Las prendas del diplomático
El embajador de Juan Antonio Vera y Figueroa (1620)
p. 465-496
Texte intégral
1Desde los espejos de príncipes medievales y clásicos, y con un espléndido rebrote en el siglo xvi, los diálogos formativos constituyen una larga tradición en cuyo horizonte destacan las innovaciones de El embajador (Sevilla, Francisco de Lyra, 1620)1, obra del amigo de Lope de Vega, Juan Antonio Vera y Figueroa (1583‑1658). Es uno de los textos más interesantes del final del reinado de Felipe III, extenso diálogo político que en ese momento puede llegar a conectar con el proyecto educativo de Olivares para la aristocracia —sector al que a la sazón debía pertenecer el diplomático de carrera—, nexo visible asimismo en otros diálogos de las mismas fechas.
2Vera, conde de la Roca desde 1628, extremeño de nación (Mérida), vivió más de veinte años en Sevilla y, entre otras encargadurías, fue embajador en Saboya en los años veinte y en la república de Venecia en los treinta, en misiones difíciles de tiempos poco propicios, en plena guerra de los Treinta Años2. Desde los primeros años veinte perteneció al círculo estrecho de colaboradores de Olivares y fue protegido de este, muñidor de su aparato de propaganda, junto a otros como Quevedo o Antonio Hurtado de Mendoza3. También poeta, fue miembro de la academia sevillana de Juan de Arguijo, con Lope, Rodrigo Caro, Juan de Jáuregui, Fernández de Andrada, Alonso Tello, Francisco de Rioja y Ortiz Melgarejo, Fernando de Ribera y otros. Fue amigo del pintor Francisco Pacheco, protegido del duque de Medina Sidonia y del duque de Béjar, y socio del duque de Sessa a través de su hijo4. Es autor bien conocido de varias obras en verso y prosa; también famoso por su necesidad de fabulación y sus falsificaciones (el Centón epistolario es la más célebre, superchería que reconstruye el ambiente de la corte de Juan II de Castilla), y por sus máscaras literarias (Fabio Franchi, Antonio de Nor, Cavalier Ludovico Zambeccari). Vera fue autor o mecenas de otros diálogos y pasquines, editados en imprentas clandestinas de Venecia dependientes de su propia casa5.
3El embajador, que recibió los elogios, entre varios, de Lope6, es un ejemplo de prosa clasicista de altura7. A muchos sorprende que un diálogo con tal caudal de información se escriba antes de iniciar propiamente su carrera diplomática8. Probablemente lo escribió para propiciar esa carrera9. Entonces era aún secretario del diplomático de Felipe III don Gómez Suárez de Figueroa, III duque de Feria, quien lo familiarizó con el oficio.
4En su dedicatoria «A Don Felipe III» el autor se refiere a «estos discursos que procuran constituir el Embaxador», que «no parecen humildes, pues a subir tanto se atreven». Las Aprobaciones (del jesuita Diego Granado y del cronista regio Antonio de Herrera) insisten en la utilidad para los del oficio y en la reputación que puede obtener la nación. Se concibe en buena pero no total medida como manual de uso y de cita para el diplomático, ya que «la oratoria es parte esencial en el legado» (I, fo 1vo) y el autor «procura probar con razones y exemplos» (ibid.) su construcción. Victoria Pineda ha destacado la importancia de la elocuencia en el texto10. Pero no se encuentra en la obra solo erudición de modelos tradicionales, porque eso no le hubiera asegurado el éxito11.
5Algunos aspectos formales relacionan a este diálogo con el tratado. La división en cuatro partes y «discursos» a modo de diálogo entre dos señores y amigos, Ludovico y Julio, se organiza en espejo. Además de los sumarios que encabezan cada discurso, un nutrido aparato de marginalia apoya con sinopsis y comentarios de contenido, fuentes, y citas el texto central, y vuelcan al diálogo —sin dejar de serlo— del lado del tratado, o del tratado dialogado. Es tradición crítica el ver los materiales ejemplares introducidos como un acopio sin orden y deshilachado12.
6El análisis de las propuestas formales y las líneas básicas de la argumentación, junto a su actualidad candente, apoyan y confirman una posible difusión peculiar del texto, como veremos. En cualquier caso, la elección del género, precisamente para alejarse del tratado, es con bastante probabilidad una de las razones de su éxito13.
La quinta de Julio
7Ludovico y Julio se reúnen en la quinta y jardín de este, mirando al campo, fuera de la ciudad, espacio retirado de la vida afanosa de la corte y, en particular, opuesto a la vida trasegada del embajador. El expediente clasicista del locus amoenus tiene efecto argumentativo: se convierte en observatorio distanciado de la materia que se examina, pero solo recibe tratamiento literario en los dos primeros discursos. El topos del jardín clásico se desarrolla en el primero sin escatimar ninguno de los ingredientes de la teoría poética de época, que tanto recuerdan a Pedro de Espinosa:
[…] no he osado juzgar cuál lo hermosea más, o la naturaleza, que él quiso, burlándose del arte, imitar su artificio, o el arte que para apostárselas a la naturaleza, afecta su descuido; pero ambas cosas tan en pro de nuestros sentidos que debemos gracias a su competencia (fo 2ro).
Y más adelante:
¿Qué vista más agradable que estos manojos de flores, igualmente hermosos en suma desigualdad? (fo 4vo)
8El cierre del discurso I es una primorosa clausura retórica de jornada que los dos interlocutores evocan a medias en matices de luz y de clima, deteniendo la discusión pendiente para otro día (I, fo 84ro). Ese espacio se adorna en el discurso II con la escena inicial en que Julio está leyendo la Biblia (II, fo 86ro), el capítulo de la locura fingida de David, apto para tratar sobre la cuestión más importante de filosofía política: la licitud o no de la mentira para el embajador. Al final del discurso II se reproduce con variantes la forma de proceder (II, fos 150vo-151ro). Las sesiones se interrumpen al atardecer. Por ejemplo:
Julio: No sé qué tiene esta conversación que juzgué que acabábades de llegar, y es así que de aquel más alto laurel se despide Febo, y cuando el laurel se despide, poco se detendrá en otra parte (II, fo 150vo).
Sin embargo, el discurso III no tiene interés en desarrollar los componentes retóricos del locus amoenus dialógico, ni al principio ni al final; tan solo se presenta a un Julio impaciente por la venida de Ludovico al jardín (III, fo 2vo) para reanudar «la plática del Embaxador» y a un Ludovico que aprovecha el comentario sobre la espera para introducir el tema filosófico de la duda escéptica. Lo mismo ocurre en el discurso IV, donde el jardín únicamente se sugiere en el «Sumario» («Vuelve Ludovico al jardín de Julio», IV, fo 72ro). En la clausura ni siquiera se menciona: solo la «escasa luz» y la promesa de futuras reuniones en la ciudad concluyen el texto (IV, fo 131ro). Es decir, el espacio ha pasado a ser ya solo referencia simple en los discursos III y IV, sin el desarrollo literario que tanto apreciaron los humanistas.
La estructura argumentativa, los interlocutores y la lengua literaria
9Es en parte inexacto afirmar que el texto sea «descendiente directo del Cortesano de Castiglione» por el hecho de seguir «la pauta de tantos otros manuales de comportamiento político de los siglos xvi y xvii —las “imágenes” o “retratos” del perfecto príncipe, privado, secretario, consejero, etc.— con los que tiene estrecho parentesco14», pues esta tradición dialógica es más antigua que Castiglione, también posterior a él, y sobre todo desarrolla muy diversas estructuras argumentativas. Como propuesta dialógica, en varios aspectos se parece más a Il messaggiero de Tasso —fuente segura de pasajes concretos— pese a la enunciación indirecta del italiano, muy diferente de la directa de Vera, y a la muy distinta extensión y aspiraciones de ambos15. Otra propuesta dialógica que le interesa mucho es el De constantia de Justo Lipsio, del que también hay préstamos.
10La insistencia en los manuales en forma de diálogo tenía una tradición muy larga desde los espejos de príncipes medievales y clásicos y, en el siglo xvi, la habían renovado Castiglione y Guazzo en una variante específica de manuales de cortesanía para nobles. Los diálogos especializados en temas profesionales o monográficos, en dignificar «oficios», habían comenzado también a ampliar extraordinariamente sus materias ya en la primera mitad del siglo xvi (medicina, milicia, varios oficios), y aumentado en cantidad y temas en las décadas centrales de la centuria (escritura, aritmética, forma de escribir la historia, genealogía, política). La política, en particular, se examina en todas sus magnitudes, y se escriben diálogos atentos a la figura real de la mano de Furiò Ceriol, Fox Morcillo, Pedro de Navarra, o varios anónimos16; se consolidan en las últimas décadas del siglo xvi con Jerónimo Osorio, Lorenzo de San Pedro o, en la política nacional e internacional portuguesa, Antonio Maldonado de Ontiveros, Ambrósio Fernandes Brandão y Duarte de Sande. Además, el examen político se abre por las mismas fechas a la sociedad urbana y civil con Juan Costa. También afirman su presencia los diálogos militares (de Francisco Valdés, Diogo do Couto, Diego García de Palacio, Bernardino de Escalante), tratados de artillería y de fortificación (de Luis Collado o Diego González de Medina Barba), y la preocupación militar alcanza a textos no propiamente de la materia, como los de Baltasar Morales o los atribuidos a Luis Barahona de Soto. Otro pilar de la política regia que se había iniciado unos años antes en Portugal, los diálogos de navegación, adquiere una representación deslumbrante por su interés literario y técnico en dos obras de la década de 1570 que quedaron inéditas por cuestiones de secreto militar: las de Juan Escalante de Mendoza y Juan Álvarez del Mármol; solo el oidor de la Audiencia de México, Diego García de Palacio, publicó su manual de artes de navegación, Instrucción náutica. Muchos de estos textos eran diálogos específicamente formativos, pero no comparten forma argumentativa, y todos conseguían fortalecer algún aspecto de la maquinaria política regia.
11En El embajador el esquema argumentativo no es propiamente el magistral y pedagógico de maestro y discípulo, sino que se conciertan dos amigos a crear casi a medias un diálogo de formación. El enunciado magistral, sostenido en un escenario privado de interlocutores amigos o conocidos, rebaja su condición de argumento ex catedra para arriesgarse a ser analizado, y coloca al lector en posición más de testigo que de discípulo. El paralelo con algunos desarrollos argumentativos del De constantia de Justo Lipsio viene a la mente: allí dialogan en la ficción Lipsius y su amigo Langius (Charles de Langhe, canónigo de Lieja) al que el primero visita durante un viaje a Viena en 1572. El alejamiento del viaje permite la distancia o la visión lúcida con respecto a los males de la patria, y además Langius, de más edad y más experto, guía a Lipsius y se encarga de la parte de propuestas positivas. Los dos emplean ejemplos morales que enseñan y distraen. Se trata más de un desdoblamiento autorial que de una fórmula magistral pura. De modo análogo, en El embajador lleva la voz cantante Ludovico, el invitado, pero Julio, el anfitrión, tendrá importante papel estructural con sus preguntas, juicios y comentarios atinados, sus deducciones y recapitulaciones que facilitan el avance argumentativo, y su aportación erudita no menor de ejemplos y anécdotas17. Él es, además, quien establece las condiciones del encuentro, el responsable de la propositio conversationis («que fuéssedes formando un embaxador», I, fo 13ro) —que Ludovico acepta (I, fo 14vo)— y de la occasio disputationis. El diseño más frecuente del proceso argumentativo es aquí una pregunta de Julio, a la que sucede la opinión de Ludovico, que fortalece con ejemplos positivos y negativos; Julio suele contribuir a estos ejemplos de diversas maneras. Por tanto los dos colaboran y aportan razones. A veces se igualan, o al menos se equilibran, en competencia:
Julio: […] pero ser [los embajadores] esperimentados en trabajos, pocos días ha que fuera calidad nueva para mí, porque ha pocos que leí el breve pero sazonado libro de Fred Marselaer y concurre en esta parte con vuestro parecer.
Ludovico: Cierto que no tenía noticia de ese autor cuando tenía constante crédito desta opinión, y quedo muy envanecido ahora de haberla tenido.
Julio: Dize este autor que tener uno por madrastra a la Fortuna… (II, fo 130ro).
Julio también pide ejemplos y razones a Ludovico para aumentar la calidad de la comprensión: «Mucho me holgara que insinuásedes algunos casos para que ellos hagan camino al entendimiento, por donde vaya con menos trabajo a comprehender lo demás» (III, fo 35ro). «Si no es poniendo un exemplo, no lo acertaré a entender» (III, fo 38ro), insiste18. Sin embargo, Julio llega a teorizar sobre el embajador (los salvoconductos y cartas de seguro para terceros en III, fos 58vo-59ro), aunque para marcar alguna diferencia sea con la autoridad del diz que: «He oído sentir a hombres entendidos y doctos…» (III, fo 58vo).
