Estrategias comerciales y accidentes de la mar en las rutas hispano-holandesas a principios del siglo xviii
p. 257-271
Texte intégral
1Isaac Le Long aconsejaba en su obra De Koophandel van Amsterdam, editada sucesivamente en Amsterdam y Rotterdam desde 1714, «oír todo pero no decir nada», una indirecta referencia a la discreción en los negocios privados cuyo interés estaba por encima de cualquier guerra1. Recogía un sentimiento con un importante matiz económico y de libertad individual que se relacionaba con el estoicismo liberal de los holandeses, los principios de su naturaleza burguesa, trabajo, circunspección y prosperidad que les habían caracterizado durante el siglo xvii, y que tan bien describió Simon Schama2. Era un espíritu que hacía alusión a la buena práctica de los principios de la «ciencia del comercio», como la denominaban otros escritores de la época, especialmente a la hora de criticar y valorar el evidente retraso español, contradictorio con su poder colonial3. Este espíritu aún predominaba entre las élites aristocráticas, principalmente de las ciudades marítimas de Amsterdam y Middelburg; una fe en la superioridad moral de los negocios que aún mantenían cuando a comienzos del siglo xviii las provincias de la República Holandesa afrontaron su participación en la guerra contra Francia, su alianza con Inglaterra y su aparente oposición al triunfo Borbón en el trono de España. Se ha dicho en distintas ocasiones que la propia naturaleza política de las Provincias Unidas condicionaba fuertemente su papel secundario en una política expansionista monárquica y dinástica, aunque en verdad ello no pareciese afectar mucho a las capacidades diplomáticas y a la influencia comercial de los holandeses. En realidad, la historiografía que ha colocado a la República Holandesa en un lugar secundario en el mapa de las relaciones internacionales después de 1672 se ha enfocado demasiado en relacionar imperio y Estado absoluto, dinástico y centralizado como paradigma sin tener en cuenta, efectivamente, la compleja realidad política de las repúblicas modernas como Manuel Herrero ha señalado más que acertadamente4. Sin duda, la República de las Provincias Unidas aún tenía un interesante protagonismo en un contexto mercantilista, proteccionista pero competitivamente belicoso, en el escenario de intereses del imperio de comercio, que no político, de las ciudades holandesas y del gobierno de los Estados provinciales5.
2La invocación de Le Long se aplicaba especialmente al sentir de las numerosas casas de comercio que participaban a través de la Sociedad del Comercio de Levante de Amsterdam y Middelburg en las rutas que conectaban el Báltico, el Mediterráneo, Cádiz y distintos puertos de la cornisa atlántica europea con las flotas y galeones de América. En 1699, y a pesar de un sucesivo devenir hacia la crisis, la navegación y el comercio organizado en torno a la Directie van de Levantse Handel en Navigatie op de Middellandse Zee (Dirección del Comercio de Levante y la Navegación hacia el mar Mediterráneo) era uno de los negocios más activos y prósperos de la República, cuya existencia se alargó entre 1625 y 1826, con profundos altibajos y acuerdos previos con la corona española. Su historia está muy vinculada a las relaciones de alianza y dependencia con la monarquía hispánica, sobre todo desde que, durante la Tregua de los Doce Años, los Estados Generales estableciesen en 1615 su primer consulado en Sevilla, que funcionaba como una especie de oficina especializada para los negocios marítimos de las firmas de Amsterdam y Middelburg, más que como un típico consulado devoto a la defensa de las colonias neerlandesas en Andalucía. Era una oficina «para el paso [sic] de todas las actas públicas que sean requeridas por causa de comercio6». Los avatares de esta Directie o Societëit han sido muy estudiados, por lo que evito repeticiones innecesarias. Solo indicar que, en su época, la vía marítima de la Directie se conocía como la ruta del Levantse Handel o del Straatvaart (navegación del estrecho de Gibraltar)7, y su defensa se empezó a relacionar, desde 1695, con la Directie van de Oostersche Handel en Reederijen, una sociedad para las firmas dedicadas al comercio del Báltico, regulando las conexiones bálticas e incluso la defensa armada de los territorios amenazados por la guerra a lo largo de estas rutas. Sin compararse con el ramo del comercio con Asia que dirigía la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (la VOC, en sus siglas en neerlandés), esta sociedad comercial, que no compañía, constituía una importante y numerosa agrupación de casas de comercio, mercaderes y familias aristocrático-mercantiles que desarrollaban empresas de navegación conectando áreas de mercados diversas, y que tenía Cádiz y otros enclaves del sur y mediterráneo español como centros de organización y escala de sus flotas. La sociedad practicaba un comercio muy extenso en lo relativo a geografía y movimientos de mercancías, interrelacionado y en continua conexión, sometido, eso sí, a dispares altibajos y marcado por la supuesta neutralidad activa de la República Holandesa, una neutralidad que no la eximía de intervenir militarmente, como cuando firmaron el tratado con Dinamarca en 1701, o compraron un ejército para Polonia. Estos dos países eran de gran importancia para Holanda, ya que de su estabilidad dependía el comercio que dirigían desde el Báltico al Mediterráneo8. Tales problemas de crisis y auge alternativos estaban muy relacionados con los conflictos bélicos que desde la década de 1672 habían sacudido a la República Holandesa y la habían arrastrado a una desigual y paradójicamente competitiva alianza con Inglaterra. En verdad, esta particular alianza ha sido destacada como la razón principal del achteruitgang («retrogresión») holandés. Fueron precisamente dos historiadores británicos, David Ormrod y después Patrick O’Brien, quienes afirmaron que la decadencia de Holanda se hizo a remolque del ascenso británico9. Otros estudios han señalado esta yuxtaposición, principalmente basada en la preponderancia inglesa en el mar del Norte y la conversión del Báltico en una periferia de esta zona geoestratégica. Sin embargo, los datos empíricos aún no terminan de ser convicentes, con variaciones según las fuentes fiscales y económicas utilizadas, y con curiosas divergencias entre lo general y lo particular. Lo que sí es cierto es que, de acuerdo a los datos de los convooien en licenten10, Snapper afirmaba que:
En 1688, el último año antes de la guerra de los Nueve Años, el valor de las importaciones y exportaciones inglesas ascendían a 10 500 000 libras. En 1699, finalizada la contienda, el valor era de 11 527 000 libras; un incremento del 10 %. En 1688 los convoyes y licencias registraron 1 217 000 libras en Amsterdam y Rotterdam y en 1699 ascendieron a 1 483 000 florines, un incremento del 22 %. Con estos datos apenas se registra una disminución del comercio holandés con respecto al inglés11.
