Jehová en lugar de el Señor, der Herr, le Seigneur. Como el amigo y protector basiliense común de ambos, Theodor Zwinger, señaló en su Theatrum vitae humanae de 1565, había sido Castellion el primero en romper con la tradición cristiana de sustituir el nombre hebreo de Dios por el de Dominus84. Pero esto lo hizo Castellion solo en la Biblia latina (IOVA), pero no en la francesa. Casiodoro, en cambio, justifica su decisión con las palabras siguientes:
Auemos retenido el nombre (Iehoua) no sin grauíssimas causas. Primeramente, porque donde quiera que se hallará en nuestra versión, está en el texto hebreo, y nos pareció que no lo podíamos dexar, ni mudar en otro sin infidelidad y sacrilegio singular contra la Ley de Dios, en la qual se manda, que no se le quite, ni se le añada85.
48Menos visibles son los préstamos castellionianos incluidos por Casiodoro, no en las anotaciones de su Biblia, que le fueron prohibidas, sino en los epígrafes descriptivos de los diversos capítulos, donde en forma de regesto, se resume y describe el contenido allí tratado. Así pues, la interpretación del rey Ciro como una prefiguración de la persona del Mesías (Isa. 52:3), que los detractores de Casiodoro en Londres habían tachado de sospechosa, no aparece en el correspondiente margen, como un censor calvinista, Niccolò Balbani, allí la esperaba, sino en el inocuo argumento que resume todo el capítulo. Lo mismo sucede con la exégesis de Isa. 66:9, criticada también por sus detractores de Londres, donde Casiodoro afirma que no se trata allí de la generación eterna de Cristo, sino del nacimiento de la iglesia86. Y en el versículo Hebr. 3:14, declaraba la unión del creyente con Cristo como una participación real «de su naturaleza divina, de su cuerpo, de sus dones por su Espíritu».
49Pero lo que Casiodoro no pudo incluir como notas marginales en su Biblia de 1569, lo recuperó en parte en sus comentarios al Evangelio de san Juan y al capítulo cuarto del Evangelio de san Mateo, a saber, en la In Evangelium Ioannis: hoc est, Ivsta ac vetvs apologia pro aeterna Christi divinitate publicada en Fráncfort en 1573 y en la Expositio primae partis capitis qvarti Matthaei, commonefactoria ad Ecclesiam, De periculis Ministrorum Verbi in tempore cauendis, publicada conjuntamente con la anterior, y que merecieron en algunas partes las reprimendas de Beza, sobre todo por la «temeridad» de Casiodoro, a quien ni siquiera se digna nombrar («ex illius Hispani, cuius tamen nomini nunc parco, audacia»)87. El reproche del sucesor de Calvino no iba solo por haber constatado Casiodoro que los capítulos al final del Evangelio de san Juan estaban alterados en el orden, pues, como cualquier otro libro de la Antigüedad, también podrían haber sufrido alguna pérdida. El español enunció aquí también, oponiéndolo a la predestinación calvinista, el tema de la incomparable y sobre toda humana inteligencia sublime amplitud del reino de Dios («de amplitudine incomparabili et humanam omnem apprehensionem excedenti Paterni Regni» y habla de la excomunión como castigo más que suficiente entre los cristianos, sin que se tenga que recurrir a largas prisiones o a la bárbara quema de hombres vivos:
Y lo echaron fuera, [Juan IX, 34]: Lo excomulgaron […] Una pena bastante leve, en realidad, si se la compara con la crueldad de los fariseos de nuestro tiempo, quienes a un hombre, considerado por ellos culpable de herejía, primero le someten a largas prisiones y horrores más insoportables que la misma muerte; y después, si no se arrepiente de sus afirmaciones y no las revoca según ellos ordenan, con inaudita crueldad lo queman vivo. ¡Oh tiempos88!
50Y en otro pasaje de este comentario al Evangelio de san Juan, Casiodoro tiene una reflexión contra el antijudaísmo del evangelio que solo a un converso español se le podía ocurrir: «por qué los evangelistas, siendo ellos mismos judíos, siempre que se refieren a los detractores los califican de judíos, como si ellos no se reconocieran como tales89».
51Desde el punto de vista castellioniano, esta Apologia o comentario al Evangelio de san Juan de Casiodoro es superado con creces por la ulterior Expositio de los capítulos de san Mateo donde, comentando las tentaciones de Cristo en el desierto, el español arremete contra el nuevo cesaropapismo que él veía avanzar a grandes pasos al par de la intolerancia por parte de los dirigentes de las iglesias surgidas de la Reforma. Casiodoro ha escrito aquí un impresionante alegato a favor de la libertad de expresión en la iglesia, pues nuestro conocimiento abarca solo una parte, e igual ocurre con nuestra enseñanza («sed ex parte modo est nostra cognitio, ex parte nostra prophetia»), a la vez que una crítica severa contra toda especie de Inquisición, contra la politización del evangelio y contra la arrogancia y soberbia ridículas de quienes usurpan para sí solos el derecho a la censura suprema («quam supremae censurae jus non tam superbe quam ridicule sibi usurpare»). De esta usurpación del poder, escribe Casiodoro, surgieron tantas luchas y controversias, a veces por cosas graves, pero casi siempre por cuestiones de nada; de aquí derivaron en la iglesia antigua todas las herejías, todas las excomuniones entre unos y otros, todas las deposiciones y restablecimientos de obispos, quizás también todos los milagros. Y aún todo esto es poco, concluye Casiodoro, comparado con las persecuciones, inquisiciones, tiranías y condenas que desolan tantos países en nombre de la religión90.
52No sorprende, por tanto, que uno de sus más influyentes protectores, Johann Sturm, en una carta al landgrave Guillermo de Hessen de 1575 recomendase precisamente a Casiodoro como el intermediario ideal para obviar la ruptura definitiva entre las dos principales confesiones, la luterana y la calvinista, fomentada por la controversia sobre la Eucaristía. Una controversia que, en una carta al mismo landgrave, Casiodoro había definido como un conflicto provocado por la truculenta bestia del diablo a fin de destruir las iglesias desde su interior («truculentae huic belluae dissidio de coena domini ecclesias intus dissipanti»).
53Tal actitud del español, insistía en su carta Sturm, habría llevado hace unos años a Casiodoro a mediar con éxito entre las iglesias del refugio flamenco en Fráncfort y los teólogos luteranos de esa ciudad, logrando establecer la concordia entre ambas partes. Este español, continúa Sturm, entiende mucho en el negocio de lograr concordias y pacificar iglesias y, si el landgrave lo tuviera a bien, sería el personaje ideal para ser enviado como negociador a Inglaterra a fin de lograr un acuerdo con la Reina y con el reino. Un acuerdo este que, de llevarse a cabo, facilitaría enormemente el consenso de las iglesias de Francia y de los Países Bajos.
54Sturm no olvida mencionar a la familia de Casiodoro con sus tres hijos y el oficio de su mujer, óptima bordadora y trabajadora de la seda, y continúa su carta insistiendo en la aptitud de Casiodoro para un puesto de predicador (Hofprediger) de lengua francesa en Cassel (como sucesor de Jean Garnier) o de profesor de Teología en la Universidad de Marburg. En cualquier caso, concluye Sturm, y tratándose de negociaciones teológicas, sea delante de príncipes y reyes, sea en Consejos o coloquios oficiales, cuanta más autoridad le otorgase el landgrave a Casiodoro, tanto mejor llevaría este a cabo su misión, pues es hombre eminente en doctrina y letras, de buen juicio y moderado como quien más91.
55El testimonio de Sturm sobre Reina corrobora el irenismo incondicional de este y la poca importancia que daba a las diferencias dogmáticas entre reformados y evangélicos. Pero, por las razones que fueran, Casiodoro no obtuvo entonces del landgrave ni cátedra en la universidad ni encargo diplomático, mientras que la ruptura total entre las iglesias de la Reforma se consumaría definitivamente tres años más tarde a raíz de la publicación de la mal llamada «Formula de la Concordia» (1578). Cierto es que, a partir de entonces, Casiodoro pudo entrar al al servicio del landgrave como agente y conseguidor de libros para la corte de Cassel y después también como informador en asuntos políticos desde los Países Bajos92.
La santa y otras inquisiciones al desnudo: Reginaldus Gonsalvius Montanus
56Por lo referente a la situación en su patria donde arrasaba la Inquisición española, Casiodoro compuso junto a uno o dos de sus compatriotas un libro contra la persecución y en favor de la tolerancia religiosas que igualaría en fama el De haereticis an sint persequendi de Sébastien Castellion. Se trata de las célebres Sanctae Inquisitionis Hispanicae artes detectae aliquot, ac palam traductae, que, después de dos intentos fallidos en Basilea y en Estrasburgo, fueron publicadas finalmente en 1567 en Heidelberg bajo el seudónimo de Reginaldus Gonsalvius Montanus93. Casiodoro fue también, desde Estrasburgo, el primero en comunicar a sus compatriotas la reciente aparición del libro: «Los misterios de la Inquisición están impresos en latín, creo que por allá los verán94».
57No pretendo presentar aquí de nuevo las pruebas que nos han llevado a mí y a otros estudiosos a certificar la autoría de Casiodoro (y también la de al menos Antonio del Corro) en la composición de este librito que marcó profundamente la historiografía de la Inquisición por más de tres siglos y que todavía hoy conserva su validez como relato no imparcial, pero sí fuente de primera mano para la historia del movimiento protestante de Sevilla. Solamente quisiera mostrar al lector la huella de los textos y del espíritu de Castellion en algunas de las formulaciones, sobre todo en el prefacio de la edición original, que nosotros atribuimos indiscutiblemente a Casiodoro95, la cual se convirtió desde el primer momento en un bestseller96.
58Los calvinistas detractores de Casiodoro supieron utilizar inmediatamente para su propaganda este gran incunable de la publicística contra la Inquisición, pero no se mostraron particularmente generosos ni con el autor de las Sanctae Inquisitionis Hispanicae artes ni con sus ideas. Pues tanto la edición francesa, traducida por Jacques Bienvenu y realizada por Jean Crespin en 1568 en Ginebra, como la neerlandesa, traducida por Joris de Raedt y editada por Petrus Dathenus en 1569 en Wesel, están enriquecidas con un minucioso índice de 10 páginas donde se ofrece al lector una idea global del contenido del libro, pero ambas silencian a su vez completamente hasta el seudónimo del autor y reducen a solo 4 páginas las 28 de que constaba el prólogo original de Montanus-Casiodoro97. Estos cuatro calvinistas, todos ellos antiguos conocidos de Casiodoro, sabían muy bien lo que hacían al efectuar tal desmoche, pues ese prólogo contiene un grandioso manifiesto por la tolerancia religiosa, sacado en parte de escritos de Castellion como el De haereticis an sint persequendi y del Conseil à la France désolée98.
Para acabar con la herejía, [escribe Montanus-Casiodoro en su prólogo] no hay necesidad ni de espada ni de fuego, sino de la sola palabra de Dios, como dice el apóstol Pablo en su carta a Tito […] Pues, del mismo modo que nunca se podrá infundir a la fuerza y con tormentos la fe verdadera, así tampoco se extirparán las herejías ni siquiera con la muerte misma de los herejes. Por eso mismo, lo más apto para ambas cosas es la palabra de Dios, único instrumento que engendra y aumenta la fe y que, por su propia luz, destapa inmediatamente todo lo que sea error. Se debe, por tanto, consultar exactamente las Sagradas Escrituras y ver qué penas se establecen en ellas contra los pertinaces y los que obstinadamente se resisten a la verdad. ¿Es que acaso allí se mencionan los azotes o el suplicio más cruel de todos, el de morir en la hoguera? ¿O esas famosas confiscaciones de bienes, tan avaras, tan inicuas, tan absurdas y tan ajenas al ser cristiano? Más aún, ¿con qué palabras razonables podríamos describir ese género de penitencias (por no hablar de la ignominia que ellas implican, indeleble para siempre jamás) aún contra los que se hayan retractado de su error? De tales castigos, el apóstol no dice ni una palabra […] sino habla más bien de evitar al hereje después de una primera y otra segunda amonestación. Manda que sea amonestado de su error, una, dos veces, y esto por el obispo, no que se le arrastre delante de un juez, ni que se le apliquen de inmediato castigos en extremo gravísimos por ese mismo error. Y si la amonestación no prospera […] ordena que se le excomulgue, esto es, que sea apartado y excluido de la congregación de los fieles, y esto no por venganza de su error o contumacia, sino para remedio99.
