En busca del desaparecido Archivo Real de Navarra: el «Libro de préstamos» (1403-1417)
p. 117-125
Texte intégral
1Este trabajo se inscribe en el marco de un proyecto de investigación más amplio en torno a los cartularios de los reyes de Navarra1, que pretende descifrar el contexto en el que se decidió crear cada uno de estos códices. El estudio de estas piezas requiere desmenuzar los documentos copiados a fin de desentrañar precisamente el nexo que los une e intentar descubrir qué idea alimentó la reunión de los mismos, qué intención impulsó la creación del cartulario, qué se pretendía demostrar o defender. Pero también, y no precisamente en segundo término, se pretende contextualizar estos códices con otros documentos confeccionados en las mismas coordenadas político-administrativas del momento. En este sentido resultan muy interesantes dos tipos documentales: por una parte los textos normativos, porque permiten conocer aquellos asuntos que más preocupan a los soberanos y, en consecuencia, les interesa reformar o actualizar; y por otra parte destacan, sin lugar a dudas, los textos cronísticos, por constituir elementos extremadamente ilustrativos de la imagen propagandística que el poder, en este caso el poder regio, quiere difundir en un determinado momento.
2Ahora bien, junto a estos coexisten otros elementos cuya génesis resulta muy reveladora. Se trata de instrumentos archivísticos tales como registros, inventarios o índices, que permiten intuir la importancia que los autores intelectuales de los cartularios dieron a los documentos y, por tanto, al archivo, no solo como piezas de su engranaje administrativo sino incluso como cauces de difusión de su programa de reafirmación del poder. Recientes estudios han concluido que los elementos decorativos de algunos documentos formaron parte de todo un conjunto de medidas encaminadas a difundir una imagen concreta del poder regio2. La confección, la posesión y la difusión de los documentos son, por tanto, piezas de todo este entramado que conforma el discurso propagandístico del poder.
3Muy alejado de esta imagen de exaltación visual de la soberanía, el caso que nos ocupa se incluye en el grupo de recursos archivísticos que permiten contextualizar el estado de lo que, en archivística moderna, llamamos «sistema de gestión documental». Este instrumento de apariencia burda, totalmente opuesto a la exquisita factura de los cartularios, aporta sin embargo datos muy interesantes acerca de la organización y gestión de lo que se podría denominar «archivo administrativo» de comienzos del siglo xv. Aun siendo un instrumento ocasional, ya que no se han conservado otros de igual naturaleza, su estudio ha permitido aclarar una serie de cuestiones relacionadas con la propia institución de archivo, el ingreso, la instalación, la conservación, la clasificación, la descripción y, por supuesto, el préstamo de los documentos, que da nombre a la pieza. Se trata, en suma, de un ejemplar que reúne toda la serie de tareas archivísticas perfectamente comparable con la que actualmente incluimos dentro de la gestión de archivo.
4El primer golpe de vista es el de un borrador. Se trata de una pieza pequeña, modesta, un cuadernillo de 9 folios de papel, incompleto, de aspecto descuidado, lleno de tachones y que en su contraportada dice, con letra visiblemente posterior, quizás del siglo xix: «Es un Inventario muy antiguo de algunos instrumentos que se sacaron del Archivo de la Cámara de Comptos con nota de los que se debolvieron y parages donde se pusieron. Real Patrimonio3». Su estructura interna se presenta en distintos párrafos o asientos con notas marginales y añadidos, en los que se recogen interesantes datos relacionados con el proceso de incorporación de piezas nuevas, el préstamo y retorno de documentos del archivo; quién lo deposita, quién se lo lleva, quién lo devuelve, la fecha de entrada o salida, la data del documento, el asunto del que trata, el arca al que se retorna y, en aquellas ocasiones en las que este proceso se hace en presencia de testigos, el nombre de estos y su cargo. Estas anotaciones comienzan en 1403 y el último apunte se realiza en el año 1431; sin embargo, es obligado modificar la data «oficial» de su elaboración, ya que se trata de una pieza incompleta4 a la que le faltan, al menos, los dos primeros folios. Aunque no podemos saber desde cuándo ni hasta cuándo, el grueso del «inventario» se puede encuadrar en el reinado de Carlos III de Evreux (1387-1423). El cotejo de la filigrana del papel (un monte de tres picos con cruz alta)5 parece coincidir con otros documentos de la propia Cámara de Comptos fechados a comienzos del siglo xv.