3En 1701, al comienzo de la Gran Guerra del Norte, las cifras para el caso de Amsterdam y Rotterdam dan un retroceso, mientras que las cifras inglesas parecen tener un muy ligero beneficio. Sin embargo, durante la guerra de Sucesión española, Holanda se endeudó por valor de unos 128 millones de florines, especialmente desde que en 1702 la República entrase oficialmente en esta guerra para apoyar la lucha personal del rey-estatúder contra Luis XIV12. La participación holandesa en la ofensiva inglesa contra el interés borbónico en España dañó profundamente los intereses neerlandeses en la península ibérica, tanto antes y durante como después de esta contienda. En primer lugar, produjo una relocalización de agentes y rutas mercantiles desde las ciudades principales donde estos mercaderes asentados y transeúntes actuaban. La logística de esta dinámica económica enlazaba amplios circuitos que las casas de comercio tenían, tanto de capital como de transporte y fletes, basados en negocios privados de reexportación, transporte y almacenamiento de productos de varias áreas comerciales. El propio Isaac Le Long enumeró las claves de este comercio asentado en ciudades españolas como Cádiz, Sevilla, Málaga, Bilbao, Valencia, Sanlúcar, Alicante y Mallorca, a donde los holandeses redirigían el comercio captado desde otras regiones, como la propia Francia, e incluso desde los Países Bajos del Sur, pero fundamentalmente unía el Báltico, así como otras importantes áreas del norte de Europa y el Mediterráneo13 (fig. 1, p. 000). Los datos indican que esta ruta conoció una fuerte crisis entre 1701 y 1710, con una lenta recuperación entre 1711 y 1720, para conocer de nuevo un aumento importante a partir de 1721 coincidiendo con el fin de la guerra en el Báltico y el resurgir del comercio colonial español a través de Cádiz, de cuya vuelta a la regularización y, especialmente, de la creación de los navíos de registro con América, se benefició la propia oficina andaluza del Levantse Handel14. En el caso del comercio de Bilbao, donde había una comunidad neerlandesa, sus negocios se vieron también afectados por la Gran Guerra del Norte, debido a que este comercio se basaba en la extracción de trigo y materias primas (madera especialmente, que desde Amsterdam era reenviada a las industrias de astilleros). También, según algunos datos, el hierro en barra era uno de los productos más comercializados entre 1694 y 1695 con el norte de España15. En 1702, Gilles Amias, cónsul holandés en Cádiz, afirmó que el comercio con la península ibérica era tan importante como el del Báltico16.
4Una razón principal de la interacción entre guerra y comercio ya la comentó Pierre-Daniel Huet. Por ejemplo, en Cádiz, los barcos que seguían esta ruta, excepto aquellos que transportaban granos, nunca iban escoltados por buques de guerra, algo que no sucedía con las flotas holandesas, pues estas, aparte de los fletes y capital barato que proveían, también contaban con un equipo defensivo y una artillería muy importante17. Es interesante indicar que este relevante aparato bélico holandés ha sido incluso comprobado arqueológicamente durante la excavación de lo que pudo ser uno de estos barcos holandeses de la Sociedad de Levante que navegaban previo acuerdo con la corona española. Estos barcos se caracterizaban por ser buques mercantes e iban cargados de mercancías para su redistribución en distintos mercados, incluyendo coloniales, y también iban armados para la guerra en el mar, con el fin último de extraer plata americana y otros productos en su ruta de regreso a Amsterdam, razón de su considerable armamento, bien organizado para la defensa en alta mar18. El comercio desde Flandes y Brabante sur había sido en cierta manera arrebatado por los transportistas holandeses al comercio entre Francia y Flandes, un comercio que antes se hacía a través del convoy de Ostende, relevado ahora por la sociedad del Levantse Handel. La crisis del convoy de Ostende ya había sido denunciada por el cónsul flamenco de Cádiz en 1713, quien era a su vez el comisario de los navíos de guerra de esta flota flamenca. El intento posterior de revitalización de la ruta desde Ostende, con la creación en 1722 de la Compañía de Ostende, auspiciada por el emperador Carlos VI, suscitaría posteriores polémicas en la rivalidad entre Holanda e Inglaterra.