59Esta es la doctrina de Pablo en su carta a Tito, prosigue Montanus-Casiodoro y esa doctrina está corroborada por el precepto de su Maestro como consta en el evangelio de Mateo c. 18 (15-17): «… y si no oyere tampoco a la iglesia, sea para ti como gentil y publicano», es decir que se considerará que no pertenece más a la congregación de los creyentes y al reino de Cristo más que quienes nunca hubiesen recibido la fe. Este grado de severidad, harto riguroso si bien se mide, es la línea a no traspasar por la disciplina cristiana («In hoc seueritatis gradu, eoque si bene perpendatur satis seuero, sistit gressum Christiana disciplina»)100.
60Ese argumento sobre los límites del control eclesiástico o de la «Christiana disciplina», que había sido formulado anteriormente por Castellion como una de las dos causas que le movieron a redactar el De haereticis an sint persequendi de 1554101, lo utilizará de nuevo Casiodoro en su Biblia española, precisamente en el epígrafe correspondiente al capítulo del Evangelio de Mateo arriba indicado: «Señala el remedio que se pondrá por la Ecclesiástica disciplina quando los vnos hermanos offendieran a los otros; y de qué rigor se vsará con el contumaz a la Yglesia102».
61Pero en este prólogo de Montanus-Casiodoro a favor de la tolerancia religiosa no es difícil retrazar también influencias del Conseil à la France désolée, como en el ejemplo del médico prudente: «Un sage médecin ayme mieux laisser ester la maladie que de tuer le malade103», que en la adaptación del español resulta operar a la inversa:
Errores vero errantium morte qui vellet extirpare, perinde sane fecerit ac prouidus scilicet medicus, qui aegrotos malo quopiam morbo liberare cupiens dedita opera extinxerit104.
62O como suena en la traducción: «Mas quien pretenda extirpar los errores con la muerte de los que yerran, hará ciertamente igual que un médico previsor que, deseoso de curar a los enfermos de cualquier enfermedad, puesto a la obra los mata105». Y nuestro autor concluye:
Añádase que quienes dicen que con ese sistema extirpan ellos las herejías, aparte de que no lo consiguen (pues la mentira sigue actuando bajo la máscara de la verdad), quitando del medio al que yerra, le privan de toda posibilidad de salvación106.
63Excepción hecha de las penas e ignominias indelebles representadas por los sambenitos y específicas de España, toda la argumentación de Montanus-Casiodoro contra la persecución de los herejes por parte de la Inquisición era también válida y trasferible a la situación de entonces en otros países de Europa. Esto explica, pues, que los editores de la edición ginebrina de 1568 silenciaran la mayor parte de este prólogo y se contentaran con traducir de él solamente algunos párrafos sobre la persecución de «tantos moros y judíos convertidos a la fuerza en cristianos nuevos y no por propia voluntad» («les dits Maures et Iuifs nouueaux Chrestiens amenez à ce titre plustot par contrainte que de bonne vueille107»), y dedicaran solamente unas pocas líneas al final para mencionar a «los hijos de la luz» («les enfans de Lumiere»), es decir, a sus correligionarios.
Difundiendo a Castellion: Antonio del Corro y la libertad de conciencia
64El mayor admirador español de Castellion y quien más ha asimilado de sus escritos es, sin embargo, el amigo y discípulo de Casiodoro, Antonio del Corro108.
65De todos los monjes huidos del convento de San Isidoro de Sevilla, Corro fue el primero en llegar a Ginebra a finales de 1556. Fue también el único que, al no disponer del grado de bachiller, obtuvo una bolsa de estudios de los señores de Berna para cursar teología en la Academia de Lausana (Lausanne), donde enseñaba Teodoro de Beza. En mayo de 1559, Calvino mismo recomendó a Corro al tutor del futuro rey Henri IV en Nerac (Bearne) como a un «español cuyo estudio y piedad nos son conocidos de primera mano» («hispanus, in quo genuinum pietatis studium deprehendimus109»).
66Según su propio testimonio, Corro había decubierto la tiranía del papa y de los inquisidores en 1552 durante el proceso contra Juan Gil (doctor Egidio) y, todavía en el monasterio, se confirmó en esta opinión mediante la lectura de libros de Lutero y de otros doctores protestantes de Alemania. Unos libros que le proporcionaban de buena gana los mismos funcionarios de la Inquisición a cambio de algún regalo o gracia que él les hacía:
… quelques livres de Martin Luther et d’autres Docteurs Protestans de l’Allemaigne: lesquels me donnoient tres volontiers les mesmes Officiers de l’Inquisition, en change de quelque present ou gratieuseté, que ie leur faisois110.
67Pero durante su estancia en Lausana, las agrias controversias de los reformadores ginebrinos contra el campeón de la libertad de conciencia Sébastien Castellion a propósito del caso Servet, le causaron la impresión de haber salido de «la tiranía del Papa para caer en otra parecida» («de la tyrannie du Papisme pour entrer dans une autre presque semblable»). Fue entonces cuando Corro comenzó a interesarse por los libros de otros disidentes religiosos como Schwenckfeld, Krautwald, Velsius, Osiander o Aconcio y decidió prescindir en sus propios escritos de las «questiones superfluas» del todo ajenas a la «edificación de las conciencias»111. Así, cuando fue llamado como ministro de lengua francesa a Amberes a raíz de la revuelta de 1566, el célebre «Wonderjaar», Corro se negó rotundamente a ratificar la condena explícita de los errores de anabaptistas, antitrinitarios y libertinos y, en particular, de Schwenckfeld y Castellion, que cada nuevo ministro estaba obligado a firmar («respondit se verbo Dei subscripturum, non autem hominum placitis112»).
68Corro había sido llamado al ministerio de Amberes por ser súbdito del rey de España, pues, de acuerdo con el compromiso firmado con la regente Margarita de Parma en septiembre de 1566, solo estos estaban habilitados para predicar en público. Pero, cuando la regente y el magistrado de Amberes averiguaron por fin
quién era el hombre que andava en hábito de lego y había benido de Francia, el qual dezían que era español, había sido fraile en el monasterio de San Ysidro desta ciudad [Sevilla] y dezian que era sobrino o primo de un inquisidor desta ciudad que llamaban El Corro, el qual bino a predicar la secta lutherana y lo procuró hacer con grande ynstancia113…
69le prohibieron inmediatamente predicar, «pour la grande offense que Sa Majesté en recepvroit», es decir, «por la grande ofensa que se haría a su majestad el rey» si un proscrito del reino, condenado y quemado ya en estatua por la Inquisición, osara subir al púlpito en una de sus ciudades.
70Al español, por tanto, no le quedó otra alternativa que la de la pluma y del papel. Durante el corto período de libertad religiosa en Amberes que precedió a la llegada del duque de Alba, Corro escribió e hizo imprimir una propia confesión de fe en forma de carta abierta al rey Felipe II (Lettre envoyée à la Maiesté du Roy des Espaignes &c. notre Sire. Par laquelle un sien treshumble subiect lui rend raison de son departement du Royaume d’Espagne, & presente à sa Ma[iesté] la confession des principaux poinctz de nostre Religion Chrestienne: luy montrant les griefves persecutions, qu’endurent ses subiets du Païs-Bas pour maintenir ladite Religion, & le moyen duquel sa Ma[iesté] pourroit user pour y remedier114) y un atrevido programa de acuerdo mínimo confesional entre luteranos y calvinistas (Epistre et amiable Remonstrance d’un ministre de l’Evangile de nostre Redempteur Iesus Christ, envoyée aux Pasteurs de l’Eglise Flamengue d’Anvers, lesquelz se nomment de la Confession d’Augsbourg, les exhortant à concorde et amitié avec les autres Ministres de l’Evangile115). Ambas publicaciones carecen de pie de imprenta, pero fueron imprimidas en Amberes, en el taller de Gilles Coppens van Diest a principios de 1567.
71En la Carta a los pastores luteranos de Amberes, Corro no menciona el nombre de Castellion. Es aquí, sin embargo, donde el lector cree percibir con mayor inmediatez el espíritu del saboyardo, ya que Corro critica abiertamente «vne arrogance plus que Pharisaïque» de los «nouveaux Inquisiteurs des Eglises réformées» y «censeurs de la foy d’autruy», «qui font de leurs confessions, catechismes, commentaires et traditions, comme un cincquiesme Evangile, et veulent autoriser leurs interpretations particulieres en telle sorte, qu'ilz les mettent au reng des articles de foy, et osent appeller hereticques tous ceux qui ne suyvent ryc à ryc leurs imaginations», «lesquels condamnent, anathemissent, excommunient et appellent Hereticques, Retranchez de l’Eglise tous ceus, qui ne reçoivent point leur confession», y todo esto precisamente en una iglesia como la de Amberes, «delivrée de la tirannye, et insuportable ioug des inquisiteurs Papisticques, et ce par la grace de Dieu et debonnaireté de nostre Roy, et souverain Magistrat116.
72En la Carta al rey Felipe II, en cambio, además de su peculiar confesión de fe, Corro incluye una crítica acerba de la Inquisición española, un severo reproche al rey que con su autoridad mantiene esa cruel institución contra sus propios vasallos, concluyendo finalmente con un magnífico alegato por la libertad de religión y de conciencia, sacado y adaptado esta vez directamente del Conseil à la France désolée y del De haereticis an sint persequendi de Castellion117. Veamos dos ejemplos.
73Corro se inspira, por ejemplo, en un pasaje de uno de los colaboradores del De haereticis, Georgius Kleinberg que primero se identificaba con David Joris, pero que ahora se considera un seudónimo más de Castellion:
Ie ne parleray pas beaucoup de la basse Alemaigne, en laquelle ont esté iettez en l’eaue, et noyez tant de gens, et non pas un à un, ne deux à deux, non, mais cent à la fois, voire mille, et finablement des navires toutes pleines. Et n’ose dire […] que plus de trente mille, en trente ans ou environ, par le commandement d’un seul homme ont esté occis par la Religion. | Despuis trente ans en ça, plus de trente mille personnes ont esté en ce vostre pays bas, ou meurtries, ou bruslées, ou enterrées en vie, ou noyées en l’eauë à pleines navires, sans que iamais homme ne femme de ceux qui ont esté si inhumeinement executez, ayent proferé un seul mot tendant n’à sedition, n’à rebellion contre le Magistrat, n’à soubhaiter de vengeance particuliere. |
(Castellion, Traicté des heretiques, Rouen, Freneau, 1554, p. 100). | (Corro, Lettre a la Maiesté, 1567, fos M1vo). |
74Pero sobre todo Corro se ha servido del Conseil à la France desolée, tanto en el desarrollo y ampliación de argumentos como en fórmulas y expresiones, apropiándose muchas veces hasta de la lengua misma de Castellion:
Les fruicts de contrainte de consciences. Or considerons maintenant le fruict qui s’ensuit de vostre contreinte […] Premierement si ceux que vous contraignés sont forts et constans, et ayment mieux mourir que de blécer leurs conciences […] Secondement, s’ils sont si foibles qu’ils ayment mieux se dedire et blecer leurs conciences, que d’endurer vos tormens et geines importables, vous faites périr leurs âmes, qui est encore pis […]Quartement, vous estes cause que le sainct nom et la saincte et bénigne doctrine de Iesu Christ est blamée et blasphémée parmi nacions estranges, comme font les Juifs et Turcs, lesquels voyans telles guerres et carnages entre les Chrestiens, pensent qu’il tienne à la doctrine, et pour cela la vituperent, et s’en desgoustent journellement tant plus. (Castellion, Conseil à la France, edit. por Valkhoff, pp. 43-44). | Mais je vous souplie tres humblement Sire, de considerer quelz fruitz spirituelz et corporelz pourra apporter à vostre Royaume et domination, l’execution d’un conseil tant cruel que cestuy ci. Car premierement si vos subietz du païs bas, estans contraints à recevoir la religion du Pape, sont fors et constans, aimans mieux d’estre saccagez, meurtris et bruslez, que de blesser leurs consciences […] Secondement, si vos subiectz, persecutez, Sire, sont foibles, infirmes et inconstans, et qu’ilz aiment mieux se desdire et quitter leur religion et creance, blessans leur consciences en un tel reniennent, plustost que d’endurer les cruels emprisonnements, tormens inhumains, et gehennes insupportables des Inquisiteurs, alors vous seriez cause, Sire, de la damnation et perdition de tant d’ames, laquelle faulte seroit pire que la premiere […] Telles manieres sont cause que le saint nom et tressacrée doctrine de nostre souverain Iesus Christ, toute plaine de begninité et de douceur, soit blasmée et vituperée parmy les nations barbares, comme sont les Iuifz, Turcqz, et Indiens, lesquels voians telles guerres et carnages à cause de leur doctrine, ils la vituperent et mesprisent, et de là prennent occasion de ne vouloir iamais penser de se ioindre à icelle. (Corro, Lettre à la Maiesté, fos K4-K5ro). |
75Exactamente como Castellion en el caso de las guerras de religión en Francia, Corro propone como única solución viable para la pacificación de los Países Bajos la abolición pura y simple por parte del rey de la coacción de las conciencias: «Que pour le moins soubz vostre protection et sauvegarde un chascun puisse vivre en liberté de sa conscience, aiant l’exercice et predication de la parole118». Contra la común opinión, según la cual «il est impossible de pouvoir avoir paix ne repos publique, là ou deux religions differentes seront esgalement retenues», Corro promete «d'en escripre quelque iour un traité particulier à vostre Majesté sur ceste matière». Entre tanto, intenta demostrar a Felipe II cómo «vostre Majesté pourra en bonne conscience maintenir en ses terres et protection deux sortes de religion, accordantes toutes deux à reçevoir Jesus Christ pour leur redempteur, et qui sont seulement en ce diferent…». Y después de haber enumerado las semejanzas y diferencias esenciales una y otra confesión, el español demuestra al rey las ventajas y la gloria que una tal decisión traería consigo: «Lequel different sera bien facile à vuider, si vostre Royale Majesté veut prend à coeur les affaires, et penser que moiennent un tel accord en l’Eglise Chrestienne, sera la plus illustre, avantageuse, et mémorable entreprinse, que feist oncques Prince Chrestien, et les Histoires raconteront un tel fait à la posterité, lequel demourera engravé en la mémoire d’un chascun, et nomméement vos subjets du païs bas»119.