5Una cuestión importante es tratar de contextualizar este instrumento, es decir, averiguar el órgano productor o, lo que es lo mismo, dilucidar a qué institución pertenece y quién fue el autor intelectual de este proyecto de «sistema de gestión de archivo». El título indica «instrumentos sacados del Archivo de la Cámara de Comptos», pero el repaso sistemático de los tipos documentales implicados en este repertorio de control permite concluir que no se trabaja con documentación procedente de la Cámara de Comptos6, sino con el fondo del ahora desaparecido Archivo Real o Archivo del Rey. Esto indica que a comienzos del siglo xv el Archivo Real y el Archivo de la Cámara de Comptos estaban custodiados en el mismo depósito, en la que entonces era la sede de la Cámara de Comptos7. Esta reunión de instituciones archivísticas en un mismo depósito no parece indicar, al menos para estos años, que los fondos estuvieran mezclados. Por el contrario, parece que se distinguieron perfectamente los dos fondos, Cancillería y Tesorería, al menos hasta finales del siglo xvi, aunque no se pueda precisar con certeza cuándo confluyeron en una misma sede ni en qué momento se unieron bajo una misma denominación. A comienzos del siglo xiv había dos depósitos completamente diferenciados, o así al menos se deduce del Inventario de Martín Pérez de Cáseda (1328)8. La Tesorería se custodiaba en Tiebas y el Archivo Real en Estella, más un tercer depósito en Pamplona del que desconocemos su contenido. Se sabe también que Carlos II de Evreux mandó unificar (1361) ambos depósitos en Tiebas9, pero ¿por qué no mandó trasladar los documentos a Pamplona? Carlos II había establecido su sede habitual en Pamplona10, en el palacio que ahora es sede del Archivo Real y General de Navarra, y allí murió de forma trágica. Seguramente en esos años ya le rondaba la idea, que oficializará con la Ordenanza de 1365, de convertir la Tesorería General en Tribunal de Cuentas bajo la denominación de Cámara de Comptos, que quedó instalada en el barrio de la Navarrería, cerca del Palacio Real. Sorprende más aún que en el momento de tomar la decisión de reunir ambos fondos documentales eligiera el castillo de Tiebas y no la sede de Pamplona.
6Unos siglos después, las instrucciones impulsadas por el visitador Valdés, encaminadas a procurar un control más directo de las instituciones del reino y, en el caso de la hacienda regia, de supervisar los ingresos y verificar las exenciones, serán, sin duda, motivo para la instalación (1525) del Tribunal de Cuentas con su archivo en un edificio propio en la calle Tecenderías (ahora Ansoleaga), donde se encuentra la actual Cámara de Comptos, y para disponer la organización e inventariado de todas las escrituras, que ya en estas fechas estaban unidas con las del desaparecido Archivo Real11.
7Volviendo al siglo xiv, cabe preguntarse qué motivó a Carlos II para reunir los archivos en un único depósito y por qué decidió que fuera en Tiebas y no en Pamplona. Un repaso a la práctica archivística de la corte parisina en esta época pone de manifiesto que no será hasta mucho después cuando se reúna el Trésor des chartes (archivo de cancillería) con la Chambre des comptes12, aunque parece que la efectividad y minuciosidad de las «gentes de comptos» para conservar aquellas pruebas de los derechos financieros de los soberanos hará que, ya desde finales del siglo xiv, algunos documentos significativos se custodien en las dependencias de la Chambre des comptes13. Ahora bien, si la corte de París no consideró necesaria la unión de archivos, sí parece, sin embargo, que fue práctica habitual en las cortes condales francesas desde el siglo xiv, o al menos así parece deducirse del ejemplo de los Borbón14. La corte navarra, más semejante en términos espaciales y organizativos a las poderosas cortes condales francesas, pudo seguir este modelo —quizás ya implantado en Evreux o en Normandía—, en un intento de «economía administrativa», y consideró la reunión de ambos archivos como una forma de ahorrar esfuerzos y sobre todo plantilla15.
