Introducción
Útiles, métodos, enfoques, resultados
p. 1-20
Texte intégral
1Los trabajos de la presente monografía se hacen eco de la preocupación que muchos historiadores han venido mostrando a lo largo de los últimos años por el estudio de las implicaciones que se derivan de la diferente relación que la inmigración urbana, los mercados de trabajo y el servicio doméstico mantuvieron entre sí en las ciudades europeas durante los siglos xviii, xix y xx. De hecho, la mayor parte de las aportaciones de este volumen provienen de autores que en sus respectivos países —España, Francia, Portugal o Italia— han participado o participan en equipos y proyectos de investigación centrados en el estudio del mundo urbano; un estudio que ha sido posible gracias al empleo de nuevos enfoques y de nuevos útiles de trabajo —muchos de ellos desarrollados a partir de la sistemática explotación de bases de datos nominativas— con la intención de hacer avanzar y profundizar en el conocimiento de los temas propuestos. Esta es una de las razones que explica el interés que en su día mostró la Casa de Velázquez por favorecer su encuentro en uno de los numerosos seminarios y coloquios internacionales que patrocina y fruto del cual es la monografía que el lector tiene en sus manos1.
Útiles, métodos, enfoques, resultados
2La preocupación de los historiadores por la mencionada explotación de las bases de datos nominativas tiene su origen en 1972. Fue entonces cuando se produjo la confluencia de genetistas y demógrafos canadienses que daría lugar al nacimiento de la gran base de datos BALSAC, en la cual se ha recopilado información hasta el presente acerca de la genealogía de las familias y los eventos vitales y sociales de los descendientes de los pioneros franceses que poblaron Canadá a finales del siglo xvii2. Una convergencia de intereses semejante se produjo en Francia en 1977 entre genetistas e historiadores demógrafos auspiciada, en buena medida, por el interés que estos últimos tenían por encontrar la forma de emplear la perspectiva genealógica para dar cuenta de los cambios demográficos y familiares que había conocido la población francesa en los siglos xvii, xviii y xix3. En este contexto, y de la mano de Jacques Dupâquier, a comienzos de los años ochenta se iniciaba L’enquête des 3 000 familles, la cual permitió reconstruir entre 1800 y 1936 las trayectorias demográficas y sociales de la descendencia de aquellos individuos cuyos nombres comenzaban por las letras T, R y A4. En 1987 nacía la Historical Sample of the Netherlands, y en torno a las mismas fechas, solo que para los años que van de 1690 a 1836, la base de datos nominativa de Vernon impulsada por Jean-Pierre Bardet5.
3Los diferentes niveles informativos de estas bases de datos se fueron perfeccionando, mejorando y ampliando, de tal modo que al poco de su nacimiento ya eran capaces de producir datos longitudinales y transversales sobre los distintos acontecimientos vitales, sociales o familiares de los individuos gracias a su seguimiento nominativo en las diferentes series documentales recopiladas. Asimismo, y en paralelo, se desarrollaron las técnicas estadísticas necesarias para su explotación sistemática. Un esfuerzo cuyos resultados tuvieron la virtud de animar a los historiadores, demógrafos y sociólogos a crear bases de datos de mayor o menor envergadura a partir de la informatización de distintos tipos de registro nominativo que aparecían en las fuentes que habitualmente empleaban en sus investigaciones (libros parroquiales, listas de habitantes, partidas del registro civil, escrituras notariales, pleitos matrimoniales, etc.).
4La posibilidad de saber lo sucedido con estas trayectorias individuales en el marco de determinados contextos demográficos, familiares, sociales o laborales, pongamos por caso, supuso un cambio fundamental en el estudio de las migraciones, en general, y en el de la movilidad campo-ciudad, en particular. A pesar de las dificultades que tenemos para trazar unas líneas cronológicas bien definidas a la hora de explicitar ese cambio, puede decirse que aproximadamente hasta mediados de la década de 1980 la mayoría de las monografías urbanas establecían el impacto de las migraciones sobre la vida demográfica de la ciudad gracias al manejo de las balanzas migratorias. También presentaban la inmigración como fruto del funcionamiento de un flujo migratorio continuo; entendían que el número de patrones migratorios ensayados por los inmigrantes era limitado en número, naturaleza e intensidad; afirmaban la existencia de un éxodo rural alimentado por el desarrollo de la urbanización y la industrialización; insistían en el desarraigo y la incapacidad de la mayor parte de los inmigrantes para integrarse en las tramas laborales y sociales urbanas; etc.6
5Al término de los años ochenta todo esto comenzó a cambiar. La paulatina atención a la información nominativa contenida en los libros parroquiales, listas de habitantes, partidas del registro civil, escrituras notariales…, reveló a los investigadores de la época que la movilidad campo-ciudad había sido una constante —de intensidad variable eso sí— en las distintas sociedades europeas mucho antes del mencionado desarrollo de la urbanización y la industrialización. Igualmente, les permitió relativizar primero, y cuestionar después, la idea de éxodo rural; establecer las razones de la desigual vinculación de los inmigrantes rurales con los mercados de trabajo urbanos; mostrar la complejidad de sus diferentes estrategias migratorias; evidenciar la relación existente entre las distintas trayectorias migratorias de los inmigrantes y su desigual capacidad para integrarse en la vida sociolaboral urbana; acceder al conocimiento de los circuitos migratorios interurbanos; etc.7
6A finales de la década de 1990 la posibilidades que ofrecían las bases de datos nominativas para el estudio de estos temas estaba ya fuera de toda duda. La aparición en 1998 del libro de Colin Pooley y Jean Turnbull, Migration and Mobility in Britain since the xviiith Century lo corroboraba, visto que la investigación había sido realizada con la información extraída de unas 16 000 historias de vida individuales, las cuales habían sido reconstruidas entre 1750 y 1994 gracias a la explotación de fuentes como las señaladas y de fuentes de naturaleza biográfica8. Ese mismo año, Guy Brunet advertía a historiadores e historiadores demógrafos desde las páginas de los Annales de Démographie Historique de las enormes posibilidades que tenían las mencionadas bases de datos, ya fuese en el plano metodológico o en el de los problemas y enfoques que cabría otorgar a cuestiones tales como las migraciones. Al respecto, apuntaba lo que supondría para la investigación demográfica o histórica enfrentar el estudio de esas migraciones en función de las distintas fases de la vida de los individuos o de las condiciones familiares que imperaban en los hogares desde los que estos emprendían la marcha9. En 1999 salía a la luz el trabajo de Paul-André Rosental, Les sentiers invisibles. Espaces, familles et migrations au xixe siècle, quien concluía que las dinámicas familiares no eran resultado de la acción de los patrones migratorios, sino creadoras de los mismos. Partiendo de la noción de habitus elaborada en su día por Pierre Bourdieu y otorgando a su investigación un enfoque claramente mésoscopique, Rosental nos presenta a la familia como un organismo que media entre las variables demográficas, económicas o sociales que inciden sobre ella y el comportamiento migratorio mostrado por los individuos, toda vez que busca en su seno los mecanismos que, y en una posición social equivalente, explican que unas familias generen emigrantes y otras no10. Dos años más tarde, en 2001, la revista Quaderni Storici editaba un monográfico dedicado a las Migrazioni. Básicamente, los trabajos allí publicados ponían en relación los desplazamientos realizados a la ciudad, el funcionamiento de los mercados de trabajo urbanos y la movilidad social, al objeto de averiguar cuáles eran los mecanismos que empleaban los individuos que llegaban a la urbe por iniciativa propia —esto es, sin contar con los beneficios que a la generalidad de los inmigrantes solía reportarles el funcionamiento de las clásicas cadenas migratorias o la preexistencia de réseaux— a la hora de integrarse en sus tramas laborales o sociales. Por esta vía salía a la luz la enorme capacidad que esos individuos tenían para crear sus propias redes sociales y parentales, cuya misión, lógicamente, era la de ayudarles a conseguir que esa integración tuviese lugar con éxito11. En 2002, los Annales de Démographie Historique se adentraban por esta misma senda merced a un monográfico donde también se abordaban las migraciones y se prestaba atención a la inmigración urbana atendiendo, en este último caso, al protagonismo que en su desencadenamiento y culminación tenía la preexistencia —o no— de los clásicos réseaux parentales o profesionales urbanos12. Un esfuerzo de investigación que por las mismas fechas se intentaba llevar a cabo en la Península Ibérica con desigual fortuna, tal y como se desprende de lo publicado en las páginas de la Revista de Demografía Histórica13.