76Ante textos como estos, no extraña que, dos años más tarde, en noviembre de 1569, los adversarios de Corro en el consistorio de la iglesia francesa de Londres solicitaran del obispo de Londres exigir del sevillano la retractación pura y simple de ambas publicaciones de Amberes como libros indignos de haber sido pensados y clandestinamente difundidos:
Et pourtant cest bien raison ce nous semble que ledict Anthoine Coran retracte tous ces libelles comme indignes davoir iamais esté pensez et encore plus davoir esté divulguez clandestinemen parmi nostre peuple, iusques a leur envoyer outre la mer120.
77A Castellion, sin embargo, vuelve de nuevo abiertamente Corro al publicar en 1571 los Acta consistorii Ecclesiae Londino-Gallicae, en los que expone su propia versión de los hechos y publica en latín y en español la tan manoseada carta a Casiodoro de 1563, fuente y origen de tantos disgustos para ambos españoles. Pues la «paulina admonitio», que ocupa la mayor parte del frontispicio, está extraída literalmente de la Biblia sacra de Castellion, como cada lector podía entonces fácilmente constatar y aquello no escapó a la fina atención del primer gran biógrafo de Corro, Eduard Boehmer121.
Intercambio de autorías: ¿Sébastien Castellion o Antonio del Corro?
78Corro tenía en Londres fama de gran adicto a la doctrina del saboyardo, tanto es así que uno de sus oyentes ocasionales, de nombre William Barlow, se creyó en la obligación de denunciar el caso a los teólogos de Zúrich:
En Londres [escribe Barlow], enseñan ahora dos teólogos bastante célebres. El uno, francés, es docto y piadoso, se llama Pierre Loyseleur de Villiers; el otro, español, se llama Antonio Corranus, es docto y elocuente, pero muchos dudan de su piedad, ya que cuestiona la autoridad de los reformadores más meritorios. Es, en cambio, un admirador incondicional de Sébastien Castellion, cuya versión latina de la Biblia él aprecia no tanto como traducción —pues no ha traducido palabra por palabra— sino como paráfrase o traducción frase por frase; y es aquí donde, según Corro, Castellion supera a todos los demás intérpretes en muchas leguas122.
79También sus detractores más inmediatos en Londres, los miembros del consistorio de la iglesia de lengua francesa, sospechaban la presencia de Castellion en muchos de los escritos del español. Así, por ejemplo, cuando Corro les presentó, a modo de prueba de su teología, un comentario del célebre teólogo danés Nils Hemmingsen, no tardaron estos en atribuírsela a Castellion, a quien llamaban impurisímo hereje, a la vez que a él lo acusaron de impudencia, por haberles dado a leer lo escrito por ese bribón («Interpraetationem Hemmingii plane asseuerarunt esse Castalionis, impurissimi ut dicebant, haeretici, meque insimulabant audaciae, quod illius nebulonis scriptum illis legendum obtulissem123»).
80Esos mismos detractores, en cambio, no se enteraron de nada cuando Corro les presentó como propio un escrito filosófico sacado al pie de la letra de un libro de Castellion. Se trata de la Monas theologica, considerada unánimemente la obra filosófica más profunda y original de Corro124, pero que es un plagio o, mejor dicho, un préstamo estratégico de cinco páginas, copiadas del apéndice de la Theologia germanica, traducida por Castellion al latín y publicada en 1557 por Oporino en Basilea y de nuevo en 1558 por Plantin en Amberes. El título original de esta Monas theologica, que el sevillano, obviamente, dejó sin transcribir, es Gravia quaedam dicta, quibus seipsum explorare diligens Christi discipulus queat, et cognoscere quid super vera et intima unitione unici supremique boni studendum sit125. Se trata, pues, de la versión latina de Castellion de las Etliche hauptreden, publicadas por primera vez en 1528 y atribuidas hoy comúnmente al espiritualista Hans Denck.
81Pero el juego de presuntas autorías, del que Corro se servía para poner en evidencia a sus adversarios, no termina aquí. El punto culminante lo alcanzó, sin lugar a dudas, con la publicación en latín y en inglés en Londres de su Diálogo sobre la Carta de Pablo a los Romanos de 1574/1575.
82Tanto el Dialogus theologicus como la sucesiva traducción inglesa, A Theological dialogue, se componen de cuatro partes: epístola introductoria, el diálogo entre Pablo y un ciudadano romano, los artículos de fe (copiados de la Confessio Helvetica posterior, pero de los que no vamos a hablar aquí) y el grabado u hoja volante con la Brevis dispositio, que los detractores de Corro designaban como «tabula arborifera» y que aquí preferimos llamar «el cartel de la injeridura y los tres estados de hombre».
83La larga epístola introductoria, de carácter eminentemente autobiográfico, está dirigida a los regentes del Inner y Midle Temple; y en ella Corro enuncia brevemente las líneas de doctrina que él considera maestras en la Epístola a los Romanos y que él define como los dos principales capítulos de nuestra religión, a saber, la doctrina del bien creer y la del bien obrar («nempe, doctrinam bene credendi, et bene agendi»).
84En el diálogo propiamente dicho, que ocupa 190 páginas, Corro afirma de entrada que lo ha compuesto sirviéndose indistintamente de una mole de apuntes tomados durante la lectura de diversos autores («ex prolixa illa mearum schedularum farragine, dialogum hunc concinnare»), pero la doctrina espiritualista que él defiende, y que por boca de ambos interlocutores, Pablo y un ciudadano romano también formula, es casi exclusivamente la de Castellion. Corro se muestra aquí completamente de acuerdo con la doctrina de la justificación del saboyardo, que reprochaba a los reformadores el reducir la fe a mero saber teórico y a ciega confianza en las promesas de Dios, desatendiendo a la vez las correspondientes buenas obras del hombre, hasta declararlas imposibles. Tanto Castellion como Corro están fuertemente anclados en el campo de la Reforma, pues ambos atribuyen la salvación a la misericordia divina y no a las obras de los hombres. Pero eso no excusa que se tengan que hacer esas obras. Y quien no las hace, ese no tiene fe en realidad. Por esta razón Corro insiste tanto en conciliar la doctrina de Pablo con la de Santiago, de quien llega a decir, en el Dialogus theologicus, que el segundo hizo bien en corregir el presunto error del primero al no acentuar el valor de las obras: «Iacobus errorem ex Paulinae doctrinae praepostera intelligentia profecto corrigit, docetque fidem salvificam, vivam et fructuosam esse debere126». Pero es en una de sus apologías de 1569, quedadas sin publicar, donde Corro explica su modo de hacer conciliar las posturas de ambos apóstoles de una vez por todas y con toda claridad:
Quienes me acusan de atribuir la salvación indistintamente a la fe y a la voluntad de obedecer no dicen la verdad. Yo atribuyo la justificación totalmente y únicamente a la fe, y no a una fe histórica o simulada, sino a la fe viva y verdadera, que practica la obediencia por medio del amor. Conecto por tanto la causa con su efecto, no vaya la gente simple a pensar que yo considero ya como fe cualquier vano conjunto de especulaciones o presuntas persuasiones sobre Dios. Y es así como se hace concordar la doctrina de la fe en Pablo y en Santiago127.
85Unanimidad sorprendente de criterios entre Corro y Castellion reina también en las otras cuestiones centrales, a saber: la elección universal a la salvación («omne genus hominum sine discrimine», 4vº); la propia razón y conciencia como ley natural o ley divina («in omnium gentium animis inustam esse et infixam penitus legem quandam divinam», 10vº); la justificación, que es real y no imputada («ex peccatoribus fide iusti efficimur», 31rº; «credentibus non solum peccata non imputat, verumetiam spiritum iustitiae infundit», 30rº); el beneficio de Cristo: el pecado original y sus secuelas han perdido todo su peligro («ita ut nihil subsistat periculi, neque ab illo primigenio scelere, neque ab omnibus eius fructibus», 35rº); los tres estados del hombre («triplex hominis status, irrenati, renascentis et renati», 40rº); la elección de Jacob y el repudio de Esaú, Rom. IX 11-13 (59 sqq.); el libre albedrío y la libertad evangélica (78 sqq.); la tolerancia y el pacifismo integral frente a la violencia (75 sqq.); la inutilidad de las polémicas entre los teólogos (92vº).
86Analicemos, por ejemplo, el tema de la elección de Jacob y del repudio de Esaú (Rom. IX, 12), pues a este versículo «Maior serviet minori» le había dedicado Castellion la más extensa de todas sus annotationes en la Biblia de 1554, seis páginas en folio, pero que fueron arrancadas de todos los ejemplares aún no vendidos por orden del antistes de la Iglesia y del rector de la Universidad de Basilea128. Corro, por su parte, debió de disponer de una de las pocas copias manuscritas en circulación de estas Annotationes in caput nonum ad Romanos, quibus materia Electionis et Praedestinationis illustrantur (que no se imprimirían hasta 1613)129, pues se sirve ampliamente de ellas para su propia argumentación.
87El sevillano comienza recitando el episodio de Rebeca encinta de Esaú y de Jacob (Gen. 25:23), siguiendo naturalmente la versión de Castellion a la letra: «Duo gentes sunt in ventre tuo, duoque ex utero tuo populi dividentur, quorum alter altero plus poterit, minorique serviet maior» («Dos pueblos hay en tu vientre, y dos serán los pueblos que se dividirán desde tu vientre, uno de los cuales será más poderoso que el otro, y el mayor servirá al menor»). Y, del mismo modo que Castellion, Corro adopta este texto para explicar el pasaje central de la Biblia en el que Calvino y sus partidarios fundaban preferentemente su dogma de la predestinación absoluta (Rom. 9:10-12), transcribiéndolo de nuevo según la versión del saboyardo:
Sed etiam in Rebecca, ex uno Isaaco patre nostro utero ferente geminos, Iacobum nempe et Esaum. Nam eis nondum natis (et ideo neque bono, neque malo ullo functis) ut Dei decretum ratum esset ex eius gratuita electione, nulla habita ratione operum et meritorum, sed ut vocantis, favor gratuitus appareret atque permaneret, dictum fuit ipsi Rebeccae a Deo maiorem serviet minori130.
88Corro explica a continuación que de lo que en estos y otros textos (como «Iacobum amavi, Esaum vero odio habui») exclusivamente se trata es de la elección o previsión del futuro de dos pueblos o clases de gentes (en este caso de los judíos y de los gentiles), pero no de la predestinación individual de quienes pertenecen a ellos. Para él, está del todo claro que la perdición de cada uno depende de uno mismo y que la salvación proviene de Dios «…y es para mí cosa ratificada y firme que nuestro daño proviene de nosotros, en cambio, nuestra salvación, de Dios» («estque ratum atque firmum apud me, perniciem nostram a nobis esse, salutem autem a Deo131»). Y, por lo que toca a los pueblos, Corro afirma que Dios es el Dios de todas las naciones y es voluntad suya que todos los creyentes se salven («Deum esse omnium Gentium Deum velleque omnes credentes servari132»).