8Queda por resolver por qué eligió Tiebas16. Está claro que el monarca prefirió como sede habitual para sus estancias prolongadas en el reino el palacio de Pamplona, que triplica en cómputo de estancias a otras sedes como Olite o Estella. Además, en el momento de la instauración oficial de la Cámara de Comptos se elige, como era de esperar, una sede en la capital del reino y seguramente se trasladan allí los documentos de la Tesorería General, cerca del Palacio Real. ¿Dónde estaba el Archivo Real? No se conoce cuál era la sede de la Cancillería, pero parece que, al menos a finales del siglo xiv, los secretarios del rey ejercían sus funciones en la Torre del Rey, más o menos donde hoy están las Escuelas de San Francisco. No es objeto de este trabajo entrar a aclarar este punto relacionado con el destino de los documentos de Estella y Tiebas17, que sin duda será abordado de forma más completa en otros estudios. Interesa destacar la voluntad regia de reunir los diferentes fondos documentales en un mismo depósito como paso previo para el control de los documentos y, en consecuencia, para optimizar la gestión de los recursos.
9Una nueva comparativa con el Inventario de 1328 nos permite avanzar un cambio importante en el modelo de gestión de los documentos. Mientras Martín Pérez de Cáseda no refleja ningún tipo de clasificación, sino tan solo una secuencia topográfica de documentos, el «Libro de préstamos» demuestra que a comienzos del siglo xv existe una clasificación temática/geográfica, muy en la línea de todos los archivos familiares, que se refleja en una instalación separada en distintas arcas o «arcaz»:
- Relaciones familiares: casamientos de las infantas.
- Relaciones señoriales: juramentos y homenajes.
- Relaciones diplomáticas: Francia, Castilla, Aragón, Foix, etc.
- Relaciones institucionales, como la propia Cámara de Comptos, ya que se menciona el «arca de las cartas de la Cámara».
- Relaciones eclesiásticas, al menos con la Santa Sede, que contaba con un depósito singular —«el arcón verde»—, con el obispado de Pamplona y quizás con otras instituciones monásticas o parroquiales.
- Administración territorial: merindad de Pamplona, Estella…
10Esta «clasificación» induce a pensar que los documentos del Archivo Real estaban perfectamente identificados y separados de los meramente contables o de tesorería. Así, permanecerá, con pocas variaciones, a mediados del siglo xvi (1546), cuando el emperador Carlos envía al inspector Vergara para poner orden en el Archivo de la Cámara y ordena que se realicen inventarios puntuales de cada cajón18. Con posterioridad (1573, 1791, 1840), distintas intervenciones realizadas con un criterio meramente cronológico darán al traste con esta identificación de entidades productoras, dando lugar a un «fondo único» de la Cámara de Comptos tal como lo conocemos en la actualidad19.
11Parece que cada una de estas arcas tenía su correspondiente inventario. En el «Libro de préstamos», a propósito de un nuevo ingreso, el notario indica que se remitirá el documento a su arca y se añadirá en el inventario correspondiente20. Esta tarea del inventariado de documentos, esencial en cualquier archivo, se corrobora como práctica habitual en esta época con la existencia del Inventario de los dos «arcaz de Ultrapuertos»21. En este inventario se recogen todas las escrituras referentes a las relaciones de los monarcas con estos territorios y en el margen se señala cada territorio o señorío. La letra, la filigrana del papel y las notas que marcan la paginación indican que se trata del mismo autor material que el Cartulario-dossier de Mixa, elaborado hacia 1406. Por tanto, no es descabellado suponer que cada una de las arcas tendría su correspondiente inventario, aunque no se hayan conservado.