7Los años que van de 1998 a 2002 fueron pues cruciales para la investigación europea, dado que durante ellos se procedió a una intensa divulgación entre los historiadores de los métodos que permitían la explotación de bases de datos nominativas —caso del event-history analysys, el network analysis o el life-course analysis—, así como a un replanteamiento de los tradicionales problemas y enfoques con los que solía abordarse el tema de las migraciones, en general, y el de la movilidad campo-ciudad, en particular. Aunque, todo hay que decirlo, algunos de esos problemas y enfoques no eran nuevos para aquellos historiadores que en su día habían decidido investigar acercarse a la inmigración urbana con la ayuda de una de esas bases datos, caso, por ejemplo, de Mauricio Gribaudi14. Un historiador cuya vinculación con el mundo historiográfico italiano y cuyo particular interés por los réseaux sociaux explica la orientación de buena parte de los trabajos que componen el mencionado monográfico que la revista Quaderni Storici editó en 200115.
8En suma, puede decirse que entre 1998 y 2002 tuvo lugar en Europa una especie de tournant critique en lo relativo al estudio de las migraciones y de la movilidad campo-ciudad, al comenzar a generalizarse entre los investigadores el uso de las bases de datos nominativas y el análisis longitudinal. Esta es la razón de que con posterioridad a 2002 veamos desaparecer del panorama europeo aquellos trabajos que entendían que la inmigración urbana era un flujo continuo de mayor o menor intensidad; que agrupaban y describían las distintas corrientes migratorias en función del origen geográfico o de las distancias recorridas por los inmigrantes; o que establecían la capacidad de integración de estos en la vida social y laboral urbana recurriendo a las clásicas tablas de doble entrada, en las que se procedía luego a comparar los oficios desempeñados por naturales e inmigrantes en un momento dado. Esta serie de trabajos fueron paulatinamente sustituidos por investigaciones que ponían el acento en el individuo, en el inmigrante urbano. No tanto para estudiarlo de una manera aislada, cuanto para tratar de explicar y de ver cómo el cuadro de relaciones sociales, familiares o profesionales en el cual se hallaba inmerso en sus lugares de origen y destino explicaba, respectivamente, tanto sus decisiones migratorias como su forma de integrarse en el medio urbano. Un cuadro que es capital para comprender los marcos sociales, familiares o laborales en los que se movieron los inmigrantes, quienes, con su actuación, contribuían a crearlos y recrearlos sin cesar, incidiendo de este modo en el devenir histórico y demográfico de las poblaciones urbanas16.
9Partiendo de esta idea, la investigación histórica sobre la movilidad poblacional campo-ciudad ha evolucionado a lo largo de los últimos años sobre la base de los seguimientos y análisis longitudinales; del empleo de la perspectiva generacional; del trabajo realizado a nivel «micro» en el marco de contextos amplios, sea desde un punto de vista espacial, institucional, familiar o temporal; del establecimiento de la relación que hubo entre la inmigración, el funcionamiento de los mercados de trabajo urbanos y las posibilidades de movilidad social; de la existencia de distintas estrategias y parcours migratoires entre los inmigrantes llegados a la ciudad y en la ciudad; de la vinculación de sus distintos ciclos de vida a su marcha del hogar, a sus aspiraciones o a la manera que tenían de integrarse en el medio urbano; de la capacidad de los inmigrantes para utilizar sus contactos sociales, formales e informales, para construir sus propias redes parentales en la ciudad; etc.17
10De esta base parten la mayoría de los autores que han participado en esta obra. Como el lector tendrá oportunidad de comprobar al leer sus trabajos, muchos de los resultados que se presentan consiguen profundizar, y en algunos casos, hacer avanzar estos presupuestos de partida. Lo apreciamos, por ejemplo, cuando constatan que la decisión de los inmigrantes de marchar a la urbe fue, al menos desde un punto de vista histórico, una decisión bastante más compleja de lo que en principio suele suponerse. Al respecto, los mencionados Colin Pooley y Jean Turnbull relativizaban la escasa influencia que en Inglaterra habrían tenido las condiciones económicas y sociales que imperaban en los contextos locales sobre la decisión de emigrar en beneficio del mayor protagonismo que habrían jugado unas aspiraciones laborales mediadas por los intereses familiares, o por la serie de circunstancias que pesaban sobre el life-course de los individuos18. Frente a esto, los resultados procedentes, por ejemplo, de la investigación realizada sobre el servicio doméstico de la ciudad de Granada, nos recuerdan que esa decisión no puede desvincularse, sin más, ni de la influencia que las mencionadas condiciones económicas y sociales ejercían sobre los individuos y sus familias ni de las implicaciones que dicha decisión tenía en el seno de los contextos históricos locales. Así, aunque la decisión de las jóvenes que vivían en el entorno rural de la ciudad de Granada de ir a trabajar a la ciudad como criadas se adoptaba en el interior de sus respectivas familias y en función de sus particulares necesidades materiales, lo cierto es que en última instancia el trabajo en el servicio doméstico en la Andalucía rural formaba parte de las estrategias de producción y reproducción social del «jornalerismo»19. Esto significa que la lógica de la decisión migratoria se adoptaba en el marco de un ámbito supraindividual, ahormado social y culturalmente por la experiencia adquirida de generación en generación por las jóvenes y las familias jornaleras. Conforme a ello, su baja extracción social, el modo en que estas jóvenes entraban a formar parte del servicio doméstico urbano y el tipo de tareas que iban a desempeñar en él, como criadas internas, condicionaban la relación que establecían con la ciudad, donde la mayoría de ellas apenas permanecía unos años antes de volver de nuevo al campo20.
11En la misma línea, la investigación llevada a cabo en la Cataluña de finales del siglo xix pone de relieve que, y en no pocas ocasiones, la decisión de emigrar se originaba en el marco de la destrucción de los tradicionales mercados de trabajo rurales y de la continua mutación que experimentaban —y de las oportunidades laborales que ofrecían— los mercados de trabajo urbanos. Así, en Cataluña esa destrucción puso fin a la combinación de las posibilidades económicas y laborales que ambos mercados habían venido brindando a un importante segmento de la población rural. Ahora bien, esto no supuso que los trabajadores rurales se desplazasen en masa a la ciudad, sino tan solo la paulatina y progresiva incorporación de una parte significativa de ellos a la misma gracias a la adaptación de sus tradicionales habilidades profesionales a un ámbito laboral capaz ya de ofrecerles trabajo estable y continuo a lo largo de todo el año. Fue un proceso largo, que entre su principio y su final involucró a varias generaciones de trabajadores y donde, más allá de la vieja constatación de que no hubo un único tipo de inmigrante —la cual ya había sido puesta de relieve en su día por la historiografía local21—, destaca, por ejemplo, la trayectoria migratoria desarrollada por aquellos que no participaron en el take off industrial urbano. Se advierte entonces que muchos de los campesinos que abandonaban el mundo rural para ir a la ciudad lo hicieron para acabar trabajando como campesinos en sus arrabales, y que su definitiva integración en las tramas sociales y laborales urbanas solo se produciría en la siguiente generación. Sea como fuere, en su caso, la decisión de marchar a la ciudad no parece que hubiese sido adoptada en función de las clásicas aspiraciones laborales o de la clásica idea de movilidad social que Pooley y Thurnbull encontraron en Inglaterra entre quienes iniciaban un periplo migratorio de esta naturaleza.
