1902. Inicios de la novela intelectual
p. 93-102
Résumés
Los orígenes de la novela intelectual española que surge alrededor de 1902 se encuentran en la historia de ideas en España de la segunda mitad del siglo XIX. Miguel de Unamuno, Ρíο Baroja, y José Martínez Ruiz (Azorín) se formaron en el período en que España entraba tardíamente en el mundo moderno de la filosofía con el krausismo, el positivismo, el pensamiento socialista, y un poco más tarde Schopenhauer y Nietzsche. Estas orientaciones representan unos conflictos filosóficos que escritores claves de la así –llamada Generación del 98 exploraban y criticaban en novelas como Amor y pedagogía, Camino de perfección, y La voluntad (todas de 1902). Gracias a la posibilidad que ofrece la novela de presentar múltiples perspectivas, el género ofrece un medio para desarrollar filosofías de posturas muy diferentes. Así en Amor y pedagogía, Fulgencio Entrambosmares representa el idealismo alemán, mientras que Avito Carrascal aboga por la ciencia y el positivismo. Fernando Ossorio en Camino de perfección ensaya una serie de posturas filosóficas al pasar por una secuencia de géneros literarios que va del decadentismo determinista al realismo dialéctico. Los choques ideológicos de La voluntad se revelan en personajes y situaciones que presentan de una manera paradigmática sin nexos lógicos. Novelistas posteriores como Ramón Pérez de Ayala y Benjamín Jarnés heredaron la tradición de la novela intelectual, pero sus ficciones tienden a parodiar la novela intelectual seria de Unamuno, Baroja y Azorín
Les origines du roman intellectuel espagnol, qui apparaît vers 1902, remontent à l’histoire des idées en Espagne au cours de la deuxième moitié du XIXe siècle. Miguel de Unamuno, Ρíο Baroja et José Martínez Ruiz (Azorín) se sont formés dans la période où l’Espagne entrait tardivement dans le monde moderne de la philosophie avec le krausisme, le positivisme, la pensée socialiste et, un peu plus tard, Schopenhauer et Nietzsche. Ces orientations représentent des conflits philosophiques que des écrivains-clés de la «génération de 98» exploraient et critiquaient dans des romans comme Amor y pedagogía, Camino de perfección et La voluntad (tous parus en 1902). Le roman permettant de présenter des perspectives multiples, ce genre fournit un moyen de développer des philosophies dont les positions sont très diverses. C’est ainsi que dans Amor y pedagogía, Fulgencio Entrambosmares représente l’idéalisme allemand alors que Avito Carrascat plaide pour la science et le positivisme. Dans Camino de perfection, Fernando Ossorio essaye une série de positions philosophiques à travers divers genres littéraires, depuis le décadentisme déterministe jusqu’au réalisme dialectique. Dans La voluntad, les affrontements idéologiques se révèlent dans des personnages et des situations qui se présentent de façon paradigmatique, sans liens logiques. Des romanciers postérieurs, tels que Ramón Pérez de Ayala et Benjamín Jarnes, ont hérité de la tradition du roman intellectuel, mais leurs fictions visent à parodier le roman intellectuel sérieux d’Unamuno, Baroja et Azorín
The origins of the Spanish intellectual novel that emerged around 1902 lie in the history of ideas in Spain in the second half of the 19th century. Miguel de Unamuno, Ρíο Baroja and José Martínez Ruiz (Azorín) were educated at a time when Spain was belatedly coming to embrace modern philosophy, with krausism, positivism, socialist thought and, a little later, Schopenhauer and Nietzsche. These orientations represent a series of philosophical conflicts that writers of the so-called Generation of 98 explored and criticised in novels like Amor y Pedagogía, Camino de Perfection or La Voluntad (all 1902). Thanks to the freedom that the novel gives to present multiple points of view, the genre offers a medium in which very different philosophies can he explored together. Thus, in Amory Pedagogía, Fulgencio Entrambosmares represents German idealism, while Avito Carrascal speaks for science and positivism. In Camino de Perfección, Fernando Ossorio rehearses a number of philosophical postures, moving through a series of literary genres from determinist decadentism to dialectical realism. In La Voluntad, ideologies clash through characters and situations which are presented as paradigms unconnected by logical nexuses. Later novelists like Ramón Pérez de Avala and Benjamín Jarnés carried on the tradition of the intellectual novel, but their fictions tended to parody the serious intellectual novel as expounded by Unamuno, Baroja and Azorín
Texte intégral
1Como señala1 José-Carlos Mainer en su libro La edad de plata, «1902 aparece como un año clave»1. En este año se publicaron Amor y pedagogía de Miguel de Unamuno, Camino de perfección de Ρίο Baroja, y La voluntad de José Martínez Ruiz, tres novelas que rompieron de forma radical con las normas realistas/naturalistas de la novela de los años ochenta y noventa2. Estas novelas filosófico-intelectuales inician una tradición de novela difícil y minoritaria que se centra en las ideas más que en el mundo circundante –una tradición que durará hasta los años treinta. No es mera casualidad, pues, que las novelas de Unamuno, Baroja, y Martínez Ruiz se centren en las ideas filosóficas europeas que dominaron el paisaje cultural del siglo pasado; las nuevas formas técnicas que las caracterizan están íntimamente ligadas a su temática filosófica.