12Quizás sea mucho aventurar, pero parece que en las últimas décadas del siglo xiv y primeras del xv se llevó a cabo una organización sistemática del Archivo Real de forma que las escrituras se organizaron en arcas y se consignaron en sus correspondientes inventarios. Tal vez esta labor se realizó al tiempo que se añadía en el reverso del documento la indicación «Rta» (registrata), el número y el contendor en el que se instalaban22. Sin duda esta organización de los documentos debió ayudar al autor material del Cartulario Magno para seleccionar y recopilar las escrituras asociadas por merindades, pueblos, instituciones eclesiásticas, o temas como los homenajes y aquellos grupos documentales que le interesaba trasladar copia en el Cartulario. Un cotejo, a vuelo de pájaro, de estas indicaciones dorsales pone de manifiesto que no todos los documentos de la misma índole contienen esta anotación registral. En esta línea cabe preguntarse si este trabajo fue paralelo a la elaboración del Cartulario Magno y únicamente se registraron los que se incluyeron en él o, por el contrario, existe otro criterio que, en un estudio más pormenorizado con motivo de la edición del códice, se pueda dilucidar23.
13Otra cuestión interesante que ofrece este «Libro de préstamos» es la información para identificar los agentes que intervienen en el uso y explotación del archivo. ¿Quiénes son los «usuarios» de este archivo? Pues nada menos que el canciller, el vicecanciller, el tesorero general, los secretarios del rey y de la reina, en definitiva, importantes personalidades a las que se les obliga a seguir el protocolo establecido de entrada y salida de documentos. En aquellos casos en los que el documento es especialmente importante, el solicitante acredita con su rúbrica que lo saca y se lo lleva. Esto significa que se hace responsable de su custodia mientras está fuera de las dependencias del archivo y garantiza que hará un buen uso de este instrumento.
14En ocasiones no es necesario contar con el original y se pide una copia de todo o de una parte. Esta copia, colacionada por los notarios de la Cámara o de la Cort, se realiza generalmente en papel y en un formato más manejable para sus intereses, especialmente si se trata de una embajada y el documento debe viajar fuera de las fronteras del reino. Hay una interesante mención a una de estas copias que es devuelta y la reina manda que se cosa junto con el original. Para esto se llama a un profesional, Miguel de Oroz, pellejero, seguramente proveedor de pergaminos y parece ser que también encargado de repararlos, es decir, «el conservador del archivo»24. Otras veces se anota el ingreso de nuevos documentos por orden del soberano o del canciller, y se hace el depósito ante testigos, normalmente los oidores de comptos o los notarios, indicando el arca de destino.
15Queda por aclarar, si es que esto es posible, quién o quiénes son los autores materiales de este instrumento de gestión del archivo. A pesar de que es un borrador, un documento vivo con continuas modificaciones y, como es obvio en un instrumento de estas características, con distintas manos, hay dos noticias que nos permiten acotar o al menos rastrear quiénes se ocuparon de llevar esta gestión documental. En una de ellas se indica que el documento es entregado a Pelegrín para que lo incluya en el arcaz y lo registre en el inventario. ¿Quién es este Pelegrin? Pues, sin duda, Pelegrín López de Lusarreta, clérigo, notario de la Cort y persona de confianza de la reina Leonor. Ella le encargará escribir su testamento (1414), así como levantar acta de importantes acontecimientos como las alianzas con Castilla en torno al matrimonio de Isabel con el infante Juan de Castilla y el contrato matrimonial de María, la hermana de Carlos III, con el conde de Denia. En pago de su fidelidad, la reina Leonor le nombra a comienzos de 1406, además de notario de la Cort, notario de la Cámara de Comptos, lo cual sin duda suponía una fuente extra de ingresos. Este mismo notario será quien por orden de la reina, entonces gobernadora del reino por la ausencia del monarca, ocupado en sus asuntos franceses, acompañe al procurador patrimonial a Ultrapuertos (1406) para averiguar qué pasa con las tierras del señor de Albret. Así pues, es muy probable que sea este mismo oficial el encargado de recopilar el Cartulario-dossier de Mixa y el Inventario de Ultrapuertos, ambos de la misma mano y escritos, hacia 1406, en un papel con idéntica filigrana, como se ha indicado anteriormente.