12Los autores de estos trabajos han profundizado asimismo en la enorme complejidad que subyace en las fórmulas de integración urbanas que los inmigrantes empleaban para asentarse en la ciudad. Conforme a ello, la atención prestada a la existencia y al funcionamiento de las «redes de paisanaje» en Madrid al término del siglo xix va mucho más allá de la clásica preocupación que los investigadores europeos han venido mostrando por la «cultura del inmigrante»22. Esto es, por el estudio de la forma en cómo se produjo el uso y adaptación de las particularidades culturales o familiares imperantes en sus respectivas áreas de procedencia para crear redes sociales o parentales que les permitiesen una rápida y fácil integración en la ciudad; unas redes que estudiadas desde esta perspectiva acaban siempre por ofrecernos una idea de cierta intemporalidad que no casa bien con la realidad histórica. De hecho, sabemos que en Madrid esas redes de paisanaje estuvieron sometidas a una constante renovación, mutación y ampliación, impulsadas en buena medida por los cambios y oportunidades de trabajo que ofrecía un mercado laboral en continua expansión. Además, en la mayoría de las ocasiones fueron empleadas por sus creadores como un mecanismo de captación de mano de obra dócil y barata en sus regiones de origen para sus propios negocios, o los de terceros. Sale a la luz entonces la explotación económica que los inmigrantes recién llegados a la capital padecían a manos de sus paisanos ya instalados en ella, quienes procuraban por su parte atenuarla mediante el despliegue del clásico paternalismo social. Con todo, el seguimiento de las trayectorias individuales de estos inmigrantes nos permitirá verlos aprovechando los contactos sociales y profesionales que les proporcionaban esas redes de paisanaje para tejer sus propias redes de integración en el medio urbano. Es decir, podremos verlos tomando sus propias decisiones, usando los lazos preexistentes para construir sus respectivos espacios de integración o de contestación social, al tiempo que redefiniendo sus respectivas identidades sociales y culturales en función de sus particulares experiencias migratorias23.
13La otra cara de estas redes de paisanaje la encontraremos sin duda en las dinámicas sociales y laborales que consiguieron desarrollar los inmigrantes que llegaron a crear y a mantener una empresa familiar en la ciudad, caso de los pequeños empresarios italianos de la construcción instalados en París, también estudiados en esta monografía. Al fin y al cabo, los lazos de sus redes familiares y parentales fueron mucho más densos y poseyeron un carácter identitario mucho más acusado desde un punto de vista sociocultural que los que daban vida a las citadas redes de paisanaje.
14Los trabajos que siguen han podido constatar la vieja idea de que los distintos tiempos de permanencia de los inmigrantes en la ciudad condicionaban la relación que conseguían establecer con su vida económica, social, laboral y cultural24. Esto es algo que, por ejemplo, han apreciado quienes se han detenido a estudiar el servicio doméstico de ciudades tan diferentes como la mencionada Granada, Charleville o Turín. Asimismo, y a modo de contrapunto, también se han ocupado de investigar aspectos menos conocidos, como el papel y la importancia que tuvo la «sedentariedad» en aquellos contextos urbanos cuya vida demográfica y social estuvo muy marcada por la impronta migratoria25. Para ello se ha tomado como referencia lo sucedido en Charleville a finales del siglo xviii, un enclave con una fuerte vocación industrial, especializado en la fabricación de armas y metalurgia, afectado por una intensa inmigración urbana, de la que da cuenta el hecho de que en torno a esas fechas alrededor de un 60 % del total de sus hogares estuviese encabezado por al menos un foráneo. En estas condiciones, y visto además que durante el siglo xix el impacto demográfico del binomio inmigración-emigración sobre el conjunto de la población llegó a ser incluso más fuerte que el de la mortalidad, sería de esperar que los efectos de ese binomio se dejasen sentir tempranamente sobre la descendencia de las familias que vivían en la villa. Sin embargo, en un porcentaje significativo de sus hogares la presencia de grands garçons y de grandes filles, es decir, de individuos que había superado la barrera de los 18 años, fue considerable e independiente de la condición social o migratoria que ostentaba el cabeza de familia. Una imagen que no casa con el generalizado, sistemático y temprano abandono de los hijos del hogar que Peter Laslett y John Hajnal afirmaban se producía en los territorios del norte y noroeste de Europa durante el proceso de formación de las familias26. Esto significa que en esas zonas dicho abandono no fue un patrón de comportamiento universal. Por lo demás, sedentariedad y movilidad son puestas en relación en el mismo lugar desde el que los inmigrantes solían iniciar sus periplos migratorios —la familia— y desde el cual se procedía, ya a otro nivel, a la creación de lazos que hacían posible, bien el nacimiento y consolidación de las cadenas migratorias o de las mencionadas redes sociales, o bien su mera vinculación con ellas.
15En este monográfico también se ha prestado atención al conocimiento de aquellos otros tipos de desplazamientos campo-ciudad que rara vez suelen ser tomados en consideración por los especialistas de las migraciones urbanas, y ello, a pesar de la enorme importancia y del enorme impacto que han demostrado tener en la vida demográfica, económica y social de las ciudades27. En contra de lo que cabría pensar, la presencia de la «población flotante» es uno de los elementos que contribuye a explicar cómo y porqué desde un punto de vista histórico el largo y profundo estancamiento poblacional y económico en el que estuvieron sumidos muchos enclaves de la Península Ibérica durante buena parte del siglo xix, como por ejemplo Santiago de Compostela, difícilmente puede ser caracterizado o despachado sin más como «decadencia urbana». Paradójicamente, en un mundo del que estuvo ausente una industrialización y una urbanización «a la inglesa», la presencia de una importante población flotante en muchas de estas pequeñas ciudades provinciales es un síntoma del relativo bienestar económico en el que vivían sumidas. En particular, si como era el caso de Santiago, Salamanca, Pamplona, Burgos o Toledo, cobijaban en su seno un complejo hospitalario-asistencial de cierta envergadura que prestaba importantes servicios médico-sanitarios a los habitantes de los alrededores28. Es cierto que su llegada a la ciudad para recibir atenciones médicas y su posterior fallecimiento en la misma era responsable de la enorme distorsión que conocían sus tasas de mortalidad, pero no lo es menos que esa llegada se producía de la mano de parientes, allegados y amigos, cuyas estancias e idas y venidas a la urbe durante los períodos de convalecencia de los enfermos significaban una importante fuente de ingresos para la vida económica de estos enclaves. Unos ingresos que de algún modo se dejaron sentir con fuerza, por ejemplo, en ese relativo bienestar material que marcó el discurrir de la vida cotidiana de Santiago de Compostela en el siglo xix. Del mismo son expresivas las numerosas obras de remodelación urbanística que durante ese tiempo acometieron sus autoridades municipales, la condición de inmigrante de un tercio largo de sus habitantes o la importancia que en el cuadro de actividades profesionales tuvo el servicio doméstico. En relación con ello, baste decir que en 1871, y en una urbe cuyo crecimiento demográfico y económico estaba estancado, el 41 % de su población activa estaba formado por inmigrantes, de los cuales un 53 % de ellos eran mujeres y, de éstas, un 45 % jóvenes venidas a trabajar como criadas.