5Un segundo problema para los holandeses en España vino relacionado con los negocios que estos tenían dentro de la propia monarquía. Se sabe que, desde los primeros antecedentes del conflicto sucesorio español, los Estados Generales de la República de Holanda se involucraron en diversas acciones diplomáticas y económicas con el objeto de cercenar los intereses de otras naciones mercantiles en el comercio de la monarquía hispánica, especialmente de Francia. Y es que, paradójicamente, los holandeses habían disfrutado de una privilegiada relación con su antigua enemiga durante el reinado de Carlos II. La Hacienda española tenía deudas con el Almirantazgo de Amsterdam por diversos negocios que iban desde la cooperación militar (como la intervención en Mesina) hasta el arrendamiento de las salinas de Andalucía en la década de 168019. Hasta la propia Compañía de las Indias Orientales holandesa, la poderosa VOC, había pagado subsidios y préstamos a la corona20. Tras el fallecimiento del rey-estatúder en 1702, la relación anglo-holandesa se volvió más tensa. Si la idea de la monarquía universal era francesa, como ha indicado Wout Troost, la intención del rey-estatúder era la de «preservar la libertad de Europa»; nunca habló de esa balanza de poder que pretendían los ingleses y que fue, más adelante, el caballo de batalla de los desentendimientos entre la República Holandesa y la Inglaterra tory21. La idea de equilibrio en Europa implicaba un igualitarismo entre las partes que no era realmente lo que perseguía la élite política inglesa al comienzo del siglo xviii. La guerra de Sucesión inglesa (1688-1697) había influido en la creación de la teoría de la balanza de poder y fue una de las razones que derivaron en la creación de varios acuerdos entre Luis XIV y Guillermo III para entablar los tratados de partición del imperio español que tan adversos sentimientos produciría en la clase política española22.
6El desarrollo político y diplomático de Holanda durante el que se denominó «segundo período sin estatúder» (1702-1747) conoció una actividad dirigida por los pensionarios y las élites mercantiles aristocráticas de forma paralela a un incremento de la competencia con Inglaterra. Gran parte del politeke loopbaan, o carrera política de los funcionarios de los Estados Generales y los burgomaestres de las ciudades, estuvo orientado a extraer partido económico de los negocios de las redes mercantiles a través de una interesante diplomacia no del todo analizada aún, a la luz de la ingente documentación existente, especialmente en la correspondencia entre burgomaestres y siervos de las compañías de comercio23 Era, como ya indicó Fernand Braudel, una forma de crear un poder político y de coerción, una nueva «arma de dominación» que incluía las capacidades demostradas a través de la navegación, el comercio, la industria y el crédito24. Y en verdad, como se ha demostrado también, los holandeses lograron sobrevivir con altibajos después de 1720 gracias a que eran los mejores intermediarios, exitosos en la provisión de fletes y capital barato. Por su parte, la diplomacia que llevaba a cabo los Estados Generales, como órgano supremo encargado de la política exterior, ha dado luz en trabajos que subrayan, además, la importante relación de la élite aristocrática y mercantil de la República con diversos oficios como tesoreros, comisarios del Wisselbank (Bolsa de Amsterdam) o en las propias grandes compañías de comercio25. Algunos de estos agentes, como Joan Corver (1702-1716) —burgomaestre de Amsterdam—, Nicolaas Van Bambeeck (1665-1722) —también burgomaestre—, ambos con negocios en la Carrera española de Indias, Ferdinand van Collen (1681-1764) —con agentes y familiares en España—, y otros son ejemplos de mercaderes que habían sido capaces de organizar unas redes de diplomacia y negocio privado. En este marco de relaciones no se pueden olvidar los negocios de los banqueros holandeses, que, como Andries Pels (1655-1731), fueron constructores de barcos para el rey de España, o asentistas de la monarquía.
Frentes económicos y bloqueos marítimos
7Al deslavazar esta información de diplomacia comercial, se comprueba la paradoja de que a veces los intereses privados y los estatales en un mismo país o nación no iban juntos. Se puede decir que en la práctica existía lo que se podría llamar «frentes económicos», aparte de los puramente bélicos. La República Holandesa se vio arrastrada a su participación en la guerra de Sucesión española debido a su secular rivalidad con Francia y al deseo del rey-estatúder de iniciar unas campañas bélicas que afectasen a los puertos marítimos. La falta de paralelismo entre diplomacia y comercio afectó a las comunidades neerlandesas de Burdeos y Nantes, que vieron perjudicada su actividad con las ciudades del norte español al verse bloqueadas las rutas por mar entre Vizcaya y Francia26. En Estocolmo también había una pequeña colonia de negociantes neerlandeses que tenía importantes consignatarios en Cádiz27, así como en Polonia, principalmente en Gdansk, donde se asentaban unas casas de negocios holandesas encargadas de consignar madera y otros productos28. Durante el reinado de Guillermo III las casas holandesas también se mantuvieron firmes en Londres. Según la correspondencia de un negociante de dicha ciudad, Charles Marescou, cajero del comerciantes holandés Jacques Boeve gracias al cual se inició, a su vez, en el mundo de los negocios, estas firmas tenían fuertes intereses en Suecia, España, Portugal y el Mediterráneo, e incluso estaban interesadas en revalorizar una ruta alternativa a gran escala como la que se hacía desde Amsterdam. Esta próspera ruta, debido a las guerras y las crisis de finales del siglo xvii, era muy difícil de mantener por los negociantes, que se desvelaban por que sus barcos llegaran a buen puerto o al menos extraer los beneficios posibles, dado el «carácter y significado de toda relación internacional la cual se ha construido a partir de innumerables transacciones29». La crisis de Báltico se hizo notar en España, tal como se refleja en una carta de 1694 del delegado de los Estados Generales en los puertos españoles, Francisco van Schonenberg, al condestable de Castilla, Íñigo Fernández de Velasco, donde se especificaba el plan propuesto a la corona española por el rey-estatúder, Guillermo III de Orange, con el fin de bloquear el comercio francés en el Cantábrico aun a precio de dañar los propios intereses comerciales en la zona30. La crisis del comercio del Mediterráneo, por otro lado, había hecho que en las últimas décadas del siglo xvii los consignatarios de la Sociedad del Comercio de Levante de Amsterdam y Middelburg redirigiesen productos y también barcos para las rutas atlánticas, en completa conexión con las rutas de las flotas de Nueva España. También participaron activamente en la organización de los navíos de registro, algo que se incrementó cuando después de la guerra la corona española reformó el comercio de Indias en Cádiz. Desde las últimas décadas del siglo xvii los consignatarios flamencos y holandeses en esta ciudad andaluza empezaron a adoptar una costumbre que luego, incluso tras la guerra, se convirtió en algo natural: la introducción de barcos del norte con toda su mercancía como registro de las flotas de Indias31. La guerra estaba produciendo la crisis del Mediterráneo, razón de esa querencia hacia el mercado americano que ahora también se veía amenazado. El propio pensionario Anthoine Heiunsius envió espías dobles, que a veces eran comerciantes o artistas con el fin de recabar información sobre la situación del puerto y las flotas.