12En general los dos están de acuerdo («Julio: En lo poco que os replico conoceréis la razón que os concedo…», II, fo 134ro); excepcionalmente pueden disentir: por ejemplo, Ludovico cree que eclesiásticos y mercaderes no pueden ser embajadores, y Julio lo discute (I, fo 24ro); pero la réplica de Ludovico los acabará poniendo de acuerdo (I, fo 29vo) sobre un punto que para el autor tenía importancia y no debía quedar indefinido. Aun así, las concesiones de Julio no serán claudicantes sino anuncios de profundización:
No me aparto de vuestro sentimiento en todo este vuestro último discurso, pero, para otra ocasión en que os lo acordare, remito socorrerle con más exemplos y razones […] (I, fo 29vo)19.
13Ludovico encarece frecuentemente las preguntas de Julio; por ejemplo, ante la demanda de qué debe hacer el embajador si el príncipe a quien sirve pretende cosas injustas, Julio sentencia que esa es «la mayor dificultad desta materia» (I, fo 77ro). El anfitrión actúa a menudo como encargado de marcar los énfasis argumentativos necesarios. Sus matices muestran una sutil inteligencia discriminatoria:
Aun en esos casos hay más que entender, porque no fueron, a mi parecer, delitos los que sintieron a Antioco y Alexandro y Antonio dinos de poner en cuenta de injuria merecedora de tanta demostración, y es muy diversa cosa maquinar contra la vida, como los embaxadores de Sifaz, y contra el Estado, como los de Tarquino, y contra el respeto de la justicia, como el caso de Madrid, que hablar algo más alto de tono y pedir en nombre de su rey todas las demás del mundo (I, fo 53ro).
Julio tiene funciones estructurales y se encarga de mantener controladas las digresiones y de volver al propósito central20. Muchos de los asuntos se examinan también desde doble ángulo, aunque en boca de un solo interlocutor: «Dos exemplos de alabança y vituperio se me ofrecen sobre este punto…» (I, fo 47vo).
14Los dos son responsables de la graduación de la charla, y los discursos suelen acabar con una batería de preguntas, verdadero hilo distribuidor de Julio que Ludovico contiene y difiere ordenadamente para otro día (II, fos150vo-151ro), dando, en efecto, materia a la sesión siguiente. Así, el discurso III reproduce ese nexo argumentativo cuando Ludovico insta a Julio a recordar los puntos que quedaron aplazados («hazed memoria de los puntos de que deseábades satisfaceros, que cumpliré mi palabra», III, fo 3ro) y, desde ese momento, este recuperará funciones estructuradoras. Lo mismo sucede entre el final del discurso III y el principio del IV21.
15Es muy elevado el valor didáctico y probatorio de los ejemplos:
Ludovico: De los exemplos buenos y malos se saca lo que se hizo o se debiera hazer, para enseñanza del que los lee (III, fo 35vo)22.
Quiere proporcionar al diplomático, en calidad de orador, ejemplos, anécdotas, casos, cartas, citas y, en general, materiales de historia y erudición para inspirarse o memorizar, útiles para el desempeño práctico de la profesión23. Son pieza clave del arte de la persuasión:
[…] porque toda persuasión se haze con fuerça de razones, de exemplos, de afetuosos movimientos y autoridad de costumbres; debe el legado en las razones y exemplos elegir no solo los más fuertes sino los más gratos, de que saque alguna utilidad aquel por quien se hacen […] (I, fo 67ro).
En la forma de usar los ejemplos Vera parece más un renacentista tardío y no coincide con la evolución que experimenta, por ejemplo, un Gracián24; al menos no coincide en todo, porque no puede olvidarse que la mayoría de los ejemplos que Vera acopia son puros fundamentos de experiencia, sabiduría experimental que la historia de la diplomacia había sistematizado y que a alguno pareció directamente plagio25.
16Por su parte, la autoridad de los refranes es para Ludovico comparable a la de los apotegmas griegos: «[…] alargar el pie a medida de la sábana, refrán español cuya autoridad igualó a las apotegmas griegas y cuya filisofía (sic) aventajó a todo lo que no es fe» (III, fo 44ro). En el libro IV da a conocer su «cuadernillo» (fo 72vo) o prometido «cuaderno de las oraciones de los historiadores» (IV, fo 73ro [por error 37]), también con una vertiente práctica, que refleja la importancia de la oratoria y la formación retórica para el embajador y que a Julio parece un «ecelente remate de tarde» (IV, fo 122vo). «El anuncio promete lo que parece ser el complemento práctico perfecto para la teoría sobre la elocuencia del embajador expuesta en la primera parte del libro26». La identificación de la fuente convierte a Vera en antólogo de un ars excerpendi quinientista. Destaca dialógicamente el que este cuaderno de discursos no se habla o dice; se lee:
Julio: […] así os ruego que de la forma que lo traéis escrito lo vais leyendo.
Ludovico: Claro está. Digo pues, eligiendo las materias que suelen ser más comunes a un embaxador… (IV, fo 123ro).
17Se convierte en un prontuario de consulta para resolver multitud de situaciones prácticas del que Ludovico se siente muy satisfecho. Aconseja a todos los embajadores leer su cuaderno porque encontrarán el mejor consejo, pensamiento y experiencia de la mejor historia diplomática:
Mientras más reposo el juicio sobre este trabajo, más descubro los útiles que dél se seguirán al embaxador, que, hallándose entre manos con algún caso de los observados, consultare los lugares que se le citan, donde hallará sazonado lo mejor que pensaron hombres discretos y desapasionados. Por premio deste discurso no os deseo más —si algún día corriere en público— bajo (IV, fo 130vo).
18Algunas preferencias de escritura lo delatan igualmente. El duque de Sessa fue sensible al estilo de la obra: «Enseña y deleita y en la dulçura del estilo luzen como piedras preçiosas las sentencias27». Al sistematizar las cualidades del diplomático distingue entre requisitos a nativitate y otras prendas que son producto del estudio y la preparación. A este aprendizaje debe servir su diálogo, destinado a un «hombre enviado de lejos a negocio público, por la elección particular, no con ardid de guerra, sino con elocuencia y fuerza de ingenio» (I, fo 14ro). Por eso entre sus cualidades —entre las morales pondera la lealtad, la prudencia, la moderación, la bravura, la magnificencia—, también son importantes la pronteza espiritual, la argucia de la palabra, la afabilidad, el razonamiento meditado, la capacidad de divertir y practicar el «descuido cuidadoso», sin ser pesado ni inoportuno; el embajador debe saber adaptarse al oyente, estar al corriente de la historia, usos y costumbres del lugar donde se instala y, en especial, dominar la oratoria. Es expresivo este pasaje:
[…] porque el conceto agudo o valeroso es de mayor eficacia y mérito respondiendo que orando, porque en la oración estudiada pueden tener muchos parte, y en la respuesta intempestiva solo el que la da, y seis palabras encaxadas en la coyuntura de un negocio hazen más efeto en él que seis pliegos de papel de conveniencias y concetos escritos fuera de tiempo […] (II, fo 147ro).
19La lengua en la que se compone un texto de elevada cultura y destinada a un público cultivado es de enorme riqueza, pero la presentación de la plática no tiene por qué abandonar el tono de conversación o la simulación de fallos de memoria:
[…] con estos versos que dixo Tibulo y traduxo no sé quién:
Vezes mil con el vino te di sueño,
Y yo en supuestos vasos, vitorioso,
En vez dél sobriamente agua bebía, etc. (II, fo 130ro).
20El tono medio se logra entre ambos interlocutores. Ante una acumulación, en voz de Ludovico, de ejemplos de bufonadas y chistes gruesos que deben evitarse, Julio invita a la contención y provoca el paso a los ejemplos de «avisadas gracias»:
Yo me doy por advertido desas groserías, y así os pido no acomuléis más exemplos, pues ninguno las puede sinificar más ni hazerlas más odiosas (II, fo 147vo).
21La edición sevillana contiene, además de algunas erratas que ahora no menciono, diversos particularismos de lengua interesantes, aunque no necesariamente del autor: andalucismos gráficos como ceceo o excepcionalmente seseo28; algún vulgarismo29, o formas analógicas que se repiten con la insistencia suficiente como para apreciar su particularidad y no considerarlas errata de impresión30; trueques o indefiniciones en el uso del artículo sin marca de masculino o femenino en el étimo31, y otros casos de menor enjundia.
Filosofía moral y política, con otros modelos dialógicos
22Junto a la materia específica aderezada por la lengua proverbial, se incluyen otras de filosofía natural y moral que interesan al conde de la Roca, como por ejemplo las páginas iniciales sobre la agricultura, la soledad, o la pretensión de los oficios (I, fos 2ro, 4vo, 5ro-6ro)32. Es un caudal paralelo al interés por las anécdotas, ejemplos, intercalado de citas —desde los antiguos o la Biblia a Justo Lipsio—, agregado de poemas que traduce, compone o parafrasea, de erudición histórica, política, filosófica y literaria. Las fuentes y lecturas más importantes que se han descubierto en el diálogo son sobre todo quinientistas maduras33: su admiradísimo Tasso, al que domina; Justo Lipsio —el pensador de moda por su relectura del estoicismo romano en tiempos turbulentos, también dialoguista34—, y a su través Tácito; Remigio Nannini35. Entre los clásicos antiguos ha leído bien a Homero, Horacio y Virgilio. En sus citas y ejemplos de historia reciente y antigua incorpora a muchos autores italianos, la mayoría de ellos dialoguistas (Guicciardini, Castiglione, Giraldi, Paruta, Botero, el Maquiavelo anterior al Índice de Quiroga36) o de otras naciones (Bodino, el mencionado Lipsio). En varias ocasiones se acercan y equiparan antiguos y modernos («si en estos tiempos, que son de la misma calidad que los pasados, aunque más nos endechemos dellos…» I, fo 75ro); cuando ejemplifica con coetáneos o modernos estos adquieren también la distancia que otorga el paradigma (como ocurre en IV, fo 77vo, o como el caso del conde de Gondomar concurriendo en acto público, IV, fo 97ro). Los ejemplos suelen indicarse, además, en notas al margen o glosas laterales que abundan en la condición de obra instrumental y de consulta. Mattingly estudia los precedentes, a partir del siglo xvi, momento en que se detecta una verdadera aplicación al estudio de la diplomacia y las relaciones internacionales en Europa, pero a su juicio son aún tratados muy distintos al Embajador de Vera37. Ninguno de los predecesores había logrado tanto38, aunque todos tomaron unos de otros: Mattingly pone varios ejemplos de requisitos exigidos por varios o por todos (ser rico, de noble origen, de apariencia hermosa, edad aconsejada), pero ninguno concreta con tanta precisión como Vera (en especial en su sólido razonamiento sobre la necesidad de la fortuna privada floreciente como la principal cualificación para poder ser embajador39). Lo mismo ocurre con su renuencia a que desempeñen la profesión eclesiásticos, porque en caso de conflicto se deben a una autoridad distinta a su soberano —en obvia alusión al papado—. Reivindica la diplomacia como actividad especializada —de ahí que quiera eliminar de ella también a mercaderes—, porque la profesión necesita personas preparadas, con instrucción moral, mental y física, vocación y actitud especial, y en consecuencia conviene distinguir asimismo legaciones ordinarias y extraordinarias.
23La educación y formación en disciplinas y en lenguas le parece importante; Vera dominaba latín, francés e italiano junto al español, pero defiende que el embajador debe hablar en su lengua materna como forma de honrar a su príncipe40, e insiste más en las virtudes morales del legatario que en las intelectuales. Las virtudes morales son, en esencia, las de tradición aristotélica y pagana; ningún teórico previo ni posterior a Vera dejaría de insistir en la necesidad de que el embajador sea buen cristiano, pero en el campo de las virtudes cristianas nada aportan de interés. Más importante es la novedad —sobre todo en caso de embajadores residentes— del tratamiento de nuevos conflictos ideológicos producto de la experiencia de la nueva diplomacia: los límites de la fidelidad, verdad y lealtad al príncipe, a la república, o a las órdenes de su gobierno cuando son contrarias a las del propio país, la obediencia a la ley de naciones o a los intereses de paz a los que debe servir41. Vera no se mueve en el universo de generalidades de sus predecesores, pues pertenecía a un servicio «which has made use of residents for a hundred and twenty-five years42», incluso en países de turcos y herejes, y sabía que el residente, lejos de su país, hacía correr grave peligro a su propia nación si desoía las instrucciones recibidas, razón por la cual sus meditaciones sobre la gravedad del conflicto del diplomático se hacen muy agudas mezcladas a la sensibilidad ética del dilema del honor. Se presenta como cristiano sincero, caballero cortesano y hombre de sentimientos delicados; insiste en que el objetivo del embajador es la paz. Rechaza la mentira, el espionaje, la conspiración, ajenas a cualquier embajador o gentilhombre; reivindica la necesidad de decir siempre la verdad al soberano, por ingrata que sea o peligrosa para su propia carrera, y aunque implique llevar la contraria sobre un plan que el embajador suponga disparatado, teniendo incluso presente un conflicto insoluble entre el honor del embajador y el bien del estado o el beneficio de la cristiandad. Su razonamiento sobre lo que la guerra permite hacer al enemigo si es en ayuda del propio país, descargando la conciencia del embajador en cargo de la responsabilidad del propio soberano, mejor informado, es de enorme sutileza dialéctica, pero reconoce la obligación de los actos propios y el dilema, el peligro, de incurrir bien en pecado o bien en mal proceder para el que recibe órdenes injustas de su rey. El único consuelo que proporciona al lector es el deseo de que un rey católico nunca puede ordenar a sus súbditos algo que ponga en peligro sus almas, siguiendo a Tasso43.