16Otra aportación que el lector podrá encontrar en esta monografía es la de haber abordado el estudio de los periplos migratorios y laborales de los integrantes del servicio doméstico urbano al margen de los clásicos presupuestos de la historia de la familia29. Esto ha supuesto dejar a un lado la vieja noción de life-cycle service y considerar al mencionado servicio doméstico como una más de las muchas formas que en su día adoptó la movilidad campo-ciudad. De este modo ha sido posible analizarlo en el marco de las relaciones laborales y sociales que se derivan del funcionamiento de los mercados de trabajo urbanos y no del de las lógicas familiares o del de las dinámicas de abandono del hogar que impulsaba el mencionado life-cycle service30. En todo ello, el seguimiento de las trayectorias individuales y la toma en consideración de las biografías de los criados han sido capitales.
17Desde esta perspectiva ha podido establecerse que en enclaves tan diferentes como Charleville o Turín la capacidad de integración de los criados en las tramas laborales y sociales urbanas dependía en buena medida de la red de contactos familiares, parentales o profesionales que estos, o bien ya tenían, o bien conseguían tejer tras su llegada a la ciudad. Mediante el empleo de esos contactos los veremos organizar sus estrategias laborales y sociales, de las cuales dependía en buena medida su tiempo de permanencia en la urbe. Advertimos entonces que el mercado de trabajo del servicio doméstico era un mercado de trabajo segmentado en el plano sexual y laboral, el cual, además, funcionaba a dos velocidades. Una de ellas muy rápida, animada por los criados que en Charleville, pongamos por caso, se quedaban un tiempo limitado en la ciudad, y otra más lenta y parsimoniosa, de la que eran responsables quienes deseaban integrarse en su vida social. En la mencionada Charleville sabemos que estos últimos apenas si fueron un tercio de los criados registrados en sus listas de habitantes. Ahora bien, sea en Charleville o en Turín, los resultados obtenidos nos indican que estabilidad residencial no fue igual a inmovilidad profesional. Los seguimientos nominativos realizados en ambos enclaves demuestran que las configuraciones relacionales de los criados eran flexibles y que se abrían sin problemas al ejercicio de otras profesiones urbanas. El mundo del servicio doméstico no era un mundo cerrado. Al contrario, era un mundo poroso, flexible, fluido, basado en un oficio que ofrecía a quien lo ejercía un amplio margen de libertad para combinarlo con otros, para entrar y salir de las más variadas dedicaciones laborales urbanas o para abandonarlas y volver a él31. Era pues una vía para la integración y la promoción social, en particular de las mujeres, cuyos parcours profesionales en la ciudad poseen una complejidad y unas implicaciones sociales que cuestionan la tradicional idea que desde la historia de la familia se nos ha venido ofreciendo acerca de la petite bonne, la serva o la criada, siempre dependiente económicamente y siempre sumisa socialmente a los dictados del amo.
18En la misma línea, ha podido establecerse la importancia que el ejercicio del servicio doméstico tuvo en el cuadro de actividades laborales desempeñadas por quienes se vieron obligados a trabajar durante su infancia para ganarse la vida. Tomando como referencia lo sucedido en Galicia a mediados del siglo xix, un área regional que es aproximadamente un 6 % del territorio español, se ha advertido que, y en orden de importancia, el servicio doméstico era el segundo o el tercer tipo de dedicación profesional donde encontraremos trabajando a los niños y niñas de entre 5 y 14 años. También, que las estrategias de empleo que siguieron sus respectivas familias dependían de factores tales como la estructura económica y laboral en la que estas se hallaban inmersas, el tamaño del hogar o el tipo y complejidad de la economía —de los mercados de trabajo, en realidad— de las villas y ciudades vecinas, los cuales definían a su vez los ritmos de entrada, permanencia y salida del oficio de los menores de procedencia rural y urbana. Conforme a ello, cuanto más grande era la ciudad y más diversificado era su mercado laboral, menor era el peso que en su servicio doméstico tenían los niños y niñas de origen urbano. En el ejemplo que nos proporcionan las pequeñas villas costeras de las rías gallegas que poseían un tejido industrial basado en la conserva de pescado, lo habitual era en cambio que las niñas ensayasen primero un periplo migratorio hacia las ciudades vecinas para trabajar en ellas como criadas durante dos o tres años antes de volver a la villa para buscar acomodo en la fábrica como obreras. Nada que ver con las lógicas de empleo y las estrategias migratorias seguidas por las niñas de las parroquias rurales situadas en las inmediaciones de las grandes urbes gallegas, como por ejemplo A Coruña, visto que su marcha a la ciudad solía estar motivada por la necesidad que tenían sus familias de que su esfuerzo contribuyese a garantizar la supervivencia y la viabilidad del hogar.
19Los distintos tiempos de permanencia de los criados en el oficio, su desigual composición sexual y la diferente consideración social de la que gozaron en enclaves como Charleville, Turín o Granada, apuntan al hecho de que los mercados de trabajo del servicio doméstico de las ciudades europeas eran y funcionaban de una manera muy diferente entre sí. Los datos manejados en este sentido nos permiten atisbar la existencia de cuando menos tres tipos de mercado de trabajo genéricos, los cuales, como es lógico, estaban en estrecha relación con el contexto histórico que enmarcaba al enclave, el tipo de ciudad ante el que nos encontramos y la vinculación que esta tenía con el mundo rural circundante y las demás urbes del entorno.
20Conforme a ello, por un lado estarían los mercados de trabajo de las ciudades industriales y comerciales del norte y noroeste de Europa, ejemplificados en este caso por la pequeña Charleville, donde los parcours laborales de los criados se caracterizaron por el deseo evidente de estos de dejar el oficio tan pronto como les fuese posible32. Para ellos era una dedicación transitoria, pasajera, un peldaño en el marco de un recorrido profesional de más largo alcance, el cual, sin embargo, no ofrecía las mismas oportunidades a hombres y a mujeres. Por otro lado, estarían los mercados de trabajo de las ciudades institucionales de la Europa meridional, cuyo ejemplo ahora sería Turín, aunque también podría traerse a colación el de Roma, Bolonia o Florencia33. La primera fue sede de numerosas instituciones políticas y administrativas, lugar de residencia de grupos sociales de privilegiados y detentadora de una industria y comercio de una relativa importancia. Aquí, el funcionamiento del mercado de trabajo del servicio doméstico responde con claridad a esa idea de segmentación, doble velocidad, y porosidad y flexibilidad laboral a la que nos hemos referido, si bien, para una parte significativa de los criados, en especial para sus segmentos medios y altos, el oficio era un verdadero modus vivendi —tanto más específico para aquellos que servían en los hogares del clero— y no una mera dedicación pasajera. Por último, estarían los mercados de trabajo de las pequeñas ciudades y capitales provinciales de las regiones situadas en el extremo sur de Europa, como por ejemplo Granada. Sus claves internas serían muy parecidas a las de los anteriores, solo que en el caso de estos enclaves la profesión era desempeñada sobre todo por mujeres solteras de origen rural, baja extracción social y una cuasi nula formación cultural. Su carácter netamente femenino, los altos niveles de explotación laboral, la subordinación social y cultural al amo, y los bajos salarios percibidos, explican que fuese una dedicación muy poco valorada socialmente, como lo prueba el hecho de que las mujeres de extracción urbana procurasen evitarla en la medida de lo posible. Por lo demás, estos aspectos nos sitúan ante un panorama sociolaboral del servicio doméstico que en sus rasgos básicos no deja de recordarnos al que imperó en el sur de Italia hasta los mismos inicios del siglo xx, cuyo parecido con lo sucedido al respecto en el norte de Italia o de Europa era nulo34.