8Los holandeses denominaban al comercio del Báltico el negotie moeder («negocio madre»), para el cual se ha señalado un largo período de declive drástico entre 1650 y 1760, caracterizado, empero, por diversos subperíodos de expansión y crisis con una cronología claramente paralela a los conflictos bélicos, la crisis de la extracción de granos y la gran volatilidad de su rentabilidad. Desde 1720 conoció un estancamiento, más que declive32. Esta situación afectó tanto las rutas hacia el Mediterráneo como a las conexiones con América desde Cádiz, aunque, en cierta medida, las favoreció, dado el interés holandés en enlazar con las flotas de Indias. A principios de siglo, junto a la guerra de Sucesión española (1701-1713) corre paralela la denominada Gran Guerra del Norte (1700-1721), que separó a los reinos de Suecia y Noruega y provocó cambios en la geografía báltica, los cuales influyeron en el comercio de esta zona. El gran conflicto del norte amenazó gravemente el monopolio holandés, que sufrió una gran caída entre 1690 y 1730, influyendo en la toma de decisiones diplomáticas porque sus defensores eran miembros de estas sociedades y tenían voz en los Estados provinciales y Generales. Hay pruebas evidentes de que la República Holandesa trató diplomáticamente ambos conflictos de forma separada con el fin de salvaguardar la conexión entre el Báltico y los mercados ibéricos y mediterráneos33. Mientras en la guerra de Sucesión española Holanda luchó contra Inglaterra para evitar la implantación de un rey Borbón en España, en las guerras bálticas Holanda asistió a la guerra de Suecia contra Dinamarca en el aspecto económico. Entre 1701 y 1721 los almirantazgos de la República enviaron diversos escuadrones al Sund para proteger el comercio que, en ocasiones, era interceptado por su rivalidad con Dinamarca y su apoyo a Suecia. Al principio de la guerra, debido a la alianza anglo-holandesa, los convoyes de uno y otro lado escoltaron a los navíos mercantes en sus rutas hacia Danzig, Riga o San Petersburgo. La estabilidad del comercio holandés en el Báltico dependía de la paz en Suecia, de evitar la amenaza rusa contra el comercio de maderas y trigo, y de sortear también la competencia inglesa. Pero la capitulación de la armada sueca en la campaña rusa al fallecer el rey Carlos XII produjo un cambio de poder político en el Báltico. Con el Tratado de Nystadt, después de que en 1714 el príncipe elector de Hannover, Jorge, accediese al trono británico, Suecia se vio derrotada y declinada además por la aparición de Rusia como potencia báltica. Pero, a pesar de este cambio político, los transportistas holandeses lograron mantener sus servicios económicos debido a que las compañías suecas veían los fletes ingleses demasiado altos, por lo que rehusaron cargar sus mercancías en ellos, al menos hasta 1727.
9Este contexto bélico se vio reflejado en la conexión entre compañías suecas y flamenco-holandesas en Cádiz. Gracias al cruce de datos de los archivos notariales de Amsterdam y Cádiz y a la información de la importante base de datos del Sound Toll Registers online34, se constata que el comercio holandés Báltico-Cádiz adoleció de un ligero cambio estructural producido por un incremento de la introducción de productos como sal, pescado salado, vino, textiles y coloniales, derivado de un aumento de su demanda en el norte de Europa. Datos importantes proceden precisamente de la Directie van de Oostersche Handel en Reederijen, cuando en ella se crearon, entre 1698 y 1702, unos comités especiales para la transferencia de dinero del comercio protegido bajo esta Directie debido al nuevo estallido de la guerra. El 30 de octubre de 1702, el Almirantazgo convocó a algunos comerciantes para informarles de las órdenes dadas a la flota del mar Báltico. Los comerciantes ofrecieron entonces fletar un navío de aviso y, en noviembre, se convocó una reunión de todos los comerciantes y armadores en el mar Báltico con el propósito de enviar una especie de comité encargado de supervisar el dinero para financiar la guerra y negociar con el Almirantazgo35. Sin embargo, la madera y otros pertrechos navales, el hierro y el cobre continuaron cargándose en los barcos en ruta hacia el sur de la península ibérica, aunque el Báltico se convirtió en una periferia del sistema comercial del mar del Norte relacionado con los mercados atlánticos, principal interés de Inglaterra, sobre todo a partir de los tratados de Utrecht. Para Inglaterra, el control sobre los mercados bálticos explica también su necesidad de provisión de madera para la construcción naval que sustentaría su gran expansión en la economía atlántica36. Otras evidencias señalan, sin embargo, un lento resurgir de las rutas holandesas hacia el Mediterráneo, especialmente a partir de 1711, cuando se detecta un aumento de las flotas hacia Asia Menor, sobre todo hacia los puertos de Constantinopla y Esmirna, además de una regularización de las escalas en Cádiz37.