2Las ideas en estas novelas se hacen evidentes al lector de un modo inmediato más bien que de un modo latente. Los personajes, más que vivir inmersos en problemas amorosos (como Fortunata y Jacinta, por ejemplo) ο en la lucha por sobrevivir (como Lazarillo de Tormes), piensan y hablan de la vida en una forma abstracta tanto ο más que la viven. Amor y pedagogía, Camino de perfección, La voluntad, y las novelas posteriores que siguen su modelo contienen elementos argumentales semejantes a los de otras novelas-intrigas de amor, por ejemplo –pero rehusan encarnar ese argumento, manteniéndolo como mero esqueleto donde colgar el discurso filosófico que a veces se relaciona solo de forma tangencial con los personajes y su historia.
3Para trazar los orígenes de la nueva novela intelectual que surge en 1902 hay que recordar brevemente la historia de las ideas en la España de la segunda mitad del siglo XIX, que coincide con los años de formación intelectual de Unamuno, Baroja y Martínez Ruiz. Estos escritores heredaron la precaria entrada de España en el mundo de la filosofía moderna doscientos años después de que Descartes la inventó. Sus años universitarios coincidieron con un vertiginoso fermento de ideas filosóficas en una España donde antes, según Clarín, había regido la paz de Varsovia. Hasta alrededor de 1860, poco antes del nacimiento de los miembros de la así llamada Generación del 98, no tuvo lugar una modernización genuina de la vida intelectual española. En ese momento España experimentó la anomalía de la llegada de la tradición racionalista alemana (en forma del krausismo) solo una década antes de la aparición (gracias a la revolución liberal de 1868) de las diversas manifestaciones del materialismo y del positivismo representadas en el socialismo, el anarquismo, el marxismo y la teoría de la evolución. Además, la total asimilación de las distintas fases del racionalismo, desde Descartes hasta Kant y Hegel, que preparó al resto de Europa para un verdadero debate filosófico sobre los méritos de las teorías sociales no tuvo lugar en España. Las dos orientaciones simplemente chocaron frontalmente durante un periodo de veinte años, produciendo varias generaciones de filósofos frustrados.
4Los esfuerzos de los críticos por demostrar la persistencia del pensamiento krausista en la Generación del ‘98 no han tenido en cuenta las corrientes filosóficas heterogéneas que contendían por captar la atención de estos escritores durante sus años formativos, ni los intereses especiales de los escritores en momentos particulares de su carrera temprana (por ejemplo, el de Unamuno por Hegel, y más tarde por Kierkegaard; el de Baroja por Schopenhauer, y, más tarde, por Nietzsche; el de Martínez Ruiz por Kropotkin y otros pensadores socialistas)3. Las carreras universitarias de Unamuno, Baroja, y Azorín durante la década de 1880 les puso en contacto con las ideas krausistas a través de profesores de esta tendencia, al igual que a través de su interacción con intelectuales de la institución Libre y el Ateneo. Pero en muchos de estos mismos centros de actividad intelectual, los escritores de esta generación, a pesar de su trasfondo burgués, ο quizá a causa de ello, también llegaron a ser conscientes de las filosofías socialistas con las cuales comulgaban.
