El consumo doméstico de armas en Aragón en la Baja Edad Media
p. 47-68
Texte intégral
1En los últimos años, la historiografía ha llamado la atención sobre dos procesos que se desarrollaron de modo sincrónico e interrelacionado en la Europa medieval: de un lado, un evidente progreso tecnológico y, de otro, una tendencia hacia la progresiva comercialización de las relaciones económicas, expresada a través de fenómenos de organización corporativa y, sobre todo, de constitución de mercados y ferias en ámbitos tanto urbanos como rurales1. Ambos procesos contribuyeron a modificar sustancialmente la cultura material que rodeaba a los hombres y las mujeres de la Edad Media, diversificando sus niveles de confort y ofreciendo, en la larga duración, cada vez más opciones de consumo, procedentes en su mayoría del sector secundario.
2Tal y como han puesto de manifiesto numerosos estudios, esta secuencia general se manifestó especialmente en el ámbito de la fabricación y comercialización de productos asociados a la industria textil, hasta el punto de que algunos investigadores han llegado a identificar a la sociedad bajomedieval como una verdadera cultura del tejido, denominación que no sorprenderá a cualquiera que esté mínimamente acostumbrado a la lectura de inventarios y otras relaciones de bienes elaboradas en la época. Pero, junto al mundo de las manufacturas textiles, otras actividades económicas han servido también a los investigadores para reflexionar en torno a las relaciones existentes entre progreso tecnológico, comercialización y consumo, especialmente aquellas orientadas a la fabricación y distribución de menaje doméstico, herramientas, joyas u objetos relacionados con el juego o el culto.
3Sin embargo, hay una parcela del sector secundario que suele quedar sistemáticamente al margen de las reflexiones sobre los procesos generales de cambio económico. Nos referimos a la producción y comercialización de armas, dos actividades económicas capaces de movilizar grandes cantidades de capital y, al mismo tiempo, de promover el desarrollo tecnológico de cualquier sociedad, debido, entre otras cosas, a que su aportación al mercado ha disfrutado de una demanda sostenida, al menos, desde la Baja Edad Media en adelante2. Nuestro propósito con esta investigación consiste, precisamente, en explicar el modo en que el progreso tecnológico y el incremento de los niveles de comercialización influyeron sobre la producción de este tipo de bienes en el Aragón bajomedieval y, sobre todo, cuál fue el papel del consumo doméstico dentro de este proceso general. Para tratar de responder a ambas cuestiones, el presente trabajo se organiza en torno a dos grandes apartados: en el primero de ellos, nos ocuparemos de analizar las características de las existencias disponibles en el mercado, mientras que, en el segundo, trataremos de definir los perfiles sociales de los consumidores de armas y las diferentes fórmulas que éstos emplearon a la hora de adquirir el producto3.
Existencias en el mercado
4Para comenzar el análisis sobre el catálogo de existencias disponibles en el mercado conviene plantear, brevemente, una cuestión metodológica que puede formularse mediante la siguiente pregunta: ¿a qué tipo de bienes nos referimos concretamente cuando hablamos de armas? Bajo esta denominación se esconde, en realidad, una multitud de objetos cuyo nexo de unión radica en su utilidad material, ya que las armas, en el mundo medieval y en cualquier otro periodo histórico, se utilizan principalmente para el combate, la caza mayor y las competiciones deportivas4. Los diferentes niveles de especialización en cada una de estas actividades proporcionan, pues, otras tantas razones para explicar la heterogeneidad del repertorio de piezas de armamento puestas en circulación en cada momento y lugar. Pero, más allá del plano estrictamente funcional, es preciso tener en cuenta que las armas son, como cualquier otro elemento de cultura material, objetos capaces de proporcionar diferentes dosis de distinción y prestigio a quienes las manejan o las poseen. Y, por tanto, el consumo de este tipo de objetos se encontró también fuertemente sujeto a la búsqueda de confort social y a los deseos de ostentación de cada consumidor.
5Conviene señalar, en este sentido, que la utilidad de las armas, como sucede con el resto de objetos puestos en circulación, adquiere su sentido dentro de contextos culturales que transmiten, a su vez, una valiosa información de tipo social. Para tratar de acceder a dicha información, hemos optado por clasificar los diferentes tipos de armas presentes en los hogares bajomedievales aragoneses en tres grandes conjuntos de consumo, jerarquizados entre sí conforme a un criterio que combina sus cualidades materiales (coste económico) y simbólicas (confort social)5.
6El primero de ellos, situado en el rango superior, se identifica con el equipo del combatiente a caballo u hombre de armas, e incluye un arnés (protección de torso y extremidades), un juego de armas de mano (espada, lanza larga y escudo), otro de armas cortas (puñales, dagas, etc.) y los elementos necesarios para proteger la propia montura. El segundo, ubicado en un rango intermedio, se equipara a la indumentaria del combatiente a pie y está formado por un arnés (como en el caso anterior, protección de torso y extremidades), un juego de armas de mano (ballesta, lanza corta, espada y escudo) y el correspondiente juego de armas cortas (puñales, dagas, etc.)6. Por último, el tercer conjunto, que ocupa el rango inferior, no se encuentra asociado, al menos directamente, a ninguna de las categorías de combatientes que acabamos de señalar, ya que su razón de ser no nace del ejercicio de la guerra sino de la práctica de la caza y las competiciones lúdicas. Como elementos básicos de este conjunto, podemos encontrar una o varias ballestas, junto con ciertos tipos de armas cortas (puñales, lanzas cortas o azconas y todo tipo de cuchillos). No cabe duda de que todos los objetos incluidos en este último conjunto eran susceptibles de ser empleados en combate, especialmente en contextos de movilización defensiva, en los que era preciso rentabilizar al máximo todos los recursos disponibles. Sin embargo, la ausencia de pertrechos defensivos marca, en este caso, una distancia importante con respecto a los dos perfiles anteriores7.
7La mayoría de las armas que se comercializaron en Aragón durante la Baja Edad Media, independientemente de su adscripción a uno u otro de los conjuntos de consumo que acabamos de enunciar, eran productos de fabricación autóctona, cuya elaboración venía sostenida por la importación regular de hierro y acero procedentes del norte de Castilla y de Navarra8. La pujanza del sector estuvo liderada por los talleres instalados en la ciudad de Zaragoza, cuya actividad manufacturera alcanzó elevados niveles de especialización en la transformación tanto del hierro como del acero. Asimismo, como el resto de las actividades profesionales comprendidas en el sector secundario, la fabricación de armas se encontraba organizada a nivel institucional mediante distintas corporaciones de oficio, orientadas a preservar los intereses del artesanado y, al mismo tiempo, garantizar unos niveles de calidad fuertemente estandarizados. La primera referencia en este sentido corresponde a 1291, cuando un tal Tomás Muñoz actuó ante el concejo como procurador de los cuchilleros y vaineros de la ciudad9 y, apenas dos o tres décadas después, se pueden documentar ya colectivos de profesionales relacionados con la producción de armas no sólo en la capital del reino, sino también en otros centros urbanos, como Huesca y Daroca10.
8Entre las corporaciones plenamente constituidas en Zaragoza durante el siglo xiv, cabe destacar, por la fuerza de trabajo acumulada y el volumen de su producción, la herrería, la espadería y la cuchillería, seguidas a cierta distancia de los talleres dedicados a la fabricación de ballestas, corazas, remaches metálicos y, desde finales del siglo xiv, armaduras. Para tratar de detectar niveles de cualificación entre los trabajadores de cada uno de estos oficios, que nos informen, a su vez, de la gama de calidades disponibles entre su producción, hemos elaborado un censo de profesionales y actividades documentadas en la ciudad durante las décadas de 1350 y 1360, un periodo especialmente boyante para los productores de armas debido a las guerras que enfrentaron entonces a las Coronas de Aragón y de Castilla, pero también a las grandes armadas movilizadas por la monarquía en el Mediterráneo11. El resultado obtenido comprende, hasta el momento, a treinta y un sujetos, la gran mayoría varones cristianos, pero entre los que se incluyen también dos mujeres cristianas y un varón de religión musulmana (véase tabla 1).