El frente atlántico y el comercio colonial de la Carrera de Indias
10Por cuestiones obvias en relación a lo que suponía el imperio español y su base territorial e ideológica, la guerra atlántica afectó mucho a la logística de estas rutas y su devenir entre 1699 y 1714, e incluso, como he indicado, se alargó después del conflicto entre austracistas y Borbones hasta aproximadamente el año de 1721, cuando otras condiciones hicieron emerger el comercio con América desde Cádiz y favorecieron los negocios de los mercaderes extranjeros de esta ciudad38. Pero, desde antes incluso de 1699, los asedios a los puertos españoles y de la América hispana fueron un tema candente en la diplomacia europea. La historiografía posterior le ha prestado una atención secundaria hasta épocas relativamente recientes, cuando las revisiones de la guerra de Sucesión de España y sus consecuencias han subrayado la importancia de la razón económica y colonial como uno de los aspectos principales sobre el que se desarrolló la contienda, por no decir una de las principales causas de la misma. Así, dadas las características de la República Holandesa, enfocada en el comercio y la defensa de su navegación, puede decirse que su actuación como aliada de la causa austracista en el conflicto bélico tuvo varias facetas, que a veces pueden parecer contradictorias entre sí. Todas ellas tienen ante todo un matiz comercial y marítimo, y un marco diplomático más que político.
11En 1699 el diplomático Everard van Weede (1626-1702) puso al descubierto las maquinaciones de Francia respecto a la guerra de España y las intenciones de Luis XIV sobre el comercio colonial y los territorios americanos, tema que además había sido un acicate para la rivalidad franco-inglesa en América39. La proclamación del estatúder Guillermo de Orange como rey de Inglaterra había sido forzada por los orangistas, cuya alianza con Inglaterra supuso un plan de acción contra los eternos enemigos de esta élite neerlandesa, los Borbones40. De hecho, en el período anterior a su coronación en 1688 se gestó esta política antifrancesa que luego caracterizaría su reinado, influido sobre todo por el problema de la barrera de los Países Bajos españoles. La guerra de Sucesión inglesa (1688-1697) implicaba la oposición de Francia al reconocimiento de Guillermo de Orange y el apoyo al pretendiente jacobita. Pero es en este punto atlántico donde la República Holandesa se muestra más ambigua en su actitud respecto a España y da motivos para pensar en las desavenencias internas relacionadas con esa política dual de un rey holandés e inglés, un rey-estatúder, y los grupos mercantiles republicanos. Por un lado, se defendía la guerra aliada con Inglaterra, pero por otro se empezaba a defender el comercio con España y sus valiosos mercados, sobre todo su papel de conectores de mercados, algo que se habían trabajado desde muchas décadas atrás. Será a la muerte del rey-estatúder, en 1702, cuando se destapa esa caja de los vientos de las ambigüedades. En 1701 se había publicado en Amsterdam un documento que reconocía tímidamente la candidatura de Felipe de Anjou y, curiosamente, algunos de quienes apoyaron esta publicación fueron judíos de origen ibérico y franceses hugonotes41. Entre 1707 y 1712 se produjo un proceso de negociaciones en el que los intereses del comercio colonial español estuvieron presentes, especialmente tras el cambio de gobierno en Inglaterra en 1710, que implicó una etapa de acercamiento a la paz, nueva etapa en la que, tras fallecer el rey-estatúder, el pensionario Anthoine Heinsius asumió la acción diplomática42.
12¿Cómo afectó esta guerra báltica y atlántica al comercio holandés en España? Es difícil de unificar u homogeneizar, tal como he señalado en diversos trabajos. Desde el punto de vista cualitativo y cuantitativo, la confrontación combinada de fuentes notariales ofrece información dispar, pero sobre todo interesantes ideas acerca de cómo el mundo mercantil sobrevive a la guerra. Entre 1699 y 1710 muchos mercaderes ingleses y holandeses fueron expulsados de Cádiz e incluso muchos emigraron, produciéndose una relocalización de estos agentes. No obstante, y a pesar de las dificultades de la guerra, en Amsterdam se firmaron algunas compañías para comerciar con Cádiz, cuyos contratos contemplaban la posibilidad de un viaje de negocios, precisamente en esas fechas. El esquema de contratación de compañías es ya algo diferente a como se producía en décadas anteriores, abriéndose ahora un «contrato de oficina» o dienscontract43. Parece que el ser favorable al Borbón le trae suerte a la ciudad, pero paradójicamente no solo los franceses van a disfrutar de este comercio, sino otras naciones mercantiles, como Holanda e incluso Inglaterra. La neutralidad comercial, no diplomática (o neutralidad activa), fue una práctica que favoreció a la situación del comercio holandés de Cádiz en un contexto de peligrosidad que afectaba a los retornos de las flotas y galeones. De hecho, aparte de las amenazas latentes, la mayoría de los componentes de las colonias de mercaderes en el Cádiz de 1702 sobrevivió gracias a exenciones y privilegios, como la que los ministros de la represalia44 dieron a los flamencos con una cédula el 6 de abril de 1705, que favoreció también claramente a muchos mercaderes de origen holandés y, en especial, a aquellos que eran consignatarios de los navíos del convoy de Amsterdam y Middelburg. Al encontrarse también invadida Flandes, por las tropas francesas, el rey de España otorgó esta cédula que les confirmaba como vasallos, aceptándose todas las anteriores cédulas y privilegios, además de ampliar el privilegio de protección a todo el comercio flamenco, aunque las mercancías fuesen transportadas a Cádiz en navíos de cualquier otra nación:
… por las muchas haciendas raíces que poseen sus individuos […], por tener casas propias, que nuevamente han reedificado, patronatos, rentas, que convierten obras pías, y dotaciones de huérfanas, a beneficio de aquella ciudad, sin diferencia de los nacionales a los que no lo son45…
13El de Cádiz era un tipo de comercio marítimo muy rentable porque se basaba en el continuo intercambio de productos entre los distintos puertos y se recuperaban costes antes de que el círculo de negocios estuviera completo. Pero, a la vez, era un comercio muy vulnerable en tiempo de guerra, cuando el riesgo era mayor y los seguros crecían demasiado. En realidad, esta circunstancia invitaba o permitía a los mercaderes asentados en esta ciudad engancharse a un comercio neutral establecido gracias a sus redes cooperativas. La idea de neutralidad hace referencia, en este contexto, a dos cuestiones principales: primero, la política de imparcialidad que un Estado adopta para salvaguardar su propio comercio en tiempos de guerra; y segundo, los mecanismos de cooperación que una nación de mercaderes pertenecientes a un país o Estado en guerra adoptan de forma simbiótica con el objeto de salvar sus negocios. Los mercaderes también esperaban obtener beneficios de la guerra realizando contrabando de guerra, algo prohibido en los Estados neutrales por el derecho internacional. Los comerciantes holandeses de Cádiz se vieron en la tesitura de violar las leyes referentes a la actitud que los comerciantes de un país deben adoptar durante la guerra: no comerciar con el enemigo ni suministrar las necesidades básicas a las ciudades pertenecientes al país enemigo. De hecho, tanto la corona española como los Estados Generales holandeses aprobaron leyes para suprimir el comercio entre beligerantes, las cuales no se respetaron realmente, poniéndose de relieve algunas de las ideas contenidas en las leyes internacionales sobre la doctrina de que la guerra es una contienda entre los Estados y no entre las personas privadas, por lo que las acciones bélicas se deben emprender contra las fuerzas y no contra sus ciudadanos. Estas ideas también resaltan el comercio como una ocupación pacífica.