89El libro se cierra con el «cartel de la injeridura y los tres estados del hombre», cuyo título completo en latín y en inglés reza así133:
Brevis dispositio illius Epistolae quam beatus Apostolus Paulus ad Romanos scripsit, explanata similitudine quam ipse Apostolus usurpat ab arborum insitione, ubi de iustificatione eiusque individua comite sanctificatione, item de triplici hominis statu, irrenati, renascentis, et renati. | A breefe disposement of the Epistle which the Apostle S. Paule wrote to the Romanes, made playne by the [similitude of] greffing of Trees, where he trated of Iustification and of holynesse the unseparable companie thereof: And moreover of the three states of man, namely Unregenerated, Regenerating, and Regenerated. |
90Tanto la Brevis dispositio como A breefe disposement, aunque falten en casi todos los ejemplares conservados actualmente134, no solo forman parte integrante del Dialogus theologicus (como Corro escribe en el verso del frontispicio de la versión latina y al final de la hoja volante misma), sino que, a su vez, lo resumen por entero («totius epistolae ad Romanos summa»). Este resumen, según Corro, está tomado de los escritos de varios doctos varones («ex eruditorum commentariis, dialogo nostro appendicis loco addere voluimus») que habían comentado la figura paulina del árbol injertado en los capítulos 6 y 11 de la Carta a los Romanos.
91En realidad, el texto de la Brevis dispositio está tomado no de varios, sino de un solo autor, y además de un libro solo, cuyo texto muy pocos conocían entonces, ya que estaba todavía inédito y no se publicaría hasta 1613 —de modo parcial— y hasta 1981 —de modo integral—. Se trata del libro De arte dubitandi et confidendi, ignorandi et sciendi de Sébastien Castellion, y más en concreto, de los capítulos xxxvi-xxxviii del libro segundo, que en la primera edición parcial de Gouda llevan la rúbrica «De insitione135».
92Más aún, también el grabado mismo con las cuatro viñetas que ilustran las sucesivas fases de la operación del injerto están copiadas del dibujo original con el que Castellion quiso representar gráficamente la similitud entre el acto de injertar un retoño cultivado en un árbol silvestre y el proceso de la justificación y santificación que acontece en el triple estado del hombre: no renacido, renaciente y renacido136.
93Y, por fin, todo el texto de la hoja volante que viene a continuación, es decir, tanto los once párrafos de la descripción técnica del proceso de injertar como los once párrafos en los que se explica teológicamente la semejanza paulina provienen literalmente o en modo de paráfrasis de los capítulos xxxvi-xxxviii del libro segundo del De arte dubitandi de Castellion. La única diferencia consiste en el número de las diversas fases del injerto, que, tanto en las viñetas como en el texto de Castellion, están señaladas con las letras mayúsculas a, b, c, d, e, f, g, h, mientras que Corro añade en su texto tres letras suplementarias i, k, L, pero sin cambiar por esto el contenido del texto original.
94Cuando dos años después, en 1576, los ministros de las tres iglesias calvinistas del exilio en Londres se congregaron bajo la dirección de Pierre Loyseleur de Villiers para censurar y condenar más de 140 errores en los escritos de Corro e impedir, así, que el español pudiera graduarse como doctor de Teología en Oxford, no se olvidaron de expurgar también la que ellos despectivamente llamaban «tabula arborifera». Solamente en esta, lograron identificar más de 14 errores137, pero ni aquí ni en los otros escritos de Antonio del Corro lograron identificar explícitamente ningún texto de Castellion. La explicación es muy simple. A Castellion, en estos círculos, se le condenaba por sus libros, pero estos no se leían.
95Y esa falta de curiosidad o de vigilancia, como la queramos llamar, estuvo a punto de jugar a los calvinistas de Londres una mala pasada. Cinco años más tarde, en 1581, algunos amigos de Corro como Jacob Wittewronghel, Arthur Golding y Abraham Fleming reeditaron en latín y tradujeron al inglés el primero de los Dialogi Quatuor de Castellion, publicados previamente en Basilea en 1578 con una introducción de Fausto Sozzini138. El diálogo en cuestión139 fue dedicado al obispo de Londres, John Aylmer, quien, a su vez y dado el brillante estilo, no tuvo ningún reparo en proponerlo como libro de texto para las escuelas de latín140. Por fortuna o por desgracia, el tesorero de la Casa Real, Francis Knollys, que había vivido en Ginebra cuando se produjo el asesinato de Servet y había seguido de cerca la controversia entre Castellion y Calvino, denunció el caso a William Cecil, barón de Burghley, y a Robert Dudley, conde de Leicester, y exigió una investigación de los responsables de la gestación del libro de Castellion («for the settyng forthe of Castalio his book»). Un libro este, del que, según escribe uno de los examinadores, el obispo de Londres no habría debido saber, «with what blemishes of unsound doctrine he hathe ben openlie charged by sondrie learned men wherof he never cleared himself»141.
96Pero no fue esta la última vez que Corro se hizo notar como seguidor de Castellion en Inglaterra. Cuando nuestro sevillano, en 1588, editó y prologó el libro de Fausto Sozzini, De Sacrae Scripturae auctoritate, bajo el falso nombre de autor Dominicus Lopez Societatis Jesu y con el falso pie de imprenta de su Sevilla natal (Hispali, apud Lazarum Ferrerum), no solo volvió a citar los pasajes bíblicos por la Biblia sacra de Castellion exclusivamente, sino que dedicó su prólogo de nuevo al tema de la redención universal («Ea est sempiterni Numinis erga humanum genus philanthropia, ut nos omnes salvos fieri velit…142»), que tanto el saboyardo como el español habían defendido en sus Diálogos y en casi todos sus otros escritos.
97Como el lector habrá podido comprobar, Sébastien Castellion no estuvo siempre ausente de España; sus diálogos escolares se imprimieron allí, algunas de sus obras salieron a la luz en español aún antes de que se editaran en latín; y hasta la primera Biblia completa en lengua española, de no haber muerto Francisco de Enzinas prematuramente, habría tenido como base el latín clásico del gran humanista y espiritualista saboyardo. Pero fueron sobre todo algunos españoles del exilio, avezados en la lucha contra los inquisidores domésticos y escandalizados por el asesinato de su compatriota Servet, quienes se afiliaron desde el primer momento a las ideas de libertad y tolerancia de Castellion y devinieron con el tiempo en sus excelentes propagadores.
Notes de bas de page
1 Gilly, 1985.
2 Ibid., p. 440; id., 2005, pp. 309-310.
3 En el idioma original: «… comme disciple de S. Castellion plutôt que d’Érasme». Bataillon, 1995, p. 554; id., 1991, t. II, p. 196. En cambio Méchoulan, 1973, p. 28, afirma que «Ce n’est donc pas vers Érasme qu’il faut se tourner, comme le prétend gratuitement D. W. Bleznick, mais bien plutôt vers Castellion si l’on veut déceler une quelconque influence dans Bononia».
4 La autoría de Castellion de la Historia de morte Serveti está hoy sobradamente probada gracias a Plath, 1974, pp. 88-93, 270-278; id., 2014, pp. 106-115, 304-312; véase también Wierciochin, 2015, pp. 97-113; además, en los manuscritos conservados en el CUK (725/B, 1408/A, 1447/C) el título reza: Quomodo judicatus et occisus sit Michael Servetus - ex relatione Sebastiani Castallionis (1553); véase The Manuscripts of the Unitarian College of Cluj/Kolozsvár in the Library of the Academy in Cluj-Napoca, pp. 142, 299, 307; Kovács, 2011, p. 35. Castellion pensaba incluir este texto sobre la muerte de Servet como parte del De haereticis non puniendis, «Hic ponatur Serveti mors», ed. de Bruno Becker y Mario Valkhoff, p. 25, pero el texto salió a la luz finalmente en 1612 como apéndice de Castellion, Contra libellum Calvini, fos M2ro-M4vo. Al contrario de la reciente traducción alemana, de 2015, por Uwe Plath, de Castellion, Gegen Calvin. Contra libellum Calvini, pp. 319-330; los editores de las versiones francesa y española no han incluido ni el fragmento inédito del Contra libellum Calvini autógrafo de Castellion (Buisson, 1892, pp. 477-479), ni tampoco el texto sobre la muerte de Servet. Aparte de los extractos traducidos en 1935 por José Goyanes en Servet, Descripciones geográficas, pp. 324 y 349; disponemos ahora de una versión española completa de la Historia de morte Serveti publicada como anónima por Angel Alcalá en Servet, Obras completas, pp. 255-260; y de otra versión más reciente de Pablo Toribio Pérez en Allwoerden, 2014, pp. 238-245; reciente traducción francesa en Roussel, 2007, pp. 171-183.
5 «Hominem occidere non est doctrinam tueri sed hominem occidere», Castellion, Contra libellum Calvini, fo E1vo. Los escritos de Castellion en protesta contra la quema de Servet y la persecución de los herejes son los siguientes: De haereticis an sint persequendi, Magdeburg, Rausch [Basilea, Oporinus], 1554; Contra Libellum Calvini, s. l., 1612 (escrito en 1554 en respuesta a la Defensio orthodoxae fidei contra errores Serveti de Calvino de 1554; De haereticis non puniendis / De l’impunité des héretiques, ed. de Bruno Becker y Mario Valkhoff, 1971 (escrito en 1555 como respuesta al libro de Teodoro de Beza, De haereticis a civili magistratu puniendis adversus Martini Bellii farraginem, de 1554), véanse Guggisberg, 1997, pp. 107-133; Salvadori, 2009, pp. 59-83; e id., 2013, pp. 371-373; Plath, 2014, pp. 107-115, 156-174, 226-239, 252-283. Aparte de la arriba citada Historia de morte truculenta Michaelis Serveti Hispani ex instinctu Johannis Calvini Genevae combusti an. 1553, 27 octobris, una primera toma de posición de Castellion, incluida otra variante de su célebre frase, se encuentra ya en una annotatio añadida a su Biblia sacra de marzo 1554 (Corint II, 10, 4): «Si quis a nobis vinci non potest, haereticus appellatur, et interficitur: hoc vero non est haereticum vincere, sed hominem occidere».
6 González Manjarrés, 2006, pp. 489-490; Barches Opi, 2009, p. 26.
7 Buisson, 1892, vol. 1, pp. 177-179, vol. 2, pp. 342.
8 «… libellum dialogorum sacrorum ad linguas simul et mores puerorum formandas Sebastiano Castalione autore praetitulatum». Madurell i Marimon, 1955, p. 888; Guggisberg, 1997, p. 37; id., 2003, p. 33. Tres ejemplares de la impresión de Medina del Campo, a 34 maravedís cada uno, aparecen consignados en el Inventario de Juan de Junta en su tienda de Burgos en 1556, «3 Dialogi Castallionis, 34, 102», Pettas, 1995, p. 53; prohibido en 1559 en el Indice de Valdés, véase Bujanda, 1984, pp. 344-345. Un ejemplar de estos «Dialogi sacri authore Sebastiano Castelione» figura en la «Lista de los libros que se mandaron quemar por los Señores del Consejo en Valladolid el 2 de enero de 1558», Schäfer, 2014, t. III.A, pp. 137-141. Otro ejemplar («Yten otro libro que se dize dialogorum sacrorum formandos») fue confiscado ese mismo año en Sevilla en la biblioteca del doctor Constantino de la Fuente, véase Wagner, 1979, p. 79.
9 Censura generalis contra errores, quib[us] recentes haeretici sacram scripturam asperserunt, Valladolid, F. Fernández de Cordoba, [1554], fos D2vo-3vo; véase <http://fotos.patrimonionacional.es/biblioteca/ibis/pmi/II_01373/index(4).html>.
10 Sobre la autoría de Carranza, véase Tellechea Idígoras, 1962b, pp. 92-94; id., 2005, pp. 209-211; Guggisberg, 1992, p. 121; más escéptico Bujanda, 1984, pp. 89-90, que atribuye a Carranza solo la puesta en orden y la redacción final.
11 «Censura prohibens Bibliam impraessam Basileae apud Ioannem Oporinum. Anno M.D.LIIII, Mense Martio, Sebastiano Castalione interprete».
12 Biblia, interprete Sebastiano Castalione: vna cvm eivsdem Annotationibus. Totum opus recognouit ipse, et adiecit ex Flauio Iosepho historiae supplementum ab Esdrae temporibus usq[ue] ad Machabaeos, itemq[ue] a Machabaeis usq[ue] ad Christvm, Basileae, ex officina Ioannis Oporini, mense martio, 1554.