Tabla 1. — Producción de armas en Zaragoza: profesionales y oficios (1355-65)
Profesionales (categoría estatutaria) | Oficios | Fuentes (AHPnZ) |
Alabar, Jahiel (habitante) | Herrería | Jaime Jorge, 1359, fos 24ro-24vo, 25-VI-1359. |
Albarracín, Juan de (vecino) | Espadería | Blasco Aznárez de Ansó, 1361 (Cuaderno 2), fo 28ro, 02-VIII-1361. |
Arras, Pedro de (vecino) | Espadería | Simón de Capiella, 1360, fos 340vo-341ro, 26-XI-1360. |
Simón de Capiella, 1360, fo 342ro, 27-XI-1360. | ||
Blasco Aznárez de Ansó, 1361 (Cuaderno 2), fo 17ro, 10-V-1361. | ||
Blasco Aznárez de Ansó, 1361 (Cuaderno 2), fo 17ro, 22-V-1361. | ||
Aznárez del Era, Marta (vecina) | Cuchillería | Gil de Borau, Registro de 1365, fos 165vo-166vo, 20-VII-1365. |
Baguest, García (vecino) | Cuchillería | Blasco Aznárez de Ansó, 1364, fo 60vo, 13-VI-1364. |
Blasco Aznárez de Ansó, 1364, fo 61vo, 22-VI-1364. | ||
Papeles sueltos, legajo 6, cuadernillo 26, 1364. | ||
Calbet, Guillem (habitante) | Coracería | Simón de Capiella, 1361, fo 53ro, 1361. |
Campaña, Pascual de (no consta) | Herrería | Jaime Jorge, 1359, fos 61ro-61vo, 19-VIII-1359. |
Capilla, García (vecino) | Cuchillería | Miguel Sánchez de Leach, 1363, fos 32ro-32vo, 05-XI-1363. |
Cerda, Jaime (no consta) | Espadería | Jaime Jorge, 1359, fo 43vo, 30-VII-1359. |
Despuig, Simón (vecino) | Cuchillería | Miguel Sánchez de Leach, 1363, fos 32ro-32vo, 05-XI-1363. |
Gil de Borau, Registro de 1364, fo 162vo, 29-V-1364. | ||
Ennecons, Miguel de (vecino) | Cuchillería | Gil de Borau, 1363, fo 563vo, VIII-1363. |
Épila, Tomás de (vecino) | Cuchillería | Gil de Borau, Registro de 1364, fo 120ro, 10-IV-1364. |
Fernández de Valladolid, Juan (no consta) | Cuchillería | Miguel Sánchez de Leach, 1363, fo 40 vo, XI-1363. |
Flores, Domingo de (vecino) | Cuchillería | Pedro Martínez de Gassenat, 2, 1363, fos 88ro-88vo, 29-VII-1363. |
Gamarra, Luis de (vecino) | Tachería | Gil de Borau, Registro de 1364, fos 115vo-116vo, 08-IV-1364. |
Jaca, García de (vecino) | Cuchillería | Gil de Borau, 1363, fo 563vo, VIII-1363. |
Gil de Borau, Registro de 1364, fos 211ro-212vo, 07-VII-1364. | ||
Jordán del Toco, María (habitante) | Cuchillería | Gil de Borau, 1363, fos 258ro-260vo, 30-VII-1363a. |
Lacueva, Pedro (vecino) | Cuchillería | Gil de Borau, Registro de 1364, fo 212vo, 07-VII-1364. |
Gil de Borau, Registro de 1364, fo 162vo, 29-V-1364. | ||
Loscos, Domingo (vecino) | Cuchillería | Gil de Borau, Registro de 1364, fo 162vo, 29-V-1364. |
Marco de Magallón, Domingo (vecino) | Espadería | Pedro Martínez de Gassenat, 1355 (cuaderno 5), fo 18ro, 18-V-1355. |
Martínez de Lérida, García (no consta) | Cuchillería | Gil de Borau, 1362, fos 188ro-189ro, 17-XI-1362. |
Mínguez, García (vecino) | Cuchillería | Domingo de Tarba, 1356, fos 352ro-353ro, 28-X-1356. |
Olmito, Juan de (no consta) | Herrería | Jaime Jorge, 1359, fo 43vo, 30-VII-1359. |
Pérez de Castelpedrés, Sancho (vecinob) | Herrería | Jaime Jorge, 1359, fo 65ro, 22-VIII-1359. |
Pérez de Gomera, Pascual (vecino) | Cuchillería | Gil de Borau, 1363, fos 563ro-563vo, VIII-1363. |
Sánchez de Bijuesca, Antón (vecino) | Cuchillería | Gil de Borau, 1363, fos 50ro-52ro, 1363. |
Santa Cruz, García (no consta) | Cuchillería | Gil de Borau, Registro de 1365, fos 162vo-165ro, 20-VII-1365. |
Santa Cruz, Miguel García de (no consta) | Cuchillería | Gil de Borau, Registro de 1365, fos 162vo-165ro, 20-VII-1365. |
Tormón, García (habitante) | Tachería | Gil de Borau, Registro de 1364, fos 116vo-119ro, 08-IV-1364. |
Gamarra, Luis de (no consta) | Tachería | Gil de Borau, Registro de 1364, fos 119ro-120ro, 10-IV-1364. |
Tropocardo, Domingo (no consta) | Herrería | Jaime Jorge, 1359, fo 44ro, 31-VII-1359. |
a. Publicado en Ordenanzas y otros documentos complementarios…, ed. de Mª I. Falcón Pérez, doc. VI. b. Vecino de la aldea periurbana de Peñaflor. |
9El seguimiento de las actividades de estos profesionales apunta, en primer lugar, a una producción enormente diversificada dentro de cada taller, como demuestra el caso del herrero mudéjar Jahiel Allabar, quien, en 1359, contrató a un oficial procedente de fuera de Zaragoza con la única tarea de afilar los cinco tipos de hierros de lanza que se producían en su fragua12. Este ejemplo sirve también para ilustrar un fenómeno bastante común a mediados del siglo xiv, como es la demanda de mano de obra cualificada en los talleres zaragozanos dedicados a la herrería y la cuchillería, que atraía a profesionales afincados en la propia ciudad, pero también a trabajadores procedentes de otras poblaciones aragonesas, quienes acudían a la capital en busca de un contrato bien como aprendices o bien como obreros13.
10La heterogeneidad del stock de los talleres zaragozanos, junto al dinamismo de la mano de obra cualificada ponen de manifiesto un cierto nivel de sofisticación de la producción final que, en ocasiones, pudo alcanzar calidades realmente extraordinarias. Un ejemplo especialmente significativo de este fenómeno nos los proporciona la corporación de espaderos de Zaragoza, que, en 1478, para asegurarse el monopolio sobre la fabricación de este tipo de armas, adquirió toda la producción que fuera capaz de realizar durante dos años completos un espadero oriundo de Santiago de Compostela, llamado Gregorio de Bravo, quien se había instalado recientemente en la ciudad. La razón esgrimida al cerrar el contrato era evitar que la baja calidad de las espadas fabricadas por el recién llegado pudiera desacreditar, ante los consumidores, el resto de la producción local, perjudicando así a los miembros de la corporación. Posteriormente, una vez transcurridos los dos años establecidos, se entendía que el espadero habría adquirido ya el nivel suficiente como para poner en circulación su producto en igualdad de condiciones14.
11Pero, sin duda, los testimonios más elocuentes sobre la calidad de las armas fabricadas en la capital aragonesa proceden de la corporación de cuchilleros. Durante el primer cuarto del siglo xv, los profesionales de este oficio emitieron dos reglamentos destinados a garantizar la calidad de su producción y evitar, en la medida de lo posible, intromisiones externas que redujeran su cuota de mercado y, en consecuencia, el monto de sus beneficios. El contenido de ambos documentos, redactados en 1413 y 1423, abunda en detalles sobre los diversos modos en que artesanos aragoneses y de otros territorios acostumbraban a falsificar los cuchillos zaragozanos, de manera que, para resolver este problema, se impuso la obligación de marcar todos aquellos fabricados en la ciudad con una señal específica, concretamente la figura de un león, que era a su vez el icono empleado en el sello de la ciudad15. Pero, sobre todo, la reglamentación emanada de la corporación de cuchilleros asume, explícitamente, la relación entre la calidad de su producción y el prestigio no sólo de los profesionales del sector, sino también de la propia ciudad16.
12Es por ello que, salvo en aquellos contextos bélicos en los que estaba en juego la integridad territorial del reino, la vitalidad de la producción autóctona impidió, hasta bien entrado el siglo xv, la importación de armas destinadas al mercado17, e incluso fue capaz de situar una pequeña parte de su producción en el exterior. Así, sabemos que en 1386, por ejemplo, un mercader de Calatayud, llamado Juceff Mantuff, compró en la feria de Barbastro 17 ballestas, con el fin de ponerlas a la venta en Castilla. Y ese mismo año, otros dos mercaderes de origen desconocido, Faraig de Belvis y Arnalt de Araus, obtuvieron en Zaragoza dos grandes partidas de armas valoradas en 540 y 440 florines respectivamente18. Algunas décadas más tarde, ya en 1426, el ballestero zaragozano Pedro Sanz envió cuatro ballestas a Medina del Campo, muy probablemente coincidiendo con la feria que se celebraba en esta localidad, con objeto de que fueran vendidas junto a algunos útiles propios de su oficio19.