24Desde el punto de vista ideológico interesa sobre todo su cuestionamiento de algunos principios en materia de filosofía política, relaciones entre ética y práctica política real, religión y soberanía44. Su posición es de compromiso entre maquiavelismo y ética cristiana45, con influencia del neoestoicismo del De constantia de Justo Lipsio y de su Politica, un Lipsio expurgado46 que cita en diversas ocasiones («la distinción que Lipsio haze de la prudencia civil que llama mezclada», II, fos 85ro y 100ro‑100vo), y de otras posiciones moderadas como las de Botero y varios pensadores de la Reforma católica, Arias Montano entre ellos (II, fo 100vo). Muestra un cristianismo crítico y aversión contra la forma exterior y mendaz de comprenderlo del papa. Es receloso de la Inquisición, sensible a la laicización de la política y a la vuelta de la Iglesia al cristianismo primitivo47.
25Todo ello da al diálogo una clara factura humanística, un tono señorial y ligero, propio de un espíritu fino, culto, que, aun mostrando conocer las relaciones internacionales y los precedentes quinientistas de literatura diplomática, se aparta de ellos deseando hacer una obra más práctica, no de vocación platónica sino de consulta técnica, fruto de una cuidadosa preparación. La forma francesa de traducirlo, añadiendo al título el adjetivo «perfecto», lo asoció demasiado al género de los diálogos y tratados formativos de cuño ciceroniano (el perfecto príncipe, caballero, cortesano, el magistrado ideal y otros) y por tanto trivializó su alcance, como vio B. Cinti48. El retrato del perfecto embajador tuvo un intento previo de cuarenta años con Tasso, y hubo otros antes y después en menor medida, pero el libro de Vera fue el que dominó el Seiscientos europeo, por su contribución lipsiana, tan del aprecio del conde‑duque, y quizás, cómo no, precisamente por su faceta de prontuario:
[…] demás que nuestro argumento no es formar al príncipe en el mando, sino al embaxador en la obediencia. La instrucción es una carta de marear por donde ha de ir guiando el embaxador su derrota [es decir, su «derrotero, camino, rumbo», en acepción marinera]... (El embaxador, III, fo 12vo).
26El texto de Vera no servía por tanto solo para que el diplomático amenizara una conversación o brillara en ella por sus alardes eruditos, como tampoco puede leerse la Manuductio de Lipsio como centón de citas. Para eso había mucha literatura disponible. Se trataba, en el propósito del conde de Roca, de orientar de doble manera, teórica por un lado, por otro práctica y sistemática, su día a día profesional, y así cubrir una necesidad ineludible en la Europa del periodo49.
Difusión editorial
27Los cuatro libros, precedidos de sus respectivos epítomes («Sumario. De lo que contiene este discurso»), se dividen en dos partes, dos a dos, también como piezas editoriales, quizás porque aspiraran a poderse vender independientemente50. Van unidos por parejas en paginación (el II acaba en fo 151ro, el III empieza en fo 1ro y el IV termina en fo 131ro), y al final la «Tabla alfabética de las cosas notables de este libro» de cada una de ambas partes, sin foliar, se redacta también por separado (I y II; III y IV)51. La razón más clara es que la materia es más práctica en los dos últimos, III y IV, más centrada en reglar de forma metódica consejos para la labor diplomática antes y durante el desempeño de una embajada. Los dos primeros discursos, más teóricos —pese a su interés también práctico en cuestiones procedimentales de los oficios de gobierno—, cumplen una función distinta a los dos últimos; además en estos asoma el amor de la patria española de forma más diferenciada, lo que explica también que las traducciones de la obra fueran reducidas, aunque es tema que merece una atención que aún no ha recibido: nada bueno diría a los franceses la argumentación de la precedencia española sobre la francesa —salvo para saber defenderse mejor52—, o las justificaciones de la retención española del reino de Navarra53. Expone las herejías de varias naciones y la específica de Bohemia. Al dar noticias sobre diversos reinos y repúblicas (Inglaterra, «República de los suizos», Francia54, Venecia, Saboya y el Piamonte, Génova y sus gobiernos) explica también sus conflictos y motivos de litigio. Cada una de las partes puede, en suma, tener destinatarios diferentes: los lectores de los discursos III y IV han de ser o proespañoles o querer estudiar al enemigo de cerca, aunque ahí se contenga información valiosa sobre las formas de gobierno y religión de varios reinos y repúblicas occidentales, del papado y del imperio; se comprende, pues, que esa necesidad no escapara a impresores avispados. El asunto, que requeriría un interesantísimo y necesario trabajo comparado, está por estudiar seriamente, como a continuación veremos.
28Pese a esas posibilidades distintas de difusión, no proliferaron las ediciones españolas. Aparte de esta princeps sevillana de 1620, se menciona una contrahecha del mismo año y Palau habla de otra edición de 1620, impresa en Madrid; Nicolás Antonio cita solo una sevillana de 1621 cuya existencia no se ha confirmado (probable errata simple por 1620), noticia que llega a Graesse y pasa luego a otros. El embrollo de referencias catalográficas erróneas es acumulativo, de modo que conviene detenerse un momento para intentar poner en claro esta transmisión y apuntar unas líneas que permitan llegar a confirmar los testimonios que realmente sobreviven.
29Nicolás Antonio había errado no solo en la fecha supuesta de 1621 (por 1620) sino incluso en los nombres de los traductores italiano y francés55. J. G. Th. Graesse reproducía después la información vaga de Nicolás Antonio56, haciéndose eco además de la existencia de una segunda edición sevillana del mismo año 1620, tomada de Salvá57. En su primera edición, Palau registraba tanto la edición de Sevilla 1620 —y la contrahecha de la misma ciudad y año, aunque sin mencionar que tomaba el dato de Salvá— como una de Madrid, también de 162058, pero nada decía del error de Nicolás Antonio. La segunda edición de Palau es de consulta imprescindible en este caso, porque amplía y aclara la información59. Lo más revelador es su sospecha sobre el error de Nicolás Antonio, pues no se conoce ejemplar ni noticia fiable de una edición de Sevilla 1621 y además los traductores están identificados. De hecho, tanto Simón Díaz como Domínguez Guzmán registran únicamente la edición sevillana de 1620, con su distribución de folios correcta60.
30Se conserva un número apreciable de ejemplares de la primera edición sevillana61, varios de ellos accesibles en la red62. La otra edición sevillana de 1620 que registra el CCPBE según parece no es completa63, sino que recogería solo las partes o discursos III y IV, aunque nada aclara al respecto dicho catálogo. Si, a la vista de algún ejemplar, se corroborara esta suposición mía, sería una confirmación evidente de que El embajador se leyó y distribuyó por partes64.
31Por su parte el USTC registra bajo su referencia 5036910 la edición de Madrid, [s.n.], 1620. Dice:
PRIMARY AUTHOR: | Roca, Juan Antonio Vera Zúñiga y Figueroa, conde de la |
SHORT TITLE: | El embaxador. |
IMPRINT: | Madrid, s.n., 1620. |
PLACE: | Madrid |
DATE: | 1620 |
FORMAT: | 8º |
PP/FF: | ff. [2] 151 131 [20]. |
CITATION: | IB B90219 |
LIBRARY COPIES: | |
Dresden (De), Sächsische Landesbibliothek | |
Santiago (Cl), Biblioteca Nacional de Chile BNCLF 8;(1028-29) Reservado | |
Santiago (Cl), Biblioteca Nacional de Chile BNCLF 8;(1028-31) Reservado | |
Toronto (Ca), Thomas Fisher Rare Book Library of the University of Toronto | |
Tübingen (De), Universitätsbibliothek | |
Venezia (It), Biblioteca nazionale Marciana. |
Consultada la ficha catalográfica de cada uno de los ejemplares mencionados, y aunque no ha estado a mi alcance su consulta directa, es necesario advertir que los testimonios de la BN de Chile y de la Universidad de Toronto en principio sí podrían corresponder al registro de la edición madrileña65. No ocurre lo mismo con el ejemplar de la Biblioteca Marciana, ni con el la Universitätsbibliothek de Tübingen, que corresponden a la primera edición sevillana según sus respectivos catálogos66. Por su parte, las entradas del catálogo de la Sächsische Landesbibliothek de Dresden no pertenecen a edición española alguna, sino a las traducciones francesa e italiana. El rigor brilla por su ausencia y queda pendiente contrastar la información mezclada, equívoca o errónea del USTC.
32En resumen, en lo que concierne al original español, hay que descartar la existencia de una edición de 1621; la primera edición (completa y conservada) es la de Sevilla, Francisco de Lyra, 1620, que posiblemente fue planificada para una doble difusión, conjunta de los cuatro discursos y desglosada de los dos últimos, más orientados a la práctica. Esta edición, a su vez, ha sido objeto de los dos facsímiles contemporáneos que se citaban en la primera nota de este trabajo.
33De la segunda edición sevillana de 1620, considerada contrahecha y cuyo año real de impresión y taller desconocemos, solo se ha podido constatar, por ahora, un ejemplar, incompleto aunque suficiente para corroborar la precisa noticia transmitida por Salvá citada arriba (véase nota 57). En efecto, uno de los dos ejemplares conservados en la Biblioteca del Hospital Real de la Universidad de Granada, aunque mútilo de la portada y de la estampa calcográfica, así como carente de preliminar alguno, coincide en cuanto a su composición con las peculiaridades señaladas por Salvá67.
34Por último, de la edición madrileña de 1620 con texto completo, aunque en apariencia sobreviven dos ejemplares, analizadas sus referencias catalográficas con la precaución recomendable, me inclino a pensar que se trata de una noticia imaginaria68: el ejemplar de Toronto parece corresponder a un testimonio de la princeps, mútilo de portada al que le han asignado los datos de lugar y fecha más tardíos que figuran en los documentos de preliminares (bien tomados de la aprobación civil o de la fe de erratas, firmados en Madrid y en 1620). Esto mismo puede sugerirse para el o los ejemplares de Chile, aunque en este caso podrían corresponder a la edición contrahecha, por constar de veinte hojas finales de tabla.
35Aunque su difusión editorial pudiera parecer exigua no es en absoluto despreciable —en particular por haber reclamado el interés comercial que toda edición contrahecha refrenda—; sin embargo, no deja de contrastar con la suerte que corrió El embajador en otros países hasta décadas muy posteriores. No hay noticia de que fuera obra prohibida ni expurgada, pero lo cierto es que no se reeditó en España. Quizás la princeps sevillana —que por el número de ejemplares conservados debió de alcanzar una generosa tirada—, junto con la edición contrahecha —cuya fecha real y taller de imprenta no sabemos y que reclama un análisis tipobibliográfico—, cubrieran la demanda de mercado después de los diez años que regulaba el privilegio.
36El éxito en Europa sí fue grande. El texto, según Cinti, se había difundido manuscrito desde 1618 en los círculos literarios españoles y flamencos. Tuvo una traducción francesa en tres partes por el señor de Lancelot (Le parfait ambassadeur, París, A. de Sommaville, 1635)69, con reedición en 164270 y luego en Leiden, Théodore Haak, 170971. Indica que, a pesar de las hostilidades, o por su causa, había interés de París, probablemente para mejor conocer al enemigo72.
37Existen asimismo varias traducciones italianas: Cinti da cuenta de una abreviada y libre, solo de los dos primeros libros, de Muzio Ziccata (Venecia, Marco Ginammi, 1639), proscrita en la Venecia profrancesa apenas salida anónima de la imprenta, aunque hay constancia de que fue reeditada en 1647 —para otros 1646—, también por Ginammi, reedición de la que aparentemente no queda rastro73. Solo se conocen ejemplares de la edición de 1649: Il perfetto Ambasciatore. Transportato dall’idioma Spagnuolo & Francese nell’Italiano da Mutio Zicatto, Venetia, Giusto Wiffeldick, 164974. La edición italiana, presentada como anónima, reproduce el título de la francesa de 1635, quizás a expensas del traductor, Muzio Ziccata, pseudónimo del veneciano Matteo Zuccati, traductor de tratados políticos franceses, como propone Merluzzi75, pues aparentemente G. Wiffeldick o Wuffeldick no estampó más obras. El mismo investigador aclara la identidad del importante joven bohemio dedicatario de la traducción, Umberto Gioanni Zernin76 y cómo el traductor sigue más el texto francés que el español, pese a lo declarado en el título. Por último, en 1674, sobre la base de la traducción de Ziccata, se hizo una falsificación con nombre de Desiderio Castiglione, siempre según Cinti77.