16Parece ser que, a partir 1412, comparte responsabilidades con Martín de Beortegui, otro notario de la Cort y de la Cámara de Comptos. Quizás lo más interesante es saber que en ambos casos se trata de un oficial —un notario— de la Cámara de Comptos y no de la secretaría del rey el encargado de supervisar estas tareas. Tiene su explicación, al menos así lo ve Olivier Mattéoni25, por su minuciosidad a la hora de exigir los justificantes de los pagos y la relación de ingresos. Estos oficiales, acostumbrados a manejar documentos y mantener organizada la documentación para poder responder a los auditores, son los cargos más indicados para mantener organizado y accesible también el Archivo del Rey.
17Todas las tareas que recoge este modesto borrador traslucen una cuidada gestión del archivo que no es casual. Sin duda son reflejo de un interés por saber dónde está la información para poder usarla en el momento en que sea necesaria. Sin pretender convertir este pequeño y burdo instrumento en el centro de la administración bajomedieval del reino, sí cabe poner en valor su presencia como un elemento más de toda una serie de piezas que se interrelacionan para conformar o manifestar la existencia de un nuevo sistema de gobierno. Su existencia hay que contextualizarla con otras piezas del mismo momento: Cartulario Magno (finales del siglo xiv), Cartulario-dossier de Mixa (1406), Inventario de Ultrapuertos (1406); en un plano más familiar, el Cartulario llamado de Carlos II; en el aspecto jurídico, las Ordenanzas de la Cort (1413), el Amejoramiento del Fuero (1418) o el Formulario de Cancillería preparado a comienzos del siglo xv para facilitar la labor de los escribanos. Todos ellos tienen un punto común: el buen gobierno, la teoría política del buen gobierno importada por Carlos III de Evreux desde las instancias de la corte de París.
18Pero incluso se podría ir más allá y relacionarlo también con la adquisición de algunas piezas exquisitas: el llamado Libro de la coronación de los reyes de Inglaterra, una verdadera joya libraria, además de un interesantísimo manual de protocolo y ceremonial, o la adquisición de algunas bibliotecas, como la de Pes de Laxague26, destinadas a satisfacer sus aspiraciones intelectuales27, y quizás la de ahondar en la gloria de sus antecesores en el trono. Con este fin, el mismo rey mandó elaborar una crónica encontrada en el comienzo del registro de cuentas del año 1404 de su tesorero García López de Roncesvalles28, cuya autoría fue atribuida a este oficial. No se conserva el original, sino una versión del siglo xvi, lo que dificulta mucho dicha identificación. En consecuencia, todas estas circunstancias ponen de manifiesto una estrecha relación entre el Archivo del Rey y los oficiales de la Cámara de Comptos a finales del siglo xiv.
Notes de bas de page
1 En relación con este proyecto se celebró en Pau y Pamplona entre septiembre de 2010 y febrero de 2011 la exposición Poder y Memoria, con el objeto de contextualizar la elaboración de los cartularios. Al mismo tiempo, se inició la edición de los cartularios conservados tanto en los Archives départementales des Pyrénées-Atlantiques (ADPA) como en el Archivo Real y General de Navarra (AGN). Así, primero se publicó el Cartulario llamado de Carlos II (ADPA, E513), el Cartulario del rey Teobaldo (AGN, C1) y el llamado Cartulario Magno (AGN, C6 y 7).
2 En esta línea, cabe señalar que Brunel, 2005, presenta un novedoso e interesante estudio acerca de las ilustraciones de los documentos como uno de los cauces de difusión propagandística de la grandeza de los soberanos de Francia.
3 AGN, CO_ARCHIVO, Caj. 1, N. 1/3. En una guarda reciente de papel se añade un rango de fechas, 1403-1417, que habrá que revisar.
4 El cuadernillo está foliado con numeración romana coetánea y comienza en el folio 3, por tanto, cabe suponer que comenzó unos años antes, quizás a comienzos del siglo xv o incluso en los últimos años del siglo xiv.