13Sin embargo, a partir de las primeras décadas del siglo xv, el mercado aragonés de armas inició una lenta pero decidida apertura hacia el exterior, que se manifestó, primero, mediante la recepción de influencias de estilo y, posteriormente, a través de de la importación de partidas cada vez mayores de piezas de armamento procedentes de Francia, Europa central e Italia. Se trata de un fenómeno constatado también en otros ámbitos del sector secundario, por lo que aportaremos únicamente dos ejemplos altamente representativos. El primero de ellos nos lo proporciona la instalación en Zaragoza de profesionales especializados en la fabricación de armas o arneses novedosos entre la oferta local, como demuestran los casos de Enrique de Alemania y Pedro Ferrero, artesanos especializados en la fabricación de dagas, y el de Juan Sánchez de Sevilla, cuyo taller se ocupaba de la confección de armaduras. Estos tres profesionales vivían, en 1421, en tres casas situadas en la misma parroquia y pertenecientes a un mismo propietario, lo que parece indicar una cierta solidaridad o, al menos, una mínima comunicación previa entre los profesionales de alta cualificación que acudían a instalarse en la ciudad20. Otros artesanos bien cualificados llegaron a la capital aragonesa desde Cataluña, como el ballestero Joan Liure, especialista en la fabricación de arboletes de ballesta, quien se trasladó temporalmente a la ciudad a mediados de 142921.
14El segundo ejemplo que ilustra la apertura del mercado aragonés hacia las influencias y mercancías llegadas de otras latitudes nos lo proporciona el catálogo de objetos comercializados en el bazar del mercader lombardo Luis de Avinel, activo en Zaragoza en la última década del siglo xv. Entre las existencias disponibles en su almacén, se podían encontrar, en 1493, cientos de cuchillos de diversos tamaños, procedentes de Flandes, Bruselas, Bohemia y Francia, los cuales eran importados con sus vainas y sin afilar, en espera de que este último y decisivo paso de su proceso productivo fuera realizado en destino. Pero, además de esta amplia gama de armas cortas, Avinel suministraba también al mercado zaragozano y aragonés diversos componentes para la fabricación de ballestas, entre ellos piezas de latón (para forrarlas), hilo (para confeccionar sus cuerdas) y puntas de hierro (para los proyectiles); así como espingardas, gorgueras, lanzas y todo tipo de hojas de metal susceptibles de ser empleadas para la forja de armas22.
Consumo y consumidores
15Una vez observadas las características fundamentales de la oferta de armas existente en el Aragón bajomedieval, vamos a detenermos ahora en la definición de los perfiles sociales de la demanda y las diferentes fórmulas que los consumidores emplearon a la hora de adquirir el producto. Para ello, conviene retomar, brevemente, el concepto de conjunto de consumo que nos ha permitido, al comienzo del apartado anterior, clasificar los distintos tipos de armas en función de su utilidad material y simbólica. Como veíamos entonces, todos ellos pueden distribuirse entre tres conjuntos diferentes y jerarquizados: el que distingue al hombre de armas, el propio del combatiente a pie y aquél que podemos enunciar como de uso común, puesto que no se correponde con una función militar de manera evidente, al carecer de pertrechos defensivos. Independientemente de que las distintas piezas de armamento pudieran ser adquiridas o atesoradas de modo aislado, todas ellas se encontraban socialmente adscritas a alguno de estos tres grupos y este hecho constituye el primero de los factores capaces de incentivar la demanda, ya que, desde el punto de vista del consumidor, la adquisición de armas en la Baja Edad Media era, ante todo, una cuestión de estatus, orientada a su vez por el poder adquisitivo de cada individuo.
16Siguiendo este razonamiento, podemos distinguir tres perfiles distintos de consumidor en el mercado de las armas. El primero de ellos incluye a los varones de los grupos sociales dominantes, cuya superioridad se vinculaba culturalmente al ejercicio de la guerra, y en el que situaba la aristocracia laica de sangre (alta y media nobleza) y las oligarquías urbanas, que en Aragón recibieron denominaciones como ciudadanos honrados (Zaragoza), ciudadanos (resto de ciudades) y hombres de caballo (Calatayud, Daroca, Teruel). Para todos ellos, poseer una montura y un arnés propios del hombre de armas no era sólo una forma de manifestar su superioridad social, sino también un imperativo institucional, ya que la posesión de dichos bienes era una condición sine qua non para acceder a cualquier cargo que implicase el ejercicio de poder político, bien a nivel local o bien a nivel del Estado23. El conjunto de consumo propio de este primer nivel es, por tanto, el que se identifica con el hombre de armas.
17La segunda categoría incluye a los hombres que, a pesar de no haber sido reconocidos con ninguno de los estatutos citados en el párrafo anterior, disfrutaron de un poder adquisitivo suficiente como para emular el comportamiento aristocrático y decidieron destinar una parte de su renta a la adquisición de una montura y un arnés de combate. Se trata, generalmente, de campesinos y artesanos ricos, que no tenían problemas para ser reconocidos como vecinos, pero cuyas condiciones de vida eran incompatibles con la ciudadanía o la caballería villana. Téngase en cuenta que este tipo de estatutos no sólo venían definidos por la posesión de la montura y el arnés de combate, sino que solían exigir, además, el cumplimiento de condiciones muy estrictas relacionadas con la actividad profesional de sus beneficiarios. Entre ellas, ocupó siempre un lugar destacado la prohibición de desarrollar actividades profesionales que implicaran el trabajo manual, lo cual limitó en gran medida la promoción social de campesinos y artesanos, independientemente de que pudieran permitirse la adquisición de un equipo de combate completo24. Como en el caso anterior, este perfil de consumidor se encontraba vinculado al conjunto de consumo propio del hombre de armas.
18Por último, dentro de la tercera categoría se encuentran todas aquellas personas que disfrutaban del reconocimiento de vecindad, bien en el medio urbano o bien en el medio rural, pero que, además de no compartir los estatutos jurídicos que definían a las oligarquías locales (ciudadanía, caballería villana), tampoco podían competir con ellas en cuanto a su nivel de riqueza. Del mismo modo, cabe situar aquí a la pequeña nobleza que, en Aragón, se identificaba con el estatuto de infanzonía, muy extendido en el tercio norte del reino a partir del siglo xiii25. A diferencia de los dos casos anteriores, este tercer nivel se encuentra asociado a los dos conjuntos de consumo que hemos definido en segundo y tercer lugar, es decir, el que distingue al combatiente a pie y el que está integrado por las armas de uso común.
19Estatus y poder adquisitivo son, pues, dos factores determinantes para explicar la estructura social del consumo de armas en la Baja Edad Media, pero, una vez en el mercado, ¿cómo se materializaban los deseos del consumidor? ¿de qué manera se producía la adquisición del producto? Cualquier tentativa de respuesta a estas cuestiones ha de tomar en consideración no sólo las transacciones comerciales, ya sean formales o informales, sino también otras fórmulas socialmente establecidas de transmisión y posesión de bienes, capaces de influir en mayor o menor medida sobre los índices de comercialización. Teniendo en cuenta estos aspectos, podemos distinguir cuatro grandes fórmulas de adquisición de armas entre los hogares aragoneses de la Baja Edad Media.
20La primera de ellas es la comercialización directa del producto, adquiriendo su propiedad mediante compra, bien en el mercado de primera mano o bien en el de productos usados, en cualquiera de sus posibilidades. Conviene destacar, en este punto, que dentro del mercado de nuevo —y especialmente cuando se trataba de piezas asociadas a la figura del combatiente a caballo— los consumidores desempeñaron un papel fundamental, ya que, hasta bien entrado el siglo xv, gran parte de las armas comercializadas en este ámbito eran productos de encargo. Este procedimiento es comprensible si tenemos en cuenta que este tipo de pertrechos debían portar las señales propias de cada linaje y, sobre todo, que su elevado valor económico las convertía a todos los efectos en un bien de lujo. Sirva de ejemplo la estimación realizada por Jorge Sáiz sobre el valor medio de los arneses empleados por los hombres de armas que sirvieron a Alfonso V de Aragón en la conquista de Nápoles. Según este autor, el coste de cada equipo podía situarse en torno a 3 500 sueldos, cantidad equivalente a la renta media anual de la mayoría de los pequeños señoríos valencianos y al salario percibido por un obrero de la construcción durante casi una década26.
21Pero el sistema de producción por encargo no fue exclusivo de este tipo de armas, que podemos denominar «de alta gama», sino que se documenta también con cierta frecuencia entre los fabricantes de objetos mucho más comunes, como las ballestas27. De hecho, desde que comenzó a difundirse el uso de estas armas en Europa a partir del siglo xii, la diversidad de tipologías y acabados no hizo sino incrementarse, de manera que, tan sólo en Aragón, a mediados del siglo xiv encontramos ballestas de estribo, de gancho, de torno, esmaltadas, sin esmaltar, genovesas, de cinto, con forro y sin forro, y la lista podría prolongarse si introdujéramos las variables de peso, tamaño y materiales empleados28. Su precio medio en las décadas de 1350 y 1360 cuando, como hemos señalado anteriormente, la demanda se encontraba en un índice muy elevado a causa de la guerra con Castilla, se encontraba entre 20 y 40 sueldos por unidad29.