38Ziccata trabajó a partir del texto francés de Le ministre de l’Estat del señor de Silhon (1631) que conocía bien e imitaba El embajador de Vera78, pero no se presentaba como su traducción. Jean Silhon emplea varias páginas de su «Aduertissement» en justificar ante lectores y ante Richelieu por qué critica al papado y por qué pone tantos ejemplos españoles:
[…] puis que cette Nation tient les autres Nations Chrestiennes en perpetuel exercice et qu’elle les oblige toutes d’estre auec elle ou contre elle. La troisièsme [raison] que dautant generallement parlant, elle entend l’art de gouuerner et de commander aux hommes mieux que nulle autre du monde79.
39En 1639 aparece en Venecia, impresa por Marco Ginammi, una traducción de Le ministre de l’Estat de Silhon por Muzio Ziccata, hoy rara80. Aparentemente hubo otra impresión del mismo Ginammi que no parece haber dejado huella.
40Cinti descubrió en un archivo privado una versión también italiana anónima y desconocida de Le ministre de l’Estat, del signor de Silhon, de distinto traductor que la anterior, inédita81. Las diferentes traducciones, como se ha visto, no se comportan de modo uniforme, aunque la más importante parece ser la primera francesa82.
41Fue, en fin, el de Vera el texto sobre diplomacia más leído y adaptado por espacio de cien años, escrito, en efecto, por alguien que aún no ha desarrollado sus misiones principales en el oficio, pero que se prepara para ejercerlas:
Egli riuscì a scrivere un’opera brillante e opportuna, la prima scritta da uno spagnolo che tratti in forma monografica tale materia, e si trasformò in riferimento obbligato per i diplomatici a venire. Ma anche perché in essa non tralasciò di trattare aspetti dottrinali controversi tali da inserirla non solo nella tradizionale trattatistica sui legati, ma anche nella letteratura politica. Il testo divenne non solo un esercizio di erudizione diretto a uno scopo specifico, ma il risultato di un contesto culturale tardo rinascimentale, più preoccupato a ricercare l’utilità dello Stato all’interno dei limiti della morale che a conformarsi a dottrine prestabilite. Da ciò scaturisce il difficile equilibrio di alcune sue tesi, che affermano dal punto di vista realistico che nessun uomo politico può essere del tutto buono, ma nel contempo si risolvono nell’improbabile presupposto che un principe cattolico, al meno coscientemente, non persegua mai fini immorali. Ciò spiega che Ludovico e Giulio discutano non solo sui limiti della immunità, ma anche «si el embajador, obrando conforme a reglas del Evangelio, puede con su afecto y diligencia servir a la manifiesta injusticia de su rey contra la justa pretensión del que asiste, y en las que fueran materias dudosas, cómo debe obedecer las órdenes de su rey [I, fo 1vo]»83.
42La historia de sus traducciones está por estudiar a fondo, y el número de ejemplares supervivientes delata hasta qué punto el diálogo de Vera fue obra de referencia y herramienta formativa para la clase diplomática europea del Antiguo Régimen. La forma amena, teórica y práctica a la vez, a la que el género del diálogo se prestaba, contribuyó a un tratamiento omnicomprensivo de los temas principales que interesaban a la diplomacia europea y a mantener un equilibrio muy sutil entre tesis políticas, entonces complejo de establecer para la monarquía hispánica. La relación entre el original (que pide una edición filológica y comentada) y las distintas versiones francesas e italianas, igualmente desatendidas, podría dar lugar a una necesaria e interesantísima tesis doctoral.
Bibliographie
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Notes de bas de page
1 Esta edición sevillana contiene, además de algunas erratas que ahora no menciono, diversos particularismos de lengua interesantes. Hay reimpresión facsímil de 1947, con apunte preliminar de J. M. López Balboa (véase el Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español [CCPBE], 000890822-2 y 000946106-X) y una edición facsímil reciente —2010, a nombre de D. Juan Antonio de Vera y Zúñiga—, huérfana de cualquier estudio y por completo prescindible, ya que el texto se lee cómodamente en red en el ejemplar conservado por la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla (BHMV) de la UCM, sign. BH FOA 1370 [disponible en línea], del que hereda incluso sus errores de digitalización (entre otros detalles, faltan fos 31vo-32ro, presentes en los ejemplares que custodian BNE y USAL). Cito por este ejemplar de la BHMV, con modernización gráfica limitada a fenómenos sin transcendencia fonética. Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto I+D FFI2015-63703-P (MINECO/ FEDER), y su continuación PGC2018-095886-B-I00, con sede en el Instituto Universitario Menéndez Pidal de la Universidad Complutense.
2 Al acabar su servicio en Venecia (1642) desempeñó algunas misiones itinerantes en Italia (Parma, Módena, Toscana, Nápoles): Ginarte González, 1990, p. 64.
3 Sobre su biografía o algunos aspectos más relevantes de ella, en orden cronológico: Rodríguez Moñino, 1935, pp. 17-32; García Arias, 1950; Cinti, 1966; Ginarte, 1990; Elliott, 1990, pp. 37-52; Fernández‑Daza Álvarez, 1993; Ochoa Brun, 2006; López-Cordón Cortezo, 2015. Sobre sus misiones italianas específicamente, véase Merluzzi, 2016.
4 Además de varios de los trabajos citados en nota 3, véase Fernández‑Daza Álvarez, 1994, pp. 115-131; Montero, 2012, pp. 16-19; Carreira, 2016, pp. 436-438. Su relación con Lope también en González de Amezúa, 1943; Entrambasaguas, 1946, pp. 465-468 (con errores que ya pone en claro Ginarte, 1990, p. 38) y Cinti, 1962. Hay abundantes cartas de Vera y Figueroa en el volumen A-88 de la Colección Salazar y Castro de la Real Academia de la Historia. Su relación con Malvezzi en Colomer, 2005.
5 Cinti, 1966, pp. 9 y 26 (y notas 56 a 61): un coloquio en ibid., pp. 81-82, «Multorum Principorum martirologium», en que al modo de los diálogos de los pasquines hablan diversos países y personalidades en conflicto, muy bien caracterizados.
6 De El embajador dice Lope, entre otros lugares, en Los esclavos libres: «Espero los discursos que V. M. llama El Embajador, materia no emprendida de ingenios en ninguna de las lenguas clásicas, o a lo menos que haya llegado a mis ojos y digno sujeto del claro conocimiento que V. M. tiene […]» (en Vega, Obras, ed. de Emilio Cotarelo y Mori, p. 397); también de Lope, en cartas de los años 1619 y 1620 (ibid., p. 511, y González de Amezúa, 1943, pp. 246, 294 y 310). Sessa elogió igualmente El embajador. Vera escribió a la muerte de Lope unas Essequie poetiche (Venetia, Ghirardo Imberti, 1636) sobre el amigo, con el pseudónimo de Fabio Franchi, hostil a Góngora y sus admiradores y seguidores. Cervantes (Viaje del Parnaso), Gracián (Agudeza y arte de ingenio), o Quevedo también le tributaron elogios, aunque tuvo asimismo detractores en la corte (insiste Ochoa Brun, 2006, p. 390).
7 Para distintas formas de concebir el género en el siglo xvii avanzado, véase Gómez, 2015.
8 García Arias, 1950; Ginarte, 1990, p. 31 y Merluzzi, 2016, §4, entre otros.
9 Id., §38: «[…] la mancanza di esperienza diretta non pregiudicò l’esito del trattato di Juan de Vera sull’attività del diplomatico. Allo stesso tempo, il costante riferimento a casi specifici inerenti alla penisola italiana, non solo attraverso le citazioni di autori latini e italiani, ma anche attraverso la descrizione e l’attenta analisi delle singole realtà politico-istituzionali, facilitò la nomina del conte de La Roca ad ambasciatore in Savoia e poi nella Repubblica veneta, determinando, inoltre, una sua lunga permanenza nel ducato ambrosiano come consulente del governatore di Milano».
10 Pineda, 2015, pp. 483-530.
11 Merluzzi, 2016, §11: «Il successo dell’opera, utile tanto come indicatore per l’attuale storico, quanto come ispirazione per l’ambasciatore seicentesco, ci testimonia della mentalità, del gusto, delle aspettative e delle illusioni di un’epoca difficile, in particolare per la “Monarquía Hispánica”».
12 Incluso Pineda, 2015, p. 487, que analiza con empeño la retórica y argumenta la importancia que esta cobra en El embajador, lo considera un «conjunto no siempre orgánico».
13 López‑Cordón Cortezo, 2015, §23, subraya —y lo comparto— «l’importanza della forma come mezzo per coltivare lo spirito senza sforzo, tipico tratto delle abitudini aristocratiche del pubblico a cui era destinato, e si inseriva nella tradizione umanistica, ben diversa sia dal sermone che dal pensiero più razionalista. Si trattava di dare un senso didascalico e discorsivo alla conversazione lunga quattro giorni tra due amici, Ludovico e Giulio, nel gradevole quadro del giardino di una villa dove questo si era ritirato. Il primo, con il quale in una certa misura si identifica l’autore, è il maestro, mentre l’altro, anfitrione e discepolo, domanda e puntualizza, spostando la conversazione dalle lodi sulla vita di campagna e del suo contrasto con la faticosa vita di corte, ad una riflessione sugli “offici” di governo, tra i quali spicca per la sua speciale dignità, quello di ambasciatore». Añado en pruebas una reflexión reciente sobre el ocio letrado que debe leerse: Gómez, 2022.
14 Colomer, 2003, p. 20. Resulta por otra parte solo coincidencia externa el que su división en cuatro libros concuerde con la cifra de Castiglione (López‑Cordón Cortezo, 2015, §23), pues es un tipo de partición frecuente, mucho antes y después de El cortesano.
15 Tampoco es productivo comparar (en términos formales) El embajador con el «Discorso dell’arte del dialogo» de Tasso, piececita no dialogada (López‑Cordón Cortezo, 2015, §23); Vera la conoció, sin duda, en sus alcances, recomendaciones y prescripciones de teoría del género, y aplicó algunas de ellas, pero no son textos semejantes por las muy distintas funciones que cumplen.
16 Para los diálogos anónimos y los de los autores que se mencionan a continuación, véase Vian Herrero, 2010, pp. CXCV-CCXLI.
17 Un par de muestras solo —para no alargar— pueden leerse en el discurso I, fo 58vo y II, fos 132vo-133ro. Lo mismo ocurre con los poemas clásicos, introducidos tanto en boca de Ludovico como de Julio, y presentados como traducidos «por un amigo nuestro» (I, fos 69vo y 71ro; III, fo 40ro); el manejo oportuno de poemas es otro de los ejemplos de maestría retórica para el buen embajador.
18 Algo análogo ocurre en el discurso III, fo 46vo y passim.
19 Otra muestra: «Passa al exemplo más moderno, que no me atrevo a aprobar ahora esta regla de Estado» (I, fo 51vo), para acabar asintiendo en el discurso I, fo 52vo.
20 Ludovico, ante la llamada de atención de Julio, aceptará que ha hecho digresiones sobre curiosidades, pero siempre ateniéndose a lo sustancial (I, fo 32vo), justificando, por tanto, no haberse separado más de la cuenta del hilo argumentativo central, lo que tanto incomodaba a Carolo Sigonio en su De dialogo liber.
21 Véase el discurso III, fos 70vo-71ro, en que Ludovico dilata las cuestiones pendientes para otro día y el IV, fo 73ro (por error 37), donde se retoman esas cuestiones, incluidas las virtualidades de «un cuadernillo mío».
22 Y a continuación véase la discusión sobre el ejemplo de Perseo en III, fo 36vo.
23 Se abordan «con razones y ejemplos» propios del «arte de la persuasión» (I, fo 67ro; también fos 68ro-68vo, y III, fo 2ro) todas las cuestiones importantes de la diplomacia en un sentido muy amplio, teórico y práctico: organización y fin de las acciones diplomáticas, los secretos de los soberanos, las relaciones entre ellos, una revisión crítica e instructiva de la historia diplomática de embajadas ilustres del pasado, tanto antiguo como cercano; plantea situaciones de conflicto que el diplomático vive en el servicio de su rey, el margen de actuación de un embajador con las instrucciones recibidas, y diseña también el retrato del diplomático ideal enunciando sus prendas principales (II, fo 120vo sqq.).
24 «Para la retórica clásica, la argumentación es el centro del discurso persuasivo, porque en ese proceso se aducen las pruebas y se confutan las tesis del contrincante. En el sistema aristotélico, parádeigma (o exemplum) es término técnico que significa “historia que se cuenta a manera de testimonio”. Tanto el ejemplo como el argumento pertenecen, dentro de ese sistema, a las pruebas técnicas (artificiales), es decir, al grupo de las técnicas producidas a través del arte retórica. Pero mientras que el argumento procede por deducción, el ejemplo lo hace por inducción; o, dicho en otros términos, el ejemplo encuentra la fuente fuera de la causa, mientras que el argumento se basa en los datos de la causa» (Blanco, 2006, p. 47). De todos modos, el valor suasorio del ejemplo se prolonga hasta fines del siglo xvii y más allá: ibid., p. 51.
25 Ginarte González, 1990, p. 38 recuerda el reproche de D. Antonio Hurtado de Mendoza por la influencia de Lipsio, que considera copia servil. Esta denuncia se analiza en Fernández‑Daza Álvarez, 1995, pp. 125‑126. Para la sistematización histórica de la diplomacia sigue siendo imprescindible Mattingly, 1955.