14Como quizás otras colonias de comerciantes extranjeros en una ciudad en guerra, los neerlandeses constituían un grupo de mercaderes que deseaban permanecer neutrales. Defendían tal neutralidad en orden a continuar su comercio con socios que residían en Estados enemigos, sujetos incluso a que fuesen detenidos, capturados o penalizados por ello. Esto requería incluso enormes gastos que ayudaran a soportar la idea de la interrupción continua del comercio ante las posibilidades de alguna interferencia naval. En el caso de Cádiz, hay una gran cantidad de información sobre los problemas que los mercaderes tenían en el comercio con las naciones no neutrales en tiempos de guerra. Por ejemplo, las consecuencias del pago de perdones a la corona eran especialmente duras para las empresas mercantiles cuando se las acusaba de comerciar con el enemigo. En las primeras décadas del siglo xviii, estos indultos podrían consumir casi el 24 % de los beneficios totales. Los problemas que permanecerán después de la guerra de Sucesión y de los resultados de los tratados de paz y comercio, que dieron a Inglaterra tantas ventajas con respecto al comercio colonial español, solo harán prevalecer los problemas endémicos del sistema comercial atlántico y el aumento del contrabando. Esto era subrayado en la propia época como una consecuencia nefasta respecto al modo en que la corona española gestionaba su imperio, una extraña y peculiar anomalía no basada ni en compañías privilegiadas ni en el libre comercio («liberté du commerce») sino en un sistema caduco y militarizado de flotas, aranceles e impuestos46.
15El análisis de la ruta comercial que unía el sur de España con el Báltico, el Mediterráneo y el Atlántico muestra cómo eran los mecanismos de una integración espacial en la cual la conexión marítima entre Amsterdam y Cádiz desempeñaba una funcionalidad interesante, proporcionando un tránsito de mercancías de alta demanda, entre las que figuran la madera y brea para la construcción naval, así como textiles y coloniales. Los datos empíricos de este intercambio comercial los he analizado ampliamente en trabajos precedentes.
16Desde el punto de vista de la logística política y marítima, las reflexiones finales a este ensayo han de hacerse desde dos puntos de vista. Por un lado, en lo relativo al contexto político, las guerras bálticas y el conflicto sucesorio español significaron cambios para el equilibrio de fuerzas políticas en Europa. La República Holandesa, aunque ya no era la potencia económica de antaño, desempeñó una aguda intervención en los conflictos bálticos y, de alguna manera, pasó al doble juego con Inglaterra en la guerra de Sucesión española, sobre todo tras el fallecimiento del rey-estatúder, Guillermo III de Orange. Gracias a este juego de lealtades y traiciones, la República Holandesa consiguió, en parte, superar los problemas que afectaban a lo que realmente le interesaba, el comercio del Báltico con el sur de la península ibérica, aunque fuese solamente en su rol de intermediarios en fletes, productos y capital. Esto fue lo único que los ingleses, u otras naciones marítimas, fueron incapaces de arrebatar a los transportistas holandeses. Por otro lado, es importante subrayar una parte de esta historia que, aunque conocida, se ha relacionado poco, sin embargo, con los factores de naturaleza económica y de guerra marítima en los cuales hay que contextualizar a Holanda, lo que que la diferencia bastante de sus rivales, más centrados en las pretensiones dinásticas (que por cierto las tenían dentro de casa) y orientados a un imperialismo centralizado y enfocado a la expansión territorial tanto en Europa como fuera de ella. En ese contexto, las relaciones anglo-holandesas pasaron de una activa cooperación, debido a la alianza del bloque anglo-Orange, a un distanciamiento en los intereses comerciales por razones de competencia en el dominio de ciertas áreas económicas, algo que ya David Coombs denominó como una «hostilidad apenas disfrazada47». El punto de fricción se centró principalmente en el Atlántico y en el comercio con las colonias americanas, sectores en los que el Reino Unido estaría más interesado, sobre todo a partir de las negociaciones para la paz iniciadas en 1709. El comercio colonial español con América fue una de las causas de la guerra europea, y para Inglaterra el equilibrio de poder estaba relacionado con la balanza del comercio y el acceso a los recursos, convirtiéndose ello posteriormente, y a lo largo del siglo xviii, en el principal objetivo de las políticas internacionales de los imperios coloniales. El modelo de imperio colonial atlántico a partir de entonces no será otro que el británico. La competencia anglo-holandesa se fundamentó en que ambas naciones deseaban convertirse en los principales reexportadores de productos coloniales y en poder controlar el comercio en los territorios americanos. Este modelo de desarrollo lo había generado Holanda durante el siglo xvii, convirtiéndose, paradójicamente, en el aliado económico de su antigua enemiga, España. Inglaterra poco a poco adoptará y perfeccionará este arquetipo de imperio.