22De otro lado, es evidente que el papel de los consumidores en la diversificación del catálogo fue determinante y, para constatarlo, sólo hay que consultar los contratos establecidos entre los artesanos y sus clientes. Así, por ejemplo, en 1454, el notario jacetano Juan de Lafuente acudió, probablemente en nombre del concejo, al artesano local Sancho Cañardo para encargarle cuarenta brazos de ballesta de cuatro tipos diferentes en peso, todos ellos de acero y esmaltados30. Y este mismo sistema se dio también con otras piezas de uso relativamente común, como las corazas de los peones, tal y como demuestra la compra de doce de estas piezas realizada por Juan Uguer, vecino de la aldea de Fabara, a Hamet el Calvo, mudéjar zaragozano, en 1437. El precio de cada una de estas corazas se fijó entonces en 60 sueldos jaqueses (sj)31.
23Asimismo, el mercado de productos usados ofreció también numerosas oportunidades a los consumidores para adquirir armas a precios generalmente muy inferiores a los exigidos por artesanos o mercaderes. Según los trabajos de Juan Vicente García Marsilla sobre la ciudad de Valencia, a partir de los registros generados durante las subastas públicas de bienes, las armas ocuparon una parcela más bien reducida del stock, ampliamente dominado por los productos textiles, el menaje de hogar y las herramientas de trabajo. Así, por ejemplo, sabemos que en la capital valenciana, las armas alcanzaron el 16,3 % de los bienes subastados en 1284, y que entre las piezas ofertadas podían encontrarse, sobre todo, ballestas, espadas y escudos32. Algunas décadas más tarde, en 1361, el porcentaje de armas en las subastas de este tipo descendió, pero, a cambio, el vocabulario que las designaba se enriqueció notablemente, lo que denota una clara diversificación de las piezas al alcance del consumidor (a las cuirases, gorgueres, capells y capellines de ferre, gamberes y cuixeres de 1284, se les añaden en 1361 bacinets, cervelleres, davanteres y espalleres)33. Sin dejar todavía la ciudad de Valencia, el estudio sistemático de los bienes subastados entre 1380 y 1506 ha sacado a la luz un total de 420 operaciones con piezas de armamento, que significaron un 5,3 % de los bienes comercializados por esta vía y un 3 % del capital movilizado en estos negocios34.
24Muchos de los objetos puestos a la venta en este tipo de operaciones procedían de expropiaciones realizadas como consecuencia de deudas impagadas o, como en el caso de las cifras correspondientes a 1284 y 1361, de préstamos con prenda mueble que no llegaron a ser devueltos. Aunque, por el momento, no disponemos de análisis cuantitativos similares para las ciudades aragonesas, merece la pena poner en relación las características del caso valenciano con la actividad desarrollada por un gran prestamista zaragozano, concretamente uno de los vicarios de la iglesia de Santa María la Mayor, en la primera década del siglo xv (véase tabla 2). Según su libro de cuentas, entre 1402 y 1407 este párroco llevó a cabo 351 operaciones de préstamo con prenda mueble, 34 de las cuales —es decir, el 9,7 % del total— se consignaron mediante el depósito de armas35. Evidentemente, se trata de un caso muy concreto y no necesariamente representativo, pero lo cierto es que las cifras que acabamos de mostrar encajan bastante bien con los resultados obtenidos por García Marsilla en la ciudad de Valencia, donde, como acabamos de señalar, entre el 5 y el 17 % de los bienes que entraban en el mercado por esta vía eran armas.
Tabla 2. — Presencia de armas en operaciones de préstamo con prenda mueble (Zaragoza, 1402-1407)
Valor (sj)a | Prendas | Prestatarios | Años |
200 | 1 frontal de bacineta de armar | Lanuza, Ferrer de | 1407 |
180 | 1 basalart (espada) y 1 taza blanca | Gonzalo, Antón | 1407 |
144 | Unas corazas cubiertas de paño de oro | Marqués, Nicolás | 1402 |
63 | 1 gavinete | Anónimo (vicario de San Pedro) | 1407 |
60 | 1 cota de malla ligada con una correa | López de Cabañas, García | 1405 |
30 | 1 cota de malla ruinosa y 1 sobrepelliz | Aragonés, Miguel | 1404 |
30 | 1 espada mellada blanca | Erla, Juan de | 1406 |
30 | 1 barbuda y 2 guanteletes | Gascón, García | 1402 |
30 | 1 cota de malla | Martínez, Lope (escudero del cardenal) | 1404 |
20 | 1 broquel | Anónimo (campanero) | 1402 |
20 | 1 pieza de armar | Anónimo (limosnero de Tarazona) | 1404 |
20 | Unas corazas de armas sin faldas | Arcos, Juan de | 1404 |
20 | Unas corazas | Burbáguena, Martín de (nuncio de la corte del Oficio) | 1407 |
20 | 1 espada y 1 broquel | Jimeno (especiero) | 1402 |
20 | 1 cota de malla de media boca | Lacambra, Juan de | 1404 |
18 | 1 cota de malla pequeña y 2 cameras | Andreu, Ramón (alcaide de Valderrobres) | 1402 |
18 | 1 cota de malla | Bergua, Pedro de (sobrino de don Pedro Fernández) | 1402 |
18 | 1 daga | Casbas, Juan de | 1402 |
15 | Unas mangas de malla | Alos, Jaime de | 1402 |
10 | 1 espada | Alagón, Salvador de | 1402 |
10 | Unas mangas de malla | Alos | 1402 |
10 | 1 ballesta | Alos, Jaime de | 1402 |
10 | 1 espada y 1 broquel | Alos, Jaime de | 1402 |
10 | 1 espada | Anilla, Juan de (barquero) | 1402 |
10 | 1 espada y 1 broquel | Anónimo (hermano de Domingo, yerno del hornero) | 1402 |
10 | 1 espada y 1 broquel | Dapario | 1404 |
7 | 1 glavi | Entallada (que habita en casa de Pedro Monfort) | 1402 |
6 | 1 espada y 1 broquel | El Bayo, Francisco de | 1407 |
5 | 1 gola de hierro | Echo, García de | 1405 |
5 | 1 cuchillo grande de Vitoria y 1 gavineta | García (campanero) | 1402 |
3 | 1 broquel viejo | Alos, Jaime de | 1402 |
3 | 1 broquel con clavetes | Entallada (que habita en casa de Pedro Monfort) | 1402 |
3 | 1 bacinete pequeño forrado de cotalina | Morellana, Juan de | 1402 |
2 | 1 broquel | Moneva, Íñigo | 1402 |
a. sj: sueldos jaqueses. Aquellas cantidades que, en la fuente original, se expresan en florines, han sido reducidas a sueldos jaqueses empleando como referencia el cambio establecido en las Cortes de Zaragoza de 1381, según el cual 1 florín equivalía entonces a 9 sj. Tomamos esta última referencia de Palacios Martín, Falcón Pérez, 1982, p. 546. |
Fuente: Archivo del Pilar, 9.2.5.15. Publicado en Yetano Laguna, « Contribución a un estudio de la sociedad zaragozana », pp. 138-170.
25En este sentido, y sin dejar todavía el consumo de productos usados, conviene llamar la atención sobre un fenómeno muy difícil de detectar pero que, sin duda, se produjo con relativa frecuencia, como es la compra-venta de armas entre particulares al margen de los diversos sistemas de subasta pública. Cuando estos productos pasaban por las manos de intermediarios, era necesario dar fe de la operación ante notario y, gracias a esta práctica, sabemos que uno de estos agentes, Miguel Calvo, especializado en el comercio de ropa usada, vendió también una espada perteneciente a Férriz de Millera, en la ciudad de Zaragoza, a finales de 1363. Se trata de un testimonio aislado acerca de una práctica que, sin duda, formaba parte de la cotidianeidad36.
26Pero, al igual que sucedía con otros bienes de uso cotidiano, especialmente aquellos que suponían un desembolso económico más elevado, la compra no fue la única forma de conseguir armas en la Baja Edad Media. Existieron, en efecto, otras vías de acceder a este tipo de productos, comenzando por las soluciones que implicaban alguna fórmula de propiedad compartida, es decir, préstamos y/o alquileres. Estas operaciones se localizaban, preferentemente, en el entorno social más próximo al demandante, de manera que no siempre han dejado rastro en la documentación37. Cuando, por el contrario, las operaciones eran consignadas ante notario, una de las fórmulas más extendidas para hacerlo era la comanda, es decir, la entrega de los objetos en depósito durante un periodo de tiempo prefijado y a cambio de una cantidad económica previamente pactada. La particularidad de la operación radicaba en el hecho de que, al concluir el plazo estipulado, ambas partes debían intercambiar, de nuevo, tanto las armas como la cantidad económica trasferida, entendiéndose así que ninguna de las dos había obtenido un beneficio económico directo de su actuación. Sin embargo, la aplicación práctica de este tipo de fórmulas indica que, en no pocos casos, las comandas eran empleadas para registrar negocios de compra-venta de armas e incluso, en ocasiones, para consignar encargos de piezas entre artesanos y sus clientes. Para ello, bastaba con incumplir, de común acuerdo entre ambas partes, la obligación de reintegrarse los bienes intercambiados al vencer el plazo para hacerlo38.