26 Pineda, 2015, p. 489. Pineda identifica la fuente, las Orationi militari de Remigio Nannini (Venecia, Giolito de Ferrari, 1557), reeditadas en 1560 y 1585.
27 Rodríguez Moñino, 1935, p. 30.
28 «cenzillamente» por «sencillamente» (I, fo 9ro y passim) o «cenzillez» (I, fo 18ro y fo 80ro; II, fo 97ro y passim) o «cenzillo» (II, fo 88ro y passim); «hico» por «hiço o hizo» (III, fo 13ro); «persuasión» por «persuasión» (II, fo 142vo); «sensuralle» por «censuralle» (III, fo 33vo; «os cancéis» por «os canséis» (III, fo 36vo); «cilencio» por «silencio» (III, fo 66ro); «cinceramente» por «sinceramente» (IV, fo 76vo); «Cicilia» por «Sicilia» (IV, fo 107ro).
29 «[…] el rey Eduardo anbió a Francia» (II, fo 106vo), «La Sembrea de los tres estados» (por «Asamblea», IV, fo 100vo).
30 «añidir» (III, fo 3vo); «añidió» y «añidir» (III, fo 12vo); «duduso» por «dudoso» (III, fo 30vo, 18 por error); «solicismo» por «solecismo» (III, fo 34ro); «petición» por «petición» (III, fo 36ro); «filosofía» por «filosofía» (III, fo 44ro); «discargo» por «descargo» (III, fo 49vo); «inimigos» por «enemigos» (III, fo 56vo); «redícula» por «ridícula» (III, fo 64ro); «prohejar» por «prohijar» (IV, fo 74vo); «cudicia» por «codicia» (IV, fo 90vo); «coballeros» por «caballeros» (IV, fo 91ro); «buna», forma con alteración vocálica y sin diptongar por «buena» (IV, fo 104ro), entre otros ejemplos.
31 Casos como «el rebelión» (I, fo 31ro), «un orden» (I, fo 75vo) y «este orden» (IV, fo 86vo), aunque también diga «la orden» (I, fo 83vo) y «ciertas órdenes» (I, fo 77ro); «los tribus» (I, fo 80ro), «la fraude» (IV, fo 87ro); «en cualquier destos casos» (IV, fo 120ro).
32 Para López-Cordón Cortezo, 2015, §21 influye el contexto español específico: «quello di una pace, con la Francia, con l’Inghilterra, con gli Olandesi, che ogni volta appare più fragile, e quello di una prosperità propiziata da alcune riforme e dal commercio con le Indie, che inizia a sfaldarsi e che ispira le sue lodi all’agricoltura, seguendo Lipsio e alcuni degli “arbitristas”».
33 Excepto la Historia delle guerre della Germania inferiore de Ieronimo Conestaggio (Venecia, Antonio Pinelli, 1614), utilizada pese a ser antifilipina (López López, 2012, p. 581, señalado por Pineda, 2015, pp. 492-493). Armonizaría también con que sus principales informantes son hombres de Felipe II inadaptados al reino de su sucesor; don Lorenzo Suárez de Figueroa, III duque de Feria y don Enrique de Guzmán, conde de Olivares y padre del conde‑duque (López‑Cordón Cortezo, 2015, §16).
34 Su De constantia (Amberes, Plantin, 1584) tuvo más de ochenta ediciones (en latín y en diversas lenguas vernáculas) desde finales del siglo xvi hasta el xviii. La versión española es: Libro de la Constancia, de Iusto Lipsio. Traducido de latin en castellano por Juan Baptista de Mesa, Sevilla, M. Clavijo, 1616. Véase Lipsio, Sobre la constancia, ed. de Manuel Mañas Núñez. La traducción de la Política es algo anterior: Los seys libros De las Politicas o Doctrina Ciuil de Iusto Lipsio… Traduzidos de lengua latina en castellana por don Bernardino de Mendoça, Madrid, E. Bogia, 1604. De todos modos Vera era buen latinista.
35 Davies, 1965, pp. 160-173 (en particular De constantia de Lipsio); Elliott, 1990, pp. 54-55; Pineda, 2015. Merluzzi, 2016, §40; ve, igual que T. G. Corbett (Id., §10), la clave de su difusión y éxito en el uso de Lipsio: «[…] soprattutto a causa delle influenze lipsiane presenti nel volume, che proponeva una etica per ministri e uomini di governo» (Id., §37).
36 López‑Cordón Cortezo, 2015, §19 y §§36‑40 explica de qué modos indirectos y pragmáticos penetra el maquiavelismo en la política de los príncipes de la Reforma católica, sin sobrepasar los límites de lo lícito.
37 Mattingly, 1955, pp. 100, 181-191, 199, 205, 220, 232, 242 y 336-352. Véase también García Arias, 1950, pp. 333-381. Durante los siglos previos hay literatura latina sobre el oficio —entre la que destaca el breve ensayo de Ermolao Barbaro, De officio legati— y desde 1540 existen tratados al respecto de menor o mayor fundamento jurídico (Étienne Dolet, De officio legati… en 1541, y Conrad Brun, De legationibus libri quinque en 1548); en 1566, Ottaviano Maggi, De legato libri duo; en las décadas de los 70 y 80 se suceden varios: Pierre Ayrault, De origine et auctoritate rerum judicatorum (1573), Félix (no François) La Mothe Le Vayer, Legatus seu de legatione legatorumque privilegiis officio ac munere libellus (1579), Torquato Tasso (Il messagiero, 1582, entre sus diálogos en prosa) y Alberico Gentili, De legationibus libri tres (1585), que, acumulados, constituyen ya «something like a coherent literary tradition» (Mattingly, 1955, p. 182) con posibilidad de influencia posterior, pues salvo los de Dolet y Brun, los demás se reimprimieron desde fines del siglo xvi, cuando las guerras europeas despiertan gran interés por la diplomacia. Los textos del polaco Christoph Warsewicki o Warsevicius (De legato et legatione, 1595 y De legationibus adeundis, 1596) se conocían en Salamanca y en Oxford (Id., 1955, p. 273, n. 8, citando a Vladimir E. Hrabar, De legatis et legationibus tractatus varii, Dorpat, C. Mattiesen, 1906, pp.131-139 y Alphonse Rivier, Note sur la littérature du droit des gens avant la publication du ‘Jus belli ac pacis’ de Grotius, Bruxelles, Académie Royale de Belgique, 1883, p. 56). También corrió el del italiano afincado en Francia, Carlo Pasquale, Paschal o Pascalius, Legatus, 1598. Son las últimas aportaciones más significativas del siglo xvi. Aún entre la paz de Vervins y el libro de Vera se publican y reimprimen otros: del hugonote Jean Hotman de Villiers (De officio legatorum y De la charge et de la dignité d’ambassadeur, 1604); del jurista alemán Hermann Kirchner (Legatus, 1610), del belga Frederick van Marselaer (KHPYKEION sive Legationum Insigne, 1618), junto a opiniones sobre sucesos concretos emitidas por Francis Bacon, el duque de Sully, Fra Paolo Sarpi, Juan de Mariana, el De legibus ac Deo legislatore de Suárez, John Selden o Hugo Grotius. Vera conocía la mayor parte de esa producción, y da una seriedad a su texto que toda Europa apreció.
38 Destaca Mattingly en ese contexto la singularidad de El embajador de Vera y su función propedeútica en una edad que dio hábiles diplomáticos a un rey indolente, como Felipe III, y otro de tiempos de extrema dificultad internacional, como Felipe IV: «No group of resident ambassadors within the whole period of this study were such virtuosos of diplomacy or moved on the board of European politics with such formidable, independent life as those who served Spain in the second half of the reign of Philip III. That particular moment in history, the dozen years between the Twelve Years Truce of 1609 and the fatal spreading of the Thirty Years War, offered Spanish diplomats a unique opportunity. Between 1598 and 1609 some sort of peace was patched up, first with France, then with England, and finally with the rebellious provinces of the Netherlands so that, although many problems were left unsolved, there was again something like a community of nations in which diplomats had room to maneuver. At the same time, though Spanish power was little more than a husk, Spanish prestige was scarcely diminished» (ibid., p. 220). Véase también Ochoa Brun, 2000.
39 Mattingly, 1955, p. 199. Conociendo las obsesiones dinerarias y genealógicas de Vera, tan bien reflejadas en su Tratado, es significativo que Ludovico defienda como prenda del embajador la riqueza personal —que pone al servicio de su príncipe—, la belleza o atuendo —para ganarse la simpatía—, e incluso la buena cuna: el diplomático ha de ser de familia ilustre y clara fama para convencer a las gentes de su inmunidad, aunque no es el único en exigir este requisito. También lo afirma Benavente y Benavides, y probablemente ambos sigan a Torquato Tasso, que requería «nobiltà di sangue»: véase Ochoa Brun, 2006, p. 200. Sus hábitos nunca deben ser odiosos a la nación en la que desempeña su puesto. Su edad ideal: entre 30 y 50 años (II, fos 119‑119vo). No debe aceptar regalos, o solo al final de su misión, si es por reconocimiento. En ello tuvo experiencias conflictivas, como la que puso fin a su embajada saboyana el 10 de junio de 1632, sin despedirse ni aceptar regalo: véase García Arias, 1950, pp. 21‑23. Sobre la importancia de los regalos vuelve Colomer, 2003, pp. 20, 24 y 30. La estrecha relación entre arte y diplomacia, desde mediados del siglo xv en Italia, lentamente va generalizando el coleccionismo artístico, el mecenazgo, un concepto de buen gusto y de dilettantismo asociados a la circulación de la información, la práctica del regalo, la literatura panfletaria y de pasquines, la negociación política de los estados, sus cuerpos diplomáticos y sus redes de espionaje. El palacio del embajador ocupaba un lugar esencial entre esos mecanismos de regulación de las relaciones internacionales: véanse Anderson, 1993, caps. i y ii; Rivero, 2000. La importancia se acentúa si hablamos de Venecia, centro por excelencia de transmisión de informaciones (Vivo, 2007). No debe tener vicios, en particular el de la bebida. Ha de llevar las instrucciones secretas siempre al cuello, no dejarlas bajo llave, y las que son orales saber memorizarlas; las escritas conservan sus partes más importantes en cifra. Debe informar a su Estado, poniendo la fecha, anotando qué carta es la recibida y qué maestro de posta la lleva; abierta, si hay que reexpedir; doble copia, y guardar una en su libro. Ha de tener sigilo en su correspondencia y atención a los siervos, que suelen ridiculizar a sus señores; estudiar sutilmente los discursos y silencios de sus interlocutores. Ha de ser culto pero no utilizar su propia cultura en propio daño y el del país que representa; cuidar el exceso de ostentación, la puntualidad, la cortesía y no acudir a lugares indecorosos. Vera es muy consciente de que en el diplomático «convivevano due persone : una privata e un’altra pubblica, entrambe giocavano un ruolo complementare» (Véase López Cordón, 2015, §30.)
40 El embaxador, III, fo 9ro: «[…] y esto ha de ser dicho en la lengua natural del mismo embaxador, porque muy raras vezes ninguno sabe tan bien otra como la materna, y también porque es grandeza de un príncipe que su lengua corra en toda parte. Este era preceto observantísimo entre los romanos, y por ello estendieron la lengua latina en todo el orbe con tanta brevedad y a las mismas provincias sujetas». Mattingly, 1955, p. 187 le da importancia. La mayor parte de embajadores españoles, italianos y franceses se expresaban en su idioma materno, no los ingleses, pues su lengua no era entonces diplomática, ni los alemanes, que utilizaban el latín. Sin embargo, esto último empezaba a cambiar: «[…] the fact that after 1550 a number of French diplomats deliberately learned German as an aid to their careers shows that Latin was no longer thoroughly reliable as a medium for informal negotiation in the Germanics» (ibid., p. 205).
41 Ibid., p. 188.
42 Ibid., p. 190.
43 Ibid., pp. 190-191. En fin, sus palabras sobre la defensa de lo público no dejan de ser de total vigencia aún para nosotros: «Tanto se dexan llevar los hombres del deleite de su pasión, lo cual las vezes es destruición del negocio público a letra vista» (El embaxador, I, fo 8vo).
44 Hugon, 2004, p. 118; Usunáriz, 2017, pp. 11-15.
45 Davies, 1965; Cinti, 1966, p. 144; Ginarte, 1990, p. 38; Fernández‑Daza Álvarez, 1995, pp. 125-126. La mentira y simulación, contrarias a la religión cristiana, se refutan con numerosos ejemplos (El embaxador, II, fo 86 ro sqq.), pero sí se admite una tercera vía que no diga la verdad desnuda a personas cautelosas y evite el pecho de cristal. Los dos interlocutores atenúan al alimón la idea de bondad absoluta porque no hay república perfecta (ibid., I, fos 74vo-75ro). Censura el egoísmo de los papas, critica a Francia por la falta de moralidad en la defensa de sus intereses. Venecia es siempre ejemplo en boca de Ludovico, hasta provocar la confutación de Julio («No sé cómo encarecéis tanto el secreto del Senado veneziano […]» (ibid., III, fo 67ro). Dice haber leído la relación de Giovanni Michiel tras su embajada en Inglaterra, apenas casado Felipe II, la de Navagero embajador junto a Paulo III y otras más recientes. Venecia prohibió la circulación de estas relaciones (Cinti, 1966, pp. 168-170).