21En suma, estas son solo algunas de las aportaciones que aparecen recogidas en los distintos trabajos que componen esta monografía. La lógica imposibilidad de tratar en detalle todas y cada una de ellas en solo unas pocas páginas es lo que nos empuja a recomendar vivamente al lector que se pierda en su lectura, ya que en sus páginas podrá encontrarlas, junto a otros resultados de carácter más o menos novedoso, perfectamente encuadradas en sus contextos históricos de referencia.
Estructura de la obra
22Los distintos capítulos de la obra han sido estructurados en tres grandes bloques. En el primero de ellos se aborda y se profundiza en los más variados aspectos de la relación que la movilidad poblacional campo-ciudad estableció con la urbanización y la industrialización o con los procesos de transformación y cambio urbano que se dieron en ciudades que —como Madrid, Oporto o Lisboa, pongamos por caso— discurrieron al margen de la existencia de un proceso de industrialización tout court. En contra de lo que suele pensarse, esto no impidió a esas ciudades crecer demográficamente y conformarse como grandes capitales del sur de Europa en el tránsito de los siglos xix al xx a partir de la capacidad de atracción que supuso el funcionamiento de sus respetivos mercados de trabajo. En su seno se produjo lo que Luis Enrique Otero Carvajal y Rubén Pallol Trigueros caracterizaron en su día como «la corrosión de los oficios tradicionales»35. Es decir, y resumiendo casi hasta la caricatura, un salto a la Modernidad sostenido por una oferta de empleo basada en la construcción inmobiliaria, la ampliación de la administración y la generalización del sector servicios. Por lo tanto, y desde una perspectiva histórica, no todos los caminos que conducen a la modernidad y a la modernización social en Europa pasan indefectiblemente por el desarrollo de un proceso de urbanización e industrialización «a la inglesa»; vincular ambos conceptos implica, en nuestra opinión, una mirada unidireccional y reduccionista al pasado, cuando no pura y simplemente ideológica.
23Este primer bloque se abre con un estudio donde Jean-Pierre Poussou ofrece al lector una visión de lo ocurrido en la media y larga duración con la mencionada relación que la urbanización, la industrialización y los mercados laborales urbanos establecieron entre sí en distintos puntos del continente europeo. En sus páginas se aborda la inicial coexistencia y funcionamiento combinado que se produjo hasta finales del siglo xviii entre los mercados de trabajo rurales y urbanos, para atender luego a la expansión que estos últimos conocieron de la mano de los clásicos procesos de urbanización e industrialización acaecidos en países tales como Inglaterra, Francia o Alemania. Lo común a todos ellos fue la paulatina conformación en sus respectivas urbes de un fenómeno migratorio campo-ciudad de nuevo cuño, el cual se caracterizó por ser creciente, sostenido y cambiante en el tiempo en razón de la serie de circunstancias históricas que convergieron sobre sus respectivos mercados de trabajo. Por lo demás, la falta de uniformidad interna, la segmentación y las continuas transformaciones que experimentaron dichos mercados, hicieron que los distintos flujos que conformaban la inmigración campo-ciudad acabasen poseyendo una naturaleza, una composición y una intensidad diferentes. En estas condiciones, la magnitud que en ocasiones asumieron las llegadas de inmigrantes a la urbe en el siglo xix daría lugar a unas condiciones de vida realmente duras para ellos. Basta con atender a la marginalidad en la que muchos se vieron obligados a vivir o los efectos que la periurbanización de las ciudades tuvo sobre su persona o sobre sus familias.
24Tras esta visión general sobre lo acaecido en una parte sustancial del continente, Teresa Ferreira y Susana de Sousa Ferreira nos sitúan ante lo sucedido en un país concreto de la Europa meridional. Su aportación pone de manifiesto que la ausencia en Portugal de una revolución demográfica y de una revolución industrial semejante a las ocurridas en Inglaterra, Francia, Bélgica o determinadas zonas de Alemania durante los siglos xviii y xix, tuvo la virtud de limitar el alcance geográfico de los movimientos migratorios campo-ciudad y de redireccionarlos hacia un número muy limitado de enclaves urbanos. Es esa misma ausencia la que nos explica las permanencias estructurales y los cambios que entre 1850 y 1930 se registran en el seno de los mencionados movimientos migratorios. Esta sería la razón, por ejemplo, de que siempre hayan estado compuestos por una mano de obra muy poco cualificada formada por jóvenes solteros de ambos sexos de origen netamente rural, así como de la marcada tendencia de la generalidad de los flujos migratorios a concentrase sobre las ciudades de Oporto y Lisboa. Unos enclaves que, por esta vía, consiguieron absorber dos tercios del crecimiento demográfico que Portugal registró en esos años, además de ser una pieza clave, y esto sería lo novedoso, en el proceso que explica la creciente tendencia de la población portuguesa a concentrarse en las áreas regionales del litoral costero. Y ello, por no hablar de cómo la inmigración campo-ciudad fue capaz de conformar el paisaje urbano o de incidir sobre la demografía de Lisboa, pongamos por caso, vista su capacidad para modificar la estructura y composición de las familias o para condicionar los tradicionales niveles de fecundidad y mortalidad urbana36.
25Por su parte, Rubén Pallol Trigueros nos desvelará la peculiar relación que hubo entre las transformaciones por las que atravesó el mundo rural peninsular durante la segunda mitad del siglo xix y el crecimiento demográfico que Madrid experimentó en esas mismas fechas. En una ciudad más industriosa que industrial, este crecimiento vino de la mano de la incesante arribada de inmigrantes llegados al calor de la paulatina importancia que en la economía urbana asumió la construcción y la generalización de los servicios37. Tras analizar los cambios que bajo estas circunstancias acontecieron en los mercados de trabajo madrileños, de establecer su capacidad de atracción —que se extendía a toda la Península—, o de determinar cuál era el origen geográfico de los inmigrantes, el autor estudia las estrategias que estos emplearon para hacer frente a las duras condiciones de vida que imperaban en la capital. Siguiendo sus trayectorias individuales, reconstruye las estrategias que los recién llegados pusieron en práctica para entrar, asentarse y progresar socialmente en Madrid. Como ya se ha señalado, sale así a la luz la importancia que tuvo el paisanaje, es decir, la solidaridad nacida entre individuos que procedían de una misma zona geográfica de la Península Ibérica. Una solidaridad que daría lugar al nacimiento de redes sociales dispuestas en uno de los extremos de las cadenas migratorias que unían los lugares de partida con los de llegada, donde el inmigrante encontraba ahora soporte material, humano y laboral; una solidaridad que, pese a sus aspectos positivos en el plano migratorio, servía también para que quienes daban empleo a sus paisanos estableciesen a su costa sus propias estrategias de ascensión social. Algo que era factible gracias a la posibilidad de contar en sus negocios con una mano de obra dócil, traída de sus pueblos de origen, mucho más fácil de explotar que la generalidad de los obreros madrileños.
