[Proemio]
p. 71
Texte intégral
1/fo 3/Es el mundo tan grande y hermoso, y tiene tanta diversidad de cosas tan diferentes unas de otras, que pone admiración a quien bien lo piensa y contempla1. Pocos hombres hay, si ya no viven como brutos animales, que no se pongan alguna vez a considerar sus maravillas, porque natural es a cada uno el deseo de saber2. Empero unos tienen este deseo mayor que otros, a causa de haber juntado industria y arte a la inclinación natural; y estos tales alcanzan muy mejor los secretos y causas de las cosas que naturaleza obra; aunque, a la verdad, por agudos y curiosos que son, no pueden llegar con su ingenio ni propio entendimiento a las obras maravillosas que la Sabiduría divina misteriosamente hizo y siempre hace; en lo cual se cumple lo del Eclesiástico, que dice: «Puso Dios al mundo en disputa de los hombres, con que ninguno dellos pueda hallar las obras que Él mismo obró y obra»3. Y aunque esto sea ansí verdad, según que también lo afirma Salomón, diciendo: «Con dificultad juzgamos las cosas de la tierra, y con trabajo hallamos lo que vemos y tenemos delante»4, no por eso es el hombre incapaz o indigno de entender al mundo y sus secretos, ca Dios crió el mundo por causa del hombre, y se lo entregó en su poder, y puso debaxo los pies, y, como Esdras dice: «Los que moran en la tierra pueden entender lo que hay en ella»5; así que, pues Dios puso el mundo en nuestra disputa, y nos hizo capaces y merecedores de lo poder entender, y nos dio inclinación voluntaria y natural de saber, no perdamos nuestros previlegios y mercedes.
Notes de fin
1 Comentando este prólogo, M. Bataillon observaba que este texto merecería figurar al lado del célebre discurso de Pico della Mirandola sobre la dignidad del hombre en el Renacimiento.
2 Afirmación tomada de Aristóteles, Metafísica, A, I, 980a, 21.
3 Referencia errónea: el versículo citado no procede del Eclesiástico sino del Eclesiastés (Qo 3, 11). Como era de suponer, Gómara sigue la versión de la Vulgata.
4 Sab 9, 16 («apenas nos hacemos idea de lo que está sobre la tierra,/ lo que está al alcance de nuestra mano lo hallamos con trabajo,/ pero lo que está en los cielos, ¿quién lo rastreó?»/ «et difficile aestimamus quae in terra sunt/ et quae in prospectu sunt invenimus cum labore/ quae in caelis sunt autem quis investigavit»).
5 IV Esd 6, 59: «Et si propter nos creatum est saeculum, quare non hereditatem possidemus nostrum saeculum? Usque quo haec?».
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