27De igual forma, en algunos contextos, como las vísperas de las grandes campañas militares o el transcurso de determinados conflictos bélicos, el aumento de la demanda de armas a menudo obligaba a buscar material fuera del propio círculo de amigos o parientes, obligando a los implicados a dar fe de su acuerdo ante notario. Cuando esto ocurría, una de las soluciones más frecuentes, a juzgar por los testimonios escritos, pasaba por acudir a las instituciones a solicitar el préstamo de las piezas de armamento atesoradas en sus arsenales39. Así, las armas atesoradas por concejos, parroquias y todo tipo de señores jurisdiccionales, cuando no se encontraban en uso, podían ser prestadas a terceros. Un ejemplo representativo lo proporciona el caballero Juan de Urriés, quien, en 1478, obtuvo mediante préstamo dos ballestas del concejo de Jaca, para emplearlas en la defensa de su fortaleza de Biniés, un pequeño lugar del Pirineo, ante el ataque de Carlos de Artieda, a quien identificaba como enemigo suyo en el momento de redactar el contrato40.
28Al hilo de este último aspecto, no podemos olvidar que la adquisición de armas fue, sobre todo para los grupos aristocráticos, una necesidad que podía satisfacerse también a través de prácticas diferentes de la actividad comercial, concretamente la herencia y el don, es decir, el regalo vinculante transmitido entre miembros de una misma red clientelar. Algunos autores han llegado a afirmar que este tipo de hábitos pudieron limitar sensiblemente el consumo de armas y otros objetos de alto valor material en el mercado, dado que los bienes que se transmitían de esta forma revestían una calidad especial y solían mantenerse operativos durante generaciones41. En relación con este tema, conviene subrayar además que la legislación aragonesa establecía una serie de disposiciones destinadas a organizar específicamente la transmisión hereditaria de armas y otros pertrechos militares, según las cuales este tipo de bienes muebles se contabilizaban entre las aventajas propias del marido, en caso de que éste sobreviviera a la esposa, y de los hijos u herederos, cuando la superviviente de la unión conyugal era la mujer42. En la práctica, la aplicación de esta ley hacía que la propiedad de las armas tendiera a ser monopolizada por los varones del grupo familiar, bien en la persona del marido, al enviudar, o bien en la persona de los hijos u otros herederos43. Es preciso advertir, no obstante, que la norma no impedía en ningún caso que las mujeres pudieran heredar las armas de sus parientes y, de hecho, como veremos enseguida, existen ejemplos de ello durante toda la Baja Edad Media.
29Un sondeo realizado sobre los patrimonios de bienes muebles pertenecientes a veinte familias de la clase dirigente del reino, entre mediados del siglo xiv y finales del xv, permite constatar el alcance de la disposición foral que acabamos de señalar y proporciona, además, una buena instantánea sobre la composición de estos singulares arsenales de familia44. De los veinte patrimonios documentados, todos ellos a partir de inventarios redactados ante notario, diecinueve incluyen algún tipo de arma y, entre ellos, hay una mayoritaria presencia de piezas asociadas funcionalmente al perfil del combatiente a caballo45. En concreto, doce de los veinte casos registrados comprendían pertrechos suficientes como para armar al menos a un hombre de armas46. El resto, es decir, siete hogares, únicamente disponían de elementos para equipar a algún combatiente a pie o, sencillamente, para el ejercicio de actividades cinegéticas o lúdicas47.
30Igualmente, dentro de la muestra escogida, contamos con nueve casos en los que se indica, explícitamente, que el inventario fue redactado post mortem, siguiendo la prescripción foral. En siete de estos nueve casos, los herederos de estos singulares arsenales de familia fueron varones, mientras que en los dos restantes la propiedad recayó en mujeres. Se trata de Sancha Jiménez, hija del escudero Pedro Abarca de Rabasa, en 136248; y, sobre todo, de Leonor y María, hijas del caballero zaragozano Jimeno Pérez de Salanova, quienes, en 1374, se repartieron el importante arsenal que había pertenecido a su padre49. A juzgar por el inventario conservado, cada una de ellas recibió armas y pertrechos para equipar suficientemente a un hombre armas, así como muchas otras piezas que podrían destinarse, en su caso, a proveer peones u otros efectivos de apoyo. El arsenal heredado por Sancha Jiménez destaca notablemente dentro del conjunto que hemos delimitado aquí, y sus rasgos más significativos pueden observarse a partir de los ejemplos incluidos en la tabla 3.
Tabla 3. — Arsenales de familia (siglos xiv y xv)
Propietarios (categoría estatutaria) | Herederos (parentesco) y armas recibidas | Fuentes y cronología |
Abarca de Rabasa, Pedro (escudero) | Sancha Jiménez (hija): 5 adargas, 4 escudos, ballesta, cinto, 2 pares de mangas de malla castellana, golarón, gorguera de malla, 2 corazas, 1 par de quijotes, unos brazaletes, 1 par de guantes de lamperna, perpuntas de caballo delanteras y traseras con cruz bermeja, adarga con león. | AHPnZ, Gil de Borau, 1362, fos 340ro-343vo, Zaragoza, 9-XII-1362. |
Épila, Nicolás de (ciudadano de Zaragoza) | García Sánchez de Épila (hijo): espalderas, loriga, lorigón, silla, freno, petral esmaltado, freno, cabeceras de caballo, 3 cofias de cendal de armar, 2 bacinetes, 2 capellines de madera, 2 capellinas de hierro, 4 broqueles, 3 pares de espuelas, 3 cuchillos, 10 espadas, guantes de hierro, bacinete hondo viejo de hierro, 4 escudo quebrado, 3 escudos, 11 ballestas viejas, 13 lanzas, dardo quebrado, 3 cintos viejos. | AHPnZ, Simón de Capiella, 1360, fos 486ro-490vo, Zaragoza, 7-XI-1360. |
Gordo, Antonio Jiménez (ciudadano de Zaragoza) | Jimeno y Miguel Gordo (hijos): ballesta, silla de mula vieja, freno con chapas, daga, 17 paveses pequeños. | AHPnZ, Alfonso Martínez, 1424, fos 149ro-151ro. |
Molina, Gonzalo Martínez de (escudero) | Francés Juan de Molina (hermano): silla de caballo (armas de San Jorge), silla de mula, tarja con armas cuartonadas con cruces bermejas y armas reales, escudo cuartonado con dichas armas, adarga con dichas armas, pavés con armas de la familia Tarín, bacinete genovés, espada guarnecida de plata, espada vieja. | AHPnZ, Pedro Sánchez de Monzón, 1362, fos 57vo-58ro (inserto). |
Zapata, Juan (escudero) | Antonico Zapata (hijo): 2 lanzas, espada, adarga pequeña, 2 bacinetes, arco, 2 carcajes con saetas, 2 broqueles, quijotes, cofia de armar, 2 lorigones, faldas de malla, 2 jubetes viejos, vergas de camas, ballesta con su cinto, 2 cintos de ballesta viejos. | AHPnLA, Rodrigo de Sádaba, fos 9ro-13ro, Urrea de Jalón, 25-I-1377. |
31Pero, independientemente de haber recibido por vía hereditaria todo tipo de armas y pertrechos, en contextos de movilización militar los miembros de los grupos sociales dominantes no dejaron de acudir al mercado para completar o renovar sus equipos, una necesidad que, para muchos, venía precedida de la búsqueda de liquidez a través del crédito. La regularidad con la que se detecta esta práctica permite pensar que se trataba de un hábito en sí mismo y no de una práctica coyuntural, provocada por las periódicas crisis de los ingresos señoriales. De hecho, uno de los momentos que han proporcionado más ejemplos de endeudamiento motivado por la adquisición de armas es, precisamente, la década de 1320, en el contexto de la gran armada movilizada por la monarquía para combatir en la conquista de Cerdeña, cuando todavía no habían hecho mella en la Península los estragos de la peste y de la guerra50.
32La investigación llevada a cabo hasta aquí ha proporcionado, en nuestra opinión, argumentos suficientes para afirmar que la comercialización de armas en Aragón, durante los dos siglos de la Baja Edad Media, experimentó un proceso continuado de intensificación y diversificación, sostenido tanto por la producción local —principalmente aquella procedente de talleres zaragozanos— como por la importación de productos procedentes del ámbito mediterráneo y centroeuropeo. Dicho proceso atravesó una fase de aceleración durante el primer cuarto del siglo xv, cuando el suministro proporcionado por los profesionales afincados en Aragón se vio sensiblemente enriquecido por la oferta procedente de Francia, los Países Bajos, Alemania y el norte de Italia. Este fenómeno se manifestó, fundamentalmente, en dos aspectos estrechamente relacionados: de un lado, la instalación en la ciudad de Zaragoza de profesionales procedentes de fuera del reino y, de otro, la ampliación del stock disponible en el mercado con objetos llegados del exterior, muchas veces transportados en lotes extensos y sin terminar, con la finalidad de que la última etapa de su proceso de transformación —esto es, el acabado— se completara en el punto de venta, en función de los intereses de cada consumidor.