13 Tellechea Idígoras, 1962b, pp. 141-142; Bujanda, 1984, p. 302; Guggisberg, 1992, pp. 122-123.
14 Furió Ceriol, Bononia siue de libris sacris in uernaculam linguam conuertendis, libri duo, pp. 326-327; nueva edicion en latín y español, Bononia o sobre la traducción de la Biblia a las lenguas vernáculas, en id., Obra completa, pp. 584-586. Véase también en el presente volumen el capítulo de Gert Gielis dedicado a Furió Ceriol y a su fallido proceso en Lovaina.
15 Véase Castellion, Defensio suarum translationum Bibliorum, pp. 236-237. La idea de colocar estos versos al final del libro fue del impresor Oporino en una nota final al lector, p. 235: «… non ab re fore duximus, si doctissimi viri Friderici Furii Ceriolani iudicium ac censuram, de Bibliorum uersione Seb. Castellionis, ante annos aliquot in lib[ro] ipsius de Sacris literis in uernaculam linguam uertendis ab eo expressam, hic subiiciremus. Sunt autem haec eius uerba».
16 Castellion, Biblia Sacra ex Sebastiani Castalionis, fo 6vo.
17 Gilly, 1985, p. 192; García Pinilla, 2003, pp. 453-455; Méchoulan, Almenara, 1996, pp. 21-22. Bononia expuso sus argumentos, también por escrito, en el apéndice final de un libro suyo (Bononia, De aeterna Dei praedestinatione, pp. 529-541) bajo la rúbrica «Breuis appendix de Bibliorum versione», que Furió parece haber tenido en cuenta durante la redacción del Bononia, véase François, 2015, pp. 248-254. Véase también en el presente volumen el capítulo de Els Agten dedicado a las Biblias y su traducción.
18 Entre los no pocos libros que Michael Martin Stella imprimió, solo o con otros, durante el invierno de 1556 figuran también varias ediciones de Sebastián Fox Morcillo y la tercera edición de la Biblia de Castellion. En agosto del mismo año, Stella desapareció de Basilea sin pagar el alquiler, véanse Colón, 1980, pp. 117-130; y Gilly, 1985, pp. 191-192.
19 Furió Ceriol, Bononia siue de libris, pp. 342-345; id., 1996, pp. 165-166, 584-587; François, 2015, pp. 243-254.
20 Véase un análisis detallado de la estructura del Bononia en García Pinilla, 2003, pp. 457-462.
21 Furió Ceriol, Obra completa, pp. 446, 558, 596, 616, 618; Gilly, 1985, pp. 194-195; id., 1991, pp. 326-327.
22 Furió Ceriol, Obra completa, p. 558.
23 Erasmo de Róterdam, Opera omnia emendatiora et auctiora, t. VII, fos **2vo-**4vo. «No estoy en nada de acuerdo, óptimo lector, con quienes piensan que a los laicos e iletrados en general hay que apartarlos de la lectura de los libros sagrados, y que a estos nadie debe tener acceso sino quienes hayan estudiado durante muchos años la filosofía aristotélica y la teología escolástica, es decir, los letrados. Pero, aparte del hecho de que fueron precisamente los letrados quienes mayor resistencia opusieron a Cristo, cuanto enseñan los evangelios es cosa que atañe a todos y es accesible a todos, a los doctos y a los indoctos, y está dicho además de tal manera, que antes la comprende un idiota pío y modesto que un filósofo arrogante. En el pasado no entraba en el “sancta sanctorum”, sino el solo sacerdote; ahora el santuario es Cristo y todos tienen acceso a él. Cristo mismo eligió como discípulos a pescadores analfabetos y algo tardos de naturaleza, pues aquellos, a quienes el mundo considera doctísimos, eran para él los verdaderos idiotas…».Véase la traducción castellana completa del prefacio en Gilly, 2005, pp. 258-260; véase, también, Wilke, 1996, pp. 165-166.
24 Castellion, Biblia sacra, fº A2vo.
25 «Le Moyen pour entendre la sainte écritture», en Castellion, La Bible (1555, fº *4vo). Una traducción latina, «Quae via sit recta ad intelligendas sacras scripturas» fue incorporada a la edición póstuma de 1573 y no falta desde entonces en las ediciones ulteriores de la Biblia sacra de Castellion. Véase Coronel, 2010, pp. 170, 391.
26 Tellechea Idígoras, 1963a, pp. 43-44.
27 Méchoulan, 1973, pp. 35, 266; Gilly, 1985, pp. 196-197.
28 Tellechea Idígoras, 1963b, pp. 931-934, cit. p. 934.
29 Id., 1963a, pp. 37-38.
30 Ibid., p. 25; Domínguez Reboiras, 1998, p. 349, n. 662; Heuser, 2003, pp. 189, 204, con abundante literatura; Domínguez Reboiras interpreta este curioso reciclaje católico de obras protestantes como una prueba de una actitud conciliadora y tolerante por parte de Villavicencio, cosa difícil de admitir en un personaje que en sus cartas y avisos de 1566 al rey Felipe II no se cansaba de dar consejos sangrientos («I pues v[uesa] Mag[esta]d tiene el cuchillo que dios le a dado con potestad diuina sobre las uidas nuestras, desnúdelo y cúbralo de sangre de hereges»), véase Beuningen, 1966, pp. 168-189, cit. p. 172, denunciando en particular la impresión de un libro «contra la Inquisición y en fauor de los herejes y de la libertad con que dessean biuir», «en el qual se contienen muschas raçones con las quales procuran los autores del libro persuadir a V. Magestad dos cosas, la primera la impunición de los herejes, y la segunda, la libertad de la religión» que «holgara en extremo estar presente [en esa corte] para descubrir los autores del libro», AGS, leg. 529, no 13: Villavicencio a Gonzalo Pérez, 7 de enero de 1566.
31 Hyperius, De theologo, p. 82. «Laudantur etiam quod magna cura, nec minori religione interpretati sint Biblia, Theologi Tigurini, et Sebastianus Castalio. At qualecumque tandem exemplar delegeris, cura interim eiusmodi habeas…».
32 Villavicencio, De formandis sacris concionibus, p. 55; Domínguez Reboiras, 1998, pp. 349-350. «Hincque factum est, vt varii varias moliti fuerint versiones. Et inter reliquos Sebastianus Castalion Tigurinus apostata a Monachatu et religione catholica omnium nouissimus versionem tentauit, in qua vt ipse arbitratur, nihil est quod desiderare vel doctissimi possint, si veritatem Hebraicam Graecamque expectes. Vel si sermonis interiorem, ornamentum et elegantiam requiras…».
33 Villavicencio, De recte formando theologiae studio libri quatuor, pp. 200 sqq.; id., De formandis sacris concionibus, pp. 251 sqq.; Tubau, 2009, pp. 35-36; Pérez Custodio, 2012, p. 310.
34 Martí Alanis, 1972, p. 220; Domínguez Reboiras, 1998, pp. 349-350; Hell, 2007, pp. 242-243; Aldea Vaquero, Marín Martínez, Vives Gatell, Diccionario de historia eclesiástica de España, vol. 4, p. 2765; Anes, Diccionario biográfico español, t. L, pp. 186-189.
35 La fuente del error es sobre todo Miraeus, Bibliotheca ecclesiastica, pp. 154-155: «Middelburgii in Walachria parentibus Lusitanis honestis ac satis copiosis negotiatorubus natus»; yo sostuve en otro lugar que se trataba de un valenciano (Gilly, 1985, p. 426), un dato corregido por García Pinilla, 1997, pp. 179-180; y por Heuser, 2003, pp. 178-179. Heuser se inclina, más bien, por la opinión de Philippe Duplessis-Mornay, quien se refirió a él como «Petrus Ximenès, grand théologien espagnol».
36 Durante el primer tercio del siglo xvi, Middelburg era el centro comercial donde se afincaron muchos comerciantes conversos. Fagel, 1996, p. 33, n. 37, ha compuesto un listado de 38 familias españolas asentadas en Middelburg durante esta época, en el que aparecen los patronímicos siguientes: «Abrío; Aguirre; Alemán; Arnedo; Burgos; Cachopin; Casas, las; Castro; Cavallero; Certoese; Díes; Gaypense; García; Gerbier; Henríquez; Hinojosa; Jaimes; Lario; Lescalles; Libano; Loo, la; López; Ortiz; Palma; Payz; Pérez; Pinto; Posque; Poza; Rodrígues; Salinas; Segura; Sevilla; Ugarte; Unibasso; Valladolid; Villamonte; Ximénes». Muchas de ellas se trasladaron posteriormente a Amberes, como las de Marcos Pérez, Martín López de Villanova, Marcos y Salvador de la Palma o Francisco Ximénez de León, hermano de nuestro Pedro Ximénez.
37 Prins, 1927, pp. 34-35; Fagel, 1996, p. 28; id., 2006, pp. 33, 37-38, datan su nacimiento en 1504, pero este Petrus Ximenius nacido en 1504 contrajo matrimonio en 1532, véase Nagtglas, 1893, p. 1011, y nuestro Ximénez era soltero. Para De Vocht, Ximenius había nacido «about 1614», véase Pighius, Stephani Vinandi Pighii Epistolarium, p. 179; Heuser, sin embargo, se decide por 1524, apoyándose sobre todo en el «Epitaphium Petri Ximenii», escrito por su amigo Karel Utenhove en el verano de 1595, inmediatamente después de la muerte de Ximénez, a la edad de «septena decennia et annum», véase Heuser, 2003, p. 179; Id., en prensa.
38 En 1515, durante la entrada de Carlos V en Middelburg, los mercaderes andaluces habían construido delante de la casa de Alonso Ximénez un paseo con antorchas y con dos canalillos con vino tinto y con vino blanco para los pasantes; véase Fagel, 2006, p. 37.
39 Tellechea Idígoras, 1963a, p. 36; Heuser, 2003, p. 187.
40 Heuser, 2003, pp. 202-203.
41 Tellechea Idígoras, 1963a, pp. 32, 42.
42 Felipe II, Correspondance de Philippe II, p. xx; García Pinilla, 1997, p. 194.
43 Ram, 1852, pp. 190-191. Las acusaciones (gravamina) contra Ximénez, las repuestas de este y las contrarrespuestas de Johannes Hessels, otrora en el archivo de Lovaina, parecen haberse perdido. En su carta a Cassander de 14 de septiembre de 1561 (Sylloge Epistolarum, p. 272), Ximénez escribe: «Summa haec est: notata sunt non pauca, in quibus sententiam meam non probant. Omnia tamen fatentur esse huiusmodi, ut propter ea ne suspectus quidem aliquis haberi debeat. Dicunt se temperasse potius rigorem legum aduersus simpliciores haereticos, tantum abesse, ut illi sint authores».
44 Tellechea Idígoras, 1963a, p. 38; Heuser, 2003, p. 201.
45 Carta de Ximénez a Cassander, Lieja, 8 de diciembre de 1561 en Sylloge Epistolarum, p. 260. Sobre la pretendida incompatibilidad radical entre los conceptos de concordia y tolerancia, puesta de moda en la historiografía a raíz de la tesis de Turchetti, 1984, véase Gilly, 1998, pp. 147-149.
46 En una carta a otro conocido de Ximénez, el frisón Aggeus Albada, de 1563-1564, Cassander descubre la identidad del autor del Conseil y del célebre De haereticis an sint persequendi de 1554: «Libellum Gallice conscriptum, quem ad nos misisti, antea videram et legeram; curauique per Birckmannum nostrum exemplar ad D. Hopperum transtmitti […] Auctor huius scripti (quanquam parum refert) si nescis, est Sebstianus Castalio, cuius eiusdem argumenti epistolae partem, ad quendam eruditum virum [h. e. Nicolaus Blesdijck] scriptae, ad te mitto, cuius etiam libellus Latine et Germanice extat de haereticis non puniendi sub titulo Ioannis [sic, pro Martini] Belli[i]. Recte is mihi de falsis remediis admonere videtur, eiusque sententiae ipsa cum experientia suffragatur». Esa parte de la carta de Castellion a Blesdijck se imprimió por primera vez en 1612 como apéndice del Contra libellum Calvini, véase en Castellion, Contra libellum Calvini, fos O2ro-P2vo.