5Apenas sorprende que sobreviniese una confusión filosófica y por fin el escepticismo. Los principales conflictos filosóficos (por ejemplo, el espíritu ο la voluntad individual contra los factores determinantes del entorno) ya habían comenzado a ser debatidos en la controversia sobre el naturalismo de Zola. En su famosa La cuestión palpitante Emilia Pardo Bazán se había quejado de que los naturalistas se veían forzados a seleccionar los motivos del comportamiento humano externos y tangibles para excluir los aspectos privados y morales, una situación que ella consideraba poco natural. Estos conflictos llegaron a ser exacerbados para los escritores de la Generación del ‘98 cuando leyeron y asimilaron parcialmente la visión negativa de la voluntad de Schopenhauer, seguida luego por la exaltación de la voluntad de Nietzsche que llegó a España alrededor de 1900, Nietzsche parecía ofrecer al individualista un escape del determinismo por medio de la voluntad, mientras el darwinismo social vigente unos años antes daba la posibilidad de crear el superhombre precisamente a través de las fuerzas determinantes del entorno. El anarquismo ocasionaba ambivalencias similares. Las ideas nietzscheanas no dejaban lugar para los miembros más débiles de las especies, que los anarquistas deseaban proteger, pero el pensamiento anarquista coincidía con Nietzsche en el deseo de mejorar la raza progresando hacia la creación de una persona superior.
6Unamuno, Baroja, y Martínez Ruiz diferían de una manera significante en su comprensión y asimilación de las corrientes filosóficas que surgieron en España durante los años de su formación intelectual. Unamuno, el miembro de su generación más preparado académica e intelectualmente para llevar a cabo el estudio serio de la filosofía, tradujo a Schopenhauer, pero otros filósofos, especialmente Spencer y Hegel, fueron más importantes para él en su obra temprana. Hasta qué punto Unamuno leía y estaba influido por Nietzsche es debatible, mientras que Baroja parece haber diluido su primera adhesión a Schopenhauer, cuya huella se detecta en su tesis doctoral, con un interés por Nietzsche en el cambio de siglo. De los tres, Martínez Ruiz era el lector más superficial de obras filosóficas y prefería la teoría política y social a la metafísica.
7Unamuno, Baroja, y Azorín empezaron sus carreras intelectuales con el ensayo, intentando incorporar ideas filosóficas en sus meditaciones sobre el problema de España. Baroja escribió su tesis doctoral sobre el dolor en 1893 (publicada en 1896); Unamuno publico sus ensayos En torno al casticismo en La España Moderna en 1895, y Martínez Ruiz, quien había empezado a publicar precoces librillos de crítica literaria iconoclasta bastante mordaces entre 1893 y 1897, produjo un tratado sobre la sociología criminal en este ultimo ano. La forma del tratado, que resiste la ambivalencia y la paradoja, demostró ser inadecuada para las necesidades expresivas de estos escritores, y sus preocupaciones filosóficas pronto encontraron un formato más apropiado en la novela.
8En 1902, Unamuno, Baroja, y Martínez Ruiz, después de dedicar una década al tratado y al ensayo, enterraron los conflictos personales y filosóficos bajo el camuflaje que proporcionaban los personajes, el diálogo y la trama de una novela, camuflajes que no existen en el ensayo periodístico ni en el tratado filosófico. Gracias al carácter dialógico de la novela que ha estudiado Mikhail Bakhtin4, se pueden presentar varias posiciones filosóficas conflictivas sin contradicción aparente. Así, como el personaje Antonio Azorín de La voluntad, et autor de una novela puede ser al mismo tiempo «místico, anarquista, irónico, dogmático, admirador de Schopenhauer, partidario de Nietzsche»5. La novela ofreció a los escritores españoles de principios de siglo una oportunidad para explorar una variedad de ideas sin hacer ningún tipo de compromiso con una única postura filosófica. La ficción les permitió la libertad de distanciarse de una posición ideológica específica así como de los predecesores y de los contemporáneos que la subscribían. El formato novelístico les permitió considerar la validez de varias posiciones diferentes sin parecer incoherentes ο absurdas.
9Amor y pedagogía fue escrita en un momento crucial de transición intelectual para Unamuno, después de más de una década de intenso estudio del idealismo alemán y del positivismo inglés, que, gracias a sus lecturas de Kierkegaard por 1901, le empezaban a parecer insostenibles. Como el Dr. Pangloss de Voltaire, que representa el ridículo extremo del optimismo filosófico de Leibniz, Avito y Marina son encarnaciones absurdas de la ciencia y la naturaleza (tenida de fe religiosa) respectivamente. Ambos son sumarios, representando la trágica dicotomía entre la razón y la fe, el cisma creado por Descartes, que initio la filosofía moderna separando la mente y el mundo, la filosofía y la teología. Avito es una metáfora de la rama del pensamiento europeo relacionado con la ciencia que ve todos los aspectos de la vida en términos de peso y medida. El idealismo racional, la otra rama igualmente atribuible a Descartes, se encarna en el amigo de Avito, don Fulgencio Entrambosmares. Spencer, Mill, y todos aquéllos que confiaban en concepciones materialistas, evolutivas, ο biológicas del mundo son el blanco de la sátira de Unamuno en Avito Carrascal, cuyo proyecto de educación científica lleva al suicidio de su hijo.