46 Es un Lipsio enmendado y expurgado, según comunica el mismo Julio: «El sentimiento de Lipsio fue muy bueno siempre, menos en aquella parte de sus escritos que la Inquisición tiene enmendada […]» (El embaxador, II, fo 89ro). Se trata de la Politica, muy influyente en España, Francia y Alemania; aunque en toda Europa circularon ambas versiones, aquí se refiere a la versión «católica» y anotada, editada en 1596 en Amberes.
47 Cinti, 1966, pp. 161-162: a esa influencia del neoestoicismo del Lipsio retornado a Lovaina, que hacía renacer el humanismo filosófico, Bataillon añadió lo que consideraba una nueva manifestación de la Philosophia Christi por su conjugación de la fe moral con el cristianismo, como la que resurgía de la mano de Arias Montano, los hermanos Argensola, Baltasar de Zúñiga o el joven Quevedo.
48 Ibid., p. 133, en un razonamiento muy certero: «un’opera di seria consultazione técnica, fruto di pensosa e profonda preparazione, espressa con tono leggero e aristocrático. Lo chiamò semplicemente El Enbaxador, ma le molte traduzioni fattene in Europa vi aggiunsero l’aggetivo di perfetto, ciò che non migliorò i titolo, ma —caso mai— lo banalizzò». Para Ochoa Brun, 2006, p. 390, «con razón blasonó él mismo que era la primera vez que en lenguas no clásicas se presentaban los deberes y tareas de los embajadores, en su conjunto, con tal amplitud y documentación». Vuelve a insistir Merluzzi, 2016, §40: «El Enbaxador fu un prontuario di arte diplomatica, non solo summa della trattatistica precedente, denso di exempla e riferimenti ai classici, contribuì alla diffusione delle riflessioni tacitiane riprese ed adattate dal fiammingo Giusto Lipsio al contesto europeo del xvii secolo».
49 Mattingly, 1955, pp. 183-184: «And though he cast his book in the form of a dialogue, in imitation of his favorite poet’s attempt at the same subject, he meant it to be, unlike Tasso’s a useful and comprehensive treatment of all the topics which his predecessors had found relevant. He undertook to deal, then, with the legal status of ambassadors, their privileges and inmunities, with diplomatic practices and procedures, with advice about the practical conduct of an embassy, both in general and with reference to particular courts, and with the physical, intelectual and moral attributes desirable for a diplomatic career –in other words with the portrait of the perfect ambassador».
50 La ayuda prestada por Mercedes Fernández Valladares para orientarme en esta selva textual ha sido decisiva, muy superior a la que la amistad o la comunidad de profesión y proyecto investigador pudieran obligar. Mi gratitud solo puede ser correlativa. Sobre el tema tiene ella en preparación un artículo definitivo y pueden leerse en DialogycaBDDH [disponible en línea] las espléndidas descripciones del registro no 325 de El embajador de Vera. Amplío este tema en otros trabajos, con algunas repeticiones inevitables: Vian Herrero, 2020a y 2020b, donde atiendo en particular a la historia editorial de las traducciones.
51 También había percibido este detalle Pineda, 2015, p. 488, nota 7: «Téngase en cuenta para la identificación de la foliación que esta no es correlativa de principio a fin, sino que los tratados tienen numeración independiente: los discursos primero y segundo forman una unidad (respectivamente fos 1‑84 y 85‑152, cuadernillos A-T), y el tercero y el cuarto, por su parte, otra (fos 1-71 y 72-131, cuadernillos Aa-Rr), con la “Tabla alfabética” final sin foliar ni paginar». A ello parece apuntar también el análisis material de la secuencia de signaturas de su fórmula colacional, rara vez reflejada correctamente en las descripciones catalográficas: 4o.- [ ]4 A-T8; Aa-Qq8 Rr-Zz4.- 4 h., I-151 fo, 1 h. en blanco, I-131 fo, 25 h., la última de ellas en blanco. No parece casual el hecho de que los dos primeros discursos abarquen una secuencia de diecinueve cuadernos (en cuartos de a dos), interrumpida en el cuaderno T, cuya última hoja T8 se dejó además en blanco como separación de las dos partes y protección final de la primera, reiniciando otra serie alfabética para los discursos tercero y cuarto. La tabla final se cierra igualmente con una hoja en blanco como protección. Para la distribución exenta de los discursos tercero y cuarto posiblemente se añadiría por delante el primer cuaderno sin signatura [ ]4, que contenía el frontispicio, la estampa calcográfica de Felipe III rodeado de nueve empresas alusivas a las virtudes del buen embajador y los documentos de preliminares, por lo que no habrían necesitado planificar una portada interna específica para ellos, superflua además en los volúmenes de difusión conjunta de los cuatro diálogos. De esta interpretación tipobibliográfica se derivaría la consideración de dos emisiones, planificadas para una doble difusión, conjunta de los cuatro discursos [emisión A] y exenta solo con los dos finales [emisión B]. Para todo ello, véase la descripción de Mercedes Fernández Valladares, en DialogycaBDDH, no 325.
52 Vera explica cómo y por qué se evitan entre sí los embajadores de España y Francia, sobre todo en la corte pontificia, y la importancia de las cuestiones de precedencia: la corte pontificia y la imperial son especiales, y el embajador español tiene privilegios y derecho a mayores gracias: España vale dos veces más que el resto de las naciones y a ella se destinan algunos puestos de la curia (Datario, Secretario, Fiscal…, en El embaxador, IV, fo 74ro), pero, en significativo aviso pragmático, también es la que más provee económicamente a Roma (ibid., fo 74vo); las ocupaciones del embajador de España en Roma y en el Imperio son ocasión mayor de «lucimiento, maña y prudencia de un embaxador» (IV, fo 78ro). El embajador es invulnerable y quien le ofenda ofende a su príncipe. Explica también en el mismo discurso IV el funcionamiento de las cortes y elección del papa y del emperador y sus ceremonias respectivas, detallando la experiencia de las dietas y cómo las ciudades francas compran su libertad dando dinero al emperador, pero luego se unen entre sí y debilitan al imperio. A la vez que marca la superioridad de la casa de Austria, hace notar la aportación de España al imperio: «[…] que mal podrá el Emperador de otra familia ostentar poder bastante a socorrer las necesidades de la Germania y a resistir un enemigo tan vezino y poderoso como el Turco, no estando por proprio interés asistido de las fuerças de España, faltarale, quién lo negará, la parte que ha hecho tremendo y poderoso este príncipe; y plegue a Dios que el suceso no acredite este discurso más de lo que hoy le acredita la razón y conocimiento del estado de las cosas» (IV, fos 88v.o-89r.o). Pone muchos ejemplos de la diplomacia veneciana, que conocería luego bien. Su descripción de las principales cortes del momento (pontificia, imperial, monarquías hereditarias francesa e inglesa, república de Venecia y ducado de Saboya) es muy útil para el desempeño del oficio a cualquier enviado de cualquier país, pero se construye desde el punto de vista de la monarquía hispánica. «Tralasciando la struttura letteraria, la novità dell’opera del conte de la Roca non è nei temi che affronta, ricorrenti nella letteratura diplomatica dei primi del xvii secolo, quanto nella sua volontà di radicarsi realisticamente nel contesto dell’epoca, evitando generalizzazioni legate ad esempi del passato e del presente» (López‑Cordón Cortezo, 2015, §32).
53 Por ejemplo en el discurso III insiste en la necesidad de las credenciales, pone modelos concretos de carta, primeros pasos aconsejables al llegar al destino, la importancia de las primeras visitas e impresiones, el estilo que ha de manejarse en la primera audiencia, el sentido de la instrucción, cualidades y cuidados que debe tener la familia y séquito del embajador —el embajador casado tiene dificultades específicas para guardar el secreto (III, fo 70r.o)—, pero también explica la competencia entre embajadores, en especial entre España y Francia y consejos sobre cómo resolver la precedencia (III, fos 38ro sqq., y 53ro sqq.).
54 Frente al desarrollo fácil de la «natural antipatía», hay que destacar algún indicio de neutralidad intelectual de Vera: Ludovico elogia a Francia y a Francisco I por su capacidad para regenerar las letras: «[…] y por esta razón […] están tan válidas en aquel reino las letras, particularmente el estudio de las leyes, deuda que debe reconocer la República de los literatos a Francisco Primero, que levantó esta facultad del estado de deshonor que poseían sus profesores al del honor que hoy poseen» (IV, fo 99ro). Véase Petey‑Girard, Polizzi, Tran (eds.), 2017.
55 Antonio, Bibliotheca Hispana Nova, vol. 1, s. v. «Ioannes Antonius de Vera et Zúñiga», pp. 635-636: «El embaxador: sive de legati munere. Hispali 1621, in 4o. Italicum edidit, tacito Verae nomine, Mutius Zicatta, Venetiis 1646, in 4o. Gallicum quoque sub vero titulo N. Lamelot [sic], Parisiis apud Antonium de Sommaville 1635. 4o». En versión española añade una errata más: «El Embaxador: o sobre la fundación del embajador. Publicado en Sevilla, en 1621, en 4.o Lo publicó en italiano, pero silenciando el nombre de Vera, Mutio Zicarta [sic], Venecia, en 1646, en 4.o También en francés lo publicó con su verdadero título N. Lamelot [sic], París, en la imprenta de Antonio de Sommaville, en 1635, en 4.o» (véase ibid., p. 678).
56 Graesse, Trésor, pp. 278-279, s. v. «Vera y Figueroa (ou Zúñiga), Juan Antonio de»: «El Enbaxador. Sevilla, Franc. de Lyra 1620. in-4o. Av. titre gr. et une pL. cont. des emblêmes. (2 l. 2 sh. Salva.). Il existe une seconde éd, sortie des mêmes presses dans la même année, imprimée sur du papier moins bon et sans le front. ni la pl. (2 l. 2 sh. Salva). Une 3e a paru ib. 1621. in-4o. II existe une trad. franc. intit.: Le parfait ambassadeur trad. de l’espagnol par le Sieur Lancelot. Sur la copie de Paris 1642. in.-12. (5 fr. 15 c. Du Fay). Leide, Haak 1709. 2 tom. in-8o. (10 fr. Du Fay)».
57 Aunque sin la consideración de contrafacta, pues Graesse se limita a anotar la peor calidad del papel (véase la nota anterior). En efecto, esa mención aparece por primera vez en Salvá y Mallén, Catálogo de la Biblioteca de Salvá, donde se recogen en asientos sucesivos los dos ejemplares que se reservaron los selectos libreros para su colección: en el volumen 2, no 4034, describen un ejemplar de la princeps sevillana, cuyas características coinciden con la fórmula colacional del ideal copy, salvo en las hojas finales, pues dicen «21 hojas para las Tablas con una blanca al fin», y añaden el comentario «esta es sin duda la edición genuina». En el siguiente no 4035, registran otro ejemplar con el mismo pie de imprenta: «Sevilla, Francisco de Lyra, 1620, 4o, 2 hojas prels. á más de la portada que está impresa suelta, 151 hojas fols. para los dos Discursos primeros, 131 para el tercero y cuarto, y 20 hojas de Tablas», añadiendo el siguiente comentario: «La edición debió contrahacerse en el año que suena (i.e. 1620) ó poco después. Está hecha á plana i renglón con la otra hasta el fol. 41 inclusive del Discurso tercero: de allí en adelante ya tiene algunas diferencias de las cuales resultan al fin una página más. Es singular que no se rehicieran el frontis grabado y la lámina que le sigue, cuando se reprodujo hasta la fe de Erratas, que menciona muchas, corregidas ya en esta reimpresión, inferior a todo en la genuina». No compartimos la extrañeza de Salvá pues, aun tratándose de una edición contrahecha, es lógico que no se remedaran las estampas calcográficas por el encarecimiento y la dificultad que suponía; los ejemplares piratas podían hacerse pasar además por una tirada abaratada.
58 «El Enbaxador por don Ivan Antonio de Vera y Çuñiga. Seuilla, Francisco de Lyra, 1620, 4o, frontis grabado, 1 retrato, 2 hojas, 151 131 fols., 21 hojas […]. De El Embaxador corre otra edición contrahecha, a plana y renglón, pero sin las 2 láminas, Sevilla, Francisco de Lyra, 1620, 4o, 3 hojas 151-131 fols. y 20 hojas. También corren ejemplares con frontispicio de Madrid 1620, 4o, 30 a 35 pts.» (en Palau y Dulcet, Manual, 1927, pp. 148-149 (en p. 148), s. v. «Vera y Figueroa, Juan Antonio de»).