26Las pequeñas empresas familiares que operaban en el ámbito de la construcción y que fueron fundadas en París por inmigrantes de origen italiano en el tránsito de los siglos xix al xx son el objeto de estudio de Manuela Martini. Su interés por ellas tiene que ver con la importancia que poseyeron a la hora de facilitar la llegada e integración en la ciudad de individuos procedentes de distintos puntos de la península italiana, quienes, por su parte, y en mayor o menor grado, eran parientes de la persona que había puesto en marcha el negocio. Este, era un tipo de empresa cuyo pequeño tamaño encajaba a la perfección tanto en el tejido empresarial existente en Francia a comienzos del siglo xx como en la modernidad industrial de una gran metrópoli como París. Prueba de ello es que en 1901 las empresas de menos de cuatro empleados constituían el 85 % de las industrias de transformación francesas, dando empleo a un 23 % del total de una población activa compuesta en gran medida por mano de obra familiar. El seguimiento de lo sucedido al respecto en un número concreto de casos le permite advertir, como va dicho, que estas empresas fueron uno de los mecanismos empleados por los inmigrantes italianos para facilitar la entrada en la urbe de familias completas, parientes y allegados desde sus lugares de origen. De ahí que la autora ponga el acento sobre su constitución o sobre la forma que asumió su estructura laboral en función del distinto grado y el tipo de parentesco que los empleados mantenían con el patrón. De igual modo, la autora se muestra interesada por desvelar las características demográficas básicas de esta mano de obra familiar, la estructura que asumieron los hogares de los trabajadores o las relaciones que estos y sus respectivas familias mantenían entre sí. Constata así la tendencia de esas familias a radicarse en la banlieue de París, a vivir en casas diferentes de una misma calle, a estrechar sus lazos, como también el escaso interés que las generaciones nacidas en la ciudad mostraban por seguir ejerciendo el oficio paterno38.
27La segunda parte de la monografía está constituida por un bloque de trabajos que atienden al estudio de aquellos desencadenantes y aspectos de la movilidad poblacional campo-ciudad a los que habitualmente los historiadores suelen prestar poca atención. Este sería el caso, por ejemplo, de la relación que la inmigración urbana guardó con los complejos procesos de cambio que durante el siglo xx experimentaron los tradicionales mercados de trabajo rurales, la capacidad de las pequeñas ciudades provinciales para dar vida a una respetable población flotante o el porqué de las escasas diferencias que, en ocasiones, registra la composición de los hogares de los inmigrantes urbanos y la de los hogares de los naturales.
28Llorenç Ferrer-Alòs advierte que la existencia de los mercados de trabajo rurales en la Cataluña de la segunda mitad del siglo xix estuvo vinculada a la manufactura y venta de productos agrícolas e industriales elaborados por los campesinos en unos circuitos comerciales que promovían la convergencia económica entre el campo y ciudad. Para sacarlos a la luz, el autor se acercará al estudio de las migraciones invernales que por esas mismas fechas discurrían por buena parte del territorio catalán. Constata así como la desaparición de estas últimas fue de la mano de la paulatina destrucción que experimentaron los mercados de trabajo rurales debido, básicamente, a la coincidencia en el tiempo del proceso de modernización agrícola-ganadera y de la expansión que conocieron los mercados de trabajo urbanos por mor de la industrialización. Fue entonces cuando se desató un ciclo de migraciones campo-ciudad en el cual los inmigrantes llegados del mundo rural procedían a integrarse en la urbe echando mano, y si era necesario readaptando, sus viejas capacidades laborales. De hecho, esa explotación / readaptación es, en sí misma, uno más de los elementos que en la Cataluña de la época explica las diferentes dinámicas y formas que asumió la inmigración urbana. Desde esta perspectiva, el autor atiende al modo en que se produjo la entrada e inserción de los campesinos en los mercados de trabajo urbanos, o a los periplos migratorios que desarrollaron las antiguas hiladoras y tejedores vinculados a la industria lanera en el marco de la progresiva mecanización que experimentó la industria textil. En el mismo sentido, atiende también al éxito que supuso la introducción de innovaciones técnicas en los procesos productivos de los pueblos y villas rurales que vivían de una industria agrícola tradicional, visto que este fue un factor que contribuyó a retrasar en el tiempo la partida de sus habitantes a la ciudad.
29Isidro Dubert estudia a través del ejemplo de Santiago de Compostela la capacidad de las pequeñas ciudades provinciales para dar vida a una población flotante de una relativa importancia, la cual, en este caso, se caracteriza por su enorme capacidad de renovación y por una estancia media en la urbe de quienes formaban parte de la misma superior a un mes. Esto fue posible gracias a la existencia en su seno de un importante complejo hospitalario-asistencial que hizo que esa población flotante llegase a ser el equivalente a un 7-8 % del total de los habitantes que Santiago tuvo cada año entre 1845 y 1920. Una población, como va dicho, en continua renovación a causa de las idas y venidas de los familiares y los enfermos que demandaban atención para sus males en los distintos hospitales de la ciudad, los cuales, y en función de su distinta especialización, generaban unos flujos poblacionales de entrada que eran substancialmente diferentes entre sí en aspectos tales como su intensidad, la edad de los residentes temporales o su tiempo medio de estancia en la urbe. El impacto de estas gentes en la vida demográfica de Santiago se aprecia en la distorsión que causaron tanto en los niveles de mortalidad ordinaria como en la estructura interna de la mortalidad compostelana. Así nos lo indica, por ejemplo, la existencia de unas tasas de mortalidad superiores al 40 ‰, es decir, muy semejantes a las registradas en aquellas ciudades europeas y españolas que en esas mismas fechas se encontraban inmersas en un proceso de urbanización e industrialización tout court. Este no era el caso de Santiago, cuya industria y comercio local padeció un fuerte estancamiento hasta bien entrado el siglo xx y cuya inmigración estuvo alimentada básicamente por individuos de origen rural, poco cualificados desde un punto de vista laboral y entre los que abundaban las mujeres. Aspectos todos ellos que nos remiten de plano a las características de sus mercados de trabajo y al perfil social de los inmigrantes que se movían en él, quienes pese a poseer un patrón de mortalidad específico estuvieron lejos de ser responsables de la mencionada sobremortalidad urbana39.
30El trabajo de François-Joseph Ruggiu llama en cambio la atención sobre la paradójica presencia a finales del siglo xviii de numerosos hijos de edad adulta —de 18 y más años— en el seno de los hogares de los habitantes de la ciudad de Charleville, fuesen estos naturales o no de la misma. Situada en el norte de Francia, en una zona donde imperaba el matrimonio tardío, el asunto tratado no es una cuestión menor, ya que lo que sería de esperar en este ámbito geográfico es que los hijos hubiesen desarrollado un life-cycle service a edades tempranas y que, de este modo, la formación de las familias hubiese discurrido conforme a una lógica familiar y social asociada al European Marriage Pattern imperante en el norte y noroeste del continente. Igualmente, sería de esperar también que la composición de los hogares de los inmigrantes de Charleville hubiese guardado poca o ninguna similitud con la de los hogares de los naturales, lo cual, y al contrario de lo sucedido en las otras ciudades europeas, no fue el caso. En estas circunstancias, el autor procederá a medir cuantitativamente el fenómeno, a enmarcarlo en las pautas de comportamiento sociodemográficas de la Francia de la época y a reflexionar sobre las consecuencias económicas y sociales que se derivaban de esa prolongada cohabitación entre padres y grands garçons. Buscará también, y entre otras cosas, el significado histórico que poseyó la circulación que niños, adolescentes y mayores de 18 años realizaban por el interior de los hogares de sus respectivas familias, allegados e individuos ajenos al universo familiar, en particular, cuando advierte que fue en los medios más desfavorecidos de Charleville donde este tipo de convivencia era más prolongada y duradera en el tiempo.