47 Carta de Margarita de Parma al conde de Hoogstraeten de 30 de noviembre de 1566, en Génard, 1874, pp. 156-158.
48 Rahlenbeck, 1865, p. 158; Bernus, 1895, pp. 14, 41; Boehmer, 1874-1904, vol. 2, p. 11; Hauben, 1967, p. 126.
49 Carta del conde de Hoogstraeten a Margarita de Parma de 5 de diciembre de 1566, en Génard, 1874, pp. 158-160.
50 El manuscrito está señalado en el Catalogus librorum de la Biblioteca de Leiden de 1716, p. 338b entre los codices vulcaniani actualmente repertoriados bajo otras signaturas.
51 BAV, Vat. Lat. 6207, fos 172ro-vo. Véase Simoncelli, 1983-1984, pp. 196-197.
52 BAV, Vat. Lat. 6207, f os 171r o-174r o. Véase Simoncelli, 1983-1984, p. 196.
53 Para los documentos acompañantes véase la Bibliotheca Manuscripta Lansdowniana, 1807, p. 151: «Vol. XXXVIII, 56. A Latin Letter to Lord Burghley from Dominic Lampsonius at Bruges, fending and recommending a Specimen of a Book, intended to be finished by one Peter Simenius, in behalf of Q. Eliz. and her affairs, October 1583. 57. A Second Latin Letter of Dominic Lampsonius at Liege to Lady Cecil, to further Dr. Dethick’s request to Lord Burghley her Husband, October 1583».
54 Existen dos ediciones coetáneas; Colonia, Gottfried von Kempen, 1579; y Amberes, Henricius, 1579.
55 Heuser, 2013, pp. 389, 405.
56 García Pinilla, 1997, p. 202: «De Ximenio excusant plerique quod Dialogus ille politicus sit, nihil contrarium religioni continens, licet consilium quod proponitur, tanquam nimium favens haereticis pluraque quam expediat illis concedens, multis non immerito displiceat».
57 Hooft, Memoriën en adviezen, pp. 150, 167.
58 [Ximénez], Viri pietate, virtute, moderatione, doctrinaq[ue] clarissimi; Dialogus de pace, p. 13.
59 Texto e historia de la transmisión de estos Articuli pacis de 1575 en Gilly, 1985, pp. 197-199; véanse, también, Furió Ceriol, Obra completa, pp. 36-37; Almenara Sebastià, 2006, pp. 31-34; y Heuser, 2013, pp. 432-434. No hay que olvidar que fue Jean Matal, el común amigo de Furió y de Ximénez, quien difundió ambos textos.
60 [Ximénez], Viri pietate, virtute, moderatione, doctrinaq[ue] clarissimi; Dialogus de pace, p. 24.
61 Ibid., pp. 137-139.
62 Sobre estos escritos de Cassander y Witzel, véase Gilly, 2005, pp. 281-284. Sobre el Conseil de Castellion, véase Guggisberg, 1997, pp. 208-218.
63 Gilly, 1985, pp. 347-349. De los cuatro libros traducidos por Enzinas del latín de Castellion solo el Psalterium (Basilea, Oporino, 1547) se había anteriormente impreso, Buisson, 1892, vol. 2, pp. 355-356. Ya, en 1549, Conrad Gessner en Zúrich sabía que Enzinas estaba traduciendo el Antiguo Testamento al español, véase Gessner, Partitiones Theologicae, Zúrich, 1549, fo 15ro: «Vetus Testamentum uir doctus et pius quidam hodie in Hispanicam linguam transfert. Nouum ante annos aliquot Fr. Dryander transtulit».
64 Utilizo los ejemplares ejemplares de la Oesterreichische Nationalbibliothek (OeNB) de Viena, pero hay ejemplares en Madrid (colección Usoz), en Múnich, París y ahora están disponibles también en internet; pero, aparte de García Pinilla y de Bergua Clavero en España y Gérard Morisse en Francia, nadie parece conocer la historia de estas ediciones.
65 Gilly, 1985, pp. 344-349; Enzinas, Epistolario, pp. 471, 584-585; Guggisberg, 1997, pp. 51-52, 59; Bergua Cavero, 2006, pp. 141-145; Morisse, 2008, pp. 365-371.
66 Marcos Pérez de Segura nació en 1527 en Middelburg (véase Prins, 1927, p. 98) en el seno de una conocida familia de conversos sevillanos. Siendo Marcos aún niño, su padre, Luis Pérez, se trasladó con toda la familia a Amberes. Ambos abuelos de Marcos Pérez aparecen el padrón de conversos sevillanos habilitados en 1510 por la Inquisición, véase Guillén, 1963, pp. 49-98: «no 22: Luys Pérez, lençero, y su madre […]; no 391: Antonio de Segura, trapero», véase Gilly, 1985, p. 422; Marnef, 1996, pp. 96, 239. En su nueva edición del padrón, Gil, 2000-2008, vol. 1, pp. 245-246, añade las cantidades pagadas en 1510 por cada uno de estos conversos para comprar de la Inquisición su libertad por un total de 60 000 ducados (Pérez, Luis: 60 ducados; Segura, Antonio: 700 ducados), pero ignora que en 1566, pero esta vez por tres millones de florines en oro, un nieto de estos dos conversos intentó hacer lo mismo con el rey Felipe II para obtener la libertad religiosa para todos los Países Bajos. Gilly, 2001, pp. 298-299.
67 Véase la historia de estas negociaciones en Gilly, 2001, pp. 295-329.
68 Citado por Welti, 1976, p. 265; Ramus, Basilea ad Senatum populumque Basiliensem, pp. 32-33: «Te vero, Marce Peresi, etsi Basiliensi civitate donatum, tamen academiae vel hospitem praecipuum, vel certe municipem, quibus tandem laudum argumentis appellem? Etenim opibus magnis abundare, commercia cum omnibus christiani orbis gentibus perampla exercere; scire flandrice, germanice, italice, hispanice, gallice: imo luculenter et eleganter latine; liberalium artium studia coluisse, sacras imprimis literas evolvisse, de tam variis saeculo nostro, tamquam discrepantibus theologorum judiciis rectissima selegisse, magna quaedam in te raraque ingenii atque industriae encomia sunt. Sed opibus amicos et cives tuos juvare […] linguarum communione cum tan differentibus populis doctis indoctisque scripto linguave communicare, e religionis intelligentia non orationis ornatum, sed cultum vitae melioris exquirere, afflicta Christianae ecclesiae membra consilio, opera, pecunia, cohortatione, periculo etiam salutis ac vitae instruere, tueri, sustentare, consolari, propugnare, in eoque summum sibi bonum collocare»; Gilly, 1985, p. 510.
69 Rotondò, 1974, pp. 286, 294-297; Id., 2008, pp. 501, 727; Gilly, 1985, p. 358.
70 Después de la muerte de Pérez, acaecida en 1572, su viuda Úrsula López de Villanova se llevó consigo a Duisburgo a Sara Castellion (nacida en 1554) y a Bonifacio Castellion (nacido en 1558), facilitando a ambos una adecuada educación y aprendizaje, véase Guggisberg, 1997, p. 234.
71 «Il me semble qu’une opinion que je voy enracinée aux cerveaux de tous Ministres d’Eglise, soit Romaine, Lutheriane ou reformée, ha esté tousiours et sera cause de grans maulx en l’Eglise de Dieu. C’est a sçavoir, que ceux qui gouvernent l’Eglise ne peuvent errer. Car d’icy vient l’obstination que les ungs et les aultres ont a maintenir ce qu’une fois ha esté receu, sans vouloir ceder les ungs aux aultres au moyndre poinct du monde. Quant à moy, je ne scay si je pecheroye fort a croyre, que d’aultant que les Gouverneurs de l’Eglise sont hommes, ils ne peuvent laisser d’errer et que tant plus seroyt necessaire de tascher tousiours a apprendre et se corriger, tendant a la perfection. Mais quoi! Quelques ungs confessent bien que leur Eglise n’est point du tout pure et qu’il y a des faultes, mais ce ne sont que des propos generaux, et quant on viendroit aux cas particuliers l’on y chanteroit tout aultrement […] Je croy que les bonnes gens craignent leur propre ombre», carta de Pérez a Languet de 28 de abril de 1570, autógrafo en Zúrich, Staatsarchiv, E II 368, 609ro; véanse Rotondò, 1974, pp. 297-298; Gilly, 1985, pp. 414-415; y Nicollier, 1995, p. 537. Véase un extracto de la carta en francés moderno en Bernus, 1895, p. 30.
72 Boehmer, 1874-1904, t. 2, p. 172; Hauben, 1967, p. 125; Kinder, 1975, p. 39.
73 Reina, Expositio primae partis capitis qvarti Matthaei, commonefactoria ad Ecclesiam Christi, De periculis piorum Ministrorum Verbi in tempore cauendis, fo a2vo; Id., 1988, p. 12; Boehmer, 1874-1904, t. 2, pp. 222-223; Gilly, 1985, p. 409: Casiodoro agradece la hospitalidad de Pérez con las palabras: «Perezii mei domus, qui ut de me fuit semper egregie benemeritus, ita etiam tunc charitate ac pietate insigni, neque a me aut a quouis alio, qui illius beneficientiam sit expertus unquam satis laudata me periculose decumbentem, familiolamque meam in domum suam transtulerat, curabatque tum aegrotos, tum recte valentes humanissime»: «La casa de mi querido Marcos Pérez, el cual, del mismo modo que siempre fue egregiamente benemérito conmigo, así también entonces con caridad y piedad insigne y no suficientemente alabada por mí ni por ningún otro cualquiera que alguna vez haya experimentado, me había trasladado a su casa a mí, que estaba peligrosamente postrado, y a mi familia, y cuidaba humanísimamente tanto a los enfermos como a los que estaban bien de salud» (trad. de F. Ruiz de Pablos en Reina, «Comentario al Evangelio de Juan», p. 370).
74 «Del hereje Marcos Pérez al Español que imprimía la biblia en Paris, scripta en Basilea a 30 de junio de 1568», véase AGS, Estado, leg. K 1509, no 80; texto completo en Bernus, 1895, pp. 42-43, y en Archivo Documental español, XIV. Negociaciones con Francia, vol. 9, Madrid 1959, pp. 494-496; Gilly, 1985, p. 391.
75 Ibid., p. 408.
76 Ibid., pp. 408-409. Correspondance de Théodore de Bèze. Tome XIII, pp. 73-80. Merece la pena recordar algunos pasajes de esta larga carta de Teodoro de Beza a Casiodoro de Reina de 9 de marzo de 1572: «Vous diriez, à vous ouir, que vous avez semé par le monde jusques aux terres neufves vos grandes et si evidentes preudhommies, qu’ en chasque nation on vous ait dressé des trophees de vos prouesses. Et cependant, qui estes-vous, je vous prie? Vous avez trotté comme vostre compaygnon Corran, d’Orient en Occident, et quoi que soit, vous aultres trouvez tousjours moyen d’eschaper là où les aultres demeurent, et sur cela vos tesmoignages perpetuels sont fondés. Ainsi a faict Corran arrivant en Angleterre si chargé de tesmoignages, pource que vous n’estes moins hardis à demander que plusieurs sont faciles à outtroyer, du nombre desquels (je di de ces derniers) je cognoy tous les jours que j’ay esté plus que je ne seray, s’il plaist à Dieu. En somme, vous ne sauriez avoir plus de tesmoignages ny meilleurs que je vous souhaitte en ce temps si maulvais et subject à tant de calomnies. Mais que vous vous puissiez attribuer ce tesmoignage perpetuel, je ne le vous accorderay jamais, puis que par vostre confession mesmes vous avez esté tant empesché à respondre à ceux qui ont attesté contre vous, tant en Angleterre qu’en Allemagne, et c’est à vous à regarder comme ceste perpetuite s’accorde avec la verité […] Quant au reste, vous m’auriez faict et escrit et imprimé mille confessions, d’aultant que je say jusques où les hommes se peuvent desguiser pour venir à leurs atteintes, et sur tout ceux de vostre nation, […] je ne pense vous faire tort de ne m’asseurer du tout de vostre innocence, comme si jamais vous n’en auriez esté soupsoné».
77 Véanse las actas de acusación, sacadas de un manuscrito deteriorado de Fráncfort del Meno (Stadtarchiv, Französische reformierte Gemeinde, B 165, fos. 589-602) en Kinder, 1975, pp. 101-103. Una copia en mejor estado y sin lagunas se encuentra en el mismo archivo de Fráncfort del Meno (Holzhausen Archiv 132) y otra copia del siglo xix en Estrasburgo, BNUS, ms. 3900, pp. 277-279.
78 Véase sobre este complot cuanto he escrito en Gilly, 1985, pp. 368-373, resumiendo y completando a base de nuevos documentos lo escrito anteriormente por Schickler, 1892; y Firpo, 1959, pp. 331-337.