10Hegel y todos los diseñadores de grandes sistemas filosóficos son objeto de parodia en don Fulgencio Entrambosmares, a quien Avito pide consejo para su proyecto de crianza de niños. Es irónico que el positivista Avito busque apoyo en don Fulgencio, cuya sistematización racional dista de la vida real tanto como su propia postura positivista. Don Fulgencio está escribiendo un tratado titulado Ars Magna Combinatoria (una manifiesta imitación de Leibniz) en el que demuestra su convicción de que la filosofía no es más que un acto combinatorio llevado a su extremo máximo. Toma las cuatro ideas que considera fundamentales –vida y muerte en el orden real y el derecho y el deber en el orden ideal– y las combina de todas las formas posibles:
[…] Derecho a la vida, a la muerte, al derecho mismo y al deber; el deber de vida, de muerte, de derecho, de deber mismo; la muerte del derecho, del deber, de la muerte misma y de la vida; y la vida del derecho, del deber, de la muerte y de la vida misma. Qué fuente de reflexiones, el derecho al derecho, el deber al deber, la muerte de la muerte y la vida de la vida!6
11(Hay aquí ecos paródicos de las combinaciones imaginativas ensayadas por los krausistas.)
12La novedad novelística de Unamuno consiste en eliminar todos los elementos descriptivos de la novela para concentrarse en el diálogo –técnica que el personaje Victor Goti de Niebla denomina nivola. El diálogo intenta actuar de puente entre dos personas con diferentes modos de pensar, pero en raras ocasiones logra su propósito, dejando amplio espacio para malentendidos, malas interpretaciones ο para una comunicación parcial. Unamuno empleó la asimetría del diálogo y su resultante indeterminación con gran éxito. En Amor y pedagogía, el diálogo presenta una cualidad no resuelta; crea una falta de certidumbre. Avito malinterpreta a Marina, a Apolodoro, y a Fulgencio. Apolodoro fracasa a la hora de comprender a Avito, a Fulgencio, y a Clarita, y Clarita no entiende a Apolodoro, así hasta el infinito. El primer encuentro de Avito y Fulgencio es un excelente ejemplo de la comunicación fracasada que caracteriza la acción de la novela: don Avito queda confundido ante esta profundidad del hombre, y como al entrar en el despacho le salta a la vista lo de que «el fin del hombre es la ciencia», vuélvese al maestro y decide preguntarle:
13— ¿Y el fin de la ciencia?
14— ¡Catalogar el universo!
15— ¿Para qué?
16— Para devolvérselo a Dios en orden, con un inventario razonado de lo existente…
17— ¿A Dios… a Dios… — murmura Carrascal.
18— ¡A Dios, sí, a Dios! — repite Fulgencio con enigmática sonrisa.
19— ¿Pero es que ahora cree usted en Dios? — pregunta con alarma el otro.
20— Mientras Él crea en mí…
21— Y levantando episcopalmente la mano derecha, añade—: Dispense un poco, Avito7.
22Si Avito hubiera percibido el tono irónico con el que su ídolo pronuncia estas frases, habría evitado una gran angustia para sí y para su hijo.
23Aunque ni Baroja ni Martínez Ruiz fueron estudiantes tan asiduos de la filosofía como Unamuno, sus novelas de 1902 –Camino de perfección y La voluntad– están impulsadas por el mismo triángulo de fe religiosa, ciencia y filosofía idealista que empapa Amor y pedagogía. Las primeras novelas filosóficas de Baroja y de Martínez Ruiz están interrelacionadas, estimuladas por su amistad, mutuas experiencias, lecturas y conversaciones filosóficas. No es casual que los protagonistas de las dos novelas estén desacompasados con respecto a la realidad de la burguesía española y que ambos traten de encontrar una filosofía que guíe su camino por el laberinto del atraso español.
24El logro artístico de Camino de perfección reside en el préstamo que hace Baroja de diversos géneros literarios para construir un caso ejemplar de confusión filosófica en el protagonista Fernando Ossorio. La novela es esencialmente el viaje filosófico del joven Fernando que intenta encontrar una actitud apropiada frente al mundo. Los géneros literarios –novela decadente, novela picaresca, la mística, y el realismo decimonónico– se emplean sucesivamente para subrayar las diferentes posturas filosóficas que va adoptando Fernando. A diferencia de una novela realista que tiene una visión filosófica coherente, Camino de perfección manifiesta una rica cacofonía y una falta de unidad ideológica.