33De otro lado, el estudio específico del consumo de armas ha permitido constatar, una vez más, que la relación entre el consumidor y el mercado en la Baja Edad Media no nacía exclusivamente de factores económicos ni estrictamente materiales, sino que en el acto de consumir confluían entonces otro tipo de motivaciones, de índole más bien cultural o sociológica y cuya relevancia fue decisiva para acelerar la comercialización de la sociedad europea en los umbrales de la modernidad. Desde este punto de vista, el consumo de armas comparte históricamente muchos de los rasgos que los investigadores han atribuido a otros sectores de la producción preindustrial, como la indumentaria textil, el menaje del hogar o las llamadas Renaissance materialities, dado que en todos estos casos la demanda actuó decisivamente para incentivar la oferta y diversificarla51. Este hecho se manifestó especialmente en el mercado de armas de alta gama, ya que, como hemos visto, una buena parte de ellas eran fabricadas por encargo y siguiendo instrucciones directas del consumidor. A una escala inferior, este mismo fenómeno está presente en el éxito de objetos como las dagas o las ballestas genovesas, ampliamente demandadas por los consumidores aragoneses durante todo el siglo xv52.
34Pero el consumo no era, en la Baja Edad Media, una cuestión circunscrita a los límites del mercado de productos nuevos, sino que existían otras vías para adquirir aquellos bienes muebles que, como las armas, tenían una vida relativamente larga y eran capaces de transferir a sus propietarios ciertas cualidades simbólicas. En la segunda parte del trabajo hemos intentado, precisamente, destacar la importancia de esos otros procedimientos mediante los cuales los hombres de la Edad Media podían acceder a la posesión de los distintos tipos de armas, comenzando por el mercado de productos usados y siguiendo por aquellas fórmulas que, a pesar de situarse en los márgenes de la actividad comercial, cumplían una función determinante en los procesos de redistribución de todo tipo de bienes, es decir, el préstamo, la herencia y el don.
35El análisis en relación de todas las operaciones indicadas permite entender el consumo como una práctica fuertemente motivada por factores culturales, cuya concurrencia puede apreciarse con precisión al analizar el caso de Pedro Jiménez de Rueda, un caballero domiciliado en la villa de Épila que, a finales de mayo de 1327, acudió ante el juez de la localidad para denunciar que uno de sus convecinos, Francisco de Luna, le había robado una de sus sillas de montar. Para dar crédito a sus palabras, el demandante presentó a dos testigos, Lope y Español, cuyas declaraciones fueron pronunciadas ante notario y registradas por escrito53. Según la acusación, el presunto delito se había cometido varios años atrás, en Cagliari, durante el asedio al que había sido sometida esta ciudad por el infante Alfonso y que terminó con la conquista de la isla para la Corona de Aragón.
36Durante el interrogatorio, el primero de los testigos declaró que, en efecto, él había visto a Francisco de Luna llevar sobre su montura una silla nueva, confeccionada por encargo de Pedro Jiménez de Rueda y señalada con las armas de su linaje, aunque desconocía cómo el acusado había podido hacerse con ella. Su opinión, sin embargo, era que éste tenía que haberla obtenido mediante préstamo y no como regalo, ya que no formaba parte de la compañía del denunciante y, por tanto, no era verosímil que hubiera podido obtener de él una donación tan valiosa. El segundo testigo, por su parte, corroboró las palabras del anterior y añadió que, según había oído decir, el denunciante sí que había prestado varias armas al denunciado, aunque no sabía si la silla en cuestión se encontraba entre ellas. Acto seguido, el notario cerró el documento sin añadir nada más.
37Como suele ocurrir en este tipo de procedimientos judiciales, el desenlace del proceso pierde interés frente a la densidad de los discursos emitidos por los testigos. Adquirir una nueva silla de montar en vísperas de una gran campaña, el hecho de hacerla marcar con las armas del propio linaje, contemplar la posibilidad de regalarla a unos pocos y, en cambio, de prestarla a cualquiera son, en definitiva, hábitos que se inscriben entre las pautas de consumo propias de la sociedad medieval y que responden, en último término, a la necesidad de satisfacer pretensiones de estatus. Desde este punto de vista, es decir, desde el punto de vista del consumidor, el valor económico de las armas en el mercado no sería más que una cualidad secundaria en comparación con su valor social. De hecho, es significativo que tanto Lope como Español, los dos testigos interrogados durante el proceso por el presunto robo de la silla, aseguraran desconocer el precio del objeto en cuestión.
Notes de bas de page
1 Persson, 1988; Britnell, 1993, pp. 80 y 169; Iradiel Murugarren, 2004, pp. 27-29.
2 Hoffman, 2011, pp. 41-51. Sobre la producción y comercialización de armas en época moderna, dentro del ámbito hispánico, véanse Azpiazu Elorza, 1994; Carrión Arregui, 1998; Dueñas Beraiz, 2001; y Girón Pascual, 2016.
3 Queremos mostrar nuestro agradecimiento a los Drs. Carlos Laliena Corbera (Univ. de Zaragoza) y Guillermo Tomás Faci (Univ. del País Vasco), así como a la Dra. Sandra de la Torre Gonzalo y a D. Manuel Gómez de Valenzuela, por su generosidad al compartir con nosotros noticias y reflexiones en torno a la producción y el comercio de armas en las villas y ciudades aragonesas de la baja Edad Media.
4 Para el mundo de la cultura material relacionada con el combate, la caza y las competiciones deportivas, véanse, respectivamente, las obras de Soler Del Campo, 1987; Cervini, 2011; y Ladero Quesada, 2004, pp. 129-140.
5 Sobre el concepto de «conjunto de consumo», véase De Vries, 2009, pp. 15-55.
6 Francesc Eiximenis dedicó una parte de su obra Lo crestià (1387-1391) a enumerar los diferentes elementos que formaban parte del arnés del caballero. Concretamente, se trata del capítulo cclxxix del libro Dotzè (volumen primero): Eiximenis, Lo crestià, fo 118ro. Los objetos enumerados por este autor son los siguientes: un jubón grueso de algodón, una cota de malla fabricada en acero, brazaletes y guanteletes; protectores de muslo y pierna; zapatos de hierro; jaqués (pieza añadida sobre el jubón y la cota de malla) de hierro con faldón; guanteletes de hierro; tarja; bacinete con almófar, estofa de algodón y visera; lanza larga o corta, espada, daga o cuchillo, hacha y espuelas. Además, para cuidar la montura, recomienda tener una caja de herramientas con martillo, tenazas y clavos, así como instrumentos necesarios para sangrar al caballo cuando fuera necesario.
7 Durante los siglos xiv y xv, la mayor parte de las armas que se encontraban al alcance de los consumidores aragoneses pertenecía a alguno de estos tres conjuntos de consumo, aunque, al igual que sucedió en el resto del Occidente medieval, desde mediados del Trescientos comenzaron a circular también en Aragón las armas de artillería detonadas con pólvora. El consumo de estos artefactos, sin embargo, permaneció anclado al ámbito institucional hasta comienzos del siglo xvi, de manera que su análisis exigiría de un planteamiento distinto al que ha servido de inspiración a esta obra colectiva.
8 Diago Hernando, 1998, p. 679; Id., 2001, pp. 74-75; Mugueta Moreno, 2010, pp. 194-195 y 203-204.
9 Ordenanzas y otros documentos complementarios…, , ed. de Mª I. Falcón Pérez, doc. 13.
10 En Huesca, en 1307, hay constancia de la existencia de herreros mudéjares que trabajaban tanto el hierro como otros metales (ibid., doc. 25). Lo mismo sucedía en Daroca, a partir, al menos, de 1314 (ibid., docs. 44 y 83).
11 La intensa demanda de armas y todo tipo de pertrechos por parte de las compañías de combatientes, a causa de la guerra con Castilla, conllevó la adopción de medidas que afectaron directamente a la producción y comercialización de todo tipo de bienes. Entre ellas, cabe señalar la autorización emitida por Pedro IV en 1359, mediante la cual permitía la fabricación de carbón a todos los habitantes de Calatayud, con el fin de asegurar así el suministro de las herrerías de la villa. ACA, Canc., reg. 1162, fo 152vo, Calatayud, 5-II-1359. Unos años más tarde, el mismo monarca ordenó el traslado de diversos profesionales de la ciudad de Valencia hasta el campamento aragonés que se encontraba sitiando la villa de Murviedro, ocupada por el ejército castellano, con el fin de que los combatientes no tuvieran que desplazarse a la capital para adquirir sus mercancías. Los profesionales requeridos expresamente por el rey eran coraceros, freneros, juboneros, sastres, zapateros y ballesteros. ACA, Canc, reg. 1194, fos 143ro-143vo, Sagunto, 16-V-1365.
12 AHPnZ, Jaime Jorge, 1359, fos 24ro-24vo, Zaragoza, 25-IX-1359.
13 En 1359, Sancho Pérez de Castilpedrés contrató como aprendiz a un joven llamado Gil, oriundo de Bronchales. AHPnZ, Jaime Jorge, 1359, fo 65ro, Zaragoza, 22-VIII-1359. Ese mismo año, Juan de Olmito, herrero de Zaragoza, contrató como obrero a Marqués Guillén, natural de Gúdar. AHPnZ, Jaime Jorge, 1359, fo 43vo, Zaragoza, 30-VII-1359.