17En definitiva, puede decirse que la guerra de Sucesión al trono de la monarquía española es un tiempo de transición imperial en el que Holanda actuará como mediadora histórica en el nuevo patrón de hegemonía. Pero siempre hay una consecuencia económica de estas guerras: al contrario de lo sucedido en la zona atlántica, donde la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales (la WIC en sus siglas en neerlandés) perdió casi toda su actividad, Gran Bretaña no consiguió desbancar completamente a los holandeses en lo relativo a su papel de conectores de mercados en Europa, sobre todo en relación al Báltico. En el caso atlántico, al contrario, la influencia diplomática inglesa logró lo que los holandeses no consiguieron oficialmente, acceder a los mercados hispanos de América, algo que lograron a través de negociaciones diplomáticas, con el contrato de asiento y el navío de permiso. Esta circunstancia, derivada de lo que fue casi una traición por parte de Inglaterra a su aliada en la guerra, y a la que marginó deliberadamente en los tratados de Utrecht, ha producido una gran variedad de opiniones y tesis sobre la continua crisis de la presencia holandesa en América. No obstante, los datos parecen indicar otra cosa, especialmente en cuestiones empíricas, tanto en estas rutas entre el Báltico (ahora una periferia del mar del Norte) como en los puertos ibéricos desde los que, al menos hasta la década de 1740, los holandeses seguirán participando en el comercio americano, especialmente a través de los mediadores flamencos. Estaba claro que los holandeses lograron hacer pervivir su presencia por otros medios.
Notes de bas de page
1 «Alles te hooren en niets te zeggen» (Le Moine de L’Espine, Le Long, De koophandel van Amsterdam, p. 345, todas las traducciones son de la autora del artículo). Se basaba en una obra anterior de Jacques Le Moine de L’Espine, escrita hacia 1696, y publicada en francés: Le negoce d’Amsterdam, ou traité de sa banque, de ses changes, des Compagnies Orientales & Occidentales, des marchandises qu'on tire de cette ville, & qu'on y porte de toutes les parties de monde, des poids, des mesures, des aunages, & du tarif…; la cual conoció también varias ediciones (he manejado una edición de Amsterdam, Pierre Brunel, 1710). No obstante, el trabajo de Isaac Le Long conoció diversas impresiones en 1727, 1744, 1753 (Rotterdam), 1763 (Amsterdam) y 1780 (Rotterdam). La obra fue ampliada en estas sucesivas ediciones y era básicamente una especie de manual para comerciantes.
2 Schama, 1988.
3 Véase Astigarraga Goenaga, 2013.
4 Herrero Sánchez (ed.), 2017b, pp. 17-89.
5 Ha sido denominado como la «tercera economía holandesa atlántica» desde 1680 y a pesar de su evidente retrogresión (Vries, 2005). Desde el punto de vista político: Herrero Sánchez, 2002.
6 «tot het passeren van alle Publique Actens, die van de Commercie gerequireerd worden» (Crespo Solana, 2000, p. 33).
7 Heeringa, 1910. El archivo se encuentra en el Nationaal Archief (NA) [La Haya], Inventaris Nummer 1.03.01, Inventaris van het archief van de Directie van de Levantse Handel en de Navigatie in de Middellandse Zee, 1614-1828.
8 Stadsarchief Amsterdam (SA), Directie van de Oostersche Handel en Reederijen, leg. 327, Toltractaat tussen de koning van Denemarken en Noorwegen en de Staten-Generaal; Gedrukt in Hollands, met aantekeningen en losse aantekeningen over wijzigingen, 1701; y leg. 328, Bezwaren omtrent het tractaat van 1701 met Denemarken. Hay información sobre esto en Archivo Histórico Nacional (AHN) [Madrid], Estado (E), leg. 709, exp. 28, Sucesos del norte de Europa, Consultas al Consejo de Estado del marqués de Casteldorius y don Francisco Antonio Navarro sobre la guerra de los suecos. Véase Crespo Solana, 2018b; Israel, 1990.
9 Ormrod, 2003; O’Brien, 2000.
10 Se trata de un tipo de derecho de salida de productos, cobrado por los almirantazgos [había cinco colegios de Almirantazgo (Amsterdam, Rotterdam, Noorderkwartier, Hoorn y Enkhuizen), pero estaba también el Zeeuwse college (Middelburg) y el Friese college te Dokkum (Harlingen) desde 1645]. En 1623 el Almirantazgo creó un impuesto para los navegantes hacia el Estrecho con el fin de defender esta navegación de los piratas del norte de África. Durante la guerra de Sucesión española se intentó promover a los corsarios privados. Después de 1713 sirvió para financiar los equipos que se realizaron específicamente para la marina mercante.
11 «In 1688, het laatste jaar voor de Negenjarige oorlog, was de waarde van de Engelse im- en export 10 500 000 libras. In 1699, nadat de Negenjarige oorlog was geëindigd, en 11 527 000 libras; een stijging van 10 %. De convooien en licenten, die in 1688 in Amsterdam en Rotterdam 1 217 000 libras haden opgebracht, waren in 1699 tot f. 1 483 000 gestegen, een stijging van 22 %. Hier kan men toch moeilijk een achteruitgang van de Nederlandse handel ten opzichte van de Engelse constateren» (Snapper, 1989, p. 23). Hay que señalar aquí que los datos se recogen en distintas monedas y cambios.