79 Londres, Lambeth Palace, NMs. 2002, fos 31vo-48vo: Hispanica Confessio fidei: Ecclesiae Christi, quae Londini congregantur Hispani exules propter Euangelium Christi. Manuscrito autógrafo de Casiodoro.
80 La signatura del ejemplar de la Declaración, o confessión de fe, Fráncfort del Meno, 1577: British Library de Londres (BL); c 189. a. 13, véase Kinder, 1994, pp. 745-750. Véanse la transcripción completa del texto español y la traducción inglesa en Griffin, 2011, pp. 253-311. La edición anterior de Hazlett, 2009, pp. 117-207, sigue el texto español más corrupto de la edición bilingüe de Kassel de 1601: Reina, Confessión de fe Christiana, hecha por ciertos fieles españoles…, mas conserva en parte las notas marginales y hace referencias ocasionales a la versión manuscrita latina autógrafa de Casiodoro de Reina. Ambas ediciones presentan frecuentes faltas de lectura y no mejoran substancialmente las ediciones de Kinder, 1978, pp. 365-419 e Id., 1988, pp. 1-43. Urge por tanto una verdadera edición crítica del texto español de 1577 y de la versión original latina de 1559-1560 que Casiodoro presentó entonces a las autoridades inglesas.
81 Gilly, 1985, pp. 360-368; véase también el análisis diferente efectuado por Kinder, 1980, pp. 91-109.
82 Gilly, 1985, pp. 361-363.
83 Simon, Histoire critique du texte du Nouveau Testament, pp. 498-499, 501; id., Histoire critique du texte du Vieux Testament, p. 326. En su amonestación al lector (fo ***IIIro) Casiodoro mismo recuerda el «no poco trabajo y diligencia» puestos en esta labor de acordarlo que la Vieja translación latina pone de más […] y hacer contexto de ello con lo que estava en las versiones griegas». Enzinas, en cambio, en su traducción de estos mismos libros del latín de Castellion eliminó todos los añadidos de la Vulgata señalados en el original de Castellion con una «L».
84 Gilly, 1985, p. 396.
85 La Biblia, qve es, los libros del Vieio y Nvevo testamento…, fo ***3ro. También Cipriano de Valera, cuya labor principal fue la de revisar la Biblia de Casiodoro en sentido calvinista, no cambió nada en este punto: «Cuanto al sacrosanto nombre Iehovah, que es el proprio nombre de la essencia divina, y incomunicable a las criaturas, avemoslo retenido por las doctas razones que el primer Traductor da en su Amonestación […]»; La Biblia, Que es, Los sacros libros del Vieio y Nvevo Testamento. Segunda edición. Revista y conferida con los textos Hebreos y Griegos y con diversas translaciones, ed. de Cipriano de Valera, fos *6ro-vo.
86 Boehmer, 1874-1904, vol. 2, pp. 191-193.
87 Gilly, 1985, pp. 395-396.
88 Reina, Evangelium Ioannis, p. 120. «Et eiecerunt eum foras [Juan IX, 34]: eum excomunicarunt […] Mitissima alioqui poena, si cum saevitia Pharisaeorum nostri temporis conferatur, qui hominem eorum iudicio sontem ad diuturna vincula, et squalorem morte ipsa duriorem, prius ablegassent: deinde, nisi dictorum poenituisset, et ad illorum praescriptum illa revocasset, inaudita crudelitate vivum combusissent. O tempora». Reina, Expositio primae partis capitis qvarti Mattaei, fo 102vo.
89 Reina, Expositio primae partis capitis qvarti Matthaei, p. 39: «Iudaeorum. Quum saepe apud me cogitarem, qui fieret, quod quum Euangelistae ipsi Iudaei essent, de Iudaeis subinde mentionem facientes, eos appellent Iudaeos, perinde ac si ipsi alius forent gentis. Imo, et Christus ipse, ut infra. cap. xiii, 33: Et sicut dixi Iudaeis, etc.». Casiodoro, en todo caso, no era morisco granadino, como creía Menéndez Pelayo, sino extremeño de Montemolín (o de la vecina Reina) como reza la sentencia de la Inquisición de Sevilla contra él: «Fray Casiodoro, fraile del dicho monasterio, natural de Montemolín. Ausente condenado, relajada su estatua por hereje luterano dogmatizador» (AHN, Inq., leg. 2075, doc. 2; véase Schäfer, 2014, t. II, p. 435. Casiodoro era, pues, extremeño, nacido al noroeste de Sierra Morena, aunque él mismo en dos dedicaciones autógrafas a ejemplares de su Biblia prefirió calificarse de «hispalensis», porque tanto Montemolín como el vecino arcedianato de Reina pertenecían como enclaves a la diócesis de Sevilla. En cambio, los inquisidores parecen haber ignorado su apellido (y también el de sus padres y hermana, huidos juntamente con él a Ginebra), pues, al contrario de los otros monjes fugitivos, mencionados siempre con nombres y apellidos, a él se le llama «Fray Casiodoro» a secas, como si se tratase de un personaje ya famoso en la ciudad.
90 Reina, Expositio primae partis capitis qvarti Matthaei, pp. 10-17. Véase la traducción española en Reina, «Capítulo cuarto del Evangelio de Mateo», p. 392. El comentario de Casiodoro a Mateo fue reimpreso en 1690 en holandés por Florens de Bruyn (Boehmer, 1874-1904, vol. 2, p. 302). La Supplex ad Ecclesiam admonitio del final del libro (pp. 16-19) fue incluida en la famosa colección Critici Sacri, Annotata ad SS. Evangelia, t. 6, col. 1954-1956 y Criticorum Sacrorum Tomus sextus, cc. 425-427.
91 Carta de Johann Sturm al landgrave Guillermo IV de Hessen desde Nordheim, el 15 de julio de 1575, Marburgo, Hauptstaatsarchiv, 4 f Strassburg Nr 15: «Francofordienses constituunt quandam concordiam cum Belgica sua Ecclesia, de qua Celsitudo vestra ex Cassiodoro Rheinio audiat. Qui aliqua ex parte, huiusce actionis autor fuit, gratus et acceptus Francofordiensibus Theologis. Habet etiam alias rationes multas concordiae ineundae et pacandarum ecclesiarum, quas vt celsitudo vestra cognoscat, consuasuor fui vt istuc profisceretur. Si ratio eius Celsitudini vestrae placebit, nullas magis idoneas esse[t], qui apud Reginam Angliae eadem de re ageret, missus a Celsitudine vestra, vt si huic Reginae et Regno placeret, tota Gallia et Belgia in eandem consensionem facilius perducatur. Habet vxorem honestam et castam matronam, quae acu optime pingit, serici artificii non ignara, mater vt opinor trium liberorum. Si Garnerius placuit et honorificus fuit Celsitudini vestrae, vt gratus fuit et honestus, ita etiam Cassiodorus. Siue Celsitudo vestra eius opera vti velit Cassellae, ut Garnerii, siue Marpurgi in theologico officio et munere. Quorumque in loco Celsitudo vestra eo vtetur, aut quocumque mittet in negotiis theologicis ad Principes et Reges, ad Comitia et colloquia, quantum autoritatis Celsitudo vestra ei attribuet, tantum laudatissime poterit fieri: innocentia, doctrina, literis, iudicio, et moderatione»; véase, también, Rommel, 1835, pp. 762-763, donde se cita el comienzo de la carta de Casiodoro al landgrave, una carta aún por localizar.
92 Kinder, 1996, pp. 105-118.
93 Gonsalvius Montanus, Sanctae Inquisitionis. La literatura sobre este libro es enorme. Me contento con señalar las ediciones en español acompañadas del texto latino de Usoz (París [San Sebastián] 1857, Barcelona 1982), Castrillo Benito (Madrid, 1991), analizadas en García Pinilla, 1995, pp. 199-226, así como la traducción separada de Ruiz de Pablos, 1997 y 2008. En preparación se halla una doble edición crítica del texto latino, la una acompañada de traducción inglesa (Brill) y la otra con nueva traducción española (UCLM, Ediciones Críticas).
94 Boehmer, 1880, pp. 483-486.
95 Gilly, 1985, pp. 373-377; Vermaseren, 1985, pp. 47-77; Id., 1990, pp. 259-265; García Pinilla, 1995, pp. 200-203; Gilly, 2005, pp. 341-346.
96 Entre 1567 y 1571, se publicaron una traducción en francés (Ginebra, [J. Crespin], 1568), una traducción en inglés (Londres, J. Day, 1568 y 1569), tres traducciones diversas en holandés ([Emden, W. Gailliart] 1569; Londres, J. Day, 1569; [Wesel, A. v. Hasselt] 1569); dos traducciones alemanas (Heidelberg, J. Mayer, 1569; Eisleben, A. Petri, 1569; y una en húngaro [Kolozsvár, G. Heltai, 1570]).
97 Los cuatro recién nombrados habían conocido personalmente a Casiodoro en Ginebra y en Heidelberg.
98 Gilly, 1995, pp. 378-380. Para préstamos y afinidades inequívocas con las ideas de Castellion compárese, por ejemplo, Gonsalvius Montanus, Sanctae Inquisitionis, fos **1r-3vo, con Castellion, De haereticis…, pp. 13, 20, 21, 40, 45; e Id., Conseil à la France désolée, pp. 66 y 72-74.
99 Gonsalvius Montanus, Sanctae Inquisitionis, fos **1ro-2ro.
100 Ibid.
101 Castellion, De haereticis, p. 13: «Alterum periculum est, ne si quis vere sit haereticus, is gravius aut aliter puniatur quam postulet Christiana disciplina»; Gilly, 1985, p. 399.
102 La Biblia, qve es, los libros del Vieio y Nvevo testamento, NT, col. 37.
103 Castellion, Conseil à la France désolée, p. 79.
104 Gonsalvius Montanus, Sanctae Inquisitionis…, fo **2vo.
105 Ibid. Traducción personal.
106 Ibid.
107 Véase Gonsalvius Montanus, Histoire de l’Inquisition d’Espagne, 1568, fos a7vo-a8ro: <http://0-dx-doi-org.catalogue.libraries.london.ac.uk/10.3931/e-rara-6016>.
108 Un estudio más extenso sobre este tema se encuentra en Gilly, 2015.
109 Sobre Corro reenvío a los estudios fundamentales de Sepp, 1881; Menéndez Pelayo, 1880; De Schickler, 1892; Hessels, 1897; Boehmer 1904; McFadden, inédita; Firpo, 1959 (y 1996); Rotondò, 1974 (y 2008); Vermaseren, 1985, 1986 y 1990; Kinder, 1986; García Pinilla, 1995, 2008 y 2014; Rivera García, 2006; así como a mis estudios propios, abajo citados.
110 Corro, Lettre envoyée à la Majesté du Roy des Espaignes, f° A7vo-8ro.
111 Carta de Corro a Casiodoro de Reina, Théobon, 24 de diciembre de 1563, original español y versión latina en Corro, Acta Consistorii Ecclesiae Londino Gallicae, fos A2vo-A6vo: <http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000079556&page=1>. Nueva edición en Usoz y Río, 1862, pp. 56-76. Solo el texto español, con la indigesta ortografía de Usoz, en Corro, Carta a los pastores luteranos de Amberes, pp. 215-219.
112 Sepp, 1879, pp. 56-57; Vermaseren, 1990, pp. 262.
113 Vermaseren, 1990, p. 189. El presunto parentesco entre el viejo inquisidor Antonio del Corro y nuestro hereje ha sido puesto en cuestión a raíz del descubrimiento del testamento del primero. El heredero universal allí nombrado era el sobrino homónimo, Antonio del Corro, que falleció en 1579 como canónigo de la catedral de Sevilla. A nuestro Corro ni se le nombra, aunque era todavía fraile jerónimo en Sevilla y no huyó de España hasta pasados cuatro o cinco meses de la muerte del viejo inquisidor (29 de julio de 1556): Gilly, 2010a, vol. 1, pp. 418-419.
114 S. l., s. e., [Amberes, Gilles Coppens van Diest], 1567. Traducción española en Corro, Carta a los pastores luteranos de Amberes, pp. 99-213: Carta enviada a la Majestad del Rey de las Españas etc. nuestro Señor, por la que un su muy humide súbdito le da razón de su partida del reino de España y presenta a Su Majestad la confesión de nuestra religión christiana, monstrándole las graves persecuciones que sufren sus súbditos de los Países Bajos por mantener la dicha religión y el medio de que Su Majestad podría usar para remediarlo.