25El título sugiere un camino místico, pero los elementos de la novela picaresca y de aventuras que se entremezclan con el camino místico proporcionan un contrapunto a las fases trascendentales. Si el místico se desprende de su cuerpo hacia la unión con Dios, Fernando, al igual que el pícaro, motivado por los requerimientos básicos de la supervivencia física, se ve constreñido por su ser corpóreo a lo largo de la novela. Más que un camino místico unidimensional, es un camino de aventuras picaresco, marcado por paradas intermedias que fomentan el crecimiento intelectual y espiritual de Fernando. Dos de estas paradas contienen los diálogos filosóficos más significativos, uno sobre Nietzsche, el otro sobre el dogma católico.
26Baroja encontró en los géneros que respondían a los extremos del alma española del siglo XVI –el misticismo y lo picaresco– un medio de expresar el dilema moderno entre el determinismo y la voluntad. El determinismo –o el dogma– emerge de la ciencia (Fernando comienza como estudiante de medicina), de las normas aceptables para el arte (se vuelca en la pintura por varios anos durante su periodo «decadente»), y de la religión (su breve encuentro con el misticismo en Toledo y su continuado interés por asistir a la iglesia en Yécora). Al final Fernando abandona codas estas «soluciones» a la vida para dejar libre su voluntad en un mundo natural sin esquemas conceptuales construidos por el hombre. La novela de aventuras se mezcla con el modo picaresco complicando aún más el mensaje filosófico. A diferencia del pícaro, el héroe de aventuras no está limitado por el medio, y en última instancia, Fernando se libera de su entorno opresivo y de su educación. Añadidas a estos conflictos ideológicos se encuentran las referencias a la tragedia shakespeariana y a la novela realista. En la tragedia, ni la herencia ni el medio pueden condenar ο salvar al héroe, cuyo destino esta sellado por fuerzas más allá de la existencia terrenal, mientras que la novela realista retrata la vida del personaje determinada a través de una combinación del medio y la voluntad individual.
27Al abrirse la novela, Fernando desempeña el papel de protagonista decadente; es un artista con extraños gustos sexuales. Comparte el determinismo hereditario del género, pero a diferencia de la clásica novela decadente que acaba con la destrucción del héroe, Fernando se escapa y emprende una serie de aventuras picarescas tras las cuales aparece una interpretación social del comportamiento humano. En Toledo, el camino picaresco se cruza con la vía mística y con la orientación idealista y trascendente de ésta. Y, por fin, Fernando se aferra al mundo natural sin dogmas ni ideologías, aunque por detrás se oye la voz de Nietzsche predicando una vida que acepta el instinto sexual. En el primero de los dos diálogos filosóficos largos de la novela que sirven como pausas en el continuo movimiento geográfico-ideológico, Fernando tiene un papel pasivo frente a la disertación de un alemán que elogia las ideas de Nietzsche. En el segundo, hacia el final de la novela, toma una postura mucho más agresiva, y sale ganando en la discusión teológica con un clérigo, un paso que señala que Fernando está preparado para la última etapa de su vida en que se casa y emprende una vida totalmente natural sin ciencia, ni arte, ni teología ni filosofía. El camino de perfección de Fernando le libera de su medio opresivo y acaba en su maduración filosófica, que resulta ser precisamente el no tener una filosofía.
28Si Camino de perfección se apropia de diversos géneros literarios de períodos anteriores para expresar un estado de confusión filosófica, La voluntad desmonta la novela realista del siglo pasado con el mismo propósito. Martínez Ruiz va más lejos que Baroja en su negación de una historia coherente. Elimina todo nexo narrativo y deja la novela en sus elementos más básicos: documentos y discursos. La voluntad se asemeja a una La Regenta fragmentada. (Azorín había dicho que la obra maestra de Clarín era demasiado larga y debería haber sido reducida a un solo tomo, aunque no se atrevió a decirlo hasta varios anos después de la muerte de Clarín). La obra de teatro de Galdós Voluntad también es aludida en la novela de Martínez Ruiz sin duda alguna. Si la voluntad era un concepto sin complicaciones para Galdós, en la novela de Martínez Ruiz se vuelve ambivalente y elusivo.