5 Esta misma filigrana se recoge en algún pliego que conforma un cartulario conservado en el ADPA, E513 y publicado con motivo del mencionado proyecto «Poder y Memoria. Los cartularios reales de Navarra»; véase Le Cartulaire dit de Charles II, dir. y ed. de Lamazou-Duplan, 2010, p. 48.
6 Únicamente en una ocasión se solicita documentación contable. En el año 1416 el procurador patrimonial solicita varios cuadernillos de cuentas de la bailía de Tudela correspondientes a los años 1350 y 1355 para llevarlos a la capital ribera (AGN, CO_ARCHIVO, Caj. 1, N. 1/3, fo 7).
7 No se tiene constancia cierta de si en estas fechas (1403-1431) el archivo de la Cámara de Comptos estaba ubicado en la rúa de las Tecenderías (actual Ansolega); parece que a comienzos del siglo xv la Torre del Rey, en la actual plaza de San Francisco, hacía funciones de archivo (Martinena Ruiz, 2013, p. 387).
8 AGN, CO_PS1a S, leg. 179, N. 1. Se trata de un rolde de grandes dimensiones publicado en Archivo General de Navarra (1322-1349), ed. de Zabalza Aldave, 1998, no 43.
9 Martinena Ruiz, 2003, pp. 18-19, cita los intentos de reunir los depósitos en una única sede.
10 A partir de 1361 el monarca se instalará en su reino de Navarra y, aunque viaja por distintas localidades, su sede habitual será la capital del reino, Pamplona. Véase Martín Duque, «Itinerario navarro de Carlos II».
11 Las instrucciones derivadas de la inspección del visitador Valdés (1525) establecen, en el capítulo xiii, la obligación de ordenar e inventariar las escrituras de la Cámara de Comptos. Véase Zuaznávar Francia, Ensayo histórico-crítico sobre la legislación de Navarra, p. 112.
12 Mattéoni, 2007, p. 37, n. 23 recoge la mención de Jean Guérout, donde indica que esta unión física de ambos archivos —Trésor des chartes y Chambre des comptes— no se produce en París hasta el siglo xviii.
13 Lalou, 1996, p. 10.
14 Mattéoni, 1996.
15 Ostolaza Elizondo, 1984, p. 409 alude a esta reducción de plantilla, al ponderar el hecho de que, a comienzos del siglo xv, el secretario del rey, en concreto el gran calígrafo Jean Lescluse, se encargue de copiar los libros de tesorería de la Cámara de Comptos.
16 El notario Martín Pérez de Cáseda levanta acta en 1343, por orden del gobernador del reino, de los documentos que por su importancia se custodiarán en un arca de haya construida expresamente para ellos. En Archivo General de Navarra (1322-1349), ed. de Zabalza Aldave, 1998, no 151, se indica en el reverso que se trata de un «Inventario de ciertas letras que se yeran en la thesoreria de Tiebas» (AGN, CO_DOCUMENTOS, Caj. 31, N. 40).
17 Aunque resulta extremadamente complicado de elaborar a causa de la imprecisión de algunas referencias, un cotejo pormenorizado del Inventario de Martín Pérez de Cáseda (1328) con el actual fondo de la Cámara de Comptos aclarará, sin duda, si todo el depósito de Estella se trasladó a Tiebas y, en consecuencia, se perdió, o si, por el contrario, todo o alguna parte no se trasladó o lo hizo a Pamplona y se ha conservado con el resto de escrituras del ahora desaparecido Archivo Real.
18 AGN, CO_ARCHIVO, Caj. 1, N. 2. Existen varios cuadernillos de inventarios realizados en 1546-1547 por Juan de Vergara, Nicolás de Eguía y Antonio Cruzat, oidores de la Cámara de Comptos, cuya descripción en varios cajones temático-geográficos, merindades, patronato, capellanías, infantas, homenajes, etc., parece coincidir con la misma organización que para comienzos del siglo xv deja entrever el «Libro de préstamos».