14 Mediante este mismo contrato, la corporación concedió al citado espadero un préstamo de 6 florines de oro, para que pudiera empezar a trabajar. AHPnZ, Antón Calvo de Torla, 1478, fos 115ro-116ro, Zaragoza, 6-I-1478. Y, seguidamente, el armero local Bernat Díez, alquiló al recién llegado un local y varias herramientas propias de su oficio para un periodo de un año, a cambio de 150 sueldos jaqueses. AHPnZ, Antón Calvo de Torla, 1478, fos 120vo-121ro, Zaragoza, 7-I-1478.
15 Ordenanzas y otros documentos complementarios…, ed. de Mª I. Falcón Pérez, docs. 110 y 123.
16 En las ordenanzas de 1413, se indica que éstas fueron elaboradas para «conservar la buena fama de la ciudat de Çaragoça, la qual entre las otras cosas por razon del dito officio de la cuytilleria es en diversas partes senyaladament nombrada» (ibid., doc. 110, pp. 162-168, concretamente p. 162).
17 Las investigaciones dedicadas al comercio de importación apenas han proporcionado referencias en este sentido. Los únicos datos localizados corresponden al tráfico comercial desde Navarra (Mugueta Moreno, 2010, p. 190). En cuanto a las importaciones desde Castilla, hasta el momento no hay ninguna referencia documentada. Sesma Muñoz, 1992; García Herrero, 1982; Diago Hernando, 1999 y 2001.
18 Sesma Muñoz, 1997, p. 133.
19 AHPnZ, Pedro Serrano, 1426, fo 76ro, Zaragoza, 21-IV-1426.
20 AHPnZ, Lázaro Marcén, 1415, fos 175vo, 176vo y 177ro, Zaragoza, 2-VIII-1421.
21 Liure fue contratado por el ballestero local Pedro Sanz, para que le proporcionase un total de 150 arboletes de ballesta de dos tipos diferentes, a saber cien planos y cincuenta genoveses. Los precios de cada uno de estos tipos eran, respectivamente: el de los planos, 2 sueldos 4 dineros barceloneses; y el de los genoveses, 4 sueldos y 9 dineros barceloneses. Además, el maestro catalán cobraría 1 sueldo y 6 dineros de dicha moneda por montar estas piezas sobre las ballestas. AHPnZ, Pedro Serrano, fo 77ro, Zaragoza, 11-VII-1429.
22 Pallarés Jiménez, 2012, pp. 455-472.
23 Lafuente Gómez, 2014, pp. 37-43. En la ciudad de Daroca, por ejemplo, la vigencia de esta norma está ampliamente documentada durante todo el siglo xv. Véase al respecto Rodrigo Estevan, La ciudad de Daroca, docs. 116, 118, 119, 120, 121, 136, 137, 147 y 278.
24 La composición de la hueste movilizada en Zaragoza durante la guerra de los Dos Pedros (1356-1366) permite distinguir con nitidez entre la primera y la segunda de las categorías indicadas: de los 75 hombres a caballo reclutados en la ciudad en ese contexto, 23 ostentaban la distinción de ciudadanos y 13 formaban parte de la media nobleza (unas veces citados como escuderos y otras, sencillamente, como habitantes), mientras que otros 21 individuos eran identificados como vecinos. El estatuto jurídico de los 18 sujetos restantes no ha podido ser determinado a partir de las fuentes disponibles (Lafuente Gómez, 2009, pp. 208-209).
25 «Desde un punto de vista jurídico, se integraban en la nobleza y disfrutaban de un estatuto privilegiado que afectaba a la fiscalidad, la justicia y el honor. Sin embargo, si se atiende a su actividad económica, resulta difícil segregarlos del campesinado con el que convivían» (Tomás Faci, 2015, p. 322).
26 Sáiz Serrano, 2008, pp. 198-203. Los elementos que componen el arnés y su evolución tecnológica pueden encontrarse en Riquer, 1999.
27 Este fenómeno se encuentra estrechamente relacionado con la proliferación de cofradías de tiradores de ballesta en las principales ciudades europeas a partir del siglo xiv. Sus miembros reproducían, en lo sustancial, los ritos y reglas comunes al resto de corporaciones de oficios, y su finalidad principal consistía en exhibir su destreza en el manejo del arma en las principales fiestas cívicas. En Zaragoza, por ejemplo, se documenta una cofradía de ballesteros en 1479 (San Vicente Pino, Instrumentos para una historia social y económica del trabajo en Zaragoza, t. I, doc. 39). Un estudio específico sobre este fenómeno, relativo a la ciudad de Brujas, en Crombie, 2011.
28 Lafuente Gómez, 2013, pp. 149-151. Puede encontrarse una precisa descripción sobre este tipo de arma y su evolución a lo largo de la Edad Media en Lillo Carpio, 1987.
29 Entre otros ejemplos, puede citarse el contrato establecido entre el propio monarca y el ballestero Guillem Çacalm, según el cual éste debía fabricar un total de 438 ballestas de tres tipos, diferenciados entre sí por su modo de carga. En orden de menor a mayor coste económico, esos tres tipos eran de estribo (86 unidades a 22 sueldos barceloneses cada una); de samphonia o gancho, de ternal y de torno (de las que se encargaron 40, 304 y 8 unidades respectivamente, cada una de ellas a 32 sueldos). Desconocemos el momento en que se produjo el encargo, si bien sabemos que el contrato fue ejecutado, en nombre del rey, por el baile general de Aragón (Blasco Aznárez de Borau) y el tesorero del arzobispo de Zaragoza (fray Martín de Alpartil) en marzo de 1364. En total, el coste de esta operación ascendió a 653 libras, 8 sueldos y 9 dineros de moneda barcelonesa. ACA, Canc., reg. 1200, fo 589ro, Luna, 5-III-1364. Asimismo, el precio atribuido a la gama más baja entre las anteriormente citadas coincide con aquél que se fijó para una ballesta encargada por Miguel Pérez Zapata a Mahoma, el Ballestero, mudéjar zaragozano, en 1359 (AHPnZ, Papeles sueltos, leg. 6, cuadernillo 12, 1359, fo 28vo).
30 AHPH, Blas Ximénez de Sinués, 1454, fos 58vo-59vo, Jaca, 3-XI-1454.
31 AHPnZ, Pedro Serrano, 1437, fo 143ro, Zaragoza, 28-VIII-1437.
32 García Marsilla, 2012, p. 166.
33 Ibid., p. 162.
34 Id., 2008, p. 13.
35 Yetano Laguna, «Contribución a un estudio de la sociedad zaragozana», pp. 138-170.
36 AHPnZ, Pedro Martínez de Gassenat, 1363, fo 107ro, Zaragoza, 10-X-1363.
37 Las fórmulas de propiedad compartida establecidas entre parientes y/o amigos de forma oral y, por tanto, sin dejar rastro documental, entraría dentro de los fenómenos que la historiografía reciente denomina prácticas informales de la economía. Véase al respecto Davis, Stubel, 2015, pp. 15-16. Como sucede con otras prácticas propias de la cotidianeidad, muchas veces podemos documentar el préstamo de armas cuando surgían problemas relacionados con el cumplimiento de las obligaciones contraídas por las partes, iniciándose, por ello, algún procedimiento judicial. Es el caso del préstamo de una ballesta que, junto con una taza de plata, Sancho de Buesa realizó a Pedro Saganta y que éste fue obligado a restituir por sentencia arbitral (AHPnZ, Pedro Martínez de Gassenat, 1363, fo 46ro).
38 Un ejemplo de adquisición de bienes entre particulares mediante la fórmula de comanda lo encontramos en 1359, cuando Jaime Lasilla obtuvo así varias piezas de arnés de caballo de Domingo Juan de Almudévar (AHPnZ, Pedro Loarre, 1358, fos 22ro-22vo, Zaragoza, 7-III-1358). Y un ejemplo del empleo de la comanda para registrar un encargo de armas de nueva fabricación en el contrato establecido entre Juan de Lafuente, notario de Huesca, y el ballestero jaqués Sancho Cañardo. En este caso, se encargaron 40 brazos de ballesta de acero (AHPH, Blas Ximénez de Sinués, 1454, fos 58vo-59vo, Jaca, 3-XI-1454).
39 Estos arsenales solían conservarse en las fortificaciones, donde se encontraban al cargo de los alcaides colocados en ellas por los titulares de cada señorío. Sirva de ejemplo el caso del condado de Luna, cuyas fortificaciones fueron dotadas con ballestas de torno y de estribo durante la guerra de los Dos Pedros (AHPnZ, Sancho Martínez de la Peyra, 1363, fo 21ro).
40 AHPH, Domingo de Campo, fos 20ro-vo, Jaca, 28-V-1478. Según un inventario de las armas pertenecientes al concejo de Jaca a mediados del siglo xvi, la mayor parte de las armas que conservaba entonces la corporación eran útiles de artillería detonada con pólvora (AHPH, Juan de Pardinilla, fos 145vo-146vo, Jaca, 27-II-1541).