29Martínez Ruiz ordenó los mismos materiales de que se sirvió Clarín en La Regenta: 1°. – la sociedad de la Restauración en una ciudad provinciana dominada por la Iglesia y sus curas; 2°.– falsos intelectuales que valoran la fama por encima de la constancia ideológica, y 3°. – una visión satírica de la experimentación científica. Incluso el título de la novela de Martínez Ruiz se hace eco del título de Clarín, un nombre trisilábico precedido por el artículo determinado femenino. Pero «la regenta» se refiere a la posición social de una persona concreta, cuya fortuna tanto mundana como espiritual se desvela progresivamente, mientras que «la voluntad» es un concepto metafísico, la naturaleza del cual cambia constantemente y se disuelve en la ambigüedad de la novela de Martínez Ruiz, con su argumento fragmentado y unos personajes enzarzados en discursos sin fin.
30Incluidas en los discursos están todas las contradicciones y choques entre las diversas posiciones filosóficas que Martínez Ruiz había considerado desde sus primeros días como escritor: la ortodoxia católica, el misticismo, el método científico, el positivismo, el socialismo anarquista, la crítica de la razón pura de Kant, las ideas de Guyau y de Nietzsche (y quizás de Unamuno) sobre la naturaleza del tiempo y la eternidad, Nietzsche y Schopenhauer acerca de la voluntad y el intelecto. Las escenas que dramatizan las diversas filosofías están organizadas en bloques de texto que no fluyen del uno al otro, sino que están yuxtapuestos para mejor exponer su oposición. Una de las principales contradicciones expuestas enfrenta la vida religiosa, representada por Justina, la novia de Azorín, y su tío, el cura Puche, con el modo intelectual de Yuste y su discípulo Azorín, a quienes les encanta discutir los últimos temas filosóficos –Nietzsche, Schopenhauer, y el anarquismo.
31Como en La Regenta, la Iglesia es analizada en detalle en La voluntad, pero de un modo más indirecto. En la primera escena de la novela de Clarín, el cura, ayudado por un telescopio, espía desde la torre de la catedral los rincones más íntimos de las casas, jardines y calles donde los miembros de su rebano muestran los fallos y debilidades propios de la naturaleza humana. Con la misma curiosidad y poderes de observación, el narrador de Clarín se mueve con agilidad, entrando y saliendo de las conciencias de los personajes, algunas veces cambiando los puntos de vista con casi cada oración en un estilo indirecto libre que rivaliza con el de Flaubert. Con el poder de descubrir las motivaciones internas de cada personaje, este ojo ο voz vidente y omnisciente presenta las razones psicológicas y sociológicas fundamentales del dilema trágico de Ana Ozores. La novela de Martínez Ruiz también empieza con una vista de pájaro de la ciudad. Y como en La Regenta, la iglesia asume una posición prominente, pero no hay ningún cura con telescopio para ofrecer una perspectiva personal del panorama visual. El lector ha sido abandonado ante una escena despersonalizada. Desaparece aquí la voz narrativa que lleva al lector de la mano para que llegue a la conclusión que el autor pretende.
32El protagonista Antonio Azorín permanece como una sombra indistinta cuyo desarrollo intelectual (nominalmente el enfoque de la novela) consiste en una serie de confrontaciones con las voces de diferentes textos que representan una gran variedad de ideas filosóficas y teológicas. Las ideas se presentan en un estilo narrativo cambiante, no-autoritario que hace imposible determinar una verdad final en la novela. Martínez Ruiz consigue realizar la hazaña envidiable de guardar su pastel filosófico y comerlo al mismo tiempo, un logro sólo posible en el género novelístico polifónico. La heteroglosia de la novela le dio a Martínez Ruiz el foro que necesitaba para exorcizar sus primeras ideas anarquistas de los años noventa antes de que sufriera su siguiente metamorfosis como Azorín, el observador pasivo y distante de todo lο español. La voluntad era la expresión iconoclasta que estaba buscando para llevar a cabo su ruptura definitiva con el pasado:
¿No habría más en literatura? Galdós, Pereda, Palacio Valdés, Clarín, leídos de muchacho, no lograban equilibrar –menos, mucho menos, destruir– esta sensación que me producían los clásicos; eran ellos mismos clásicos. ¿Y qué iba a hacer yo para salir de esta limitación? ¿Y es que esta limitación, como ya he dicho, no tenía su evidente superioridad? El horizonte lo tenía limitado; las potencias las tenía embargadas… ¿Me resignaba yo a tal emancipación?… De pronto inicio un cambio de valores8.