12 Koninklijke Bibliotheek (KB) [La Haya], Manifiest, houdende de redenen waerom de […] Staten Generaal […]. Genoodtsaeckt zijn tegens de Koningen van […], Panfleto 14760, 1702; KB, Manifiest van het huys van Oostenrijk, In het welke desselfs recht op de Monarchie van Spanien klaarlijk vertoont en beweert Word, Panfleto 14613, 1701.
13 Crespo Solana, 2018a.
14 Elaboré una amplia descripción de las circunstancias políticas de esta relación en Ead., 2007.
15 Lindblad, 1994.
16 SA, Notarieel Archieven, Poder de Gilles Amias, 25 de marzo de 1702.
17 Huet, Comercio de Holanda, p. 116.
18 Se trata de la excavación del pecio Delta 3, barco holandés (de acuerdo a su estructura constructiva) hundido en Cádiz en la década de 1670. No está aún identificado, pero gracias a un análisis dendrocronológico puede afirmarse que se trata de un barco construido con madera cortada entre 1663 y 1675 (roble de Alemania y Países Bajos). {Informe del proyecto «ForSEAdiscovery» (PITN2013-GA607545) realizado por Marta Domínguez-Delmás, Nigel Nayling, «Investigación dendrocronológica de maderas del pecio Delta 3 (Cádiz, España)» [en línea]}.
19 AHN, E, libro 683, exp. 44, Oficio del condestable de Castilla sobre la armada del Mediterráneo, 4 de mayo de 1684; exp. 48, sobre las deudas con el Almirantazgo.
20 AHN, E, leg. 604, exp. 61, 7 de mayo de 1684.
21 Troost, 2011.
22 Thompson, 2011.
23 Hay información, por ejemplo, en Porta, 1975; Engelbrecht, 1973, p. 270; Nederland’s Patriciaat, p. 71; NA, Archief van de Burgemeesters, Rekeningen van ontvangsten en uitgaven van de ontvanger vanhet verhoogde last- en veilgeld van het College ter Admiraliteit te Amsterdam, legs. 1-62, 1719-1780.
24 Braudel, 1992, p. 33.
25 Onnekink, 2017; Herrero Sánchez, 2017a.
26 NA, Archief van gezanten en consuls, Invr. Admiraliteit van Amsterdam in Spanje, leg. 10, carta de Van Schonenbergh al condestable de Castilla, 8 de septiembre de 1694; Coyne, 1984 y Sée, 1926.
27 Lindblad, 1982, pp. 15-29 y pp. 117-118.
28 Bogucka, 1990.
29 «character and significance of the whole international relationship that was built up out of countless transactions». Es muy interesante esta correspondencia de los negociantes Charles Marescoe y Jacob Davids desde Londres con la firma sueca Momma-Reenstierna hermanos y Marescoe, agentes en Londres de la Tar Company de Estocolmo (Markets and merchants of the late seventeenth century, ed. de Roseveare, 1991).
30 La carta está en NA, Archief van de Admiraliteitscolleges, leg. 88, copia de carta del enviado Schonenberg al condestable de Castilla con órdenes de Guillermo III de Orange, 8 de septiembre de 1694.
31 Crespo Solana, 2012.
32 Tielhof, 2002, p. 51.
33 Konningsbruge, 1990.
34 Los datos del Sound Toll Register Online están accesibles en la página web del STR [en línea], y han sido utilizados en mi artículo Crespo Solana, 2018a.
35 SA, Directie van de Oostersche Handel en Reederijen, leg. 160, «Kopie van resolutie van de Staten-Generaal betreffende uitzending van twee schepen van oorlog uit het eskader van vice-admiraal Evertsen om schepen in de Sont af te halen», 1702.
36 Ormrod, 2003, p. 338.
37 Heeringa, 1910, vol. 1. p. 31, y vol. 3, p. 108.
38 Crespo Solana, 2014.
39 Nottingham Library, Special Collections, Papers of Hans William Bentinck, 1st Earl of Portland (1649-1709), Portland (Welbeck) Collection (Pw. A.), leg. 1914, carta de Everard van Weede, diplomático de las sociedades comerciales holandesas, y de Anthoine Heincius, a William Bentinck, duque de Portland, La Haya, 15 de julio de 1697. Bentinck era el plenipotenciario holandés en Londres.
40 KB, Manifiest, houdende de redenen waerom de […] Staten Generaal […]. Genoodtsaeckt zijn tegens de Koningen van […], Panfleto 14760, 1702.
41 El documento es: Histoire Abregée des Provinces-Unies des Païs-Bas, où l’on voi leurs progres, leurs conquêtes, leur Gouvernement, et celui de Leurs Compagnies en Orient en Occident, cit. en Crespo Solana, Klooster, 2015, p. 126.
42 Crespo Solana, 2006.
43 Ead., 2000, p. 43.
44 Tras la represalia expedida por la corona contra holandeses e ingleses por cédula del 9 de noviembre de 1702, se otorgó una exención de la misma a flamencos y franceses. No obstante, muchos holandeses de la «nación flamenca» se beneficiaron de la misma (AHN, E, leg. 623, exp. 532, Informe del regente de Sevilla, don Manuel de la Torre, sobre la nación flamenca).
45 AHN, E, leg. 623, cédula de 6 de abril de 1705.
46 Así lo vio muy acertadamente, por ejemplo, Accarias de Serionne, cit. en Astigarraga Goenaga, 2013, p. 171.
47 «thinly disguised hostility» (Coombs, 1958, p. 6).
Auteur
IH-CCHS, CSIC Madrid
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