59 Véase Palau y Dulcet, Manual, 1975, nos 358982-358987. El no 358982 añade datos y corrige otros: «Vera y Figueroa (Juan Antonio de), Conde de la Roca, El Embaxador por don Ivan Antonio de Vera y Çuñiga…, Sevilla, Francisco de Lyra, 1620, 4o (19,5 cm.), frontis grab., 1 retr. 2h. 151+31 [sic por 131] fols. dividido en dos partes. 5000 pts. Granata 1959, 20.000 pts. Rodríguez Muñoz 1971». Y sigue: «De El Embaxador corre otra edición contrahecha, a plana y renglón, pero sin las dos láms., Sevilla, Francisco de Lyra, 1620, 4o, 3 h. 151-131 fols. y 20 h., 1000 pts. Truebols 1955. También corren ejemplares con frontispicio de Madrid 1620 4o 30 a 35 pts. Cita N. Antonio esta obra con vaguedad y equivocación, refiriéndola a 1621. Hay ejemplar en la Biblioteca provincial de Sevilla, otro en la Univ. de Madrid, y otro en las de Zaragoza y Huesca». De la primera edición de Sevilla 1620 hay facsímil de Madrid 1947 con un breve preliminar de José Manuel López Balboa (Palau y Dulcet, Manual, no 358983). El ejemplar de la Biblioteca provincial de Sevilla no corresponde a la primera edición sevillana sino a su facsímil de 1947.
60 Simón Díaz, 1972, no 1437; y Domínguez Guzmán, 1991, no 609 (con remisión además a Escudero y Peroso, Tipografía hispalense, no 1206).
61 Copio los datos principales de la descripción del CCPBE, 000042768-3: «Autor: Vera y Figueroa, Juan Antonio de I, Conde de la Roca (1583-1658). Título: El enbaxador / por don Iuan Antonio de Vera i Çuniga. Publicación: En Seuilla: por Francisco de lyra, 1620. Descripción física: [3], 151, [1] en bl., 131, [24] h., [1] en bl., [1] h. de grab.; 4o. Notas: Sign.: [ ]3, A-T8, 2A-2Q8, 2R-2Z4. Notas: Port. grab. calc. arquitectónica. La h. de grab. es calc.: “Alardo de Popma Sculpsit Hispali”». El mismo catálogo registra un total de veintiocho ejemplares localizados en diversas bibliotecas de Andalucía, Aragón, Castilla‑La Mancha, Castilla y León, Cataluña, Comunidad Valenciana, Extremadura, Galicia y Madrid; sin embargo no creo que todos correspondan realmente a esta edición. El Universal Short Title Catalogue (USTC), por su parte (n. 5025653), registra hasta noventa ejemplares localizados, seis de los cuales en red, pero no hay rigor: entre los digitalizados atribuye, por ejemplo, al repositorio Hathi Trust el que custodia la Biblioteca Marqués de Valdecilla, biblioteca pionera en la digitalización del texto, y da por primera edición sevillana el de la Universidad de Granada, que, pese a lo que dice el catálogo, quizás —a falta de cotejo directo— sea más bien la contrahecha completa, aunque sin preliminares, lugar de edición o fecha, ni frontispicio ni grabado, al menos en el texto digital. Es decir, la información contenida en el CCPBE y el USTC debe aún ser corroborada ejemplar a ejemplar para llegar a tener datos fiables, pues en la actualidad se mezclan como si fueran lo mismo primera edición sevillana, supuesta edición sevillana contrahecha, edición madrileña, facsímil de 1947 y hasta a veces traducciones de época.
62 He manejado los ejemplares digitalizados que custodian la Biblioteca Marqués de Valdecilla de la Universidad Complutense de Madrid y la Biblioteca Nacional de España. Cotejé directamente en lugares concretos el de Valdecilla.
63 Corresponde a CCPBE, 000271996-7: «Autor: Vera y Figueroa, Juan Antonio de I, Conde de la Roca (1583-1658). Título: El enbaxador / por don Iuan Antonio de Vera i Çuniga comendador de la Barra en la Orden de S.Tiago .... A Don Felipe III N.S glorioso Monarca, de España Enperador de las Indias. Publicación: En Seuilla: por Francisco de Lyra, 1620. Descripción física: [3], 131, 24 h., 4º. Notas: El autor se normaliza como Juan Antonio de Vera y Figueroa. Notas: Port. calc. arquitectónica». Al registrar la materia/género se lee: «Vera y Figueroa, Juan Antonio de, I Conde de la Roca (1583-1658)-Discursos», lo que solo puede explicarse bien por una simplificación del tema del diálogo al catalogarlo —ya que el autor llama a sus libros «discursos»—, o bien por el protagonismo que adquieren los discursos en el libro IV (sobre todo). También puede tratarse de una confusión con otra obra de Vera, sus Discursos al Duque de Saboya sobre la protesta que hizo a Su Alteza el embajador de Francia, aunque texto mucho más breve y de índole muy distinta (que conserva, entre otras, la BNE). Según el registro del CCPBE se custodian testimonios de esta otra edición sevillana de 1620 en las bibliotecas Universitaria de Oviedo, de Castilla‑La Mancha en Toledo, y de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas en Madrid. Solo el de Oviedo tiene 131 folios, según su catálogo digital: «Vera y Figueroa, Juan Antonio de. Título: El Enbaxador / por don Iuan Antonio de Vera I Çuniga comendador de la Barra en la Orden de S.Tiago... A Don Felipe III N.S. glorioso Monarca, de España Enperador de las Indias. Editorial: En Sevilla: por Francisco de Lyra, 1620. Descripción física: [3], 131, 24 h.; 4o. Notas: El autor se normaliza como Juan Antonio de Vera y Figueroa Port. calc. arquitectónica Materias: Vera y Zúñiga, Juan Antonio de-Discursos (+) Autores: Lyra, Francisco de, imp». El de Toledo posee, en cambio, una descripción idéntica a la de la primera edición, de 151+131 folios; copio de su catálogo digital: «Autor: Vera y Zúñiga, Juan Antonio de. Título: El Enbaxador / por don Ivan Antonio de Vera I Çvniga comendador de la Barra en la Orden de S.Tiago ... A Don Felipe III. N. S glorioso Monarca, de España Enperador de las Indias. Editorial: En Sevilla: por Francisco de Lyra, 1620. Descripción física: [3], 151, [1] en bl., 131, 24 h., [1] h. de grab.; 4o. Notas: Sign.: [ ]3, A-T8, 2A-2Q8, 2R-2Z4. Port. calc. arquitéctonica. La h. de grab. calc.: “Alardo de Popma sculpsit hispali” Materias: Discursos. Política. Autores: Lyra, Francisco de». Lo mismo ocurre con los dos ejemplares de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Deben, pues, discriminarse correctamente los datos del CCPBE.
64 No obstante, conviene advertir que esa extensión limitada a solo 131 folios que ofrecen algunos catálogos digitales (en la que parece ampararse la discriminación en el CCPBE de un registro específico para una tirada reducida a los dos últimos discursos) pudiera deberse a un simple error de colación apresurada, propio de catalogadores no especializados que toman como extensión total el último folio numerado del volumen, sin percatarse de la existencia de una doble foliación. De hecho, esto es lo que parece haber sucedido para el ejemplar de la Biblioteca de la Universidad de Oviedo (CEA-201), cuya comprobación agradezco al director de la biblioteca, Ramón Rodríguez Álvarez, por mediación de Mercedes Fernández Valladares. También el ejemplar de la Biblioteca de Toledo 1-4847, presenta esta misma situación, según ha comprobado amablemente su bibliotecaria Carmen Toribio. En cuanto a los dos ejemplares de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, solo ha sido posible consultar el 8726, que lleva las cuatro partes; en cambio el otro, con signatura 411, en proceso de localización por reorganización de los depósitos, figura registrado en el topográfico interno de esta biblioteca con una extensión de 131 folios exclusivamente.
65 Biblioteca Nacional de Chile, Fondo General. Bóveda. 8; (1028‑29) y 8; (1028‑31): «Título: El embaxador. Autor: Roca, Juan Antonio de Vera y Zuñiga y Figueroa, conde de la, m. 1648. Materias: EMBAJADORES; EUROPA – POLITICA Y GOBIERNO. Lugar y editor: Madrid: s. n. Fecha de publicación: 1620. Descripción física: [2], 151, 131, [20] h.; 21 cm. (8vo). Idioma: Español». Sin embargo, resulta sospechosa la disonancia entre la indicación del formato —reducido con respecto a la edición princeps sevillana, sin que se incremente en número de folios, solo explicable por el recurso a una tipografía de cuerpo notoriamente menor— y la medida en centímetros, más concordante con un formato en 4o. Por su parte, en la Thomas Fisher Rare Book Library of the University of Toronto: «El enbaxador. Vera y Figueroa, Juan Antonio de, conde de la Roca, 1588-1658. Imprint Madrid, 1620. Description [2], 151, 131, [23] leaves. Format(s) Book. Rare Book buc 00601. General note Title-page lacking. Catalogue key 1059889»; pero nótese la carencia de portada, en la que presumiblemente deberían figurar el lugar y fecha de impresión. En tanto no sea posible corroborar tales datos con la consulta directa de esos ejemplares, parece prudente el mayor escepticismo sobre esta edición madrileña.
66 Biblioteca Nazionale Marciana, Venecia: «Inventario ANT 57146. Collocazione C 210C 109-110. Note: 1 v. (legato in 2 tomi). Provenienza: Contarini, Girolamo. Descrizione: Testo a stampa (antico). Monografia. El *enbaxador por don Iuan Antonio de Vera i Çuniga commendador de la Barra en la Orden de S. Tiago … En Seuilla: por Francisco de Lyra, 1620. 151, [1], 131, [25] c., [1] c. di tav.; 4. Note: Prima edizione dell’opera, cfr. Palau y Dulcet, Manual del librero hispanoamericano, v 26, p. 133, n. 358981. Tavola con frontespizio architettonico inciso a bulino Segn.: A-T8 2A-2Q8 2R-2Z4. Anno pubblicazione 1620. Lingua spagnolo. Autore Vera Figueroa y Zúñiga, Juan Antonio de <1588-1658> Note e bibliografía. Editore Lyra, Francisco de. Codice SBN LO1E015928. Luogo pubblicazione Siviglia». La biblioteca indica también su versión digital [disponible en línea]. Por su lado, el ejemplar de la Tübingen Universitätsbibliothek, dice más escuetamente: «Titel: El enbaxador / por Iuan Antonio de Vera i Çúniga. Person: Vera y Figueroa, Juan Antonio de. Erschienen: Sevilla: F. de Lyra, 1620. Sprache: spanisch. Umfang: 151, 131 Bl.. Standort: Bestellbestand - Rara-Raum. Signatur Hk 8.4».
67 Concretamente, el ejemplar A-001-253 accesible en red, con la siguiente colación, completada en lo concerniente a las hojas iniciales con la información ofrecida por Salvá «4o, 2 hojas prels. á más de la portada que está impresa suelta, 151 hojas fols. para los dos Discursos primeros, 131 para el tercero y cuarto, y 20 hojas de Tablas»): 4o.- ¿[ ]2+1? A-T8; Aa-Sſ8 Tt6.- ¿3 h.?, I-151 fo, I-131 fos, 20 h. Va compuesta a plana y renglón con respecto a la princeps sevillana que imita, aunque —lógicamente— con materiales tipográficos distintos (lo más discriminante es la tipografía cursiva con abundantes rasgueos en las minúsculas, las iniciales grabadas de 7 y 8 líneas de arracada decoradas con laurel y los marmosetes de cierre de los dos últimos discursos, más pequeños y sencillos que en la edición genuina). Pero llama la atención que a pesar de mantener la doble secuencia de foliación de la princeps, al contrahacerla no percibieron su funcionalidad para la distribución exenta de los discursos finales y por ahorrarse la última hoja en blanco del cuaderno T8 impusieron en su lugar las planas del folio I de la segunda secuencia con el inicio del Discurso tercero (el «Sumario de su contenido»), quedando descabalada la perfecta correspondencia entre el texto y los cuadernos que se aprecia en la edición genuina. De ahí que a partir de esa segunda secuencia, especialmente desde el folio 41, se pierda la composición a plana y renglón y las tablas ocupen solo 20 hojas, en lugar de las 24 de la edición princeps, sin la protección final de la última hoja en blanco, obviamente, para ahorrarse un pliego y medio de papel, no desdeñable en una tirada cuantiosa. Corroborada la habitual fiabilidad de Salvá, podemos dar crédito también a su información sobre la portada, que en lugar de calcográfica sería simplemente tipográfica —con los datos editoriales contrahechos de Sevilla, Francisco de Lyra, 1520— e iría impresa en una hoja suelta (por ello de fácil pérdida), complementaria del medio pliego en el que remedarían los documentos de preliminares y la dedicatoria. Para todo ello, véase la descripción citada de Fernández Valladares, en DialogycaBDDH.
68 Conviene reparar en que no fue registrada por Pérez Pastor, Bibliografía madrileña, tampoco Clemente San Román, 1992 aportó testimonio alguno de su existencia.