31La tercera parte de esta monografía está formada por un serie de trabajos que —gracias al seguimiento longitudinal de los parcours individuales y a la reconstrucción biográfica—, exploran nuevos aspectos de la relación que la inmigración campo-ciudad, los mercados de trabajo y el servicio doméstico mantuvieron entre sí a lo largo de los siglos xviii, xix y xx. Encontramos aquí investigaciones que reinterpretan esa inmigración a la luz de los «proyectos migratorios de las mujeres»; que reconstruyen las redes sociales que facilitaban la llegada y posterior inserción de los criados en el marco laboral urbano; que se interrogan acerca del carácter transitorio del oficio con el fin de averiguar si permitía o no el acceso a otras dedicaciones profesionales urbanas; que vinculan este trabajo a las estrategias productivas y reproductivas de las familias rurales; o que establecen y comparan la importancia que tuvo en él la mano de obra infantil.
32Partiendo de estas premisas, Beatrice Zucca Micheletto comienza preguntándose en qué medida el servicio doméstico podría haber funcionado en el siglo xviii como una fórmula de movilidad social y/o profesional para las criadas llegadas a Turín desde el mundo rural circundante. La respuesta a esta cuestión le lleva a interesarse por la forma, la naturaleza e intensidad de las relaciones sociales que estas mujeres desarrollaron inmediatamente después de su arribada a la ciudad. Advierte así que para ellas el oficio de criada estuvo lejos de ser una dedicación de por vida, vista la capacidad que les ofrecía para construir una trayectoria profesional y un parcours de vida al margen del mismo. A este nivel, el servicio doméstico fue para las mujeres solteras, casadas o viudas un mestiere polivalente, abierto a espacios económicos y sociales diferentes, al punto de que gracias a él fueron capaces de diseñar y ejecutar sus propias y particulares estrategias de supervivencia. Prueba de ello, es que las jóvenes criadas de origen rural que se casaban en Turín lo hacían en igual medida con individuos vinculados al mundo del artesanado que con aquellos que se movían en la órbita del servicio doméstico, indicándonos de este modo que los espacios profesionales y sociales urbanos en los que estaban inmersas eran relativamente fluidos. En la misma línea cabría citar, por ejemplo, los numerosos testimonios que nos remiten a la capacidad que tuvieron para movilizar las relaciones y recursos sociales que habían conseguido generar en el curso de su vida profesional en beneficio de sus hijos, maridos o sobrinos. Su realidad social y laboral fue por tanto mucho más rica, amplia y flexible de lo que tradicionalmente suele afirmarse.
33Fabrice Boudjaaba y Vincent Gourdon nos remiten a una Charleville que, al término del siglo xix, se halla envuelta en un franco desarrollo industrial y crecimiento demográfico para mostrarnos la enorme capacidad de renovación interna que poseyó su servicio doméstico y lo que esa capacidad significó para la ciudad. De ella da cuenta el hecho de que el 60 % de los criados censados en 1873 ya no estuviesen presentes en Charleville en 1876, cifra que asciende al 80 % si situamos el inicio de la observación en 1869. Esto significa que las idas y venidas de los jóvenes llegados a trabajar en el oficio se caracterizaron por una gran intensidad y rapidez, al punto de que la inmigración vinculada al servicio doméstico contribuía a alimentar la emigración urbana, la cual, en su caso, tenía lugar tras una corta estancia en la ciudad. En este sentido, nada indica que los desplazamientos que realizaban los criados fuesen demasiado diferentes a los que por esas mismas fechas llevaban a cabo los obreros especializados que iban a trabajar a las villas de la cuenca industrial de la vecina Lieja. Sea como fuere, estas entradas y salidas de la urbe se realizaban merced a la existencia de una red de contactos previos que facilitaban su posterior inserción profesional y social, sobre todo, si su intención era quedarse a vivir o residir en la ciudad por un tiempo largo. Muchas de estas redes tenían una franca naturaleza familiar. Las había, por ejemplo, que estaban formadas por hermanos de ambos sexos, quienes se apoyaban mutuamente con la intención de iniciar una carrera social ascendente a partir de las posibilidades que para ello ofrecía el servicio doméstico; en estas condiciones, no resultará extraño verlos abandonar el oficio al poco de su llegada. En otros casos se trataba de muchachas que se casaban y pasaban en apenas unos años a desempeñar otras profesiones.
34La investigación llevada a cabo por David Martínez López y Manuel Martínez Martín nos remite a una realidad urbana muy diferente. En el tránsito de los siglos xix al xx, Granada era una pequeña ciudad provincial que experimentaba un importante crecimiento demográfico, un notable desarrollo urbanístico y una respetable expansión de los servicios gracias a los beneficios económicos que generaba la «revolución azucarera» que ahora tenía lugar en el campo. En este contexto, y tras décadas de decadencia, se produjo un relativo auge del servicio doméstico gracias a la consolidación de la burguesía y la clase media urbana. La creciente feminización de ese servicio, al punto de que en 1930 las criadas eran el 94 % del total de los criados, fue unida al origen netamente extraurbano y rural de unos efectivos enraizados socialmente en las capas más bajas del campesinado, en el mundo de los jornaleros. En relación con dicho origen se encuentra una organización laboral del servicio doméstico urbano que contempla la existencia de dos modalidades del trabajo que no son equiparables. Por un lado, el servicio doméstico interno, que involucraba al 70-80 % del total de las criadas, formado por jóvenes solteras venidas a trabajar a la ciudad como internas en una casa particular y cuya decisión de emigrar a Granada se adoptaba en el seno de sus respectivas familias que se encontraban inmersas en unas lógicas sociales y afectadas por unas expectativas vitales que situaban esa decisión más allá de sus meras aspiraciones individuales. No en vano esas lógicas y esas expectativas, como el mismo trabajo de estas jóvenes en el oficio, estaban directamente conectadas con las claves que explican la reproducción social del mundo jornalero. Por otro lado estaba el servicio doméstico externo, constituido sobre todo por viudas y solteras de edad más o menos avanzada, de extracción urbana y escasos recursos, quienes se encontraban al frente de sus propios hogares y se empleaban como criadas part-time debido a la carencia de un ganapán. Como es lógico, los ciclos vitales, laborales y sociales de unas y otras en el oficio y en la ciudad eran básica y esencialmente diferentes.
35Por su parte, Luisa María Muñoz Abeledo asume la difícil misión de establecer el protagonismo que tuvo el trabajo infantil en el seno del servicio doméstico gallego a mediados del siglo xix. Compara lo sucedido a este nivel en el mundo rural, las pequeñas villas y las capitales de provincia, lo que le permite advertir que la entrada en la profesión no era igual para los niños que para las niñas, como tampoco lo eran los parcours migratorios que desarrollaban estas últimas. Así, por ejemplo, las hijas de las familias de los campesinos salían pronto de casa, en particular si en ellas había un elevado número de bocas que alimentar, emigrando a la ciudad para trabajar como criadas en los hogares de las clases medias, aunque, en ocasiones, eran enviadas también a casa de un pariente ya instalado en la ciudad, quien de este modo se aprovechaba gratuitamente de su trabajo a cambio de la manutención y de proporcionarles un primer contacto con los mercados de trabajo urbanos. En las villas costeras del occidente gallego donde había fábricas de salazón la lógica laboral era diferente, ya que las niñas y adolescentes de Bueu, pongamos por caso, eran enviadas a las ciudades de Vigo y Pontevedra a servir durante dos o tres años para luego retornar a la villa y emplearse como obreras en las fábricas de conservas de la localidad. Por el contrario, en las capitales de provincia, como A Coruña, el trabajo infantil femenino se organizaba conforme a un patrón laboral muy semejante al imperante en los mercados de trabajo de las mujeres adultas. De ahí que la preferencia de los menores por el servicio doméstico se situase en tercer lugar, justo por detrás de las tareas que desempeñaban como auxiliares de la Fábrica de Tabacos o como aprendices en los pequeños talleres del textil y la confección40. En suma, la entrada de niños y niñas en el servicio doméstico urbano de la Galicia del siglo xix dependía de variables que iban desde la mera satisfacción de las necesidades económicas de sus hogares, a la existencia de redes familiares, sociales o laborales que permitían su acceso al oficio o a la que era la vía de acceso al desempeño de otra profesión.