33Como indiqué al principio de este ensayo, Amor y pedagogía, Camino de perfección, y La voluntad inician en España todo un género novelístico –lo que se puede llamar la novela filosófica ο intelectual– que seguirán cultivando Unamuno, Baroja, y Azorín (Niebla, Abel Sánchez, La tía Tula, El árbol de la ciencia, El mundo es ansí, Doña Inés) en las siguientes décadas. Pero las formas posteriores de estos iniciadores de la novela intelectual evolucionan con el tiempo, y las novelas de la segunda y tercera décadas pierden algo de la agresividad de Amor y pedagogía, Camino de perfección, y La voluntad. El modo combativo de La voluntad se convierte en una tematización estática del tiempo en obras como Castilla (1912) y Doña Inés (1925). Tanto Baroja como Unamuno dejan la novela filosófica discursiva después de El árbol de la ciencia (1911) y Niebla (1914), respectivamente. Baroja acudió cada vez más a la novela de aventuras, y Unamuno desarrolló una nueva versión de la novela filosófica en la que un único personaje muestra su angustia existencial en un mundo antagonista que no le comprende, un precursor de las novelas francesas existencialistas de los años cuarenta y cincuenta.
34Creo que la estrella ascendente de José Ortega y Gasset sobre el horizonte filosófico español, que traía los nuevos temas de la percepción y la descripción fenomenológica al repertorio filosófico español, influyó en el progresivo abandono del ‘98 de un método indirecto de filosofar en la novela, método que provocó una serie de parodias en las novelas de Ramón Pérez de Ayala, Ramón Gómez de la Serna, y Benjamín Barnés. Estos escritores, al lado de otros como Gabriel Miró, incorporan las nuevas corrientes filosóficas europeas –más notablemente la fenomenología– que reemplazaron los falsos comienzos que el krausismo, el hegelianismo latente, y el culto a Nietzsche representaban. Los problemas filosóficos que esta segunda generación de novelistas trataba estaban fuertemente ligados a la aproximación fenomenológica al conocimiento de Ortega, concentrada en las expresiones epigramáticas «yo soy yo y mi circunstancia» y «perspectivismo». En la segunda generación, la preocupación del ‘98 por la naturaleza del alma española y el problema de la voluntad y la razón (entre otras) cedió ante el interés por la percepción y su expresión en el lenguaje, así como la relación del lenguaje y la existencia.
35El diálogo filosófico y la discursividad de las novelas de la Generación del ‘98 fueron reemplazados por un imaginismo visual y un virtuosimo lingüístico –a veces llamados «cualidades poéticas»– que son prueba de la aceptación del lenguaje como categoría ontológica por parte de la Generación del ‘14. Esta fe en el poder del lenguaje para producir realidades unía a esta generación con muchos de los movimientos vanguardistas de Europa y Latinoamérica, cuya estética se basaba en esta misma creencia. Coincidente con el impulso estético de la segunda generación emergió un claro sentido de distanciamiento de las cuestiones filosóficas y su expresión novelística en la Generación. Las ficciones filosóficas de los del ‘98 eran violentas reacciones contra los pensadores y escritores del final del siglo diecinueve, mientras que la novela filosófica de los del ‘14 a menudo parodiaba a la de los del ‘98. La segunda generación transformé los intereses más profundos de la Generación del ‘98 –el poder de la voluntad y la naturaleza de la existencia– en un gran chiste.
36Ramón Pérez de Avala inició su carrera novelística con la tetralogía Tinieblas en las cumbres (1907), La pata de la raposa (1912), A.M.D.G. (1910), y Troteras y danzaderas (1914), una complicada parodia tanto de los miembros de la Generación anterior como de su novela filosófica. Troteras y danzaderas contiene figuras cómicas que pueden identificarse con Azorín y Baroja. Y el personaje central, Alberto Díaz de Guzmán, tiene mucho en común con los protagonistas de Camino de perfección y La voluntad, sólo que sus intereses filosóficos se reducen a meras caricaturas. Gran ironista, Pérez de Ayala también retrata a Unamuno de forma caricaturesca en la novela poemática Prometeo y muy posiblemente también en Belarmino y Apolonio, donde la filosofía se reduce a «la filosofía de las pensiones» de don Amaranto de Fraile y la jerga incomprensible de Belarmino. Los conflictos filosóficos en que se involucraba Unamuno se ridiculizan en el capítulo dos, «Rua Ruera, vista desde dos lados», en que los personajes Lario y Lirio se dedican a describir el escenario donde tendrá lugar la acción de la novela. Pedro Lario es un buen spenceriano, como lo era Unamuno en sus años universitarios; Lirio, el anti-spenceriano, refleja al Unamuno tardío. Lario se caracteriza por el hábito unamuniano de la contradicción propia:
Pero concedo que me contradigo con frecuencia. ¿Y qué? Así me siento vivir. Si no me contradijese y obedeciese a pura lógica, sería un fenómeno de la naturaleza y no me sentiría vivir9.