69 Palau y Dulcet, Manual, 1927, p. 148: «J. A. de Vera Figueroa y Zuñiga, Le parfait ambassadeur divisé en trois parties composé en espagnol par don Antonio de Vera & de Cuñiga, commandeur en l’ordre de S. Iacques, ... Et traduit en françois par le sieur Lancelot Nicolas.., Paris, chez Anthoine de Sommaville au Palais, dans la petite salle, à l'escu de France, MDCXXXV (1635). 4o, 6 hojas, 186, 148 págs., 6 hojas, 146 págs., 1 hoja (Museo Británico)». En la segunda edición de Palau y Dulcet, Manual, 1975, n. 358984, reproduce la misma información y añade: «dos libras dos chelines Dolphin 1950». En USTC, n. 6029621: «Vera Zúñiga y Figueroa, Juan Antonio de. Le Parfait ambassadeur composé en espagnol par don Antonio de Vera et de Cuñiga, et traduit en françois par le sieur Lancelot, oeuvre très-utile et nécessaire à tous ministres d’Estat, gouverneurs de provinces, secrétaires de princes. Paris, A. de Sommaville, 1635. 4o. pp. [12] 186; 148 [12]; 146 [2]». Registra los siguientes ejemplares: «Bordeaux (Fr), Bibliothèque municipale; Châlons-en-Champagne (Fr), Bibliothèque municipale; Châlons‑en‑Champagne (Fr), Bibliothèque municipale; Edinburgh (UK), National Library of Scotland; Gent (Be), Centrale Bibliotheek van de Universiteit Gent; Köln (De), Erzbischöfliche Diözesan‑und Dombibliothek; London (UK), British Library; Paris (Fr), Bibliothèque Nationale de France; Paris (Fr), Bibliothèque Sainte Geneviève; Rouen (Fr), Bibliothèque municipale; Wolfenbüttel (De), Herzog August Bibliothek». Véase, por ejemplo, el ejemplar de la Universitätsbibliothek Tübingen, que no cita USTC: «Titel: Le parfait Ambassadeur: divisé en trois parties / composé en espagnol par Antonio de Vera & de Cuniga. Trad. en François par Lancelot. Person: Vera y Figueroa, Juan Antonio de / Lancelot, Claude (1616-1695) [Übers.] Erschienen: Paris: A. de Sommaville, 1635. Sprache: französisch. Umfang: 186, 148, 146 S». He manejado el ejemplar digitalizado por la Universidad de Gante.
70 Palau y Dulcet, Manual, 1975, n. 358985: «Le parfait ambassadeur traduit de l’espagnol en françois par le sieur Lancelot.., Paris, CIC.IC.C.XLII (1642), 3 partes en un vol. 12o IV+502 (sic por 602) p. 6h.. Hay una linda edición de Leyde, Hermanos Elzevirios, 1 libra 15 chelines Davis et Orioli 1926. 5.000 liras Hoepli 1947». En CCPBE, n. 001068657-6: «Autor: Vera y Figueroa, Juan Antonio de, Conde de la Roca (1583-1658). Título: Le parfait ambassadeur / traduit de l'espagnol en françois, par le sieur Lancelot ; diuisé en trois parties. Publicación: Iouxte la copie imprimeé a Paris: [s.n.] [Alsevier], 1642. Descripción física: [6], 502 [i.e. 602], [12] p.; 12o. Notas: Sign.: *3, A-Z12, 2A-2B12, 2C7. Error de pag., de p. 601 pasa a 502. Port. con grab. xil. Referencias: Palau, XXVI, 134. Otras notas: Copia digital: Biblioteca Virtual de Patrimonio Bibliográfico (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte). Ejemplar de la Biblioteca de Extremadura». En USTC, n. 1020197: «Juan Antonio de Vera Zúñiga y Figueroa conde de la Roca. Le parfait ambassadeur. [Leiden], [Elzevier, Bonaventura], & [Elzevier, Abraham I], na Paris, 1642. [Leiden]. 1642. 12o. 164212 - a1=a2 *2 f- - b1 A o: b2 2C5 op$lon». Registra ejemplares en: «London (UK), British Library; London (UK), British Library; New York, NY (USA), New York Public Library; Stockholm (Se), Kungliga biblioteket». Pueden añadirse, entre otros, los de la BNE, de la Biblioteca de la Universidad de Salamanca (el que he manejado, digitalizado) y de la Universitätsbibliothek Tübingen (sign. Hk 246). El USTC, n. 6042226 (París, s. n., 1642, 12o, p. IV, 502 [=602]) añade los ejemplares siguientes: «Cambridge (UK), University Library; Gent (Be), Centrale Bibliotheek van de Universiteit Gent; Greifswald (De), Universitätsbibliothek; Paris (Fr), Bibliothèque nationale de France; Roma (VA), Biblioteca Apostolica vaticana; Wolfenbüttel (De), Herzog August Bibliothek».
71 La descripción más completa vuelve a ser la de Palau y Dulcet, Manual, 1975, n. 358986: «Le parfait ambassadeur, divisé en Trois parties. Composé en Espagnol par Don Antonio de Vera de Çunniga, nouvellament traduit en François. Ouvrage très utile et necessaire aux Ministres d’Etat, Gouverneurs de Provinces, Segretaires de Princes, Agens et Depuués (sic) de Villes et autres Personnes qui manient les Affaires privées ou publiques, et à tous les Curieux qui desirent de savoir en quoi consistent les fonctions de l’Ambassade. A Leyde, chez Theodore Haak, 1709, 2 vols. 8o 517 p. y grabs.». El CCPBE, por contraste: «Le parfait ambassadeur [Texto impreso]: divisé en trois parties. Autor: Vera y Figueroa, Juan Antonio de, Conde de la Roca. Editor: [s.n.] Fecha de pub.: 1709. Páginas: p.». Hay ejemplar en la BNE, en la Universitätsbibliothek Tübingen (signaturas Hk 262-1 y Hk 262-2), en dos volúmenes, y en la Dresden Sächsische Landesbibliothek, en dos volúmenes y dos ejemplares: pp. 1-240 (sign. Jus.publ.univ.815-1 y sign. – 27.8.3901-1) y pp. 241–517 (sign. Jus.publ.univ.815-2 y sign. 27.8.3901-2).
72 Cinti, 1966, p. 39. Es Bruna Cinti quien más se ocupa de las traducciones y pone orden sobre todo en las italianas conocidas, ausentes de muchos repertorios.
73 Ibid., pp. 40-42. Aunque sin huella actual según Cinti, se sabe que existió en el fondo Reformatori dello Studio di Padova del Archivio di stato de Venecia (busta 375‑b: «Liste di libri stampati veneti e da stamparsi con o senza privilegio», y consta que se publicó «con licenza dei superiori e privilegio» (ibid. pp. 40 y 94, n. 124). Algunos mencionan 1646; por ejemplo Martino, 1955, p. 208 que con suma ligereza identifica la edición de 1646 con la de 1649: «Idea del perfetto ambasciadore. [Idea del perfetto ambasciadore. Dialoghi historici e politici, portati nuovamente dal l’idioma francese nell’Italiano. In Venetia, Presso Gio. Giorgio Hertz 1654. Es handelt sich mit großer Wahrscheinlichkeit um die italienische Übersetzung folgenden Werkes: Juan Antonio de Vera y Zúñiga, El enbaxador. Seuilla: Francisco de Lyra 1620. Französische Übersetzung: Le Parfait Ambassadeur, composé en espagnol par Don Antoine de Vera et de Çuñiga et traduit en françois par le sieur <Nicolas> Lancelot. Paris: A. De Sommaville 1635. Die italienische Übersetzung erschien anonym in Venedig mit dem Titel: Il perfetto Ambasciatore. Transportato dall’idioma Spagnuolo & Francese nell’Italiano da Mutio Zicatto. Venetia 1646. (Spätere A.: Venetia: Wiffeldick 1649)]». Lo fundamenta (en su nota 40) con Salvá y Mallén, Catálogo, 1872, vol. 2, p. 823; Antonio, Bibliotheca Hispana Nova, 1788, t. II, p. 636 y Palau y Dulcet, Manual, 1975, p. 134. Pero es un error de Martino: ninguno de ellos menciona la edición de 1646 (ibid., solo para descartarla, como se verá a continuación) y Salvá (1872, vol. 2, no 1048) solo habla del Fernando, rebate a Nicolás Antonio, y no menciona El embaxador.
74 El primero que la registra con rigor es Palau y Dulcet, Manual, 1927, p. 148: «Il perfetto Ambasciatore. Transportato dall’idioma Spagnuolo & Francese nell’Italiano per M. (Mutio) Zicatto, Venice, Wiffeldick, 1649, 4o, 366 págs. 3 libras 10 chelines Voynich». Reproduce la misma información en la segunda edición (Palau y Dulcet, Manual, 1975, p. 134, n. 358987), pero añade: «Toda cita una edición de Venecia, Mutio Zicatta, 1646, sin haber visto ejemplar». Véase, aparte los mencionados, Griffante, Giachery e Minuzzi, 2006, p. 345: «Idea del perfetto ambasciadore, dialoghi historici e politici, portati nuovamente dall’idioma francese nell’italiano. [...] In Venetia, appresso Giusto Wiffeldick, all’insegna di Colonia Agrippina, 1649. 4o.» En la Biblioteca Nazionale Marziana (C 209C 136) se conserva la edición de 1649, Il *perfetto ambasciatore trasportato dall’idioma spagnolo, & francese nell’italiano. Per Mutio Ziccata. Opera politico-historica. All’illutrissimo signor. [...] Vmberto Gioanni Zernin barone di Chudeniz, &c.
75 Merluzzi, 2016, §34.
76 Ibid., §§35-36. «L’opera, benché nel frontespizio sia riferito che il testo è stato “trasportato dall’idioma spagnolo e francese nell’italiano”, sembra tuttavia tradotta dall’edizione francese (ipotesi suffragata dal fatto che Matteo Zuccati tradusse diverse altre opere tutte dal francese) e di questa assume la struttura tripartita, diversamente da quella originale spagnola, articolata in quattro discorsi» (ibid., §37).
77 Cinti, 1966, pp. 131-132.
78 El CCPBE, n. 000377674-3 registra varias ediciones parisinas, desde la segunda de 1634: «Silhon, Jean de. Le ministre de l’estat: avec le veritable usage de la politique moderne / par le Sieur de Silhon. 2e. éd. A Paris: chez Toussainct du Bray, 1634. Descripción física: [24], 499, [8] p.; 4o. Notas: Sign.: ~a-~i4, A-Z4, 2A-2Z4, 3A-3Q4, 3R2, 3S4. Port. con grab. xil.». En la BnF la segunda edición es anterior de un año: París, T. de Bray, 1633 (introducida recientemente en Gallica para leer en red: 25/12/2016). Restantes ediciones en el CCPBE son: París, [s. n.], 1641; París, [s. n.], 1648 y París, [s. n.], 1648; París, [s. n.], 1651; París, par la Compagnie des Libraires du Palais, 1665. También en Holanda: Leyde, Chez Iacob Mari, 1643 (CCPBE, n. 000050947-7). Una última edición holandesa solo de la «tercera parte» en CCPBE, n. 001074398-7: «Silhon, Jean de. Le ministre de l’estat, troisieme partie: De la certitude des connoissances humaines …/ par le Sieur de Silhon. A Amsterdami : chez Antoine Michiels, 1662. Descripción física: [24], 488, [9] p. ; 12º. Notas: Sign.: *12, A-V12, X8. Port. con grab. xil.».
79 Silhon, «Aduertissement» a Le ministre de l’estat, 1634, 2a ed., fo s. n.
80 Cinti, 1966, p. 40, la vio en la Biblioteca Querini-Stampalia de Venecia (I C.1049), no nombrada por otros bibliógrafos, también citada en el catálogo de la Biblioteca de San Francesco della Vigna.
81 Ibid., pp. 9, 40, 94 y 131. En el Archivio privato Marcello Andrighetti, «con dele varianti rispetto a quella dello Ziccata» (ibid, p. 40); traducción «contenuta in busta A1-9e non schedato; appare nel catalogo dell’archivio stesso sotto la voce generica Il ministro di stato tradotto dal francese. È scrittura del XVII secolo; vi appaiono in margine correzioni della stessa mano e segni in ‘sanguinetto’, di ‘a capo’ e sottolineature. Sembrerebbe usata da un editore. Ma non si sa che essa sia stata stampata» (ibid., p. 40).
82 Ibid., p. 94, n. 120: «Il signore de Silhon dimostra profonda conoscenza della storia, della società e della psicologia spagnola. La prima edizione francese è del 1631, secondo il catalogo della Biblioteca Nationale di Parigi, precedente cioè la prima traduzione francese de El embaxador che è dal 1635». La relación entre las traducciones es tema por estudiar. Solo Pineda, 2015, pp. 494-495, ha analizado un detalle comparado de interés, la distinta forma de proceder con el «cuadernillo» de Vera: la edición francesa de 1642 (y sus descendientes) lo mantiene y lo distingue con título propio, lugar separado y juegos con la tipografía. La italiana de 1649 lo elimina.
83 López‑Cordón Cortezo, 2015, §35.
Auteur
Instituto Universitario Menéndez Pidal — Universidad Complutense, Madrid
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