41 Dyer, 1989, pp. 104-106.
42 El primero de los fueros emitidos sobre el particular es de 1307 y fue sancionado por Jaime II: «A instancia y humilde súplica de toda la Corte, establecemos que, en el futuro, si la esposa de uno le precede en la muerte, reciba su marido en la partición de los bienes muebles que tiene que hacer con los hijos, consanguíneos o herederos de su esposa, ante partem, el caballo que tenga o, si no tiene caballo, reciba rocín, mulo o mula, las armas de su cuerpo, es decir, la loriga de su cuerpo y del caballo, yelmo, espada, escudo, lanza y maza» (Fueros, observancias y actos de corte del reino de Aragón, t. III, p. 127). Posteriormente, en 1348, durante el reinado de Pedro IV, se emitieron dos fueros más con objeto de matizar y completar el contenido del anterior (ibid., pp. 127-128).
43 Los inventarios y repartos de bienes registrados post mortem suelen incluir referencias directas al cumplimiento de los fueros que acabamos de citar. Así se recoge, por ejemplo, en el acta levantada tras la muerte de Miguel Çoria, vecino de Zaragoza, en la que Blasco Çoria, su hermano, señala: «recibie yo, dito exequtor, ante part, segunt la concession del fuero, las armas e ropas de vestir del dito defuncto» (AHPnZ, Blasco Aznárez de Ansó, 1363, cuaderno 2, Zaragoza, 19-X-1363).
44 La adscripción estatutaria de las personas que forman parte de la muestra se corresponde bien con la media nobleza del reino o bien con las oligarquías urbanas de ciudadanos. Para la definición sociológica de ambos grupos, véase Lafuente Gómez, 2015, y Mainé Burguete, 2006.
45 El único inventario en el que no se registran armas de ningún tipo es el que incluye los bienes de Galcerán Ferrer, ciudadano de Zaragoza, de 1497 (Serrano y Sanz, «Inventarios aragoneses de los siglos xiv y xv», 1915, pp. 86-97).
46 Se trata de los caballeros Martín López de Lanuza (AHPnZ, Blasco Aznárez de Ansó, 1361-1363, fos 63ro-70ro) y Jimeno Pérez de Salanova, 1374 (Serrano y Sanz, «Inventarios aragoneses de los siglos xiv y xv», 1915, pp. 341-352); de los escuderos Blasco Pérez de Embún (AHPnZ, Blasco Aznárez de Ansó, 1363, fos 30vo-31ro, Zaragoza, 29-V-1363), Juan de Barbastro (AHPnZ, Jaime Jorge, 1359, fos 102vo-103vo, Zaragoza, 12-X-1359), Gonzalo Martínez de Molina (AHPnZ, Pedro Sánchez de Monzón, 1362, fos 57vo-58ro, inserto), Pedro Abarca de Rabasa (AHPnZ, Gil de Borau, 1362, fos 340ro-343vo, Zaragoza, 9-XII-1362), Perico de Canadal (AHPnZ, Blasco Aznárez de Ansó, 1363, fos 21vo-22ro, Zaragoza, 6-VI-1363), y Juan Zapata (AHPrNtLA, Rodrigo de Sádaba, fos 9ro-13ro, Urrea de Jalón, 25-I-1377); de los ciudadanos de Zaragoza Nicolás de Épila (AHPnZ, Simón de Capiella, 1360, fos 486ro-490vo, Zaragoza, 7-XI-1360), Antonio Jiménez Gordo (AHPnZ, Alfonso Martínez, 1424, fos 149ro-151ro) y Vicente Diecada, 1403 (Serrano y Sanz, «Inventarios aragoneses de los siglos xiv y xv», 1917, pp. 522-526); y, por último, de Miguel Çoria, vecino de Zaragoza (AHPZ, Blasco Aznárez de Ansó, 1363, cuaderno 2, fos 1ro-2vo, Zaragoza, 9-X-1363).
47 Estos siete conjuntos pertenecían a los ciudadanos de Zaragoza Galcerán Ferrer, 1497 (Serrano y Sanz, «Inventarios aragoneses de los siglos xiv y xv», 1915, pp. 86-97); Martín de Lorbes, 1379 (ibid., 1915, pp. 709-711); y Pedro de Mur, 1405 (ibid., 1919, pp. 735-737); y a los vecinos, también de Zaragoza, Juan Pérez de Magallón, 1331 (ibid., 1915, pp. 551-555); Bartolomé de Monzón, 1386 (ibid., 1917, pp. 353-354); Vallés Beltrán, 1390 (ibid., 1917, pp. 354-355); Esteban de Huérmeda, 1404 (ibid., 1917, p. 526); y Martín de Apiés, 1404 (ibid., 1917, p. 527).
48 AHPnZ, Gil de Borau, 1362, fos 340ro-343vo, Zaragoza, 9-XII-1362.
49 Serrano y Sanz, «Inventarios aragoneses de los siglos xiv y xv», 1915, pp. 341-352.
50 La intervención de la monarquía para tratar de paliar los efectos de las deudas contraídas por algunas de estas familias, durante el año 1328, ha permitido documentar tres casos representativos de este fenómeno. El primero de ellos comprende una deuda de 13 000 sueldos jaqueses, contraída por Blasco Pérez de Azlor y de la cual debía responder su viuda (Aragonesa, ACA, Canc., CR, Alfonso IV, 397, Zaragoza, 15-V-1328). El segundo ejemplo lo proporciona otra deuda de 6 000 sueldos que Ferriz de Lizana dejó a su hijo y heredero, Pedro Maza de Lizana (ACA, Canc., CR, Alfonso IV, 319, Zaragoza, 18-IV-1328). En el tercer caso, la cuantía total adeudada no está explicitada, pero sí el prestatario, Pedro Zapata (ACA, Canc., CR, Alfonso IV, 507, Daroca, 26-IX-1328). Más operaciones de este tipo, en el contexto de la campaña dirigida por Pedro IV también en Cerdeña, en 1354-1355, en Lafuente Gómez, 2011, pp. 122-124.
51 Al menos en relación con los tres sectores citados, podría decirse que en la Baja Edad Media se gesta una auténtica «cultura del consumo», que evolucionará en época moderna merced al comercio atlántico y la diversificación de todo tipo de productos. Véase al respecto Welch, 2009; y Cohn, 2012, pp. 996-1002. Un completo análisis sobre este fenómeno, del siglo xvi en adelante, en Agnew, 1993, pp. 23-31. Asimismo, para el concepto de Renaissance materialities —que engloba objetos como libros miniados de demanda específicamente femenina, vasos de cristal, piezas de ropa fabricadas en seda o espejos de uso personal, entre otros bienes cuya circulación se intensifica en torno a 1500— véase Quiligan, 2002, pp. 427-428.
52 Las características materiales de ambas armas han sido estudiadas, respectivamente, por Raynaud, 2012, y Romanoni, 2010, pp. 477-481.
53 AHPnLA, Pedro Cormano de Sádaba, 1327, fos 35vo-36ro, Épila, 28-V-1327.
Auteur
Universidad de Zaragoza
Le texte seul est utilisable sous licence Licence OpenEdition Books. Les autres éléments (illustrations, fichiers annexes importés) sont « Tous droits réservés », sauf mention contraire.
La gobernanza de los puertos atlánticos, siglos xiv-xx
Políticas y estructuras portuarias
Amélia Polónia et Ana María Rivera Medina (dir.)
2016
Orígenes y desarrollo de la guerra santa en la Península Ibérica
Palabras e imágenes para una legitimación (siglos x-xiv)
Carlos de Ayala Martínez, Patrick Henriet et J. Santiago Palacios Ontalva (dir.)
2016
Violencia y transiciones políticas a finales del siglo XX
Europa del Sur - América Latina
Sophie Baby, Olivier Compagnon et Eduardo González Calleja (dir.)
2009
Las monarquías española y francesa (siglos xvi-xviii)
¿Dos modelos políticos?
Anne Dubet et José Javier Ruiz Ibáñez (dir.)
2010
Les sociétés de frontière
De la Méditerranée à l'Atlantique (xvie-xviiie siècle)
Michel Bertrand et Natividad Planas (dir.)
2011
Guerras civiles
Una clave para entender la Europa de los siglos xix y xx
Jordi Canal et Eduardo González Calleja (dir.)
2012
Les esclavages en Méditerranée
Espaces et dynamiques économiques
Fabienne P. Guillén et Salah Trabelsi (dir.)
2012
Imaginarios y representaciones de España durante el franquismo
Stéphane Michonneau et Xosé M. Núñez-Seixas (dir.)
2014
L'État dans ses colonies
Les administrateurs de l'Empire espagnol au xixe siècle
Jean-Philippe Luis (dir.)
2015
À la place du roi
Vice-rois, gouverneurs et ambassadeurs dans les monarchies française et espagnole (xvie-xviiie siècles)
Daniel Aznar, Guillaume Hanotin et Niels F. May (dir.)
2015
Élites et ordres militaires au Moyen Âge
Rencontre autour d'Alain Demurger
Philippe Josserand, Luís Filipe Oliveira et Damien Carraz (dir.)
2015