19 El proyecto de digitalización y descripción de los documentos de la Cámara de Comptos (1998-2008), realizado en colaboración entre el Archivo General de Navarra y la Universidad Pública de Navarra, hizo un intento de identificar los diferentes productores y aplicar unos criterios de clasificación funcional de la documentación que no vio concluido su propósito por falta de recursos económicos. Véase Herreros Lopetegui, 2003, p. 65.
20 AGN, CO_ARCHIVO, Caj. 1, N. 1, fo 7: «Anno CCCC XVIIo, XXVo dia de junio, traisso a la Cambra Nicholau Blanc ciertos roldes et escripturas en paper de ciertos donos de mossen Tercelet et de otros et son puestos por Pelegrin en l’arquaz de [blanco] et escriptos en el inventario». Parece que el registro no es inmediato, ya que deja en blanco el título del arca de destinado.
21 El Inventario del arcaz de Ultrapuertos ha llegado desordenado en un registro de cuentas posterior (AGN, CO_REG. 1a S, N. 498, fos 224-229).
22 AGN, CO_DOCUMENTOS, Caj. 5, N. 29, Confirmación del fuero de Estella por Luis I, rey de Navarra, en 1307; en el reverso dice: «Rta, XXXIIIIo de Esteylla».
23 A falta de un cotejo mucho más exhaustivo, una cata entre los documentos que no fueron seleccionados para copiarse en el Cartulario, pero que revisten una gran importancia y que, presumiblemente, estarían bien custodiados y controlados, como son los contratos matrimoniales, por ejemplo el de Inés de Navarra con Gastón de Foix (AGN, CO_DOCUMENTOS, Caj. 9, N. 120) o el de Pedro IV de Aragón con María de Navarra (AGN, CO_DOCUMENTOS, Caj. 9, N. 6), o bien las Actas de Coronación de los monarcas Felipe III y Juana II o Carlos III (AGN, CO_DOCUMENTOS, Caj. 6, N. 60 y AGN, CO_DOCUMENTOS, Caj. 59, N. 68), demuestra que carecen de la indicación «Rta» (Registrata). También se ha hecho un primer sondeo con documentos de homenajes y patronato y parece que los que no están incluidos en el Cartulario no consignan esta fórmula, lo mismo que los documentos posteriores a 1387. Todo esto permite pensar que existe una posible relación entre esta fórmula («Rta») y la selección de documentos para el Cartulario Magno.
24 AGN, CO_ARCHIVO, Caj. 1, N. 1, fo 5 dice: «Item esta carta original del contracto fecho por l’alcalde de Tudela con los deputados d’Aragon; maguer otro tempo fues dada la copia al seynor chanceller segunt paresce en la parte precedent. Agora VIIIo dia de jenero anno a Nativitate Domini Mo CCCCo nono por carta et mandato de la seynora infanta fue inbiada con Miguel d’Oroz, pelegero qui suele parar las tiendas rotas, pora las gentes de comptos por dar a la dicha seynora infanta et la dicha carta de la seynora infanta es cosida aqui porque finque en memoria.».
25 Mattéoni, 1996, pp. 66-67.
26 Esta adquisición se hizo por vía de embargo como el resto de los bienes de Pes de Laxague y tal vez asesorado por su secretario Jean Lescluse, sin duda conocedor del valor de este fondo, puesto que era el maestro de Nicolás de Laxague, sobrino del difunto (AGN, CO_DOCUMENTOS, Caj. 70, N. 42.1). El monarca lo incorporó a su colección.
27 Parece ser que la biblioteca del monarca estaba en la Torre del Rey (hoy plaza de San Francisco), donde sus mejores calígrafos, como Jacques y Tomás Dousnart, padre e hijo, copiaban ciertos libros en los que el rey encontraba sosiego (AGN, CO_REGISTROS, 1a S, N. 256, fos 35 y 44).
28 El ejemplar que se conserva en la Real Academia de la Historia ha sido objeto de diversos estudios y publicaciones, el más reciente de Pizarro Rivas, 2012, pero la falta del original no permite comparar la escritura de esta crónica con la del tesorero general para confirmar o no la atribución de su autoría.
Auteur
Sección de Gestión del Patrimonio Documental – Gobierno de Navarra
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