Coda final
36A la vista de los resultados que ofrecen las distintas investigaciones que forman parte de esta monografía, nos gustaría finalizar esta presentación llamando la atención de los historiadores acerca de la necesidad de estudiar en un próximo futuro lo ocurrido en el plano laboral o social en aquellos enclaves urbanos que en el curso de los siglos xvii, xix y xx crecieron y se desarrollaron desde un punto de vista demográfico, económico y social, al margen de la existencia de un proceso de urbanización e industrialización «a la inglesa». Básicamente, porque constituyeron la generalidad de las villas y ciudades europeas. No en vano ellos fueron la otra cara de la moneda de un modelo de desarrollo urbano al cual suele oponerse aquel otro cuyo estudio ha sido abordado a lo largo de estas últimas décadas sobre la base de un paradigma historiográfico de inspiración anglosajona, cuyos partidarios han llegado a afirmar, un tanto ingenuamente, que fue el único que garantizó el progreso histórico y la entrada en la Modernidad de la población europea. Lo cual, y a la vista de lo sucedido en Santiago de Compostela, Granada, Turín o Madrid, no deja de ser una forma de presentar una parte de la historia europea como si fuese toda ella una misma cosa.
Notes de bas de page
1 Coloquio celebrado en Santiago de Compostela en la primavera de 2013 bajo el título Inmigración, dinámicas migratorias y mercados de trabajo urbano desde una perspectiva europea comparada, siglos xviii-xx, el cual contó además con la ayuda del Ministerio de Ciencia e Innovación (Acción Complementaria, referencia: HAR 2011-15775-E).
2 Bouchard, 1993 y 1998.
3 Bideau, Brunet, 1998; Dupâquier, 1993.
4 Dupâquier, 1993, p. 391; Dupâquier, Kessler, 1995. Acerca de su impacto historiográfico, véanse los trabajos del monográfico 3 000 familles vingt ans après. En la misma línea, Bourdieu, Kesztenbaum, Postel-Vinay, 2014.
5 Mandemakers, 2000, pp. 167-170. Muestra de los trabajos salidos de la base de datos de Vernon, Boudjaaba, 2008; Gourdon, 2001; Trévisi, 2008.
6 Véase a modo de ejemplo, Levi, 1971 y 1974; Sharlin, 1978; Perrenoud, 1979, 1982; Pitié, 1971; Bardet, 1983; Keyfizt, Philipov, 1984; Anderson, 1985; Desama, 1985; Amorim, 1987; Lucassen, 1987.
7 Véase Reher, 1990; Moch, 1992; Poussou, 1985, 1992, 2002; Duroux, 1992; Oris, 1993; Camps, 1995; Rodrigues, 1995b; Arbaiza, 1996; Arru, 1996; Leboutte, 1997; Pinol, 1991, 1999; Croix, 1999; Lee, 1999; Rosental, 1999; Dupâquier, 2002.
8 Pooley, Turnbull, 1998. Acerca de su impacto en el ámbito de la investigación, Lucassen, 2002.
9 Brunet, 1998.
10 Rosental, 1999 y 2002.
11 Arru, Ehmer, Ramella, 2001; así como la serie de trabajos que conforman el monográfico, en especial los de Cavallo, 2001; Lorenzetti, 2001; Moch, Scarpocchi, 2001.
12 Véase en particular el trabajo de Lesger, Lucassen, Schrover, 2002.
13 Los trabajos contenidos en el número 1 de 2002 apenas si presentaban a los historiadores algún que otro método de seguimiento nominativo adaptado a los padrones municipales, mientras que los del número 1 de 2004 ofrecían a los lectores resultados demográficos obtenidos a partir de bases de datos nominativas de época moderna, de los cuales, sin embargo, estaban ausentes los seguimientos individuales. Habrá que esperar a más allá de 2004 a que aparezcan los primeros resultados en este sentido, véase por ejemplo Reher, González Quiñones, Sanz-Gimeno, 2004; García Abad, 2005; Reher, Sanz-Gimeno, 2007. En Portugal este tipo de trabajos ha sido realizado desde una óptica próxima a la Sociología y a la Sociología histórica, véase por ejemplo Vidal, 2006, quien sigue en este sentido la senda de las obras de Costa, 1999 y Pereira, 1999.
14 Gribaudi, 1987. Asimismo, cabría traer a colación también el trabajo de Faron, 1997.
15 Gribaudi, 1998.
16 Rosental, 1999 y 2002; Arru, Ehmer, Ramella, 2001; Cavallo, 2001; Redmun, 2012.
17 Al respecto, véase también Kesztenbaum, Oris, 2012, así como los trabajos contenidos en el volumen de Annales de Démographie Historique, 2, 2012, en particular el de Zucca Micheletto, 2012 y Canepari, 2012.
18 Pooley, Turnbull, 1998, pp. 307-330.
19 Martínez López, Martínez Martín, Moya García, 2014, pp. 81-85
20 Esa relación con el mundo urbano guarda ciertas similitudes a las halladas en los contextos urbanos de épocas más recientes, Decimo, 2001.
21 Véase, por ejemplo, LLonch Casanovas, 1994, o Camps, 1995.
22 Acerca de ello, véase Arru, Ehmer, Ramella, 2001, pp. 9-12.
23 Sobre su funcionamiento en Madrid en la década de 1930, Carballo Barral, 2015, pp. 163-172.
24 Pinol, 1999, pp. 12-13; Pelaja, 1988, pp. 499-502.
25 Y siempre, desde un punto de vista diferente al empleado en su día por Renahy, Détang-Dessendre, Gojard, 2003.
26 Laslett, 1977; Hajnal, 1982.
27 Ramiro Fariñas, 2007; Dubert, 2012.
28 Ramiro Fariñas, 2007; Dubert, 2012 y 2015.
29 Tal y como se venía haciendo desde que Peter Laslett sentó las bases de su estudio (Laslett, 1988).
30 Otras aproximaciones al mercado de trabajo de los criados mediante el empleo de la información aparecida en las fuentes nominativas son Carballo Barral, Miguel Salanova, Pedro Alvarez, 2016; Zeller, 2016.
31 Algo que también ha sido puesto de manifiesto en ciudades como Turín, Milán o Roma (Zucca Micheletto, 2014; Faron, 1997; Pelaja, 1988).
32 Veáse también Lee, 1999; Oris, 1993.
33 Zucca Micheletto, 2014; Sarti, 1992 y 2007; Casalini, 1990, 1997 y 2009; Pelaja, 1988.
34 Da Molin, 1990, pp. 519-524.
35 Otero Carvajal, Pallol Trigueros, 2009; véase asimismo Carballo Barral, Pallol Trigueros, Vicente Albarrán, 2008, pp. 393-417.
36 Acerca de todo ello, véase, por ejemplo Vidal, 2006; Costa, 1999; Pereira, 1999; Rodrigues, 1995a y 1995b.
37 Al respecto Vicente, 2015, pp. 21-49 y 79-120; Pallol Trigueros, 2015, pp. 199-212; Carballo Barral, 2015, pp. 153-172.
38 Acerca de las características de la población de las banlieus, véase Boudjaaba, De Luca Barrusse, 2013.
39 Dubert, 2012.
40 Brey, 1992.
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