115 Ibid., 2006, pp. 49-98. Epístola y amable admonición de un ministro del Evangelio de nuestro Redentor Jesucristo, enviada a los Pastores de la Iglesia Flamenca de Amberes, los cuales se nombran de la Confesión de Augsburgo, exhortándolos a la concordia y amistad con los demás Ministros del Evangelio.
116 «… la arrogancia más que farisea» de «los nuevos inquisidores de las Iglesias Reformadas» y «censores de la fe ajena», «que hacen de sus confesiones, catecismos, comentarios y tradiciones, como si fueran un quinto Evangelio, y quieren autorizar sus interpretaciones particulares, de manera que las ponen al nivel de los artículos de la fe, y se atreven a llamar heréticos a todos los que no siguen a pie juntillas sus imaginaciones», «los cuales condenan, anatemizan, excomulgan y llaman herejes y separados de la Iglesia a todos aquellos que no reciben en todo su confesión» y ello sucede precisamente en una Iglesia como la de Amberes, «liberada de la tiranía e insoportable yugo de los Inquisidores papistas, y esto por la gracia de Dios y la bondad de nuestro Rey y soberano Magistrado». Para un análisis más completo del texto y de las circunstancias de este escrito, véase Gilly, 2001.
117 Textos de Castellion reelaborados por Corro se encuentran, por ejemplo, en Castellion, Lettre envoyée à la Majesté du Roy des Espaignes, cc. K4vo-K5vo; Id., Conseil à la France désolée, pp. 42-46; Id., Lettre, M1vo-M2vo ; Id., De haereticis, pp. 127-128.
118 Corro, Lettre envoyée à la Majesté du Roy des Espaignes, fos M2ro-4ro: «Que por lo menos, bajo su vuestra protección y salvaguardia, cada uno pueda vivir en la libertad de su conciencia con derecho al ejercicio y predicación de la palabra».
119 Contra la común opinión, según la cual «sería imposible tener paz ni reposo público en donde quiera que se profesen a la vez dos religiones diferentes», Corro promete «escribir en su día y con la ayuda de Dios un tratado particular para su Majestad sobre este asunto». Entre tanto, intenta demostrar a Felipe II la manera cómo «vuestra Majestad pudiera, en buena conciencia, permitir en sus tierras y bajo su protección, dos clases de religión, que convienen las dos en recibir a Jesucristo como su Redentor, y que solamente difieren…». Y después de haber enumerado las semejanzas y diferencias esenciales en una y otra confesión, el sevillano demuestra al rey las ventajas y la gloria que una tal decisión traería consigo: «Esta diferencia sería muy facil de zanjar, si vuestra Real Majestad quisiera tomar con interés estos asuntos y pensar que semejante concordia en la Iglesia cristiana sería la empresa más ilustre, ventajosa y memorable que jamás príncipe cristiano hubiese hecho, y las historias contarán un hecho semejante a la posteridad, cuyo hecho quedará grabado en la memoria de todos, y de vuestros súbditos de los Países Bajos especialmente». Para el texto en español completo: ibid.
120 Ecclesiae Londino-Batavae Archivum, Tomi tertii pars prima, p. 97.
121 «Y por tanto consideramos ser lo más razonable que Antonio del Corro se retracte de todos sus libelos como indignos de haber sido jamás pensados y mucho más de haber sido divulgados clandestinamente entre nuestra gente hasta el punto de haberlos enviado a Ultramar», Boehmer, 1874-1904, p. 126.
122 Zurich Letters, pp. 261-262, app. 160; Boehmer, 1874-1904, pp. 62-63; McFadden, inédita, pp. 426-315.
123 Ecclesiae Londino-Batavae Archivum, Tomi tertii pars prima, pp. 129-133, cit. 131; García Pinilla, 2014, pp. 69-71.
124 Ese mismo era el parecer de los censores de Corro en 1571, Boehmer, 1904, p. 102: «Item tabella quaedam, cui inscribitur titulus Monas theologica, accurate discutiatur, etenim sub obscuris verborum involucris magnum virus delitescere omnino certum est. Non negabit Corranus aut se ejus auctorem aut saltem approbatorem». La Monas theologica, enviada por Corro a Charles de Houchin, Seigneur de Longastre, había sido también interceptada y reenviada a Londres en febrero de 1571: Ecclesiae Londino-Batavae Archivum, Tomi tertii pars prima, p. 139. En las Theses y Antitheses de 1576, la Monas theologica fue censurada y condenada muy severamente: Sepp, 1881, pp. 31-33.
125 Theologia germánica, 1557, pp. 121-125. Algunas sentencias graves, por las que cada diligente discípulo de Cristo se podrá examinar a sí mismo y conocer lo que hay que estudiar sobre la verdadera e íntima unión con el verdadero y soberano bien.
126 Corro, Dialogus theologicus, fo A4ro. Santiago corrige el torpe error de la doctrina paulina y enseña que la fe debe ser salvífica, viva y fructuosa". Las citas de esta obra en español han sido tomadas de la traducción efectuada por Francisco Ruiz de Pablos, véase Corro, Comentario Dialogado de la Carta a los Romanos, pp. 108, 195-197.
127 Responsum Anthonii Corrani Hispalensis ad animadversiones, Ginebra, BPU, ms. francés 407, 131vo: «Quod aiunt me confuse tribuere foelicitatem fidei et voluntati obediendi dissentaneum est veritati. Ego enim soli fidei in solidum tribuo Justiciam, at non historice aut hypocritice, sed verae et vivae fidei, quae operatur obedientiam per dilectionem. Coniungo autem causam cum suo effectu, ne rudis plebs arbitretur fidei nomine me intelligere vanas aliquas speculationes et hypocriticas persuasiones de deo. Hoc pacto doctrina Pauli et Jacobi de fide et operibus concordant». Un esquema similar aparece también en el anterior Responsum Apologeticum ad obiectiones sibi propositas Londini contra Tabellam de opere Dei Gallice scriptam [primera semana de agosto de 1569], ibid., fos 64vo-119ro, cit. 98ro.
128 Castellion, De haereticis, pp. 452-461; Gilly, 1998, pp. 151-152. El único ejemplar intacto que conozco es el de la Johannes a Lasco Bibliothek en Emden: <http://hardenberg.jalb.de/display_page.php?elementId=10849>.
129 Castellion, Dialogi IIII.
130 «Pero también con Rebeca, que en su vientre trajo gemelos del único padre Isaac, a saber Jacob y Esaú. Pues no habían aún nacido —y, por tanto, ni hecho aún ni bien ni mal— para que se ratificase el propósito de Dios, conforme a su gratuita elección, sin tener en cuenta las obras o méritos, sino para que apareciese el favor gratuito del que llamaba, le dijo Dios a Rebeca que el mayor serviría al menor», Corro, Dialogus theologicus, fº I1ro; Castellion, Dialogi IIII, pp. 1-3. Los mismos argumentos y citas bíblicas se encuentran también en el diálogo De electione, que no se publicaría hasta cuatro años más tarde: Id., Dialogi IIII. De praedestinione, De electione, De libero arbitrio, De fide. Eiusdem opuscula quaedam lectu dignissima, quorum inscriptiones versa pagella ostendet, 1574, pp. 114-117 y también en Id., De arte dubitandi, pp. 46-47.
131 Corro, Dialogus theologicus, fº I1vo; Castellion, Dialogi IIII, p. 22: «Sed ut in cognitione crescamus et negociemur, ad hoc jam necessarium est officium nostrum: ita ut salutem nobis conferre non possimus, sed impedire certe possumus. Ita fit, ut salus sit a Deo, pernicies a nobis ipsis…». En 1615, Hugo Grotius cambió la expresión de ambos en «salutem quidem nostram ex Deo solo esse, at nos nobis ipsis perniciem accersere»: Mühlegger, 2007, p. 285. Pero también en el cap. ix de la Confessio Helvetica prima, compuesta en Basilea en 1536, aparece la fórmula: «Et ex Deo salus, e nobis est perditio», aunque desaparece en la Confessio Helvetica posterior de 1566, por incompatible con la doctrina reformada de la predestinación.
132 Corro, Dialogus theologicus, fº I1ro-I3vo; las páginas correspondientes a esta argumentación se encuentran reproducidas también en Sepp, 1875, pp. 184-188.
133 Breve disposición de aquella epístola que el apóstol san Pablo escribió a los romanos, expuesta mediante la semejanza que el mismo apóstol utiliza a partir del injerto de los árboles, cuando trata de la justificación y de su inseparable santificación acompañante, también del triple estado del hombre: no renacido, que renace, y renacido.
134 La tabella latina se conserva e.g. en el ejemplar de la Huntington Library, accesible en Internet (eebo) <http://eebo.chadwyck.com.ezp-prod1.hul.harvard.edu/fetchimage?vid=176460&page=125&width=383> o en el ejemplar del Trinity College de Cambridge, C.7.106; la hoja en inglés se conserva en la UL de Cambridge, Broadsides.B.57.4. Agradezco a Ignacio García Pinilla el haberme proporcionado una copia de esta última.
135 Castellion, De arte dubitandi…, pp. 98-154 (lib. 2, caps. vii-xxxix, pp. 147-152, Leiden 1981, pp. 98-154); id., Tractatus de iustificatione. In quo, tum eam negantium, tum affirmantium rationes et argumenta non minus Christiane quam intelligenter explicantur: ad veram peccatorum mortificationem et Iustitiae vitam in fidelibus promovendam, en id., Dialogi IIII, Gouda, C. Tournay, 1613, paginación separada, pp. 1-89 (y, en particular, pp. 78-88). Sabemos que el manuscrito autógrafo del De arte dubitandi (hoy en la Gemeente Bibliotheek de Rotterdam, nos 505, 56-167) se encontraba por aquel entonces en Basilea, en manos de los albaceas de Castellion, el exdavidjorista Jean Bauhin y el zuingliano Johannes Brandmüller, quienes eran sumamente reticentes en permitir el acceso a los manuscritos, aun a los seguidores más cercanos al saboyardo: véase Guggisberg, 1967, pp. 190-199; Rotondò, 1974, pp. 302-304 = 2008, vol. 2, pp. 503-505; Gilly, 1998, pp. 157-160. Pero anteriormente a la muerte de Castellion, estos amigos habían copiado alguno de esos textos, que después sirvieron para las ediciones póstumas entre 1578 y 1616. Entre los textos copiados se encontraban evidentemente los capítulos 7-29 del libro segundo del De arte dubitandi que contienen el tratado De iustificatione, del que Corro se sirvió para confeccionar la Brevis dispositio. Otra copia manuscrita del De iustificatione, anterior a 1581 (Briquet 1374/Piccard 33749) y procedente de la biblioteca de Charles Maurice Le Tellier, arzobispo de Reims, se conserva en la BnF (ms. latín 3676, fos 37vo-90vo) junto a otras piezas entonces aún inéditas de Castellion (Quinque impedimenta, Annotationes in capitulum nonum ad Romanos, Contra libellum Calvini) y extractos del De trinitatis erroribus y de la Restitutio Christianismi de Servet. No sabemos si Corro disponía de una colección similar.
136 Anteriormente a la impresión, Corro dejó circular la Brevis dispositio, en latín y con el dibujo, entre sus amigos más íntimos, como demuestra una copia manuscrita de mano de Francesco Pucci, con fecha de «1573», donde se deja un espacio en blanco para el párrafo primero, aún por escribir, y sin la referencia al Dialogus theologicus, todavía no impreso (Schaffhausen, StB., Ms. Scaph. 8, vol. 4, fasc. 7/15a): Biagioni, 2001, pp. 345-349; Sozzini, Pucci, De statu primi hominis ante lapsum disputatio, pp. XXXV-XXXVI; García Pinilla, 2014, pp. 71-72.
137 Theses excerptae ex lectionibus, colloquiis et maxime ex scriptis D. Corrani / Antitheses quibus Belgicae, Gallicae et Italicae Ecclesiarum Ministri ostendunt…, en Sepp, 1881, pp. 30-60 (Theses nos 82-90, 106, 117-120).
138 Gilly, 1998.
139 De vera Christiani hominis fide Dialogus elegantissimus, Londres, 1581 / Concerning the true beleefe of a Christian man a most excellent and profitable dialogue, by S. C., Londres, 1582.
140 Hudson, 1976, pp. 197-206. Golding y Fleming habían traducido anteriormente varias obras de Calvino y Beza al inglés.
141 Ibid., pp. 197-199.
142 Sozzini, De Sacrae Scripturae auctoritate, fo A2ro.
Auteur
Universität Basel
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