37Unamuno llega a ser la figura más parodiada por esta segunda generación, y parece que todos los nuevos novelistas como rito de iniciación tenían que producir una novela que bromeara sobre la angustia existencial de Augusto Pérez de Niebla. En El profesor inútil (1926) de Benjamín Jarnés, se convierte el problema existencial de Augusto en una serie de viñetas ligeras sin consecuencias trascendentes. La versión de Jarnés de la historia de un pretendiente sin suerte elimina el mensaje metafísico que Unamuno le había dado contrastándolo con un amante potencial que es totalmente consumido por experiencias sensuales y perceptuales. Mientras Augusto no ve nunca nada en el mundo material (no hay descripciones en Niebla), el profesor de Jarnés está ocupado principalmente con los fenómenos visuales. Los pensamientos del personaje, más que los monólogos angustiados del personaje de Unamuno, son una descripción fenomenológica del contenido de su conciencia. En contraste con Augusto, el cuerpo del profesor (sus sentidos) y su intelecto funcionan en armonía:
Entre las cosas y yo esta siempre mi cuerpo, hoy tan inofensivo, tan dócil, tan buen conductor, Llegan hasta mí las ondas más lejanas en toda pureza. Soy una balanza en delicioso equilibrio10.
38Las referencias paródicas a Augusto Pérez y Niebla que encontramos entre los vanguardistas llegan a proporciones absurdas en El novelista (1926) de Ramón Gómez de la Serna, donde se parodia el famoso encuentro entre Augusto y su creador Unamuno. El protagonista de una de las novelas que escribió «el novelista» llega a su apartamento para demandarle que le ayude a encontrar un trabajo. Explica que el desenlace de la novela en la que él figura le ha privado de una fuente de ingresos. De esta manera se convierte el encuentro entre autor y personaje unamuniano, que tenía un trasfondo ontológico, en una petición de ayuda económica.
39Al llegar a estos extremos se tiene que concluir que el género de la novela intelectual que se inició en 1902 esta ya agotado, y de hecho se encuentran pocos ejemplos del género a partir de 1934, Con las preocupaciones sociales y políticas de los últimos años de la República y de la Guerra Civil, los novelistas que surgen por estas fechas no podrían dedicarse a temas tan esotéricos como la naturaleza metafísica de la existencia, ni mucho menos a burlarse de tales temas. Pero la experimentación formal que tiene sus raíces en la novela intelectual iniciada en 1902 va a ser una característica en la novela española a lo largo del siglo veinte.
Notes de bas de page
1 José-Carlos Mainer, La edad de plata (1901-1939), Madrid, Cátedra, 1981, p. 30.
2 Ramón del Valle-Inclán también publica Sonata de otoño en 1902 que rompe igualmente con el realismo decimonónico, pero esta novela no comparte la dimensión filosófico-intelectual que estoy explorando aquí, así que la tengo que dejar fuera de la discusión.
3 Ver especialmente Elena M. de Jongh-Rossel, El krausismo y la Generación de 1898, Valencia-Chapel Hill, Albatros-Hispanófila, 1985, para un estudio que atribuye los fundamentos filosóficos más importantes de la Generación del ‘98 al krausismo.
4 Mikhail Bakhtin, The Dialogic Imagination, Austin, University of Texas Press, 1981.
5 José Martínez Ruiz, La voluntad, ed. de E. Inman Fox, Madrid, Castalia, 1982, p. 267.
6 Miguel de Unamuno, Amor y Pedagogía, en Obras completas, ed. de Manuel García Blanco, Madrid, Escelicer, 1966-1971, t. II, p. 337.
7 Ibid., pp. 338-339.
8 Citado en Santiago Riopérez, Azorín íntegro, Madrid, Biblioteca Nueva, 1979, p. 63.
9 Ramón Pérez de Ayala, Belarmino y Apolonio, ed. de Andrés Amorós, Madrid, Cátedra, 1982, p. 95.
10 Benjamín Jarnés, El profesor inútil, Madrid, Espasa-Calpe, 1934, p. 237.
Notes de fin
1 Partes de este ensayo se publicaron en inglés en mi libro Crossfire. Philosophy and the Novel in Spain (1900-1934), Lexington (Kentucky), University Press of Kentucky, 1993. La traducción de estos pasajes es de Teresa Fernández.
Auteur
University of Kansas
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